HERMANN BROCCH, unpájaro muygrandeconlasalascortadas

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salvar el patrimonio familiar de la quiebra, aun- que para ese entonces ha renunciado ya al patri- monio espiritual en el que nació y fue educado: abjuró del credo judío de sus mayores y comen- zó a militar en un catolicismo muy peculiar, más emblemático que apostólico, y no hay que olvidar a este respecto el aura paleocristiana con que co- rona la experiencia sensible de Virgilio. HERMANN BROCCH, "un pájaro muy grande con las alas cortadas ... " R.H. Moreno-Durán I Durante las dieciocho horas que dilatan la densa agonía de Virgilio una imagen astral se hac~ recu- rrente y es la de Scorpio: "'X ~I ahora .del.c!elo lo saludó extendiéndose de lo vIsible a lo mVlSlble en el círculo completo del conocimiento recuperado: Scorpio, la figura del destino, le saludó allá en el borde sudoeste, familiar y lúgubre, rodeado el cuerpo peligrosamente curvado por la suave. c~- rriente de la Vía Láctea ... " (La muerte de Vlrgl- lio 11, "Fuego")I. Y si Scorpio augura lo irreme- di~ble en la suerte del personaje más significativo de los recreados por Hermann Broch, también está presente en el origen del propio autor, nacido en Viena a comienzos de noviembre de 1886. De acuerdo a lo que afirma Elías Canetti en El juego de ojos2 -el tercer volumen d~. sus ~emor~as-, Broch procedía de una rica famllta de mdustnales y su padre era el dueño de la fábrica de hilados de Teesdorf. El joven Broch, que no ocultaba su de- voción por el estudio de las matemáticas, trabajó contra su voluntad en esa fábrica y a la muerte de su padre tuvo que encargarse de la direcció~ de la misma. Eso no obstó para que cursara estudios en la Escuela Técnica Superior de Viena y después en el Instituto Textil de Muhlhouse, aunque su vo- cación intelectual se había ampliado y manifesta- ba ya un abierto interés por la filosofía y la filolo- gía. Cuando Canetti lo conoce, en. 19~2, Br?c~ tiene 46 años de edad, lo que no le nnplde aSistir puntualmente al Seminario de Filosofía de.la l!ni- versidad de Viena. Ese mismo año da por fmahza- da su trilogía narrativa Los sonámbulos-~, obra que le granjea simpatía pero también animadversión por parte de algunos de sus colegas. y.~e un sector de la crítica. Atrás quedaban las vIcIsitudes para l. Hermann Broch, La muerte de Virgilio, Alianza Editorial, Ma- drid,1979. 2. Elías Canetti, El juego de ojos (Memorias). Muchnik Editores, Barcelona, 1985. 3. Hermann Broch, Los sonámbulos (Pasenow o el romanticismo; Esch o la anarquía; Huguenau o el realismo). Editorial Lumen, Bar- celona, 1974-1986. 11 Sin embargo, más allá de los fríos datos cronológi- cos que conforman su biografía, vale la pena re- gistrar algunos de los primeros hi~os Ii!erarios 9,!e ilustran no sólo el retrato del escntor smo tamblen el ámbito de toda una época: la de los ilustres supervivientes de eso que Janik} Toulmin 1I~- maron La Viena de Wittgenstein y que la pn- mera gran obra de Broch recreó a través de tres frescos que confluyen, patéticamente, en el año de la claudicación. Ciertamente, no puede pa- sar desapercibido el hecho de que Pasenow o el romanticismo, la primera novela de las que integran Los sonámbulos, esté ambientada en el Berlín de 1888, en medio de la ebriedad pru- siana que entroniza a Bismarck y su política co- mo la única dignidad posible en una Europa de- cadente y crepuscular. Joachim van Pasenow, ca- pitán de artillería, no es un hombre sino .una duda lógica entre la ilógica actitud de dos mUJ.eres Y un amigo que para sí quisiera todos los atr!butos de Mefistófeles, que no en vano sale a relUCIr con fre- cuencia en la novela. Pasenow duda, yen su acti- tud hacia la sensualísima Ruzena --{}riunda de Bohemia- y la aristocrática Elisabeth se plantea algo más que la indecisión?e un oficial ~alt? de ~,x- periencia. El imperio vacIla eI?-tre la mchna~lOn pragmática, estimulada por los mtereses gem~ma- mente prusianos y los guiños incomprensibles pero exóticos de la periferia: Bohemia viene a ser aquí ese sur sensual y romántico que en el orden de deberes y afectos alteró el ánimo de tod? lo que representaba la disciplina del norte prusiano. Y mientras Pasenow oscila entre uno y otro polo su 4. Janik y Toulmin, La Viena de Wittgenstein. Editorial Taurus, Madrid, 1974. 13

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salvar el patrimonio familiar de la quiebra, aun-que para ese entonces ha renunciado ya al patri-monio espiritual en el que nació y fue educado:abjuró del credo judío de sus mayores y comen-zó a militar en un catolicismo muy peculiar, másemblemático que apostólico, y no hay que olvidara este respecto el aura paleocristiana con que co-rona la experiencia sensible de Virgilio.

HERMANN BROCCH, "un pájaromuy grande con las alas cortadas ... "R.H. Moreno-Durán

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Durante las dieciocho horas que dilatan la densaagonía de Virgilio una imagen astral se hac~ recu-rrente y es la de Scorpio: "'X ~I ahora .del.c!elo losaludó extendiéndose de lo vIsible a lo mVlSlble enel círculo completo del conocimiento recuperado:Scorpio, la figura del destino, le saludó allá en elborde sudoeste, familiar y lúgubre, rodeado elcuerpo peligrosamente curvado por la suave. c~-rriente de la Vía Láctea ... " (La muerte de Vlrgl-lio 11, "Fuego")I. Y si Scorpio augura lo irreme-di~ble en la suerte del personaje más significativode los recreados por Hermann Broch, tambiénestá presente en el origen del propio autor, nacidoen Viena a comienzos de noviembre de 1886. Deacuerdo a lo que afirma Elías Canetti en El juegode ojos2 -el tercer volumen d~. sus ~emor~as-,Broch procedía de una rica famllta de mdustnalesy su padre era el dueño de la fábrica de hilados deTeesdorf. El joven Broch, que no ocultaba su de-voción por el estudio de las matemáticas, trabajócontra su voluntad en esa fábrica y a la muerte desu padre tuvo que encargarse de la direcció~ de lamisma. Eso no obstó para que cursara estudios enla Escuela Técnica Superior de Viena y despuésen el Instituto Textil de Muhlhouse, aunque su vo-cación intelectual se había ampliado y manifesta-ba ya un abierto interés por la filosofía y la filolo-gía. Cuando Canetti lo conoce, en. 19~2, Br?c~tiene 46 años de edad, lo que no le nnplde aSistirpuntualmente al Seminario de Filosofía de.la l!ni-versidad de Viena. Ese mismo año da por fmahza-da su trilogía narrativa Los sonámbulos-~, obra quele granjea simpatía pero también animadversiónpor parte de algunos de sus colegas. y.~e un sectorde la crítica. Atrás quedaban las vIcIsitudes para

l. Hermann Broch, La muerte de Virgilio, Alianza Editorial, Ma-drid,1979.

2. Elías Canetti, El juego de ojos (Memorias). Muchnik Editores,Barcelona, 1985.

3. Hermann Broch, Los sonámbulos (Pasenow o el romanticismo;Esch o la anarquía; Huguenau o el realismo). Editorial Lumen, Bar-celona, 1974-1986.

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Sin embargo, más allá de los fríos datos cronológi-cos que conforman su biografía, vale la pena re-gistrar algunos de los primeros hi~os Ii!erarios 9,!eilustran no sólo el retrato del escntor smo tamblenel ámbito de toda una época: la de los ilustressupervivientes de eso que Janik} Toulmin 1I~-maron La Viena de Wittgenstein y que la pn-mera gran obra de Broch recreó a través de tresfrescos que confluyen, patéticamente, en el añode la claudicación. Ciertamente, no puede pa-sar desapercibido el hecho de que Pasenow oel romanticismo, la primera novela de las queintegran Los sonámbulos, esté ambientada enel Berlín de 1888, en medio de la ebriedad pru-siana que entroniza a Bismarck y su política co-mo la única dignidad posible en una Europa de-cadente y crepuscular. Joachim van Pasenow, ca-pitán de artillería, no es un hombre sino .una dudalógica entre la ilógica actitud de dos mUJ.eres Y unamigo que para sí quisiera todos los atr!butos deMefistófeles, que no en vano sale a relUCIr con fre-cuencia en la novela. Pasenow duda, yen su acti-tud hacia la sensualísima Ruzena --{}riunda deBohemia- y la aristocrática Elisabeth se planteaalgo más que la indecisión?e un oficial ~alt? de ~,x-periencia. El imperio vacIla eI?-tre la mchna~lOnpragmática, estimulada por los mtereses gem~ma-mente prusianos y los guiños incomprensiblespero exóticos de la periferia: Bohemia viene a seraquí ese sur sensual y romántico que en el ordende deberes y afectos alteró el ánimo de tod? lo querepresentaba la disciplina del norte prusiano. Ymientras Pasenow oscila entre uno y otro polo su

4. Janik y Toulmin, La Viena de Wittgenstein. Editorial Taurus,Madrid, 1974.

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padre ve cómo todo eso que llaman tradición estáa punto de irse al traste: una cosa es la evasión yotra el deber, y en los dos extremos de la ecuaciónestán Ruzena y Elisabeth. Pero el elemento per-turbador viene dado por alguien considerado undesertor: Bertrand, que renunció al ejército paradedicarse al comercio y que asedia con toda la des-treza del libertino a la fría Elisabeth e introduce eldesorden en la casa y, al mismo tiempo, cortejacon el impudor propio del caballero a la coquetaRuzena, por lo que en el momento de revelar laincógnita Pasenow está a punto de quedarse con elpasivo. ¿Pero qué quiere decir aquí romanticismo-en la trilogía de Broch el título de la disyuntiva esfundamental- sino, precisamente, irracionalidady duda?

Sin embargo, hay algo en esta novela que la salvade convertirse en una historia más de oficiales yseñoras, por el estilo de algunas del también judíoaustríaco Joseph Roth -véase si no todo lo concer-niente a la saga de Von Trotta (La cripta de los ca-puchinos y La marcha de Radetzky)-, y es el ordenmatemático, de ecuación lógica que inspira las re-laciones entre los cuatro personajes, aunque entodo caso la directriz la traza con magistral efica-cia Bertrand, que sabe muy bien -y así se lo ad-vierte en Elisabeth- que todo se complica cuandouno no es capaz de ponerse a salvo del "pathos delo erótico". Pero el seductor cínico es herido de undisparo por Ruzena, que huye y, en consecuencia,Pasenow pierde uno de sus polos de atracción. Lequeda Elisabeth, a quien pide se case con él peroella se niega: ama a Bertrand pero éste, pese a sushábiles maniobras, la rechaza. Y ante este recha-zo ella vuelve a brazos de Pasenow, aunque la pie-dad y la ironía se ceban en un desenlace que pare-ce justificar un poema de Gottfried Benn, titulado1886-año de su nacimiento, como del de Broch-yque dice: "Paul Heyze publica una tragedia en unacto: / Es la noche de bodas, la joven descubre /que su marido amó a su madre una vez .... "

El ámbito temporal de Esch o la anarquía es 1903,o sea plena Belle Epoque pero también plenoauge guillermino. El Kaiser ha aprendido muybien la lección de Bismark y ante sus ojos Europase degrada en escándalos y frivolidades. Piensamás en la ductilidad de las fronteras que en el can-ean y las cocottes pues intuye que el mapa de Eu-ropa aún no es definitivo. No es casual que el hé-roe de esta novela sea de origen luxemburgués, loque es casi un accidente fronterizo entre Francia yAlemania. El papel del periodista y del agitador,tras el affaire Dreyfus, ha cobrado una enormeimportancia, y tan peligrosas resultan ahora las

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bombas de los terroristas como los editoriales yartículos de cierta prensa demasiado inquisitiva,como puede serlo El mensajero del Electorado deTréveris, y no hay que olvidar que Tréveris es lapatria de Marx, y que también él hizo sus primerasarmas periodísticas y sociales en la defensa decausas casi perdidas en el valle del Mosela. Prensay bombas enrarecieron aún más ese clima que ine-vitablemente se hizo por fin letal en Sarajevo. Portodo esto, la última novela, Huguenau o el realis-mo, que no en vano concilia el ánimo prusiano dePasenow como militar y articulista con la vocacióncasi mística de Esch, se desarrolla en una épocaque no puede ser más explícita: 1918, un año quesi bien es el del Armisticio para el mundo, tam-bién es el de la humillación y la derrota para losnostálgicos del orden hegemónico con acento teu-tón. Son los "últimos días de la humanidad" deque hablaba Krauss y cuyo aire apocalíptico apa-rece en la parte final de Huguenau, que describe elhorror postrero de la guerra al tiempo que entro-niza al nuevo triunfador: el desertor, traidor y ase-sino Wilhelm Huguenau: en efecto, este persona-je abandona cobardemente a su ejército, delata asus amigos y asesina por la espalda a Esch, aunqueintenta salvar a un agónico Pasenow. ¿Sería de-masiado fácil aceptar la lectura que se nos propo-ne y que nos muestra al asesino -geográficamenteproblemático, pues es alsaciano- en el momentode liquidar al periodista y salvar al representantedel orden prusiano? El transfondo de las tres no-velas, escritas cuando ya todo está consumado, re-mite al clima general de los tiempos idos, al fraca-so de un orden y una política, al hundimiento deese Imperio que Musil denominó "Kakania" y queél, mejor que nadie, plasmó en la infinita empresaliteraria de El hombre sin atributos. No deja de sersignificativo resaltar el hecho de que Musil detes-tara a Broch, no sólo porque llevado por su aris-trocrático desdén lo consideraba literariamenteirrelevante sino porque aducía que Broch, conLos sonámbulos, había "copiado el proyecto" desu magna y en cualquier caso inimitable obra. Yaquí cabe evocar una vez más la memoria de Ca-netti, amigo de los dos escritores -también él sesorprende de la coincidencia entre su teoría sobrela masa y los estudios de Broch sobre el mismotema-, y que ha sabido zanjar la difícil cuestión deforma elegante.

Durante cinco años y medio Canetti y Broch fue-ron muy amigos y las conversaciones literariaseran asunto de todos los días, bien en su casa de laFerdinandstrasse, bien en las tertulias del CaféMuseum. Fue Canetti quien definió a Broch como"un pájaro muy grande con las alas cortadas". ¿A

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qué obedecía esa imagen? "Parecía que marchabacon rapidez, pero sólo lo parecía. La cabeza depájaro y la esclavina producían, juntos, la imagende un vuelo impedido, un vuelo que, sin embargo,no causaba jamás una impresión de indignidad ode fealdad. Aquello se había convertido en unaforma natural, inveterada, de avanzar". Broch sepsicoanaliza durante años con la doctora Schaxl, ya Canetti se le antoja poco menos que obscena lapostura de Broch sobre el diván, contándole a lamujer lo que ni siquiera confió a sus papeles másíntimos. Y mientras Canetti alaba sin tapujos laúltima novela de la trilogía por el hecho de que enella "los seres humanos se encuentran instaladosen el interior de sistemas de valor diferentes",Broch parece no comprender muy bien Auto deFe, la novela de su amigo, a quien acusa de "incre-mentar el miedo". Sin embargo, la cuestión neu-rálgica es Musil, también nacido bajo el signo deScorpio. Es duro y casi doloroso ver cómo hastalas personas más íntimas de Broch apuestan por elrival, tal como lo pone de presente su propia ami-ga Ea van Allesch, para quien Broch, pese a Lossonámbulos, no es un escritor, mientras que Musilsí lo es, y además el más grande que conoCÍa. Ca-netti registra estas opiniones con una incómodaimparcialidad, pues basta leer lo que dice sobreBroch y lo que luego anota sobre Musi!. Para Ca-netti, Musil era el escritor "que más se aislaba" ysu grandeza se fundía con su mutismo cuando algoo alguien le desagradaba. Difícilmente se puedeencontrar un te,xto más devoto y fiel, pletórico deadmiración y amor como el que Canetti le dedica aMusil, pese a que él mismo fue intempestivamen-te repudiado por el maestro. Para Musil, dice Ca-netti, "todo lo que fuera complaciente le resultabasospechoso", lo cual contrastaba rotundamentecon el indisimulado afán de Broch por "conseguirel aplauso". Para Canetti, Musil es el más grandee incuestionable de los escritores contemporá-neos, no sólo de Viena sino también "de todo elámbito de la lengua alemana", y agrega: "Proba-blemente no ha habido jamás otro escritor quehaya sido en tan alto grado un físico yque lo conti-nuase siendo también a lo largo de toda la obra desu vida. No participaba en conversaciones inexac-tas ... " De ahí que cuando la crítica mencionaba sunombre en un triunvirato del que también forma-ban parte Joyce y Broch, huía con horror y se la-mentaba de haber caído tan bajo.

Pero lo que se decía de la literatura de los dos es-critores austríacos también valía para sus comu-nes inquietudes filosóficas, y una vez más es Musilquien gana la partida. Janik y Toulmin, en su yacitado libro La Viena de Wittgenstein, afirman:

"Musil también era un admirador de Mach; peroél era 'machiano' de una manera más significativaque Broch o Hofmannsthal, por cuanto había he-cho estudios de ingeniería y de filosofía". No hayque olvidar que su disertación, en la Universidadde Berlín, fue sobre la epistemología de Mach. Espreciso señalar aquí cómo en este libro dedicado ala intelectualidad austríaca, Janik y Toulmin sólohacen tres referencias a Broch, todas incidentales,contra el casi centenar de menciones dedicadas aMusil, a tenor de cuyo Hombre sin atributos se re-construye y critica la Viena de su tiempo y la dé-biicle del Imperio. Pero a diferencia de Broch,prosigue Canetti, Musil era un "ser indefen-so" ante la vida cotidiana, no sabía utilizar eldinero e incluso le repugnaba cogerlo con lamano. Pero, una vez, en el exilio, pagó caro sudesprecio por estas minucias y su situación se hizotan difícil que, para ayudarlo, se creo la "SociedadMusi)", de la que Broch formaba parte y pagabapuntualmente su cuota mensual. En cierta desgra-ciada ocasión Broch dijo que Musil era un rey enel papel: Canetti recoge la frase y zanja la cues-tión, con una opinión que delata sus verdaderossentimientos: "Broch no deseaba ser un rey y nolo fue en nada. Musil fue un rey en El hombre sinatributos ".

Ahora bien, ¿tenía razón Musil al acusar a Brochde "copiarle su proyecto" sobre la recreación na-rrativa de los valores en época de crisis? El títulode su libro ya lo dice todo y la obra entera es unaminuciosa reflexión acerca de esa cuestión. Lossonámbulos, sobre todo la tercera parte, se vuelcaen consideraciones similares, y así puede verse enla larga disquisición filosófica intercalada a lo lar-go del libro bajo el título "Degradación de los va-lores". Por otra parte, cuando Wilhelm Hugue-nau mata por la espalda a su amigo y socio Esch,después de haber violado a su mujer, se dice de élque es un "hombre carente de valores", lo que, semire como se mire, no equivale a afirmar que setrate de un "hombre sin atributos". Algunas afini-dades son casuales: la época, los ambientes socia-les, la presencia militar, el crimen. Sin embargo,Broch no le concede importancia a Viena y encambio monta un escenario móvil, que desde Ber-lín se desplaza a la periferia del orbe alemán. Porotra parte, y desde un punto de vista exclusiva-mente literario, Los sonámbulos es una obra im-portante aunque nunca comparable al desafío im-plícito ni a los logros de El hombre sin atributos.Salvo Huguenau, donde hay un despliegue de téc-nicas narrativas diversas (el ensayo filosófico, lapoesía, el diálogo teatral), las otras dos novelasestán más cerca de las obras de los también aus-

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tríacos Joseph Roth, Arthur Schnitzler o Heimitovon Doderer que la revolucionaria empresa deMusil. El único libro que puede cotejársele, sinduda alguna, es La muerte de Virgilio, pero la es-tructura empleada así como el tema abordadoquedan al margen de la discusión inicial. Supera-da la disputa, Canetti llama la atención sobre uncurioso aspecto de Broch, que a partir del planopersonal, irradiaba y poblaba su obra: "Otros es-critores coleccionaban seres humanos, Broch co-leccionaba los espacios respiratorios situados al-rededor de las personas": este coleccionista derespiraciones -un personaje de Bóll coleccionabasilencios- apuntala su obra con una particular,densa, compleja atmósfera. En Pasenow, cuandoBertrand asedia a Elisabeth, lo expresa a su mane-ra: "Pretender a una mujer significa ofrecérselecomo el bípedo respirante que uno es y esto es im-púdico. y es muy posible, aunque no probable,que por eso odie usted que la cortejen ... " y en Lamuerte de Virgilio, cuando la agonía vulnera laconciencia del personaje, Broch recuerda "que elamor comienza en la respiración y con la respira-ción crece hasta lo inmortal. .. "

III

Poco después de terminada su trilogía, Broch em-prendió la redacción de un nuevo libro de ambien-te alpino y en el que el personaje habría de desa-rrollar al máximo sus facultades corruptoras: unaavanzada versión de Huguenau (¿un estafador noes la forma bastarda del corruptor colectivo?),aunque las connotaciones fascistas del personajeno ocultan la figura de ese embaucador que preci-samente en 1933 había llegado por maniobraselectoralistas a la Cancillería del Reich. Esa nove-la no llegó a publicarse en vida de Broch y HannaATendt afirma que su título no debió ser el deDer Versucher (El tentador), como se conoce,sino Der Wanderer (El vagabundo), tal como sedesprende de los manuscritos legados por el autor(Prólogo a Poesía e Investigación5

). En 1933Broch escribe Die Unbekannte Grosse, libro don-de vuelve a aparecer un discurso antagónico ydonde el álgebra y la realidad adquieren corporei-dad narrativa. En febrero de 1937, el espíritu aler-ta y perspicaz de Jorge Luis Borges reseña el libro

5. Hermann Broch, Poesía e investigación, Barral Editores, Barce-lona, 1974. Prólogo de Hanna Arendt. Todas las citas de Arendt pro-vienen de este texto.

Los Estudios sobre el Kitsch y James Joyce aparecieron primero enTusquets Editores (Marginales), Barcelona, 1970.

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para la revista El Hogar6 con no disimulada iro-nía, tal como se desprende de sus palabras: "Elnarrador, ahí, no se limita a decirnos que es mate-mático: nos presenta ese mundo y nos hace inti-mar con sus fatigas y con sus inmaculadas victo-rias ... El suicidio de un hermano menor restituyea Hieck a la 'realidad', a un orbe equilibrado, en elque conviven todas las facultades del hombre. Re-signémonos; agradezcamos que esa revelación nohaya sido confiada a una gitana o al amor de Mar-lene Dietrich ... " Los símbolos parecen haberseapoderado ya del universo de lo real, convirtién-dolo en cifra y código de un ideario intelectualque, al no caber en un sistema filosófico serio, rei-vindica esa vasta parcela que a partir de entoncesdefinirá toda la obra de Broch: la poesía.

En marzo de 1938 se produce el Anschluss, la"anexión" de la república austríaca al III Reich yBroch es detenido en la localidad de Alt-Ausse,aunque la enorme influencia de algunos amigossuyos facilitan la liberación y un permiso paraemigrar a Inglaterra y luego a los Estados Unidos.En la cárcel, durante sus cinco semanas de reten-ción, Broch resucita un proyecto narrativo quecon el curso de los años se ha ido sedimentando yque cobrará cuerpo en 1945en la novela La muer-te de Virgilio. Pero antes de su detención, Brochha publicado ya una serie de ensayos que por sí so-los le abren un espacio propio en la literatura ale-mana contemporánea. Baste recordar su bello yprofundo estudio sobre Hugo van Hofmannsthaly su tiempo, una de las más altas interpretacionessobre la vida, la obra y el ámbito del poeta austría-co: el espacio cronológico analizado abarca el quenarrativamente ha explayado en Los soniímbulos,aunque la crítica a la cultura ocupa buena parte desus páginas. Otro ensayo célebre es el dedicado aJames Joyce (aquí, Broch tuvo mucho más olfatoque Musil) y no anda desacertada cierta críticaque encuentra obligadas correspondencias entreel autor del Ulises y el de La muerte de Virgilio,criterio al que el propio Broch sale al paso en suensayo Consideraciones en torno a la muerte deVirgilio. Otros interesantes ensayos son Cos;no-gonía de la novela, Herencia mítica de la novela,El estilo de la era mítica, su importantísimo estu-dio sobre el Kitsch y su Sistema de valores del arte.Todos estos estudios aparecen en el ya citado vo-lumen Poesia e investigación, publicado con ca-rácter póstumo en 1955. Ya en el exilio, la penuriaamenaza el cabal desarrollo de su proyecto más

6. Jorge Luis Borges. Textos cautivos. Tusquets Editores. Barcelo-na, 1986.

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querido pero, como recuerda el propio autor, enLondres recibió el apoyo económico del PENClub mientras que en los Estados Unidos diversasasociaciones se apresuraron a financiar su duraempresa, tales como la Fundación Americanapara la Libertad Cultural Alemana, el TrustOberlaender y la John Simon Guggenheim Me-morial Foundation. En 1945 se publica por fin Lamuerte de Virgilio, casi simultáneamente en susversiones alemana e inglesa. Dos años despuésaparece en Buenos Aires una edición en lenguacastellana y treinta y dos años más tarde una nue-va versión, en Madrid, a la que sin duda hay quecalificar de notable.

Las mismas obras que Joyce necesita para plasmary recrear el día del juicio del ciudadano burguésson los que abarcan la agonía de Virgilio, la muer-te de toda una época y el advenimiento de otra.Las horas postreras del poeta, que Broch definecomo un "autocomentario lírico" -juicio aplica-ble al propio autor al hacer la autovaloración de sunovela- son también concebidas, a tenor de la es-tructura musical, como las cuatro partes de unasinfonía: "Agua", "Fuego", "Tierra" y "Eter".Pero los títulos no obedecen a su significado inme-diato, pues como ocurre con la primera parte (lallegada de Virgilio, enfermo, al puerto de Brindi-si), más que la descripción aparente del mar lo queen realidad se hace es la constatación plástica deun estado de ánimo. La reflexión del narrador sefunde con la reflexión del poeta como el agua sefunde con el agua: el tono es deliberadamente ar-caizante, clásico -no en vano Broch había investi-gado a fondo el lenguaje mítico en la novela- yaquí se advierte ya, sin excesivas concesiones allector, que quien habla es Virgilio y que su lógicaes la de un hombre excepcional que agoniza en losalbores de nuestra era. La gloria del César en todasu magnificencia en vísperas de la celebración desu natalicio contrasta con el estado de Virgilio, envísperas de su muerte: este contrapunto es ya todoun logro, no tanto en la música interior del textocomo en el cuerpo general de la anécdota. La den-sidad de esas últimas dieciocho horas logra alter-nar en la duermevela del enfermo la exultación lí-rica y la constatación de la vulgaridad más cotidia-na, o si no basta cotejar cómo las bellísimas refle-xiones sobre la nostalgia se ven de pronto reduci-das al fango por el insulto de las mujeres y la plebeal paso de su litera. La tercera persona, ya en estemovimiento de la sinfonía, se funde con el Yo en-febrecido del poeta: el punto de vista se hace Yoen una filiación más de sentido, anímica, que des-criptiva. El poema se apodera por completo de laprosa y no hay ninguna ley retórica, ninguna pre-

ceptiva que pueda incoarse ante el río lírico enque se convierte la novela.

Las reflexiones del enfermo cubren una gama casiinfinita de cuestiones, la libertad, la poesía, la me-moria, el amor, toda la condición humana, aun-que privan en última instancia dos aspectos: la re-lación del Poder con la escritura y la creacióncomo vía de conocimiento. En el primer caso,punto nuclear del libro es la amplia y ardua con-versación entre el César y el poeta, su amistad ylos argumentos que esgrime el primero como Ra-zón del Estado para salvar la Eneida del fuego aque la condena Virgilio, insatisfecho de los resul-tados y temeroso, además, de morir sin haber,concluído el poema. Y lo curioso es que las razo-nes que da el César para salvar el libro son las mis-mas que el Poder, en otras circunstancias y a lolargo de la historia -la quema de libros por partede los nazis era una imagen que aún permanecíaen la retina de los lectores-, aduciría para conde-narlo. La difuminación del lenguaje en esta obraes algo más que el mero artificio de un virtuoso: lapreocupación formal no es aquí prioritaria sinomás bien otro elemento del complejo ensamblajeverbal en el que coexisten los aportes filológicos ysemánticos del propio autor -de ahí la casi imposi-bilidad de traducir el libro, confesada por el mis-mo Broch-, su peculiar filosofía sobre el yo y lamasa, la obligada dialéctica entre el todo y sus ele-mentos, y de forma muy especial el repertorio quele ofrece la obra de Virgilio: las invocaciones he-chas a la Eneida son tan frecuentes como imper-ceptibles y lo mismo sucede con el resto de la pro-ducción del poeta de Andes, por lo que a menudoel lector navega por una corriente que muda deacento, lo que convierte su lectura en la de laséglogas, bucólicas y geórgicas que en su agoníaasaltan la mente del enfermo.

Lugar fundamental ocupa en La muerte de Virgi-lio la valoración que el poeta hace, asediado porsus amigos Plocio Tucca y Lucio Vario, y el propioCésar, de sus contemporáneos, de sus colegas yadversarios, de las figuras más notables del siglode oro de las letras latinas. Pero si hay lugar en talevocación para la literatura, también lo hay paraesa Plocia Hieria que tanto lo ha amado y que, enel delirio, le reprocha su devoción por Lisanias, eljoven griego: "¿No codicias más mis pechos quelas nalgas de ese muchacho?" La realidad fustiga ygolpea a Virgilio, que se ve obligado a posarse so-bre la tierra, bien por la presencia evocada e invo-cada del bello muchacho a quien confunde con elguardián de sus horas últimas, bien por la groseraalgarabía de prostitutas y borrachos, de plebeyos

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que zanjan sus rencillas bajo su ventana: la violen-cia, suciedad e invectivas que rompen su monodiasublime constituyen un trozo de vida real en me-dio de la grandeza de la poesía. Pero el estadoagónico del personaje no lo exculpa de los riesgosdel tedio reiterativo e inasible de sus disquisicio-nes y aunque los propósitos de Broch están plena-mente conseguidos el libro se arroga una insufri-ble dosis verborréica que lo convierte sin duda enel más desmesurado de los ejercicios de lenguajeque pueda exhibir una de las obras capitales del si-glo. Lo que Virgilio pide, con fiebre, parece cum-plirlo Broch con implacable lucidez: "Aniquilar elidioma, aniquilar los nombres, para que haya gra-cia de nuevo ... "

Pero si a lo largo del libro el delirio de la fiebrepermite visualizar algunas ráfagas de conciencia,en la última parte la fusión entre la agonía de Vir-gilio y el lenguaje es total: flota aquí el áni~a delpoeta como antaño flotó su numen.y, salvo ~Ie~asinevitables pautas culturales -Ploclo es a Vtrglho,en la región del éter, lo que Beatriz a Dante en elParaíso-, todo se torna difuso y casi extrasenso-rial. La ósmosis con las esferas es absoluta y así lodemuestran la profusa correspondencia de músi-ca, colores, formas: el sujeto que se niega a fun-dirse con el cosmos para que, ante lo inevitable,en tal fusión se afirma: el uno con el todo, el ele-mento y la masa, el ser y el no ser. El yo se difumi-na y al final es sólo una minúscula estrella dentrode una enorme estrella: algo más que una frase,una palabra; una sílaba: un verbo que sin .su~~todeja de conjugarse, aunque en el caso de VtrgtllO,como en el de todo auténtico poeta, son sus gravi-taciones las que justifican desde el más allá su te-rrena existencia.

Libro único, excesivo, sin precedentes, La muertede Virgilio es un testamento de lenguaje, por ellomismo irrepetible pese a trazar la senda de una se-rie de intentos posteriores que buscan revitalizarnarrativamente una experiencia a partir de un re-gressus que se inicia en la víspera definitiva de lamuerte. Obviamente, tales intentos están avala-dos por muy diversas causas y revestidos por nosiempre aceptables pretensiones ideológicas o es-téticas. Hay obras paradigmáticas en el buen sen-tido, como pueden ser -también en el orbe del Im-perio romano- Yo Claudio, de Robert Graves, yMemorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar-no pasa desapercibida la actitud de Adriano anteAntínoo, similar a la de Virgilio ante Lisanias-aunque tampoco falta, sobre un esquema históri-co más remoto, un ejemplo de demagogia libres-ca: ese rey David que, a punto de morir, evoca

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toda su vida, y que Joseph Heller convierte, en sunovela Dios sabe, en una nueva muestra de la másvituperable apologética judía.

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Nacionalizado ciudadano norteamericano, Brochprosigue sus investigaciones teóricas sobre lamasa -un intento de "poética histórica", segúnafirman sus exégetas- y avanza diversas versio-nes, tanto en alemán como en inglés, y de ello danprueba "anticipos" como A study on Mass Hyste-ria, de título ya revelador aunque inquietante, yun proyecto más elaborado titulado Entwurf füreine Theorie massenwahnartiger Erscheinungen.En 1950 aparec~ su libro Los inocentes 7, volumende relatos formado por textos de los años treinta,en cualquier caso sencillamente soporífera cuan-do no demagógica -léase, sino, "Los cuatro dis-cursos de Zacarías, profesor de Instituto"-, seha tejido una especie de exculpación póstuma.Hanna Arendt afirma que Broch se vi6 obligado areescribir ese libro "porque un editor alemán que-ría reeditar, después de la guerra, viejas y ya casiolvidadas historias suyas. Para evitarlo, Broch es-cribió el libro, quiere decirse, modificó las histo-rias, presentándolas en forma de relatos ... " Pese aestas disculpas a posteriori, Los inocentes guardauna curiosa asimetría en la que sus cinco seccio-.Des,más que los once textos que las componen,resultan altamente ilustrativas del tiempo que leinteresa a Broch. En efecto, el libro se abre conuna parábola sobre la pervivencia de la Voz delpueblo judío y se cierra con una nota del autor so-bre "el origen" del libro. Las tres secciones inter-medias abarcan cronologías capitales, no exentasde una connotación fatalista como fácilmente secolige de su mera enunciación, a saber: a) "Voces,1913"; b) "Voces, 1923"; y c) "Voces, 1933". Lavíspera de la Primera Guerra Mundial, el año delprimer Putch de Hitler y la fecha del comienzo delfin, con el horror ya instalado en la Cancillería,dan idea de la intencionalidad de Broch, aunquetal intencionalidad se haga retrospectivamente,desde el exilio. Nada hay tan lamentable como lademagogia y el lamento a posteriori: ¿no es esauna de las peores formas que asume el revanchis-mo? En 1951 Broch fue propuesto para el PremioNobel de Literatura pero murió poco después enNewHaven.

7. Hermann Broch, Los ;'wcenUs. Editorial Lumen, Barcelona,1969.

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"La lógica permanece 'sin estilo' , como las mate-máticas", leemos en Huguenau o el realismo:Broch, en última instancia, permanece no tantopor su marcada inclinación a la lógica y a las mate-máticas sino gracias al estilo que patentó su obra,compleja, densa, de múltiples enfoques pero encualquier caso sugerente. Baste para ello recordarque si el tema de la agonía del poeta de la Eneidacertifica la muerte de una era, sus otras novelas re-gistran también el cambio de una sensibilidad. Sutrilogía culmina temáticamente fundida con elcaos que una paz endeble sancionó, en 1918, mien-tras que La muerte de Virgilio aparece en 1945, elaño en que termina la otra gran guerra: es como sila obra de Broch encamara el epitafio colectivo delas mayores catástrofes del siglo. En cierto senti-do, ahí radica buena parte de su vigencia, pero esen el estilo de su obra magna donde radica superdurabilidad.

R.R. Moreno Durán (1946). Novelista y ensayista colombiano. Au-tor de las novelas Juego de damas, El toque de Diana y Finale capric-cio so con Madona, y del ensayo De la barbarie a la imaginación.

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