INTERNACIONAL KOSOVO, “SECESIÓN” DE ERRORES

8
INTERNACIONAL KOSOVO, “SECESIÓN” DE ERRORES Javier Rupérez, Embajador de España Manifestantes serbios protestan ante la policía antidisturbios cerca de la nueva frontera de Podujevo en Kosovo (21 de febrero de 2008). La declaración unilateral de independencia de Kosovo es evidentemente contraria a la Constitución y a las leyes de Serbia, uno de los países miembros de las Naciones Unidas. Los Estados extranjeros que reconozcan dicha independencia no sólo habrán endosado una manifestación contraria a la ley doméstica y a la voluntad de un Estado miembro de las Naciones Unidas sino que, en consecuencia, habrán puesto gravemente en duda el respeto debido a ciertas normas básicas del Derecho Internacional. Esas violaciones del Derecho Internacional y sus consecuencias son, entre otras, las siguientes. FOTO: REUTERS / Cordon Press 27/02/08 Nº67

Transcript of INTERNACIONAL KOSOVO, “SECESIÓN” DE ERRORES

INTERNACIONAL

KOSOVO, “SECESIÓN” DE ERRORES

Javier Rupérez, Embajador de España

Manifestantes serbios protestan ante la policía antidisturbios cerca de la nueva frontera de Podujevo en Kosovo (21 de febrero de 2008).

La declaración unilateral de independencia de Kosovo es evidentemente contraria a la Constitución y a las leyes de Serbia, uno de los países miembros de las Naciones Unidas. Los Estados extranjeros que reconozcan dicha independencia no

sólo habrán endosado una manifestación contraria a la ley doméstica y a la voluntad de un Estado miembro de las Naciones Unidas sino que, en consecuencia, habrán

puesto gravemente en duda el respeto debido a ciertas normas básicas del Derecho Internacional. Esas violaciones del Derecho Internacional y sus consecuencias son,

entre otras, las siguientes.

FOTO

: R

EUTE

RS

/ C

ordo

n Pr

ess

27/02/08Nº67

[email protected]

2

1

La “Declaración sobre los principios de Derecho Internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformi-

dad con la Carta de las Naciones Unidas”, aprobada por la Asamblea General el 24 de octubre de 1970 (Resolución 2625/XXV), afirma en su Preámbulo que “todo intento de quebrantar parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad territorial de un Estado o país o su independencia política es incom-patible con los propósitos y principios de la Carta”. Y, bajo el texto del principio “de la igualdad de derechos y de la libre autodeterminación de los pueblos”, mantiene taxativamente que “todo Estado se abstendrá de cualquier acción dirigida al quebrantamiento parcial o total de la unidad nacional e integridad territorial de cualquier otro Estado o país”.

Bajo el principio que contempla “la igualdad soberana de los Estados”, la Declaración establece que “los Estados son iguales jurídicamente; cada Esta-do goza de los derechos inherentes a la plena soberanía; cada Estado tiene el deber de respetar la personalidad de los demás Estados; la integridad territo-rial y la independencia política del Estado son inviolables”.

“Acta de Helsinki: ‘Los Estados participantes consideran mutuamente como inviolables todas sus fronteras, así

como las fronteras de todos los Estados en Europa y en consecuencia se abstendrán ahora y en el futuro de alterar

dichas fronteras’”

2

El Acta Final de Helsinki, firmada en 1975 por los jefes de Estado y de Go-bierno de los Estados que habían participado en la Primera Sesión en la

Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE, hoy OSCE), afirma en el Primero de “los Principios que rigen las relaciones entre los Es-tados participantes” –el relativo a la “Igualdad soberana, respeto de los dere-chos inherentes a la soberanía”– que “los Estados participantes respetarán la igualdad soberana y la individualidad de cada uno de ellos, así como todos los derechos inherentes a su soberanía, incluyendo, en particular, el derecho de todo Estado a la igualdad jurídica, a la integridad territorial, y a la libertad y a la independencia política”.

Bajo el Tercero de los Principios –“Inviolabilidad de las fronteras”–, el Acta mantiene que “Los Estados participantes consideran mutuamente como in-violables todas sus fronteras, así como las fronteras de todos los Estados en Europa y en consecuencia se abstendrán ahora y en el futuro de alterar dichas fronteras”.

El Cuarto Principio –“Integridad territorial de los Estados”– ordena: “Los Estados participantes respetarán la integridad territorial de cada uno de los

[email protected]

3

Estados participantes. Por consiguiente, se abstendrán de toda acción incom-patible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas con-tra la integridad territorial, la independencia política o la unidad de cualquier Estado participante...”.

Y el Octavo Principio –“Igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos”– instruye: “Los Estados participantes respetarán la igualdad de de-rechos de los pueblos y su derecho a la libre determinación, obrando en todo momento de conformidad con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y con las normas pertinentes del Derecho Internacional, in-cluyendo las que se refieren a la integridad territorial de los Estados”.

“La Resolución 2625/XXV de la Asamblea General de las Naciones Unidas afirma en su preámbulo que ‘todo intento de quebrantar parcial o totalmente la unidad

nacional y la integridad territorial de un Estado o país o su independencia política es incompatible con los propósitos

y principios de la Carta’”

3

La intervención militar de la OTAN contra la Yugoslavia de Milosevic, entre marzo y junio de 1999, tenía como finalidad poner fin a la crisis humani-

taria desatada por la limpieza étnica conducida contra los albanokosovares. Los responsables políticos y militares de la intervención –llevada a cabo sin la autorización del Consejo de Seguridad– subrayaron enfáticamente y en di-versas ocasiones que la misma no tenía como finalidad la declaración de un Kosovo independiente. Es de presumir que en caso contrario varios de los países que participaron en las acciones militares –España entre ellos– no lo habrían hecho.

Cuando finaliza la acción bélica, el Consejo de Seguridad recupera su ca-pacidad de acción y el 10 de junio de 1999 aprueba la Resolución 1244, que establece un régimen de administración internacional sobre el territorio, y en-tre sus considerandos incluye uno en que se reafirma “la adhesión de todos los Estados miembros al principio de la soberanía e integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia y los demás Estados de la región, expre-sada en el Acta Final de Helsinki y en el Anexo 2”.

La Resolución establece como una de las responsabilidades de la presencia internacional civil la de “promover el establecimiento, hasta que se llegue a una solución definitiva, de una autonomía y un autogobierno sustanciales en Kosovo, teniendo en cuenta el Anexo 2 y los acuerdos de Rambouillet”. Tanto el Anexo 1 como el 2 de la Resolución se refieren en varias ocasiones a la necesidad de respetar “los principios de soberanía e integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia “dentro de la que habrá de configurarse la autonomía kosovar”. El Acuerdo de Rambouillet, de 23 de febrero de 1999,

[email protected]

4

sobre la “paz y el autogobierno en Kosovo”, fue propuesto por la OTAN para buscar un camino de arreglo pacífico que evitara la acción bélica. Ésta se des-encadenó al negarse los yugoslavos a su firma.

“La Resolución 1244, que establece un régimen de administración internacional sobre el territorio, reafirma ‘la adhesión de todos los Estados miembros al principio de la soberanía e integridad territorial de la República

Federativa de Yugoslavia y los demás Estados de la región, expresada en el Acta Final de Helsinki y en el Anexo 2’”

El Acuerdo, que luego recoge el Consejo de Seguridad, recuerda el compro-miso de la comunidad internacional con la soberanía y la integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia y el Artículo Primero de los princi-pios establece que las “comunidades nacionales (de Kosovo) no utilizarán sus derechos adicionales para poner en peligro… la soberanía y la integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia”. El Artículo Primero de la Constitución recogida en el Acuerdo enumera las competencias que Yugosla-via retiene sobre Kosovo, entre las que se encuentra la integridad territorial, el mercado común con la Federación, la política de defensa, monetaria, exterior, aduanas, impuestos federales, elecciones federales, etc.

4

Los Estados y las Organizaciones Internacionales que reconozcan la indepen-dencia de Kosovo contribuirán a fijar un terrible precedente internacional,

cual es el que la integridad territorial de un país miembro de las Naciones Uni-das puede ser alterada como consecuencia de manifestaciones unilaterales y minoritarias de una parte de la población, caprichosamente aceptadas por un cierto número de países y en contra de la voluntad claramente expresada del Gobierno que nacional e internacionalmente representa al país que sufre la partición impuesta –en este caso Serbia, el Estado heredero de la República Federativa de Yugoslavia–.

Las afirmaciones de los portavoces de la Unión Europea pretendiendo qui-tar a Kosovo el valor de precedente no tienen ninguna credibilidad y revelan las insuficiencias morales y políticas de la mal llamada política exterior y de seguridad de la Unión, a la postre instrumento al servicio de la voluntad de los más grandes.

5

Bien por el contrario, los que estiman que el precedente existe y les favorece ya se han apresurado a capitalizar los resultados del disparate. Rusia, en

primer lugar, que desde la desaparición de la URSS ha hecho todo lo posible para impedir la plena integridad territorial de Georgia –manteniendo los mo-vimientos secesionistas en las regiones de Abjasia y de Osetia del Sur– y de

[email protected]

5

Moldova –haciendo lo propio en la región de Transnistria–, encuentra ahora razones objetivas para continuar con esa política. A ellas añade ahora el apoyo a los secesionistas armenios en la región azerí de Nagorno Karabaj.

“Los Estados y las Organizaciones Internacionales que reconozcan la independencia de Kosovo contribuirán

a fijar un terrible precedente internacional, cual es el que la integridad territorial de un país miembro

de las Naciones Unidas puede ser alterada como consecuencia de manifestaciones unilaterales y

minoritarias de una parte de la población, caprichosamente aceptadas por un cierto número de países”

Pero el hecho de que Moscú apoyara a Belgrado en su plataforma anti-secesionista por razones muy propias –reafirmación de la influencia centro europea, paneslavismo, comunidad religiosa ortodoxa– no puede ser alegado para bendecir la secesión de Kosovo. Tampoco para ignorar que el precedente, mal que le pese a la Unión Europea, sí existe y los rusos, entre otros, están más que dispuestos a esconderse detrás de él en la persecución de sus pro-pios fines. ¿Quién y con qué argumentos puede ahora negar el derecho de las minorías prorrusas en Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria a reclamar la independencia? ¿No tendrá quizá Moscú la tentación de aprovechar también el precedente y agitar las aguas en las Repúblicas Bálticas y sus poblaciones ruso-parlantes? Ya lo ha hecho con menores pretextos.

“La independencia de Kosovo está llamada a producir una gigantesca involución en la historia de las sociedades

europeas, cuyo mejor acierto había estado en la construcción de sociedades multiétnicas,

laicas y tolerantes”

6

Los que estiman que el precedente existe y que les perjudica –España, Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia, Chipre– con razón han anunciado que no

reconocerán al Kosovo independiente, alegando la violación de la legalidad internacional que supone su existencia, pero mostrándose harto tímidos en la explicación de sus temores y convicciones. El carácter masivo de los reco-nocimientos, encabezados por el Reino Unido, siempre triste maestro de parti-ciones, y los Estados Unidos, por razones circunstanciales e incomprensibles, han reducido a un rincón al conjunto de los descontentos.

La solidaridad musulmana ha primado en la Conferencia Islámica ante la posibilidad de adquirir un nuevo miembro en el centro de Europa. Incluso Tur-quía, que tanto podría temer ante la creación de un Kurdistán independiente,

[email protected]

6

ha preferido plegarse a la ola. Si el corto círculo de los oficialmente desconten-tos –porque es evidente que son muchos más los que en este caso no osan decir su nombre– no mantiene firmeza en su rechazo, la legalidad internacio-nal, que perdió su virginidad hace ya algunos siglos, pasará a convertirse en una mercancía definitivamente averiada.

“¿Qué garantías tenemos de que en el futuro no se vuelva a producir la misma abdicación en el seguimiento de esos

principios ante los vascos nacionalistas que reclaman independencia, y los catalanes de la misma tendencia?”

7

Los que afirman que con la independencia de Kosovo se cierra el ciclo de violencia en los Balcanes pertenecen abiertamente al género de los inge-

nuos. A los serbios de Kosovo les faltará tiempo para pedir la reunificación del territorio que habitan con la madre patria serbia. Los serbios de Bosnia pue-den tener la misma tentación. Los croatas de Bosnia sentirán la llamada de Zagreb. Los albaneses de Montenegro y los de Macedonia reclamarán, bien su independencia, bien, con los kosovares y Tirana, la reunificación en el diseño nunca abandonado de la Gran Albania.

La independencia de Kosovo y la decisión de aquellos que la apoyan están llamadas a producir una gigantesca involución en la historia de las sociedades europeas, cuyo mejor acierto había estado en la construcción de sociedades multiétnicas, laicas y tolerantes. Todo lo contrario de lo que estamos contem-plando.

“Moratinos ha tenido la poco feliz ocurrencia de mezclar el anuncio de nuestra postura con un recuerdo crítico a la presencia de tropas españolas en Irak después

de la intervención militar”

8

La parte de la comunidad internacional que de manera tan contundente inter-vino militarmente para impedir que Milosevic despoblara Kosovo de albane-

ses no ha sido capaz de mantener los compromisos contraídos con ella misma y exigir de los beneficiarios de la intervención su acatamiento de los principios que rigen las relaciones domésticas e internacionales de los Estados.

¿Qué garantías tenemos de que en el futuro no se vuelva a producir la misma abdicación en el seguimiento de esos principios ante los vascos nacio-nalistas que reclaman independencia, y los catalanes de la misma tendencia, y los húngaros de Transilvana, en Rumanía, o en Voivodina, en Serbia, o los rusos en Letonia, o los turcos en Chipre o los sardos en Cerdeña, Italia, o los

[email protected]

7

corsos en Córcega, Francia, o los flamencos en Bélgica? ¿Quién en la Unión Europea tiene asignada la tarea de marcar los buenos o los malos preceden-tes y con qué garantías cuentan para que su autoridad sea respetada? ¿Quién es el último responsable de esta locura partenogénica dedicada a poblar Euro-pa de unidades estatales de más que dudosa viabilidad y cuya primera acción gubernamental consiste en mendigar de la comunidad internacional los me-dios de subsistencia de que carecen y de los que previsiblemente nunca serán capaces de dotarse por sí mismos?

“Ni Londres, ni París, ni Berlín han escuchado nuestras reclamaciones –en el caso de que se les hayan planteado en tiempo oportuno y con la insistencia que el tema merece– y

la ausencia de interlocución con Washington –en otros tiempos tan atento a escuchar nuestras cuitas y encontrar acomodo para nuestros intereses– explica que la decisión americana sea la peor que desde Madrid cupiera esperar”

9

En la hora veinticinco el Gobierno español ha encontrado y adoptado la pos-tura que corresponde a nuestros intereses y a nuestros principios. Es una

pena que no lo hubiera hecho antes, porque un temprano anuncio de nues-tras intenciones hubiera podido servir para que la opinión pública española comprobara si el Gobierno tenía algo que decir al respecto –en los ya largos meses en que se ha ido gestando el desafortunado desenlace pareciera como si el Ministerio de Asuntos Exteriores se hubiera puesto de perfil– y para que nuestros socios y aliados comprendieran que con España en este tema no se jugaba. Pero ni Londres, ni París, ni Berlín han escuchado nuestras reclamacio-nes –en el caso de que se les hayan planteado en tiempo oportuno y con la in-sistencia que el tema merece– y la ausencia de interlocución con Washington –en otros tiempos tan atento a escuchar nuestras cuitas y encontrar acomodo para nuestros intereses– explica que la decisión americana sea la peor que desde Madrid cupiera esperar.

“El Gobierno socialista español debería anunciar la retirada de Kosovo de las tropas españolas desplegadas

en el territorio, así como retirar del Estado ahora ilegalmente constituido cualquier ayuda que no sea

estrictamente humanitaria”

Y aunque siempre sea cierto el dicho de que es mejor tarde que nunca, Mi-guel Ángel Moratinos, el ministro español de Asuntos Exteriores, ha tenido la poco feliz ocurrencia de mezclar el anuncio de nuestra postura con un recuerdo crítico a la presencia de tropas españolas en Irak después de la intervención militar. Ha venido a decir que el Gobierno, en defensa siempre de la legalidad internacional, hace ahora lo que entonces hizo en defensa de esa legalidad

[email protected]

8

FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales no se identifi ca necesariamente con las opiniones expresadas en los textos que publica. © FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales y los autores. Depósito Legal: M-42391-2004

[email protected]

–implicando que tan ilegal es el reconocimiento del Kosovo independiente co-mo nuestra presencia entonces a orillas del Tigris–.

Aunque la licencia política sea comprensible en tiempo electoral, no debiera existir vacación para la precisión y el rigor. Las tropas españolas que se des-plazaron a Irak en 2003 lo hicieron al amparo y en respuesta a la Resolución 1483 adoptada por el Consejo de Seguridad el 22 de mayo de ese año. El pri-mer Artículo dispositivo de la Resolución hacía un llamamiento “a los Estados Miembros y las organizaciones interesadas para que ayuden al pueblo del Irak en la labor de reformar sus instituciones y reconstruir su país y contribuyan a que existan en el Irak condiciones de estabilidad y seguridad de conformidad con la presente resolución”.

El Gobierno socialista español estaba en su derecho de retirar las tropas, pero no de confundir con la legitimidad del título para su presencia. Y en vez de celebrar de nuevo la maniobra de la confusión, el Gobierno socialista español, en consonancia con su impecable juicio sobre la ilegalidad de la in-dependencia kosovar, debería anunciar la retirada de Kosovo de todos las tro-pas militares y efectivos policiales españoles desplegados en el territorio, así como la decisión de retirar del Estado ahora ilegalmente constituido cualquier ayuda que no sea estrictamente humanitaria. Porque eso, ayudar a un Estado fraudulento, sí que es ilegal.

“Si el 9 de marzo ganase Zapatero, ¿cuánto tardaría el Gobierno socialista español en reconocer la independencia

de Kosovo? Se admiten apuestas”

Claro que, conociendo a nuestros clásicos, cabe una duda radical de carác-ter metodológico: ¿habría anunciado el Gobierno socialista español su inten-ción de no reconocer la independencia de Kosovo si no estuvieran convocadas unas elecciones generales para el 9 de marzo de 2008? Y otra, para el caso de que Rodríguez Zapatero prolongue estancia en La Moncloa, ¿cuánto tarda-ría el Gobierno socialista español en reconocer la independencia de Kosovo? Se admiten apuestas.