INFORME A
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA
FAC. DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES
(INFORME ANUAL. SeCyT 1993 Beca de Doctorado)
Lic. Gustavo A. Agüero
"Aspectos históricos y metodológicos de la Semántica de los lenguajes naturales"
Dirección: Dr. Alberto Moreno
INDICE GENERAL
(Primera parte) . La semántica y la investigación científica actual ........ 3
I. La discusión filosófica ............................................ 3
II. La discusión metodológica .................................. 10
II.a.) Semántica y Semiótica ..............................13
II.b.) Semántica y Lingüística ........................... 17
II.c.) Semántica y Filosofía ................................ 20
(Segunda Parte) La historia de las cuestiones semánticas ....................... 23
I. La génesis de las discusiones semánticas ........... 23
(Tercera Parte)La teoría clásica del significado ....................................... 32
I. Las teorías intensionalistas del significado ........ 32
(Cuarta Parte)Conclusiones ....................................................................... 38
I. ¿Qué es lo misterioso en la semántica? ............... 38
Bibliografía ........................................................................... 41
2
(PARTE PRIMERA)
LA SEMÁNTICA Y LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ACTUAL
I. La discusión filosófica
A los fines de una introducción al tema que nos ocupará en esta
investigación pretendo en este punto comenzar con algunas considera-
ciones generales que nos ayuden a situarnos tanto en el contexto de
análisis como en el ámbito de discusión propios de la semántica.
Posteriormente intentaré, en base a lo examinado, hacer un
diagnóstico de la situación en que se encuentra actualmente la investi-
gación en semántica. Las cuestiones que pretendo tratar en esta primera
parte se relacionan específicamente con algunos temas que han sido
objeto de acentuadas controversias entre los filósofos del lenguaje desde
los orígenes mismos de la disciplina. Muchas de estas cuestiones
involucran no solo a los aspectos metodológicos, sino que también se está
discutiendo la posibilidad misma de justificar la existencia de esta rama
del estudio del lenguaje.
3
La aceptación de la semántica como una disciplina independiente e
irreductible no es precisamente, un punto que pueda reconocerse por su
consenso; situación esta que se presenta aún en la actualidad al menos
en el contexto de la filosofía, que es el propio lugar de origen de esta
disciplina. Por tal motivo considero apropiado caracterizar a la semántica
como una disciplina que ha tenido y tiene lo que llamo una «existencia
conflictiva» tanto desde el punto de vista filosófico como desde el
metodológico.
Sin lugar a dudas la cuestión más importante que se plantea desde
el punto de vista filosófico acerca de la semántica, está referido a sus
reales posibilidades como estudio lingüístico independiente. Para
presentar este punto consideraré lo que a mi juicio constituye uno de las
más interesantes e imaginativas elaboraciones de la filosofía de la última
década, me refiero al famoso experimento de pensamiento propuesto por
J.R. Searle conocido como la «Sala China»: "Supongamos que estoy ence-
rrado en un cuarto y que se me entrega un gran cartapacio de escritos en
chino. Supongamos luego que yo no conozco el chino, escrito ni hablado, y
ni siquiera me creo capaz de reconocer la escritura china como tal, o sea
diferenciarla de, digamos, la japonesa, o los garabatos sin sentido. Para
mí la escritura china no es más que una serie de garabatos sin sentido.
Supongamos ahora que después de estos manojos escritos en chino
me entregan un segundo pliego de material escrito en chino, con una
serie de reglas escritas en inglés que correlacionan la primera serie con la
segunda, de modo que las comprendo tan bien como cualquier hablante
nativo de ese idioma. Me permiten correlacionar una serie de símbolos
4
formales con otra serie de símbolos formales, y todo lo que significa
«formal» aquí es que puedo identificar los símbolos enteramente por sus
formas.
Supongamos, además, que me entregan una tercera serie de
símbolos chinos con las mismas instrucciones -otra vez en inglés- que me
permiten correlacionar elementos de esta tercera serie con las primeras
dos, y estas me indican cómo devolver ciertos símbolos chinos, mediante
ciertos tipos de formas, en respuesta a ciertos tipos de formas que me
fueron dadas en la tercera serie.
Sin saberlo yo, quienes me entregan todos estos símbolos llaman a
la primera serie «guión», a la segunda, «historia» y a la tercera,
«preguntas»; así mismo llaman a los símbolos que les devuelvo en
respuesta a la tercera serie «respuesta a las preguntas». Supongamos
que al cabo de un tiempo adquiero tanta destreza en seguir las
instrucciones para manejar los símbolos chinos [...] que desde el punto de
vista externo -es decir, desde el punto de vista de alguien fuera del
cuarto donde estoy encerrado- mis respuestas a las preguntas son
absolutamente indistinguibles de las de otros hablantes nativos del
idioma chino; [...sin embargo...] obtengo las respuestas de la manipula-
ción de símbolos formales que no interpreto".1
1 ?. J. Searle presenta este caso imaginario con los fines de argumentar en contra del programa de la Inteligencia Artificial (en sentido fuerte), mostrando que las computadoras, de hecho no pueden manipular en sus programas símbolos interpretados; es decir, sus símbolos no tienen propiedades semánticas, sino solo formales o sintácticas. La cita pertenece a Mentes, cerebros y programas, en El ojo de la Mente, comp. por D.R. Hofstadter y D.C. Dennett. Ed. Sudamericana, Bs.As. 1983.
5
La cuestión que se plantea aquí es la siguiente: ¿es la manipulación
formal o sintáctica de símbolos suficiente para dar cuenta funciones tales
como el uso y entendimiento del lenguaje natural?. Da toda la impresión
que estamos justificados al decir, con Searle, que la mera manipulación
de símbolos no es suficiente para explicar algunas funciones básicas del
lenguaje; es decir, no podríamos hablar ni comprender un lenguaje cuyos
símbolos no interpretamos.
La cuestión que subyace particularmente en el pensamiento de
quienes se muestran escépticos hacia las posibilidades de supervivencia
de la semántica es que ésta puede reducirse a la sintaxis en términos de
funciones, es decir que la sintaxis podría encargarse de hacer todo el
trabajo interpretativo.
Precisamente algunos de los más recientes argumentos en este
sentido provienen de autores que, al parecer adhieren a una u otra forma
de funcionalismo o modelo computacional de la mente; estas versiones
parecen proponer un modelo de lenguaje sin semántica, no están
proponiendo una teoría lingüística que carezca de recursos
interpretativos. Sin embargo se presenta aquí una cuestión respecto a lo
que puede entenderse como sintaxis y a lo que puede considerarse del
ámbito de la semántica; los puntos de vista expuestos por filósofos como
S. Schiffer2 y S. Stich3 parecen alejarse del concepto tradicional de
sintaxis, extendiendo su aplicación más allá de la caracterización de las
2 ? . Schiffer, S. Remnants of Meaning; MIT.Press, 1987.
3 ? . Stich, S. From folk psicology to cognitive Science: the case againt believe. MIT Press. !984.
6
formaciones correctas de un lenguaje. Si se habla de las funciones que
haya que asignar a los componentes de un lenguaje, no hay que olvidar
que existe una diferencia importante particularmente respecto del
componente sintáctico, entre lo que sea la sintaxis lógica y lo que se
considere como sintaxis gramatical;4 la una y la otra contrastan con la
concepción de la semántica que considera a las expresiones asociadas
con sus referencias y sus condiciones de verdad, a pesar de eso no se
puede inferir de aquí que la sintaxis lógica no trate en absoluto acerca del
significado; en este punto el uso restringido de semántica puede ser mal
interpretado.5
Lo que se trata de caracterizar en nuestro caso particular son los
4 ?. Higginbotham, J. (op.cit.). Este mismo autor comenta que históricamente la semántica, como un aspecto distintivo del lenguaje nació de las investigaciones de K. Gödel y A. Tarski, e hizo su aparición filosófica en Introduction to Semantics, la obra de R. Carnap publicada en 1942, y tuvo su aplicación inmediata en la caracterización de la noción de consecuencia lógica.
5 ? . A lo largo de este trabajo será frecuente encontrar a términos como sintaxis y semántica usados en dos sentidos: uno propio y otro impropio; el sentido propio en que se usarán estos términos es el que alude específicamente a los componentes o categorías de análisis del lenguaje, ( así por ejemplo, componente sintáctico, función semántica, etc., son expresiones que tienen este sentido). Por otra parte, el sentido impropio de los términos es el que se usará haciendo alusión a una disci-plina o rama de estudio del lenguaje, (en este sentido se hablará por ejemplo del objeto de la sintaxis o de la investigación semántica); en muchos casos la aclaración explícita será innecesaria puesto que tal función será cubierta por el contexto de aparición. A lo largo de este trabajo será frecuente encontrar a términos como sintaxis y semántica usados en dos sentidos: uno propio y otro impropio; el sentido propio en que se usarán estos términos es el que alude específicamente a los componentes o categorías de análisis del lenguaje, ( así por ejemplo, componente sintáctico, función semántica, etc., son expresiones que tienen este sentido). Por otra parte, el sentido impropio de los términos es el que se usará haciendo alusión a una disciplina o rama de estudio del lenguaje, (en este sentido se hablará por ejemplo del objeto de la sintaxis o de la investigación semántica); en muchos casos la aclaración explícita será innecesaria puesto que tal función será cubierta por el contexto de aparición.
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límites o los alcances de la sintaxis gramatical, puesto que estamos
considerando la aplicación de esta noción a los lenguajes naturales, pero
los resultados obtenidos en el estudio de los lenguajes formales pueden,
aunque con ciertas reservas, ser aplicadas en algunos casos. El tema que
se plantea aquí es el siguiente: ¿puede seguirse de las limitaciones
observadas en la noción de sintaxis lógica, que dieron lugar al desarrollo
de la semántica, que tales limitaciones pueden mostrarse también con
relación a la noción gramatical de sintaxis?. La respuesta es difícil de
elaborar y acepta varias interpretaciones, según Higginbotham los límites
de la sintaxis gramatical en la explicación de la estructura de nuestro
lenguaje y las distribuciones de sus palabras, son más severos que los
límites a la sintaxis lógica señalados por Tarski;6 lo cual puede alentar una
respuesta en el sentido de considerar como necesario la presencia de
elementos de interpretación independientes de estructuras sintácticas.
Aunque la consideración de lo que sea el objeto de la semántica
varíe según se trate con los lenguajes formales de la lógica o con el
lenguaje natural, podemos sin embargo identificar a la semántica, con
aquellos componentes del lenguaje que desempeñen un rol interpretativo
del significado de las expresiones de ese lenguaje. Esta aclaración me
parece pertinente, puesto que lo que se pretende no es exigir la
presencia en toda teoría lingüística de un componente semántico, para
que éste y no otro desempeñe un determinado rol, sino que lo que se
exige es mas bien la presencia de algún componente, sea funcional o
estructural, que cumpla con el rol interpretativo; de hecho pueden
aceptarse modelos sintácticos menos restringidos, como el propuesto por
6 ? . Ibid.8
Schiffer, que parece contener ítems que pueden ser considerados
cumpliendo los roles interpretativos de nociones tales como verdadero, se
refiere, etc. De igual modo Stich, mediante lo que él llama la Teoría Sintá-
ctica de la Mente, argumenta que es la sintaxis de los estados internos lo
que hace efectiva e interpretada la conducta de un agente, es decir que
sus estados internos -tales como creencias y deseos- tienen contenido, y
para determinarlo no hay necesidad de la recurrir a un componente
semántico.7
Ahora bien, hemos visto que aquellas teorías lingüísticas en las que
se destaca la ausencia de elementos de análisis semántico no necesa-
riamente están proponiendo la ausencia de interpretación del significado
de las expresiones de ese lenguaje; por otra parte, los que proponen a la
semántica como una estudio de las propiedades representacionales o
interpretativas de un lenguaje están reclamando la instrumentación de
un estudio independiente de la sintaxis, con el objeto de remediar las
limitaciones interpretativas de esta.8 En el ámbito de la filosofía de la
mente esta necesidad de componentes de interpretación refleja un su-
puesto básico de los modelos intencionalistas, y no constituye un requisi-
to de menor importancia en las versiones funcionalistas de tales modelos.
Sin embargo, algunos propuestas, como la de Schiffer -que se
vincula de alguna manera con la teoría de la acción lingüística-, parecen
7 ? . Esto parece seguirse de la exposición que J. Higginbotham hace de la propuesta de Stich. Cfr. (op.cit).
8 ?. Sin embargo, al menos S. Stich coincide en que de la manipulación de símbolos no interpretados no podemos esperar obtener inter-pretación alguna de la conducta.
9
apoyar un esquema semántico particular: él considera que lo que puede
asociarse semánticamente a una oración es su potencial de emisión
(«saying potential»); es decir, aquellas cosas que pueden ser dichas
profiriendo tales oraciones en determinadas circunstancias; pero la
interpretación de dichas expresiones está determinada por lo que Schif-
fer llama roles de procedimiento («processing rol»).9
Higginbotham observa que la posición de Schiffer difiere claramente
de una teoría semántica standard en dos puntos fundamentales: primero,
la referencia para una semántica standard es un concepto que puede ser
aplicable tanto a las oraciones como a sus diferentes partes; y segundo,
la contribución que una expresión hace a través de su referencia es
aislable y puede ser identificada sin hacer alusión a una oración
particular; cualquier alternativa a la referencia que pudiera ser usado en
una teoría lingüística tendría que tener las propiedades de ser aplicable
en tanto a las oraciones como a sus partes, y ser aislable; pero hasta
donde se ve, parece que la teoría de Schiffer carece de la segunda
propiedad.10
En resumen, considero importante señalar que, en esta brevísima
9 ? . Cfr. J. Higginbotham, op.cit. La teoría de Schiffer no parece mantener el tradicional principio de composicionalidad al nivel de las emisiones potenciales, sino mas bien al nivel de los roles de proce-dimiento; en el sentido en que los roles de procedimientos de una expre-sión son una función de los roles de procedimiento de palabras y las estructuras sintácticas que tales expresiones posean.
10 ?. Las caracterizaciones que se han hecho respecto de las teorías de Schiffer y Stich, -en cuanto propuestas reductivistas de la semántica- me parecen, en general, correctas, tal como las expone Higginbotham, aunque dejo para una posterior y más amplia discusión el tema contenido en las críticas respecto de las propiedades que debiera tener una teoría semántica.
10
consideración de dos propuestas de interpretación del lenguaje que no
admiten la necesidad de un estudio semántico independiente del nivel
estructural de la sintaxis (como parece pretender Stich) y del nivel
pragmático de la emisión (como propone Schiffer), nos encontramos con
que la dimensión interpretativa es, en cualquier caso, aceptada y mante-
nida, si bien dicho rol puede ser asignado a componentes no semánticos.
Lo que se ha expuesto hasta aquí intenta mostrar la necesidad de un
componente que desempeñe el rol interpretativo del significado de los
símbolos de un lenguaje, tal como señalaba Searle mediante el
experimento de la Sala China. La importancia de esta función se basa en
la necesidad de dar cuenta de procesos básicos como la comprensión, la
referencia, y todos los aspectos que requiere la comunicación en general;
Searle había mostrado que se hacía imposible, para quién ocupara un
lugar en la sala china, comprender o comunicar la más mínima porción del
idioma chino y, hasta donde sabemos, en la actualidad, ninguna teoría del
lenguaje natural propuesta deja de aceptar la necesidad de tener de
algún componente que cumpla funciones interpretativas.
Sin dudas que algunos investigadores se pueden ver llevados a
proponer esquemas de trabajo alternativos al de la semántica impulsados
por la desconfianza acerca de los resultados que pueden obtenerse a
partir del desarrollo de este campo de investigación. Esta tal vez no sea
una desconfianza infundada si se tiene en cuenta, por ejemplo algunos
índices como el que esta disciplina no ha experimentado mayores progre-
sos prácticamente desde que le fue reconocida cierta autonomía como
estudio filosófico del lenguaje.11
11 ?. Como se dijo anteriormente, suele situarse el origen de la 11
Las existencia dentro del campo de la semántica de ciertos inconve-
nientes, tanto conceptuales como metodológicos, tales como la carencia
de criterios unificados respecto a los objetivos de la investigación, han
impedido por una parte, la formulación de una teoría semántica más
completa; pero por otra, han situado a estas investigaciones en una posi-
ción indefinida con respecto a su participación en disciplinas más
generales como la filosofía y la lingüística. Una situación como esta hace
surgir necesariamente, entre los investigadores de disciplinas afines a los
estudios semánticos, algunos serios interrogantes, entre ellas la que
indaga por el efectivo aporte que la semántica puede significar para el
conjunto de la investigación científica en disciplinas humanas en general
y para los estudios sobre el lenguaje natural en particular.
Este trabajo está dedicado, en parte a la identificación y el examen
de los factores fundamentales que han impedido el desarrollo normal de
la disciplina a la vez que apunta a lograr una mayor definición en el
aspecto conceptual y metodológico en la elaboración de una teoría
semántica. Para esto se pretende hacer primero una breve
caracterización del estado metodológico actual de la semántica, y luego
se intentará hacer una pequeña revisión histórica con la intención de
presentar un esquema de la evolución filosófica en el tratamiento de los
clásicos problemas semánticos; esta presentación puede dar la más clara
imagen de aquello en que ha consistido y consiste actualmente la labor
semántica, como así también la posibilidad de recorrer los caminos que
investigación alrededor de los años 30 y 40, en los trabajos de R. Carnap, A. Tarski y K. Gödel en lógica, y también se tiene en cuenta el trabajo contemporáneo del lingüísta.
12
han guiado a lo largo de los siglos su irregular desarrollo.
II. La discusión metodológica
Respecto al trabajo llevado a cabo por las investigaciones en
semántica no considero conveniente pretender una respuesta clásica y
definitiva que caracterice e identifique los rasgos comunes del conjunto
de tales investigaciones; por otra parte la dinámica del desarrollo cien-
tífico en el presente siglo ha llegado a un punto en el que se hace más
que difícil, sino imposible poder definir una disciplina particular exclusiva-
mente por su objeto, al estilo de los viejos tratados (i.e. "la semántica es
la disciplina que se ocupa de esto o aquello..." o bien "la semántica es la
ciencia que tiene por objeto tal o cual cosa..."); en particular conside-
rando a la investigación de manera aislada e independiente del conjunto
de las disciplinas científicas que se constituyen alrededor del mismo
proyecto; sin embargo, el análisis de algunos de los problemas más
atendidos en la disciplina servirán a los fines de dar una clara imagen del
trabajo realizado por los investigadores en materia semántica.
Por último, considero necesario hacer algunas aclaraciones con el
objeto de examinar rápidamente lo que a mi entender son clásicos errores
de interpretación con respecto al trabajo de la semántica, errores que
denotan la falta de comprensión tanto de sus métodos como de sus objeti-
vos. Sin lugar a dudas que muchas de las confusiones respecto al rol de la
13
semántica provienen del campo de la filosofía, en donde se ha distor-
sionado no sólo la visión de los objetivos sino que también se han
confundido sus posibilidades metodológicas con los de ciertas líneas
particulares de investigación. De esta manera, se ha creído con mucha
frecuencia que el objetivo la labor de la semántica consiste en reducir los
serios problemas acerca del mundo a banales cuestiones acerca de
lenguaje, convirtiendo toda la filosofía en un mera cuestión de palabras.
Quienes, desde diferentes posiciones, han insistido en esta
apresurada calificación de la investigación semántica, han creído por una
parte que el lenguaje y el mundo no tienen una relación a la que valga la
pena prestarle atención y por otra que el único fin del lenguaje es
simplemente cumplir con la descripción de los caracteres ontológicos del
mundo. Esta actitud respecto al análisis semántico coincide con la que ve
al lenguaje como una herramienta de relativa importancia y de la cual se
podría prescindir sin que esto afecte en lo más mínimo el paisaje
metafísico, puesto que este es independiente del lenguaje así como de las
teorías que intentan comprenderlo. No pretendo, al menos por el
momento, entrar en un debate acerca de la conveniencia de adoptar
alguna posición filosófica particular, intento solamente señalar la
necesidad de volver a considerar mas detenidamente la labor de la
investigación semántica, tanto en el contexto de la discusión filosófica
como también en otros campos en donde esta disciplina desempeña un
papel determinante.
En la evaluación metodológica de la semántica surgen algunos ya
clásicos interrogantes, tales como ¿en qué consiste el trabajo de la
14
semántica?, ¿hay una o varias semánticas?, ¿es la semántica parte de una
disciplina más general o depende de otras investigaciones?, ¿existe sólo
semántica para el lenguaje natural? y, ¿cuáles son los temas propios y los
métodos de la semántica?, entre otros.
Parte de las respuestas a estas cuestiones se pueden dar señalando
que la investigación en este campo se topa con ciertas temáticas o
problemas generales, que suelen identificarse en filosofía de acuerdo a la
tradición que se inicia con los planteamientos de los filósofos clásicos.
Estas cuestiones surgen, al intentar definir o explicar la relación entre el
lenguaje y el mundo, particularmente la relación entre un nombre y el
objeto nombrado; o bien al tratar de señalar las condiciones del mundo
que hacen que un enunciado sea considerado verdadero, etc; estos casos
suelen ser asumidos en la filosofía como los problemas generales que
atañen a la semántica o filosofía del lenguaje.
Por otra parte, existen en la discusión contemporánea temas que
suelen ser consideradas como casos particulares o desarrollos de las
temáticas clásicas de la filosofía, (o bien, derivaciones a partir de aque-
llas), el tratamiento de los cuales cubre la mayor parte de la literatura
filosófica en el presente siglo; entre esos temas se pueden encontrar a las
discusiones respecto al significado (o intensión) de un término, en las que
se plantean casos como, ¿es el significado un concepto en la mente del
intérprete?, y aquellas eternas disputas vinculadas a la sinonimia y a la
analiticidad.12
12 ?. La historia de la filosofía ha mostrado, respecto a las anteriores cuestiones variadas e innumerables respuestas; así por ejemplo, para Platón los significados son conceptos eternos e independientes de la mente, aunque pueden ser captados por esta; en la perspectiva contraria se encuentra Locke, para quien los significados son ideas en la
15
Si algo queda claro hasta aquí es que, tanto los interrogantes y las
situaciones irregulares se multiplican en la historia de la semántica y de
la filosofía del lenguaje; a este respecto es notable el hecho de que la
semántica se considere tema de estudio en disciplinas que difieren tanto
en sus métodos como en sus fines, tales como la lingüística, la filosofía y
la semiótica. Ante tal desconcierto surgen algunos interrogantes, tales
como: ¿es la semántica parte de la semiótica o es una investigación que
puede considerarse independiente de disciplinas más generales?, ¿son a
su vez éstas disciplinas más generales, -como la semiótica, la lingüística y
la filosofía- independientes o guardan entre ellas alguna relación?. Para
comenzar a aclarar algunas de estas cuestiones metodológicas respecto
de la investigación en semántica trataré de mostrar, sintéticamente, en
qué consiste el trabajo que desarrolla cada una de ellas, y en qué medida
puede considerarse a la semántica como una sola investigación, teniendo
en cuenta los objetivos y los métodos desarrollados por las diferentes
disciplina que tratan el tema.
II.a) Semántica y Semiótica
mente del hablante, a las cuales, las palabras se refieren. Existen también aquellas teorías que sostienen que el significado de un término no es otra cosa que aquella característica que se muestra en el uso que se hace del mismo; puede citarse también la respuesta conductista, según la cual, el significado es, en realidad un estímulo que provoca una respuesta verbal. Lo destacable es que ninguna de estas teorías, o de sus versiones ha sido definitivamente aceptada; más aun, ni los filósofos, ni los lingüistas se han puesto de acuerdo en apoyar una de estas propuestas antes que otra; esto hecho está, en parte caracte-rizando por sí mismo la situación en que se encuentra actualmente la teoría semántica del lenguaje natural.
16
El desarrollo de la Semiótica (o Semiología) puede rastrearse en la
Antigüedad y continuarse en la Edad Media y el Renacimiento; "hacia
fines del siglo XVII el famoso ensayo de John Locke, en su capítulo final
sobre la división tripartita de las ciencias, promovió este complejo
problema al nivel de la última de las «tres grandes provincias del mundo
intelectual» y propuso llamarla «semeintiké» o «Doctrina de los signos»,
de los cuales los más usuales son las palabras";13
El estudio de la naturaleza del los signos y de la diversidad de
sistemas que integran, entre los cuales se encuentra el lenguaje natural,
ha sido considerado objeto de estudio científico desde épocas remotas y
se ha acentuado fundamentalmente a partir de los escritos de Locke de
1694. Estudiosos como Jean Lambert, con su Neues Organon (1764), quien
se vio muy influido por las ideas de Locke, dedica su investigación «a la
indagación de la necesidad de la cognición simbólica en general y del
lenguaje en particular [...dado que esa cognición...] es para nosotros un
anexo indispensable del lenguaje»;14 quien parece establecer una
intrincada clasificación de los signos y anticipar el alcance semiótico de
los simulacra, al parecer, una temprana anticipación de los íconos de
Peirce.
El desarrollo del estudio semiótico o semiológico, en cuanto Teoría
General del Signo, se continua en los trabajos del polaco Joseph Marie
Hoene-Wronski, quien a principios del siglo XIX, escribe, entre otros
13 ?. Jacobson, R., "Ojeada al desarrollo de la semiología"; en El marco del lenguaje, F.C.E. 1988.
14 ?. Jakobson, R., op.cit.17
ensayos, Philosophie du langage, en donde examina la «facultad de
signación»; según Hoene-Wronski «esta signación es posible, ya sea para
la forma sensorial o para el contenido sensorial o inteligible de los objetos
de nuestro conocimiento, [...aunque...] la signación de los actos de
voluntad y de sentimiento [...parece...] imposible.15
Este terreno de los signos es recorrido también por el filósofo
checoslovaco Bernard Bolzano, quien es su Teoría de la ciencia (1837),
incluye un capítulo dedicado a la Semiótica, sin embargo su interés está
dirigido particularmente hacia los signos que sirven al pensamiento
lógico. Posteriormente otros grandes, y tal vez más famosos pensadores
como E. Husserl, que escribe sobre semiótica en 1890 y C.S. Peirce, quizás
el más notable de los semiólogos contemporáneos, que escribe a partir de
1863 diversos trabajos dedicados a la clasificación y a indagar sobre la
naturaleza de los signos; y desarrolla estudio semiológico advirtiendo la
necesidad de que tal investigación «debe extenderse a todo el conjunto
de la semiótica general» y no sólo limitarse al lenguaje.16 Sin lugar a
dudas, una de sus contribuciones más destacadas fue la de considerar, -
en su famosa clasificación de los signos en iconos, índices y símbolos- al
símbolo no como un objeto, a diferencia de las otras dos categorías, sino
como una regla-marco, que debe distinguirse claramente de su
funcionamiento en la forma de réplicas u ocurrencias; esta idea de regla
será retomada no solo por semiólogos posteriores como Ferdinand de
Saussure y Ernst Casirer, sino por toda la tradición lingüístico filosófica
que surge a mediados de este siglo.
15 ?. Idem.
16 ?. Idem. 18
La semiología o ciencia general de los signos queda, con estos
importantes desarrollos, definitivamente instaurada como investigación
autónoma, y tal como señaló E. Casirer, «la lingüística es parte de la
Semiología». Aunque suele asociarse al estudio de los signos con el
estudio del lenguaje natural mas que con otros sistemas de signos, los
desarrollos provenientes del campo de la lógica que apuntaron hacia los
lenguajes formales son también de gran importancia para la semiología;
así por ejemplo, en Introduction to Semantics, Rudolph Carnap nos dice
que «si en una investigación nos referimos únicamente a quien habla, o,
en términos más generales, a los usuarios del lenguaje, atribuimos la
investigación a la pragmática. [...] Si hacemos abstracción de los usuarios
del lenguaje y solo analizamos las expresiones y sus significaciones nos
encontramos en el dominio de la semántica. Y finalmente, si hacemos
abstracción de las significaciones para analizar de manera exclusiva las
relaciones entre las expresiones, entramos en la sintaxis. La totalidad de
la ciencia del lenguaje, que se compone de las tres partes mencionadas,
forma la semiótica».17
Por otra parte Charles Morris también había distinguido en Founda-
tions of Theory of Signs, las tres secciones de la semiótica; ¿qué relación
guarda esta clasificación o, en particular, esta consideración de la semán-
tica respecto de la que se había identificado en la lingüística?.
Como se señaló anteriormente los desarrollos de la semántica
tuvieron lugar y aplicación inmediata primeramente en el ámbito de la
lógica, al igual que la sintaxis, pero aquella fue dividida en dos partes:
17 ?. Citado en Apostel, L., Sintaxis, Semántica y Pragmá ti ca , en Lógica. comp. por J. Piaget. Ed. Paidós.
19
semántica extensional y semántica intensional; la primera establece las
relaciones entre expresiones y sus referentes, y trata de nociones tales
modelo, verdad y satisfacción. Por otra parte la semántica intensional se
aplica a nociones tales como significación, sinonimia, analiticidad,
necesidad, etc.18
Esta división de la semántica se mantiene aun hoy en filosofía bajo
las denominaciones de Teoría de la referencia y Teoría del significado,
aunque han tenido desarrollos muy diferentes; la semántica extensional
se ha desarrollado fundamentalmente a través de los trabajos de A.
Tarski, encontrando un gran campo de aplicación en la lógica, las
matemáticas y la semántica formal o teoría de modelos.
A diferencia del este interesante desarrollo de la corriente
extensionalista, la semántica intensional es la parte más cuestionada de
la filosofía, si bien pueden citarse entre los estudiosos que se esforzaron
en desarrollar esta parte de la semántica a filósofos como G. Frege, A.
Church y R. Carnap. Pero la discusión entre la semántica extensional e
intensional está lejos de cerrarse, situación agravada por el hecho de que
se han creado complicaciones en donde parecía haber suelo firme, lo cual
ha impulsado a algunos investigadores revisar las relaciones de la
semántica con la sintaxis por un lado, y con la pragmática por otro.
Sin embargo no todos los desarrollos en la semiótica tratan solo con
lenguajes formales, algunos autores prestan mayor atención al lenguaje
natural, tales son por ejemplo, aunque desde diferentes posiciones, los
casos de Ferdinand de Saussure y de Charles Peirce; según señala R.
Jakobson es precisamente este último quien intentó, en su System of
18 ?. Ibid.20
Logic, from the point of view of semiotic, mostrar que el concepto es un
signo y definir el signo y resolverlo en sus elementos últimos; para él, la
semiología suponía un tratamiento de las condiciones generales de que
los signos sean signos y a su juicio era un error dedicar la semiología a la
lengua, pero también excluir a la lengua de esta investigación. Su
programa era estudiar los rasgos particulares de la lengua en compara-
ción con otros sistemas de signos y definir entonces los rasgos comunes
que caracterizan a los signos en general.19
Sintetizando lo expuesto se puede decir que la variedad de teorías
semánticas presentadas desde Locke hasta nuestros días guarda
diferencias metodológicas y conceptuales significativas, a pesar de lo
cual, no considero que éstas representen para la semántica crisis de
identidad alguna; las diferencias que puedan encontrarse no parecen ser
suficientes como para que no pueda considerarse la unidad temática que
subyace en todas las propuestas. Por el contrario, considero que las
diferencias metodológicas y la variedad de tratamientos que pueden
encontrarse dentro de la semiótica, dependen de las necesidades y las
exigencias propias de los sistemas de signos particulares que son
estudiados, y en modo alguno es resultado diferencias relevantes
respecto del trabajo que debe realizar la semántica.
II.b.) Semántica y Lingüística
19 ?. Jacobson, R., "Algunas observaciones sobre Peirce", en El Marco del Lenguaje; versión castellana de T. Segovia. F.C.E., México, 1988.
21
Es sabido que la lingüística ha experimentado en este siglo una
importante revolución que afecta no solo a sus métodos de investigación
sino también a sus objetivos de trabajo; esta revolución fue llevada
adelante fundamentalmente por la obra de Noam Chomsky a fines de la
década del '50. Esta revolución significó el comienzo del fin para la hasta
entonces dominante tradición estructuralista, con lo que se ponía fin a
una forma de hacer y entender el trabajo lingüístico que pretendía
adoptar el modelo y el estilo de las ciencias de la naturaleza; pero la
cuestión es, ¿qué lugar ocupaba la semántica en este contexto?.
El siguiente párrafo de J.R. Searle muestra en qué consistía el
trabajo semántico de la lingüística clásica: "El objetivo de la teoría lin-
güística era el de dotar a la ciencia del lenguaje de un conjunto de
métodos rigurosos, un conjunto de procedimientos de descubrimiento que
podría utilizar para extraer del «corpus» los fonemas, morfemas, etc. En
esta empresa el estudio de los significados de las oraciones o de los usos
que de ellas hacen los hablantes de la lengua ocupaba un lugar reducido.
Se pensaba que los significados interpretados científicamente, eran
patrones de conducta determinados por el estímulo y la respuesta, eran,
hablando estrictamente, la materia de estudio de los psicólogos. De
manera alternativa se concebía que podían ser misteriosas entidades
mentales totalmente fuera del alcance de una ciencia sensata o, lo que es
peor, que podían involucrar un conocimiento total del mundo que le rodea
por parte del sujeto y que, en consecuencia, quedaban fuera del alcance
de un estudio restringido solamente a los hechos lingüísticos".20
20 ?. Searle, J.R., "La revolución chomskyana en lingüísti ca" ; en Sobre Noam Chomsky: Ensayos Críticos, comp. por G. Harman. Versión castellana de Violeta Demonte y Juán Carlos Moreno. Ed. Alianza;
22
Esta descripción de Searle no necesita comentarios, pues la
consideración de la semántica en el proyecto de la lingüística tradicional
sin dudas no poseía mayor relevancia confiándose este trabajo o bien a la
filosofía o bien a la psicología, ya que los métodos de la lingüística no
contemplaban ni la posibilidad ni la necesidad de dar cuenta de entidades
tales como el significado. La labor de la lingüística se vinculaba a otros
objetivos, fundamentalmente el de describir y clasificar los elementos
constituyentes de una determinada lengua, además de todas aquellas
pautas que pudieran mostrarse en la conducta lingüística de los hablan-
tes, claramente el significado no formaba parte de este corpus, como
señala Searle, el estudio del significado no interesa a las ciencias de la
conducta.
El trabajo de Chomsky dio a la semántica un lugar dentro de la
lingüística, un espacio para la consideración del significado, aunque como
es sabido, en la teoría de la gramática generativa, la semántica
representa el componente más débil. "Al construir un componente
semántico, el gramático intenta construir un conjunto de reglas que
proporcionan un modelo de la competencia semántica del hablante; esto
es de su conocimiento del significado de todas las expresiones
significativas de su lengua: "el modelo debe ser una réplica de la
comprensión que el hablante tiene de la ambigüedad, la sinonimia, el
sinsentido, la analiticidad, la autocontradicción, etc.".21
De este modo la investigación semántica resulta, entre los lingüistas
de corrientes generativistas, parte de un programa lingüístico que
Madrid, 1981.
21 ?. Searle, J. op.cit. 23
pretende constituirse en la herramienta más precisa para el estudio de
las operaciones de ciertas funciones de la mente. La reconstrucción y el
estudio del vínculo pensamiento-lenguaje permitiría, según afirman los
lingüistas, un acceso privilegiado a los dominios de la mente. Sin
embargo, la lingüística atraviesa en la investigación semántica una seria
crisis y el panorama que se percibe en este campo de estudio es poco
alentador tal como lo relata Jerrold Katz, uno de los discípulos de
Chomsky que más importancia le ha dado al desarrollo de la semántica
dentro del terreno de la lingüística, "la construcción teorética ha
avanzado considerablemente en las áreas de la sintaxis y la fonología y se
ha divulgado bastante, al menos en términos generales, como para que
los que no son especialistas se hayan formado una idea clara de estas
materias. En cuanto a la semántica, sin embargo, la situación es distinta:
la construcción teorética no ha avanzado tanto y existen muchas propues-
tas antagónicas concernientes al significado del significado. Chomsky ha
observado -en Estructuras Sintácticas-, «el término significado tiende a
emplearse como un cajón de sastre que incluye cualquier aspecto del
lenguaje del que sepamos muy poco». El problema es que existen dema-
siadas «teorías», todas ellas referidas a algo diferente y ninguna lo
suficientemente articulada como para poner en claro a qué aspecto del
lenguaje va dirigida. Así, en lugar de poseer una teoría semántica a la que
podamos recurrir para que nos esclarezca el tema, primero hemos de
buscar el esclarecimiento que nos permita lograr una teoría".22 Según
los especialistas la pregunta crucial a la que se ha pretendido responder
22 ?. Katz, J., La realidad subyacente del lenguaje y su valor filosófico. pág.81; Versión castellana de Conxita LLeó. Alianza Ed. 1975.
24
sin mayor éxito a lo largo de siglos de reflexión es ¿Qué es el significado?;
asunto al que la lingüística transformacional si bien, de modo muy
diferente a lo que habían considerado los "taxonomistas", no ha obtenido
mucho mejor resultado que sus predecesores. Por ejemplo Katz, sostiene
que el fracaso de las corrientes filosóficas y lingüísticas en sus intentos
por responder directamente a la pregunta por el significado es en gran
parte responsable de la interpretación errónea que se ha hecho de la
semántica; afirma que "esto le ha valido a la semántica la reputación
inmerecida de ser una disciplina irremisiblemente huera, en la que nada
puede establecerse con cierto grado de certeza. Pero no es la semántica,
sino ciertos enfoques de la semántica los que merecen esta mala reputa-
ción".23
II.c.) Semántica y Filosofía
La discusión de cuestiones semánticas en terreno de la filosofía
tiene ya una larga historia, y puede ser caracterizada como una larga
disputa, -que se continua hasta nuestros días- la cual tiene como
protagonistas básicamente a dos importantes corrientes antagónicas;
estas corrientes se construyeron sobre los conceptos tradicionales de
23 ?. I¨bid. pág.89. Katz considera que es imposible responder directa-mente a la pregunta por el significado además de conducir a filósofos y lingüistas a confusiones tales que parecen estar hablando de temas diferentes; a su entender lo más conveniente consiste en desmenuzar el planteo en temas menores en vez de hacer un abordaje franco de la cuestión; en consecuencia, -dice Katz- propongo adoptar un método que es el opuesto del que se ha seguido en el pasado: trataré de responder a la pregunta fundamental de la semántica sin tratar de responderla.
25
intensión y comprensión, los que identificaron a dos importantes tenden-
cias de la filosofía contemporánea: las teorías del significado y las teorías
de la referencia, nombres para las doctrinas intensionales y las extensio-
nales respectivamente.
Existen, sin embargo algunas diferencias entre el trabajo realizado
en la filosofía bajo el título de semántica y el que se ha realizado en la
lingüística; pero no solo en la lingüística estructuralista clásica, sino
también en las recientes líneas generativistas; esta diferencia básica-
mente consiste en que la filosofía del lenguaje no se ha ocupado -tal como
lo ha hecho la lingüística- de la teoría general del lenguaje, con lo que la
investigación semántica se torna, para la filosofía, un trabajo metodológi-
camente menos restringido que para la lingüística.
Sin embargo, las diferencias metodológicas entre la semántica
filosófica y la lingüística, no se vincula directamente con la forma o el
modo de entender en qué consiste la semántica, -tema sobre el cual
parece haber total unanimidad- sino que más bien, estas diferencias son
producto de las necesidades particulares que se derivaban de los
objetivos propios de cada investigación. Si bien la mayoría de las teorías
elaboradas por los filósofos del lenguaje no prestan atención a los
elementos de la estructura sintáctica ni fonológica, si se han vinculado en
muchos casos a la semántica con nociones pragmáticas, es decir, aquellas
que tienen que ver con la relación del lenguaje con el usuario.
Este modo de trabajo particular de las distintas disciplinas que se
ocupan de la semántica no representa ninguna diferencia importante
respecto al modo de entender los objetivos generales de la investigación;
26
intento decir que la semántica, tal como señalaron Carnap y Morris, es
una parte de la semiótica, en particular aquella que se ocupa de la
relación entre el signo y lo designado; ni la semántica filosófica ni la
lingüística tienen otros objetivos que este, más aún, tal como señalaba E.
Casirer, la lingüística -como estudio del lenguaje natural- es parte
integrante de la semiótica. En este sentido, tal vez la mayor contribución
de la filosofía a la investigación semántica haya sido la variedad de ideas,
enfoques y posibilidades que se ofrecieron a la ciencias del lenguaje.
Ahora bien, la situación de generalizado fracaso por parte de las
distintas disciplinas en la elaboración de una teoría semántica aceptable
es resumida por J. Searle, en el siguiente párrafo: "la mayor parte de las
teorías del significado presentadas en los siglos pasados, (...) son culpa-
bles de exactamente la misma falacia. La falacia puede expresarse en la
forma de un dilema para la teoría: o bien el análisis mismo del significado
contiene algunos elementos cruciales de la noción que va a analizarse, en
cuyo caso el análisis falla por circularidad; o el análisis reduce lo que va a
analizarse a elementos más simples que carecen de sus rasgos cruciales,
en cuyo caso el análisis falla por inadecuación".24
Los repetidos fracasos de las teorías semánticas, de los que habla
Searle, son producto de las limitaciones metodológicas en el trabajo tanto
de parte de los filósofos como de los lingüistas, a la vez que fallan los
intentos de obtener generalizaciones y postular regularidades en la
conducta semántica de los términos, tal como en el estudio de los
lenguajes formalizados; quizás la falta de agilidad conceptual de muchas
de las propuestas presentadas hasta ahora sea uno de los obstáculos más
24 ?. Searle, J., op.cit. pág.39.27
firmes en el desarrollo de la teoría semántica.
Según H. Putnam, "la semántica es una típica ciencia social, por lo
que el desaliño, la carencia de teorías y leyes precisas, la carencia de
rigor matemático, son todas ellas características de las ciencias sociales
de hoy. No ha de esperarse una teoría general y precisa que responda a
las preguntas: ¿porqué tienen las palabras las diferentes especies de
funciones que tienen? y ¿exactamente de qué manera la transmisión de
hechos medulares permite aprender el uso de una palabra? Hasta que no
se tenga un modelo preciso y general del usuario del lenguaje; y para ello
todavía falta mucho. [...] El primer paso es librarnos de las simplifica-
ciones que no impone la tradición y ver dónde radica el problema real".25
25 ?. Putnam, H., "¿Es posible la Semántica?"; Cuadernos de Crítica 21; versión castellana de Alejandro Tomasini. UNAM, México 1983.
28
(SEGUNDA PARTE)
LA HISTORIA DE LAS CUESTIONES SEMÁNTICAS
I. El origen de las discusiones semánticas
La discusión de problemas semánticos es una de las principales
fuentes de alimentación de la filosofía occidental, desde sus orígenes en
la antigua Grecia hasta la actualidad; se puede decir que este tema que
ha sido tan descuidado por los historiadores del pensamiento occidental,
es una de las cuestiones que presenta mayor grado de recurrencia entre
los filósofos de todas las épocas.26
Los problemas de origen semántico estuvieron presente ya entre los
filósofos griegos, aunque también hay que reconocer que desde un
comienzo estas cuestiones recibieron un tratamiento que era propio de
las temáticas metafísicas; tal vez esta sea una de las razones que llevó a
26 ?. Según Jakobson (1988) "la ciencia del lenguaje es una de las más viejas, tal vez incluso la más vieja rama del conocimiento sistemático, o, en concordancia con los reiterados proverbios escolásticos «la ciencia de la lengua es la primera por naturaleza y la fuente más antigua de todas las artes». Todo patrón de escritura, [...] es sí mismo una muestra de análisis lingüístico".
29
los historiadores a omitir la mención de las cuestiones semánticas en los
orígenes mismos de la filosofía de occidente.
Ahora bien, señalar el hecho de que esos problemas hayan sido
tratados en el ámbito de la metafísica no significa que hayan recibido un
tratamiento inadecuado, antes al contrario, es a la discusión sobre cues-
tiones ontológicas adonde conducen habitualmente los temas planteados
en el campo de la semántica; aunque tampoco sugiero con esto que todas
las discusiones metafísicas estén traten o hayan tratado siempre cuestio-
nes semánticas.
Simplemente lo que trato de decir es que la historia de los proble-
mas semánticos es tan antigua como la historia de la filosofía de occi-
dente, y que además gran parte de los temas metafísicos de la filosofía
pueden explicarse no sólo por el intento de determinar el ámbito de lo
real sino también por la necesidad de justificar o fundamentar la relación
entre un mundo cambiante y la permanencia de los nombres para
designarlo. En este sentido el hecho de que las cuestiones semánticas
hayan sido incluidas en el rubro de filosofía primera justifica decir que los
filósofos se ocuparon fundamentalmente de temas metafísicos, pero
oculta el hecho de que muchas cuestiones acerca del ser tienen una
motivación más razonable que las que aquellas que se presentan aun hoy
rozando el límite de lo incomunicable.
Así por ejemplo, toda la discusión filosófica acerca de los
"universales" puede ser explicada y entendida claramente si se hace
referencia a su trasfondo semántico; pero se torna uno de los incom-
prensibles "problemas metafísicos" de la filosofía si se lo trata de
30
entender como una discusión sin objetivos; es decir, como un debate que
surge al margen de todo contexto de teórico y que no pretende explicar
nada, sólo considerar la posible incorporación al ámbito del ser de estas
misteriosas entidades no-particulares.27
Las primeras noticias de preocupación acerca de problemas de
índole lingüística, y semántica en particular data del S.V a.C. y provienen
de la capital griega, lugar en donde un filósofo llamado Platón aseguraba
que todas las cosas que tenían un nombre en común deberían también
tener una propiedad en común, pues sólo así se puede explicar que
posean tal coincidencia nominal. Platón supuso que tales propiedades no
sólo se dan en las cosas particulares sino que existen inde-
pendientemente de ellas, más aun, son anteriores a todas las cosas y
constituyen los modelos o arquetipos de los particulares28; es sabido
además que para Platón el ámbito de lo real es el de las esencias (o
arquetipos) y no el de las cosas cambiantes, éstas son sólo imitación o
sombras de aquellas.
Ahora bien, ¿porqué Platón insiste en afirmar la existencia de estas
esencias o arquetipos de todas las cosas?; ¿porqué se compromete a
afirmar que estas esencias son independientes y anteriores a las cosas?;
no se podría entender este tema y responder a estas cuestiones si no
enfocáramos el problema semántico que hemos señalado anteriormente.
27 ?. Claro está que los universales podrán ser cualquier cosa pero nunca particulares; sin embargo, cuando tratamos de hablar acerca de ellos, tendremos que nombrarlos tal como a los particulares; más adelante trataré este tema con mayor detalle.
28 ?. Platón entendía que en el origen del mundo de los particulares, las cosas fueron creadas de acuerdo a los arquetipos o modelos universales.
31
Esto no se responde diciendo que se trata de un simple o enredado
problema metafísico tan común a la filosofía, es necesario darle un
sentido a esta especulación, y el sentido se encuentra en que con esta
teoría de las esencias Platón intenta dar respuesta a dos fundamentales
cuestiones: el problema del conocimiento y el problema del significado.
Veamos la cuestión que más nos interesa, el tema del significado; si
nos preguntamos por la idea de lo bueno o lo justo, es posible que
recurramos a tomar como ejemplos a varios casos particulares de cosas
buenas o hechos justos, sin embargo estas cosas no son buenas o justas
por sí mismas, sino porque tienen con la bondad o la justicia una cierta
relación de participación; el punto es el siguiente, es posible referirse a
cosas o casos particulares para ejemplificar propiedades como la bondad,
la belleza y la justicia, pero también sucede lo mismo cuando se trata de
considerar propiedades físicas (como la blancura o la dureza), o cualquier
otra clase de propiedad.
¿Cómo somos capaces de reconocer que algo es bueno, justo o
blanco, ¿tenemos ya en la mente las nociones de bondad, justicia y
blanco?, y a partir de aquí, ¿cómo es que nombramos las cosas, según
sean buenas, justas o blancas?; sólo teniendo ya las nociones apropiadas
de justicia, bondad y blancura podemos llegar a reconocer tales
propiedades en situaciones particulares. Pero las nociones o esencias no
son productos de la mente de alguien, sino que son propiedades objetivas
que existen por sí mismas y no necesitan estar en la mente de nadie;
tampoco pueden ser identificadas o confundidas con objetos particulares,
de manera tal que no pueden ser nombradas como cosas particulares,
32
todo intento de referirse a las esencias como si se tratara de entidades
las convierte en algo particular.
Estas características negativas sitúan a los elementos del mundo de
las esencias en una posición ontológicamente difícil de determinar;29 pero
más allá de esto, la importancia de la doctrina platónica para resolver
cuestiones relativas al conocimiento y al nombrar no puede ser descuida-
da. La fuerza con que Platón buscó justificar la atribución de nombres
comunes a las cosas aparece en su obra en primer plano y el problema
que representó el recurso de las propiedades lo comprometió con una
ontología que se asentaba sobre las esencias más que sobre los
particulares; pero toda la doctrina le daba a Platón las respuestas y las
soluciones a los problemas que representaba la relación lenguaje-mundo;
aunque este fuera considerado una versión más del problema
fundamental de la filosofía, a saber: el problema de lo uno y lo múltiple.
Junto con la doctrina platónica aparece en la antigua Grecia otro
importante trabajo llevado a cabo por Aristóteles, que intenta dar
respuesta al mismo problema: ¿porqué a muchas cosas diferentes les co-
rresponde un mismo nombre?, ¿pertenecen todas ellas a una misma
clase?, ¿cuál es la propiedad común por la que se agrupan bajo una misma
clase?. Platón intentó dar un fundamento o una justificación al acto
mismo de nombrar, diciendo que si a varias cosas les corresponde un
mismo nombre esto no será por una arbitrariedad lingüística, sino porque
29 ?. El tema del status ontológico de los universales ha generado entre los filósofos una discusión que llega hasta nuestros días; pero no sólo se ha continuado debatiendo el problema planteado por Platón, sino que en la época contemporánea, sino que algunos destacados filósofos como Bertrand Russell adhirieron a una versión de la doctrina de los universales muy similar a la que estamos presentando.
33
todas ellas deben tener definitivamente algo en común; de lo que se
trata es de averiguar en qué consiste esa propiedad o esencia que todos
los miembros de una clase poseen.
La respuesta de Platón, como vimos apelaba al recurso de las
esencias, o ideas, que no eran entidades particulares; su discípulo
Aristóteles intentó también dar alguna justificación del acto de nombrar
que explicara el fenómeno de las clasificaciones; para ello se mantuvo
dentro de la línea realista en la que ya había trabajado Platón, pero
introdujo algunas importantes variantes. En primer lugar evitó el recurso
al mundo platónico devolviendo a las cosas del entorno el status ontoló-
gico que habían perdido; en segundo lugar supuso que el lugar en donde
había que buscar aquella propiedad o esencia de las cosas era en las
cosas mismas; es decir que interpretó a las propiedades universales como
propiedades físicas, a las que se accede por la investigación naturalista y
no por el mero intelecto. Si agrupamos bajo una misma clase nominal -es
decir, bajo un mismo nombre- a todos los mamíferos, bajo otra a todas las
cosas blancas y bajo otra a todos los limones, es porque los miembros de
cada una estas clases tienen en común ciertas propiedades físicas que las
hace tener la apariencia que tienen.
Tanto la propuesta de Platón como la de Aristóteles han sido las dos
versiones mas definidas del realismo semántico en el ámbito de la
filosofía, a tal punto que han perdurado durante siglos 30; los intentos
posteriores de dar respuesta a estos problemas, intentos que se sitúan en
30 ?. En la actualidad son más aceptadas -entre los realistas- las versiones del modelo aristotélico, aunque como señale anteriormente el platonismo ha tenido en nuestra época la adhesión de algunos impor-tantes filósofos.
34
nuestros días, básicamente han continuado estas líneas de trabajo; lo
cual muestra a las claras la importancia de retomar el estudio de estos
temas clásicos de la filosofía; pues toda contribución o crítica a enfoques
realistas en semántica lo son a las filosofías platónicas o aristotélicas.
Los medievales harían su trabajo en base a los desarrollos que ya
hemos considerado, es decir que tratarían el tema según acepten el
universlia ante rem de la línea platónica o el universalia in rebus de
acuerdo al tratamiento aristotélico, intentando, en cualquier caso definir
el status ontológico de tales entidades abstractas; esto es, tratando de
determinar cuál es el tipo particular de existencia que les pertenece, lo
cuál instaura un tema propiamente ontológico en la filosofía; lo que hace
que el origen de lo que se conoce como la cuestión de los universales
fuera situado por los historiadores de la filosofía en el período medieval y
no en la antigüedad.31
Lo expuesto hasta aquí no debe inducir a pensar que los estudios
sobre el lenguaje en el período medieval se reducen a una mera
31 ?. Muchos de los autores que durante el período medieval tratan el tema de los universales hacen referencia al famoso texto de la Isagoge de Porfirio traducido por Boecio, en donde el filósofo neoplatónico dice: "Como es necesario, (...), para comprender la doctrina de las categorías de Aristóteles, saber lo que es el género, la diferencia, la especie, lo propio y el accidente, y como este conocimiento es útil para la definición y, en general, para todo lo que se refiere a la división y a la demostra-ción, cuya doctrina es muy provechosa, intentaré en un compendio y a modo de instrucción resumir lo que nuestros antecesores han dicho al respecto, absteniéndome de cuestiones demasiado profundas y aun deteniéndome poco en las más simples. No intentaré enunciar si los géneros y las especies existen por sí mismos o en la nuda inteligencia, ni, en el caso de subsistir, si son corporales o incorporales, ni si existen separados de los objetos sensibles o en estos objetos, formando parte de los mismos. Este problema es excesivo y requeriría indagaciones más amplias. Me limitaré a indicar lo más plausible que los antiguos y, sobre todo, los peripatéticos han dicho razonablemente en este punto y los anteriores". (Isagoge I, 1-16); el mismo Boecio se refiere y comenta este texto en sus comentarios a las Categorías de Aristóteles.
35
repetición de los temas desarrollados en la antigüedad, realidad se podría
afirmar -según Jakobson- que "a lo largo de toda la Edad Media el análisis
lingüístico fue el foco de una aguda atención de los estudiosos, y que en
especial los estudios de los llamados «modistae» y de sus precursores
alcanzaron en el período que va desde fines del siglo XII a principios del
siglo XIV un desarrollo vigoroso y diversificado".32
Así por ejemplo se pueden citar, entre los más destacados aportes
medievales a las investigaciones lingüísticas y particularmente
semánticas, las de Petrus Hispanus, quien lleva a cabo un importante
estudio sobre el significado de los términos, y considera a aquel como «la
representación del objeto mediante la voz según la convención»; en base
a este estudio desarrolla una clasificación gramatical de las partes del
discurso, y distingue adjetivos y sustantivos, diferenciándolos de la clase
verbal, según su significado, señalando por ejemplo que «el nombre es
una voz significativa convencional, sin tiempo».33
Otro aporte destacable es el que realiza en el siglo XIII Guillelmus de
Shyreswoode, con la distinción entre el sonido de la palabra y su significa-
do; según este autor, «algunos sonidos son voz y otros no son voz. [...]
Las voces se dividen del siguiente modo: unas son significativas y otras
no significativas. [...] La voz significativa tiene a veces un significado por
naturaleza y otras veces tiene un significado convencional. Por naturaleza
quiere decir que significa algo de manera natural, como el gemido de los
enfermos o cosas parecidas. Convencional quiere decir que recibe un
32 ?. Jakobson, R., Glosas sobre la visión medieval de la ciencia del lenguaje. pág.44 y subs. en El Marco del Lenguaje; Fondo de Cultura Económica; México 1988.
33 ?. Cfr. Jakobson, op.cit.36
significado según la institución humana»;34 distinción esta que anticipa,
de alguna manera, aquella que llevaría a cabo siglos después C.S. Peirce,
entre iconos, indicios y símbolos.
Particularmente en el campo de la gramática, los medievales
insistieron en la idea de una grammatica universalis; es decir, en la
búsqueda de regularidades y propiedades generales, empeño este que
fue el correlato del impulso que en la semántica llevó a los filósofos y
gramáticos medievales a la postulación de las nociones universales.
Junto con el análisis del discurso y de los significados prestaron una
gran atención a la llamada «palabra del espíritu», a la que Tomás de
Aquino calificó de «verbo mental», y que Occam sitúa en su clasificación
de los aspectos del término como el «concepto»; posteriormente definido
como «intentio» y como «proposición mental»; aunque estos desarrollos
serían luego olvidados por largo tiempo y recién revisados siglos después.
Pero sin lugar a dudas el problema de los universales recibió
durante el período medieval tal vez una de las mayores atenciones; pues
en parte debido a que el planteo tenía diversas implicancias, que alcanza-
ban a la lógica, y a la cuestión del concepto; a la teoría de la correspon-
dencia de la verdad; las cuestiones semánticas del significado, y el status
ontológico de los valores, entre otras, que derivaron en cuestiones tanto
éticas como científicas y teológicas.
De tal suerte el problema de los universales recibe durante la Edad
Media tratamientos del tipo realista a los que hemos caracterizado de
acuerdo se continué la versión platónica o la versión aristotélica como
universalia ante rem o universalia in rebus respectivamente; pero existe
34 ?. Idem.37
además otra importante línea de trabajo cuya influencia llega hasta nues-
tros días, se trata del nominalismo; posición filosófica que se opone
decididamente al realismo en cualquiera de sus versiones, afirmando que
las entidades universales no tienen ningún tipo de existencia, ni en las
cosas ni anterior a las cosas, sostiene a la vez que los universales son
simplemente nómina,(nombres), pero sólo los individuos particulares
tienen existencia real.35
Si bien se sitúa el origen de los planteos nominalistas en la Edad
Media, al parecer es posible encontrar rastros de el, entre algunos
filósofos escépticos de la antigüedad; aunque con posterioridad, (S. XIV),
se encuentra la mejor exposición que haya habido del nominalismo hasta
la época en la filosofía de Guillermo de Occam, a quién se atribuye el
célebre principio: entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (es
decir; no multiplicar los entes más de lo necesario); a partir de aquí se
podría decir que la historia de la filosofía -por lo que al problema de los
universales se refiere, y por ende a las cuestiones semánticas que involu-
cran la relación entre el signo y lo designado-, ha consistido en la
exposición, desarrollo, crítica o variante de las posiciones realistas o
nominalistas mencionadas.
A lo largo del siglo XII y hacia fines del siglo XIII se observan los
35 ?. Al parecer el primero que expuso la doctrina nominalistas en el período medieval fue Roscelino de Compiègne (S. XI), del cual no se conservan escritos completos pero existen referencias hechas por sus críticos, (entre ellos, su discípulo Pedro Abelardo y San Anselmo). Según los historiadores las tesis de Roscelino aparecen en una serie de proposiciones, entre las que figuran: un universal no es una entidad real, sino flatus vocis; un color no es algo distinto del cuerpo coloreado; la sabiduría de un hombre no es algo distinto de su alma; hombres distintos no pueden ser un hombre en especie; si algo es un hombre es un particular; nada consiste de partes.
38
primeros intentos de emancipación de los estudios lingüísticos de las
demás disciplinas con que hasta ese momento estaba vinculada; "la
primera etapa fue una progresiva separación de la gramática respecto de
la lógica, cuyo tema fue declarado no pertinente para la ciencia del
lenguaje. Los avances iniciales hacia semejante bifurcación fueron
realizados en el siglo XII por Hugo de Sancto Victore y consolidado por los
«modistae» de principios del siglo XIII".36
Los logros medievales en las diversas áreas del lenguaje no dejan de
asombrar a los investigadores contemporáneos, quienes aseguran que no
existe, en la actualidad, una superación efectiva de tales desarrollos; así
se manifiesta por ejemplo Peirce, quién asegura que nada puede ser más
claro que la tesis del Metalogicon II de Johannes de Salisbury, según la
cual «una cosa es lo que significan los apelativos y otra cosa es lo que
nombran. Se nombran cosas singulares, pero se indican las universales».37
Con igual admiración se manifiesta Jacobson, quien asegura que "cuanto
más uno se sumerge en los escritos de los lingüistas medievales, mayor
es la impresión de una habilidad insuperada en las arduas tareas de la
teoría semántica".38
En la época Moderna, vuelven a florecer algunos intentos de
desarrollar una grammatica universalis, particularmente en Leibniz y se
realizaron algunos esfuerzos tendientes a incorporar los brillantes
desarrollos matemáticos a la ciencia del lenguaje. Con respecto al tema
semántico de los universales, los filósofos mantuvieron diferentes
36 ?. Jakobson, R., op.cit.
37 ?. Citado en Jakobson, op.cit.
38 ?. Ibib.39
posiciones, de tal manera que no se puede caracterizar a este período por
el predominio de alguna de estas corrientes tradicionales sobre otra; pues
como se dijo anteriormente, las combinaciones y las variantes de las doc-
trinas mencionadas no faltaron en ninguna época de la historia, y la
modernidad no fue la excepción. A diferencia de este panorama, la época
contemporánea muestra, sobre todo a partir del presente siglo, un fuerte
predominio hacia corrientes cercanas al nominalismo, tanto por parte de
los filósofos como de los científicos; lo cual no significa que las doctrinas
de tipo realista hayan perdido algún peso, más aun, se podría decir que
las líneas afines al realismo han resurgido con nuevos impulsos a partir
de la segunda mitad de siglo, debido en parte al trabajo de algunos
importantes filósofos.39
Efectivamente muchas de las viejas discusiones y de los viejos
problemas vuelven a aparecer en la filosofía de fines del presente siglo, y
algunas corrientes o doctrinas que se creían definitivamente olvidadas
vuelven a ser presentarse en el escenario del debate filosófico. En la
próxima sección de este trabajo analizaré con mayor detenimiento
algunas de estas posiciones o disputas semánticas o filosófico-semánticas
que se tornan constantes a través de la historia, y que constituyen puntos
de referencia indispensables para el análisis histórico de los problemas
tradicionales de la filosofía.
(TERCERA PARTE)
39 ?. Particularmente autores como S. Kripke y H. Putnam dieron un nuevo empuje a la discusión sobre posiciones realistas retomando la vieja cuestión del esencialismo.
40
LA TEORIA CLASICA DEL SIGNIFICADO
Lo que intentaré en este punto es hacer un breve repaso de algunos
de los aportes más importantes que la filosofía ha hecho a la
investigación semántica del lenguaje; para esto pretendo, en primer lugar
efectuar una caracterización general de los desarrollos metodológicos
tradicionales en la disciplina 40. En particular, consideraré más
atentamente en esta primera parte de la investigación los enfoques
intensionalistas en semántica, y algunos aspectos de su desarrollo en el
presente siglo.
I. Las teorías intensionalistas del significado
Hablar acerca de los desarrollos de las semánticas intensionalistas
tal vez implique remontarse históricamente a la Edad Media, (sino a la
Antigüedad), según algunos autores allí podemos encontrar a los filósofos
que formularon las primeras teorías intensionalistas del significado. Estas
teorías se pueden caracterizar por varios aspectos, entre ellos por la
firme idea de que el significado cuenta como una entidad, abstracta o no,
que en definitiva es la que permite que los términos y las expresiones del
lenguaje puedan ser interpretadas por todos los miembros de una
40 ?. Me refiero a los trabajos que comienzan a aparecer a fines del siglo pasado, que se inscriben propiamente dentro del terreno de la semántica, y algunas otras importantes producciones que llegan hasta mediados de este siglo, las que se han constituido sin lugar a dudas en puntos de referencia obligados en el estudio del desarrollo de la discipli-na.
41
comunidad lingüística. Es sabido que las teorías intensionalistas clásicas
se caracterizaron además por sus edificaciones conceptuales, alrededor
de la dicotomía intensión/extensión;41
En base a esto los filósofos sostenían que la extensión de un
concepto está determinada por su intensión, esto es, dado el significado o
las notas características de un concepto, es posible averiguar cuales
elementos se incluyen en dicha clase. Las teorías que presentaré a
continuación son las que dieron formalmente origen a la discusión
semántica en la filosofía del lenguaje; estas teorías son las que
presentaron G. Frege, a comienzos de siglo y B. Russell algunos años
después. El valor de estas construcciones para el estudio de la semántica
es indiscutible, no solo porque la mayoría de los actuales desarrollos se
remiten o se vinculan conceptualmente a tales teorías, sino también
porque poseen un enorme valor didáctico, el cual radica en el hecho de
que esas construcciones ejemplifican el tipo de problemas al que una
teoría semántica debe dar respuesta.
Los aspectos más relevantes de la teorías presentadas por G. Frege42
y B. Russell43 se vinculan al tratamiento de ciertos problemas clásicos de
41 ?. Algunos consideran que en este caso tal vez sea más apropiado el uso del término comprensión en vez del más familiar intensión; este último es posterior y no responde a la misma etimología que el primero, sin embargo existen algunas discusiones respecto a si hay o no algún vínculo conceptual entre ellos; según algunos autores, prácticamente no existe ningún vínculo entre los conceptos ya que el clásico "intensio", si bien proviene del S. XIV, tenía distintas aplicaciones en la física y no en el estudio del lenguaje. Más allá de los orígenes del término consideraré el sentido de intensión tal como se lo ha usado en la filosofía contemporánea.
42 ?. La exposición general de la teoría de Frege aparece en el ya famoso artículo "Sobre el sentido y la denotación".
43 ?. La teoría está presentada en sus lineamientos generales en el 42
la filosofía, tales como las cuestiones ontológicas que W. Quine, acuñó
con el nombre de «la barba de Platón», puesto que para ella contamos con
la implacable «navaja de Occam»; veamos cómo resuelven esta y otras
cuestiones estas teorías.
El problema ontológico puede presentarse según Quine bajo el
siguiente interrogante: ¿Qué es lo que hay?; esta pregunta encierra
infinitas cuestiones y plantea innumerables dificultades vinculadas al
conocimiento, el lenguaje, la epistemología, etc., así por ejemplo: ¿existen
números?, ¿existen Columbo, Isidoro y Patoruzú?, ¿Puede hablarse
cuadrados redondos?, etc. La clásica «teoría de los objetos» propuesta
por Alexis von Meinong acepta una gran variedad de entidades, inclusive
objetos contradictorios, como los «cuadrados redondos»; Meinong agrega
también que los juicios son imposibles sino son acerca de algo, y que por
lo tanto juicios que contengan la expresión «el cuadrado redondo» tienen
que ser efectivamente acerca de tales entidades; pero lo más difícil de
aceptar en la teoría de Meinong es que si todo juicio es acerca de algo, los
juicios de no existencia tienen que ser, por ende, falsos; en la formulación
de Quine, el no ser de algún modo tiene que ser; de lo contrario, ¿qué es
lo que no es?44; tal como señala T.M. Simpson, "la existencia de entidades
correspondientes a los sujetos de cualquier afirmación y la de la falsedad
de todas las proposiciones existenciales negativas, son dos caras de un
mismo problema".
Es ya conocida dentro de filosofía la distinción a la que recurre
conocido artículo "Sobre la Denotación".
44 ?. Quine, W., "On what there is?"; en From a logical point of view. Cambridge, (Massachusetts), Harvard Univ. Press. 1953. citado por Tomás Moro Simpson.
43
Meinong para evitar este serio inconveniente; esta es la distinción entre
existencia y subsistencia; en base a esto Meinong argumenta que
aquellos sujetos de oraciones que parecen no referirse a nada existente,
en realidad se refieren a objetos que se encuentran en un nivel diferente
de la existencia: la subsistencia; de esta manera, Meinong, asegura que
«el rey de Argentina», «el cuadrado redondo», «los dioses homéricos»,
etc. son entidades subsistentes.
Meinong afirma que este tipo de problemas se presentan a menudo
porque en el lenguaje no distinguimos entre «existencia» y
«subsistencia». Ahora bien, tal vez las críticas más serias que haya
recibido esta teoría sean las que le adjudican la violación del principio de
no contradicción y la superpoblación ontológica. Ante tales
cuestionamientos, B. Russell propone una solución diferente a los mismos
problemas a los que Meinong había intentado dar respuesta; la propuesta
de Russell está basada en el análisis de las expresiones cotidianas del
lenguaje; su objetivo básicamente es hacer desaparecer al sujeto
gramatical de la oración, con lo que evitaría los inconvenientes
semánticos provocados por este; el análisis de Russell elimina el sujeto
gramatical pero lo reemplaza por un sujeto lógico.
¿Qué ventajas ofrece para una teoría del significado el reemplazo del
sujeto gramatical por un sujeto lógico? Básicamente esta estrategia le
permite a Russell, por una parte, negar que las descripciones y los
nombres propios, en sentido ordinario, sean equivalentes a los nombres
propios en sentido lógico. Los nombres propios ordinarios, -según Russell-
encubren descripciones, por tanto la primera etapa del análisis lingüístico
44
consiste en reemplazar los nombres por descripciones, y éstas a su vez
son reemplazadas por la expresión cuantificada, de esta manera se
eliminan los individuos, y aparecen en su lugar solamente las variables.
De esta manera las oraciones que contengan expresiones tales como «...el
rey de Argentina es tal y tal...», han de analizarse como sigue:
a) Existe al menos un individuo que es rey de la Argentina.
b) Existe a lo sumo un individuo que es rey de la Argentina.
c) Si alguien es rey de la Argentina entonces es tal y tal.
Con este análisis se desvanecen también problemas clásicos de la
filosofía del lenguaje, tales como la paradoja de la denotación, puesto que
en la doctrina de Russell, las oraciones hablan acerca de los significados
de sus términos integrantes, términos de los cuales se dice que denotan
sus significados; puesto que el objeto denotado por una descripción no
constituye el significado de ésta, y por lo tanto las oraciones en que
figura una descripción como elemento gramatical, no hablan acerca de
ese objeto, como lo revela el hecho de que la descripción sea eliminable.
Para señalar anticipadamente una limitación a esta estrategia, se puede
decir que esta sustitución no es aplicable de manera totalmente irres-
tricta, pues encuentra dificultades al toparse con oraciones que contienen
expresiones subordinadas
El lenguaje propuesto por Russell evita caer en las frecuentes
paradojas a las que conduce el lenguaje ordinario, y por constituir un
análisis correcto de las significaciones ocultas en el lenguaje natural,
ofrece una explicación del origen de la paradoja, que se halla en las
45
ilusiones creadas por la falta de adecuación entre la estructura gramatical
y el pensamiento.45
Junto a esta propuesta semántica intensionalista se halla la
presentada por G. Frege, la cual había ya planteado algunos de los
problemas que ataca años después Russell. Entre estos problemas se
halla la tradicional paradoja de la denotación, para evitar la cual Frege
propone una interesante distinción entre las expresiones que posean la
misma denotación. Para
esto recurre a la noción de sentido, el cual está dado por «el modo de
presentación del objeto»; así un nombre denota su denotación y expresa
un sentido, pero el sentido, de acuerdo al tradicional principio
intensionalista, determina la denotación o es un concepto de la
denotación.
De acuerdo a esta estrategia, un nombre puede poseer un sentido
aunque carezca de denotación, esto se comprende si tenemos en cuenta
que para Frege el sentido de una oración es aquello que captamos cuando
comprendemos la oración, o lo que dos oraciones de idiomas diferentes
tienen en común para que cada una de ellas sea una correcta traducción
de la otra; el sentido de una oración es una entidad abstracta, no
psicológica, a la que se da el nombre técnico de «proposición»;46 como se
aprecia, Frege, al igual que Russell, afirman la existencia objetiva de una
entidad abstracta llamada significado, que constituye el medio que
permite básicamente la comprensión y la comunicación del lenguaje
natural.
45 ?. Simpson, T., Formas lógicas, realidad y significado; Eudeba. 1975.
46 ?. Idem.46
En resumen, la teoría de Frege puede exponerse en los siguientes
puntos:
1) Si un constituyente de una oración es reemplazado por otro de
igual sentido, esto es, por una expresión sinónima, el sentido de la
oración no se altera; este el conocido principio de composicionalidad del
significado.
2) Si un constituyente de un oración es reemplazado por otro de
igual denotación, la denotación de la oración no se altera; este punto
formula el principio de composicionalidad de la denotación.
3) Si un constituyente de una oración no tiene denotación, entonces
la oración tampoco la tiene.
4) La denotación de un nombre es una función del sentido del
nombre: dado el sentido queda determinada la denotación, pero no a la
inversa, como lo prueba el hecho de que nombres con la misma
denotación pueden tener diferente sentido.
Si distinguimos entre denotación y sentido, entonces es posible que
una oración sea significativa a pesar de que el sujeto no denote, de modo
que la inexistencia del rey de Argentina es perfectamente compatible con
la significatividad de la oración. Sin embargo, aunque la carencia de
denotación es fácilmente comprensible cuando se trata de un nombre
como «Pegaso», quizá resulte difícil aceptar intuitivamente que una
oración no sea acerca de nada, y sin embargo tenga sentido, como se
desprende de la teoría de Frege.47
47 ?. Idem.47
(CUARTA PARTE)
CONCLUSIONES
I. ¿Qué es lo misterioso en la Semántica?
De lo que se ha presentado en este breve informe pueden derivarse
algunas reflexiones -más allá de las que conducen a la inmediata
detención del autor-, que se correspondan con los tres puntos aquí
desatendidos. El primer ítem, -un ítem epistemológico plantea el tema
crucial de la investigación, y el resto puede considerarse como un aporte
tendiente a mostrar el origen de la situación en que se encuentra la
disciplina- intenta situar el campo de trabajo en el contexto de disciplinas
48
emparentadas y de desarrollos paralelos que se habrían llevado a cabo en
esas disciplinas.
Por una parte se percibe el surgimiento de diversos grados de
escepticismo respecto de las posibilidades de la semántica, desde
aquellos que no observan progresos notables en la metodología, ni en las
propuestas teóricas, -aquí estaban ubicados hace tiempo, Searle, Putnam
y Katz, entre otros.48 Con un grado de escepticismo más alarmante
aparecen quienes -como Stich y Schiffer- han perdido su confianza en el
estudio de la semántica como tal y han puesto sus esperanzas en el
explosivo desarrollo de la sintaxis; esto es, en alguna variante de teoría
funcional.49 Sin embargo, se mantiene aun en este nivel de desconfianza
alguna vinculación con el tradicional proyecto de la semántica
denotacional, al menos en lo que hace a la búsqueda de elementos
estructurales que posibiliten la interpretación de las expresiones del
lenguaje que no logra la sintaxis por sí misma.
El estado de las adhesiones semánticas está claramente descrito por
Fodor (1987): "... es una apreciable ironía que mientras los filósofos del
lenguaje generalmente suponen que la semántica denotacional no puede
salvarse, y que por lo tanto debe apoyarse una teoría rol funcional, los
semánticos formales, habitualmente dan por supuesto que las teorías
denotacionales son las únicas opciones serias, y que el problema es
construir una que trabaje. Esta es la diferencia, supongo, entre hablar
48 ?. Tengo entendido que en los últimos años el escepticismo de, al menos, Searle (Crf. 1992) y Putnam (Crf. 1992) se ha visto fuertemente disminuido.
49 ?. En el caso de S. Schiffer, con un interesante complemento pragmático. (Cfr. su 1987).
49
acerca de semántica y hacer efectivamente algo".50
Este panorama conflictivo de la semántica, propio de la década del
70, parece haberse asentado en los últimos tiempos, lo cual no significa
que pueda vislumbrarse claramente una tendencia; si bien se han
mostrado algunos trabajos que se orientan hacia la introducción en
semántica de herramientas, metodológicas y conceptuales, diseñadas en
disciplinas formales; a la vez que se ven algunos interesantes
acercamientos entre filósofos y lingüistas alrededor de ciertas
problemáticas. También aparecen algunos desarrollos en otro campo de la
semiótica (no tratado en este informe) que pretenden vincularse
fuertemente con la semántica: la pragmática (con una tradición iniciada
por H.P. Grice y continuada por Searle, Stalnaker y otros, en el ámbito de
la filosofía).
Más allá de buscar una presentación temáticamente unificada, en
donde la semántica aparezca como un sólido bloque metodológico, nos ha
parecido importante dar una imagen, (fragmentada o no), de ciertas
problemáticas y de ciertos tratamientos que éstas han recibido, y del
grado en que tales cuestiones han logrado ser satisfechas.
Interpretamos esta diversidad de cuestiones, de métodos, y al
parecer, de objetivos particulares, que presenta el panorama de la
semántica como resultado del abandono del estilo tradicional de
investigación en esta disciplina; esto es: intentar formular una teoría
50 ?. Estas disputas se han reflejado también en ámbitos como el lingüístico, donde a comienzos del 70 se inicia la discusión entre los que entienden a la semántica como un componente generativo de la gramática (Lakoff y Mc Cawley, etc), y quienes, desde la llamada «teoría standard» conciben la semántica como un componente interpretativo de las estructuras profundas (Katz, Chomsky, Postal, etc.).
50
general que pueda dar razón de todos los fenómenos vinculados al
entendimiento y al uso del lenguaje por parte de los hablantes.
Este panorama atomizado que se presenta en la semántica de los
últimos años, no debe interpretarse como el abandono de todos los
intentos de dar respuesta a las cuestiones tradicionales, sino más bien,
como la búsqueda de metodologías y conceptos más apropiados para la
construcción de esquemas que puedan integrarse en una teoría
lingüística completa.
La continuidad de la investigación -se espera-, posibilite acceder a
ciertas pautas o elementos de juicio acerca de las condiciones mínimas
que debiera cumplir cualquier teoría semántica para el lenguaje natural.
Por lo que se ha visto acerca del estado del arte, las condiciones y los
requisitos para este proyecto, involucra muchas más complicaciones que
una simple teoría de la referencia o del significado, lo cual no sugiere que
se abandone el estudio de estas líneas de trabajo, sino por el contrario, lo
que parece sugerir el "fracaso" de las propuestas presentadas hasta
ahora, es que la formulación de una teoría semántica no es algo tan
sencillo como se creyó, o bien involucra muchas más cuestiones que las
que hasta no hace mucho tiempo se habían atendido.
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BIBLIOGRAFÍA
Apostel, L. Sintáxis, Semántica y Pragmática, en Lógica, comp. por J. Piaget. Ed. Piados. 1978. Frege, G. Sobre el sentido y la denotación, en Semántica Filosófica: problemas y discusiones. comp. por Tomás M. Simpson.
Higginbotham, J. Is Semantics Necessary? Proceedings of the Aristotelian Society, 1988.
Jakobson, R. El Marco del Lenguaje. FCE. 1988.
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Putnam, H. ¿Es posible la semántica? Cuadernos de Crítica 21. UNAM. 1983.
Russell, B. Sobre la Denotación, comp. en Lógica y Conocimiento. Ed. Paidós 1973.
Searle, J.R. Mentes, cerebros y programas; en El Ojo de la Mente, comp. por D. Dennett y D. Hofstadter. Ed. Sudamericana, Bs.As. 1983.
Putnam, H. La revolución chomskyana en lingüística, en Sobre Noam Chomsky: ensayos y críticas; comp. por G. Harman. Ed. Alianza, Madrid, 1987.
Schiffer, S. * Remnants of Meaning. MIT.Press. 1987.
Simpson, T.M. Formas Lógicas, Realidad y Significado. Ed. Eudeba 1975.
Stich, S. * From folk psichology to cognitive science: the case againts
52
believe. MIT.Press. 1983.
(*) Las referencias a estos textos es indirecta, se han tomado en cuenta las notas hechas por J. Higginbotham en el artículo mencionado.
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