Íconos, huancas y complejidad en la Puna Sur argentina - Aschero

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| 135 ICONOS, HUANCAS Y COMPLEJIDAD EN LA PUNA SUR ARGENTINA Carlos A. Aschero * Es mi intención partir de una representación rupestre del sitio Confluencia 1 - Antofagasta de la Sierra, Puna Meridional Argentina, para mostrar como se articulan allí ciertos motivos icónicos del área Centro-Sur Andina y discutir la posible función de este sitio en el paisaje social de la época. Para ello he seguido un enfoque iconográfico e iconológico (véase Gombrich 1997a, b), buscando puntos de continuidad en esos motivos para el lapso 4200-1300 AP. La articulación a la que aludo tiene que ver con una dinámica particular del arte rupestre de Antofagasta de la Sierra (ANS), donde la variabilidad entre quebrada y quebrada –en una escala microrregional de análisis– muestra la existencia, en cada una de ellas, de componentes idiosincráticos que coexisten tem- poralmente con pautas de diseño y temas compartidos. Oportunamente he utilizado modalidad estilística (Aschero 1999) para captar esos elementos comunes de tiempos compartidos que hacen a una interacción local, a un intercambio de información entre agentes sociales concretos, concebidos como miembros de familias que controlan cier- tos espacios y recursos. La herramienta estilo la reservo para captar lo idiosincrático en el accionar de esos agentes a través de tales espacios; como textos visuales cargados con la intencionalidad de ese accionar, o bien como formas de “interferencia” (Wobst 1999) de las prácticas sociales en la cultura material. Dos aspectos del arte rupestre me interesan en esa variabilidad quebrada a que- brada: el operar como mensajes “para los Otros”, marcando esos espacios, o “para un Nosotros”, como textos visuales que activan la memoria colectiva, produciendo contenidos que importan a la vida de la gente o a su cosmovisión. Ambos tienen que ver con representaciones emplazadas en lugares de asentamiento prolongado (bases residenciales), en “puestos” (residencias estacionales) o en lugares de tránsito o de acceso a esos espacios (sendas). En cada uno de esos emplazamientos, cada conjunto de representaciones muestra diferencias con los de otra quebrada, demarca en el paisaje social un espacio propio o distinto y, a su vez, utiliza códigos visuales comu- nes para dar significación a ese espacio como parte de un “territorio” inscripto en la memoria social del grupo de referencia, el de esos agentes productores, sus familias o linajes. * CONICET-Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Mi- guel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.

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que efectivamente conocemos de las prácticas sociales que ocurren entre ca. 5500 y2500 AP. en la Puna Argentina. Es cierto que contextos funerarios de la Puna Septen-trional, como los de Huachichocana III, capa E2 y los de Inca Cueva 4 capa 1.A ydepósitos intencionales como el de Inca Cueva 7, parecieran indicar acceso diferen-cial a ciertos recursos distantes…pero ¿Este acceso diferencial muestra alguna situa-ción de desigualdad social? El caso de Huachichocana III es quizás el más relevante.Es un único cuerpo inhumado con una multitud de objetos de distintas materiasprimas (Fernández Distel 1986). ¿Pero podemos medir este acceso diferencial frentea otras situaciones de inhumación?...En rigor de verdad no tenemos elementos sufi-cientes de comparación… Y aunque los tuviéramos,… ¿Sería esto “desigualdad”?¿Por qué no pensar que esto forma parte de los ornamentos y los utensilios de usocotidiano de quién los posee, o de ciertas prácticas que tal persona ejecutó en vida?

El caso de Inca Cueva 4, capa 1.A –datada en ca. 5100 AP. (Aschero y Podestá1986)– refuerza aún más esta idea. El cuerpo momificado de una joven, conservadoen la Colección Torres Aparicio (Humahuaca, Jujuy), está vestido con una capa depiel de guanaco con pelo en ambas caras, hecha por una multitud de torzales con elpelo hacia fuera, cosidos entre sí; con otro atuendo en técnica de malla en fibravegetal, ceñido al cuerpo, con decoración de bandas bicolores y un gorro de cesteríaen espiral con motivos escalonados convergentes. Una multitud de cuentas cuidado-samente aserradas y pulidas, hechas a partir de columelas de un gran caracol de laYunga (Strophocheilus sp.) y otras recortadas de los bordes de grandes valvas de Diplodonsp., plumas de aves tropicales y posibles perneras con numerosas pezuñas de cérvido,habrían sido partes de sus adornos. Una cuna con base de cañas macizas (Chusquealorentziana) conteniendo el cráneo y partes esqueletarias de un infante, cubierto conuna capa semejante; bolsas de cuero conteniendo piernas humanas momificadas yotro recipiente de madera conteniendo huesos largos humanos, todos con adita-mentos para ser transportados, acompañan, entre otros elementos, a la momia men-cionada. (Observaciones personales del autor sobre la colección Torres Aparicio ysobre el contenido artefactual en sedimentos remanentes de las intervenciones deeste coleccionista en Inca Cueva 4, en la década del ´30).

Todo indica que estos hallazgos datados entre ca. 5300-5100 AP. (Aschero yPodestá 1986; García com. pers.) son partes de inhumaciones llegadas desde otrosasentamientos u ocurridas allí y preparadas para ser transportadas. Tienen que vercon este particular tratamiento de los muertos –que se desplazan con los vivos, o queson cíclicamente mostrados entre los vivos –que conocemos entre los cazadores-recolectores de la Puna desde ca. 8400 AP. y en la costa del Pacífico con el ComplejoChinchorro. Lo que están indicando esos elementos con gran trabajo “agregado”sobre materias primas locales, como las capas hechas con torzales– y los artefactosen materias primas exóticas –torzales y artefactos que se encuentran entre los resi-duos de los espacios domésticos en la misma Inca Cueva 4 o en Quebrada Seca 3(ANS) – es que forman parte de los atuendos de uso cotidiano, los que tambiénacompañan a los muertos. Pero no hay evidencias de que, aún existiendo acceso

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ICONOS, HUANCAS Y COMPLEJIDAD EN LA PUNA SUR ARGENTINA

Carlos A. Aschero*

Es mi intención partir de una representación rupestre del sitio Confluencia 1 -Antofagasta de la Sierra, Puna Meridional Argentina, para mostrar como se articulanallí ciertos motivos icónicos del área Centro-Sur Andina y discutir la posible función deeste sitio en el paisaje social de la época. Para ello he seguido un enfoque iconográficoe iconológico (véase Gombrich 1997a, b), buscando puntos de continuidad en esosmotivos para el lapso 4200-1300 AP. La articulación a la que aludo tiene que ver conuna dinámica particular del arte rupestre de Antofagasta de la Sierra (ANS), donde lavariabilidad entre quebrada y quebrada –en una escala microrregional de análisis– muestrala existencia, en cada una de ellas, de componentes idiosincráticos que coexisten tem-poralmente con pautas de diseño y temas compartidos. Oportunamente he utilizadomodalidad estilística (Aschero 1999) para captar esos elementos comunes de tiemposcompartidos que hacen a una interacción local, a un intercambio de información entreagentes sociales concretos, concebidos como miembros de familias que controlan cier-tos espacios y recursos. La herramienta estilo la reservo para captar lo idiosincrático enel accionar de esos agentes a través de tales espacios; como textos visuales cargadoscon la intencionalidad de ese accionar, o bien como formas de “interferencia” (Wobst1999) de las prácticas sociales en la cultura material.

Dos aspectos del arte rupestre me interesan en esa variabilidad quebrada a que-brada: el operar como mensajes “para los Otros”, marcando esos espacios, o “paraun Nosotros”, como textos visuales que activan la memoria colectiva, produciendocontenidos que importan a la vida de la gente o a su cosmovisión. Ambos tienen quever con representaciones emplazadas en lugares de asentamiento prolongado (basesresidenciales), en “puestos” (residencias estacionales) o en lugares de tránsito o deacceso a esos espacios (sendas). En cada uno de esos emplazamientos, cada conjuntode representaciones muestra diferencias con los de otra quebrada, demarca en elpaisaje social un espacio propio o distinto y, a su vez, utiliza códigos visuales comu-nes para dar significación a ese espacio como parte de un “territorio” inscripto en lamemoria social del grupo de referencia, el de esos agentes productores, sus familiaso linajes.

*CONICET-Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Mi-guel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.

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Confluencia 1 (Cf1) es una puerta de acceso para abordar esos dos aspectos dela dinámica del arte rupestre local y discutir la asociación o conjunción de motivosdel arte rupestre y mobiliar que ocurren en distintos sitios del Área circumpuneña,aparentemente en épocas posteriores. Sin embargo su presencia en Cf1 me sugiere,más que un lugar de origen, una muestra de la iconografía que circula como parte delas interacciones a distancia ocurridas en el lapso 4000-3000 AP.

Ahora bien… ¿Qué papel pudo haber jugado Antofagasta de la Sierra, en estacirculación de información sobre significantes y significados de las imágenes visuales,dada su posición en un punto bastante al sur del área referida?

Una primera respuesta es que ANS es un cruce de caminos con numerososrecursos de agua, pasturas y poblados; una vía segura de circulación por el ambientedesértico de la Puna salada, entre el sector centro-sur del área Valliserrana del No-roeste Argentino (desde el Valle de Hualfín al sector Molinos/Angastaco del ValleCalchaquí), desde o hacia la puna septentrional, el sector sur del Salar de Atacama oel Alto Loa.

Una segunda respuesta tiene que ver con un registro arqueológico de marcadacontinuidad- desde ca. 10000 AP.- vinculado con la explotación de recursos “enparches”, donde la caza y el pastoreo de camélidos fueron, sucesivamente, ejes de lasubsistencia. La evidencia arqueológica sugiere que ya desde ca. 8400 AP. estas pobla-ciones de cazadores-recolectores de ANS producen ciertos excedentes para inter-cambio, en este ambiente de extremo desierto por sobre los 3.300 msnm. La mues-tra como parte de una interacción circumpuneña vinculada con la circulación dematerias primas, artefactos e iconografía desde o hacia los sectores mencionados.Desde ese entonces hay artefactos y ecofactos de vegetales exóticos que se incorpo-ran en las ergologías cazadoras-recolectoras y continúan, luego, en las de los pasto-res-horticultores. Descartando el acceso directo a esos recursos para esas épocas –algunos de ellos entre 400 y 600 km de distancia (Hocsman et al. s/f.)- esto abreposibilidades distintas entre rangos de movilidad espacial muy altos y/o de diferen-tes puntos intermedios de intercambio, incluido el transporte en llamas cargueras enalgún momento entre 5000/4000 AP. o anterior. Cualquiera de ellas implicaría circu-lación de información en amplias redes.

Ciertamente cuando se toma en cuenta la continuidad del uso y consumo deelementos exóticos entre las poblaciones cazadoras-recolectoras de ANS, resulta queestas redes de interacción a distancia operarían no sólo como reaseguro, en situacio-nes de estrés en los recursos críticos, sino como fundamento de un sistema social(sensu Giddens 1984) con límites muy fluctuantes, abierto al flujo de genes, productosde la cultura material e información. Esto es crucial para entender el papel quejuegan los cazadores-recolectores y pastores incipientes del Arcaico tardío en estadinámica de circulación iconográfica y en los inicios de la conformación de esto queW.H. Isbell denominó “la estructura cosmológica” andina (Isbell 1978).

Por cierto que el repertorio que aquí presento es una mínima fracción de lo que

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y señala que hay evidencias suficientes para marcar en Antofagasta de la Sierra unaumento de la circunscripción (territorialidad), del número de sitios e intensificaciónde la producción, de cambios en la tecnología y, con menor número de evidencias,los indicadores referentes a desigualdad social y ritual entre el 5500 y 2000 AP. Oliveraet al. (2003) se hacen eco de los planteos de Yacobaccio (2001) sugiriendo que ciertoscontextos, particularmente mortuorios, recuperados en Antofagasta de la Sierra y enotros lugares de la Puna, entre los 3500 a los 2500 AP., están marcando algún cambioen las concepciones ideológico-simbólicas del espacio.

En un trabajo conjunto con Yacobaccio (Aschero y Yacobaccio 1999) había-mos planteado la cuestión de la complejidad en la revisión del sitio Inca Cueva-7(Jujuy), tomando la existencia de desigualdad como uno de sus requisitos posibles.Allí recalcamos dos condiciones que podrían llevar a la institución de jerarquías so-ciales y a desembocar en una situación de desigualdad: recursos abundantes y pobla-ción alta (Aschero y Yacobaccio 1999: 16). Pero los últimos años de excavaciones enla Puna argentina y el fuerte contraste existente entre lo que ocurre en la banda Estedel Salar de Atacama (Chile) –a partir de las investigaciones de L.Nuñez y su equipo–sugiere que la estructuración y las estrategias con que operaron los sistemas socialesen uno y otro lado de la cordillera no son las mismas. Precisamente el caso de Cf1 ylo que trato en torno al culto de los ancestros, más la temprana presencia de elemen-tos exóticos –vinculadas a una posible territorialidad y red de interacciones tempra-nas– me lleva a pensar la situación del Arcaico tardío y el Formativo inicial desde esesistema social abierto (sensu Giddens 1984) y desde otra perspectiva que no requierajerarquías hereditarias ni desigualdad. También a rever los roles de género en la do-mesticación inicial y a acercar algunos elementos para un modelo que tome las prác-ticas del compartir en cazadores-recolectores y ese componente ideológico de Cf1como condición inicial –armonizadora de conflictos- de una estrategia cooperativade convivencia e incremento de la base de recursos.

Respecto a la población alta, en rigor de verdad, no se aprecia en ANS y en laPuna Norte evidencias claras de aumento de población hacia el Arcaico Tardío, yaque el incremento en el número de sitios puede ser explicado por esa circunscripciónespacial y un consecuente reordenamiento de las prácticas de asentamiento y movili-dad. Esa baja demografía pudo ser sostenida con una activa renovación del poolgenético a través de esas redes de interacción, a larga o corta distancia, entre pobla-ciones pequeñas que controlaban distintos “parches” de recursos y en las que la cazade vicuñas y guanacos cumplía un rol central, tanto en la dieta como en la producciónde excedentes en bruto o manufacturados destinados al intercambio (fibras, cordelería,capas, trabajo del cuero y hueso, etc.). La visión “hostil” de este desierto puneño,para esas pequeñas poblaciones, quizás debiera ser cambiada por la de una zonaatractiva de caza, con alta recuperación de presas por cazador –comparada conotras áreas colindantes– y potenciada por su particular topografía (Aschero y Martinez2001).

Respecto a la desigualdad, quisiera revisar la información puneña en base a lo

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El carácter de la temática tiene un doble aspecto. Uno tiene que ver con losdistintos estilos presentes en la ejecución de los camélidos –manteniendo esa duali-dad silvestre-doméstico– como “interferencias” (en el sentido de Wobst 1999) deagentes productores haciendo referencia a espacios sociales particulares. Otro sería elmitográfico, es decir, motivos cuya posición e iluminación en ese espacio itineranteconfiguran un texto visual más amplio con una particular “reserva” de significación.Todos podrían estar conectados además por un discurso verbal, como es el relatomítico. Pero este relato es contingente respecto a esa reserva de significación visualde las imágenes –que están allí para continuar operando como tales– aunque puedaotorgar sentido y relevancia al ritual bajo determinadas circunstancias sociales. Aúnasí, este discurso debería considerarse también un recurso ideológico operado porlos mismos u distintos agentes sociales y esto importa para entender la función delsitio desde otro punto de vista.

Hasta aquí he presentado íconos y huancas, entendiendo a esta última como unaforma particular de la imaginería visual que permitiría insertar el papel de los ancestrosen estos textos visuales como elementos potentes; textos cuya recurrente asociacióna camélidos silvestres y domésticos, los liga notoriamente a un mundo simbólico decazadores-pastores. Pero… ¿Cuál es la relación de Cf1, en su particular configura-ción simbólica, características de acceso y emplazamiento, con los planteos sobre lacomplejidad en cazadores-recolectores? ¿Qué aporta esa iconografía sobre los ini-cios de la domesticación de camélidos andinos?

Cazadores a Pastores: ¿Complejidad sin Desigualdad?

Hay en Cf1 un “salto” en el comportamiento del arte rupestre respecto a lasmodalidades anteriores. Pero…¿Es esto en ANS una respuesta distinta a condicionessociales cambiantes? ¿Son estas condiciones atribuibles a una novedosa situación de“complejidad”?.

Yacobaccio ha abordado el problema de la inserción de una economía pastorilen el marco de la subsistencia cazadora-recolectora de Puna y Hocsman lo ha hechoespecíficamente para Antofagasta de la Sierra (Hocsman 2002; Yacobaccio 2001). Elprimero plantea que la aparición de cazadores complejos, y con ellos la posibilidadde los inicios de la tenencia de tropas de camélidos domésticos, requiere la existenciade cierto grado de sedentarismo y circunscripción espacial más un acceso diferenciala recursos distantes, como una forma de desigualdad. Estas serían precondicionesdel manejo proteccionista de tropas de camélidos para luego pasar a instancias de uncontrol efectivo del pool genético de estos animales en cautiverio y al acceso a unaeconomía pastoril (Yacobaccio 2001). En su argumento hay varios hechos irrefuta-bles: el aumento efectivo del número de sitios en el Arcaico tardío, una mayor espe-cialización en la caza de camélidos y la aparición de ciertos contextos que muestranuna importante cantidad de objetos y recursos exóticos (véase también Yacobaccio2005 y en este volumen). Hocsman analiza el comportamiento de distintos indicadores

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podría ser considerado icónico en el arte rupestre de ANS; representa sólo un estadoen la búsqueda de los contextos de significación. Las imágenes que muestro comoiconos (sensu Hodder 1987), ocurren en esos distintos emplazamientos y muestranuna estrecha relación con la caza y/o el pastoreo de camélidos, no con prácticasagrícolas. Es recién a partir de la modalidad Peñas Chicas que aparecen algunasrepresentaciones que tendrían que ver con sistemas de riego (maquetas) y cuadros oandenes de cultivo (chacras). Es también sintomático que, recién en esa modalidad,aparezcan las primeras escenas de enfrentamiento armado o de luchas, con unamarcada jerarquía de algunas figuras frente a otras (Aschero 1996, ver Figura 1). Sonindicadoras de la integración plena entre prácticas agrícolas y pastoreo; de una eco-nomía agraria donde la tenencia y habilitación de tierras útiles es un punto crítico enlos conflictos sociales.

El Caso Confluencia 1 y la Conformación de una Iconografía deCazadores-Pastores

Cf 1 es un sitio ubicado al pié de un acantilado de ignimbrita que forma esquinaen la confluencia de los ríos Punilla y Calalaste, al oeste-noroeste de la poblaciónactual de Antofagasta de la Sierra. De las distintas unidades topográficas con graba-dos rupestres que caracterizan este extenso sitio interesa, particularmente, el panelH1, situado en el extremo norte de la distribución de grabados, en la zona alta delacantilado, con orientación este. El resto de los motivos de este sector, atribuidos a la

Figura 1. Cambios temporales en las modalidades estilísticas de de Antofagasta de laSierra e Inca Cueva.

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modalidad Río Punilla, fueron objeto de otro trabajo (Aschero 2003) donde señala-mos la relación de ciertas figuras de camélidos con los patrones de representaciónKalina/Puripica y Taira/Tulán del Arcaico Tardío y Formativo Inicial, en el AltoLoa, Río Salado y Salar de Atacama (Berenguer 1999; Gallardo 2001).

A diferencia de otros sitios las representaciones de esta modalidad sobresalenaquí por su particular despliegue escenográfico, constituyendo un “espacio visualitinerante” por su distribución a diferentes alturas y por la dificultad de acceso aalgunas de ellas. Las ejecutadas en la base del acantilado están fuera del campo ma-nual de cualquier operador de pie, por encima de los 3 m (unidad topográfica I.1).Las de la parte superior del acantilado están en situaciones de difícil acceso y visibi-lidad, por encima de los 6m sobre el nivel de base del acantilado (caso de las unida-des topográficas B, D, G y H). Además cada unidad tiene distintas horas de visibili-dad máxima, siendo notable la diferencia visual entre las representaciones ubicadasen el extremo noreste (visibles con sol matutino) y las del sudeste de la distribución(visibles al atardecer). Esto sugiere un recorrido de unos 100 m, en ambos niveles delacantilado, entre momentos de sol matinal y el atardecer.

Asimismo entre las imágenes de camélidos, de los patrones citados, hay signosgeométricos asociados que repiten los de pinturas de la modalidad Quebrada Seca(Arcaico Tardío); siendo también recurrente el tema ave-camélido que conocemosen Quebrada Seca 2 y en las series Taira-Tulán (Figura 1).

En relación a la figuración del camélido en las distintas unidades topográficasidentificadas en el sitio, existe una expresa intención de separar las maneras de repre-sentar los camélidos dentro de una misma composición o, también, entre motivosindependientes situados en distintos espacios de esa topografía. Esto sugiere que elsitio reúne representaciones de diferentes “estilos” de una misma modalidad, deelementos idiosincráticos de ciertos sectores del espacio microrregional; algo quesurge cuando se comparan las series asignadas de sitios ubicados en distintas quebra-das, como Cacao 1.A, Real Grande 3, Peñas Coloradas 1 y del sitio La Torre en elfondo de la cuenca del Río Punilla (Figura 2).

Por las condiciones antedichas el panel H.1 del sitio Cf1 resulta de particularinterés porque “concentra”, por así decirlo, representaciones que van a reproducirsecon modificaciones en otras modalidades posteriores y porque, conjuntamente conlas de las unidad H2, se encuentran en una situación de acceso difícil y baja visibilidaddesde el pié del acantilado. No conformarían parte de un arte “público”, librado atodo observador, sino para grupos restringidos que conocen el acceso. Además, haycierta jerarquía topográfica, ya que estos paneles se ubican por encima del mencionadopanel I.1, con camélidos superpuestos de contornos compartidos (Figura 3), enrelación con las series mencionadas del Salar de Atacama/Alto Loa.

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Pero en el ícono de Cf1 H1 hay un registro de cuatro motivos por arriba delbicápite; puedo decir algo sobre tres de ellos: la figura humana “en bloque”, el signoelíptico y el felino. Releyendo a González, Mariscotti e Isbell, puede decirse que laelipse como representación de una deidad o como forma que otorga la potencia devida a una deidad (Mariscotti de Görlitz 1978a: 202), este signo tenía una cargasimbólica particular. Además Urton, haciendo referencia a esa elipse del esquema dePachacuti Yanqui, recoge el uso etnográfico de objetos ovales usados en altares dedi-cados a la limpieza de canales de riego. El nombre que se dá a estos objetos elípsoidales– pusuqu – es también el que se usa para designar la espuma que se forma en elchoque de los ríos celestes, de acuerdo a las creencias de las comunidades andinas enlas que él trabajó. Además hace notar que “(…) la espuma y el agua en movimiento,en general, son equiparadas en el simbolismo andino con el semen, la fuerza mascu-lina de fertilización” (Urton 1981: 202).

Con respecto al felino sus significaciones son altamente polisémicas. Marcamosalgunas de ellas ya citadas como a) su asociación con esa deidad de los fenómenosmeteorológicos, el felino volador que lanza rayos u orina la lluvia (Mariscotti deGörlitz 1978a); b) o bien su relación con la imagen solar (González 1998) que serefuerza con la presencia de sus “manchas” en las figuras que mencionamos comoprobables representaciones solares; c) pero también su doble aspecto de predador yprotector como ha señalado Saunders (1998). Esta última es particularmente intere-sante en su relación con conjuntos de camélidos o con camélidos con rasgos felínicos.

Los registros superior e inferior del panel H1 de Cf1 se muestran así con cierta“lógica jerárquica”. Lo que está por encima del bicápite serían las fuerzas fecundantesdel ancestro y de alguna deidad o potencia que protege otorgando un don relevantepara la vida en estos ambientes, factiblemente el agua con su poder fecundante desdeel cielo a la tierra. Remito al lector la Figura 1 donde sintetizo los cambios temporalesde los códigos en relación a las distintas modalidades estilísticas de ANS y con lasecuencia de Inca Cueva en la Puna Septentrional.

Más allá de lo discutido que resulta aplicar al pasado distante el significado his-tórico de algunos de los motivos que he enumerado, lo que creo importante recalcares que la composición icónica de Cf1 los reúne y se constituye en un punto deconvergencia de distintas líneas de evidencias analógicas y, a la vez, en un antecedentede su ocurrencia en las posteriores modalidades del arte rupestre local. Es un antece-dente en el sentido de una condición inicial en la posterior trayectoria seguida poresos motivos. Tal trayectoria tiene que ver con la consideración de estos motivoscomo íconos activos, como imágenes visuales de las que se espera una acción a la vezque refieren a ciertos agentes y espacios sociales. Su contexto de significación alude aelementos claves de esa estructura cosmológica andina, aquellos que hicieron posiblecondiciones de vida adecuadas para la multiplicación y resguardo de rebaños o tro-pas de camélidos domésticos y también de los silvestres, los que han sido ejes de lasubsistencia y de cierta especialización en el Arcaico tardío (Yacobaccio 2005; y eneste volumen).

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El Contexto de Significación

Sobre la interrelación de estas distintas evidencias propongo que las tres dimen-siones de la potencia generadora del ancestro, expuestas por Duviols, estarían yapresentes en el Formativo Temprano del Noroeste Argentino, desde Río Punilla,bajo tres formas de representación: a) la máscara como huauqui, el objeto que esresidencia del alma de una persona durante su vida, su “doble” en vida y/o surepresentación rupestre; b) las esculturas de “suplicantes” como representaciones delmallqui, como una forma de presentarlo y “conservarlo” entre los vivos y, c) la de lafigura humana “en bloque” como monolito-huanca, reproduciendo la potenciafertilizadora del ancestro como marca visible y permanente en un paisaje socialmen-te construido y delimitado.

Quisiera dejar planteado, a modo de pistas para investigaciones futuras, que esasrepresentaciones antropomorfas y las que luego aparecen con los brazos alzados,configuran una misma línea simbólica, textos de un mismo contexto de significacióndiacrónicamente desplegado. Se trataría de íconos definidos por una secuencia derepresentaciones que recurrentemente aparecen asociados a conjuntos o tropas decamélidos silvestres y/o domésticos. Pensándolas en términos de lo implican para lasubsistencia en el ambiente del desierto puneño, deberían hacer referencia al hechomismo de su multiplicación pero también de su protección o resguardo.

Observándolo en esta perspectiva, las relaciones de significación que puedenplantearse para esa composición de íconos de Cf1 H1, a modo de un texto visualanalógico, son bastante explícitas si hacemos interactuar sus distintos componentes.El registro inferior hace uso de la imagen de la mujer dentro del bicápite y resalta larepresentación de su sexo. Planteo tres implicaciones de significación posibles de laimagen: a) la fuerza procreadora de la mujer como hembra fértil pero también; b)como receptora del poder fecundante masculino (la figura antropomorfa “enbloque”como huanca, arriba, a la derecha. Ver Figura 4.1). Además su papel c) como“domesticadora” de la progenie humana, con posible extensión a la del animal do-mesticado, concepto aplicado a iconografías vinculadas con el origen de la domesti-cación en el Extremo Oriente (Cauvin 2000; Hodder 2001).

Luego está el bicápite en sí, esas dos cabezas en un sitio que repite en distintospaneles esas distintas figuraciones de camélidos, que interpreto como domésticos ysilvestres según su expresión visual sintética y estática versus una más naturalista ydinámica (Aschero 2003). Además su forma de contorno, abierto en la base, queencierra a la mujer y su sexo, con estrecha similitud a la forma vagina-utero. Sigue elave, probablemente un suri, que Quiroga (1942) relacionaba con las nubes y/o lalluvia. Luego el zig-zag de nuestra composición que, como posible representacióndel rayo o serpiente – los antes comentados atributos de un dios de los fenómenosmeteorológicos como Pariacaca (Mariscotti de Görlitz 1978b) – cobra sentido en suposición junto al bicápite, es decir el rayo como generador de mellizos junto a unafigura de “mellizos” camélidos.

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La estructura de la composición del panel H.1, realizada mediante técnica degrabado en surco picado, se muestra en la Figura 4.1. En la parte más alta del registrosuperior hay una figura antropomorfa, que conforma el ápice de la composición.Sigue una figura geométrica rectilínea deteriorada en aparente forma de “U” conbrazos en diagonal, una figura lineal elipsoidal, más una representación de felino conla cabeza hacia la derecha, que conforman la base del registro superior de izquierdaa derecha. El registro inferior esta formado por una figura de ave con la cabezahacia la izquierda y una figura animal bicápite de contorno inferior abierto, que con-tiene en su interior una figura humana femenina, con el sexo claramente marcado, depiernas abiertas y brazos hacia abajo. Sigue una línea en zig-zag en diagonal, quecierra el registro inferior hacia la izquierda.

Si se observa en la Figura 3 el gran camélido, en dirección izquierda, el simplediseño de contorno de su cabeza coincide con la del bicápite, sólo que en este no sehan dibujado las orejas. Conociendo la recurrente aparición de figuras de camélidosbicápites y cuadricápites entre los motivos de modalidades posteriores locales y enotros sitios circumpuneños, esta figura se constituye en un antecedente singular. Lapresencia de camélidos de tendencia figurativo-analítica, con cierta dinámica delmovimiento y al mismo tiempo de otras dos tendencias claramente figurativa-sinté-

Figura 2. Area de Río Punilla, Antofagasta de la Sierra.

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tica y figurativo geométrica, de marcado estatismo (Leroi Gourhan 1980) hace alplanteo de relacionar este sitio con la representación dual (por superposición y /oasociación) de camélidos silvestres y domésticos o, en términos de subsistencia, depresas de caza y animales domésticos (Aschero 2003).La imagen de la mujer con elsexo marcado dentro del bicápite agrega, además, la noción de fertilidad.

Consecuentemente las características del sitio lo singularizan y separan de otrosde esta modalidad, tanto en la organización de sus representaciones rupestres comopor el hecho de que no se registran aquí eventos de ocupación estratificados anterioresa épocas históricas. Se comporta así como un sitio sujeto a alguna actividad ritualreservada, vinculada sólo con el arte rupestre.

Por mantener motivos de la modalidad Quebrada Seca (5500-4200 AP.) y cro-nología cruzada con las series chilenas mencionadas y otras conocidas para la Punaseptentrional –que seguidamente mencionaremos– situamos estas representacionesdentro de un amplio lapso, entre 4200 a 2500 AP., aunque con la expectativa de unmomento más acotado de ejecución ca. 3500 AP.

El Rastreo Iconográfico

Figuras Humanas, Antropomorfas y Bicápites

Desde un punto de vista iconográfico los códigos visuales de estas figuras hu-manas “en bloque” muestran una norma frontal estricta, con cuerpos alargados sincuello, con o sin brazos y/o piernas que, cuando se agregan, son muy cortas. Estasfiguras no se repiten en otros sitios de la modalidad Río Punilla y tampoco se cono-cen en la modalidad precedente Quebrada Seca, pero sí en Peñas Coloradas y PeñasChicas (Figura 1 y Figuras 4.8 a 4.10).

En ambos casos, en estas dos últimas modalidades, esas figuras aparecenrecurrentemente en asociación a representaciones de camélidos (sitios Real Grande

Figura 3. Camélidos Cf1-I.1.

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cualquiera de los dos puede recibir una parte del fluido vital deese hombre, o de otros fluidos vitales externos (…)”. “Física-mente el huanca es un monolito de piedra dura (granito o már-mol), lisa, antropomorfa o zoomorfa, de altura variable (…)Estaespecie de menhir se clava en el campo o a la entrada de la aldea(marca o llacta). Cada marca posee numerosos huanca que repre-sentan (…) los ancestros de los ayllu que ocuparon el territorio,fundaron la aldea y pusieron en valor las tierras. Cada huanca eraobjeto de culto, recibía ofrendas y sacrificios en el curso del ca-lendario tradicional de ritos agrarios.(…) A cada huanca corres-ponde un mallqui (cadáver). (…)Esta claro que no se trata de unamutación sino de un desdoblamiento. En cada aldea se adoranparalelamente los mallqui y los huanca correspondientes (…). Existeuna relación permanente entre el huanca y el mallqui, entre elmonolito y su cadáver, cadáver cuya duración material debe serasegurada.”...”Si es cierto que el huanca tiene un valor fálico[fecundante], es evidente que el mallqui tiene un valor germinal(…)(Duviols 1978:359-361).”

Se conoce la notable similitud que tienen los llamados “menhires” de losasentamientos formativos tempranos en Tafí del Valle y El Mollar (Tucumán) conestos enunciados de Duviols (García Azcárate 1996). A su vez estos monolitos mues-tran representaciones de máscaras o rostros mascariformes que aparecen repetidosen los grabados rupestres de El Potrerito (Laguna Blanca, Catamarca. Véase Podestáet al. 2005: 75). Es decir que la roca-soporte con la representación rupestre agregadapuede también estar operando a modo del monolito-huanca.

Pérez Gollán, por su parte, ha visto una relación entre las esculturas de “supli-cantes” del Formativo temprano y su posible papel como huancas (Pérez Gollán2000). Pero es interesante destacar aquí su acertada relación entre la posicióngenupectoral de ciertas inhumaciones (en cuerpos momificados, por ejemplo) y laposición de la figura del “suplicante”. Coincido con Pérez Gollán en que son unaforma de representación de la potencia de estos ancestros pero, esa estrecha seme-janza con los cuerpos inhumados las propone mejor como mallqui que como mono-lito-huanca; como metáfora visual del cadáver en su presentación entre los vivos.

A su vez a Condorhuasi-Alamito y a Tafí se le atribuyen la producción de más-caras de piedra (González 1980) las que, como ya señalé, acompañaban al cadáver enlos únicos dos casos con contextos arqueológicos conocidos. Esta práctica de unposible “doble” aparece ya desde las momias-estatuilla o figurinas que acompaña-ban algunos cuerpos momificados Chinchorro en la Costa norte de Chile (Núñez1969). No sería incoherente que aquellas y estas hayan operado como huauqui, conuna función semejante a la que recoge Duviols respecto a las prácticas Inka. Es porello que planteo que estas máscaras podrían actuar en el arte rupestre como un posi-ble huauqui, como íconos que apelan a los poderes del “doble” del alma del ancestrofallecido.

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plantas (La cursiva es nuestra).(…) otras tradiciones vinculan alseñor de los fenómenos meteorológicos con (…) un felino míti-co que vuela por los aires, lanza rayos por los ojos, orina la lluviay despliega el arco iris como si fuera una cinta (Mariscotti deGörlitz 1978b: 371-372).”

Por otra parte en su estudio sobre la Pachamama Mariscotti señala que sonatributos de este dios de los fenómenos meteorológicos – el conocido como Pariacacaen este caso – casco y barreta de oro como atuendos o bien con una maza en lamano izquierda y una honda en la derecha (1978a: 201-202). Asimismo indica queentre los animales que acompañan a dicho dios –en sus distintas denominacionesregionales– está ese felino y una serpiente:

“Uno de estos animales es el Amaru, una gigantesca sierpebicéfala que personifica al rayo o al arco iris y actúa como auxi-liar de Wallallo Carhuinchu [otra denominación del referido dios…].Otro parece ser cierto felino (…que) tiene el mismo aspecto queel gato montés (…y) nos lo presentan como un ser ambivalentey de probable filiación lunar. (…Asimismo) que este felino vola-dor convive, en el mundo de las concepciones, con un dios re-gulador de los fenómenos meteorológicos y protector de lascosechas – hoy identificado con Santiago Apóstol (Mariscotti deGörlitz 1978a: 203).”

A partir de esta información recalcamos la presencia de esas figuras humanascon elementos en sus manos que acompañan a esas figuras humanas “en bloque” enReal Grande 3 y en Cacao 1.A, antes mencionadas. Volveré sobre esto luego deanalizar el problema de las restantes figuras antropomorfas (las en bloque y lasmascariformes) con el de las llamadas huancas.

En un anterior trabajo, indicamos una relación posible entre esas figuras huma-nas “en bloque” y las de máscaras, con las formas litomorfizadas que podrían haberadquirido la representación de los ancestros, apoyándonos en las investigaciones deDuviols (Aschero y Korstanje 1996). En su trabajo de 1978 este autor se refiere a loshuauqui como estatuillas que cada soberano (Inka) elegía y conservaba toda su vida ylos acompañaba en su tumba, también llamados camaquen, término aplicado tanto alobjeto que contenía el alma de su poseedor como al alma misma (Duviols 1978:359). Los huanca tenían una relación estrecha con el cadáver del difunto, designadomallqui, y es esta relación entre el ancestro difunto –el fundador de cierto linaje– sucadáver y las residencias de su alma, lo que interesa explorar desde el arte rupestre ymobiliar.

Para Duviols:

“(…) las relaciones entre huanca y huauqui son estrechas.Cualquiera de los dos es un doble del hombre al que se refieren,

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3, Peñas Coloradas 1 y 2) o de sus rastros, en Campo de las Tobas 1 (Podestá et al.1991). Comparándola, puede observarse que la figura de Cf1-H1 es la más simple,sin rasgos corporales o faciales y sin tocado, elementos que pueden aparecer en esasotras modalidades, de acuerdo a lo que se muestra en las figuras citadas.

Bajo la forma de figuras de contorno lineal abierto, estáticas, aparecen en elgrupo estilístico B de Inca Cueva, en Azul Pampa, Puna septentrional; estas tienenindicación de tocado cefálico, con trazos en líneas verticales o radiales (Aschero 1996:figura 4; Aschero et al. 1991). En el Alero-1 de Inca Cueva y en Cueva de Cristóbalrepresentaciones asignadas a este grupo estilístico fueron asociadas a ocupacionescon cerámicas tempranas datadas ca. 2900-3000 AP. (Aschero et al. 1991; Fernández1988-89). Recientemente, las excavaciones en curso por el Proyecto PIP-CONICET6398 en el sitio Alero Caído (Coranzulí, Puna de Jujuy) indican que figuras de estetipo estaban originalmente cubiertas por niveles de ocupación datados entre ca. 3360-3310 AP., ampliando esa cronología.

Las figuras que Fernández Distel llama “hombres-cigarros” para el Formativode la Puna jujeña, también presentan esta relación cuerpo-cabeza “en bloque” y toca-dos lineales, pero la representación de piernas y el movimiento del cuerpo, sugierenque este cuerpo-cabeza de patrón rectangular alargado representa figuras de perfil yno de frente (Fernández Distel 1998: figura página 105). Respecto a estas figuras “enbloque” debemos agregar que aparecen en conjuntos con otras figuras humanas decaracterísticas distintas, generalmente, portando elementos, como “varas” y/o hon-das, en las manos, tal como ocurren en Peñas Coloradas 1 y 2, en Cacao 1.A y enReal Grande 3.

La figura femenina dentro del bicápite de Cf1 no tiene correlato en otras con elsexo tan marcado en Antofagasta de la Sierra; sí ocurre la representación indepen-diente de vulvas, como las que aparecen en asociación a centenares de “morteritos”elípticos en el sitio El Morteral (Podestá et al. 2005: lámina 10).

La figura humana que aparece sobre el lomo de un tricápite en Peñas Coloradas2, esta próxima a estas figuras “en bloque”, sin sexo definido (Figura 4.6). Por eldiseño de los camélidos esta debe atribuirse, también, a la modalidad Río Punillapero hay aquí cambios interesantes de destacar: a) la figura humana aparece sobre yno dentro del tricápite; b) la tercer cabeza de camélido aparece duplicando e imitan-do la cabeza del camélido con las orejas hacia atrás -siendo esta un rasgo común enlas representaciones de camélidos en actitudes dinámicas. En realidad el cuerpo de lafigura externa es el de un bicápite; c) otro pequeño camélido aparece interiormente,entre las patas del tricápite, diseñado por una línea continua que forma parte de lavasadura del camélido de doble cabeza. Este último puede entenderse como la cría(teque) y vuelve a repetir el concepto de reproducción o fecundidad expresado en elbicápite de Cf1.

Este motivo nos permite establecer ciertas relaciones iconográficas con el AltoLoa donde J. Berenguer et al. (1985) destacaron la representación de camélidosbicápites con una figura humana, de medio cuerpo, centrada sobre el lomo del bicápite.

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Resaltado
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Nota adhesiva
Actitudes dinámicas si..Pero algún dinamismo en particular?
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Esta muestra tocados de trazos irradiados o perpendiculares y/o indicación de más-cara con rasgos felínicos y brazos doblados hacia arriba, sosteniendo elementosalargados “como varas” (Figura 4.17, dibujo tomado de Berenguer 1999).

Berenguer ha reunido estas figuras bajo la designación de “el señor de loscamélidos” y efectivamente, en el sitio La Isla, esta figura aparece rodeada de camélidos“(…)más pequeños, grabadas en un estilo que recuerda vagamente a Kalina y Taira”(Berenguer 1999: 30). Al decir de este autor el bicápite constituiría una suerte de“trono” que, en un trabajo anterior, compara con el que forma la base de la figurahumana con los dos cetros, la que constituye la figura central de la Puerta del Sol enTiwanaku. (Berenguer et al. 1985). En ese mismo texto alude también a tabletas dealucinógenos en que la figura humana aparece entre camélidos.

Pero en el Alto Loa esta figura humana, con las mismas características enuncia-das, puede aparecer de cuerpo entero, sin asociación al bicápite y con estrechassimilitudes formales con las que aparecen en los textiles de Chorrillos y Topater, enel geoglifo de Cerro Unitas u otras vinculadas al Formativo regional hacia fines delprimer milenio a.C. y comienzos del siguiente (Berenguer 1999). Horta (2004) des-pliega aún más las relaciones de lo que denomina icono del “personaje frontal de lacabeza radiada”, a través de representaciones en monolitos de Pukara y Tiwanaku,tapicerías de Arica y Calama, arte rupestre y placas de oro de Guatacondo y Tulán.Lo ve como una iconografía unificadora, pero con variantes locales, que expresaconceptos ideológicos comunes, circulando en una vasta región entre la cuenca delTiticaca y el Área Circumpuneña, entre 500 a.C. y 600 d.C. (Horta 2004:72).

¿Por qué nos interesa esa figura humana de los brazos doblados hacia arriba queparece desprenderse, en cierto momento y en el Alto Loa, de la composición con elbicápite? porque esta figura, con variantes de diseño, va a aparecer recurrentementeen Antofagasta de la Sierra, asociados a paneles con representaciones de camélidos ode sus rastros, desde la modalidad Peñas Chicas, en el sitio Chorrillos (Alto RíoPunilla) y en Campo de las Tobas, con indicación de adornos pectorales en formade “campana” (Figura 4.19). También en Peñas Coloradas 3, en la modalidad Puntadel Pueblo (Figura 4.20). Una única representación ocurre tardíamente en Cf1, por-tando un hacha y con tocado cefálico, asociada a camélidos de la modalidad Con-fluencia/Derrumbes (Figura 1 y Aschero 2000: figura 6). Asimismo aparece en elárea Valliserrana del Noroeste Argentino; por ejemplo, en la decoración de la cerá-mica Aguada (González 1998: figura 236). En el arte rupestre de Puna septentrionalse documentó en Inca Cueva 1, Cueva del Toro y en El Angosto de Yavi, paraépocas más tardías (Aschero 1979; Fernández 1976).

Otras representaciones antropomorfas que se asocian a los conjuntos concamélidos son las “máscaras”. Estas pueden presentar un trazo único, como prolon-gación basal, o perpendiculares a la “frente” y/o los lados, como trazos simples otriples (Figuras 4.14 y 4.15). Conociendo las máscaras de piedra del Noroeste Ar-gentino los últimos aditamentos mencionados coinciden con los orificios de sujeciónque estas muestran y pueden ser representación de las cuerdas de suspensión. Estas

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El Rastreo Iconológico

Además de las ya citadas obras de Berenguer e Isbell, dos de las obras citadas deGonzález (1992 y 1998) resultan importantes para ver el papel que juegan los signoselípticos u ovales, las figuras humanas con brazos en alto y los felinos en el artemobiliar del Noroeste Argentino. En referencia a las placas metálicas ovales Gonzálezlas relaciona con la representación de Viracocha, de acuerdo a la información brin-dada por Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui (González 1992: 206). Si esto es asípodemos recordar que este tipo de placas están representadas en el arte rupestre deANS como elemento pectoral, en una de las figuras humanas del sitio Peñas Chicas3 y como un gran elemento elíptico con “orificio” central en Curuto5 (Aschero et al.2003). Coincide también la lectura que hace Isbell del dibujo del templo de Coricanchahecho por Pachacuti Yanqui y que él reproduce. Entre los elementos masculinos dela derecha de Viracocha (como elipse) están el sol y el rayo. Entre los de la izquierda–femeninos– están la luna y el felino (Isbell 1978: 278- 279). En 1998 Gonzálezvuelve sobre el tema del óvalo de oro (o elipse) como imagen de Viracocha, comosupremo Hacedor (González 1998: 168) y sobre el felino con collar como imagensolar (González 1998: 177). En este mismo trabajo se refiere a la figura de los brazosen alto que es la que él llama “el personaje de las manos vacías”, que se representa enlas placas metálicas y excepcionalmente en la cerámica; esta sería una deidad solar y“suprema” –en sus propios términos– en Aguada (González 1998: 168-170 y Figura236), señalando su posible relación con esas figuras a las que Berenguer alude como“el señor de los animales” y Horta “personaje frontal de la cabeza radiada”(antescitados) que serían, en relatos folklóricos, el Coquena de la Puna o el Llastay de losValles del Noroeste Argentino. Este Coquena puede ser claramente masculino(Mariscotti de Görlitz 1978a: 218) pero es también interesante apuntar el carácterfemenino con que aparece en relatos tradicionales puneños. En 1973 recogí en IncaCueva, de boca de Don Carlos Lamas (79 años, fallecido, residente en Sapagua,Dto.Humahuaca, Jujuy), la versión de Coquena como figura femenina y en un traba-jo reciente García y Rolandi señalan que, en Antofagasta de la Sierra, la figura deCoquena se ha fundido con la de Pachamama y esta aparece como dueña de losanimales silvestres (García y Rolandi 2000:15).

Otros datos importantes se encuentran en Mariscotti de Görlitz en su trabajosobre el papel de los gemelos y del rayo (1978b). Apoyándose en las investigacionesde Duviols sobre los Llacuaz –una estirpe de pastores de llamas– Mariscotti dice:

(…) estos antepasados divinizados [de los Llacuaz] estabansubordinados al rayo, su mítico procreador. Este fenómenometeorológico (…) es el más formidable atributo de un polifa-cético dios, que también personifica al trueno, la lluvia, el granizoo la nieve (…). Este era particularmente venerado en las altiplani-cies andinas(…). Las tradiciones atribuyen a este dios la capacidadde engendrar mellizos no sólo en las mujeres y animales sino también en las

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que no sea el agua de las escasas lluvias del verano”. Esta interpretación apoya una delas dos ofrecidas por Podestá y discrepa, por cierto, con la de su probable uso en lamolienda y lavado de minerales (Podestá et al. 2005: 31), acciones que debieran haberdejado excipientes macroscópica o microscópicamente detectables.

Otra aparición de las figuras elípticas es como adorno pectoral, en una figurahumana del sitio Peñas Chicas 3 (Figura 4.11), a la que se ha hecho referencia en untrabajo anterior (Aschero et al. 2003). Hemos hecho ya mención a estas formas, que,aisladas y magnificadas, aparecen en Curuto 5, en un emplazamiento de alta visibili-dad (Figura 4.12). En el trabajo citado las proponemos como una representación agran tamaño (“efecto zoom”) de esos posibles pectorales (Figura 4.11). Allí señala-mos la estrecha semejanza que mantienen ambos motivos con las placas tempranasdel Noroeste Argentino y Area Circumpuneña, estudiadas por González (1992).Estas representaciones magnificadas se han aplicado, en épocas más tardías, a lospectorales circulares de centro horadado –también estudiados en el trabajo citadode González– representados en una figura humana “escutiforme” del arte rupestrede Inca Cueva 1, resultando en grandes circunferencias de trazo ancho, allí y en LosPintados de Sapagua, entre otros sitios (Aschero 2000).

Los signos geométricos en zigs-zags verticales o diagonales están registrados enANS en pinturas rupestres de Quebrada Seca 2 y Cacao 1A, en relación a cazadores-recolectores. Asimismo aparecen en piezas textiles (twinned) y grabados en madera depiezas mobiliares del sitio Inca Cueva 7 del Arcaico Tardío (Aguerre et al. 1973;Aschero y Yacobaccio 1999). Pero las escasas representaciones de serpientes en ANS,por ejemplo en Cacao 1.A, Curuto 5 y en Campo de las Tobas, muestran semejan-zas por su cuerpo en zig-zag con el sólo agregado del extremo engrosado y/orasgos distintivos como “cabezas”.

Felinos y Aves

Los felinos están registrados desde el Arcaico Tardío y continúan, como figurasy/o como rastros, en las modalidades subsiguientes hasta Punta del Pueblo. Tanto enesta última como en Peñas Coloradas hay representaciones de felinos con collar. Haya su vez figuras de camélidos felinizados por agregado de cola larga o fauces.

Las aves “caminadoras” –ñandú, perdiz– están representadas como parte deltema ave-camélido o ave-camélido-felino en la modalidad Quebrada Seca y tam-bién son comunes en asociaciones con camélidos de las series Taira/ Tulán (Obser-vaciones personales 1990 y 2003; Berenguer 1995). Como el caso de los felinosreaparecen en la modalidad Peñas Chicas como rastros de aves y también comofiguras completas.

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representaciones de máscaras pueden ocurrir dentro de los conjuntos con camélidoso en los extremos de los paneles donde estos se despliegan. Son los casos de PeñasColoradas 3, Cacao 1.A , de Real Grande 3 y de Peñas Coloradas 1, respectivamen-te. Las representaciones de máscaras así definidas corresponden a la modalidad Pe-ñas Coloradas con la excepción de Cacao 1.A donde hay agregados de ojos enposición oblicua y fauces que responden a posibles reciclados de la modalidad Puntadel Pueblo.

Figura 4.

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Las pocas máscaras de piedra recuperadas en contextos arqueológicos, en elArea Valliserrana del Noroeste Argentino, han sido asignadas también al Formativotemprano, a la estilística Río Diablo (González 1980). Sempé y colaboradoras recu-peraron una de estas máscaras, directamente asociada a un cuerpo inhumado al piédel Cerro Azampay (Catamarca), con una datación que establece un rango cronológicocon un 95% de probabilidad entre 799-401 a.C. (Sempé et al. 2004, Sempé com.pers. 2005). Posteriormente estos rostros mascariformes aparecen en ANS confor-mando un tema particular, combinando un rostro mascariforme con un camélidoubicado debajo de él (Figura 4.18). La figura muestra el caso del sitio homónimoPunta del Pueblo, donde el rostro presenta un punteado que se delimita sobre ellomo del camélido. En ambos casos estos rostros ocupan la posición de la figurahumana sobre el camélido como en los bicápites o tricápites antes mencionados.Esta representación es la designo rostro sobre camélido y ocurre en las modalidadesPeñas Chicas y Punta del Pueblo.

Otras dos figuras con rasgos combinados antropomorfos/felínicos se relacio-nan con las modalidades Río Punilla y Peñas Coloradas. La primera se emplaza en launidad topográfica “E” de Cf1, situada a más de 5 m de altura. Es un cuerpoovaliforme- puntiforme que presenta una cabeza pequeña con tocado en trazosverticales, cuatro circunferencias como extremidades -dos irradiadas– y una “cola”formada por un largo trazo vertical terminado en gancho. Los puntos del cuerpo,como “manchas” y la disposición de las circunferencias irradiadas sugieren los ras-gos felínicos (Figura 4.5 cola incompleta en el dibujo).

La otra figura es aún más clara en esta combinación. Es de Peñas Coloradas 3 y seubica en la parte superior de un panel con abundantes representaciones de camélidosde distintas modalidades, su pátina y características indican que corresponde a las pri-meras representaciones ejecutadas aquí, como parte de un conjunto atribuido a lamodalidad Peñas Coloradas. Es una figura con cuerpo de contorno circular, con toca-do, brazos con manos extendidas a ambos lados del cuerpo, piernas estiradas y unaextensa cola a semejanza de la figura antes mencionada (Figura 4.16). El interior delcuerpo presenta dos trazos curvilíneos, uno en “gancho” y un punteado a modo de lasmanchas felínicas. La base del cuerpo presenta una saliente conformada por dos trazoscurvilíneos que delimitan una figura en negativo semejante a la de un “as de pique” dela baraja francesa; posiblemente una indicación de sexo masculino. Se repite aquí lalarga “cola” semejante a la de la figura antes mencionada. Por su posición en alto, elpunteado o “manchas”felínicas, la larga “cola” ambas imágenes sugieren variantes deun mismo icono. La morfología de la segunda induce a considerarla una imagen solar.

Así como aparece en ANS la figura de los brazos alzados independientementede los bicápites, también aparecen las figuras camélidos bi o cuadricápites sin figurashumanas. Esto ocurre en la modalidad Peñas Chicas, con casos de superposición defiguras de la modalidad Punta del Pueblo sobre las anteriores. Para clarificar la situa-ción que vengo planteando para ANS, en la asociación entre figuraciones humanas oantropomorfas remitimos a la Figura 1, donde se marca la sucesión temporal de

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estas. Las representaciones de camélidos bi o cuadricápites fueron relevadas sólo ensitios de la Quebrada del Río Las Pitas y no se registran en la Quebrada de Cacao, nien los sectores con agua permanente de la Quebrada de Calalaste y, hasta el momen-to, no se han reportado para la Quebrada de Miriguaca (investigaciones en curso acargo de P. S. Escola). Sin embargo, fuera de ANS, están en el arte rupestre de LaToma, Catamarca (González 1998: figura 228, cf. De La Fuente 1979) y en El Overito,Catamarca (Korstanje y Aschero 1996). A diferencia de éstas, las figuras humanas“en bloque”, máscaras y rostros sobre camélido se registran en los sitios de Cacao(Cacao 1.A, Cacao 3 y Curuto 5). Esto es: si bien hay códigos y patrones de diseñocompartidos entre sitios de distintas quebradas, dentro de una misma modalidadestilística, no todos los temas o íconos lo son. Esto refleja ese comportamientoindependiente de cada quebrada, es decir, elecciones diferentes de los agentes socia-les productores de este arte rupestre durante las tres modalidades del Formativo quesuceden a la Río Punilla (ver Figura 1).

Signos

El signo elipsoidal (elipses u óvalos) reaparece en Antofagasta de la Sierra endistintas modalidades y bajo distintas técnicas. En Peñas Coloradas 1 y 3 aparecencomo grandes hoyuelos que se ubican en el interior de camélidos de la modalidadRío Punilla o de la modalidad Punta del Pueblo (Figura 4.18). En Curuto 5 aparecencomo grandes elipsoides de picado plano, alguna con un punto o círculo central(Figura 4.12; Aschero et al. 2003.) En las mismas Peñas Coloradas, en el sector dife-renciado por Podestá (1986-87) como BARP (Barranca Río Las Pitas), en PeñasColoradas 1, en Punta de la Peña 9 y en El Morteral, aparecen como “morteritos”profundos de forma elíptica. El caso de Peñas Coloradas 1.1 es particularmenteinteresante porque estas elipses han sido trabajadas por abrasión de la superficie,conformando hoyuelos regulares –como el de los “morteritos”– pero apenas reba-jados de la superficie original. Estos, además, han sido emplazados en el plano in-clinado de un gran bloque. Motivos de hoyuelos circulares, más pequeños y de pica-do superficial se les superponen (Figura 4.7) y forman un conjunto con una figurahumana “alada”, otra figura antropomorfa y pisadas de felinos, todos ellos atribuiblesa la modalidad Peñas Chicas (Aschero 1999: lámina pag.123).

De todos modos la investigación llevada a cabo recientemente por Babot (2004)en busca de micro-sustancias adheridas en estos “morteritos”elípticos profundos,demostró que no han sido utilizados para la molienda. En el caso de El Morteral –sitio en el que se concentran unos 600 en un frente de 70 m (véase comentario y fotosen Podestá et al. 2005: lámina 10)– están asociados a las mencionadas representacio-nes de vulvas, grabadas por picado en surco entre los morteritos. Aquí y en otrossoportes planos horizontales parecería que su función es contener algún elementoque no deja excipientes o sustancias detectables a nivel macroscópico y microscópi-co. La pregunta es… ¿Qué líquido?... La respuesta que se impone es “… qué otro

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Las pocas máscaras de piedra recuperadas en contextos arqueológicos, en elArea Valliserrana del Noroeste Argentino, han sido asignadas también al Formativotemprano, a la estilística Río Diablo (González 1980). Sempé y colaboradoras recu-peraron una de estas máscaras, directamente asociada a un cuerpo inhumado al piédel Cerro Azampay (Catamarca), con una datación que establece un rango cronológicocon un 95% de probabilidad entre 799-401 a.C. (Sempé et al. 2004, Sempé com.pers. 2005). Posteriormente estos rostros mascariformes aparecen en ANS confor-mando un tema particular, combinando un rostro mascariforme con un camélidoubicado debajo de él (Figura 4.18). La figura muestra el caso del sitio homónimoPunta del Pueblo, donde el rostro presenta un punteado que se delimita sobre ellomo del camélido. En ambos casos estos rostros ocupan la posición de la figurahumana sobre el camélido como en los bicápites o tricápites antes mencionados.Esta representación es la designo rostro sobre camélido y ocurre en las modalidadesPeñas Chicas y Punta del Pueblo.

Otras dos figuras con rasgos combinados antropomorfos/felínicos se relacio-nan con las modalidades Río Punilla y Peñas Coloradas. La primera se emplaza en launidad topográfica “E” de Cf1, situada a más de 5 m de altura. Es un cuerpoovaliforme- puntiforme que presenta una cabeza pequeña con tocado en trazosverticales, cuatro circunferencias como extremidades -dos irradiadas– y una “cola”formada por un largo trazo vertical terminado en gancho. Los puntos del cuerpo,como “manchas” y la disposición de las circunferencias irradiadas sugieren los ras-gos felínicos (Figura 4.5 cola incompleta en el dibujo).

La otra figura es aún más clara en esta combinación. Es de Peñas Coloradas 3 y seubica en la parte superior de un panel con abundantes representaciones de camélidosde distintas modalidades, su pátina y características indican que corresponde a las pri-meras representaciones ejecutadas aquí, como parte de un conjunto atribuido a lamodalidad Peñas Coloradas. Es una figura con cuerpo de contorno circular, con toca-do, brazos con manos extendidas a ambos lados del cuerpo, piernas estiradas y unaextensa cola a semejanza de la figura antes mencionada (Figura 4.16). El interior delcuerpo presenta dos trazos curvilíneos, uno en “gancho” y un punteado a modo de lasmanchas felínicas. La base del cuerpo presenta una saliente conformada por dos trazoscurvilíneos que delimitan una figura en negativo semejante a la de un “as de pique” dela baraja francesa; posiblemente una indicación de sexo masculino. Se repite aquí lalarga “cola” semejante a la de la figura antes mencionada. Por su posición en alto, elpunteado o “manchas”felínicas, la larga “cola” ambas imágenes sugieren variantes deun mismo icono. La morfología de la segunda induce a considerarla una imagen solar.

Así como aparece en ANS la figura de los brazos alzados independientementede los bicápites, también aparecen las figuras camélidos bi o cuadricápites sin figurashumanas. Esto ocurre en la modalidad Peñas Chicas, con casos de superposición defiguras de la modalidad Punta del Pueblo sobre las anteriores. Para clarificar la situa-ción que vengo planteando para ANS, en la asociación entre figuraciones humanas oantropomorfas remitimos a la Figura 1, donde se marca la sucesión temporal de

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estas. Las representaciones de camélidos bi o cuadricápites fueron relevadas sólo ensitios de la Quebrada del Río Las Pitas y no se registran en la Quebrada de Cacao, nien los sectores con agua permanente de la Quebrada de Calalaste y, hasta el momen-to, no se han reportado para la Quebrada de Miriguaca (investigaciones en curso acargo de P. S. Escola). Sin embargo, fuera de ANS, están en el arte rupestre de LaToma, Catamarca (González 1998: figura 228, cf. De La Fuente 1979) y en El Overito,Catamarca (Korstanje y Aschero 1996). A diferencia de éstas, las figuras humanas“en bloque”, máscaras y rostros sobre camélido se registran en los sitios de Cacao(Cacao 1.A, Cacao 3 y Curuto 5). Esto es: si bien hay códigos y patrones de diseñocompartidos entre sitios de distintas quebradas, dentro de una misma modalidadestilística, no todos los temas o íconos lo son. Esto refleja ese comportamientoindependiente de cada quebrada, es decir, elecciones diferentes de los agentes socia-les productores de este arte rupestre durante las tres modalidades del Formativo quesuceden a la Río Punilla (ver Figura 1).

Signos

El signo elipsoidal (elipses u óvalos) reaparece en Antofagasta de la Sierra endistintas modalidades y bajo distintas técnicas. En Peñas Coloradas 1 y 3 aparecencomo grandes hoyuelos que se ubican en el interior de camélidos de la modalidadRío Punilla o de la modalidad Punta del Pueblo (Figura 4.18). En Curuto 5 aparecencomo grandes elipsoides de picado plano, alguna con un punto o círculo central(Figura 4.12; Aschero et al. 2003.) En las mismas Peñas Coloradas, en el sector dife-renciado por Podestá (1986-87) como BARP (Barranca Río Las Pitas), en PeñasColoradas 1, en Punta de la Peña 9 y en El Morteral, aparecen como “morteritos”profundos de forma elíptica. El caso de Peñas Coloradas 1.1 es particularmenteinteresante porque estas elipses han sido trabajadas por abrasión de la superficie,conformando hoyuelos regulares –como el de los “morteritos”– pero apenas reba-jados de la superficie original. Estos, además, han sido emplazados en el plano in-clinado de un gran bloque. Motivos de hoyuelos circulares, más pequeños y de pica-do superficial se les superponen (Figura 4.7) y forman un conjunto con una figurahumana “alada”, otra figura antropomorfa y pisadas de felinos, todos ellos atribuiblesa la modalidad Peñas Chicas (Aschero 1999: lámina pag.123).

De todos modos la investigación llevada a cabo recientemente por Babot (2004)en busca de micro-sustancias adheridas en estos “morteritos”elípticos profundos,demostró que no han sido utilizados para la molienda. En el caso de El Morteral –sitio en el que se concentran unos 600 en un frente de 70 m (véase comentario y fotosen Podestá et al. 2005: lámina 10)– están asociados a las mencionadas representacio-nes de vulvas, grabadas por picado en surco entre los morteritos. Aquí y en otrossoportes planos horizontales parecería que su función es contener algún elementoque no deja excipientes o sustancias detectables a nivel macroscópico y microscópi-co. La pregunta es… ¿Qué líquido?... La respuesta que se impone es “… qué otro

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que no sea el agua de las escasas lluvias del verano”. Esta interpretación apoya una delas dos ofrecidas por Podestá y discrepa, por cierto, con la de su probable uso en lamolienda y lavado de minerales (Podestá et al. 2005: 31), acciones que debieran haberdejado excipientes macroscópica o microscópicamente detectables.

Otra aparición de las figuras elípticas es como adorno pectoral, en una figurahumana del sitio Peñas Chicas 3 (Figura 4.11), a la que se ha hecho referencia en untrabajo anterior (Aschero et al. 2003). Hemos hecho ya mención a estas formas, que,aisladas y magnificadas, aparecen en Curuto 5, en un emplazamiento de alta visibili-dad (Figura 4.12). En el trabajo citado las proponemos como una representación agran tamaño (“efecto zoom”) de esos posibles pectorales (Figura 4.11). Allí señala-mos la estrecha semejanza que mantienen ambos motivos con las placas tempranasdel Noroeste Argentino y Area Circumpuneña, estudiadas por González (1992).Estas representaciones magnificadas se han aplicado, en épocas más tardías, a lospectorales circulares de centro horadado –también estudiados en el trabajo citadode González– representados en una figura humana “escutiforme” del arte rupestrede Inca Cueva 1, resultando en grandes circunferencias de trazo ancho, allí y en LosPintados de Sapagua, entre otros sitios (Aschero 2000).

Los signos geométricos en zigs-zags verticales o diagonales están registrados enANS en pinturas rupestres de Quebrada Seca 2 y Cacao 1A, en relación a cazadores-recolectores. Asimismo aparecen en piezas textiles (twinned) y grabados en madera depiezas mobiliares del sitio Inca Cueva 7 del Arcaico Tardío (Aguerre et al. 1973;Aschero y Yacobaccio 1999). Pero las escasas representaciones de serpientes en ANS,por ejemplo en Cacao 1.A, Curuto 5 y en Campo de las Tobas, muestran semejan-zas por su cuerpo en zig-zag con el sólo agregado del extremo engrosado y/orasgos distintivos como “cabezas”.

Felinos y Aves

Los felinos están registrados desde el Arcaico Tardío y continúan, como figurasy/o como rastros, en las modalidades subsiguientes hasta Punta del Pueblo. Tanto enesta última como en Peñas Coloradas hay representaciones de felinos con collar. Haya su vez figuras de camélidos felinizados por agregado de cola larga o fauces.

Las aves “caminadoras” –ñandú, perdiz– están representadas como parte deltema ave-camélido o ave-camélido-felino en la modalidad Quebrada Seca y tam-bién son comunes en asociaciones con camélidos de las series Taira/ Tulán (Obser-vaciones personales 1990 y 2003; Berenguer 1995). Como el caso de los felinosreaparecen en la modalidad Peñas Chicas como rastros de aves y también comofiguras completas.

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representaciones de máscaras pueden ocurrir dentro de los conjuntos con camélidoso en los extremos de los paneles donde estos se despliegan. Son los casos de PeñasColoradas 3, Cacao 1.A , de Real Grande 3 y de Peñas Coloradas 1, respectivamen-te. Las representaciones de máscaras así definidas corresponden a la modalidad Pe-ñas Coloradas con la excepción de Cacao 1.A donde hay agregados de ojos enposición oblicua y fauces que responden a posibles reciclados de la modalidad Puntadel Pueblo.

Figura 4.

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Esta muestra tocados de trazos irradiados o perpendiculares y/o indicación de más-cara con rasgos felínicos y brazos doblados hacia arriba, sosteniendo elementosalargados “como varas” (Figura 4.17, dibujo tomado de Berenguer 1999).

Berenguer ha reunido estas figuras bajo la designación de “el señor de loscamélidos” y efectivamente, en el sitio La Isla, esta figura aparece rodeada de camélidos“(…)más pequeños, grabadas en un estilo que recuerda vagamente a Kalina y Taira”(Berenguer 1999: 30). Al decir de este autor el bicápite constituiría una suerte de“trono” que, en un trabajo anterior, compara con el que forma la base de la figurahumana con los dos cetros, la que constituye la figura central de la Puerta del Sol enTiwanaku. (Berenguer et al. 1985). En ese mismo texto alude también a tabletas dealucinógenos en que la figura humana aparece entre camélidos.

Pero en el Alto Loa esta figura humana, con las mismas características enuncia-das, puede aparecer de cuerpo entero, sin asociación al bicápite y con estrechassimilitudes formales con las que aparecen en los textiles de Chorrillos y Topater, enel geoglifo de Cerro Unitas u otras vinculadas al Formativo regional hacia fines delprimer milenio a.C. y comienzos del siguiente (Berenguer 1999). Horta (2004) des-pliega aún más las relaciones de lo que denomina icono del “personaje frontal de lacabeza radiada”, a través de representaciones en monolitos de Pukara y Tiwanaku,tapicerías de Arica y Calama, arte rupestre y placas de oro de Guatacondo y Tulán.Lo ve como una iconografía unificadora, pero con variantes locales, que expresaconceptos ideológicos comunes, circulando en una vasta región entre la cuenca delTiticaca y el Área Circumpuneña, entre 500 a.C. y 600 d.C. (Horta 2004:72).

¿Por qué nos interesa esa figura humana de los brazos doblados hacia arriba queparece desprenderse, en cierto momento y en el Alto Loa, de la composición con elbicápite? porque esta figura, con variantes de diseño, va a aparecer recurrentementeen Antofagasta de la Sierra, asociados a paneles con representaciones de camélidos ode sus rastros, desde la modalidad Peñas Chicas, en el sitio Chorrillos (Alto RíoPunilla) y en Campo de las Tobas, con indicación de adornos pectorales en formade “campana” (Figura 4.19). También en Peñas Coloradas 3, en la modalidad Puntadel Pueblo (Figura 4.20). Una única representación ocurre tardíamente en Cf1, por-tando un hacha y con tocado cefálico, asociada a camélidos de la modalidad Con-fluencia/Derrumbes (Figura 1 y Aschero 2000: figura 6). Asimismo aparece en elárea Valliserrana del Noroeste Argentino; por ejemplo, en la decoración de la cerá-mica Aguada (González 1998: figura 236). En el arte rupestre de Puna septentrionalse documentó en Inca Cueva 1, Cueva del Toro y en El Angosto de Yavi, paraépocas más tardías (Aschero 1979; Fernández 1976).

Otras representaciones antropomorfas que se asocian a los conjuntos concamélidos son las “máscaras”. Estas pueden presentar un trazo único, como prolon-gación basal, o perpendiculares a la “frente” y/o los lados, como trazos simples otriples (Figuras 4.14 y 4.15). Conociendo las máscaras de piedra del Noroeste Ar-gentino los últimos aditamentos mencionados coinciden con los orificios de sujeciónque estas muestran y pueden ser representación de las cuerdas de suspensión. Estas

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El Rastreo Iconológico

Además de las ya citadas obras de Berenguer e Isbell, dos de las obras citadas deGonzález (1992 y 1998) resultan importantes para ver el papel que juegan los signoselípticos u ovales, las figuras humanas con brazos en alto y los felinos en el artemobiliar del Noroeste Argentino. En referencia a las placas metálicas ovales Gonzálezlas relaciona con la representación de Viracocha, de acuerdo a la información brin-dada por Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui (González 1992: 206). Si esto es asípodemos recordar que este tipo de placas están representadas en el arte rupestre deANS como elemento pectoral, en una de las figuras humanas del sitio Peñas Chicas3 y como un gran elemento elíptico con “orificio” central en Curuto5 (Aschero et al.2003). Coincide también la lectura que hace Isbell del dibujo del templo de Coricanchahecho por Pachacuti Yanqui y que él reproduce. Entre los elementos masculinos dela derecha de Viracocha (como elipse) están el sol y el rayo. Entre los de la izquierda–femeninos– están la luna y el felino (Isbell 1978: 278- 279). En 1998 Gonzálezvuelve sobre el tema del óvalo de oro (o elipse) como imagen de Viracocha, comosupremo Hacedor (González 1998: 168) y sobre el felino con collar como imagensolar (González 1998: 177). En este mismo trabajo se refiere a la figura de los brazosen alto que es la que él llama “el personaje de las manos vacías”, que se representa enlas placas metálicas y excepcionalmente en la cerámica; esta sería una deidad solar y“suprema” –en sus propios términos– en Aguada (González 1998: 168-170 y Figura236), señalando su posible relación con esas figuras a las que Berenguer alude como“el señor de los animales” y Horta “personaje frontal de la cabeza radiada”(antescitados) que serían, en relatos folklóricos, el Coquena de la Puna o el Llastay de losValles del Noroeste Argentino. Este Coquena puede ser claramente masculino(Mariscotti de Görlitz 1978a: 218) pero es también interesante apuntar el carácterfemenino con que aparece en relatos tradicionales puneños. En 1973 recogí en IncaCueva, de boca de Don Carlos Lamas (79 años, fallecido, residente en Sapagua,Dto.Humahuaca, Jujuy), la versión de Coquena como figura femenina y en un traba-jo reciente García y Rolandi señalan que, en Antofagasta de la Sierra, la figura deCoquena se ha fundido con la de Pachamama y esta aparece como dueña de losanimales silvestres (García y Rolandi 2000:15).

Otros datos importantes se encuentran en Mariscotti de Görlitz en su trabajosobre el papel de los gemelos y del rayo (1978b). Apoyándose en las investigacionesde Duviols sobre los Llacuaz –una estirpe de pastores de llamas– Mariscotti dice:

(…) estos antepasados divinizados [de los Llacuaz] estabansubordinados al rayo, su mítico procreador. Este fenómenometeorológico (…) es el más formidable atributo de un polifa-cético dios, que también personifica al trueno, la lluvia, el granizoo la nieve (…). Este era particularmente venerado en las altiplani-cies andinas(…). Las tradiciones atribuyen a este dios la capacidadde engendrar mellizos no sólo en las mujeres y animales sino también en las

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plantas (La cursiva es nuestra).(…) otras tradiciones vinculan alseñor de los fenómenos meteorológicos con (…) un felino míti-co que vuela por los aires, lanza rayos por los ojos, orina la lluviay despliega el arco iris como si fuera una cinta (Mariscotti deGörlitz 1978b: 371-372).”

Por otra parte en su estudio sobre la Pachamama Mariscotti señala que sonatributos de este dios de los fenómenos meteorológicos – el conocido como Pariacacaen este caso – casco y barreta de oro como atuendos o bien con una maza en lamano izquierda y una honda en la derecha (1978a: 201-202). Asimismo indica queentre los animales que acompañan a dicho dios –en sus distintas denominacionesregionales– está ese felino y una serpiente:

“Uno de estos animales es el Amaru, una gigantesca sierpebicéfala que personifica al rayo o al arco iris y actúa como auxi-liar de Wallallo Carhuinchu [otra denominación del referido dios…].Otro parece ser cierto felino (…que) tiene el mismo aspecto queel gato montés (…y) nos lo presentan como un ser ambivalentey de probable filiación lunar. (…Asimismo) que este felino vola-dor convive, en el mundo de las concepciones, con un dios re-gulador de los fenómenos meteorológicos y protector de lascosechas – hoy identificado con Santiago Apóstol (Mariscotti deGörlitz 1978a: 203).”

A partir de esta información recalcamos la presencia de esas figuras humanascon elementos en sus manos que acompañan a esas figuras humanas “en bloque” enReal Grande 3 y en Cacao 1.A, antes mencionadas. Volveré sobre esto luego deanalizar el problema de las restantes figuras antropomorfas (las en bloque y lasmascariformes) con el de las llamadas huancas.

En un anterior trabajo, indicamos una relación posible entre esas figuras huma-nas “en bloque” y las de máscaras, con las formas litomorfizadas que podrían haberadquirido la representación de los ancestros, apoyándonos en las investigaciones deDuviols (Aschero y Korstanje 1996). En su trabajo de 1978 este autor se refiere a loshuauqui como estatuillas que cada soberano (Inka) elegía y conservaba toda su vida ylos acompañaba en su tumba, también llamados camaquen, término aplicado tanto alobjeto que contenía el alma de su poseedor como al alma misma (Duviols 1978:359). Los huanca tenían una relación estrecha con el cadáver del difunto, designadomallqui, y es esta relación entre el ancestro difunto –el fundador de cierto linaje– sucadáver y las residencias de su alma, lo que interesa explorar desde el arte rupestre ymobiliar.

Para Duviols:

“(…) las relaciones entre huanca y huauqui son estrechas.Cualquiera de los dos es un doble del hombre al que se refieren,

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3, Peñas Coloradas 1 y 2) o de sus rastros, en Campo de las Tobas 1 (Podestá et al.1991). Comparándola, puede observarse que la figura de Cf1-H1 es la más simple,sin rasgos corporales o faciales y sin tocado, elementos que pueden aparecer en esasotras modalidades, de acuerdo a lo que se muestra en las figuras citadas.

Bajo la forma de figuras de contorno lineal abierto, estáticas, aparecen en elgrupo estilístico B de Inca Cueva, en Azul Pampa, Puna septentrional; estas tienenindicación de tocado cefálico, con trazos en líneas verticales o radiales (Aschero 1996:figura 4; Aschero et al. 1991). En el Alero-1 de Inca Cueva y en Cueva de Cristóbalrepresentaciones asignadas a este grupo estilístico fueron asociadas a ocupacionescon cerámicas tempranas datadas ca. 2900-3000 AP. (Aschero et al. 1991; Fernández1988-89). Recientemente, las excavaciones en curso por el Proyecto PIP-CONICET6398 en el sitio Alero Caído (Coranzulí, Puna de Jujuy) indican que figuras de estetipo estaban originalmente cubiertas por niveles de ocupación datados entre ca. 3360-3310 AP., ampliando esa cronología.

Las figuras que Fernández Distel llama “hombres-cigarros” para el Formativode la Puna jujeña, también presentan esta relación cuerpo-cabeza “en bloque” y toca-dos lineales, pero la representación de piernas y el movimiento del cuerpo, sugierenque este cuerpo-cabeza de patrón rectangular alargado representa figuras de perfil yno de frente (Fernández Distel 1998: figura página 105). Respecto a estas figuras “enbloque” debemos agregar que aparecen en conjuntos con otras figuras humanas decaracterísticas distintas, generalmente, portando elementos, como “varas” y/o hon-das, en las manos, tal como ocurren en Peñas Coloradas 1 y 2, en Cacao 1.A y enReal Grande 3.

La figura femenina dentro del bicápite de Cf1 no tiene correlato en otras con elsexo tan marcado en Antofagasta de la Sierra; sí ocurre la representación indepen-diente de vulvas, como las que aparecen en asociación a centenares de “morteritos”elípticos en el sitio El Morteral (Podestá et al. 2005: lámina 10).

La figura humana que aparece sobre el lomo de un tricápite en Peñas Coloradas2, esta próxima a estas figuras “en bloque”, sin sexo definido (Figura 4.6). Por eldiseño de los camélidos esta debe atribuirse, también, a la modalidad Río Punillapero hay aquí cambios interesantes de destacar: a) la figura humana aparece sobre yno dentro del tricápite; b) la tercer cabeza de camélido aparece duplicando e imitan-do la cabeza del camélido con las orejas hacia atrás -siendo esta un rasgo común enlas representaciones de camélidos en actitudes dinámicas. En realidad el cuerpo de lafigura externa es el de un bicápite; c) otro pequeño camélido aparece interiormente,entre las patas del tricápite, diseñado por una línea continua que forma parte de lavasadura del camélido de doble cabeza. Este último puede entenderse como la cría(teque) y vuelve a repetir el concepto de reproducción o fecundidad expresado en elbicápite de Cf1.

Este motivo nos permite establecer ciertas relaciones iconográficas con el AltoLoa donde J. Berenguer et al. (1985) destacaron la representación de camélidosbicápites con una figura humana, de medio cuerpo, centrada sobre el lomo del bicápite.

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tica y figurativo geométrica, de marcado estatismo (Leroi Gourhan 1980) hace alplanteo de relacionar este sitio con la representación dual (por superposición y /oasociación) de camélidos silvestres y domésticos o, en términos de subsistencia, depresas de caza y animales domésticos (Aschero 2003).La imagen de la mujer con elsexo marcado dentro del bicápite agrega, además, la noción de fertilidad.

Consecuentemente las características del sitio lo singularizan y separan de otrosde esta modalidad, tanto en la organización de sus representaciones rupestres comopor el hecho de que no se registran aquí eventos de ocupación estratificados anterioresa épocas históricas. Se comporta así como un sitio sujeto a alguna actividad ritualreservada, vinculada sólo con el arte rupestre.

Por mantener motivos de la modalidad Quebrada Seca (5500-4200 AP.) y cro-nología cruzada con las series chilenas mencionadas y otras conocidas para la Punaseptentrional –que seguidamente mencionaremos– situamos estas representacionesdentro de un amplio lapso, entre 4200 a 2500 AP., aunque con la expectativa de unmomento más acotado de ejecución ca. 3500 AP.

El Rastreo Iconográfico

Figuras Humanas, Antropomorfas y Bicápites

Desde un punto de vista iconográfico los códigos visuales de estas figuras hu-manas “en bloque” muestran una norma frontal estricta, con cuerpos alargados sincuello, con o sin brazos y/o piernas que, cuando se agregan, son muy cortas. Estasfiguras no se repiten en otros sitios de la modalidad Río Punilla y tampoco se cono-cen en la modalidad precedente Quebrada Seca, pero sí en Peñas Coloradas y PeñasChicas (Figura 1 y Figuras 4.8 a 4.10).

En ambos casos, en estas dos últimas modalidades, esas figuras aparecenrecurrentemente en asociación a representaciones de camélidos (sitios Real Grande

Figura 3. Camélidos Cf1-I.1.

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cualquiera de los dos puede recibir una parte del fluido vital deese hombre, o de otros fluidos vitales externos (…)”. “Física-mente el huanca es un monolito de piedra dura (granito o már-mol), lisa, antropomorfa o zoomorfa, de altura variable (…)Estaespecie de menhir se clava en el campo o a la entrada de la aldea(marca o llacta). Cada marca posee numerosos huanca que repre-sentan (…) los ancestros de los ayllu que ocuparon el territorio,fundaron la aldea y pusieron en valor las tierras. Cada huanca eraobjeto de culto, recibía ofrendas y sacrificios en el curso del ca-lendario tradicional de ritos agrarios.(…) A cada huanca corres-ponde un mallqui (cadáver). (…)Esta claro que no se trata de unamutación sino de un desdoblamiento. En cada aldea se adoranparalelamente los mallqui y los huanca correspondientes (…). Existeuna relación permanente entre el huanca y el mallqui, entre elmonolito y su cadáver, cadáver cuya duración material debe serasegurada.”...”Si es cierto que el huanca tiene un valor fálico[fecundante], es evidente que el mallqui tiene un valor germinal(…)(Duviols 1978:359-361).”

Se conoce la notable similitud que tienen los llamados “menhires” de losasentamientos formativos tempranos en Tafí del Valle y El Mollar (Tucumán) conestos enunciados de Duviols (García Azcárate 1996). A su vez estos monolitos mues-tran representaciones de máscaras o rostros mascariformes que aparecen repetidosen los grabados rupestres de El Potrerito (Laguna Blanca, Catamarca. Véase Podestáet al. 2005: 75). Es decir que la roca-soporte con la representación rupestre agregadapuede también estar operando a modo del monolito-huanca.

Pérez Gollán, por su parte, ha visto una relación entre las esculturas de “supli-cantes” del Formativo temprano y su posible papel como huancas (Pérez Gollán2000). Pero es interesante destacar aquí su acertada relación entre la posicióngenupectoral de ciertas inhumaciones (en cuerpos momificados, por ejemplo) y laposición de la figura del “suplicante”. Coincido con Pérez Gollán en que son unaforma de representación de la potencia de estos ancestros pero, esa estrecha seme-janza con los cuerpos inhumados las propone mejor como mallqui que como mono-lito-huanca; como metáfora visual del cadáver en su presentación entre los vivos.

A su vez a Condorhuasi-Alamito y a Tafí se le atribuyen la producción de más-caras de piedra (González 1980) las que, como ya señalé, acompañaban al cadáver enlos únicos dos casos con contextos arqueológicos conocidos. Esta práctica de unposible “doble” aparece ya desde las momias-estatuilla o figurinas que acompaña-ban algunos cuerpos momificados Chinchorro en la Costa norte de Chile (Núñez1969). No sería incoherente que aquellas y estas hayan operado como huauqui, conuna función semejante a la que recoge Duviols respecto a las prácticas Inka. Es porello que planteo que estas máscaras podrían actuar en el arte rupestre como un posi-ble huauqui, como íconos que apelan a los poderes del “doble” del alma del ancestrofallecido.

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El Contexto de Significación

Sobre la interrelación de estas distintas evidencias propongo que las tres dimen-siones de la potencia generadora del ancestro, expuestas por Duviols, estarían yapresentes en el Formativo Temprano del Noroeste Argentino, desde Río Punilla,bajo tres formas de representación: a) la máscara como huauqui, el objeto que esresidencia del alma de una persona durante su vida, su “doble” en vida y/o surepresentación rupestre; b) las esculturas de “suplicantes” como representaciones delmallqui, como una forma de presentarlo y “conservarlo” entre los vivos y, c) la de lafigura humana “en bloque” como monolito-huanca, reproduciendo la potenciafertilizadora del ancestro como marca visible y permanente en un paisaje socialmen-te construido y delimitado.

Quisiera dejar planteado, a modo de pistas para investigaciones futuras, que esasrepresentaciones antropomorfas y las que luego aparecen con los brazos alzados,configuran una misma línea simbólica, textos de un mismo contexto de significacióndiacrónicamente desplegado. Se trataría de íconos definidos por una secuencia derepresentaciones que recurrentemente aparecen asociados a conjuntos o tropas decamélidos silvestres y/o domésticos. Pensándolas en términos de lo implican para lasubsistencia en el ambiente del desierto puneño, deberían hacer referencia al hechomismo de su multiplicación pero también de su protección o resguardo.

Observándolo en esta perspectiva, las relaciones de significación que puedenplantearse para esa composición de íconos de Cf1 H1, a modo de un texto visualanalógico, son bastante explícitas si hacemos interactuar sus distintos componentes.El registro inferior hace uso de la imagen de la mujer dentro del bicápite y resalta larepresentación de su sexo. Planteo tres implicaciones de significación posibles de laimagen: a) la fuerza procreadora de la mujer como hembra fértil pero también; b)como receptora del poder fecundante masculino (la figura antropomorfa “enbloque”como huanca, arriba, a la derecha. Ver Figura 4.1). Además su papel c) como“domesticadora” de la progenie humana, con posible extensión a la del animal do-mesticado, concepto aplicado a iconografías vinculadas con el origen de la domesti-cación en el Extremo Oriente (Cauvin 2000; Hodder 2001).

Luego está el bicápite en sí, esas dos cabezas en un sitio que repite en distintospaneles esas distintas figuraciones de camélidos, que interpreto como domésticos ysilvestres según su expresión visual sintética y estática versus una más naturalista ydinámica (Aschero 2003). Además su forma de contorno, abierto en la base, queencierra a la mujer y su sexo, con estrecha similitud a la forma vagina-utero. Sigue elave, probablemente un suri, que Quiroga (1942) relacionaba con las nubes y/o lalluvia. Luego el zig-zag de nuestra composición que, como posible representacióndel rayo o serpiente – los antes comentados atributos de un dios de los fenómenosmeteorológicos como Pariacaca (Mariscotti de Görlitz 1978b) – cobra sentido en suposición junto al bicápite, es decir el rayo como generador de mellizos junto a unafigura de “mellizos” camélidos.

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La estructura de la composición del panel H.1, realizada mediante técnica degrabado en surco picado, se muestra en la Figura 4.1. En la parte más alta del registrosuperior hay una figura antropomorfa, que conforma el ápice de la composición.Sigue una figura geométrica rectilínea deteriorada en aparente forma de “U” conbrazos en diagonal, una figura lineal elipsoidal, más una representación de felino conla cabeza hacia la derecha, que conforman la base del registro superior de izquierdaa derecha. El registro inferior esta formado por una figura de ave con la cabezahacia la izquierda y una figura animal bicápite de contorno inferior abierto, que con-tiene en su interior una figura humana femenina, con el sexo claramente marcado, depiernas abiertas y brazos hacia abajo. Sigue una línea en zig-zag en diagonal, quecierra el registro inferior hacia la izquierda.

Si se observa en la Figura 3 el gran camélido, en dirección izquierda, el simplediseño de contorno de su cabeza coincide con la del bicápite, sólo que en este no sehan dibujado las orejas. Conociendo la recurrente aparición de figuras de camélidosbicápites y cuadricápites entre los motivos de modalidades posteriores locales y enotros sitios circumpuneños, esta figura se constituye en un antecedente singular. Lapresencia de camélidos de tendencia figurativo-analítica, con cierta dinámica delmovimiento y al mismo tiempo de otras dos tendencias claramente figurativa-sinté-

Figura 2. Area de Río Punilla, Antofagasta de la Sierra.

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modalidad Río Punilla, fueron objeto de otro trabajo (Aschero 2003) donde señala-mos la relación de ciertas figuras de camélidos con los patrones de representaciónKalina/Puripica y Taira/Tulán del Arcaico Tardío y Formativo Inicial, en el AltoLoa, Río Salado y Salar de Atacama (Berenguer 1999; Gallardo 2001).

A diferencia de otros sitios las representaciones de esta modalidad sobresalenaquí por su particular despliegue escenográfico, constituyendo un “espacio visualitinerante” por su distribución a diferentes alturas y por la dificultad de acceso aalgunas de ellas. Las ejecutadas en la base del acantilado están fuera del campo ma-nual de cualquier operador de pie, por encima de los 3 m (unidad topográfica I.1).Las de la parte superior del acantilado están en situaciones de difícil acceso y visibi-lidad, por encima de los 6m sobre el nivel de base del acantilado (caso de las unida-des topográficas B, D, G y H). Además cada unidad tiene distintas horas de visibili-dad máxima, siendo notable la diferencia visual entre las representaciones ubicadasen el extremo noreste (visibles con sol matutino) y las del sudeste de la distribución(visibles al atardecer). Esto sugiere un recorrido de unos 100 m, en ambos niveles delacantilado, entre momentos de sol matinal y el atardecer.

Asimismo entre las imágenes de camélidos, de los patrones citados, hay signosgeométricos asociados que repiten los de pinturas de la modalidad Quebrada Seca(Arcaico Tardío); siendo también recurrente el tema ave-camélido que conocemosen Quebrada Seca 2 y en las series Taira-Tulán (Figura 1).

En relación a la figuración del camélido en las distintas unidades topográficasidentificadas en el sitio, existe una expresa intención de separar las maneras de repre-sentar los camélidos dentro de una misma composición o, también, entre motivosindependientes situados en distintos espacios de esa topografía. Esto sugiere que elsitio reúne representaciones de diferentes “estilos” de una misma modalidad, deelementos idiosincráticos de ciertos sectores del espacio microrregional; algo quesurge cuando se comparan las series asignadas de sitios ubicados en distintas quebra-das, como Cacao 1.A, Real Grande 3, Peñas Coloradas 1 y del sitio La Torre en elfondo de la cuenca del Río Punilla (Figura 2).

Por las condiciones antedichas el panel H.1 del sitio Cf1 resulta de particularinterés porque “concentra”, por así decirlo, representaciones que van a reproducirsecon modificaciones en otras modalidades posteriores y porque, conjuntamente conlas de las unidad H2, se encuentran en una situación de acceso difícil y baja visibilidaddesde el pié del acantilado. No conformarían parte de un arte “público”, librado atodo observador, sino para grupos restringidos que conocen el acceso. Además, haycierta jerarquía topográfica, ya que estos paneles se ubican por encima del mencionadopanel I.1, con camélidos superpuestos de contornos compartidos (Figura 3), enrelación con las series mencionadas del Salar de Atacama/Alto Loa.

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Pero en el ícono de Cf1 H1 hay un registro de cuatro motivos por arriba delbicápite; puedo decir algo sobre tres de ellos: la figura humana “en bloque”, el signoelíptico y el felino. Releyendo a González, Mariscotti e Isbell, puede decirse que laelipse como representación de una deidad o como forma que otorga la potencia devida a una deidad (Mariscotti de Görlitz 1978a: 202), este signo tenía una cargasimbólica particular. Además Urton, haciendo referencia a esa elipse del esquema dePachacuti Yanqui, recoge el uso etnográfico de objetos ovales usados en altares dedi-cados a la limpieza de canales de riego. El nombre que se dá a estos objetos elípsoidales– pusuqu – es también el que se usa para designar la espuma que se forma en elchoque de los ríos celestes, de acuerdo a las creencias de las comunidades andinas enlas que él trabajó. Además hace notar que “(…) la espuma y el agua en movimiento,en general, son equiparadas en el simbolismo andino con el semen, la fuerza mascu-lina de fertilización” (Urton 1981: 202).

Con respecto al felino sus significaciones son altamente polisémicas. Marcamosalgunas de ellas ya citadas como a) su asociación con esa deidad de los fenómenosmeteorológicos, el felino volador que lanza rayos u orina la lluvia (Mariscotti deGörlitz 1978a); b) o bien su relación con la imagen solar (González 1998) que serefuerza con la presencia de sus “manchas” en las figuras que mencionamos comoprobables representaciones solares; c) pero también su doble aspecto de predador yprotector como ha señalado Saunders (1998). Esta última es particularmente intere-sante en su relación con conjuntos de camélidos o con camélidos con rasgos felínicos.

Los registros superior e inferior del panel H1 de Cf1 se muestran así con cierta“lógica jerárquica”. Lo que está por encima del bicápite serían las fuerzas fecundantesdel ancestro y de alguna deidad o potencia que protege otorgando un don relevantepara la vida en estos ambientes, factiblemente el agua con su poder fecundante desdeel cielo a la tierra. Remito al lector la Figura 1 donde sintetizo los cambios temporalesde los códigos en relación a las distintas modalidades estilísticas de ANS y con lasecuencia de Inca Cueva en la Puna Septentrional.

Más allá de lo discutido que resulta aplicar al pasado distante el significado his-tórico de algunos de los motivos que he enumerado, lo que creo importante recalcares que la composición icónica de Cf1 los reúne y se constituye en un punto deconvergencia de distintas líneas de evidencias analógicas y, a la vez, en un antecedentede su ocurrencia en las posteriores modalidades del arte rupestre local. Es un antece-dente en el sentido de una condición inicial en la posterior trayectoria seguida poresos motivos. Tal trayectoria tiene que ver con la consideración de estos motivoscomo íconos activos, como imágenes visuales de las que se espera una acción a la vezque refieren a ciertos agentes y espacios sociales. Su contexto de significación alude aelementos claves de esa estructura cosmológica andina, aquellos que hicieron posiblecondiciones de vida adecuadas para la multiplicación y resguardo de rebaños o tro-pas de camélidos domésticos y también de los silvestres, los que han sido ejes de lasubsistencia y de cierta especialización en el Arcaico tardío (Yacobaccio 2005; y eneste volumen).

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El carácter de la temática tiene un doble aspecto. Uno tiene que ver con losdistintos estilos presentes en la ejecución de los camélidos –manteniendo esa duali-dad silvestre-doméstico– como “interferencias” (en el sentido de Wobst 1999) deagentes productores haciendo referencia a espacios sociales particulares. Otro sería elmitográfico, es decir, motivos cuya posición e iluminación en ese espacio itineranteconfiguran un texto visual más amplio con una particular “reserva” de significación.Todos podrían estar conectados además por un discurso verbal, como es el relatomítico. Pero este relato es contingente respecto a esa reserva de significación visualde las imágenes –que están allí para continuar operando como tales– aunque puedaotorgar sentido y relevancia al ritual bajo determinadas circunstancias sociales. Aúnasí, este discurso debería considerarse también un recurso ideológico operado porlos mismos u distintos agentes sociales y esto importa para entender la función delsitio desde otro punto de vista.

Hasta aquí he presentado íconos y huancas, entendiendo a esta última como unaforma particular de la imaginería visual que permitiría insertar el papel de los ancestrosen estos textos visuales como elementos potentes; textos cuya recurrente asociacióna camélidos silvestres y domésticos, los liga notoriamente a un mundo simbólico decazadores-pastores. Pero… ¿Cuál es la relación de Cf1, en su particular configura-ción simbólica, características de acceso y emplazamiento, con los planteos sobre lacomplejidad en cazadores-recolectores? ¿Qué aporta esa iconografía sobre los ini-cios de la domesticación de camélidos andinos?

Cazadores a Pastores: ¿Complejidad sin Desigualdad?

Hay en Cf1 un “salto” en el comportamiento del arte rupestre respecto a lasmodalidades anteriores. Pero…¿Es esto en ANS una respuesta distinta a condicionessociales cambiantes? ¿Son estas condiciones atribuibles a una novedosa situación de“complejidad”?.

Yacobaccio ha abordado el problema de la inserción de una economía pastorilen el marco de la subsistencia cazadora-recolectora de Puna y Hocsman lo ha hechoespecíficamente para Antofagasta de la Sierra (Hocsman 2002; Yacobaccio 2001). Elprimero plantea que la aparición de cazadores complejos, y con ellos la posibilidadde los inicios de la tenencia de tropas de camélidos domésticos, requiere la existenciade cierto grado de sedentarismo y circunscripción espacial más un acceso diferenciala recursos distantes, como una forma de desigualdad. Estas serían precondicionesdel manejo proteccionista de tropas de camélidos para luego pasar a instancias de uncontrol efectivo del pool genético de estos animales en cautiverio y al acceso a unaeconomía pastoril (Yacobaccio 2001). En su argumento hay varios hechos irrefuta-bles: el aumento efectivo del número de sitios en el Arcaico tardío, una mayor espe-cialización en la caza de camélidos y la aparición de ciertos contextos que muestranuna importante cantidad de objetos y recursos exóticos (véase también Yacobaccio2005 y en este volumen). Hocsman analiza el comportamiento de distintos indicadores

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podría ser considerado icónico en el arte rupestre de ANS; representa sólo un estadoen la búsqueda de los contextos de significación. Las imágenes que muestro comoiconos (sensu Hodder 1987), ocurren en esos distintos emplazamientos y muestranuna estrecha relación con la caza y/o el pastoreo de camélidos, no con prácticasagrícolas. Es recién a partir de la modalidad Peñas Chicas que aparecen algunasrepresentaciones que tendrían que ver con sistemas de riego (maquetas) y cuadros oandenes de cultivo (chacras). Es también sintomático que, recién en esa modalidad,aparezcan las primeras escenas de enfrentamiento armado o de luchas, con unamarcada jerarquía de algunas figuras frente a otras (Aschero 1996, ver Figura 1). Sonindicadoras de la integración plena entre prácticas agrícolas y pastoreo; de una eco-nomía agraria donde la tenencia y habilitación de tierras útiles es un punto crítico enlos conflictos sociales.

El Caso Confluencia 1 y la Conformación de una Iconografía deCazadores-Pastores

Cf 1 es un sitio ubicado al pié de un acantilado de ignimbrita que forma esquinaen la confluencia de los ríos Punilla y Calalaste, al oeste-noroeste de la poblaciónactual de Antofagasta de la Sierra. De las distintas unidades topográficas con graba-dos rupestres que caracterizan este extenso sitio interesa, particularmente, el panelH1, situado en el extremo norte de la distribución de grabados, en la zona alta delacantilado, con orientación este. El resto de los motivos de este sector, atribuidos a la

Figura 1. Cambios temporales en las modalidades estilísticas de de Antofagasta de laSierra e Inca Cueva.

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Confluencia 1 (Cf1) es una puerta de acceso para abordar esos dos aspectos dela dinámica del arte rupestre local y discutir la asociación o conjunción de motivosdel arte rupestre y mobiliar que ocurren en distintos sitios del Área circumpuneña,aparentemente en épocas posteriores. Sin embargo su presencia en Cf1 me sugiere,más que un lugar de origen, una muestra de la iconografía que circula como parte delas interacciones a distancia ocurridas en el lapso 4000-3000 AP.

Ahora bien… ¿Qué papel pudo haber jugado Antofagasta de la Sierra, en estacirculación de información sobre significantes y significados de las imágenes visuales,dada su posición en un punto bastante al sur del área referida?

Una primera respuesta es que ANS es un cruce de caminos con numerososrecursos de agua, pasturas y poblados; una vía segura de circulación por el ambientedesértico de la Puna salada, entre el sector centro-sur del área Valliserrana del No-roeste Argentino (desde el Valle de Hualfín al sector Molinos/Angastaco del ValleCalchaquí), desde o hacia la puna septentrional, el sector sur del Salar de Atacama oel Alto Loa.

Una segunda respuesta tiene que ver con un registro arqueológico de marcadacontinuidad- desde ca. 10000 AP.- vinculado con la explotación de recursos “enparches”, donde la caza y el pastoreo de camélidos fueron, sucesivamente, ejes de lasubsistencia. La evidencia arqueológica sugiere que ya desde ca. 8400 AP. estas pobla-ciones de cazadores-recolectores de ANS producen ciertos excedentes para inter-cambio, en este ambiente de extremo desierto por sobre los 3.300 msnm. La mues-tra como parte de una interacción circumpuneña vinculada con la circulación dematerias primas, artefactos e iconografía desde o hacia los sectores mencionados.Desde ese entonces hay artefactos y ecofactos de vegetales exóticos que se incorpo-ran en las ergologías cazadoras-recolectoras y continúan, luego, en las de los pasto-res-horticultores. Descartando el acceso directo a esos recursos para esas épocas –algunos de ellos entre 400 y 600 km de distancia (Hocsman et al. s/f.)- esto abreposibilidades distintas entre rangos de movilidad espacial muy altos y/o de diferen-tes puntos intermedios de intercambio, incluido el transporte en llamas cargueras enalgún momento entre 5000/4000 AP. o anterior. Cualquiera de ellas implicaría circu-lación de información en amplias redes.

Ciertamente cuando se toma en cuenta la continuidad del uso y consumo deelementos exóticos entre las poblaciones cazadoras-recolectoras de ANS, resulta queestas redes de interacción a distancia operarían no sólo como reaseguro, en situacio-nes de estrés en los recursos críticos, sino como fundamento de un sistema social(sensu Giddens 1984) con límites muy fluctuantes, abierto al flujo de genes, productosde la cultura material e información. Esto es crucial para entender el papel quejuegan los cazadores-recolectores y pastores incipientes del Arcaico tardío en estadinámica de circulación iconográfica y en los inicios de la conformación de esto queW.H. Isbell denominó “la estructura cosmológica” andina (Isbell 1978).

Por cierto que el repertorio que aquí presento es una mínima fracción de lo que

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y señala que hay evidencias suficientes para marcar en Antofagasta de la Sierra unaumento de la circunscripción (territorialidad), del número de sitios e intensificaciónde la producción, de cambios en la tecnología y, con menor número de evidencias,los indicadores referentes a desigualdad social y ritual entre el 5500 y 2000 AP. Oliveraet al. (2003) se hacen eco de los planteos de Yacobaccio (2001) sugiriendo que ciertoscontextos, particularmente mortuorios, recuperados en Antofagasta de la Sierra y enotros lugares de la Puna, entre los 3500 a los 2500 AP., están marcando algún cambioen las concepciones ideológico-simbólicas del espacio.

En un trabajo conjunto con Yacobaccio (Aschero y Yacobaccio 1999) había-mos planteado la cuestión de la complejidad en la revisión del sitio Inca Cueva-7(Jujuy), tomando la existencia de desigualdad como uno de sus requisitos posibles.Allí recalcamos dos condiciones que podrían llevar a la institución de jerarquías so-ciales y a desembocar en una situación de desigualdad: recursos abundantes y pobla-ción alta (Aschero y Yacobaccio 1999: 16). Pero los últimos años de excavaciones enla Puna argentina y el fuerte contraste existente entre lo que ocurre en la banda Estedel Salar de Atacama (Chile) –a partir de las investigaciones de L.Nuñez y su equipo–sugiere que la estructuración y las estrategias con que operaron los sistemas socialesen uno y otro lado de la cordillera no son las mismas. Precisamente el caso de Cf1 ylo que trato en torno al culto de los ancestros, más la temprana presencia de elemen-tos exóticos –vinculadas a una posible territorialidad y red de interacciones tempra-nas– me lleva a pensar la situación del Arcaico tardío y el Formativo inicial desde esesistema social abierto (sensu Giddens 1984) y desde otra perspectiva que no requierajerarquías hereditarias ni desigualdad. También a rever los roles de género en la do-mesticación inicial y a acercar algunos elementos para un modelo que tome las prác-ticas del compartir en cazadores-recolectores y ese componente ideológico de Cf1como condición inicial –armonizadora de conflictos- de una estrategia cooperativade convivencia e incremento de la base de recursos.

Respecto a la población alta, en rigor de verdad, no se aprecia en ANS y en laPuna Norte evidencias claras de aumento de población hacia el Arcaico Tardío, yaque el incremento en el número de sitios puede ser explicado por esa circunscripciónespacial y un consecuente reordenamiento de las prácticas de asentamiento y movili-dad. Esa baja demografía pudo ser sostenida con una activa renovación del poolgenético a través de esas redes de interacción, a larga o corta distancia, entre pobla-ciones pequeñas que controlaban distintos “parches” de recursos y en las que la cazade vicuñas y guanacos cumplía un rol central, tanto en la dieta como en la producciónde excedentes en bruto o manufacturados destinados al intercambio (fibras, cordelería,capas, trabajo del cuero y hueso, etc.). La visión “hostil” de este desierto puneño,para esas pequeñas poblaciones, quizás debiera ser cambiada por la de una zonaatractiva de caza, con alta recuperación de presas por cazador –comparada conotras áreas colindantes– y potenciada por su particular topografía (Aschero y Martinez2001).

Respecto a la desigualdad, quisiera revisar la información puneña en base a lo

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que efectivamente conocemos de las prácticas sociales que ocurren entre ca. 5500 y2500 AP. en la Puna Argentina. Es cierto que contextos funerarios de la Puna Septen-trional, como los de Huachichocana III, capa E2 y los de Inca Cueva 4 capa 1.A ydepósitos intencionales como el de Inca Cueva 7, parecieran indicar acceso diferen-cial a ciertos recursos distantes…pero ¿Este acceso diferencial muestra alguna situa-ción de desigualdad social? El caso de Huachichocana III es quizás el más relevante.Es un único cuerpo inhumado con una multitud de objetos de distintas materiasprimas (Fernández Distel 1986). ¿Pero podemos medir este acceso diferencial frentea otras situaciones de inhumación?...En rigor de verdad no tenemos elementos sufi-cientes de comparación… Y aunque los tuviéramos,… ¿Sería esto “desigualdad”?¿Por qué no pensar que esto forma parte de los ornamentos y los utensilios de usocotidiano de quién los posee, o de ciertas prácticas que tal persona ejecutó en vida?

El caso de Inca Cueva 4, capa 1.A –datada en ca. 5100 AP. (Aschero y Podestá1986)– refuerza aún más esta idea. El cuerpo momificado de una joven, conservadoen la Colección Torres Aparicio (Humahuaca, Jujuy), está vestido con una capa depiel de guanaco con pelo en ambas caras, hecha por una multitud de torzales con elpelo hacia fuera, cosidos entre sí; con otro atuendo en técnica de malla en fibravegetal, ceñido al cuerpo, con decoración de bandas bicolores y un gorro de cesteríaen espiral con motivos escalonados convergentes. Una multitud de cuentas cuidado-samente aserradas y pulidas, hechas a partir de columelas de un gran caracol de laYunga (Strophocheilus sp.) y otras recortadas de los bordes de grandes valvas de Diplodonsp., plumas de aves tropicales y posibles perneras con numerosas pezuñas de cérvido,habrían sido partes de sus adornos. Una cuna con base de cañas macizas (Chusquealorentziana) conteniendo el cráneo y partes esqueletarias de un infante, cubierto conuna capa semejante; bolsas de cuero conteniendo piernas humanas momificadas yotro recipiente de madera conteniendo huesos largos humanos, todos con adita-mentos para ser transportados, acompañan, entre otros elementos, a la momia men-cionada. (Observaciones personales del autor sobre la colección Torres Aparicio ysobre el contenido artefactual en sedimentos remanentes de las intervenciones deeste coleccionista en Inca Cueva 4, en la década del ´30).

Todo indica que estos hallazgos datados entre ca. 5300-5100 AP. (Aschero yPodestá 1986; García com. pers.) son partes de inhumaciones llegadas desde otrosasentamientos u ocurridas allí y preparadas para ser transportadas. Tienen que vercon este particular tratamiento de los muertos –que se desplazan con los vivos, o queson cíclicamente mostrados entre los vivos –que conocemos entre los cazadores-recolectores de la Puna desde ca. 8400 AP. y en la costa del Pacífico con el ComplejoChinchorro. Lo que están indicando esos elementos con gran trabajo “agregado”sobre materias primas locales, como las capas hechas con torzales– y los artefactosen materias primas exóticas –torzales y artefactos que se encuentran entre los resi-duos de los espacios domésticos en la misma Inca Cueva 4 o en Quebrada Seca 3(ANS) – es que forman parte de los atuendos de uso cotidiano, los que tambiénacompañan a los muertos. Pero no hay evidencias de que, aún existiendo acceso

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ICONOS, HUANCAS Y COMPLEJIDAD EN LA PUNA SUR ARGENTINA

Carlos A. Aschero*

Es mi intención partir de una representación rupestre del sitio Confluencia 1 -Antofagasta de la Sierra, Puna Meridional Argentina, para mostrar como se articulanallí ciertos motivos icónicos del área Centro-Sur Andina y discutir la posible función deeste sitio en el paisaje social de la época. Para ello he seguido un enfoque iconográficoe iconológico (véase Gombrich 1997a, b), buscando puntos de continuidad en esosmotivos para el lapso 4200-1300 AP. La articulación a la que aludo tiene que ver conuna dinámica particular del arte rupestre de Antofagasta de la Sierra (ANS), donde lavariabilidad entre quebrada y quebrada –en una escala microrregional de análisis– muestrala existencia, en cada una de ellas, de componentes idiosincráticos que coexisten tem-poralmente con pautas de diseño y temas compartidos. Oportunamente he utilizadomodalidad estilística (Aschero 1999) para captar esos elementos comunes de tiemposcompartidos que hacen a una interacción local, a un intercambio de información entreagentes sociales concretos, concebidos como miembros de familias que controlan cier-tos espacios y recursos. La herramienta estilo la reservo para captar lo idiosincrático enel accionar de esos agentes a través de tales espacios; como textos visuales cargadoscon la intencionalidad de ese accionar, o bien como formas de “interferencia” (Wobst1999) de las prácticas sociales en la cultura material.

Dos aspectos del arte rupestre me interesan en esa variabilidad quebrada a que-brada: el operar como mensajes “para los Otros”, marcando esos espacios, o “paraun Nosotros”, como textos visuales que activan la memoria colectiva, produciendocontenidos que importan a la vida de la gente o a su cosmovisión. Ambos tienen quever con representaciones emplazadas en lugares de asentamiento prolongado (basesresidenciales), en “puestos” (residencias estacionales) o en lugares de tránsito o deacceso a esos espacios (sendas). En cada uno de esos emplazamientos, cada conjuntode representaciones muestra diferencias con los de otra quebrada, demarca en elpaisaje social un espacio propio o distinto y, a su vez, utiliza códigos visuales comu-nes para dar significación a ese espacio como parte de un “territorio” inscripto en lamemoria social del grupo de referencia, el de esos agentes productores, sus familiaso linajes.

*CONICET-Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Mi-guel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán.

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diferencial a dichos recursos, esto se refleje en algún tipo de desigualdad social.Por otro lado el caso de Inca Cueva 7, donde es bien claro el dilatado radio

geográfico de procedencia de estos elementos “suntuarios” y exóticos (Aschero yYacobaccio 1999), se trata de un particular “depósito” de objetos que no esta asocia-do a ningún cuerpo humano o partes remanentes. Pueden, incluso haber pertenecidoa distintos individuos y algunos de estos objetos podrían representar “tecnologías deprestigio”, pero allí donde están, no dicen nada respecto a desigualdades sociales.Muestran la amplia variedad de objetos y materias primas que se mueven entre Puna,Yungas y Costa pacífica ca. 4000-4200 AP., evidencias de interacciones sociales varia-das, distantes y continuas.

Al respecto, dijimos que conocemos elementos exóticos distantes a partir de loshallazgos en Quebrada Seca 3 y en Peña de las Trampas 1.1, en ANS por lo menosdesde ca. 8400 AP. en la capa 2b16 de QS3 y en Peña de las Trampas 1.1. En esteúltimo cuentas de frutos exóticos de sapindáceas (determinaciones en curso de laDra. M.F. Rodríguez), pequeñas vinchas de plumas y finos cordeles de fibras depalmeras de las Selvas orientales, fueron utilizados y dejados en los pozos-depósitojunto con partes de extremidades de cuatro cuerpos humanos juveniles, que allí estu-vieron depositados y que luego fueron originalmente removidos (Martinez y Aschero2005, determinaciones de M.G. Colaneri). Este movimiento de cuerpos inhumadoso partes de ellos, que en ANS se registra hasta ca. 1460 AP. (sitio PP9.III-Est.2,López Campeny 2000), está formando parte de un culto a los muertos muy particu-lar y cronológicamente temprano. Este debe ser visto en términos de una circuns-cripción espacial o territorialidad aún más temprana de lo que imaginamos, dondelos muertos, como ancestros, garantizan derechos sobre accesos a recursos paraciertos grupos, líneas de parentesco o linajes (véase al respecto y desde distintas líneasteóricas, Bar Yosef 1998; Cauvin 2000; Colson 1978; Gamble 1999; Hodder 2001;Shennan 2002).

Por otra parte no se aprecia, en los datos manejados por Olivera y su equipo(2003) un cambio en las concepciones ideológico-simbólicas del espacio. El llamado“Bebé de la Peña”, con dataciones entre ca. 3600 y 3200 AP., ha sido inhumado enuna oquedad próxima a lugares de asentamiento como Punta de la Peña 4 y PeñasChicas 1.1 con dataciones comparables (Aschero et al. 2002). En la misma peñadonde se ubica este último sitio, encontramos otra oquedad semejante, aún con res-tos de la paja –los mismos haces largos seleccionados que formaban la base de esainhumación– pero vacía.

En QS3, nivel 2b2, la inhumación del feto humano (ca. 4500 AP.) envuelto enuna piel de camélido –recortada en su contorno con la forma de un cuero de camélidopequeño– ocurre en la misma superficie de ese nivel de ocupación, con fogón yrestos de actividades múltiples. Fue depositado sobre paja y cubierto con otra cama-da de haces de paja y bloques de la misma roca de caja del alero.

El otro ejemplo de ANS, el de Cacao 1.A, puede ser interpretado de maneradistinta a la presentada por Olivera y su equipo (Olivera et al. 2003). Existiendo una

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| CARLOS A. ASCHERO |

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datación radiocarbónica de 3390 + 110 (LP-507)– recuperada del fondo de uno delos numerosos pequeños pozos-depósito que perturban la cumbre de la capa deexcrementos de fauna extinta– además de las citadas por Olivera, sugiere que elsonajero, las sandalias y la trenza publicadas en el trabajo citado, podrían estar enrelación con una inhumación vinculada a una ocupación del rango 3300-2900 AP.,ambas originalmente removidas. Me refiero a acciones de “limpieza” de niveles deocupación expuestos –tal como se detectan en Punta de la Peña 4– como al movi-miento de cuerpos o partes de cuerpos inhumados a los que ya hicimos mención.Con esto quisiera insistir en el punto de que los hallazgos de Cacao 1.A forman partede un ritualismo mortuorio que maneja distintas formas de inhumación (en pozos oen la superficie de los mismos niveles de ocupación así como en oquedades distan-tes), que entierra, desentierra, selecciona y lleva, dejando (¿intencionalmente?) partesesqueletarias u objetos, y repitiendo con esto prácticas de larga data.

En concreto, no observo diferenciación alguna en ANS y en la Puna Norte, enel lapso 5000-2000 AP., que lleve a desigualdades sociales, ni a una concepción distin-ta en el manejo simbólico de los espacios, a partir de muertos, ajuares, depósitosintencionales o remanentes de inhumaciones transportadas. Pero sí queda claramenteexpuesta la existencia de una estrecha relación entre muertos, espacios usados ymovilidad, así como la de una activa interacción a distancia que esta vigente, por lomenos, desde ca. 8400 AP.

En cambio sí hay algo en el arte rupestre puneño que marca las diferencias.Ocurre en el área de Azul Pampa-Coranzulí con el ya mencionado grupo estilísticoB de Inca Cueva, y con esta modalidad Río Punilla en ANS. En el primero se trata deun cambio por el énfasis ahora puesto en la figura humana, y particularmente enestas figuras “en bloque”. En el segundo por esta aparición de un lugar específicodonde se “despliega” una iconografía en la que esa figura humana, lo sexual y loscamélidos tienen un papel importante. Ese lugar en el fondo de cuenca del RíoPunilla –el colector de las distintas quebradas del área– donde estos íconos y losjuegos de superposición con contornos compartidos entre figuras de camélidos sil-vestres y domésticos conforman un texto simbólico discreto y singular. Aquí está elpunto de cambio.

Pero además, en Cf1, la presencia de esa figura femenina, con el sexo marcado,dentro del bicápite y lo que dijimos sobre la femeneidad de Coquena en relatospuneños, son datos aislados pero que llevan a preguntarse por el papel de la mujeren las prácticas de domesticación de camélidos. Al respecto Hocsman ha puntualiza-do bien que para ANS lo “cierto es que la ambigüedad de los resultados de QS3 nopermite que se descarte un proceso domesticatorio local” (Hocsman 2002: 208). Siesta circunscripción espacial –con una baja movilidad involucrada– está ya presenteantes y/o durante el lapso 5000-2500… ¿Cuál es el impedimento para que el iniciodel proceso de protección/ domesticación esté en manos de mujeres que, operandouna pautada división del trabajo, suplirían en esto a los hombres los que ocuparían sutiempo en movimientos tras la caza, producción de artefactos y viajes de intercam-

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Notas1. En la competencia contest, el fitness de los individuos no está afectado por el número total de

individuos que compiten, sino principalmente por las propiedades de los recursos por losque se compite. Lo contrario es la competencia scramble, donde cada individuo que se agregao se quita de la competencia modifica el fitness modal –ver Boone 1992.

2. Podemos considerar distintos niveles para definir a los agentes de interacción en un juego deestrategias evolutivas –p.ej., costituyentes genéticos, individuos, o grupos (Wilson 1998), alque nosotros agregamos. Manteniéndonos en el formalismo de la ecología evolutiva, en estetrabajo consideramos que los agentes de interacción son los individuos y sus conductassociales.

3. Es muy importante aclarar que la localización de fenotipos invasivos en una curva de utilida-des decrecientes es una situación que caracteriza a los individuos, en el momento en el cualtienen que tomar la decisión de inversión en la obtención del espacio requerido. Esta lógica nodebe extenderse a la situación en la cual los individuos ya ha conseguido el espacio deseado,porque en estos casos la función esperada es sigmoidea –ver Muscio 2004, capítulo 9.

4. Esto emerge en superjuegos del dilema del prisionero de N-jugadores, cuando la conducta secondiciona por algoritmos –culturales o genéticos– que limitan la racionalidad optimizantedel beneficio individual, y son proclives al beneficio de grupos (Boyd y Richerson 1996;Richerson y Boyd 1997, 2000).

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bio? Planteo que tal impedimento no existe, que el manejo de tropas de camélidosbajo protección puede estar a cargo de grupos de mujeres; tareas compatibles conlas de recolección o trampeo que ellas realizaran en torno de las vegas u otros lugaresde pastoreo. Tareas estructuradas en torno a una división sexual del trabajo, propiade cazadores-recolectores (Ingold 2000). Consecuentemente, la destacada sexuali-dad de la mujer puede no haber sido sólo una metáfora simbólica en el ícono deCf1, sino una relación emblemática sobre su activa participación en el “domesticar”niños y camélidos.

Resumiendo lo planteado: no encuentro evidencias que permitan relacionar elinicio de estos procesos de domesticación a la existencia de desigualdad social. Perosí a la circunscripción espacial y a la especialización en la caza de camélidos, poniendoen relieve, comparativamente, su aporte a la subsistencia (Yacobaccio 2005, y en estevolumen). Bajo esta perspectiva la tropa doméstica de llamas estaría jugando unpapel menor en la ingesta que en la de su uso como transporte y productora defibras gruesas para fabricar cuerdas resistentes u otros usos (estudios en curso deM.C. Reigadas, Instituto de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, BuenosAires).

Esta variedad de recursos manejados y la inversión de trabajo en el procesa-miento de recursos locales, estarían indicando la producción de estos objetos“suntuarios”o “tecnologías de prestigio”que podrían servir como bienes de inter-cambio y de uso más común que el que suponemos. Hay suficientes indicadores,entre los artefactos recuperados en distintas excavaciones, para sugerir que habíaparticulares preferencias hacia los adornos personales y en la “decoración” de obje-tos de uso cotidiano. Aparte de lo generalizadas que puedan haber sido esas prefe-rencias, la insistencia en la decoración de objetos muebles y atuendos –el caso de IncaCueva 7– puede ser vista como el arte rupestre, como respuesta diacrítica a la com-petencia entre grupos; una expresión visual que identifica a su productor por sucapacidad técnica y con su grupo o linaje. Expresiones estilísticas y no de “jerar-quías”.

Pero… ¿En qué nivel de complejidad estamos pensando cuando el proceso dedomesticación se instala en estas sociedades cazadoras-recolectoras de baja movili-dad y el imaginario visual de Cf1 en el paisaje social de la época ?

A Modo de Conclusión: Confluencia 1, Contexto Funcional y Complejidad

Tomo dos visiones sobre el problema de la complejidad que podrían aplicarsea nuestro caso para no ver a esta complejidad como una etapa posible, dentro de unesquema temporal-evolutivo, sino como una condición propia de la sociabilidadhumana en sus orígenes, que puede presentarse en diferentes momentos bajo distin-tos grados de complejidad efectiva y con distintas opciones para disminuirlos. Estavisión puede aplicarse al estudio de sistemas sociales abiertos y tiene que ver con laestructura de la información que contiene el sistema más la extensión que requiere la

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descripción de esa estructura (Gell-Mann 1995).Otra visión se aplicó al comportamiento social comparado entre babuinos vs.

humanos y muestra cómo la incorporación de instituciones extra-somáticas dismi-nuye la complejidad de las relaciones humanas pero aumenta su complicación (Strumy Latour 2000 [1987]). “Complicación” está tomada por estos autores en el sentidode una sucesión de operaciones simples, concatenadas, que remplaza a una situaciónde “complejidad”; esta última caracterizada por el juego simultáneo de una multitudde relaciones y elementos interactuantes. Pero el término “complicación” no es útilpara aplicarlo a Arqueología. El de grados de complejidad efectiva en el sentidodado por Gell-Mann (1995) sería el más adecuado. El habla de complejidad efectivainterna cuando el esquema obtenido por vía analítica gobierna de algún modo elsistema observado, cuando este esquema puede diferenciar acciones reguladas opautadas frente a otras, libradas al azar o estocásticas. Así, en un extremo de lasposibilidades, podría haber sistemas que no presenten regularidades, esto es unasituación de desorden absoluto, de completa aleatoriedad y, en el otro extremo,sistemas completamente regulares, donde el incremento del orden adquiera valoresmáximos. Pero para que la complejidad efectiva de un sistema abierto tenga un valorapreciable debe existir una situación intermedia entre orden y desorden (Gell-Mann1995).

Combinando estas visiones surge la posibilidad de entender que, vista desde losactores sociales como agentes operando dentro de su sistema social (Giddens 1984),las relaciones sociales de los grupos cazadores-recolectores más tempranos debieronser altamente complejas en términos del número de interacciones requeridas –entregrupos y persona a persona– para mantener el sistema con sus interacciones a distan-cia. Particularmente en estos ambientes de desierto extremo, donde la disponibilidadde agua regula la vida, el acceso o control de los sectores con concentración derecursos es algo que requirió de un programa y diversas estrategias de acción alterna-tivas (en el sentido de Morin 1995); un programa donde esas relaciones sociales adistancia jugaron un papel crucial. Definiría ese programa –tal como la evidenciaarqueológica esta mostrando– como el sostener a ultranza ese acceso a recursosvariados, de ecozonas distantes, y las relaciones sociales que surgen de esasinteracciones. Se trata de la construcción de ese sistema social abierto, con límitesfluctuantes, dependientes de las interacciones cara a cara de agentes y grupos, dondeesas relaciones sociales proveyeran un reaseguro de vida y una renovación constantedel pool genético local. Un sistema “complejo” en número de interacciones, mediosy esfuerzos requeridos para sostenerlas, pensando en un bajo caudal demográfico.“Complejo” en términos del orden y desorden existente, entre las acciones contro-ladas y azarosas y que, al aumentar la circunscripción espacial, requirió estrategias deajuste para reducir la competencia en el acceso a los recursos.

La aparición de formas de cazas colectivas hacia ca. 7000 AP. (Aschero y Martinez2001) se presenta como una de estas estrategias que podrían regular la predación devicuñas y guanacos entre esos sectores con buenos recursos de pasturas –principal-

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mente vegas– articulando grupos de cazadores provenientes de “territorios” distin-tos. El acceso a estos “territorios” –aquellos sectores con concentración de recursosbajo control de cierto grupo social– y la legitimación de ese control a través deltiempo, debió requerir de otras estrategias en ese mismo programa. El moverse consus muertos –o dejar parte de ellos en uno u otro asentamiento– pudo ser una deellas. Podría englobarse dentro del culto a los ancestros, pero operando en un doblesentido: a) como el ancestro cuya sola presencia legitima los derechos de acceso a talo cual sector del paisaje para sus descendientes; y b) como el cadáver potente –elmallqui de Duviols (1978)– con ese poder germinal, capaz de sostener y acrecentarlos recursos que posibilitan la vida de animales y gentes. La aparición de liderazgoscircunstanciales no hereditarios, el retorno diferido (Woodburn 1982) como unaforma de regulación de recursos aptos para intercambio, la intensificación vista des-de un mayor uso de artefactos de molienda para procesamiento de recursos vegeta-les (Babot 2004) más en ese acrecentamiento de la caza de camélidos (Yacobaccio2005 y en este volumen), la inversión de tiempo en procesamientos de tipo “artesanal”para generar otros bienes de intercambio así como la producción de elementosdiacríticos del arte mobiliar – señalando la pertenencia a linajes y territorios– entra-rían en ese juego de estrategias.

Es extremadamente difícil pensar la sociabilidad de estos cazadores-recolectores,en estos ambientes y el sostén de ese programa sin la existencia de estos “territorios”y de una acción cooperativa entre poblaciones pequeñas que regule el uso de recur-sos, el acopio de excedentes y el mantenimiento de esas interacciones a distancia. Esaacción cooperativa entre grupos distintos la dejo planteada aquí como una respuestadistinta al usufructo del trabajo de otros que la desigualdad traería aparejado.

La modalidad Río Punilla aparece, entonces, como una imaginería visual quepresenta variantes formales entre quebradas (Cacao/Curuto vs. Las Pitas/Real Grande).Pero las características de Cf1 llevan a entender a este sitio como resultado de unaestrategia que reforzaría esas relaciones cooperativas disminuyendo grados de con-flicto. Ese refuerzo ocurre a través de una diferenciación estilística de los agentes ysus espacios de procedencia más la activación de una cosmovisión común, de unaideología compartida hecha visible en ese despliegue iconográfico. El contexto fun-cional del sitio podría ser propuesto, entonces, como el de un espacio de co-partici-pación ritual, mediante el cual se activa esa cosmovisión dentro del sistema social. Eneste sentido el conjunto rupestre opera como demarcación de un espacio de usosocial particular, donde los posibles conflictos derivados de la competencia entreagentes, grupos territoriales o linajes, son disminuidos “agrandando” lo que es co-mún y necesario a todos: la expresión visual de cierta cosmovisión que se emplazacomo parte de un paisaje social compartido y un punto de referencia para la memo-ria colectiva en torno al qué y el cómo de la multiplicación o resguardo de las tropasde camélidos.

Desde esta perspectiva uno de los disparadores de esta situación podría habersido la “complejidad” de las relaciones sociales pre-existentes y los posibles conflic-

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tos derivados de la presión sobre los recursos de caza. Una situación que requirió lamediación de lo simbólico para regularlos y agentes sociales capaces de manteneractiva esta regulación. Este último punto puede o no marcar un paso hacia unamayor complejidad efectiva del sistema social en el lapso 3500-2000 AP. La media-ción simbólica es una nueva operación en la estructuración del sistema social e impo-ne un nuevo orden a las relaciones sociales. En esa mediación hay actores socialesactuando, concibiendo y modelando circunstancias de orden sobre el desorden, enrelación a ese u otro posible programa, proponiendo un discurso acerca de lo que lasociedad debe ser.

El correlato social de esta imaginería visual podría verse, entonces, como unasituación novedosa que puede llevar al establecimiento de agentes con una relevanciasocial acordada o bien, más allá en el tiempo, de jerarquías no hereditarias, sin que ladesigualdad social entre aún en juego. Pero aún así, visto desde el sistema social,… laexistencia de agentes con capacidad de convocatoria y para la producción de imáge-nes visuales involucradas en la reproducción social de contenidos ideológicos… ¿Lle-varía a una complejidad efectiva mayor? ¿O, contrariamente, proporcionaría unabase estable de regulación de las relaciones sociales que permitiría un incremento delas interacciones a distancia bajo acciones cooperativas? Visto desde el arte rupestrela continuidad de esos contextos de significación, las modalidades estilísticas com-partidas –con ciertos códigos visuales que no llegan a desdibujar lo particular decada quebrada– apoyan esto último. De ser así, se entendería mejor como una estra-tegia social para reducir la complejidad existente y no a la inversa.

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deben estudiarse aislados de sus sistemas económicos complementarios: distribu-ción y consumo. Según Costin (1991), éstos dos últimos nos informan de los contex-tos sociales y políticos de la producción (de bienes, pero también de alimentos) delsiguiente modo: la naturaleza de la demanda define la función de los productos y losroles socioeconómicos de la gente que los consume; el nivel de la demanda describeel número de ítems en circulación y el número requerido para satisfacer dicha de-manda; y la logística de la distribución identifica el modo en que los productoresadquieren la materia prima y transfieren los productos terminados a los consumido-res. Pero estos conceptos se nos representaban como muy abstractos para la Ar-queología, y por lo tanto poco operativos, si no definíamos antes a qué actoressociales estábamos “entre-vistando”, o sea, ¿quienes son y cómo se organizan aque-llos que producen, consumen y distribuyen en un determinado territorio? Optamospor caracterizar a dichos actores como campesinos andinos, teniendo en cuenta quebuscamos conocer la historicidad2 de los cambios y la dinámica en las relacionessociales y productivas.

En tanto los estudios sobre campesinado en Arqueología no son abundantes(Haber y Korstanje 2003), adaptamos a los Andes la definición de Chayanov (1985)por ser la más operativa en términos de cultura material y la más respetada en elmundo de los estudios de campesinado (Shanin 1984). Este autor, pionero en estu-dios agrarios y del campesinado, identifica a la familia campesina como

“(...) una familia que no contrata fuerza de trabajo exterior,que tiene una cierta extensión de tierra disponible, sus propiosmedios de producción y que a veces se ve obligada a emplearparte de su fuerza de trabajo en oficios rurales no agrícolas(Chayanov 1985: 44).”

Si bien esta definición no emerge como categoría desde la Arqueología, da lugaral planteo de distintos matices contextuales de acuerdo a la organización política enque se encuentren insertos los mismos. El campesino seguirá siendo campesino aunen una organización de tipo feudal, estatal (liberal o socialista), cooperativa, o comu-nitaria al estilo andino, ya que por ejemplo dentro de en la organización comunitaria,el kuraca o responsable entrega a la familia una o varias parcelas de la tierra que enconjunto poseen, para que la administren como mínimo en forma anual (además derealizar labores comunitarias). Es una categoría muy flexible desde el punto de vistahistórico e incluye dos posibilidades económicas que teorizamos en los Andes apartir del registro arqueológico: la de una economía autosuficiente original, y la deuna economía dependiente a medida que el Estado va imponiendo la toma de exce-dentes de fuerza de trabajo o en bienes materiales.

En ese sentido, si tomamos el Formativo en su larga duración para observarcambios desde la producción de alimentos, no encontramos otra categoría mejorque podamos utilizar para centrar las acciones y entender el discurrir histórico, queno sea la de “campesinado”. Cuando John Berger dice:

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| TERRITORIOS CAMPESINOS: PRODUCCIÓN, CIRCULACIÓN Y CONSUMO |

| 191

TERRITORIOS CAMPESINOS: PRODUCCION, CIRCULACION YCONSUMO EN LOS VALLES ALTOS

M. Alejandra Korstanje*

Campesinos y Territorios: Algunos Supuestos Generalesy Premisas de Partida

Esta investigación, que pretende integrar producción, consumo ycirculación en un territorio, se asienta sin embargo en la premisa de que elaspecto más constante a lo largo del tiempo (en el sentido de la “estructura”braudeliana1) es la producción agraria y, por lo tanto, es a su vez elcomponente más sensible para indicar cambios sociales significativos ypermanentes a partir de disfunciones en esa constante estructural. Aunqueel consumo de alimentos suele ser el componente más “visible” desde el punto de vistaarqueológico (v.g. restos de comida, recipientes para servirla, fogones donde cocinarlay molinos donde procesarla), la producción es la mejor vía para explorar la organizacióndel trabajo y los cambios sociales no-coyunturales, debido a su gran estabilidad comoestructura. En ese sentido es que hemos comenzado a indagar el problema de laorganización del trabajo prehispánico, como una dimensión social directa yespecíficamente vinculada a la producción, que abriría a una posterior articulación conlos aspectos políticos (Korstanje 2003, 2005). Aun siendo baja la visibilidad arqueológicapara el estudio de las organizaciones sociales –en el sentido “material”–, la búsqueda sesostiene en la premisa de que, subyacentes al mundo fáctico se encuentran los sistemasde valores, éticos y políticos que derivan del pasado (Morrison 1995).

Ahora bien, para poder distinguir cambios en las estructuras agrarias,instrumentalmente hemos mantenido adrede al Período Formativo en bloquede larga duración (desde el 900 a.C hasta el siglo X d.C.). Pretendemos asíobservar si los cambios sociales que han sido postulados desde la arquitecturay la iconografía cerámica para la arqueología del Noroeste Argentino, tienencorrelato o no en las estructuras de producción, que son menos sensibles de serobservados en períodos cortos.

La situación planteada nos persuade a sostener que los sistemas productivos no

* CONICET - Instituto de Arqueología y Museo, Universidad Nacional de Tucumán.

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| DANIEL DARÍO DELFINO, VALERIA ELIZABETH ESPIRO, R. ALEJANDRO DÍAZ |

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este debate constante, este tira y afloja genera soluciones tecnológicas individuales para cadazona de producción y luego las generaliza como innovaciones para todos los comuneros”(Mayer 1989: 29).

16. Evidencias directas e indirectas de intercambio en Laguna Blanca son la presencia de: materiasprimas líticas de procedencia alóctona (obsidiana analizada mediante activación neutrónicadando como procedencia la cantera de Ona en el Dpto. Antofagasta de la Sierra); cerámicas(San Pedro Negro Pulido forma I y III, Diaguita Chilena, ¿Taltape?, Aguada Hualfín Pintado,Aguada Ambato Negro Pulido inciso, Candelaria); distintos petroglifos, como el pertene-ciente al sitio Noquesitos donde se representa a un personaje selvático (mono) y los petroglifosde Potrero y Peñas Pintadas o Peñas Escritas en donde las representaciones de rostrosantropomorfos recuerda fuertemente a los representados en el monolito del sitio El Rincón,el monolito Zavaleta Pueyrredón y el de Río Blanco (Tafí del Valle, Tucumán) o también lospetroglifos en donde se representan personajes antropomorfos fumando en grandes pipas opor el hallazgo de pipas acodadas modeladas en cerámica (sugiriendo la presencia de hierbas queno se dan en el lugar; como el cebil –Anadenanthera columbrina– y/o tabaco –Nicotiana sp.–); asítambién debe considerarse el empleo de la coca; maderas no locales como algarrobo –Prosopissp.– presentes en instalaciones incaicas; tembetaes; lingotes de metal (hasta la fecha no se hanencontrado los lugares de fundición locales), Argopecten purpuratus del Pacífico; establecimien-tos correspondientes a la presencia Inca; piezas Caspinchango asociadas a tiestos Talavera deprocedencia peruana; birimbaos o arpas de boca; monedas macuquinas acuñadas en Potosí;cuentas venecianas; sin descuidar la relación de objetos con ideas, estéticas, principios…(Delfino1999 y 2005).

| ICONOS, HUANCAS Y COMPLEJIDAD EN LA PUNA SUR ARGENTINA |

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anthelminticum o Rubieta mutifada, sensu Lafone Quevedo (“paique” o “paico”), Juncus balticusvar. cressiculmis (“hunquillo”), Pennisetum chilense (“esporal”), Achirocline tormentosa (“vira-vira”) Trichocereus pasacana (“cardón”), Senecio graveolens (“chachacoma”), Stipa speciosa (“paja”),Artemisia copa (“copa-copa”), Stipa frigida (“vizcachera”), Azorella glabra (“yareta”), etc. Comoplanta tóxica se encuentra, muy esporádicamente, el Astragalus sp. (“garbancillo”) (Díaz yParedes 2004; Reca et al. 1989; Whebe et al. 1992).

9. Los levantamientos planialtimétricos fueron realizados combinando una serie de métodos ytécnicas diferentes. Se trabajó según los sectores empleando distintos instrumentos de medi-ción (GPS geodésico de doble frecuencia, navegador satelital, estación total, teodolito electró-nico, nivel óptico, cinta y brújula), y apoyados por una ampliación del fotograma 2767-205-ldel Plan de vuelos “Cordillera Norte” (ampliación a una escala aproximada de 1:7000).

10. Dice Duviols (1979): “...los misioneros del siglo XVII, extirpadores de idolatrías, indicanque el huanca era un monolito de forma oblonga, plantado en los campos (huanca chacrayoc)o en las aldeas (huanca marcayoc), que tenía una función tutelar y que los indios le rendían culto[Avedano 1648: fol.380]”. “(...)el huanca era tenido por el doble mineral del cadáver sagrado(mallqui)”. (...) “La cara principal del monolito está, en general, orientada hacia el Levante. Suemplazamiento debe haber sido cuidadosamente calculado, en relación tanto de los puntoscardinales o a los cuerpos celestes como a los límites del campo”. Según Duviols, el culto almonolito huanca admitiría dos funciones, una vinculada con la marca de posesión, paradelimitar un nuevo territorio (relación entre conquista, posesión, amojonamiento y funda-ción), y la otra, de fertilidad vegetal (agricultores) y animal (pastores).

11. Los reducidos fragmentos óseos carbonizados y las diminutas espículas de carbón podránrepresentar suficientes como muestras potenciales para fechados sólo si son procesadas en unlaboratorio de AMS.

12. Entre ellas, se han hallado evidencias correspondientes al Período Incaico, en un sondeo enel sitio “Festejo de los Indios” encontramos evidencias artefactuales que tradicionalmente selas ha asociado a Caspinchango, así también algunas puntas de proyectil de morfologíaAyampitín, y desde luego, en la actualidad este espacio sigue siendo utilizado.

13. Las introspecciones estratigráficas se realizaron poniendo en práctica una excavación en áreaabierta por decapage horizontal, siguiendo la matriz de Harris para la definición de unidadesestratigráficas; se aplicó el registro tridimensional mediante el método Laplace-Jauretche yMèroc (Lorenzo 1991). Durante las excavaciones se fueron tomando muestras sobre las quese realizaron distintos tipos de análisis (muestras de carbón para datación radiocarbónica, desedimentos para la determinación de distribución de concentraciones diferenciales de fosfatos,muestras para estudios sedimentológicos); además, en el terreno se hicieron determinacionesde pH. Por medio de flotación de sedimentos (realizados en una máquina tipo Ankara) serecuperaron restos para realizar estudios arqueo-botánicos.

14. Aún no hemos realizado análisis espaciales por métodos estadísticos (v.g. distancia mediadel vecino más próximo, relaciones jerárquicas mediante polígonos de Thiessen), así tambiénpensamos en la utilidad de otro tipo de análisis como los de campo visual y de obstrusividad.

15. Como sostiene Enrique Mayer (1989: 18), “La unidad doméstica por sí sola no puederesolver todos los problemas técnicos y de organización de la producción en una zona dada;necesita de la intervención de otras instancias de organización ‘supradomésticas’ (Guillet1978: 89-105) que, por fuerza, deben ser organizadas localmente, sin que importe la afiliaciónétnica de sus miembros”.

“Entre las unidades domésticas, miembros de la comunidad y esta última, hay una relacióndinámica, simbiótica y conflictiva. Las unidades domésticas son unidades de producción yconsumo autónomas; en tanto que la comunidad es la asociación de unidades domésticas enun territorio administrado por todas ellas unánimemente. Esta relación dinámica se mani-fiesta en una tensión constante entre los intereses de las unidades domésticas –quienespugnan por cuanta autonomía e independencia sea posible- y el aspecto comunal expresióncolectiva de los intereses comunes, que impone restricciones y controles. En algunos mo-mentos, y en ciertas zonas de producción, se puede observar la ausencia total de controlescomunales; en otros, en cambio se observan controles comunales estrictos. Esta tensión,

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endorreicas que (…) poseen cursos de aguas permanentes o semi-permanentes, lo que origi-nan vegas de buena pastura y ambientes relativamente aptos para el cultivo. Lo dicho que lossectores intermedios (Estepas y Salares) no fueran utilizados, sino que son los microambientesmás favorables de las cuencas y quebradas protegidas donde los recursos para la vida humanaadquirirían mayor relevancia” (Olivera 1991: 62).

4. Es de destacar que, de acuerdo a datos recientes de la FAO, la papa, el maíz, el arroz y el trigoproveen en conjunto el 50% de la ingesta total de la población a nivel mundial.

5. Los registros que efectuamos a partir de un estudio sobre “Etnoarqueología de LagunaBlanca. Rehabilitación de Tecnología Agrícola Prehispánica (Dpto. Belén. Catamarca)” -1erInforme CONICET 1994- permitieron trazar cálculos sobre productividad local, fijando unrinde de 1 Tn/Ha. Estos cálculos sumamente conservadores, están sobradamente por bajode los resultados obtenidos en otras regiones puneñas de latitudes más bajas, aunque com-pensadas por mayores altitudes; ver por ejemplo desde las más de 3 Tn/ha calculadas porDenevan para la región circunlacustre del Titicaca, hasta los cálculos presentados por Erickson(1996:183) para el cultivo en camellones o “waru waru” en Huata, Puno (Perú), con rindes quesuperan las 10 Tn/ha.

6. Aunque los datos relevados en la actualidad dictan que en la región los habitantes dejanaproximadamente 0,2 Tn/año de este tubérculo, para llevar el ejemplo a un extremo decerteza estadística hemos duplicado la cantidad con vistas a compensar las calorías amiláceasaportadas en la dieta.

7. Cabe destacar que en trabajos anteriores se han realizado cálculos demográficos en relación conla ocupación del suelo, definiendo la superficie de las bases residenciales (Delfino 2001); enaquella oportunidad consideramos los índices proporcionados por Berberián y Nielsen (1988),quienes presentan algunos cálculos de interés para efectuar un análisis comparativo sobre estetema: “Según Narroll (1962) una persona requiere de un espacio de 10 m² para desarrollar susfunciones sociobiológicas. Otros autores consideran demasiado elevada esta cifra. Así, paraHill (1966), sería de 4,55 m² por persona, mientras que Longacre (1976) estima 4,10 m² ySummer (1979) lo lleva a 5 m²” (1988: 63).

Sin embargo, no contentos con esta base de referencia, nosotros elaboramos cálculos pro-pios para la región en el marco de un estudio de etnoarqueología (Delfino 2001). En esteestudio obtuvimos datos que elevan los números arriba mencionados en la cita transcriptaen promedio de superficie de base residencial por persona a 29,54 m². Siendo que la totalidadde la superficie de las bases residenciales de la Aldea Piedra Negra es de 67.793 m², el cálculode habitantes –suponiendo sincronicidad- se elevaría a 2.295,96 hab., aunque si hubiésemosconsiderado el propuesto por Narroll (10 m²) el número de personas se habría elevado a6.779,3 hab., y en el caso extremo de seguir lo propuesto por Longacre (4,10 m²) el númerode personas hubiese llegado a ser de 16.534,9 hab. Parece necesario señalar, que aunque loscálculos que presentábamos ya ponían claramente en evidencia la naturaleza extremadamenteconservadora de nuestras estimaciones, aún así hemos planteado para la Aldea Piedra Negrauna estimación poblacional de 300 a 400 personas, lo cual representa 5,5 veces menos que loscálculos surgidos del índice propio de 29,54 m² de ocupación del suelo (Delfino 2001).

8. Según los relevamientos de comunidades vegetales realizados por botánicos y agrónomosque trabajaron en el Distrito de Laguna Blanca, fue posible detectar la presencia, en menor omayor grado de: Fabiana densa (“checal”), Rumex crispus (“romasa”), Festuca sciroifolia(“chillahua”), Festuca orthophylla (“iro”), Festuca chrysophylla (“iro”), Panicum chloroleucum (“ja-boncillo”), Eragrostis nigricans (“peludillo”), Adesmia horridiuscula (“añagua”), Adesmia nanolignea(“cuerno”), Senecio subulatus var. salsus (“monte amargo”), Senecio argophylloides (“monte blan-co”), Senecio filaginoides var.lebulatus (“monte blanco”), Senecio rudbeckaefolius (“chacampuca”),Acantolippia sasoloides (“rica-rica”), Baccharis incarum (“bailabuena”), Baccharis boliviensis(“romerillo”), Ephedra breana (“tramontona”), Cassia hookeriana (“coca del zorro” -“tabaquillo”), Cortaderia rudiuscula (“cortadera”), Parastrephia phylicaeformis (“tola”), Parastrephialepidophylla (“vaca tola”), Atriplex imbricata (“cachiyuyo”), Distichlis humilis (“brama”), Routeloussimplex (“brama”), Xenopoma eugenoides, sensu Lafone Quevedo (“muña-muña”),Loranthus verticillatus, sensu Lafone Quevedo (“poposa” o “pupusa”), Chenopodium

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