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E o u e o IDEOLOGÍA Y DISCURSO COMO LÍNEA DE INVESTIGACIÓN EN DLL Luts Sénchez Corral Universidad de Córdoba 1. LA INQUIETUD DEL LENGUAJE COMO PUNTO DE PARTIDA Comenzaré con una cita-lema que justifica por si sola esta línea de tnvesttgactón que voy a proponer. Nos dice Vlctor Klemperer en su obra LIT La lengua del Tercer Reich : Pero el lenguaje no sólo crea y ptensa por mi, stno que guia a la vez mts emo- ciones, dtnge mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la natu· ralidad y la inconsecuencia con que me entrego a él. ¿Y la lengua culta se ha formado a partir de elementos tóxtcos o se ha convertido en portadora de sustan- cias tóxicas? Las palabras pueden actuar como dosis lnfimas de arsémco uno las traga stn darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno. y al cabo de un ttempo se produce el efecto tóxico No resulta dificil aceptar que durante el régimen totalitano, de pensamtento unt- co, que imperó durante el Tercer Reich los signos fueron sistemáticamente co- rromptdos. Lo que propongo ahora es que aceptemos que también, en este nuevo Pensamiento Único del Sistema Neoliberal del Mercado, los signos se están usando también de manera igualmente pervertida. Y es que cualquier acción, cualquier re- presentación mental, incluso cualquier afecto, hunden sus ralees en la relación in- evitable que se produce entre el lenguaje y la vida. Ludwtg Wittgenstetn -en el Tra c- tatus 5, 6- lo expresó de manera harto elocuente: "Puesto que mt lenguaje significa el mundo, los limites de mi lenguaje son los limites de mi mundo". Si expandimos esta maxima en función del problema que nos hemos propuesto desarrollar. la nece- sidad de tnvestigar, desde la didáctica, las interferencias entre ideología y discurso. obtendriamos el siguiente resultado: si las fronteras del lenguaje (del nuestro y del de nuestros alumnos) establecen las fronteras del mundo, entonces, en el supuesto de que las palabras se usen de modo pervertido, el acto didáctico deberla indagar y vigtlar este supuesto, de manera que el lenguaje no nos conduzca (a nosotros y a nuestros alumnos) hacia un universo igualmente pervertido. La transposición que acabo de proponer, al expandir la máxima, entra de lleno en las cuestiones que debería abordar la lingüística general. Así me parece a mi que debe desprenderse de una de las propuestas mas clarividentes al respecto, aquella que hace Benveniste (1986 y 1987) al explicar cómo la lengua, entre otras multtples funCiones. (re) produce la realidad, puesto que aquel que habla, por el mero hecho de hablar, hace renacer en su discurso el acontecimiento enunciado y, sobre todo, crea su experiencia del acontecimiento. Pero es que, además, aquel que oye capta

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IDEOLOGÍA Y DISCURSO COMO LÍNEA DE INVESTIGACIÓN EN DLL

Luts Sénchez Corral Universidad de Córdoba

1. LA INQUIETUD DEL LENGUAJE COMO PUNTO DE PARTIDA

Comenzaré con una cita-lema que justifica por si sola esta línea de tnvesttgactón que voy a proponer. Nos dice Vlctor Klemperer en su obra LIT La lengua del Tercer Reich :

Pero el lenguaje no sólo crea y ptensa por mi, stno que guia a la vez mts emo­ciones, dtnge mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la natu· ralidad y la inconsecuencia con que me entrego a él. ¿Y sí la lengua culta se ha formado a partir de elementos tóxtcos o se ha convertido en portadora de sustan­cias tóxicas? Las palabras pueden actuar como dosis lnfimas de arsémco uno las traga stn darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno. y al cabo de un ttempo se produce el efecto tóxico

No resulta dificil aceptar que durante el régimen totalitano, de pensamtento unt­co, que imperó durante el Tercer Reich los signos fueron sistemáticamente co­rromptdos. Lo que propongo ahora es que aceptemos que también , en este nuevo Pensamiento Único del Sistema Neoliberal del Mercado, los signos se están usando también de manera igualmente pervertida . Y es que cualquier acción, cualquier re­presentación mental , incluso cualquier afecto, hunden sus ralees en la relación in­evitable que se produce entre el lenguaje y la vida. Ludwtg Wittgenstetn -en el Trac­tatus 5, 6- lo expresó de manera harto elocuente: "Puesto que mt lenguaje significa el mundo, los limites de mi lenguaje son los limites de mi mundo". Si expandimos esta maxima en función del problema que nos hemos propuesto desarrollar. la nece­sidad de tnvestigar, desde la didáctica, las interferencias entre ideología y discurso. obtendriamos el siguiente resultado: si las fronteras del lenguaje (del nuestro y del de nuestros alumnos) establecen las fronteras del mundo, entonces, en el supuesto de que las palabras se usen de modo pervertido, el acto didáctico deberla indagar y vigtlar este supuesto, de manera que el lenguaje no nos conduzca (a nosotros y a nuestros alumnos) hacia un universo igualmente pervertido.

La transposición que acabo de proponer, al expandir la máxima, entra de lleno en las cuestiones que debería abordar la lingüística general. Así me parece a mi que debe desprenderse de una de las propuestas mas clarividentes al respecto, aquella que hace Benveniste (1986 y 1987) al explicar cómo la lengua, entre otras multtples funCiones. (re)produce la realidad, puesto que aquel que habla, por el mero hecho de hablar, hace renacer en su discurso el acontecimiento enunciado y, sobre todo, crea su experiencia del acontecimiento. Pero es que, además , aquel que oye capta

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en pnmer lugar el diSCUrso y, a traves de este discurso, capta también el acontec•­m•ento reproduodo Podna arglmseme, en efecto. que estamos ante un problema de llngu1st•ca general Y, s1n embargo, se me ocurre 1nmed1atamente una pregunta <.es que en el intenor del aula, en el1ntenor del acto didáctiCO, en la Interacción en­senanza'aprendizaJe sobre la lengua y/o la li teratura, el discurso que se construye entre el profesor y los estudiantes no (re}produce la rea lidad?

Esta estrecha relac•ón entre el acontecer y la palabra que lo nombra, y entre la experiencia de lo acontecido y su narrac1ón. JUStifican sobradamente las correlacio­nes que pretendemos establecer. por nuestra parte, entre el lenguaje la ideología; el prop10 Benveniste (1966. 64 70) lo apos!JIIa de modo 1nobjetable cuando asevera que; "( . ) el pensam1ento no puede ser captado más que formado y actualizado en la lengua · de donde cabe deducir que. en consecuencia. el conocimiento del mun­do está determ1nado por la expres1ón que recibe". No se trata solamente de que el lenguaJe se «comporte como» y. sirva de vehículo del pensamiento; la relación es mucho mas Intensa puesto que · no hay posibilidad de pensamiento que no sea verbal que no esté hecha con palabras" (Manzanares 2004: 7). ¿O alguien está en cond1c1ones de poder afirmar que la adquis•ción de la competencia modal y comum­cativa se adqUiere de manera inocente?

M. Foucault (1974: 91), en su ensayo Las palabras y las cosas. afirma que el lenguaje es el analisis del pensamiento y que conocimiento y lenguaje, al entrecru­zarse cont~nuamente , tienen su origen y su funcionamiento en la representación: únicamente la «soberanía de las palabras» permite conocer las cosas y el orden de las cosas. Tal vez, el desarrollo de la linea de investigación que estamos pro­poniendo nos pueda llevar a concluir que, hoy más que nunca, estamos perdiendo esta «soberanía de las palabras»; o meJor dicho, se está dilapidando la «soberanía democrática de las palabras», aquélla que debería pertenecer a los hablantes en su calidad de Ciudadanos. Incluso de los c1dadanos que pertenecemos a la especie de los un•versitanos.

En no pocas ocasiones, cómodamente asentados en lo que venimos denomi­nando «d1dactica de la lengua y de la literatura», olvidamos aquello que ya aseguró Nietzsche (1974): que ex1ste una intima solidaridad entre la acción del lenguaje, el amblto del conocimiento y el orden de la moral. Tan omitido lo tenemos esto que, con suma facilidad , la propia Inercia de nuestras disciplinas nos hace olvidar tam­bién que frecuentemente somos conducidos -y conducimos a los estudiantes- a la crisis de la sigmficación, esto es. a la ruptura de la significación ; una ruptura donde el hablante se percibe a si mismo como sujeto inseguro y desvalido, dado que el uso de la palabra apenas si nos sirve para nombrar aquello que vemos, apenas si nos s1rve para expresar lo que viv1mos:

La inqUietud del lenguaje es la crisis del lenguaje. la experiencia de un lenguaje atravesado por la cnsis, habitado por la cnsis, por una crisis que arrastra consigo al mundo que el lenguaje pretendia representar y ordenar y al individuo como SUJeto poseedor y administrador del lenguaje (Larrosa 2001: 77).

Si admitimos este punto de partida. nuestra propuesta requiere que nos acerque-

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mos a las tests de Teun A. van Dtjk (2000b 2003) segun las cuales las 10eolog1as son la contraparte cognittva del poder Como en el caso del conoctm•anto sOCial, las Ideologías supervtsan cómo los usuanos del lenguaje emp ean el discurso en tanto que m1embros de grupos u organ1zac1ones. y de este modo tamb1en tratan de realizar los intereses soaales y resolver los confl1ctos sociales· (2000b. 27) En este autor, así como en los últimos trabajos de Jean-Paul Bron<*art (Actrvrdad ~eroar. textos y discursos Por un mteraccronismo socrodrscurs1vo ). podemos encontrar las bases epistemológicas necesanas para fundamentar nuestras Indagaciones

Se habrá advertido. por cons1gu1ente, que nuestra pos1c1ón metodolog•ca se aprox1ma bastante al paradigma del Análisis Crít1co del D1scurso (ACD·). en la me­dida en que concebimos el uso del lenguaje, mas que como una práct1ca indiVIdual. como una «práctica social» ante la cual el analista toma parttdo en contra del po­der establectdo, en especial contra aquel ámbito del poder que intenta acaparar -y muchas veces lo cons1gue- el espacto enunciativo en su totalidad · ¡Fuera de m1 la alternattva, stmplemente. no existe! ", ha podtdo dec1r elllder por antonomasia de la derecha española (el Ser Supremo del Parttdo Popular), para refenrse a José Lu1s Rodrlguez Zapatero cuando el Parttdo socialista estaba en la oposic1ón. Poco tm· porta que el anterior enunciado haya formado parte de unas declaraciones apócnfas o de unas declaraciones realmente pronunciadas: lo peligroso aqUI restde en el grandioso adverbio, en ese definttívo y absoluto "stmplemente", que presupone que el propio sujeto anunciador se define a si mismo como el Amo del Dtscurso. dado que tanto la palabra única como el pensamiento único, incluso la acción úmca. son prop1edad de aquel que domtna las instancias enunc1adoras y sus correspondientes soportes

Este entgma. peligroso enigma, sobre el poder del Discurso que asp1ra a ser úni­co. se presenta como propicio caldo de cultivo para que se perviertan el lenguaje y su contexto. El peligro del enigma ha sido perfectamente descrito por Umberto Eco mediante una espléndida metáfora narrativa erigida en su novela Baudofino

-Señor, sí empiezas a razonar así no acabarás nunca, m1entras que el emperador existe precisamente por eso: no es emperador porque se le ocurran las 1deas justas, sino que las ideas son justas porque proceden de él. y punto.

Sucede entonces que durante cualquier proceso enunciativo, tal y como nos eviden­ctan los estud1os sobre el Análisis Crftico del Discurso, todos los discursos -inclUido el dtscurso didáctico- son instancias reguladoras de la sociedad que ordenan, orga­ntzan, ínst1tuyen nuestra Interpretación de los acontecimientos y de la soctedad e mcorporan además opiniones, valores, ideología (Martín Rojo y otras , 1998: 12).

Fundación Infancia y AprendiZaJe. Madnd, 2004.

' Una v1s1ón general sobre en que se funda el ACD puede consultarse en Fa~rclough , N y Wodak, R (2000: 367- 404 ) Aqul pude verse la trayectoria histórica del parad•gma y las d1versas corrientes que lo conforman adamas de algun anahsls práctico sobre la cuestión.

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2. ALGUNAS APLICACIONES A MODO DE SUGERENCIAS

Todo penodo de cns1s - nos d1ce Octavio Paz- se micia o coincide con una crlt1ca dellengua¡e. De pronto se p1erde fe en la eficac1a del vocablo: -Tuve a la belleza en mts rodtl/as. y era amarga", dice el poeta ¿La belleza o la palabra? Ambas; la belleza es mastble sin las palabras. Cosas y palabras se desangran por la m1sma henda Todas las SOCiedades han atravesado por estas crisis de sus fundamentos que son, astmtsmo y sobre todo, crisis del senttdo de ciertas pala­bras. Se olvida con frecuencta que, como todas las otras creaciones humanas, los lmpenos y los Estados están hechos de palabras: son creaciones verbales.

Octavio Paz: "El Lenguaje"

Se entenderá, por consiguiente, que nuestras propuestas vayan destinadas a explicar, a investigar por qué, incluso dentro de las aulas, sucede lo que nos acaba de dec1 r el poeta . puesto que ocurre que hasta las palabras preciosas se desvirtúan, se desgastan conceptualmente, pierden su valor original al ser sometidas a inter­pretaciones forzadas, a usos mercantilistas o sucedáneos. Acontece esto cuando el Logos se convierte en Mercancía; o cuando la Mercancía se hace Lenguaje.

Es un fenómeno éste que se repite , en nuestros días, con frecuencia y hasta con hartazgo: las palabras preciosas y primigenias se insertan en ámbitos semánticos que no les son propios. en ámbitos que incluso las repelen. Es así como el amor, por ejemplo, se cotiza en bolsa; es así , como los 8 -52, por naturaleza intrínseca artefactos para la muerte, llegan a ser admirados por su estética y hasta se interpre­tan como esculturas de la vanguardia más contemporánea. Las palabras preciosas y primigenias se tornan, pues, mercenarias. Se convierten asi en eufemismos, esto es, en paráfrasis que ocultan 1ntereses demasiado particulares, intereses demasia­do interesados.

¿Qué habrá tenido que ocurrir en nuestras representaciones mentales, en nues­tros esquemas interiores, para que ni siquiera percibamos la corrupción conceptual originada en múltiples expresiones, en múltiples «actos de habla»? ¿Qué proce­so cognitivo habrá dirigido, o habrá organizado, nuestros esquemas mentales para sumir -para que la mayoría de los mass media hayan asumido y nos hayan hecho asumir- ciertas descripciones lingüisticas nada inocentes, como puede ser el caso de cali ficar de misión humanitana el envío militar a lrak de una escuadra naval por el hecho de que uno de los buques de guerra llevara un hospital en su interior? Maria­no Aguirre (2003), en un preciso y precioso articulo titulado "Aznar y la narrativa de la mentira", pedía un poco de lógica al respecto:" ¿Humanitarismo para quién?¿ Van a ayudar esos buques y su bendito hospital a las familias bombardeadas en Bagdad o Basora? ¿Cómo van a llegar esas familias hasta los buques? Si no es así , ¿son para ayudar humanitariamente a los soldados estadounidenses y británicos?".

Ignominias semánticas de esta naturaleza, que terminan por desvirtuar las uni­dades léxicas utilizadas, se lanzaron hace algún tiempo en cierta prensa de nuestro país contra Rodríguez Zapatero. acusándolo de cobardía , es decir, de pusilánime. de falta de valor, por haber dado la orden de retirada de las tropas de lrak. Un

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magmfico editorial del Otario Córdoba del 19 de abril de este m1smo ano, pon1a las cosas en su s1bo desde el punto de v1sta lingUJstoco re totuyendo los valores seman tocos ongmales y no manipulados. A partor de este escenariO ·escnbe el edotoriahsta-, España debe despree~ar frontalmente cualquier acusac1ón que se le haga de cobar­dJa La cobardia es otra cosa. Cobardia es mventarse razones que no e 1sten para ¡ustrficar un ataque bélico. Cobardia es golpear atrozmente a una poblac1on Clvtl que no llene culpa de haber padecido una dictadura de un hrano como Sadam. Y tam­boen es cobardla ceder ante EEUU diplomáhcamente y an1marte a hacer la guerra desde un paos que. como el nuestro. t1ene un casi nulo peso m1litar

No puede ser casual que la noción de 'cobardla haya Sido usada de forma SI· m1lar tanto por el gobierno de George W. Bush como por el goboerno de José Maria Aznar Aplicar esta descnpcoón léxica tanto a autores de los crueles atentados del 11-S como a la orden de retirada de las tropas españolas del terntorio de lrak pre­supone. en ambos casos. un género de discurso en el que se exalta. en calidad de enunciado antónomo. el rasgo supremo de la 'masculinidad' en tanto en que definiCión por antonomasia del héroe (Bush. Aznar) . cuya 1magen vinl se vende me­dJátocamente como la del salvador de la patria mancillada . Los efectos semánticos e IdeológiCOS de esta increpación visceral los explica muy bien el excelente traba¡o de R. Danielle Egan (2003) titulado precisamente "Cobardia", al explicar que el insulto de "cobarde" elimina la complejidad de los fenómenos politicos y de los conflictos sobre los que se está mtertinendo, puesto que, SI una acción o una persona son ca­lificadas como cobardes, dejan de ser susceptibles de merecer un análisis rac1onal, al hacerse acreedoras, por el contrario , de respuestas contundentes en rég1men de reacc1ones elementales. Este sistema binario y maniqueo de concebir los conflictos contrapone s1empre la "resolución" y la "determinación" del héroe patriótico frente al carácter ·pusilánime" y "afeminado" del disidente. Es por esto por lo que el enemigo no solamente debe ser derrotado, sino derrotado hasta la sum1sión o el exterminio

Ante las múltiples perversiones de los enunciados que estamos describiendo por sobrecarga o por omisión semántica, por silencio o por censura informatova,

por focalización enunciativa interesada, etc.-, resultan bien ilustratovas las siguiente reflex1ones que Francisco de Aya la (2004: 37) nos propone con motivo del discurso de apertura del /11 Congreso fntemacionaf de fa Lengua Española: "Pues nuestras palabras sorven . no sólo para ayudarnos a indagar en los misterios del unoverso, sino tamb1én, lamentablemente. para intentar engañarnos los unos a los otros , de donde proceden las dishntas formas de supercheria; o lo que quizá sea peor, hasta la mera vacUidad a que parece aludir la famosa queja de Hamlet: words, words, words".

¿Por qué no ensayar, entonces, las propuestas de interpretación de Noam Choms­ky y, en consecuencia, denominar terrorismo tanto el ataque atroz del 11-S como el ataque . Igualmente atroz, del presidente Bill Clinton cuando ordenó al ejército de Estados Unidos bombardear una fábrica de medicinas de Sudán bajo el pretexto de que alli se fabricaban puntas de misiles quimicos? ¿Acaso exagera Noam Chomsky (2002: 53) cuando afirma que el terror y el número de victimas en el segundo caso fue mucho mayor que en el primer caso, puesto que la carencia consiguiente de medicamentos provocó cientos de miles de muertes?

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[r E o • u =~c===-o J La cuestoon no es entonces -como cre1an Ingenuamente los formalismos estruc­

tural,stas- que el s1gmf1cado esté adhendo a las un1dades léx1cas de los textos Por lo tanto el origen de la cns1s del lenguaje no res1de en el hecho de que las palabras puedan s1gn,ficar cosas tan arb1tranamente sospechosas y diferentes . La clave para explicar esta cns1s res1de s1mplemente en saber qu1én manda en el d1scurso como ya hemos v1sto que nos advierte Lewis Carroll por med1o de la conversac1ón que sostienen Alicia y Humpty Dumpty Esto es lo que explica que los usos lingülsticos in1cuos del concepto y del térm1no terronsmo hayan arrastrado al concepto y al tér­mmo tortura a usos enunc1at1vos Igualmente perversos. como no podía ser de otra manera al inc1dir ambos sobre referenc1as 1deológ1cas y políticas que pertenecen a la m1sma red discurstva '

3. EL LENGUAJE COMO ESPECTÁCULO, LA TIRANÍA DE LAS AUDIENCIAS Y SUS EFECTOS COGNITIVOS

He aquí otra de las denvaciones a que puede dar lugar la linea de investigación entre Ideología y discurso. Iniciemos las reflexiones en este punto partiendo de una de las magníficas 1ronias de Juan José Millás:

Mis padres no se creyeron que era escritor hasta que sali en la tele -nos cuenta Juan José Mlllás, en una columna de El País, del 21de mayo de 2004 . Para entonces ya había publicado tres o cuatro novelas, pero en aquella época no eras nadie si no ha­blas salido en La Primera. Ahora es al revés. S1 te ven en la tele, pensaran que eres un pederasta o un hijo natural de Jaime Ostos, pero no un escritor.

Este breve relato se refiere, a través del distanciamiento propio de la ironía , a uno de los rasgos más determinantes de los llamados medios de comunicación so­Cial. no sólo el predominio del espectáculo sobre la realidad, sino también el mayor grado de credibilidad enunciativa que ofrece la escenificación espectacular de los hechos frente al descrédito de los hechos en si : no basta con escribir, con haber pu­blicado libros, es preciso, además y sobre todo, que el escritor aparezca en pantalla, que los libros se publiciten escén1camente en el mercado. O dicho de otro modo, para la sociedad del espectáculo, únicamente existe la realidad susceptible de ser transformada en imagen, y, especialmente, en imagen "espectacularizada": para existi r ya no basta con ser. hay, sobre todo, que aparecer, esto es, hay que salir en la pantalla de la televisión, aun cuando se trate de adquirir -o de exhibir- la identidad de un pederasta, o la identidad de una subespecie de (sub)categoria de fama otor­gada gratuitamente a los héroes cutres de Gran Hermano, o de Salsa Rosa, o de Corazón corazón, o de Sabor a ti, o de cualquier otro Reality-Show.

Unido al atractivo sensacionalista o emocional que acompaña al espectáculo me-

3 Empleamos esta noc16n operativa en el sentido en que aparece definida por M. Foucault en su obra litulada El orden del discurso. haciéndola equivaler, a pesar de sus diferencias. a la noc1ón de forma· c1on d'scurs1va como renejo o instrumento estratégico de una determinada formación ideológica.

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d1a• co, encontramos tamb,én el atractivo econom•co que ello represen a mediante el mcremento de las aud1enetas. concepto opera o este que subyace s empre en la base de cualqwer monta¡e espectacular con mdependen¡;¡a del subgenero en el que este mserto el mensa¡e oam Choms¡._y (d1scus•ones del Semtnario celebra­do en Rowe, Massachussets. en abnl de 1989. recog1das en Mttchell y Scholeffel, 2002 26) así lo ha puesto también de mantfiesto al el\pltcar de que manera todas las grandes empresas mediáticas ofrecen algunos rasgos deciSivos en comun. El caracter y func•onamiento empresarial de los grandes med1os de •nfonnaoón en la med1a en que pertenecen a megacorporaciones que buscan la alta rentab1hdad. •t1enen un producto que vender y un mercado al que quteren vender: el producto son las audiencias y el mercado son los anunciantes· la conclus1ón no puede ser otra que la que nos presenta el prop1o Chomsky· "la estructura económica de un penod1CO consiste en vender lectores a otros negoc1os Es para ello paro lo que neces1tan el d1scurso espectacular. En muchos casos. ni siqwera resulta esencial vender Información -que, por cierto. también la venden-. "lo que hacen es vender audienc1as a otras empresas·.

Esta tendencia a convertir la Información en imágenes con poder de el\hibición teatralizada, esta tendencia a transfonnar las no!Jc1as en representaciones especta­culares 1ncluso en las Circunstancias más dolorosas que puedan experimentar los seres humanos. ha s1do denunciada con una clarividencia envidiable por P1lar Man­¡ón representante y portavoz de los afectados por el atentado terronsta del 11-M. en su comparecencia ante la Comisión de Investigación del Parlamento:

Las em1siones [de Imágenes sobre los atentados del 11 de marzo de 2004] no corresponden a una necesidad informativa. s1no a la demanda de una soc1edad que conv1erte todo en espectáculo, incluyendo la angustia, el m1edo y el llanto desgarrado de los arrastrados por la locura humana Señores directores de periódicos, de agencias de prensa. directores de mformatl­vos, permitan nos dudar de su sensibilidad[ ... ] Vendida ha quedado su conc1enc1a a cambio de subir las audiencias'.

Habrá que investigar entonces hasta que punto es susceptible de confirmación la siguiente hipótesis: ¿Por qué cabe afirmar que esta espectacularización de las noticias -su representación como espectáculo- constituye otro de los síntomas del discurso dominante que nos permite hablar de crisis de la Significación?

En primer lugar, porque las audiencias -que no son otra cosa que un criterio puramente cuantitativo y mercantil- rigen , por encima de cualqu1er otro cnterio, la construcción de los enunciados. Lo que viene a significar que los mass med1a elabo­ran , diseñan sus contenidos, programan su actividad , transmiten sus informaciones porque se comportan como (son) organizaciones empresanales que buscan , ante todo. el máximo rendimiento económico en virtud de su propia imagen de marca, de modo que las audiencias actúan como el valor añadido de la comunicación sin que importen ni la ca lidad ni la objetividad de los enunc1ados.

• Declaraciones recog1das por el d1ario El Pa1s. 16 de d1c1embre de 2004, p. 19

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En segundo lugar dec1rnos que la tendencia a la «espectaculanzaaón• mterv~ene en la cns1s del senlldo porque los modos de enunciación espectaculares nos transm1ten --iJarten de- la creenaa de que ver un aconteam1ento equ1vale a comprenderlo 1nduso cuando tal aconteam1ento rmpllque un proceso de naturaleza conceptual y abstracta y reclame. en consecuencia , actJtudes cognitivas que activen operaciones rac1onales de rndole argumentat1va "Los grandes medios de comunrcación cubren muy bien los aconteamrentos. pero se olvidan de los procesos. La verdad está en los matices", ha declarado el columnrsta rtalrano G1annr Rotta (ver El País. 11/111/2005: 4) que traba¡a para El Comere Delia Sera. Vamos a refenmos, aunque sea someramente a dos de las consecuencias derivadas de lo antenormente drcho:

1) por una parte. los destrnatarios-espectadores -conduc1dos rncluso estilística­mente por las canc1as de la cámara lenta sobre la piel metálica, tersa y escultural de los B-52- reciben, hasta con fru1crón y como lo más natural de este mundo, las imágenes de la CNN sobre los bombardeos de Bagdad ; imágenes delirantes enun­cradas como objetos deseables que invitan a asumir la ingenua creencia de que lo que está contemplando es una representación (documental y documentada) de la guerra 1mágenes de delirio (sobre el atractivo letal) e rmágenes de deseo (sobre la estét1ca atrayente de su presentacrón exhibicronrsta);

2) por otra parte, el anterior proceso de recepción del espectáculo impide. por consiguiente, que el espectador adquiera la conciencia semiótica necesaria para determrnar, de manera interpretativa y critica, si aquello que va apareciendo en la pantalla es un "documento" periodístrco e informativo sobre la guerra , o sr. por el contrario, se trata de otra cosa, de la (auto)representación escénica -imaginana y mrstificada- de la supremacía norteamericana en el dispositivo tecnológico que hace posible la existencra misma de la guerra (y de su espectáculo).

4. ALGUNAS RELACIONES ENTRE EL DISCURSO Y LA GLOBALIZACIÓN

Estamos ante otra posible linea de apertura dentro de este marco de investiga­ción que hemos convenido en denominar las interferencias entre el lenguaje y la ideología, nueva linea que tiene que ver, como dice el epígrafe, con la interferencias específicas que se producen entre el Discurso y la Globalízación.

Y es que el cambio de paradigma en el modelo de producción se caracteriza por un doble rasgo dístrntivo que está en la base de todo el proceso: por una parte, la transformación del objeto en signo, o. sí se prefiere, la transformación de la mercan­cía en discurso. Claro está que, una vez consolidada esta metamorfosis, nada im­pide que el signo sea (funcione como) objeto y que el discurso sea (funcione como) mercancía. En consecuencia, el problema central al que nos conduce este proceso de intercambio de valores predicativos (originales) reside en el lugar que, a partir de ahora, va a ocupar el sujeto hablante en esa zona peculiar y novedosa donde el/en­guaje y el producto se comportan como realidades intercambiables. Probablemente, este lugar venga dado por ser el espacio del vacío. De donde habrá que averiguar.

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en tal caso como se produce 11nguist1ca y dtdactlcamente este vac1o bre todo, 1nveshgar de que modo es posible que el su¡eto pueda escapar d este lugélr

Por refenrnos a un caso concreto. se podrían ndagar como los fenomeno de la «deslocalizaciónl> de las fabricas o el de las «Subcontratas» hac n post le por e¡emplo, que c1rculen por la soc1edad los textos jurídicos -en el ntvel de la reé!hdad teonca - de los derechos laborales o de las normas de segundad en el lraba¡o y que. s1n embargo. se ignoren dónde res1den los su¡etos fis1cos que deberían rendtr cuentas y responsabtltdad sobre el grado de cumphm1ento -en el ntvel de la realidad practtca- a que obligan adm1ntst rattvamente d1chos textos Es así como se llega a un cterto estado de perverstón en el que la pnondad del Dtscurso del Mercado hace po­Sible que los stgnos ctrculen s1n sus dueños, puesto que, al ex1sttr per se , carecen, pnmero de responsabilidad semántica y, después, de responsabilidad pragmat1ca por lo que resultan Inaplicables jurídicamente. Para la lógica del mercado se trata prec1samente de eso, de que ex1sta la Declaración de los Derechos Humanos, esto es, la odeclaracíon» no su apltcac1ón.

Este fenómeno del «texto sin sujeto» está denvando en otro fenómeno cada vez más frecuen te. el de las «empresas s1n rostro» y sin ubicac1ón fistca laboral donde los clientes o consumidores tengan la posibilidad de. llegado el caso, presentar sus reclamaciones. La tecla del asterisco y la voz pregrabada en un máqUtna tnsensible hacen 1mposíble la argumentac1ón o la répl ica: sólo queda la sal tda de la adhesión o la de colgar con un golpe de rabia el auricular del teléfono.

D1cho brevemente lo que precede, a fin de ubicarnos en el marco preciso, es que abordemos uno de los rasgos más determinantes del sistema de la globalización· la enlrada de la comun1cación y del lenguaje en la esfera de la producción (Chnsttan Marazzt. 2003 7). O dicho de otra forma, la superposición de los actos de comuni­car y de productr, esto es, la apanción del lenguaje como objeto de consumo y, por ello. como objeto de lucro; como producto que. al ser consumido, genera beneficios económtcos. Ha sido precisamente Luis Bassat, el autor de El libro rojo de la publi­Cidad y de El libro rojo de las marcas, quien ha documentado cómo una empresa ha tnscrito en el registro de la oficina de patentes un buen número de palabras de menos de cinco letras, eufónicas todas ellas, para poder revenderlas postenormen­te a aquellas multinacionales que traten de usarlas para fabricar marcas aplicables a nuevos productos que ni siquiera todavía están diseñados. La suprema y certera ironía con que se expresa Juan José Millas (El País, 8/03/2003) puede servimos para descnbir posibles efectos de este nuevo mercado, en el que su lógica y cohe­rencia extremas podria desembocar hasta en la privatización del lenguaje, siguien­do la propta tnercia de las crecientes privatizaciones de muchos de los servicios públicos que hasta ahora pertenecían al estado del bienestar.

Si el proceso afásico iniciado en Babel continuara al ritmo actual , llegará un dfa en que, por tratarse de un bten escaso, estará prohibida la posesión individual de las palabras. Habrá restricciones de palabras, en fin , como las ya conocidas de agua o luz. Lo malo es que, una vez desregulado el sector, la empresa concesionana será una multinacional más preocupada por sus beneficios económicos que por la salud de nuestro vocabulario.

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E o • u e o ll En ese momento, uno no podrá dec1r que está acatarrado, por e¡emplo, si no

adqu1ere el térm1no catarro en unos grandes almacenes, al precio que dictamine la libre competclltla. Y palabras como luna. nube, ojo, amor o pena costarán un nilón por tener menos de conco letras. Quizá nos veamos obligados entonces a mventar voces nuevas como urno o porna. que aunque no signifiquen nada se­rán al menos grabs

Esta nueva modalodad de comerc1o nos lleva inmediatamente a senalar una de las consecuencias más relevantes de este nuevo proceso productivo: ya no consu­momos, esencialmente. productos. s1no que consumimos, sobre todo, discursos (o lo que es lo m1smo la gente va a las grandes superficies comerciales, o a las bouti­ques de moda no tanto a satisfacer sus necesidades primarias, sus necesidades auténticas, como a comprar mensa¡es, enunciados que permitan, a su vez, emitir mensa¡es. compramos para que nos miren y, sobre todo, para que nos admiren). Y es que muchas de las compras que realizamos jamás las llevaríamos a cabo de no ser porque nos bnndan la posibilidad de exhibirnos, o sea, la posibil idad de emitir s1gnos graCias a la plusvalía simból ica emanada de la imagen de marca inherente a aquellos productos que adquinmos La transferencia desde el objeto meramente económ1co hasta el revestimiento poético-retórico de la marca constituye un cierto trayecto narrativo que debe ser investigado.

Resulta sorprendente, y clanficador al mismo tiempo para nuestras reflexiones, que un número cada vez mas creciente de economistas se vean obligados a abor­dar problemas teóricos que atanen al discurso y/o a la comunicación cuando se proponen analizar las características de la economía en la encrucijada de los siglos XX y XXI. Pretenden elaborar un discurso ··sobre " las mercancías y, sin embargo, no les queda más remedio que reflexionar sobre el discurso "de" las mercanc/as . La diferencia /sobre/ versus !del supera con mucho la mera semántica gramatical, se trata de una opos1ción de naturaleza pragmática que influye en cómo se procesa mentalmente la información , o sea, la oposición entre estos dos marcadores del discurso atai'\e al rendimiento económico y a los modos de concebir la rea lidad y de concebirnos a nosotros mismos.

No podía ser de otra forma. puesto que las fábricas ya no son, esencialmente, fábricas sino máquinas lingüísticas, dado que la elaboración del producto implica y demanda, simultáneamente a la acción misma de producir, elaborar también el len­guaje que ha de acompañar al producto, para que, al fi nal del trayecto -optimista y neoliberal al máximo-, nosotros, los consumidores, presumamos del simulacro de la comunicación al que nos invita la imagen de marca: presumir, más que del objeto, de su lenguaje, de un tipo de lenguaje que es fi cción fing ida , de un lenguaje que llevan adherido como etiqueta los objetos de consumo. Este proceso actual de la inserción de la comunicación en el interior de la economía -o, si se prefiere, la concepción de la economía como acto comunicativo- se erige, en nuestra opinión, como uno de los factores que más influyen en la crisis contemporánea de la significación . La diferen­cia lógica que establece Hegel entre acción instrumental y acción comunicativa está siendo eliminada. De nuevo, la eliminación de otra de nuestras barreras diacríticas; de nuevo, se nos impone la imposibilidad, la privación de discriminar.

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Pues b1en. esta metamorfOSIS desde el ObJeto-producto ha ·ta el o ¡eto- 1gno se l•eva a cabo graaas a 1os usos retóncos y estrateg1cos de d1scurso. lo cual supone un proceso sem10t1CO no exento de compte¡idad , tal y como podemos observar en la S1gu1ente descnpc1ón que establece el sem1ólogo francas G Per11nou (1976 97)

El paso de la economía de producc1ón a la economía comercial del mercado de marca , no es sólo el paso de lo mnombrado a lo nombrado. Es tamb1én el paso del reabsmo de la Materia (el nombre común) al Simbolismo de la Persona (el nombre prop1o). Todo el d1scurso antropocéntnco que la publicidad hace respecto a los ob­¡etos resulta conceb1ble por la mediación de la marca. que hace penetrar al ob¡ to en el CirCUitO de la persona. porque la marca es a menudo tratada tamb1én como analogía de la persona. Adamas solo la persona o su as1m1lado puede rec1b1r la consagración del nombre propio.

QuJZa sea este fenómeno lo que venga a explicar por qué B Bemste1n o P Bour­dleu se hayan preocupado por indagar en qué cons1ste el campo del control Slm· bol¡co o el espac1o de los mercados Simbólicos, de donde cabe deduc1r. s1guiendo a estos autores que las relaciones de comunicación son relaciones de poder y que, por lo tanto, no todos los individuos gozan de la misma competenCia d1scurs1va m. en consecuencia, pueden exhibir la misma riqueza cultural.

5. HACIA LAS CONCLUSIONES: REPRESENTACIONES SOCIALES Y REPRESENTACIONES LINGÜÍSTICAS

En la del1mitac1ón de las conclusiones que tratamos de establecer al final de esta exposiCión. no podemos omitir -por muy evidente que sea- el hecho de que tanto los <<m1cro-enunc1ados» (unidades léxicas: 'terrorismo', 'democracia ', 'guerra preventiva', etc.) como los «macro-enunciados>> (sistemas o ambitos de comunicación: 'globaliza­ción', 'publicidad', ·espectáculo', 'violencia', etc.) están insertos en (pertenecen a) for­maciones discursivas (Foucault 1969) específicas que sirven para sustentar (y para propagar y expandir) formaciones 1deológ1cas (Michel Pecheux 1978) igualmente es­pecificas de las que son dependientes5• Lo cual permite concebir tos diversos géneros del d1scurso como actividades estratégicas que se llevan a cabo desde el interior de las diversas esferas de la actividad humana (Batjin , 1992). esto es, desde las inslitu­clones e Instancias soc1ales, desde los procesos económicos y socioculturales, desde las formas de conducta, desde los sistemas de normas o estilos de vida

' En efecto. cabe usar en estas concfus>anes tanto uno corno otro concepto -fonnaC/Ófl diSC<JfSNa y forma c.OO Jdeo/ógiC&-. puesto que se cumplen los reqws1tos que senalan los autores que se han preocupado de estud1ar estas cuestiones. Por ejemplo, asf sucede si eleg1mos las cond1ciones o requ1s1tos que senata Jean· Paul Bronckart, SI b1en éste autor propone la denominac!(m de formaoones SOCJO-verlJa/es, dado que el trabajO de sem10Uzad6n lo realizan las formaciones sociales (o pollt1cas, o económicas o rnllrtares como hemos tratado de poner de manifiesto en pag1nas anteriores). ·segun estos planteamientos, tendrlamos una fonnacoón diSCUrsiva cada vez que pudieran ev1denc1arse regulandades (de orden, de correlación, de pos•CIÓfl. de transformación, ecétera) entre los bpos de enunciaciones. los conceptos y las opaones tema­I>Cas observables en los enunciados concretos" (2004 89)

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Los actos de lenguaje que hemos ten1do la oportuntdad por lo menos de men­Cionar no v1enen s1no a confirmar esta conclusión, puesto que influyen de forma d1recta en la ~~magen del mundo•. en las creencias, que tiene la comuntdad ha­blante o b1en construyen una «nueva tmagen del mundo», o unas nuevas creencias Impuestas por los poderes enunctallvos hegemónicos

De lo que acabamos de dec1r se desprende que la relación dialéctica señalada se desarrolla en una doble d1recc1ón: desde las formaciones discursivas a las for­mactones tdeológ1cas. y en este caso, el discurso influye en (modela) la sociedad; desde las formaciones 1deológtcas a las formaciones discursivas, y, en este caso, la soctedad tnfluye en (modela) el dtscurso. En una y en otra dirección estamos hablando s1empre de las relaciones entre el lenguaje y el poder: de los actos de lenguaje como actos de poder y del poder como manipulación interesada sobre el lenguaje. Nada, pues, de inmanenc1as ni de abstracciones formales en las que, tan frecuentemente, han incurndo las epistemologías estructuralistas o la lingüística pu­ramente gramatical. Se comprenderá ahora que hayamos venido hablando del len­guaje como acción. Y es que al Investigar enunciados, lo que estamos haciendo es investigar acontecrmrentos. Y no es que hayamos necesitado construirnos a nuestra medida los conceptos o las noc1ones operativas manejadas, ocurre simplemente , como ha dicho Beaugrande (1987: 47), que "los discursos son acciones, no objetos" y que, por tanto, "no necesitamos de la 'pragmática' para 'convertirlos ' en lo que ya son por naturaleza".

Esta dimens1ón -política y social- de la actividad del discurso se manifiesta , por lo que atañe a los planteamientos que venimos siguiendo, en uno de los efectos perlo­cullvos más determinantes: el de las representaciones mentales que se establecen y se modelan , individual y socialmente, a causa justamente de las formaciones dis­cursivas perversas -em1t1das y recibidas- que atraviesan la sociedad actual. Estos modelos de pensar -modelados, como decimos, por las formaciones discursivas- se engen en visiones del mundo, en versiones de la realidad que les son transmitidas -impuestas- a los grupos sociales, a las comunidades de vida6, a causa de las co­munidades de sentido que se elaboran y difunden en virtud de las actividades me­di áticas. Comunidades de vida y comunidades sociales que se constituyen también a causa de los actos didácticos que exprimentamos en el interior de las aulas.

Los grupos sociales, constituidos de esta forma en comunidades que compar­ten un imaginario común, participan de ciertos modos de interpretar las realidades vividas, de similares compilaciones leónicas, participan de iguales experiencias y de afectos parejos. de parecidos campos léxicos y conceptuales, de los mismos repertorios de expresiones y de símbolos :

Comunidades imaginarias son las mal llamadas «nuevas tribus>> o «tribus urba­nas>> contemporaneas (es decir, las subculturas juveniles massmediáticas). cu­yos rituales, estilos, s1gnos de identidad, etc. , proceden de fuentes mediáticas (y por ende transnacionales) antes que interpersonales. Pero son comunidades

---8 Le debemos este y el stgutente concepto, que también ponemos en cursiva, a Berger, P y Luckmann,

Th (1997· 47)

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agtnanas tamb•én cualesqUiera «St!Ctores de cons m1 ore$» en 1 Jedtda en que comparten ciertas representaoones so re modos oe oa • sobr 1, d tnhu c1on del gusto y el prest1gto (por e¡emplo,las 1magenes aSOCiadas a la marcas\

etermtnadas practtcas y preferencias de consumo. modos de sen •r de expon­mentar afinidades (Abnl G 1997 55-56).

Ciertamente los modelos mentales ¡uegan un papel dec1s1vo no solamente por­que contnbuyen a representar las expenenc1as individuales o soc1ales, s1no tambten porque. como sostiene Teun A. van Oikj (2003 35), determtnan la estructura de la acc10n y la del d1scurso Dentro de este marco semiótico de la mampulactón (el ha­cer-hacer el mover a la acc1ón med1ante el d1scurso. s1endo ya éste una acc1on en sí m1smo). nos sttúa de lleno en la serie de conclusiones que ahora nos ocupa los enunciados y las enunciaciones ong1nados dentro de las formaciones d1scurs1vas que hemos estud1ado constituyen Instrumentos de control (01jk 2000b. 40-50) que nos 1mponen. unas veces de manera explic1ta y otras Implícitamente. como debe­mos definir un suceso. una Situación, un producto comercial, una forma de er y de estar. una guerra. un concepto, etc Si esta tesis de Teun A. van D1kj es aplicable a cualquier t1po de d1scurso, lo especifico de los actos de lenguaje estudiados por nosotros presentan la peculiaridad de que los instrumentos de control emanan ¡us· lamente de la cns1s de la significación.

En esta linea, cabe advertir que cualquiera de las formaciones ideológicas o dis­cursivas que hayamos de manejar en nuestras Investigaciones pone en evidencia el hecho sociolingüístico de la desigual distribución social de los stgmficados. puesto que no todos los sujetos de una determinada comun1dad de hablantes gozan de las mismas posibilidades ya no sólo de crear sigmficados o de interpretarlos. sino mu­cho menos de distribuirlos para convertirlos en enunc1ados hegemónicos

La peculiaridad de esta perversión se encuentra en el hecho, paradó¡tco una vez mas, de que los destinatarios de tal hegemonía, siendo en realidad súbditos de la misma, en particular SI se comportan o son considerados como audiencia de masas, reciben la manipulación semiótica como algo que pertenece a la esfera de <<lo natural>> (a la esfera de «aquello que es debidO>>): que piensen otros, nos basta con aplaudir a los líderes o a los famosos, as! es el sistema y conviene adherirse a los mensajes que éste produce.

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