Huellas de descarnado en el Paleolítico Medio: la cueva de Valdegoba (Burgos)

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Se estudian todos los restos óseos con marcas de corte de los mamíferos del Pleistoceno superiorde Valdegoba (Burgos). Esta cueva contiene también numerosos restos líticos del Paleolíticomedio y diferentes piezas anatómicas de neandertales. Es probable una cronologíacercana al OIS 5. Los animales más representados son los rebecos y caballos, aunque abundantambién los carnívoros, en particular inmaduros. Concluimos una alta competencia entrelos predadores, con alternancia ocupacional para evitar enfrentamientos. Los rebaños dehembras con sus crías serían los ungulados más buscados por los neandertales. Una aprehensiónestacional parece probable.

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  • ResumenSe estudian todos los restos seos con marcas de corte de los mamferos del Pleistoceno su-perior de Valdegoba (Burgos). Esta cueva contiene tambin numerosos restos lticos del Pa-leoltico medio y diferentes piezas anatmicas de neandertales. Es probable una cronologacercana al OIS 5. Los animales ms representados son los rebecos y caballos, aunque abun-dan tambin los carnvoros, en particular inmaduros. Concluimos una alta competencia entrelos predadores, con alternancia ocupacional para evitar enfrentamientos. Los rebaos dehembras con sus cras seran los ungulados ms buscados por los neandertales. Una apre-hensin estacional parece probable. Las incisiones identificadas son numerosas y corres-ponden a las labores de carnicera, aunque hay tambin algunos restos seos usados comopercutores para crear instrumentos. Se demuestra acceso primario y tareas variadas que in-cluyen despellejamiento y evisceracin sobre mltiples taxones, predominando el consumoy tratamiento de rebecos. Los cortes oblicuos de descarnacin en difisis de animales adul-tos de talla pequea y media son las evidencias ms conspicuas, pero es tambin destaca-ble la ausencia de marcas en las articulaciones, lo que nos permite formular la hiptesis deuna sistemtica destruccin de tales elementos por causas variadas. La caza y aprovecha-miento de los pequeos bvidos puede que influyeran en los comportamientos de los gru-pos humanos, los cuales es factible que planificaran su presencia en el lugar, y los modos pa-ra aprovechar al mximo los productos animales. Es muy probable que la piel fuera uno deesos productos con mayor proyeccin temporal.

    Palabras clave: Marcas de corte, Zooarqueologa, Paleoeconoma, Rebeco, Paleoltico medio,Neandertales, Norte de Espaa.

    SummaryAll Upper Pleistocene mammal bones with cut marks found in Valdegoba (Burgos) werestudied. This cave also contains many stone artefacts from the Middle Palaeolithic and severalitems from Neanderthal anatomies. The chronology is probably close to OIS 5. The bestrepresented animals are alpine chamois and horses, although carnivores are also abundant,particularly immature specimens. Our conclusions point to intense inter-predator competitionand occupational alternation aimed at avoiding confrontation. Herds of females with youngseem to have been sough most by Neanderthals. Seasonal capture seems probable. Thenumerous identified incisions are the result of butchering, although some bone remains werealso used as hammers in tool manufacture. There is evidence of primary access and a varietyof tasks including skinning and evisceration of a range of taxa, with a predominantconsumption and treatment of chamois. The most obvious evidence consists of obliquedefleshing cutmarks on diaphysis of small and medium-sized adult animals. There is also anotable lack of marks on articulations, permitting the hypothesis of a systematic destructionof these items by various means. Hunting and usage of smalls bovids may have influenced thebehaviour of human groups, which may well have planned both their presence in the area andthe means of maximized usage of animal products. Hides were most probably one of theproducts with the greatest projection in time.

    Keywords: Cut marks, Zooarchaeology, Subsistence strategies, Alpine chamois, MiddlePaleolithic, Neanderthal, Northern Spain.

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  • Huellas de descarnado en el Paleoltico Medio: la cueva de Valdegoba (Burgos) 1

    Carlos Diez Fernndez-Lomana*

    IntroduccinEn este trabajo queremos acercarnos a los patrones de carni-cera prehistricos. En concreto, deseamos estudiar las marcasde corte presentes en los restos seos recuperados en el yaci-miento arqueolgico de Valdegoba, buena parte de ellos proce-dentes de las actividades desarrolladas por comunidades caza-doras-recolectoras adscritas a la especie Homo neanderthalensis.

    Dado que nuestro trabajo se concentra sobre los restos seosque tienen seales en sus superficie de la intervencin humana,nosotros no resolvemos aqu los problemas tafonmicos asociadosa si las personas han trado ms animales que otros agentes, y nopodemos tampoco ser resolutivos sobre prcticas cazadoras, ni so-bre la interaccin que se produce entre agentes naturales y an-trpicos en la composicin de la orictocenosis de Valdegoba. Ambascuestiones requieren un extenso estudio interdisciplinar. A cambio,nuestro trabajo creemos que tiene la virtud de exponer, con baseemprica, las modificaciones humanas y generalizar, desde laperspectiva arqueolgica, patrones de gestin de los animalesen el yacimiento. Consideramos que el estudio directo de los res-tos seos desde la perspectiva arqueolgica es el medio ms apro-piado para extraer resultados sobre el comportamiento humano.

    La cueva de Valdegoba proporciona una buena oportunidad pa-ra conocer el tratamiento dado a los recursos faunsticos en el ini-cio del Pleistoceno superior, comparando los resultados obte-

    nidos con los de otras cavidades del norte peninsular. En los l-timos aos el debate sobre el Paleoltico medio y los neander-tales se ha polarizado hacia los mbitos cronolgicos y en tor-no al concepto de destino o transicin. Difcilmente superaremosesos planteamientos, que slo sirven para cambiar de sitio y detiempo los problemas a los que nos enfrentamos (Cabrera etalii, 2005), si antes no caracterizamos los modos de vida de lossujetos de nuestro trabajo.

    El sitioSituacin y estratigrafaEl yacimiento de Valdegoba se encuentra situado junto almunicipio de Hurmeces, entre las localidades de Santibez-Zarzaguda y Montorio, a 28 km de la ciudad de Burgos en di-reccin al noroeste. Es accesible a travs de la carretera nacio-nal 611, que comunica Burgos con Aguilar de Campoo, ya quela cueva que aqu referimos est situada junto a dicha carrete-ra y desde ella es visible. Hurmeces es un pequeo pueblo conun rico pasado al inicio de la Edad Moderna, manifestado porvarias casas seoriales, escudos nobiliarios y una iglesia monu-mental. Fuentes histricas han mencionado el carcter de pa-so estratgico de los caones calcreos del ro Urbel, co-nectando las Loras con la Meseta. A nivel arqueolgico, el

    305Jos Manuel Maillo y Enrique Baquedano, eds. (2006). Miscelnea en homenaje a Victoria Cabrera. Zona Arqueolgica, 7. Vol I: (304-317)

    * Universidad de BurgosLaboratorio de Prehistoria. I+D+i. Plaza Misael Bauelos s/n. 09001 [email protected]. Telfono 947-259325

    1. Remedo y me apropio, como homenaje consciente y sentido, el ttulo del art-culo de Victoria Cabrera (y Pumarejo) "Huellas de descarnado en el Paleolticosuperior: la cueva de El Castillo (Cantabria)".

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  • trmino municipal es tambin conocido por albergar un cas-tro de la Edad del Hierro, edificaciones romanas y distintos res-tos, incluyendo una sepultura, no lejos del mbito cronolgi-co tardorromano-altomedieval.

    Valdegoba es un sistema krstico constituido por tres cavida-des, que se abren a un valle formado por el rio Urbel, afluente des-tacado del ro Arlanzn (Fig. 1). Se trata de un ro poco profun-do pero constante, con un recorrido total de unos 55 km. Esprecisamente a los pies de Valdegoba donde el ro Urbel se en-cajona fuertemente, dentro de los estrechos valles de la cordi-llera cantbrica, y poco despus se extiende por los tpicos te-rrenos miocenos que caracterizan buena parte de la Cuencadel Duero. Es muy probable que en diferentes momentos delPleistoceno superior el ro ocupara buena parte del valle, conlas aguas cubriendo ambos lados del faralln calcreo (Jord, com.pers.). La situacin de la cueva es por tanto fronteriza a nivelgeolgico, paisajstico y estratgico, y muy apropiada para lacaza de herbvoros. Las calizas en las que las cuevas se abren sonde edad Turoniense, y presentan importantes pliegues en todoel mbito estudiado (IGME, 1952, 1970).

    La cavidad central, o Valdegoba sensu stricto, es la nicaque cuenta con depsito arqueolgico. Se abre a 930 metros dealtitud, 35 por encima del curso actual del ro, con su bocaorientada hacia el valle del Urbel, hacia el nornoroeste. Se tratade una cueva de unos 20 metros de longitud y unos 11 metros deanchura, estando situada su mxima altura, de unos cuatro me-tros, a la entrada, aunque su visera est parcialmente desman-telada. Se realizaron cuatro campaas de excavacin entre 1987y 1991, y el ao 2006 est previsto un nuevo sondeo para rea-lizar estudios sobre materias primas y paleovegetacin.

    Buena parte del depsito arqueolgico de Valdegoba est al-terado por reactivaciones krsticas y la accin de furtivos, detal forma que slo en una de las catas realizadas pudo reconocer-se una estratigrafa apta para obtener resultados geolgicos e his-tricos (Fig. 2). Chus Jord reconoci (Fig. 3), de muro a techo(en Dez et alii, 1989):

    - colada estalagmtica basal- 40 cm de arcillas rojas plsticas de decantacin.- 10 cm de arcillas marrones tambin de decantacin, plsticasy masivas, sobre las que se han desarrollado concrecionesestalagmticas pavimentarias degradadas.- 30 a 40 cm de arcillas marrones con cantos de caliza yabundancia de restos seos e instrumentales. - 10 a 20 cm de cantos de caliza en matriz de arcillas marro-nes que tiende a disminuir hacia techo, con restos seos y l-ticos.- Brecha estalagmtica de unos cinco cm de espesor, que seune al techo mediante columnillas.

    CronologaUna muestra de la concrecin de techo de la estratigrafa ha si-do datada a travs de series de uranio por James Bischoff ensu laboratorio de California, proporcionado dos fechas, 95 8y 73,2 5 ka (Quam et alii, 2001). Dado que las muestras tie-nen poco uranio y estn contaminadas con thorio detrtico,Bischoff considera que las datas estn envejecidas y que por tan-to la concrecin que cierra la secuencia debi formarse conposterioridad incierta a los 73.000 aos. El mismo Bischoff da-t una concrecin de la base de la secuencia, y aunque en estecaso la muestra que l tom no estaba contaminada, propor-cion una data de equilibrio, ms de 350.000 aos, que pocoaporta a la comprensin del lapso deposicional de los niveles conocupacin humana.

    Los restos instrumentales de Valdegoba no aaden mucho a lacronologa del depsito, ms all de adscribirlos al modo tec-nolgico 3 (Dez et alii, 1989), que se desarrolla en esta reageogrfica en los estadios isotpicos 3 a 7. Los artefactos serealizan en slex, cuarcita y cuarzo, abundan los ncleos centr-petos y extracciones longitudinales. Entre los productos de explo-tacin (Fig. 4) son predominantes las raederas y los denticulados,con frecuentes retoques simples y sobreelevados, y ausenciade industria laminar y de abruptos diferenciados, lo que nos ha-

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    Fig. 1. Vista del valle del ro Urbel desde la boca de la cueva de Valdegoba Fig. 2. Vista general de la cata 4 en proceso de excavacin.

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  • ce hipotetizar una cronologa ms antigua que la obtenida enlos cercanos depsitos de Cueva Milln y La Ermita en Hortigela,datados en el tramo final del estadio 3 (Dez y Navazo, 2005).

    Snchez (2004) adscribe las aves de Valdegoba al OIS 5.Similar poca consideran tanto Aguirre como Ses la asocia-cin faunstica de este yacimiento (Aguirre, 1989; Ses, 1994).Para N. Garca (en Quam et alii, 2001), el lapso cronolgico delos mamferos, y en particular los carnvoros, cubre los estadios6 a 3, aunque el concreto estadio de desarrollo del lobo y del osoespeloide hace pensar en la mitad ms reciente de dicho tramo(el Wrm clsico).

    En la actualidad, merced a un nuevo proyecto de investigacin,se han seleccionado distintos restos dentarios de perisodcti-los para ser datados por racemizacin de aminocidos en elLaboratorio de Estratigrafa Biomolecular de la UniversidadPolitcnica de Madrid. Los primeros resultados (Torres com. pers.)sugieren que el relleno se form durante el OIS 5.

    Material y mtodoRestos seosLa cueva de Valdegoba ha proporcionado un extenso repertorio os-teolgico. Los restos ms destacables son quizs los humanos,ya que la mayora son con seguridad adscritos a Homo sapiens ne-anderthalensis (Aguirre y Bermdez de Castro, 1991; Dez, 1991;Quam et alii, 2001). En concreto, se han reconocido cuatro ocinco individuos, representados por una mandbula de adoles-cente, diez dientes de leche de un beb menor de un ao, una fa-lange y dos metatarsianos, uno de ellos de subadulto.

    Entre las aves (A. Snchez, 2002, 2004), es destacable la abun-dancia de rapaces diurnas (como el azor), las habitantes de bosque(como gallo lira) y algunas especies de origen eurosiberiano(Lagopus mutus, Tetrao tetrix). Dentro de la fauna pequea des-tacan Sorex sp., diversos Microtus, entre ellos nivalis, marmota, cas-tor, Pitymys duodecimcostatus y puercoespn (E. Gil en Dez etalii, 1989; Ses, 1994). La lista de carnvoros, elaborada por J.

    Cervera y N. Garca (Quam et alii, 2001), comprende Canis lu-pus, Vulpes vulpes, Ursus spelaeus, Ursus arctos, Meles meles,Crocuta crocuta, Felis silvestris, Lynx pardinus spelaeus, Pantherapardus, Lutra lutra y Martes sp. Los restos de hinidos permiten con-tabilizar un mnimo de siete individuos, constituyndose as en elgrupo de carnvoros ms abundante. Los herbvoros (Fig. 5) sedeterminaron por B. Snchez, y corresponden a Equus hydrunti-nus, Equus caballus, Dicerorhinus hemitoechus, Capreolus capre-olus, Cervus elaphus, Rupicapra rupicapra, Capra pyrenaica,Sus scrofa y Bos/Bison sp. Las piezas de rebeco son las ms abun-dantes, seguidas de las de caballo.

    Para el estudio zooarqueolgico, todos los macrorestos nodentarios, en su inmensa mayora correspondientes a los gran-des mamferos herbvoros, se han observado a ojo desnudo.Cada vez que encontrbamos cualquier alteracin en la superfi-cie sea que pudiera deberse a la accin humana, dicho resto seseparaba. As, 549 huesos o fragmentos cumplan esas condi-ciones. A continuacin, todos ellos se visualizaron bajo luz con-trolada y con lupa binocular de bajos aumentos (6x). Slo 372huesos superaron tal examen. Los restantes presentaban alteracio-nes superficiales correspondientes a: microfisuras producidaspor variaciones trmicas, estras de excavadores o de preparado-res, pisoteo, vermiculaciones, marcas de carnvoros, seales de ro-edores y surcos anatmicos naturales. Aunque es un criterio opina-ble, consideramos que el hecho de que slo un 68% de los huesosseparados en primera instancia, tuvieran seales antrpicas impli-ca que la seleccin primaria fue generosa, en el sentido de quees improbable que una estra o corte susceptible de haberse po-dido realizar en labores de carnicera se nos haya escapado. Por l-timo, algunas trazas se sometieron a microscopa de altos au-mentos. Slo nueve restos fueron desechados. En este caso, y comoreflexin subjetiva, creemos que un examen a microscopa elec-trnica es muy eficaz para discernir la naturaleza antrpica de lasseales, pero debe evaluarse previamente si la gran inversin detiempo que implica lleva aparejada la resolucin de importantes pro-blemticas arqueolgicas (Blumenschine et alii, 1986).

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    Fig. 3. Dibujo del rea que conservaba niveles en posicin estratigrfica Fig. 4. Lascas brutas y lascas retocadas sobre slex, cuarcita y cuarzo.

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  • Estudio de superficiesSomos conscientes que la identificacin de las seales presentesen las superficies no siempre es sencilla, ya que distintos agentespueden producir signos similares (Guilday et alii, 1962; Binford,1981; Lyman, 1994; Blumenschine et alii, 1996, entre otros). A lahora de atribuir a la accin humana esas marcas hemos tenido encuenta los siguientes criterios: la redundancia o reiteracin, colocn-dose con frecuencia un tipo de marca en un determinado lugar; la in-tencionalidad, es decir, las marcas aparecen donde debieran estarsi se hiciera una concreta actividad econmica; la orientacin y mor-fologa de las seales, predominando las profundas y transversa-les cerca de las articulaciones y las oblicuas y menos incididas en lasdifisis, y en ambos casos con morfologa interna en forma de uve,microestriaciones internas, parcial duplicacin y conos hercianosasociados; cuando se presentan varios cortes, suelen ser parale-los (similar orientacin) y referibles a un mismo fin.

    Dentro de las seales, hemos distinguido dos tipos de mar-cas, las que constituyen lneas, que denominamos estras, ylas depresiones estriadas, que denominamos percusiones(Blumenschine, 1995; Fisher, 1995). Si las estras aparecen se-paradas (no secantes) eran contabilizadas como dos o msestras, aunque es cierto que la aparicin de mltiples estraspuede deberse a factores muy complejos y variables (pericia,fuerza, materia prima, movimientos, condicin del cadver,etc. ver Lyman, 1992, 1994).

    La atribucin de unas determinadas seales a una concretaactividad es tambin un apasionado tema de debate(Blumenschine, 1986; Dez, 1993). En general, hemos conside-

    rado de desarticulacin las seales situadas en las epfisis yen huesos articulares, y de descarnacin en las reas diafisa-rias. Son de evisceracin las de la cara ventral de las costillaso cara interior de cinturas, y de despellejamiento las que in-tentan rodear, de manera transversal, huesos o reas de ca-beza, pies y manos. Hablamos de raspados si son mltiples, ape-nas separados y perpendiculares a los huesos largos; el raspadode periostio lo vinculamos al aprovechamiento graso, y no lo su-ponemos ante pulidos diferenciales o abrasin de pices.Suponemos, por ltimo, la extraccin de tiras de carne cuan-do hay cortes largos, paralelos y longitudinales en las difisis dehuesos largos. En general, y para no extendernos, seguimos losestndares de la mayora de los zooarquelogos, intentando nocaer en aplicaciones mecnicas de marcas y etiologa (Binford,1981; White, 1992; Lyman, 1994).

    ResultadosLos restos se han diferenciado distinguiendo la especie, o el ta-mao si no se conoca la anterior; a efectos de tener ms efec-tivos por categoras, en varias tablas hemos incluido en la tallagrande a los bvidos (Bos/Bison); rebeco, corzo y gamo en la ta-lla pequea; y ciervo y suido en la mediana. Tambin hemos dis-tinguido la edad; el elemento anatmico o la unidad anatmica.Para las marcas hemos diferenciado el tipo concreto de marca;su morfologa; y su situacin en el elemento. En el caso concre-to de las estras, hemos atendido a su nmero y sus dimensiones.Por ltimo, hemos anotado la disposicin de las marcas y la fi-nalidad presunta de realizacin. Las tablas resultantes (Tablas 1

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    Fig. 5. Composicin con restos de herb-voros (sudos, crvidos, quidos, rinoce-rtidos y grandes bvidos).

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    Fig. 6a. Marca de percusin en hueso largo de talla media.

    Fig. 6c. Mandbula de rebeco con estra de evisceracin.

    Fig. 6b. Difisis de hmero de juvenil de especie indeterminada con cortes de desarticulacin.

    Fig. 6d. Difisis de animal de talla pequea con tajos transversales.

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  • a 10) permiten realizar una buena aproximacin a las modalida-des de tratamiento de los restos seos. El criterio adoptado ha si-do trabajar con el nmero de restos.

    A rasgos generales, y en lectura directa, se aprecia que el rebe-co entre las especies y la talla mediana segn el tamao, son los gru-pos ms intervenidos. Aves, lagomorfos, carnvoros y herbvoros sontambin manipulados por los neandertales. La visibilidad de las mar-cas es abrumadora sobre los restos de adultos, y si bien sobre losinmaduros es ms complicada en ocasiones la identificacin, la grandisparidad revela un claro sesgo de tratamiento.

    La mayor parte de los elementos anatmicos cuentan con ejem-plares afectados, pero son los huesos largos, seguidos de las cos-tillas, quienes presentan las evidencias ms abundantes de inter-vencin. Entre los primeros, son el hmero, fmur y tibia los queofrecen nmeros ms altos. Las cinturas escapular y pelviana pre-sentan pocos elementos incididos.

    Las difisis son las reas ms marcadas. Algunas apfisis y me-tfisis pudiramos resear, pero sobre este aspecto es ms resal-table, en nuestra opinin, la completa ausencia de epfisis de hue-sos largos con seales de corte.

    Hay, como es lgico, un abrumador predominio de las estras, enparticular bajo la modalidad de incisiones. No puede asegurarseque la percusin de los huesos no se produjera, en particular a lahora de acceder a la mdula, slo hacemos notar que las marcasde percusin suelen requerir que la presin se realice o bien rei-teradamente, o bien sobre hueso muy hmedo, para que queden

    visibles (Fig. 6a). En Valdegoba, cuando la percusin se produce,normalmente aparecen asociadas las marcas a estras. Tajos yraspados podemos ver que apenas se presentan.

    El carcter accidental de las marcas de corte se reafirma con-tabilizando el nmero de incisiones en los huesos marcados, ya quesu cuanta disminuye a la par que se reduce el nmero de hue-sos. Es decir, predominan los fragmentos con estras aisladas y po-cos huesos presentan muchas marcas de corte. Las estras son cor-tas cuando aparecen solas o pareadas, pero tienden a alargarse enlongitud a medida que son ms numerosas.

    Predominan los cortes oblicuos sobre los transversales y lon-gitudinales, y cuando se asocian dos o ms posiciones dife-rentes, las oblicuas son tambin predominantes. La presenciamayoritaria de cortes oblicuos en las difisis de los huesoslargos suele significar la clara hegemona de la descarnacin so-bre otras actividades carniceras. Registramos desarticulacio-nes, despellejamientos o evisceraciones (Fig. 6b y c), entre otras,todas ellas indicativas que los animales eran aprovechados ensu integridad en algunas ocasiones, pero es la extraccin de car-ne no sistematizada la que parece guiar la manipulacin delos huesos.

    Cuando intentamos individualizar las seales en relacin altamao de los taxones intervenido, no apreciamos muchas dife-rencias. Ms marcas de percusin en la talla mediana y algntajo ms de lo esperable en la talla pequea (Fig, 6d). Tambin,abundancia relativa de los cortes transversales y de los relaciona-

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    TABLA 1. Nmero de restos y porcentaje que presentan marcas antrpicas. La mayor parte de las especies han sido intervenidas por los homnidos, aun-que el rebeco y la talla mediana (posiblemente caballos) fueron preferidos.

    NMERO PORCENTAJEave 1 ,3bvido 14 3,9burro 1 ,3caballo 19 5,2cabra 5 1,4cnido 2 ,6carnvoro 1 ,3ciervo 20 5,6conejo 1 ,3corzo 1 ,3gamo 1 ,3grande 41 11,3mediana 138 38,0pequea 52 14,3rebeco 65 17,9suido 1 ,3TOTAL 363 100,0

    TABLA 3. Elemento anatmicos con marcas y porcentaje. Todas las zonasestn intervenidas, aunque el esqueleto apendicular es el ms representa-do por seales antrpicas.

    NMERO PORCENTAJEastrgalo 1 ,3calcaneo 4 1,1carpal 1 ,3costilla 31 8,5coxal 4 1,1craneo 3 ,8craneo/asta 1 ,3falanges 1 ,3falange primera 3 ,8falange segunda 2 ,6fmur 20 5,5hueso largo 152 41,9hueso plano 4 1,1hmero 28 7,7indeterminado 24 6,6mandbula 10 2,8maxilar 1 ,3metacarpo 10 2,8metacarpo/lateral 1 ,3metpodo 5 1,4metpodo lateral 1 ,3metatarso 8 2,2radio 14 3,9tibia 22 6,1ulna 2 ,6vrtebra 3 ,8vrtebra caudal 1 ,3vrtebra cervical 1 ,3vrtebra torcica 5 1,4TOTAL 363 100,0

    TABLA 2. Nmero de restos, edad y porcentaje con marcas antrpicas. Muypocos restos de inmaduros contienen seales de cortes.

    NMERO PORCENTAJEadulto 338 93,1juvenil 24 6,6senil 1 ,3Total 363 100,0

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  • dos con la extraccin de tiras de carne en la talla grande, y grandiversidad de las presuntas motivaciones de las marcas de cor-te en los restos adscritos a la talla pequea.

    DiscusinValdegoba es una cavidad ocupada por poblaciones neander-tales. La intensidad nos es desconocida, pero la abundancia decarnvoros, en particular de especies hibernantes (dos tipos deosos) y de aquellas que establecen cubiles en su interior (hienas),encaja mejor con ocupaciones humanas de corta duracin.Tambin refuerza esta idea la presencia de juveniles (un leopardo,dos lobos, tres osos y dos hienas) entre dichos predadores (Quamet alii, 2001), dado que tienden a abundar en cubiles y madrigue-ras y a rarificarse cuando los carnvoros son slo merodeado-res. La presin de predacin en el medio deba ser alta ante tangran diversificacin de carnvoros, y la demostrada presenciade homnidos.

    La competencia entre ambos agentes de consumo es palma-ria si tenemos en cuenta que dos de los restos humanos, unafalange manual y un metatarso, tienen trazas de mordeduras decarnvoro (Fig. 8), y que varios ejemplares de este ltimo orden tie-

    nen cortes de descarnacin y desarticulacin. Evitarse sera asla mejor estrategia de futuro para ambos. Y en general es loque hicieron. El estudio muestra que los huesos con cortes nosuelen tener asociadas mordeduras salvo en seis ocasiones,por lo que de nuevo este dato parece avalar que las actividadesde los humanos y de los restantes predadores se hallaban se-paradas. En cualquier caso, en la nica ocasin en que hemos lo-grado documentar la superposicin de agentes, son los carn-voros los que llegaron despus a los nutrientes, actuando as comocarroeros de los homnidos (Fig. 7).

    No hemos encontrado tampoco evidencias de muerte naturalen el interior de la cueva o que el conducto krstico funcionara co-mo trampa natural de los herbvoros (Brugal y Jaubert, 1991).

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    TABLA 4. Situacin de las marcas en las distintas reas. Apenas se registranen las zonas articulares. La frecuencia relativa indica que las difisis fueronun objetivo preferente.

    NMERO PORCENTAJEalveolar 2 ,6apfisis 4 1,1articulacin 1 ,3cuello 3 ,8cuerpo 1 ,3difisis 336 92,6entre astas 1 ,3epfisis 1 ,3fosa/ilin 2 ,6metfisis 11 3,0occipital 1 ,3TOTAL 363 100,0

    TABLA 5. Tipo de marca reconocida y porcentaje. Casi todos los restos conmarcas de percusin tienen cortes de descarnacin y limpieza.

    NMERO PORCENTAJEestra 350 96,4percusin 2 ,6percusin/estra 11 3,0TOTAL 363 100,0

    TABLA 6. TIPO DE ESTRAS RECONOCIDAS Y FRECUENCIA RELATIVA. ESTN TODAS LASMODALIDADES REPRESENTADAS.

    NMERO PORCENTAJEincisin 332 91,5incisin/raspado 6 1,7incisin/tajo 6 1,7incisin/tajo/percusin 1 ,3percusin/incisin 11 3,0percusin/incisin/raspado 1 ,3percutor 3 ,8raspado 2 ,6tajo 1 ,3TOTAL 363 100,0

    TABLA 8. Posicin de las estras en relacin a la orientacin anatmica.Predominan las oblicuas y abundan los huesos con marcas compuestas.

    NMERO PORCENTAJElongitudinal 21 5,8longitudinal/oblicua 19 5,2oblicua 226 62,4transversal 51 14,0tranversal/oblicua 40 11,0tranversal/oblicua/longitudinal 6 1,6TOTAL 363 100,0

    TABLA 7. Nmero de estras contabilizadas en cada resto seo y porcentajede ellas con longitud mayor de 10 mm. Se intenta hacer el menor nmerode marcas y de mnima longitud.

    TOTAL % >10 MM1 91 8,82 62 9,73 53 20,84 39 41,05 26 46,26 20 25,07 15 20,08 11 45,59 8 12,510 8 011 a 15 17 35,316 a 20 5 20,0+ 20 8 50,0TOTAL 363 21,5

    TABLA 9. Posible finalidad de las marcas antrpicas. De nuevo se aprecia quetodas las labores de carnicera (e incluso las tecnolgicas) se realizaron,pero es la descarnacin la principal actividad. Las marcas de percusin confines alimenticios y la desarticulacin son poco apreciables.

    FRECUENCIA PORCENTAJEdesarticulacin 28 7,7desarticulacin/descarnacin 1 ,3descarnacin 287 79,1descarnacin/mdula 3 ,8descarnacin/tendn 2 ,6descarnacin/tiras de carne 1 ,3despellejamiento 11 3,0evisceracin 3 ,8grasa 1 ,3mdula 1 ,3percutor 1 ,3percutor/descarnacin 14 3,9tendones 4 1,1tiras de carne 6 1,7TOTAL 363 100,0

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  • No hay pruebas geolgicas ni paleobiolgicas al respecto, co-mo tampoco hemos detectado que los animales ingresaran co-mo cadveres por la accin de factores fsicos como el trans-porte acufero o gravitacional.

    De lo antedicho no queda duda que una buena parte de los ani-males fueron aportados y consumidos por agentes biolgicos. Lapresencia de marcas de corte de diferente finalidad implica el tra-tamiento de los cadveres por parte de los neandertales, y cre-emos responde a un aprovechamiento variado de las materias ani-males, tanto duras como blandas.

    Varios restos fueron usados como retocadores (Fig. 9a y b).Presentan en la cara externa de las difisis numerosas depre-siones estriadas propias de su actividad fabril, muy similares ensus caractersticas a las documentadas en otros yacimientospaleolticos peninsulares (Cabrera y Bernaldo de Quirs, 1978).A diferencia de sitios como Axlor o Prado Vargas (Ros et alii,2003; Dez et et alii, 2005) no parece que exista una seleccin delos soportes, ni por taxones, ni por elementos anatmicos o tama-os. En Valdegoba semejan ser retocadores de fortuna, no estan-darizados, y adems muy empleados, ya que en varias ocasio-nes tienen ms de una zona activa y parece que se rompierondurante su uso, al estar las depresiones junto al borde de frac-tura. Eso no significa que cualquier fragmento seo se usaracomo retocador. Casi todos los de Valdegoba presentan tambinmarcas de corte, realizadas presumiblemente antes de su uso, pa-ra una completa limpieza de la difisis sea y evitar la falta de pre-cisin inherente a las superficies grasas.

    Requiere mayor estudio la presencia de un par de huesos apun-tados, con pulido concentrado en su pice, y cuatro restos con gol-pes reiterados en uno o varios de sus bordes, asemejndose alos retoques que suelen verse en las piezas lticas. Es muy proba-ble, que se trate de redondeamientos y seudoretoques, como se hademostrado en otros sitios contemporneos a Valdegoba (Martnez,2005), pero creemos que es poco lgico, o apriorstico, admitir que

    los huesos slo entran en la esfera tecnolgica de los neandertalescomo percutores, y que nunca se usaron como instrumentos pa-ra cortar, grabar o punzar. Mxime si tenemos en cuenta la pre-sencia de jabalinas y cuchillos tallados desde el Paleoltico infe-rior y el claro incremento de utensilios sobre hueso que se evidenciaen el Paleoltico medio (ej. Vindija, Blombos, Prolom, etc. ver revi-sin en Villa and dErrico, 2001). En nuestra opinin, el aprove-chamiento integral de las utilidades de los animales incluy enmuchas ocasiones las materias duras en la esfera tecnolgica.

    La identificacin de marcas de evisceracin y desarticula-cin, y la falta de asociacin entre cortes e improntas de carn-voro creemos que avala un acceso primario a los unguladospor parte de los neandertales, y as nuestros datos pueden apo-yar los estudios que indican la abundancia de alimentos de origenanimal en la dieta de los neandertales (Richard et alii, 2000).

    Se evidencian, sobre todo, actividades de consumo crnico,con una preparacin de porciones mediante el desmembra-miento y la desarticulacin. Este descuartizamiento es reiteradoen tarsales y carpales, y en menor proporcin en falanges, dis-tintos tipos de vrtebras, cinturas pelviana y escapular y mandbu-las. Hay algunas, pocas, marcas de desarticulacin en los huesoslargos, en particular en los del miembro trasero. Hay tambin apro-vechamiento de vsceras y de materias grasas adyacentes al hue-so, en concreto en los metpodos. Pueden haberse realizado pa-ra una mejor percusin, como sugieren algunos autores (Binford,1981), pero aunque en algn caso consiste en un raspado,predominan ms las incisiones oblicuas o longitudinales, que pue-den atribuirse con ms exactitud al corte de tendones; o incluso a unms cmodo despellejamiento. Abundando en esta idea, hay un cla-

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    Fig. 7: Hueso indeterminado con marcas de corte y con evidencias de actividad ca-rroera por estar superpuestas unas depresiones causadas por los dientes de unposible cnido.

    Fig. 8. Falange y metpodo humanos con mordeduras de carnvoros.

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  • ro tratamiento o aprovechamiento de otros productos secunda-rios, como la piel y el cuero, si interpretamos correctamente la pre-sencia de cortes en las reas lgicas de despellejamiento.

    Aunque no es novedoso hablar de despellejamiento en este pe-riodo (p.ej. Valensi and Psathi, 2004) s es llamativo apreciarque la posible extraccin de los forros de los animales lo cons-tatamos en casi todo el espectro especfico (cnido, flido, re-beco, cabra, caballo, gamo, ciervo y burro), a pesar de que pre-dominan los cortes con esa finalidad en los rebecos. Tal diversidadnos sugiere, como luego abundaremos, que las pieles pudieronser un elemento sistemticamente buscado en Valdegoba.

    El espectro de animales consumidos es muy variado, tantoen especies, como en biotopos ms favorables y en tamaosde los taxones. Se puede hablar por tanto de un consumo de am-plio espectro especfico, aun cuando el rebeco constituya el ani-mal ms intervenido, con casi 50 individuos reconocidos (Dezet alii, in litt.). Esta abundancia de un animal tradicionalmente con-

    siderado montano (hay tambin bastantes restos de cabra), cre-emos que ayuda a una mejor caracterizacin de las activida-des humanas. Los rebecos, ms incluso que otros pequeos b-vidos, tienen un comportamiento estacional muy variable,dependiendo del clima y la altitud, lo cual ha sido siempre tenidoen cuenta por las poblaciones humanas cazadoras (Rivals andDeniaux, 2005). En invierno consumen especies arbustivas yleosas, ocupando reas muy boscosas, yendo hacia las prade-ras de gramneas y herbceas cuando llega el verano. En la ac-tualidad, el verano es la poca en la que a mayor altitud viven,y tienden a ocupar ms las laderas orientadas al norte; al contra-rio, descienden en otoo para el celo y buscan las laderas queencaran el sur en el invierno.

    No son muchos los yacimientos del Paleoltico medio en los quepredomina el rebeco, dado que su caza se realiza en terrenosaltos y escarpados y su captura exige el dominio de dicho terre-no montano (Coutourier, 1938; Berducou et Bousses, 1985).

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    Fig. 9a: Retocadores seos. a. difisis de hueso largo de talla media, individuo in-maduro con prdida de cortical.

    Fig. 9b: difisis de hmero de posible cprido, presenta finos raspados previos delimpieza.

    TABLA 10. Tipo de marcas, posicin y finalidad de su realizacin. Distinguimos restos de talla grande (y bvidos), media (con ciervos y suidos) y pequea (aa-diendo rebeco, corzo y gamo). El total corresponde al nmero de restos con seales antrpicas. Si haba dos tipos de marcas se contabilizaban dos veces.

    TALLA GRANDE PORCENTAJE TALLA MEDIANA PORCENTAJE TALLA PEQUEA PORCENTAJEincisin 52 94,5 157 99,4 115 98,3percusion 6 10,9 6 3,8 3 2,6raspado 2 3,6 3 1,9 4 3,4tajo 0 1 0,6 6 5,1

    longitudinal 5 9,1 22 13,9 17 14,5oblicua 45 81,8 128 81,0 92 78,6transversal 18 32,7 33 20,9 33 28,2

    desarticulacin 4 7,3 11 7,0 10 8,5descarnacin 48 87,3 142 89,9 95 81,2grasa y mdula 0 2 1,3 1 0,9tendones 0 1 0,6 5 4,3tiras de carne 3 5,5 2 1,3 2 1,7piel 1 1,8 2 1,3 3 2,6vsceras 0 0 3 2,6TOTAL 55 158 117

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  • Atendiendo al crecimiento de los dientes y al tamao y formade los cuernos (Coutourier, 1938; Bichet, 1977; Pflieger, 1982)todas las edades estn representadas, desde fetos hasta rebe-cos ya seniles. Entre los individuos de Valdegoba predominan(Dez et alii, in litt.) las hembras y los jvenes, por lo que supo-nemos una caza de grupos circunscrita a praderas estivales-otoales de altitud media como las existentes en la parte superiorde la cueva (1033 m). El siguiente grupo ms representado esel caballo, con una treintena de individuos de los que ms de lamitad se reconocen por sus dientes lacteales. Slo hemos re-cuperado caninos de tres individuos, por lo que de nuevo cree-mos que estamos ante posibles rebaos de hembras con sus cr-as. Las grandes agregaciones de finales del verano y de iniciosdel otoo podran ser la poca ms propicia para la caza.

    Puede ser interesante mencionar ahora que, adems de otrossitios como Lezetxiki o Esquilleu, donde abundan los rebecosen alguno de sus niveles, Amalda, en Zestoa (Altuna, 1989), pre-senta tambin ocupaciones humanas del Paleoltico medio,abundancia de carnvoros y predominio de Rupicapra entre

    los ungulados, muchos de sus restos con marcas de corte.Adems, se indica una aprehensin predominante en el vera-no de estos animales y tambin la bsqueda de pieles, aun-que en este caso de los carnvoros.

    Los datos combinados de Amalda y Valdegoba parecen su-gerir que un buen aprovechamiento de los rebecos exige el cono-cimiento de su alta movilidad climtica y social. Al igual que enAmalda, donde abundan ciervos y grandes bvidos, los caza-dores de Hurmeces aprehendan adems caballos y otros ungu-lados, evitando de esa forma una especializacin/dependenciade unos animales en exceso esquivos.

    Un dato tremendamente llamativo del registro seo deValdegoba es la poca intervencin que registramos sobre las ep-fisis de los huesos largos. Hay algunos huesos articulares conmarcas antrpicas (ver tabla 3), varias metfisis y apfisis con cor-tes, adems de una epfisis, (tabla 4) y 29 restos que interpreta-mos que tienen trazas de desarticulacin (tabla 9). Se trata de unbalance muy pobre en un espectro para el que postulamos unaintervencin primaria de los homnidos, y en el que menudeanlas marcas de corte sobre mltiples especies. No es que noexistan las epfisis y huesos articulares en el yacimiento, es quelos conservados apenas fueron intervenidos.

    Es muy probable que haya que explicar tal sesgo haciendo par-ticipar una historia compleja a nivel tafonmico. Por un lado, laedad de muchos de los animales, inmaduros, con procesos deerosin y disolucin que llevaran aparejados la destruccin sea.Sin duda tambin el conjunto se encuentra muy afectado por laintervencin de los carnvoros, en particular los hinidos, loscuales, segn su costumbre (Arribas y Palmqvist, 1998), han con-sumido las epfisis que los humanos hubieran procesado. Tambindebi entrar en escena el fuego, el cual actuara como destruc-tor osteolgico, sobre todo de extremidades seas, al usar los gru-pos humanos los hogares con finalidad profilctica o para ser-virse de los restos como combustible (Reitz and Wing, 1999).

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    Fig. 10a. Difisis de hueso largo de talla media con largos cortes longitudinales dedescarnacin en tiras.

    Fig. 10b. difisis de hueso largo con golpe y contragolpe para abrir su canal medular.

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  • Otra perspectiva que no podemos obviar, y que pudiera engar-zarse con una buena gestin estacional de los recursos animalespudiera ser el aprovechamiento diferido de la carne, la grasa y laspieles y forros de dichos animales, prolongando el uso de to-dos los productos de origen animal. Siete restos con marcaslongitudinales largas dirigidas quizs a la extraccin de tiras decarne pudieran apoyar esta idea (Fig. 10a). El bajo nmero de vr-tebras puede tambin estar en relacin con el aprovechamientograso. Las epfisis quemadas y/o machacadas as como un inten-so aprovechamiento medular (Figs. 10b y c), podran estar enesta dinmica de consumo diferido de nutrientes y constituirse enuna explicacin de interesantes implicaciones sobre las capaci-dades de los grupos neandertales en su perspectiva temporal, deplanificacin de futuras acciones y necesidades, y espacial, degestin del territorio para utilizar el territorio de acuerdo a lasnecesidades (Cabrera et alii, 2005).

    ConclusionesLa cueva de Valdegoba proporciona claras evidencias de lapresencia de neandertales en la meseta norte durante el OIS 5.

    La cueva es tambin ocupada por carnvoros, tanto hibernantescomo asiduos instaladores de cubiles. Consideramos que los pre-dadores tendieron a evitarse, alternndose en el uso de la cue-va, aunque homnidos y carnvoros llevan seales que ejemplificanque no siempre lo lograron. Hay pruebas de comportamientocarroero de los carnvoros sobre animales consumidos por loshumanos. Los grupos de homnidos ocupan la cavidad estacio-nalmente, aprovechando al mximo las variaciones en los movi-mientos altitudinales, climticos y de formacin de rebaos de losrebecos. Dichas variaciones contrastadas en los pequeos b-vidos provocan que los cazadores complementen su consumocon otros ungulados, en el caso concreto de Valdegoba conlos caballos, aprovechando de esa manera tanto el valle del Urbelcomo el pramo y el mbito montano. Hay evidencias de queingresan muchos individuos inmaduros y hembras, cuya edad lossita entre la primavera y el inicio del invierno. Consideramos quepreferentemente los grupos humanos aprovechan las agrupa-ciones de rebecos del final del verano, coincidentes con losdesplazamientos de los herbvoros de talla media como los caba-llos. Suponemos la caza de muchos de los ungulados ante la pre-sencia de marcas de corte que indican un acceso primario, comolas de despellejamiento, desarticulacin o evisceracin. La carnees el bien que contiene ms evidencias de aprovechamiento, ma-nifestado en casi todas las especies y sobre la mayor parte de loselementos anatmicos.

    Adems del consumo, tambin se nos presentan fragmentosde difisis de huesos largos con marcas de su empleo como per-cutores seos. La introduccin del hueso en la esfera tecnolgi-ca abre la posibilidad de su plasmacin bajo la modalidad de armas,utensilios domsticos o incluso soportes de comunicacin.

    Es destacable la existencia de marcas de extraccin de grasa, detiras de carne, y de aprovechamiento de pieles y forros de los ani-males. Consideramos que estas evidencias ejemplifican la pro-longacin en el tiempo de los productos animales. Los gruposhumanos no son cazadores-recolectores que resuelven mediantegasto inmediato los recursos existentes. Creemos que ambos as-pectos, en unin de las ocupaciones estacionales y de la variabi-lidad de uso de los sitios, conforman una gestin del medio quese proyecta en el espacio y en el tiempo.

    Agradecimientos

    A Jess F. Jord, por sus muchas horas de trabajo en Valdegoba. A James Bischoff,que tom y analiz las costras estalagmticas. Los espelelogos de Edelweiss hi-cieron la planimetra y secciones de la cueva, y Mariano Bautista y Javier Truebalas fotos generales. Nuria Garca y Begoa Snchez han determinado parte delos restos de grandes mamferos. Sergio Miguel ha trabajado conmigo sepa-rando los huesos que aqu se analizan. J.M. Mallo ha hecho todo lo que estabaen su mano para que participara en este volumen. Trabajo inserto en el proyec-to BU01/04 de la Consejera de Educacin de la Junta de Castilla y Len, ycon fondos del proyecto BOS2003-08938-C03-02 del Ministerio de Educaciny Ciencia.

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    Fig. 10c. Hueso quemado y con marcas de descarnacin.

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