Homenaje a “ALDABA”, así como al TALLER MUNICIPAL DE TEATRO

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“Historias” de Garlopín Escoplo y Gramil de los Bastrenes por Alfonso Paradelo Gómez En la persona de Milagros Alba Erquicia, directora de teatro, entusiástico homenaje a “ALDABA”, curtida agrupación teatral, así como al TALLER MUNICIPAL DE TEATRO del centro “Doctor Velasco de Laredo” El comentario general es de merecer calificación con nota. Brillante, sobresaliente… Con arrobo, fascinado y seducido, solía salir del teatro en las primeras actuaciones de “Aldaba”. Y con tanta alegría y siempre sorprendido -en lo poco que pude verles-, de las funciones del grupo de adultos “Taller municipal de Teatro”. Ahora sigo las obras de ambas agrupaciones por la referencia que me hacen ciertos asistentes asiduos. La opinión siempre es elogiosa. En su día, pergeñé unas líneas haciendo “historia” de los comienzos de aquél añejo y desaparecido Delta Teatro, que ocupó los mejores años de mi vida y de tantos compañeros de tablas, pero en vista de las actuaciones de “Aldaba” -aún no funcionaba el “Taller”- y como un niño a quien han pillado en falta, lo guardé con cierto pudor en el baúl de los recuerdos. Quedó así mi testimonio en un escrito (“Primera parte”) que relataba someramente los comienzos y, fundamentalmente, los trances y contratiempos sufridos para una segunda representación de “Andorra” en la Plazoleta del Marqués de Albaida.

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“Historias” de Garlopín Escoplo y Gramil de los Bastrenes por

Alfonso Paradelo Gómez

En la persona de Milagros Alba Erquicia, directora de teatro, entusiástico homenaje a “ALDABA”, curtida agrupación teatral,

así como al TALLER MUNICIPAL DE TEATRO del centro “Doctor Velasco de Laredo”

El comentario general es de merecer calificación con nota. Brillante, sobresaliente…

Con arrobo, fascinado y seducido, solía salir del teatro en las primeras actuaciones de “Aldaba”. Y con tanta alegría y siempre sorprendido -en lo poco que pude verles-, de las funciones del grupo de adultos “Taller municipal de Teatro”. Ahora sigo las obras de ambas agrupaciones por la referencia que me hacen ciertos asistentes asiduos. La opinión siempre es elogiosa.

En su día, pergeñé unas líneas haciendo “historia” de los comienzos de aquél añejo y desaparecido Delta Teatro, que ocupó los mejores años de mi vida y de tantos compañeros de tablas, pero en vista de las actuaciones de “Aldaba” -aún no funcionaba el “Taller”- y como un niño a quien han pillado en falta, lo guardé con cierto pudor en el baúl de los recuerdos. Quedó así mi testimonio en un escrito (“Primera parte”) que relataba someramente los comienzos y, fundamentalmente, los trances y contratiempos sufridos para una segunda representación de “Andorra” en la Plazoleta del Marqués de Albaida.

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Hoy ya, decidido a rendir un pequeño pero sentido homenaje, no sólo al veterano grupo “ALDABA”, sino también al más reciente “TALLER DE TEATRO”, cuando a uno no le quedan ni canas que peinar, he optado por no arrinconar o destruir aquéllas líneas y sacar a la luz los párrafos que un día redacté. Esfumado ya el ridículo rubor y la pueril postura de aquél momento, les voy a ofrecer entonces, primeramente, la pequeña “historia” de los comienzos de aquél grupo de nuestros amores, que en un arrebato de inspiración esbocé. (La referida también, como dije, a “Andorra”, tenue y levemente modificada). Y a continuación una nueva y más amplia “Historia de Delta Teatro” (“Segunda parte”), redactada recientemente. Todo ello ya, dedicado con reverencia y admiración a los dos grupos actuales mencionados.

(Queridos amigos de “ALDABA” y adultos del TALLER DE TEATRO: espero leáis estos textos con la máxima benevolencia. Y si no es mucho pedir, con el mismo cariño y fervor que en ellos puse. Gracias).

Primera parte

TEATRO EN MARQUÉS DE ALBAIDA (“La plazoleta”, escenario imprevisible en la Puebla Vieja de

una memorable actuación).

Cuando algunos ya estábamos casados, a alguien se le ocurre formar una compañía de teatro (por supuesto, de aficionados), pero con ínfulas de profesionales veteranos. Con tal fe en el empeño que, si se dice que esta “mueve montañas” aquí quedó ratificado.

Personas cualificadas, conocedoras y versadas sobre el medio, lo corroboraron con sus opiniones, aseverando que el nuevo grupo actuaba a un nivel digno de cualquier compañía profesional. Me imagino que no se

refirieran a las que tenían en sus elencos como intérpretes a los Fernán-Gómez, Rodero, Bódalo, Marsillach o José Luis Gómez y Paco Rabal. Las Caba-Alba, Gutiérrez-Caba, Espert, Carrillo, o Ana Belén y Charo López.

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Sin contar a los míticos que, por edad, no pudimos ver sus actuaciones, Enrique Borrás, Rafael Calvo o Ernesto Vilches con la Xirgu, Dª María Guerrero o Catalina Bárcena (Esta, curiosamente, aunque nacida en Cuba, se crió en nuestra Liébana en el pueblo de Lebeña, cerca de Potes).

Pero bueno, para el Delta Teatro, quedaron los elogiosos comentarios arriba indicados.

El debut se concertó en el flamante -en aquel entonces- Cine Alameda, hoy desaparecido. La primera obra a interpretar fue “El Tintero” de Muñiz, que en esa época estaba muy de moda en el territorio nacional. En ese

momento, ciertos entendidos la aclamaron como espectáculo teatral no visto hacía muchos años, por su extraordinaria calidad y -seguramente- por su temática.

Antes de seguir, habrá que aclarar que los “locos” de la idea fueron…-mejor fue- en principio, Juan José Castillo Alonso, que por estar ubicado en Madrid añadió un escollo a la ya complejidad de fichar, persuadir y convencer a los futuros componentes. Él fue el del génesis. El otro “loco”, que se encargó de la formación o el florecimiento fue Alfonso Paradelo Gómez, este en Laredo, quien organizó aquí el grupo, con un dinámico reclutamiento de integrantes, gestión de locales, atrezo, permisos, etc. y la distribución de los textos de la obra a representar, que ya en Madrid había preparado Juanjo. (Pero estos datos y más, se los referiremos en la 2º parte).

En definitiva, “El Tintero” se estrenó y tuvo, por parte del público, una feliz y excelente acogida. En vista de este inicial y espectacular éxito la euforia se apoderó del grupo y el personal acabó seducido por Talía.

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No se esperó mucho en preparar la segunda obra a representar. Esta fue “Andorra” de Max Frisch, que también por aquél entonces, estaba en

candelero en los teatros -esta, sí- del Mundo “mundial”. Se amplió el número de componentes de la agrupación y con ciertas dificultades, en principio en la dirección (pasaron por los ensayos tres directores), llegó el alumbramiento que, si cabe, superó en éxito a la precedente y primigenia obra. Tal fue así, que al estar los pescadores aquél día faenando y enterados por familiares y amigos del “acontecimiento”, nos “forzaron” a una nueva representación.

El grupo se reunió con ese fin; comienzan nuevamente las gestiones, suponiéndolas más fáciles e inopinadamente se presenta un problema… y gordo. Al solicitar otra vez el local (Cine Alameda), nos encontramos con la negativa del desaparecido Gil (el gallego), a la postre operador, además de encargado del cine. Las órdenes de D. Antonio Ansola, propietario del salón, parece ser fueron tajantes, ya que en la primera representación se había roto una tinaja de barro (50 o 100 pesetas de la época) que estaba entre bastidores. No hubo forma. Ni ruegos, “coacciones”, ni velas a San Antonio. (¿No era este santo abogado de los imposibles?).

Pues bien; obedeciendo a nuestro refranero español, pensamos: “A grandes males, grandes remedios” y “No hay mal que por bien no venga” (en este caso, para la historia anecdótica del Delta). Alguien, tuvo la idea de mentar a nuestra querida Plazoleta de la Puebla Vieja.

Como se suele decir, “ni cortos ni perezosos” ahí tienen ustedes a todo el elenco en pura acción “obreril” y tocando todos los recursos necesarios para conseguir lo ansiado: segunda representación de “Andorra”… ¡en la plazuela del Marqués de Albaida! Lo primero, montar un escenario (ahí es “ná”), en aquélla época en la que las existencias del almacén municipal se reducían a lo que las necesidades de aquél Laredo exigían. Pero, sí estaban a nuestra disposición aquellos vetustos bancos de la ”Batalla de flores”, los toscos tablones para las prosaicas tribunas y “cuatro” tablas mas. Luego ya, conexión con fábricas de conservas y alguna carpintería. “¡Más madera!”, como dirían los Hermanos Marx.

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(Caballetes, tablas lisas, listones…). Cortinajes y nuevo atrezo, adaptando a las diferentes dimensiones del escenario el resto de la utilería necesaria.

Todos los permisos. Conexión de electricidad o cualquier problema que pudiera surgir, con el beneplácito del Ayuntamiento que “abrazó” la actividad como suya propia; como debe ser. Y cuando aquél sábado, los pescadores ya estaban en tierra, pudieron disfrutar de un extraordinario espectáculo. Cuando menos, “singular”.

En el emplazamiento, aunque vigilado por agentes de la autoridad, hubo algunas anécdotas para recordar, como la del empecinado vecino que, teniendo acceso a su portal por otra parte, se empeña en pasar por medio del tinglado porque se le enfriaba la sopa, o algunas madres que salieron al balcón o ventana gritando: ¡Pedrín… sube!, ¡Juani, a cenar! o ¡Jandrin, mal “rayu” te parta; centella, que ya es hora!

Entre bastidores también hubo lo suyo. Componente del grupo encargado de la electricidad que, desde los diez primeros minutos del espectáculo detecta un riesgo en la instalación por medio de un “chisporroteo” y tiene que ayudarse con un porrón de vino, no para animarse ante la posible “ruina” sino, mas bien, para enfriar los cables que amenazaban lo peor.

También a algún actor los nervios le jugaron malas pasadas. Dijo frases en la escena segunda que correspondían a la quinta y en la cuarta escena, algunas de la primera. ¡Casi nada!, pero el desconocimiento del texto por parte del público y sorprendentemente el aplomo y “profesionalidad” (“apurado te veas…”) hicieron el milagro. No se

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rompió el ritmo y nadie apercibió las diferentes “morcillas” empleadas. La noche concluyó con un éxito total. Fue el triunfo del tesón en toda regla, pero a algunos, “todavía” les están temblando las piernas.

“La contrariedad no es una piedra en tu camino. Depende de ti transformarla en un escalón que te permita subir más arriba”.

“Cuando más grande es el obstáculo, mayor es la gloria de haberlo superado”.

(GOETHE, es el autor de esta última frase).

Este “primer" relato de aquélla pretérita etapa, ha sido un recuerdo emocionado de una época inolvidable. Remembranza o evocación de los momentos de una actividad ilusionante. Añoranza rebosante de melancolía que queríamos dedicar, como homenaje, primeramente al grupo de teatro “Aldaba”, que pudo ser la edición corregida y aumentada de aquél “Delta Teatro” histórico ya.

Sin hacer comparaciones -que dicen “son odiosas”-, me consta que tenemos en Laredo actualmente un grupo de una calidad suprema. Valía esta, que quiero aplaudir, rindiendo honores a su calidad. Y aprovechando la oportunidad, dedicar un particular homenaje, en forma de agasajo y reconocimiento, a quien se ha convertido en un gran actor, Miguel Ángel Marsella. Primero como compañero de trabajo que fue y luego por amigo y colega en los escenarios. Hoy, este grandísimo actor, “cosa fina”, también “da vida” al “Sire” en los fastos que se celebran en Laredo todos los años, con motivo del desembarco de Carlos V. ¡Larga vida al César¡

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El siguiente artículo, de redacción reciente, está dedicado ya a ambas formaciones -“Aldaba” y “Taller Municipal de Teatro”- y especialmente, como decimos en el primero de los enunciados, a Milagros Alba, directora de ambas formaciones. Es un texto más completo, que aglutina referencias de todas las actividades o actuaciones de aquél Delta Teatro y en el que, inevitablemente, encontrarán algún dato repetido, citado en el anterior y más antiguo escrito, pero con nuevos detalles y diferentes matices.

Para los curiosos, informarles sobre el significado de la palabra “DELTA” en este contexto: (DEL Teatro Amigos)

Segunda parte

HISTORIA DE UNA ILUSION EN LAREDO “DELTA TEATRO”

Fue en el 66. Todo empezó con una llamada telefónica en primavera. Juan José Castillo Alonso, hoy catedrático de la Complutense, llama a Alfonso Paradelo Gómez y le propone crear un grupo de teatro. Este, sin ninguna experiencia teatral, salvo haber intervenido en “La Galerna” (en su reposición) y actuado en el cuadro artístico de Radio Juventud, no lo duda ni un momento y acepta encantado. En realidad, lo deseó siempre. Se dispone a trabajar en el asunto. Él aquí y Juanjo en Madrid… ¡y sin móviles!

Aquí hay que ocuparse, tal vez de lo más difícil: reclutar gente. Entusiasmar al personal. Juanjo ya tenía clara la idea e incluso, escogida la primera obra a representar. Era esta “El Tintero”, de Carlos Muñiz. Alfonso empieza a funcionar. Habla, pregunta, propone, magnetiza… Los primeros a quienes comunicó la idea fueron dos compañeros de trabajo, Florencio Incera y Miguel Ángel Marsella. Ellos aceptan. Sigue con los amigos y se dirige a Ana Lanz y Tino, su novio. Y habla con José Esteban -un foráneo empleado de Banesto-, con Carmelo Fernández (el hijo de Lucas), con Víctor Manuel Cosío y José Manuel Vallejo, con Pili Martínez “Pelines”, con Emilio Basurco. Estos y algunos más quedan convencidos

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con la idea. Con el tiempo, se van incorporando nuevos nombres para nuevas obras.

Viene Juanjo en verano. Se distribuyen los papeles. Mal asunto estudiar cuando más se trabaja en Laredo, pero se vencen las dificultades. Algunos, como es el caso de Alfonso -que hace de protagonista- no sale de escena en toda la obra, tiene que estudiar y aprender de memoria -pues no se pensaba en apuntador y así fue- párrafos de una considerable extensión. En verano y… metiendo horas extras en el comercio (¡Como para hacerlo ahora…!)

Para este “tintero”, solicitamos a Oscar Gutiérrez su intervención para un breve pero importante papel que aceptó -como no podía ser menos-, a modo de colaboración especial, tratándose de cooperar en una actividad artística (como en tantas otras ocasiones) para su querido Laredo. Y también y otra vez, como no podía ser de otra manera, lo bordó.

Llegó el día de la representación ya comenzado el otoño y fue un rotundo éxito lo que coronó tanto sacrificio y tanto trabajo hecho a conciencia, bajo la dirección de Juanjo, que también actuaba. Tan a conciencia se hizo, que hasta tuvimos un ensayo general con maquillaje y todo, como las grandes compañías. La cosa empezaba a marchar… y a propósito de “El tintero” y sus dificultades, querría contar una pertinente anécdota. Como elemento del atrezo, tenía que aparecer en escena una percha. Días y días buscando por todo Laredo una percha de árbol de aquéllas de pié, de madera, de las de toda la vida, que habíamos visto muchas veces. Pues nada. No había forma. Por fin, ¡oh! -¿visión o realidad?- en aquél siniestro juzgado de Menéndez Pelayo -encima de Auxilio Social- en una de sus dependencias, allí sí, estaba el ansiado “artilugio” (complemento o mueble accesorio, que diríamos hoy). Pero no resultó fácil convencer a los oficiales de la oficina. Fue la intervención del amigo Nando Arenas que se hizo responsable, quien medió y abogó para su préstamo. Pero aquí no

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termina la anécdota. A los pocos días, sentados en la terraza de un café, vemos pasar el camión de la basura y asomando, un par de perchas de aquéllas características. La que fue durante días pretendido objeto de deseo, iba en compañía de una “amiga”, inexorablemente, camino del desguace.

Se incorporaron más personas. Susi Cacho, Ferino Marsella, Gonzalo García, José Andrés Rivero, un joven Julio Incera de Colindres -que de aficionado emigró a Madrid haciéndose profesional (ya desgraciadamente desaparecido)-, Ana Mari y Luci Sánchez, Santi Castillo (hermano de Juanjo), Ana María García y… aparecieron como caídos del cielo (venían de Córdoba “la Sultana”) el colindrés Juan Antonio Sánchez y su esposa Lourdes (“Bubes” para él y los amigos).

Luego llegó “Andorra”, la genial obra de Max Frisch. Otro éxito para perpetuar, al que ya en la “primera parte” hemos dedicado amplio espacio. Simplemente recordar que el éxito fue tal que tuvimos que improvisar en la plazoleta un escenario, ya que el público demandó una repetición y no conseguimos nuevamente la cesión del teatro. Pero aquella circunstancia, provocó el delirio entre los componentes del grupo. Ahí veían ustedes a todo un conjunto de “actores” ayudados por sus “fans” en un despliegue de actividad alucinante. Todo lo que se precisaba para improvisar el escenario y asientos para el público (es decir, un auténtico teatro al aire libre) se logró en un tiempo record. Las instituciones y el público -“todos” los pejines- estuvieron con nosotros. Recuerdo a Sebas Revuelta -entusiasta si los hay y artista para todo- comandando un grupo de chavales desarrollando cualquier cometido con el mayor ardor y vehemencia. Anónimas personas haciendo hasta… de acomodadores.

Tiempos… anécdotas para recordar. Siguiendo con “Andorra”, vuelve a mi mente la escena de la electricidad a la que hicimos mención somera anteriormente. José Manuel Vallejo era el que se ocupaba de la

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electricidad entre bastidores y aquella precaria instalación ya le había dado un pequeño disgusto en un previo “miniensayo”. Ver al “especialista en luminotecnia” con una mano mover mandos (interruptores, clavijas…) y en la otra el porrón de vino, vertiendo el líquido intermitentemente en una zona de la instalación para evitar la “catástrofe”, era para ser grabado. Todo un “poema”…También se ocupó Vallejo del sonido, que en esta ocasión era una tarea de peliaguda complejidad. Los tres directores de esta obra a quienes hicimos mención, fueron Manuel Ángel Alonso (Femsa), recordado por aquella frase para animarnos, que decía repetidamente, “Margaritas para cerdos”, “Margaritas para cerdos” y que como vino se fue. Después y brevemente tomó la dirección Cosío pero, creo recordar, el peso principal y final se lo llevó el patricio y mas tarde califa, Toño. Nuestro Juan Antonio Sánchez, el del “Juncu”.

En el momento de brotar, el grupo se inició de la mano de una figura emergente, como Muñiz, que poco antes de “El Tintero” (estrenada en el 61), mereció el Premio Nacional de Cámara y Ensayo con “El grillo” y seguimos con un ya consagrado personaje teatral como Max Frisch que fue, junto a Dürrenmatt, el más importante dramaturgo de la postguerra alemana y uno de los mejores de la mitad del siglo XX en Europa. Nuestro grupo quería conocer, enterarse, averiguar, informarse y tomar conciencia del pensamiento de lo más granado entre los autores y títulos del momento,

al modo en que la gente de teatro -a escala nacional- con no poca prudencia y mucho arrojo, “plantaba cara” -no siempre con éxito- a la temible censura. No siendo de extrañar que deseáramos afianzar y enriquecer nuestro repertorio con otro “monstruo” de la escena, Santi Castillo se atrevió con Bertold Brecht. (Cualquier grupo que se preciara de vanguardista, no podía omitir este nombre en su repertorio). Alemán, nacido en Augsburgo en 1898, seguramente el

más influyente de los autores del siglo XX. Creador del teatro épico. Según su teoría dramática, el teatro es una mera representación de la vida real para que el espectador, mediante el alejamiento de los acontecimientos representados, pueda someterlos a crítica.” “La excepción y la regla” se

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representó en el pequeño escenario del reducido salón de Radio Juventud, con un ingenio en la puesta en escena, no superado por profesionales escenógrafos. Como es sabido, los “teatreros”-universalmente hablando-, siempre se han caracterizado por su postura aperturista a la innovación, propicia a la flexibilidad política, religiosa, etc. “La excepción y la regla” es su última pieza didáctica y sin duda, la más acabada. El trabajo de montaje y dirección de Santi, fue impecable.

Ya nos habíamos metido al público en el bolsillo, como se suele decir y el espaldarazo resultó ser un “Montaje experimental” -y “genial” añado- sobre textos de García Lorca, original y distinto por su peculiaridad, del no menos genial Juanjo. ¿De dónde “collons” había sacado sus saberes teatrales este amigo? El “invento” dio mucho que hablar. No se había visto por estos lares este tipo de teatro de “vanguardia”, donde el actor aparece sentado junto al espectador o la actriz se acerca a otro del público y le susurra algo al oído. Sorpresas como estas, hicieron las delicias del respetable. Fue un “bombazo”. Se enteraron de este montaje en Información y Turismo en Santander (que con un Herrero Tejedor al frente estaban en un plan de tímida “apertura”) y nos patrocinaron una gira con el espectáculo lorquiano por toda la provincia. Y ya, como colofón, al celebrarse en Santander la clausura de un “Certamen Nacional de Teatro Juvenil”, requirieron nuestra presencia en el acto para representar tal montaje como “compañía” invitada, lógicamente fuera de concurso. Los ganadores fueron los chicos de Málaga. Y después de la entrega de premios, la actuación “estelar” de Delta Teatro de Laredo. Fue “demasié”; la directora de los malagueños ganadores, condesa de Bolarque, quedó prendada de nuestro grupo y se interesó de tal forma, que fuimos invitados a actuar en un teatro de su propiedad en la capital malacitana para posteriormente, realizar una gira por toda su provincia. La noble señora quedó impactada. No podía creer que, fuera de Andalucía se recitara así a Lorca y se realizaran escenas de su tierra con tanto realismo. Conociendo -como curiosidad- que cuatro componentes del laredano grupo, desarrollaban su actividad laboral en la misma empresa,

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sobra decir que no se pudo aceptar tal ofrecimiento. Y no sería por falta de ganas, anhelo o placer, pero… ¿quiénes de aquéllos aficionados iban a dejar de trabajar para embarcarse en tal aventura? Con este montaje, descubrimos con asombro y fascinados, que teníamos en el grupo la mejor recitadora “que parió madre”. Ana, nos dejó desconcertados. El sorprendente prodigio de su forma de recitar subyugó al público. No habíamos conocido -y desgraciadamente creo que no conoceremos- una “profesional” como Ana Lanz sobre todo, interpretando “La cogida y la muerte” y “La sangre derramada”, del “Llanto por Ignacio Sánchez

Mejía”. La amarga tribulación que siento por su ausencia quebranta mi espíritu. Excelsa criatura, encantadora Ana, sublime compañera, nos dejaste a lo mejor de tu vida. No te olvidaremos jamás.

Vino a continuación la obra del gran August Strindberg, escritor y dramaturgo, autor de una inconmensurable producción,

conocido en el mundo entero sobre todo por sus obras de teatro. Este personaje, sueco de Estocolmo, fue un hombre desequilibrado y con una existencia tormentosa y compleja. Su vida sentimental (se casó en tres ocasiones) resultó un verdadero infortunio. Independientemente de estos avatares, Suecia lo despidió como a una gloria nacional. “La danza de la muerte” (arduo, problemático y espinoso tema) fue la obra escogida y contó con la incorporación al grupo de una jovencita, bisoña en las lides escénicas. Se “estrenó” en el nuevo y coqueto saloncito del instituto Bernardino de Escalante. De esta representación guardo un imborrable recuerdo, que con cierta frecuencia comento. No han sido pocas, a lo largo de mi vida, las obras de teatro que he visto. Santander y sobre todo Madrid, fueron un tiempo ciudades donde saciaba mi afición como espectador. Aparte de, esporádicamente, otras ciudades españolas. He visto, interpretadas por actrices y actores de excepción, memorables funciones de consagrados autores. (Una nómina

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que para uno de pueblo, la considero aceptable). Pero… ¡Madre mía…! ¡Qué actuación la de la protagonista en la obra del “Bernardino”! La joven en cuestión fue Tinita Revuelta Cantero y, por desgracia para el teatro, no solo creo que fue la primera actuación, sino la última también. (Pasó por el altar y decidió abandonar aquel su nuevo ”recreo”). Dicen que Judi Dench, británica de York, está considerada actualmente como la mejor actriz de teatro (la he visto en cine en alguna ocasión), pero el recuerdo de aquella paisana en escena, el aplomo, la naturalidad, su expresividad y ademanes perfectos, medidos y su correcta dicción, no lo he visto -y creo no verlo ya- jamás. ¿Verdad que parece una “fantasmada”? Pues tendrían que haberlo presenciado. Sublime.

En un acto conjunto con el coro del cura, pusimos en escena el auto sacramental “La cena del rey Baltasar” de don Pedro Calderón de la

Barca. Un montaje difícil dirigido por Jesús Antonio Cacho Benito y también por Toño. Aquello de “Mane, Tecel, Fares…” ¿Recuerdan? (Con esta lapidaria frase que aparece, acompañada de estruendosa trompetería y percusión, en los muros del

salón donde un “ejército” de criados servía al rey Baltasar los exquisitos manjares, el Altísimo conmina al monarca. Ha dividido sus reinos, distribuyéndoles y dejándolo en la miseria) Esta representación no resultó lo que esperábamos, pero se cumplió.

Ante estas nuevas obras y las que pensamos vendrían, se fueron incorporando al grupo otros nombres: José María Ruiz del Río, Dioni Quintana, Alberto Lirón, Marisol Negrete, José Zubillaga, José Félix Cánovas, Luisito Ruiz del Río, Emilio Gutiérrez “Cabra” (que no Caba), Susi Villa (“Panelu” de “Garrras”), su primo y mío también Susi Gómez Villa (“Murcianu”)… además de Chelito Rentería García.

Se representó en varias localidades de la provincia “En alta mar”, un extraordinario texto del polaco Slawomir Mrozek. De una de estas sesiones, recuerdo la de Reinosa, con la no menos extraordinaria

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interpretación de Víctor Manuel Cosío, así como las de sus compañeros de balsa.

El Delta, hizo su incursión también en la especialidad de “café-teatro”, compitiendo en varias ocasiones, entre otros grupos, con “Roberto y Rafael”, dos jóvenes de Santander que triunfaron en este difícil Arte y cuyas carreras han seguido diferentes caminos. El primero se instaló en Madrid compaginando teatro y cine. Mi mujer y yo lo encontramos en “La taberna del alabardero” y nos comentó lo contento que estaba -ya tenía trabajo- y posteriormente perdí su pista. De Rafael, no ha mucho me enteré que, dedicado a los monólogos, está triunfando. Tuvo una actuación reciente en Santander con “Sancho recuerda”, obra del galardonado escritor santanderino Mario Crespo. Algunos premios les arrebatamos a estos “chulillos” de la capital (cariñosamente hablando) en aquéllos certámenes. El de aquí, se llevó a cabo en el Drink Club de la calle san Francisco. También compitió un nuevo grupo de Laredo; una nueva formación de chicos más jóvenes que -empleando la trillada frase-, “apuntaba maneras…” Y no podía ser de otra forma siendo su creador, director, jefe y alma, Luis Antonio Sánchez. Entre ellos, el desaparecido Patrichín y otros jóvenes, incluso de menor edad. ( De Luis, nos quedó el honor de su pertenencia al Delta, aunque

fugaz y su intervención en “La taberna”.) Éste amigo, (que ahora es responsable, con otros, de la Sala “Rúas”, dramático por excelencia, es “el Teatro”. Sí, el Teatro es Luis. Pasional, impulsivo, entusiasta, ciego y ebrio por la comedia. Ganador de un “montón” de premios, en su destino madrileño se hizo con un “Café teatro”.

Creó también una Compañía de Calle y ha organizado festivales por media España. Ya en Laredo (por el momento), fue llamado por el ayuntamiento de Colindres y formó el grupo “Trivium”. Pero “Luiyi” como yo le digo,

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merece no un artículo aparte, sino “todo un libro” para contar, cual otro caballero andante… tantas aventuras, andanzas, peripecias y lances… ¡Todo un personaje!... de novela.

Organizamos también un montaje muy peculiar en lo que fue la capilla de los Trinitarios en el colegio Dr. Velasco. Era como una tarde en un café-bar de un pueblo (léase Laredo), donde involucramos a todos los asistentes que, hablaron, cantaron, gritaron, blasfemaron, retozaron en cierto sentido y…hasta se emborracharon. Incluso Juli “la Mazantina” actuó, como si interpretara un destacado papel. Fue la monda. Los autores -Toño Sánchez y los hermanos Castillo- que hicieron, aunque pareciera improvisado, una verdadera obra de “ingeniería teatral”, lo titularon ”La Taberna”. No sé si pensando en los “líos” y las variadas situaciones de la obra homónima de Zola, de la serie de los Rougan Macquart. Si lo motivó esta obra, estimo no fuera por lo escabroso de dichas situaciones, sino, tal vez por la crítica, habladurías y embrollos (también pullas políticas) que se desarrollaron en lo que hoy ocupa el Cine en nuestra Casa de la Cultura. Todo el local fue “escenario”. Aunque existiera un guión con esas aparentemente improvisadas situaciones, no en todos los casos fue seguido “al pié de la letra”. Realmente se improvisó “la tira”; algunos se “sacaron de la manga” todo un repertorio de decires, máximas o proverbios, pero con una coherencia digna de una gran profesionalidad. El público terminó encantado. Después de dos largas horas, preguntaban sorprendidos y algunos medio “enfadados” que si eso era todo; que si ya estaba… Que siguiéramos... la fiesta. Pues eso supuso este montaje originalísimo: un auténtico fiestón. (Para vivirlo).

Casi al final, acometemos la reseña sobre “La pereza”. Quizás, la pieza más importante en cuanto a interpretación y montaje se refiere, que ha realizado el Delta

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Teatro. Esta obra de Talesnik, es calificada de “gigante” para un protagonista gigante y para un grupo de actores gigante. Aquí estuvo como director el creador del Delta Juan José Castillo Alonso. Si la crítica de todos los diarios nacionales la ponían por las nubes, lo mismo que al personaje “Néstor Viñas” encarnado por el inolvidable monstruo de la escena Fernando Fernán Gómez, (cuya actuación tuve el inmenso placer de presenciar), tenían que haber visto -y aquí no digo, y ustedes me perdonarán, “respetando las diferencias”-, la actuación de Ceferino Marsella Revolvo en la versión de nuestro Delta. En una reseña periodística de la época, se lee: “Si imposible es superar a Fernán Gómez, es elogioso que en ningún momento de la puesta en escena de esta obra por el grupo Delta de Laredo se añorase aquélla interpretación. Como detalle una anécdota: “Protestando por no ir al trabajo recorre el escenario y en un momento, el suelo del tablado del vetusto Salón Cantabria se hunde, mete la pierna hasta la rodilla y sale ileso y airoso exclama ¡Joder, vaya mierda de casas que construye el gobierno!” Y sigue normal con su rollo, acrecentando los laudatorios comentarios de la crítica. Admirados nos dejó también Miguel Ángel Marsella en “Jáuregui” que, en esta obra, se nos descubrió como un gran actor cómico, equiparable al desaparecido ya, Manuel Aleixandre que lo interpretaba en su estreno en España. Gracias a Dios, Miguel Ángel siguió y sigue, deleitándonos con sus interpretaciones, haciéndonos la vida más agradable con sus chascarrillos y divertidos papeles, sin olvidar su versatilidad. ¡Vaya suerte que tenemos en esta villa! ¿Y qué podíamos decir de Maritina Rivero en “Marta”? Pues que fue un magnífico e inesperado descubrimiento del grupo, y que con una seguridad asombrosa, acometió un papel principalísimo en la tragicomedia que nos ocupa. Todos estos elogios y más, fueron en su día publicados en la prensa de la provincia.

Santi Castillo y Toño Sánchez, -ya casi en las postrimerías del grupo- se atrevieron a representar la “Fedra” de Unamuno. Un experimento que, a diferencia de Eurípides, Séneca o Racine, el bilbaíno se planteó su puesta en escena de una forma

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esquemática, descarnando la escena de todo aparato o decoración. Los actores “apostados” en sus correspondientes asientos a derecha e izquierda del escenario, van desgranando sin más armas que la palabra, el bello texto de la apasionante historia. La tragedia desnuda, vinieron a llamarla. Todo un experimento también para nosotros.

Al final, se empezó a ensayar “Guillermo Tell tiene los ojos tristes”, de Alfonso Sastre, donde se incorporó al elenco Juan Antonio Arconada, “Antuán”, (que hoy es un importante miembro, como Miguel Ángel Marsella, de “Aldaba”, uno de los dos grupos que homenajeamos con este relato). Ciertos imponderables surgieron, que al final dieron al traste con el proyecto y la obra del -para algunos- “polémico” dramaturgo madrileño, quedó sin estrenar. Este fue el silencioso final de Delta Teatro.

Tal vez, se me hayan quedado en el “tintero” otras obras y acaso otras personas que espero sabrán perdonarme.

“La cometa, se eleva más alto en contra del viento, no a su favor”. (De Winston Churchill, para Delta Teatro) “Con todas las fuerzas en contra, perseverar. Jamás doblegarse.

Mostrarse fuerte atrae el auxilio de los dioses”. (De Johann W. Goethe, para “Aldaba” y “Taller de Teatro”)

Llegaron superiores responsabilidades familiares. Compromisos laborales de mayor intensidad. Poco a poco y con mucha pena, abandonamos aquél barco lleno de emociones, de singladuras ilusionantes e inesperadas y gratas experiencias que nos cultivaron, enriquecieron y nos hicieron disfrutar de una vida a la cual -nos dimos cuenta tarde-, se le puede exprimir como a un delicioso fruto e íntimamente o en conjunto, gozar lo

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infinito con su zumo, tan singular. El teatro nos hizo creer en el hombre y sin darnos cuenta, tomamos conciencia, también, de nuestra nada. Llegó el relevo. Tardó, pero estamos de enhorabuena. Tenemos en Laredo grandes epígonos de Talía, Calíope, Melpómene o Dioniso… sí. También este, Dios del Teatro. No les abandonéis, amigos, ni olvidéis esta sublime actividad

Laredo, con su Delta Teatro, fue un pueblo que apostó por la vanguardia en la dramaturgia. Se atrevió con autores convencidos de que el teatro, aparte de entretener, es la mejor forma de educar a los pueblos y hacerles tomar conciencia de la importancia del ser humano y dejó atrás insulsos sainetes -con todo mi respeto a ciertas “genialidades” de este género- y obritas de colegio que, en muchos casos, sirvieron para aletargar conciencias y llevar al pueblo llano, al aprisco de ciertos interesados en turbias acciones en su beneficio y en el de determinados e impresentables sujetos. Ya que, como dijo Vittorio Gassman “El teatro no se hace para contar las cosas, sino para cambiarlas”.

Creo y deseo que “Aldaba” y el “Taller de Teatro” se perpetúen en el tiempo. Se consoliden a través de los años. Valía les sobra. Y que la satisfacción que sentimos los aficionados se transmita y la sientan los escépticos como una bella, educacional y formativa actividad. Que sea un orgullo y un bien -como tantas cosas buenas que tenemos- para futuras generaciones. Pedimos reflexión a quienes corresponda, para las ayudas sin ruindad ni racanería y puedan los grupos ser una honra para Laredo. Incluso que, quienes quieran, tengan la oportunidad de profesionalizarse y formar una empresa que permita dignos ingresos y así reducir la “lacra” y el dramatismo del desempleo. En la provincia ya hay ejemplos.

“El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana”. (Federico García Lorca) “En una pequeña o gran ciudad o pueblo, un gran teatro es el signo

visible de la cultura” (Sir Laurence Olivier)