Historia 2º

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Quiénes somos? ¿Cuál es el origen de tu pueblo o ciudad? ¿Qué historias se cuentan de las personas que vivieron en tu pueblo en los antiguos tiempos de la Conquista y la Colonia? ¿Quiénes participaron en la construcción de los edificios o lugares patrimoniales de tu zona? ¿Cómo era el paisaje que te rodea antes de la llegada de los españoles o inmigrantes europeos posteriores a la conquista de Chile? Si observas el paisaje que te rodea, tu casa, tu barrio, la plaza de tu ciudad, tu escuela y los alrededores de tu localidad, podrás encontrar rastros de un pasado histórico rico en detalles que hacen tu zona diferente a las demás. Seguramente ese paisaje es el resultado de numerosas experiencias humanas que han intervenido en su formación. En tiempos pasados, hombres y mujeres protagonizaron vivencias que se materializan en el presente a través de las cosas que te rodean; paisajes urbanos y rurales, edificios, calles y plazas. Lugares que, en definitiva, conforman el patrimonio cultural e histórico del lugar en que vives. Te proponemos que salgas a recorrer el paisaje que rodea tu casa o liceo y descubras esos laberintos que guardan las historias y experiencias de tus antepasados, protagonistas de tu propia memoria. Observa los detalles de las cosas, el plano de tu ciudad, del pueblo, el edificio de la iglesia, las costumbres culinarias de tu familia, los nombres de los lugares, las historias y leyendas de los “antiguos”, etc. Este eje temático se organiza en torno a dos grandes temas: las culturas originarias de Chile y América, y el sistema social, político, económico y cultural instalado por los europeos en nuestro país a partir del proceso de Conquista. Un aspecto importante a considerar en este eje es el referido al lento y progresivo proceso de mestizaje cultural que resultó del encuentro entre los indígenas y los españoles. Este importante proceso formador de nuestra identidad, seguramente está presente en el paisaje que te rodea; en la forma urbana de tu pueblo o ciudad, en la iglesia, en detalles de la plaza, en recetas de platos tradicionales, en las leyendas que se cuentan en las reuniones con los más ancianos, en los nombres de los lugares a los cuales vas en los días de descanso, etc.

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Quiénes somos?

¿Cuál es el origen de tu pueblo o ciudad? ¿Qué historias se cuentan de las personas que vivieron en tu pueblo en los antiguos tiempos de la Conquista y la Colonia? ¿Quiénes participaron en la construcción de los edificios o lugares patrimoniales de tu zona? ¿Cómo era el paisaje que te rodea antes de la llegada de los españoles o inmigrantes europeos posteriores a la conquista de Chile?

Si observas el paisaje que te rodea, tu casa, tu barrio, la plaza de tu ciudad, tu escuela y los alrededores de tu localidad, podrás encontrar rastros de un pasado histórico rico en detalles que hacen tu zona diferente a las demás. Seguramente ese paisaje es el resultado de numerosas experiencias humanas que han intervenido en su formación.

En tiempos pasados, hombres y mujeres protagonizaron vivencias que se materializan en el presente a través de las cosas que te rodean; paisajes urbanos y rurales, edificios, calles y plazas. Lugares que, en definitiva, conforman el patrimonio cultural e histórico del lugar en que vives.

Te proponemos que salgas a recorrer el paisaje que rodea tu casa o liceo y descubras esos laberintos que guardan las historias y experiencias de tus antepasados, protagonistas de tu propia memoria. Observa los detalles de las cosas, el plano de tu ciudad, del pueblo, el edificio de la iglesia, las costumbres culinarias de tu familia, los nombres de los lugares, las historias y leyendas de los “antiguos”, etc.

Este eje temático se organiza en torno a dos grandes temas: las culturas originarias de Chile y América, y el sistema social, político, económico y cultural instalado por los europeos en nuestro país a partir del proceso de Conquista.

Un aspecto importante a considerar en este eje es el referido al lento y progresivo proceso de mestizaje cultural que resultó del encuentro entre los indígenas y los españoles. Este importante proceso formador de nuestra identidad, seguramente está presente en el paisaje que te rodea; en la forma urbana de tu pueblo o ciudad, en la iglesia, en detalles de la plaza, en recetas de platos tradicionales, en las leyendas que se cuentan en las reuniones con los más ancianos, en los nombres de los lugares a los cuales vas en los días de descanso, etc. 

La tirana es un ejemplo vivo del mestizaje cultural entre los españoles y los diferentes pueblos originarios del mundo altiplánico.

La idea es que puedas analizar y reflexionar acerca de dicho proceso y su papel dentro del surgimiento de lo que se ha llamado la “Identidad Chilena”. Al respecto existen una serie de interesantes reflexiones que se han elaborado desde distintas áreas de las ciencias sociales como la antropología, la sociología, la psicología, la estética, etc. En la bibliografía que te entregamos al final podrás encontrar algunos de estos estudios, que te ayudarán a complementar tu estudio.

El primer punto de este eje temático se refiere a las grandes civilizaciones precolombinas, a saber, los Mayas, los Aztecas, y los Incas, todos ellos abordados desde el punto de vista de sus formas básicas de organización social, económica y política. La idea es que puedas conocer y analizar los elementos culturales que hemos heredado de ellos y que forman parte de nuestra identidad continental.

En este punto se sugiere conocer los aportes del imperio incásico a las diversas culturas precolombinas chilenas que formaron parte de él, como por ejemplo, los Atacameños y los Diaguitas, en la zona norte de Chile.

Por otra parte, es importante que conozcas la variedad de formas de vida y de organización social de los pueblos que habitaban este territorio a la llegada de los españoles, analizando los ricos aportes que hicieron en la formación de nuestra identidad cultural, sin olvidar su presencia actual en nuestro país y su aporte a la diversidad cultural que hoy forma parte de nuestro patrimonio cultural. Para indagar acerca de las distintas etnias actuales puedes visitar el sitio www.conadi.cl/, donde se muestran diversos ámbitos de sus actividades en la actualidad.

El segundo punto de los contenidos se refiere al proceso de conquista de Chile, considerando los propósitos de los conquistadores, características de la conquista y los efectos que dicho encuentro tuvo para los pueblos que habitaban estas tierras. Es importante que sepas cómo fue ocupado el territorio nacional por los españoles, observando la fundación de las distintas ciudades, las formas de la guerra de Arauco y los esfuerzos de las huestes hispanas por reconocer, explorar, e integrar al imperio español este paisaje natural y humano.

En el tercer aspecto de este eje temático se trabaja con las relaciones establecidas entre los conquistadores y los conquistados en nuestro territorio nacional. Se pretende que puedas conocer y analizar los distintos ámbitos en que se llevaron a cabo estas relaciones, como por ejemplo, el sincretismo cultural, el mestizaje humano y cultural y, por último, las formas de resistencia que utilizó el pueblo mapuche en la defensa de sus territorios y de sus intereses.

Es importante que puedas poner en la perspectiva histórica estos fenómenos, en el sentido de que muchos de estos procesos históricos aún están vivos en nuestra cultura, como por ejemplo, los esfuerzos del pueblo mapuche para que se respeten sus tradiciones e intereses históricos.

En la cuarta sección de este eje temático se trabaja con los principales legados o herencias que nos dejaron los españoles. En otras palabras, los distintos elementos culturales que nos marcaron como comunidad humana, a saber: el lenguaje, la religión, formas de entender el mundo, maneras de relacionarnos entre nosotros mismos, etc. Además, se busca que conozcas las principales características de las distintas organizaciones políticas y sociales que heredamos de los españoles, y cómo se fueron instalando en nuestras diversas formas de organización local y nacional.

 Las tres grandes civilizaciones precolombinas

 

Chile antes de Chile

 La enorme diversidad geográfica del actual territorio chileno fue habitada por numerosos pueblos, desarrollándose distintas culturas con distintas formas de adaptación a este territorio.

Las comunidades originarias del Norte Grande de Chile

En el sector costero de esta zona habitaba una comunidad llamada los changos, quienes usaban canoas y balsas de tres palos hechas con cuero de lobo marino infladas. Para hacer sus balsas,

cortaban la cabeza y las extremidades del animal y cosían las aberturas con agujas de cactus y con tendones del mismo animal. En la parte de la cabeza introducían una caña, por la cual inflaban el cuerpo hasta que del lobo se llenaba de aire. Cazaban ballenas y toninas que consumían en la salida de las quebradas que llegaban al mar con agua dulce. Eran pescadores y recolectores.

Los atacameños habitaban los oasis cercanos al salar de Atacama, los cursos medios e inferiores del río Loa, la zona costera hasta la altura de Taltal y la zona entre este punto y la cordillera andina. Mantuvieron vínculos con Tiahuanaco y alcanzaron notables avances en su estructura social, económica y cultural. Construyeron fortalezas o pucaras, de influencia incaica, tales como Lasana y Quitor. Sus casas eran de piedra con techo de ramas, la cocina estaba cerca de la bodega y del corral, donde tenían llamas y alpacas. La lana de estos animales era usada para elaborar telas y frazadas, la carne para el consumo, el cuero para fabricar sandalias y el estiércol lo usaban como combustible y como abono. Practicaban la agricultura en las laderas de las quebradas y cerros con un sistema de regadío artificial. Este tipo de cultivo ha sido denominado intensivo, ya que en poco espacio lograban un alto rendimiento gracias al uso de sofisticadas técnicas agrícolas. Cultivaban maíz, frijoles, calabazas, ajíes, papas, quínoa.

Hablaban kunza, lengua que ha desaparecido en la actualidad. Creían en una vida después de la muerte, enterraban a los cadáveres envueltos en telas y con sus bienes personales. Por las condiciones climáticas del lugar momificaban sus cuerpos. Esto ha permitido a los investigadores e investigadoras obtener mayor información sobre su sistema de creencias, ya que por la salinidad y sequedad del suelo se han conservado en muy buenas condiciones.

Al parecer, changos y atacameños tuvieron contacto comercial. Esta suposición se basa en los restos de grano que se han encontrado en los lugares habitados por los changos y en los restos de pescado hallados en los lugares donde habitaban los atacameños, en el altiplano del Norte grande.

Las comunidades originarias de los Valles Transversales

Los diaguitas habitaron en los valles transversales que se ubican entre Santiago y Copiapó. Valles fértiles y llenos de pequeños cultivos, que, mediante inteligentes sistemas de regadío, hicieron de este pueblo una de las culturas más importantes del Norte Chico.

Su producción agrícola era la misma de los otros pueblos del norte y se ocupaban también de la actividad ganadera, llevando a los animales desde la cordillera hacia la costa en busca de pastos estacionales. En estos traslados cazaban guanacos y hacían charqui con su carne.

Estas comunidades humanas estuvieron bajo la influencia de los incas, lo que se nota al conocer los sistemas de riego y las técnicas que utilizaron en la fabricación de cerámica.

Fueron expertos ceramistas que decoraban con negro y blanco sobre fondos rojos. Además de las piezas de uso doméstico, fabricaban artículos de uso ceremonial, de los cuales el más conocido es el jarro pato.

Construyeron sus casas con barro y vegetales, su vestimenta con telas de algodón y lana, y usaban el cuero de sus animales para fabricar sus sandalias.

Hablaban el kakán, lengua desaparecida debido al mestizaje con la población española. Cada valle de esta zona era un señorío independiente y la unidad entre ellos se nota solo en algunas de sus costumbres y tradiciones. Cada valle se dividía en sectores: de "arriba" y de "abajo", pero, en caso de tener que defender su territorio, se unían en bloque.

Los mapuche

Desde el río Aconcagua hasta la parte norte de la isla de Chiloé habitaba el grupo étnico más numeroso de Chile: los mapuche o “gente de la tierra”. No conformaron un solo pueblo, ya que estaban divididos en numerosos linajes. Distribuidos en este amplio espacio tenían en común la lengua -el mapudungún-, el sistema de creencias y algunas costumbres.

A la llegada de los españoles, la población era aproximadamente de un millón de habitantes, lo que nos permite suponer que el territorio estaba densamente poblado con un nomadismo mínimo y ordenado y que había una cantidad de recursos suficientes para su subsistencia. Además debían contar con algún tipo de organización social, que les permitiera su funcionamiento. 

Los mapuche tenían una serie de conocimientos técnicos sobre la agricultura, practicaban la pesca, la caza y la recolección de frutos. Su nivel de desarrollo puede denominarse como proto-agrario, esto significa que conocían la reproducción de ciertas especies vegetales, pero que no habían desarrollado todavía una agricultura propiamente tal.

Los cazadores recolectores del Sur

Los Chonos son los canoeros del sur de Chiloé. Su organización social básica era la familia. Se movilizaban entre los canales desde el seno de Reloncaví, por el norte, hasta el golfo de Penas, por el sur.

Esta zona posee una geografía disgregada, llena de pequeñas islas, fiordos y canales. La temperatura es baja y aumentan las lluvias a medida que se avanza hacia la Isla grande de Chiloé. Abunda la fauna marina, con especies tales como las toninas o el delfín chileno. En las islas son numerosas las manadas de lobos marinos, focas y pingüinos.

Canoeros y cazadores nómades del fin del mundo

Al llegar a las costas de lo que hoy se conoce como Estrecho de Magallanes, nos encontramos con grupos humanos que navegaban pescando y cazando fauna del mar. Estos fueron los llamados kawashkar o alacalufes y los yámanas o yaganes, quienes compartían costumbres y modos de vida. Los kawashkar se ubicaban en los canales al norte del Estrecho de Magallanes.

Los cazadores de Tierra del Fuego

También en esta zona, pero en la Isla Grande de Tierra del Fuego, vivían los selknam u onas, hábiles cazadores de guanacos y animales marinos que también recolectaban frutos silvestres y raíces.

Para tener una mayor información de los pueblos indígenas de la actualidad puedes revisar el “Informe de la comisión Verdad Histórica y nuevo trato de los pueblos indígenas” en:

www.gobierno.cl/verdadhistorica/presentacion

La conquista española

A fines del siglo XVI, España y Portugal inician viajes de exploración para poder establecer contacto directo con el Oriente. Los antecedentes para esta expansión se relacionan con el corte de las rutas de acceso a China, debido a la invasión de Constantinopla –centro de intercambio entre el Oriente y Europa-, por parte de los turcos otomanos.

Por otra parte España, el mismo año que Colón llegó a América, se unificaba en torno a la monarquía de los reyes católicos, quienes fundaban la unificación de los viejos reinos españoles.

Otro elemento a considerar es el nuevo espíritu que se respiraba en Europa, que revitalizaba la acción humana, dando valor a la iniciativa individual. Es lo que se ha llamado el espíritu renacentista.

El antiguo contacto con los árabes había implicado que la marina europea integrara a su práctica de navegación técnicas como el uso del timón, la vela arábiga y el uso de instrumentos de orientación, que ayudaron a los marineros a navegar mar adentro, perdiendo de vista la costa. Esto les permitió realizar viajes de mayor alcance.

Todos estos elementos integrados entre sí conformaron el contexto en el cual se desarrollaron los viajes y descubrimientos realizados por los portugueses y los españoles durante los siglos XV y XVI.

La creciente actividad comercial iniciada en Europa a partir del siglo XI, fortaleciendo los contactos entre Europa y Oriente, les permitió a estados como España y Portugal darse cuenta de la necesidad de buscar rutas alternativas para comerciar de manera directa.

De tal modo, comenzaron a explorar el océano Atlántico y es en este contexto que surge el primer viaje de Colón. Al alba del 12 de Octubre de 1492, el marinero Rodrigo de Triana observó por primera vez la figura de una de las tantas islas del Caribe, que conforman el continente americano. Este fue el punto de partida para que numerosos exploradores y aventureros se arriesgaran a nuevas empresas, motivados por el afán de fama y riqueza.

Cada nuevo territorio donde se establecían los españoles era una base para planificar una nueva expedición. Desde Panamá salió la expedición de Francisco Pizarro, quien conquistó Perú. A su vez, desde allí se planificó la expedición hacia nuestro territorio.

Los costos de estas expediciones estaban a cargo de los conquistadores, pero se hacían en nombre de los reyes de España, quienes habían recibido estos territorios como una donación del Papa Alejandro VI, con el objetivo de conquistar y evangelizar a sus habitantes.

Los reyes establecían los territorios a conquistar por parte de cada expedición a través de documentos que recibían el nombre de capitulaciones. Estos acuerdos eran contratos legales, donde se establecían las obligaciones, derechos y deberes del conquistador y de los reyes.

El “descubrimiento” y la conquista de Chile

En Julio de 1535, salieron del Cuzco Almagro y sus hombres rumbo al sur. La caravana llegó a Tupiza, donde descansaron alrededor de dos meses preparando el resto de la expedición. Luego continuaron a Chicoana y desde allí atravesaron la cordillera de los Andes rumbo a "Chili".

El paso de la cordillera fue desastroso, testigos de la época señalaron que a muchos soldados se les congelaron los pies y a otros se les desprendían los dedos al sacarse las botas. Los mayores sufrimientos recayeron sobre los nativos que caminaban descalzos. El camino quedó plagado de cadáveres de indígenas muertos de frío. El 21 de Marzo de 1536 Almagro llegó al valle de "Copayapo", hoy denominado Copiapó, la capital de la tercera región de nuestro país. Luego avanzaron hacia el sur para instalarse en el valle del Aconcagua. Desde allí, Almagro y sus hombres salieron a buscar las riquezas que los indígenas habían asegurado que existían. Sin embargo, una de las expediciones que iba al mando de Gómez de Alvarado se enfrentó por primera vez con el pueblo mapuche, cerca del río Itata, en la batalla de Reinohuelen. Finalmente Almagro regresó a Perú y su expedición no prosperó. 

Luego de la muerte de Almagro, en abril de 1539, Pedro de Valdivia era nombrado por Pizarro Teniente Gobernador de Chile. De inmediato el conquistador levantó bandera de enganche en la plaza mayor del Cuzco para inscribir a los que deseaban partir junto a él en esta nueva empresa de conquista.

A mediados del mes de Diciembre de 1540, Valdivia estaba en el Valle del río "Mapuchu", hoy el lugar que ocupa Santiago, la ciudad capital de Chile.

El primer campamento de los españoles se levantó a los pies del cerro San Cristóbal y, al mismo tiempo, Valdivia organizaba grupos de reconocimiento del lugar y establecía relaciones con los picunches, habitantes del valle, quienes aparentemente tenían una actitud pacífica.

Valdivia decidió fundar Santiago en medio de un pequeño terreno rodeado por dos brazos del Mapocho y a los pies del cerro que los indígenas llamaban "Huelén" y que hoy conocemos como Santa Lucía. Este lugar le pareció perfecto para sus intenciones; era protegido, tenía agua suficiente para los cultivos, tenía un pequeño cerro que permitía la vigilancia de todo el valle, y además, gozaba de un clima muy parecido al de España, lo que gustó mucho a Valdivia y a sus hombres. 

Descripción exacta, breve y completa del Nuevo Mundo y Perú es el nombre de esta carta realizada en 1554 por el cosmógrafo Jean Bellére. Por primera vez se denomina Chile a un extenso

territorio. Se muestra la extensión de la Cordillera de los Andes.

Los pueblos originarios, totalmente descontentos con la conquista española, comenzaron a atacar las zonas en que los españoles sacaban oro y mantenían sus chacras: atacaron Con-Con y, en septiembre de 1542, Michimalonko organizó un fuerte ataque a la ciudad de Santiago, donde los españoles fueron derrotados y la pequeña aldea, fundada hacía un poco más de un año, completamente destruida.

La institucionalidad española en Chile y América

La administración se realiza a través de organismos con sede en España y otros con sede en América. Entre los primeros podemos destacar:

Consejo de Indias: Funciones judiciales, administrativas y legislativas.

Casa de Contratación: Funciones económicas, control del monopolio comercial.

Existían cuatro puertos americanos que podían comerciar con España, todos en Centro-América: Veracruz, Cartagena, Porto Bello y La Habana. Para mantener el monopolio comercial, un solo puerto español se encargó de recibir y mandar productos a América: Sevilla.

Los siguientes constituyen los principales organismos de administración radicados en América:

Los Virreinatos fueron la división político administrativa más importante de América. El virreinato de Nueva España, correspondiente a México, y el virreinato del Perú fueron los dos más importantes. El Virrey es la máxima autoridad en el virreinato. Era el representante directo del rey y tenía atribuciones jurídicas y ejecutivas.

La Real Audiencia era el máximo Tribunal de Justicia en América. También tiene atribuciones ejecutivas. Normalmente existían en cada virreinato y en algunas ocasiones en las gobernaciones.

El Gobernador estaba a cargo de una Gobernación, la que a su vez pertenecía a un virreinato. El Gobernador dependía del virrey y tenía funciones gubernativas, militares y económicas.

El Capitán General era un cargo similar al del Gobernador, pero enfatizando su función militar. Estaba a cargo de las Capitanías Generales: zonas militares que contaban con ejércitos regulares a cargo del control y vigilancia de territorios en conflicto bélico. Chile fue, por el conflicto con los mapuche, declarado Capitanía General.

El Corregidor tenía funciones gubernativas en el ámbito provincial.

El Cabildo, gobierno local, asume la administración de la ciudad, representando a los vecinos y asumiendo funciones judiciales, administrativas, políticas y económicas.

Territorialmente, América fue dividida al principio en dos virreinatos: el de Nueva España, en la zona del actual México (abarcaba todas las tierras al norte de Panamá) y el virreinato del Perú (las tierras al sur de Panamá). Este último virreinato fue subdividido durante el siglo XVIII por los reyes Borbones, ya que era demasiado grande y se hacía muy difícil su administración. En 1717 se crea el virreinato de Nueva Granada (actual Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela) y en 1776 el del Río de la Plata (actuales Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia). Chile siguió dependiendo del Perú.

La guerra de Arauco

Los primeros encuentros entre los conquistadores y los pueblos originarios no fueron fáciles. Desde luego las primeras reacciones de los “dueños de casa” fueron de sorpresa y temor, por lo que protegieron sus tierras como pudieron.

Al cruzar el río Itata, los hispanos se encontraron con una fuerte resistencia y las ciudades y fuertes que construían eran constantemente atacados. Ciudades, como fue el caso de Concepción y de fuertes que se ubicaban más al sur, tales como La Imperial, Tucapel y Cañete.

Casi todos los años, desde Santiago, se organizaban grupos de ataque español que, pasado el invierno, se desplazaban hacia la Araucanía para intentar entrar en la zona ocupada por los mapuche.

El interés de los hispanos era, especialmente, la mano de obra para sus actividades mineras y agrícolas, pero, además, el oro que se explotaba en Villarrica y en las cercanías del fuerte de Tucapel, por lo que los ataques eran de uno u otro bando.

El conflicto, durante las últimas décadas del siglo XVI, fue un proceso constante en el tiempo, pero con algunas interrupciones. En tanto prolongación de la Conquista, los conquistadores procuraron mantener las ciudades que habían fundado y mantener a los pueblos originarios sometidos a su dominio, mientras que estos defendían tenazmente su territorio y procuraban destruir los fuertes y las ciudades.

La Encomienda: el trabajo gratuito de los indígenas

Desde el siglo XVI y prácticamente durante todo el período colonial, la encomienda fue una institución económica y social de gran trascendencia. El fundamento de la encomienda descansaba en el tributo que los indios, como súbditos de la corona, debían pagarle al rey. Al encomendero se le entregaba el usufructo que una determinada comunidad indígena debía pagar. Este pago podía ser en trabajo o en especies, pero lo habitual fue que realizaran el trabajo, con lo cual terminó constituyéndose en una especie de esclavitud encubierta. El encomendero, por su parte, estaba obligado a defenderla.

Además de la encomienda de indios, existía otro beneficio que era entregado como premio a los conquistadores. Se denominaba merced de tierra y consistía en una cierta cantidad de tierra que se le entregaba al conquistador en premio por sus servicios. Merced de tierra recibieron, por ejemplo, la mayoría de los oficiales de la hueste de Valdivia. Algunos especialistas sostienen que este sería el inicio de la propiedad rural española en Chile.

La Colonia

En Chile, este período se sitúa entre principios del siglo XVII y principios del siglo XIX. En esta fase se fue asentando una sociedad nueva y se afianzó la institucionalidad del reino, delimitándose una frontera en el río Biobío, donde por siglos convivieron de manera pacífica, bélica y alternada españoles y mapuches. Esta zona fronteriza se convirtió en un área de particular mestizaje, donde se fundieron tradiciones españolas e indígenas.

El primer gobernador de la colonia es Alonso de Ribera, quien llega a nuestro país en 1601 y que, al contactarse con la situación local, se da cuenta de que no se puede seguir combatiendo con las milicias vecinales, sino que es necesario organizar un ejército permanente. Para tal efecto pide autorización al rey, quien ordenó –en 1604– enviar, desde las cajas reales de Perú, un real situado para poder pagarles a los 1.500 hombres que conforman este ejército. Considera, además, un esfuerzo inútil fundar ciudades y fuertes dentro del territorio enemigo y propone establecer una línea fronteriza fortificada.

La economía chilena de la época se organizó, por una parte, en torno al desarrollo de las riquezas mineras del virreinato del Perú, cuyo símbolo fue Potosí. Chile enviaba mulas para el transporte y productos como cereales, frutas secas, vino, aguardiente, telas, ponchos, frazadas, lona, cuerdas, maderas, cueros, vellones, charqui y sebo como materia prima para elaborar velas y jabón.

El Norte Chico fue el centro de la minería del cobre que se enviaba a España y regresaba convertido en bronce o en cañones.

A fines del siglo XVII, la producción de trigo adquirió importancia, sobre todo en la exportación al Perú, pues los cultivos de este país se vieron afectados primero con un terremoto que destruyó las instalaciones de las haciendas y las obras de regadío de los distritos productores de cereales cercanos a Lima y, luego, con la plaga del polvillo negro que arruinó las cosechas por varios años. Se cultivó trigo en la zona central del país y en regiones como La Serena y Concepción.

Con el dinero que se obtenía de la exportación se compraba a los comerciantes limeños azúcar, cacao, tabaco y también las manufacturas españolas y europeas como papel, hierro, géneros, quincallería, alhajas, espejos, muebles y armas, que consumían los grupos más adinerados de la población.

Así –a medida que transcurre el siglo XVII–, las faenas agropecuarias van teniendo mayor importancia, ya que anteriormente el papel principal lo había ocupado la explotación minera. La tenencia de la tierra es cada vez más importante, pues entrega no solamente bienestar material, sino también poder político y prestigio social.

La mano de obra, luego del enorme descenso sufrido por la población de los pueblos originarios, se obtenía alquilándola a los encomenderos o contratando también a nativos libres, cuyos derechos estaban estipulados en un documento llamado asiento de indios. Se recurrió también a la compra de esclavos, que se obtenían por medio de los prisioneros de guerra, la compra de siervos negros, cuya presencia había aumentado considerablemente en las primeras décadas del siglo XVII, y a los mestizos, que se habían convertido en peones asalariados.

La moneda casi desapareció, pues los yacimientos de oro y de plata explotados en Copiapó no pudieron sustituir a los lavaderos de oro perdidos en el sur. Se dificultaron las transacciones externas y la circulación interna, por lo que se utilizó el trueque. La escasa moneda que circulaba era la que se acuñaba en Perú. Frente a esta situación, la corona ordenó que el situado se enviara

en dinero. Los intereses que giraban a su alrededor hicieron que sus remesas se demoraran haciendo más complicada la economía chilena.

La manifestación artística del mestizaje en este siglo fue el barroco con inspiración religiosa. En Chile se construyeron espléndidos templos, pero se ha conservado solamente el de San Francisco en Santiago, cuya edificación se comenzó en el siglo XVI (en el sitio educativo “Mira tú”, puedes recorrer de forma entretenida esta iglesia). Se destacó el peruano Juan Zapaca Inga, que fue el único que firmó sus obras. También la crónica siguió siendo el género literario preferido y sus temas principales eran fundamentalmente las prolongadas guerras de conquista. Una obra que puede destacarse en este período fue la Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano del jesuita Diego de Rosales, quien recorrió todo el país y logró hacer un acabado cuadro de la vida chilena de su tiempo.

Introducción

¿Qué es para ti la libertad? ¿Qué obstáculos tienen que superar los seres humanos para construir sistemas políticos y económicos que les permitan conquistar un mundo más justo y libre? ¿Por qué razones crees tú que los jóvenes siempre han defendido a los más débiles y oprimidos de la historia?

Desde siempre los jóvenes se han revelado en contra del sistema imperante defendiendo los derechos fundamentales de las personas y han exigido libertad y respeto hacia los más débiles.

Los jóvenes se han opuesto a los regímenes de opresión en todas las naciones que han sido sometidas a sistemas autoritarios y en que los derechos humanos han sido violados.

Ayer, al igual que hoy, fueron jóvenes los que defendieron la libertad y lucharon por la autonomía americana frente a la dominación española.

La mayoría de los próceres de la independencia americana no tenían más de 21 años cuando emprendieron la difícil empresa de dar a nuestro continente la libertad y la autonomía.

América, al igual que un joven que parte de la casa de sus padres decidido a ser independiente y autónomo en las decisiones de su futuro, decidió definir su vida libre y soberanamente.

En los sucesos de la independencia de Chile y la formación inicial de la República, también participaron hombres y mujeres de corta edad que vieron en la libertad, la fraternidad y el desarrollo educacional, la salida de un sistema político que consideraban opresor y poco libre.

En este eje temático se trabajan los temas relacionados con la independencia de Chile, la organización inicial del Estado chileno, la hegemonía liberal y la expansión territorial y económica durante el siglo XIX. Todos ellos marcados por una búsqueda, a veces frenética, de la libertad y la autonomía política frente a las naciones europeas.

El período cronológico que abarca este eje, se desarrolla desde principios del siglo XIX hasta la década de 1880.

Con respecto al tema de la independencia, es importante que analices todos los factores, externos e internos, que incidieron en la precipitación de los sucesos relacionados con la lucha por la autonomía nacional. Recuerda que ya conoces este período de nuestra historia y que lo estudiaste en Sexto Año Básico.

Profundiza tus conocimientos centrando tu atención en los cambios que se dieron con la independencia y analiza los elementos que no se modificaron, identificando la continuidad y el cambio de los procesos sociales que experimentamos en nuestros primeros años como nación independiente.

La independencia de Chile surge debido a la interacción de distintos factores. Revisa cada uno de ellos y crea un pequeño mapa conceptual con la información.

Con respecto al segundo tema (“la organización de la República”), te sugerimos que revises los distintos proyectos políticos que intentaron organizar nuestra república, a partir de la década de 1830. Revisa las ideas políticas que contienen esos proyectos y cómo las nuevas influencias europeas y americanas llegaron a estas lejanas tierras.

Es importante que conozcas los problemas y conflictos que comenzaron en esa época, y que se proyectaron durante todo el siglo XIX, llegando algunos incluso hasta el día de hoy (conflictos religiosos, políticos, étnicos, etc.).

El tercer tema se refiere a la función que el proyecto liberal tuvo en el desarrollo político, económico y cultural del siglo XIX y en los tiempos de la formación de nuestra identidad nacional.

En este contexto están los intelectuales de la época, las instituciones culturales y educacionales, la lucha por las libertades públicas y privadas, los conflictos internos por las diferentes ideas políticas y la formación de las primeras instituciones estatales, luego de la década de los años 1830-1840.

En último lugar está la construcción de nuestro actual territorio nacional, que se comienza a formar en esta época. Paralelamente a ello, encontramos las primeras formas de producción económica, sus características, sus protagonistas y las consecuencias sociales de dicho desarrollo, como por ejemplo, los nuevos grupos sociales que se formaron en el siglo XIX.

Es importante considerar la dimensión geográfica de este eje cuando estudiemos los lugares en que ocurrieron los hechos y la evolución de las fronteras de Chile. Para ello te sugerimos trabajar con mapas históricos que te permitan observar los cambios y la dimensión geográfica de dichos procesos. Te puedes apoyar en el Atlas geográfico para la educación del Instituto Geográfico Militar, que puedes conseguir en la biblioteca de tu liceo o de la municipalidad.

Es importante que conozcas las diferentes interpretaciones que existen acerca del desarrollo de los hechos, por lo que te recomendamos analizar los planteamientos de los distintos autores que escriben respecto de estos temas. Para ello te sugerimos revisar diferentes libros de Historia de Chile y comparar cada interpretación, armando un mapa conceptual con cada una de estas miradas, especialmente en referencia a los sucesos de 1891, la década de 1830, el conflicto entre la iglesia católica y los liberales, y entre los conservadores y los liberales.

Al final de tu estudio, intenta construir una mirada general de los principales hechos del siglo XIX, evaluando su importancia histórica. Ten en cuenta que muchos de los procesos históricos iniciados en este siglo, aún permanecen vigentes en nuestro país. De ahí la importancia fundamental de este siglo en la memoria chilena.   

América se independiza de España Los jóvenes tradicionalmente han buscado las transformaciones de su medio social, animados por su búsqueda de libertad, especialmente a partir de las décadas de 1960 y 1970 del recién terminado siglo XX. Sin embargo, los sueños de libertad y autonomía de los hombres y mujeres no son nuevos en nuestra América Latina. Ya desde comienzos del siglo XIX muchos jóvenes criollos se revelaron en contra del poder español, que consideraron agotado. Soñaron con una América independiente, libre y autónoma, que requería profundos cambios, especialmente en lo que se refería a la libertad de las personas que en ese entonces habitaban el continente. Animados por el sueño de convertir a este continente en una tierra de libertad gobernada por sistemas democráticos, protagonizaron uno de los capítulos más importantes de la historia de nuestros países latinoamericanos: la Independencia.

La mayoría de los países que hoy componen nuestro continente presentan variadas realidades económicas, sociales y étnicas. Sin embargo, en algún momento de su historia tuvieron en común el hecho de pertenecer a dos importantes imperios europeos: el portugués y el español, que, a lo largo de casi 300 años, dominaron políticamente, desde miles de kilómetros de distancia, a su población.

La independencia de América Latina fue un fenómeno debido a múltiples causas

Casi todas los hechos importantes que suceden en nuestra vida tienen más de una explicación. La historia no es la excepción a esta característica de los seres humanos; en ella se interrelacionan múltiples caminos para la explicación de un suceso. Debemos conocer y analizar estos distintos caminos para llegar a una idea explicativa de sus causas más o menos aproximada.

Por lo general, se habla de causas externas e internas para explicar el porqué de la Independencia de nuestro continente. Las externas se refieren a fenómenos de la historia mundial que motivaron (o facilitaron) el proceso de independencia en América. Entre estas podemos destacar:

1. La invasión de España por Napoleón, como parte de sus ambiciones imperialistas.

2. La oposición de los españoles ante la invasión napoleónica y la captura del rey español Fernando VII, que los llevó a crear juntas de gobierno como muestra de fidelidad al monarca.

3. La influencia de una época de ideas revolucionarias en el mundo, que llegaron a América a través de muchos criollos que estudiaron en Europa. Estas ideas criticaban la autoridad radicada en un solo individuo (el rey) y proponían la creación de un nuevo Estado con la división de los poderes.

El ámbito de las causas internas tiene que ver con sentimientos e ideas que se fueron generando en América Latina durante los largos años de dominación europea (trescientos en el caso de Sur y Centro América y casi ciento cincuenta en Norte América).

De todos los habitantes de nuestro continente, los centroamericanos y sudamericanos se encontraban mayoritariamente bajo dependencia directa de España (es importante recordar que una parte de lo que hoy es Brasil era administrado por Portugal) y, por lo mismo, nos concentraremos preferentemente en ellos. De esta forma, las causas internas serían, entre otras, las siguientes:

1. Surgimiento de sentimientos nacionalistas entre los criollos que desarrollaron un particular sentido de pertenencia al territorio latinoamericano.

2. Las disputas internas por los puestos de gobierno, debido a la discriminación a favor de los españoles enviados como representantes del rey de España. Los criollos deseaban tener mayores cuotas de participación en la toma de decisiones.

3. El creciente sentimiento de descontento de los criollos, motivado por las frecuentes injusticias, que, a juicio de ellos, cometía la corona.

4. El deseo de mayores cuotas de libertad económica, especialmente entre los criollos que desarrollaban actividades comerciales.

En este contexto histórico surgen los libertadores americanos. Su principal aporte en la lucha por la Independencia radicó en las capacidades de interpretar los deseos de las personas y de contribuir a la búsqueda de la libertad.

La independencia de Chile Chile formaba parte del contexto americano a comienzos del siglo XIX, por lo tanto, experimentó los mismos eventos históricos. Aquí también los jóvenes criollos lucharon por obtener la libertad y la autonomía política y económica frente a España. Se podría decir que las causas de la independencia de Chile son bastante similares a las de los demás países latinoamericanos.

En el caso de nuestro país, la lucha por la autonomía política fue un proceso que duró diez años. Durante esta década hubo momentos en que los criollos lograron victorias frente a las tropas realistas y otros, en cambio, en que sufrieron derrotas, como por ejemplo durante la reconquista, en que fueron sobrepasados por la fuerza de los españoles, quienes se negaban a terminar con la larga tradición monárquica en América.

¿Cómo se desarrolló este proceso? ¿Qué protagonistas hombres y mujeres son los íconos de la independencia de Chile y qué lugar ocupan dentro de nuestra memoria colectiva?

El ambiente en Chile a comienzos de 1810 podría ser definido como de profunda expectación y desorientación. Nadie sabía qué hacer exactamente. Habían llegado noticias acerca de un ataque de los ingleses a Buenos Aires, la lógica indicaba que el próximo ataque podría ser a Valparaíso o Santiago. Los ánimos no eran del todo positivos.

En medio de esta situación el cabildo llamó a los vecinos de más renombre a discutir las futuras acciones frente a las noticias que llegaban del extranjero.

Es importante que tengamos claridad sobre las ideas que estaban en juego en el proceso independentista. Detrás de cada acción individual y colectiva, tanto de los criollos como de los españoles (también llamados realistas), había un objetivo.

Los jóvenes criollos defendían la idea de la autonomía popular. Entendían que los gobiernos debían ser elegidos por la mayoría de las personas, aunque sus conceptos de mayoría no significan lo mismo que hoy en día. Para ellos solamente los ciudadanos cultos y preparados debían conducir los destinos del país. 

Celebración de la independencia en los primeros años de la república según Claudio Gay.

Por otra parte, estaban los que defendieron hasta el final los derechos de la corona española en Chile. La mayoría de ellos creía en el poder divino de la monarquía, por lo que les parecían impropios y peligrosos los pasos que se estaban dando en América Latina con respecto a la lucha por la libertad.

La Iglesia Católica, aliada moral y legalmente a la monarquía, estaba a favor de los realistas. De hecho, luego de la independencia de Chile, las relaciones con el Vaticano estuvieron interrumpidas durante más de 20 años. Solamente en la década de 1830 se reestablecieron.

En la mayoría de los protagonistas de la Independencia están presentes estas diversas motivaciones. Lo que cambia es el grado de compromiso y convencimiento que cada uno y cada una tenía. Por ejemplo, los historiadores que han estudiado el tema definen a ciertos grupos como los “exaltados”, los “moderados”, los realistas, y, seguramente, para otros estos hechos no tenían mayor importancia.

Otro aspecto importante es el que se refiere a la participación de las mayorías en este proceso. Después de muchas investigaciones al respecto, se ha concluido que el pueblo común y corriente, o sea, campesinos, mestizos, peones, labradores y otros, no tuvieron una participación masiva en los sucesos. A ello hay que agregar que la mayor parte del pueblo era analfabeta y carecía de conciencia política.

Un gran número de historiadores e historiadoras coincide al concluir que la independencia fue un proceso en el cual la elite participó mayoritariamente, puesto que eran sus intereses los que estaban en juego. Estos intereses eran económicos (luchaban por la libertad comercial y proponían una autonomía política donde ellos serían los principales protagonistas que ocuparían el poder). Así, es fácil imaginar el grado de entusiasmo que muchos de estos criollos miembros de la elite mostraron en dicho proceso histórico.

En este contexto, la junta de gobierno de 1810 es considerada como el primer paso en la lucha por la libertad. Los historiadores e historiadoras dividen este proceso en cuatro grandes etapas: Patria Vieja, Reconquista, Patria Nueva y Organización de la República.

Patria Vieja (1810 – 1814)

Los criollos tomaron colectivamente el poder en nombre del rey, sin una clara intención de independizarse. En nuestro país, durante esos años, se arraigaron las nuevas ideas liberales, tales como los principios de soberanía popular, el principio de gobierno representativo, el constitucionalismo y el “laisser faire”. 

Mateo de Toro y Zambrano (1725-1811), Gobernador de Chile en 1810.

Reconquista (1814 – 1817)

En 1814, Fernando VII recuperó su trono y se encontró con que los gobiernos provisionales de las colonias españolas habían realizado una serie de cambios con los cuales no estaba de acuerdo. Ordenó a sus funcionarios que anularan todos los cambios e intensificó las medidas para recuperar los dominios reales que corrían peligro. A Chile llegaron tropas desde el Perú, las que lograron una victoria sobre los patriotas e instauraron una fuerte represión.

Camilo Henríquez González (1769-1825). Sus mayores esfuerzos en beneficio de la causa de la independencia los realizó a través de la prensa.

Patria Nueva (1817 – 1823)

Las fuerzas patriotas cruzaron los Andes y se enfrentaron a los españoles en Chacabuco, al norte de Santiago, el 12 de febrero de 1817. Luego, tras la huida de los españoles, un cabildo abierto elige como Director Supremo a José de San Martín, quien no acepta y propone a Bernardo O´Higgins, que sí acepta.

Mientras tanto, los realistas se reorganizaban en el Sur. El 12 de febrero de 1818 se proclama formalmente la Independencia de Chile, en las cercanías de la ciudad de Talca. El documento, firmado entre otros por Miguel Zañartu, Hipólito de Villegas y Bernardo O’Higgins, era un intento por registrar este hecho de trascendental importancia en el logro de nuestra identidad autónoma con respecto a España.

Pero no todo estaba logrado: el ejército patriota fue sorprendido en Cancha Rayada (Talca): O´Higgins quedó herido y San Martín se replegó hacia Santiago.

Finalmente, en el actual Maipú, el 5 de abril de 1818, las fuerzas patriotas derrotan a Mariano Osorio. Las fuerzas realistas se van hacia el Sur, especialmente a Chiloé, donde años después fueron expulsadas por las tropas al mando de Ramón Freire.

Gobierno de O´Higgins

Para O’Higgins las cosas no fueron del todo fáciles. Las preocupaciones del llamado “Libertador de Chile” se centraron en consolidar los logros que había alcanzado. Guiado y asesorado por San Martín, libertador de Argentina, O’Higgins consolidó la independencia venciendo en la “guerra a muerte” a un militar traidor de los patriotas: Benavides. Este hombre, junto a los españoles e indígenas, se mantenía en batalla y prácticamente se apoderó de la zona correspondiente a las actuales séptima y octava regiones.

Se organizó la expedición libertadora del Perú, para lo cual se contrató a Lord Cochrane, un inteligente marino inglés. El objetivo era entorpecer cualquier iniciativa de invadir nuevamente nuestro país, pero, además, se buscaba recuperar el mercado peruano para los agricultores chilenos.

Entre otras obras de tipo urbano, O’Higgins creó el cementerio de disidentes, con lo que muchos fervientes partidarios de la Iglesia se molestaron, pues desde ese momento cualquier persona podía ser enterrada en lo que hoy es el Cementerio General de la ciudad de Santiago.

En sus días de administración, O’Higgins echó a andar una serie de adelantos: proyectó la construcción de la Alameda de las Delicias, que hoy lleva su nombre; reabrió el Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional, que habían sido fundados por Carrera; abrió el actual mercado Central, en reemplazo de uno antiguo que existía en el barrio Mapocho y continuó con las obras de canalización de dicho río; se preocupó por la educación, abriendo colegios e implementando una de las primeras reformas educativas de Chile; trajo desde Inglaterra el sistema Lancasteriano, etc.

O’Higgins dirigió los proyectos constitucionales de 1818 y 1822, en los cuales se estableció una particular concentración del poder en manos del Director Supremo, cargo homólogo al de Presidente de la República (este último cargo lo ocupó por primera vez Manuel Blanco Encalada).

Seguramente una de las medidas más polémicas fue la abolición de los títulos de nobleza y el mayorazgo, para terminar con el excesivo poder que la aristocracia mantenía desde los tiempos de la Colonia.

En 1823 O’Higgins abdicó, presionado por los sectores relacionados con la aristocracia tradicional presentes en el Congreso Nacional. Partió al Perú, donde murió solitario en 1842.

Hacia una institucionalidad republicana El año de 1824 Chile era una nueva República independiente. Había que organizar a este nuevo Estado dotándolo de leyes y de una organización política que le permitiera enfrentar los desafíos que la autonomía exigía. La aristocracia criolla tenía en sus manos tareas que no fueron fáciles. De

hecho, este grupo social no actuaba de manera compacta. En su interior había distintas opiniones acerca de cómo organizar este país. El período 1823-1830 estuvo marcado por estas divisiones y por los esfuerzos por dar a Chile la organización necesaria para comenzar la vida independiente.

Otro aspecto importante es el que se refiere a la expulsión definitiva de los españoles de nuestro territorio y, además, al control logrado sobre numerosos grupos de hispanos que se habían descolgado del ejército realista y que se dedicaban a sobrevivir del robo de ganado y de productos de la tierra, especialmente en la zona de Chillán: los hermanos Pincheira.

La inestabilidad de los primeros años de vida independiente: las dificultades iniciales de la República

La existencia de una variedad de pensamientos acerca del modo de crear la necesaria organización política de Chile generó enfrentamientos entre los miembros de la aristocracia criolla. Además, existían distintas influencias externas que agudizaron este escenario.

Por una parte, estaban las ideas que llegaban desde los EE.UU., donde se optó por el federalismo, sistema que consideraba que distintos estados semi-independientes se agrupaban en torno a uno central. Por otro lado, muchos intelectuales pensaban que, debido a la poca experiencia política, había que crear un gobierno centralizado y dirigido por un poder ejecutivo fuerte, casi a la manera de las monarquías que aún existían en Europa.

En estos 7 años hubo distintos gobiernos, debido a las profundas discusiones y luchas internas por dar una organización.

Presidentes del período:

Ramón Freire: 1823-1826.

Manuel Blanco Encalada: 1826 (primer gobernante que fue denominado como Presidente de la República).

Agustín Eyzaguirre: 1826 (como Presidente Interino).

Ramón Freire y Francisco Antonio Pinto: 1827.

Francisco Antonio Pinto y Francisco Ramón Vicuña: 1827-1829.

Francisco Ruiz Tagle y José Tomás Ovalle: 1830.

José Joaquín Prieto: 1831 (es elegido como Presidente de la República y gobernará hasta 1841).

Durante varios años el país pasó por distintos experimentos políticos. El primero fue el de 1823, año en que Juan Egaña redactó una constitución inspirada en una moral conservadora y que intentaba regular la vida de los ciudadanos tanto en sus aspectos públicos como privados. Sin embargo, estas leyes eran muy complejas para ser aplicadas en Chile y dicha constitución (llamada “moralista”) fue revocada por el Congreso Nacional en diciembre de 1824, debido a la fuerte oposición de ciudades como Coquimbo, Concepción y Valparaíso, que desde el principio de la República desarrollaron una fuerte oposición al centralismo de Santiago.

En los comienzos de nuestra vida independiente, el regionalismo fue otro de los problemas a superar; Concepción y Coquimbo eran dos de las tres ciudades más importantes de nuestro país y exigieron participar activamente en el proceso, al punto de desear convertirse en la capital de esta nación.

En 1825 Ramón Freire partía a la isla de Chiloé a expulsar a los últimos españoles que se refugiaban en esa zona. Después de una lucha armada los hispanos se rindieron y la independencia se consolidaba definitivamente, años después de su proclamación.

Al regreso de Freire del sur, los liberales criollos estaban obsesionados con la idea del federalismo como forma de organización. José Miguel Infante, como intelectual liberal, se esforzó para que el Congreso Nacional sesionara y discutiera una nueva Constitución. El intento de Infante quedó en

borrador, pues el proyecto liberal se encontró con diversos obstáculos, tales como las disputas locales y un ejército que aún no podía desarrollar una disciplina.

Tiempo después, José Joaquín de Mora, otro importante liberal español residente en Chile, proponía una nueva Constitución, la llamada Constitución de 1828, de fuertes influencias liberales.

Los sectores conservadores no habían quedado tranquilos después de los experimentos federales y liberales de 1826 y 1828. Comenzaban a ver en la inestabilidad política un sinónimo de desorden que los llevó a luchar en el Congreso y en las discusiones de salón para lograr una victoria política sobre los liberales. Además de ello, los discursos anticlericales y antiaristocráticos de algunos liberales ofendieron a los tradicionales aristócratas y católicos. Los conservadores soñaban con una organización que se basara en el autoritarismo.

En medio de estas luchas y discusiones apareció un tercer grupo que se opuso a los liberales: los llamados estanqueros. Este grupo de comerciantes, que trabajaba para el estanco y era dirigido por Diego Portales, pensaba que Chile necesitaba un gobierno fuerte que pusiera término al desorden y a lo que, según ellos, era anarquía.

Ya en 1829 la situación era insostenible. Los sectores estaban demasiado divididos y los acuerdos no eran una cuestión de todos los días. En Santiago los liberales se desorganizaban y Prieto, al mando de una parte del ejército, decidió poner fin a los problemas a través de una salida armada. En la batalla de Ochagavía se enfrentaron las tropas dirigidas por Prieto y los liberales.

Después de la batalla, el mando de las tropas lo centralizó Ramón Freire; sin embargo, el control de la situación siguió en manos de los conservadores. Freire decidió concentrar a los liberales en Valparaíso, mientras en la capital los conservadores se organizaban y dominaban la situación.

La cuestión fue zanjada en una batalla que se libró en las orillas del río Lircay y del Claro cerca de Talca. Freire, al mando de unos 1.700 hombres, fue derrotado por las tropas de Prieto. Unos 200 soldados murieron en la batalla.

Esta batalla ha sido considerada decisiva en la historia de nuestro país, ya que puso fin a un proceso en que las distintas posiciones políticas lucharon por hacer prevalecer sus ideas sobre de la organización del Chile independiente.

El triunfo fue de los conservadores, quienes gobernaron desde el Estado por más de 30 años, mientras los liberales, desde la oposición, hacían lo posible por influir en las acciones del gobierno.

La República Autoritaria: la solución portaliana

Luego de los difíciles años de la organización política, los sectores conservadores y estanqueros triunfaron ampliamente frente a los liberales (estos solo regresarían a los ámbitos del gobierno después del año 1861) y se instalaron en el poder a partir del gobierno de José Joaquín Prieto. Desde que Portales se había vuelto hombre público, su figura rondaba los salones del poder. Su inteligencia y carácter lo habían situado cerca del presidente Prieto desde donde, según los historiadores e historiadoras que se han preocupado del período, ejerció su poder en las sombras.

Diego Portales, Ministro del Interior de gobierno de José Joaquín Prieto. Bajo su influencia se organizaron los primeros gobiernos de las décadas de los años 1830 – 1860.

El período conservador (1831-1861) ha sido llamado también portaliano, ya que en las políticas de gobierno prevalecieron los principios de autoridad que tenía Diego Portales, quien en 1830 tenía 37 años. Su personalidad ha sido definida como sarcástica, irónica y dominante. Hijo de un distinguido patriota, su verdadera vocación eran los negocios. Aparte del comercio, gustaba de la sociabilidad con sus amistades. Sus ideas políticas eran pragmáticas y no se consideraba un especial defensor de la aristocracia castellano-vasca. Desde sus distintos puestos de gobierno (ocupó los cargos de Ministro de Gobierno y Relaciones, Guerra y Marina, además de Intendente de Valparaíso) influyó en muchas de las decisiones del Presidente Prieto.

Portales pensaba que la democracia era un buen sistema de organización política, pero también consideraba que Chile, en el año 1831, no tenía la madurez necesaria para poder practicar los principios que definían a este sistema político. Por lo tanto, la democracia debía postergarse para después, cuando el país adquiriera una experiencia que le permitiera ponerla en práctica.

Las ideas políticas de Portales se reflejan al revisar el gobierno de José Joaquín Prieto, en especial los principios que animaron la constitución de 1833. Según esta carta fundamental, el Presidente de la República tenía especiales facultades, tales como nombrar a los intendentes, los gobernadores y los alcaldes, prohibir la discusión de ciertas leyes del congreso nacional y establecer el estado de sitio que restringía las libertades públicas y privadas, cuestión que los liberales consideraron siempre como un error.

El poder legislativo tuvo, según esta Constitución, las funciones de aprobar la ley de presupuesto nacional, el cobro de impuestos y la definición de los ejércitos de tierra y mar.

Para los liberales, el período de los llamados gobiernos conservadores (1831-1861) fue un período autoritario que se comportó como una verdadera dictadura en manos de los sectores más conservadores y católicos.

Los Conservadores y el período Autoritario

Los Presidentes de este período fueron:

José Joaquín Prieto (1831-1836) (1836-1841).

Manuel Bulnes (1841-1846) (1846-1851).

Manuel Montt (1851-1856) (1856-1861).

El decenio presidencial de José Joaquín Prieto representa para muchos historiadores e historiadoras el inicio de la estabilidad política en el país, luego de los años comprendidos entre 1823 y 1831. Esta época se caracterizó por el poder del gobernante, la acción de sus ministros y un fuerte control por parte del gobierno. Estos aspectos, junto a cierta estabilidad, crearon las bases propicias para que el interés nacional se pusiera sobre las luchas políticas internas.

El primer gobierno de este período se inició con un fuerte y decidido apoyo de un amplio e influyente sector político del país: los conservadores. La victoria en Lircay y el consiguiente desplazamiento político de los pipiolos, facilitaron el consenso entre los grupos conservadores en torno a la tarea de afianzar una nueva institucionalidad.

Manuel Rengifo Cárdenas (1793-1845). Organizador inicial del Ministerio de Hacienda a principios de la República.

Sin embargo, esta tranquilidad fue alterada por varias razones, fundamentalmente la guerra en contra de la confederación Peruano-Boliviana en el plano externo, y el comienzo de una ascendente oposición al sistema autoritario que representaba el gobierno de Prieto. La primera acción que vino a perturbar los últimos años del hasta entonces tranquilo Chile fue la “disidencia” de los filopolitas o “amigos del pueblo”, quienes se resistían al excesivo autoritarismo, que era el aspecto básico que caracterizaba la concepción portaliana de gobierno. Entre los miembros más destacados de los filopolitas figuraban ex pipiolos como Manuel José Gandarillas y el antiguo carrerino Diego José Benavente. La acción de este grupo opositor alarmó al Presidente Prieto, quien buscó apoyo en Portales, convirtiéndolo, en septiembre de 1835, en una especie de súper-ministro a cargo de las carteras de Interior y Relaciones Exteriores, Guerra y Marina.

La fuerte intervención electoral que los presidentes del período autoritario ejercieron, unida a las acciones acertadas en el campo económico del gobierno de Prieto, posibilitaron su reelección en 1836, cuestión que autorizaba la Constitución de 1833.

Bulnes llega al poder en 1841

En 1841 asume la primera magistratura de la nación el general Manuel Bulnes, militar de una dilatada carrera, que había logrado su máxima expresión con la victoria en la guerra contra la Confederación Peruano-boliviana, de la cual regresó al país como un héroe nacional. El nuevo presidente dio muestras de una clara actitud conciliatoria: hizo aprobar una “ley de amnistía” (perdón de los delitos políticos de pipiolos o liberales, en septiembre de 1842), a la que siguió otra (octubre de 1842). En virtud de ellas, rehabilitaba a los oficiales vinculados al pipiolismo que habían sido dados de baja por sus vinculaciones a este grupo liberal. Estas medidas distendieron las difíciles relaciones entre los liberales y los conservadores, muy complicadas luego de la victoria de Lircay.

Para el año de 1846 la aparente paz interior y las bonanzas económicas permitieron que Bulnes fuera reelegido por otro período de 5 años.

El gobierno de Manuel Bulnes, tranquilo y próspero en grandes realizaciones económicas, llegó a su término en medio de agitaciones políticas. Esto se explica porque en 1849 irrumpe en el escenario político nacional una nueva organización partidaria, que venía insinuándose como tendencia desde años atrás. Se trata del partido liberal, estructurado con el aporte de distintas vertientes del liberalismo existente en nuestro país en ese entonces: jóvenes estudiantes de la Universidad de Chile liderados por José Victorino Lastarria y los antiguos pipiolos, e intelectuales imbuidos del liberalismo europeo y fuertemente influidos por el positivismo francés muy de moda en aquellos años. Hacia finales de la década de 1840, la oposición al sistema autoritario se organizaba y comenzaba a discutir públicamente la necesidad de transformar la Constitución de 1833 en una carta legal en que se reconocieran las libertades públicas y privadas.

A comienzos de 1851, año que ponía fin al decenio de Bulnes, la agitación alcanzó su punto más álgido. El 20 de abril se sublevó el regimiento Valdivia, de la guarnición de la capital. Su jefe, el coronel Pedro Urriola, murió en el motín y los conspiradores, entre los cuales se encontraban Benjamín Vicuña Mackenna, José Miguel Carrera, Fontecilla y Francisco Bilbao, fueron desterrados o relegados.

Secundado por su ministro y amigo Antonio Varas, el gobierno del presidente Montt (1851-1861) fue el último gobierno del período conservador.

El decenio de Montt fue aparentemente tranquilo, aunque muchos historiadores lo consideran como una dictadura legal, ya que se gobernó con el principio de autoridad como lo establecía la constitución de 1833.

La relativa bonanza económica permitió el desarrollo de distintas actividades productivas y Chile comenzó a perfilarse como un país exportador de materias primas. En 1859 estalló una nueva revolución en Copiapó, La Serena, San Felipe, Talca y Concepción, como una oposición a una candidatura presidencial oficialista -la de Antonio Varas- y con el ánimo de introducir reformas constitucionales que aumentaran el poder del Congreso y disminuyeran el poder del Presidente de la República. Esta revuelta fue sofocada rápidamente en todas partes, con la excepción de Copiapó, donde se contó con el apoyo de ricos mineros, tales como Pedro León Gallo y la familia Matta. León Gallo organizó un ejército para enfrentar al ejército oficialista, e incluso hubo una batalla favorable a los insurrectos: “Los Loros”, al norte de La Serena. Sin embargo, fueron derrotados definitivamente en la batalla de Cerro Grande. Pedro León Gallo huyó a la Argentina y la situación interna quedó completamente controlada por el gobierno.

La revolución de 1859 fue decisiva para el posterior desarrollo político del país, ya que el candidato del oficialismo para las elecciones de 1861, el conservador Antonio Varas, desistió de su candidatura y asumió un candidato de consenso, José Joaquín Pérez, dirigiendo una fusión entre los sectores liberales y conservadores.

La república liberal: el pensamiento liberal en Chile

La influencia del pensamiento liberal en nuestro país tiene que ver con un fenómeno de carácter mundial. Luego de la Revolución Francesa y la independencia de los EE.UU., con el triunfo de sectores ilustrados y animados por la búsqueda de mayores libertades públicas en todo el mundo, muchos intelectuales y políticos abrazaron dichos principios.

Especialmente en Inglaterra y Francia, los liberales desarrollaron un intenso debate acerca de la necesidad de la libertad en oposición a los sistemas de gobierno monárquico, a los que se oponían con fuerza.

Estas ideas llegaron a Chile a través de distintos medios: textos de autores ilustrados, viajes de jóvenes de la aristocracia local a estudiar a Europa, viajeros ilustres que visitaron nuestro país en ese entonces, etc.

El ideario liberal tuvo muchos seguidores en nuestro país y aunque derrotados luego de la batalla de Lircay por los sectores conservadores, estos ideales siguieron intentando influir en la vida política del gobierno y de las ideas, desde una postura opositora.

José Victorino Lastarria, Salvador Sanfuentes Torres, Marcial González Ibieta, Santiago Arcos, Francisco Bilbao, Federico Errázuriz Zañartu, Federico Santa María, Eusebio Lillo, Manuel Antonio Matta, Guillermo Blest Gana, Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna son algunos de los más reconocidos intelectuales liberales chilenos del siglo XIX. Muchos de ellos ocuparán, en distintos momentos del siglo, puestos de gobierno o serán directores de instituciones de educación como el Instituto Nacional o la Universidad de Chile.

El centro de las ideas de estos liberales era la necesidad de implementar en Chile un orden político que respetara las libertades públicas y privadas, disminuyendo la influencia del poder ejecutivo en la Constitución de 1833.

Desde comienzos de la década de 1840, distintos jóvenes liberales habían comenzado a organizarse para oponerse al gobierno de Bulnes y su autoritarismo.

El cierre de diarios, la prohibición de realizar manifestaciones públicas, el destierro de distintos intelectuales y el encarcelamiento de otros llevó a sectores de oposición a discutir en espacios privados acerca de la necesidad de terminar con el sistema imperante e introducir reformas a la Constitución, vista como un escollo para la consecución de la libertad que soñaban.

El desarrollo cultural: La generación de 1842

En los textos tradicionales, a través de los cuales estudiamos la historia del siglo XIX, se enfatiza el desarrollo político y económico del país. Sin embargo, existe un relato de vital importancia, como es el de los avances y logros en el campo cultural y educacional entre los años 1830 y 1890.

Andrés Bello, formador de los primeros intelectuales de la década de los años 1840 – 1850. Fundador de la Universidad de Chile.

Este proceso se caracterizó por la creación de una serie de instituciones públicas y privadas, que se dedicaron al cultivo de la enseñanza y la educación. En esta historia participan liberales y conservadores, unidos por el espíritu romántico que dominaba a los intelectuales de la época. Estos hombres exaltaron al ser humano, la naturaleza y la belleza. Fueron rebeldes que buscaban la libertad y la independencia de pensamiento, frente a las influencias de la Ilustración.

La educación

Una de las primeras tareas que se dieron los gobiernos del Chile independiente fue la de dar educación a sus habitantes. Existía un cierto consenso entre liberales y conservadores respecto de la importancia que tenía la educación en el desarrollo del país.

El 10 de agosto de 1813 se había dado el primer gran paso para el desarrollo educacional chileno, al fundar el Instituto Nacional bajo el gobierno de Carrera.

José Victorino Lastarria (1817 - 1888)

Promover el mejoramiento educacional no era tarea fácil en aquellos momentos, pues la falta de recursos luego de la independencia era un obstáculo difícil de superar; no obstante, se fundaron algunos espacios culturales y educativos. En la década de 1820, el liberal José Joaquín de Mora abrió el Liceo de Chile, al tiempo que otro francés, Pedro Chapuís, inauguraba el Liceo de Santiago. Ya a fines de 1830 había en Santiago cerca de 10 colegios privados.

No solamente en la capital se creaban nuevos espacios educativos. En La Serena se abrían el Instituto San Bartolomé (1821), el Instituto Literario de Concepción en Concepción (1827) y en Talca el Instituto Literario de Talca (1831).

Este desarrollo educacional se vio enriquecido con la llegada de los primeros inmigrantes, quienes abrieron colegios intentando mantener sus orígenes culturales. El colegio Mackay recibió en 1857 a los hijos de inmigrantes ingleses en Valparaíso, mientras el Colegio Alemán de Valdivia recibía en 1858 a los alemanes que habían llegado a partir de 1850. También las órdenes religiosas hicieron lo suyo; los Jesuitas que regresaron a Chile en 1843 fundaban el colegio San Ignacio en 1856.

Las mujeres y la educación

La mayoría de los alumnos eran de sexo masculino, pues las mujeres aún no se integraban al sistema educativo secundario. Solo a partir de 1870, las mujeres pudieron integrarse a los estudios universitarios; antes de esta fecha, quedaban relegadas al ámbito de lo privado, ejerciendo labores domésticas.

En el ámbito de la integración de las mujeres a la educación, se destaca la llamada “Ley Amunátegui”, del 6 de noviembre de 1877, que permitió a las mujeres acceder a la educación universitaria. Sin duda, este decreto, firmado por el ministro Miguel Luis Amunátegui (prestigioso intelectual chileno vinculado a la generación del 42), abrió un nuevo tiempo para la mujer del siglo XIX, pues integró al campo del saber a un sector importante de la población.

Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886)

Para el desarrollo de la educación se necesitaban profesores y profesoras que hicieran posible la ampliación del ámbito de la cultura; bajo la tuición de Andrés Bello y con la dirección de Domingo Faustino Sarmiento, se abría la Escuela Nacional de Preceptores, la primera escuela preparadora de docentes. En 1853 se inauguró la escuela Normal de Mujeres, que preparó a las primeras profesoras básicas para encargarse de que los niños y niñas de Chile tuvieran educación primaria.

Los particulares también abrían escuelas: la Sociedad de Instrucción Primaria en 1856 contó con el apoyo de las familias más pudientes, que prestaban recursos para la educación privada y para la construcción de las llamadas “bibliotecas populares”, que atendieron las necesidades ascendentes de educación y lectura de los ciudadanos de las clases populares.

Al alero de estas escuelas, liceos y bibliotecas fueron surgiendo una serie de instituciones que, poco a poco, moldearon nuestra identidad cultural. Si bien el acceso a la educación no era total, se fue formando una conciencia de la necesidad de ampliar las herramientas culturales. Solamente en las primeras décadas del siglo XX se darán pasos importantes en el tema de la educación primaria y secundaria a través de un conjunto de leyes que normaron el derecho a la educación de los más pobres.

La fundación de la Universidad de Chile y de los numerosos liceos dio refugio a los intelectuales de nuestro país, quienes protagonizaron los primeros esfuerzos por dar un perfil característico a nuestra cultura. Para entender este fenómeno en su totalidad, hay que insertarlo en un proceso que se estaba gestando en toda América Latina. La mayoría de los nuevos países americanos, que habían logrado su independencia en el período 1810-1840, intentaban dar vida a una existencia cultural autónoma. Sin embargo, como la experiencia independiente no existía, muchas de las nuevas formas culturales fueron fuertemente influenciadas por miradas europeas que llegaban a nuestro continente desde ciudades como París, Londres y Roma.

Los espacios públicos y de sociabilidad en las ciudades chilenas del siglo XIX

En el período anterior a la Independencia, los espacios públicos estaban dedicados especialmente a las ceremonias religiosas y a eventos centrados en las autoridades españolas. Con la llegada de la autonomía política y económica las cosas cambiaron, pues poco a poco las calles y las plazas comenzaron a recibir nuevos visitantes de distintos países, en busca de esparcimiento en locales o fiestas públicas. Las celebraciones de la Independencia, cada septiembre, se realizaban en los sectores aledaños a las ciudades, donde las capas populares organizaban las primeras fondas. En estas celebraciones se bailaba y se bebía y comían los tradicionales platos preparados por las mujeres del pueblo. En el caso de Santiago, estas fiestas se celebraban en el barrio de la Chimba, al norte de la ciudad.

La expansión económica y del territorio durante el siglo XIX Dentro de las tareas de los nuevos gobiernos una vez lograda la independencia, estuvo la de organizar la llamada hacienda pública. Los escollos abundaban: pobreza en los campos, desorganización gubernamental, etc. En este contexto resultan de vital importancia las acciones del ministro Rengifo, verdadero organizador del tema a nivel nacional.

Las nuevas relaciones económicas con los países europeos y americanos diversificaron las posibilidades de nuestro país de establecer nuevos negocios. Así, Chile comenzó a importar y exportar productos que recorrieron grandes distancias, dando a conocer nuestras riquezas naturales. Minerales y productos agrícolas comenzaron a venderse al exterior, lo que llevó a Chile a convertirse en exportador de bienes de consumo de actividades extractivas, con una importante presencia en los mercados que se creaban al alero del capitalismo europeo, sistema que requería de materias primas para poder mantener los niveles de consumo de sus industrias.

El ámbito de la minería

Gran parte de la prosperidad económica de la época se debe a la capitalización y la formación de riquezas privadas en base a la minería de la plata, el cobre y el carbón piedra. La actividad minera en Chile se caracterizó por una evolución constante a lo largo de todo el siglo. En ese aspecto, el Estado se limitó, en general, a legislar sobre la fiscalización de la minería. De este modo, el auge y progreso de dicho sector se debió principalmente a la iniciativa privada. En torno a zonas como La Serena, Ovalle, Lota, Andacollo, Coronel y otras, se crearon importantes centros de desarrollo minero, gracias a los yacimientos que permitieron el surgimiento de lo que se ha llamado la burguesía nacional: familias no aristocráticas que construyeron sus riquezas en función de la explotación de dichos centros mineros.

Los nuevos mercados de Australia y California

Una parte considerable del desarrollo económico del período se debió al buen precio que alcanzaron el trigo y la harina chilenos en los mercados de California y Australia.

El descubrimiento de oro en California, en el Oeste de los Estados Unidos, creó un importante polo de desarrollo demográfico: la famosa exploración y conquista del Oeste. Los cientos de miles de buscadores de oro necesitaban alimentos y no tenían una infraestructura agrícola que los abasteciera adecuadamente, por lo que se vieron en la obligación de hacer grandes importaciones de bienes alimenticios. El único país triguero de cierta importancia en la costa occidental del continente americano era Chile. Este nuevo mercado permitió a Chile dominar casi la totalidad del negocio triguero durante los últimos años de la década de 1840 y los primeros de 1850. Por la falta de competidores, el negocio fue muy bueno, llegando a convertirse en uno de los primeros países exportadores de trigo. Esta demanda fue satisfecha por cientos de agricultores de la zona central de Chile, quienes vieron desarrolladas sus actividades trigueras, especialmente en la Cordillera de la Costa entre Santiago y Concepción.

Lamentablemente, la fiebre de oro tuvo su declinación a partir de 1853, con lo que el trigo chileno cambió de comprador y se trasladó a un nuevo frente. El descubrimiento de oro en Victoria y Nueva Gales del Sur, en 1851, provocó un desplazamiento de la mano de obra agrícola y una consiguiente disminución de la superficie cultivada en Australia, lo que obligó a la entonces colonia a recurrir a las importaciones. Esto permitió a Chile continuar por pocos años más exportando trigo a los mercados del Pacífico.

La agricultura se desarrolla

En 1838 se fundó la Sociedad Chilena de Agricultura, agrupación de dueños de campos a lo largo de toda la zona central de nuestro país. A esta agrupación se deben dos obras de importancia para el estudio científico de las labores del agro. La primera fue el boletín bimensual “El Agricultor”, que se publicó entre 1838 y 1849, con el propósito de divulgar técnicas agrarias y nuevos cultivos. La

segunda fue la disposición de crear en 1839 un centro de experimentación agrícola, “La Quinta Normal”, cuna de la enseñanza de la agricultura en Chile, que mejoró las técnicas de agricultura al promover la renovación de técnicas coloniales obsoletas. Sin embargo, esta renovación no terminó con los agudos problemas de los campesinos, quienes siguieron en un viejo sistema de relaciones sociales y económicas hasta bien entrado el siglo XX.

La iniciativa privada permitió también la construcción de embalses y canales para nuevos regadíos en predios que se extendían entre La Serena y Chillán, regiones donde las lluvias suelen ser irregulares, estando expuestas a sequías. Se terminó la canalización del río Maipo y se inició la construcción del canal en el río Aconcagua. En el río Maipo se construyeron los canales de Pirque, Puangue y de Las Mercedes. Otra serie de obras de regadío fueron construidas en el río Cachapoal, en Maule, Talca y Linares.

La exploración del territorio de Chile durante el siglo XIX

Desde los primeros años de vida independiente, los distintos gobiernos se esforzaron por reconocer y explorar las diferentes zonas de esta loca geografía. El país era un conjunto de áreas que estaban sin la fiscalización necesaria. A ello hay que agregar la intención de ampliar las fronteras de la economía, creando nuevos focos productivos a lo largo de Chile.

Desde la década de 1830 se iniciaron lentamente una serie de catastros que buscaban delimitar las nuevas zonas que serían ocupadas por los chilenos y chilenas de la nueva República. Estos catastros sirvieron para organizar una estrategia de ocupación del territorio, aspecto que preocupó a la mayoría de los gobiernos del siglo XIX.

El territorio

Una de las estrategias que los gobiernos de la República Conservadora (especialmente Bulnes y Montt) planearon para poblar este territorio fue la de ocupar con inmigrantes aquellas zonas de Chile que no estaban efectivamente pobladas por habitantes nacionales.

Las razones que argumentaron dichas intenciones se explican a partir de algunas necesidades concretas: la baja densidad de población era un obstáculo para el propósito de ocupación efectiva del territorio nacional, por lo que se intentó explotar esos despoblados rurales trayendo agricultores extranjeros. Por otra parte, los países europeos que estaban en la etapa de expansión imperialista necesitaban nuevos mercados económicos y nuevos centros desde los cuales extraer materias primas; por lo tanto, el control de lugares estratégicos en América del Sur era una idea interesante para el gobierno de Chile, que buscaba establecer buenas relaciones con los países europeos.

Otro aspecto interesante era el hecho de considerar a los europeos como agentes de civilización y educación sobre la escasa población local nacional.

Estas razones están en el fondo de un proceso de ocupación que no difiere mucho de los que se vivían en otros países de nuestro continente como Argentina, Venezuela, Brasil, etc., que llevaban inmigrantes como estrategia de colonización y “civilización”.

La ocupación de Magallanes

Años atrás, en el extremo sur, se había llevado a cabo la incorporación definitiva del Estrecho de Magallanes a Chile. Desde 1837 se tenía conocimiento de que expediciones francesas e inglesas estaban ocupando los archipiélagos de Oceanía y Las Malvinas. Ante tales amenazas a la soberanía nacional, en mayo de 1843 partió la goleta Ancud al mando del capitán Juan Williams Rebolledo, quien el 21 de septiembre de 1843 tomaba posesión efectiva del Estrecho en nombre del gobierno de Chile. Acto seguido se echaron las bases del primer poblado: el Fuerte Bulnes. El establecimiento de una colonia tropezó con grandes dificultades, debido a la crudeza del clima y a su aislamiento. Ello contribuyó a que, en 1849, se fundara la ciudad de Punta Arenas, en el lugar al que los mapas de navegación ingleses llamaban “Sandy Point” -punta arenosa-. Dicho centro mantuvo por muchos años el carácter de plaza fuerte y luego de colonia penal.

Posteriormente, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, comenzaron a llegar inmigrantes yugoeslavos a esa apartada zona. Se dedicarían a la ganadería ovejuna en un capítulo doloroso de la historia de Chile, debido a que estos inmigrantes casi exterminaron a la población originaria de la Patagonia, los Onas, en cacerías que han sido retratadas en numerosos documentos fotográficos y literarios.

La ocupación de la Araucanía

La zona habitada por los mapuche desde los tiempos de la Colonia, era desde el Bío-Bío hacia el sur. En esta área se desarrolló toda una dinámica que les permitió, no sin problemas, mantener una cierta autonomía cultural y política. Sin embargo, a partir de la década de 1870, los ojos de los distintos gobernantes se dirigieron a esta inmensa zona llena de recursos naturales y de abundante mano de obra que se podía integrar al territorio nacional.

En ese contexto, en 1861, el gobierno dio su aprobación al plan de Cornelio Saavedra, confiriéndole amplios poderes al designarlo Comandante en Jefe del Ejército del territorio araucano e Intendente y Comandante General de Armas de la provincia de Arauco. La estrategia del comandante Saavedra consistía en la aplicación de un plan similar al del español Alonso de Rivera, quien a comienzos del siglo XVII organizó el primer ejército profesional de Chile. La idea era avanzar sobre el territorio mapuche desplazando la línea de fuertes que, en sentido transversal, protegería las tierras incorporadas. Detrás del ejército vendrían los agricultores nacionales y extranjeros, comerciantes y funcionarios estatales. Una vez alcanzada esta meta, se haría un nuevo avance, que tendría las mismas características del anterior. El plan consistía en ocupar las tierras desplazando a los pueblos a las llamadas “reducciones” que, como su nombre lo indica, eran reducidas áreas donde los mapuche, acostumbrados a un tipo de agricultura extensiva, comenzaron a vivir lo que para ellos significó el comienzo de una triste historia de expropiaciones de sus tierras ancestrales.

De esta manera, Chile fue construyendo su espacio interior, configurando lentamente un país que en realidad era un conjunto de zonas culturalmente distintas. Esta diversidad étnica y cultural se vio complementada con la Isla de Pascua, el altiplano y la zona de Magallanes.

Los conflictos externos de Chile

En el proceso de expansión nacional, las intenciones de los nuevos gobiernos chocaron con los intereses de los otros países de la región, vecinos de Chile.

Perú, Bolivia y Argentina entraron en conflictos por el control de distintas zonas geográficas, puesto que también expandían sus territorios en busca de nuevos espacios que poblar, donde pudieran fructificar nuevas actividades económicas.

La historia de nuestras relaciones internacionales está plagada de conflictos bélicos que hicieron de ellas un difícil camino a recorrer.

Con la guerra contra la confederación Perú-Boliviana durante el gobierno de José Joaquín Prieto, nuestro país sufrió su primer conflicto internacional.

En 1835 el presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz, inspirado en el ideal bolivariano de unidad continental, había logrado ser reconocido como “protector” del Perú. Unió así el núcleo fundamental del antiguo imperio Inca, con el nombre de Confederación Perú-Boliviana.

Portales, que pensaba que Chile debía realizar su desarrollo histórico como unidad distinta y separada del resto, vio en la Confederación una amenaza para nuestro país y, por lo tanto, hizo lo posible para terminar con ella.

El desarrollo del conflicto

Portales envió una expedición naval a cargo de Victorino Garrido, marino español al servicio de Chile, quien se apoderó de los barcos de la Confederación: “Santa Cruz”, “Arequipeño” y “Peruviana”. Una vez en manos de los chilenos, los barcos fueron utilizados como garantía del préstamo impago. El mariscal Santa Cruz accedió a dejarlos en poder de Chile hasta que se firmara un tratado definitivo, pero Portales no aceptó este acuerdo y envió una misión diplomática a cargo de don Mariano Egaña, quien exigió la disolución inmediata de la Confederación. Perú debía reconocer y comprometerse a pagar la deuda con Chile por el préstamo posterior a su liberación. Además, debía financiar los gastos de la expedición libertadora, y peruanos y bolivianos debían limitar para siempre sus fuerzas navales. Ante la negativa de Santa Cruz, Chile declara la guerra inmediatamente.

La gravedad de la situación llevó al congreso nacional chileno a otorgar facultades extraordinarias al Presidente, quien declaró estado de sitio en todo el territorio nacional, organizando tribunales de guerra permanentes. Esta situación llevó a muchos opositores a pensar que la situación de guerra

estaba siendo utilizada por los gobernantes de nuestro país para crear una verdadera dictadura militar, cuestión que puede explicar, de una u otra forma, el asesinato de Portales.

En efecto, a comienzos de junio de 1837, el ministro se dirigió a Quillota para revisar las tropas que se hallaban acantonadas allí. Repentinamente, fue rodeado y aprehendido por oficiales amotinados, dirigidos por el coronel José Antonio Vidaurre, jefe del Estado Mayor del ejército expedicionario. Los insurrectos llevaron a Portales a Valparaíso, donde fueron repelidos por la guarnición del puerto acantonada en el cerro Barón. En la madrugada del día 6 de junio de 1837, cuando comenzaban los enfrentamientos entre ambos bandos -insurrectos y oficialistas-, Portales fue asesinado por sus captores.

La guerra contra la Confederación, que hasta el momento era impopular para grandes sectores, se transformó en cuestión de preocupación pública para un gran número de los chilenos y chilenas. Además, muchos comprendieron que efectivamente los Consejos de Guerra permanentes tenían una razón certera de ser, pues había infiltración en el país de aliados de la Confederación. De hecho, otra de las interpretaciones que existen acerca de la muerte de Portales es que habría sido asesinado por infiltrados de Santa Cruz en Chile.

Ante estos hechos, se organizó una expedición al mando de Manuel Blanco Encalada que contaba con muy pocos hombres (cerca de 2.800), puesto que los informes de inteligencia recogidos por los chilenos en Perú indicaban que una gran parte del ejército peruano se plegaría al chileno, aburridos de la dominación del boliviano Santa Cruz. En realidad, este era un pésimo informe y produjo que Blanco se viera en una gran inferioridad de fuerzas y completamente aislado en el Perú por las tropas de la Confederación.

Ante esta situación, Blanco Encalada propone a Santa Cruz hacer un combate de fuerzas escogidas de los dos ejércitos, con jueces internacionales que observen la lucha y elijan un ganador. Obviamente, la respuesta de Santa Cruz fue negativa, lo que obliga a Blanco a firmar el Tratado de Paucarpata.

Este tratado establece que Chile firma incondicionalmente la paz, reconoce y acepta la existencia de la Confederación, devuelve los barcos peruanos capturados en el Callao y sacaría a sus ejércitos inmediatamente del territorio de la Confederación, otorgando además ventajas comerciales en el Pacífico a Perú y Bolivia.

Cuando Blanco Encalada llegó a Chile con el tratado, el Presidente lo relevó de su cargo, poniéndolo a disposición de un Consejo de Guerra, con la acusación de haber avalado las peticiones de la Confederación y no haberla enfrentado. El negociador diplomático que acompañaba a Blanco Encalada, Antonio José Irisarri, nunca más pudo pisar territorio chileno.

El término de la guerra

El general Manuel Bulnes zarpó de puerto chileno recién el 6 de julio de 1838 con 5.400 hombres, 6 buques de guerra y 27 transportes. Desembarcó en Ancón y ocupó Lima sin resistencia. Luego, derrotó a los confederados en las batallas de Matucana y Buin, mientras el almirante Simpson derrotaba a la flota peruana de corsarios mercenarios en el combate naval de Casma. Siguieron las batallas de Portada de Guías, Puente Ancash y el 20 de enero de 1839 tuvo lugar la batalla de Yungay, en la cual se derrotó definitivamente a Santa Cruz, poniendo término a la Confederación.

El presidente Prieto, inmediatamente terminada la guerra, promovió un ambiente de progresivo retorno a la tranquilidad sobre la base de una política de distensión y de participación restringida, rehabilitando a un grupo importante de pipiolos que hasta entonces estaban marginados de las esferas de gobierno, a quienes destacó por su lealtad durante la Guerra.

En 1841 el vencedor de Yungay era elegido Presidente de la República con una amplia mayoría de electores.

Algunos historiadores afirman que los soldados que partieron a la Guerra, en su mayoría, fueron obligados a enrolarse en el ejército, lo que evidenciaría que en Chile aún no existía un sentimiento patriótico tan poderoso como para llevar a muchos a perder la vida por la patria. Esta situación cambió en el conflicto de la Guerra del Pacífico, que sí contó con el apoyo de muchos hombres del bajo pueblo que se enrolaron para ir al combate.

La guerra contra España

En la década de 1860, España realizó algunas acciones con el fin de recuperar las áreas de acción que había perdido durante las guerras de la Independencia. En ese contexto, los hispanos invadieron Santo Domingo y México.

Estas invasiones hicieron que se desarrollara un particular sentimiento americanista, que se expresó en la alianza de distintos países de nuestro continente. Las naves españolas se apoderaron de las islas Chinchas en el Perú, ante lo cual Chile solidarizó con el país vecino, ya que si los hispanos dominaban el Perú, el próximo objetivo seguramente sería nuestro país.

En marzo de 1866, naves españolas bombardearon Valparaíso causando enormes pérdidas en el plan del puerto. Estos sucesos fueron recordados durante años por los porteños, ya que la situación fue desastrosa para esta ciudad.

Los conflictos limítrofes con Bolivia

Los conflictos limítrofes entre ambos países comenzaron solo cuando se descubrió el valor económico del desierto de Atacama. A fines de la década de 1839 se descubrió guano en la costa, un rico fertilizante muy demandado por los países europeos y, en especial, por el Perú, que lo requería como abono para su agricultura.

El gobierno chileno decidió enviar una comisión exploradora a reconocer las potencialidades de los depósitos de la zona. Las conclusiones terminaron con una ley, el año 1842, que declaraba de propiedad nacional a las guaneras al sur de la bahía de Mejillones (23º de latitud sur), por lo que importaba fijar en esa línea el límite norte del país.

El gobierno, asimismo, comenzó a otorgar permisos a empresarios particulares para cargar guano en las proximidades de Mejillones, es decir, más al norte de la frontera definida, lo que sugería que las pretensiones chilenas no se hallaban totalmente satisfechas. En 1847, las autoridades bolivianas resolvieron interrumpir las faenas realizadas en la zona de Mejillones por empresarios chilenos. El gobierno de Chile respondió enviando tropas a ocupar Mejillones.

En 1866, los gobiernos de Pérez (Chile) y Melgarejo (Bolivia) suscriben un tratado de límites en el que se acoge una fórmula de consenso. Se fijaba como frontera entre ambos países el paralelo 24º -no el 23º que quería Chile ni el 25º que postulaba Bolivia-. Además, se establecía la creación de una zona económica compartida, entre los paralelos 23º y 25º. Los impuestos provenientes de la explotación del guano y minerales se repartirían por partes iguales entre ambos países.

Imagen de la Plaza de Armas de Santiago a fines del siglo XIX.

Sin embargo, el mismo año en que se firmó el tratado surgieron nuevas circunstancias que alteraron el panorama. Los mineros chilenos José Santos Ossa y Francisco Puelma obtuvieron una concesión del gobierno boliviano y dieron inicio a la explotación del salitre en el Salar del Carmen. Formaron la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama, antecesora directa de la Cía. de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta. Estos dos nuevos factores de riqueza -salitre y plata- dieron impulso a un proceso masivo de establecimiento de empresas chilenas en territorio boliviano.

El desierto se convirtió en un área que despertó los intereses particulares de ciertos chilenos. Esta situación hizo preocuparse a las autoridades bolivianas, especialmente al gobierno de Hilarión Daza, conocido por su nacionalismo. Poco a poco se llegaba a una situación tensa en extremo.

Mientras tanto, Bolivia y Perú concretaban un tratado secreto el 6 de febrero de 1873. Argentina fue llamada, pero finalmente no lo suscribió. Al mismo tiempo comenzaba a desarrollarse un mayor interés por parte de las autoridades peruanas en las acciones económicas que poseían en el desierto.

A comienzos de 1873 el presidente Pardo del Perú decretó el estanco (estatización) del salitre en Tarapacá. Complementó esta medida con un decreto en el que ordenaba la expropiación de las salitreras, que eran en su mayor parte propiedad de capitalistas chilenos.

En 1874 Chile y Bolivia firman un nuevo tratado de límites, en el que Chile mantuvo el límite en el paralelo 24º, pero renunció a sus derechos a las tierras localizadas al norte de esta línea. Se estableció como condición complementaria que el gobierno boliviano desistiera de gravar con nuevos impuestos a las empresas chilenas localizadas entre los paralelos 23º y 25º durante un período de diez años.

Sin embargo, los problemas continuaron, y en 1878 el presidente Daza estableció un nuevo impuesto a la exportación del Salitre, violando lo acordado con el gobierno chileno. Luego decidió apoderarse de las salitreras chilenas, mientras el gobierno peruano hacía lo mismo en Tarapacá. Estas disputas terminarían provocando la Guerra del Pacífico.

La Guerra del Pacífico (1879-1883)

En síntesis, las causas de la guerra se pueden agrupar del siguiente modo:

1º La cuestión de límites con Bolivia.

2º El advenimiento de Hilarión Daza a la presidencia de Bolivia, quien hizo aprobar un impuesto de 10 centavos de oro por quintal métrico de salitre exportado por parte de los empresarios chilenos.

3º La amenaza del gobierno boliviano de rematar las salitreras.

4º La ocupación militar de Antofagasta que llevó a cabo el coronel Emilio Sotomayor con el propósito de reivindicar el litoral y evitar el remate de las salitreras.

5º La existencia de un pacto secreto de alianza defensiva entre Perú y Bolivia desde 1873.

La ocupación de Antofagasta se materializó el 14 de febrero de 1879 bajo las órdenes del coronel chileno Emilio Sotomayor, quien al mando de dos compañías buscaría evitar el remate de las salitreras chilenas. El 1º de marzo Bolivia declaraba la guerra a Chile. Los bolivianos resistieron en el interior hasta fines de marzo, momento en que las tropas chilenas tomaron Calama. Solo a fines de marzo la opinión pública chilena tuvo conocimiento de la alianza secreta entre Bolivia y Perú, lo que llevó a declarar la guerra a ambos países el 5 de abril de 1879.

Los resultados de la guerra provocaron un verdadero sismo político en los países aliados. En Perú fue depuesto el presidente Mariano Ignacio Prado y asumió Nicolás Piérola; en Bolivia, Narciso Campero derrocó a Hilarión Daza.

Chile, entre tanto, decidió ocupar las provincias de Arica y Tacna. Dicha campaña se extendió de enero a junio de 1880 y fue organizada por el ministro de guerra José Francisco Vergara y el

general Manuel Baquedano. El ejército chileno, en esta “Segunda Campaña Terrestre”, derrotó en Tacna (26 de marzo) y en Arica (7 de junio) a las tropas aliadas.

Después de la batalla de Tacna, Bolivia no prosiguió la guerra, y los restos de su ejército volvieron al altiplano, dejando solo a Perú y rompiendo de hecho el pacto de asistencia recíproca que los unía. Cesaba de esta manera la participación boliviana en la Guerra.

Con posterioridad a la segunda campaña terrestre, se realizó la “Conferencia de Arica” en octubre de 1880, con la mediación de los Estados Unidos. Los representantes de los países beligerantes se reunieron en Arica a bordo de la fragata norteamericana “Lackawanna”. El representante chileno, don Eulogio Altamirano, exigió la cesión definitiva de los territorios situados al sur de la quebrada de Camarones, lo que fue rechazado por los delegados de Perú y Bolivia, con lo cual se puso término a la conferencia y la guerra continuó.

En cuanto a Bolivia, diversas negociaciones condujeron a la firma de un pacto de tregua en Valparaíso, tratado que establecía fundamentalmente lo siguiente:

1. La tregua de Chile y Bolivia sería indefinida. 2. El territorio comprendido entre el río Loa y el paralelo 23º continuaría sometido a las leyes

chilenas. 3. Se restablecían las relaciones comerciales entre Chile y Bolivia y se otorgaban a esta

última franquicias especiales para su comercio por Arica y Antofagasta. 4. Bolivia devolvería las propiedades confiscadas a chilenos y los productos percibidos por el

secuestro. 5. Continuarían las gestiones y diligencias para obtener una paz justa y definitiva.

Laboriosas gestiones postergaron hasta 1904 la concertación de un tratado de paz definitivo entre Bolivia y Chile.

Consecuencias de la guerra

1. Chile amplió su territorio con la anexión de las actuales regiones de Tarapacá y Antofagasta.

2. El país quedó convertido en una potencia militar de primer orden dentro de la América Latina del Pacífico.

3. La posesión del salitre significó disponer de una riqueza extraordinaria para el Estado chileno, que comenzó a cobrar impuestos a la exportación del nitrato.

4. El fisco aumentó considerablemente sus entradas y creció la fortuna de los círculos mineros, comerciales y bancarios.

5. Se produjo un aumento del proletariado minero, puesto que mucha mano de obra (particularmente mineros desocupados del Norte Chico) se dirigió a la extracción del salitre en los distritos del Norte Grande, adquiriendo protagonismo social.

6. Se acentuó la importancia del capital inglés como propietario del salitre (Tomas North).

Después de la Guerra del Pacífico, a mediados de la década de 1880, las fronteras chilenas quedaron sometidas a acuerdos políticos con las naciones vecinas. En estas negociaciones se delineó el territorio definitivo de nuestro país. La historia de estas negociaciones terminaría en la década de 1930 con el pacto firmado entre Chile y Perú.

Introducción

Tú formas parte de una generación de jóvenes que llegó al mundo en el siglo pasado y eres uno de los millones de hombres y mujeres que fue testigo del paso de un milenio a otro. Seguramente celebraste el último año nuevo del siglo XX y traspasaste la barrera del año 2000 con todo lo que ello significó para la humanidad.

El final de ese siglo XX nos marcó con profundas contradicciones. Por una parte, la violencia aterradora de las Torres Gemelas cayendo ante la mirada atónita de los millones de testigos que observaron cómo se destruía uno de los símbolos económicos de una de las potencias más poderosas del mundo. Desde el otro polo, has sido testigo de innumerables cambios tecnológicos, que nos han permitido conectarnos con el mundo a través de una compleja red de información, acercándonos a los demás habitantes de este planeta.

El siglo XX fue un siglo de cambios y de transformaciones cuya justa profundidad seguramente todavía no medimos.

Nuestro país, miembro de la comunidad internacional, también experimentó radicales cambios durante el siglo pasado. ¿Te has preguntado alguna vez cuáles fueron los cambios que experimentó tu familia en el ámbito de la vida cotidiana durante el siglo XX?, ¿cómo cambiaron nuestras costumbres sociales e individuales, los roles de hombres y mujeres?

La televisión, el cine, la radio, el computador que estás utilizando en este momento, son creaciones que se integraron a nuestras vidas durante los últimos 50 años y que cambiaron todas nuestras formas iniciales de ver y entender el mundo.

En este eje temático revisaremos cómo cambió la sociedad chilena durante los últimos 100 años y cómo nos estamos preparando para enfrentar el bicentenario de nuestra independencia nacional.

¿Qué tenemos que celebrar? ¿Qué cosas crees tú que debemos recordar en las puertas de nuestro segundo siglo de independencia? ¿Qué elementos del siglo XX crees que debemos rescatar como logros? ¿Qué experiencias históricas no debemos repetir?

Desde el punto de vista temporal, a través de este eje temático estudiarás el siglo XX, y desde el punto de vista temático, deberás estudiar cuatro grandes temas históricos.

El primero corresponde al fin de la época parlamentaria y el surgimiento de nuevos proyectos políticos y sociales. A ello se agrega el desarrollo de nuevos sectores sociales, como la clase media y el proletariado, organizados políticamente. Dentro de este punto se integran las profundas transformaciones económicas provocadas por la crisis del ‘29 y la caída de la producción salitrera.

Es importante que revises los cambios experimentados por el sistema liberal a propósito de los sucesos del ‘29, y las repercusiones que tuvo en Chile dicha crisis.

En segundo lugar, deberás estudiar el nuevo rol del Estado dentro del sistema económico nacional, función que aparecerá luego de la profunda crisis económica mundial de 1929. Este nuevo enfoque tiene que ver con el concepto de “Estado benefactor” e industrializado que promoverá el desarrollo social de nuestro país.

En tercer lugar, deberás conocer los nuevos proyectos políticos instalados en el contexto político nacional, que comienzan en la década de 1920 y que terminaron con la reformulación partidista, experimentada entre los años 1950-1960 (creación de nuevos partidos y alianzas políticas). A ello se agregan las conquistas políticas y sociales de las mujeres, expresadas en la ampliación del sufragio en el sistema electoral chileno.

En el cuarto punto de este eje temático revisaremos los profundos cambios que significó la década de los años ‘60 y ‘70 en nuestro país. Ello significa que deberás conocer y analizar los nuevos proyectos de país que se pusieron en marcha en aquellos dinámicos tiempos: el movimiento estudiantil, las transformaciones sociales y estéticas, las expresiones culturales juveniles, etc.; en definitiva, lo que se ha llamado “Los locos años sesenta”.

Por último, cerraremos este eje con el gobierno militar y la transición a la democracia, llegando hasta nuestros días.

Es importante resaltar las transformaciones estructurales que experimenta nuestro país en el siglo XX y que involucraron a la sociedad en su conjunto: el Chile del centenario (1910) no es el mismo país que habitas hoy, a comienzos del siglo XXI.

Te invitamos, entonces, a conocer el tono y la profundidad de las trasformaciones que hicieron del siglo XX una de las centurias más contradictorias de nuestra historia nacional.    

Fin del parlamentarismo Las elecciones presidenciales de 1920 inauguraron un nuevo estilo de hacer política. El discurso y el programa de Alessandri representaron los deseos de cambio a los cuales aspiraba la población.

Durante las dos primeras décadas del siglo XX surgieron nuevos actores políticos: intelectuales de izquierda, estudiantes, obreros y junto a ellos los militares, quienes tuvieron una activa participación en la vida política del país.

Este gobierno, el de Arturo Alessandri, marcó el fin del parlamentarismo.

Evolución política de la década de 1920 – Campaña de Arturo Alessandri La candidatura de Alessandri marca un cambio notable en el estilo de hacer política en Chile. Se llevó adelante una campaña en una forma no vista hasta entonces. Con un estilo demagógico y sentimental, Arturo Alessandri supo atraer a importantes masas de adherentes. Si bien su programa no se diferenciaba sustancialmente del de su contendor, Luis Barros Borgoño, Alessandri llegó a representar la renovación frente a una política continuista.

Los discursos apasionados y llenos de promesas de Alessandri hicieron que el pueblo se volcara a las calles, pero algunos sectores de obreros organizados tuvieron posiciones diferentes. Mientras los anarquistas llamaron a los trabajadores a no dejarse engañar por estas promesas, los socialistas pensaron que democratizar el sistema era una buena oportunidad para disminuir la represión y ganar mayor libertad. El Partido Obrero Socialista, más tarde Partido Comunista, propuso a Luis Emilio Recabarren como su candidato presidencial.

Alessandri no logró obtener una victoria directa en las urnas, por lo que el Tribunal de Honor debió decidir su elección. Para muchos, la elección de Alessandri representaba una nueva oportunidad de regeneración, así como lo había sido la elección de Pedro Montt en 1906. Sin embargo, la magnitud de la crisis hacía particularmente evidente la posibilidad de un nuevo fracaso. La economía se venía debilitando desde el inicio de la crisis del salitre, provocada por la pérdida de mercados internacionales.

La cesantía crecía y las protestas y movimientos sociales se multiplicaban. Los grupos sociales afectados no eran solamente los trabajadores de la minería, sino también los de otras actividades económicas y la incipiente clase media.

Alessandri creía que la solución a la crisis política pasaba por una serie de reformas constitucionales que restituyeran sus poderes al Presidente. Así lo planteó en su mensaje a la nación de 1921 y lo reiteró en 1923, planteando ahora una modificación de las prácticas parlamentarias y la supresión de las facultades políticas del Senado.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la solución estaba en romper la divergencia entre el Senado y la Cámara de Diputados. Por ello, a finales de 1923, inició una gira por el país que anunciaba una activa intervención electoral. En las elecciones de marzo de 1923, Alessandri estaba convencido de contar con un gran apoyo popular. Parte de su confianza estaba suscrita por el amplio respaldo que habían recibido una serie de iniciativas referentes a leyes sociales, reformas de la Constitución y una modernización de la economía a través de la creación de un Banco Central.

Pero un aspecto que despertó particular desconfianza y generó airados reclamos de los opositores fue su acercamiento a las Fuerzas Armadas. Durante su gira, uno de los sitios visitados con mayor frecuencia fueron los cuarteles. Allí, Alessandri se quejó de los graves impedimentos que se colocaban a su programa de reformas, a sus ideas y a su aparente consonancia con las inquietudes que ciertos grupos de oficiales demostraban. De hecho, la prensa opositora representada por El Mercurio, denunciaba que en las elecciones había existido una clara intervención electoral de las Fuerzas Armadas en favor de los candidatos oficialistas.

El juego en que se había embarcado Alessandri era particularmente peligroso. Las Fuerzas Armadas no necesitaban que el Presidente fuera a hablarles de los problemas del país. Desde la década de 1910 se venía notando al interior de los cuarteles un clima de creciente efervescencia. Particularmente preocupaban a la joven oficialidad la mala calidad del contingente, la falta de equipamiento y, lo peor, un aparente desinterés de la clase política por los problemas militares. Todo ello se veía agravado por una inquietud frente a vecinos hostiles y problemas limítrofes no resueltos.

El movimiento militar de 1924

En agosto de 1924, Alessandri envió al Congreso una ley de reajuste de sueldos del Ejército que fue rechazada, aduciendo la inexistencia de fondos para cubrirla. Además, en forma inexplicable, aplazó una vez más la discusión de leyes sobre escalafón y ascensos. Sin embargo, el Congreso inició simultáneamente la discusión de la implantación de una dieta parlamentaria bajo la forma de una indemnización. Si bien la iniciativa aseguraba la posibilidad de una democratización del Congreso, el momento no podía ser más inoportuno. La prensa atacó sin tregua a sus promotores y la Unión Nacional los acusó de contrarios a los intereses de la nación. A pesar de todo, el 2 de septiembre de 1924 se inició la discusión de este proyecto en particular. Una nota que provocó inquietud fue la presencia de un nutrido número de oficiales de baja graduación en las tribunas, que expresaban airadamente su repudio a los parlamentarios que apoyaban la iniciativa de la dieta. Al día siguiente, volvieron a las tribunas y al ser interpelados por el vicepresidente de la

Cámara, abandonaron el lugar haciendo sonar sus sables por las escalinatas. La prensa del día 4 de septiembre anunciaba los hechos con grandes titulares.

La manifestación de los jóvenes oficiales no había terminado allí. Reunidos en el Club Militar, se veía claramente que los hechos tomaban las características de un verdadero pronunciamiento. Alessandri optó por aceptar dialogar con un grupo de representantes. Informados los oficiales, decidieron redactar un documento y organizarse en la forma de un Comité Militar.

Los oficiales hicieron ver a Alessandri que las Fuerzas Armadas no recibían la debida atención de parte de los poderes públicos. Le señalaron que mientras consumían precioso tiempo en discusiones estériles, el país se encontraba sumido en una profunda crisis. De inmediato Alessandri se dio cuenta de la magnitud del movimiento y que sus peticiones eran más propias de un movimiento político que de uno gremial. Por ello aceptó la mayor parte de estas peticiones, salvo la renuncia de su gabinete. Sin embargo, ante la magnitud de los acontecimientos, éste renunció de todas formas. El General Luis Altamirano fue designado Ministro del Interior e inmediatamente fue convocado el Congreso para aprobar las reformas que el comité había solicitado. El 8 de septiembre, en una breve sesión, fueron aprobados todos los proyectos de ley pendientes. Dentro de ellos, los más trascendentes fueron las llamadas “leyes sociales”, que señalamos a continuación:

Ley 4053: sobre contratos de trabajo, fijaba la jornada en ocho horas, limitaba el trabajo de mujeres y niños y creaba la Inspección del Trabajo.

Ley 4054: establecía el seguro obligatorio para todos los obreros contra accidentes, enfermedades e invalidez. Creaba un fondo común que sería formado con aportes del obrero, el patrón y el Estado.

Ley 4055: sobre accidentes del trabajo. Estableció la doctrina integral del riesgo profesional, se equipararon las enfermedades profesionales a los accidentes laborales y se estableció la responsabilidad del patrón en el mantenimiento de medidas de seguridad.

Ley 4056: se establecieron los tribunales de conciliación y arbitraje para los conflictos laborales.

Ley 4057: sobre organización sindical. Establecía los sindicatos industriales y profesionales. Adoptaba para los primeros la participación en los beneficios.

Ley 4058: establecía las sociedades cooperativas de trabajadores. Ley 4059: reconocía el derecho de libre asociación, el período anual obligatorio, la

gratificación, y creaba la Caja de Empleados Particulares.

Alessandri creyó que con la satisfacción de las necesidades expresadas por los militares el movimiento se iba a terminar. Sin embargo, los jóvenes oficiales se negaron a disolver el Comité Militar e informaron al Presidente que continuarían en funciones hasta “lograr la depuración política y administrativa del país”. Ante la evidente pérdida de control, Alessandri decidió renunciar y solicitar al Congreso permiso para salir del país. El comité transformado ahora en Junta Militar, solicitó a Alessandri que retirara su renuncia y que solamente pidiera permiso para salir. Alessandri rechazó semejante trato, ya que implicaba someterse a la autoridad de los militares. El 9 de septiembre pedía asilo en la Embajada de Estados Unidos. El Congreso se negó a aceptar su renuncia y en cambio lo autorizó a salir del país, asumiendo el poder efectivo el General Altamirano. El 11 de septiembre de 1924 se instalaba una Junta de Gobierno, integrada por los generales Luis Altamirano y Juan Pablo Bennet y el almirante Francisco Nef. Una de las primeras medidas que tomó esta junta fue la de disolver el Congreso.

Para nadie fue un misterio que, desde su nacimiento, el nuevo gobierno se identificara con la Unión Nacional. Por ello, pronto surgieron tensiones con la Junta Militar, que veía que los principios del movimiento de septiembre estaban siendo traicionados. Jóvenes oficiales que integraban esta última instancia comenzaron a acusar a la junta de gobierno de reaccionaria y de no cumplir los compromisos contraídos con el pueblo.

Un clima de creciente tensión se hizo presente en enero de 1925. Entre ciertos círculos militares se hacían cotidianas las críticas a Altamirano y se pensaba seriamente en solicitar a Alessandri que regresara al país. El 23 de enero de 1925, en una acción concertada, miembros de los principales regimientos de Santiago rodearon La Moneda y apresaron a los miembros de la Junta de Gobierno, luego de una tensa situación en la que ejército y armada estuvieron a punto de enfrentarse. El 27 de enero se formó una nueva Junta de Gobierno encabezada por Emiliano Bello Codesido e integrada por Pedro Pablo Dartnell y Carlos Ward. Inmediatamente se pusieron en contacto con Alessandri, solicitándole que regresara al país, pero con la condición de llevar adelante una completa reforma constitucional.

Habiendo retornado en marzo de 1925, Alessandri comenzó de inmediato a buscar los medios para llevar adelante la reforma constitucional. Finalmente, el 30 de agosto, en un plebiscito que fue

calificado de “excepcional” por sus contemporáneos, se aprobaba la nueva Constitución. Entre sus aspectos más importantes conviene destacar:

1. Se suprimió la atribución del Congreso de dictar periódicamente las leyes que autorizaban el cobro de las contribuciones y para mantener en pie a las Fuerzas Armadas. A partir de ahora serían leyes de carácter permanente.

2. Para la tramitación de la ley de presupuesto se fijó un plazo perentorio al Congreso. 3. El período presidencial fue fijado en seis años no reelegible inmediatamente. 4. Se entregó el control de las elecciones a un organismo llamado Tribunal Calificador de

Elecciones. 5. Los ministros serían de la exclusiva confianza del Presidente de la República. 6. Se establecía un rol activo del Estado en la sociedad, al entregársele el rol de garante de

la protección del trabajo, la seguridad social y la equitativa distribución de la riqueza. Y, además, tenía tuición sobre el derecho de propiedad, ya que debía estar sujeto a los intereses del bien común.

7. Declaraba la separación Iglesia-Estado, estableciendo el carácter laico de éste y la plena libertad de culto.

La aprobación de la nueva constitución generó resistencias entre los más diversos sectores que le negaban legitimidad. Para unos era una imposición amparada en las bayonetas, para otros era el triunfo del ateísmo. Pero en definitiva se trataba simplemente del final de casi cien años de historia.

Fin del ciclo salitrero

Durante la década de 1920 se produjo un significativo proceso de transformación en el quehacer económico del país, pues mientras caía vertiginosamente la explotación del salitre, comenzaba a adquirir importancia la producción del cobre.

La industria salitrera se había convertido en un enclave foráneo aislado del resto de la economía y de la sociedad chilena en general. Su aporte real para la economía nacional era escaso, ya que esta riqueza permanecía en manos de un pequeño sector oligárquico que malgastó sus recursos en artículos suntuarios y amplió, de manera innecesaria, la administración pública.

A partir de 1915, el precio del salitre disminuyó debido a la introducción en los mercados internacionales del salitre sintético y, como era de esperarse, el aporte de la explotación del salitre al presupuesto del Estado también disminuyó: 51% en 1910; 60% en 1915; 24% en 1919, y 17% en 1927.

El ciclo del cobre

La explotación de este recurso natural pasó por diferentes etapas. Estuvo presente desde la Colonia, pero adquirió una mayor significación en la segunda década del siglo XX, simultáneamente con la disminución de la importancia del salitre.

Con la explotación del cobre, la hegemonía inglesa cedió su lugar a la hegemonía norteamericana, ya que en este período la producción de cobre recibió un fuerte impulso de capitales provenientes de Estados Unidos.

Los dos principales yacimientos de cobre chilenos estuvieron ligados desde sus inicios a capitales norteamericanos. La Braden Copper Company surgió por iniciativa de la Americans William Braden and Barton Sewell, que adquirió la mina El Teniente en 1904. Esta sociedad construyó una línea de ferrocarril de 70 kilómetros de extensión, que unió a Sewell con Rancagua. En 1915 El Teniente fue adquirida, casi en su totalidad, por la Kennecott Copper Corporation.

La Chile Exploration Company, formada por la familia Guggenheim, se hizo cargo de Chuquicamata, que comenzó sus actividades en 1910. Luego de 14 años de explotación de este mineral, los Guggenheim decidieron vender la compañía a la Anaconda Copper Company, también norteamericana, que tenía a su cargo la administración de Potrerillos desde 1905. La empresa Andes Copper Mining Co., inició en 1916 la explotación de una tercera mina: Potrerillos, que se agotó en 1959 y fue reemplazada por El Salvador.

La minería del cobre recobró importancia y en 1945 constituía el 22% de la producción mundial. Siendo el cobre un mineral estratégico, durante la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos comenzó a fijar su precio de manera artificial: once centavos de dólar la libra, precio mucho más

bajo que el obtenido por el cobre que se producía en los Estados Unidos. Esta medida significó para nuestro país contribuir con una guerra con la cual no mantenía ninguna relación de obligación, ni por el derecho interno ni por el derecho internacional, produciéndose así un estancamiento, de manera que en 1966 Chile representaba solamente el 13% de la producción mundial.

El Tratado de Washington de 1951 aumentó el precio de este metal a 27,5 centavos de dólar la libra y el gobierno de Chile obtuvo la franquicia de colocar en el mercado el 20% de todo el cobre obtenido en el país al precio del mercado mundial.

El gobierno de Chile, tratando de hacer más racional la relación entre el Estado y la industria del cobre, dio lugar a la Ley del Nuevo Trato 11.828, que entregó mayor injerencia al gobierno en el control de la producción y la venta del cobre (De Ramón, 2001: 163 – 164).

Período 1927-1932 – Crisis de 1929 El país estrenaba una nueva constitución donde el Estado se comprometía a velar por la protección del trabajo, la industria y la previsión social, reconociendo a cada chileno y chilena un bienestar mínimo en los temas habitacionales y en los ligados a satisfacer sus necesidades personales y familiares.

Luego de promulgada la Constitución de 1925 los problemas de Alessandri no terminaron, lo que lo indujo a renunciar por segunda vez antes de terminar su mandato. Se iniciaba así un breve período en que la pugna de poder entre Alessandri e Ibáñez introdujo al país en la inestabilidad política marcada por varios cuartelazos militares.

Una nueva elección llevó al poder a Emiliano Figueroa, mientras Ibáñez continuó como Ministro de Guerra y luego como Ministro del Interior, representando el papel de hombre fuerte del gobierno. Estas disputas de poder llevaron a la renuncia de Emiliano Figueroa, proceso que culminó con la consolidación del poder de Ibáñez quien fue elegido presidente en 1927.

Los años del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo coinciden con un momento de gran prosperidad y, a la vez, con una crisis de una magnitud nunca vista.

Cuando Ibáñez asumió su nuevo cargo, una de las tareas fundamentales que se propuso fue dotar a Chile de una infraestructura estatal y económica que posibilitara un rápido desarrollo. Algunos aportes se habían hecho ya en 1925, cuando el gobierno de Arturo Alessandri consiguió imponer la idea de la creación de un Banco Central, una de las propuestas principales de la Misión Kemerer que había sido contratada para estudiar medidas de corrección de la economía.

El gran mentor de los cambios económicos impulsados por Ibáñez fue el ministro de fomento, Pablo Ramírez. Este pensaba que el Estado debía asumir un rol protagónico en el desarrollo económico; pero era necesaria, además, una planificación que permitiera orientar los recursos a aquellas áreas que potencialmente tenían mayores expectativas. Por ello, antes de iniciar cualquier proceso de transformación económica, era necesario racionalizar la administración pública.

Como consecuencia, una de las áreas de mayor crecimiento fue el aparato estatal orientado al fomento económico. El Estado, en la perspectiva del gobierno, debía encabezar un gran proceso de industrialización. Por ello, aparte de la creación de una gran cantidad de organismos de fomento, se aplicaron una serie de políticas proteccionistas y de promoción de la inversión extranjera.

Instituciones creadas en el período: Contraloría General de la República, Cuerpo de Carabineros, Fuerza Aérea, Línea Aérea Nacional, Servicio de Minas del Estado, Caja de Crédito Agrario, Caja de Crédito Carbonífero, Instituto de Crédito Industrial, Caja de Colonización Agrícola.

La expansión económica requería recursos y ellos fueron proveídos desde el extranjero, fundamentalmente a través de la obtención de créditos a bajo interés. De esta forma se fue creando una dependencia financiera que tendría a corto plazo efectos devastadores. Fundamentalmente se invirtieron en obras públicas orientadas a dotar al país de una importante infraestructura de comunicaciones. Esto lo podemos ver en el siguiente cuadro de las inversiones realizadas el año 1928, uno de los mejores de la década:

INVERSIONES DEL ESTADO EN OBRAS PÚBLICAS EN 1928

La extraordinaria dependencia financiera que había contraído Chile hizo que fuera muy vulnerable a cualquier crisis económica que pudiera producirse en el mundo. Así, el 29 de octubre de 1929 se produce la caída de la Bolsa de Nueva York, generando la mayor crisis económica de la historia. La contracción monetaria que se produjo trajo como consecuencia una inmediata deflación y una caída de los precios de las materias básicas en los mercados. El mercado comprador se encontraba prácticamente paralizado y el precio exterior se contrajo a niveles nunca vistos. En los países industrializados gran cantidad de bancos quebraron y la industria se paralizó. La crisis se había extendido de Estados Unidos a Europa y luego al resto del mundo.

Frente a esta situación de crisis a nivel mundial, donde la única cifra que subía era la del desempleo, el comercio mundial disminuyó en un 60% en cuatro años (1929-1932), los Estados empezaron a levantar barreras para proteger a sus mercados nacionales y sus monedas. La Gran Depresión desterró al liberalismo durante medio siglo y obligó a los gobiernos occidentales a darle mayor prioridad a los aspectos sociales en la formulación de sus políticas, pues de lo contrario se corría el riesgo de la radicalización de la izquierda o de la derecha, como lo demostró Alemania (Hobsbawm, Eric: Historia del Siglo XX).

Los gobiernos se ocuparon de proteger la agricultura frente a la competencia extranjera por medio de fuertes impuestos; subvencionaron esta actividad garantizando los precios al productor, compraron los excedentes e incluso pagaron a los agricultores para que no produjeran.

El objetivo principal de los gobiernos en este período fue tratar de reducir al máximo el desempleo. Este objetivo tuvo, además, el apoyo de economistas de la época, como fue el caso de John Maynard Keynes (1883-1946), que consideraba la necesidad de eliminar el desempleo por razones económicas y políticas. Escribió una dura crítica a la Conferencia de Versalles afirmando que si no se reconstruía la economía de Alemania sería imposible restaurar una civilización y una economía liberal estables en Europa.

En este contexto internacional, Chile, que no podía escapar a las graves consecuencias de esta crisis como país monoproductor –de hecho, el precio del salitre experimentó una caída en los mercados mundiales de un 95%-, realizó desesperados intentos por controlar los gastos fiscales. Solamente en la minería se calcula que los niveles de desocupación llegaron a los 60.000 obreros cesantes en el norte salitrero. Santiago fue prácticamente invadido por los obreros que huían de las oficinas paradas, vagando por las calles y generando un clima de creciente inseguridad.

Evolución política: período 1932-1952 Los años de recuperación

Como ya señalamos, en 1929 se produjo una grave crisis económica a nivel mundial que repercutió en nuestro país en la medida en que nuestras riquezas básicas eran compradas por potencias como Estados Unidos. Ello implicó una baja en las ventas de las riquezas básicas, lo que hizo entrar a toda la economía nacional en una aguda crisis que revivió la inestabilidad de la década anterior. Para hacer frente a esta situación, Ibáñez tomó una serie de decisiones de rasgos dictatoriales: las detenciones, relegaciones, exilios y limitación de libertades civiles fueron la tónica de los primeros años de la administración de Ibáñez.

Desde la presidencia se dirigieron críticas a los partidos políticos y a los políticos en general, lo que produjo que la oposición a Ibáñez creciera lentamente. De forma paralela se hacían sentir los coletazos de la crisis económica en todos los sectores de la economía nacional, agudizándose las protestas en contra del gobierno, que entró en una escalada crítica. Esta situación haría renunciar a Ibáñez a la presidencia en Julio de 1931.

A partir de la renuncia de Ibáñez el ambiente político recuperaba su ya permanente inestabilidad y el 4 de Octubre de 1931 se convocó a elecciones presidenciales. Se presentaron como candidatos

Arturo Alessandri Palma, Manuel Hidalgo (socialista), Elías Lafferte (comunista) y Juan Esteban Montero, quien triunfó con el 63.8% de los sufragios.

El gobierno de Montero se iniciaba en medio de un caos económico, caracterizado por el alza permanente del costo de la vida. Rápidamente comenzaron a organizarse desde la oposición intentos por derrocar al gobierno.

Dentro de la oposición, el sector más fuerte era dirigido por tres hombres de tendencia socialista: Marmaduke Grove, Eugenio Matte Hurtado y Carlos Dávila. Dentro de su programa proponían organizar las fuerzas productoras bajo el control del Estado. Se llevaron a cabo una serie de medidas con el objeto de recuperar al país de la aguda crisis económica que experimentaba: se entregaron maquinarias y herramientas, se otorgaron créditos a pequeños industriales y comerciantes para que pudiesen pagar sus obligaciones no canceladas, se entregaron raciones alimenticias, etc. Estas medidas, pese a su popularidad, no cambiaron el contexto y, desde la oposición, así como desde el interior de esta Junta de Gobierno, seguían las presiones.

Carlos Dávila tenía serias diferencias con Marmaduke Grove, lo que culminó en un nuevo Golpe de Estado dirigido por Dávila, dando término a lo que se ha llamado la República Socialista.

En un mes se volvieron a decretar medidas como el toque de queda, censura en los medios de comunicación, etc. Luego de un breve período Carlos Dávila renunció, quedando en la presidencia el general Bartolomé Blanche. Sin embargo, los militares habían caído en el descrédito popular y las calles volvieron a ser testigos de movilizaciones sociales que exigían un gobierno civil. Las presiones obligaron al gobierno a convocar a elecciones. Blanche entregó el poder al presidente de la Corte Suprema Abraham Oyanedel, quien presidió el acto eleccionario que dio por resultado el triunfo de Arturo Alessandri, que había regresado desde su exilio inmediatamente caído Ibáñez.

Al asumir Alessandri el poder, el país se debatía en una crisis de una magnitud desconocida. A los graves problemas económicos se sumaban los políticos. Una necesidad urgente era la de restituir el orden institucional y terminar con la efervescencia militar, para luego acometer la recuperación económica.

Alessandri hizo un uso extensivo de las atribuciones que la constitución le entregaba, apelando al estado de sitio cada vez que lo estimó necesario. Igualmente alentó el desarrollo del movimiento civilista y particularmente de la llamada Milicia Republicana. Al interior del Ejército, entretanto, iba surgiendo una doctrina llamada “constitucionalista”, que señalaba que las Fuerzas Armadas eran, por definición, subordinadas y obedientes del poder civil y no debían intervenir bajo ninguna causa en política.

Mientras el Ministro de Hacienda Gustavo Ross se preocupaba de reconstruir la economía, los diversos sectores políticos buscaban reorganizarse.

La Milicia Republicana había nacido en Santiago el año 1932, integrada por jóvenes profesionales, en su mayoría de derecha. Adoptando una forma paramilitar, sus miembros habían jurado defender el régimen republicano con las armas. Alessandri los alentó incluso a riesgo de ganarse la antipatía de diversos sectores políticos. La máxima expresión de la fuerza de la milicia fue el desfile de mediados de 1933, en que 20.000 hombres pasaron frente a La Moneda, siendo felicitados por Alessandri.

Nuevos actores se sumaron a los antiguos partidos políticos. En la izquierda, en junio de 1933 nacía el Partido Socialista, encabezado por Marmaduke Grove. Este nuevo conglomerado se planteaba como una opción socialista de carácter no marxista, que aspiraba a tomar el poder por la vía constitucional. Mientras tanto, en la derecha, la Juventud del Partido Conservador comenzaba a ser impregnada por el creciente interés de los sectores católicos en los problemas sociales. Específicamente la Encíclica Quadragesimo Anno y los escritos de Jacques Maritain hicieron que en 1935 se formara la Falange Nacional, liderada por Eduardo Frei y que sería el antecedente directo de la Democracia Cristiana. En la izquierda, el Partido Comunista en su Congreso de 1933 asumía definitivamente la vía estalinista y se sumaba a los partidos comunistas que eran controlados desde Moscú.

El gran suceso político de la década fue sin duda la formación del Frente Popular. En 1934 cambia la estrategia del comunismo mundial. Ante el avance aparentemente avasallador de los fascismos en el mundo, la dirección de la Tercera Internacional decidió buscar acuerdos con los partidos definidos como burgueses o socialdemócratas para la formación de Frentes Populares contra el fascismo.

En Chile, ese mismo año, se forma al interior del Congreso el llamado Bloc Parlamentario de Izquierda, integrado por socialistas, radical-socialistas y trotskistas. Su principal tarea, según ellos mismos lo señalan, será la de impedir la política de expoliación de la clase trabajadora, en directa alusión a la política económica de ajuste implementada por el gobierno. Si bien su fuerza era bastante relativa, bastaba para demostrar la clara diferenciación entre el gobierno y una oposición de izquierda cada vez más organizada. En febrero de 1936, luego de que el Partido Comunista hiciera público su abandono de la vía violenta para la toma de poder, fue invitado a integrar el Bloc. Sin embargo, el Partido Radical permanecía renuente a integrarse. Pero fue el gobierno, con la extraordinaria represión desatada contra la huelga ferroviaria que se realizó ese mismo mes, el que empujó al radicalismo a integrarse a las fuerzas de izquierda. En abril de 1936, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Radical declaran oficialmente organizado el Frente Popular.

El nuevo papel del Estado: empresario y de bienestar El modelo económico de sustitución de importaciones

La crisis del 29 dejó al descubierto la vulnerabilidad del modelo económico de América Latina, que se centraba en la exportación de materias primas y en la importación de productos manufacturados. El cierre de los mercados europeos destruyó la estrategia económica llamada “desarrollo hacia afuera”, que hasta ese momento había permitido el crecimiento y la estabilidad de los países de este continente.

Para resolver esta aguda crisis surgió la idea de la industrialización, tomando las medidas proteccionistas que ya se estaban aplicando tanto en Estados Unidos como en Europa, con el objetivo de lograr una mayor independencia económica. Se pensaba que la producción de bienes industriales, agrícolas y minerales permitiría a las economías latinoamericanas ser más autosuficientes y menos vulnerables a las crisis económicas internacionales.

Los coletazos de la crisis del ‘29 hicieron pensar en la necesidad de que el Estado tuviese una mayor ingerencia en la economía nacional. El triunfo del Frente Popular fue decisivo para implementar este nuevo modelo de desarrollo, donde el Estado actuó como motor de un proceso de industrialización que buscaba sustituir las importaciones a través de una estrategia técnico-económica que permitiera a la población mejorar sus niveles de vida y disminuir los altos índices de cesantía. La idea era implementar nuevas industrias para elevar el consumo interno e intentar ser más autónomos respecto de los mercados internacionales. Este desafío se llevó a cabo ampliando los créditos entregados por el Estado y estableciendo una legislación que los regulara. Se controlaron los bienes que podían ingresar al país y los que se podían importar, desarrollándose una estrategia que buscaba acrecentar los ingresos del Estado. Por otra parte, se adoptaron medidas tendientes a la regulación de los precios para así proteger a los sectores más pobres. Aparecieron empresas mixtas donde el Estado se asoció con particulares en la búsqueda de apertura de nuevas actividades económicas. En definitiva, el Estado actuó a modo de empresario realizando obras de gran envergadura como electrificación, construcción de fundiciones, mejoramiento de caminos, etc.

En 1939 se creó la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), cuyo objetivo era justamente fomentar la producción para elevar el nivel de vida de la población aprovechando los recursos naturales del país, y procurar la disminución de los costos de producción, además de lograr la satisfacción de las diferentes necesidades de las regiones del país.

Con esta iniciativa del Estado de tener un rol activo en la economía nacional, se crearon importantes proyectos gestionados por CORFO, tales como: la Empresa Nacional de Electricidad, S.A. (Endesa), que, además de crear centrales eléctricas e hidroeléctricas, se ocupó de desarrollar un plan para la búsqueda de yacimientos petrolíferos, la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP) y la Industria Azucarera Nacional, S.A. (IANSA).

Durante la década de 1940, Chile quedó definitivamente en calidad de país dependiente de Estados Unidos. Por una parte, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y, por otra, debido a los sustanciosos créditos que fueron entregados a Chile. Así, Estados Unidos se transformó en el principal socio comercial de nuestro país.

El esfuerzo de desarrollo de los gobiernos radicales impulsados a través de la CORFO, tuvo un talón de Aquiles en el grave problema inflacionario.

Durante toda la década de 1940 la inflación fue constantemente alta, particularmente en 1947. Sin embargo, los intentos del gobierno por estabilizar la inflación resultaron al final un fracaso, incidiendo directamente en el poder adquisitivo de los trabajadores.

La necesidad de una acción transparente por parte del gobierno, de una administración pública que estuviera ajena a las rivalidades partidistas y el anhelo de solución a los problemas económicos y a las diferencias sociales llevaron al electorado a apoyar la candidatura del Carlos Ibáñez del Campo, quien en 1954 llegó a la Presidencia con una votación del 46.8%.

A pesar de las esperanzas puestas en el nuevo mandatario, la situación no tuvo mayores cambios y, hacia fines del decenio, el país siguió enfrentando los mismos problemas.

Mientras se sucedían los presidentes, la sociedad en su conjunto fue experimentando una serie de cambios: como consecuencia de la mayor ingerencia del Estado en la economía y con la necesidad de personal calificado que las nuevas instituciones creadas requieren, se produce un importante afianzamiento de la clase media, sector que se había visto beneficiado con las políticas laborales implementadas por los gobiernos radicales desde la década del 30.

La actividad fabril que se llevó a cabo en este período atrajo mano de obra de origen rural y también a gran cantidad de trabajadores provenientes del norte, luego de la crisis de las salitreras. Grandes contingentes se concentraron en las ciudades, donde experimentaron condiciones precarias de vida, escasez de viviendas, insalubridad, ausencia de asistencia sanitaria, cesantía, hambre y marginalidad. Esta crítica situación hizo que sectores pudientes de la sociedad y jóvenes católicos los apoyaran con instituciones benéficas como el Ropero del Pueblo.

En cambio, aquellos trabajadores que se insertaron en el sistema laboral pudieron acceder a diferentes beneficios y se organizaron para defender sus intereses en sindicatos y organizaciones obreras. Por el contrario, los campesinos no accedieron a los beneficios de la clase trabajadora de las urbes. Ellos tuvieron la prohibición de agruparse en sindicatos, quedando así en condiciones de mayor miseria y retraso.

Los emigrantes de distinto origen que llegaron a Chile en la primera mitad del siglo XX son otro elemento a considerar, ya que contribuyeron a la creación de una sociedad más compleja y variada.

A esta cambiante realidad se incorporaron, de manera paulatina, las mujeres, quienes votaron en las elecciones municipales por primera vez en 1935, y luego obtuvieron sus derechos políticos en 1949. Se incorporaron también a la educación formal, constituyendo una presencia cada vez mayor tanto en escuelas como universidades.

Todos estos nuevos actores sociales se incorporaron a las actividades políticas, económicas y culturales. De hecho, entre los años ‘30 y ‘50 hay una expansión editorial y se nota un auge en la creación artística. Todo esto se vio reflejado en los cambios que se experimentaron en la vida cotidiana; en la ciudad de Santiago, principalmente, comenzó una especie de “época dorada” para la bohemia, que tiene numerosos cafés y restaurantes a su disposición.

Así, en esta nueva realidad, los partidos políticos comienzan a organizarse para enfrentar las elecciones de 1958. En este momento ya es posible distinguir los tres tercios que dominarán la política chilena entre 1958 y 1973. En la izquierda, luego de muchos años de lucha, los socialistas y comunistas logran llegar a acuerdos. En el centro, la recientemente creada Democracia Cristiana desplaza a los radicales, y, en la derecha, los liberales y conservadores logran también un acuerdo.

La derecha logra obtener la victoria en 1958, encabezada por Jorge Alessandri. Así como Ibáñez representó la opción del caudillo carismático, Alessandri representaba la opción de los técnicos.

Alessandri intentó encabezar un gobierno que estuviera por encima de los intereses partidarios y que tuviera, como primera tarea, controlar la grave crisis económica que afectaba al país. Sin embargo, a poco andar quedó demostrado que gobernar con independientes era casi imposible.

Las elecciones municipales de 1963 confirmaron los más oscuros augurios que rondaban al gobierno. La Democracia Cristiana se levantó como la primera fuerza electoral del país, mientras que la derecha sufrió una gran derrota. Así comenzaron los preparativos para la elección presidencial. Los pronósticos aseguraban que la definición se iba a dar entre la Democracia Cristiana y los partidos de izquierda unidos en el Frente de Acción Popular (FRAP); sin embargo, a fines de 1963, el panorama se complicó extraordinariamente. El fallecimiento del diputado Óscar Naranjo hizo necesaria la convocatoria a elecciones complementarias en Curicó. Por ser una zona agrícola, la derecha esperaba una fácil victoria, ya que el difunto parlamentario que pertenecía al Partido Socialista había obtenido su cargo en una lucha muy estrecha. Sin embargo, en la elección para ocupar su sillón, ganó Óscar Naranjo hijo, representando al FRAP. Esto generó una inmediata

reacción de la derecha, que decidió abandonar la candidatura presidencial de Julio Durán y apoyó a la Democracia Cristiana, lo que permitió la victoria de Eduardo Frei Montalva con una mayoría histórica.

La Revolución en libertad

La victoria de Eduardo Frei encabezando a la Democracia Cristiana representa dos fenómenos de importancia mayor para la historia política chilena de las últimas tres décadas. En primer lugar, los más prestigiados historiadores coinciden en que con la administración demócrata cristiana se inician los llamados “Proyectos Políticos Globales”, que pretendían lograr un camino íntegro del país. En segundo lugar, la victoria demócrata cristiana es un claro reflejo de la influencia que los sucesos internacionales tenían sobre Chile. Diversos analistas aseguran que la experiencia de la “Revolución en Libertad” era una clara opción frente al avance aparentemente victorioso del comunismo en América Latina, particularmente desde el triunfo de la revolución cubana en 1959.

Habiendo obtenido la victoria por tan amplia mayoría, la Democracia Cristiana buscó poner en práctica su programa de gobierno, el cual consistía esencialmente en llevar adelante grandes reformas que permitirían un cambio radical del país. En primer lugar, se recuperarían las riquezas básicas del país llevando adelante la “chilenización del cobre”. En segundo lugar, se impulsaría una reforma agraria seria y no como la del gobierno anterior, con la llamada “reforma del macetero”. En tercer lugar, se estimularía la participación de la población a través de los organismos de carácter intermedio, tales como las juntas de vecinos, los organismos juveniles, etc. En cuarto lugar, se procuraría emprender un vasto plan de vivienda que permitiera la construcción de 60.000 casas por año. Y, finalmente, se promovería la implantación definitiva del sufragio universal, integrando a los analfabetos y a los no videntes.

La vastedad del plan demócrata cristiano hizo que los más entusiastas hablaran del inicio de tres décadas de gobierno de esa tendencia política. Sin embargo, la situación del país terminó frustrando el intento.

Cuando Frei había asumido el poder señaló que “no iba a cambiar una coma de su programa ni por un millón de votos”. Esto tenía consecuencias políticas que no pasaron inadvertidas para los diversos sectores políticos. En primer lugar, la Democracia Cristiana estaba anunciando que iba a intentar gobernar sola; y en segundo lugar, que tendría que ganar necesariamente el control total del Congreso. El ánimo claramente confrontacional que percibieron los partidos políticos hizo que desde un primer momento se desatara una oposición despiadada al gobierno.

En marzo de 1965, la Democracia Cristiana obtiene el control de la Cámara de Diputados, pero el Senado queda en manos de la oposición, lo que obliga al gobierno a tener que negociar. El primer enfrentamiento se produce a raíz del envío del proyecto de ley de reforma agraria junto al proyecto de reforma de la Constitución en lo referente al derecho de propiedad. La derecha se opone inmediatamente alegando que se intentaba destruir el concepto de propiedad y llevar la anarquía al campo. La tramitación es demorada hasta 1967, cuando es aprobada, aunque con una serie de correcciones que hacen que el gobierno reaccione promulgando la ley de sindicalización campesina con el apoyo de la izquierda.

La aprobación de la ley de reforma agraria tiene consecuencias inmediatas. En primer lugar, obliga a la derecha a cerrar filas, organizando a liberales y conservadores en el Partido Nacional. En segundo lugar, el “entusiasmo” de algunos funcionarios de la Corporación de la Reforma Agraria, CORA, hace que se genere un clima de creciente inestabilidad en el campo, representado fundamentalmente en las tomas de terrenos.

De igual forma, el gobierno debe enfrentar a la izquierda que ganaba rápidamente terreno. Fundamentalmente el Partido Socialista y el Partido Comunista vieron un grave peligro en la política de promoción popular impulsada por el gobierno. No estaban equivocados, ya que el éxito del gobierno significaba desplazarlos de los sectores que tradicionalmente los habían apoyado. Por ello, como respuesta, en el Congreso retienen la promulgación de la ley de Juntas de Vecinos hasta mediados de 1968. Y, además, promueven la agitación obrera, particularmente en la minería. La represión del gobierno a los obreros parados, en marzo de 1966, hace que por primera vez la prensa de izquierda hable de violación de derechos humanos, de tortura y de dictadura legal, para referirse a la acción del gobierno.

Un clima de creciente polarización se estaba haciendo presente en el país. Muchos militantes de los partidos de la izquierda tradicional no estaban de acuerdo con el voto como un medio de acceso al poder, sino que se inclinaban por una vía revolucionaria y organizaron movimientos que tuvieran este objetivo. Uno de los más importantes fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que nació en 1965 en la Universidad de Concepción, bajo la inspiración de la revolución

cubana. Entre los años 1967 y 1970 demostraron su capacidad como guerrilla urbana llevando a cabo asaltos a bancos y otras acciones que la prensa de la época se encargó de magnificar para dar a la opinión pública la idea de una situación de beligerancia. Efectivamente, el país vivía una situación de gran polarización de la cual fueron partícipes todos los sectores.

Al mismo tiempo, la derecha estaba representada por el Partido Nacional, creado en 1966, en el que se habían fusionado los antiguos miembros de los partidos Liberal y Conservador, así como los grupos nacionalistas de marcado carácter antimarxista. Al respecto, los historiadores Correa, Figueroa, Jocelyn-Holt, Rolle y Vicuña en Historia del Siglo XX chileno señalan:

“(…) De suerte que, al igual que en el espectro de la izquierda, en la derecha también se hizo uso de la incontinencia verbal con el enemigo político a través de los medios de comunicación, se utilizó la movilización social que ocupaba la calle y grupos extremistas dispuestos a la acción violenta como fue el caso del Movimiento Patria y Libertad. Así pues, la derecha también contribuyó a exacerbar el creciente clima de polarización; por ejemplo, reaccionando, a veces irracionalmente incluso, a las políticas encaminadas a profundizar de los cambios estructurales, especialmente a la reforma agraria, en la medida que ésta quebró el orden hacendal responsable de la persistencia de la elite tradicional desde tiempos coloniales. (...)"

También los militares tuvieron participación en este período, ya que en 1969 se produjo un alzamiento conocido como el “Tacnazo”, en que el general Roberto Viaux se atrincheró en el regimiento Tacna en Santiago. El motivo esgrimido por este levantamiento fueron las malas remuneraciones y el pobre equipamiento del ejército. Este movimiento ponía en evidencia la existencia de un fuerte descontento entre sus filas.

En ese clima se iniciaron los preparativos para la elección presidencial que se avecinaba. La situación de extrema polarización en que se encontraba el país hacía que la contienda electoral se planteara como una lucha ideológica insoluble. La victoria de la izquierda significaba para muchos la caída de Chile en el comunismo; para la Democracia Cristiana, entretanto, era imperativo obtener una victoria electoral si deseaba consolidar el proceso de cambios que había iniciado; mientras que para la derecha era casi una cuestión de sobrevivencia.

La campaña electoral alcanzó límites de violencia y tensión que nunca se habían visto. En junio de 1969, el Ejército había descubierto una escuela de guerrillas al interior de Concepción y arreciaban las acusaciones de violación de derechos humanos en contra del gobierno por parte de la izquierda.

En septiembre de 1970, el abanderado de la Unidad Popular, Salvador Allende, obtenía la primera mayoría en las elecciones, pero sin alcanzar la mayoría absoluta, lo que obligaba a su ratificación por el Congreso. La cuestión debía decidirse entre él y Jorge Alessandri, abanderado de la derecha, que había obtenido el segundo lugar. Si bien la Democracia Cristiana había llegado tercera, estaba en sus manos la decisión final a raíz de su importante fuerza en el Congreso.

La Unidad Popular estuvo dispuesta a firmar un acuerdo con la Democracia Cristiana llamado “Estatuto de Garantías”, que comprometía al conglomerado de izquierda a no llevar adelante reformas que pusieran en peligro la estabilidad constitucional. Con ello ganaban el apoyo demócrata cristiano en el Congreso. Sin embargo, para la extrema derecha, la posible victoria de Allende era el peor escenario posible. Por ello intentaron levantar a las Fuerzas Armadas para que se tomaran el poder. Para ello, pretendieron secuestrar al Comandante en Jefe del Ejército, General René Schneider; sin embargo, éste ofreció resistencia y fue asesinado. La oportuna acción del gobierno y la rápida designación del General Carlos Prats, ayudaron a evitar una posible asonada militar.

Así, el 4 de noviembre de 1970, Salvador Allende juraba como Presidente de la República, iniciando el gobierno de la Unidad Popular.

1970 – 1973: del socialismo al autoritarismo Los contradictorios y difíciles días del “Gobierno Popular”

El 4 de septiembre de 1970 se llevaron a cabo elecciones presidenciales. Todo ese año se había desarrollado en el país una intensa campaña política de inusitada violencia y polarización. Se enfrentaban los tres proyectos políticos que se perfilaban en forma excluyente desde 1958: el liberal de derecha, que llevaba como candidato a Jorge Alessandri; socialcristiano de centro, con su candidato Radomiro Tomic, y socialista de izquierda, con Salvador Allende como abanderado.

El estrecho triunfo de la izquierda fue algo inesperado y sorprendente para los círculos de derecha, que desde ese mismo instante decidieron coartar su ascenso al poder. No obstante, el Congreso Pleno eligió a Salvador Allende como presidente de la República, quien asumió el cargo el 4 de noviembre de 1970.

Con respecto a la crisis que vivía en ese momento el país, el Informe Rettig señala:

“A partir de los años 1950, el país –como muchos en América Latina– presenció la inserción de su política interna en la lucha entre las superpotencias, la llamada “guerra fría”, que por su carga de opuestos intereses e ideologías de nivel mundial, implicaba en sí misma una polarización. Ella afectó a Chile, al comienzo –quizás– en escasa medida, pero muy fuertemente a partir de los años 1960, con la Revolución Cubana. Esta pretendía resolver los problemas que a su juicio eran comunes de Latinoamérica, derivados de la existencia de dictaduras militares y de serios desniveles económicos y sociales. Como se verá en la segunda parte, dicho acontecimiento rebasó las fronteras del país en el cual se daba, y vino a ser un episodio de la “guerra fría” y a oponer en toda Latinoamérica la “insurgencia” cubano-soviética versus la “contrainsurgencia” norteamericana, –con sus respectivos aliados locales–, constituyendo una forma extrema de polarización. La acompañó la intervención activa de las dos superpotencias en la vida política de los diversos países latinoamericanos. El nuestro no fue una excepción, ni hubo sector alguno de la política nacional enteramente libre de esos influjos.” (Informe Rettig. Segunda Parte. Capítulo I. Marco Político).

El período 1970 – 1973 fue intenso, complejo y contradictorio. La politización y polarización del país llegó a extremos inesperados haciendo imposible el entendimiento y la búsqueda de acuerdos entre los distintos sectores.

Salvador Allende llegó a la Presidencia apoyado por un conglomerado de fuerzas de izquierda, la Unidad Popular, que durante su campaña enarboló un programa a ser aplicado una vez obtenido el triunfo; distintas medidas de orden económico, político y social que iniciarían el cambio estructural del país: la “vía chilena al socialismo”.

Una de las primeras medidas del Gobierno fue un aumento masivo de sueldos y salarios del 55% como promedio. La idea era lograr una redistribución masiva del ingreso y así aumentar el poder adquisitivo y el consumo. Esto, a su vez, estimularía a la industria, que utilizaría su capacidad ociosa para elevar los niveles productivos, bajaría el desempleo y con ello se generaría un clima de confianza, que permitiría al Gobierno aplicar las medidas más revolucionarias de su programa.

En julio de 1971 se nacionalizó la gran minería del cobre, única medida que concitó el apoyo unánime de todo el espectro político nacional, y se aceleró la reforma agraria.

Inversiones en obra social

El programa de la Unidad Popular contemplaba medidas que iban en beneficio directo de los más pobres e históricamente excluidos. Su preocupación fundamental era la salud, educación y vivienda. Consecuentemente con ello se invirtieron recursos en las tres áreas. Así, subió el número de matrículas en la educación preescolar, básica, media y universitaria. Se aumentó la capacidad hospitalaria y subió la demanda de atención médica en consultorios y hospitales.

Otra de las medidas implementadas a favor de los más pobres fue la entrega de medio litro de leche a cada niño. Si bien es cierto que no se logró cubrir el programa completo, esta fue una ayuda en muchos hogares y un beneficio indudable para cientos de niños.

La crisis final

El 8 octubre de 1972, los transportistas, afectados en sus intereses y temerosos ante un futuro que sentían incierto, llamaron a un paro nacional que fue apoyado por la oposición al gobierno. Al paro adhirieron camioneros, autobuseros, el comercio, sectores de estudiantes y algunos gremios profesionales; a fines de octubre, el país estaba paralizado. La situación fue superada por el Gobierno al llamar a las Fuerzas Armadas a integrarse como institución al gabinete. El propio comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats, asumió el cargo de Ministro del Interior.

El 29 de junio de 1973 se producía el “Tanquetazo”, un intento golpista comandado por el coronel Roberto Souper. La situación fue controlada por el general y comandante en jefe del ejército, Carlos Prats. Este incidente desencadenó la renuncia de Prats a la Comandancia: el alto mando y la

oposición se lo pedían hacía semanas, y en su reemplazo era nombrado el general Augusto Pinochet.

La Iglesia Católica, encabezada por el arzobispo de Santiago, cardenal Raúl Silva Henríquez, preocupada frente a violencia diaria y polarización que vivía el país, buscó los canales para el diálogo entre el Presidente Allende y la Democracia Cristiana, cuyo presidente era Patricio Aylwin. El objetivo era llegar a acuerdos sobre cuestiones fundamentales para la oposición: la determinación jurídica de las tres áreas de la economía, el control de las tomas y la violencia. No obstante, los esfuerzos realizados por la Iglesia eran ya tardíos, la Democracia Cristiana había perdido toda confianza en el Gobierno, estaba aliada a la derecha y buscaba soluciones y compromisos radicales; por su parte, el Presidente Allende carecía de fuerza cohesionadora ante una izquierda interiormente dividida.

Para tener una visión más amplia de este período, te sugerimos que leas los siguientes análisis:

Documento 1

“En 1972 [...] la inflación cobró velocidad ascendente. El Gobierno perdió toda capacidad de planificación de largo plazo: la supervivencia diaria era todo lo que se podía lograr en esas condiciones.

La oposición hizo todo lo que estaba en sus manos para sabotear los planes económicos y sin duda contribuyó en forma decisiva a las dificultades económicas. En el Congreso se opuso a reformas tributarias y reajustes, y en 1972 aumentó sustancialmente el déficit fiscal al negarse a financiar el presupuesto. [...] Hubo sabotaje a la producción y huelgas generalizadas –como las llamadas huelgas patronales de octubre de 1972 y de junio de 1973– que dañaron seriamente la economía.

El problema de la intervención norteamericana es un tema polémico. La CIA estaba autorizada para gastar ocho millones de dólares a fin de asegurar el derrocamiento de Allende; [...] Además se suspendieron los créditos norteamericanos; Estados Unidos usó su influencia para obstruir los préstamos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, y trató de obstaculizar la renegociación de la deuda externa chilena. [...] Es posible que no haya existido bloqueo por parte de Estados Unidos, pero sí hubo un virtual boicot, [...].

El centro político desapareció en el Chile de Allende. El Partido Radical se dividió en tres fracciones. El PDC entabló relaciones de trabajo con el Partido Nacional debido a la presión de consideraciones electorales, a la ejercida por su propia ala derechista y a la deserción de varios parlamentarios progresistas que formaron la Izquierda Cristiana. Su propia moderación fue dejando aislado a Allende a medida que sus partidarios desarrollaban nuevas formas de organización política que escapaban al control del poder Ejecutivo y constituían el llamado “poder popular”.

[...] La oposición elaboró toda una serie de medidas destinadas a obstruir al Ejecutivo; no eran ilegales, pero violaban, por cierto, las normas convencionales del sistema parlamentario. El Gobierno, por su parte, empleó medidas de dudosa legalidad.”

Alan Angell. Chile de Alessandri a Pinochet: en busca de la utopía. Ed. Andrés Bello, Santiago, 1993.

Documento 2

“El balance económico del gobierno de Allende es, en definitiva, desastroso. Se trató, sin duda, en sus resultados de la peor gestión económica de toda la historia del país. Desde el punto de vista técnico-sustantivo la razón del fracaso hay que buscarla en el menosprecio y desconocimiento de los líderes políticos de la UP, empezando por el propio Presidente Allende e incluida la mayoría de los economistas de gobierno, de la lógica y reglas de funcionamiento de una economía de mercado.

[...] Su modelo operativo era la economía soviética. Consideraban la política monetaria como un instrumento imperialista administrado por el FMI [...] por lo demás, la izquierda nunca había asumido funciones de gobierno en el área económica, de modo que carecían totalmente de experiencia de gestión en la materia.

[...], la acción de la CIA se centró en el apoyo financiero a diversas instituciones y acciones opositoras, especialmente sus medios de comunicación, las campañas electorales tanto políticas

como en organizaciones sociales e instituciones de relevancia nacional, los sucesivos paros (octubre 72, mayo y agosto de 1973) y, en general, toda iniciativa encaminada a debilitar o desestabilizar el gobierno.

En el período 71-72, la DC –de vuelta de su proyecto histórico fracasado– trató de desempeñar, por primera vez y en circunstancias muy difíciles, el papel de partido de centro que le asignaba la ciencia política y que siempre había rechazado. En ese breve período pudo haberse restablecido el esquema de tres bloques; sin embargo, la DC fue arrastrada (por la clase media) y empujada (por la Unidad Popular) a integrar la oposición en la confrontación dicotómica que condujo a la crisis final.

[...] A partir de ese momento, la DC caminó inexorablemente hacia un entendimiento con la derecha, procurando moderar la estrategia de ésta pero con escasa capacidad de iniciativa propia. De ahí en adelante la oposición fue endureciéndose en su conjunto, un escenario en que la voz cantante correspondió crecientemente a los gremios radicalizados, decididos a producir el fin del régimen de la Unidad Popular.”

Edgardo Boeninger. Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad. Ed. Andrés Bello, Santiago, Segunda edición, 1998.

Documento 3

“Cualesquiera que hayan sido las causas de la crisis económica, no parece discutible que ella contribuyó con singular intensidad a desarrollar la situación que desembocaría en los sucesos de 1973.

Si la oposición partidista no tuvo [...] una posición tan neta de “vía armada” como la que tenían algunos sectores de Gobierno, no parece discutible que, a través de organismos políticos (partidos y Congreso) y sociales (gremios productivos y profesionales), intentó obligar a la Unidad Popular a transigir, preterir y abandonar su modelo de sociedad, colocándola en la disyuntiva de hacerlo o de enfrentar un país ingobernable.

“Vía armada” e “ingobernabilidad” vinieron a ser, de tal modo, indicativas de conceptos excluyentes de sociedad, ninguno de los cuales podía imponerse al otro democráticamente, y sin tampoco admitirse transigirlo con el adversario, abriendo así camino a una salida pacífica.

Sin embargo, para que los sectores gremiales y profesionales, así como las bases más que las directivas de los partidos opositores, hayan llegado a esa postura de extrema rebeldía –el paro conducente a la ingobernabilidad- no es explicación bastante el apasionamiento político de la hora.

Además, esos sectores se sintieron desamparados por los mecanismos estatales llamados a proteger sus derechos. Sintieron que dichos mecanismos –Congreso Nacional, Contraloría, Justicia– eran impotentes para detener la violación de aquellos.

[...] Finalmente no puede olvidarse [...] el papel jugado por los medios de comunicación.

No en todos ellos, pero sí en algunos, especialmente escritos, de vasta difusión –y de ambos lados–, la destrucción de la persona moral de los adversarios alcanzó límites increíbles, y se recurrió para ello a todas las armas.

Presentada así en ambos extremos, la figura del enemigo político como despreciable, su aniquilamiento físico parecía justiciero, si no necesario, y no pocas veces se llamó a él abiertamente.

[...] los hechos posteriores, [...], tampoco parecen dejar dudas que, adicionalmente, existía al interior de las Fuerzas Armadas y de Orden una corriente ideológica, caracterizada (quizás) por algunas nociones más bien vagas y simples sobre lo que debía ser la organización política, social y económica del país, pero sobre todo por un concepto extremo y extraviado de la guerra antisubversiva en relación con la seguridad nacional.”

Informe Rettig. Segunda Parte. Capítulo I. Marco Político.

El golpe militar del 11 de septiembre de 1973

Múltiples son las causas mediatas e inmediatas que llevaron a la profunda crisis que el país vivió en los años 70 y que tuvieron como desenlace dramático y drástico el golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Es claro que ellas son de todo orden: político, económico y social, y que operaron lentamente en el tiempo desde el interior pero también del exterior del país.

El 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas y de Orden, en un movimiento conjunto por aire, mar y tierra, depusieron al Gobierno de Salvador Allende. El palacio presidencial, La Moneda, fue sitiado por unidades del Ejército y más tarde bombardeada por la Fuerza Aérea, mientras, en su interior, el Presidente Allende se quitaba la vida.

Producido el golpe militar, las Fuerzas Armadas y de Orden asumieron todo el poder del Estado, a excepción del poder Judicial. De tal modo, la Junta Militar estuvo formada por los generales Augusto Pinochet, comandante en jefe del Ejército; Gustavo Leigh, comandante en jefe de la Aviación; César Mendoza, comandante en jefe de Carabineros; y el almirante José Toribio Merino, comandante en jefe de la Marina.

La refundación neoliberal

A partir de 1975 el gobierno militar implementó, en la economía nacional, el modelo neoliberal, impulsado por un grupo de jóvenes economistas chilenos formados en la Universidad de Chicago conocidos como los “Chicago Boys”. Bajo su perspectiva, la economía social de mercado implicaba una reestructuración de la economía y un replanteamiento necesario de la política económica del país desde los años treinta en adelante. El Estado debía perder su rol conductor y planificador de la economía. El proyecto económico significaba una refundación de la economía nacional y del sistema político, y con ello, de la sociedad en su conjunto. Para esta tarea se requerían plazos largos y un estricto control autoritario en el plano político; solamente así se podrían eliminar las distorsiones introducidas al ceder frente a demandas populares, y establecer los requerimientos indispensables para que las fuerzas del mercado pudiesen operar.

Las medidas a tomar para implantar el nuevo modelo eran claras:

Reducción del sector público, esto era, reducir el tamaño, funciones y, por lo tanto, gastos del Estado. Reducir el tamaño significaba la disminución drástica del aparato burocrático, o sea, el despido de empleados públicos. Reducir las funciones del Estado implicaba que éste dejaba su rol conductor de la economía, la educación, la salud y otras áreas en que históricamente había ejercido un papel rector.

Conceder absoluta libertad a la iniciativa privada. Establecer las condiciones para que las fuerzas del mercado pudieran operar, es decir,

condiciones para el libre mercado; así, éste regularía los distintos sectores de la economía sin necesidad de apoyo estatal a sectores no competitivos. También regularía los niveles de sueldos y salarios, debilitando cualquier negociación política de estos.

El historiador Ricardo Krebs comenta al respecto:

“El modelo neoliberal de economía se nutría de la fe en la libertad. Creía en la capacidad creadora del individuo para producir bienes materiales y espirituales y promover el desarrollo integral de la sociedad. Rechazaba, por tanto, todo sistema de planificación gubernamental centralizado y todo dirigismo económico y social y procuraba extender al máximo el ámbito de interacción espontánea del individuo. Consecuentemente, había que redefinir el papel del Estado, limitar las funciones, atribuciones y acciones del poder público, reducir el gasto fiscal y el aparato administrativo y promover una amplia liberalización de los mercados, del comercio exterior, del sistema financiero, de las relaciones laborales, de la seguridad social, de la salud y de la educación.” (Ricardo Krebs. Nueva historia de Chile. Ed. Zig-Zag, Santiago, 1996).

El neoliberalismo en acción

Las medidas señaladas y consideradas imprescindibles se tomaron a partir de abril de 1975 en lo que se llamó la política de “shock”. Después de 1982 se introdujeron correcciones al modelo, pero en lo sustancial prevaleció desarrollándose en torno a grandes cambios que, más que reformas, significaron una verdadera revolución en nuestra economía.

Se inició el proceso de privatización de las empresas del Estado y como un proceso paralelo a éste se subieron las tasas de interés. Por ello quienes adquirieron los bienes del Estado fueron aquellos grupos económicos con acceso a los créditos en el extranjero, cuyos intereses eran significativamente más bajos. Este hecho dio como resultado la concentración del poder en pocos

grupos económicos que dominaron el sector financiero, bancario, industrial y las exportaciones agrícolas. En el otro extremo, la pobreza se profundizó.

La privatización también llegó al sector agrario. Casi el 40% de la tierra expropiada se asignó a quienes la trabajaban, pero estos debieron venderla al no tener acceso a los créditos ni a la asistencia técnica.

Desregularización y liberalización de la economía

La economía nacional estaba sujeta a un control y planificación que el Estado ejercía con rigurosidad. Esa realidad cambia bruscamente y se liberalizan los precios sobre prácticamente todos lo productos, los que en adelante fijaría el mercado según la oferta y la demanda. Lo mismo ocurrió con las tasas de interés bancario y las operaciones financieras en general, permitiéndose la entrada de capitales extranjeros. Además, se otorgaron franquicias como una forma de atraer la inversión extranjera.

Consecuentemente con esta liberalización se eliminaron todas las trabas legales que regulaban la economía; así, se redujeron los aranceles sobre las importaciones, lo que significará la invasión de los mercados nacionales por productos importados a bajo precio y la quiebra de la industria nacional.

La crisis de 1982: redefinición del modelo

En 1982 se inicia un período de recesión mundial. El crecimiento económico sostenido que había tenido el país a partir de 1976, el llamado “milagro”, sufre una crisis importante. Es a partir de esta crisis que, en 1985 y bajo la dirección de Hernán Büchi, el modelo económico sufre algunas alteraciones. El neoliberalismo como principio económico permanece inalterable, pero se redefinieron las funciones del Estado, que se transformó en un “Estado subsidiario” que conservará determinadas funciones económicas y sociales, principalmente, aquellas que los particulares no pueden sostener por su envergadura.

En el ámbito social, al Estado se le asignó la tarea de mantener un sistema que ofreciese gratuitamente prestaciones de salud, educación y previsión social; además, debía asignar subsidios habitacionales para que las familias más pobres adquirieran una vivienda.

Institucionalidad, crisis y transición a la democracia En 1980 es aprobada, a través de un plebiscito, una nueva carta fundamental: la Constitución de 1980. Por medio de ella el gobierno militar daba definitivamente un marco institucional y legitimaba su quehacer, fijando el camino político que el país seguiría en el futuro.

La Constitución establecía una “democracia protegida” con un nuevo período de 8 años de gobierno para el general Pinochet como Presidente de la República y sin Parlamento; en 1988 se llamaría a un nuevo plebiscito que decidiría si Augusto Pinochet continuaba por 8 años más. Si en este plebiscito no era ratificado en el poder, se llamaría a elecciones abiertas y competitivas en 1989, entrando en vigencia la Constitución.

Sin embargo, la crisis económica de 1982 sirvió de detonante para que la oposición al gobierno se organizara. Entre 1983 y 1986 el país se vio surcado por las protestas y la agitación social llevada adelante por sindicatos, organizaciones estudiantiles, poblacionales y partidos políticos.

La oposición desarticulada durante años logró finalmente formar un frente común que se concretó en diversas organizaciones. Una de ellas fue el Comando Nacional de Trabajadores, que logró articular el movimiento sindical y jugar un rol importante en la oposición al régimen. Por otro lado, los partidos de izquierda se reagruparon en el Movimiento Democrático Popular que, bajo la política de movilización de masas, se sumó a las protestas. La Democracia Cristiana, junto a socialistas renovados, formó la Alianza Democrática, que buscó una salida política a través de las negociaciones y la llamada resistencia pacífica.

En 1986, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), en un despliegue operativo, intentó asesinar al general Pinochet. Este intento fracasó, pero fue un elemento que influyó para que la oposición redoblara sus esfuerzos por dar una salida pacífica a la crisis.

Llegó 1988 y con ello se cumplía la primera etapa diseñada por la Constitución. Correspondía ahora llevar a cabo el plebiscito para ratificar o rechazar a Augusto Pinochet por otros 8 años. Este

fue fijado para el 5 de octubre y la Junta denominó a Augusto Pinochet como único candidato; la alternativa era votar SÍ o NO.

Se reorganizaron los registros electorales, los ciudadanos debieron inscribirse y se dictaron las normas para el funcionamiento de los partidos políticos, los que lentamente iniciaron su proceso de legalización.

El 2 de febrero de 1988 se concretó la formación de la Concertación de Partidos por el NO. 16 partidos conformaron esta nueva alianza política cuyo objetivo inmediato era lograr el triunfo del NO en el plebiscito. La vida partidaria y política renació, y con ella grandes concentraciones, campañas por radio y televisión, calles sembradas de panfletos y propaganda; periodistas de todo el mundo llegaron a observar el desarrollo de la campaña y la votación: eran los ojos de la comunidad internacional que esperaba con expectación los sucesos.

Las elecciones se realizaron con absoluta normalidad: de los 7.400.000 inscritos votó el 97%, dando un triunfo al NO con un 57% de los votos válidamente emitidos.

Siguiendo el itinerario constitucional, el 14 de diciembre de 1989 se realizaron elecciones presidenciales, en las cuales triunfó el abanderado de la Concertación, Patricio Aylwin, con un 55% de los votos, quien asumió como Presidente del República en marzo de 1990. Con él se iniciaba la transición a la democracia. Algunos puntos del programa de gobierno se referían a:

Desarrollo de una política de derechos humanos. Lograr el retorno total de las Fuerzas Armadas y de Orden a sus funciones propias, y su

reinserción en la vida democrática tal como lo dispone la Constitución. Reformar la Constitución suprimiendo los resabios autoritarios de ella y, de esta forma,

perfeccionar las instituciones democráticas. En el desarrollo económico, buscar el crecimiento con equidad.

Derechos humanos: una responsabilidad nacional e internacional

Junto al establecimiento de un nuevo modelo económico, desde la instalación del gobierno militar se llevó a cabo una política de persecución a sus opositores. Ello se expresó en una represión prolongada en el tiempo; la violación sistemática de los derechos humanos fue una realidad a la cual los chilenos y chilenas debieron enfrentarse. Esta realidad es la que se recoge en el Informe Rettig, que investigó las violaciones de los Derechos Humanos con resultado de muerte, y en el Informe Valech, que indagó sobre la aplicación sistemática de torturas durante el régimen militar.

El Informe Rettig dice al respecto:

“La doctrina de la contrainsurgencia se reflejó, en diversos grados, sobre las enseñanzas recibidas y las prácticas inculcadas en los entrenamientos de la lucha antiguerrillera. El secreto de las operaciones; las “técnicas de interrogatorio”; la educación en formas de lucha y de muerte “especiales” y para tender emboscadas; los adiestramientos “de supervivencia”, que a menudo incluían realizar actos degradantes para la propia dignidad, o crueles, etc., iban acostumbrando a los alumnos a que los límites éticos fuesen retrocediendo o desvaneciéndose, hasta desaparecer.

[...] el contrainsurgente, el luchador [...] venía a ser una especie de héroe, que sacrificaba no sólo vida física, sino su integridad moral, para que los demás pudieran gozar de ésta y de los beneficios de la sociedad libre.

La otra justificación era un concepto deformado de la seguridad nacional. Esta como valor supremo, estaría por encima de la ética, formulándose así una revivencia de la antigua “razón de Estado” que –como esta– autorizaría en casos extremos, declarados subjetivamente por la propia autoridad, la violación de derechos individuales por motivos de supuesto interés general.”

Informe Rettig. Segunda Parte: El marco político 1973-1990 y los Derechos Humanos.

La Comisión de Verdad y Reconciliación

En 1990 el gobierno de Patricio Aylwin dio el primer paso oficial en la búsqueda de respuestas y en el establecimiento de los hechos ocurridos. Para tal efecto creó la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación. Su objetivo era:

“[...] establecer un cuadro lo más completo posible sobre las graves violaciones a los derechos humanos, entendiendo por tales la situación de los detenidos-desaparecidos, ejecutados y torturados con resultado de muerte, en que apareciera comprometida la responsabilidad del Estado por actos de sus agentes o personas a su servicio, como asimismo los secuestros y los atentados contra la vida de personas cometidos por particulares bajo pretextos políticos.” (Comisión Rettig)

Ella reunió a personas de distintos ámbitos de la vida nacional, con distintas visiones de nuestra historia y del período en cuestión; el producto de largos meses de investigación y trabajo, el Informe Rettig, fue entregado al Presidente Aylwin el 8 de febrero de 1991 y éste lo dio a conocer al país el 4 de marzo del mismo año.

Las investigaciones de la Comisión vertidas en el Informe señalaron que los crímenes negados por tan largo tiempo existían. La evidencia era indiscutible, las personas secuestradas, en un número cercano a 2.000, eran detenidos desaparecidos. La responsabilidad de estos hechos recaía en los servicios de seguridad del gobierno militar, especialmente la DINA, dirigida por el general de Ejército Manuel Contreras. El Informe fue enfático en rechazar la existencia de un estado de guerra interna en el período, elemento en el cual se había sustentado el gobierno militar para explicar las muertes y desaparecimientos.

En su segunda parte este documento entrega una explicación global que ayuda a entender las múltiples causas que condujeron a la crisis de 1973 y a la posterior trasgresión de los derechos humanos. El informe da posibles respuestas frente a hechos y, lo que es más importante, a través de su explicación y reconocimiento histórico intenta prevenir que tales situaciones se repitan.

En términos generales el Informe señala:

La crisis de 1973 tenía raíces profundas de carácter socio-económico, que iban más allá del período en cuestión, “... el origen último de la crisis deberá buscarse en la lucha, a lo largo del siglo, y dentro del régimen republicano, entre los distintos y divergentes intereses sociales.” (Informe Rettig, Segunda Parte, cap. I).

En orden de las causas inmediatas de esta crisis “... puede ser descrita como una aguda polarización de dos bandos –gubernativo y opositores– en las posturas políticas del mundo civil. Ninguno de estos bandos logró (ni probablemente quiso) transigir con el otro, y en cada uno de ellos hubo, aun, sectores que estimaban preferible, a cualquier transacción, el enfrentamiento armado.” (ibid.)

Dentro de los factores de polarización es importante señalar el desempeñado por el marco internacional. Nuestro país se ve involucrado, a partir de la década de 1950, en lo que fue el enfrentamiento entre las grandes potencias hegemónicas del período, EE.UU. y la URSS, en la llamada “Guerra Fría”. A partir de 1960, con la Revolución Cubana, esta situación se agudiza, puesto que las fuerzas de izquierda se convencen de que la única alternativa para la resolución de los problemas socioeconómicos es a través del enfrentamiento y la insurgencia. A este análisis se opuso la contrainsurgencia norteamericana; Latinoamérica pasó así a formar parte del cuadro general de la guerra fría.

En este marco actúa Estados Unidos una vez obtenido el triunfo la Unidad Popular, desarrollando un plan de desestabilización económica contra el Gobierno.

En el marco de la contrainsurgencia y de la Guerra Fría, los oficiales de las Fuerzas Armadas recibieron adiestramientos sistemáticos organizados por Estados Unidos en Panamá. Estos adiestramientos implicaron un cambio profundo en sus planteamientos en torno a la seguridad nacional; a partir de ese momento se visualizó un escenario de guerra en donde el enemigo no solo provenía del exterior, sino que existía también el enemigo interno, personificado indistintamente por las fuerzas de izquierda y “comunistas”. Así planteada, la seguridad nacional pasó a ser prioridad, y en la lucha contra este enemigo interno la dignidad personal no tenía espacio ni significación.

Cabe señalar que no todos los oficiales ni las Fuerzas Armadas en su conjunto compartieron esta línea de pensamiento.

Al margen de las respuestas dadas por el Informe Rettig, existen muchas otras ofrecidas por historiadores, sociólogos e investigadores en general. Todas ellas aportan elementos a considerar, puesto que ayudan a entender un difícil período de nuestra historia.

Es importante también señalar la posición adoptada por sectores cercanos y partidarios del régimen militar. Ellos argumentan que el país vivía un estado de guerra interno y, en ese contexto, hubo muertes producto de los enfrentamientos naturales en esa situación; las violaciones a los derechos humanos habrían sido el producto de excesos cometidos por personas claramente identificables, pero que no involucran a las Fuerzas Armadas y de Orden en su conjunto, ni a sus

altos mandos y, por lo tanto, no existió una política de Estado destinada a exterminar a determinados grupos de la sociedad.

Por otro lado, la izquierda chilena tiene una interpretación diferente de los hechos. Ellos afirman que la política de exterminio existió y fue posible gracias al poder absoluto que los militares detentaron durante los 17 años de gobierno. El objetivo de esta fue descabezar los partidos y organizaciones de izquierda y de esta forma desbaratar el proyecto de sociedad socialista. Estos objetivos se relacionarían con la política de contrainsurgencia y seguridad nacional implantada desde los Estados Unidos.

La mesa de diálogo

El Informe Rettig logró recopilar antecedentes, estableciendo como una verdad inobjetable la trasgresión de los derechos humanos. No obstante, constatado el hecho era necesario ubicar los restos mortales de las víctimas o establecer su destino y así ayudar a la reconciliación nacional. Con ese objetivo fue creada en agosto de 1999 la Mesa de diálogo, la cual el 13 de junio de 2000, hizo pública una declaración en la que expresó:

“Con miras a propiciar dicho espíritu y, en general, de avanzar hacia un reencuentro nacional, representantes de las FF.AA. y Carabineros, abogados de derechos humanos, autoridades de entidades éticas y personeros de la sociedad civil, han trabajado por largo tiempo en esta instancia de diálogo, reconstruyendo espacios de confianza sobre la base de la tolerancia y la franqueza.”

En esa declaración propusieron distintas medidas a tomar para lograr la ubicación de los restos de los detenidos desaparecidos o establecer su destino; al respecto era vital dictar disposiciones legales que establecieran el secreto profesional para aquellos que entregaran información sobre los detenidos desaparecidos. Para esto, pedían al Congreso Nacional la aprobación rápida de ellas y al poder Judicial el nombramiento sin dilación de Ministros en Visita para la investigación de estos casos, cuando se produjesen.

La Fuerzas Armadas y Carabineros se comprometieron a, en un plazo de seis meses, realizar esfuerzos para obtener información útil con el fin de encontrar los restos de los detenidos desaparecidos o establecer su destino. Igual compromiso hicieron las instituciones religiosas y éticas presentes en la Mesa de diálogo, poniéndose a disposición para recibir esta información.

Se llamaba al Presidente de la República a evaluar el trabajo y los logros después de 6 meses, pudiendo prorrogar el trabajo por otros 6 meses si fuese necesario.

Introducción 

¿Te has preguntado alguna vez cuál es el origen de la diversidad productiva de tu provincia o región? ¿Qué empresas o industrias existían en tu ciudad hace cien años? ¿Cómo vivían tus abuelos o tu familia, a fines del siglo XIX y comienzos del XX? ¿Cómo llegaron tus antepasados a tu zona, o de dónde llegaron? ¿Cómo vivían en el 1900?

Seguramente, en el lugar en que vives hay diversas actividades productivas y económicas, muchas de las cuales existen en nuestro territorio desde hace años.

Esta variedad es el resultado de iniciativas de diferente origen. Algunas fueron realizadas por el Estado y otras por el esfuerzo de hombres y mujeres que, intentando sobrevivir y satisfacer sus necesidades, crearon empresas y organizaciones de producción.

Con el paso del tiempo se fueron desarrollando diferentes formas de expresión cultural, pues las actividades económicas no solo generan recursos, sino que crean también formas de entender la vida, de expresarse, de relacionarse con la naturaleza, etc.

Este eje está centrado en el estudio de las últimas décadas del siglo XIX y los difíciles comienzos del XX. Dicho período será abordado a partir de cinco grandes temas:

El primero se refiere al proceso de crecimiento económico experimentado en aquella época, a partir de la producción salitrera del norte del país y a cómo el Estado chileno ocupó sus nuevos recursos económicos en la construcción de importantes obras de infraestructura, muchas de las cuales existen hasta el día de hoy.

Por otra parte, se busca que conozcas los avances llevados a cabo en el área de la educación como producto de las entradas fiscales que el estado chileno cobraba por concepto de impuestos de exportación del salitre. Fue una época de importantes inversiones privadas y públicas en el área de la cultura: fundación de escuelas, liceos, instituciones de beneficencia, colegios, etc. Quizás, es posible que tu liceo sea de aquellos años.

Otro tema central en este eje temático es el que se refiere al importante movimiento social que se generó a partir de las primeras organizaciones obreras y políticas, creadas en las últimas décadas del siglo XIX. Este movimiento se caracterizó por un creciente desarrollo de las reivindicaciones sociales a propósito de las difíciles condiciones de trabajo en el norte y centro del país. En otras palabras, el ejercicio de los derechos ciudadanos de los chilenos y chilenas de aquel entonces.

Es importante que conozcas las condiciones de trabajo de los obreros y obreras de fines del siglo XIX y su búsqueda de soluciones a sus principales problemas. Por otra parte, es en esta época en que se fundaron importantes movimientos artísticos y culturales, protagonizados por intelectuales y artistas que retrataron las condiciones sociales de ese entonces. La mayor parte de estas creaciones tenían que ver con críticas a las duras condiciones de vida, especialmente de las personas más pobres que vivían en las ciudades.

Un tercer tema que se trabaja en este eje, es el referido a los problemas que acarrea una economía monoproductora, es decir, que concentra todos sus esfuerzos económicos en la explotación de pocas materias primas o manufacturas. Esto es lo que le ocurrió a Chile a fines del siglo XIX y que trajo considerables costos económicos cuando el salitre dejó de ser un negocio de exportación, en la década de 1920. Esta crisis dejó huellas importantes en el desarrollo posterior de nuestra historia en el siglo XX. La característica monoproductora de la economía chilena de ese entonces, marcó por largas décadas nuestra economía.

El último tema de este eje es el que se refiere a las dificultades que el Estado chileno tuvo para paliar estas precarias condiciones sociales y, específicamente, el sistema parlamentarista que gobernó Chile desde 1891 hasta 1925 y que terminó con un nuevo orden político y social a fines de los años veinte.

Te sugerimos estudiar los distintos esfuerzos realizados por diferentes sectores políticos de fines del siglo XIX y comienzos del XX para buscar una salida a los temas relacionados con la calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras de ese entonces.

Para tal efecto, debes considerar que en esos años ya existían en Chile técnicas de registro, como la fotografía. Hay una serie de imágenes que te pueden ayudar a conocer cómo vivían los chilenos y chilenas de comienzos del siglo XX. Te recomendamos que entres a www.memoriachilena.cl, sitio en que podrás encontrar documentos gráficos que te interesarán.

La riqueza salitrera y la economía de fines de siglo Desde el momento en que Chile emerge como país independiente, su economía se caracterizó por ser monoproductora y dependiente de los mercados internacionales.

En el decenio de 1850, los principales ingresos provenían de las exportaciones de plata, de los minerales de Chañarcillo y Tres Puntas, entre otros, realizadas a mercados europeos; cobre, enviado a Inglaterra y Estados Unidos; trigo y harina, vendidos a California y en menor medida a Europa.

En 1860 esta situación sufrió un cambio porque California, que era nuestro principal mercado del trigo, se vuelve capaz de autoabastecer a su población. Debido a esto, nuestras exportaciones descienden hasta casi desaparecer y los precios del trigo y la harina experimentan una fuerte caída, lo que asestó un duro golpe a la economía del país.

A esta delicada situación en la agricultura se agregó el agotamiento de Chañarcillo y Tres Puntas, que significó el fin de las exportaciones de ese mineral.

La disminución de las exportaciones determinó menores ingresos para el país y, en consecuencia, para las personas. Poco a poco la economía nacional fue afectada por una grave crisis que alcanzó su punto crítico en 1861 y se prolongó, con altos y bajos, durante todo el decenio siguiente.

En 1879 estalla la Guerra del Pacífico, que hizo olvidar la crisis económica y social en la que el país se encontraba sumergido. Cuando la guerra termina, Chile ha ganado la riqueza salitrera del norte y ello cambiará por completo la situación.

La industria salitrera y la economía del país

Al finalizar la Guerra del Pacífico, Chile ha aumentado en más de un tercio su territorio y ha incorporado toda la riqueza salitrera, que pasó a ser el motor económico en los siguientes decenios.

Gobiernos del período:

Federico Errázuriz Zañartu (1871 – 1876).

Aníbal Pinto (1876 – 1881).

Domingo Santa María (1881 – 1886).

José Manuel Balmaceda (1886 – 1891).

La minería del salitre y el progreso industrial

Desde su inicio la minería debió competir en los mercados internacionales, con lo que se impuso la necesidad de una alta productividad y de una creciente eficiencia. Se generó la obligación de introducir los avances tecnológicos en las faenas de refinado y transporte, lo que transformó a este sector y lo convirtió en el motor industrializador del país.

En la década de 1870, se verificó un segundo impulso tecnológico que permitió una mayor producción, el procesamiento de salitres de baja ley y el ahorro de combustible y de la mano de obra.

Para implementar esta nueva tecnología se requirió de la inversión de grandes capitales, que fueron suministrados por sociedades anónimas que desplazaron a los productores tradicionales.

De esta forma, en Chile la minería y la actividad salitrera inician la industrialización y las formas de organización capitalista de la producción.

El Estado y la nueva riqueza salitrera

El Estado chileno cobró los derechos de exportación del mineral y por ello los ingresos de las arcas fiscales aumentaron considerablemente. Estos mayores ingresos posibilitaron el pago de la deuda externa, llevar adelante importantes obras públicas, extender más de mil kilómetros de líneas de ferrocarril que unieron principalmente el Sur con la Zona Central, la construcción de puentes, el viaducto de Malleco, más de 700 kilómetros de caminos carreteros, instalación de líneas telegráficas y agua potable en las ciudades.

Se levantaron numerosos edificios para la administración pública y se realizaron también inversiones en servicios como la educación: se fundaron liceos de hombres y los primeros liceos fiscales de niñas. Para reforzar este sector se creó el Instituto Pedagógico, destinado a formar a un mayor número de profesores.

Finalmente, en 1887, bajo el gobierno de José Manuel Balmaceda se creó el Ministerio de Obras Públicas, con el fin de dirigir todo el progreso material.

La actividad comercial también entregó importantes recursos al Estado por concepto de pagos aduaneros.

Pobreza y desprotección: la “cuestión social” A finales del siglo XIX comenzaron a darse las primeras señales de un cambio de actitud frente a los problemas sociales. Sin embargo, el tema social había sido instalado en la opinión pública chilena a mediados del siglo XIX, en la voz de la “Sociedad de la Igualdad”, lugar en el cual Santiago Arcos y Francisco Bilbao elaboraron una serie de críticas a la situación de la desigualdad en Chile. El tema de las diferencias sociales y de la extrema pobreza era ya candente desde aquel entonces.

La Iglesia, particularmente a partir de la Encíclica Rerum Novarum, denunció las condiciones de vida y trabajo inhumanos en que se debatían los sectores populares europeos. Este llamado de

alerta fue tomado en nuestro país por los católicos chilenos que comenzaron a denunciar las condiciones de vida de los trabajadores, ya que la situación de los sectores más pobres del país, durante todo este siglo, no había preocupado ni a los gobiernos ni a la clase dirigente.

Durante la segunda mitad del siglo XIX se produjo un lento proceso de emigración campo-ciudad, que se acentuó a fines del siglo y se dirigió también hacia las salitreras.

Esta emigración tuvo como motivación fundamental la búsqueda de trabajo y de mejores condiciones de vida que las del campo. Las ciudades de Santiago y, en menor proporción, las de Valparaíso y Concepción, fueron los centros de atracción de los inmigrantes.

Las ciudades, que no contaban con condiciones de urbanización adecuadas, comenzaron a recibir un flujo constante de población que se hacinó de cualquier manera y provocó una serie de problemas que constituyeron la antes mencionada cuestión social.

Las primeras organizaciones obreras

Los graves problemas que afectaban a los sectores obreros, los impulsaron a crear las mutuales o sociedades de socorros mutuos a mediados del siglo XIX. Estas primeras organizaciones obreras nacieron al margen de la relación obrero-patrón, obrero-Estado y del quehacer político. Su preocupación fue el obrero, su familia y sus condiciones de vida. De este modo, las mutuales se preocuparon de brindar a sus afiliados distintos servicios de carácter educacional, de salud y económicos: médico, farmacia, vivienda, escuela nocturna y biblioteca, combatían el alcoholismo y ayudaban a las familias cuando algún miembro de ella fallecía y no tenían los medios económicos para cubrir el gasto de los funerales.

Para lograr sus fines, el obrero se afiliaba a una mutual y aportaba con una pequeña cuota, que era el dinero que financiaba y posibilitaba la actividad de ayuda que se había propuesto.

Ya a principios del siglo XX, surgen las Sociedades de Resistencia con un claro ideario anarquista. No creían en la acción política, sino que practicaban la llamada “acción directa”, principalmente a través de la organización de huelgas.

Posteriormente, en al zona salitrera, surgieron las mancomunales que, si bien no se diferenciaron objetivamente de las mutuales, dieron por primera vez al movimiento obrero una cierta organización. Pero tendría que llegar el año de 1909 para que surgiera la primera organización sindical moderna, al nacer la Federación Obrera de Chile, FOCH, que en 1917 se transformó en una federación sindical con un contenido político de clara orientación socialista.

La guerra civil de 1891 En 1891 la situación política del país devino en el estallido de una sangrienta revolución que terminó con la vida de un presidente, además de la vida de varios miles de chilenos. De hecho, es el conflicto armado en el que más chilenos han muerto. Esta guerra dividió a los chilenos por muchos años e implantó un nuevo régimen político que conocemos como parlamentarismo.

Sin embargo, la revolución vino a ser solamente la culminación de un proceso que se había iniciado en la década de 1870. Fundamentalmente nos referimos a las reformas constitucionales que se hicieron en ese entonces. Un somero análisis de ellas permite ver que lo que realmente se buscaba era quitar poder al Presidente y traspasarlo al Congreso. Liderando este cambio fundamental se encontraban los liberales que, mirando hacia Europa, descubrían que los países más adelantados eran precisamente aquellos que tenían un régimen parlamentario.

El proceso había sido lento pero inexorable. Las reformas, la libertad electoral e incluso los enfrentamientos con la Iglesia eran parte de este drama.

En 1886 llega al poder José Manuel Balmaceda, uno de los principales líderes del liberalismo chileno.

El último acto se inició a mediados de 1890. Eran los últimos meses de un gobierno que se había caracterizado por su enfoque progresista. Sin embargo, los enfrentamientos con el Congreso habían llegado a un punto culminante. Habiendo enviado la ley de presupuesto para su aprobación, el Congreso decidió retardarla para así presionar a Balmaceda a nombrar un gabinete de su agrado. Solamente la mediación de Monseñor Mariano Casanova permitió retardar el enfrentamiento inminente. Balmaceda concedió nombrar un gabinete encabezado por Belisario Prats, el cual pronto renunció acusando al Presidente de haber intentado usarlo para cubrir el más

grande fraude electoral del cual se tuviera memoria. Mientras tanto, la ley continuaba detenida y se acercaba a la clausura de sesiones. Cuando todos esperaban una rendición de Balmaceda, éste dio un verdadero golpe de mano nombrando un “gabinete de amigos personales”, encabezado por Claudio Vicuña, el cual había sido censurado ya meses antes cuando ocupaba el Ministerio de Obras Públicas, a raíz de su presunta candidatura a la presidencia.

Amparado en lo que él definió como “sus deberes ineludibles”, junto al nuevo gabinete, el 5 de enero de 1891, prorroga, mediante decreto, la ley de presupuesto de 1890. Reunido el congreso de emergencia, declaraba a Balmaceda depuesto. La madrugada del 7 de enero de 1891, los líderes del Congreso se embarcan en la escuadra que ha sido sublevada por el almirante Jorge Montt. La revolución se ha iniciado.

Inmediatamente la escuadra se dirige al norte. El propósito que perseguían era doble. Por una parte, se trataba de dejar al gobierno sin la principal fuente de recursos del país, y por otra, se intentaría reunir un ejército con reclutas venidos de las salitreras y equipados con armas que se traerían de Europa.

El 17 de febrero se produce un primer encuentro entre los rebeldes y las tropas del gobierno en Huara. El 7 de marzo se puede decir que se ha tomado el norte luego de derrotar a aquellas en Pozo Almonte. Inmediatamente se forma una junta que se instala en Iquique, integrada por Jorge Montt, Waldo Silva y Ramón Barros Luco.

Balmaceda, mientras tanto, tomaba una serie de medidas que ayudaron a aumentar su fama de dictador. Suspendió en sus funciones al Poder Judicial, cerró la Universidad de Chile, clausuró los diarios opositores y ordenó el encarcelamiento de los opositores que no habían alcanzado a huir. Sin embargo, la más impopular de sus medidas fue el llamado “enrolamiento forzoso”, lo que significó que en las zonas rurales se comenzara a mirar con creciente temor y antipatía a las fuerzas del gobierno.

En agosto de 1891 los revolucionarios habían logrado reunir un ejército de 10.000 hombres, que fue embarcado en dirección al sur al mando de los generales Emilio Körner y Estanislao del Canto. El 20 de agosto desembarcan en Quinteros, enfrentándose con las fuerzas del gobierno al día siguiente en Con-Con. Si bien los revolucionarios obtuvieron una victoria, aún las fuerzas gobiernistas no estaban plenamente derrotadas. Reagrupadas y reforzadas por tropas trasladadas inmediatamente desde Santiago a través del ferrocarril, su derrota fue definitiva en Placilla, el 28 de agosto.

Conocidas las noticias en Santiago, Balmaceda decidió entregar el mando de la Nación al general Manuel Baquedano, mientras pedía refugio en la Legación (Embajada) Argentina. El día 31 de agosto los revolucionarios declararon la victoria y el establecimiento de su poder en todo el territorio de la República. Mientras tanto, Balmaceda dudaba entre entregarse o resistir dentro de la Legación. Convencido de que sería sometido a un humillante juicio político, decidió finalmente no entregarse. Así, en la madrugada del 19 de septiembre puso fin a su vida, concluyendo de esta manera una etapa de la historia republicana.

Características políticas del parlamentarismo La república parlamentaria se inicia con el gobierno de Jorge Montt (1891-1896) y concluye con el de Arturo Alessandri (1920-1925).

La república parlamentaria no necesitó de ninguna reforma constitucional para implantarse, ya que los liberales siempre habían pensado que la constitución era parlamentarista y que su interpretación autoritaria no era más que una necesidad de la etapa de construcción de la República. Por ello, más que reformas se usaron una serie de prácticas, llamadas “parlamentarias”, para poder mantener controlado al ejecutivo:

1) El poder que el Congreso ejercía sobre el gabinete: facultad de los parlamentarios que consiste en llamar a los miembros del gabinete a dar cuenta de su gestión ante la cámara. Los ministros estaban obligados a responder.

2) La “obstrucción” o no clausura del debate: la inexistencia de la llamada “clausura del debate” permitía que los parlamentarios evitaran la votación de la sala mediante el uso indiscriminado del derecho de palabra. De esta manera, las minorías, mediante largas oratorias, obstruían cualquier proyecto de ley que no las satisficiera.

3) La facultad del Congreso para aprobar las llamadas “leyes periódicas”: el presidente mandaba a fines de cada año los proyectos de ley sobre el presupuesto y las contribuciones al

Congreso, con el objetivo de que éste los aprobara. La posibilidad que tenía el Congreso de aprobar, rechazar o dilatar la aprobación del proyecto de ley ponía al Ejecutivo en situación de inmovilidad al no contar con los recursos.

Desafortunadamente, estas prácticas se fueron volviendo una forma indiscriminada de hacer política y terminaron generando la sensación de una creciente anarquía que impedía aplicar políticas de largo plazo. Aun así, se vio una extraordinaria regularidad constitucional que permitió una ordenada sucesión de los poderes públicos, aunque con la existencia de importantes anomalías, como el cohecho o el caciquismo.

Contribuyeron a la regularidad constitucional diversos factores, dentro de los que destacan: la ausencia de caudillismos militares, la paz interna y el logro de un estado de paz externa.

El desarrollo intelectual y educacional Una de las primeras tareas que se dieron los gobiernos de Chile, luego de la Independencia, fue la de dar educación a sus habitantes, tema sobre el cual existía un cierto consenso entre liberales y conservadores.

Durante estos años, la sensación de seguridad que dieron los gobiernos conservadores, el bienestar económico que irradió por una parte el auge minero y, por otra, la recuperación del agro y la exaltación de Chile al primer plano en América Latina, crearon las condiciones necesarias para un florecimiento intelectual.

Otro factor que ayudó al desarrollo intelectual en Chile fue la llegada de notables intelectuales extranjeros, tanto europeos que huían de los movimientos revolucionarios, como americanos, que lo hacían de las dictaduras de sus respectivos países.

Durante el gobierno de Prieto se fundaron: la escuela de Medicina y Farmacia en 1833 y la escuela de Obstetricia en 1834.

Don Manuel Bulnes y su ministro de Instrucción Pública, Manuel Montt, fundaron en 1842 la Universidad de Chile. Casi un año después, el 18 de septiembre de 1843, en solemne ceremonia fue inaugurada oficialmente. Su primer rector fue Andrés Bello. La Escuela Nacional de Preceptores (profesores primarios) aparece en 1842, con Domingo Faustino Sarmiento como director. La Escuela de Bellas Artes se crea en 1849, dirigida por el pintor italiano Alejandro Cicarelli y la Escuela de Arquitectura se funda en 1849. La Escuela de Artes y Oficios en 1849. El Conservatorio Nacional de Música en 1851. Además, se inició la construcción de un edificio para el Instituto Nacional.

Durante el gobierno de Manuel Montt se fundaron más de 500 escuelas básicas. Se fundó el Observatorio Astronómico en 1852. En 1854 se fundó la Escuela Normal de Preceptoras y el Museo Nacional de Bellas artes. En 1855 es promulgado el Código Civil chileno, obra de Andrés Bello. Nace la Sociedad de Instrucción Primaria en 1856. Se dictó la ley de Instrucción Primaria en 1860. Aumentó la fundación de liceos en provincias y se crearon los primeros colegios particulares. Se contrataron los servicios de los profesores extranjeros Ignacio Domeyko, mineralogista polaco, y Gustavo Courcelle Seneuil, sindicado como el difusor del pensamiento librecambista en Chile. La historiografía alcanzó un gran desarrollo con los trabajos de notables historiadores como: Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunátegui y Benjamín Vicuña Mackenna.

Solamente a fines de 1877 se incorporan las mujeres a la educación universitaria, con la Ley Amunátegui, y en 1880 egresaron las primeras profesionales, fundamentalmente abogados y médicos.

La generación literaria de 1842

La generación literaria de 1842 representa el primer movimiento intelectual de inspiración nacional. Los estudiantes de los cursos superiores del Instituto Nacional formaron una “Sociedad Literaria”, dirigida por el profesor José Victorino Lastarria. A ella pertenecieron: Salvador Sanfuentes, Antonio Varas, José Joaquín Vallejo (Jotabeche), Eusebio Lillo, Aníbal Pinto, Antonio García Reyes, Francisco Bello y muchos más. Se acordó editar un periódico que se llamó “El Semanario”, cuyo primer número apareció el 14 de julio de 1842; fue dirigido por Antonio García Reyes.

Esta generación realizó un gran avance en materia literaria. Con este grupo surgieron muchos libros, revistas y diarios nuevos, que hicieron de Chile un país con cierta madurez intelectual.

Sus principales representantes fueron: José Victorino Lastarria, José Joaquín Vallejo (Jotabeche), Salvador Sanfuentes y Eusebio Lillo.

Este primer grupo de creadores e intelectuales chilenos, surgidos al alero de la Universidad de Chile, dio los primeros pasos en la conformación de una identidad cultural local. Muchos de ellos, por primera vez, reflexionaban acerca de los elementos que nos comenzaban a instituir como nación.

En sus escritos reivindican el rol del pasado indígena, en contraposición a lo que ellos consideraban la “larga noche” de la colonia; y es que, animados por su liberalismo y su ilustración, observaron en el pasado español el origen de casi todos los males de la realidad que les tocó vivir.

La apertura de Chile al extranjero implicó también la llegada de numerosos artistas y científicos que apoyaron la creación de esta primera red de pensadores locales.

De esta manera, al finalizar el siglo XIX ya existía en la escena nacional una cantidad no menos importante de lugares donde el pensamiento y la creación recreaban la identidad de una nación que se aprontaba a celebrar su centenario.

Para trabajar este eje, te sugerimos la lectura de una serie de obras literarias que, de seguro, van a concentrar tu atención y hacer de tu preparación un camino más entretenido.