Historia Del Rio de La Plata Tomo i

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 Historia del Río de la Plata  Roberto P. Payró  T : La aventura colonial española en el Río de la Plata: Conquista, colonización, emprendimien tos. Del descubrimiento hasta la Revolución de mayo de 1810 ©2007, 2008 Roberto P. Payró 

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Historia del Ro de la Plata Roberto P. Payr

Conquista, colonizacin, emprendimientos. Del descubrimiento hasta la Revolucin de mayo de 1810

Tomo 1: La aventura colonial espaola en el Ro de la Plata:

2007, 2008 Roberto P. Payr

Historia del Ro de la PlataTomo i

Roberto P. PayrPrefacio

2007, 2008 Roberto P. Payr

Prefacio Los dos tomos de este libro digital contienen los originales que sirvieron para la edicin impresa1, con los mapas tal como fueron dibujados o rediseados por el autor. Todo el texto fue revisado y ampliado en 2007-2008. El ttulo general es:

HISTORIA DEL RO DE LA PLATA CRNICA DE LA EVOLUCIN DE LOS PASES DEL RO DE LA PLATA 1516-1852

El tomo primero se titula:

La aventura colonial espaola en el Ro de la Plata: Conquista, colonizacin, emprendimientos. Del descubrimiento hasta la Revolucin de mayo de 1810

Este primer tomo, como el segundo, proviene de mis dudas e interrogaciones acerca de la historia argentina tal como me la ensearon hasta los dieciocho aos de edad. Conviene aclarar desde un principio que no me he dedicado a una investigacin original, sino ms bien a una nueva lectura de la historia de mi pas. Esta me ha llevado a elaborar un resumen de datos muy dispersos, seleccionados dentro de la literatura disponible, y a armar, con una presentacin destinada a hacer resaltar los aspectos ms importantes e interesantes, un compendio de informaciones, impresiones e interpretaciones provenientes de muchos historiadores argentinos y extranjeros. Este tomo primero est dividido en tres partes. En la parte primera se narra la conquista espaola y se

describe la evolucin econmica de la colonia del Ro de la Plata hasta que se cre el Virreinato en 1776. En la parte segunda figura un resumen de la evolucin poltica y econmica del Virreinato del Ro de la Plata, dndose amplio lugar a los conflictos con el Portugal y a la frustrada conquista de Buenos Aires y Montevideo por los ingleses. En la parte tercera he procurado relatar la situacin que provoc la revolucin de mayo de 1810 y describir las revoluciones y levantamientos que se produjeron por entonces en otras partes de Amrica espaola Distinguen a todo el perodo abarcado por esta obra muchas caractersticas comunes que he tratado de poner de relieve en cada parte: 1) sociedades urbanas, generalmente poco desarrolladas (las hubo muy cerradas, conservadoras, tradicionalistas, estratificadas y mestizadas, y otras ms cosmopolitas, apegadas al comercio de ultramar y a la influencia europea ilustrada, y sobre todo desdeosas de la gente de extramuros que trabajaba para ellas y acuda al llamado de las armas cuando peligraban su seguridad o su bienestar), y una poblacin rural heterognea y dispersa, ambas compuestas de gente demasiado orgullosa de su sangre europea, criollos, mestizos, mulatos, indios y esclavos; 2) cierta violencia en las costumbres, hbitos bravos y aptitudes guerreras; 3) carcter mvil y a menudo ficticio de las fronteras; vulnerabilidad de aldeas, estancias y fortines a los ataques de los indios u otros invasores;. 4) ingobernabilidad del conjunto; 5) oposicin y divorcio entre teora y realidad; desacato desenfadado de leyes, reglamentos y autoridades; resistencia a la autoridad, al Estado que se cree todopoderoso, al abuso del poder; contrabando (plata, corambre, ganado y cualquier mercadera de importacin); corrupcin; y 6) espritu corporativista y de clase de comerciantes, militares y clrigos y menosprecio por la minora pretendidamente aristocrtica de la gente sin ilustracin ni medios de fortuna y, en especial, por el gaucho. Con miras a facilitar la lectura y a respetar el orden cronolgico en toda la medida posible, al considerar los distintos temas he evitado superposiciones y repeticiones,

que lamentablemente no pudieron evitarse en todos los casos. En la preparacin del texto me he valido de muchas fuentes. Cada vez que pude, procur agrupar las remisiones a distintos autores, destacando aquellos en que ms me apoy para redactar determinados captulos o secciones. Es evidente que me incumbe plena responsabilidad por cualquier error cometido en la seleccin, trascripcin, interpretacin o sntesis de datos presentados por todos esos autores. No he querido hacer polmica en torno a la historiografa argentina ni embanderarme en ningn grupo o capilla, sea de la historia oficial o la revisionista.. He intercalado una serie de mapas dibujados o adaptados por m. Los que yo dibuj no estn hechos a escala; tampoco he velado por la exactitud geogrfica o topogrfica. Lo que quise fue transmitir con mis croquis y bosquejos una impresin de las pocas o de los acontecimientos que quise captar. Salvo en los pocos casos en que he indicado al pie la fuente de esos mapas, todos ellos provienen de una reconstruccin espacial de mis lecturas y de la consulta de diversos atlas histricos o geogrficos o de distintos mapas reproducidos en las obras histricas a las que recurr. Cierra este libro una lista de la bibliografa principal que he utilizado. El tomo segundo se titula:

Peripecias de la organizacin nacional en los pases del Ro de la Plata y sus vecinos, 1810-1852

NDICE

PARTE PRIMERA LA AVENTURA COLONIAL ESPAOLA ________________________________________________ Captulo 1. Comienzos de la conquista y colonizacin.. I. El medio fsico II. Primitivos habitantes de Amrica austral. III. Principales corrientes conquistadoras y colonizadoras espaolas. 1. La va del Atlntico hacia el corazn de la cuenca del Plata. 2. Las vas altoperuana y transandina de acceso hacia el noroeste argentino 3. Nuevas expediciones y asentamientos en la cuenca del Plata. 4. Campamentos, fortines, aldeas, ciudadesfuerte. 5. Cmo tenan que ser los pueblos.. 6. Asentamientos posteriores. Captulo 2. Los colonos y su necesidad de mano de obra I. Caractersticas generales de los primeros conquistadores y colonizadores II. La poblacin indgena durante la colonizacin.. III. Importacin de esclavos africanos. IV. Mestizos y mulatos. V. Portugueses.. 3 3 5 9 9 14 17 20 22 24 29 29 34 37 41 44

Captulo 3. Produccin y comercio: de la cra de mulas al negocio de cueros I. El descubrimiento de las minas de plata de Potos y su influencia sobre el desarrollo de la produccin, el comercio y el contrabando II. Los comienzos de la ganadera y la agricultura. III. Cra, engorde y comercio de mulas. IV. Las vaqueras y los comienzos de la explotacin de cueros para la exportacin y el consumo interno V. Las estancias de los jesuitas

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Captulo 4. Las ambiciones de expansin portuguesa, la resistencia de los jesuitas y los gobernantes rioplatenses, y las concesiones de la diplomacia espaola 65 I. Las misiones jesuticas. 65 II. Mercaderes e inmigrantes portugueses. 70 III. Pretensiones territoriales portuguesas. 72 1. La Colonia del Sacramento.. 72 2. Participacin de los ingleses en el contrabando por Colonia.. 74 3. Fundacin y fortificacin del puerto de Montevideo 74 IV. Las cuestiones de lmites y su solucin diplomtica pese a los xitos militares espaoles. 75 V. Expulsin de los jesuitas. 78 VI. Otras campaas contra invasiones portuguesas79

PARTE SEGUNDA EL VIRREINATO DEL RO DE LA PLATA, 1776-1810 ________________________________________________ Captulo 5. El nuevo Virreinato del Ro de la Plata 83 I. Reorientaciones polticas en Espaa a raz de la ascensin a la corona de la Casa de Borbn 83 II. El Virreinato del Ro de la Plata.. 92 III. Las Intendencias.. 95 IV. Poblacin del Virreinato. 98 V. Las fronteras del Virreinato. 106 VI. Las islas Malvinas y la Patagonia... 113ANEXOExtracto de la relacin cronolgica de las expediciones y emprendimientos llevados a cabo por navegantes, exploradores, expedicionarios, conquistadores, corsarios y filibusteros, publicada en un sitio Web del

Museo del Fin del Mundo

123 133 133 136 144 146 148 153 156 160 169 189 195 197 200 202 203 207 207 213 215

Captulo 6. Progresos y retrocesos econmicos.. I. La rebelin de Tupac Amar.. II. Situacin de las economas regionales III. Nuevas estancias. IV. La exportacin de cueros. V. El Reglamento de Comercio Libre de 1778.. VI. Los saladeros. VII.Reacciones de las provincias interiores a la reforma mercantil de 1778 .. VIII. Pobreza rural. Captulo 7. Buenos Aires Captulo 8. Criollos y espaoles reformistas. Captulo 9. Guerras internacionales y sus efectos en el Ro de la Plata: las invasiones inglesas I. La poltica espaola durante el reino de Carlos IV II. Evolucin de la poltica inglesa respecto de las colonias espaolas III. La guerra de las naranjas.. IV. Prdidas espaolas.. V. Las invasiones inglesas del Ro de la Plata 1. La primera invasin.. 2. Entre dos invasiones.. 3. La segunda invasin...

PARTE TERCERA AMRICA REVOLUCIONARIA Captulo 10. De las invasiones inglesas hasta la restauracin del comercio con los ingleses en el Ro de la Plata 221 I. Vicisitudes polticas en Portugal y Espaa.. 221 II. Repercusiones en Amrica austral. 227 1. Comienzos del carlotismo 232 2. Tentativas de destitucin o derrocamiento de Liniers.233 3. Por la libertad de comercio 234 4. Iniciativas en favor de la reapertura del comercio con Inglaterra. 236 5. La Representacin de los Hacendados.. 238 6. Hacia la Revolucin de mayo de 1810. 242 Captulo 11. La revolucin de mayo de 1810. I. Por qu se precipitaron los acontecimientos.. II. Del 18 al 25 de mayo de 1810.. III. Constitucin de la Primera Junta de gobierno IV. Primeros pasos de la Junta. V. A la conquista de la adhesin de las provincias VI. Reacciones fuera de Buenos Aires VII. Reconocimientos y rechazos de la autoridad de la Junta 1. La contrarrevolucin en Crdoba 2. Cuyo. 3. El noroeste 4. La Banda Oriental 5. El Paraguay.. VIII. Actitudes de Cisneros y de la Real Audiencia Captulo 12. La accin autonomista o revolucionaria en otras partes de la Amrica espaola 1. La situacin en Chile.. 2. Mxico 3. Quito.. 4. Colombia.. 5. Venezuela 6. Alto Per 243 243 249 256 258 260 261 263 264 265 267 268 268 269 271 274 275 276 277 281 282

Bibliografa principal.. Mapas1. Topografa del territorio 2. Principales familias indgenas 3. Esquema de las corrientes

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colonizadorass. 4. Esquema de las rutas utilizadas para el contrabando de la plata. 5. Zonas de conflicto entre portugueses y espaoles hasta la evacuacin de las reducciones del Guair 7. Distribucin aproximada de las misiones jesuticas despus de la evacuacin de las reducciones del Guair 7. El Virreinato del Ro de la Plata entre 1776 y 1810 8. Intendencia del Paraguay. 9. Las invasiones inglesas (1806-1807)..

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Cuadros1. Orden cronolgico de las fundaciones, por regiones, en los siglos XVI y XVII 2. Estancias cordobesas de los jesuitas 3. Orden cronolgico de las fundaciones, por regiones, desde principios del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XIX 26 57 104

Historia del Ro de la PlataTomo i

Parte primera: La aventura colonial espaola

Comienzos de la conquista y la colonizacin 3

Captulo 1. Comienzos de la conquista y colonizacin _______________________________________________ I. El medio fsico El territorio meridional desconocido por el cual penetraron los espaoles cuando comenzaron la exploracin, la conquista y la colonizacin de Amrica austral abarca todas las tierras entre los ocanos Pacfico y Atlntico desde una lnea trazada a la altura del enorme lago Titicaca hacia la costa del Brasil, por el norte, y otra lnea dibujada de este a oeste a partir del borde meridional de la isla de Tierra del Fuego. En el Alto Per (hoy Bolivia), la cordillera de los Andes forma el altiplano, una vasta meseta de la que arrancan muchos afluentes del ro Amazonas y otros que descienden hacia el sudeste para unirse a la cuenca del ro de la Plata. Una enorme franja montaosa, de anchura decreciente, separada del Pacfico por los valles centrales chilenos, prosigue por occidente la columna vertebral de todo el continente, dividida en dos columnas que se juntan a la altura del cerro Tupungato. Es sa una regin de altas cumbres nevadas, volcanes, lagos, salares y desiertos a ms de 5.000-6.960 metros de altitud1. Otros sistemas montaosos aparecen en cadenas ms o menos paralelas a la lnea de los Andes y se extienden hasta el oeste de la provincia de Crdoba; los picos ms importantes de todo el sistema llamado "pampeano", constituido por las cadenas del Aconquija, Famatina y Velazco, son menos elevados pero llegan a alturas importantes. Muy grandes caudales provienen principalmente de los ros Paran (4000 Km.), Uruguay (1600 Km.) y ParaguayPor ejemplo, de norte a sur, los cerros Socompa (6.031 metros), Cha (6.200), Ojos del Salado (6.100), Bonete (6.000) Llullaillaco (6.723), Incahuasi, (6.620), Mercedario (6.770), Aconcagua (6.959) y Tupungato (6.800).1

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(2500 Km.), abastecidos por corrientes surgidas de cordilleras brasileas, andinas y subandinas. Entre los dos grandes sistemas fluviales se extienden de oeste a este yungas, llanos, sabanas, esteros, baados, selvas y zonas semi-ridas; interrumpidas hacia el sudoeste por las sierras pampeanas, desde las que aparecen llanuras de escasa pendiente, cada vez ms frtiles, sobre todo en la parte oriental. Los bosques son de especies distintas segn cules sean la altitud y la regin climtica: hay cebiles, laureles y tipas en el noroeste; quebrachos, guayacanes, algarrobos, talas, andubayes y palo santos desde el Chaco hasta el norte de Entre Ros; chaares, caldenes, espinillos y algarrobos en las zonas de monte; pinos, cedros, ibir-pitas, lapachos y urundayes en la selva misionera. Entre los ros Salado del Norte, Paran y Uruguay surgen nuevas zonas boscosas y pantanosas, que en la mesopotamia se convierten en suelos bien irrigados ms propicios para cultivos y ganado. Del otro lado del ro Uruguay se extiende una zona de cuchillas y valles. En la desembocadura de los dos ros ms caudalosos se abre el estuario del ro de la Plata, que llega a tener 350 kilmetros de ancho antes de echarse en el ocano Atlntico. Ms al sur, a partir del ro Colorado, aparece la inhspita meseta patagnica, lindada por occidente por bosques, glaciares, lagos y montaas de los Andes. La cordillera es all mucho ms baja, pero hay picos de ms de 3500 metros, como el Tronador (3.554) y el Lann (3.776).

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Mapa 1. Topografa del territorio

II. Primitivos habitantes de Amrica austral Desde sus primeros contactos con la poblacin autctona los conquistadores espaoles iban a comprobar cun distintas eran las tribus meridionales de aquellas de que tenan noticias a travs de los relatos y las crnicas sobre las conquistas de Mxico o del Per. Conocieron primero a los charras (parecidos a los caingang, chans y timbus), desparramados por la costa oriental del ro de la Plata y las riberas de los ros Uruguay y Paran, que eran nmades y guerreros y desconocan la agricultura; en eso se asemejaban a los querandes, habitantes de la ribera sur del ro de la Plata.

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Remontando el ro Paran en direccin del Paraguay, hallaron a los guaranes, de lejano origen tup, poco reacios a la sedentarizacin, pues a pesar de su pasado belicoso cultivaban maz, algodn, mandioca, zapallo y porotos; gracias a ellos iban a florecer los oficios agrcolas, primero en las encomiendas creadas para el reparto de tierras e indios entre los colonizadores, y luego en las misiones organizadas por los franciscanos o los jesuitas. Los conquistadores que descendieron del antiguo imperio inca descubrieron tribus emparentadas con los quichuas y aimars del Alto Per. En las altas mesetas andinas vivan los atacamas, sujetos al rudo clima del altiplano a 3.500 metros de altura, lo que sin embargo no les impeda cultivar maz en los bancales que abran en las laderas montaosas o en campos despedregados a fuerza de brazo. En el valle de Humahuaca, prosperaba la tribu homnima, pueblo de constructores, cultivadores, tejedores, alfareros, cazadores y artesanos del oro, la plata, el cobre y el estao, pero no por ello menos dotados para la guerra defensiva. Ms al sur vivan los "diaguitas", nombre genrico con el que se agrupaban etnias bastante diferenciadas, instaladas en una vasta regin de la que aprovechaban los valles y quebradas de las cadenas secundarias de los Andes y se extendan hacia oriente. Eran agricultores sedentarios, aunque con hbitos guerreros, y no slo saban defender sus territorios con murallas, atalayas y pucars (pueblos fortificados) de piedra, construidos en las cabeceras de los valles y en desfiladeros estratgicos, sino que tambin conocan las virtudes de la agricultura en bancales, escalonados en las laderas, como las murallas, y de la irrigacin, pues construan acequias y terraplenes y diques para conducir el agua necesaria para las faenas agrcolas a base de maz y de qunoa; guardaban sus cosechas en silos subterrneos y disponan de llamas, vicuas y alpacas que domesticaban para usarlas como bestias de carga y aprovechar la carne y la lana; tambin sacaban buen partido de la madera y del fruto del algarrobo. En la regin de Cuyo vivan los huarpes.

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Del otro lado de la cordillera de los Andes habitaban las tribus araucanas (picunches, mapuches y huillices), raza orgullosa y difcil de doblegar, y aparentemente muy importantes numricamente, pues quiz sumaron mucho ms de 500.000 almas. Los sitones, talals, auletas, macacolitas, sauletas, nogolmas y otras tribus de comechingones eran los habitantes primitivos de Crdoba y La Rioja. Vivan en parcialidades divididas por cercas de piedra amontonada las famosas "pircas", que todava perduran en todo el noroeste -; moraban bajo aleros de piedra o en cuevas cavadas en los morros de tierra colorada. A la manera de los diaguitas, construan acequias, tomas y represas para la irrigacin, saban sacar partido del algarrobo, del zapallo, del chaar, del mistol y de los frijoles; cazaban venados y liebres, y hacan uso de guanacos domesticados y ovejas o cabras mansas. Saban guerrear y durante un tiempo resistieron la invasin espaola. Nada tenan que ver todas esas tribus bajo influencia de la gran familia diaguita con los chiriguanos venidos del Brasil o las tribus de lules y vilelas, abipones, mocoves, tobas, pilagas, matacos y guaycures, que eran sobre todo cazadores y guerreros nmades, dedicados a la caza, la pesca y la recoleccin, situados en el Chaco bolivianoparaguayo, las sabanas de los ros Pilcomayo y Bermejo y los sectores ms inhspitos de las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumn, Santiago del Estero y Santa Fe. Del resto de la poblacin indgena de la actual Argentina -los puelches, tehuelches, pehuenches, ranqueles, pampas y otras subdivisiones- no se supo gran cosa hasta comienzos del siglo XVI. Ms hacia el sur, las noticias que se tuvieron de los patagones y aucas, y de tribus mucho ms primitivas de Tierra del Fuego -como los onas, yamanas y alacalufes- provinieron de expedicionarios como Magallanes o Sarmiento de Gamboa, que fue quien los observ de ms cerca con motivo de sus expediciones por el estrecho de Magallanes.

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Mapa 2. Principales familias indgenas

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III. Principales corrientes conquistadoras y colonizadoras espaolas 1. La va del Atlntico hacia el corazn de la cuenca del Plata En 1515, el Regente de Espaa encomend a Juan Daz de Sols, ya conocido por sus viajes por el Caribe, Cuba, las costas de Mxico y el litoral brasileo hasta los siete grados de latitud sur, la bsqueda de un paso martimo hacia Oriente). Se crey que emprenda viaje en direccin del cabo de Buena Esperanza, pero en realidad cruz el Atlntico hacia el sudoeste, entr en el estuario del ro de la Plata, al que llam Mar Dulce, y lo recorri hasta el Paran Guaz antes de descubrir la isla de Martn Garca. Esa fue la primera "entrada", de la que no quedaron otras huellas que un legendario grumete, Francisco del Puerto, nico sobreviviente de la matanza en que murieron Sols y su gente a mano de los indios charras, a raz de una emboscada sobre la ribera del ro Uruguay, y la presencia en el puerto de los Patos, frente a la isla de Santa Catalina, de un escaso nmero de nufragos rescatados de uno de los navos que regresaban a Espaa. En 1519 Hernando de Magallanes, con encargo real de reiniciar la empresa confiada a Sols de fijar lmites territoriales por Oriente, emprendi lo que result ser el primer viaje de circunnavegacin del mundo, travesa que en primer trmino lo llev a internarse nuevamente en el Mar Dulce, donde avist el cerro de Montevideo, antes de bordear el Atlntico hacia el sur y descubrir las bahas de Puerto Deseado y San Julin y el estrecho que separa la Tierra del Fuego de la punta austral del continente americano. Seis aos ms tarde, Garca Jofr de Loayza borde la Tierra del Fuego y descubri el punto de confluencia de los ocanos Atlntico y Pacfico.

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En 1526, una expedicin comandada por Sebastin Gaboto - que normalmente deba haber seguido los pasos de Magallanes y Elcano - retraz la va de entrada a la cuenca del ro de la Plata. En las costas brasileas tuvo noticias del mtico pas del Rey Blanco y de las riquezas que esconda, que le confirmaron en el puerto de los Patos los sobrevivientes de la expedicin de Sols y los marineros desertores de Jofr de Loaysa (uno de ellos, Alejo Garca, haba perecido despus de encabezar la primera expedicin terrestre que, en compaa de gran nmero de indgenas - ya conscientes de esa posibilidad a causa de anteriores migraciones tup-guaranes hacia occidente -, se atrevi a cruzar el Paraguay y el Chaco en direccin del Alto Per). Existan algunas pruebas de sus hallazgos, pero la obsesin del oro y de la plata domin. Despus de recorrer el estuario hasta el delta del ro Paran y encontrarse con Francisco del Puerto, que pudo servirle de lenguaraz, Gaboto naveg ro arriba, descubri la confluencia con el ro Carcara, fund en sus cercanas un apostadero fortificado en Sancti Spiritus (1527), y segn se dice, sigui remontando la corriente hasta el ro Bermejo. Un presente de los indios que encontr en su camino le hizo creer que estaba cerca de minas de metales preciosos de que tanto se hablaba y por eso prefiri quitar al estuario el nombre que le haba dado Sols y denominarlo ro de la Plata. Fue entonces que decidi enviar pequeos grupos de expedicionarios hacia el interior. Uno de esos grupos fue el que encabez Francisco Csar hacia 1530. Francisco Csar parti del fuerte Sancti Spiritus y se intern en busca de El Dorado, hasta llegar a Calamuchita, en las sierras grandes de lo que es hoy la provincia de Crdoba. Uno de sus cronistas, Gernimo de Bibar, cont que los comechingones de las parcialidades de esa regin eran barbudos - indicio que pareca corroborar la leyenda de un Rey Blanco de luenga barba -, se adornaban con diademas de oro al pescuezo y sacaban provecho de grandes algarrobales y de maz y frijoles en sus tierras frtiles, adems de comerciar plata y cobre con tribus andinas y con los querandes de la pampa.

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El relato bast para atraer hacia Calamuchita a otros grupos de expedicionarios y exploradores, aguijoneados por una temprana fiebre del oro, de la que informaron antiguos co-armadores y pilotos de la flotilla de Gaboto, como Roger Barlow, que volvi a Europa con algunos guanacos mansos y escribi que a 150 leguas al oeste del fuerte Sancti Spiritus existe una sierra o monte donde abundan el oro y la plata 2 . A Csar se atribuye en especial la difusin de las leyendas en torno a la existencia de los tesoros del Rey Blanco recogidas entre los indios y autenticadas en una nfima parte cuando expedicionarios espaoles reciban ddivas de objetos de oro o de plata o se apoderaban de ellos durante sus exploraciones. En 1534, Pedro de Mendoza obtuvo de Carlos V la concesin de organizar y dirigir la conquista y colonizacin de un enorme territorio a partir del ro de la Plata. Para entonces, Pizarro ya haba emprendido la conquista del imperio inca del Per (1531-1541) y Almagro la de Bolivia. Pedro de Valdivia entr en Chile en 1540, iniciando as la dura empresa de conquista de la costa del Pacfico en direccin al ro Maule. Mendoza inicia el perodo de los "adelantados", es decir una nueva figura proconsular en la que se combinaban las funciones de jefe militar, empresario y financista con encargo expreso de crear un nuevo dominio para su rey en provecho propio y de sus seguidores. A raz de las capitulaciones otorgadas en beneficio de Pizarro y Almagro, el Emperador atribuy a Mendoza una franja de doscientas leguas de uno y otro lado de la cordillera de los Andes, hasta la lnea fijada por el tratado de Tordesillas, y desde los lmites de los territorios en posesin de Pizarro y Almagro hasta el estrecho de Magallanes. Lo nico concreto que se logr a consecuencia de la capitulacin contratada con Mendoza fue la fundacin, en enero de 1535, del modesto casero empalizado de Buenos Aires en una barranca sobre el ro de la Plata. MendozaRoger Barlow. A brief summe of Geographie (Londres, Hakluyt Society, 1932), pg. 162, citado por Horacio A. Difrieri : Buenos Aires. Geohistoria de una metrpoli (Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Coleccin del IV Centenario de Buenos Aires, 1981), pg. 34.2

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estaba enfermo, y muri en el viaje de regreso a Espaa, pero dej parte de su hueste en ese asentamiento. De hecho, un lugarteniente de Mendoza (Ayolas) remont el Paran un ao despus, en 1536 se intern por el ro Paraguay, fund los fuertes de Corpus Christi y la Candelaria, explor el ro Pilcomayo y, segn cont Charlevoix, lleg hasta Santa Cruz de la Sierra y Chiquitos, tratando de acercarse a la mtica Sierra de la Plata en el Per, y volvi a Asuncin, fundada en el sitio de la Candelaria en 1537, con un botn de oro y plata conseguido en Charcas. El afn de acercarse al Alto Per y tener acceso a las riquezas esperadas all bast para que en 1541 se decidiera la despoblacin de Buenos Aires y la incorporacin de sus escasos habitantes en la sociedad de Asuncin. Despus de poner 8.000 ducados para sufragar los gastos de su expedicin, Alvar Nez Cabeza de Vaca parti de San Lucas de Barrameda rumbo a Amrica en 1541, con el ttulo de adelantado, gobernador y capitn general del Ro de la Plata, con la misin de posesionarse de toda la zona al sur del paralelo 26, para que los portugueses no pudieran apoderarse de ella, y prestar auxilio a los acompaantes de Mendoza que quedaron en Amrica. Atraves el Atlntico y desembarc en la isla Santa Catalina; despus de abrigarse en Cananea, resolvi dividir su expedicin en dos partes. Envi a la primera hacia el ro de la Plata, creyendo que podra anclar en Buenos Aires (ya abandonada), y con la segunda - 250 arcabuceros y ballesteros, dos monjes franciscanos, unos pocos indios de raza tup que sirvieron de lenguaraces y 26 caballos, atraves con mltiples peripecias - nadie lo haba hecho desde la aventura de Alejo Garca -, ayudado por tribus que encontr en su camino y con los porteadores, canoas, balsas y otros abastecimientos que le procuraron, todos los llanos, montes, abras, bosques, pantanos y ros de la regin entre la costa brasilea y Asuncin, adonde lleg en marzo de 1542, descubriendo a su paso las cataratas del Iguaz. En Asuncin desautoriz a Domingo Martnez de Irala otro lugarteniente de Mendoza, ms emprendedor y ambicioso que Ayolas, que haba desaparecido durante

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una expedicin hacia el Chaco - por el abandono de Buenos Aires, que aqul haba decidido con vistas a marchar hacia el Alto Per desde Asuncin con todas las tropas que pudiera reunir. Tambin intent modificar la poltica de sometimiento de los indios guaranes instaurada por el anterior gobierno de Asuncin, tratando de imponer mejores condiciones de trato para los naturales, para lo cual emprendi una empresa de pacificacin, sin exterminio, de las tribus autctonas del Paraguay. Adems, autoriz nuevas exploraciones hacia el oeste, desde Asuncin. Irala lo hizo prisionero y durante el cautiverio de Cabeza de Vaca, se intern en el Chaco en busca de El Dorado, y una vez ingresado en el Alto Per, ofreci sus servicios al comisario regio La Gasca. La Gasca haba sido nombrado con objeto de poner fin a la guerra y los perjuicios econmicos provocados por los enfrentamientos entre las facciones rivales de Pizarro y Almagro en el Per, agudizadas por el asesinato del primero de ellos en 1541, y de restablecer el orden jurdico en esa parte del imperio espaol. Para ello, Lima, fundada en 1535, se convirti en el principal centro administrativo y comercial sudamericano, sometido como todas las posesiones del Nuevo Mundo al control monoplico de la Casa de Contratacin y a la autoridad del Consejo de Indias de Sevilla. En 1542 se estableci en Lima la Audiencia o tribunal supremo del Per para hacer respetar el derecho de Indias, y al mismo tiempo se cre un nuevo virreinato, con sede en la misma ciudad, con jurisdiccin sobre todo el territorio sudamericano (salvo Venezuela) desde Panam hasta el estrecho de Magallanes. Desde el Atlntico los intentos ms serios de conquista y colonizacin se hicieron ro arriba o abajo por el Paran o cruzando desde la isla Santa Catalina el interior brasileo y paraguayo hasta llegar a Asuncin, que logr rango de ciudad recin en 1541, despus de haber sido, sobre todo, una base fortificada de aprovisionamiento para marchas hacia otros destinos. Ninguna de las dos mrgenes del ro de la Plata result suficientemente tentadora antes de 1580, acaso porque obsedi a los espaoles la idea de acercarse lo ms posible

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a legendarios yacimientos de oro y plata que fueron el espejismo que los atrajo inicialmente. Buscaban metales preciosos, pero recin encontraron yacimientos de plata en Potos y Oruro a mediados del siglo XVII, y su extraccin fue el principal motor del desarrollo de las economas del Alto Per y de las gobernaciones del Ro de la Plata. Su preocupacin por controlar la navegacin en ese estuario y disponer de un puerto seguro sobrevino recin despus que comenz el auge de la minera en Potos. En efecto, al principio, los lingotes y monedas de plata se exportaban a Espaa por la ruta del Pacfico y todo el transporte y comercio de mercancas destinado a la metrpoli o procedente de ella pasaba forzosamente por Lima, sede de un enorme virreinato que abarcaba todas las posesiones espaolas desde los confines septentrionales de la actual Colombia hasta Tierra del Fuego. Sin embargo, como hubo que abastecer las ciudades y minas bolivianas con trabajadores indgenas, mulas de carga, tejidos y alimentos, en las comarcas situadas al sur de Bolivia fue cobrando impulso la produccin y el comercio fomentados por los pobladores espaoles de los fortines y las aldeas, villas y pequeas ciudades fundadas a partir de los aos 1550. 2. Las vas alto peruana y transandina de acceso hacia el noroeste argentino Mientras se realizaba la campaa iniciada por Mendoza, Almagro haba ocupado a Tupiza en el Alto Per y desde ah, antes de regresar precipitadamente al norte para disputarle el poder a Pizarro (que lo hizo asesinar en 1538), baj con 500 espaoles y 10.000 indios al noroeste de lo que es hoy la Argentina, que el inca Tupac Yupanqui haba agregado a su imperio entre 1471 y 1493, y de ah hizo su entrada en Chile, mientras otras fuerzas penetraban ese territorio por la banda occidental de los Andes. As se abri la segunda corriente conquistadora, que de inmediato tropez con la brava resistencia de los araucanos.

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Los relatos de la expedicin de Francisco Csar en 1530 pueden explicar los emprendimientos realizados desde el norte por Lorenzo Surez de Figueroa. En 1543, acompaado de cuarenta y ocho hombres, incursion rumbo a Cruz del Eje, en la provincia de Crdoba, por parcialidades ocupadas por tribus de comechingones, que no eran guerreros tenaces, pero saban defenderse desde sus fortificaciones de piedra y peleaban de noche, formados en escuadrones, armados de garrotes y porras, lanzas cortas, hachas, bolas arrojadizas, arco y flechas. Esa expedicin lleg por el valle de Punilla hasta el futuro asentamiento de la ciudad de Crdoba en la junta de ros). Por su parte, Diego de Rojas se intern desde el Alto Per en Jujuy, Catamarca y La Rioja. Sus compaeros prosiguieron la expedicin hasta el valle de Calamuchita y descendieron el curso del ro Tercero hasta el Carcara. Habilitado para operar en la regin del Tucumn, Nez del Prado dirigi una expedicin desde el Alto Per, que fund tres asientos, que fueron mudados dos veces de sitio, sin perder el nombre de El Barco, entre 1550 y 1552. En 1551 lleg Villagrn a la misma zona, enviado por Valdivia, sucesor de Almagro, en la primera de una serie de entradas desde Chile, con el deseo de extender del otro lado de los Andes los territorios sujetos a su autoridad; atraves toda la regin del Tucumn hasta Crdoba y Cuyo. A ese ltimo distrito acudieron otros expedicionarios procedentes de Chile; Pedro del Castillo fund a Mendoza, en 1569, y Juan Jufr a San Juan, en 1562. Entre 1558 y 1560, Juan Prez de Zurita fund las poblaciones de Londres en Catamarca, Crdoba en el valle Calchaqu, y Caete en Tucumn, como medio de promover el intercambio comercial de Chile con toda la regin del Tucumn y proteger el territorio contra los diaguitas. Las tres poblaciones, que disponan de unos veinte vecinos cada una, fueron arrasadas por esos indios en muy poco tiempo, pues inmediatamente se produjo el primer levantamiento indgena, dirigido por el cacique de Tolombn. Para ese entonces ya exista el poblado de

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Santiago del Estero, fundado en 1553 por Francisco de Aguirre, a quien Valdivia encarg penetrar hacia el Atlntico desde Chile; desempe muy tilmente la funcin de centro de produccin, abastecimiento y movilizacin de huestes para futuras expediciones colonizadoras, aprovechando la facilidad con que los espaoles pudieron someter a los indios sedentarios de los alrededores. La creacin de la Audiencia de Charcas en 1563, con jurisdiccin sobre una nueva gobernacin, la del Tucumn, puso fin a las aspiraciones expansionistas de los conquistadores de Chile. Esa gobernacin abarc los territorios de las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta, Tucumn, Catamarca, Santiago del Estero, Crdoba y La Rioja (que qued separada de Chile, que slo conserv las provincias cuyanas por el lado oriental de los Andes). Sin embargo, el primer gobernador fue Francisco de Aguirre, hombre de Valdivia. Despus que Diego de Villaroel fund a San Miguel (del Tucumn) en mayo de 1565, Aguirre concibi el plan de extender la conquista hacia el sur, fundar nuevas poblaciones, abrir una ruta directa, por caminos llanos, entre el Alto Per y el ro de la Plata, y de esa manera conectar el noroeste con una va fluvial por la que pudiera asegurarse,sin peligro de corsarios, frecuentes en la ruta del Caribe, el transporte de la produccin originada en el Alto Per o enviada desde Espaa. Su intencin de fundar una poblacin en Crdoba, comunicada por ro con la cuenca del Plata, fracas a causa del amotinamiento de sus soldados y su enjuiciamiento posterior en Lima. Por su parte, el virrey Toledo dise otro plan desde el Per: se trataba de conjurar el peligro que representaban los indios chiriguanos (contra los que lanz una expedicin punitiva) y los diaguitas insumisos de Jujuy, Salta y Catamarca, para lo cual consideraba preciso fundar pueblos hacia las fronteras con el Alto Per y asegurarse de que pudieran abastecer a la zona minera de Potos. Encargado de aplicar el plan de Toledo, Jernimo Luis de Cabrera prefiri no acatar la orden de fundar una ciudad en Salta y decidi intentar una salida hacia el mar,

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pasando por las tierras de los comechingones, donde pensaba que le sera mucho ms fcil que en los valles calchaques conseguir indios dciles para las encomiendas; adems, tena informacin de que desde Crdoba podra establecer enlace con el Paran, bajando por los ros cordobeses hasta el Carcaraa. En 1573 se intern en lo que es hoy la provincia de Crdoba, observ la existencia de hasta 600 caseros de indios, fund la ciudad de Crdoba en julio y consign en el acta respectiva que uno de los ros caudales entre los que se asienta la ciudad alcanza a entrar en el ro de la Plata, por lo que resultara factible contar con puerto para contratarse por el mar del norte [el Atlntico] con los reinos de Castilla. En efecto, en septiembre sigui el curso del ro Tercero y lleg a la desembocadura del Carcara, donde fund un puerto a siete leguas ms o menos del fuerte de Sancti Spiritu, obra de Gaboto. Muy poco tiempo despus se encontr con las naves de Juan de Garay, que bajaban de Asuncin del Paraguay con la intencin de abrir puertas a la tierra; retrocedi ante l, porque Garay supo probar que tena todo derecho a ocupar la costa del Paran, y regres a Crdoba. 3. Nuevas expediciones y asentamientos en la cuenca del Plata La bsqueda de una nueva estrategia poltica y comercial para agilizar los enlaces entre las colonias sudamericanas y Europa tuvo otro propulsor en el oidor Matienzo. Este haba propuesto en 1562 la utilizacin de Asuncin del Paraguay como placa giratoria en el trfico con Espaa; para ello, preconiz la fundacin de varios puertos en el estuario del ro de la Plata y sobre el Paran, y la creacin, desde Asuncin, de vas de transporte fluvial, con varios fondeaderos intermedios, hasta el Alto Per. En 1566 refin sus propuestas, basndose en la idea de que convena crear un nuevo sistema comercial con entrada por nuevos puertos en la cuenca del Plata: la finalidad era reemplazar la ruta del Pacfico entre Lima y Portobelo.

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El encargado de llevar a cabo el segundo proyecto sera Juan Ortiz de Zrate, acaudalado minero del Potos, a quien el rey nombr adelantado del Ro de la Plata en 1569, con la misin de fundar por lo menos tres ciudades entre el ro de la Plata y Asuncin. Ortiz de Zrate cont para ello con Juan de Garay, uno de los pocos oficiales que nunca haba participado en las intrigas tramadas en Asuncin por partidarios o parientes de Irala para quedarse con el poder tras la cada de Cabeza de Vaca, la resistencia de sus allegados y la muerte de Irala en 1567. Para ese entonces, entre los pobladores de Asuncin haba ms mestizos que peninsulares y por eso fue que las gentes con las que Garay emprendi su expedicin ro abajo por el Paran comprendan muchos "mancebos de la tierra", es decir criollos cuyos padres y abuelos haban participado de alguna manera en la conquista y la pacificacin del Paraguay; ya tenan costumbre de tratar con los indgenas, con los que a menudo tenan lazos de sangre y los formaron de camaradera y mutuo aprendizaje, y encarnaban muchas de las virtudes y defectos de una poblacin tumultuosa, conflictiva y aguerrida, poco dispuesta a abandonar las ventajas conseguidas durante muchos aos de aislamiento dentro del rgimen colonial. Fue con ellos que Garay fund Santa Fe en 1573, estableci los fortines de San Salvador y San Juan en las colinas que dominan la desembocadura del ro Uruguay en el ro de la Plata, y procedi a la segunda fundacin de Buenos Aires en 1580, con sesenta y tres pobladores. De esa poca quedan huellas muy precisas de las preocupaciones de Garay. Por un lado, haba heredado de todos sus predecesores la pasin por los metales preciosos. A raz de una salida por la orilla del mar hacia lo que es hoy Mar de Plata, durante la cual se encontr con indios que le hicieron creer que haba oro y plata en las estribaciones andinas. Por eso proyect una expedicin a la Patagonia, creyendo que all encontrara a la ciudad de los Csares. Menos fabuloso, pero mucho ms valioso a la larga, fue su descubrimiento de que haba buen golpe de ganado caballuno cerca de Buenos Aires, lo que le hizo plantear nuevamente su splica de que se hiciese

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merced a Buenos Aires y Santa Fe de todo ese ganado para que lo puedan tener por dehesa de ganado comn. Como puede deducirse del mapa 3 y del cuadro 1, el orden en que los espaoles fueron fundando fuertes, pueblos y ciudades en Amrica austral denota grandes diferencias segn la regin de que se trate. Santiago del Estero y Asuncin fueron los dos primeros centros de irradiacin para el poblamiento de Amrica austral. A pesar de la intensa resistencia de los araucanos, las fundaciones de Pedro de Valdivia y sus seguidores revelan un reconocimiento cuidadoso de la topografa chilena, que les hizo pasar por alto la posibilidad de crear asentamientos cristianos cerca de donde ya existan concentraciones indgenas importantes, como en toda la zona de Antofagasta hasta el valle de Coquimbo, y preferir un avance progresivo hacia el sur y, ms tarde, por los pasos trasandinos hacia Cuyo y el Noroeste. Algo parecido sucedi del otro lado de la cordillera de los Andes. Hasta que no abrieron un frente de avance colonizador desde Santiago del Estero, dejaron libre la zona norte (Tucumn, Jujuy y Salta) acaso porque se dieron cuenta a tiempo de la resistencia que caba esperar de los humahuacas y de los diaguitas norteos y porque preferan llanuras de aluvin bien irrigadas y bosques de quebracho, urunday, guayacn y andubay como los que haba en tierras santiagueas. En toda la regin del Tucumn, los conquistadores fracasaron varias veces en su eleccin de lugares propicios para sucesivas fundaciones. Pronto emprendieron una expansin ms firme hacia el centro de la Argentina actual, una vez seguros de que por la va cordobesa podran alcanzar al ro de la Plata y al Paran, y remontando este ltimo ro las colonias del Paraguay.

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Mapa 3. Corrientes colonizadoras

4. Campamentos, fortines, aldeas, ciudades-fuerte Primero hubo campamentos reforzados con empalizadas para resguardar a la soldadesca, los frailes y sus viviendas, las armas, la comida, las mercaderas, los bagajes y los escasos caballos y otros animales; despus se construyeron defensas ms slidas no slo para

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protegerse de los indios sino para controlar mejor a elementos hostiles o revoltosos entre los propios conquistadores. Pronto aparecieron los primeros recintos fortificados, hechos de adobe, troncos y ramas. Surgi as la aldea protegida, con suerte transformada ms tarde en ciudad-fuerte, necesaria para que el conquistador que haba recibido ciertos derechos territoriales por la va de una capitulacin o de una donacin, demostrase que tomaba posesin de su territorio y que al ocupar la tierra tena la voluntad de dar una radicacin permanente a todo un grupo, aunque poco despus se lanzara desde un lugar resguardado precariamente en pos de nuevas comarcas que doblegar, si fuese posible gracias al encuentro de indios que mostraran ms disposicin a someterse que a guerrear y pudieran servir de intermediarios, intrpretes y guas en busca de riquezas escondidas. Cuando pudieron ocupar pueblos indgenas, sobre todo en el noroeste y el Alto Per, los conquistadores aprovecharon los recintos de piedra en que moraban los primitivos habitantes. En las ordenanzas de poblacin de 1573, Felipe II incluy disposiciones detalladas sobre la forma en que deban realizarse los nuevos descubrimientos y asentamientos. Todo lo descubierto o pacificado que estuviera sujeto a la Corona deba poblarse de espaoles e indios. Los nuevos descubridores, pobladores y pacificadores, con sus hijos y descendientes, recibiran solares, tierras de pasto y labor, y estancias de dimensiones fijadas en caballeras y peonas, que podran guardar en perpetuidad; la misma condicin era aplicable a quienes hubieran residido en tierras pobladas por ellos durante cinco aos por lo menos. De conformidad con las reglas dictadas por la Corona, para fundar un pueblo haba que contar con treinta vecinos por lo menos -aunque esa regla era de difcil cumplimiento debido a la dispersin de la magra poblacin europea-, cada uno de los cuales dispondra de una casa, cuatro bueyes (o dos bueyes y dos novillos), una yegua de vientre, cinco puercas de vientre, gallinas y un gallo, y veinte ovejas de vientre de Castilla. Pero ninguno de los

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asentamientos primitivos tuvo mucha poblacin. A fines del siglo XVI, San Miguel del Tucumn tena 25 vecinos apenas; haba 40 en Crdoba y en Jujuy y 48 en Santiago del Estero. Los blancos muy rara vez excedan la centena (Mendoza fue quien trajo consigo ms hombres de guerra y pobladores en direccin del ro de la Plata). No es de extraar, pues, que las listas de los expedicionarios y pasajeros que llegaron al ro de la Plata entre 1535 y 1580 arrojan cifras inferiores a 3.500 personas, que difcilmente podran ser mucho ms abultadas si se incluyeran los que no figuraban en los registros por ser polizones y los que vinieron del Per o de Chile. 5. Cmo tenan que ser los pueblos Un pueblo de espaoles deba reunir las siguientes condiciones: un sitio elegido con cuidado, donde haya sanidad, fortaleza, fertilidad y copia de tierras de labor y pasto, lea y madera, materiales, agua dulce, gente natural, comodidad, y posibilidades de entrada y salida, as como de acarreo; en lugares sobre la costa, haba que evitar la contaminacin de cualquier pantano cercano y la presencia de animales venenosos. La superficie mnima deba ser de cuatro leguas cuadradas, situadas a cinco leguas de cualquier otro asentamiento, pero esto poda variar habida cuenta de la calidad de la tierra. Cada poblado rudimentario estaba destinado a crecer conforme al modelo impuesto por Espaa a las colonias: trazado en damero, generalmente con manzanas cuadradas y con una plaza mayor como ncleo, alrededor de la cual se construan la iglesia, el fuerte, el cabildo (sede del gobierno municipal por los notables del vecindario), y se ubicaban las casas de paja, de adobe o, a veces, de piedra, en los lotes asignados a los vecinos, con tiendas y casas para tratantes. Haba que determinar los solares, el ejido y la dehesa comunales; hecho esto, se divida el resto en cuatro partes, una para el fundador del pueblo y las otras tres repartidas en suertes entre los vecinos, con derecho a hacer mayorazgo de lo que hubieren plantado y edificado. La plaza mayor ocupaba un

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lugar frente al desembarcadero, en caso de haber puerto, o en medio de la poblacin de lo contrario; de ella deban salir cuatro calles principales, orientadas hacia los cuatro vientos. Las calles deban ser anchas en lugares fros y angostas en los calientes. Para lograr propiedades de mayor extensin, era necesario obtener mercedes de labor, si se trataba de tierras destinadas al cultivo, o mercedes de estancias (la estancia era una unidad de medida, que lleg a ser el equivalente de 780 hectreas, y acab siendo el nombre que se daba a cualquier hacienda de grandes dimensiones). Jos Luis Romero resume as la poltica de poblamiento y urbanizacin :

No slo por su gusto remedaba el fundador lo que dejaba en la pennsula. Estaba instruido para que estableciera el sistema poltico y administrativo de Europa, los usos burocrticos, el estilo arquitectnico, las formas de vida religiosa, las ceremonias civiles, de modo que la nueva ciudad comenzara cuanto antes a funcionar como si fuera una ciudad europea, ignorante de su contorno, indiferente al oscuro mundo subordinado al que se superpona... Una idea resumi aquella tendencia: crear sobre la nada una nueva Europa3 .Como en todo lo dems, las detalladas instrucciones de los monarcas espaoles no fueron acatadas a cabalidad, quedaron en letra muerta o fueron adaptadas conforme a los intereses creados o las preocupaciones circunstanciales de sus sbditos en Amrica. Era un propsito loable, que resulta utpico si se piensa en la topografa de las comarcas en que pudieron asentarse los muy escasos pobladores espaoles de Amrica austral, en las diversas idiosincrasias, calidades y posibilidades personales que tenan y en las transformaciones de caracteres que pudieron sobrevenir entre la soldadesca en el curso de tantas correras.Jos Luis Romero: Latinoamrica: las ciudades y las ideas (Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1976), pg. 67.3

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6. Asentamientos posteriores Apenas una estacada se transformaba en un fuerte ms slido (germen de todo un nuevo casero o de un asentamiento a proximidad o sobre el mismo lugar de un poblado indgena sumiso), la voluntad expansionista oblig a crear puestos de avanzada que fuesen marcando todo un conjunto de puntos de etapa y reagrupamiento entre lugares ya poblados, separados por grandes distancias y obstculos naturales. Cuando lleg el momento de tender rutas desde el interior hacia el Atlntico, es decir cuando fue imperativo abrir puertas a la tierra, se buscaron buenos apostaderos intermedios hasta encontrar fondeadores naturales y riberas accesibles para navos que pudiesen llegar de ultramar o maniobrar sin tropezar con arrecifes o bancos de arena en los ros. A veces, los expedicionarios decidieron asentarse cerca de un promontorio o una elevacin sobre la costa, al lado de un riachuelo, sin preocuparse de escoger aguas de fondo suficiente en lugares bien reparados; tanto en ocasin de la primera (1536) como de la segunda fundacin (1580) de Buenos Aires no se pens en elegir una mejor ubicacin para una poblacin destinada a ser puerto principal de ultramar, lo que explica en parte la importancia que, desde un siglo ms tarde, cobraron mejores puertos, como la Colonia del Sacramento. A lo largo de las rutas terrestres, en los cruces de caminos, cerca de alguna pulpera, al borde de un ro que hubiese que balsear, sobre las marcas de antiguos arreos o rastrilladas, cerca de algn casero indgena o de una estancia cuya produccin se pudiera comerciar, o all donde el primitivo sistema de diligencias y correos fue creando sus postas, aparecieron ms poblaciones intermedias, a menudo minsculas. Pero esta poltica llev mucho tiempo. Pasa por la habilitacin de los primeros caminos carreteros que unieron a Crdoba con Mendoza (1576), a Buenos Aires con Crdoba (1583) y a sta con Santa Fe (1586), la inauguracin de servicios de posta con

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destino a Potos, Chile y Paraguay y el desarrollo lentsimo del correo, iniciado en forma de monopolio privado en 1514, en toda Amrica, y transformado en servicio pblico, primero terrestre y luego tambin martimo, recin a partir de 1748. A las reducciones de indios organizadas por otras rdenes religiosas se aadieron a partir de 1618 ms de treinta asentamientos importantes (las "misiones", tambin llamadas "doctrinas") creados por los jesuitas, con abundante poblacin indgena, alojada en viviendas colectivas o familiares, cerca de los talleres en que se les enseaban oficios, conforme a un plan uniforme de construccin urbana y de explotacin de la tierra abarcada por los lmites de cada misin; lo mismo que en sus estancias del Tucumn, tanto la actividad productiva como la accin evangelizadora y educativa se desarrollaba alrededor de la capilla, que en muchos casos lleg a ser de mejor factura arquitectnica que la de muchas iglesias de los pueblos y ciudades del resto del pas. Como ya veremos, muchos pueblos fueron devastados por los indios o por contingentes organizados por mercaderes de esclavos procedentes de las colonias portuguesas; hubo que evacuar pobladores y trasladarlos a lugares ms protegidos. El caso ms conocido es el de la emigracin forzosa de los guaranes de la regin del Guair, que los jesuitas condujeron hasta nuevos asentamientos entre los ros Paran y Uruguay y ms all, en lo que hoy son estados meridionales del Brasil o territorio uruguayo. Por las fronteras septentrionales y por la faja meridional entre Cuyo y Buenos Aires, la dispersin de las poblaciones no hizo sino aumentar la amenaza de saqueos y matanzas.

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Cuadro 1. Orden cronolgico de las fundaciones, por regiones, en los siglos XVI y XVII

PER

Y

ALTO PER

CHILE

TUCUMN

Y

CUYO

LITORAL

COSTAS PLATA

DEL RO DE LA

(Paraguay, Misiones, Corrientes, Entre Ros y Santa Fe)Lima (1535) La Plata (Charcas, Chuquisaca) (1538)

(y zona de influencia de Buenos Aires )

Santiago (1541) Valparaso (1543)

Barco I (1550) Barco II (1551) Santiago del Estero (1553) Londres (1558)-San Fernando de Catamarca (1683)

Sancti (1527) Corpus (1534)

Spiritu Buenos Aires (1536-1541) Christi Buenos (1580) Aires

Comienzos de la conquista y colonizacin 27Potos (1545) San Lorenzo de la Frontera o de la Barrance (Santa Cruz de la Sierra) (1561, 1590) Tarija (1574) Oropesa (Cochabamba) (1577) Mizque (1603) Oruro (1604)

Mendoza (1559,1561) Del Barco (1550)Caete (1560)- San Miguel del Tucumn (1565) (1685) Nueva Tierra de Promisin (1565) San Juan (1562) Esteco (1566) Talavera del Esteco (1567)Crdoba (1573) San Francisco de Alava (1575) Clemente I y II (1577) Salta (1582) La Rioja (1591) Nueva Medina de Ro Seco (1594) Madrid de las Juntas (1592) San Luis (1594,1596) Humahuaca (1594) Nueva Madrid (1592)Nuestra Seora de Talavera de Madrid (1609-1692) Catamarca (1683)

Buena Esperanza (1534) Candelaria (1536) Asuncin (1537) Santa 1573) Fe

Soriano (1624) Lujn (1630) Quilmes (1670) Colonia del (1680) Montevideo (1726) del

(1551, Sacramento

Ontiveros (1554) Ciudad Real (1555) Villa Rica Espritu

Santo, I (1557) Santiago del Jerez (1594) Santa Fe (1573-1650) Corrientes (1588) Concepcin del Bermejo (1585-1632) San Ignacio (1611) Santiago del Guadlcazar (1627-32) Villa Rica II (1633) Villa Rica III (1676) La (Paran) (1671) Bajada Min

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Tomo i

Captulo 2: Los colonos y su necesidad de mano de obra

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Captulo 2. Los colonos y su necesidad de mano de obra ________________________________________________ I. Caractersticas generales de los primeros conquistadores y colonizadores Conviene hacer algunas generalizaciones acerca de los primeros conquistadores y colonizadores espaoles. Desde que comenz la Conquista, la poblacin no haba sido nunca muy numerosa. Segn el historiador alemn Konetzke, fueron apenas 3.200 los espaoles que se embarcaron con destino al ro de la Plata en todo el siglo XVI, sumndose a los que llegaron con las expediciones terrestres procedentes del Alto Per y de Chile, cuyo nmero no parece haber sido superior a varias centenas en total. Durante mucho tiempo, en una gobernacin tan enorme como la del Tucumn, que lleg a abarcar 700.000 km. cuadrados extendidos por territorios habitados por una porcin de tribus que haban alcanzado distintos grados de civilizacin antes de la llegada de los conquistadores provenientes de Chile y el Alto Per, no hubo ms de 700 vecinos espaoles afincados con sus familias, radicados en siete pueblos o villas principales. Ni siquiera ofreciendo mercedes de tierra se pudo atraer ms poblacin de origen peninsular o de otras nacionalidades; en cambio, del Alto Per y del Paraguay fueron viniendo bastantes mestizos. Con los conquistadores y colonizadores primitivos llegaron bastantes alemanes, holandeses e italianos y entre los marinos no faltaron ingleses ni irlandeses, pero stos fueron menos que los portugueses que inmigraron sobre todo durante la Unin de Espaa con Portugal, entre 1580 y 1640, pues en Buenos Aires, por ejemplo, llegaron a representar la cuarta parte de la poblacin. Muchos de ellos deben haber sido "cristianos nuevos" o "judos conversos". Mientras se ignor cunta riqueza haba sin explotar debidamente, no se impuls la emigracin de procedencia urbana europea y la poblacin espaola no aument mucho.

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Por lo comn, al llegar a Amrica no pasaban de la treintena de aos y slo una minora saba leer y escribir (el promedio de edad de los 86 expedicionarios que acompaaron a Valdivia en la marcha hacia el Mapocho era de veintinueve aos; de los 2.692 europeos que llegaron a Chile entre 1531 y 1565 el 63 por ciento eran analfabetos). Entre ellos hubo muy pocos gentilhombres y seores de fortuna; aunque no faltaron hidalgos empobrecidos, abundaban los plebeyos y las gentes ms ignorantes y bravas, en su mayora sin otro oficio que guerrear, pues se haba sido su destino en Flandes, en Italia, en los estados de los prncipes protestantes, en frica o en cualquier otro lugar donde debieron servir en los ejrcitos de Carlos V y sus sucesores, y eran relativamente pocos los que antes de llegar a la cuenca del Plata ya haban militado en las huestes de los conquistadores de Amrica Central, Mxico, Colombia o Quito o integrado la tripulacin de los navos del descubrimiento. Una minora provena de otros pases europeos1, aunque a pesar del cuidado con que la Corona quiso que se censaran las nacionalidades representadas en el pasaje registrado a la salida de Espaa y en distintas expediciones y poblaciones es imposible disponer de cifras completas y puede dudarse que sean exactas las consignadas en los registros. Los espaoles estaban acostumbrados a acatar o desacatar rdenes, porque se fue el ejemplo que les dieron oficiales suyos, y haban conocido la pobreza y la servidumbre caractersticos de su pasado campesino espaol, en ambientes que recin comenzaban aMendoza llev a 150 alto-alemanes, neerlandeses y austriacos o sajones entre los 800 a 2.650 miembros de su expedicin al ro de la Plata (nadie sabe con absoluta certeza cuntos fueron), en la que tambin figuraban portugueses a falta de suficientes maestres, pilotos y marineros con que dotar las catorce naves con que lleg al Mar Dulce. Vase Ulrich Schmidl: Viaje al ro de la Plata (Buenos Aires, Emec Editores, Coleccin Buen Aire, 7, pg. 12, basada en la traduccin de Edmundo Wernicke de la obra original completa, publicada con el ttulo de Derrotero y viaje a Espaa y a las Indias (Santa Fe, 1938). En Chile, acompaaron a los espaoles durante el perodo ya citado slo 43 portugueses, 21 griegos, 21 italianos, 6 flamencos, 4 alemanes y 4 franceses.1

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arrancarse del feudalismo, o de pueblos y ciudades donde desfalleca la industria por falta de iniciativa y de capital. Muchos haban sido mercenarios o soldados regulares, en los tercios u otros regimientos, saban lo que eran la violencia y la rapia, se haban ensaado con poblaciones insumisas, y saban de guerras justas contra musulmanes y protestantes o los moriscos de su propia tierra. Abundaban los que tenan aficin por la aventura, y casi todos deseaban encontrar un lugar al sol y mejorar su condicin, acaso gracias al hallazgo o la apropiacin de metales preciosos, aunque para ello hubiese que cometer tropelas y poner dagas y cuchillos al servicio de jefes ambiciosos y rebeldes, decididos a desembarazarse de superiores o subalternos que pudieran frenar sus luchas por el poder, la gloria y la riqueza. Durante sus expediciones de conquista o subyugacin afrontaron hambre y sed, los peligros de la selva y emboscadas y batallas con indios hostiles, a campo raso o en montes y desfiladeros, y volvieron a padecer hambre y privaciones en los poblados expuestos y vulnerables en que tuvieron que vivir. Ah aspiraron a figurar entre los notables y a ejercer cargos, pero muy pocos lograron que se les considerara vecinos con representacin en el gobierno municipal y los cabildos, lo que puede aclarar las actitudes que les llevaron a participar en futuras asonadas e intrigas contra autoridades mal vistas. Fueron temibles guerreros. Pese a su inferioridad numrica, amedrentaron e impusieron respeto a los naturales o merecieron de ellos un trato admirativo, explicable entre las tribus que ms saban de leyendas acerca de invasores por venir. Con unos pocos caballos y el auxilio de perros enardecidos, eran capaces de quebrantar resistencias y recurran ms a sus ballestas, espadas, dagas, lanzas y picas que a sus pocos arcabuces y escopetas; su apariencia barbuda, sus gritos y sus rodelas, cotas, corazas, morriones, yelmos, trompetas, cruces y pendones eran otros tantos elementos de fascinacin y temor. Habida cuenta del escaso nmero de guerreros y pobladores espaoles, no es de extraar que mucha de la

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expansin colonial se logr gracias a la participacin de indios amigos en las expediciones militares de conquista y consolidacin del territorio explorado. Por ejemplo, para la conquista de Chile Almagro pudo empear en la empresa la participacin de 1.500 espaoles, que hizo acompaar y secundar por lenguaraces y millares de portadores encadenados, custodiados por indios sometidos y esclavos negros, pero si de esa manera pudo superar diez veces la importancia numrica de la expedicin reunida por Pizarro para descender al Per desde Panam, fue porque haba amasado una colosal fortuna2. Acostumbrados a repartirse el botn, a los conquistadores les pareci natural transformarse en amos, encomenderos, mayordomos, capataces de indios y corregidores, y ejercer el mando sobre los naturales sin contemplaciones y a menudo en desacato de leyes y reglamentos dictados en la metrpolis. Los jefes expedicionarios se convirtieron en terratenientes que ejercitaron un poder seorial remedando la tradicin feudal, con autoridad para gobernar a los indios "encomendados" a su cuidado, de quienes exigan trabajo y tributo en especie. Su manera de ser y obrar, entre autoritaria y paternalista, prepar el advenimiento de los futuros caudillos provincianos. Nunca llegaron a asegurarse la posesin hereditaria de sus dominios e indios durante ms de dos, tres o cuatro generaciones, pues a ello se opusieron las leyes de Indias y las prdicas de los misioneros, poco favorables a que persistieran sin trabas de ninguna especie los poderes de esos vasallos del Rey, afianzados por una justicia expeditiva y exacciones y servicios personales.

Pierre Chaunu: Sville et lAtlantique (1504-1650), tomo VII, 1: Les structures: Structures gographiques (Pars, SEVPEN, 1959), pgs. 136-144.

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Faltaban sobre todo mujeres espaolas3. Carlos V prohibi que acompaaran a los conquistadores, pero luego insisti, al comienzo de la etapa de colonizacin, en que se facilitara la reunin de los hombres casados con sus esposas, hasta obligndolos a que volviesen a Espaa a buscarlas dentro de un plazo de tres aos, y en que se impidiera en lo sucesivo la separacin de las familias ya constituidas, para lo cual los hombres casados pudieron transportar sin cargo a sus esposas e hijos y gozaron de rebajas aduaneras para el flete de sus muebles, herramientas y efectos personales, adems de que tuvieron preferencia en el reparto de tierras. Eso era necesario para poder contar con buenos pobladores y vecinos autnticamente arraigados, con alicientes para perpetuarse, edificar, plantar, criar y sembrar, y capaces de dar un buen ejemplo a los naturales y de contribuir a su conversin al cristianismo. Como no haba suficientes mujeres blancas, practicaron el concubinato con las indgenas y ms tarde con las esclavas negras. Por ejemplo, en el Paraguay, los espaoles, una vez superados aquellos tiempos en que, para evitar que los mataran y comieran, aceptaban tener lazos de sangre o de familia con caciques y capitanejos, se acostumbraron a convivir con los indgenas que habitaban cerca de Asuncin y otros poblados, y no vacilaron enEntre 1509 y 1538 la proporcin de mujeres emigrantes no excedi del 10 por ciento, y, contrariamente a lo que sucedi en el Per, donde lleg a haber abundancia de mujeres solteras (hasta el punto de que no lograban casarse por falta de recursos suficientes para constituir las dotes exigidas y, por otra parte, se gest la fundacin de conventos de monjas para que no estuvieran expuestas a perniciosas influencias), fue muy escaso el nmero total de ellas que pudo instalarse en la regin del ro de la Plata. A Pedro de Mendoza slo lo acompaaron ocho mujeres y, entre ellas, apenas cinco solteras; a Alvar Nuez Cabeza de Vaca, solamente tres; los Sanabria, padre e hijo, fracasaron en su misin de llevar familias espaolas; Juan de Salazar no pudo transportar ms de 40 mujeres y nios; Jaime Rasquin hizo lo que pudo, infructuosamente, para persuadir a la Corona de que, pese al fracaso en 1537 de su intento de conseguir suficientes colonos con que fundar nuevas poblaciones en lo que iba a ser una gobernacin separada, a su cargo, entre el Paraguay y la costa del Atlntico, era preciso mandar al ro de la Plata por lo menos mil personas entre matrimonios, mujeres solteras, religiosos, mineros, carpinteros, cerrajeros y gente de otros oficios; Ortiz de Zrate pudo llevar slo 32 mujeres en 1571 y 70 en 1572, entre casadas, viudas y solteras.3

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disponer de diez, veinte o cien mujeres a la vez en ese nuevo paraso de Mahoma que surgi en la regin gracias a la prctica de la poligamia Era mucho ms fcil obtener la expatriacin de hombres solteros o sin sus familias y enlistar soldados en lugar de colonos, aun cuando las autoridades estuvieran dispuestas a autorizar la partida de categoras prohibidas (como cristianos nuevos o sea los conversos - y moriscos); pese a una propaganda oficial ms que elogiosa acerca de las perspectivas que podan abrirse a los emigrantes en el ro de la Plata, ese destino no seduca a los peninsulares, ni siquiera cuando se propici la trasplantacin de poblaciones andaluzas enteras, y tampoco interesaba mucho a los canarios4. II. La poblacin indgena durante la colonizacin Dejando de lado el poblamiento primitivo del Alto Per y de Chile, numricamente mucho ms importante, la poblacin indgena total del resto del territorio probablemente no excedi de unos 200.000-250.000 indios. Todo indica que en las regiones central y noroeste, aunque numerosa al principio, esa poblacin merm de manera progresiva en el curso del siglo XVII a raz de epidemias, persecuciones, matanzas, insurrecciones, enfermedades relacionadas con el trabajo, migraciones forzosas al Alto Per o a Chile5, desarraigos en masa, y elA pesar de que un estatuto sobre limpieza de sangre impeda que viajara a Amrica cualquier persona juda, descendiente de un judo quemado por la Inquisicin, reconciliado o sambenitado, parece que pudieron hacerlo con menos dificultad las que decidieron venir al Ro de la Plata. Aparentemente no se examinaba mucho su pasado familiar, no se exiga prueba de nacionalidad y era relativamente fcil comprar o falsificar una licencia para viajar. Jos Torre Revello: La sociedad colonial (Buenos Aires, 1970), citado por Jorge Lanata: Argentinos, tomo 1: Desde Pedro de Mendoza hasta la Argentina del Centenario (Buenos Aires, Ediciones B, 2003), pg. 83. Los encomenderos de la regin cuyana, como los de Crdoba y Tucumn, trasladaban a Chile indios que dependan de ellos y los alquilaban como mano de obra para las minas de oro o plata. Ese es uno de los motivos de la progresiva despoblacin de la comunidad huarpe. Vase Osvaldo Barsky y Jorge Gelman:5 4

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alejamiento de muchos varones jvenes obligados a trabajar en las minas. El nmero de indios repartidos en encomiendas no parece haber sido considerable. Segn cronistas de la poca, en toda la gobernacin del Tucumn no hubo ms de 28.000 en 1582, 56.500 en 1596 y 24.296 en 1607. En 1611, despus de una misin de inspeccin por el Paraguay, el litoral y el Tucumn, el oidor Francisco de Alfaro, bien asesorado por Diego de Torres y otros jesuitas, dict en Asuncin 130 ordenanzas en favor de los indios de la Gobernacin del Ro de la Plata, que al ao siguiente se extendieron, con algunas modificaciones destinadas a hacerlas menos rigurosas, a la Gobernacin del Tucumn. Es evidente que no bastaban las medidas tomadas por Irala, Alvar Nuez Cabeza de Vaca, Gonzalo de Abreu, Ramrez de Velazco y Hernandarias, pues seguan los abusos y la situacin de los indios no haba mejorado sustancialmente; por eso, Alfaro prohibi la esclavitud y la prestacin obligatoria de servicios personales por tiempo indeterminado, salvo que fuera por cortos perodos cada ao y en substitucin del pago de un tributo de monto fijo, modific el rgimen de encomiendas y eximi a las mujeres, los hombres de edad mayor a los cincuenta aos y los jvenes de menos de dieciocho aos, a los que tambin liber de la obligacin fiscal, y decret que los indios, incluso los prisioneros de guerra o cautivos en total dependencia de los encomenderos, deban vivir en reducciones, con iglesia, cabildo y autoridades propias. Esas ordenanzas aliviaron algo la situacin de los indios, pero no lograron sustraerlos, ni en todas partes ni de igual manera, de los malos tratos, los abusos inherentes al sistema de encomiendas y la disrupcin de la vida tribal y familiar. Mediante sucesivas reformas posteriores se impusieron algunas mejoras notables, sobre todo en lo que concierne al nmero de das de trabajo que podan exigirse y su remuneracin, as como respecto de los censos de poblacin para determinar cuantos indgenas debanHistoria del agro argentino. Desde la conquista hasta fines del siglo XX (Buenos Aires, Grijalbo, 2001), pg. 37.

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tributar y cul sera el monto de la capitacin; no obstante, los indgenas no se libraron de las exacciones de colonos, encomenderos y corregidores y su condicin slo fue relativamente aceptable en las reducciones creadas por los jesuitas, como se ver ms adelante. La aplicacin de la poltica real en pro de la proteccin de los indios nunca fue homognea; dependi en mucho de la calidad de los gobernantes y de la medida en que consideraron que era preciso y factible adaptarla a circunstancias especiales, sea porque algunos cedan ante influencias corruptoras, no disponan de suficiente informacin o autoridad para exigir su acatamiento por las autoridades locales, o tenan inters directo en no mejorar las condiciones en vigor, o porque debieron tomar en cuenta otros factores objetivos, como ser los distintos hbitos y necesidades de la poblacin cristiana de diversos municipios urbanos y rurales, las caractersticas del comercio y la produccin regionales, y el grado de belicosidad, sometimiento y sedentarizacin de los indios. Las reformas de Alfaro fueron muy resistidas por los colonos, desde antao acostumbrados a desacatar las leyes, reglamentos e instrucciones oficiales cuando su aplicacin resultaba perjudicial para sus intereses. En el Paraguay, como en la gobernacin del Tucumn, fue conspicua la oposicin a la aplicacin de cdulas reales y ordenanzas destinadas a suavizar las condiciones a que estaban sometidos los indios y a liberarlos de la sujecin continua al trabajo personal en las encomiendas, aduciendo que los indgenas vivan mejor cuando estaban sujetos a aquel rgimen que cuando slo estaban obligados a pagar tributo o a prestar servicio al encomendero durante un tercio del ao. Hasta las mismas autoridades eclesisticas sostuvieron pareceres de esa ndole, argumentando que los indios eran ms pobres todava cuanto ms libertad se les daba, pues no velaban por su propio sustento, y vivan entregados a perpetuas borracheras, idolatras, muertes y otros graves delitos (como sostuvo Trejo y Sanabria, obispo de Crdoba, que era hermano de Hernandarias).

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III. Importacin de esclavos africanos La fuerza de trabajo indgena comenzaba a disminuir debido a las penosas condiciones en que trabajaban los indios en las minas y las plantaciones y a las enfermedades que diezmaban ciertas tribus. Entre las consecuencias de las reformas ordenadas por Alfaro para mejorar la condicin de los indios y evitar su excesiva explotacin, desgraciadamente poco aplicadas por los colonos, cabe mencionar no slo la fuga de muchos indios, seguida por una poltica ms represiva, sino tambin una progresiva disposicin a reemplazar la mano de obra autctona por esclavos africanos. Adems, en ciertas regiones los colonos tropezaban con gran resistencia de las tribus insumisas o escaseaban los naturales sometidos, lo que limitaba el nmero que poda adjudicarse a los encomenderos; por otra parte, stos no eran tantos - en la gobernacin del Tucumn, eran slo 335 en 1607, es decir 182 ms que en 1582 - despreciaban o no conocan bien las faenas que deban realizar los indios, cuya indolencia reprochaban, y preferan llevar vida de seores de alto rango, de modo que les atrajo la posibilidad de disponer de capataces y mayordomos, escogidos entre blancos y mestizos ms pobres que ellos, y auxiliares y peones negros. Desde el Tucumn, el obispo Francisco de Vitoria fue uno de los primeros dignatarios que, habiendo hecho fortuna gracias a los 20.000 indios de que dispuso, que no pagaban tributo, y al aprovechamiento en beneficio personal del diezmo y de las multas que cobraba en metlico a los pecadores, decidi ampliar sus ganancias dedicndose desde 1587 al contrabando (sobre todo en forma de exportaciones ilcitas de plata), al comercio y al trfico negrero con el Brasil. Sin embargo, el primer convenio o asiento sobre comercio de esclavos es el que firm la Corona espaola en 1595 con el negrero portugus Pedro Gomes Reinel. Fue encargado de introducir 4.850 esclavos por ao en Amrica espaola (600 de los cuales por el ro de la Plata).

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Pese al afn con que el gobernador Hernandarias persigui ostensiblemente a los contrabandistas, la introduccin ilcita de esclavos fue numricamente ms importante que la que se autoriz durante ciertos perodos. Si entre 1597 y 1607 ingresaron por Buenos Aires 5.670 esclavos, en el perodo 1606-1625 llegaron del Brasil unos 12.800, la gran mayora sin autorizacin. Si fuese verdad lo que afirm en 1623 Diego de Torres, antiguo provincial jesuita, el nmero de esclavos importados por va de Buenos Aires no bajaba de 1.500 por ao. Los registros oficiales para los aos 1595 a 1680 revelan el ingreso de 22.892 esclavos por el puerto de Buenos Aires, pero el nmero total debe haber sido mucho mayor6. Cabe suponer que, con el acrecentamiento de la demanda, la introduccin de esclavos por esa va se convirti en un negocio muy lucrativo. Cuando Portugal logr poner trmino a su unin con Espaa en 1640, el trfico ilcito recrudeci y en los dos o tres decenios posteriores Buenos Aires nunca acogi y puso en venta tantos esclavos como cuando dej de recibirlos por conducto oficial. Durante el reino de los Borbones aument la importacin de esclavos. Desde la primera mitad del siglo XVIII, el trfico negrero estuvo consecutivamente en manos de tres compaas, la Real de Guinea (francesa), la inglesa de los Mares del Sur y una que cre el propio Gobierno espaol. Los negreros franceses fueron los primeros en instalarse en Buenos Aires; hicieron entrar unos 6.300 esclavos desde 1701 hasta 1713. En virtud de los tratados de Utrecht, que pusieron fin a la guerra de Sucesin y debilitaron muchsimo a Espaa y Francia, los ingleses pudieron desplazar a los franceses del comercio con Amrica e imponer nuevas condiciones a Espaa. Una de ellas fue la firma del tratado de Asiento. Gracias a ste la Corona de Inglaterra iba a ejercer el monopolio negrero por intermedio de la Compaa de los Mares delLas cifras que se citan en este prrafo son las que recogi George Reid Andrews: The Afro-Argentines of Buenos Aires, 1800-1900 (Madison, Wisconsin. University of Wisconsin Press, 1980), pg. 24, basndose en datos de la seora Elena Scheuss de Studer: La trata de negros en el Ro de la Plata durante el siglo XVIII (Buenos Aires, 1958) y de Jos Torre Revello: La sociedad colonial, op. cit.6

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Sur, a la que vendi el derecho de explotacin. Conforme a los trminos del tratado, la Compaa pudo dedicarse durante treinta aos a la trata de negros en Amrica espaola y a enviar navos de permiso a comerciar en los puertos americanos, incluso Buenos Aires. Se previ la introduccin, por puertos a la eleccin de la Compaa, de 144.000 negros, a razn de 4.800 por ao; 1.200 se destinaran a Buenos Aires (800 para ese puerto y otros 400 para la venta en Chile y el interior); tambin poda enviarse cada ao un navo de permiso, de 500 a 600 toneladas, cargado de mercaderas autorizadas. De este modo, Inglaterra logr abrirse una entrada ms directa en el ro de la Plata que la que le ofreca su socio portugus por la Colonia del Sacramento. El asiento negrero ingls en Buenos Aires funcion entre los aos 1715 y 1750, con interrupciones ms o menos cortas debidos a nuevos conflictos con Inglaterra, y por su intermedio ingresaron por el ro de la Plata unos 18.400 esclavos, de los cuales muchos fueron enviados al interior. Durante ese perodo, Buenos Aires lleg a ser la segunda plaza en orden de importancia entre las que se habilitaron en Amrica, a pesar de la competencia que hacan a la Compaa los contrabandistas portugueses, y adems provey a Chile y el Alto y Bajo Per de unos 7.800 esclavos. Los ingleses de la Compaa de los Mares del Sur pudieron sembrar trigo y maz en terrenos de la Real Hacienda, acompaar las caravanas de esclavos que remontaban hacia el norte, y hacer entradas [vaqueras], parar rodeos y traer todo el ganado orejano que necesitasen para carnear, pero deban entregar el cuero. No obstante, la Compaa tambin logr abastecerse de cueros: 45.000 en 1715, 40.000 en 1718 y 60.000 en 1724. Gracias al comercio relacionado con el asiento, la cantidad de cueros exportados lleg a ser de 380.000 unidades en 17337. Entre 1742 y 1806 llegaron al ro de la Plata, si se creen las cifras de los registros, 12.475 esclavos del Brasil yJonathan C. Brown: A socieconomic history of Argentina., 1776-1860 (Cambridge, Cambridge University Press, 1979), pg. 25.7

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13.460 de frica (en orden de importancia, de frica Oriental, de frica Occidental, del Congo y Angola y de otros territorios). Unos treinta aos despus de que cesaron las operaciones autorizadas a los ingleses inici sus actividades de armador de barcos negreros el famoso empresario andaluz Toms Antonio Romero (a quien me refiero ms extensamente en el captulo 6); entre 1792 y 1803 este traficante realiz cuantiosas inversiones para comprar y vender un total de 7.733 esclavos (muchos procedentes de Africa pero por lo menos 18 por ciento del Brasil) con un saldo favorable para l del orden de 555.000 pesos6. Traerlos del Brasil era ventajoso porque se combinaba el trfico negrero con el contrabando de mercancas. De hecho, los contrabandistas portugueses prosiguieron la trata de negros sin prestar mucha atencin al monopolio ejercido por franceses, ingleses o espaoles; por eso, las cifras totales que se mencionan acerca del ingreso de esclavos negros quiz subestimen el verdadero nmero. Adems, conviene mencionar que cada vez que los ingleses tuvieron que interrumpir las operaciones mercantiles autorizadas en Buenos Aires en virtud del Tratado de Asiento, les result muy fcil proseguirlas desde Colonia. De una manera u otra, el contrabando ingls lleg a representar un valor anual de 200.000 libras esterlinas7. Se calcula que a fines del siglo XVIII, el 45 por ciento de la poblacin del Tucumn era de origen esclavo africano8. Para dar una idea cabal de la importancia que tuvo ese influjo racial bastar con sealar que, hacia 1776, en la gobernacin del Tucumn se censaron ms negros, mulatos y zambos que indios; la suma de ambas categoras era, por lo general, muy superior a la de los vecinos espaoles y sus familias. En Crdoba, donde residan la gran mayora de los espaoles y criollos (18.250), haba ms de 6.000 esclavos y unos 11.000 libertos, y en Tucumn el total de ambos grupos de origen africanoHugo Ral Galmarini: Los negocios del poder. Reforma y crisis del Estado, 1776-1826 (Buenos Aires, Corregidor, 2000), pgs. 92-93. 7 Brown, op. cit., pg. 26.6

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frisaba las 18.000 personas9. En el litoral aument el nmero de esclavos y, en general, de gente de color, en parte debido a la escasez de mano de obra agrcola: en Buenos Aires su proporcin subi del 16,5 al 30 por ciento entre 1744 y 1807. IV. Mestizos y mulatos De las uniones de espaoles e "hijos de la tierra" con la poblacin amerindia y esclavos africanos fueron surgiendo nuevas generaciones caracterizadas por diversos tipos de mestizaje, crendose as castas estratificadas, a menudo separadas por distinciones sociales y culturales, adems de diferencias de ingresos muy marcadas, que durante muchsimo tiempo no gozaron de ninguna igualdad de derechos u oportunidades. En todas partes hubo mestizos y mulatos. Ni stos ni los espaoles o los negros estuvieron autorizados a vivir en los pueblos reservados a los indios, aunque ese aislamiento forzoso no fue de estricto cumplimiento; se dijo que era para prevenir ataques de los indgenas y estar en mejores condiciones de asegurar su evangelizacin y es probable que, para mejor proteger a sus pupilos, fueron los jesuitas los que ms hicieron para impedir la entrada de gente extraa en las reducciones. Fuera de ellas, el rgimen de castas se fue acentuando con el tiempo y mestizos y mulatos siguieron siendo vctimas de su inferioridad jurdica frente a los blancos. En los siglos XVI y XVII estuvo prohibido que mestizos y mulatos llevaran armas o fueran reclutados para prestar servicios en los presidios fortificados, pero a veces pudieron ingresar en las milicias, a condicin de constituir unidades separadas, sobre todo despus de la guerra deRoberto Levillier: Conquista y organizacin del Tucumn., en Historia de la Nacin Argentina, tomo III: Colonizacin y organizacin de Hispano Amrica, pg. 298.9

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los Siete Aos cuando hubo que disponer de ms tropas con fines defensivos. Durante mucho tiempo, los mestizos estuvieron exentos de pagar tributos, pero ms de una vez, sobre todo en el Paraguay y en Chile, las autoridades intentaron reclamarles una tributacin, extensiva a negros y mulatos, y cuando fallaron en ese intento pretendieron exigirles una contribucin militar que no era otra cosa que un impuesto per cpita. La prueba de la pureza de sangre obr durante mucho tiempo en perjuicio de mestizos y mulatos, lo mismo que la desconfianza y el menosprecio que se les manifestaba, sobre todo si eran hijos ilegtimos. Todas las rdenes religiosas prefirieron no darles cabida en su seno, pero desde 1588 pudieron ser ordenados sacerdotes, siempre y cuando se hubiera determinado que eran bien instruidos, hbiles y capaces, e hijos de matrimonios legtimos. No podan ser encomenderos o poseer indios de alguna otra manera, En casos excepcionales, los hijos ilegtimos de encomenderos fueron recompensados por su actuacin en guerras justas, como la que se lanz en Chile contra los araucanos, y pudieron suceder a sus padres a condicin de que stos no tuvieran descendencia legtima. Las funciones de cacique, protector o corregidor de indios les estaban vedadas y tampoco podan ser regidores. El acceso a cargos oficiales fue particularmente difcil mientras la Corona no necesit ampliar y elevar sus recaudaciones; entonces se permiti, contra el pago de sumas que variaban entre 5.500 y 33.000 reales segn la gravedad del pecado reprochado a los padres, la legitimacin de mestizos y mulatos nacidos fuera del matrimonio, gracias a lo cual cierto nmero de ellos pudieron ejercer funciones tan codiciadas como las de escribano pblico o notario. Pero los estatutos de universidades y colegios entorpecieron el ingreso a profesiones liberales mediante clusulas de exclusin: la de los mestizos en la Universidad de San Marcos y, en el Real Colegio de San Carlos, la de toda persona cuyo nacimiento se reputase ilegtimo, o que, siendo hijo legtimo, no pudiera demostrar que descenda de cristianos viejos y

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estaba limpia de toda mcula y raza de moros, judos y negros (en ese colegio, pudieron ingresar becarios indios u mestizos desde 1783). En todo esto, as como para la admisin a cargos judiciales o de gobierno, primaba el criterio de la pureza de sangre, suavizado por cierta disposicin a no rechazar sistemticamente a los descendientes de indios. A los menores se les impeda concurrir a las aulas junto a los hijos de espaoles o acudir en compaa de stos a los actos pblicos; tampoco podan ser aprendices a menos de que la formacin profesional se les impartiese por separado. Cuando se constituyeron los primeros gremios de artesanos, fueron excluidos de muchos de ellos. Desde el siglo XVI existi una sociedad estratificada en que las diferencias de sangre y de situacin socioeconmica bastaban para marginar a criollos, mestizos y mulatos descendientes de blancos, indios y negros en diversos grados. En cambio, en diversas oportunidades, pero en pequea escala, para congraciarse con la aristocracia indgena fue promovida la educacin de indios de alta condicin Esas jerarquas, aunque se pudo pasar de un estamento a otro, pero apenas de un peldao al siguiente, contra la compra del derecho de admisin a un grupo de sangre distinto, crearon fracturas y resentimientos, y hubo una categora de gente malquerida, apartada de la poblacin decente que la consideraba indolente, rebelde e irrecuperable, que vivi al margen de la sociedad y fue engrosando las filas de una peonada errante, sin empleo fijo, y de las gavillas dedicadas a la matanza de ganado salvaje, el robo de hacienda y el contrabando, a menudo en compaa de indios indciles como ellos. Por su parte, los criollos de buena familia se sintieron postergados, pero tardaron en bregar en favor de que se reconociera su igualdad con los peninsulares y slo una minora tuvo acceso a posiciones sociales ventajosas, gracias a la instruccin que recibieron, a la situacin socioeconmica de sus padres y a la posibilidad de estudiar en universidades como las de Charcas, Lima, Santiago de Chile, Crdoba y

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Espaa (antes de que pudieran hacerlo en Buenos Aires). Pero eso ocurri ms tarde y lleg a constituir un fenmeno determinante recin en las postrimeras del siglo XVIII. V. Portugueses Algo distinto es el caso de los pobladores portugueses. Siempre fueron objeto de recelo, quizs ms por envidia pues siempre fueron mejores comerciantes y artesanos que los espaoles que en razn de su nacionalidad. Muchos de ellos se hicieron sospechosos de connivencias con sus compatriotas del Brasil, o de que pese a su condicin de conversos todava practicaran su antigua religin, pues la proporcin de portugueses judaizantes se acentu con el tiempo a medida que arreciaban las persecuciones de la Inquisicin portuguesa o del Santo Oficio de Lima. No obstante, la poblacin de origen portugus, cualquiera que fuese su verdadero credo, se fue arraigando en las ciudades, pese a las medidas que de cuando en cuando se intentaron con objeto de expulsarles, desplazarles o desarmarles, y buen nmero de familias argentinas descienden de los matrimonios que contrajeron esos portugueses con hombres o mujeres descendientes de los primeros conquistadores y colonos espaoles10.

A este respecto, vase Boleslao Lewin: Cmo fue la inmigracin juda en la Argentina (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1983).

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Produccin y comercio: de la cra de mulas al negocio de cueros 45

Captulo 3. Produccin y comercio: de la cra de mulas al negocio de cueros _________________________________________ I. El descubrimiento de las minas de plata de Potos y su influencia sobre el desarrollo de la produccin, el comercio y el contrabando Lo que aceler el desarrollo de los asentamientos espaoles en el noroeste argentino fue el descubrimiento en 1545, en el Cerro de Potos, de la veta aurfera ms importante de todas las encontradas en la provincia de Charcas. Apenas comenz a extraerse plata del Cerro, tambin hubo que beneficiarla en un sinnmero de ingenios y transformarla en monedas, barras y objetos. Adems, fue preciso conseguir suficiente mano de obra indgena para la explotacin intensiva de la mina, asegurar el transporte y procurar el abastecimiento regular de la ciudad de Potos. Para mantener y desarrollar toda esa actividad se recurri al trabajo forzoso (la"mita") de miles de indgenas reclutados en muchas parcialidades del Alto Per, y no pocos de lo que es hoy el noroeste de la Argentina. Se haba organizado el reclutamiento obligatorio de manera que las comunidades proveedoras de mano de obra mantuvieran un flujo ininterrumpido de trabajadores, pues despus de una semana de labor agobiadora estaba prevista la concesin de dos semanas intermedias de descanso, y esto contribua a que el vaivn de mitayos fuera incesante. Los mineros indgenas -cuyo nmero fue 81.000 al principio, 40.000 en 1633 y 10.600 en 1683trabajaban en tres turnos; muchsimos murieron en los socavones. Todo esto provoc el crecimiento vertiginoso de la ciudad de Potos, que se convirti en una de las ciudades ms opulentas de Amrica. Su poblacin creci rpidamente (de 3.000 habitantes en 1543 a casi 160.000 en 1650, de los cuales unos 30.000 eran espaoles; representaban el 10 por ciento de toda la poblacin peninsular radicada en Amrica y su ncleo ms poderoso haca gala de gran

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riqueza y boato), antes de que declinara radicalmente la minera en el siglo XVIII a cau