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Identidad Cristiana y Testimonio 2012 - 2013 Año de la Fe San Juan de los Lagos, Jal. Extraordinario Nº 371 Revista Diocesana Mensual Revista Diocesana Mensual Revista Diocesana Mensual Identidad Cristiana y Testimonio 2012 - 2013 Año de la Fe

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IdentidadCristiana yTestimonio

2012 - 2013Año de la Fe

San Juan de los Lagos, Jal. Extraordinario Nº 371

Revista Diocesana MensualRevista Diocesana MensualRevista Diocesana Mensual

IdentidadCristiana yTestimonio

2012 - 2013Año de la Fe

Centro Diocesano de Pastoral

Morelos 34. A. P. 21Tel. (395) 785-0020 Fax. (395) 785-0171

Correo-E: [email protected]: [email protected]

47000 San Juan de los Lagos, Jal.

Responsable:

Consejo Diocesano de Pastoral

Diócesis de San Juan de los Lagos.

SUMARIO:

Presentación .............................................................................. 1

La Identidad Cristiana ............................................................... 5

Identidad social de la diócesis de San Juan de los Lagos ...... 15

El Testimonio Cristiano ........................................................... 19

Transversalidad e interlocución en el trabajo pastoral .......... 36

Este Boletín aparece como extraordinario, pues quienes habían cubiertoel pago de su suscripción desde el inicio del año, habían pagado comonúmero doble el Boletín de octubre, pero lo recibieron sencillo, de sólo42 páginas. Con este número, pues, cumplimos con el deber de entre-garles el número completo de Boletines solicitados.

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IDENTIDAD CRISTIANA Y TESTIMONIO

Presentación

Estamos en el Año de la Fe y de la Identidadcristiana, con motivo de las efemérides del ConcilioVaticano II y del Catecismo de la Iglesia católica.Nuestro curso de acción incluye el Año de la Fepromulgado por el Papa Benedicto XVI, pero nocoincide en sus fechas, pues nuestros años pastoralesse articulan con relación al aniversario del inicio denuestra Diócesis, y no está a merced de otras coyun-turas. En el itinerario de evangelización lo relaciona-mos con la identidad cristiana, uno de los Puntosfocales elegidos por la XVIII Asamblea diocesana depastoral para atender entre todos.

Nuestras programaciones han acentuado más elAño de la Fe y la asimilación del V Plan diocesano depastoral, relegando este aspecto esencial de la identi-dad cristiana, personal y comunitaria. De poco servi-ría renovar nuestras estrategias si no contamos connuevos evangelizadores y nuevas comunidades deauténticos discípulos misioneros de Jesucristo. Serequiere que los bautizados pongamos nuestro primerempeño en hacer viva nuestra relación con Cristo, elprimer evangelizador.

Dice el Documento de Aparecida: «Reconocemosque, en ocasiones, algunos católicos se han apartado

del Evangelio, que requiere un estilo de vida más fiel a la verdad y a la caridad, más sencillo,austero y solidario, y también nos ha faltado valentía, persistencia y docilidad a la gracia paraproseguir, fiel a la Iglesia de siempre, la renovación iniciada por el Concilio Vaticano II,impulsada por las anteriores Conferencias Generales, y para asegurar el rostro latinoameri-cano y caribeño de nuestra Iglesia. Nos reconocemos como comunidad de pobres pecadores,mendicantes de la misericordia de Dios, congregada, reconciliada, unida y enviada por lafuerza de la Resurrección de su Hijo y la gracia de conversión del Espíritu Santo» (DA 100 h).

«No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco dealgunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selecti-vas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos,a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no conviertenla vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidianade la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe seva desgastando y degenerando en mezquindad. A todos nos toca recomenzar desde Cristo (NMI28-29), reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a lavida y, con ello, una orientación decisiva» (DA 12).

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«Nos encontramos ante el desafío de revitalizarnuestro modo de ser católico y nuestras opcionespersonales por el Señor, para que la fe cristianaarraigue más profundamente en el corazón de laspersonas y los pueblos como acontecimientofundante y encuentro vivificante con Cristo. Él semanifiesta como novedad de vida y de misión entodas las dimensiones de la existencia personal ysocial. Esto requiere, desde nuestra identidadcatólica, una evangelización mucho más misio-nera, en diálogo con todos los cristianos y alservicio de todos los hombres. De lo contrario, elrico tesoro del Continente Americano… su patri-monio más valioso: la fe en Dios amor, corre elriesgo de seguir erosionándose y diluyéndose demanera creciente en diversos sectores de la po-blación. Hoy se plantea elegir entre caminos queconducen a la vida o caminos que conducen a lamuerte (cf Dt 30,15). Caminos de muerte son losque llevan a dilapidar los bienes recibidos de Diosa través de quienes nos precedieron en la fe. Soncaminos que trazan una cultura sin Dios y sin susmandamientos o incluso contra Dios, animadapor los ídolos del poder, la riqueza y el placerefímero, la cual termina siendo una cultura contrael ser humano y contra el bien de los puebloslatinoamericanos. Caminos de vida verdadera yplena para todos, caminos de vida eterna, sonaquellos abiertos por la fe que conducen a laplenitud de vida que Cristo nos ha traído: con estavida divina se desarrolla también en plenitud laexistencia humana, en su dimensión personal,familiar, social y cultural. Esa es la vida que Diosnos participa por su amor gratuito, porque es elamor que da la vida. Estos caminos de vidafructifican en los dones de verdad y de amor quenos han sido dados en Cristo en la comunión delos discípulos y misioneros del Señor, para queAmérica Latina y El Caribe sean efectivamenteun continente en el cual la fe, la esperanza y elamor renueven la vida de las personas y transfor-men las culturas de los pueblos» (DA 13).

«La condición del discípulo brota de Jesucris-to como de su fuente por la fe y el Bautismo, ycrece en la Iglesia, comunidad donde todos susmiembros adquieren igual dignidad y participande diversos ministerios y carismas. De este modo

se realiza en la Iglesia la forma propia y especí-fica de vivir la santidad bautismal al servicio delReino de Dios» (DA 184).

Dice nuestro V Plan: «Se ha diluido mucho laidentidad cristiana católica, pues la mayoría des-conoce los elementos propios que distinguen alcatólico de otras confesiones cristianas y que loidentifican como discípulo misionero de Cristoen la Iglesia que Él fundó (Mt 16,18): principiosdoctrinales y morales, sacramentos, espirituali-dad, el estilo de vida que se ha hecho camino a lolargo de veinte siglos y el lenguaje propio paraentender y expresar el misterio de Cristo» (VPDP 120).

«Es preciso tomar conciencia del compromisobautismal en la vida ordinaria y redescubrir quesomos todos discípulos misioneros de Jesucristo,para tener una experiencia de fe en medio de lasculturas actuales y del ambiente secularista,relativista y obrar por convicción, no sólo porcostumbre y tradición» (V PDP 121).

«La identidad cristiana implica una referenciaexplícita a Jesucristo, un conjunto de verdades defe, unos principios morales que orienten la vida,unas celebraciones sacramentales y una espiritua-lidad característica. Para que cada cristiano re-descubra su identidad es necesario fomentar unapreparación integral a los sacramentos, superar elritualismo social para vivir su significado, buscan-do una proyección en los aspectos de la vidapersonal y comunitaria. La conformación de laidentidad cristiana incluye compromiso, vocación,fermento en el mundo, construcción del Reino,reevangelización frente al neopaganismo católi-co, lo cual nos involucra a todos» (V PDP 125).

«A todos interesa consolidar tradiciones quenos den identidad, no sólo a ciertas Comisiones.Este interés nace de la necesidad de comunióncon lo infinito y de hallar sentido a la vida.Debemos aprovechar tales tradiciones y piedadpopular para promover y conservar la identidadcristiana y sentido de pertenencia ante laglobalización y evangelizar nuestras comunida-des» (V PDP 96).

Así pues, la fe bautismal, en Cristo, abre alcreyente a la vida trinitaria, experiencia primor-

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dial del cristiano, que nos es dada en participa-ción, y comporta dar testimonio de Él, sobre todoa través de la caridad, para tocar los corazones yatraer a los pecadores hacia Dios. El Bautismonos hace, pues, sacramentos vi-vos de Cristo resucitado, es de-cir, signos perceptibles por lossentidos, cuya eficacia dependede la identificación del sujetocon Cristo. Es importantefocalizar la Nueva Evangeliza-ción desde la perspectiva del tes-timonio. Pide conversión, recon-ciliación, meditación de la Pala-bra, oración, contemplación enla acción, valoración de la Vidapara poder difundirla, concien-cia profunda del significado delBautismo y vivencia del mismo.

«Conocer a Jesucristo por lafe es nuestro gozo; seguirlo es unagracia, y transmitir este tesoro alos demás es un encargo que el Señor, al llamarnosy elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos ilumina-dos por la luz de Jesucristo resucitado, podemos yqueremos contemplar al mundo, a la historia, anuestros pueblos de América Latina y de El Cari-be, y a cada una de sus personas» (A 18).

Es extraño que los diccionarios actuales deteología o disciplinas teológicas a que tenemosacceso no incluyan el estudio de cristiano, iden-tidad cristiana o de un término afín. En cuanto ala teología de la identidad cristiana y la identidadindividual presentamos sintetizado y reelaboradoel artículo de Saturnino Gamarra Mayor, Iden-tidad cristiana que apareció en:

(http://mercaba.org/Catequetica/I/identidad_cristiana.htm).

En cuanto a la identidad social de nuestraDiócesis, encontramos rasgos sobre todo en nues-tro Primer Plan diocesano de pastoral: Regio-nes y sus características (nn. 48-50); conclusio-nes históricas (18-19, 24-26, 41-43); el aspectocultural: región de hombres violentos, agresivosy mujeres hermosas (139-140); valores (149-158,168): folklor (159-162, 169-172). Existe un tra-

bajo de investigación del P. Marco Antonio Díazcuando era estudiante de filosofía, sobre la iden-tidad social del habitante de la Diócesis, a partirde José Vasconcelos, relacionándolos con otros

autores. El P. Rafael Domínguezpresentó un trabajo sobre la iden-tidad diocesana: «Transiciónriesgosa entre la modernidad y laglobalización», del queextractamos algunos datos.

Completamos nuestras reflexio-nes en torno a la identidad cristia-na católica, fundamental para unaNueva Evangelización, con otroartículo sobre el testimonio de vida,que es una consecuencia lógica dela identidad cristiana. Presentamossobre todo, sintetizado y reela-borado, el artículo de PaulO’Callaghan, El testimonio deCristo y de los cristianos. Unareflexión sobre el método

teologico, aparecido en http://www.almudi.org/Articulos/tabid/475/ID/711.aspx.

La presencia de Cristo ha de ser percibida en elrostro y en la vida de los cristianos. El compromi-so testimonial debe constituir el núcleo de lapersonalidad del discípulo misionero. Este testi-monio es fundamental para transmitir la atrac-ción del resplandor de verdad y promesa de feli-cidad del Evangelio. La Nueva Evangelización,concretizada en la Misión continental permanen-te, es sobre todo un acto espiritual y un testimoniopersonal que exige coherencia y fervor, antes quecualquier estrategia de comunicación, lenguajeadecuado o uso de medios técnicos. Crecer comocreaturas nuevas, en camino contínuo de conver-sión, hacia la plena estatura de Cristo, sin dudaque sorprende, interesa y atrae.

Por último, ofrecemos unas reflexiones sobrela transversalidad e interlocución en la pastoral,herramientas propias para afrontar entre todos losPuntos focales, a partir del discernimiento quehan estado haciendo los secretarios ejecutivos dela CEM a lo largo de su restructuración, con elaporte del equipo básico de vicarios episcopalesde pastoral.

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Quienes habita-mos en este mundotenemos una identi-dad. Nos la confiereel país, grupo o pue-blo al que pertene-cemos, la cual nosdistingue de las otrasnaciones o agrega-dos sociales, pormedio de idénticosvalores, símbolos,territorio, lenguaje,costumbres, folklor,etc., asumidos comoparticularidad denuestra identidad.

En cada individuo su identidad lo distingue eneste mundo. Se hace más evidente cuando habita-mos en un país diferente al nuestro. Por ejemplo,un inglés mantiene la hora del té, un japonés dejasu calzado fuera de la casa, el mexicano comechile y tortilla de maíz, el campesino celebra susritos religiosos, como rasgo de identidad.

La identidad de una persona o de un grupohumano siempre tiene que ver con un contextogeográfico, histórico y sociocultural. Ese contex-to va envolviendo a un personaje, a un proyecto yva creando un tipo de sociedad. El contexto, pues,proporciona las raíces más profundas de la perso-na humana, indestructibles, que dan origen a lavida e identidad.

Sin embargo, esa identidad cultural, en losúltimos 25 años, ha estado cambiando a pasosagigantados. Tenemos la responsabilidad históri-ca de ser eslabones en la transmisión de importan-tes valores y tradiciones de nuestros pueblos queno debemos perder.

Además, todos estamos llamados a una NuevaEvangelización (ChL 33-35; Sínodo de los Obis-

pos sobre la NuevaEvangel izaciónpara una transmi-sión de la fe cristia-na). Después de to-mar conciencia delllamado y sus múl-tiples iniciativas,carecería de todagarantía si no ofre-ce la comprensióndel cristiano desdesu misma identi-dad. La identidadcristiana aparecenecesaria a la Nue-va Evangelización.

Realidades que nos obligan a redescubrirnuestra identidad cristiana

Constatamos una situación muy generalizadaen que la identidad cristiana tiende a diluirse.Vivimos una época de cambio. El secularismoaumenta la distancia entre las formas y estructu-ras de la vida eclesial y el actual contexto sociocultural. Muchas de nuestras propuestas pastoralespertenecen a una cultura de cristiandad de tiporural, y no a la cultura postmoderna, tecnológicay globalizada. Tenemos dificultades en la comu-nicación, en la transmisión de valores, y en lavivencia concreta de la comunión. Se siente can-sancio y desgaste de fuerzas pastorales ante tan-tas actividades, o desilusión por los escasos frutosfrente a la presión de las nuevas urgencias que nossuperan.

Detectamos esta tendencia en el oscureci-miento progresivo de la verdad ontológica de lapersona cristiana: «Son muchos los que, hoy endía, se desentienden de esta íntima y vital unióncon Dios o la niegan explícitamente» (GS 19).También el relativismo ético en las relaciones

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sociales: «Es el riesgo de la alianza entre demo-cracia y relativismo ético, que quita a la convi-vencia civil cualquier punto seguro de referen-cia moral, despojándola más radicalmente delreconocimiento de la verdad» (VS 101). «Nofalta tampoco un cierto número de bautizadosque, lamentablemente, ocultan su identidad cris-tiana, sea por una forma de diálogo interreligiosomal entendida, sea por una cierta reticencia adar testimonio de su fe en Jesucristo en la socie-dad contemporánea» (DGC 26).

El Papa Benedicto XVI, al convocar el Año dela fe, señala: «Hoy con frecuencia los cristianosse preocupan mucho por las consecuencias so-ciales, culturales y políticas de su compromiso, ysiguen considerando la fe como un presupuestoobvio de la vida común, pero, de hecho, estepresupuesto no sólo no aparece como tal, sinoincluso con frecuencia es negado. Si en el pasadoera posible reconocer un tejido cultural unitario,ampliamente aceptado en su referencia al conte-nido de la fe y a los valores inspirados por ella,hoy no parece que sea ya así en vastos sectores dela sociedad, a causa de una profundacrisis de fe que afecta a muchas perso-nas» (PF 2).

Lo había reconocido también Apa-recida. «Se abre paso un nuevo perío-do de la historia con desafíos y exi-gencias, caracterizado por el descon-cierto generalizado que se propagapor nuevas turbulencias sociales ypolíticas, por la difusión de una cultu-ra lejana y hostil a la tradición cristia-na, por la emergencia de variadasofertas religiosas, que tratan de res-ponder, a su manera, a la sed de Diosque manifiestan nuestros pueblos»(DA 10).

«La Iglesia… no puede replegarsefrente a quienes sólo ven confusión,peligros y amenazas, o de quienes pretendencubrir la variedad y complejidad de situacionescon una capa de ideologismos gastados o deagresiones irresponsables. Se trata de confirmar,renovar y revitalizar la novedad del Evangelio

arraigada en nuestra historia, desde un encuen-tro personal y comunitario con Jesucristo, quesuscite discípulos y misioneros. Ello no dependetanto de grandes programas y estructuras, sinode hombres y mujeres nuevos que encarnen dichatradición y novedad, como discípulos de Jesu-cristo y misioneros de su Reino, protagonistas devida nueva para una América Latina que quierereconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu»(DA 11).

Muchos católicos se van a las sectas o viven unindiferentismo religioso. La juventud en generaly el mundo de profesionistas y gentes que dirigenel movimiento del mundo no encuentran atracti-vo en la Iglesia ni respuesta a sus inquietudes. Elmovimiento de secularización y la ignoranciareligiosa hacen que nuestras respuestas no satis-fagan la sed religiosa del pueblo. Para muchos, suBautismo ha quedado sepulato en el olvido y laindiefrencia. Y no faltan poderes internacionalescon sus comparsas locales y tendenciasautocráticas que consideran la tradición católicauna anomalía a la cual desvirtuar y disgregar. Se

difunde a nivel mundial una cultura relativista yhedonista. Se ridiculizan los valores cristianos yse debilita el tejido familiar, haciendo que consi-deren a la Iglesia católica o la religión cristianacomo el nuevo opio del pueblo.

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Está, pues, a la vista el hecho de la difuminacióno pérdida de contornos de lo típico cristiano. Perotambién está a la vista que la comprensión delcristiano no podrá obtenerse desde unos plantea-mientos parciales o reduccionistas que desfigu-ren lo que es ser cristiano. La comprensión autén-tica sólo puede hacerse desde los elementos esen-ciales de la identidad cristiana, presentados en suverdad y radicalidad, dentro del contexto culturalen el que nos movemos. Es necesario recomponerel creer, tanto en la dimensión ontológica de larelación con Dios, como en la psicológica, ética ypolítica de la experiencia cristiana, para lograruna comprensión del ser cristiano.

La identidad en la antropología cristianaVivimos ahora una crisis antropológica. De

dar primacía a la razón objetiva, se ha pasado asobrevalorar sin contrapeso la subjetividad indi-vidual, con sus consecuencias de autonomía de laconciencia, queriendo cada quien construirse a símismo y crear su mundo libremente, sin normascoercitivas, siguiendo los instintos y sentimien-tos, consumiendo de acuerdo a la intensidad ycombinación de los estímulos.

Del concepto de «persona» se pasa al de «indi-viduo»; del de «comunidad» se pasa al de «círcu-lo micro social de intereses y afectos». Cadaindividuo vive como un ente completo frente aotros entes completos, con todos los recursos quele proporciona la tecnología, para bastarse a símismo y construir su propio destino. Debilita einstrumentaliza los vínculos humanos, y modifi-ca los roles tradicionales de hombres y de muje-res, llevando a relaciones afectivas sin compro-miso responsable y definitivo.

Son los medios de comunicación los nuevosespacios de la vida pública y de la experienciasocial, con su carga de superficialidad y aparien-cia. El tiempo y el espacio se viven de otro modo,se debilita la memoria de la historia; lo real yverdadero es lo presente y práctico. Se reclamanlos derechos individuales, ignorando orelativizando los deberes. La exageración de lasubjetividad y la exaltación de la dimensiónemotiva en la estructuración de las relacionesgenera una ética a la propia medida: un código

mínimo de normas que apenas salvaguarden lasrelaciones indispensables de unos con otros.

Se plantean iniciativas y proyectos legislati-vos que atentan contra la vida en sus fases degestación y término natural, o contra la naturale-za y misión del matrimonio y la familia. Sosteni-dos por fuertes poderes trasnacionales y lobbieslocales se presiona a favor de la liberalización delaborto y las técnicas de reproducción genética,las uniones homosexuales asimiladas al matri-monio, las prácticas eugenésicas y eutanasia, elconsumismo sexual, la anticultura de la muerte yel crimen, discriminaciones selectivas, ideolo-gías de panteísmo ecologista o psicologismo es-piritualista desencarnado.

Es una verdadera confusión antropológica, puessin Dios no se puede conocer al hombre ni afrontarseadecuadamente los problemas de la condiciónhumana y la convivencia social. Es preciso volvera poner a Dios en el centro de la realidad, de laexperiencia humana, para rescatar al ser humanode toda reducción y esclavitud idolátrica (del po-der, del tener o del placer) y abrirle caminos deesperanza en la aventura humana.

La antropología cristiana entiende a la personacristiana desde lo que es por su relación conCristo. Es impensable una antropología cristianaal margen del ser de una persona cristiana. Lareferencia a la identidad es insustituible, lo cualno entra en los marcos de una cultura donde se haperdido la referencia al ser humano como centrode todo.

El cristiano es algo más que un sujeto que tieneunas creencias y pretende responder a ellas con lamayor fidelidad posible. Ser cristiano es muchomás que responder a la normativa del evangelio,que implica a toda la persona desde lo más pro-fundo de su ser. En esta línea se sitúa la cateque-sis, con el objetivo de «anunciar los misteriosesenciales del cristianismo, promoviendo la ex-periencia trinitaria de la vida en Cristo comocentro de la vida de fe» (DGC 33); o el Catecismode la Iglesia Católica y que, consecuentemente,debe tener muy en cuenta la vida en Cristo con lasrelaciones con el Padre y el Espíritu, propias dequien participa de Cristo.

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¿Existe una identidad propia del cristiano?La rica experiencia que le supone a la persona

ser y vivir como cristiano es algo más que el merocumplimiento de normas, e incluye vivir relacio-nes nuevas con Dios, con el hombre y con eluniverso. Este nivel de experiencia es connaturalal cristiano. Todo cristiano está llamado a vivir laexperiencia completa de su ser cristiano y acomprender su identidad. Planteamientos parcia-les recortan y hasta adulteran la experiencia cris-tiana.

Es frecuente encontrar en la vida del cristianodos posturas extremas: Por un lado, quien entien-de la vida cristiana desde uno mismo, acomodán-dola a los propios intereses. Por otro, quien ve lavida cristiana como fuen-te de exigencias y renun-cias dolorosas. En el mis-mo extremo se encuentraquien ve al cristiano comosujeto de obligaciones ydeberes, en quien debenencontrar eco todas ycada una de las exigen-cias, aun las más dispa-res, que se vayan presen-tando según las sensibili-dades del momento. Enambos extremos hay un olvido total de lo que esser cristiano.

La identidad es anterior a los propios planes ydebe informar el proyecto personal. La exigen-cia, que no tiene por qué rebajarse, debe nacer dela misma identidad. Si el cristiano, por su incor-poración a Cristo, tiene una relación de hijo conDios y de hermano con el hombre (Ga 4,4-7; Ef1,5; Rm 8,29), está abierto al futuro. «Con Él nosresucitó y nos hizo sentar en los cielos en CristoJesús» (Ef 2,6). Liberado de toda esclavitud, tieneuna postura libre en el mundo (Col 2,20). Nopuede aceptar sino que su vida esté marcada porla identidad. No podrá entenderse la vida delcristiano sin su identidad. Es el momento dereafirmar la identidad cristiana.

El pueblo judío recibió su identidad de Dios: laTorá incluía las leyes civiles que regulaban su

vida familiar, laboral y social, y las ordenanzaspara servirle y adorarle etc. La formación de suidentidad fue tan determinante, que establecióuna barrera con el resto de los pueblos, conside-rados «gentiles», es decir, pueblos sin ley deDios.

Si Dios definió la identidad de Israel, ¿cómoreconocer la identidad del pueblo cristiano ac-tual? ¿cuáles son sus características? ¿o no esnecesaria? La Iglesia primitiva exhibió a plenitudla identidad cristiana: «A los discípulos se lesllamó cristianos por primera vez en Antioquía»(Hch 11,26). «A partir de ustedes ha sido divulga-da la Palabra del Señor; y no solo en Macedoniay Acaya, sino que también en todo lugar su fe en

Dios se ha extendido, demodo que nosotros no te-nemos necesidad de ha-blar nada» (1Tes 1,8).«Desde Jerusalén y porlos alrededores hastaIlírico, todo lo he llenadodel evangelio de Cristo»(Rm 15,19).

El Imperio Romanoconoció ampliamente laidentidad del cristiano.«Entonces Agripa dijo a

Pablo: ‘Por poco me persuades a hacerme cristia-no’» (Hch 26,28). Las persecuciones de los pri-meros siglos se dirigieron contra los cristianosporque los distinguían en una forma de vivir muycaracterística, aunque vivían en medio de losdemás ciudadanos.

Si la Iglesia recibió una identidad de parte deCristo, su fundador, ¿dónde se encuentra? ¿sepuede recuperar? ¡Por supuesto que sí! Pero, ¿ha-brá quienes la desean recuperar? Sólo con laacción del Espíritu Santo soplando sobre lospabilos humeantes vivificará la llama de la espe-ranza como respuesta a nuestras oraciones paralograr el avivamiento evangelizador que necesitael pueblo de los redimidos en los tiempos actua-les.

Ser cristiano, con toda la radicalidad y fideli-dad que implica, es signo de contradicción, pero

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también de sorprendente e impactante novedad.Poniendo a Dios al centro de la propia experien-cia nos hace redescubrir la dignidad, belleza ygozo de ser cristiano, es decir, de tener unapersonalidad al estilo de Cristo.

Naturaleza y rasgos de la identidad cristianaNo podemos caer en la simplificación de la

identidad, reduciéndola a su núcleo teológico. Esnecesario llegar a la identidad completa del cris-tiano. No nos referimos sólo al ser de la personaen sí, sino que lo situamos en el contexto socio-cultural concreto, y dentro de su momento bio-psíquico personal.La identidad com-pleta del cristianoincluye la dimen-sión teológica, la di-mensión o realiza-ción sociológica yla dimensión psico-lógica.

Así que el «seren Cristo» del cris-tiano es punto cla-ve, tanto para lacomprensión delcristiano como parasu vida. Pero estareferencia a la di-mensión teológica,aunque esencial e irrenunciable, es insuficiente.La posición del cristiano en el mundo es el puntodifícil y grave en el momento actual; por eso larealización sociológica del cristiano en su con-texto es totalmente imprescindible para llegar auna identidad existencial concreta. También setoma en cuenta el momento psicológico del cris-tiano, porque son muchos los aspectos que desdela exigencia bio-psíquica deben estar presentespara garantizar el proceso de la vida y de lapersona del cristiano. La identidad completa delcristiano incluye el «ser en Cristo», en un contex-to socio-histórico concreto, y dentro de su mo-mento bio-psíquico personal. Nos centramos enlos puntos básicos y esenciales de la identidadcristiana.

1. «Ser en Cristo»Es el punto radical de la identidad cristiana,

desde donde se explica el gran cambio de lacondición humana. La misma vida en Cristo(parte III del Catecismo de la Iglesia Católica,sobre Moral o comportamiento cristiano) carac-terística de la identidad cristiana, parte de su seren Cristo. Muchos textos nos hablan de ser enCristo.

San Pablo utiliza con muchísima frecuencia laexpresión «en Cristo», donde sitúa la realidadnueva del ser cristiano. El cristiano es (existe) en

Cristo (ICo 1,30; Rm 8,1).Quien está en Cristo es nue-va criatura (2Co 5,17); esuno en Cristo Jesús (Ga3,28) y está santificado enCristo (1Cor 1,2). San Juanpresenta esta realidad nue-va del ser cristiano con lasexpresiones «nacer deDios» (1Jn 2,29; 3,9; 4,7;5,1.18), «ser de Dios» (1Jn4,4.6; 5,19) y «permanecer»(1Jn 2,5.6.24.27; 3,6.24;4,12-16; Jn 6,56; 15,4-10).Se añade koinonía, en sanPablo (1Co 1,9; 10,16; 2Co13,13) y en san Juan (lJn1,3.6; Jn 14,20). Todos es-tos textos indican un cam-

bio radical en el cristiano con una connotaciónontológica nueva.

El punto de partida de nuestro ser en Cristo noes nuestra iniciativa personal, como si todo seredujera a nuestra intención de ser en él, vivir enél e imitarlo para configurarnos con él; sino laautodonación de Dios Padre, Hijo y Espíritu San-to. El dato fundamental en el cambio de la rela-ción entre el hombre y Dios es el don que Dioshace de sí mismo. Esta autodonación de Dios,llamada gracia increada, es el factor radical de laregeneración del hombre nuevo.

Resulta llamativo contemplar la autodonaciónde la Trinidad al hombre desde la clave de laentrega. El Padre, al entregar al Hijo como lo más

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querido (Rm 8,32; Jn 3,16), se entrega a sí mismoen Cristo: «En Cristo estaba Dios reconciliandoel mundo consigo» (2Co 5,19). El Hijo, por suparte, hace suyo eldesignio del Padre:«El Hijo del hom-bre ha venido a darsu vida como res-cate por muchos»(Mt 20,28) y, entre-gándose, secunda laentrega que hace deél el Padre (Heb10,5-10; Ga 1,4; Flp2,8). Y a la entregade Jesús está aso-ciado el envío -laentrega (Jn 19,30)-del Espíritu: «Les conviene que yo me vaya;porque si no me voy, no vendrá a ustedes elParáclito; pero si me voy, se los enviaré» (Jn16,7). Esta autodonación de Dios, verificada en laentrega de las tres Personas Divinas, fundamentay cualifica la nueva relación de Dios con elhombre. El resultado es la nueva criatura enCristo. La nueva condición del ser en Cristo esparticipar del ser mismo de Cristo como Hijoencarnado del Padre. El cristiano es en Cristo, yen Cristo vive su vida, que es trinitaria.

Al ser en Cristo, participamos de su relaciónde filiación: somos hijos en el Hijo, entrañados enel Padre (Rm 8,14-17; Ga 4,4-7; 1Jn 3,1); partici-pamos de su relación de fraternidad: en Jesússomos hermanos de todos, entrañados en la soli-daridad de todos los hombres (Rm 8,29; Col 1,18;1Jn 3,11.24); y participamos de su relación deseñorío sobre el mundo (Mt 12,8; Col 2,20).

Al ser en Cristo, participamos de su ser deHijo, y aceptamos la divinización del hombre. Elplanteamiento está presente en los Padres. Dicesan Ireneo: «El Hijo de Dios se hizo hijo delhombre para que el hombre, unido íntimamente alVerbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adop-ción». Dice la oración de la Iglesia: «Haznospartícipes de la divinidad de tu Hijo que, al asumirla naturaleza humana, nos ha unido a la tuya de

modo admirable» (Navidad: Misa de mediano-che). Para la reflexión teológica actual, la presen-cia de Dios es la gracia increada, y la divinización

o participaciónde la vida deDios es la gra-cia creada, yresulta impres-cindible la di-vinización delhombre cuan-do se plantea lagracia.

Para enten-der la identi-dad cristianano es suficien-te conocer lo

que significa ser en Cristo, sino se necesita llegara la experiencia de ser criatura nueva en Cristo.Lo propio del cristiano es vivir con el Padre larelación de hijo en el Hijo (Jn 1,12-13; 11,52;3,1.2.10; 5,2). No basta reconocer doctrinalmenteque Dios es nuestro Padre y aceptarlo, sino setrata de vivir como hijo en el Hijo en relación conel Padre. Lo mismo decimos de la relación dehermano con todos los hombres en Cristo (Mt28,10; Jn 20,17; Rm 8,29): no basta saber quetodos los hombres son hermanos y que nuestrocomportamiento debe ser de hermanos, sino setrata de la experiencia de ser y vivirse hermano detodos en el Hijo. Lo mismo nuestra relación contodo el universo: no basta saber que, desde laPascua, Cristo es el Señor (1Co 8,6) y que elcristiano participa de su señorío, sino se trata devivirse con libertad y con gozo en el mundo.

Ha sido frecuente identificar el seguimientocon el proyecto personal de compartir la vidacon Cristo, imitarle, seguir sus huellas parahacerse como él, dependiendo todo de uno mis-mo. Pero la realidad es muy distinta: Cristocomparte su vida con nosotros y de su participa-ción somos en Cristo. Y el seguimiento a vivirsees consecuencia del ser en Cristo. Quien es enCristo, le sigue. Nuestro seguimiento es de hijosy de hermanos en Él.

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2. «Ser en la Iglesia» del cristianoSe es cristiano en la Iglesia. No es primero ser

cristiano y una vez que se es cristiano se agrega ala Iglesia y se relaciona con ella, según las dispo-siciones personales, sino que es constitutivo delcristiano ser en la Iglesia.

¿Qué relación existe entre el ser cristiano y lapertenencia a la Iglesia? «La Iglesia es misterio,obra divina, fruto del Espíritu deCristo, signo eficaz de la gracia, pre-sencia de la Trinidad en la comuni-dad cristiana» (PDV 54). La Iglesiaes comunión: «signo e instrumentode la unión íntima con Dios y de launidad de todo el género humano»(LG 1). Y la Iglesia es misión: «LaIglesia peregrinante es, por naturale-za, misionera, puesto que toma suorigen de la misión del Hijo y de lamisión del Espíritu Santo, según elpropósito de Dios Padre» (AG 2). Setrata de la Iglesia misterio que, bro-tando del misterio de la Trinidad,tanto en el interior de sí misma comoen su actividad evangelizadora, essimultáneamente misterio de comunión y de mi-sión: No garantiza su misión más que estandounida al Padre por el Hijo en el Espíritu. Nopermanece en la comunión de las personas divi-nas más que si cumple la misión para la que Diosla llama. Desde la comprensión de la Iglesiamisterio entenderemos la comunión y la misiónde la Iglesia en todos sus miembros; y en elmisterio de la Iglesia se entiende y se vive toda larealidad profunda del cristiano.

Planteamos ahora la función de mediación quetiene la Iglesia para el cristiano. No es suficientever al cristiano como miembro de una comunidadde creyentes, en comunión con ellos, compartien-do la misión; hay que verlo también acogiendo lamediación que la Iglesia le ofrece y de la que él estánecesitado. Porque la Iglesia es también medio desalvación y misterio de gracia para todos y cadauno de sus miembros. Es verdad que es obra deCristo, pero a su vez es instrumento de Cristo paraobrar la salvación, como nos lo indica su

sacramentalidad. Como sacramento, la Iglesia esinstrumento de Cristo; ella es asumida por Cristo«como instrumento de redención universal» (LG9), «sacramento universal de salvación» (LG 48),y «la mantiene aún sin cesar para comunicar pormedio de ella a todos la verdad y la gracia» (LG 8).Así que no basta que el cristiano tenga en la Iglesiauna postura activa de entrega y servicio a favor de

los demás, sino necesita acoger el don de la Iglesiaen su mediación. Su relación con la Iglesia, pues,es mucho más que una referencia a merced de unacolaboración generosa con ella: es constitutiva desu ser cristiano. En la identidad cristiana entra elser en la Iglesia.

3. El sacerdocio bautismal del cristiano.Por el Bautismo los cristianos participan del

sacerdocio de Cristo. Pero, aunque se recurrecon facilidad al sacerdocio común de los fieles,la indiferencia se mantiene y se disparan laspreguntas:¿está asumido suficientemente elsacerdocio común? ¿Es reconocido como valoral que se responde experimentando una atrac-ción por él? ¿Hasta qué grado se ve necesario elsacerdocio común para ser cristiano? ¿es enconcreto algo más que un recurso para argu-mentar a favor de los derechos de los fielescristianos en la Iglesia? La identidad cristianatiene aún mucho camino para incorporarlo deforma plausible.

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El hecho del sacerdocio común en el cristianoes innegable. Lo presenta el Vaticano II (LG 10)de forma explícita, en continuidad con una doctri-na de siempre, que ha tenido una trayectoriaininterrumpida de aceptación, sin sombras, desdelos orígenes del cristianismo, como nos lo indicanlos textos de lPe 2,5.9 y Ap1,6; 5,10; 20,6. El Catecis-mo nos ofrece esta clarasíntesis: «Los bautizadosvienen a ser piedras vivaspara la ‘edificación de unedificio espiritual, para unsacerdocio santo’ (1Pe 2,5).Por el Bautismo participandel sacerdocio de Cristo,de su misión profética yreal, son ‘linaje escogido,sacerdocio real, nación con-sagrada, pueblo de su pro-piedad, para anunciar lasgrandezas del que ´los hallamado de las tinieblas asu luz maravillosa (1Pe2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdociocomún de los fieles» (CEC 1268).

Participar del sacerdocio nuevo de Cristo es uncambio total de la situación religiosa del hombre.Las barreras entre el pueblo y Dios están supera-das, y el cristiano tiene en Cristo «libre acceso aDios» (Ef 3,12), puede entrar en el santuario deDios (Rm 5,1), más aún: «ustedes son templos deDios» (lCo 3,16; 6,19; Ef 2,22); y el sacrificio, tanpropio en el ejercicio de todo sacerdocio, es lapropia existencia del cristiano (Rm 12,1; Heb10,7-9.36). Es la nueva realidad del cristiano, queparticipa del Sacerdocio de Cristo.

No basta ver al cristiano sacerdote, sino tam-bién ejerciendo su sacerdocio; el cristiano essacerdote ejerciendo su sacerdocio. El Catecis-mo, inmediatamente después de afirmar: «Todala comunidad de los creyentes es, como tal, sacer-dotal», añade: «Los fieles ejercen su sacerdociobautismal a través de su participación, cada unosegún su vocación propia, en la misión de Cristo,sacerdote, profeta y rey» (CEC 1546). El cristia-

no ejerce su sacerdocio bautismal participandode la misión de Cristo en su triple función. LaChristifideles laici dedica el amplio número 14 ala participación de los fieles laicos del tripleoficio sacerdotal, profético y real de Cristo. «Setrata de una participación donada a cada uno de

los fieles laicos individual-mente; pero les es dada encuanto que forman parte delúnico Cuerpo del Señor»(ChL 14).

La misión del cristianose enraíza en el sacerdociobautismal, y pertenece a laidentidad cristiana. No esextraño concebir la misióncomo dato supererogatorioal ser cristiano y apelar a lagenerosidad personal y obli-gación moral como miem-bro de una Iglesia, que esmisionera, para motivar elservicio a favor de los de-

más. Pero la misión en su triple función tiene suorigen en la participación del sacerdocio de Cris-to, y pertenece constitutivamente a la identidaddel cristiano.

¿Qué relación tiene el sacerdocio común conel ministerio ordenado o el sacerdocio ministe-rial? El Vaticano II lo planteó (LG 10) y laexhortación apostólica Pastores dabo vobis insis-te en ella (16-17). Es un llamado al presbíteropara que revise su posición, se sitúe dentro delsacerdocio común y pueda servirlo eficazmente(la valoración del sacerdocio común marca lacomprensión del sacerdocio ministerial). Y unallamada al sacerdocio común para que tome con-ciencia de su necesidad del sacerdocio ministe-rial: el sacerdocio común necesita absolutamentela mediación de Cristo, y el sacerdocio ministe-rial es sacramento de la mediación de Cristo parael sacerdocio común. «El ministerio del presbíte-ro... está para la promoción del ejercicio delsacerdocio común de todo el pueblo de Dios»(PdV 16).

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4. La fraternidad y comuniónLa fraternidad, con su consecuente servicio a

los hermanos, forma parte de la identidad cristia-na. La fraternidad estámuy presente por doblerazón: como criterio degarantía para evaluar laidentidad cristiana ycomo factor que man-tenga el dinamismo dela vida del cristiano. For-mamos parte de una co-munidad que participade la comunión trinita-ria.

Es la filiación delcristiano, que es en Cris-to, lo que fundamenta la fraternidad. No hayfraternidad donde no hay filiación. Y el Unigénito(Jn 1,14), al hacernos partícipes de su relacióncon el Padre, se convierte en el primogénito entremuchos hermanos (Rm 8,29). Es su don de Pas-cua (Mt 28,10; Jn 20,17; Heb 2,11.17).

La comunión en la Iglesia ahonda las relacio-nes de los miembros, porque es mucho más que lamera participación de bienes materiales: implicaparticipar de bienes más radicales como la alian-za, la regeneración en Cristo, la «participación dela naturaleza divina» (2Pe 1,4), la filiación. LaIglesia es comunión porque hunde sus raíces en elmisterio fontal de la comunión de Dios Padre,Hijo y Espíritu Santo. La misión del cristiano afavor de sus hermanos es la misión de Cristo, enla que participa por el sacerdocio bautismal.

La insistencia por explicitar que la fraternidadreal y operativa pertenece a la identidad cristianaresponde a dos retos concretos:

1) Urge que el cristiano se comprometa a favorde los hermanos necesitados. Ante las necesida-des tan primarias que sufren, no es posible que uncristiano se desentienda de ellos, pues la negativaa los hermanos se vuelve contra uno mismo.Cuando se debilita el compromiso, se debilita lamisma identidad cristiana, porque no es posiblevivir la filiación sin la fraternidad: «Si algunodice que ama a Dios y odia a su hermano, es un

mentiroso. El que no ama a su hermano al que ve,no puede amar a Dios, al que no ve. Este es elmandamiento que hemos recibido de él: que elque ame a Dios, ame también a su hermano» (1Jn

4,20-21). La fraternidades la verificación de lavivencia filial.

2) También urge quela solidaridad del cris-tiano no pierda su razónde ser, y la potencie. Sibuscamos asegurar elcompromiso de la soli-daridad entre todos loshombres, no hay otragarantía mejor que la dela filiación, porque laverificación de la filia-

ción está en una fraternidad solidaria. Sólo quienviva el don de la filiación puede entregarse ente-ramente y sin reservas al otro en el amor. Lafraternidad real potencia la solidaridad.

5. La secularidad del cristianoLa identidad cristiana incluye también la rea-

lización sociológica concreta, es decir, la rela-ción con el ambiente y su transformación. Existehoy sensibilidad especial por este punto, en cual-quier forma de vida que se practique ¿qué aspec-tos debemos tener en cuenta?a) La secularidad del cristiano incluye la cercanía

al mundo. Puede ser sociológica, que le lleva acompartir la fraternidad real de todos los hom-bres, sus hermanos, y a aceptar loscondicionamientos de su ambiente. O puedepsicológica, que comporta entrar en los nue-vos valores y tener una empatía con nuestromundo. Esta cercanía se ha vivido con elespíritu de encarnación. La cercanía al mundose vive desde distintas mentalidades: o paraconvertir al mundo que es malo, o para acep-tarlo y asumirlo en lo que es. En todo caso, esnecesaria la cercanía del cristiano al mundo.

b) Un segundo paso consiste en que el cristianovalore la secularidad. El Vaticano II la funda-menta en la encarnación de Cristo: «El Verbode Dios, por quien fueron hechas todas las

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cosas, hecho él mismo carne y habitando en latierra, entró como hombre perfecto en la histo-ria del mundo, asumiéndola y recapitulándolaen sí mismo» (GS 38; cf LG 31). Pablo VI enla Evangelii nuntiandi sigue la misma línea devalorar la secularidad aun en medio del turbu-lento proceso de secu-larización (EN 55).Juan Pablo II en laChristifideles laiciplantea la secularidadde la Iglesia: «La Igle-sia tiene una auténticadimensión secular, in-herente a su naturalezaíntima y a su misión,cuyas raíces se hundenen el misterio del Ver-bo encarnado, y que serealizó de diversas for-mas por sus miem-bros»; y describe lasecularidad propia dellaico (ChL 15). La Igle-sia es secular y el cris-tiano también es secular; la secularidad es lamarca de todo hombre y de todo cristiano. Lasecularidad no puede confundirse con unaforma concreta de secularidad ante la cual tododeba rendirse. Tiene distintas formas de vivirsey no se puede imponer.

c) ¿Qué relación en la identidad cristiana debehaber entre el ser criatura nueva y lasecularidad? No se puede prescindir ni de lasecularidad ni del ser en Cristo; se necesitanambos: «La condición eclesial de los fieleslaicos se encuentra radicalmente definida porsu novedad cristiana y caracterizada por suíndole secular» (ChL 15). No basta ir al mundodesde la novedad de ser criatura nueva sinvalorarlo; tampoco es suficiente plantear lasecularidad junto a la novedad cristiana; larelación debe ser de ida y vuelta: el cristianovivirá la secularidad desde lo que él es enCristo, y, a su vez, la novedad original delcristiano se verá marcada por su posición en elmundo, por la secularidad.

La estructuración de una personalidad cris-tiana

La identidad cristiana no es real mientras nolleguemos a la personalidad cristiana, pues noexiste identidad sin persona cristiana. La personaes el objeto prioritario de atención. La catequesis,

entre los desafíos y opciones a asu-mir: «a ejemplo de la catequesispatrística, debe moldear la personali-dad creyente y, en consecuencia, seruna verdadera y propia escuela depedagogía cristiana» (DGC 33). Elpunto clave, grave y urgente de lapersona cristiana es su estructuracióndesde el ser cristiano:a) La estructuración de la personacristiana es la garantía de ser cristia-no. No es suficiente con que el cristia-no tenga una idea clara de que laidentidad cristiana comporta el ser enCristo, llegar a ser nueva criatura enfiliación; fraternidad y señorío sobreel mundo, el ser en Iglesia, elsacerdocio bautismal, la fraternidadcon los hermanos y el estar inmerso

en la secularidad. Se trata de estructurarexistencialmente la persona desde esta reali-dad cristiana. La estructuración supone unavisión objetiva de todo lo que es ser cristiano,una valoración consecuente que implique loprofundo de la persona, y una respuesta de vidaque corresponda a la visión y a la valoraciónque tiene del cristiano. Esta es la gran tarea quedebe realizar todo cristiano: integrar toda supersona en unidad desde su ser cristiano.

b) La estructuración de la persona es un buencriterio para evaluar cómo se lleva la vidacristiana, cuál es su calidad. Cuando laestructuración de la persona cristiana se res-quebraja, y los objetivos van por un lado, elmundo de valoraciones va por otro y la res-puesta de vida por otro, no tenemos a alguienque es y vive en cristiano. Podrán darse com-portamientos aislados y alimentarse aspira-ciones nobles, pero no hay una persona inte-grada por el ser cristiano. El dato que eviden-

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cia el proceso de la vida y persona del cristianoes su estructuración integral.

Algunos rasgos de identidad cristiana eneste mundo complejo

Ser cristiano es descubrir que estamos habita-dos por Dios en medio de una nación agobiadapolíticamente, en extrema pobreza, con grandesincoherencias religiosas, e impulsados por esedescubrimiento optar por la vida, la libertad, lamisericordia y el amor.

Identidad cristiana es una manera de ser, devivir, de relacionarse, al estilo de Jesús, forjadocomo parte de nuestra personalidad y estilo devida. Al renovar el vínculo con el Dios que noshabita podemos dar frutos de humanidad: amor yperdón a los enemigos.

Es ser, como Jesús, hombres y mujeres profun-damente sensibles: que contemplamos los pája-ros que no mueren de hambre, a los lirios delcampo vestidos de manera más espléndida queSalomón en toda su gloria, que aceptamos que losniños se nos acerquen para jugar con ellos, y losque carecen de algo para compartir lo que somos,buenos amigos, que disfrutamos en la mesa sen-cilla con ellos.

Es ser libres, desapegados y despegados de lariqueza, del poder, del culto a la imagen, de todolo que pueda detenernos en el camino de amar,servir, compartir, caminar siempre.

Es conmovernos hasta las lágrimas con lasituación dolorosa de quienes no tienen con quécomer o vestirse, sin conseguir un techo o presos.Es no ocultarse para llorar frente a la tumba de losseres queridos. Es descubrir la importancia dedevolver a la mujer la dignidad respetándoladesde el pensamiento.

Es ser alegres y tener, como Jesús, un rostrorisueño siempre. Es ser valientes y lograr deste-rrar el miedo a la crueldad, a la violencia, a lamuerte, a la traición. Es saber que nos puedenmatar el cuerpo pero jamás el alma.

Es liberarnos de una imagen atroz de Dios, yaprender de Jesús que Dios es Padre amorosodispuesto siempre a darnos todas las oportunida-des que sean necesarias, a darnos un abrazo

cuando regresamos después de haber abandona-do la casa y dilapidado todos los dones que nos haregalado.

Es, como Jesús, ser capaces de enfrentar a lasautoridades políticas y religiosas cuando cedanante el egoísmo y el abuso del poder. Es noentregarnos al dinero y señalar con mucha clari-dad que éste puede llegar a ser el mayor obstáculopara entender el verdadero sentido del amor y dela convivencia. Es tener claro que no somos másporque nos alaben y menos porque nos vituperen.

Es ser capaces de encender una luz en mediode un mundo lleno de dudas, pérdidas del sentido,traición a la acción interior de Dios que crea yrecrea humanidad en permanencia.

Es, como Jesús, descubrir que lo importante noes el culto externo sino la ofrenda de la vida sinoen espíritu y en verdad, que se proyecta en lacaridad. Es aceptar que el conocimiento másimportante es el del corazón cuando se encuentradespojado de ataduras porque puede ver a Dios.Es descubrir que somos como ramas que brotandel árbol; que Dios circula por nuestra vida comola savia que da vida y produce frutos.

Es descubrir que Dios no tiene límites en superdón y que no guarda la lista de nuestros erro-res. Es aceptar el mensaje de Dios que nos diceque valemos la pena, que somos importantes, quela autoridad es legítima cuando está al servicio detodos. Que no nos hicimos para la ley sino que laley se hizo para nosotros.

Es saber que la esperanza no tiene límitesporque su horizonte es inconmensurable. Es tenerla capacidad de encontrar hombres y mujeresmaravillosos gracias a los cuales podamos comoJesús, creer en la humanidad, en la amistad yformar comunidades que sean en medio de lasociedad: luz, levadura y sal.

Finalmente, es celebrar siempre la vida que sedespierta permanentemente gracias a los sacra-mentos, encuentros con Cristo vivo en los mo-mentos cruciales de la vida.

Descubramos nuestra verdadera identidad cris-tiana en medio de la ciudad; Cristo Señor de lahistoria y del tiempo camina con nosotros.

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Tres regionesAunque hemos ido adquirien-

do una cierta identidad religiosa,culturalmente podemos distinguirdos o tres regiones en nuestraDiócesis (cf I PDP n. 48):

Zona sur: Es parte de la ciénegade Chapala o la cuenca del Lerma:tierra negra, muy fértil, con tem-poral de lluvias regular y conzona considerable de riego. Esuna zona plana baja (1400-1500metros sobre el nivel del mar). Hay varias zonasejidales. En lo cultural y social, participa algo dela región alteña y algo de ‘el plan’. El habitantedel Plan es más indiferente y liberal en materiareligiosa, más conflictivo en lo laboral y político,muy sincero, menos creativo y combativo, alasegurar lo necesario para vivir, pero se hanmezclado con muchas familias procedentes deLos Altos.

Zona central: Principalmente la parte de ‘tierracolorada’. Es una amplia zona de tierras altas(1800 metros sobre el nivel del mar) con untemporal de lluvias regular y con suelos de rela-tiva fertilidad gracias al trabajo tenaz de sushabitantes. Destaca la religiosidad de su gente, suespíritu de trabajo y ahorro. La tenencia de latierra se centra básicamente en la propiedad pri-vada. Su base social es el ‘ranchero’, el hombre decampo que, aunque concentrado en los pueblos,sigue apegado a su tierra, pues su economíadepende de la agricultura, ganadería, avicultura,y de la emigración a Estados Unidos. Constituyenpropiamente «Los Altos de Jalisco», una regióncon una identidad más o menos bien definida, quele ha obtenido reconocimiento a nivel nacional yeclesial.

Zona norte: Son tierras áridas y erosionadasque ofrecen un ‘paisaje’ de lomeríos ysinuosidades que de vez en cuando conformanpequeñas ‘joyas’. Presenta un temporal de lluvias

menos regular, que va dismi-nuyendo al recorrernos hacia elnorte. Es considerable la acti-vidad ganadera, como apoyo ala agricultura. Existieron va-rias haciendas; en la actualidadpredomina la pequeña propie-dad». La zona de Lagos es in-dustrial y quedan pueblos indí-genas.

Características generalesEn general, el pueblo es testarudo y luchón.

Las revoluciones y persecuciones legales no hanmenguado su fortaleza y su fe, sino han sido elacicate para levantarse con orgullo en defensa dela dignidad y los derechos fundamentales de laspersonas. Por sus venas corre la pasión, el esfuer-zo, la fe y el espíritu de lucha. Prueba de ello sonlos grandes hombres que han luchado por causasnobles y justas, entre ellos ocupan un lugar muyespecial nuestros mártires, tanto sacerdotes comolaicos, algunos incluso beatificados o canoniza-dos.

Hace una descripción (aunque se aplica más alalteño) Mariano González Leal en: Retoños deEspaña en la Nueva Galicia I. Los Altos deJalisco. Ensayo de historia, antropología y so-ciología de una región de Méjico. Universidadde Guanajuato (1982). Señalamos algunos datos:- La violencia como atavismo (pag 87-103).

Al final: «La violencia, la agresividad, el celoexagerado por las hijas o las hermanas, el pocorespeto por la vida humana y la difu¿icultad dedialogar con palabras más que con las armas,caracterizan negativamente en su historia a algu-nos poblados alteños. El poco respeto por la vidahumana, sobre todo, es un fenómeno muy difícil-mente explicable en una sociedad profundamen-te religiosa. El Dr. José León Helguera atribuyeeste fenómeno –como el de la ausencia de mesti-zaje- a las consecuencias de la guerra del Mixtón.

IDENTIDAD SOCIAL DE LA DIÓCESISDE SAN JUAN DE LOS LAGOS

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El sobresalto que de 1540 a 1542 vivió la región,y la continua amenaza posterior por parte de losindígenas chichimecas, determinó un tipo e so-ciedad cerrada, impenetrable, agresiva, herméti-ca, que se acostumbró a resolver por la fuerza susconflictos internos».- La endogamia y algunos rasgos psicológicos

(pag 151-155). Al inicio: «Las característicashistóricas de la evolución social de la regiónalteña, diversas de las del resto de Méjico, vinie-ron a definir una mentalidad perfectamente dife-renciada de la del resto del país. Determinaronesta circunstancia los acontecimientos del sigloXVI: la ausencia de estrato poblacional indígenaculturalmente importante, que hubiera podidoprocurar el mestizaje –sobre todo en el centro dela meseta-; la concentración indígena en los po-blados; la vida de las familias españolas en suspropiedades rústicas –que determinará con eltiempo la ruralidad de la población criolla y laendogamia-, la guerra del Mixtón, que rompetoda posibilidad de convivencia pacífica de losestratos indígena y españos; y la epidemia de1556 que vino a diezmar considerablemente lapoblación autóctona».- El alteño y Dios (pag 209-220). Una arraiga-

da religiosidad, la conciencia de que la vocaciónde México es la hispanidad y el cristianismofundidos en el crisol de la historia y de la raza, yla educación firme de los hijos en esa mismaideología religiosa. De ahí se explica la Cristiada.Los grandes benefactores han sido sacerdotes. Larelación con la naturaleza del campesino haceque dependa de la Providencia.  - Conclusiones (pag 239-240): «No obstante

la diversidad en la evolución histórica de cadapoblado, es posible establecer algunas constanteshistóricas generales: La violencia que reina enalgunas comunidades criollas rurales puede ex-plicarse como un atavismo histórico-social. Laregión es rica en folklore literario y musical. Engran proporción, son hispánicos los orígenes delfolklore. La exhibición de la región a través depelículas, historietas y canciones, ha desvirtuadoy comercializado, distorsionándolo, el auténticofolklore regional. La vida cultural ha sido cons-tante, aunque la pobreza material, la erosión, la

desforestación y las condiciones socio ambienta-les adversas la han concentrado en algunas ciuda-des mientras que han producido en algunos casosuna inversión de valores. La endogamia es pro-ducto de una subconciencia del origen hidalgo ehispánico.

Ha habido contantes ideológicas a través de lahistoria desde el siglo XVI. Tales constantes sonlas siguientes: El cristianismo. La pervivencia dela conciencia de raza hispánica. La transmisión, através de la familia, de valores ideológicos defini-dos. El apego a la tierra, que se transmite porherencia a través de las generaciones. La falta dearraigo de la ideología y sistemas oficiales proce-dentes del gobierno central. Una reacción desen-cadenada desde el centro, tendiendo al empobreci-miento de la región, que ha producido eldespoblamiento de la misma y es causa de quealgunos poblados tiendan a desaparecer. La in-fluencia racial sefardita es mínima; no existe in-fluencia racial francesa en ninguna proporción. Elorigen del alteño, en todos sentidos, es español.»

Recordando los orígenesVenimos de indios nómadas (generalizando:

purépechas en el sur, tecuexes en el centro, ycaxcanes en el norte) y de aventureros españoles(de la región de Castilla la Vieja). Nuestros ante-pasados indígenas tenían diversas lenguas y po-cos asentamientos humanos. Estos grupos se aca-baron por las guerras de conquista, el exterminioentre las tribus autóctonas y la aparición de enfer-medades nuevas traídas por los colonizadoresibéricos.

Por la derrota del Mixtón, y la caída deCaltzonzin, que dejó ariscos y agresivos a losaborígenes, no hubo ni convivencia ni meztizajeentre indios y españoles. Los misioneros obtuvie-ron que los restantes indios vivieran en pueblos,y los españoles separados en sus ranchos y estan-cias. Así hubo pueblos de indígenas y genearcascriollos españoles.

Durante la colonia, los pueblos indígenas seorganizaron en Encomiendas, y los criollos enHaciendas. Nuestros antepasados se dedicaronprincipalmente a cultivar la tierra y a criar gana-do. De aquí nació el amor a la tierra y el empeño

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en el cuidado de animales que daría origen a lasactividades agropecuarias y a la charrería.

Esta Región fue evangelizada por religiososmendicantes, especialmente agustinos en el sur yfranciscanos en el resto de la región; sólo mástarde los sacerdotes seculares tomaron posesiónde las misiones y doctrinas como parroquias. Esuna Región muy católica; prueba de esto son sustemplos, bellos y abundantes; la recepción abun-dante de sacramentos, especialmente la Eucaris-tía; las fiestas patronales.

Cambios culturalesLos cambios culturales y sociales que hoy

presenta la sociedad de nuestra región se generany derivan de varios factores como la migración delos jaliscienses al vecino país del norte, el impac-to de los MCS, la Internet, la urbanización ytecnologización y la desintegración de las fami-lias entre otros.

La música vernácula de mariachi es sustituidalentamente por la country, heavy metal o el rap. Altraje de charro y los caballos los sustituyen lascamionetas con placas gringas y vestimenta de va-queros texanos, de cholos o de skinheads. Las feriasde gallos, charreadas y carreras de caballos soncambiadas por competencias en motocicletas ominiautos de carreras. Y los juguetes caseros yartesanías son sustituidas por aparatos tecnológicos.

Avanza el «pocho» (jerga de inglés mezcladocon español); el dólar como moneda de transac-ciones económicas (el euro entró en crisis). Lassupertiendas desplazan las tienditas de abarrotes;el hot-dog y la hamburguesa a la tortilla, frijol ychile. Muchas costumbres y fiestas anglosajonassustituyen a las tradiciones mexicanas.

Parte de la juventud es atraída y confundida porculturas extrañas con detrimento de valorar lapropia. El malinchismo es uno de nuestros peoresenemigos. Y la contracultura de la droga, violenciay pornografía destruye la formación integral de lasgeneraciones jóvenes. Los padres de familia nosaben qué hacer ante este cambio acelerado.

La Región ha crecido económicamente. Elpaso de sociedad rural a urbana, industrial ytecnológica está provocando un cambio religioso

fuerte. La crisis y recesión económica provocaempobrecimiento de las clases medias, y progre-so en manos de más pocos. La Iglesia católicapierde a la gente joven por motivos de migración,ideología y productividad. Al colapsar la socie-dad ranchera hay un abismo intergeneracionalque afecta y desintegra a las familias. Ante loscambios acelerados, muchos padres de familiahan fracasado en su rol y esto lleva a la desinte-gración.

Cholos, punks y darks oscilan entre la neurosisy la psicosis. Aumentan las madres solteras, en-fermos de sida, divorcios, el homosexualismo, laingesta de alcohol y droga, etc. Crece la confu-sión religiosa al aparecer grupos pseudoreligiososy cultos falsos a los que se agarran en respuesta asus necesidades (santa muerte, Jesús Malverde,santería y astrología). La estructura primaria deconvivencia social está en grave crisis.

La fe no se queda intocable. Las religionestradicionales han perdido credibilidad y miem-bros, por el ambiente de relativismo moral ydoctrinal, y una lucha virtual y cultural. Pordoquier surgen ataques y desprestigios a la fe. LaIglesia católica, a la que pertenecían por tradicióncultural todos, se encuentra sumergida en unacrisis para ofrecer respuestas.

El cambio sociocultural tiene que ver con loideológico y espiritual. Es por eso que la educa-ción debe ser atenta y crítica ante las distintasideologías y visiones del hombre; y muy apegadaa los valores espirituales y trascendentes, paraque estos cambios actuales no barran con todo loque tiene de bueno, verdadero y bello nuestrasociedad, que con gran esfuerzo ha ido adquirien-do una identidad cultural.

¿Hacia dónde queremos que vaya nuestraregión?

En este momento cultural en que vivimos uncambio de paradigma, nos estamos jugando alhombre. Los conceptos de Hombre, cultura eIglesia forman un triángulo: cada término en unvértice, y al centro de la historia el cristiano. «Elcometido fundamental de la Iglesia en todas lasépocas y particularmente en la nuestra es dirigirla mirada del hombre, orientar la conciencia y la

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experiencia de toda la humanidad hacia el miste-rio de Cristo, ayudar a todos los hombres a tenerfamiliaridad con la profundidad de la Redención,que se realiza en Cristo Jesús. Contem-poráneamente, se toca también la más profundaobra del hombre, la esfera de los corazones huma-nos, de las conciencias humanas y de las vicisitu-des humanas» (RH 10).

Nos estamos jugando lo fundamental: la defi-nición del hombre, lo que entendemos por hom-bre, es decir, la naturaleza humana. Una culturaque insiste en deslegitimar la naturaleza humanaestá tocando la sustancia y base de lo humano.

Vivimos en una circunstancia problematizada.Hemos de dar respuestas a las preguntas funda-mentales del hombre problematizado. Lo que hahecho que el hombre se problematice es la pér-dida del horizonte de sentido. En la culturacontemporánea la pregunta por el sentido hapasado a ser una pregunta que no tiene sentido.Y este sin sentido lo ha provocado la ausencia deDios; desterrar a Dios es una de las causas deproblematización del hombre. Otro factor queha contribuido a la crisis de sentido es la moder-nidad y postmodernidad. La modernidad comoen clave de progreso ha llevado al hombre a latécnica, al desarrollismo, a la globalización.Hoy el progreso tiene un nuevo nombre y escomunicación. La comunicación ha absorbidoel concepto de progreso.

Los desafíos de la Iglesia y las líneas deacción frente a la cultura

El reto de la Iglesia fue, es y seguirá siendoinculturar el Evangelio en la sociedad donde seencuentre realizando su misión, por obvias razo-nes teológicas impuestas por el modelo de laEncarnación de Jesucristo. Dicha inculturaciónno es la aplicación de una técnica o de un métodoúnico, sino fruto de la acción del Espíritu que guíaa la comunidad en el arte de conjugar la relaciónIglesia-Evangelio-cultura.

Pero el problema es que Iglesia y culturapostmoderna se van distanciando, y no hay solu-ción si queremos unificarlos a todos, sin tomar encuenta el pluralismo cultural. La transformacióncultural está llevando a las generaciones más

jóvenes a un distanciamiento de la sensibilidad ylos valores tradicionales desprovisto de referen-cias firmes. El problema de fondo: la brechacreciente entre la Iglesia y la cultura. La Iglesiaestá perdiendo su capacidad para modelar efecti-vamente la vida de las personas. Se percibe unapérdida dramática de relevancia de la enseñanzade la Iglesia.

La doctrina católica, pese a su profundidad yriqueza, ha dejado de ser, en general, persuasiva.Es cierto que el mensaje evangélico tiene unnúcleo que está por encima de las diferencias ytransformaciones culturales y por eso es instanciacrítica, exhortación a no acomodarse a la «men-talidad del mundo» (Rm 12,2). Pero nuestra com-prensión del Evangelio es siempre histórica, ydebe por lo tanto dejarse interpelar por los proce-sos culturales y las nuevas situaciones que ellosgeneran.

Ante hechos recientes y las discusiones sobrelegalización de aborto y eutanasia, de unionesconsensuales entre personas del mismo sexo y suderecho de adopción de hijos, la clonación huma-na y experimentación genética, etc., debemosestudiar a fondo las dinámicas culturales delpresente. Una mejor comprensión de los fenóme-nos sociales permitiría que la misma verdad po-seída inspire respuestas más ajustadas a los «sig-nos de los tiempos».

No podemos olvidar, por último, el desafío dela comunicación. No basta con que el lenguajeutilizado para transmitir nuestra visión sea co-rrecto: es preciso que adquiera un tono más llanoy directo, más cordial y empático. Un vocabula-rio técnico, fuera de contextos precisos, se vuelvefatalmente equívoco, y no favorece el diálogo.

Ante la magnitud de los cambios culturales,¿podremos tener alguna incidencia apreciable?Posiblemente no en lo inmediato. Pero en elobjetivo de lograr una nueva sintonía evangélicacon la cultura, creando un vínculo con ella que seaa la vez de cercanía cordial y de distancia crítica,se debe proceder con la mirada puesta a largoplazo. Es preciso, además, tomar conciencia delas verdaderas dimensiones del desafío, que abar-ca todos los ámbitos de la vida personal y social,evitando cualquier opción pastoral excluyente.

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IDENTIDAD CRISTIANA Y TESTIMONIO

El testimonio consiste en mos-trar a los demás, por medio de lapropia vida, la presencia de Cris-to. Es ser transparencia de Cristo,hacer ver que su vida es vidaverdadera, llena de sentido, dealegría y esperanza, vida eterna.Una doctrina, por hermosa y su-blime que sea, no llega al corazónni conmueve la libertad de la per-sona, si no va acompañada por untestimonio que la hace creíble yverificable. Aunque no hable, eltestigo no queda mudo, pues des-de lo más profundo de sí compar-te las razones de la fe, esperanzay caridad que lo animan, procla-mando la Palabra de Dios, a tiem-po y a destiempo, en todos losambientes de la convivencia so-cial y en todos los areópagos de lacultura actual.

Despierta en cuantos ven esa forma de viviruna curiosidad, presentimiento, cuestionamientosobre ese esplendor de verdad y anuncio de feli-cidad que aspiran. Porque ahí intuyen ese desbor-de de gratitud y alegría que irradia el bien, laverdad, belleza, plenitud de libertad y vida, deamor y santidad, que dona el Espíritu Santo.Llega sobre todo por la experiencia del amordado, recibido y compartido, señal de identidaddel cristiano.

Tendemos a aceptar la palabra de los demás ensu sentido obvio, aunque su pretensión puedaparecer desorbitante o incluso contradictoria.Aceptar la palabra de alguien comporta la convic-ción de que está en juego algo del ser y de la vidadel testigo. El testigo se percibe a sí mismo comoreceptor y destinatario de una verdad que debetransmitir a otros, incluso a costa de la vida, delhonor o de la propia identidad.

Se enfrenta al dilema: ¿cómoconvencer a quienes le escu-chan de la verdad que él sostie-ne? ¿por qué pueden conside-rarlo manipulador, auto-enga-ñado o equivocado, ante verda-des sublimes, difíciles de en-tender y sumamente exigentes?¿no busca alguna forma de re-compensa o de satisfacción opersonal?

Pero no se ha ido a fondo enla investigación bíblica,patrística, teológica y pastoraldel testimonio y su capacidadrecapituladora de la identidaddel cristiano y de la misión de laIglesia, para captar los elemen-tos fundamentales de la evan-gelización aun en medio de las

circunstancias cambiantes de la historia.Presentamos

La Revelación es testimonioEl proceso de testimoniar está situado en el

centro mismo de la revelación cristiana. En efec-to, la vida, la obra, la enseñanza, la Muerte y laResurrección de Cristo, todo gira en torno altestimonio. El transmitirse de la fe cristiana deuna generación a la siguiente (traditio) es esen-cialmente una forma de dar testimonio. El testi-monio proporciona la clave de acceso a la verdaddivina. Constituye la estructura fundamental dela revelación cristiana; más todavía, justifica lanoción misma de la revelación, porque la haceposible.

La fe cristiana responde a la revelación deDios. Pero ésta se hace presente al hombre me-diante el testimonio, que sirve de mediación a laverdad divina. La Revelación es testimonio porsu naturaleza y por su economía.

EL TESTIMONIO CRISTIANO

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En efecto, el testimonio de Cristo, que reúne ensu persona el testimonio de todos los profetas delAntiguo Testamento y de todos los mensajeros deDios, es el fundamento de la Iglesia, que enPentecostés rinde testimonio de la Resurrección.Cristo, testigo del Padre, es el acontecimientopersonal y plenitud de la Revelación definitiva.

El testimonio de la Iglesia, en su enseñanza yen su vida, es la sacramentalización del testimo-nio de Cristo: la Iglesia es sacramento y testimo-nio de Cristo y de su Evangelio. El compromisotestimonial debe constituir el núcleo de la perso-nalidad del discípulo misionero. El cristianismono se transmite por proselitismo, sino por fuerzade atracción.

El testimonio del pueblo de Dios es la formacomo se va transmitiendo la Revelación. Hay unapluralidad del testimonio en los ministerios delpueblo de Dios: jerarquía, religiosos, laicos. Larealidad matriz que sustenta el testimonio es lacerteza que nos da la fe en la presencia viva, realy personal de Jesús, el Señor resucitado. Nosconvertimos en testigos de Cristo, reflejo de supresencia, a pesar de la opacidad de nuestrasincoherencias.

El Maestro y el profeta reivindican que lo queenseñan no es su propia verdad, sino que reflejanfielmente el mensaje de otro: la Palabra de Dios.Es aquí donde aparece el testimonio, cuyo dina-mismo es el dinamismo de la verdad. Quientestifica nos invita a aceptar las palabras proferi-das por Cristo y por los profetas como verdaderas,porque dicen que han visto a Dios o han recibidosu revelación para la humanidad. Se consideran así mismos designados yurgidos para ser testigos de laverdad divina a favor de losdemás. Los creyentes, actua-les o potenciales, toman suspalabras como la propia Pala-bra de Dios, porque el testi-monio del profeta se conside-ra garantía suficiente.

Los relatos del Nuevo Tes-tamento sobre cómo vivíanlos primeros cristianos su fe

ponen de relieve dimensiones esenciales del tes-timonio cristiano: el sacrificio de sí ante el otro;la búsqueda de una reivindicación de parte de lafuente de Verdad; la identificación entre el quetestimonia y lo testimoniado. Cristo es el verda-dero Testimonio y los creyentes son testimoniosen Él. Son características fundamentales del tes-timonio el mandato apostólico misionero, tras-mitir la buena nueva del amor de Dios al mundo,proclamar, con palabras y hechos, la venida delReino de Dios, que consiste en «justicia y paz yalegría en el Espíritu Santo», y dar testimonioante los poderes de este mundo.

La noción de testimonio constituye, pues, unaestructura fundamental de la revelación cristiana;justifica la noción de revelación para designar larealidad de la que se trata en el Nuevo Testamen-to. Apocalipsis habla de Cristo como el «Testigoverdadero». Con todo, el valor teológico del tes-timonio estaba ya presente a lo largo del AntiguoTestamento, en especial entre los profetas. Por-que Cristo testimonia al Padre ante la humanidad,con sus palabras, acciones y vida. Toda su obra yenseñanza es un testimonio del amor del Padre.

Características del testimoniarEl testigo no está satisfecho con declarar la

verdad de la que está convencido. Para convencera quienes le escuchan necesita comprometerselibremente con todo su ser, su honor y su integri-dad. En caso extremo, está dispuesto a dar suvida, a aceptar la muerte, de modo que su convic-ción, personal y verdadera se acepte como verdaduniversal.

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Testimoniar es comprometerse en un caminosin retorno. Dijo Pascal, «yo sólo creo las histo-rias cuyos testigos están dispuestos a ser aniqui-lados» (Pensées, ed. Brunschvig, n. 593). El tes-tigo (en griego martyrein) está dispuesto a ir hastael martirio, quintaesencia del testimoniar. El sim-ple hecho de sufrir, in-cluso hasta la muerte,no ofrece garantía to-tal de la fiabilidad deltestigo.

Testimoniar es unacto de amor. El mártirno es testigo por su su-frimiento, sino porquecon su palabra es testi-go y confesor del sufri-miento de Cristo. Tes-timoniar, no importa laforma que asuma, es,desde lo más profundo, un acto libre de procla-mación de la verdad, por el que el testigo estáconscientemente dispuesto a arriesgar su vida yperderla, totalmente o en parte.

Es un acto de donación, no pragmático. Elsufrimiento que comporta está subordinado a lalibertad. «Testimoniar se refiere siempre a lalibertad del testigo, a su intencionalidad signifi-cativa, y, por tanto a un destinatario. El acto detestimoniar es una respuesta a una llamada inte-rior; y constituye ya el cumplimento de unamisión. Además, intenta provocar una respuestaen quienes lo reciben. El testigo no es una figurasolitaria: asume el papel de mediador. En su actolibre de testimoniar, intenta establecer o reforzarun vínculo de fe con los destinatarios del testimo-nio; con el origen o la fuente de la verdad testimo-niada; y con el objeto concreto del que se datestimonio. 

Porque está dispuesto al sacrificio de su vida ode algún aspecto importante de ella (familia,hijos, tiempo, reputación, etc.), el testigo puedefácilmente convencer a quienes reciben su testi-monio, al ser sincero en sus convicciones y estarconvencido de tener razón. Realiza una confesiónpública externa desde una convicción de fe inter-

na. La palabra del testigo supone autoimplicarsehasta el grado más alto que es la misma muerte, ypretende establecer una relación vital con aque-llos que le escuchan.

El testigo podría estar equivocado en sus con-vicciones, aun-que de buena fe.Por eso una cau-sa que tienemártires no ne-cesariamente escausa justa. Aúnasí, la comuni-cación de laconvicción ven-ce, al menoshasta cierto gra-do, la resisten-cia inicial deloyente a acep-

tar la verdad que se le testimonia. Sirve comoprovocación al pensamiento, incentivo acuestionarse, invitación apremiante a aceptar orechazar. Hay una total diferencia entre el papeldel informador y el del testigo: el testigo solem-niza un orden objetivo de verdad.

El dinamismo del testimonio comporta con-vicción y reivindicación. El testigo, conscientede que la convicción por sí misma, incluso hastael propio sacrificio, podría no tener éxito, sevuelve hacia una instancia superior, establecien-do una especie de vínculo de confianza con lafuente de la verdad y de la justicia. Unus testis,nullus testis (Codex Iustinianus 4,20,9); el testigobusca una colaboración que sostenga sus preten-siones de tener y poder proclamar la verdad.

El testimonio no pertenece al testigo. Procedede una iniciativa absoluta en su origen y en sucontenido. La fuente, fundamento de la verdad,proclama, aunque sea implícitamente, la veraci-dad de lo que el testigo ha declarado, al reivindi-car la veracidad de éste. Del mismo modo que elacto de testimoniar comporta un acto de confian-za tanto en los destinatarios cuanto en la fuenteúltima de la verdad, esta misma confianza buscaincitar una respuesta desde el oyente y desde la

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fuente. La verdad testimoniada está, y debe estar,íntimamente ligada o incluso identificada con elmismo testigo. Pues es una verdad que implica sumisma vida dispuesta para el sacrificio. Hayconvergencia entre el mensaje comunicado y elproceso de testimoniar. La verdad testimoniadano es una mera convicción individual, sino unaverdad sincera destinada a ser compartida conotras personas.

El testigo puede bus-car la corroboración delmensaje que comunicade dos maneras. Por me-dio de una declaraciónparalela de uno o mástestigos que confirmen yrefuercen numéricamen-te la verdad atestiguada.Sin embargo, el procesode testimoniar y la ver-dad se presentan comoinstancias separadas y se-parables, y tal multipli-cidad de testigos revela-ría que el proceso es débil, pues cada nuevotestigo pone de manifiesto el carácter provisionale infidente del anterior. La misma verdad sepresentaría como débil, necesitada de una multi-plicidad de testigos. La verdad objetiva se buscaa expensas de la persona, pues el individuo esconsiderado como instancia indigna de confian-za. Debería ser suficiente el testimonio de unasola persona para que la verdad fuese aceptada.

La reivindicación por parte de la Fuente podríaconsistir también en la restitución al testigo deaquello que ha sacrificado en honor a la verdad(vida, buen nombre, familia), confirmando y pro-clamando de esta manera la verdad por causa dela cual se hizo el sacrificio. Tiene la «ventaja» quereivindica la verdad en y a través de la restituciónal testigo de aquello que él voluntariamente per-dió en orden a proclamar aquella verdad. Ade-más, si la verdad testimoniada se identifica con lapersona del testigo, la reivindicación del testigo yla proclamación de la verdad se fusionan y refuer-zan la fiabilidad en el testigo.

Antiguo Testamento: Profetas y testigos.El Antiguo Testamento considera el falso tes-

timonio como pecado grave (Dt 5, 20), ya queofende no sólo a los hombres, sino a Dios del queel hombre es imagen. El hombre es él mismo sólocuando testimonia la verdad. El salmista invoca aDios ante el falso testigo (Sal 27, 12; 35, 11).Además, el hombre justo no recurre únicamente

a Dios como testigo (Gn31, 50), sino también alcielo y a la tierra (Dt 4,25; 30, 19).

La idea del testimonioestá particularmente pre-sente entre los profetas.De textos de Isaías (43, 8-13; cfr. Is 44, 6-8) saca-mos cuatro característi-cas del testimonio profé-tico:

1) El testigo no tantoalguien que acude al tri-bunal y depone su testi-

monio, sino más bien quien es enviado paratestimoniar. Si se considera su origen, el testimo-nio viene de un más allá: Dios envía al testigoquien, por su parte, tiene que proclamar la verdaddivina.

2) El testigo no comunica simplemente hechosaislados y contingentes, meras informaciones,sino el significado global y radical de una expe-riencia humana. Es Dios mismo quien testifica.

3) El testimonio dado por el profeta es univer-sal en su objeto, como lo es la verdad. Estádirigido a todos los pueblos, como en el caso delDeuteroisaías. Un pueblo es testigo por el bien detodos los pueblos. El profeta es una instancia deverdad concreta, aparentemente contingente, queasume sin embargo un carácter universal. Enefecto, la unión entre lo concreto y lo universal esun aspecto esencial del testimonio a lo largo detoda la Escritura.

4) El testimonio requiere una dedicación realde la propia existencia, hasta el límite supremo,hasta el sacrificio de la vida.

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Cristo, el Testigo verdaderoEl profeta habla en lugar de Dios. Esto es

especialmente claro en el caso de Jesucristo, aquien Juan denomina el testigo fiel y verdadero(Ap 1,5; 3,14). Él es el Testigo definitivo de laVerdad. Aplicamos tres aspec-tos o estadios del proceso detestimoniar a la vida y a lapersona de Cristo: Cristo testi-monia al Padre ante los hom-bres, hasta el punto de moriren la Cruz; el Padre reivindicaa Cristo resucitándolo de entrelos muertos; en la persona deCristo la verdad profesada y eltestigo se fusionan perfecta-mente el uno con el otro.

Jesucristo no sólo procla-ma así un sublime y definitivoconocimiento del Padre y desus designios para la humani-dad, sino que sacrifica su re-putación y su vida entera paramostrar en adelante su verdad.Cristo testimonia al Padre antelos hombres, con lo que hace ycon lo que dice, hasta el puntode aceptar la muerte en Cruz; al mismo tiempo, elPadre reivindica a Cristo y le revela ante loscreyentes, sobre todo resucitándolo de entre losmuertos; finalmente, en la persona de Cristo, laverdad profesada y el Testigo que lo profesa seidentifican uno con otro.

El tema del testimonio está presente de modomuy especial en el Evangelio de San Juan en elcontexto del amplio proceso que culmina en laacusación ante Pilato (Jn 18,28ss). En el comien-zo de su ministerio, anunciado por el testimoniodel Bautista, da testimonio de la verdad. Y cuan-do su ministerio en la tierra está llegando a su fin,le dice a Pilato: «Tú lo dices: yo soy Rey. Paraesto he nacido y para esto he venido al mundo,para dar testimonio de la verdad; todo el que esde la verdad escucha mi voz» (Jn 18,37).

Tres aspectos de este autotestimonio de Cristopueden ser mencionados:

1. Jesús testimonia acerca de sí mismo:Quienes lo escucharon se dieron cuenta que no

era un simple predicador de una doctrina entrega-da por otros; lo que enseñó derivó de las profun-didades de su Ser. En la sinagoga de Cafarnaún,

sus oyentes se queda-ron «admirados de suenseñanza, porque lesenseñaba como quientiene potestad y nocomo los escribas» (Mc1,22). Éstos, por su pro-fesión, sistematica-mente buscaban confir-mar la verdad de susenseñanzas haciendoreferencia a los autoresantiguos. Pero Jesús ha-blaba desde sí mismo,con una consistencia yun poder que tocabandirecta y profundamen-te la mente y la vida. Laverdad de su enseñanzabrotaba desde dentro desí mismo. Esto lo con-firma al decir: «Han

oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y elque mate será reo de juicio. Pero yo les digoque...» (Mt 5,21ss). cuando dice: «En verdad, enverdad les digo...», subrayar que tal verdad ema-na de su propia Persona. Y afirma que Él, enPersona, es «la Verdad» (Jn 14, 6).

Su completo rechazo a toda clase de hipocresíarevela el poder que su testimonio debe tener entrelos hombres, por la perfecta consonancia o uni-dad de vida entre lo que uno hace y lo que unopiensa: «Que su modo de hablar sea: ‘Sí, sí’; ‘no,no’. Lo que exceda de esto, viene del Maligno»(Mt 5,37). De los escribas y fariseos dice: «Hagany cumplan todo lo que digan; pero no obren comoellos, pues dicen pero no hacen» (Mt 23,3).

2. De modo inseparable Jesús testimonia alPadre

Pero en todo lo que hace y enseña Jesús no serefiere sólo a sí mismo y a su poder. Más bien, da

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testimonio de su Padre: en cuanto Enviado ex-cepcional, revela al Padre.

En Juan, de hecho, testimonio es equivalente arevelación. El testimonio tiene como fin hacerque Cristo sea conocido. «A Dios nadie lo ha vistojamás; el Unigénito, el que está en el seno delPadre, él mismo lo dio a conocer» (Jn 1,17). «Yohe venido en nombre de mi Padre y no me reci-ben» (Jn 5,43). «El que cree en mí, no cree en mí,sino en Aquel que me ha enviado; y el que me vea mí, ve al que me ha enviado... Porque yo no hehablado por mí mismo, sino que el Padre que meenvió, Él me ha ordenado lo que tengo que deciry hablar» (Jn 12, 42-43.49). «Las palabras que Túme diste se las he dado, y ellos las han recibido yhan conocido verdaderamente que yo salí de Ti,y han creído que tú me enviaste» (Jn 17, 8).

Por una parte, Jesús se presenta como la Fuen-te de la verdad y la Verdad en persona; por otra,remite continuamente al Padre y proclama suentera dependencia respecto de Él y su trasparenciaante Él. La discrepancia es aparente, pues en todoJesús se identifica filialmente con el Padre, ha-ciendo de la voluntad del Padre la suya propia:«Mi alimento es hacer la voluntad del que me haenviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4, 34). Lavoluntad de Cristo y la voluntad del Padre para élse funden una en la otra. «Las obras que hago ennombre de mi Padre, son las que dan testimoniode mí» (Jn 10,25).

En consonancia con esta obediencia, el Padresiempre le escucha. En la resurrección de Lázarodice: «Padre, te doy gracias porque me has escu-chado. Yo sabía que siempre me escuchas» (Jn11,41s). Y en la oración sacerdotal: «Yo te heglorificado en la tierra: he terminado la obra queTú me has encomendado que hiciera. Ahora,Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria quetuve junto a Ti antes de que el mundo existiera»(Jn 17,4s). «Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, yhe sido glorificado en ellos» (Jn 17,10).

En el discurso de las Bienaventuranzas procla-mó: «Alumbre así la luz de ustedes ante loshombres, para que vean sus buenas obras y glori-fiquen a su Padre, que está en los cielos» (Mt5,16). Las buenas obras del creyente no deben

llamar la atención hacia sí, sino hacia el Padre quepor el Hijo y en el Espíritu obra misteriosamenteen ellos. Cuando la gente vio a Jesús haciendomilagros «glorificó a Dios por haber dado talpoder a los hombres» (Mt 9,8). El testimonio deJesús no se dirige hacia sí mismo, sino hacia elPadre. Da testimonio del Padre hasta el extremode aceptar su muerte en la Cruz.

3. Jesús testimonia con su Muertey Resurrección

En varias ocasiones, Jesús predijo la pruebaque se avecinaba, su Muerte y su sepultura, comoun acto salvador y preludio de su Resurrección yglorificación. Su Muerte aceptada voluntaria-mente se debió al mensaje que proclamó y a sufidelidad a su misión salvadora. Dos cosas debenretenerse acerca de la muerte de Jesús en la Cruz.

a) Él muere voluntariamente (Jn 10,17). Po-dría haber evitado la muerte, como lo hizo en sumomento (Lc 4,28-30), esperando se desvanecie-ran las reacciones apasionadas ante su palabra ysu persona (cf Jn 11,7.57); o podría haber calladolas exigencias que pedía a sus seguidores (Jn6,60.66); pero no lo hizo. En realidad, provocó supropia muerte. Testimonió abiertamente contrael mundo, porque «sus obras son malas» (Jn 7,7).Al final, para morir en la Cruz, tampoco hizoningún intento por retractarse o escapar de ella(Mt 27,40).

b) Fue condenado a muerte por lo que hizo y loque enseñó. La claridad y perseverancia con quepredicó un mesianismo en abierto contraste conla inclinación de la mayoría provocó un rechazoque le ocasionó directamente la muerte. Los prín-cipes de los sacerdotes y los fariseos preguntaron:«¿Qué hacemos, puesto que este hombre realizamuchos signos? Si le dejamos así, todos creeránen él; y vendrán los romanos y destruirán nuestrolugar y nuestra nación» (Jn 11,47s). Entonces, elSumo Sacerdote, Caifás, respondió: «Les convie-ne que un solo hombre muera por el pueblo y noque perezca toda la nación» (Jn 11,50; cf 18,14).

Para muchos, la enseñanza de Jesús, aunquebella y estimulante, parecía desorbitada, de uncompromiso excesivo, pues implicaba una con-versión personal que quizás no merecía la pena

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llevar a cabo, y prometía sólo una recompensaescatológica. Además, el atrevimiento deautoidentificarse como Hijo de Dios parecía blas-femo: «Nosotros tenemos una Ley, y según la Leydebe morir porque se ha hecho Hijo de Dios» (Jn19,7; cfr. Lv 24,16).

Y su Muerte vo-luntaria y lúcida-mente aceptada enobediencia a su Pa-dre, confirmó yproclamó la parti-cular identidadmesiánica que di-bujó, la verdad desu mensaje, su fi-liación divina. Porsupuesto, su cruci-fixión no fue unaccidente desafor-tunado, sino la co-ronación de unavida de fe, de uncontinuo testimo-niar. Como preludio del Sacrificio de su vida enel Calvario, Jesús sistemáticamente renunció a sureputación y a una eficacia inmediata de su mi-sión. Estaba dispuesto a ser considerado comopecador con tal de salvar a la humanidad. Sepuede ver en su Bautismo en el Jordán y durantelas tentaciones en el desierto.

Y de su ministerio público, nos dice Mateo:«Ya en la casa, estando a la mesa, vinieronmuchos publicanos y pecadores y se sentarontambién con Jesús y sus discípulos. Los fariseos,al ver esto, empezaron a decir a sus discípulos:‘¿Por qué su maestro come con publicanos ypecadores?’ Él lo oyó y dijo: ‘No tienen necesi-dad de médico los sanos, sino los enfermos’» (Mt9, 10-12).

Resistió la tentación de una fácil y espectacu-lar victoria sobre las fuerzas del mal (Mt 4, 1-11).De modo sistemático, rehusó realizar signos quepudieran modificar la naturaleza de su mesianis-mo en orden a ganar unos pocos seguidores más(Mt 12,38s;16,3s). «Esta generación perversa y

adúltera pide una señal» (Mt 12,39). El procesode Jesús es siempre en una perspectiva de contes-tación y acusación cuando la confesión-profesióntoma la forma de testimonio.

Quienes se encontraron con Jesús sabían bienqué decía; percibieron que estaba convencido de

la verdad de sumensaje y de la ne-cesidad urgente decomunicarlo a lahumanidad, hastael punto de estardispuesto a perdersu reputación y suvida en la tarea. Élentendió que sumisión y su men-saje tenían un va-lor tan grandecomo para dar lapropia vida, el éxi-to o la reputación,por esa causa. Portanto, lo sacrificó

todo para que se cumpliera su misión salvadora,y su mensaje llegara a la humanidad. «Nadie tieneamor más grande que el de dar uno la vida por susamigos» (Jn 15,13). Su Sacrificio fue más grandeque cualquier otro sacrificio, ya que amó su vidahumana más que cualquier otro.

La insistencia de Jesús en testimoniar la ver-dad divina llevó a algunos de sus oyentes aseguirle de cerca («Todo el que es de la verdadescucha mi voz», Jn 18,37), y, persuadidos de queÉl tenía «palabras de vida eterna» (Jn 6,68), semostraron dispuestos al apostolado y al martirio.Aunque también otros «se echaron atrás y ya noandaban con él» (Jn 6,66), llegando quizás alpunto de gritar «¡Crucifícalo, crucifícalo!» (Jn19,6). El rechazo de la verdad y la muerte volun-taria de Cristo forman parte de un único acto.

El centurión, tras haber visto morir a Cristo,encuentra la fe y exclama: «En verdad éste eraHijo de Dios» (Mt 27,54). Dios es quien resucitaa Jesús de entre los muertos (cf 1Tes 1,10; 1Co6,14; Rm 8, 11; 10,9; 2Co 4,14). Jn 19,35 asocia

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estrechamente ver y testimoniar. La reivindica-ción (o manifestación) de Jesús por parte delPadre a través de la Resurrección es complemen-taria con el proceso de testimoniar que dio por suMuerte en la Cruz. Es central el testimonio en laResurrección de Cristo (Hch 3,15; 4,2.33; 17,18;1Co 15,12; 1P 1,3).

El Padre reivindica a Cristo resucitándolo deentre los muertos

El hecho de que Jesús acepta voluntariamentela muerte demuestra que está persuadido de laverdad universal del mensaje que predica. Susinceridad conmovió profunda-mente a sus oyentes. Pero ¿essuficiente esta convicción? Laconvicción es un estado mentalque no se corresponde necesa-riamente con una afirmación dela verdad, aunque muestre queestén profundamente interesadosen ella.

Las afirmaciones verdaderasquieren establecer un vínculovital (o juicio) con la realidad(las cosas tal como son). Loshombres pueden estar convenci-dos de alguna cosa, incluso debuena fe, pero equivocados ensus convicciones. De hecho, al-gunos seguidores de Jesús con-sideraban la posibilidad de quefuera el Mesías y se conmovie-ron por su Muerte, aunque nohabían llegado a creer firmemen-te «que él sería quien redimieraa Israel» (Lc 24,21). No habían aprendido aún acreer, como luego ocurrió con la fracción del pan(Lc 24,30s). Otros, después de escuchar con agra-do sus palabras y apreciado sus signos, finalmen-te «se echaron atrás y ya no andaban con él» (Jn6, 66).

Los cristianos, desde el primer momento, noconsideraron la Muerte de Cristo como el puntode partida más importante de su propio testimo-nio de la verdad divina. La Cruz calificó el men-saje de Cristo de modo decisivo (1Co 1,17-31).

De hecho el inequívoco punto de referencia paralos creyentes fue la Resurrección de Cristo. LaResurrección fue el verdadero momento de lareivindicación de Jesús por parte del Padre en elpoder del Espíritu Santo. En Pentecostés Pedroproclamó: «El Dios de Abrahán..., el Dios denuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, aquien ustedes entregaron y negaron en presenciade Pilato,... Ustedes negaron al Santo y al Justo;mataron al autor de la vida, a quien Dios resucitóde entre los muertos» (Hch 3,13-15).

Por eso «con gran poder los apóstoles dabantestimonio de la Resurrección delSeñor Jesús; y en todos ellos ha-bía abundancia de gracia» (Hch4,33). Ante el Sumo SacerdotePedro dijo: «El Dios de nuestrospadres ha resucitado a Jesús, alque ustedes mataron colgándolode un madero. A éste lo exaltóDios a su derecha, como Príncipey Salvador, para otorgar a Israella conversión y el perdón de lospecados. Y de esto somos testi-gos nosotros y el Espíritu Santoque Dios ha dado a todos los quele obedecen» (Hch 5,30-32). LaResurrección de Cristo es la ma-nifestación válida y definitiva dela Verdad de Dios.

En fin, Cristo da testimoniodel Padre, sobre todo, a través desu Muerte en la Cruz, y el Padretestimonia a Cristo, principalmen-te resucitándolo de entre los muer-

tos. «Si aceptamos el testimonio de los hombres,mayor es el testimonio de Dios. En esto consisteel testimonio deDios: en que ha dado testimoniode su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios lleva ensí mismo el testimonio. El que no cree a Dios lehace mentiroso, porque no cree en el testimonioque Dios ha dado de su Hijo. Y éste es el testimo-nio: que Dios nos ha dado la vida eterna, y estavida está en su Hijo» (1Jn 5, 9-11).

En otras ocasiones, a lo largo del Evangelio, semuestra al Padre dando testimonio del Hijo. El

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Bautismo de Jesús en el Jordán contiene unaespecie de muerte y resurrección mística: muertea través de la solidaridad de Jesús con los pecado-res en cuanto desciende a las aguas, resurrecciónen cuanto asciende otra vez acompañado por unamanifestación especial del poder divino: «enton-ces se le abrieron los cielos, yvio al Espíritu de Dios quedescendía en forma de palo-ma y venía sobre él. Y unavoz desde los cielos dijo: Éstees mi Hijo, el amado, en quienme he complacido» (Mt 3, 16s).

Reivindicación semejantese da en presencia de los após-toles tras la Transfiguraciónde Jesús: «una nube de luz loscubrió y una voz desde lanube dijo: Éste es mi Hijo, elAmado, en quien me he com-placido: escúchenle» (Mt17,5). Jesús expone: «Si yodiera testimonio de mí mis-mo, mi testimonio no seríaverdadero. Otro es el que datestimonio de mí, y sé que esverdadero el testimonio que da de mí... Pero yotengo un testimonio mayor que el de Juan, pueslas obras que me ha dado mi Padre para que laslleve a cabo, las mismas obras que yo hago, dantestimonio acerca de mí, de que el Padre me haenviado. Y el Padre que me ha enviado, Él mismoha dado testimonio de mí» (Jn 5, 31-32.36-37).«Yo soy el que da testimonio de sí mismo, y elPadre, que me ha enviado, también da testimoniode mí» (Jn 8, 18). O de modo equivalente, cuandoJesús dice: «Si yo me glorifico a mí mismo, migloria nada vale. Mi Padre es el que me glorifica»(Jn 8, 54).

El perseverante testimonio de Cristo sobre elamor de su Padre por la humanidad le ocasionó lamuerte, y esto persuadió a sus seguidores de lasinceridad de su amor y del valor de su mensaje.Su testimonio del Padre, su Muerte y Resurrec-ción, son elementos inseparables. Pero la Resu-

rrección proporciona una interpretación de laMuerte de Jesús; es como una «hermenéuticadivina» de la Cruz.

En su crucifixión muchos pensaron que habíasido repudiado por Dios (Dt 21,23). El Padre,otorgándole una vida perpetua y gloriosa con la

Resurrección y enviando alEspíritu Santo, proclama enCristo y por medio de Él quela causa por la que murióera la propia causa de Dios,la causa de la verdad. Eltestimonio divino corrobo-ra el testimonio humano. Lagente comprendió que sóloa Dios se le puede atribuirhacer volver a la vida desdela muerte. Cualquiera quese encuentra con Cristo re-sucitado, se enfrenta con laadmirable convicción deAlguien que se mostró dis-puesto a morir en nombrede la visión a comunicar a lahumanidad, y con la reivin-dicación pública que haceel Padre de la fidelidad de

su Hijo, proclamando la verdad divina que seencuentra en Cristo y a través de Él.

El juicio respecto de las pretensiones de Cristode ser el revelador de la verdad del Padre se hacevisible y tangible cuando contemplamos a Cristoresucitado: «Trae aquí tu dedo», dice Jesús alincrédulo Tomás, conocedor de la doctrina deJesús pero no del todo convencido de su veraci-dad, «y mira mis manos (que llevan las marcas dela crucifixión, y por tanto señalan la identidad delresucitado con Jesús de Nazaret), y trae tu manoy métela en mi costado, y no seas incrédulo sinocreyente» (Jn 20,27). A lo que Tomás, incapaz denegar la evidencia, responde con fe firme: «Señormío y Dios mío» (Jn 20,28).

Identificación entre el mensaje y el TestigoEl Padre reivindica a Cristo como verdadero

Testigo de diversas maneras, entre ellas, con losmilagros que realizó: «sus discípulos creyeron en

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él» (Jn 2,11). No eran meramente signos externosdel poder de Jesús y de su dominio efectivo sobrela creación. De modo particular en el Evangeliode San Juan, suponen también una clarificacióndel contenido del mensaje de Jesús. En conse-cuencia, constituyen una forma importante derevelación. De ahí que el cuarto Evangelista losdenomine «signos».

La multiplicación de los panes y los peces (Jn6), y el milagro de Caná (Jn 2), hablan de laabundancia de los dones de Dios para salvar a lahumanidad. La curación del cojo en la piscina deBetzata (Jn 5) indica el poder salvador de Diossobre la humanidad herida.

Cuando Cristo realiza milagros, da testimoniono sólo del poder de Dios, sino también delmensaje y de la inteligibilidad que se contiene enellos. No hay oposición entre el testimonio de loshechos y la confesión de la verdad. La contiendaentre significado y hecho, entre confesión y na-rración, se dirime en la confesión esencial que esla Resurrección. Hay una perfecta compenetra-ción y consistencia entre lo que Jesús enseña y loque es, entre su doctrina y su persona.

Por eso sus oyentes «se quedaron admiradosde su enseñanza, porque les enseñaba como quientiene potestad y no como los escribas» (Mc 1,22).«Jamás habló así hombre alguno», decían de éllos alguaciles enviados por los príncipes de lossacerdotes y los fariseos (Jn 7,46).

Esta perfecta compenetración entre la ense-ñanza y la persona, entre la acción y el ser, estápresente a lo largo de toda la vida de Jesús. Perolo está todavía más en su estado definitivo, comoresucitado. El signo supremo en el Nuevo Testa-mento es la Resurrección, en la que Jesús no sólo«recobra» la vida que entregó voluntariamente,sino que la recobra de manera abundante, glorio-sa y para siempre. Su humanidad resucitada seconvierte en un singular punto de referencia yfuente vital de lo que él prometió a los quecreyeran en él: la vida eterna. En la Resurrección,Cristo «revela el hombre al hombre» no sólorespecto de su condición peregrina presente, sinotambién respecto al destino escatológico, o sea,en su definitiva identidad. En este sentido, Cristo

resucitado llega a ser la confirmación icónica detodo lo que Jesús dijo e hizo, ya que él vino «abuscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10).En Jesús resucitado, la reivindicación de la Perso-na del testigo y la proclamación de la verdad seunen entre sí.

Los creyentes cristianos,testigos en el Testigo

Cristo es el Testigo fiel (Ap 1,5) ante el Padre.Los Apóstoles, por su parte, son testigos privile-giados de la Resurrección de Cristo, ya que han«visto al Señor» (Jn 20,18.25; Hch 9, 27). Testi-moniar, por su misma naturaleza, es un fenómenoen cadena: la verdad se comunica de testigo entestigo.

En virtud de una experiencia singular, losApóstoles obtienen la convicción de estar «en laverdad» (2Pe 1,12: cf Jn 17,19). Como Jesús datestimonio del Padre, los cristianos están llama-dos a dar testimonio de Cristo (2Co 5,14), antetoda la humanidad (Mt 28,18-20). Antes de suAscensión a los cielos dijo (Hch 1, 2): «No lestoca a ustedes conocer los tiempos o momentosque el Padre ha fijado con su poder, pero recibiránla fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobreustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en todaJudea y Samaría, y hasta los confines de la tierra»(Hch 1,7s). Ellos tenían que ser sus testigos (Lc24, 48): de su vida, sus enseñanzas, sus milagros,su Pasión y Resurrección.

«Lo que existía desde el principio, lo quehemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,lo que hemos contemplado y han palpado nues-tras manos a propósito del Verbo de la vida -puesla vida se ha manifestado: nosotros la hemos vistoy damos testimonio y les anunciamos la vidaeterna, que estaba junto al Padre y se nos hamanifestado- lo que hemos visto y oído, se loanunciamos para que también ustedes estén encomunión con nosotros. Y nuestra comunión escon el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1,1-3).

El celo de los cristianos por testimoniar laResurrección de Cristo, que en muchos casosllega a la aceptación de la muerte, a ejemplo delverdadero Testigo (o Mártir), es lo que hace

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humanamente posible la fe de otros. La fe eseclesial, no sólo porque los cristianos compartenlas mismas creencias fundamentales, sino porquequeda expresada en el testimonio común y vi-viente de Cristo. En efecto, la fe ha sido entregadaa ellos, y ellos la comunican de una generación aotra. Esta cualidad eclesial de la fe, que se entregade una generación a otra, se denomina común-mente Tradición.

Los cristianos, sin importar de qué modo con-creto la fe les lleva a testimoniar a Cristo resuci-tado, incluso hasta el martirio, presentan a losdemás la verdad revelada en la que creen única-mente en términos de convicción personal. Encuanto participan de la Muerte de Cristo, sutestimonio es auténtico, incluso convincente. Pero,¿es verdadero? Agripa, impresionado por el celoy sinceridad de Pablo, le dice: «Un poco más y meconvences de que me haga cristiano», a lo quePablo le responde: «Quisiera Diosque, con poco o con mucho, nosólo tú sino todos los que meescuchan hoy se hicieran comoyo, pero sin estas cadenas» (Hch26,28s). El ligamen existencialprimero que se establece entre eltestigo y el oyente (o posible cre-yente) está aquí presente.

Pero, ¿qué decir del vínculoque enlaza al testigo con la fuenteoriginaria de la verdad que le rei-vindica? Los destinatarios del tes-timonio, ¿qué encuentran equi-valente a lo que los Apóstolesencontraron en Cristo resucitado,en quien el Padre reivindicó abier-tamente la verdad de la revela-ción devolviendo la vida a su Hijo encarnado?¿cómo se hace presente la Resurrección de Jesúsen la vida de los creyentes?

El Nuevo Testamento no establece diferenciafundamental en lo que se refiere a la fe y a laconversión, entre aquellos que han visto al Señorcon sus propios ojos y aquellos que han llegado ala fe a través del testimonio de otros. Ver al Señorresucitado produce el mismo efecto que oír acer-

ca de Él a otros creyentes. Pero si es así, ¿de quémodo se ha hecho presente el poder de la Resu-rrección de Cristo en la vida de los que creen enÉl? ¿qué decir acerca del vínculo entre la personadel testigo y la verdad que ellos confiesan? ¿dón-de o cómo los creyentes potenciales van a percibirla veracidad de quienes testimonian a Cristo?

El poder de Cristo resucitado está presente yactúa en y a través de cada cristiano. La revela-ción divina no abruma u oprime, pues aunquecontenga la verdad, se caracteriza por la «reservaescatológica» y porque se dirige conscientemen-te a suscitar una respuesta humana enteramentelibre y generosa.

El poder de Cristo resucitado actúaen y a través de cada cristiano.

Los creyentes ofrecen su testimonio no sólo através de la Muerte de Cristo, sino por su volun-

taria negación de símismos hasta el marti-rio, inspirados por suamor a la humanidad(Jn 18,8), y por su Re-surrección. Ellos reali-zan esto en cuanto pro-claman con sus pala-bras y sus vidas el men-saje evangélico, la Bue-na Nueva, a los que lesrodean. Testimonian aCristo con las palabrasque pronuncian, con elejemplo de las virtudesque viven, con los he-chos de caridad cristia-na que realizan. Perohay que ir más lejos.

Dar testimonio de la verdad es algo más que darbuen ejemplo. El hecho es que Cristo resucitadoobra realmente en y a través de los creyentes.Expliquémoslo un poco más.

A través de la gracia bautismal, los cristianosllevan en sí la vida del Señor resucitado y procla-man con sus vidas la reivindicación por parte delPadre de la obediencia del Hijo en la Cruz. «Se-pultados con Cristo por medio del Bautismo,

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también ustedes fueron resucitados con él me-diante la fe en el poder de Dios» (Col 1,2; cf Rm6,3-5) que lo resucitó de entre los muertos. Pormedio de la regeneración bautismal, «vivo, peroya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Ga2,20). Hablando de los mártires, san Ciprianoescribe que «es Cristo quien lucha en nosotros,quien combate junto a nosotros» (Epist. 10,4).Orígenes explica que el mártir comparte la Pasiónde Cristo y también su triunfo (Exh. ad Mart. 42).Los periodos de persecución pueden ser buenospara los cristianos, y los de paz pueden conducir-los más fácilmente a errar (In Jer. hom. 4,3).

Por tanto, el testimonio cristiano no vieneúnicamente acompañado del reclamo de la Muer-te de Cristo, sino también de la vibrante abundan-cia de su vida resucitada: «llevando siempre ennuestro cuerpo la Muerte de Jesús, para quetambién la vida de Jesús se manifieste en nuestrocuerpo» (2Co 4,10).

Los cristianos, divinizados por la gracia, son ydeben ser, no sólo «otros Cristos» (alter Christus),sino el mismo Cristo (ipse Christus). La vida deCristo se proyecta místicamente por medio deellos hacia la humanidad entera. Los cristianos,cuando se esfuerzan por ser fieles a esta nuevavida que hay en ellos, aunque no siempre cons-cientes, llegan a ser -en Cristo- sal de la tierra, luzdel mundo (Mt 5,13), buen olor de Cristo (2Co2,15). Esto puede darse a pesar de sus limitacio-nes y defectos: «Dios fortalece a los débiles paraque puedan dar testimonio» (prefacio de los már-tires). No sólo a través de las virtudes que adquie-ren y de la armonía de sus vidas, sino siendorealmente «instrumentos de la gracia», los cris-tianos dan testimonio de Cristo resucitado. Porsupuesto, es la acción del Espíritu Santo la que davida a la virtud y unidad a la vida.

Dice Benedicto en su encíclica Deus CaritasEst: «El Señor tampoco ha estado ausente en lahistoria sucesiva de la Iglesia: siempre viene anuestro encuentro a través de los hombres en losque Él se refleja; mediante su Palabra, en losSacramentos, especialmente la Eucaristía. En laliturgia de la Iglesia, en su oración, en la comuni-dad viva de los creyentes, experimentamos elamor de Dios, percibimos su presencia y, de este

modo, aprendemos también a reconocerla en nues-tra vida cotidiana... El amor, en su pureza ygratuidad, es el mejor testimonio del Dios en elque creemos y que nos impulsa a amar» (DCe17,31).

El testimonio cristiano nunca suple el papelinsustituible de Cristo. La inmediatez a Cristo y,en Cristo, la inmediatez al Padre, no se pierden.Cristo es el verdadero fundamento de la palabraque pronuncia la Iglesia. El testigo cristiano noremite al posible creyente a sí mismo (a susvirtudes o estilo de vida), sino siempre y sólo aAquel de quien da testimonio.

¿Por qué la verdad divina, presente en laspalabras y acciones de Cristo y los profetas, y enlas vidas de los creyentes, permanece velada,provisional, escondida? ¿por qué no se impone aquienes la reciben? ¿por qué Dios hace arduoaceptar la revelación divina como verdad, vincu-lándola con eventos históricos contingentes, con-cretamente la vida de Cristo y la vida particular delos cristianos? Dos razones se pueden aducir alrespecto. Primera: la revelación cristiana com-porta siempre alguna forma de reservaescatológica. Segunda: la revelación divina in-cluye por parte de los hombres una respuesta librey generosa.

La revelación definitiva es escatológicaLa verdad divina no nos es totalmente clara, o

no está definitivamente revelada e la tierra. Larevelación sólo será completa, en su contenido yen su certeza, en la Parusía, cuando la gloria deDios sea vista por la humanidad resucitada, abier-ta, incondicional y definitivamente, en y a travésde Cristo resucitado. Sólo entonces, cuando Diossea «todo en todos» (1Co 15,28), la verdad apare-cerá en su totalidad, completamente innegable,para reivindicar a los justos y condenar a lospecadores. «Ahora vemos como en un espejo,borrosamente; entonces veremos cara a cara.Ahora conozco de modo imperfecto, entoncesconoceré como soy conocido» (1Co 13,12).

La verdad se manifiesta, no de una vez portodas, sino gradualmente, a través de la historia,en un proceso que culmina en el éschaton. Nointenta alcanzar la identidad de lo verdadero

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como un eterno presente escondido detrás delflujo del tiempo; busca alcanzarlo en lo que semuestra y se confirma como duradero con elprogreso del tiempo, pues la verdad emerge mien-tras la historia va progresando: toda afirmaciónverdadera es anticipación. Esa aparente relatividadde la verdad no significa que nohay verdad absoluta. Lo absolu-to de la verdad nos es accesiblesólo en la relatividad de nuestraexperiencia y reflexión. No po-demos determinar definitiva-mente el verdadero significadode cosas y acontecimientos delmundo en tanto continúe el cur-so de la historia.

Las afirmaciones verdaderas,en lo que son, son en verdadanticipaciones del éschaton, yapresentes en la Pascua del Señor.De todas formas, no es imposi-ble o impropio querer hacer afir-maciones verdaderas, en cuantoson anticipaciones basadas en elhecho de que el éschaton se haverificado ya en la Pascua deCristo. Pero la calidad innegablede su verdad sólo aparecerá en toda su claridadcuando el poder de la Resurrección de Cristo seacomunicado a toda la humanidad en la Parusía.

La revelación abre un espacio para la res-puesta libre y generosa del hombre.

La imperfección del proceso testimonial (porla distinción entre testimonio y revindicación, yla coincidencia imperfecta entre mensaje testi-moniado y testigo) abre un espacio para la res-puesta libre del hombre.

En el testimonio, la verdad no se impone. Pormás que la verdad divina sea «visible» e innega-ble en la vida de Cristo y de los cristianos, suaceptación requiere, por parte del creyente, unaapertura interior a la gracia divina, y una respues-ta personal libre que nunca puede ser anónima odada por supuesto. El carácter tangible del testi-monio cristiano no impone al observador un jui-cio de su verdad, sino que suave y firmemente

(Sab 8,1) conduce al posible creyente a realizarlorespecto de la verdad revelada, para abrazar laverdad que contiene, e identificarse con ella. Lagracia de Dios busca una recepción plenamentehumana para que hunda sus raíces en al alma.Nunca implica violencia para los hombres. Es

noción común entre los Padresde la Iglesia.

«No por la fuerza, sino deacuerdo a su densidad de ser»(San Ireneo, Adversus Haereses5, 11). Dios «envió a su Hijo dela mejor manera, como Salva-dor, como uno que persuade, nocomo uno que constriñe. Porqueen Dios no hay violencia» (Car-ta a Diogneto 7,4). «Aunque seael Verbo de Dios, no se imponea la fuerza como victorioso, sinopor la persuación» (Orígenes,Sel. in Ps. (PG 12,1133b).

Según San Agustín, Dios ac-túa invenciblemente (gratia in-victa) sobre los hombres, al tiem-po que respeta exquisitamentela libertad del sujeto, obrandosegún la suavitas amoris (De

corr. et grat. 12,38; y Enn. in Ps., 13). El testimo-nio es la mediación histórica de una justiciaincondicional que quiere ser aceptada, no im-puesta. Ofrece siempre algo que requiere unainterpretación; la libertad de cada persona seejercita como una acción hermenéutica, que en elcaso del cristiano se llama fe. En realidad, fe ytestimonio van juntos, ya que en el acto de testi-moniar el poder divino está a la vez presente yausente: presente, en cuanto Dios mismo actúadentro del testigo enviando al Espíritu de su Hijo;escondido, en cuanto el acto de testimoniar es unacto humano que de algún modo oscurece eldivino poder al mismo tiempo que lo encauza. Elpoder fortalecedor y consolador del Espíritu San-to, presente en el proceso de testimoniar, es el quehace posible tomar generosamente el camino dela fe y de la conversión, y con ello, vencer todareluctancia y todo posible obstáculo que se puedapresentar.

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Dos obstáculos pueden presentarse. Primero:la condición pecadora del hombre le conduce adesconfiar, a no comprometerse con la verdad,que, aunque sea clara e inequívoca, deshace vie-jas certezas, e invita al creyente potencial a re-nunciar a la comodidad y al confort de las propiasriquezas (Mt 19,22; Lc 12,19) para seguir alSeñor donde quiera que vaya (Mt 8,20). Al mismotiempo, el Espíritu Santo, Dios como Don, acom-paña a la acción del testigo desde dentro, y elcreyente potencial experimenta con fe cierta queel compromiso y los sacrificios que implican laconversión y la aceptación de la verdad reveladason posibles y merecen la pena. «¿Pueden beberel cáliz que yo he de beber?», preguntó Jesús a susdiscípulos, «Podemos, le dijeron» (Mt 20,22).

Por contraste, el pecado lleva consigo normal-mente el rechazo del testigo. «Si me han perse-guido a mí, también a ustedes los perseguirán. Sihan guardado mi doctrina, también guardarán lade ustedes» (Jn 15,20). Pertenece a la naturalezadel testimonio que pueda ser rechazado y dejadode lado. Hay que distinguir entre el falso testigoy el testigo verdadero, entre el padre de la mentiray el testigo fiel. Testimoniar es al mismo tiempola manifestación y la crisis de lo que aparece. Eltestimonio queda atestado también cuando hayun rechazo. Está claro que la llamada de la verdadrequiere una respuesta libre.

Segundo obstáculo, antropológico: Antes deaceptar la revelación de Dios como verdadera porel testimonio de otro y bajo la inspiración delEspíritu Santo, el destinatario necesita percibirque la verdad recibida y su mediación testimonialson consistentes, que responden a los deseos yaspiraciones fundamentales del corazón huma-no: de amor, significado, inmortalidad,corporeidad, realismo.

El testimonio cristiano apela a la totalidad dela persona humana al ser un acto de la enterapersona. Cristo, en cuanto primer Testigo, deter-mina la estructura fundamental del testimoniocristiano. Él dio testimonio al mundo con cuerpoy alma, con todo su corazón, toda su alma, toda suinteligencia y todas sus fuerzas (Mc 12,30). Dartestimonio involucraba todos y cada uno de losaspectos de su vida: el amor le llevó a ofrecer su

vida por aquellos que eran pecadores (Rm 5,6);da significado a todas las situaciones a través dela sencillez y riqueza de su enseñanza y ejemplocoherente; inmortalidad con que ilumina con suhumanidad resucitada y gloriosa a todos los hom-bres; corporeidad completamente presente y vi-brante en el Resucitado; realismo que reconocetanto los límites de la existencia humana como seexpresan en la muerte y la variedad de situacioneshumanas, cuanto su extraordinaria dignidad re-flejada en la promesa de la vida eterna.

La verdad religiosa que lleva consigo unarelación personal con Dios sólo puede ser cono-cida en plenitud a través del testimonio. Porqueofrece informaciones sobre Dios, y constituye unaspecto esencial para establecer una relación conÉl. Para quien testimonia es imposible permane-cer externo o extraño a la evidencia de la verdadrevelada.

Así, los cristianos, en Cristo, al testimoniar laverdad divina, están en condiciones de establecertres tipos de vínculos de confianza y respuesta:con sus oyentes que quedan removidos por lasinceridad de su enseñanza; con Dios que, através de la autenticidad antropológica del testi-go, reivindica la verdad haciendo que brille através de sus vidas cristianas; y con ellos mismosen cuanto que el testimonio que ofrecen está enconsonancia con la vida que viven y con suverdadero ser. Siempre teniendo en cuenta lareserva escatológica que caracteriza la revela-ción cristiana y la respuesta libre, personal eintransferible que cada persona está llamada a dara la gracia divina.

La estructura trinitaria del testimonio cristia-no

Esto nos conduce al último aspecto de nuestrareflexión: su carácter trinitario. Consideramosespecialmente al Espíritu Santo como Testigo delPadre y del Hijo, esto es, como el divino poderque está detrás de todo testimonio de la verdad. ElEspíritu Santo no sólo juega un papel accidentalen el proceso del testimonio, comunicando fuerzay consuelo al creyente para vencer al pecado y lavacilación y facilitando la aceptación de la ver-dad proclamada por el testigo cristiano. Además,

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según la Escritura, juega un papel esencial en elproceso de testimoniar.

El Espíritu es el que da testimonio a nuestroespíritu de que somos hijos de Dios (Rm 8,16). Eltestimonio del Espíritu Santo va junto al de losapóstoles: «Cuando venga el Paráclito que yo lesenviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdadque procede del Padre, Él dará testimonio de mí.También ustedes darán testimonio, porque desdeel principio están conmigo» (Jn 15,26s). Estedoble aspecto del testimonio, el del Espíritu y elde los creyentes, se encuentra por todas partes enla Escritura aunque de manera indirecta.

Los apóstoles, con gran poder «daban testimo-nio de la Resurrección del Señor Jesús; y en todosellos había abundancia de gracia» (Hch 4,33),fruto del Espíritu Santo (Hch 2,4). Pedro procla-ma ante el Sumo Sacerdote: «El Dios de nuestrospadres ha resucitado a Jesús, al que ustedes ma-taron colgándolo de un madero. A éste [Cristo] loexaltó Dios a su derecha, como Príncipe y Salva-dor, para otorgar a Israel la conversión y el perdónde los pecados. Y de estas cosas somos testigosnosotros y el Espíritu Santo, que Dios ha dado atodos los que le obedecen» (Hch 5,30-32). Eltestimonio exterior es inseparable del interior.Jesús nos dice que «el Paráclito, el Espíritu Santoque el Padre enviará en mi nombre, Él les enseña-rá todo y les recordará todas las cosas que les hedicho» (Jn 14,26). Él es «el Espíritu de la verdad,al que el mundo no puede recibir porque no le veni le conoce; ustedes le conocen porque permane-ce a su lado y está en ustedes» (Jn 14,17).

Cristo se refiere al Padre como el otro testigo,de los dos que Dt 19,15 prescribe para justificaruna verdad legalmente. «Si aceptamos el testimo-nio de los hombres, mayor es el testimonio deDios» (1Jn 5,9). «Aunque yo doy testimonio demí mismo, mi testimonio es verdadero porque séde dónde vengo y adónde voy» (Jn 8,14).

Si el Padre y el Hijo dan testimonio, ¿qué lugarocupa el testimonio del Espíritu? Es evidente queel Padre y el Hijo no son dos testigos distintos quenuméricamente refuercen la veracidad del men-saje atestiguado. Más bien, el Padre al resucitar aJesús le reivindica, a Él y su enseñanza. «Yo y el

Padre somos uno» (Jn 10,30). Esta continuidadperfecta de la acción de testimoniar acontece enel Espíritu Santo que es el «inequívoco testimo-nio de su amor» (Juan Pablo II, Dominum etvivificantem, 34). Por esto la Escritura también lollama testigo. En efecto, el Espíritu es el DonEterno, que expresa la unión del Padre y del Hijo,al mismo tiempo que la distinción, que ilumina lamente de los posibles creyentes, y establece inte-riormente en ellos la convicción (o juicio) de quela Muerte de Jesús ha sido reivindicada por elPadre en la Resurrección; de este modo convenceal creyente de la veracidad del testimonio, ycomunica el poder de la salvación. El Espíritusabe cómo hacerse inconcebiblemente persuasi-vo respecto a la verdad de esta presencia. Elsegundo testigo de 1Jn 5,9s es, precisamente, elEspíritu Santo, quien alcanza la máximainteriorización posible en el proceso del testimo-nio.

De todo se pueden extraer entre otras las si-guientes conclusiones.1) La revelación, aunque completa en Cristo, está

abierta a una mayor comprensión a lo largo dela historia de la Iglesia, bajo la guía del EspírituSanto.

2) El poder de convicción de la Resurrección deJesús se hace presente por el Espíritu Santo ypor la vida de los cristianos, que se conviertenen instrumentos -a veces a pesar de sí mismos-de la transmisión de la fe a otras personas, conesa especie de poder débil que es el apostoladocristiano.

3) La respuesta libre y generosa a la accióndivina, por la que los cristianos aceptan inclu-so la muerte por la verdad de su fe, tiene lugarbajo la suavitas amoris que es la acción delEspíritu Santo (San Agustín, Enn. in Ps. 13).

Desde el punto de vista filosóficoConjunción de lo universal y lo concreto.Muchos filósofos rechazan la categoría de

testimonio por su proceso poco fiable de conoci-miento, debido a la distancia que existe entre laverdad universal de la revelación cristiana, y loconcreto y contingente de las mediaciones crea-

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das a través de las cuales la recibimos. Las verda-des particulares de la historia ¿pueden ser pruebade las verdades necesarias de la razón? ¿alguientiene derecho de otorgar carácter absoluto a unmomento de la historia? La cualidad abstracta yuniversal de la verdad parece incompatible con lacualidad concreta y contingente del proceso detestimoniar.

La verdad, también la verdad universal, estálocalizada en los seres concretos; no hay proble-ma para la mediación de la verdad en y a través delo concreto. La verdad comunicada a través deuna mediación histórica concreta va más allá delmero evento histórico. La verdad revelada com-porta un encuentro entre el discípulo y Cristo,cuya vida y acciones son contemporáneas a todosy a cada uno de los tiempos y a cada ser humano,al entrar en la eternidad por su Resurrección. Elcreyente potencial es obligado por eso a dar elsalto de la fe.

El testimonio establece una relación entre in-dividuo y verdad. Los hombres piensan y dantestimonio de pensamientos mediocres. El puntode referencia para la verdad está en las potenciasque van más allá de lo individual, es decir el sery el destino histórico, y no en la subjetividadhumana personal. El testimonio no es unautoengaño del sujeto individual, ávido de poder,que intenta monopolizar la verdad, ni del indivi-duo dominado o absorbido por la sociedad. Laverdad es una proposición universalmente verda-dera, no sólo un orden general, una estructurahistórica, un modo de vida o una cultura. Unaestructura no se determina sobre la base de deci-siones hechas por individuos, pues sólo es capazde decisiones revolucionarias quien nace dentrode la estructura y está más allá de ella misma.

Otros rechazan la forma suprema yparadigmática del testimonio que es el martirio¿Es capaz de manifestar la verdad? La sangreenvenena la pureza de las doctrinas al transfor-marlas en delirio y odio. ¿Morir por la verdad?¿no estamos suficientemente seguros de ella?Cuando mucho lo permitiremos para poder cam-biar nuestras opiniones. El martirio sólo atestiguala conformidad de una proposición particular con

los intereses de un determinado modo de vida alque pertenece el individuo. El mártir piensa quela verdad está a su disposición; lesiona la causa dela verdad, pues lo que parece verdad universalsólo es una conformidad pasajera respecto a cier-tas prácticas y esquemas útiles que caracterizanel tiempo en que vive. Simplemente cultiva yfavorece sus propios intereses, o los de su grupo(periodo, clase social, etc.), del cual, inconscien-temente, se hace portavoz, incapaz de respon-sabilizarse de la propia vida. Es una forma deneurosis, buscando auto-divinización. El testigohabla en nombre de Dios, pero es impostor si nohay Dios. El problema filosófico es el de testimo-niar lo Absoluto, o de proveer un testigo absolutopara el Absoluto.

La sociedad en que vivimos, dominada por latecnología, hace particularmente difícil apreciarsu valor. La sociedad tecnológica es rigurosa,coherente y lógica, tiende a cerrarse en sí misma,ser autosuficiente, excluir todo lo que no es ellamisma. Donde todo está instrumentalizado, testi-moniar resulta radicalmente imposible, lo cual hallevado al hombre moderno a renunciar a lacategoría de testimonio.

Intentos de armonizar lo general y lo particu-lar

¿Puede la verdad universal derivarse de situa-ciones particulares? La confianza infinita en al-guien infinitamente importante (la fe en la histó-rica aparición de Jesús) no puede obtenerse conuna simple posibilidad. ¿Cómo puede alguienllegar a creer, sin inflar el hecho histórico, y sinconvertir la fe en un salto al vacío, si el elementohistórico no puede ofrecer un sustento absoluto?

La revelación cristiana opera en términos deencuentro personal. De esta manera somos capa-ces de ver qué hace posible decir: «puedo abando-narme», «puedo confiar». Esta confianza se haceposible, no cuando el creyente potencial une loselementos específicos del proceso de revelación,sino cuando la Persona que está detrás otorgaunidad y vitalidad al entero proceso. Esto tienelugar principalmente al testimoniar. Testimoniarno es una especie de forma separada, pues lo quees manifestado aparece y es testimoniado en su

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propio autotestimonio, que no es otra cosa que supresencia real y directa.

La verdad es revelación (alétheia) tal como seencuentra en Heidegger y Jaspers: la apertura a laverdad incondicional del ser implica necesaria-mente una libre apertura al libre evento histórico.La verdad, en cuanto tal, sólo se presenta a símisma en un encuentro personal, en el contextode la importancia de la verdad para el individuo.La historia sirve como medio en la teología histó-rica, pero se separa de ella por la seriedad de lapersona histórica, en la que la verdad del aconte-cimiento Cristo toma el lugar de su aparecer.

El sucesivo proceso de testimoniar permiteque aparezca la categoríade tradición. La tradiciónacontece en el diálogo,donde la verdad de lo queacontece se inserta en elevento de la verdad delmomento presente, demodo que lo que sucedióuna vez habla en cada nue-vo presente, y el presente,a su vez, responde a laPalabra fundadora queviene del pasado. Es laconservación de la verdad,no como una colección deelementos materiales, sinocomo evento e historia, en cuanto la verdad de loque una vez sucedió, aparece sólo como verdaden cada nuevo evento de una existencia históricacapaz de verdad.

Hay evidencia objetiva de la verdad presenteen la vida de Cristo como una evidencia queemana y se impone desde la base del fenómenomismo, no determinada por la necesidad de satis-facción del sujeto. Sistematizar la constructiva yactiva capacidad de los hombres no debe sobre-valorarse a expensas del poder de Dios que seexpresa y se afirma a sí mismo en sus testigoshistóricos.

La forma de la revelación no es independientede las esperanzas, aspiraciones, experiencias ynecesidades de los hombres de modo tan radical.

La categoría de testimonio, aunque perfecta sóloen Cristo y particularmente relevante en el testi-monio de los creyentes, abarca toda la vida.

La asunción de valores jurídicos ypersonalistas en el testimonio

La noción de testimonio en la Escritura es decarácter abiertamente judicial. Hace referencia altestigo que en el tribunal intenta probar la verdad.La continuidad clara entre lo teológico y lo legales una característica constante de la Escritura. ElEvangelio de San Juan se presenta en los términosde un juicio vasto y cósmico. La cara profana deltestimonio en la Escritura se conserva e inclusoexalta.

El punto de referen-cia para el acceso a laverdad no es lo universalo lo general, sino la per-sona humana, que, aun-que a nivel empírico esconcreta y limitada, pue-de convertirse en un pun-to de referencia indispen-sable para la comunica-ción de la verdad univer-sal. Nietzsche critica ladinámica del testimonioporque percibe en él alindividuo que intenta

dominar a los demás cuando pretende monopoli-zar la verdad. Heidegger sostiene que lo indivi-dual está dominado u absorbido por la sociedad.Se basan en el principio de la sumisión de loindividual a lo colectivo, visión criticada por lasfilosofías personalistas. La noción de personaestá profundamente enraizada en el proceso deautocomprensión antropológica de una fe cristia-na vivida y pensada en base a la doctrina de lacristología y la Trinidad.

Dice Joseph Ratzinger: «Percibir la verdad esun fenómeno que conforma al hombre con el ser.Es un «venir juntos a lo mismo» en el yo y en lapalabra, es acuerdo y consonancia, es ser ofrecidoy ser purificado». Esta descripción incluye elintelecto, la voluntad y la entera persona, llamadaa responder y abrazar la luz de la verdad.

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El testimonio y las definiciones alternativasde Verdad

En primer lugar, la teoría de la coherenciasitúa la verdad en la correspondencia de la verdadconsigo misma, el acuerdo entre el pensamientoy las leyes generales de la mente. Esta compren-sión, que no está en condiciones de alcanzar unaverdad común o unitaria, tiene la notable ventajade conceder un especial valor al intelecto humanoindividual, y por tanto a la persona concreta. Sóloen este contexto la categoría de testimonio resultasignificativa.

En segundo lugar, la teoría del consenso sos-tiene que la verdad se obtiene a través del diálogoy del acuerdo entre los individuos. Tiene la des-ventaja de confundir la verdad con el mero con-vencionalismo particular, y por tanto es suscepti-ble de ser manipulada y contestada. Sin embargo,sitúa la verdad en el contexto de laintersubjetividad, y en este sentido está clara-mente predispuesta hacia la categoría de testimo-nio. Para superar sus inconvenientes subjetivistasno pueden excluirse a priori como válidos prota-gonistas del diálogo la Palabra y la acción delDios trino, creador del universo.

La tercera, teoría de la verdad performativa: laverdad no es algo existente que debe ser descu-bierto, sino que es un producto del hombre, quienhace que las cosas sean verdaderas y da lugar alnacimiento de la verdad. Consiste en la capacidadhumana para ofrecer soluciones efectivas a losproblemas. Algo es verdadero si funciona. Estaexplicación es bastante defectuosa, pero en elcontexto del testimonio es de considerable inte-rés. El proceso de testimoniar revela la verdadque ya existía de antemano pero permanecíaescondida; estaba velada y ahora es desvelada;estaba presente en una mente, ahora es revelada amuchas mentes. Aunque permanente e inmutableen sí misma, la verdad «se encarna» de algúnmodo en el tiempo. En la medida en que Dios,Verdad y origen de la verdad, se revela histórica-mente, se supera la aparente oposición entre laverdad como algo universal y la mediación comoalgo contingente. La actividad humana formaparte de la obra de Dios de establecer su soberaníasobre la creación. Es capaz de producir una espe-cie de «nueva verdad», una nueva realidad situa-

da entre la persona y el mundo que es «fruto de latierra y del trabajo del hombre». El testimoniocomporta la comunicación de una verdad y unremodelamiento co-redentivo del mundo, de modoque la soberanía de Cristo pueda brillar y Diospueda ser «todo en todos» (1Co 15,28).

Un cuarto intento de redefinir la verdad,existencialista, explica que verdad (alétheia) seidentifica con revelación. El ser esautomanifestativo para los hombres; el ser de laverdad es la libertad. Aunque esta posición supo-ne una brecha insuperable entre el orden real y elideal, también se vincula de manera admirablecon la noción de testimonio, que es un acto libreque intenta despertar una respuesta enteramentelibre. El hecho es que la verdad universal yvinculante se revela a través del testigo, cuyafragilidad y finitud aseguran que nunca se impo-ne, sino que puede ser libre y responsablementeasimilada y recibida.

ConclusiónEl testimonio concluye en creer, pero el testi-

monio es intrinseco a la fe casi hasta serle sobre-puesta. El testimonio está dentro del creer, y elcreer dentro del testimoniar. Dar testimonio es elmodo propio de creer que se verifica en el discí-pulo.

No ya a pesar de nuestra miseria, sino en ciertomodo a través de nuestra miseria, de nuestra vidade hombres hechos de carne y de barro, se mani-fiesta Cristo: en el esfuerzo por ser mejores, porrealizar un amor que aspira a ser puro, por domi-nar el egoísmo, por entregarnos plenamente a losdemás, haciendo de nuestra existencia un cons-tante servicio.

La Escritura habla de tres cosas que el testigoofrece juntamente: el Espíritu, el agua y la sangre(1Jn 5,7-10). El Paraclito es el verdaderohermeneuta, el intérprete y expositor de la verdaddivina. En la promesa del Espíritu que hizo Jesúsantes de la Pasión, el Paráclito se describe enrelación a la verdad y al testimonio.

El proceso de testimoniar debe tener presentela situación de quienes reciben el testimonio.Cuando una sociedad cambia de estructuras, len-guajes y valores, deben cambiar las referencias yadecuarse los contenidos.

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Para la aplicación delPlan de Pastoral, dondeintentamos emprender ac-ciones comunes paraaforntar entre todos losPuntos focales, a través dediversas Comisiones, con-sejos y comunidades, serequiere una buena articu-lación y cohesión entre to-dos, de acuerdo a criteriospastorales comunes, y unavisión más orgánica, pro-fesional y convergente.

La transversalidad y la interlocución puedenser dos categorías y herramientas útiles para darunidad a esa acción pastoral conjunta.

LA TRANSVERSALIDADSentido etimológico:Transversal tiene dos acepciones: CRUZAR y

ENHEBRAR. Significa un objeto o elemento quecruza, corta o atraviesa, de un extremo a otro o seinterpone de manera perpendicular con aquellode que se trata, una cosa, o también aquello queune, de manera perpendicular a su dimensiónlongitudinal, todos los objetos o elementos quese ubica en esos espacios que atraviesa.

En el campo de la filosofía y de la política:El universalismo era la imposición de un siste-

ma a la totalidad. El pluriversalismo busca reco-nocer los distintos sistemas, y sus relacionesinternas y externas. Un movimiento políticotransversal incorpora en su propia plataformatendencias de derecha y de izquierda; de vanguar-dia y de retaguardia; de clásico, moderno y postmoderno; de abstracto y concreto, de élites y demasas, de teórico y práctico.

A partir de la transversalidad se construyen«Líneas de acción» o «Temas transversales» que

cruzan todas las disci-plinas, actividades u or-ganismos como líneasdiagonales. El carácterglobalizador permite«enhebrar» o engarzarlas diversas acciones ycontenidos para elaprendizaje. Los espa-cios de transversalidadreflejan punto de en-cuentro entre una orga-nización vertical disci-plinaria con momentos

de aprendizaje interdisciplinar para el desarrollode ciertos temas presentados como unidadesdidácticas de problemas socioambientales a in-vestigar.

En el campo de las ciencias y de la investiga-ción:

En vez de un frío análisis fragmentado de larealidad, se busca una visión holística, englobante,orgánica e interdisciplinar, que incluya las di-mensiones ética y de valores, de modo interactivoy con significativas relaciones de interdependen-cia. Implica un intercambio de saberes, y cohe-rencia del investigador con la vida, con el serhumano y con la sociedad.

En el campo de los valores y la educación:Educar no sólo incluye la capacidad intelec-

tual, sino todas las facultades del ser humano, demanera integral, importando los valores y lasdiferentes inteligencias. Confluyen las demandassociales, culturales y económicas para que cam-bien las personas y sociedades. Conecta conoci-mientos y realidad, intereses pragmáticos y valo-res humanos y sociales. Pide colaboración einterdisciplinariedad. Sus temas no son inco-nexos, sino ofrece una concepción unitaria de laexistencia. Responde a los problemas coyuntura-

TRANSVERSALIDAD E INTERLOCUCIÓNEN EL TRABAJO PASTORAL

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les que demandan atención prioritaria y perma-nente de todos. Interrelaciona familia, institucióny sociedad, con el objetivo de adquirir una visiónde conjunto que integra el ser, el saber, el hacer,el convivir, a través de conceptos, actitudes yprocedimientos.

En el campo de la evangelización y de lapastoral:

Se trata de realizar una pastoral de conjunto, yno un conjunto de pastorales. Es preciso revisarnuestro estilo de evangelizar, para ver si trabaja-mos en organicidad y mutua complementariedad,es decir, en comunión y participación. Si nuestraevangelización es integral, que arraigue en el sery el quehacer de las personas, incida éticamentey transforme la sociedad de acuerdo a los valoresdel Evangelio, empujando la vida hacia el Reinode Dios.

Ejes transversales de la Diócesis:En la XVIII Asamblea Diocesana de Pastoral

discernimos seis Puntos Focales para trabajardesde todas las comunidades, equipos, comisio-nes, consejos y movimientos. Son realidades bá-sicas que atraviesan el conjunto de la vida cristia-na y de la Iglesia, y que pueden integrar a todos enuna pastoral de conjunto. Señalan los puntosesenciales de referencia para la acción pastoral decada discípulo misionero, de las comunidades, yde toda la Diócesis, relevantes en este momentohistórico. Son enfoques distintos y complementa-rios que nuestra Iglesia particular debe dar alúnico proyecto evangelizador. Se convierten asíen tareas imprescindibles para edificar el Reino.

Pero también existen ciertos temas transversa-les, como la Misión con los alejados, la anima-ción bíblica de la pastoral, la parroquialización delas acciones pastorales, la formación de agentes,el análisis de la realidad y la generación deprocesos,

En las tareas pastorales:Toda acción pastoral tiene un doble perspecti-

va: la formación inicial y permanente de losdiscípulos misioneros, y el anuncio explícito delEvangelio buscando que nuestros pueblos tenganVida en Él.

Las Comisiones pastorales diocesanas son me-dios para integrar y desarrollar de manera orgáni-ca la pastoral, en interrelación o diálogo entre lasVocalías de la Comisión, las Comisiones delÁrea, los organismos afines en el campo eclesialy civil, y las comunidades parroquiales a travésde los Decanatos.

Impulsan el proceso pastoral de la Diócesisarmonizando las diversas dimensiones del traba-jo conjunto. Se les encomienda un campo deacción, no para parcializar ni exclusivizar, sinopara enriquecer la globalidad. Tiene tareas deanimación, promoción y desarrollo en el ámbitode su competencia, para ayudar a la formación yla Misión. Eso exige una visión común que per-mita identificar las tareas comunes a todos y lastareas específicas de cada organismo.

En los Niveles de Iglesia y sus mecanismosde comunión y participación:

Cada Nivel de Iglesia (Diócesis, decanato,parroquia, sector parroquial, pequeña comuni-dad, familia) tiene sus particularidades, a recono-cer, valorar, respetar e integrar en el conjunto.Cada uno tiene su propio modo de crear la comu-nión, de integrar y coordinar sus organismos, y desentirse sujeto integral de la pastoral, no fragmen-tado ni disperso, como un cuerpo que se nutre ycrece, para ser en el mundo signo de salvación.

El Espíritu Santo va impulsando a construir launidad en la diversidad de carismas y ministeriosal servicio del crecimiento integral del cuerpoeclesial.

LA INTERLOCUCIÓNHemos de realizar el trabajo pastoral de la

Diócesis todos unidos, en mutuo acuerdo y coor-dinados. Nuestra función no es acaparar, ni ejecu-tar aislados algunas acciones, ni dirigir anulandoa otros entes, sino ayudar a la Diócesis a alcanzarsus objetivos y procurar a las comunidades subsi-dios adecuados. Esto requiere interlocución.

Significado de interlocuciónLa palabra interlocución procede del latín:

inter = entre, y loqui = hablar. Es el diálogo o lacomunicación mediante la palabra de dos o máspersonas entre sí, buscando acuerdo y alianza

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para emprender una acción. Todos vivimos enrelación y nos comunicamos de una forma u otra;imposible sobrevivir en aislamiento total. Satis-face tres necesidades básicas: informar o infor-marse; agruparse para conseguir metas comunes;establecer relaciones interpersonales.

El proceso de comunicación es interminable,pues hay permanente retroalimentación entre losinterlocutores, tratando de crear una acción co-mún, generar interacción y lograr una accióntransformadora. Existe cuando sus mensajes lo-gran movilizar interiormente, cuestionan, gene-ran diálogo y participación, alimentan el procesode toma de conciencia.

La interlocución es el modelo en el cual lasinstancias involucradas participan de modo acti-vo, emitiendo y recibiendo, hablando y escuchan-do, ayudándose a crecer mutuamente. Fomentarla interlocución es favorecer el intercambio designificados, horizontes y necesidades. Es permi-tir que todos pongan en común sus capacidades,propiciando un trabajo en comunión.

Elementos de la interlocución:Ese modelo de comunicación pide los siguien-

tes elementos:a) Comunicación clara de información, necesi-

dades, servicios, acuerdos y expectativas;liderazgo que facilite el encuentro y el diálogoy encauce las iniciativas.

b) Trabajo en equipo que involucre a losinterlocutores con sus capacidades y compe-tencias.

c) Relaciones interpersonales con capacidad deescucha, solución de conflictos, búsqueda decomunión.

d) Evaluación de los procesos y rendimientos.El Consejo diocesano de pastoral, espacio de

interlocución en la DiócesisAunque cada Comisión tiene un ámbito de

competencia distinto y bien definido, hay intere-ses comunes, pues todas y cada una están reali-zando una parte del trabajo que a todos noscorresponde. Se requiere interlocución para pro-mover el dinamismo de la comunión eclesial y

para animar los procesos evangelizadores de lascomunidades.

La Vicaría episcopal de Pastoral es el organis-mo del Obispo que, en su nombre y con suautoridad, promueve, anima y coordina la acciónpastoral global en la Diócesis. Con el Vicarioepiscopal de pastoral a la cabeza, las comisionesdiocesanas con sus vocalías y secciones, agrupa-das en áreas, se apoyan y coordinan recíproca-mente, en todo lo que atañe al bien común ygeneral de nuestra Iglesia diocesana.

Para realizar esta función de manera efectiva,el Equipo diocesano de pastoral da cauce a laspropuestas del Consejo diocesano de pastoral yde la Asamblea, da seguimiento a los acuerdostomados, trabaja los proyectos que se van presen-tando y cuida se cumplan las funciones señaladas

El Consejo diocesano de pastoral es un meca-nismo de comunión y participación para estudiary valorar lo que se refiere a las actividadespastorales de la Diócesis y sugerir conclusionessobre ellas; en él está representada la pastoralterritorial y la pastoral de funciones. Es, por tanto,el campo ideal y modélico para la interlocuciónentre los niveles de Iglesia y los diferentes servi-cios.

Interocución entre la Vicaría de Pastoral ylos Decanatos:

Cada uno de los 11 Decanatos tiene al VicarioDecanal de Pastoral y al Secretario decanal comosus representantes en el Consejo diocesano depastoral, además del Presidente de Decanos; y enel Equipo diocesano de pastoral está el Coordina-dor de Vicarios decanales de pastoral y un secre-tario decanal.

Esos representantes se responsabilizan de lle-var las necesidades, posibilidades, opiniones, su-gerencias y quejas de las comunidades de suDecanato al Consejo Diocesano de Pastoral o alEquipo de Decanos, y también de llevar las re-flexiones, acuerdos y conclusiones de estos orga-nismos a sus respectivas comunidades. Y tam-bién se responsabilizan de ponerlos en contactocon las Comisiones y demás organismos del niveldiocesano o de otros Decanatos.

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También de organizar y coordinar lo que anivel diocesano se organice en el área de comu-nión, para formar comunidad, consolidar los Ni-veles de Iglesia y sus mecanismos de comunión yparticipación, tener eventos diocesanos de acuer-do al programa del Consejo, al calendario de laDiócesis o a una disposición del Obispo.

El Secretario de los mecanismos de comunióny participación diocesanos, junto con el secreta-rio del Centro diocesano de pastoral, coordinan laacción global de los secretarios decanales y de lossecretarios de Comisiones.

Interlocución entre las ComisionesDiocesanas y las Comisiones Decanales:

A nivel diocesano tenemos diez Comisionespastorales en tres áreas, y conviene que a niveldecana tengan como intelocutor a una Comisiónal menos de las principales pastorales: profética,litúrgica, social, familiar. juvenil, de cultura y deagentes.

Las Comisiones Decanales tienen la funciónde recoger y manifestar las necesidades de losequipos correspondientes en las parroquias, y debuscar respuesta a las situaciones comunes ofre-ciendo de manera subsidiaria los servicios perti-nentes, en diálogo con la relativa Comisióndiocesana. Comparten sus recursos, experienciasy avances con las otras Comisiones Decanales, yen el Consejo diocesano de pastoral o en elEquipo de Decanos, para bien de otros Decanatos.

Interlocución entre las Comisionesdiocesanas:

Los responsables de las Comisiones y su res-pectivo secretario estarán en comunicación conlos homólogos de otras Comisiones, sobre todode la misma Área pastoral. En las reuniones delConsejo diocesano de pastoral tendrán momen-tos de trabajo juntos, por lo menos para afinar einterrelacionar las programaciones y para eva-luar. Y deben realizar al menos una Asamblea deÁrea al año. Para acuerdos especiales, el modera-dor de la interlocución para promover la coordi-nación y dar seguimiento al programa o a lasdisposiciones de la Asamblea o del Obispo es elCoordinador de Área, o el Vicario de Pastoral sise trata de Comisiones de un Área distinta.

La interlocución al interno de cada Comi-sión

Cada Comisión tiene en su seno distintasVocalías, de acuerdo a los servicios que ofrecepara responder a las diferentes necesidades en-contradas en la realidad, pero apoyando con suespecialización a la consecución de objetivoscomunes. El moderador de la interlocución es elAsesor de la Comisión y su respectivo secretario.Todas las Vocalías trabajan en estrecha colabora-ción, buscando el apoyo mutuo y procurando lacomunión de bienes, personas y servicios. Man-tienen entre sí un permanente intercambio deinformación en relación a sus programas y activi-dades. Se reúne la Comisión en pleno al menosdos veces al año, para la programación y para laevaluación. Cada Vocalía hace las reuniones queconsidere necesarias, de acuerdo al programa dela Comisión, y con la aprobación de la Comisióno la anuencia de su Asesor.

La interlocución con las Parroquias:La relación de las Comisiones diocesanas con

las comunidades parroquiales se realiza de ordi-nario a través del Decanato, que es la agrupaciónde parroquias para promover una pastoral comúnpor su cercanía geográfica o cultural y para fo-mentar una más cercana convivencia y apoyoentre los agentes de pastoral. El moderador de lainterlocución es el Vicario decanal de pastoral,trabajando en estrecha colaboración con el Deca-no, para coordinar mejor sus actividadespastorales, ejercitar las competencias comunes ypromover iniciativas comunes que respondanadecuadamente a las necesidades. Conviene, pues,que los equipos pastorales de cada parroquiatengan un representante en la Comisión decanalcorrespondiente, que sirva efectivamente de en-lace entre lo diocesano y lo parroquial, sea uncanal fiel de información recíproca y participerepresentativamente en las reuniones decanalesde la Comisión. En el Decanato es imprescindiblela comunicación de experiencias, el discerni-miento de casos especiales en su campo de acciónpropio, el apoyo solidario y subsidiario en lo quelas comunidades no alcancen.

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La tarea, tanto del consejo decanal de pastoralcomo de las Comisiones decanales, es favoreceruna más incisiva comunión y participación anivel local, de intercambio de experiencias, decoordinación de actividades e iniciativas, de ase-soría y solidaridad en sus tareas ordinarias y ensituaciones especiales, para responder adecuada-mente a las necesidades de las parroquias queconforman el decanato. Cada Decanato establecelos medios para alcanzar sus fines, pero convieneque busque tener intelocución con los organis-mos diocesanos.

CONCLUSIÓN:Cristo nos encomendó una misión única a

todos. Así que a todos corresponde la buenamarcha de nuestra diócesis, de nuestros decanatos,y de nuestras parroquias, en todas las áreas de lapastoral. Somos corresponsables y solidarios enla misma tarea eclesial, aunque trabajemos endiferentes campos.

Una pastoral orgánica exige una coordinaciónque pueda unir esfuerzos, objetivos, actividades,evitando paralelismos y aislamiento. La coordina-ción es una acción de cooperación corresponsableentre iguales y un medio para construir la comu-nión. Tiene como finalidad crear relaciones, faci-litar la participación, desarrollar la sociabilidad,impulsar la cooperación, comprometer en lacorresponsabilidad, realizar la interacción, hacereficaz la comunión. Es la acción que integra,anima, evalúa y planea orgánicamente los nivelesy servicios de la Iglesia. Requiere de latransversalidad y la interlocución.

Procura que la comunidad eclesial se una entorno a un objetivo claro, con un método deacción participativa, e iniciativas concretas paraalcanzar el objetivo; apoyar a las personas, sinto-nizarlas, comprometerlas, corregirlas, en un rit-mo conjunto.

El signo del establecimiento del Reino de Diosen el mundo es la creación de unas estructurasparroquiales de acuerdo al Evangelio en las cua-les se sustente la actividad de las comunidades.Estas estructuras son el rostro nuevo de la huma-nidad y de la Iglesia, pretendidos por la NuevaEvangelización.

Hemos, pues, de trabajar en la mística de lacomunión y la participación, superando el indivi-dualismo pastoral, las competencias entre equi-pos, y la multiplicación de eventos sin conexiónni dirección, como estábamos acostumbrados.

Toda la creación está organizada a base deunidades que integran un sistema: moléculas,células, tejidos, organismos, sociedades, redes,etc. Expandiéndose en distintas direcciones, con-solidan su centro común. Esa ley de la creacióndebe aplicarse al orden de la Redención.

Cada área integra a sus comisiones, y cadacomisión integra sus vocalías, pero todos colabo-ran en una tarea común desde distintas especiali-zaciones. En equipo fraterno buscan atender lasvarias dimensiones de un trabajo común, pese asus diferencias. Con sus diferentes actividades,integran un único programa, para una eficaz ac-ción coordinada, de la cual todos nosresponsabilizamos.

La estructura de Áreas, Comisiones y Vocalíasfacilita la sensibilización, el compromiso pasto-ral y algunas actividades comunes, de modo me-nos fragmentado. Para avanzar en la unificaciónde criterios y apoyos mutuos, en respuestas co-munes y unificadas que eviten confusión o dis-persión.

Las Áreas no tienen problemas de configura-ción, puesto que son un organismo formado porlas Comisiones para coordinación de las respon-sabilidades cercanas que comparten. Son lasComisiones las que exigen mayor orientaciónpara su configuración. Trabajan a nivel diocesano,y requieren una vinculación a nivel decanal y anivel parroquial, pero no necesariamente un equi-po en cada nivel.

Para atender todas las dimensiones del trabajopastoral en su campo específico, encierran en suseno varias vocalías, con una gran diversidad,pues algunas cuentan ya con un equipo configu-rado desde antes, otras están constituidas sólo poruno o dos animadores, y otras están requiriendo laformación de un equipo. Debe verse, pues, suforma de relación con las bases, para no compli-car las estructuras.

La Parroquia,Casa y Escuela de Comunión

«La parroquia realiza una función en cierto modo integral de Iglesia,ya que acompaña a las personas y familias a lo largo de su existencia,en la educación y crecimiento de su fe.

Es centro de coordinación y de animaciónde comunidades, de grupos y de movimientos.

Aquí se abre más el horizonte de comunión y participación.

La celebración de la Eucaristía y demás sacramentoshace presente de modo más claro, la globalidad de la Iglesia.

Su vínculo con la comunidad diocesana está aseguradopor la unión con el Obispo que confía a su representante el párroco,la atención pastoral de la comunidad.

La parroquia viene a ser para el cristianoel lugar de encuentro, de fraterna comunicación de personas y de bienes,superando las limitaciones propias de las pequeñas comunidades.

En la parroquia se asumen, de hecho, una serie de serviciosque no están al alcance de las comunidades menores,sobre todo en la dimensión misioneray en la promoción de la dignidad de la persona humana,llegando así, a los migrantes más o menos estables,a los marginados, a los alejados, a los no creyentesy, en general, a los más necesitados»

(DP 644).