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1 IDAES – UNSAM MAESTRÍA EN SOCIOLOGÍA ECONÓMICA LA EXPANSIÓN Y LA CONSOLIDACIÓN DEL PARQUE INDUSTRIAL PILAR EN UN CONTEXTO DE REESTRUCTURACIÓN HETEROGÉNEA DEL SECTOR INDUSTRIAL ARGENTINO (1991–2007) AUTOR: LIC. LUIS ESTEBAN BRIANO DIRECTOR: DR. JOSÉ BORELLO CO-DIRECTORA: DRA. CINTIA RUSSO FEBRERO DE 2015

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IDAES – UNSAM

MAESTRÍA EN SOCIOLOGÍA ECONÓMICA

LA EXPANSIÓN Y LA CONSOLIDACIÓN DEL PARQUE

INDUSTRIAL PILAR EN UN CONTEXTO DE

REESTRUCTURACIÓN HETEROGÉNEA DEL SECTOR

INDUSTRIAL ARGENTINO (1991–2007)

AUTOR: LIC. LUIS ESTEBAN BRIANO

DIRECTOR: DR. JOSÉ BORELLO

CO-DIRECTORA: DRA. CINTIA RUSSO

FEBRERO DE 2015

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A mis hijos, Esteban y Federico.

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ANTECEDENTES DEL TRABAJO Y AGRADECIMIENTOS

Este trabajo está basado en mi tesis de licenciatura: “El desarrollo y la consolidación

del Parque Industrial Pilar en el contexto de las transformaciones de la actividad industrial en

la Región Metropolitana de Buenos Aires”, del Departamento de Geografía de la Facultad de

Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, dirigida por los Dres. José Borello y

Aída Quintar; gracias a la recomendación del Dr. Alexandre Roig, por la cual le estoy

sumamente agradecido.

Les agradezco a mis Directores, los Dres. José Borello y Cintia Russo, por su

invalorable disposición a todos mis requerimientos.

Expreso mi agradecimiento también a los Dres. Martín Schorr y Daniel Azpiazu –por

quien guardo un entrañable recuerdo–, por sus esmeradas respuestas y colaboraciones.

Asimismo, les agradezco a las personas que prestaron su valiosa colaboración

concediéndome entrevistas, como Ernesto Soto, Cecilia Laguirre, Ernesto Tobal y, en

especial, al Arquitecto Santiago Bonfanti, que además de brindarme valiosísima y cuantiosa

información, me ofreció su amistad.

También les agradezco a mis muy queridos amigos y colegas: Dr. Andrés Barsky,

Prof. Federico Fritzsche y Lic. Adrián Iulita, que constantemente me ofrecieron ayuda y

respondieron a mis permanentes consultas.

Finalmente, y muy especialmente, le agradezco a la Dra. Ana Castellani por la

formidable ayuda que me proporcionó, con enorme dedicación, entusiasmo, capacidad, y,

principalmente, afecto.

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ÍNDICE

Introducción……………………………………………………………………………... 8

Capítulo 1. Cuestiones teóricas económicas y urbanas. La discusión del concepto de

“eficiencia capitalista”…….…………………………… …………………..................... 20

1.1. La mano invisible del mercado, las externalidades y las críticas a la teoría

clásica……………………………………………………………………………………. 20

1.2. El desarrollo del capitalismo, su ineficiencia en la esfera social y la acumulación

por desposesión………………………………………………………………………...... 25

1.3. La tendencia del capitalismo a las crisis de hiperacumulación…………………... 30

1.4. El límite de la reproducción ampliada del capital: concentración económica y

desigualdad social……………………………………………………………………….. 31

1.5. La manifiestación de la ineficiencia capitalista en las transformaciones territoriales

urbanas……………………………………………………………………… 33

Capítulo 2. Aspectos teórico-metodológicos referidos al concepto “parque

industrial”………................................................................................................................ 39

2.1. El parque industrial como organización espacial eficiente en un contexto de

disminución de barreras espaciales……………………………………………………… 39

2.2. Consideraciones sobre organización industrial y parques industriales……………. 42

2.3. Parques científicos y tecnológicos .………………………………………………… 48

2.4. Estrategias de investigación. Análisis de parques industriales…………………… 51

2.5. Factores de localización de los parques industriales …………………………… 53

Capítulo 3. Las transformaciones económicas ocurridas durante el neoliberalismo en

Argentina …………………………………………………………………………. 56

3.1. La desindustrialización durante la Convertibilidad: una reestructuración regresiva y

heterogénea de la industria ……………………………………………………………… 56

3.2. La (re)industrialización durante la posconvertibilidad …………………………..... 63

Capítulo 4. Las mutaciones territoriales e industriales en la Región Metropolitana de

Buenos Aires (1990-2007) ………………………………………………………. 68

4.1. La reestructuración industrial metropolitana en el contexto del capitalismo flexible. 68

4.2. La reestructuración en la RMBA ………………………………………………….. 71

4.3. El parque industrial y la reestructuración territorial de la industria .………………. 76

4.3.1. Algunas reflexiones acerca de los parques industriales de la RMBA y su relación

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con la organización industrial metropolitana ……………………………………………. 81

4.3.2 Las influencias territoriales e industriales del PIP ………………………………… 83

Capítulo 5. El Parque Industrial Pilar. Historia del proyecto – actores…………………. 93

5.1. El partido de Pilar …………………………………………………………………... 93

5.2. Localización – Historia del proyecto……………………………………………….. 99

5.3. El predio, accesos, circulación Interna y normas constructivas……………………. 106

5.4. Infraestructura – Servicios de Red …………………………………………………. 109

5.5. Las funciones de la administración, el consorcio de propietarios y la cámara

empresarial………………………………………………………………………………. 110

5.6. Normativa y exenciones impositivas……………………………………………….. 111

5.7. Factores de localización…………………………………………………………….. 112

Capítulo 6. El análisis industrial del PIP………………………………………………… 115

6.1. El desempeño del PIP en el contexto del comportamiento de la industria nacional.. 115

6.2. La evolución de la participación de empresas de capital nacional y extranjero……. 119

6.3. El análisis y la evolución de las ramas industriales………………………………… 123

6.3.1. La comparación con el nivel nacional……………………………………………. 123

6.3.2. La evolución de la conformación cuantitativa absoluta y relativa por sectores

económicos y ramas industriales, y por origen del capital……………………………… 127

6.3.3. El análisis de las tres ramas mayoritarias………………………………………… 138

6.4. Análisis de la evolución de la conformación relativa por grandes divisiones

industriales del PIP……………………………………………………………………… 140

6.5. Análisis de la evolución de las empresas radicadas en el PIP, en función de las

listas de las quinientas y las mil empresas de mayor facturación de Argentina,

publicadas por la Revista Mercado……………………………………………………… 144

Reflexiones finales………………………………………………………………………. 151

Anexo …………………………………………………………………………………… 161

Listas de empresas radicadas en el PIP (1994-2007)…………………………………..... 161

Reglamento del uso del suelo del PIP…………………………………………………… 178

Empresas del PIP (1991-2007)………………………………………………………….. 181

Partido de Pilar. Usos del suelo…………………………………………………………. 200

Bibliografía……………………………………………………………………………… 202

Otras fuentes utilizadas………………………………………………………………….. 209

Testimonios orales............................................................................................................. 211

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ÍNDICE DE CUADROS, FIGURAS, GRÁFICOS Y MAPAS

Gráfico Nº 1: El óptimo social………………………………………………………….. 24

Figura Nº 1. La planificación física de parques industriales……………………………. 44

Cuadro Nº 1. Parques industriales. Criterios para su clasificación, variables y ejemplos

en Argentina…………………………………………………………………………….. 46

Mapa Nº 1. Parques Industriales en la RMBA………………………………………….. 79

Mapa Nº 2. Agrupamientos industriales de la Provincia de Buenos Aires……………... 90

Mapa Nº 3. Áreas industriales del Partido de Pilar........................................................... 92

Mapa Nº 4. Localidades del Partido de Pilar…………………………………………… 94

Mapa Nº 5. Partido de Pilar. Partidos limítrofes, el PIP, autopistas, vías férreas,

accesos y red hidrográfica………………………………………………………………. 95

Cuadro Nº 2. Datos demográficos de Pilar……………………………………………... 97

Gráfico Nº2. Evolución de la población del partido de Pilar…………………………… 98

Mapa Nº 6. Carta topográfica del PIP y sus alrededores……………………………….. 101

Mapa Nº 7. PIP: Fracciones, lotes, calles y acceso original……………………………. 103

Gráfico Nº 3: Evolución del PBI industrial 1990-2007 (en porcentaje e índice base

1993=100)………………………………………………………………………………. 116

Cuadro Nº 3. Cantidades de plantas industriales del PIP………………………………. 117

Gráfico Nº 4. Cantidad de Empresas radicadas, sobrevivientes y acumuladas a partir

de cada listado………………………………………………………………………….. 117

Cuadro Nº 4. Altas, bajas, saldos y sobrevivientes……………………………………... 119

Cuadro Nº 5. Evolución y porcentajes de empresas nacionales y extranjeras……. 121

Gráfico Nº 5. Evolución de la participación porcentual del capital nacional y

extranjero……………………………………………………………………………….. 122

Gráfico Nº 6. Evolución porcentual de la diferencia entre empresas de capital nacional

y extranjero……………………………………………………………………………... 122

Cuadro Nº 6. Desempeño de las ramas industriales durante la posconvertibilidad en

función de sus actuaciones en el transcurso del período convertible…………………… 125

Cuadro Nº 7. Evolución y porcentajes de la cantidad de empresas por rama industrial,

respecto del total de las empresas industriales del PIP…………………………………. 126

Cuadro Nº 8. Evolución y porcentajes de la cantidad de empresas por sector

económico y rama industrial, respecto del total de las empresas del PIP………………. 134

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Cuadro Nº 9. Empresas por ramas industriales según el origen del capital: nacional (N)

o extranjero (E)…………………………………………………………………………. 135

Cuadro Nº 10. Empresas por ramas industriales según el origen del capital: nacional

(N) o extranjero (E), por períodos………………………………………………………. 136

Cuadro N° 11. Valores absolutos y porcentajes del total de empresas industriales de

las tres ramas mayoritarias y el resto del parque industrial, anuales y por períodos…… 139

Cuadro Nº 12. Saldos de las tres ramas industriales mayoritarias y las ramas restantes

por períodos, según el origen del capital………………………………………………... 139

Cuadro Nº 13. Empresas y saldos según grandes divisiones, por períodos…………….. 142

Cuadro Nº 14. Empresas nacionales y extranjeras y sus diferencias según grandes

divisiones, 1994-2007…………………………………………………………………... 143

Cuadro Nº 15: Empresas del PIP y porcentajes por intervalos del ranking de las 1000

empresas de mayor facturación de Argentina…………………………………………... 146

Cuadro Nº 16. Cantidades y porcentajes de empresas de capital nacional (N) y

extranjero (E) entre las 1000 empresas nacionales de mayor facturación……………… 147

Cuadro Nº 17. Ramas industriales. Cantidades absolutas y porcentajes entre las 500 y

las 1000 de mayor facturación de Argentina……………………………………………. 147

Cuadro Nº 18. Grandes divisiones. Cantidades absolutas y porcentajes entre las 500 y

las 1000 empresas de mayor facturación en Argentina…………………………………. 149

Mapa Nº 8: PIP: Fracciones, lotes, calles, accesos y cuadrícula de ubicación…………. 162

Figura Nº 2: Listas del PIP: junio de 1994; julio de 1997; mayo de 1998; marzo, junio

y septiembre de 1999; abril de 2002; junio de 2006; y agosto y diciembre de 2007…… 162

Cuadro Nº 19. Empresas presentes en el PIP, según origen del capital, distintas listas,

actividades principales, ramas industriales y firmas no industriales, en el período

1994-2007………………………………………………………………………………. 181

Mapa Nº 9. Partido de Pilar. Zonificación 2001………………………………………. 200

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Introducción

Desde comienzos de la década de 1990, en Argentina, se produjeron dos fenómenos que

alteraron el patrón de localización industrial. Por un lado, se revirtió el proceso de

desconcentración que había experimentado la actividad industrial durante la década anterior,

al quedar fuera de vigencia los regímenes de promoción industrial, y por el otro, a escala de la

Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA), se advierte en la periferia, de la mano de la

sociedad entre el Estado y el capital privado, una tendencia a la proliferación de

emprendimientos urbanísticos privados y algunas actividades industriales, que contribuye a

generar nuevos centros de actividad, propiciando un tipo de metropolización difusa o

policéntrica, favorecida por el reacondicionamiento de la infraestructura de transportes y

comunicaciones, la diferencia de los precios de la tierra con respecto a los de las áreas

centrales y la necesidad por parte de la industria de superar los conflictos surgidos entre los

distintos usos del suelo y dar respuesta a las nuevas demandas organizacionales de las firmas.

A su vez, esta reemergencia del protagonismo de algunas zonas de la RMBA

(preferentemente las áreas de influencia del Acceso Norte: ramales Campana, Pilar y Tigre),

se sustenta fundamentalmente en la conformación y desarrollo del MERCOSUR.

Simultáneamente, desde la perspectiva macroeconómica, la promulgación de la Ley de

Convertibilidad en 1991 y la puesta en práctica de un conjunto de políticas neoliberales, que a

la par de profundizar el proceso de desindustrialización –iniciado en 1976–, implicó la

aplicación de incentivos en diversas políticas sectoriales, en un contexto de creciente

alineamiento con la economía internacional. Estas medidas posibilitaron la concreción de las

condiciones necesarias para el arribo de un considerable volumen –en términos relativos– de

inversión extranjera directa (IED). Estos capitales se dirigieron, preferentemente, hacia las

empresas públicas privatizadas, el sector servicios y algunos segmentos privilegiados de la

industria manufacturera.

La conjunción de estos procesos, –la reconcentración industrial en la RMBA, a nivel

nacional; la desconcentración industrial a escala de la RMBA, la llegada a Argentina de IED

industrial y la alianza entre el Estado y el capital privado– favoreció la concreción de

numerosas inversiones industriales en las áreas antes mencionadas de la periferia de la RMBA

y muy especialmente en el Parque Industrial Pilar (PIP), que sufrió un crecimiento notable y

repentino de su ocupación.

En este sentido, el tema de esta investigación consiste en cómo los distintos actores y

agentes económicos, que interactúan en la conformación del PIP, posibilitaron su expansión,

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en un contexto macroeconómico tendiente a la reducción, en términos absolutos, del sistema

industrial en Argentina.

En el actual contexto en el que se desenvuelve la economía mundial, el espacio

geográfico se presenta cada vez más fraccionado por las actividades económicas,

produciéndose un intenso proceso de especialización territorial, que da como resultado una

disociación espacial de la producción, el consumo y la industria con respecto al uso

residencial del suelo, generándose transformaciones en los esquemas tradicionales de

localización de las distintas actividades, especialmente en las metrópolis.

De esta manera, se asocia al parque industrial a un conjunto más amplio de

regulaciones del suelo que tiende a diferenciar territorialmente a las funciones urbanas. Esta

diferenciación se manifiesta en una gran segregación del territorio cuya principal

característica es la consolidación de espacios autocontenidos (tanto en el ámbito residencial

como en el industrial y el de consumo), tal como se observa en la morfología de los barrios

privados o cerrados, clubes de campo, countries, shopping centers, hipermercados y centros

de entretenimientos y espectáculos. Estas nuevas formas de organización del espacio urbano

fueron introducidas en el ámbito de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA),

principalmente, por el desempeño del capital global (Briano Fritzsche, Vio y Rivadulla,

2001).

En la RMBA, los parques industriales adquirieron auge en la década de 1990 a partir

de dos iniciativas. Por un lado, desde el sector público, como un intento deliberado de

reordenar territorialmente la actividad industrial y, en especial, de promover la atracción de

actividades productivas en aquellos territorios menos industrializados a fin de incentivar el

desarrollo local. Por otra parte, desde la inversión privada, se consolidaron como un negocio

inmobiliario novedoso, que prometía ganancias interesantes, ya que se aprovechó el

cuestionamiento creciente a la actividad industrial en zonas de predominio residencial del

suelo, en un contexto de acentuada polarización de los precios de la tierra (Briano Fritzsche,

Vio y Rivadulla, 2001). En este contexto, dicho auge fue, predominantemente, fruto del

creciente valor simbólico alcanzado por el notable desarrollo del PIP.

Los antecedentes de parques industriales en el ámbito metropolitano de Buenos Aires

se remontan a 1969 con la inauguración del Centro Industrial Parque Oks, en la localidad de

Garín, Partido de Escobar y a 1973, con la del PIP, de mucha mayor extensión que el anterior,

ambos llevados a cabo por la empresa Lago Verde S.A.. Mientras que el primero completó su

capacidad en una década, la maduración del PIP resultó bastante lenta, hasta tomar un notable

impulso durante la década de 1990, como sitio de implantación selectiva del capital global, al

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reestablecerse las condiciones de competencia interterritorial “más igualitarias” a escala

nacional. Esto se debió, en gran medida, al agotamiento de los regímenes de promoción

industrial puestos en marcha décadas atrás. Sin embargo, a pesar de estas dos experiencias, el

desarrollo de la oferta de parques industriales en la RMBA puede considerarse tardío en

relación con el de la totalidad del territorio nacional.

Los primeros proyectos de parques en Argentina datan de las décadas de 1950 y 1960,

aunque en la mayoría de los casos sufrieron atrasos de años y hasta de décadas en sus puestas

en marcha. En 1980 se pusieron en funcionamiento una serie de parques industriales, se

poblaron de plantas parques que durante años estuvieron inactivos como los de La Rioja y

San Juan, y surgieron nuevos proyectos de parques y otras aglomeraciones industriales,

estimulados por políticas de promoción industrial regional (Borello, 1998). A mediados de la

década de 1990, existían alrededor de 200 aglomeraciones industriales planificadas,

localizadas mayoritariamente en provincias con trayectorias industriales breves: San Luis, La

Rioja, Tierra del Fuego, Chubut y Entre Ríos.

Los parques industriales surgieron en provincias promocionadas con escaso o nulo

recorrido industrial, ya que el mercado de inmuebles industriales no pudo dar respuesta a

proyectos de tal envergadura, generados tan velozmente; mientras que los parques en Buenos

Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza han sido decididamente marginales (Borello, 1998).

En este sentido, el Partido de Pilar es, desde hace varias décadas, el escenario de un

conjunto de transformaciones territoriales en diversos ámbitos (urbano, periurbano y rural).

Entre ellas, cabe mencionar: la proliferación de emprendimientos inmobiliarios en una

magnitud inédita en la Argentina, el crecimiento de urbanizaciones populares segregadas, el

surgimiento de una nueva centralidad urbana, el desarrollo de una actividad industrial de gran

dinamismo, la recuperación y consolidación de la horticultura intensiva y la implantación y

mejoramiento de la infraestructura de transporte y comunicaciones.

El PIP fue inaugurado en 1973 y aunque durante los primeros años de actividad se

realizaron ventas de lotes a grandes empresas, en la década de 1980 la radicación de firmas

descendió significativamente, hasta llegar, en 1990, a una población de 60 plantas instaladas

en un parque industrial con capacidad para más de 300. A partir de ese momento experimentó

una notable aceleración tanto en la venta de lotes como en la radicación de plantas. Es así que,

a fines de 1999, sólo restaba comercializar el 4% de la superficie y existían 117 plantas en

actividad y 24 en construcción, en, aproximadamente, el 60% de los lotes vendidos.

Posteriormente, después del período de la crisis de 2001-2002, correspondiente a la salida de

la convertibilidad, el PIP recobró su ímpetu, vendiéndose en 2006 el último lote disponible y

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alcanzando las 175 empresas radicadas, a fines de 2007, con una tasa de instalación de

alrededor de quince plantas industriales anuales.

Además, el éxito del negocio inmobiliario de lotes industriales en el PIP, está

propiciando la propagación de la actividad con la concreción de varios proyectos de parques

tecnológicos e industriales en el Partido de Pilar, como el Parque Industrial Pilarica

(especializado en PyMEs, adyacente al PIP) y el Parque Tecnológico de la Universidad

Austral, en el predio de dicha universidad, ubicado en la localidad de Derqui (Partido de

Pilar).

Esta conjunción ha convertido al PIP en el factor de mayor agilidad y principal

referente de la actividad industrial en la región, tanto para los gobiernos locales –por la

imagen de modernidad y progreso que aglomeraciones industriales semejantes brindarían a

sus municipios– como para la actividad industrial, viabilizada por los distintos actores (el

Estado, el capital industrial –local y extranjero– y los desarrolladores inmobiliarios

industriales).

Si bien el proyecto de su construcción se remonta a 1969 y su inauguración a 1973, el

PIP adquiere su carácter paradigmático –como una nueva modalidad de implantación de la

industria en el territorio– recién a partir de las nuevas condiciones macroeconómicas

impuestas por las políticas neoliberales y la convertibilidad, que permitieron el desarrollo de

nuevos factores de localización que posibilitaron a algunas empresas –mayoritariamente

grandes y/o trasnacionales– instalarse en el PIP como forma de adopción de estrategias para

sobrellevar el proceso desindustrializador o el arribo de empresas extranjeras en Argentina,

atraídas por las potenciales ganancias que se generarían en el mercado interno, gracias al tipo

de cambio fijado por la convertibilidad.

La relevancia de esta investigación, desde el punto de vista cognitivo, radica en poder

dilucidar cómo en un contexto regresivo de la actividad industrial a nivel nacional, se produjo

una gran expansión selectiva de dicha actividad en el PIP. También –posteriormente al

agotamiento definitivo y la finalización del régimen de convertibilidad– resulta apreciable

explicitar la manera en cómo el PIP continuó con su desempeño favorable en el marco de

nuevas condiciones macroeconómicas, esta vez favorables al desarrollo industrial.

Desde una perspectiva social, la misma se justifica por el hecho de que, a partir del

crecimiento vertiginoso experimentado desde 1991 y hasta la actualidad –con una única

merma de su comportamiento, aunque conservando valores positivos, durante el período

1998-2002–, el PIP se ha convertido en un factor relevante de la metropolización del

periurbano en el norte de la RMBA, por lo que numerosos proyectos industriales, de

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infraestructura, de servicios y hasta residenciales, en dicho ámbito, se llevan a cabo bajo su

influencia.

De este modo, la dilucidación de tal peculiar comportamiento podría resultar un aporte

significativo, ya que ha otorgado al PIP, en gran medida, el protagonismo en el desarrollo de

las actividades industriales de la región. Del mismo modo, la explicación de la adaptación del

PIP a las nuevas y diferentes condiciones imperantes en la salida de crisis de 2001-2002,

tendientes a estimular nuevamente el desarrollo industrial, constituiría un contribución a la

temática enfocada en la relación industria-territorio en el norte de la RMBA en general y en el

Partido de Pilar en particular.

Concretamente, el problema que esta investigación pretende dilucidar, comprende los

siguientes interrogantes:

• ¿Cuáles son las cuestiones que permitieron que en pleno proceso de regresividad

industrial estructural, durante la vigencia del modelo neoliberal, el PIP haya adquirido un

comportamiento netamente expansivo, tanto a nivel industrial como inmobiliario?

• ¿En qué consiste el proceso de adaptación que el PIP experimentó para adecuarse a las

nuevas condiciones económicas favorables al desarrollo industrial, surgidas desde el fin

de la convertibilidad?

Para ello, el objetivo general que se plantea es el de describir, analizar y explicar el

desempeño del PIP, en el seno del proceso de desindustrialización y su posterior adecuación a

condiciones macroeconómicas favorables al desarrollo de la actividad industrial.

Además, se proponen los siguientes objetivos específicos:

1. Analizar la relación entre el conjunto de medidas económicas integrado por el shock de

políticas neoliberales y la convertibilidad, y la repentina expansión industrial que

experimentó el PIP.

2. Explicar cómo afectó a la dinámica del PIP la salida abrupta de la convertibilidad y la

consecuente crisis de 2001-2002.

3. Analizar el proceso de radicación del PIP según los sectores de la economía; las ramas

industriales; el origen del capital; las altas, bajas y sobrevivientes y el conjunto de las

empresas de mayor facturación de Argentina.

4. Plantear, a modo de hipótesis, las influencias que ha ejercido el PIP sobre la región en la

que está inserto.

5. Explicitar las vinculaciones del PIP con los distintos niveles estatales (nacional, provincial

y municipal).

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Las hipótesis que se utilizarán son:

1. El dinamismo que adquirió la RMBA, a partir de la aplicación del programa económico

neoliberal, obedeció a la adaptación de su espacio a las nuevas condiciones de producción,

circulación, distribución y consumo, introducidas a partir de la intensificación del proceso

de globalización y, en particular, desde la conformación del MERCOSUR. Este

dinamismo, estuvo sustentado principalmente por el papel primordial que desempeñó la

IED, que a la vez condicionó la inserción de la economía argentina en la división regional-

internacional del trabajo, favorecida por el proceso de integración.

2. El papel llevado a cabo por Lago Verde S.A. en la administración del PIP y sus vínculos

con los poderes estatales –tanto de la provincia de Buenos Aires como del municipio de

Pilar– fueron fundamentales para posibilitar el logro de las obras de infraestructura que

fueron necesarias.

Existen numerosos trabajos que afirman que la transformación de la organización

económica urbana y la reestructuración territorial de las actividades productivas están en

íntima relación con el proceso de globalización de la economía. En este contexto, se refuerza

el papel de las áreas metropolitanas que funcionan como un vínculo fundamental en la

articulación de los mercados internacionales (Harvey 1990 y 2000; Castells, 1996; Coraggio,

1994; de Mattos, 1998; Sassen, 1998).

En Argentina, las alteraciones que afectan al patrón de metropolización están

relacionadas con las transformaciones económicas y, particularmente, con el incremento y

sesgo de las inversiones que viabilizan las tendencias globalizantes del capitalismo flexible

(Ciccolella, 1992; Coriat, 1994; Gatto, 1990; Borello 1992, Lipietz y Leborgne, 1990;

Méndez y Caravaca, 1996; Méndez, 1997). Esta dependencia creciente respecto de las

condiciones capitalistas genera una presión a favor de la ampliación del mercado en el que

menos consumidores adquieren un mayor volumen de mercancías, tanto en términos relativos

como absolutos (Harvey 1982, 1990 y 2003). Asimismo, se lleva a cabo un masivo abandono

de infraestructuras y equipamientos industriales en tradicionales fragmentos urbanos

manufactureros y, simultáneamente, se revitalizan y consolidan nuevos espacios industriales

en los bordes de la RMBA. Asociada a esta tendencia, la ampliación y modernización de la

red vial, que ha sido favorecida por la inversión durante la década de 1990, se convierte en un

generador de nuevos procesos de urbanización, metropolización e industrialización Ciccolella,

1998a, 1998b y 1999; Bozzano 1999, Borello, Fritzsche y Vio, 2000; Fritzsche y Vio 2000a y

2000b, Fritzsche 2007, Álvarez de Célis , 1999)

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En primer lugar, la reestructuración metropolitana adopta: nuevas formas de

producción del espacio residencial; la difusión de grandes equipamientos de consumo,

entretenimiento, turismo y espectáculo; la ampliación, modernización, equipamiento y

localización de los distritos de comando; nuevas pautas de localización del capital industrial,

y el rediseño de la red de transporte metropolitano (Blanco, 1996 y 2000; Ciccolella, 1999;

Federico Sabaté, 2002; Prévôt-Schapira, 2003; Torres, 2001). Simultáneamente, se verifica

una relativa declinación de la industria como principal factor de urbanización, aunque

continúa como artífice del cambio espacial bajo nuevas formas, como los procesos de

crecimiento periférico, la revalorización de áreas centrales y la formación de nuevos enclaves

pericentrales de actividad, favoreciendo un tipo de metropolización difusa o policéntrica (de

Mattos, 1999, Méndez y Caravaca, 1996). En este marco, cobra cada vez más importancia el

papel del Estado local, en tanto comienza a implementar instrumentos de promoción para el

establecimiento de las actividades productivas, como por ejemplo, los numerosos proyectos

de parques, zonas y áreas industriales con exenciones impositivas, y los más escasos

proyectos de incubadoras de empresas y parques tecnológicos (Borello, 1998; Briano,

Fritzsche, Vio y Rivadulla, 2001; Briano, Fritzsche y Vio, 2003; CEB, 1999; DPDPI, 1999).

En segundo lugar, la localización industrial incluye las siguientes tendencias

recientes: la reconcentración de la industria en la RMBA, la periferización de la industria

hacia la tercera corona de la RMBA, el dinamismo industrial y protagonismo del eje norte –en

torno al Acceso Norte, ramales Campana y Pilar–, la importante participación de la Ciudad de

Buenos Aires en los indicadores industriales, el estancamiento y degradación de áreas

industriales tradicionales en la primera corona y la reconversión de antiguas zonas industriales

porteñas (Balbo y otros, 1996; Borello y otros, 2000; Bozzano, 1999, Schorr, 2006). Varias de

estas tendencias encuentran su fundamento en que la industria manufacturera proveedora del

mercado interno y, más precisamente, algunas ramas y firmas transnacionales que ingresan en

esquemas de producción regionales-globales –automotrices, autopartes y en menor medida

alimentos y bebidas– fueron una de las principales receptoras de la Inversión Extranjera

Directa (IED) reciente, constituyendo aproximadamente el 40% del total (Chudnovsky y

otros, 1995; Russo, 2000). Durante la década de 1990, de la mano de la reestructuración del

Estado y la puesta en práctica de un shock neoliberal y la convertibilidad, la RMBA ha

recuperado el protagonismo como el principal centro nacional de atracción de la inversión

industrial, revirtiendo la tendencia a la desconcentración experimentada en la década anterior

(Azpiazu, Basualdo y Shorr, 2001; Basualdo 2003 y 2006 ; Nochteff, 1999).

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En tercer lugar, el proceso de globalización en la RMBA se manifiesta a través de la

afluencia de IED a partir de la apertura económica, el protagonismo de la RMBA como nodo

articulador de redes, particularmente con el MERCOSUR y la implementación de estrategias

regionales-globales de las firmas transnacionales (Yoguel, 1998; Fritzsche, 2007).

Si bien estos procesos se desaceleraron progresivamente desde la recesión que

comenzó en 1998 hasta la crisis de 2001-2002, la salida de la convertibilidad, con la

consecuente devaluación de la moneda, posibilitó la recuperación generalizada del

dinamismo de las actividades industriales (Azpiazu y Schorr, 2008; Azpiazu, 2008; Fernández

Bugna y Porta, 2008).

Como consecuencia de esta reestructuración, el espacio geográfico se presenta cada

vez más fragmentado por el sistema económico, destacándose como efecto relevante el

proceso de especialización territorial. A la separación funcional y espacial de la producción y

el consumo se suma un proceso de autosegregación de la industria con respecto al uso

residencial del suelo, ya que la convivencia entre ambos usos resulta cada vez más conflictiva

(Borello, 1998; Bozzano, 1999). Como resultado, surgen cambios en los antiguos patrones de

localización de las actividades sociales y productivas en el ámbito geográfico metropolitano

(Topalov, 1979 Harvey 1977 y 2001; Lencioni, 2007).

En este sentido, la evolución negativa de la industria en las metrópolis está

contribuyendo a un progresivo abandono de espacios donde la rápida revalorización del suelo

favorece su sustitución por usos alternativos y es propiciada, en parte, por la estrategia de

traslado de las empresas afectadas por la crisis, como medio para sanear su economía,

reorganizar su personal y modernizar y redimensionar sus instalaciones. Como contraparte,

las áreas más alejadas de los centros metropolitanos están recibiendo un impulso industrial

creciente, motivado principalmente por una abundante oferta de suelo más barato, menores

controles urbanísticos y mejoras en las vías de transporte (Méndez y Caravaca 1996, Briano y

Fritzsche, 2008).

De esta manera, el parque industrial integra un conjunto más amplio de regulaciones

del uso del suelo que tiende a diferenciar territorialmente las funciones urbanas. Esta

diferenciación se manifiesta en una segregación del territorio cuya principal característica es

la consolidación de espacios autocontenidos tanto en el ámbito residencial como en el

industrial y el de consumo (ONUDI, 1979, Briano Fritzsche y Vio, 2003).

En la RMBA, los parques industriales adquieren auge en la década del noventa, a

partir de dos iniciativas. Por un lado, desde el sector público, con el propósito –al menos

desde el discurso– de reorganizar territorialmente la actividad industrial y, en especial, de

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promover la atracción de actividades productivas en aquellas zonas menos industrializadas,

como un intento de lograr el desarrollo local. Por otra parte, desde la inversión privada, se

consolidan como un producto inmobiliario novedoso, que promete ganancias significativas,

ya que se aprovecha de un contexto en el que se cuestiona crecientemente el impacto que

provoca la presencia de la actividad industrial en zonas en las que predomina el uso

residencial del suelo (Garay, 1994; Briano y Fritzsche, 2008 y 2009). Este auge es en parte

fruto del creciente valor simbólico que han adquirido a partir del éxito del PIP en la atracción

de flujos de IED. A su vez, constituyen una muestra local de la competencia interterritorial, a

escala intrametropolitana, por la atracción de inversiones industriales, bajo la premisa de que

los PI reflejan cierta imagen de competitividad territorial de los municipios (Fritzsche y Vio,

2000a; Briano, 2002; Briano y Fritzsche, 2007 ).

Aunque existen numerosos trabajos que abordan las transformaciones territoriales e

industriales en la RMBA, ninguno todavía ha tomado como objeto de estudio al PIP y su

condición de referente en el proceso de urbanización que está llevándose a cabo.

El marco teórico de la investigación tomará como referencia los aportes que han

descrito el pasaje de la fase capitalista fordista a la posfordista o flexible, en el marco del

advenimiento del paradigma posmodernista (Harvey, 1990; Méndez y Caravaca, 1996). De

este modo, la investigación se centrará en explicar los procesos que posibilitaron el

desempeño satisfactorio del PIP, durante la reestructuración heterogénea y regresiva de la

actividad industrial, en la década de 1990 y, posteriormente, desde el fin de la convertibilidad

hasta el año 2007, en un contexto expansivo de la industria, en el marco de las

transformaciones territoriales e industriales resultantes del tránsito del Estado de bienestar en

crisis al Estado neoliberal (Ciccollela, 1998a, y 1999; Fritzsche y Vio, 2000, 2002 y 2005).

Para dar respuesta a estas cuestiones se utilizarán estrategias propias del paradigma

cualitativo.

El trabajo de campo consiste también en la recolección de información para

confeccionar una base de datos que permita conocer, lo más exhaustivamente posible, cómo

fue el proceso de ocupación del PIP por parte de las empresas industriales y de servicios,

desde sus inicios en 1973 hasta el año 2007, y así poder, utilizando técnicas cualitativas y

cuantitativas combinadas, identificar diversas etapas. Por otro lado, será necesario inventariar

todos los fenómenos y transformaciones en el área de influencia de la investigación (Pilar y

partidos vecinos), de muy variada índole (industriales, residenciales, de servicios,

infraestructura de transportes y comunicaciones, etc.), que estén relacionados de algún modo

con el PIP, a fin de cumplir los objetivos planteados.

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En este sentido, la información cuantitativa necesaria para poder realizar la

investigación, es la siguiente:

• Los listados de empresas ocupantes del PIP, desde 1990, con sus respectivas actividades

primarias y secundarias, fechas de compra de lotes y de iniciación de actividades y

ubicación de lotes en el parque industrial.

• La evolución del personal ocupado y la riqueza generada en el PIP.

• El origen del capital de las empresas radicadas en el PIP.

Este trabajo está constituido por esta introducción, seis capítulos, las reflexiones

finales y un anexo.

En el primer capítulo se plantea el marco teórico, que consta de la discusión acerca de

la eficiencia capitalista –a partir del concepto de la mano invisible del mercado y la noción de

externalidad económica– y las críticas a las teorías clásica y neoliberal, desde posiciones

keynesianas y marxistas. A continuación, se plantean las diversas formas de ineficiencia que

adopta el proceso de reproducción de las relaciones capitalistas, en el transcurso de su

desarrollo, las cuales son explicadas por medio del concepto de acumulación por desposesión.

Posteriormente, se explicitan la tendencia intrínseca del modo de producción capitalista a

sufrir crisis de hiperacumulación y las opciones aplicadas para superarlas,

circunstancialmente, donde quedan de manifiesto los límites de la reproducción ampliada del

capital y, en definitiva, el carácter dual del capital: su reproducción ampliada y la

acumulación por desposesión. Finalmente, para concluir esta cuestión, se analiza la

ineficiencia capitalista en el ámbito de las transformaciones territoriales urbanas.

En el capítulo segundo se analizan aspectos teórico-metodológicos referidos al

concepto de parque industrial. En primer lugar, se explora la idea del parque industrial como

estrategia espacial eficiente, en un marco general de debilitamiento de las barreras espaciales,

en el contexto de la globalización neoliberal. Inmediatamente, se realizan algunas

consideraciones sobre la relación entre parques industriales, científicos y tecnológicos con la

organización industrial. A posteriori, se plantean las estrategias metodológicas referidas a

cómo investigar un parque industrial. Por último, para concluir el capítulo, se realiza un

análisis teórico acerca de los factores de localización de la empresa industrial.

El tercer capítulo se ocupa de las transformaciones económicas ocurridas en el

transcurso del neoliberalismo: la desindustrialización durante la convertibilidad, caracterizada

como una reestructuración regresiva y heterogénea de la industria y la recuperación de la

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actividad industrial durante la posconvertibilidad, en el contexto de la continuidad de

numerosas prácticas y disposiciones de la etapa convertible.

El capítulo cuarto trata sobre las transformaciones industriales y territoriales en la

RMBA entre 1990 y 2007. En primer lugar, se aborda la reestructuración industrial

metropolitana en el contexto del capitalismo flexible. Posteriormente, se analizan las

transformaciones económicas e industriales en la RMBA y el papel del parque industrial en la

reestructuración territorial de la industria. Consecutivamente, se realizan algunas reflexiones

acerca de los parques industriales de la RMBA y su relación con la organización industrial

metropolitana. Por último, se analizan las influencias territoriales e industriales del PIP y se

realiza la caracterización del PIP como el caso emblemático de un nuevo patrón territorial

industrial, en la RMBA.

El quinto capítulo aborda el surgimiento y desarrollo del PIP, y los actores

intervinientes. Para ello, se parte de un panorama del Partido de Pilar, su división político-

administrativa, su dinámica poblacional y la red de transportes que lo intercomunica. A

continuación, se profundiza acerca de la historia del proyecto y las gestiones realizadas por la

empresa desarrolladora para conseguir la aprobación de las infraestructuras diseñadas y su

posterior construcción. Seguidamente, se realiza una caracterización de las particularidades

físicas del predio de emplazamiento, las vías de circulación interna del PIP, las normas

productivas utilizadas, la infraestructura y los servicios de red, el papel que desempeña la

administración, el consorcio y la cámara de empresarios (CEPIP), la normativa a la que se

acoge el PIP y las exenciones impositivas que ofreció durante su desarrollo, a las firmas

radicadas en él y, finalmente, los factores de localización considerados por los desarrolladores

del PIP, como de las empresas industriales en él radicadas.

En el capítulo sexto, se analiza la evolución de la ocupación del PIP. Para ello, a partir

de una partición del período considerado (1991-2007: 1991-1998, 1998-2002 y 2002-2007),

se realiza una comparación del comportamiento del PBI industrial nacional, con los distintos

ritmos de poblamiento del PIP. Luego se incorporan al análisis, la distinción entre empresas

de capital nacional y extranjero, el comportamiento de las distintas ramas industriales, el

sector servicios y las grandes divisiones industriales presentes en el PIP. Por último, se

cuantifica la participación de las empresas del PIP en las listas de las 500 y las 1000 empresas

de mayor facturación, en diversos años, radicadas en Argentina.

Por último, en las reflexiones finales, se realiza una síntesis de los aspectos salientes

del trabajo y se plantean resumidamente las afirmaciones realizadas durante la investigación,

en función de los objetivos propuestos en la introducción.

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Capítulo 1. Cuestiones teóricas económicas y urbanas. La discusión del concepto de

“eficiencia capitalista”

1.1.1. La mano invisible del mercado, las externalidades y las críticas a la teoría clásica

Para introducir a este debate, se partirá de una afirmación del filósofo André Comte-

Sponville, realizada en una entrevista al diario La Nación de Buenos Aires, en diciembre de

2006: “El capitalismo no tiene por qué ser moral o inmoral: le basta con ser eficiente. Y si es

eficiente es justamente porque toma a los hombres tal como son. Como seres egoístas” (La

Nación, 20/12/2006).

Esta tesis se basa en la dimensión imperceptible que Adam Smith define como mano

invisible: “sin duda, por lo general, él (cada individuo) no entiende cómo conseguir el interés

público ni sabe cuánto lo está buscando. (...) y dado que conduce esa industria tratando de

maximizar el valor de su producto, considera sólo su ganancia y en este caso, tanto como en

muchos otros, una mano invisible lo guía a buscar un fin que él no consideraba. A menudo, él,

al perseguir su propio interés, favorece la búsqueda del interés de la sociedad de manera

mucho más efectiva que si tuviera esa intención. Nunca he visto que se haya alcanzado mucho

por parte de los que pretenden buscar el bien público.” (Smith, 1776, en Poma, 2000: 382).

Según Alfredo Monza este principio “apunta a una evaluación de los méritos relativos de la

forma capitalista de organización social desde el punto de vista de su deseabilidad y de su

habilidad para cumplir ciertos cometidos, por oposición a formas alternativas (reales o

ideales) de organización comunitaria” (Monza, 2004: 23).

La mano invisible se refiere al carácter autorregulatorio que presenta el sistema de

mercados propio de la economía de mercado. Esta modalidad económica, surgida en el

transcurso de la Primera Revolución Industrial, consiste en una forma de organización

económica totalmente novedosa1, a pesar de las afirmaciones masivas en contra, que desde el

siglo XIX se esgrimen en los círculos académicos. Este “mal entendido” está basado en la

afirmación sugerida por Adam Smith según la cual la división del trabajo depende de la

propensión del hombre a intercambiar una cosa por otra2. Más de 150 años después, esta

falacia había sido repetida hasta el hartazgo por una multitud de científicos sociales y había

1 “..., la ganancia y el beneficio obtenidos en el intercambio no desempeñaron jamás una parte tan importante en la economía humana. Aunque la institución del mercado era bastante común desde finales de la Edad de piedra, su papel era sólo incidental en la vida económica.” (Polanyi, 1944: 91). 2 “La división del trabajo, un fenómeno tan antiguo como la sociedad, surge de diferencias inherentes en los hechos del sexo, la geografía y la dotación individual; y la supuesta propensión del hombre a trocar, comerciar e intercambiar es casi enteramente apócrifa.” (Polanyi, 1944: 92).

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sido convertida en axioma de las disciplinas sociales (Polanyi, 1944). “… La fuente y la

matriz del sistema era el mercado autorregulado. Fue esta innovación la que originó una

civilización específica (...) y produjo un bienestar material sin precedente. (...) La clave del

sistema institucional del siglo XIX se encontraba en las leyes gobernantes de la economía de

mercado. [Sin embargo], la idea de un mercado autorregulado implicaba una utopía total. Tal

institución no podría existir durante largo tiempo sin aniquilar la sustancia humana de la

sociedad; habría destruido físicamente al hombre y transformado su ambiente en un desierto”

(Polanyi, 1944: 49).

Los pensadores liberales creían que las fuerzas autoreguladoras del mercado –

considerado por ellos como el centro de la sociedad– debían ser complementadas por medio

de intervenciones correctivas estatales, con el fin de mantenerlo controlado. De manera

diferente, el neoliberalismo adhiere a la idea de la mano invisible pero le asigna al mercado el

papel de societas perfecta sin restricciones: la totalidad concreta de la división del trabajo y la

naturaleza es sustituida por la totalidad abstracta del mercado total y su equilibrio general.

Gracias a la fuerza mágica de la mano invisible el mercado crea una armonía general. En este

caso, las fallas nunca son del mercado mismo, sino de las distorsiones que el mercado sufre:

las crisis surgen ante la totalización imperfecta del mercado (Hinkelammert, 1993).

“El neoliberalismo es una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la

mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el libre

desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un

marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres

y libertad de comercio. El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional

apropiado para el desarrollo de estas prácticas. Por ejemplo, tiene que garantizar la calidad y

la integridad del dinero. Igualmente, debe disponer las funciones y estructuras militares,

defensivas, policiales y legales que son necesarias para asegurar los derechos de propiedad

privada y garantizar, en caso necesario mediante el uso de la fuerza, el correcto

funcionamiento de los mercados. Por otro lado, en aquellas áreas en las que no existe mercado

(como la tierra, el agua, la educación, la atención sanitaria, la seguridad social o la

contaminación medioambiental), éste debe ser creado, cuando sea necesario, mediante la

acción estatal. Pero el Estado no debe aventurarse más allá de lo que prescriban estas tareas.

La intervención estatal en los mercados (una vez creados) debe ser mínima porque, de

acuerdo con esta teoría, el Estado no puede en modo alguno obtener la información necesaria

para anticiparse a las señales del mercado (los precios) y porque es inevitable que poderosos

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grupos de interés distorsionen y condicionen estas intervenciones estatales (en particular en

los sistemas democráticos) atendiendo a su propio beneficio” (Harvey, 2005: 6-7).

Sin embargo, la proposición de Comte-Sponville acerca de la falta de necesidad en el

capitalismo de una dimensión moral, debido a la supuesta eficiencia intrínseca del sistema

económico, disiente con las interpretaciones de Monza y Lucio Poma, en un intento de

desligarse del carácter indudablemente moralista de la afirmación de Smith. Según el primero,

“El carácter paradójico del principio de Smith puede ser interpretado como un intento de

conciliar ciertas normas morales a las que él no podía sentirse ajeno, con las características

del nuevo sistema económico en formación, en su época, que estaban dadas por una tenaz y

abierta competencia en pos de beneficios materiales, en el contexto de una estructura social de

mercados. Desde este punto de vista, el principio de la mano invisible constituye

evidentemente una racionalización de la ideología del capitalismo liberal en ascenso. La idea

de la existencia de un principio de coordinación y armonía intrínseco al funcionamiento de un

sistema social complejo y aparentemente caótico, basado además en motivaciones personales

moralmente recriminables, constituye la transposición de las ideas filosóficas del orden

natural al campo de la teoría económica” (Monza, 2004: 23).

Por su parte, Poma afirma que “la mano invisible va más allá de la dimensión

económica: no se trata de un concepto económico [debido a la constante influencia del

pensamiento teológico sobre Adam Smith (Hirschman, 1991)], pero permite el

funcionamiento del sistema económico basado en el intercambio y en la división del trabajo”

(Poma, 2000: 382).

Por otro lado, el carácter eficiente del capitalismo planteado por Comte-Sponville se

funda en la solución que brinda la teoría neoclásica al problema de la eficiencia, que implica

la solución simultánea de los problemas de eficiencia en la producción y en la distribución. El

conjunto de las asignaciones eficientes constituye el “óptimo paretiano” e incluye situaciones

con niveles de bienestar nulos y muy pequeños para algunos consumidores.

La indeterminación introducida por la multiplicidad del óptimo paretiano es resuelta

teóricamente por medio del Teorema Fundamental de la Economía del Bienestar: en una

economía de decisiones de producción y consumo descentralizadas, el libre funcionamiento

de los mercados genera un resultado óptimo en el sentido paretiano, siempre que se satisfagan

los siguientes supuestos: que exista competencia en los mercados y ausencia de efectos

externos, de indivisibilidades y de costos crecientes. Este teorema es la expresión moderna del

principio de la mano invisible y constituye el basamento de la doctrina económica liberal. Su

validez teórica depende de los supuestos antes mencionados y de otros específicos que

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contiene el modelo walrasiano3. Una implicancia evidente e importante de este resultado

teórico es que la consecución de la eficiencia no garantiza la obtención de la equidad, y por

otro lado, el aumento de la desigualdad social perjudica notablemente a la eficiencia

económica y frena el crecimiento (Stiglitz, Clarín iEco 23/9/12). La solución a este problema

es de carácter normativo y puede ser resuelto introduciendo una función de naturaleza

valorativa sobre el bienestar social. En este caso, sería socialmente deseable un óptimo de

Pareto igualitario e inclusive, una asignación equitativa aunque ineficiente (Monza, 2004).

De todos modos, la “eficiencia” neoclásica sería alcanzada excepcionalmente –con la

condición de que se cumplan simultáneamente todos los supuestos paretianos y walrasianos–,

gracias a la externalización de costos; en otras palabras, la falta de incorporación de gastos a

la contabilidad empresarial y la ausencia de estos cargos en los precios finales que paga el

consumidor. En este caso, la cantidad de producción que reporta la máxima ganancia

empresarial privada, es aquella donde se intersectan las curvas de costo marginal e ingreso

marginal (qm; pm) (ver gráfico 1). Sin embargo, este nivel de producción no toma en cuenta

las externalidades que produce la empresa y que no aparecen en el mercado. Las conclusiones

de la teoría económica neoclásica acerca de la eficiencia de la competencia pura y el libre

mercado, se basan explícitamente en la premisa de la ausencia de las externalidades.

Para determinar el óptimo social de producción es necesario tomar en cuenta también

los costos “externos”, pudiéndose definir los costos sociales como la suma de los costos

privados y los costos externos. Por lo tanto, la intersección de las curvas de costos sociales

marginales y de ingreso marginal indicará la producción óptima social (q*) que será menor

que la producción óptima privada (qm), y el precio óptimo social (p*), qué será mayor al

precio de mercado (pm) (ver cuadro 1). Cuando se incluyen en los cálculos los costos

externos, las cantidades y los precios óptimos respecto al mercado ya no son óptimos desde el

punto de vista social (van Hauwermeiren, 1998). “(...) nada podría estar más alejado de la

verdad que afirmar que el proceso económico es una cuestión aislada y circular, tal como lo

representa el análisis tradicional (...). El proceso económico está cimentado sólidamente en

una base material sujeta a determinadas restricciones. En razón de estos obstáculos el proceso

económico tiene una evolución unidireccional irrevocable. En el mundo de la economía

[neoclásica], sólo el dinero circula en dos direcciones de un sector económico a otro (...). Si se

3 Los supuestos principales introducidos por el modelo walrasiano en la teoría del equilibrio general son los siguientes: a) existencia generalizada de amplia sustitución en el consumo entre todos los bienes y todas las familias; b) existencia generalizada de amplia sustitución en la producción entre todos los recursos y todas las familias; c) los consumidores y productores actúan “racionalmente; y d) existencia de competencia en los mercados (Monza, 2004). La convexidad de las preferencias y de las tecnologías es un supuesto específico necesario para la existencia del equilibrio general.

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considera esto último parecería que los economistas [neoclásicos] (...) han sucumbido ante el

peor fetichismo económico: el monetario” (Georgescu-Roegen, 1971; en van Hauwermeiren,

1998).

Gráfico Nº 1: El óptimo social

Fuente: Field (1994), en van Hauwermeiren (1998).

Por otro lado, y opuestamente a Smith y a Comte-Sponville, Poma, citando a Keynes,

afirma: “ ‘(...) la conclusión de que los individuos que actúan independientemente para

conseguir su ventaja producen el máximo volumen total de riqueza, depende de un conjunto

de supuestos irreales: que los procesos productivos y de consumo no sean de ninguna manera

de naturaleza orgánica, que exista un grado suficiente de conocimiento previo sobre las

condiciones y las necesidades, que existan adecuadas posibilidades para conseguir estos

conocimientos’ (Keynes, 1926). La ‘mano invisible’ puede convertir a la ventaja individual en

bienestar colectivo sólo si existe un adecuado grado de conocimiento e información. Si esto

no existe, dicha distribución ‘natural’ de los recursos no consigue su objetivo ni genera las

condiciones y los fundamentos racionales para que se desarrollen intervenciones públicas en

economía” (Poma, 2000).

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De manera más amplia, en la Teoría General, Keynes (1936) cuestiona

sistemáticamente a la teoría económica clásica, cuestionamiento que es aplicable a la teoría

neoclásica, ya que se basa en aquélla: “Voy a demostrar que la teoría clásica se pueden aplicar

solamente en un caso especial y no de manera general, ya que la situación que supone

constituye un caso límite de las posibles posiciones de equilibrio”, (161); “(...) una grave falla

que tienen los métodos simbólicos pseudo-matemáticos que se usan para formalizar un

sistema de análisis económico, está constituida por el supuesto acerca de la existencia de una

estricta independencia entre los factores considerados y que pierden toda su efectividad y

autoridad si se abandona esta hipótesis” (465); “Nuestra crítica a la teoría económica clásica,

aceptada por la mayoría, consiste no sólo en identificar fallas lógicas en su análisis, sino

también en indicar que sus supuestos tácitos nunca o casi nunca están presentes, y que, por lo

tanto, no puede solucionar los problemas económicos del mundo real” (Keynes, 1936: 549).

1.2. El desarrollo del capitalismo, su ineficiencia en la esfera social y la acumulación por

desposesión4

Rosa Luxemburg (1912, en Harvey, 2003) afirma que la acumulación de capital como

proceso histórico tiene un carácter dual: por un lado, se presenta como un proceso puramente

económico –la reproducción ampliada del capital– que se da en los lugares de producción del

plusvalor, entre los capitalistas y los trabajadores asalariados, dentro de los límites del

intercambio de mercancías, donde reinan como formas la paz, la propiedad y la igualdad5. El

otro aspecto de la acumulación de capital ocurre entre el capital y las formas de producción no

capitalistas y capitalistas periféricas, tal como lo plantean Meillasoux (1975) en la aplicación

de la teoría de las formaciones precapitalistas a los capitalismos denominados periféricos, y

Karl Polanyi, quien siguiendo a Lenin6, afirma que “los negocios y las finanzas fueron

responsables de muchas guerras coloniales” (Polanyi, 194: 62). Este proceso se desarrolla en

la escena mundial, mediante métodos tales como la política colonial, el sistema de empréstitos

internacionales, la política de intereses privados y la guerra.

4 Esta sección está basada principalmente en Briano y Fritzsche, 2007a. 5 El análisis científico ha descubierto “cómo en la acumulación el derecho de propiedad se convierte en apropiación de propiedad ajena, el cambio de mercancías en explotación, la igualdad en dominio de clases” (Luxemburg, 1912; en Harvey, 2003: 111) 6 “Su afiliación íntima con las industrias pesadas llevó a Lenin a afirmar que el capital financiero era responsable del imperialismo, sobre todo de la lucha por esferas de influencia, concesiones, derechos extraterritoriales, y las innumerables formas en que las potencias occidentales estrangulaban a las regiones atrasadas para invertir en ferrocarriles, servicios públicos, puertos y otros establecimientos permanentes en los que sus industrias pesadas obtenían beneficios” (Polanyi, 1944: 62).

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En este sentido, Polanyi afirma: “Las organizaciones bancarias nacionales, sin las

cuales no podían funcionar las finanzas internacionales, actuaban a menudo como los

cómplices de sus respectivos gobiernos, y ningún plan estaba seguro si no aseguraba por

adelantado el botín de cada participante. Sin embargo, las finanzas del poder no eran a

menudo la víctima sino el beneficiario de la diplomacia del dólar que proveía los huesos de

acero al guante de terciopelo de las finanzas. Porque el éxito de los negocios involucraba el

uso despiadado de la fuerza en contra de los países más débiles, el soborno a gran escala de

las administraciones atrasadas, y el uso de todos los medios clandestinos para la obtención de

fines familiares a la selva colonial y semicolonial” (Polanyi, 1944: 60).

De manera similar, Rosa Luxemburg (1912; en Harvey, 2003) sostiene que el

comercio entre el capital y las formaciones sociales no capitalistas proporciona la única forma

eficaz de estabilizar el sistema. Si esas formaciones sociales o territorios se muestran reacias a

comerciar, se les debe obligar por la fuerza de las armas. Además, si pretendieran organizarse

como capitalistas, el capital debería impedírselo por el mismo modo enunciado anteriormente

(Harvey, 2003).

Estos mecanismos, característicos del período definido por Marx como la

“acumulación primitiva u originaria”, han continuado vigente hasta la actualidad, por lo que

Harvey (2003) le asigna el nombre de acumulación por desposesión7.

Existe sobreacumulación cuando excedentes de capital (acompañados a veces por

excedentes de fuerza de trabajo) permanecen ociosos sin que se vislumbren salidas rentables.

Lo que posibilita la acumulación por desposesión es la liberación de un conjunto de activos

(incluida la fuerza de trabajo) a un costo muy bajo o nulo. El capital sobreacumulado puede

apoderarse de tales activos y llevarlos inmediatamente a un uso rentable. En este sentido, la

crisis cumple la función de devaluar activos, para que puedan ser adquiridos por los capitales

sobreacumulados, a precio de saldo8. Las crisis y devaluaciones regionales aparecen como

mecanismos primordiales para la creación de un otro del que nutrirse. Las crisis se pueden

7 “Dado que no parece muy adecuado llamar ‘primitivo’ u ‘original’ a un proceso que se halla vigente y se está desarrollando en la actualidad, en lo que sigue sustituiré estos términos por el concepto de ‘acumulación por desposesión’” (Harvey, 2003: 116). 8Las devaluaciones sufridas durante las crisis arruinan con frecuencia el bienestar social y las instituciones sociales en general. Al endurecerse el sistema de crédito y disminuir la liquidez, las empresas se ven obligadas a cerrar. Los propietarios no pueden seguir haciendo uso de sus bienes y tienen que venderlos a bajo precio a capitalistas que cuentan con liquidez suficiente para apoderarse de ellos. La palanca principal para este tipo de transición ha sido siempre el sistema de crédito y el papel subversivo desempeñado por múltiples instituciones estatales, establecidas aparentemente para ayudar a preservar los activos de los pequeños propietarios, pero que en realidad han servido para facilitar la transición que supuestamente debían evitar (Harvey, 2003).

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organizar, gestionar y controlar para racionalizar el sistema, y esto es lo que intentan los

programas de austeridad administrados por el Estado, haciendo uso de palancas clave como

los tipos de interés y el sistema de crédito. Se pueden imponer por la fuerza crisis limitadas en

determinado territorio de actividad capitalista, como acostumbra hacer con tanta soltura el

sistema financiero internacional, respaldado por la principal potencia (Harvey, 2003).

La burguesía neoliberal descubrió que la apropiación que siglos atrás había hecho

posible la acumulación original del capital y había impulsado la acumulación subsiguiente,

tenía que repetirse para evitar que el proceso de acumulación no se detuviera (Arendt, 1968,

en Harvey, 2003). Como en el caso de la fuerza de trabajo, el capitalismo siempre requiere un

fondo exterior de activos para afrontar y superar las presiones de la sobreacumulación. Si

estos no están disponibles, el capitalismo debe producirlos de algún modo (Harvey, 2003).

La analogía con la creación de un ejército industrial de reserva despidiendo a los

trabajadores es exacta: activos valiosos son apartados de la circulación y devaluados,

permaneciendo inactivos hasta que el capital excedente se apodera de ellos para dar nuevo

impulso a la acumulación de capital. El peligro lo constituye el descontrol y la generalización

de las crisis, o el proceso de generación de ese otro provoque una rebelión contra el sistema

que la promueve (Harvey, 2003).

Para evitarla, son necesarias la intervención estatal y las instituciones internacionales

que organizan devaluaciones, que permitan la acumulación por desposesión sin provocar un

colapso general, siendo ésta la finalidad de los programas de ajuste estructural administrados

por el FMI9. Para las grandes potencias capitalistas, significa orquestar estos procesos en su

propio beneficio, pretendiendo al mismo tiempo aparecer como líderes que organizan rescates

para mantener en funcionamiento la acumulación global del capital (Harvey, 2003).

De este modo, la hegemonía se construye con una combinación variable de coerción y

consentimiento, mediante mecanismos financieros, de forma que beneficie a la potencia

hegemónica y conduzca a los países subalternos por la supuesta vía del desarrollo capitalista.

El vínculo entre la reproducción ampliada de capital y la acumulación por desposesión, queda

9 Mientras que, durante el siglo XIX, “Gran Bretaña implementó una estrategia mixta de imperialismo formal e informal (montó imperios y realizó una amplia inversión fuera de su imperio)…, los Estados Unidos evitaron el imperialismo formal. En lugar de ello patrocinaron un conjunto de instituciones económicas internacionales –como el FMI, el Banco Mundial, y el GATT– e instituciones internacionales y regionales de seguridad –como las Naciones Unidas y la OTAN– para representar y administrar el concepto de capitalismo liberal internacional que predominaba en las élites políticas norteamericanas después de la Segunda Guerra Mundial. El patrocinio norteamericano del multilateralismo, la apertura del comercio y la inversión mediante acuerdos entre varios países, fue la característica principal de la influencia norteamericana en la economía mundial” (Agnew y Knox, 1994: 188 y 189)

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a cargo del capital financiero y las instituciones de crédito respaldadas por los poderes

estatales (Harvey, 2003).

La acumulación por desposesión se convierte en forma dominante frente a la

reproducción ampliada de capital, por la reaparición de la crisis de sobreacumulación de esta

última y por los intentos de determinados Estados y empresarios desarrollistas de incorporarse

a sistema y buscar directamente los beneficios de la acumulación de capital (colapso de la

Unión Soviética, el viraje al capitalismo del Estado chino). (Harvey, 2003).

La razón de esta dualidad radica, principalmente, en el carácter socioeconómico

ineficiente del capitalismo. En este sentido, cuando desciende la productividad marginal del

capital; es decir, cuando el crecimiento de la inversión es mayor que el de la producción, este

fenómeno denota que el aparato productivo utiliza unas cantidades crecientes de capital por

unidad de producto: la producción se convierte en capital “intensiva”10. En estas

circunstancias, la tasa de beneficio no puede permanecer constante más que si la

productividad del trabajo aumenta en proporción; o sea, paralelamente a la productividad del

trabajo, la tasa de explotación debe aumentar. Los nuevos equipamientos productivos, cuando

son más costosos que los antiguos, no pueden ser tan rentables como estos más que si

permiten reducir el importe de los salarios por unidad de producto. En caso contrario la tasa

de beneficio disminuirá (Gorz, 1982).

Si el crecimiento capitalista fuera “extensivo”, podría basarse en el aumento de

máquinas y trabajadores, sin que las primeras sustituyan a los segundos, y en el caso de que lo

hicieran, las nuevas máquinas podrían tener un rendimiento superior sin que su costo se eleve

proporcionalmente. Sería con esta última condición cuando un capitalista “sensato” decidiría

instalarlas: normalmente no se compra una máquina más que si ésta permite reducir el costo

de producción unitario y rentabilizar mejor que las antiguas el capital comprometido. No

obstante, el desarrollo del capitalismo conduce siempre a situaciones en las que el capital deja

de dominar el juego y la sensatez desaparece11 (Gorz, 1982).

10 La deducción por el Estado de una parte de los beneficios y su redistribución en forma de gastos sociales, subvenciones e inversiones públicas revisten una importancia estratégica muy superior a la redistribución de una parte de los ingresos personales, pues impiden que la masa de beneficios sea mayor que las posibilidades de inversión rentable y que, después de una fase de superinversión, el mercado de capitales se derrumbe, provocando enormes destrucciones de capital por medio de cierres de empresas y aniquilación de inventarios (Gorz, 1982). 11 No es cierto que los capitalistas sólo introduzcan nueva maquinaria para aumentar su tasa de ganancia, aunque esa sea su inclinación voluntaria. Pero pueden verse obligados a hacerlo a fin de conservar su porción de mercado o salvar a su empresa de la quiebra por medio de la reducción de costos frente a la presión de la competencia, a pesar del efecto sobre su tasa de ganancia (Mandel, 1985).“Sería más correcto decir que los capitalistas vacilarán en introducir nueva maquinaria que reduzca la cantidad de ganancia; pero la cantidad (masa de ganacia) y la tasa de ganancia son dos categorías bien distintas, y la primera puede ascender mientras la segunda desciende” (Mandel, 1985: 189)

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En lugar de esperar la decadencia de fábricas y trabajadores, la necesidad imperiosa

del establecimiento de nuevos procesos productivos, exige realizar una devaluación forzada o

la destrucción de capitales anteriores para hacerles lugar a los nuevos, y aunque existe una

gran resistencia a esto último –ya que implica graves pérdidas hasta para los capitalistas– en

los momentos de crisis e intensificación de la competencia, los capitalistas, individualmente,

se ven obligados a acelerar la rotación de sus capitales. Los que mejor logran acelerar o

intensificar la producción estarán en mejores condiciones de sobrevivir12 (Harvey, 1990).

Por lo tanto, si bien no es matemáticamente necesario que se produzcan ni el alza de la

composición orgánica del capital ni el descenso de la tasa de beneficio y que, además, cuando

la primera se produce, no genera necesariamente el segundo13; el análisis histórico del

desarrollo capitalista permite constatar que esto efectivamente ocurre, acompañado, como

consecuencia, de un aumento absoluto de la población obrera, excesiva para las necesidades

medias de explotación del capital y proporcional a la intensidad y extensión de su

acumulación14 (Nun, 2001; Gorz, 1982: 25-26; Harvey, 1982: 195; Pavón, 1976: 28-29).

En efecto, las condiciones que han permitido hacer crecer a la economía de acuerdo

con su propia lógica interna acaban erosionándose y desapareciendo bajo el efecto del propio

crecimiento. En un principio, el capital se ve inducido a adoptar unas decisiones que no

resultan adecuadas a su racionalidad “normal”. Esta fase se ve inevitablemente seguida de un

12 Los efectos de la quiebra son beneficiosos para el conjunto del sistema capitalista, pero obviamente perjudiciales para cada capitalista en particular. La desvalorización general de capitales no va acompañada de una reducción proporcional de la masa de plusvalor producido, debido a lo cual, una igual masa de plusvalor puede valorizar un volumen menor de capital devaluado, pudiendo detener o revertir este fenómeno, el descenso de la tasa de beneficio. Del mismo modo, la reconstitución a gran escala del ejército industrial de reserva producida durante la depresión posibilita un aumento vigoroso de la tasa de explotación, por medio de aumentos de la productividad y la reducción de los salarios reales. Por otro lado, los precios de las materia primas caen en general más que los precios de los productos terminados, lo que reduce en parte el capital constante, retardando el aumento de la composición orgánica del capital, impulsando hacia arriba la tasa media de ganancia del capital industrial. Cuando las existencias se hayan agotado lo necesario y la producción presente se haya reducido suficientemente para que la demanda supere a la oferta, especialmente en el sector de los bienes de consumo finales, puede empezar un nueva fase de reproducción ampliada de capital, basada en un proceso de inversión productiva también ampliada. De aquí se desprende que la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, si bien es una componente importante de la explicación de las crisis de sobreproducción, es, principalmente, una revelación del mecanismo básico del ciclo industrial: la manifestación del crecimiento específicamente capitalista: desparejo e inarmónico, que lleva a sucesivas fases de dclinación de las tasas de ganancia, y su recuperación como resultado, justamente, de las consecuencias de la declinación anterior (Mandel, 1985). 13 Existen demostraciones irrefutables de estas afirmaciones en Attali, 1982 y Harvey, 1982. 14 El “descenso relativo del capital variable, descenso acelerado con el incremento del capital total y que avanza con mayor rapidez que éste, se revela, de otra parte, invirtiéndose los términos, como un crecimiento absoluto constante de la población obrera, más rápido que el capital variable o el de los medios de ocupación que éste suministra. Pero este crecimiento no es constante, sino relativo: la acumulación capitalista produce constantemente, en proporción a su intensidad y a su extensión, una población obrera excesiva para las necesidades medias de explotación del capital, es decir, una población obrera remanente o sobrante” (Marx, 1867: 533).

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período de crisis15 en el curso de la cual, gracias a unas importantes mutaciones, el pasado es

corregido y se establece la base para un nuevo período de crecimiento (Gorz, 1982).

1.3. La tendencia del capitalismo a las crisis de hiperacumulación

Como resumen de lo anterior, y siguiendo a Harvey (1990 y 2001), la tendencia hacia

las crisis16 recurrentes del capitalismo se debe a tres rasgos estructurales de dicho modo de

producción:

1) Para el capitalismo es esencial generar un crecimiento continuo, ya que las

ganancias y la acumulación sólo pueden garantizarse por medio de él. Esto implica que debe

obtenerlo más allá de las consecuencias sociales, políticas, geopolíticas y ecológicas,

convirtiéndose en uno de los pilares ideológicos fundamentales del capitalismo: la idea de que

el crecimiento es a la vez inevitable y necesario.

2) El crecimiento depende de la explotación de la fuerza de trabajo en la producción

(extracción de plusvalía): el trabajo vivo es la única fuente de valor real. Es tratado como un

factor de producción reificado y una condición técnica que crea más en la producción de lo

que obtiene mediante el intercambio de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía. Por lo tanto

el control de la misma, tanto en la producción como en el mercado laboral, es vital para la

perpetuación del capitalismo.

3) El capitalismo es necesariamente dinámico en los niveles tecnológico y

organizativo. Esto se debe a que las leyes de la competencia obligan a los capitalistas a

emprender una carrera de innovaciones en su afán de obtener ganancias adicionales en el

mercado. Además, dicho dinamismo desempeña también un papel clave en la modificación de

la mecánica de la lucha de clases en el ámbito de los mercados laborales y del control sobre la

fuerza de trabajo y su oferta (y en consecuencia sobre la tasa salarial), mediante la creación de

15 Cuando se produce el pleno empleo y existe una relación de fuerzas favorable para los trabajadores, en la que su presión reivindicativa se acentúa y su asiduidad y rendimiento disminuyen, para evitar que se detenga el crecimiento económico es preciso sustituir trabajo por capital. A falta de una mutación tecnológica que disminuya sustancialmente el costo de las máquinas (o sea, la cantidad de capital fijo por unidad de producto), habrá por tanto alza de la composición orgánica del capital. Simultáneamente, no hay, debido a la resistencia obrera, un aumento de la productividad del trabajo suficiente para rentabilizar en las tasas habituales unos equipamientos productivos más costosos, por unidad de producto, que en el pasado. Por lo tanto, el descenso de la tasa de beneficio ya no puede evitarse (Gorz, 1982). 16 “La razón última de todas las crisis reales siempre sigue siendo la pobreza y la restricción del consumo de las masas en contraste con la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si sólo la capacidad absoluta de consumo de la sociedad constituyere su límite” (Marx, año: 622 y 623 en Mandel, 1985). “Se producen demasiadas mercancías para poder realizar el valor y el plusvalor contenidos en ellas, bajo las condiciones de distribución y consumo dadas por la producción capitalista y reconvertirlo en nuevo capital, para llevar a cabo este proceso sin explosiones constantemente recurrentes” (Marx, año: 331, en Mandel, 1985).

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desempleo tecnológicamente inducido. Más aún, si el control sobre la fuerza de trabajo es

fundamental para la producción de beneficios, la innovación tecnológica y organizativa en el

aparato estatal se vuelve esencial para la perpetuación del capitalismo.

De acuerdo al análisis de Marx, estas tres condiciones necesarias del modo de

producción capitalista son inconsistentes y contradictorias, no existiendo ninguna

combinación de ellas que dé lugar a un crecimiento firme y no problemático17. El sistema

necesita expandirse mediante la aplicación de trabajo vivo a la producción, mientras que el

cambio tecnológico tiende a suplantarlo por el trabajo muerto: el crecimiento y el progreso

tecnológico son antagónicos entre sí. El antagonismo subyacente genera colapsos totales y

periódicos de acumulación (Harvey, 2001).

Por lo tanto, la dinámica del capitalismo estaría marcada inevitablemente por una

tendencia hacia la crisis. La irrupción de períodos de crisis produce periódicas fases de

hiperacumulación, en las que la oferta de capital y trabajo ociosos coexisten sin encontrar la

manera de concretar un proyecto productivo. Estas crisis encarnan la cara irracional de un

modo de producción supuestamente racional.

1.4. El límite de la reproducción ampliada del capital: concentración económica y

desigualdad social

Debido, según el argumento marxista, a la inevitabilidad de estos procesos de

hiperacumulación, el mantenimiento del modo de producción depende de cómo puede ser

contenida, absorbida o manejada dicha tendencia, de manera que no amenace el orden social

capitalista.

Debido a que las crisis de sobreproducción son simultáneamente crisis de

hiperacumulación de capital y crisis de sobreproducción de mercancías, la crisis global sólo

puede ser superada si hay una recomposición de la tasa de ganancia y una expansión

simultánea del mercado (Mandel, 1985).

Algunas de las principales opciones que se utilizan para evitar que colapse el sistema,

son18:

17 “... la tragedia del capital es que no puede suprimir el trabajo vivo, y por lo tanto, tampoco puede eliminar a la clase trabajadora.” (Antunes, 2001) y que los mismos métodos capitalistas de mecanización sistemática, que llevan a costos por unidad más bajos y a márgenes de ganancia unitarias más altas, resulten finalmente en un aumento superior al promedio de la inversión total de capital constante, y por lo tanto, un ascenso de la composición orgánica del capital en proporción superior a la tasa de plusvalor, provocando así el descenso de la tasa de ganancia (Mandel, 1985). 18 El desarrollo que sigue se basa en Harvey, 1990: 200-205; y 2003: 79-80.

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1) La devaluación y/o destrucción directa de: mercancías, capacidad productiva,

dinero (erosión inflacionaria del poder del dinero junto con el creciente incumplimiento de las

obligaciones de préstamos), capacidad de la fuerza de trabajo (crecientes niveles de

explotación, caída de los salarios reales, desempleo, precarización de la seguridad y las

condiciones sanitarias laborales, expectativa de vida más breve, etc.). Como ejemplos de esta

opción pueden considerarse la Gran Depresión (una gran devaluación tanto del capital como

de la fuerza de trabajo), de manera semejante y en mayor medida la Segunda Guerra Mundial

y numerosos casos de devaluación a partir de 1973. Pero la devaluación tiene un precio

político y perjudica a grandes segmentos de la clase burguesa, así como a los trabajadores.

Las quiebras descontroladas y la devaluación masiva ponen de manifiesto el aspecto más

irracional de la “racionalidad” capitalista de una manera demasiado brutal como para que

pueda sostenerse durante mucho tiempo sin producir algún tipo de respuesta revolucionaria

(de derecha o de izquierda). Sin embargo, la devaluación controlada por medio de políticas

antiinflacionarias administradas constituye una opción muy importante y bastante frecuente

para enfrentar la hiperacumulación.

2) La instauración de un control macroeconómico a través de algún sistema de

regulación, puede contener por un período considerable el problema de la hiperacumulación.

Fue necesaria una gran crisis de hiperacumulación para que se conectara la producción

fordista con un modo de regulación keynesiano. Una de las virtudes del régimen keynesiano-

fordista fue la constitución de un equilibrio de fuerzas de los mecanismos que originaban la

hiperacumulación –el ritmo del cambio tecnológico y organizativo, y la lucha por el control

sobre la fuerza de trabajo– que permitía mantenerlos bajo cierto control a fin de asegurar el

crecimiento a largo plazo.

3) La absorción de la hiperacumulación a través de soluciones espacio-temporales. En

este caso, para evitar la devaluación se deben encontrar formas rentables de absorber el

exceso de capital. La expansión geográfica y la reorganización espacial ofrecen esa

posibilidad, acompañadas de dilaciones temporales en las que el exceso de capital se invierte

en proyectos a largo plazo que tarden muchos años en devolver su valor a la circulación

mediante la actividad productiva que promueven. En este sentido, la expansión geográfica a

menudo supone inversiones en infraestructuras materiales y sociales de larga duración (redes

de transporte y comunicaciones, educación, investigación, etc.) y, por ende, la producción y la

reconfiguración de las relaciones espaciales proporcionan una herramienta útil para mitigar si

no resolver, la tendencia del capitalismo a las crisis.

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Si bien existe consenso en que la hiperacumulación es la principal responsable de las

recurrentes crisis del capitalismo, es necesario, siguiendo a Luxemburg, Gorz y Piore y Sabel,

considerar también al subconsumo como co-responsable de dichas crisis. Éste se debe, en

líneas generales, a la creciente explotación a la que están expuestos los trabajadores, y a que

los capitalistas se ven obligados a reinvertir, al menos en parte, en lugar de consumir. Es así

que la escasez general de demanda efectiva impide que se compense el aumento de

producción que genera el capitalismo. Además, “el estancamiento de los mercados provocado

por la presión de la competencia internacional y la creciente volatilidad de la demanda

(debido a la misma competencia en el contexto de saturación de los mercados centrales en

cuanto a los bienes durables)” (Piore y Sabel, 1984: 254). En el mundo subdesarrollado

impide, además, que se desarrolle el aparato productivo, y por consiguiente, la producción.

Por lo tanto, la acción conjunta de la reproducción ampliada del capital y el violento

proceso de acumulación por desposesión19, genera una concentración económica y

desigualdad social crecientes, particularmente en los países periféricos, ya que, a sus propios

problemas, se suma el hecho de que se direcciona hacia ellos, por medio del comercio

internacional, las contradicciones del mundo desarrollado: la necesidad inherente al

capitalismo de la existencia de poseedores de medios de producción y desposeídos.

1.5. La manifiestación de la ineficiencia capitalista en las transformaciones territoriales

urbanas

Ahora bien, estas desigualdades y contradicciones sociales que según esta óptica,

resultan del carácter ineficiente del capitalismo, presentan ciertas especificidades territoriales

que se manifiestan a distintas escalas. De esta manera, a las desigualdades territoriales entre 19 “Un examen más detallado de la descripción marxiana de la acumulación primitiva revela un amplio abanico de procesos, que incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión por la fuerza de las poblaciones campesinas; la conversión de varios tipos de derechos de propiedad (comunal, colectiva, estatal, etc.) en derechos de propiedad privada exclusivos; la supresión del acceso a bienes comunales; la mercantilización de la fuerza de trabajo y la supresión de formas alternativas de producción y consumo; los procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de bienes (incluidos los recursos naturales); la monetarización del intercambio y los impuestos, en particular sobre la tierra; la trata de esclavos; y la usura, la deuda nacional y más recientemente el sistema de crédito (...). Todas las características de la acumulación primitiva mencionadas por Marx han seguido poderosamente presentes en la geografía histórica del capitalismo hasta el día de hoy. Durante las tres últimas décadas se ha acelerado el desplazamiento de poblaciones campesinas y la formación de un proletariado sin tierra en países como México y la India [también en la Argentina podemos agregar los casos de remate de pueblos en Santiago del Estero y desplazamiento violento de campesinos en Formosa]; muchos recursos que antes eran de propiedad comunal, como el agua, están siendo privatizados (con frecuencia bajo la presión del Banco Mundial) y sometidos a la lógica de acumulación capitalista; desaparecen formas de producción y consumo alternativas (indígenas o de pequeña producción); se privatizan industrias nacionalizadas; las granjas familiares se ven desplazadas por las grandes empresas agrícolas; y la esclavitud no ha desaparecido (en particular en el comercio sexual)” (Harvey, 2003: 116-117).

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sociedades desarrolladas y las crecientemente empobrecidas, para las que generalmente se

utiliza la escala nacional e internacional, hay que agregar aquéllas que se producen dentro de

los estados nacionales, así como las propias de las ciudades que pueden ser consideradas

desde una escala de análisis local, poniéndola en relación con la escala global.

Así, la tendencia a la disminución de las barreras espaciales a escala global posibilita

que la libertad del capital aproveche las cualidades específicas de los espacios,

intensificándose la competencia entre las distintas comunidades del mundo, acrecentada aún

más en condiciones de crisis. Esto implica estrategias competitivas localizadas y una elevada

conciencia de lo que otorga a un lugar un carácter especial y una ventaja competitiva, ya que

el neoliberalismo en ascenso, impulsa, especialmente en los países subdesarrollados, la

realización de transformaciones para que los espacios resulten más atractivos para el capital

global de gran movilidad. Así, los gobiernos locales pueden implementar políticas de: control

de la mano de obra, mejora de las capacitaciones, desarrollo y modernización de

infraestructuras, política impositiva de regulación estatal, etc., y promover el desarrollo de un

espacio particular. “Formas de mando corporativas pueden florecer en estos espacios y asumir

roles empresariales en la producción de climas favorables a los negocios y otras cualidades

específicas” (Harvey, 1990: 326 y 327). Así, los espacios y sus diversas existencias de

abastecimientos, recursos e infraestructuras, obtienen una mayor consideración a la hora de

decidir una localización. Resulta evidente que este nuevo ciclo de compresión espacio-

temporal20, al mismo tiempo que esparce una alta dosis de destrucción, ofrece posibilidades

de supervivencia a lugares específicos o proporciona soluciones al problema de la

hiperacumulación. (Harvey, 1990).

Aún mayor importancia adquiere el dominio en lo referido a la intensificación laboral

y al control de la fuerza de trabajo. En el ámbito de la acumulación flexible21, la movilidad

20 La compresión espacio temporal es un conjunto de procesos que generan una profunda revolución en las cualidades objetivas del espacio y el tiempo que obligan a modificar, a veces de manera radical, la representación del mundo. Implican la aceleración en el ritmo de la vida, la superación de las barreras espaciales, la reducción del tiempo que lleva atravesar el espacio y la forma en que comúnmente se representa este hecho. ��������������� ������������ ���������� ����������������� ����������������������������������������������� �

����� ��� ������ �� �� ��� �� �� ���� � ����������� ������� �������� (Harvey, 1990). “La experiencia de una compresión espacio temporal es exigente, perturbadora y, a veces, profundamente subversiva y capaz de suscitar, en consecuencia, una gran diversidad de reacciones sociales, culturales y políticas” (Harvey, 1990: 267) 21 “La acumulación flexible… se señala por una confrontación directa con las rigideces del fordismo. Apela a la flexibilidad con relación a los procesos laborales, los mercados de mano de obra, los productos y las pautas de consumo. Se caracteriza por la emergencia de sectores totalmente nuevos de producción, nuevas formas de proporcionar servicios financieros, nuevos mercados y, sobre todo, niveles sumamente intensos de innovación comercial, tecnológica y organizativa. Ha traído cambios acelerados en la estructuración del desarrollo desigual, tanto entre sectores como entre regiones geográficas, dando lugar … a un gran aumento del empleo en el ‘sector servicios’ así como a nuevos conglomerados industriales en regiones hasta ahora subdesarrolloadas.”. (Harvey, 1990: 170 y 171). La flexibilidad lograda en la producción, los mercados y el consumo constituye la respuesta a

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geográfica y la descentralización se utilizan contra el poder sindical, bajo la forma de huida de

capitales, desindustrialización22 e industrialización heterogéneas, y destrucción de

comunidades obreras tradicionales. Las estrategias de localización de las corporaciones

dependen crecientemente de la diversidad geográfica en relación con el modo y la eficacia en

el control de la fuerza de trabajo, como así también su calidad y su cantidad. Por lo tanto, el

accionar oportunista del libre flujo del capital acentúa la identificación del lugar, la

construcción e identificación de sus cualidades únicas, en un mundo crecientemente

homogéneo pero fragmentado (Harvey, 1990).

De tal manera, a escala local, el crecimiento de las ciudades y el proceso de

metropolización se encuentran en estrecha relación con las características del capitalismo

globalizado –que como ya se manifestó, elige los lugares que le resultan más convenientes–,

de modo que la generación de brechas, desigualdades, y contradicciones socio-económicas y

territoriales, surgidas en los procesos competitivos con el fin de atraer a los capitales, influyen

en las regiones metropolitanas. Por otra parte, las características de éstas últimas

(fragmentación, metropolización difusa y policéntrica en forma de “archipiélagos urbanos”)

influyen y condicionan, a su vez, el proceso de globalización y el desarrollo mismo del

capitalismo.

En este sentido, las ciudades son a la reproducción de la fuerza de trabajo lo que las

empresas al proceso productivo. Lo urbano se caracteriza por el consumo colectivo de bienes

y servicios (escuelas, hospitales y transporte, por ejemplo) los cuales son directa o

indirectamente producidos o administrados por el estado (Lencioni, 2007). Más aún, la

urbanización produce y reproduce las condiciones generales de la producción, las cuales están

integradas por: a) un conjunto de infraestructuras físicas necesarias a la producción y los

transportes, b) una reserva de mano de obra donde la fuerza de trabajo se reproduce y c) un

conjunto de empresas capitalistas privadas. Además, en la ciudad se produce la articulación

espacial no planificada de todos estos elementos que constituyen cada uno un valor de uso

simple, generando así lo que Topalov denomina valor de uso complejo. Esto último no es sólo

la suma de los valores de uso simples, sino además una dimensión nueva y propia de la

la búsqueda de soluciones financieras a la tendencia a la crisis del modelo keynesiano-fordista. Los aportes distintivos del modelo emergente radican en los aspectos financieros de la organización capitalista y en el papel del crédito. Por lo tanto, consiste en una combinación específica y novedosa de elementos fundamentalmente antiguos dentro de la lógica general de acumulación de capital (Harvey, 1990). 22 “La geografía de la desvalorización a través de la desindustrialización, el crecimiento del desempleo local, los déficit fiscales, la desaparición de los activos locales, y otras cuestiones semejantes, constituyen sin duda un panorama lastimoso. Pero al menos podemos observar su lógica dentro del marco de la búsqueda de una solución para el problema de la hiper-acumulación a través del impulso de sistemas flexibles y más móviles de acumulación” (Harvey, 1990: 327).

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ciudad, que favorece la reproducción ampliada del capital, otorgándole una ganancia adicional

que proviene de los efectos útiles de aglomeración (Topalov, 1979: 26-27).

Entonces, si bien el estado se ocupó centralmente de crear las condiciones generales

para la producción capitalista durante la etapa keynesiano-fordista, lo cual incluía la

producción de ciudad (Topalov, 1979; Castells, 1974); puede afirmarse que el estado

neoliberal tiene ahora como prioridad garantizar las condiciones para la acumulación

capitalista en la ciudad y propiciar su marco legal-normativo, cuya producción queda

fundamentalmente en manos de los agentes privados. Este cambio de funcionamiento se

inscribe en un conjunto más amplio de políticas neoliberales diseñadas por los organismos

internacionales de crédito para ser aplicadas en los países subdesarrollados.

En el mismo sentido, Pírez (2004) sostiene que las operaciones privadas se apropiaron

de la planificación urbana, en un intento de producir condiciones territoriales para satisfacer

necesidades particulares. De la misma manera, Vio (2009) argumenta que paralelamente a la

privatización de los bienes y servicios públicos, se asistió a la privatización de la planificación

regional metropolitana que traspasó las fronteras de las urbanizaciones cerradas, maximizando

los beneficios de la inversión privada sobre los bienes públicos privatizados, en particular de

la red de caminos metropolitanos que resultó en la multiplicación de oportunidades de

negocio para el desarrollo de nuevos productos inmobiliarios. Es así que puede identificarse

una lógica regional-privada, que comprendió los beneficios de concentrar inversiones sobre

algunos ejes territoriales, para apropiarse luego de los incrementos de las rentas diferenciales

de tierras que mientras fueron zonas residenciales de los sectores populares, gozaban de

escaso valor.

Además, en ese proceso el capital obtiene una ganancia adicional y novedosa que

puede caracterizarse como una de las ya mencionadas soluciones espacio-temporales,

aplizadas con el fin de absorber la hiperacumulación.

Las también antes referidas transformaciones derivadas de la relación entre

metropolización y globalización, implican el desarrollo de una plataforma moderna de

exportación, a partir de la provisión de servicios urbanos avanzados a las empresas ligadas a

la economía global. La otra cara de esta moneda, determina que amplios sectores de la

sociedad y de las ciudades queden desvinculados de dicha plataforma, implicando la

consecuente flexibilización y precarización del trabajo (Coraggio, 1998). Esta tendencia a la

dualización y fragmentación de la economía urbana se ve exacerbada por las políticas urbanas

diseñadas por organismos como el Banco Mundial (1991), que además de lo señalado

anteriormente, promueven políticas sociales doblemente focalizadas: social y territorialmente.

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En lo social, porque están orientadas a satisfacer únicamente las necesidades de la pobreza

extrema, no a impulsar el desarrollo humano ni social; en lo territorial, porque están dirigidas

exclusivamente a los barrios y áreas urbanas donde se concentra esa pobreza, sin plantear

articulaciones con el resto de la ciudad.

Es en este sentido que se plantea que, junto a la “ciudad global” competitiva e

integrada al mercado mundial, compuesta por el sector exportador asentado en esta plataforma

convive y coexiste sin articulación manifiesta, una “ciudad tercermundista”, excluida y

orientada al mercado doméstico, compuesta por amplios sectores populares, que han crecido

mucho en las últimas tres décadas y en particular en la del noventa. Estos sectores

contribuyen a la reproducción de la fuerza de trabajo y particularmente a la reproducción de

las condiciones generales de la producción que se dan en la ciudad23.

Estos procesos se manifiestan en el periurbano, particular territorio dinámico en donde

las contradicciones del capitalismo se presentan de manera más nítida constituyendo un

ámbito en el cual se superponen múltiples lógicas de valorización del espacio (industrial,

residencial, comercial, de servicios, agropecuaria). Si se recurre a la metáfora de la mano

invisible y su supuesta eficiencia en la asignación de recursos en la producción de la ciudad

en un marco estático de equilibrio, se observa, por el contrario, que este territorio presenta una

alta heterogeneidad en los usos del suelo (Capel, 1994), que representa un complejo

territorial desarticulado de lógicas económicas. De este modo, “…el desequilibrio diferencial

se encuentra por doquier y (…) existen demasiadas imperfecciones, rigideces, situaciones

inmóviles como para que el mercado pueda funcionar bien como instrumento de

coordinación” (Harvey, 1973: 174). Así, el área urbana se construye secuencialmente a lo

largo de un amplio período de tiempo; una vez localizadas las actividades y la población,

adquieren un alto grado de inmovilidad, lo que da por resultado un proceso complejo que casi

nunca se acerca a algún tipo de equilibrio ni, por lo tanto, al óptimo de Pareto (Harvey, 1973).

En conclusión, y teniendo en cuenta los desarrollos teóricos de Harvey y Topalov, las

peculiaridades del espacio geográfico y su proceso histórico de construcción hacen del suelo

urbano una mercancía muy especial y compleja, en tanto sustenta las condiciones generales de

la producción, que no puede ser analizada a partir de las formulaciones de la economía

neoclásica. Una de estas de estas peculiaridades radica en el carácter intrínsecamente

monopólico del espacio (y, en particular, del suelo urbano) a partir de la propiedad privada del

espacio instituida por el capitalismo.

23 Un ejemplo de esta contribución es el de la autoconstrucción de viviendas que realizan los sectores populares, que se estima en un 65% para el caso de la RMBA (Federico Sabaté y Vázquez, 2001).

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Capítulo 2. Aspectos teórico-metodológicos referidos al concepto “parque industrial”

2.1. El parque industrial como organización espacial eficiente en un contexto de

disminución de las barreras espaciales

El capitalismo se caracteriza por realizar un constante esfuerzo en acortar los tiempos

de rotación del capital, acelerando en consecuencia, los procesos sociales24. Sin embargo, esta

tendencia –que es respaldada por el comercio y el crédito de manera primordial al aumentar el

número de ciclos productivos por unidad de tiempo, aumentando la masa de plusvalor y la

tasa anual de ganancia (aunque ni el capital comercial ni el bancario producen plusvalor)

(Mandel, 1985)– es contrarrestada por varios obstáculos: la rigidez de la producción, las

capacitaciones laborales especializadas, el capital invertido que debe ser amortizado, las

fricciones de la comercialización, los retrasos en el consumo, los cuellos de botella en la

circulación monetaria, etc. El modo de superarlos consiste en la aplicación de innovaciones

técnicas y organizativas: la producción en serie, la aceleración de procesos físicos y químicos

en el proceso productivo, la obsolescencia planeada en el consumo, el sistema de crédito, las

operaciones bancarias electrónicas, etc. Es en este contexto donde los conceptos de

adecuación, sincronización y flexibilidad resultan fundamentales para el desarrollo capitalista

(Harvey, 1990).

Paralelamente y con el mismo fin, en relación con el espacio, existe un estímulo

generalizado para crear un mercado mundial, reducir las barreras espaciales y, finalmente,

aniquilar el espacio a través del tiempo. Han tenido un papel preponderante en la historia del

capitalismo, las innovaciones destinadas a la reducción y eliminación de las barreras

espaciales: el ferrocarril, el telégrafo, el automóvil, la radio, el teléfono, el avión, el teléfono y

la revolución reciente en las telecomunicaciones (Harvey, 1990).

No obstante, la producción y la reestructuración de la organización espacial son

actividades muy problemáticas y contradictorias –la racionalización espacial de la producción,

la circulación y el consumo para cierto momento puede resultar inadecuada a posteriori, la

reducción de las barreras espaciales puede lograrse sólo a través de la producción de espacios

específicos (ferrocarriles, autopistas, aeropuertos, etc.)– y sumamente onerosas, ya que

implican enormes volúmenes de capital en infraestructuras físicas inmovilizadas, grandes

24 Existe un incentivo omnipresente para los capitalistas individuales en reducir sus tiempos de rotación con respecto al promedio social y, por lo tanto, de impulsar una tendencia social hacia la aceleración de los promedios del tiempo de rotación (Harvey, 1990).

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inversiones sociales que cambian muy lentamente y la tendencia constante de los capitalistas

individuales a la supeditación de la relocalización en lugares con costos más bajos o con

mayores beneficios, a los costos del traslado y la reinstalación (Harvey, 1990).

En este sentido, la intensificación de la competencia en condiciones de crisis tiende a

acelerar el ritmo de la reestructuración espacial, por medio de la devaluación y la

revalorización selectiva y localizada de los activos. Esto obliga a los capitalistas a prestar

atención a las ventajas relativas de localización, con el objetivo de obtener beneficios de las

mínimas diferencias espaciales en cuestiones tales como: abastecimientos, recursos,

infraestructuras y, particularmente, control de la fuerza de trabajo (Harvey, 1990). De este

modo, “la acumulación flexible suele explotar un amplio espectro de circunstancias

geográficas presuntamente contingentes, reconstituyéndolas como elementos estructurados

internos de su propia lógica abarcadora” (Harvey, 1990: 325). Por ejemplo, las variaciones

geográficas en la modalidad y eficacia en el control sobre la fuerza de trabajo, junto con las

variaciones en su calidad y cantidad, adquieren una importancia mucho mayor en las

decisiones de localización de las corporaciones (Harvey, 1990).

En este contexto, aquellos que pueden influir y decidir en la distribución espacial de

las inversiones de las infraestructuras sociales y productivas, los transportes y las

comunicaciones, y el poder administrativo, político y económico, se encuentran en

condiciones óptimas para la obtención de beneficios materiales (Harvey, 1990).

Consecuentemente, los procesos de compresión espacio temporal característicos de la

modernidad, obligan a modificar abruptamente las concepciones y percepciones humanas

objetivas25 de espacio y tiempo. Dichos procesos están asociados, fundamentalmente, a la

creciente integración de los mercados y posibilitados por los adelantos aportados por las

revoluciones tecnológicas. En este contexto, el modo de producción capitalista, en cuanto

sistema de producción e intercambio de mercancías, tiende a la obtención de una organización

espacial eficiente (espacialización del tiempo), tanto en la esfera productiva como en la de la

circulación y el consumo, con el fin de reducir el tiempo de rotación del capital (organización

serial de la división del trabajo particularizada, sistemas fabriles y líneas de montaje, división

territorial del trabajo, aglomeración en grandes ciudades, sistemas de transporte y

25 “No tengo la intención de sostener una total disolución del distingo entre lo objetivo y lo subjetivo, sino que más bien insisto en la necesidad de reconocer las múltiples cualidades objetivas que el tiempo y el espacio pueden expresar, y el rol de las prácticas humanas en su construcción ... Desde este punto de vista materialista, podemos, pues, sostener que las concepciones objetivas de tiempo y espacio se han creado necesariamente a través de las prácticas y procesos materiales que sirven para reproducir la vida social”. (Harvey, 1990)

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comunicaciones, instalación de hogares y barrios, organización de la comunidad y

diferenciación residencial y consumo colectivo en las ciudades (Harvey, 1990).

En este sentido, la línea de montaje que Ford erigió en 1913 consistió en las

fragmentación de las tareas y su distribución en el espacio, con el propósito de maximizar la

eficiencia y minimizar la fricción del flujo en la producción, es decir, la utilización de una

cierta forma de organización espacial para acelerar el tiempo de rotación del capital en la

producción. El tiempo pudo acelerarse gracias al control determinado por medio de la

organización y fragmentación del orden espacial en la producción.

Asimismo, el sistema de entregas Just in Time –basado en el principio de

abastecimientos confirmados en tiempo real (contra pedido)– puesto en práctica por la

empresa Toyota en la década de 1980, significó también una forma de organización espacial

tendiente a reducir los tiempos de rotación del capital, sólo que a diferencia de la línea de

montaje, la reducción del tiempo de rotación en este caso está orientada también al ámbito de

la circulación del capital26. Esta modalidad consiste en un conjunto de innovaciones en el área

de transportes y logística, que al coordinar los tiempos de entrega entre la casa matriz y la red

de subcontratistas, permite una reducción de la primera gracias al aumento del volumen, la

complejidad y la eficiencia de la subcontratación y, además, de las existencias de inventario27.

Esta estrategia puede extenderse asimismo a las relaciones entre los talleres de un mismo

establecimiento y entre los distintos establecimientos de una misma empresa (Lipietz y

Leborgne, 1990).

Del mismo modo, el parque industrial también implica un cierto modo de

estructuración espacial, cuyos objetivos principales apuntan a la reducción de los costos de

inversión (suelo, infraestructura) y servicios comunes, el surgimiento y densificación de redes

de empresas (encadenamientos productivos, subcontratación), el incremento de eficiencia de

las fábricas (debido a la optimización del diseño y el acrecentamiento de la especialización) y

al aumento de la eficacia de la logística y los transportes, por medio de la disminución de los

conflictos ocasionados por la superposición de distintos usos del suelo (reducción de la

fricción del flujo en la circulación). En definitiva, una estrategia espacial para acelerar el

tiempo de rotación del capital en la producción y especialmente en la circulación. Su

���Las modificaciones en las cualidades del espacio y el tiempo pueden surgir de las operaciones con fines monetarios. Al no tener el dinero un significado independiente del tiempo y el espacio, siempre es posible obtener beneficios alterando los usos y las definiciones del tiempo y el espacio, especialmente en la búsqueda de beneficios en la esfera de la circulación (Harvey, 1990) 27 “Los ‘tiempos muertos’ entre operaciones de las máquinas, así como la acumulación de inventarios en depósitos temporales, pueden reducirse de este modo al mínimo, lográndose ahorros considerables tanto en el capital fijo como en el circulante (Lipietz, A. y Leborgne, D., 1990)

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localización en las zonas periféricas urbanas, donde se accede a suelo más barato, es viable

gracias a la reducción de las barreras espaciales, materializada por las autopistas y vías

rápidas de acceso que lo comunican rápidamente con los centros urbanos.

Estas estrategias espaciales –la línea de montaje, el sistema Just in Time y el parque

industrial– implican modos de incremento de las fuerzas productivas a través de la

espacialización del tiempo que, junto a la tendencia de la aniquilación del espacio por el

tiempo, son modalidades que adopta el capitalismo con el fin de reducir los tiempos de

rotación del capital.

2.2. Consideraciones sobre organización industrial y parques industriales

El Estado, por medio de la planificación, interviene en la producción de suelo

industrial: prohibiendo la radicación de industrias en determinadas áreas, calificando suelo

como apto para la radicación de industrias o creando –o posibilitando al capital privado

implantar– localizaciones con infraestructuras y equipamientos específicamente diseñados

para acoger plantas industriales. De este modo, existen dos tipos básicos de asentamientos

industriales: los surgidos espontáneamente, sin más planificación previa que la mera

calificación del suelo (plantas singulares, enclaves en el tejido urbano, zonas industriales,

corredores industriales) y los proyectados y dotados a priori con equipamientos y servicios

(parques industriales, científicos y tecnológicos y empresariales) (Méndez y Caravaca, 1996).

De este modo, el proceso de reestructuración industrial que está afectando al aparato

productivo desde mediados de la década de los ’70, está generando una profunda

transformación de la morfología del ordenamiento territorial para usos productivos, y en

respuesta a las tradicionales zonas o conglomerados industriales, surgen nuevas categorías

que pretenden satisfacer las nuevas necesidades empresariales, disminuir los conflictos por los

usos industriales y residenciales superpuestos y, teniendo en cuenta, la creciente preocupación

social por el medio ambiente (Méndez y Caravaca, 1996).

En este sentido, el uso del término parque es utilizado para diferenciar estos tipos de

áreas industriales, asociándolos al carácter de espacio abierto con presencia de zonas verdes y

una mayor calidad paisajística y ambiental. Además, expresa “una actitud reflexiva respecto a

la necesidad de afrontar los problemas de diseño… y los criterios de flexibilidad y de calidad

técnica en servicios de infraestructura” (Alonso Teixidor, 1991 en Méndez y Caravaca, 1996).

El surgimiento y la proliferación a nivel global, de parques, tanto industriales como

tecnológicos, científicos y empresariales, son una clara muestra de los cambios en la

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concepción del ordenamiento territorial de los espacios de la actividad económica, propios del

régimen posfordista (Méndez y Caravaca, 1996).

Además, la tendencia posfordista hacia la descentralización productiva, que se

manifiesta en el aumento de firmas multiplanta por un lado y la proliferación de PyMes por el

otro, genera una mayor diversificación de la oferta de parcelas e inmuebles en los parques

industriales, elevándose la demanda de plantas adyacentes de superficie reducida, que

adjuntan un espacio para oficinas. El surgimiento de miniparques viene a dar respuesta a

dicha demanda (Méndez y Caravaca, 1996).

De este modo, el parque industrial viene a satisfacer la necesidad de lotes de tamaño

adecuado para unidades de producción más pequeñas –que se localizan según las

especificidades de cada tarea–, generada por la desintegración vertical de la gran fábrica,

posibilitando compatibilizar la centralización de las decisiones –propia de la

concentralización económica y centralización del capital–, con una descentralización de la

producción, tanto interna como externa. La combinación de esta tendencia con una reducción

de la escala óptima de producción y un aumento de la diversidad –al ser en este contexto más

sencillo y rápido transformar la organización de la cadena productiva o el tipo de trabajo a

realizar– proporciona al sistema industrial una creciente flexibilidad para aumentar su

velocidad de respuesta a un entorno inestable, propio de esta fase del capitalismo (Méndez y

Caravaca, 1996).

El parque industrial está relacionado con un conjunto de regulaciones del uso del suelo

que tiende a diferenciar territorialmente las funciones urbanas. Esta diferenciación se

manifiesta en una segregación del territorio cuya principal característica es la consolidación

de espacios autocontenidos (tanto en el ámbito residencial como en el industrial, y el del

consumo), tal como se observa en la morfología de los barrios y pueblos privados, clubes de

campo (countries), centros comerciales (shopping centers), hipermercados y centros de

entretenimientos y espectáculos (show centers).

Además, es necesario distinguir a los parques industriales de un grupo más amplio de

aglomeraciones industriales planificadas que responden a tres tipos de ocupación del suelo.

Según la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), parque

industrial es “un terreno urbanizado y subdividido en parcelas, conforme a un plan general,

dotado de carreteras, medios de transporte y servicios públicos, que cuenta o no con fábricas

construidas (por adelantado), que a veces tiene servicios e instalaciones comunes y a veces

no, y que está destinado al uso de una comunidad de industriales” (ONUDI, 1979, citado en

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Borello, 1998: 11). Área industrial, por otra parte, es “un terreno mejorado, dividido en

parcelas con miras a la instalación de industrias y que se ofrece a la venta o en alquiler”

(íbidem). Según la normativa argentina, un área industrial –denominada “Sector Industrial

Planificado”– puede convertirse en parque industrial luego de la adecuación de su stock de

infraestructura para el cumplimiento de las condiciones establecidas. Por último, zona

industrial es “un simple solar reservado para la industria” (íbidem).

Para caracterizar a un parque industrial, existen cuatro rasgos comunes presentes en

proporciones variables según los distintos ámbitos y según el tipo de parque:

• Calidad ambiental y de imagen.

• Buenas infraestructuras técnicas, especialmente las vinculadas con las comunicaciones.

• Diversificación de actividades que tornan difusa la frontera moderna entre actividades

industriales y de servicios.

• Una administración preparada para adaptar los servicios del parque a los cambios de la

demanda (Méndez y Caravaca, 1996).

Para la elección del emplazamiento de un parque industrial es necesario tener en

cuenta las condiciones urbanísticas, técnicas y socioeconómicas del área, la existencia del

medio físico adecuado y el grado de accesibilidad de la localización. Estas características

definen su delimitación y ordenamiento interno, que a su vez influyen en el diseño de las

infraestructuras y los equipamientos y servicios (ver Figura 1).

Figura 1. La planificación física de parques industriales

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Fuente: Méndez y Caravaca, 1993

La ONUDI también clasifica a los parques industriales de acuerdo con distintos

criterios:

Cuadro Nº 1. Parques industriales. Criterios para su clasificación, variables y ejemplos en

Elección del emplazamiento

Condiciones del medio físico:

• Geomorfológicas • Atmosféricas

Condiciones de accesibilidad

Delimitación y ordenamiento interno

• Límites y tamaños • Trazados • Red viaria • Zonas libres • Tipología parcelaria

y edificatoria • Usos permitidos

Infraestructuras • Infraestructura viaria • Energía • Abastecimiento de agua • Saneamiento/depuración • Vertederos • Teléfonos

Equipamientos y servicios • Vigilancia y

seguridad. • Limpieza. • Correos. • Asistencia sanitaria. • Transporte público. • Restauración. • Bancos. • Asesorías técnicas.

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Argentina

Criterios Variable Ejemplos

Ubicación Urbanos La Cantábrica (Morón) Semi-urbanos CIR-2 (Berazategui) Rurales PIP, La Plata

Tipo de actividad Especializado Río Grande (T. del Fuego) Compuesto PIP Auxiliar CIR-2

Origen y motivación De desarrollo de las áreas donde se radican

San Luis, La Rioja

De relocalización Tortuguitas (Pdo. De Malvinas Argentinas)

Patrocinador Estatal La Plata Privado PIP Mixto La Cantábrica

Fuente: Elaboración propia con datos de la ONUDI y Farberoff, 1998.

El carácter heterogéneo de la categoría parque industrial puede enriquecerse

considerando, también, las características de la infraestructura y servicios; el tamaño, la

procedencia y la rama de actividad de las firmas que lo integran y el distinto grado de

articulación entre las empresas y el entorno local.

Desde la concepción de este trabajo, el parque industrial constituye un instrumento de

planificación estratégica de la actividad industrial, que contribuye a su organización, dando

cuenta de la estructura sectorial, la actividad en general y la dimensión territorial, entendiendo

al territorio como un ámbito geográfico que incluye a las relaciones sociales (en sus

dimensiones política, económica y cultural) y la forma en que interactúan en dicho ámbito.

Por lo tanto, este instrumento serviría de articulación entre las necesidades de la industria y

los requerimientos de otras actividades económicas y usos del suelo.

Sin embargo, particularmente en Argentina, los parques industriales han surgido como

resultado de otros propósitos: la promoción de regiones atrasadas o no industrializadas; la

especulación y el negocio inmobiliarios a partir de la venta de lotes destinados a la actividad

industrial, con la consiguiente promoción de áreas contiguas con usos del suelo variados; y,

concretamente en la RMBA, debido a la competencia entre municipios por la atracción de

inversiones industriales, a partir del valor simbólico de modernidad y dinamismo que el PIP

ha adquirido.

En consecuencia, la planificación estratégica constituiría una instancia superadora del

conjunto de políticas que no encaran, simultáneamente, las tres dimensiones antes

mencionadas. Por ejemplo, los regímenes de promoción industrial han atendido los aspectos

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sectorial y/o territorial, pero sólo desde la dimensión física del territorio, desde la metáfora de

un “espacio vacío” que, en muchos casos, oculta motivaciones de índole política o

geoestratégica. De la misma manera, la implementación de parques industriales, o bien ha

estado directamente vinculada con los regímenes recién mencionados, o ha atendido

exclusivamente a la planificación física de un espacio industrial de manera indiscriminada,

priorizando el negocio inmobiliario o el valor simbólico. Esto con el agravante, en el caso de

la RMBA, que ha generado una competencia inconducente entre municipios, perdiendo de

vista una visión de conjunto del territorio metropolitano.

Además, merece una mención aparte el fomento que un PI puede aportar para la

circulación de información y conocimientos codificados y sobre todo tácitos, generando

progresivamente vínculos de cooperación entre las firmas, propiciando la competitividad

sistémica28 (Moori Koenig y Yoguel, 1998) del conjunto, que va más allá de la producción de

las externalidades. En este sentido, todo lo anterior puede contribuir a una mayor fertilidad del

territorio (de Mattos, 1997), estimulando la atracción de inversiones a la región sobre la que el

parque industrial tiene influencia.

La coexistencia en un parque industrial generaría algún tipo de relaciones entre las

firmas que lo integran, ya sea de manera espontánea o, preferentemente, fruto de una

planificación. No se trata necesariamente de relaciones comerciales y de cooperación, pero, al

menos, una coparticipación en los gastos que demanda la infraestructura y los servicios

comunes. En cuanto a la actividad industrial, aumentarían la eficacia de las firmas, medidas

tendientes a estimular la especialización, la integración y los eslabonamientos productivos29,

la radicación de empresas de servicios que atiendan las necesidades de las industrias, el

fomento de la cooperación entre firmas en diversas facetas desde el intercambio y la

producción conjunta de conocimientos tecnológicos, hasta el esfuerzo compartido en tareas

tales como la compra de insumos y materias primas, la contratación de servicios y las

28 Este concepto se refiere al proceso de generación y difusión de competencias en el que cumplen un papel central “tanto los factores microeconómicos –la cultura organizacional, la acumulación de activos tangibles e intangibles, las características del empresario, etc.– como los relacionados con el entorno socio-institucional en el que se desenvuelven las firmas. Este último, identificado en algunos estudios como ‘ambiente’ (Boscherini y otros, 1997), involucra al conjunto de interrelaciones que tienen lugar entre las instituciones del área científico-tecnológica y las firmas, los marcos regulatorios y los sistemas de incentivos e instrumentos de apoyo. La interacción de estos elementos pone en movimiento un proceso de aprendizaje y difusión técnica de base colectiva, que puede dar lugar a una circulación compleja de conocimientos, tácitos y codificados” (Moori Koenig y Yoguel, 1998: 7). 29 Los eslabonamientos productivos consisten en relaciones interindustriales. Pueden ser verticales, cuando relacionan fases sucesivas de un proceso continuo, u horizontales, cuando relacionan actividades que se desarrollan en la misma fase. En un parque industrial pueden dar lugar a la generación de redes aglomeradas –que se diferencian de las redes diseminadas en el hecho de que éstas se establecen sobre territorios extensos y poco definidos– en las que las empresas integrantes adquieren un poder de negociación mayor con las empresas de la región y los gobernantes locales (Méndez y Caravaca, 1993).

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actividades de colocación de la producción en el mercado y la exportación. Es conveniente

que la administración de un parque industrial sea dinámica y participativa, ya que la propuesta

continua de políticas destinadas a alcanzar un mejor rendimiento del parque industrial en su

conjunto, favorecerían indudablemente a generar un círculo virtuoso de surgimiento de

economías al interior del parque industrial, que lo transformaría en un destino atractivo para

nuevas inversiones.

Por otra parte, algunos de estas características y efectos del parque industrial pueden

tornarse perjudiciales para la actividad industrial, si no se cumplen ciertas condiciones. En

este sentido, las economías de aglomeración pueden convertirse en deseconomías. Por

ejemplo, la aglomeración de gran cantidad de plantas industriales en un mismo predio puede

generar una gran circulación de vehículos ocasionando embotellamientos en el caso en que los

accesos no estén preparados para tal volumen de tránsito.

2.3. Parques científicos y tecnológicos

La innovación es un fenómeno altamente selectivo que tiende a concentrarse en ciertas

ramas de actividad, en un número limitado de empresas y en algunos espacios concretos con

características que propician el surgimiento y difusión de iniciativas innovadoras. Su

comportamiento geográfico puede evaluarse considerando el esfuerzo tecnológico realizado

por empresas y territorios en gastos en investigación y desarrollo, la proporción existente de

técnicos e investigadores, la transferencia tecnológica en el entramado productivo, la

presencia de sectores de alta tecnología, los resultados obtenidos (patentes registradas,

mejoras de productividad, aumento de la capacidad competitiva y las exportaciones, nuevos

productos, etc.) (Méndez, 1997).

Así, las características de ciertos espacios construidos históricamente, generan un

potencial de innovación cuyo grado de utilización depende de la capacidad y las estrategias de

las empresas. De este modo, los medios de innovación son espacios en los que se concentran

empresas con capacidad para generar o incorporar innovaciones que afectan a sus procesos,

productos u organización. Están caracterizados por la presencia de infraestructuras y servicios

de apoyo, recursos humanos y materiales, junto a la generación de vínculos interempresariales

que incluyen la cooperación, y la consolidación de un entorno sociolaboral, cultural e

institucional favorable. Estos medios innovadores facilitan los esfuerzos realizados por las

empresas individuales y reducen sus riesgos, especialmente las Pymes. Suelen surgir en

grandes ciudades y áreas metropolitanas, en sistemas productivos locales con una red de

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pymes especializadas y relacionadas entre sí en torno a un mismo de producto, y en tecnópolis

y parques tecnológicos (Méndez y Caravaca, 1996).

Estas áreas, pueden estar caracterizadas por constituir sedes de una concentración

espontánea de empresas innovadoras, basada en criterios económico-espaciales de mercado o

estar planificadas para tal fin, con intervención directa de poderes públicos e instituciones.

Dentro de las primeras pueden mencionarse los complejos industriales de alta tecnología,

donde se agrupan empresas de sectores avanzados, respondiendo a condiciones de

localización favorable; y los medios innovadores constituidos por pymes de sectores variados,

capaces de generar o incorporar innovaciones posibilitado por un desempeño cooperativo e

interrelacionado. Entre las segundas, y según la escala de su actuación, se identifican las

tecnópolis, que son ciudades que alcanzaron la categoría de centros de innovación y

desarrollo; los parques tecnológicos y científicos, que consisten en emprendimientos de

menor alcance y en espacios previamente delimitados; y en el nivel inferior, los centros de

empresas e incubadoras de empresas, dedicados a propiciar el surgimiento de iniciativas de

carácter innovador (Méndez, 1997), impulsando de este modo la modernización del tejido

productivo, la cooperación interempresarial y la creación de empleo. Poseen locales

modulares de tamaño adaptable a la demanda y espacios comunes destinados a la prestación

de servicios a la industria. La condición más destacada para incorporarse a estos centros,

consiste en limitar el tiempo de permanencia de las empresas, que una vez consolidadas deben

trasladarse, o cerrar, si no son viables (Méndez y Caravaca, 1996).

Un parque tecnológico es un espacio de dimensión variable, promovido por alguna

institución pública o privada con el objetivo de asentar en su interior centros de I+D,

asistencia tecnológica y formación superior de enseñanzas técnicas, junto a establecimientos

productivos relacionados con tecnologías avanzadas (Méndez, 1997).

En ellos, se reúnen empresas pertenecientes a los sectores más intensivos en el mayor

esfuerzo innovador. Se localizan habitualmente en sectores suburbanos metropolitanos con

elevada calidad residencial y buena accesibilidad. Su creación es muy exigente respecto del

entorno productivo y sociolaboral. Logran un buen desempeño en el contexto de una base

empresarial consistente, “capaz de incidir favorablemente sobre la ocupación del suelo y el

establecimiento de redes de innovación, así como donde las instituciones políticas y

científicas muestran suficiente calidad, eficacia y flexibilidad para integrarse en la dinámica

generada desde el parque tecnológico” (Méndez y Caravaca, 1996). Tienen la capacidad

potencial para inducir innovaciones sobre las empresas proveedoras próximas, generando

demandas de asistencia técnica, promoviendo programas de colaboración con universidades

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regionales y calificando una mano de obra que puede dar origen a nuevas empresas (spin off).

Son indicadores de su rendimiento, la capacidad para atraer empresas y su grado de ocupación

(al igual que un parque industrial), y la ocupación y dinamismo de su incubadora de empresas

(Méndez y Caravaca, 1996).

El establecimiento de parques tecnológicos y científicos se basa en una relación íntima

entre ciencia, tecnología e industria, en los que residen entidades de carácter

científico/académico y económicas, que ocupan edificios independientes o conviven en

edificios multiuso compuestos por pequeñas naves modulares y oficinas, que asiduamente

actúan como incubadoras de empresas, que albergan y ofrecen servicios durante un período

de tiempo a pequeñas firmas de nueva creación. Aunque es deseable que se generen

relaciones de fertilidad cruzada entre las empresas radicadas, en numerosas ocasiones las

relaciones se limitan a la simple contigüidad física y al uso en común de los mismos servicios

e infraestructuras (Méndez, 1997).

No obstante, la mayor importancia de un parque tecnológico o científico reside en los

vínculos que las empresas de dichos parques puedan crear y mantener con el entorno: los

organismos regionales dedicados a la producción o transferencia de tecnología, las

instituciones públicas encargadas de su promoción, o las empresas potenciales consumidoras

de las innovaciones generadas en el parque. La presencia y la intensidad de estas

vinculaciones le otorgarían a estos parques la función de nuevos polos de desarrollo,

impulsores del crecimiento regional y local (Méndez, 1997). “El establecimiento de acuerdos

de colaboración en proyectos concretos, contratos de asistencia técnica, programas de

formación en prácticas, estancias de investigadores en empresas del parque, subcontratación

de firmas locales o creación de nuevas compañías por antiguos trabajadores en empresas del

parque son algunos de los mecanismos difusores más frecuentes” (Méndez, 1997: 176).

Los criterios para valorarlos son variados: en un primer momento, el grado de

ocupación y el empleo generado son indicadores importantes; mientras que en fases

posteriores, adquiere trascendencia su capacidad para generar y difundir innovaciones, tanto

dentro como fuera de sus propios límites (Méndez, 1997).

La existencia de un tejido empresarial dinámico en la región, que facilite el

surgimiento de relaciones con el entorno, evitaría la conversión de un parque en un enclave

tecnológico aislado, mientras que, una abundante densidad y calidad de servicios avanzados y

otros factores generadores de economías externas, proporcionados por regiones

metropolitanas o áreas con cierto desarrollo previo, explican el éxito de los parques

tecnológicos y científicos radicados en ellas (Méndez, 1997).

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2.4. Estrategias de investigación. Análisis de parques industriales30

Para realizar el análisis sistemático de un parque industrial, se debe tener en cuenta el

patrocinio, ya que su naturaleza, en un determinado modelo de acumulación, define

numerosas cuestiones de importancia que afectan profundamente a su desempeño. A modo de

ejemplo se pueden mencionar el nivel de respaldo que recibe por parte del Estado para la

construcción de infraestructuras, la presencia o no de especulación inmobiliaria, el énfasis que

se dedica al cuidado del predio, los accesos, las calles internas, los servicios internos, etc.

También, debe analizarse el entorno donde está emplazado, el tipo de empresas al que

está dirigido y la motivación de su localización. En este sentido, “las diversas formas que

adopta el acelerado proceso de innovación suponen una creciente exigencia para muchas

empresas en cuanto a las infraestructuras técnicas disponibles (accesibilidad a las redes de

transporte y comunicación) [y la realización de cambios organizacionales de sus plantas

industriales y sectores administrativos], a la vez que también aumenta la exigencia de una

mayor calidad ambiental como factor de atracción diferencial de unos emplazamientos

respecto a otros” (Méndez y Caravaca, 1996: 310).

Al interior del parque industrial es necesario conocer cuántas empresas lo integran,

discriminándolas en industriales, de servicios externos e internos (las que satisfacen

exclusivamente la demanda del parque industrial).

Al considerar las firmas industriales es ineludible explicitar sus actividades

principales, para clasificarlas según sus ramas o sectores industriales, y así poder determinar

si el parque industrial, en caso de no ser especializado, presenta heterogeneidades según los

sectores industriales.

A partir del comienzo de las actividades del parque industrial, es muy importante

conocer la fecha de inicio de la mayor cantidad posible de las empresas que lo integran (y que

lo integraron), para poder analizar la población del parque industrial según altas, bajas y

sobrevivientes, lo que da un indicio de su dinamismo y la posibilidad de realizar una

evolución de la ocupación del mismo.

30 Cabe aclarar que la investigación que se realiza en esta tesis es de un alcance menor que lo propuesto en esta guía metodológica, debido, principalmente, a dos causas: en primer lugar, a la falta de información de cada empresa en particular, situación que podría ser resuelta con la realización de entrevistas a cada una de las firmas del PIP, y en segundo lugar –y relacionada con la anterior– el alcance de una investigación que encarara todos los aspectos por esta guía propuestos, supera por extensión y acceso a recursos a los que se cuentan para realizar esta tesis de maestría.

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Además, es conveniente considerar los procesos de desconcentración y

reconcentración industrial, las pautas de localización y relocalización de las firmas y sus

necesidades organizacionales, las políticas de promoción industrial, los criterios de usos del

suelo, la orientación geográfica de las inversiones industriales, la refuncionalización de

espacios, la articulación con el entorno local, la competencia interterritorial metropolitana, el

papel de los actores intervinientes (privados, públicos) y las estrategias de planificación.

En consecuencia, el análisis exhaustivo de un parque industrial en particular, debe ser

realizado en función de los siguientes potenciales beneficios, que este tipo de organización

industrial podría aportar:

• La promoción de espacios donde se logra una efectiva integración de establecimientos

productivos, servicios avanzados y centros de investigación (en el caso de los parques

científicos y tecnológicos), capaz de propiciar efectos sinérgicos –tanto interiormente

como respecto a su entorno–.

• La modernización en términos tecnológicos, edilicios y logísticos de las firmas que se

relocalizan.

• El surgimiento de eslabonamientos y cooperación productivos.

• La posibilidad de la radicación próxima de proveedores y subcontratistas, permitiendo el

ahorro de procesos productivos, transportes y logística.

• La facilitación del aprovechamiento de economías de escala por parte de las firmas

radicadas, debido al óptimo diseño y desempeño de sus plantas industriales.

• La radicación de empresas en un parque industrial facilita la aplicación de innovaciones

de proceso31 por parte de las mismas. Gracias a mejoras de la localización y la

optimización de tamaños y diseños de las plantas fabriles que posibilita dicha radicación,

las empresas pueden renovar maquinaria y equipos, reorganizar sus cadenas productivas,

aumentar la descentralización y subcontratación de partes del proceso, reducir sus

inventarios mediante la reorganización funcional de la logística y la aplicación del sistema

just in time, que permite una disminución de los tiempos, por medio de aumentos de la

frecuencia de los flujos de los proveedores.

• La concentración de usos industriales en un perímetro afectado exclusivamente a tal uso,

tiende a una efectiva protección recíproca entre la actividad industrial y los restantes usos

urbanos, propendiendo a una convivencia más armónica entre ellos. 31 Las innovaciones de proceso afectan a la forma de hacer u organizar el proceso productivo y sus actividades complementarias. Se aplican con el fin de reducir costos, elevar la eficiencia del trabajo, aumentar su coordinación y flexibilidad, y lograr un mayor valor agregado final, por medio de mejoras de la calidad de la actividad propia o el abandona de tareas poco rentables (Méndez y Caravaca, 1993)

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• La reducción de los costos y el aumento de la oferta de infraestructura y servicios, de

acuerdo a las necesidades de las firmas.

• La facilitación del uso de economías de aglomeración por parte de las empresas

instaladas, a partir de la compra conjunta de insumos y materias primas.

• La posibilidad de la implementación o extensión de servicios públicos de transportes de

pasajeros, mediante el aumento concentrado de la demanda.

• La posibilidad de determinación de políticas específicas referentes a la radicación

industrial local.

• La vinculación funcional del empleo industrial con el residente local, especialmente en

zonas sin desarrollo industrial anterior.

• El mejoramiento de la seguridad urbana contra siniestros mediante el traslado de

establecimientos potencialmente peligrosos y la protección interna mediante la creación

de cuerpos de seguridad especializados, retiros, y otras medidas precautorias.

• La posibilidad de acceso a lotes adecuados para la construcción de plantas industriales con

mejor diseño, sin las restricciones (de tamaño, por reglamentaciones urbanas y edilicias)

ejercidas por otros usos del suelo.

• La probabilidad de la generación de propuestas complejas de captación industrial a partir

de la adecuación a usos industriales específicos.

• La contribución a la integración industrial mediante la ejecución societaria de obras de

interés y uso común.

• Un más eficiente control potencial de la contaminación ambiental (sólida, gaseosa, líquida

y sonora), debido a: reglamentaciones más específicas y exigentes, una mayor posibilidad

de vigilancia por parte de las autoridades y el abaratamiento de los costos de los sistemas

utilizados.

2.5. Factores de localización de los parques industriales

Con el objetivo de poder avanzar en la explicación respecto del conjunto de razones

que llevan a la toma de decisión de implantar un parque industrial en un determinado

emplazamiento, resulta conveniente considerar teóricamente las pautas de implantación de las

firmas consideradas individualmente, ya que, según la concepción más tradicional de la

localización industrial, el conjunto de los factores de localización de un parque industrial

atractivo, debería presentar un cierto grado de similitud con los de las empresas que lo

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integran. Para comprender el comportamiento de las firmas, Méndez y Caravaca afirman que

“la distribución de las funciones de la empresa en uno solo o varios establecimientos resulta

esencial para comprender sus diferentes criterios y pautas de localización” (1996: 46). En este

sentido, para poder analizar estas cuestiones referidas particularmente al PIP, parece lógico

considerar los dos tipos de casos (empresas monoplanta y multiplanta), ya que ambos están

presentes significativamente en él.

Tradicionalmente, las teorías de localización consideraron, en principio, el supuesto de

empresas con un solo establecimiento:

• hacia el que convergen múltiples flujos de insumos: materias primas, mano de obra,

capital y servicios;

• desde el que divergen flujos de manufacturas en dirección a los mercados de consumo,

finales o intermedios y

• el que se relaciona con un entorno integrado por empresas colaboradoras e instituciones

públicas implicadas en la actividad industrial (Méndez y Caravaca, 1996).

Por lo tanto, de acuerdo con el tipo de actividad a desarrollar, las firmas

monoplanta se localizarán allí:

• donde el costo de los insumos (fuentes de materias primas, mano de obra, áreas de suelo

barato) sufran una reducción,

• en áreas urbanas que se desempeñen como mercados de consumo y centros de servicios y

equipamiento o

• en encrucijadas de transportes y comunicación con alto grado de accesibilidad con el fin

de reducir los costos de desplazamiento.

No obstante, en todos los casos, son las condiciones locales las que explican los

comportamientos (Méndez y Caravaca, 1996).

De modo diferente, en el caso de las empresas multiplanta, las aptitudes de cada lugar

adquieren valor sólo en relación a una estrategia general o de conjunto, que define las

localizaciones más aptas para cada establecimiento. Tradicionalmente, los emplazamientos

más frecuentes eran los mejor ubicados respecto de los mercados de consumo que se

pretendían abastecer. En la actualidad, la “tendencia a la especialización, otorga importancia

creciente a las ventajas comparativas, definidas como los beneficios que obtiene una empresa

al localizar aquellas tareas que son intensivas en el uso de un determinado factor allí donde

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éste resulte abundante y barato” (Méndez y Caravaca, 1996: 46). En consecuencia, este tipo

de empresas tendería a ubicar a:

• las actividades periproductivas, en los centros de negocios que proveen capacidad de

decisión, información e innovación y servicios avanzados;

• las actividades productivas y logísticas, según el valor agregado y la componente

tecnológica de los productos obtenidos, en:

o regiones con tradición industrial que brindan mejores recursos productivos, en el caso

de las tareas más exigentes de calificación y

o en espacios periféricos con menores costos y controles, las actividades más banales y

contaminantes (Méndez y Caravaca, 1996).

De lo anterior, resulta que para este tipo de empresas, el sistema jerárquico de sus

funciones se recrea sobre el territorio fomentando la jerarquización de los mismos, según un

estricto principio de división espacial del trabajo, debido al cual, la estrategia espacial de las

empresas se torna progresivamente más rigurosa en función de los recursos ofrecidos por los

medios locales (Méndez y Caravaca, 1996).

Al considerar la innovación tecnológica, este análisis se complejiza, ya que ésta

transforma las exigencias de funcionamiento de las empresas y la lógica global de los

sistemas productivos e incide también sobre “la importancia relativa de los diversos factores

de localización de las actividades y el conjunto de relaciones que la industria mantiene con el

espacio geográfico” (Fischer, A., 1994:85, en Méndez y Caravaca, 1996). Esta conjunción,

impulsa una nueva lógica espacial que afectan las pautas de localización de los

establecimientos, los flujos interterritoriales y las formas espaciales concretas. En este

contexto, crece la importancia de las infraestructuras técnicas, la calidad del espacio

productivo (ambiental, infraestructural) y el capital intangible (investigación, servicios

tecnológicos, mano de obra calificada). (Méndez y Caravaca, 1996).

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Capítulo 3. Las transformaciones económicas ocurridas durante el neoliberalismo

3.1. La desindustrialización durante la Convertibilidad: una reestructuración regresiva

y heterogénea de la industria

El proceso de destrucción del tejido industrial acaecido en los años noventa,

propiciado por un conjunto de políticas estructurales, puede ser incluido en un período mayor

–iniciado en 1976– e interpretado como una tendencia a la “desindustrialización”, entendida

como una merma de la participación de la actividad industrial en el PBI (Azpiazu, Basualdo y

Schorr, 2001).

La causa de este fenómeno radica en la aplicación de un conjunto de políticas

económicas, que generaron un contexto opuesto a la producción de bienes internacionalmente

transables y a favor de la ampliación de los servicios, así como también un abaratamiento

relativo del capital en relación al costo de la fuerza laboral local, provocado por el acceso sin

límites al equipamiento importado y al arribo de cuantiosos capitales internacionales. Estos

sesgos favorecieron el desarrollo de las actividades más intensivas en capital y protegidas con

un alto nivel de ventajas naturales. Estas ventajas comparativas pueden dividirse en “viejas”,

basadas en el sector agropecuario y “nuevas” relacionadas con la explotación de petróleo, gas

y derivados y la minería metalífera (Fernández Bugna y Porta, 2008).

Entre 1993 y 1999, el PBI a precios constantes creció más del 18%, mientras que el

PBI industrial lo hizo al 6,6%, con una elasticidad-producto para el sector industrial de 0,4,

exiguo y decreciente frente al expansivo 1,4 característico de la segunda fase del modelo

sustitutivo, durante la cual la actividad industrial constituía el sector más dinámico de la

economía. Del mismo modo, el producto manufacturero experimentó una merma frente al

producto bruto total: de 18,2% en 1993 a 16,5% en 1999, mientras que a mediados de los años

setenta consistía en el 30%, aproximadamente. (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).

El análisis de estos valores en términos relativos al aumento de la población, arroja un

abrupto retroceso. En el mismo período considerado, se observa una disminución del PBI

industrial por habitante de 1,8%. Teniendo en cuenta que entre 1990 y 1993, luego de una

importante recuperación, se habían alcanzado los valores de 1974 –posteriormente al pésimo

rendimiento del sector entre 1975 y 1990–, se constata la pobrísima actuación de la industria

durante los años noventa (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).

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La redefinición del patrón productivo industrial generó un amplio proceso de

reestructuración que combinó la incorporación de insumos, componentes y bienes finales

importados32; como consecuencia, la reducción de planteles de personal con la consiguiente

destrucción de saberes y oficios industriales; y la intensificación de los procesos de trabajo y

el resultante aumento de productividad. En este contexto, se produjo un significativo proceso

de cambio tecnológico, que trajo aparejado la puesta en práctica de procesos de cambio

organizacional, entre otras tendencias. Dicho cambio tecnológico, fue propiciado por la

apertura comercial y el ingreso de intensos flujos de IED industrial dirigidos a los sectores y

áreas de mayor dinamismo (Fernández Bugna y Porta, 2008).

Por lo tanto, la desindustrialización puede ser caracterizada como regresiva, ya que

consistió en una transferencia de riqueza desde la esfera del trabajo a la del capital, y

heterogénea, debido a que dicha transferencia se produjo de manera diferencial, en beneficio

de los grupos concentrados de la economía y en detrimento de las pymes, especialmente, lo

que implicó un proceso de fuerte centralización del capital (Schorr, 2005).

En el primer caso, siguiendo los pasos del sector en su conjunto, el empleo industrial

durante los años noventa también sufrió una intensificación de las tendencias surgidas a partir

del fin de la sustitución de importaciones. De este modo se verifican “una fuerte disminución

en las cantidad de obreros ocupados en la actividad y una creciente regresividad en materia

distributiva” (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001: 54) con una simultánea ampliación de la

productividad, ligada a una intensificación de la jornada de trabajo (lo que equivale a un

aumento absoluto de la tasa de explotación), que fue apropiada, especialmente, por los

empresarios más concentrados del sector. Por lo tanto, la clase obrera fue víctima de una

doble explotación como consecuencia del aumento de la productividad y la caída del salario,

posibilitando un aumento de la concentración económica.

En cuanto a la heterogeneidad, se consolidó una estructura industrial crecientemente

concentrada, firmemente especializada alrededor de un pequeño grupo de actividades que se

basan en la explotación de ventajas comparativas naturales. Se produjo un desplazamiento de

las industrias productoras de bienes de capital –las más dinámicas en la generación de valor33,

eslabonamientos productivos y puestos de trabajo, pertenecientes al sector pyme–, por parte

32 Desde el punto de vista del capitalismo global, la importación de bienes finales por parte de empresas industriales, como consecuencia de la necesidad de aumentar el tiempo de rotación. del capital., es un rasgo de adaptabilidad frente al aumento de la volatilidad en la esfera de la producción de mercancías (Harvey, 1990). 33 “El magro desempeño sectorial en materia de generación de valor agregado durante los noventa es explicado, también, por la significativa desintegración de la producción fabril local derivada de la creciente importancia que ha asumido (…) la compra en el exterior de insumos y/o productos finales por parte de las empresas industriales” (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001: 7)

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de grandes empresas que participan en mercados oligopólicos, del sector industrial intensivo

en la explotación de recursos naturales –que son las que presentan menor dinamismo en la

incorporación de valor agregado–, las industrias privilegiadas institucionalmente –como la

armaduría automotriz– y las de elaboración de ciertos insumos intermedios vinculados a la

industria química y metalúrgica. Este fenómeno, propició un desarrollo industrial

desarticulado verticalmente, con un gran déficit en la producción de maquinarias, equipos e

insumos intermedios. “De esta manera, la consolidación de este tipo de perfil sectorial en

aquellas firmas líderes que, dado su poder oligopólico sobre las distintas ramas en las que

actúan, pueden definir el sendero por el que transitan tales actividades y más en general, el

conjunto de la industria argentina, es uno de los principales factores para explicar las causas

por las que, a pesar de que la producción manufacturera creció en términos absolutos durante

el decenio pasado, el sector continuó perdiendo peso relativo en el PBI global, al tiempo que

redujo su tamaño” (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001: 7).

Además, la intensificación de la concentración resultante, les dio a las grandes

empresas oligopólicas un alto grado de autonomía respecto del ciclo económico interno,

evidenciado por la creciente potencialidad de respuesta contracíclica, basada en la alta

capacidad exportadora, a diferencia de la mayoría de los restantes agentes industriales. Como

consecuencia, las exportaciones le permitieron a la cúpula desligarse de la necesidad de

sostener la masa salarial, ya que ésta dejó de definir la demanda efectiva pasando a quedar

estructurada, durante los años noventa, en torno a los mercados externos e internamente, a los

sectores de más altos ingresos. Por lo tanto, prácticamente, desaparecieron los límites

estructurales a la baja del ingreso de los asalariados, ya que su reducción fue absolutamente

afín con la dinámica de la reproducción ampliada del capital, beneficiando al capital

concentrado, reduciendo sus costos, incrementando sus tasas de rentabilidad y aumentando

los saldos exportables (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).

Por otro lado, el aumento en el grado de oligopolización del sector ocurrió en el

contexto del fortalecimiento de una estructura manufacturera progresivamente vinculada a las

primeras fases del proceso industrial y al aprovechamiento de áreas favorecidas de

reproducción ampliada del capital y, por lo tanto, cada vez más dislocada (Azpiazu, Basualdo

y Schorr, 2001).

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En este sentido, la política de desregulación de los mercados, aportada por el shock

neoliberal34 (integrado también por la apertura de la economía y la privatización de las

empresas públicas) aplicado por el gobierno de Menem, constituyó un conjunto heterogéneo

de medidas que implicó la transferencia real del poder regulatorio de los mercados a quienes

ocupaban posiciones oligopólicas u oligopsónicas en los mismos, cumpliendo un papel

decisivo en la intensificación de los procesos de concentración económica y centralización del

capital. Asimismo, el programa desregulatorio incurrió en notables arbitrariedades e

inconsistencias que indujeron mayores distorsiones sobre el perfil de la industria

manufacturera (Azpiazu, 1994).

Paralelamente al proceso de concentración, se produjo un notable aumento en el grado

de “extranjerización” de la producción, como consecuencia de las nuevas modalidades de

radicación de las firmas trasnacionales y el descenso relativo de los grandes grupos

económicos de capital local. (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001). En este sentido, la IED se

concentró en los sectores más dinámicos: las actividades de servicios privatizadas, las

producciones asentadas sobre el aprovechamiento de ventajas naturales, los servicios privados

orientados hacia los mercados de altos ingresos y hacia los más protegidos, algunos

segmentos industriales (Fernández Bugna y Porta, 2008) y algunas áreas que adquirieron

creciente protagonismo industrial a partir de la convertibilidad, como los partidos de Pilar,

Tigre, Zárate, Campana y Ensenada, en la tercera corona metropolitana de Buenos Aires)

(Álvarez de Celis, 2007).

Contribuye a la explicación de la disminución en la creación de valor agregado por

parte del sector, durante los años noventa, la progresiva importancia que adquirió, en el

contexto de la apertura asimétrica de la económica, la importación de insumos y productos

finales por parte de las empresas industriales. Como consecuencia, numerosas firmas que

fueron afectadas por el cierre, se desplazaron hacia tareas relacionadas con el armado o

ensamblado, o simplemente se dedicaron a la venta de productos finales comprados en el

exterior. En este proceso, se dislocaron múltiples cadenas de valor agregado y, por

consiguiente, se destruyó una porción importante del tejido manufacturero local,

especialmente en las ramas dominadas por las pymes (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).

A diferencia de los programas de privatizaciones y desregulaciones, caracterizados por

la persistencia estratégica, la profundización de las acciones, en un marco de irreversibilidad,

34 “En algunos países menos desarrollados, el FMI y el Banco Mundial cooperaron en las políticas internas, favoreciendo programas basados en ajustes fiscales y monetarios combinados con desregulación y liberalización de los mercados nacionales” (Agnew y Knox, 1994: 205).

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y “una heterogénea gama de situaciones y de efectos sobre los distintos segmentos de la

industria” (Azpiazu, 1994: 217), la política de apertura funcionó con cierto grado de

flexibilidad y generó consecuencias mucho más amplias y generalizadas, constituyéndose la

exposición a la competencia externa, el contexto habitual de casi todo el sistema industrial.

Sin embargo, las crecientes excepciones en algunos sectores empresariales, como las

industrias automotriz, papelera, textil, algunos eslabones de la alimentaria y unas pocas

actividades comandadas por oligopolios que cuentan con protecciones naturales o normativas,

generaron marcadas asimetrías a nivel intersectorial. La ausencia de gradualismo que

caracterizó la aplicación de esta política aperturista y la discrecionalidad con que fueron

aplicados los instrumentos que se utilizan para evitar prácticas comerciales desleales, como el

régimen antidumping, reforzaron aún más esta asimetría, colocando en una situación muy

desventajosa a los agentes industriales de menor tamaño relativo. (Azpiazu, Basualdo y

Schorr, 2001).

Esto se torna evidente, teniendo en cuenta que el conjunto de las cien empresas

industriales de mayores ventas del país, entre 1993 y 1998, obtuvieron un saldo positivo de

casi el 8% entre las tasas anuales acumulativas de sus exportaciones de productos finales y

sus importaciones de insumos y/o bienes finales. Como consecuencia, la cúpula del sector

obtuvo voluminosos y progresivos excedentes comerciales: de 2.179 millones de dólares en

1993 a 7.148 millones de dólares en 1998. Este hecho contrasta considerablemente con el

rendimiento del sector en su conjunto, que ha registrado saldos negativos durante casi toda la

década de 1990 (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).

En el transcurso de esta administración, las políticas arancelarias adquirieron distintos

grados de intensidad, presentando marcadas discontinuidades de corto plazo, sucediéndose

entre octubre de 1989 y noviembre de 1991 trece reformas o modificaciones en la

configuración de los niveles arancelarios, descendiendo el arancel nominal promedio de

26,5% a 11,7%. Posteriormente, a fines de 1992 se reformuló nuevamente la estructura

arancelaria, resultando un esquema de una gran intensidad y escaso gradualismo de la política

de apertura, especialmente en un contexto de persistente y creciente retraso del tipo de cambio

real, y que “supone un tratamiento igualitario para los insumos industriales y para las partes y

piezas, sean producidas o no en el país” (Azpiazu, 1994: 185).

Mientras la asimetrías de las políticas de apertura propiciaron prácticas desleales de

comercio, “las permanentes reformas en la estructura arancelaria y la creciente

implementación de acciones de protección para determinadas actividades introducen un

marco de imprevisibilidad que (…) atenta contra el proceso de inversión y, a la vez, tienden a

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denotar una cierta jerarquización del corto plazo no ajena a la intensidad de las presiones

empresarias y a la consiguiente capacidad de ‘lobbying.’” (Azpiazu, 1994: 186).

Los principales efectos de la superposición de la generalizada reducción de los

derechos de importación, la depreciación del tipo de cambio real de importación, la

eliminación de las barreras paraarancelarias y la exigua e irregular política antidumping

fueron el abaratamiento relativo de los insumos importados y los bienes de capital, mientras

que, simultáneamente, se producía una reducción en los niveles de protección efectiva de la

industria y un consiguiente aumento de exposición a la competencia externa (Azpiazu, 1994).

Considerando que el grado de transabilidad de los distintos bienes ejerció un papel

protagónico en el sendero evolutivo de la industria, se verifican, en la disposición de la

estructura de precios relativos, tendencias negativas en la evolución de los valores de los

transables –particularmente, en la mayor parte de los industriales–, desalentando la formación

de capital en la mayoría de las actividades manufactureras. “Ello resulta particularmente

notorio si se las compara con las alternativas que ofrecen los distintos procesos de

privatización, así como buena parte de los servicios y la casi totalidad de los bienes y

servicios no transables no expuestos a la competencia proveniente del exterior” (Azpiazu,

1994: 221).

A partir de 1998 se inició una recesión que afectó principalmente a la industria

manufacturera (que sufrió un retroceso del 18%) y la construcción (con una merma del 26%),

mientras que la producción agropecuaria, la pesca y la minería exhibieron comportamientos

positivos de 1,2%, 20% y 8%, respectivamente. Este comportamiento agudizó los problemas

de empleo y salario que este modelo evidenció desde un principio. Las actividades más

afectadas fueron las proveedoras del mercado interno y/o regional. Esta crisis también trajo

aparejadas la intensificación de la concentración productiva y centralización del capital, ya

que la disminución del ingreso industrial fue mucho menos severa en el conjunto de las

grandes empresas, que aprovecharon condiciones de cautividad en el mercado interno y/o en

la explotación de recursos naturales. Como contrapartida, se produjo la quiebra de numerosas

firmas, particularmente PyMEs, en la mayoría de las ramas industriales (Fernández Bugna y

Porta, 2008).

Durante la crisis económica, se acentuó la tendencia favorable de la rama de alimentos

y bebidas, en relación a los sectores textil y cuero, madera y muebles, productos metálicos y

maquinaria y equipo. También se profundizaron la heterogeneización y desarticulación

sectoriales, provocando merma de capacidades, cierre de firmas, la paralización de los

procesos de inversión y modernización y la generalización de conductas defensivas. Además,

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se generaron las condiciones para una nueva onda de adquisiciones de empresas nacionales

por inversores extranjeros (acumulación por desposesión, en términos de David Harvey),

consolidándose el predominio de capitales externos en gran parte de las ramas industriales

(Fernández Bugna y Porta, 2008).

En síntesis, la apertura de la economía contribuyó abiertamente a plasmar “una nueva

fase de destrucción del tejido industrial y de reestructuración regresiva del sector –con sus

consiguientes implicancias (directas e indirectas) en términos de redistribución e inequidad

del ingreso–” (Azpiazu, 1994: 186).

Por otro lado, la estructura de precios relativos durante la década de 1990, acusó una

marcada asimetría que perjudicó a la industria frente a los servicios –especialmente los

públicos privatizados–, desalentando la inversión industrial.

De este modo, una de las principales anomalías en materia de precios la constituyó la

evolución dispar entre los bienes y servicios transables con el exterior y los transables

protegidos natural o normativamente de la competencia externa, por un lado, y los transables

(entre los que se encuentran la mayoría de los productos industriales) por la otra; debido a la

cual, los precios industriales se erosionaron respecto de los servicios35. Mientras los precios

de cuantiosos servicios ascendían velozmente (particularmente los públicos privatizados), un

conjunto muy importante de los bienes industriales registraron muy leves aumentos o

disminuciones de sus precios, debido al efecto “disciplinador” generado por la apertura de la

economía (Azpiazu, Basualdo y Schorr, 2001).

Esta reestructuración de la organización de precios y ganancias desestímulo la

formación de capital en el ámbito industrial, reduciendo el potencial de crecimiento del

sector; forjó un importante aumento en los costos empresarios, especialmente los de las

pymes y, como consecuencia, un deterioro significativo del tipo de cambio real y de la

competitividad externa de un importante conjunto de actividades manufactureras, en especial,

las que no se basan en la explotación de recursos naturales.

Del mismo modo, la desindustrialización de los años noventa guarda estrecha relación

(como la otra cara de la misma moneda) con la valorización financiera “como uno de los ejes

centrales en torno de los que se estructura el proceso de acumulación y reproducción del

capital de las grandes firmas oligopólicas que actúan en la producción fabril” (Azpiazu,

Basualdo y Schorr, 2001: 11), que consolidó una de las principales tendencias que se

impusieron a partir de la interrupción del modelo de sustitución de importaciones y se

manifestó notablemente en la evolución de la fuga de capitales al exterior. 35 Entre 1991 y 1998, el cociente entre los precios industriales y los de los servicios descendió más de 33%

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Por lo tanto, puede afirmarse que en Argentina durante los años noventa, se produjo un

proceso de desindustrialización por destrucción de sectores, firmas y puestos de trabajo que

contrasta con el retroceso del sector industrial en los países centrales que se dio en un

contexto de aumentos de productividad, especialización en los sectores de mayor dinamismo

y exportación de los segmentos maduros de la actividad industrial.

2.2.2. La (re)industrialización durante la posconvertibilidad

El final de la convertibilidad durante fines de 2001 y 2002, constituyó el “quiebre

histórico en la hegemonía de la valorización financiera en detrimento de las actividades

productivas” (Azpiazu y Schorr, 2008: 18). La reforma cambiaria emergente provocó una

crisis de tal profundidad que “demandó un trienio de crecimiento elevado, sostenido e

ininterrumpido (2003-2005), para recién entonces alcanzarse los niveles de actividad de 1998,

previo al inicio de la etapa recesiva más prolongada y aguda de la historia argentina

contemporánea” (Azpiazu y Schorr, 2008: 18).

La estructura de incentivos subyacente en los nuevos precios relativos de la economía

como consecuencia de la devaluación –que implicó el fin de la convertibilidad– en 2002, se

reorientó hacia la producción de bienes transables sustentados en procesos trabajo-intensivos,

mientras que continuaba favoreciendo las actividades basadas sobre ventajas naturales. En un

contexto de una demanda interna muy deprimida, los sectores que lograron aumentar sus

exportaciones o los que iniciaron una sustitución de importaciones, incrementando su

participación en el mercado interno, fueron los que lideraron primitivamente la reactivación

productiva a partir del segundo trimestre de dicho año (Fernández Bugna y Porta, 2008).

Considerada globalmente, la trama industrial emergente está compuesta, básicamente,

por un importante grupo de actividades que basan su producción en el aprovechamiento de

fuertes ventajas comparativas de tipo estático –dentro de las que sobresalen las industrias

alimenticias–, por otras históricamente beneficiadas por políticas industriales específicas –la

industria automotriz, por excelencia– y por un conjunto heterogéneo de empresas

sobrevivientes a las condiciones de racionalización económica impuestas por la apertura

comercial del shock neoliberal y, posteriormente, a la recesión del régimen de convertibilidad,

por medio de la implementación de estrategias claramente defensivas, enfocadas en la

reducción de costos fijos [como por ejemplo, basadas en localizaciones más eficientes,

reducciones impositivas, modernizaciones fabriles y aprovechamiento de ventajas asociadas

al nuevo paradigma industrial, como la descentralización productiva] y salariales. Las nuevas

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condiciones generadas por los precios relativos, han propiciado reacciones positivas en dichas

empresas, sustentadas en la utilización de capacidad instalada ociosa. En este contexto, el

crecimiento de la mayoría de las ramas industriales, es una característica notable de la actual

fase expansiva (Fernández Bugna y Porta, 2008).

De este modo, aunque la recuperación de la actividad de la gran mayoría de las ramas

industriales implica una notable mejora para los sectores medios y bajos de la sociedad, con

respecto a la fase descendente de la convertibilidad –y por supuesto a su crisis–,

especialmente en relación con el nivel del empleo y los salarios, el nuevo régimen que la

sustituyó no fue acompañado por un cambio estructural, ya que significó la continuidad de

numerosos aspectos fundamentales del régimen convertible (Fernández Bugna y Porta, 2008).

Es así, que la posconvertibilidad está caracterizada por la presencia de ciertos niveles

de regresividad y heterogeneidad con que está afectando a las diversas clases sociales, sus

fracciones y los sectores de la economía. Es sufrida principalmente por la clase trabajadora,

ya que es un modelo basado en altos índices de productividad y bajos salarios, mientras que

continúa siendo muy auspiciosa para los distintos segmentos del capital (y en gran medida

para los más altos).

La política económica se concentró en la recomposición de la oferta, en el logro de

estabilidad macroeconómica (superávit fiscal, acumulación de reservas y restauración de la

liquidez bancaria), en el mantenimiento de un tipo de cambio real alto –diferenciado a favor

de los sectores menos competitivos– y en estimular el crecimiento de la demanda agregada,

vía subsidios y recuperación de los salarios.

En la esfera del capital se produjo la aceleración de las tendencias a la concentración

económica, la centralización del capital y la extranjerización de la industria nacional, lo que

generó el afianzamiento y la articulación del proceso de oligopolización anterior y la

reducción del empresariado industrial nacional. Por otro lado, en el ámbito del trabajo, se

produjo la disminución del desempleo y la regresividad salarial industrial, en un contexto de

aumento del empleo en negro, altas y crecientes tasas de explotación y la consolidación de la

consideración del salario como costo empresario, que se ubicó por debajo de la línea de la

pobreza.

Del mismo modo que durante la convertibilidad, la profundización de la concentración

económica les permitió a las empresas oligopólicas, gracias a su gran potencialidad

exportadora, desligarse del volumen de la demanda ejercida por el mercado interno,

despreocupándose del nivel de los salarios.

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Sin embargo, la devaluación de la moneda posibilitó la consistente recuperación de la

economía en su conjunto y, particularmente, la de los sectores productivos. La industria

evidenció un importante crecimiento a partir del aumento de las exportaciones fabriles –

gracias a profundos cambios en la estructura de los precios de la economía– y una nueva (y

acotada) sustitución de importaciones. Es así que, entre 2002 y 2007, las tasas de crecimiento

anual del producto y de la industria fueron 8,8% y 10,3%, respectivamente, alcanzándose

recién en 2005 los niveles de actividad de 199836, “inicio de la etapa recesiva más prolongada

y aguda de la historia argentina contemporánea” (Azpiazu y Schorr, 2008: 18). Sin embargo,

al interior del conjunto de los sectores productivos, la industria, que lideró el proceso de

recuperación económica a partir del año 2002, desde 2005 ha estado perdiendo terreno frente

al sector agropecuario, la minería y la actividad petrolera. Es así que, la tasa de crecimiento

industrial ha sido superada por la del conjunto de la economía, abandonando así el sector

industrial, el papel de promotor de la recuperación económica hasta ese momento detentado.

De esta manera, el sector manufacturero, entre 2002 y 2006, acumuló un crecimiento del

32,8%, aumentando su participación en el PBI del 16,3% en 2002 al 17,9% en 2005. Además,

su participación relativa al crecimiento del producto ha sido decididamente más alta que en el

período de crecimiento de la convertibilidad (Fernández Bugna y Porta, 2008).

Esta recuperación se basó en una muy pobre y endeble política industrial, sustentada

casi exclusivamente en un tipo de cambio real competitivo y estable, y una macroeconomía

sana como resultado del crecimiento del PBI y los superávits fiscal y de la balanza comercial,

en ausencia de una estrategia orgánica de desarrollo industrial. En cuanto a medidas más

específicas, continuó la administración de los regímenes en funcionamiento y una asignación

de recursos para promoción de inversiones por medio de incentivos fiscales, que benefició

principalmente a un reducido grupo de grandes empresas y emprendimientos con un perfil

exportador (Fernández Bugna y Porta, 2008).

El perfil productivo-exportador se asentó en la producción industrial de un conjunto

pequeño de grandes empresas, a partir de la reconfiguración de los precios relativos internos.

Estuvo sustentado en el aprovechamiento de ventajas comparativas a partir del procesamiento

de recursos naturales básicos y la producción de commodities industriales; la creciente

utilización de la capacidad industrial instalada; la reactivación de la demanda interna, a partir

del nuevo tipo de cambio; y de las excelentes condiciones para la exportación, debido al

aumento inusitado de los precios internacionales (a pesar del carácter de commodities de los

36 En 2006 la industria manufacturera había superado en casi el 11% el nivel máximo del período convertible alcanzado en 1998 (Bugna y Porta, 2008).

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bienes exportados). Por lo tanto, el crecimiento industrial quedó circunscripto a un conjunto

muy reducido de ramas que adquirieron dinamismo durante el auge de las políticas

neoliberales: la agroindustria, la “armaduría automotriz”, la refinación de petróleo, la

elaboración de productos y sustancias químicas, y las manufacturas de metales comunes.

Como consecuencia, la gran industria se apropió de márgenes de rentabilidad relativamente

altos, quedando el resto de la industria exceptuado de ellos (Azpiazu y Schorr, 2008).

Además, dichos márgenes se engrosaron gracias a la depreciación salarial (en dólares), la

creciente productividad apropiada y el aporte redundante de recursos estatales e incentivos

tributarios concentrados en ella (Azpiazu, 2008).

La reactivación de la economía y la actividad industrial estuvo sustentada en el

aumento del nivel de inversión, “superando en el tercer trimestre de 2006 el máximo

registrado a principios de 1998 [el valor máximo alcanzado durante el régimen convertible],

con un dinamismo mayor al observado en otros períodos de recuperación poscrisis de los

últimos veinticinco años y financiada, también a diferencia de etapas anteriores, básicamente

con ahorro interno” (Fernández Bugna y Porta, 2008: 32). En este sentido, es necesario

destacar en relación con los flujos de IED industrial, ésta ha sido algo menor (4 mil millones

de dólares) que la media anual de los años 90.

Si bien hasta el año 2004, el crecimiento industrial estuvo basado en la utilización

intensiva de capacidad ociosa, a partir de ese momento se constatan incrementos en la

capacidad productiva, mientras que el promedio del uso de la capacidad instalada se ha

mantenido relativamente estable y han continuado los intensos aumentos de la producción. No

obstante, en 2006 ya existen varias ramas industriales a punto de saturación de la mencionada

capacidad ociosa, agravada por el creciente envejecimiento del parque instalado, fenómeno

que cobra gran dinamismo a partir de 1998, sufre un empeoramiento en 2000 por convertirse

en un proceso de desinversión neta, produciéndose un aumento de la edad promedio del

parque industrial instalado, hasta 2003 (Fernández Bugna y Porta, 2008).

En comparación con la década de los años ’90, si bien hacia 2005 el sector industrial

presenta una tasa de crecimiento de los montos de inversión y proyectos relevados mayor al

del resto de las actividades, la proporción relativa no es significativamente mayor. Además, se

incrementó la participación de las actividades extractivas y se redujo la de infraestructura e

industria, encabezando el grupo de receptores de inversiones, los sectores de petróleo y gas,

comunicaciones y construcciones (Fernández Bugna y Porta, 2008).

En lo que respecta estrictamente a la industria manufacturera, el patrón de inversiones

a permanecido relativamente constante, desde el inicio del régimen convertible. Las ramas de

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alimentos y bebidas, automotriz y autopartes, derivados de petróleo y gas y productos

químicos, continúan concentrando el 70 %, aproximadamente, del total de dichas inversiones.

La persistencia de esta distribución de las inversiones, se debe a que el aparato productivo

nacional se ha especializado en la elaboración de commodities y productos derivados de

recursos naturales. En este sentido, las inversiones se dirigen a incrementar la oferta

exportable, reproduciéndose así el aparato productivo existente. De este modo, la ausencia de

políticas que establezcan incentivos dirigidos al desarrollo de otras actividades, el destino de

las inversiones se encuentra restringido por la estructura productiva existente (Fernández

Bugna y Porta, 2008).

En consecuencia, el régimen posconvertible basado en un fuerte crecimiento industrial

y de las exportaciones industriales, pero con una tendencia creciente de las importaciones

(que no implican inversiones en nuevas actividades, que sustituyan importaciones), en el

contexto del alto grado de apertura comercial heredado de los años noventa, pone en duda la

sustentabilidad de una recuperación estructural, ante la posibilidad futura de incurrir en

comportamientos del tipo stop and go, debido a la restricción externa por saldo comercial

negativo con el exterior.

En definitiva, la posconvertibilidad trae aparejada un proceso de reindustrialización

con reducción del desempleo, basado en “una estructura fabril desarticulada, muy sesgada

hacia las primeras etapas de la transformación manufacturera y con ostensibles

heterogeneidades estructurales en los niveles intra e interindustriales, y una fuerte

redistribución de ingresos en detrimento de los trabajadores y a favor de las fracciones más

concentradas y transnacionalizadas del capital” (Azpiazu y Schorr, 2008: 20).

Habiendo planteado el panorama económico nacional en el período 1991-2007 y,

anteriormente, las transformaciones metropolitanas en el marco del capitalismo flexible, están

dadas las condiciones para emprender el análisis de las mutaciones territoriales e industriales

a escala de la RMBA.

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Capítulo 4. Las mutaciones territoriales e industriales en la Región Metropolitana de

Buenos Aires (1990-2007)

4.1. La reestructuración industrial metropolitana en el contexto del capitalismo flexible

La crisis del sistema productivo que irrumpió a nivel global, a mediados de la década

de los setenta, desencadenó el surgimiento de procesos de reestructuración industrial que

posibilitaron la continuación de la acumulación de capital. Estas transformaciones alteraron la

lógica espacial de las actividades industriales propiciando intensos procesos de periferización

de la industria a distintas escalas. El surgimiento de los nuevos países industriales del Tercer

Mundo, el traslado de capacidad desde antiguas regiones industriales a otras emergentes, o la

paulatina industrialización de numerosos espacios suburbanos, periurbanos y rurales, frente a

la disminución de empleos productivos en numerosas grandes ciudades, constituyen los

síntomas del inicio de una ruptura con el modelo de acumulación espacial vigente hasta

entonces (Méndez y Caravaca, 1996).

En este sentido, y en relación con la ya mencionada importancia que adquiere el lugar

durante la fase flexible del capitalismo, cuánto más unificado está el espacio, más importancia

asumen las cualidades de las fragmentaciones para la identidad y la acción social, lo que pone

en evidencia el rol cambiante de la espacialidad en la sociedad contemporánea. Este tipo de

reacción acentúa mucho más la identificación del lugar, la construcción y señalización de sus

cualidades únicas en un mundo crecientemente homogéneo pero fragmentado (Harvey 1990).

Por lo tanto, si los capitalistas se muestran cada vez más sensibles a las cualidades

espacialmente diferenciadas que componen la geografía mundial, es posible que los espacios

se modifiquen a fin de que resulten más atrayentes para el capital de gran movilidad. En

medio de las crecientes abstracciones del espacio, deben acentuarse las cualidades del lugar.

La producción activa de lugares con cualidades especiales constituye un objetivo importante

en la competencia espacial entre zonas, ciudades, regiones y naciones. Y es en este contexto

donde se puede concebir mejor el esfuerzo destinado a que las ciudades forjen una imagen

distintiva y creen una atmósfera del lugar y la tradición, que actuará como un señuelo tanto

para el capital como para la gente rica e influyente (Harvey, 1990). En definitiva, “¿Acaso

este lugar no es mejor que aquel lugar, no sólo para las operaciones del capital sino también

para habitar, consumir bien y sentirse seguro en un mundo en transformación? La

construcción de este tipo de lugares, la adaptación de alguna imagen estética, localizada,

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permiten construir cierta variante limitada y limitativa de identidad en medio de un collage

de espacialidades en vías de implosión” (Harvey, 1990: 336).

En el ámbito de las grandes aglomeraciones urbanas, la decadencia industrial

evidenciada en los núcleos centrales colaboró a potenciar procesos difusores de esta actividad,

iniciados en etapas anteriores, hacia las coronas periféricas. Esta tendencia a la periferización

de las actividades industriales urbanas que es generada principalmente por las deseconomías

asociadas a la congestión y los problemas de carácter urbanístico, se acentuó a partir del

agotamiento del modelo keynesiano-fordista y la irrupción del modelo de acumulación

flexible. La consecuencia de este proceso fue el progresivo abandono de espacios donde la

rápida revalorización del suelo favoreció su sustitución por usos alternativos, que resultó

funcional a la necesidad de cierre o traslado –como estrategia de saneamiento económico,

reorganización del personal, y modernización y redimensionamiento de las instalaciones– que

muchas empresas sufrieron a causa de los procesos de crisis y reestructuración

experimentados. Este trasvasamiento fue posibilitado por una abundante oferta de suelo más

barato, regulaciones urbanas más flexibles, el desarrollo de sistemas de transporte y

comunicaciones, la creciente importancia que adquirió la descentralización productiva37, que

conjuntamente determinaron una creciente industrialización en áreas suburbanas.

Consecuentemente, se fueron incorporando nuevos núcleos al entramado industrial,

organizados principalmente por las redes de autopistas38 que los interconectan, mientras

quedaron rezagados los lugares mal comunicados, con escasa oferta de suelo u otras

restricciones que desalientan las inversiones.

En consecuencia, los procesos de difusión y descentralización productiva se

confunden y superponen a menudo, para promover relocalizaciones que, en algunos casos,

consisten en el desplazamiento completo de la empresa, con cierre de sus antiguas

instalaciones, y en otros, permanecen en los centros urbanos sus funciones directivas o ciertas

tareas de mayor importancia, mientras se trasladan la fabricación en serie o el ensamblado de

sus componentes (Méndez y Caravaca, 1996).

En este sentido, la lógica de la relocalización industrial incluye un proceso de

recalificación productiva y ocupacional de las áreas urbano-metropolitanas que se

37 La descentralización productiva consiste en la segmentación de procesos industriales en fases más acotadas, que se realizan en establecimientos fabriles distintos y separados (de una o varias empresas), revalorizando el atractivo de los espacios rurales y periurbanos como la localización idónea para ciertas actividades (Méndez y Caravaca, 1993). 38 Ya los pensadores de la Ilustración habían descubierto que cualquier modificación en las relaciones espaciales forjadas por las inversiones en transportes y comunicaciones afectaba la rentabilidad de la actividad económica de una manera desigual (Harvey, 1990).

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complementa con la salida de las industrias que no resisten los mayores costos y controles de

estos espacios. Mientras permanecen en las ciudades los sectores de demanda fuerte, las

empresas innovadoras, las sedes sociales de empresas industriales, los servicios a la

producción, los centros de I+D y formación y las funciones internacionales. Simultáneamente,

la desconcentración industrial abarca a: sectores maduros de escaso dinamismo actual, alta

ocupación de mano de obra o utilización del suelo en forma intensiva funciones; las funciones

de fabricación en serie y almacenamiento; pequeñas empresas poco capitalizadas y con

incertidumbres respecto a su futuro; tareas estandarizadas que añaden poco valor al producto

y exigen escasa capacitación laboral; y, finalmente, diversas formas de precariedad, tanto en

las relaciones interempresariales (subcontratación, economía informal) como laboral

(contratación temporal, a tiempo parcial, etc.).

El alto nivel de dependencia en relación a las ciudades, justifica que estos procesos

difusores adquieran gran importancia en zonas dotadas de elevada accesibilidad, teniendo

prioridad el periurbano y los núcleos situados próximos a ejes de circulación rápida. La

existencia de suelo urbanizado barato, de subvenciones o exenciones fiscales, la ausencia,

escasez o laxitud de controles urbanísticos ambientales y especialmente el costo diferencial

del trabajo se constituyen factores clave de discriminación espacial. La reducción de las

demandas salariales pueden estar basadas en: los menores costos de reproducción social

presentes a menudo en las áreas rurales, la frecuente pluriactividad en el seno del grupo

familiar, o la escasa tradición organizativa y reivindicativa. Estas razones posibilitan la

existencia de trabajo peor pagado, más inestable y precarizado (Méndez y Caravaca, 1996).

En relación con los nuevos destinos de las empresas, y aunque muchas se localizan

junto a las autopistas y rutas, parece haber una tendencia a hacerlo en polígonos y parques

industriales. No obstante los desajustes surgidos entre una demanda empresarial en rápida

transformación, que requiere diversos tipos de edificios y plantas, mejores infraestructuras y

servicios y una mayor calidad ambiental, y una oferta poco elástica, dada la lentitud que

caracteriza la preparación y legalización de este tipo de suelo, está creciendo la oferta de los

parques industriales y empresariales, contemplando estos últimos la progresiva integración

bienes/servicios y la creciente radicación de oficinas, caracterizados por espacios abiertos con

baja densidad edificatoria, zonas verdes y una mayor calidad paisajística y rotacional (Méndez

y Caravaca, 1996).

Por lo tanto, junto a la ya señalada periferización industrial, se está produciendo

también otra de oficinas y por ser éstas actividades necesitadas de accesibilidad y status, los

parques antes mencionados donde se localizan las oficinas, se ubican en los sectores

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suburbanos más apreciados, próximos a zonas residenciales de alto nivel y bien comunicadas.

(Méndez y Caravaca, 1996).

Además, intentando potenciar la producción y el consumo de nuevas tecnologías como

medida trascendental para reactivar el sistema industrial, se está promoviendo el surgimiento

de parques tecnológicos, en el intento de lograr el asentamiento de industrias ligadas a la alta

tecnología, centros de investigación, diseño e innovación, y firmas proveedoras de servicios

integrados que posibiliten una efectiva sinergia del sistema ciencia-tecnología-industria. Con

el objeto de atraer ese tipo de establecimientos, del mismo modo y aún más que en los casos

anteriores, los parques tecnológicos suelen contar con una urbanización de alta calidad, baja

densidad de edificación y amplios espacios verdes, con el fin de obtener un entorno

paisajístico grato, al mismo tiempo que ofrecen una amplia dotación de infraestructuras, junto

al rápido acceso a los centros urbanos y al aeropuerto. Con frecuencia cuentan con

incubadoras de empresas, con el objeto de facilitar la creación, el establecimiento y los

primeros años de desarrollo de nuevas firmas innovadoras, escasamente capitalizadas pero

con elevado potencial de crecimiento (Méndez y Caravaca, 1996).

La conjunción de estos fenómenos determinó la ampliación del espacio productivo

urbano-metropolitano, anexando una nueva corona periférica, dividida entre los sectores

menos accesibles, con actividades económicas de pequeña escala y escaso valor añadido, y las

áreas suburbanas asiento de nuevas centralidades, donde se localiza la nueva industria con

más alto componente tecnológico, que exige un espacio de calidad, con buenas

infraestructuras y un entorno ambiental grato (Méndez y Caravaca, 1996). “Puede afirmarse,

por tanto, que el proceso de reestructuración industrial impulsó una creciente especialización

y jerarquización de las áreas fabriles en el interior de los espacios metropolitanos al tiempo

que los procesos difusores de la industria, coincidentes a grandes rasgos con los cambios

demográficos ocurridos en estos ámbitos, favorecieron su expansión territorial” (Méndez y

Caravaca: 267, 1996).

4.2. La reestructuración en la RMBA

Como consecuencia de la creciente especialización territorial surgida a escala

metropolitana, la actividad industrial tiende a localizarse en espacios específicos, con el fin de

disminuir los conflictos con los restantes usos del suelo.

Simultáneamente, la modificación de la estructura económica urbana y la

reorganización territorial de las actividades productivas se vinculan con procesos económico-

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territoriales de escala regional y global, los cuales, a su vez, contribuyen al fortalecimiento del

papel de las regiones metropolitanas que funcionan como un nexo sustancial en la articulación

de mercados internacionales de bienes y servicios.

El nuevo impulso que éstas han adquirido en la Argentina –y la RMBA en particular–

se relaciona con su espacio adaptado a las nuevas condiciones económicas, introducidas a

partir del proceso de globalización y especialmente desde la conformación del Mercado

Común del Sur (MERCOSUR). Este ímpetu tuvo un importante sustento en el papel que

desempeñaron las inversiones extranjeras dirigidas predominantemente a la RMBA,

especialmente en la década de 199039. Esto, condicionó a su vez, la participación de la

economía argentina en la división regional-internacional del trabajo, favorecida por el proceso

de integración. Cabe aclarar, de todas maneras, que a partir de la crisis de 2001-2002, el fin de

la convertibilidad y la consecuente devaluación de la moneda, las inversiones locales

adquirieron un progresivo protagonismo.

Estas tendencias confirman que el Estado argentino abandonó durante el auge del

neoliberalismo, el papel activo y promotor del desarrollo industrial que desempeñaba en el

período más dinámico del proceso de industrialización por sustitución de importaciones,

adquiriendo el rol de responsable de la creación de las condiciones económicas que la nueva

fase capitalista requiere.

De este modo, en la RMBA, el “Corredor del MERCOSUR” (rutas nacionales 8 y 9 y

provinciales 6, 25, 26 y 28) que articula el eje norte, ha resultado un lugar privilegiado para la

atracción de las inversiones destinadas a la industria. Esto se debe, entre otras razones, a que

este espacio metropolitano, configurado a través del Acceso Norte (tanto en su eje troncal a

Campana como en sus ramales a Tigre y a Pilar), posee el mejor acondicionamiento en

infraestructura de circulación en la escala intra e intermetropolitana y al constituirse en la ruta

del MERCOSUR, por su posición estratégica, se presenta con las mejores posibilidades de

articulación productiva con espacios externos (Briano Fritzsche y Vio, 2003).

Así, en el contexto de la reestructuración económica y territorial, se han producido

cambios en las pautas de localización industrial en la RMBA. Estos cambios se verifican a

partir de un masivo abandono de infraestructuras y equipamientos industriales en áreas

39 Durante la década de 1990, la IED ha descendido en los países centrales y ha crecido sostenidamente en los países periféricos, a diferencia de lo que ocurrió en el transcurso de la década anterior, aunque es necesario aclarar que a pesar de esa afirmación, la IED que se dirige a los países centrales es notablemente mayor que la dirigida a los países en desarrollo, en términos absolutos. Los líderes entre los receptores han sido algunos de los países del sudeste asiático. México y Argentina, entre los países latinoamericanos, han recibido un volumen significativo de dicha inversión (Chudnovsky y otros, 1995).

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manufactureras tradicionales y, simultáneamente, una consolidación de nuevos espacios

industriales en la periferia de la RMBA, particularmente en algunos partidos del norte

(Ciccolella, 1998; Fritzsche y Vio, 2002). A su vez, estos cambios se relacionan con

transformaciones urbanas más amplias: nuevas formas de organización del espacio

residencial; difusión de grandes equipamientos de consumo, entretenimiento, turismo y

espectáculo, y el rediseño de la red de transporte metropolitano (Blanco, 1996, 2000; Federico

Sabaté, 2002; Prévôt-Schapira, 2003; Torres, 2001).

Estos procesos sufrieron una desaceleración a partir de la recesión que comenzó en

1998 y se interrumpieron con la crisis de 2001-2002. De todas maneras, a partir del fin de la

convertibilidad y la salida de dicha crisis se verifica un nuevo impulso en estas tendencias,

pero en un contexto económico caracterizado por la recuperación de la actividad industrial,

propiciado por el nuevo tipo de cambio y sustentado principalmente en el aprovechamiento de

la capacidad instalada (Azpiazu y Schorr, 2008), así como por el auge de la industria de la

construcción, la del turismo, los servicios vinculados a las nuevas tecnologías de la

información y la comunicación, entre otros.

Los actores sociales que están protagonizando estas transformaciones urbanas son: el

Estado, creando, como ya se dijo, las condiciones adecuadas para el arribo y el óptimo

desempeño del capital en el territorio; los propietarios de la tierra, orientados hacia la

obtención de renta y la especulación inmobiliaria; los capitales financiero e industrial,

encauzados hacia sus respectivos negocios (especulativo y productivo) y los desarrolladores

inmobiliarios, tanto residenciales como industriales, materializando las transformaciones

aludidas. Dichos actores tienen la capacidad de producir cambios de tendencia en el desarrollo

de la urbanización con un grado de eficiencia, rapidez y profundidad desconocido hasta

comienzos de la década pasada en la RMBA. De todas maneras, cabe aclarar que son los

agentes del sector privado (capital inmobiliario, financiero e industrial, y desarrolladores) los

que marcan la pauta de la urbanización en la región también bajo formas diferentes40, ya sea

completando el tejido con el desarrollo de los intersticios de la trama vacantes; o extendiendo

la ciudad en su borde, desarrollando el periurbano41; o bien generando enclaves de nueva

40 “En Buenos Aires (...), en cuanto a la planificación, florecieron las iniciativas privadas de remodelación de la ciudad, con visiones puntuales y sesgadas hacia proyectos específicos, mientras la acción estatal se movía al compás de estas iniciativas o de manera reactiva frente a ellas. (…) Estos actores privados, protagonistas de algunas de las transformaciones más notorias en la ciudad, conforman un conjunto que incluye a actores globales, a actores regionales y a representantes del capital local más concentrado, en complejas relaciones de competencia, subordinación o alianzas” (Blanco, 2000: 1). 41 “El periurbano constituye un ‘territorio de borde’ sometido a procesos económicos relacionados con la valorización capitalista del espacio, como consecuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la ciudad” (Barsky, 2005).

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centralidad urbana, como lo ilustra su acción en el partido de Pilar (Briano y Fritzsche,

2007b).

Este partido, que forma parte de este territorio de borde en la tercera corona

metropolitana, constituye un caso paradigmático de las transformaciones del periubano de

Buenos Aires. En este distrito las dinámicas ya caracterizadas se manifiestan con gran

intensidad (Barsky y Vio, 2007; Briano y Fritzsche, 2007b). Constituye una sede de las

múltiples transformaciones presentes en el resto de la RMBA, con su carácter contradictorio,

fragmentario y sujeto a los patrones dictados por el mercado globalizado.

En este sentido, la dualización económica urbana se presenta claramente en este

territorio: Pilar presenta un notable dinamismo desde hace cuatro décadas, tanto a nivel

industrial e inmobiliario (de la mano de la proliferación de emprendimientos privados), donde

coexisten espacios segregados y autosegregados que se presentan de un modo desordenado,

desarticulado y disfuncional; como en la construcción de infraestructuras de transportes y

comunicaciones (por iniciativa estatal, pero, en la mayoría de los casos, como fruto del lobby

empresarial) en el desempeño de su nuevo rol y con beneficios para los agentes privados; y de

la actividad hortícola, cuyos productores son arrendatarios y pertenecen, en su gran mayoría, a

la comunidad boliviana. Por otro lado, los indicadores socioeconómicos del Partido muestran

que en 2007 el 20,8 de los hogares presentaban necesidades básicas insatisfechas y se estima

que en los últimos quince años, unas 600 personas arribaron a Pilar cada mes –en promedio–,

empujadas por la difícil situación económica de sus lugares de origen, provenientes del primer

cordón metropolitano, otros puntos del país y países limítrofes, radicándose, la gran mayoría,

en asentamientos precarios sin infraestructura básica (Briano y Fritzsche, 2007b).

Así, se presentan en este territorio, una nueva centralidad urbana (km. 50 del Acceso

Norte, Ramal Pilar), el dinamismo industrial más importante de la RMBA (representado

fundamentalmente por el PIP, que aporta, aproximadamente, el 25% de la PEA del Partido,

además de otras áreas industriales y parques industriales recientes), emprendimientos

privados de expansión urbana (especialmente urbanizaciones cerradas), persistencia de

actividad productiva primaria (principalmente frutihortícola) y urbanizaciones populares

(Briano y Fritzsche, 2007b).

Particular relevancia presentan las transformaciones en la industria, cuyo desarrollo en el

partido se explica fundamentalmente por el desempeño del PIP, el cual constituye, desde esta

óptica, el primer exponente y emblema de un nuevo patrón industrial en la organización

territorial metropolitana, caracterizado por la acción del capital privado, en un contexto de

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desregulación (re-regulación) y con la gestión pública dedicada a garantizar el desempeño

“óptimo” de aquél.

En este sentido, el capital industrial ha sido y es un actor fundamental y su interés en

la obtención de renta urbana fue decisivo en la aparición tanto de nuevos patrones de

localización como de nuevas formas de organización industrial. En consecuencia, el traslado

de firmas del centro hacia la periferia de la RMBA, les permitió asegurar la ganancia que

deviene de la dinámica del mercado inmobiliario, posibilitando que las áreas más alejadas de

la ciudad estén recibiendo un impulso industrial creciente, motivado principalmente por las

diferencias del precio de la tierra, menores controles urbanísticos y mejoras en las vías de

transporte42. A su vez, los desarrolladores inmobiliarios identificaron al capital industrial

como consumidor y generaron el producto “parque industrial” como uno más del mercado

inmobiliario. Este es el caso de algunos parques industriales que se están desarrollando en la

región desde la década de 1970 y con un impulso renovado en la de 1990 (Borello, 1998;

Briano, Fritzsche y Vio, 2003), cuyo ejemplo paradigmático es el del PIP (Briano, 2002).

Así, aunque los parques industriales surgen en parte como respuesta a ciertas

necesidades específicas de reorganización del espacio industrial, en el ámbito de la RMBA, su

desarrollo y consolidación se sustenta mayormente en una oferta conveniente de localización,

por exenciones impositivas y/o por cercanía a las vías de circulación rápida, y no

necesariamente debido a una oferta basada en nuevas formas organizativas de la producción.

Esto se observa, por ejemplo, en la escasa relación que presentan las firmas entre sí en los

parques, en la casi nula articulación con los actores locales y en la presencia de ramas de

actividad que no obedecen a un intento planificado de estimular eslabonamientos productivos.

A partir de esto, puede afirmarse que la presencia de parques industriales en la RMBA no

puede adjudicarse a una fuerte demanda de “nuevos espacios industriales”. Es más, parecen

expresar la intensa competencia intrametropolitana en la atracción de inversiones industriales.

Esto se pone de manifiesto en la gran diversidad de iniciativas municipales y privadas

fragmentadas que, si bien se enmarcan en normas provinciales, no responden a una política

industrial articulada en una escala mayor (provincial o nacional), es decir, en función de una

planificación estratégica (Briano Fritzsche y Vio, 2003). Si la presencia de parques

industriales se presenta como única estrategia de desarrollo industrial, su repetición profusa

42 De todas maneras, en el caso de las empresas multiplanta, la “periferización” tiende a afectar a los segmentos productivos, permaneciendo en las áreas centrales las sedes sociales de las mismas y en algunos casos las tareas anteriores y posteriores a la fabricación (gestión y planificación, investigación y desarrollo, diseño, ingeniería, control de calidad, comercialización, servicios postventa) más necesitadas de centralidad, lo que permitiría la obtención de beneficios de las específicas ventajas que ofrecen distintas localizaciones (Méndez y Caravaca, 1993).

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en la RMBA y sin distinción de funciones entre ellos, fomentaría la competencia entre

municipios por un mismo mercado de firmas. Esto sumaría cero –o hasta restaría– si de lo que

se trata es de aumentar la competitividad sistémica de toda la región.

En consecuencia, resulta necesario pensar en otras políticas de desarrollo industrial

que no partan sólo del planeamiento físico del territorio como la única posibilidad de atraer

inversiones al ámbito local. Este tipo de estrategia para la promoción de la industria no

asegura la atracción de más actividades productivas y menos aún la generación de más

puestos de trabajo, con el agravante de que en la medida en que este mecanismo se repita en

toda la extensión de la región, el costo de oportunidad que implique esta clase de alternativas

será altísimo para municipios que cuenten con pocos recursos, en particular teniendo en

cuenta la merma en los ingresos fiscales que deviene de las exenciones impositivas destinadas

a la promoción de la actividad.

Por último, es necesario que la planificación territorial de la actividad industrial deba

estar estrechamente vinculada con la planificación de la organización industrial. Esto puede

lograrse con la intervención de los actores interesados en el desarrollo industrial y territorial –

tanto en la escala local, como regional y otras más amplias–: el Estado en sus diferentes

niveles, los empresarios industriales, los sindicatos, las universidades y centros tecnológicos,

las cámaras empresariales, y otras asociaciones locales, coordinando acciones que tomen en

cuenta el lugar de referencia mayor que es la región y evitando la repetición de la oferta

destinada a la localización de las actividades productivas. En este sentido, el parque industrial

tiene que servir para la planificación territorial de la industria, compatibilizándola con otras

actividades y usos del suelo urbanos.

4.3. El parque industrial y la reestructuración territorial de la industria

En Argentina, los primeros proyectos de parques industriales datan de las décadas de

los ‘50 y ‘60, aunque en la mayoría de los casos sufrieron atrasos de años y hasta décadas en

su puesta en marcha. En 1980 se produjo una gran expansión, ya que se pusieron en

funcionamiento una serie de parques industriales, se poblaron algunos que durante años

estuvieron inactivos, como los de La Rioja y San Juan, y surgieron nuevos proyectos de

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parques y otras aglomeraciones industriales, muchos de ellos estimulados por políticas de

promoción industrial regional y sectorial. Como consecuencia de esta expansión, a mediados

de la década de 1990, existían alrededor de 150 aglomeraciones industriales planificadas,

localizadas principalmente en provincias con trayectorias industriales breves: San Luis, La

Rioja, Tierra del Fuego, Chubut y Entre Ríos. Sin embargo, gran parte de las aglomeraciones

industriales planificadas presentaba bajos niveles de ocupación. En este sentido, la oferta de

parques y zonas industriales a menudo ha superado a la demanda (Garay, 1995). De las 154

aglomeraciones existentes (hacia 1995), más del 80% no alcanzaba las 17 plantas. A su vez, la

mayoría de dichas aglomeraciones eran estatales y una gran proporción presentaba una

subutilización de la tierra. En general presentaban diversidad de establecimientos por tamaño,

por actividad o por el tipo de firma. En cuanto al tamaño, predominaban los establecimientos

medianos, mientras que las plantas pequeñas eran minoría. Esto último obedece a que la

mayor parte de las aglomeraciones se instalaron en provincias promocionadas, y ésta resultó

una política inadecuada para promover a las pequeñas industrias. Por último, cabe mencionar

que sólo dos PI presentaban especialización, en las provincias de Tierra del Fuego

(electrónica) y del Chubut (textil). En el resto existía una variedad de actividades,

predominando las de más fácil traslado como la textil y de confecciones, haciendo uso

intensivo de la mano de obra. (Garay, 1995).

La recuperación del protagonismo industrial de la RMBA, asociada en parte con el

declive de los regímenes de promoción antes mencionados, plantea una cierta relación con la

proliferación de los PI en la Región. Actualmente, encontramos los siguientes: CIPO

(Escobar), Pilar, La Plata, CIR-2 (Berazategui), Malvinas Argentinas (ex Zona Industrial

Tortuguitas), La Cantábrica (Morón), Zárate y Campana. Además, existen numerosos

proyectos de PI, entre los que podemos mencionar: Berisso –donde se encuentra un Polígono

Industrial y Polo Tecnológico de Servicios–, Avellaneda, Burzaco (Almirante Brown) –donde

existe un Sector Industrial Planificado–, Cañuelas, Esteban Echeverría, Ezeiza, Garín

(Escobar), Guernica (Presidente Perón), José C. Paz –en la ex planta de la curtiembre

Macusa–, La Tablada (La Matanza) –en la ex planta de la metalúrgica Acindar–, Lanús,

Hurlingham, Moreno, Quilmes y San Miguel.

En la década de 1990 continuó la proliferación de parques industriales, acercándose su

número a 200, según algunas estimaciones43. Simultáneamente, existe una tendencia a un

43 Por ejemplo, la que figura en el sitio web de la Secretaría de Industria, Comercio y de la Pequeña y Mediana Empresa; Ministerio de Economía y Producción; República Argentina.

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cierto aumento de la cantidad de plantas en los parques industriales, lo cual permite deducir

que está revitalizándose la demanda (La Nación, 2008).

En la RMBA, los parques industriales adquirieron auge en la década del noventa, a

partir de dos iniciativas. Por un lado, desde el sector público, con el propósito –al menos

desde el discurso– de reorganizar territorialmente la actividad industrial y, en especial, de

promover la atracción de actividades productivas en aquellas zonas menos industrializadas,

como un intento de lograr el desarrollo local. Por otra parte, desde la inversión privada, se

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Mapa Nº 1. Parques industriales en la RMBA

Fuente: Elaborado por el Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica, ICO, UNGS, sobre información de la Dirección Provincial de Desarrollo y Parques Industriales. Agradecemos la colaboración de Marina Miraglia, Ivana Sadañiowski y Laura Reboratti.

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consolidan como un producto inmobiliario novedoso, que promete ganancias

significativas, ya que se aprovecha de un contexto en el que se cuestiona crecientemente

el impacto ambiental y socioeconómico que provoca la presencia de la actividad

industrial en zonas en las que predomina el uso residencial del suelo.

A pesar de lo que podría suponerse de acuerdo a lo ya expuesto, los parques

industriales no son un fenómeno reciente en el ámbito metropolitano. Los antecedentes

se remontan a 1969, con la inauguración del Centro Industrial Parque Oks, y a 1973,

con la creación del PIP; ambos emprendimientos privados desarrollados por la empresa

Lago Verde S.A., conducida desde su dirección por el Ingeniero Meyer Oks.

El contexto histórico en el que se fundaron estas aglomeraciones industriales

está inscripto en el período 1964 y 1974, durante el cual se verifica en la economía

argentina el intervalo más largo de toda su historia del crecimiento sostenido del

Producto Bruto Interno (PBI). Este período “se caracterizó por una puja distributiva

permanente entre los distintos sectores de la sociedad, alimentada también por factores

políticos y por abruptos cambios económicos” (Aronskind, 2003: 90). En lo que se

refiere al perfil de este desarrollo desde una perspectiva de largo plazo, la década 1964-

1974 aparece como una etapa de franco éxito expansivo en el marco de la historia

económica local, particularmente en lo que atañe a la producción industrial (Katz y

Kosacoff, 1989), mientras que el año 1974 marca un punto culminante en la historia

reciente de la industria argentina, en el cual concluye un período de once años en el que

la producción manufacturera creció al ritmo más alto y sostenido de los últimos

cincuenta años (Lucangelli y Sourrouille, 1980).

El aumento constante del PBI a partir de 1964, se debió a un conjunto de

modificaciones en el comportamiento de algunas variables macroeconómicas: la

tendencia al aumento de la participación de los asalariados en el ingreso y,

principalmente, la reversión de la condición del sector externo como factor

condicionante para el desarrollo económico, al registrarse un aumento de las

exportaciones de productos industriales –en especial las manufacturas de origen

industrial– lográndose la diversificación de las exportaciones como forma de expandir

la disponibilidad de divisas destinadas a la compra de bienes intermedios y capital

demandados por el sector industrial44 (Basualdo, 2006). Esto fue logrado, en gran

44 “(...) a partir de 1966, las exportaciones de origen industrial crecieron a tasas notablemente superiores a las de las ventas externas totales e incluso a las manufacturas de origen agropecuario, lo que trajo aparejado un incremento igualmente relevante en la participación de las exportaciones de origen industrial” (Basualdo, 2006: 64).

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medida, gracias a la maduración de las inversiones extranjeras45 realizadas durante el

desarrollismo46, que consolidaron el proceso de desarrollo al impulsar un esquema

industrial integrado.

Según Basualdo, la política económica más relevante que se encaró hasta 1973

fue la aplicada desde comienzos de 1967 por la dictadura militar, con Krieger Vasena

como Ministro de Economía (Época en la que Lago Verde planificó, construyó y puso

en marcha sus dos parques industriales). “Fue el intento más enérgico que se realizó

para consolidar el predominio extranjero en la producción industrial y encauzar la

economía argentina en un proceso sustentable de crecimiento bajo su control pero

integrando también a la oligarquía diversificada como parte del proceso. El proyecto no

se dirigía únicamente a la política económica de corto plazo sino que también contenía

cambios estructurales orientados a reforzar la presencia extranjera mediante la

adquisición de empresas locales, lo que estableció una diferencia con la anterior

experiencia desarrollista, en la que el capital extranjero se consolidó mediante la

instalación de nuevos emprendimientos productivos” (Basualdo, 2006, pág. 58). Este

plan económico se diferenció de las políticas ortodoxas del FMI, aplicadas

anteriormente, “al deshechar la idea de que el exceso de demanda47 era el factor

exclusivo que desencadenaba la crisis económica. (…) La naturaleza del proceso parece

indicar que dicha política buscaba articular los intereses del capital extranjero industrial

con los de la oligarquía diversificada.” (Basualdo, 2006, pág. 58).

Sin embargo, una considerable inestabilidad institucional truncó diversos

proyectos que intentaban acelerar la marcha de la economía hacia el desarrollo. “A

pesar de las mejoras logradas en los niveles de ingresos y en la integración social, el

crecimiento económico parecía no producirse a la velocidad deseada, según los

parámetros de la época. La distribución de la riqueza creada era menos inequitativa que

en el entorno latinoamericano, pero no satisfacía las expectativa de sectores del

45 Entre 1958 y 1963 la inversión extranjera, cuyo 60% provino de Estados Unidos, se aproximó a los 500 millones de dólares, monto que representa el 23% de las inversiones radicadas en Argentina desde 1912. 46 “La concepción desarrollista del gobierno que asumió en 1958 se concretó mediante una serie de medidas orientadas a facilitar el ingreso de capital extranjero para, de esa manera, lograr incrementos sustanciales en la productividad y la producción que, supuestamente, asegurarían la autonomía del país respecto de los factores externos que la bloqueaban” (Basualdo, 2006: 56-57). 47 “Sin duda, el supuesto exceso de demanda ignoraba que en la realidad había capacidad ociosa y que la principal restricción se encontraba en la escuálida oferta de bienes exportables (agropecuarios). Tan o más importante era que mediante la restricción de la demanda interna por la reducción del gasto estatal y los salarios, se generaban tendencias recesivas con una marcada concentración del ingreso en manos de los sectores oligopólicos industriales y la oligarquía agropecuaria” (Basualdo, 2006, pág. 56).

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empresariado y de los trabajadores por razones contrapuestas” (Aroskind, 2003, págs.

65).

No obstante, más allá de aquellas dos experiencias de parques industriales, el

desarrollo de su oferta en la RMBA puede considerarse tardío en comparación con el

resto del territorio argentino48. En este sentido, el gran crecimiento que experimentó el

PIP a partir de la década de 1990 verifica que la industria sigue siendo motor de cambio

espacial bajo nuevas formas, como los procesos de crecimiento periférico, la

revalorización de áreas centrales y la formación de nuevos enclaves pericentrales de

actividad, favoreciendo un tipo de metropolización difusa o policéntrica (Méndez y

Caravaca, 1996; de Mattos, 1998).

4.3.1. Algunas reflexiones acerca de los parques industriales de la RMBA y su

relación con la organización industrial metropolitana

En primer lugar, en la RMBA, las características de algunos parques industriales

se relacionan con especificidades propias de los distintos ámbitos geográficos de la

región. Por ejemplo, el éxito del PIP –en términos de venta de lotes y radicación de

plantas– estaría vinculado con su localización estratégica en la ruta del MERCOSUR.

De este modo, los partidos del norte de la RMBA concentran gran parte de las

inversiones, lo que condiciona intensamente la viabilidad de este tipo de proyectos en

dichos partidos, generando una suerte de círculo virtuoso (Briano Fritzsche y Vio,

2003).

Segundo, aunque podría pensarse que el surgimiento de parques industriales en

el ámbito de la RMBA se produciría –al menos en parte– como respuesta a ciertas

necesidades específicas de reorganización del espacio industrial, su desarrollo y

consolidación se sustenta, como ya se mencionó, en una oferta favorable de

localización. La presencia de parques industriales en la RMBA no puede adjudicarse a

una fuerte demanda de “nuevos espacios industriales”.

En tercer lugar, en la RMBA, los parques industriales no se establecieron sólo en

la tercera corona durante la década de 1990, como podría haberse esperado, ya que

48 En efecto, los parques se desarrollaron, en un primer momento, en provincias promocionadas con poca tradición industrial, debido a que el mercado de inmuebles industriales no podía responder a las necesidades que se generaron en muy poco tiempo gracias a los regímenes de promoción industrial, mientras que los parques en Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza fueron marginales hasta la última década (Borello, 1998).

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hacia allí ha destinado mayoritariamente sus emprendimientos el capital privado (Pilar,

Zárate, Tigre, Escobar y La Plata, principalmente) sino que también han surgido en la

segunda corona (por ejemplo, Tortuguitas, en Malvinas Argentinas, La Cantábrica, en

Morón y CIR-2, en Berazategui). En este sentido, el surgimiento de parques industriales

en la tercera corona estaría asociado al avance del proceso de metropolización, mientras

que los que aparecen en la segunda están más vinculados a procesos de

refuncionalización y reestructuración del espacio urbano (Briano Fritzsche y Vio, 2003).

Por último, en algunos casos los parques industriales se encuentran a la cabeza

de la industrialización, atrayendo firmas e inversiones “extra-locales” y representando la

mayor proporción de plantas industriales locales (el PIP en relación al partido de Pilar)

(Blanco, 2000), mientras que en otros constituyen una estrategia para mantener la

actividad, principalmente, con un peso relativo variable en el conjunto de la industria

local (parques industriales La Plata y La Cantábrica) en relación a La Plata y Morón,

respectivamente, aunque mucho mayor en el segundo). Vinculado a lo anterior, la

estrategia del PIP estaría asociada, fundamentalmente, al negocio inmobiliario de lotes y

propiedades industriales, mientras que en los últimos dos mencionados existe un interés

por impulsar la actividad industrial, limitando (con muy distinto énfasis y éxito) la

especulación inmobiliaria. En efecto, mientras que en el caso de La Cantábrica existen

medidas concretas que desalientan dicha especulación, en el Parque Industrial La Plata

este propósito industrialista es meramente discursivo (Briano, Fritzsche y Vio, 2003).

4.3.2 Las influencias territoriales e industriales del PIP

En sintonía con la concepción de territorio adoptada en este trabajo,

considerándolo como “el resultado de un proceso surgido de las estrategias de los

actores y de fenómenos de aprendizajes colectivos” (Maillet, 1995: 42, en Méndez y

Caravaca, 1996), puede afirmarse que las condiciones territoriales actúan como factor

de impulso o freno al desarrollo industrial y, en ese sentido, pueden contribuir a

configurar un entorno empresarial competitivo (Méndez y Caravaca, 1996).

En este sentido, el PIP ha ejercido a través del tiempo un conjunto de influencias

tanto sobre el territorio como sobre su organización industrial. Con respecto a las

primeras pueden mencionarse: la construcción de la prolongación del ramal Pilar del

Acceso Norte desde la ciudad de Pilar hasta Fátima y la autovía El Petrel, desde el km

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56 del ramal Pilar hasta el PIP49; el impulso de la modernización de los servicios de red

al Partido de Pilar, especialmente teléfonos y gas natural; el dinamismo inmobiliario

residencial en gran medida estimulado por la gran activación industrial (Clarín,

3/5/2005), y la puesta, en marcha en 2007, de una sede regional de la Universidad

Tecnológica Nacional en el PIP (Pilar de Todos, 21/3/2007).

En cuanto a su influencia sobre la organización industrial pueden destacarse:

durante los noventa, el desempeño exitoso del PIP se constituyó como un ejemplo a

replicar en los distintos partidos por parte de los gobiernos municipales a los efectos de

difundir una imagen productiva de sus distritos con fines político-electorales, y a partir

de la reactivación económica (2002), los nuevos emprendimientos de parques

industriales en Pilar: el Parque Científico, Tecnológico y Empresarial Austral (PA),

dentro del predio de la universidad homónima y los siguientes proyectos: el Centro

Industrial Pilarica, adyacente al PIP (El Diario Pilar Regional, 30/11/2006); el Parque

Industrial Asociativo de Pymes exportadoras en Villa Rosa, en el contexto de la

reactivación industrial por rebonificación industrial del corredor de la ruta 25; el Parque

Industrial Privado del Oeste, en el límite con el partido de Moreno y un parque

industrial privado en Derqui –los cuatro dirigidos a PyMEs. Estos nuevos

emprendimientos difieren de los proyectos de parques industriales característicos de la

década del noventa en la RMBA –los cuales competían por un mismo mercado de

firmas–, ya que se constituyen en expresiones de fenómenos y transformaciones urbanas

y periurbanas de nuevo tipo, sustentadas en una dinámica industrial y productiva

relativamente espontánea, en el contexto de la reactivación económica.

El PA, único complejo del país en su rubro, forma parte de un

megaemprendimiento localizado en un predio de 70 hectáreas en la localidad de Derqui,

partido de Pilar, donado por la fundación Pérez Companc y desarrollado por la

Universidad Austral (UA), vinculada al Opus Dei. Esta entidad, que funciona desde

1978, en 1991 trasladó su sede a Pilar, situada anteriormente en el barrio de

49 Los congestionamientos que provocaba el creciente tránsito que circulaba por la Ruta 8, llevaron a Lago Verde S.A. a gestionar con los Gobiernos Provincial y Nacional, y con Techint-Caminos del Oeste dos obras viales importantes. Por un lado, la prolongación del Ramal Pilar del Acceso Norte desde la ciudad de Pilar (km 50) hasta la localidad de Fátima (km 62), cuya ejecución, que estaba proyectada para realizarse algunos años más tarde, fue adelantada para 1999 por las gestiones antes mencionadas. Por otra parte, la construcción de un nuevo acceso al PIP, que corre por la calle El Petrel –anteriormente de tierra y prácticamente en desuso–, cruza el río Luján por un nuevo puente y continúa hasta el ingreso al parque. Este nuevo acceso, inaugurado en 2000, tiene 4 kilómetros de longitud y dos carriles por mano. Esta autovía, además, está propiciando la materialización de varios proyectos urbanísticos (Briano, 2002).

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Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. Esta entidad cuenta con convenios de

cooperación con 54 universidades argentinas y extranjeras, destacándose la de Harvard.

El conjunto está integrado por, además del PA, el campus de la UA (que alberga

cinco facultades: Ciencias Biomédicas, Comunicación, Ciencias Empresariales,

Ingeniería y Derecho, donde se dictan un total de 24 carreras de grado y postgrado), el

Hospital Universitario Austral y un complejo deportivo. Las instalaciones están

provistas de los últimos adelantos tecnológicos y el más avanzado equipamiento

educativo. Está prevista la construcción de un hotel, un centro de convenciones y un

paseo tecnológico comercial.

En octubre de 2007, el PA estaba en plena construcción (las obras serían

concluidas en marzo de 2008) y al menos siete empresas de primer nivel habían

confirmado su radicación. Entre ellas la multinacional productora de software y

originaria de Silicon Valley, Sun Microsystems, Dessault Systems (software y

hardware) y Oracle (líder mundial de desarrollo de software). La superficie total del

predio es de 27 hectáreas y podrá albergar alrededor de 100 empresas, en las que

trabajarán alrededor de 8000 empleados. Cuenta con un Tech Room, espacio que resume

la oferta de productos y servicios que brindan las empresas radicadas y un área de

alojamiento para investigadores (housing corporativo)

El grupo alemán Taurus es la firma desarrolladora del parque tecnológico,

responsable de 120 emprendimientos similares en todo el mundo. La inversión total del

proyecto asciende a 150 millones de dólares.

El comienzo de la iniciativa se remonta al año 2000. En 2002, el interés de

Taurus le dio un nuevo impulso al proyecto, beneficiado por el entorno de recuperación

y crecimiento económico del país. El objetivo primordial consistió en la creación de un

centro en el que se desplieguen las sinergias entre la universidad y el sector empresarial.

Recibió un importante respaldo de los tres niveles estatales.

La finalidad de este parque tecnológico es la radicación de empresas de

software, telecomunicaciones satelitales, robótica, automatización, aplicaciones

industriales, informática, alimentos y agroaplicaciones, y de productos medicinales,

biotecnológicos e instrumental médico.

El corredor industrial de la ruta 25, situado en la localidad de Villa Rosa,

constituye el segundo polo fabril más importante del partido, después del PIP.

Concentra casi 60 empresas en la que trabajan alrededor de 10.000 personas.

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Gracias a la rezonificación acordada a fines de 2007 se reavivaron varios

proyectos de inversión: entre ellos algunas empresas que estaban esperando esta medida

para poder encarar ampliaciones de sus plantas y el relacionado con la creación del

Parque Industrial Asociativo de Pymes Exportadoras.

Este proyecto se diferencia de los otros parques industriales de la zona (PIP, PA,

Pilarica), por ser producto de una iniciativa surgida de las propias empresas interesadas

en trasladar sus instalaciones a un espacio común administrado por ellas mismas y

donde compartirían servicios e instalaciones auxiliares, y no como un desarrollo

inmobiliario comercial. El consorcio, que está integrado por siete empresas, invirtió 2,2

millones de dólares para la compra y el acondicionamiento del predio de 10 hectáreas

donde se construirán las instalaciones. Además, dependiendo de la demanda, existe un

proyecto de ampliación futura en 14 hectáreas más, mediante la inversión de 3 millones

de dólares adicionales.

El Centro Industrial Pilarica es un parque industrial destinado a la radicación de

pymes y se encuentra ubicado en un predio de 50 hectáreas dividido en 57 lotes lindero

al PIP. El responsable de la obra es el Arq. Bonfanti (el mismo que el de la del PIP) y el

proyecto guarda muchas similitudes con el PIP, en cuanto a la calidad de la

infraestructura y los servicios.

El Parque Industrial Privado del Oeste es un emprendimiento que se encuentra

en la etapa final de su desarrollo, está localizado sobre la ruta 25, a 300 metros del

límite entre Pilar y Moreno, en un predio de 17 hectáreas, que albergará a 40 pymes,

aproximadamente.

El parque industrial de Derqui es un proyecto privado en marcha dirigido a,

aproximadamente, un centenar de pymes de segunda categoría, no contaminantes. El

predio de 5 hectáreas se encuentra sobre la ruta 234.

Coincidente con esta proliferación de parques industriales en Pilar, fue puesta

en marcha una nueva línea de beneficios económicos para los parques industriales

bonaerenses (40 en desarrollo y 53 consolidados), en el marco de una nueva Ley de

Promoción Industrial, anunciada por la Ministra de Producción de la Provincia de

Buenos Aires, Débora Giorgi, durante la presentación del Parque Austral en octubre de

2006. Esta promoción industrial consta de varios incentivos dirigidos a los parques

industriales:

• un aumento de los subsidios anuales a los parques industriales en desarrollo (de

$125.000 a $250.000);

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• la profundización de los beneficios impositivos para las firmas que se instalen en

parques industriales, tanto desde el estado bonaerense como desde las

administraciones municipales;

• la creación de una nueva línea crediticia blanda –que se suma a los créditos,

existentes en ese momento, “Fuerza PYME” y “Fuerza Parque”, que apuntan a la

radicación de las pequeñas y medianas empresas en parques industriales– surgida de

un porcentaje de la recaudación impositiva provincial, dirigida a financiar proyectos

de innovación y desarrollo presentados por jóvenes emprendedores;

• la desburocratización de los requisitos administrativos que exige la Ley de

Promoción Industrial para que una empresa goce de sus beneficios, que permitirá a

las pymes acceder a los regímenes de promoción industrial; y

• un fondo especial para proyectos de innovación.

Los objetivos de estas medidas son: el acceso a la terciarización de servicios, las

localizaciones logísticas óptimas y las sinergias con los centros de capacitación, la

obtención de las dimensiones competitivas óptimas que las empresas tienden a adquirir

en un parque industrial; el mejoramiento de la convivencia entre los usos del suelo

residencial e industrial y la preservación de la condición ambiental, que está más

controlada en un parque industrial (Web Pilar, 19/10/06)

El dinamismo del PIP y los nuevos parques industriales se explica en gran

medida por el papel los desarrolladores inmobiliarios industriales que, como ya se dijo,

gestionaron mejoras en la infraestructura y los servicios urbanos para promover la

instalación de empresas, gestión que el Estado no llevó adelante en ninguna de sus

instancias ni de manera anticipada. “De este modo, un estado que delega su función en

los agentes privados para el desarrollo de la urbanización, delega también la posibilidad

de incidir en la dinámica del proceso, en la configuración geográfica que asume y en los

sectores sociales que incluye y excluye, a los que beneficia y a los que perjudica”

(Fritzsche y Vio, 2005: 6).

Dicho dinamismo está constituyendo una nueva centralidad industrial ubicada en

el borde metropolitano, cuyas características son las propias del periurbano: un territorio

que presenta nuevas centralidades –facilitadas por la modernización de la infraestructura

de transporte y comunicaciones–, espacios urbanos segregados y autosegregados

(residenciales, industriales y de servicios), emprendimientos de horticultura y espacios

intersticiales vacantes. En ese sentido, Pilar representa un lugar de urbanizaciones

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cerradas de alta categoría, que se presentan como distintivas para ciertos sectores

sociales favorecidos, a la vez que constituye un referente territorial e industrial

significativo de la RMBA, paradigma local de nueva centralidad, de nuevo tipo de

consumo, de educación privada “de calidad”, de un nuevo tipo de turismo, y de nuevas

tecnologías de la información y la comunicación.

Además, la presencia de firmas que aplican en sus producciones, procesos

tecnológicos de última generación tanto en el PIP como en Pilarica, y,

fundamentalmente, el surgimiento del PA, estaría dándole a la industria de Pilar un

impulso tecnológico que podría convertirlo en un medio innovador.

En relación con la capacidad de los territorios de promover el desarrollo

industrial, según Bozzano, el Parque Industrial Pilar constituye el primer caso de un

cuarto patrón territorial industrial, en la organización de la actividad en la RMBA, desde

su origen50(1999).

Basado en el modelo de este autor51, en este trabajo se considerará una

caracterización algo diferente del mencionado cuarto patrón, la cual presenta los

siguientes aspectos:

• el moderado respeto desde su inauguración al entorno físico-natural;

• una infraestructura muy adecuada –en términos de provisión de servicios de red,

desagües industriales y circulación interna–;

• una abundante provisión de servicios –industriales y otros–;

• condiciones impositivas, normativas y de mercado ventajosas para la radicación de

plantas industriales;

• muy buena accesibilidad al circuito económico,

• aceptables condiciones en cuanto a la oferta de empleo, y, principalmente,

• el dinamismo proveniente del mercado inmobiliario. Este aspecto se destaca por

estar definido al margen de la planificación económica o, más específicamente, 50 Los otros tres patrones territoriales son los siguientes: el primer distrito industrial latinoamericano de Barracas–Avellaneda– Pompeya–Valentín.Alsina, sobre el Riachuelo; los agrupamientos industriales de la primera corona metropolitana correspondientes a la primera sustitución de importaciones y las aglomeraciones industriales planificadas y no planificadas de la segunda corona que surgieron durante la segunda sustitución de importaciones (Bozzano, 1999). 51 “Se trata de un patrón caracterizado al menos por siete aspectos: a) el respeto durante 25 años de su existencia a la espacialidad física natural, b) una espacialidad física construida adecuada, c) un ambiente local favorable manifiesto en la presencia, mantenimiento y gestión de servicios diversos, d) condiciones impositivas y normativas ventajosas para la radicación, e) el reducido o nulo nivel de conflicto ambiental con las lógicas de ocupación territorial vecinas, f) elevados niveles de “accesibilidad económica” en términos de conexiones del circuito económico, y g) aceptables condiciones de “conectividad social”, medidas en relación a cuencas de empleo y subempleo” (Bozzano, 1999).

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industrial; siendo el impulso que le brinda dinamismo, el negocio inmobiliario de

lotes con infraestructura de servicios aptos para uso industrial.

El desarrollo histórico de este patrón –cuyo caso fundante y emblemático está

constituido por el Parque Industrial Pilar– puede ser subdividido en cuatro fases, cada

una de las cuales está caracterizada por la política económica nacional implementada en

cada período:

• La primera fase, que comienza con la etapa del proyecto y la construcción del PIP –

que se extiende desde 1969 hasta 1973 (año de su inauguración)– y termina con el

golpe de estado de 1976, se desarrolló en el marco del mayor período de crecimiento

económico ininterrumpido de la historia argentina (1964-1974), en un contexto

favorable al desarrollo industrial, en el seno del segundo período de sustitución de

importaciones Esta fase está caracterizada por una atmósfera favorable, que propició

el arribo al PIP de plantas industriales de grandes empresas de capital nacional y

extranjero.

• La siguiente, se inicia en 1976 con la aplicación de una política sistemática de

desindustrialización puesta en práctica por la dictadura, que continúa a grandes

rasgos durante la presidencia de Alfonsín desde 1983 hasta 1989, hasta la aplicación

del plan de convertibilidad, en 1991 –ya durante la administración Menem–, período

en el cual la industria argentina sufrió un marcado retroceso, con un muy magro

volumen de radicaciones industriales en el PIP, que obligó a su conducción a

implementar políticas defensivas y postergar la realización de su negocio.

• La tercera, a partir de la vigencia de la ley de convertibilidad y hasta su fin (crisis de

2001), durante la presidencia de De la Rúa. Esta fase está caracterizada por la

recuperación del dinamismo inicial del PIP en un contexto de políticas favorables

para la llegada de un volumen muy importante –en términos relativos– de IED52,

con el objetivo de satisfacer la demanda interna de los sectores económicamente

más favorecidos de la sociedad. La cantidad de firmas radicadas en el parque pasó

de 40 a principios de la fase, a 141 hacia el final (ver cuadro 1). Durante este

período se manifiestan las transformaciones territoriales e industriales que el PIP

ejerce sobre su zona de influencia, constituyéndose una nueva centralidad industrial

en Pilar

52 Las inversiones extranjeras en Pilar de 1995 a 1998 ascienden a 275 millones de dólares, que equivalesn al 10% del total de la Provincia de Buenos Aires (Clarín, 22/2/98)

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• La última transcurre desde la salida de la crisis de 2001-2002, en un marco de

recuperación del aparato productivo en general y el industrial en particular, durante

el cual el PIP recupera con creces el dinamismo experimentado durante los años 90,

produciéndose la incorporación de numerosas empresas –alcanzándose el número

máximo de firmas radicadas (172)– y vendiéndose el último lote disponible. Esta

recuperación resulta más significativa si tenemos en cuenta que en 2002 la cantidad

de firmas había disminuido a 128.

En cuanto a la industria del resto del partido de Pilar –en contraste con la del PIP

y los nuevos emprendimientos de parques industriales y tecnológicos ya mencionados–

guarda similitud con la modalidad industrial característica de los partidos de la tercera

corona de la RMBA: relativa dispersión, ramas de exigua complejidad tecnológica,

escaso dinamismo y crecimiento, fuerte relación con el mercado local inmediato (y no

tanto con el de la RMBA, el provincial y el nacional). En este sentido, probablemente

este patrón territorial de la industria siga influyendo en las empresas más dinámicas de

la región, acentuando esta lógica tanto en la escala local/municipal inmediata como en

la regional-urbana (RMBA). Esto pone en evidencia la existencia de un desarrollo

industrial a dos velocidades.