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    BOLETlN DE ARQUEOLOGIA PUCP, VOL. 1, 1997, 7-54

    LA MUERTE EN EL ANTIGUO PERUContextos y conceptos funerarios: una introduccinPeter Kaulicke*

    ResumenComo introduccin al tema de la muerte y su relevancia en la historia del Antiguo Per, el autordiscute las fuentes (siglos XVI a XX), presenta una metodologa para anlisis e interpretacin y una snlesis delas evidencias y su significado. El tema de la muerte es de importancia crucial para la comprensin delAntiguo Per, pero los estudios no cuentan con una base de datos que sea apropiada ni se ha logradoelaborar un marco terico propio.

    AbstraetDEATH IN ANCIENT PERU. AN INTRODUCTION TO FUNERARY CONTEXTS AND CONCEPTS

    This paper is an introduction lo the subject of death and its relevance lo Ancient Peru 's hislory. Theauthor discusses the available information (from 16' to 20' cent.), and presents a methodology for analysisand interpretation followed by a synthesis of the evidence and their significan ce. The subject of death is ofulmost importance for the understanding ofAncient Peru, but aClual investigation does not work with a reliabledata base and has not been able 10 produce an appropiate Iheoretical framework.

    La confrontacin con la muerte provoca reacciones diversas, pero su presencia permanente y universal conlleva a la necesidad de reflexiones mas transcendentales. De este modo lamuerte individual se subordina a la muerte colectiva tal como la definicin de persona depende desu engranaje social. Por regla tambin la sociedad percibe la muerte como crisis que peligra suafn de perpetuacin ya que idealmente presume ser eterna . Precisamente por esta razn se prohibe la interpretacin de un fin definitivo, como oposicin o contradiccin de la vida, ltimamente como su negacin. La muerte, al contrario, se percibe como un estado de transicin, como otrafaceta de la vida en condiciones extra o suprasociales, las cuales no impiden el reestablecimientode relaciones con los sobrevivientes. En muchos casos este tipo de relacin se considera elemental para el funcionamiento de la sociedad y de su entorno, su mundo, y es por ello que elfuncionamiento de esta interaccin depende de un complejo aparato ritual que implica idealmente a toda la sociedad. Ello se expresa en secuencias rituales cclicas que no solamente se inicianantes de la muerte fsica y culminan con la colocacin final de los restos del individuo fallecido,sino se repiten constantemente durante un tiempo ms o menos largo para memorizar los muertosconvertidos en ancestros. Por tanto, la muerte forma parte esencial de la vida social, la determinaen buen grado y su memorizacin conlleva a un concepto de historia propia.

    Este aparato ritual requerido se expresa tambin materialmente tanto en la disposicin yel tratamiento del muerto en estructuras y lugares especficos como en una multitud de objetos yrepresentaciones relacionados con el tema que se utilizan en los rituales pertinentes. Estas evidencias materiales son particularmente importantes para la arqueologa ya que este tipo de contextos (entierros u contextos funerarios) suelen ser comn en el mundo entero. Dado su inicioentre los homnidos arcaicos, anteriores a nuestra especie y frecuentes en el Paleoltico Superior con la presencia del hombre moderno, prcticamente se convierten en una de las caractersticas bsicas de la condicin humana.

    *Ponlijicia Universidad Callicc del Per, Dpto. Humanidades, Apto. 1761, Lima 100. e-mai!: [email protected]

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    El mundo andino, tanto anterior a la invasin europea en el siglo XVI como despus,comparte evidentemente estas caractersticas bsicas. Queda igualmente evidente que nuestra visin del pasado prehispnico en buen grado est condicionada por objetos extrados de contextosfunerarios, si bien mayormente sin control cientfico; la buena conservacin de los restos nosprovee de un conjunto extraordinariamente variado incluyendo una amplia gama de restos orgnicos (tejidos, madera, etc.). Provienen de toda el rea centroandina con su alta diversificacinecolgica y abarcan el considerable lapso de tiempo de ms de 11 milenios. Como es de esperar,no existe una sntesis global de este material; en general la literatura pertinente es relativamenteescasa en informacin precisa. Por ello se tratar a continuacin tres aspectos; a) la documentacin a partir del siglo XVI i.e. la informacin sobre ritos funerarios, descripcin de entierros ysu contexto como conceptos de la muerte; b) el aspecto metodolgico y terico con el aparatoanaltico necesario para ordenar e interpretar esta documentacin y c) un esbozo de sntesisdiacrnica y sincrnica de contextos desde el Arcaico hasta el Incanato.

    Esta tarea es ambiciosa y limitaciones de espacio prohiben un tratamiento exhaustivo ocompleto, por lo cual el presente trabajo se concentra en enfocar consideraciones bsicas y enparticular en enfatizar la problemtica inherente tanto como las potencialidades del empleo deanlisis apropiados en vez de especulaciones infundadas o de la extrema confianza en analogasindiscriminadas sin la debida contrastacin con los datos arqueolgicos pertinentes.A. LAS FUENTESLos siglos XVI y XVII

    Por el hecho de no disponer de fuentes escritas directas o sea fuentes con anterioridad ala llegada de los europeos en el temprano siglo XVI, nuestra visin de una compleja cultura viva ydesconocida depende enteramente de la contempornea documentacin espaola y de la sensibilidad de sus autores frente a un mundo nuevo. La fascinacin que nos incita este hecho no corresponde al tipo de curiosidad del hombre renacentista quien se ve obligado a recurrir a comparaciones sea con su propia cultura sea con la del mundo mediterrneo de su tiempo o del pasado. Estascomparaciones tambin evalan, definen la alteridad como conjunto de desvos, de anormalidades cuya sola mencin puede herir las susceptibilidades del I ~ c t o r europeo, razn por la cual serecurre con frecuencia a omitir este tipo de informacin o se limita a resumirla sucintamente.

    Ante esta documentacin condicionada conviene un acercamiento cuidadoso en vez deaceptar aseveraciones pese a su reiteracin constante . El tema de la muerte entra en esta pticaprecisamente por el hecho que constitua un tema central tanto para el europeo como para lasociedad sometida. Cieza de Len, quien llega al Per poco despus de la Conquista, describe lasobservaciones de sus viajes en una de las primeras crnicas (1984 [1553]) que gozaba de granacogida en la Europa del siglo XVI ya que merece varias reediciones del original y su traduccinal italiano (cf. Porras 1986: 283-284). En el captulo LXIII (1984 [1553]: 196-198) detalla diferentes modos de enterramiento en costa y sierra ya que considera que junto con traje, idioma yotros rasgos constituyen las principales caractersticas tnicas. Pese a estas diferencias , sin embargo, percibe una especie de unidad de conceptos relativos a la muerte y al destino despus deella. Aranibar (1970), un buen conocedor de Cieza y de las fuentes tempranas, somete las fuentesa una crtica pormenorizada en relacin a la necropampa, un tema frecuentemente aludido, que,segn Aranibar, carece de una fundamentacin comprobada. Como otros autores, Cieza sintetizaal recurrir a testimonios de los Andes septentrionales para explicar conceptos del reacentroandina. Su uso del pretrito al referirse a costumbres pasadas no solamente indica quecarece de testimonios directos sino podra referirse a una interpretacin de lo hallado en lossaqueos sistemticos de contextos funerarios preincaicos de la costa . La sntesis sincrnica.por ende se entremezcla con la diacrnica y contribuye a un crisol que refleja una imagenuniforme que se debe a la simplificacin ms o menos consciente .

    Evidentemente el inters principal inicial se concentra en la capital del Tahuantinsuyu, elCuzco. Cronistas muy tempranos como Sancho de la Hoz (1968 [1534]: 331) y otros describen elculto de figuras y bultos de los soberanos muertos y la gran atencin que reciben. Estos bultos,aparentemente representaciones con cabello y uas del fallecido, se convierten rpidamente enmomias y stas en mallquis, un trmino usado mas tardamente en la Sierra Central (cf. Kaulicke

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    1998). Polo de Ondegardo y otros que contemplan un sistema desvanecido agregan a las formassintticas de Cieza, otra ms, la de una fusin social. El culto a los muertos incaicos se reconocepor los mismos rasgos de los cultos anlogos en las provincias, rasgos que facilitan el reconocimiento de los indgenas. La extirpacin de idolatra que recrudece notablemente a fines del sigloXVI se sirve de listas de estos rasgos en manuales para facilitar el reconocimiento del mal (cf.Duviols 1971, 1977, 1986; MacCormack 1991). Nuevamente surge la importancia de la veneracin de los cuerpos disecados que parecen multiplicarse ad infinitum. A ms de 100 aos despus de la invasin europea esta extirpacin llega a su punto culminante con una documentacinmuy detallada de una serie de procesos contra idlatras de la Sierra Central (Huertas 1981, Duviols1986, Doyle 1988, Gose 1995). Esta informacin rica en descripciones de ritos, mitos y conceptos en torno a la muerte enriquecen enormemente la comprensin de la ideologa de sociedadesserranas del Centro pero difcilmente sirven para explicar los ritos funerarios de la alta litecuzquea del siglo xv. Su veracidad adems se reduce debido a difamaciones y otro tipo de interspersonal tanto de los indgenas como de los interrogadores ante un clima de agresin y de clandestinidad.Esta agresin en aumento contra la ideologa de la sociedad sometida con el afn de

    controlarla mejor se nota igualmente en forma creciente en contra de los lugares de enterramiento. Desde sus primeras impresiones directas en Pachacamac y el Cuzco los espaoles comienzana creer en una fuente interminable de riquezas, bsicamente en oro, que se concentra en las tumbas de la lite. Sobre todo en la Costa Norte el saqueo constante llega a la formacin de compaas, una especie de minera organizada, alentadas por el gobierno, las cuales renen gananciasenormes pero tambin causan daos considerables en los sitios arqueolgicos (d. Zevallos 1994).A este panorama tan complejo se agrega otro punto que es la extrema escasez de documentacin grfica. No se dispone de ilustracin alguna de todas las riquezas de las queentusiastamente escriben los primeros cronistas, a la vez testigos oculares. Tampoco se ve lanecesidad de ilustrar las primeras piezas que llegan a Sevilla pese a su exhibicin pblica y laadmiracin que suscitan. Ninguna de estas piezas, principalmel)te de oro, se conserva al igual quelas miles saqueadas en entierros ya que todas se funden casi inmediatamente. Las dems carecende inters, se las queman o se destruyen por motivos de la extirpacin de idolatra. Las ilustraciones de la crnica mencionada de Cieza son de manos de un a/rtista europeo que europeza la informacin a falta de modelos ms apropiados y es uno de los primeros que crean una larga cadena deimgenes muy lejanas a la realidad andina. La Nueva Crnica de Guamn Poma de Ayala, compendio ricamente ilustrado y desconocido hasta 1908, se usa copiosamente desde su publicacinen 1936 (Guamn Poma 1936) como conveniente ilustracin del tiempo incaico que el autor noconoce personalmente. Una somera observacin de sus lminas referentes a entierros (GuamnPoma 1980 (1615] 1: 262,264, 266, 268, 70) incluyen los de los incas y hace dudar de su autenticidad (Fig. 1 a-f). En todas aparece un esqueleto en una cavidad oscura de un edificio de piedrao de un rbol (Antisuyu). El muerto, aparentemente momificado, est sentado delante del edificio, objeto de una veneracin por libacin o por una procesin de dolientes. Se trata por ende deesquemas intercambiables en espacio y tiempo. En cierta forma es una visualizacin del texto

    ms destinada a la distraccin que a servir de documentacin. Precisamente esta ausencia de documentacin grfica directa y la de la conservacin de objetos i.e. el desconocimiento casi totaldel aspecto fsico, de la cultura material, hace difcil su evaluacin, particularmente desde elpunto de vista arqueolgico.Un ltimo punto, tambin de importancia para la arqueologa, es el hecho de que casi todala informacin se centra en la sierra; la costa est claramente marginada, casi todo se refiere atiempos pasados an en los documentos del siglo XVI, pero evidentemente se explotaintensivamente con fines comerciales.

    Los siglos XVIII y XIXEl siglo XVIII inicia una renovada apreciacin del pasado prehispnico ya que llegan otroseuropeos, en particular franceses, que orientan su inters al estudio crtico y a la observacinprecisa del medioambiente y de otros elementos que incitan su curiosidad. Este espritu crticofrecuentemente se convierte en irona y burla; por otro lado lleva al afn de universalizar el conocimiento al formar enciclopedias, colecciones y museos.

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    a b

    e dFig. 2.a. Entierro Contisuyo, b. entierro Chinchaysuyo, c. entierro inca, d. entierro Collasuyo, e. entierro Antisuyo,f fiesta de difuntos (de Guamn Poma de Ayala 1980 [16151, 268 (293), 270 (295), 262 (287), 268 ( ~ 9 3 ) , 266(291) Y 268 (256).

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    e fUno de los primeros viajeros es Louis de Feuille que visita el Per entre 1709 y 1711.En 1713 publica su JournaL des observations physiques, plathmatiques et botaniques faitespour L'ordre du Roi sur Les cotes orientales de L'Amerique' MeridionaLe. Excava en 1I0 y envauna vasta coleccin de material arqueolgico a Francia (cL Bonavia y Ravines 1970: 7-8),Otro personaje que excava entre Tacna, Arica y Pisagua entre 1712 y 1714 es Franc;oisFrzier que publica en 1732 sus observaciones en ReLation du Voyage de La Mer du Sud auxCotes du Chily et du Prou, fait pendant les annes 1712,1713 & 1714 (cf, Buikstra 1995:129), Un tercero es Joseph Dombey, quien se encuentra en el Per entre 1778 y 1781. Excava enHuaura, Chancay y llega a Canta y Pasco. En 1779 realiza excavaciones en Pachacamac dondeadquiere un tejido que se mantiene, descrito por Jimenez de la Espada (1923 [1895]),Mientras tanto sigue, aunque reducida, la huaquera por un lado (cf, Zevallos 1994) y los

    procesos de extirpacin de idolatra por otro (cf. Saloman 1986) tanto como la erudicinteologizante como v. g. Jos Eusebio de Llano Zapata, quien escribe sus Memorias histrico-fisicoapologticas de La Amrica MeridionaL (Lima 1904) (cf. Bonavia y Ravines 1970: 23-41).En su Relacin Descriptiva de la Ciudad y Provincia de Truxillo del Per (1984 [1763])Miguel Feijo de Sosa describe detalladamente la huaquera; Jos Ignacio de Lecuanda (1994[1793]) informa sobre un entierro prehispnico de San Pablo que podra ser el mismo qe MartnezCompan ilustra en su famosa obra pictrica Truxillo del Per (1991, lms. 12-13) (Fig. 2 a, b). En108 lminas se aprecian planos, reconstrucciones del contenido de contextos funerarios y material arqueolgico aparentemente proveniente de excavaciones (cf. Oberem 1953, Schaedel 1953).Esta obra pretende ser un Museo Histrico-Fciso [sic}, Poltico y Moral deL Obispado delTruxillo del Per (Ballesteros 1994:20-22). La documentacin grfica es tan precisa que ansirve para reconocer cermica, tejidos, metal, etc., segn sus estilos respectivos.El siglo XIX se inicia con la obra de Alexander van Humboldt Voyage aux rgionsequinoxiaLes du Nouveau Continent en 1799-1804 (Paris 1807-1835) que contiene alguna informacin arqueolgica. En 1825 Stevenson publica A Historical and Descriptive Narrative of

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    a b

    eFig. 2. a, b. Entierro de individuo con vestido de plumas de frente y reverso; c. individuo en fosa con objetosasociados (de Martnez Compan, Trujillo del Per, t. IX, fs. 12, 13 Y 17).

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    Twenty years' Residence in South America. Describe detalladamente resultados de sus propiasexcavaciones en Supe (cf. Nuez 1971b: 222-224; 1971a: LII-LIV) . Robert Proctor, un inglsque visita Chan Chan por 1823 precisa acertadamente la prctica de los huaqueros (cit. en Zevallos1994:15).Particularmente importante es la contribucin del suizo Johann Jakob von Tschudi que publi

    ca las impresiones de su estada en el Per en Reiseskizzen aus den Jahren 1838-1842 (1963 [1846]).En su resumen presenta una sntesis del pasado prehispnico basado en estudios antropolgicofsicos que sirven para clasificar los crneos por tribus, acompaados por dibujos de crneos debuena calidad, una revisin critica de las fuentes historiogrficas, de estudios lingusticos y delos arqueolgicos, incluyendo notas crticas sobre supuestos procesos de momificacin artificial (Tschudi 1963: 364-402). Muchas de estas observaciones reaparecen en la obra monumentalAntigedades Peruanas de Rivero y Ustariz y Tschudi (1851), acompaadas por un magnfico atlascon fardos funerarios y piezas arqueolgicas. Las lminas son de gran calidad y precisin, en algunoscasos solo comparables a la obra de Reiss y Stbel (1880-1887) (Fig. 3a, b).En la segunda mitad del siglo XIX, obras del porte de Tschudi y D'Orbigny se hacen numerosas. Ephraim G. Squier, un diplomtico norteamericano, es considerado frecuentemente como

    el primer arquelogo en el Per debido a su obra Incidents of TraveL and ExpLoration in theLand of the Incas (1974 [1877]). Como tantos otros excava tumbas y especula sobre su significado social e histrico, ilustra las piezas y anota observaciones acerca de la huaquera aunque suinters mayor se centra en la arquitectura y por consiguiente en la arquitectura funeraria que esmedida y dibujada escrupulosamente. Esto ltimo ha conllevado a merecer el epteto de primerarquelogo; Rowe (1956) inicia su catlogo de trabajos arqueolgicos en el Per con l, pero nodeja de percibirse un tono ligeramente irnico, el cual se nota mucho ms claramente en lostrabajos de Marcoy (1872) y Wiener (1993 [1880]). Pese a ilustraciones copiosas, ms de 1.100grabados en el caso de Wiener, "el afn mayor parece residir en la diversin del lector (Figs . 4a, b).

    Fig.3a. Crneos deformados (de Rivera y Tschudi 1851, lm. V).

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    Fig. 3b. Individuo momificado (de Rivera y Tschudi 1851, lm. N).Wiener aparentemente es poco escrupuloso en la explotacin de otras obras y mritos de losdems hasta tal punto que Riviale (1993) llega a la conclusin que el camino de Wiener estabaentonces trazado: al diablo la verdad histrica, viva la arqueologa novelesca! Marcoy (1873:76-80) busca un episodio romntico como refugiarse en una chullpa durante una tempestad invernal lo que le motiva para disertar sobre los chullpas, su contenido y su importancia, enriquecido con un grfico (ibid.: 78) que ms parece representar momias de monjes en catacumbas europeos con el sentido de horror de la poca que una documentacin cientfica de fardos en el inte-

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    Fig. 4a. Corte de una tumba (huaca), en Ancn (de Wiener 1993 (1880) : 47).rior de una chullpa (Fig. 5a). Ante este tipo de publicaciones contrasta la obra monumental deWilhelm Reiss y Alphons Stbel, Das Todtenfeld von Ancon in Per. Ein Beitrag zur Kenntnisder Kultur und Industrie des Inca-Reiches (1880-87) en tres tomos en folio con 141 lminas encolor de una precisin admirable (Figs. 6a , b, c, d). Es la documentacin completa de susexcavaciones en Ancn de 1875 que incluye estudios especializados de material antropolgico,botnico y zoolgico; la coleccin de las piezas excavadas an se conserva en Berln (cf. Kaulicke1983, 1997; Haas 1986).

    Antonio Raimondi llega al Per en 1850 y se interesa entre otros campos de estudios,por la arqueologa, en la cual reconoce un gran valor y una probable profundidad histrica mayorque los Incas (Raimondi 1965 [1874 ]: 108-110). Otra obra monumental, quiz la ltima de estalnea en el siglo XIX, es la de Ernst W. Middendorf. Fuera de sus grandes aportes a la lingstica

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    Fig. 4b. "Corte de una tumba (huaca) dellitoral.- Reconstitucin de la pirmide funeraria.- Mausoleo principesco (de Wiener 1993 [1880J: 561).en seis tomos (Middendorf 1890-1891) publica sus observaciones acumuladas durante 25 aos(1973-4 [1893-5]). Pese a su formacin de mdico, descubre su inters en estudios peruanistasya en su primer viaje (1854-1862). De regreso en Alemania se dedica a estudios antropolgicospara profundizar sus conocimientos con lo cual vuelve al Per (1865-1871). Luego se dedica aestudios lingsticos arqueolgicos en Europa y emprende su tercera y ltima estada peruana(1876-1888) (cf. Nez 1973). Esta actitud de perfeccionamiento contnuo y especfico haciaun profesionalismo en su propia leyes algo nuevo, ya que todas las personas referidas y muchasms eran profesionales de otros campos y para ellos el estudio de las antigedades del Per eraun episodio colateral ms o menos prolongado en sus vidas dedicadas a otros menesteres.Siglo XX

    Es la persona de Max Uhle la que cambia decisivamente el rumbo ya que introduce elestudio cientfico de los entierros bajo una perspectiva que cQrresponde al mtodo de la prehistoria europea cuya preocupacin fundamental es la cronologa. Con ello comprueba lo que estudiosos como Raimondi, Middendorf y otros ya haban presentido: la profundidad histrica delPer Antiguo. Uhle parte de los contextos comprobadamente incaicos y los compara con otrosestilsticamente diferentes que estratigrficamente son anteriores. Mediante este procedimientologra establecer una secuencia de cuatro periodos que sirven de base para la cronologa actualmente aceptada. Lamentablemente no puede publicar estos resultados en una documentacin completa, pero an subsisten catlogos en los cuales se respetan los lotes diferenciados para cadaentierro excavado al cual pertenecieron. Sus colecciones, basadas en mltiples excavaciones enPachacamac (Uhle 1903), Moche (Uhle 1913a), Ancn (Uhle 1913c), lea (Uhle 1913b) y otrossitios arqueolgicos, se conservan en los Estados Unidos, pero se mantienen inditas hasta lafecha. Los estudios de Kroeber, Strong y Gayton (Strong 1925; Kroeber 1925, 1926a, b; Kroeber

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    Fig. 5a. Interior de una chullpa aymara (de Marcoy 1872: 78).

    Fig. 5b. Momia de indio aymara (de Marcoy 1872: 79).

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    Fig. 6a. Fardo funerario. Posiblemente Horizonte Medio 4 (de Reiss y StbeI1880-87, t. l., lm. 14.)

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    b e

    dFig. 6b. Fardo funerario. Periodo Intermedio Tardo 1-3 (de Reiss y StbelI880-87, t. l., lm. 11); c. Vistalateral del fardo de la Fig. 6b (de Reiss y Stbel ibid., lm. 13); d. Cabeza postiza del mismo fardo: l. Vista deatrs con cubierta, 2. vista frontal sin cubierta, 3. vista de atrs sin cubierta (de Reiss y Stbel ibid., lm. 12).

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    y Strong 1924; Gayton 1927; Gayton y Kroeber 1927) en base a estas colecciones enfatizan elaspecto estilstico, aceptan las conclusiones estratigrficas de Uhle, pero no publican las piezasrespetando sus contextos y se limitan a la cermica documentada selectivamente por medio defotos sumamente reducidas que no permiten tener una idea ni siquiera aproximada de las caractersticas especficas de 'los contextos respetados y registrados por Uhle (cf. Kaulicke 1997: Il).Este procedimiento sinttico proviene de una formacin ms antropolgica que prehistrica y seperpeta por el hecho que Kroeber y Strong se dedican a estudios arqueolgicos en el Per hastala dcada de los cincuenta. En sus publicaciones mantienen esta tendencia sinttica en texto ydocumentacin grfica (Kroeber 1930, 1937, 1954; Strong 1957, Strong y Corbett 1943, Strongy Evans 1952; Strong, Willey y Corbett 1943, vase tambin Willey 1943, 1947). En buena partepretenden realizar revisiones de los resultados de Uhle y/o aplicarlas a reas no estudiadas por l.Los planos de arquitectura se reducen a croquis que distan mucho de la precisin de los de Uhleo de Bandelier (cf. Kosok 1965, cap. VIII, figs. 5, 6 [Bandelier], cap. V, figs. 5, 6 [Uhle]) hechosa fines del siglo pasado.

    El impacto de Uhle, gracias a su prolongada estada en el Per y su cargo como directordel Museo de Historia (1906-1911), se extiende tambin a estudiosos peruanos. Horacio Urteaga,que acepta en gran medida la visin de Uhle, si bien no la entiende siempre, publica dos trabajos(Urteaga 1914 a, b) en los cuales se deja percibir aun el razonamiento del siglo pasado pero en suafn de reflexionar sobre los conceptos escatolgicos del indio, liga el pasado con el presentey presenta testimonios de los conceptos de la muerte vigentes incluso en comunidades contemporneas de la sierra para comprobar la vigencia de conceptos presentes en el siglo XVI yantes. Esta inclusin de datos etnogrficos al respecto es valiosa aunque se trata en buena cuentade ilustraciones de una conviccin indigenista en vez de una supuesta permanencia temporal yconceptual.

    Esta concepcin se mantiene en Julio C. Tello que presenta datos etnogrficos sumamente valiosos en sus trabajos Wira Kocha (1923) y Wallallo (Tello y Miranda 1923) bajo el concepto de una continuidad ininterrumpida desde el pasado p r e h i s p n ~ c o . En su larga vida cientfica(1913-1947) excava o manda excavar miles de entierros en Sierra y Costa sin que presente susdatos detalladamente. Aun su descubrimiento ms espectacular, los centenares de fardos funerarios de Paracas, reciben un trato generalmente sinttico. La documentacin grfica se limita afotos y acuarelas del desenfardelamiento de algunos de ellos (Tello 1928, 1929: 117-149) y semantiene an en las monografas pstumas de 1959 (Tello 1959) y de 1979 (Meja y Tello 1979),aunque existen excepciones como los informes de Yacovleff y Muelle (1932, 1934) que destacanpor proveer datos exactos y razonablemente completos. El propio Tello se preocupa en documentar como v. g. las tumbas de Katak, del departamento Ancash, de las cuales proviene una de las msimportantes colecciones del estilo Recuay, actualmente en el Museo de Antropologa de Berln(Eisleb 1987), pero slo una de las 148 estudiadas merece documentacin grfica y descripcinen su publicacin de 1929 (Tello 1929: 40-43). Hacia el fin de su vida Tello logra iniciar unproyecto de salvataje en Ancn que perdura despus de su muerte. En estos trabajos se registranalrededor de 3.000 contextos, entre ellos un cementerio completo del Formativo, pero prcticamente todo se mantiene indito aunque subsisten los cuadernos de campo (cf. Kaulicke 1997,Segura, este volumen). Las sntesis que presenta (cf. Tello 1942: 668-670, 708-709) no se debena anlisis pormenorizados sino a comparaciones generales que en algo recuerdan las sntesis presentadas con anterioridad al siglo XX. Si bien reconoce que el estudio de contextos funerariostiene importancia para la arqueologa, se limita a la atribucin tnica del tratamiento del cuerpo (1942: 708-709). En comentario a un artculo traducido de Seler (Seler 1923 [1911]), Tello(1923: 376) no parece aceptar la secuencia cronolgica de Uhle y, algo contradictoriamente,reclama la precisin de la sucesin cronolgica de las estratificaciones culturales medianteexploraciones y excavaciones sistemticas (cf. Kaulicke 1992: 855) aunque su propio esquemano difiere marcadamente del de Uhle con la excepcin de su opinin divergente del origen, locual no es precisamente un argumento cronolgico. Queda claro adems que la cermica y objetos de arte fechan la arquitectura aunque el procedimiento correcto debera ser lo inverso.

    Rafael Larco Hoyle se ve ms ligado a las ideas de Uhle acerca del estudio funerario. Elnmero de entierros, bsicamente en la Costa Norte entre los valles de Vir y Chicama, probablemente supera largamente aquel obtenido por Tello. Su procedimiento consiste en una especie deetnografa funeraria ya que la sntesis de los contextos le permite caracterizar la vestimenta

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    tpica, subsistencia, artes, religin, aspectos polticos y los del ciclo vital incluidas practicassexuales. En monografas sucintas (Larca 1944, 1945 a, b, c; 1962, 1946, 1948), con la excepcin de un tratamiento algo mas detallado para los Cupisniques (Larca 1941), y con la ayuda deabundantes fotos presenta una visin de la cronologa de la Costa Norte sustentndose en algunosejemplos de superposiciones y/o de intrusiones. Con la excepcin sealada, sin embargo, se buscara en vano una documentacin detallada de estos contextos tanto en su distribucin espacial yestratigrfica con perfiles y cortes de los contextos y sus caractersticas respectivas. Pese a ellosu subdivisin de la cultura Mochica en cinco fases (Larca 1948) que carece de la documentacin respectiva se considera comprobada (Rowe 1962; Donnan 1965, 1976) al compararla conlos entierros excavados por Uhle al pie de la Huaca de la Luna a pesar de quedarse igualmenteinditos (cf. Kaulicke 1992: 856-871). La atribucin tnica arqueolgica y su vnculo directocon la distribucin tnica en los siglos XVI Y XVII se manifiesta claramente en un artculo pococonocido de Medina (1929-34) en el cual la informacin arqueolgica desde el siglo pasadosirve ms de pretexto que aclare el panorama. Por otro lado deja entrever el predominio de lahistoriografa sobre la arqueologa.

    Tambin Villar Crdoba usa argumentos ajenos a la arqueologa para atribuir tnicamentelas estructuras funerarias de la sierra del departamento de Lima. Sus descripciones y sus dibujos,en cambio, pese a lo esquemtico, son razonablemente claros en relacin a estructuras que aunhoy en da resultan poco conocidas y representan un notable avance en la literatura algo reiterativa acerca de las chullpas (o kullpis como prefiere Villar Crdoba) desde el siglo XVI (VillarCrdoba 1935: 142-146, 156-8, 298-332, lms. VI, VII, XXXIII-XXXV (figs. 48-50, 53-60)[arquitectura], 364-385, lms. XXXVI-LXII [cermica]) (Figs. 7 a, b, c, d).

    En la dcada del cincuenta, Frdric Engel comienza a dedicarse al estudio de sitios delArcaico a lo largo de la costa . En muchos de ellos excava un nmero indeterminado de contextosfunerarios, pero su documentacin es bastante desigual ya que en algunos casos presenta los datos en forma casi completa, en otros se contenta con breves sntesis (Engel 1957, 1960, 1970,1980,1981). En 1963, sin embargo, publica una monografa sobre un conjunto importante decontextos funerarios con una documentacin razonablemente completa (Engel 1963). La mayora de estos contextos y los de otros sitios destacan por su excelente estado de conservacin yserviran para mltiples estudios que lamentablemente no se efectuaron.

    Uno de sus asistentes, Christopher B. Donnan (1964), descubre luego su aficin por lacultura Mochica y publica una monografa sobre contextos funerarios en el valle de Moche (Donnany Mackey 1978); tambin se dedica al estudio iconogrfico de la cermica en la cual reconocetemas relacionados con la muerte (Donnan y McClelland 1979). En los ltimos aos est vinculado con varios proyectos dedicados bsicamente al estudio de contextos funerarios Mochica(Pacatnam, Sipn, La Mina, San Jos de Moro, Dos Cabezas).A partir de 1960, sin embargo, surge una nueva generacin de arquelogos, tanto nacionales como extranjeros, muy influenciada por enfoques ecolgicos, econmicos ysocioeconmicos, en los cuales los aspectos religiosos no entran y la muerte solo interesa en suaspecto social. Aspectos cronolgicos se resuelven con una fe ciega en el mtodo del Carbono14, la tipologa cermica se convierte en seriacin tanto estilstica como estratigrfica (porfrecuencias en niveles artificiales) que abren el camino a la especulacin desenfrenada. En elPer la excavacin de contextos funerarios adquiere el estigma de anticientfico con lo cual sedeja el campo libre al huaquero y al trfico internacional de antigedades. Esta negacin de lamuerte an se percibe en otras disciplinas como la etnohistoria en la cual rigen enfoques comparables en el mismo tiempo; la antropologa prcticamente ignora la muerte en su aspecto ritualo social en comunidades actuales de sierra y costa. Slo en los ltimos diez aos el panoramaparece cambiar nuevamente gracias a los hallazgos espectaculares en Sipn (Alva 1988, 1990,1994; Alva y Donnan 1993), Sicn (Shimada 1995), Kuntur Wasi (Onuki 1995, este volumen) ySan Jos de Moro (Donnan y Castillo 1992, 1994; Castillo 1996).Si se trata de resumir brevemente lo expuesto para un lapso de casi 500 aos queda evi

    dente que la ocupacin con la muerte ha sido intensiva y frecuentemente violenta. En el aspectoideolgico se trat los conceptos vigentes durante ms de 200 aos sin un verdadero afn decomprenderlos apropiadamente. A partir del siglo XVIII, la intolerancia eclesistica es reempla-

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    a

    bFig.7. a. Arquitectura y contextos funerarios de la provincia de Canta, Dpto. Lima. a. Cantamarca, b. Chiprac(de Villar Crdoba 1935, figs. 43, 60).

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    e

    dFig. 7. c. Cuevas, kul/pis y cistas sepulcrales, d. corte de kul/pi (de Vil/ar Crdoba 1935, lms. VI, Vll).

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    zada por lo especulacin libre que sigue en algo la lgica vigente en las comparaciones entreViejo y Nuevo Mundo. Ya no preocupa tanto el destino del alma sino predominan las posibilidadesde indagar sobre posicin econmica y condicin tnica ante un transfondo que exalta lo exticoque divierte al publico. Este ltimo aspecto ya se percibe en las crnicas del siglo XVI y revive enlos relatos de viajeros de los siglos XVIII y XIX. Ciertamente la arqueologa novelesca perdurao inclusive llega a nuevas cumbres en la actualidad.

    La segunda lnea principal es la destruccin deliberada de contextos funerarios, a lo cualse suma la destruccin de objetos de culto de los muertos que culmina en el siglo XVI. A partirdel siglo XVIII surge el inters en las antigedades que se expresa en colecciones gigantescasformadas en la segunda mitad del siglo XIX y a la formacin de museos, tanto nacionales como,sobre todo, en el extranjero junto a la cada vez ms creciente demanda de un mercado internacio-nal de antigedades que tiene que estar abastecido en la actualidad lo cual a su vez fomenta lahuaquera y la destruccin generalizada de sitios arqueolgicos: Ante esta implacable destruc-cin originada en el celo eclesistico combinada con la fiebre del oro, pasando por la prctica deuna diversin intelectual por las antigedades al inters puramente comercial de tantos siglos,resulta sorprendente que an quede algo intacto.Un tercer aspecto es la documentacin asombrosamente escasa pese a las intervencionescientficas constantes durante los ltimos 100 aos, en las cuales se registraron miles de contex-tos funerarios. La gran mayora de ellos se ubican en la costa, mientras que la respectiva informa-cin anterior al siglo XX proviene de la sierra que se mantiene largamente incgnita en lo que a laarqueologa se refiere, como se ver en la tercera parte de este trabajo .Curiosamente los logros de la arqueologa peruana se basan en buen grado en material einterpretacin de este tipo de contextos. La cronologa confa en el reconocimiento estilstico,frecuentemente hecho en base a estudios de colecciones sin procedencia conocida. An las pros-pecciones o excavaciones dependen en la atribucin cronolgica casi exclusivamente de la cer-mica decorada que caracteriza los contextos funerarios, mientras 'que el resto aparentemente re-

    sulta "infechable" (salvo por Carbono 14). La iconografa igualmente se basa en este material,normalmente fuera de su contexto original.Este panorama algo sombro, sin embargo, no debera llevar a la conclusin de que suestudio sea imposible por las limitaciones autoimpuestas sino, por el contrario, a enfocarlo des-de una perspectiva que permita hacer relucir su relevancia a travs de un enfoque ms cientficolo que significa que se debera analizar los datos antes de emitir opiniones, interpretaciones,especulaciones, etc., que salen ms bien sobrando, como queda claramente comprobado.

    B. ANALISIS E INTERPRETACIONEl contexto funerario es el nico disponible en la arqueologa en el cual el hombre en s

    es el protagonista, no sus obras materiales o espirituales; el mismo se nos presenta en una situa-cin particular, es a la vez objeto y subjeto, VCtima de la muerte personal como subjeto de unaparte materializada de rituales en una correlacin material especfica que refleja parcialmente elconcepto de muerte en su tiempo. El contexto, por tanto, es a la vez concepto por lo cual convie-ne separar ntidamente ambos aspectos para no caer en burdas tautologas.El trmino contexto implica un conjunto de objetos interrelacionados que fueron de-positados al mismo tiempo dentro de un espacio fsico delimitado. Frecuentemente se le tomapor un tipo de contexto al que se refiere como contexto sellado i.e. la colocacin simultneaque no est interferida posteriormente por intrusiones o alteraciones de tipo cultural. El adjetivofunerario implica la funcin, lo cual significa que este contexto debera contener uno o variosindividuos, sus restos o su reemplazo material (simulacro o cenotafio). Tanto el tratamiento de

    estos restos como su relacin con los dems componentes del contexto deberan reflejarintencionalidad i.e. excluir una muerte accidental en condiciones extrasociales lo cual, sin em-bargo, representara situaciones excepcionales cuyo registro arqueolgico es poco probable. Unaintencionalidad evidentemente incluye casos como sacrificios, entierros parciales o r e ~ t o s deactividades antropfagas siempre y cuando estos restos reciban un entierro formal.

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    Un contexto funerario normalmente se compone de tres elementos bsicos: a) la estruc-tura, b) el individuo y c) los objetos asociados.La estructura

    Se entiende por estructura el espacio fsico que contiene los elementos b) y c). Esteespacio es natural o artificial, subterrneo, a flor de tierra o an sobreelevado o se trata de com-binaciones de stas con o sin modificaciones. Con ms frecuencia, sin embargo, son artificialesy subterrneas. En este caso se trata de excavaciones con o sin modificaciones espaciales comoenlucido, enchapado de los paredes y/o del piso. Se trata de formas sencillas o compuestas. Eltrmino estructura es utilizado intencionalmente por ser neutral con el fin de evitar una seriede otros trminos cuyo significado es poco preciso como tumba, entierro, enterramiento,sepulcro, etc.Por su forma deberan precisarse en v. g. fosas que son excavaciones poco profundas(no mayor de un metro) y alargadas, mientras que pozos son cuadrangulares o cilndricos demayor profundidad. Casos ms complejos incluyen lo que debera llamarse arquitectura funera-

    ria con el empleo de material constructivo que permite una mayor complejidad de su diseo ymayores dimensiones. En esta categora entran construcciones a flor de tierra como las chullpaso cmaras cortadas en la roca viva.Volviendo a las estructuras subterrneas, stas se diferencian en tres elementos bsicos:a) la boca, b) la base y c) el relleno. La boca es el inicio de la fosa o del pozo i.e. coincide con lasuperficie existente en el momento de su excavacin. Su reconocimiento es sumamente impor-tante ya que es el criterio esencial para poder relacionarlo con otras estructuras y determinar suposicin cronolgica. Evidentemente resulta fcil si intruye un piso sellado inmediatamente, perouna superficie natural se detecta con mayores problemas. En muchos casos el inicio conservadono coincide con la boca ya que sta frecuentemente desaparece debido a erosin o posteriorextraccin de suelo antes de su estudio por el arquelogo. En los Andes parece ser frecuente larelacin entre contexto funerario y arquitectura que permite una mayor precisin cronolgicaaun en el caso de que las estructuras intruyan en arquitectura abandonada ya que esta ltima nece-sariamente es anterior.La base coincide por regla con el nivel en el cual se ubican los restos humanos y cultura-les, frecuentemente lo nico que se reconoce de la estructura lo cual evidentemente no define suposicin cronolgica. Un contexto profundo puede ser posterior o contemporneo a otro relati-vamente superficial si su boca lo indica.Finalmente, el relleno es, en forma evidente, producto final de la estructura. El materialpuede provenir del mismo desmonte de la excavacin o puede corresponder a suelos estriles ocapas con restos culturales (contemporneos o anteriores al contexto). Adems indica si se tratade una sola actividadde una serie de ellas tanto seguidas como intercaladas o claramente poste-

    riores al contexto en s.Un ltimo criterio de importancia es su forma y su orientacin de eje ya que esto permiterelacionarla con otras estructuras.

    El individuoParte esencial del contexto es el o los individuos y su tratamiento. El trmino indivi-duo es preferible a otros como muertos, cadveres, esqueletos, etc., ya que es ms neu-tral debido a que no se refiere a un estado particular del individuo. En primer lugar se diferencianvarios tipos de tratamiento: primario, secundario y terciario. El individuo primario est represen-tado por el cuerpo completo en su conexin anatmica correcta que permite asumir que se tratade enterramiento directo Le. la persona no sufre modificaciones ni antes ni despus de su muerte.Esto evidentemente no excluye procesos de conservacin (embalsamiento, disecado) que no re-sultan en alteraciones. El tratamiento secundario, en cambio, presume un proceso previo antes desu entrada en la estructura definitiva. Este se refleja en cambios en la anatoma sea,reordenamiento de los huesos y su seleccin en una disposicin intencional final. Los reentierros

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    no constituyen la regla en el Antiguo Per aunque podran ser algo ms comn que lo sugerido,debido a la documentacin incompleta. Este tratamiento no debe confundirse con alteracionespost-mortem i.e. modificaciones tafonmicas o disturbaciones posteriores (intrusiones por otroscontextos, erosiones, cortes por construccin, etc.). Finalmente, la variante terciario sigue alsecundario v.g. en una secuencia como la siguiente: 1) entierro primario - 2) entierro de loshuesos disco nexos - 3) incineracin de los huesos - 4) entierro de las cenizas. La incineracin(que podra ocurrir tambin en una etapa ms temprana de la secuencia descrita) est escasamentedocumentada en contextos funerarios del rea centroandina lo cual no implica su inexistencia oinsignificancia.En la variante primario se distinguen diferentes posiciones: extendido, flexionado yflexionado sentado. Bajo el trmino extendido se entiende el individuo echado sobre su vientre(extendido ventral) o su espalda (extendido dorsal) con sus extremidades formando un solo ejei.e. piernas extendidas juntas, cruzadas, ligeramente abiertas, etc., mientras que los brazos puedenestar extendidos tambin al costado del cuerpo, ligeramente o fuertemente flexionados o cruzados, lo cual permite reconocer una serie de variantes. Flexionado significa echado sobre elhombro izquierdo o derecho con las piernas flexionadas i.e. las rodillas acercndose al cuerpo en

    diferentes ngulos. Los brazos normalmente estn flexionados en una serie de variantes .Flexionado sentado es una variante comn en el rea centroandina que difiere de la anterior enun eje vertical en vez de horizontal debido a una preparacin especial del cuerpo que permite quese mantenga en esta posicin. Acciones post-mortem llevan frecuentemente a una alteracin deesta posicin en el sentido que el tronco o todo el cuerpo cede en alguna direccin (hacia adelante, detrs o a los costados).Estas posiciones permiten la observacin de orientaciones diferenciadas en orientacindel eje (v. g. N-S, lo que indica que el crneo se ubica al norte) y mirada, la direccin de la parteanterior del crneo o, en el caso de un fardo funerario, su parte anterior. Casi por regla, el individuo est protegido por un envoltorio de estera, tela o cuero y/o se encuentra dentro de receptculos tales como vasijas grandes (pithoi) u otros hechos de carrizo, madera o piedra (frecuente

    mente llamados atades o sarcfagos ),excepcionalmente se trata de estatuas antropomorfasde barro (Chachapoyas). Por este hecho se distinguen los eleme.ntos que acompaan al individuoen lo que se encuentra en contacto directo con el cuerpo o dentro del receptculo (collares,anillos, objetos en la boca, cermica u otros objetos).Los objetos asociados

    Objetos asociados nuevamente es un trmino ms apropiado que ofrendas o ajuar.Estos objetos no necesariamente se ubican en el mismo nivel que el individuo, pueden estar colocados en nichos, encima del individuo o de su receptculo o encima de la cobertura de la estructura. Tienen diversas caractersticas e incluyen animales parciales o enteros y hasta otros individuos humanos, aunque en su gran mayora son de cermica. Frecuentemente se distingue cermica no funeraria y funeraria, sta ltima elaborada exprofesamente para su funcin exclusiva deacompaar al individuo. Si bien es cierto que algunas formas aparecen poco en otros tipos decontextos, esta diferenciacin resulta poco til para la interpretacin. Al contrario, en el mbitoperuano sirve de argumento para descalificar el contexto funerario en s, ya que no permite lacomparacin con otros, lo cual carece de fundamento.Como en los elementos a) y b), la orientacin de las piezas y el tipo de su ubicacin en elconjunto tanto como su posicin son importantes para el anlisis. Su orientacin y posicin sehace depender convenientemente del cuerpo del individuo (izquierda, derecha, cabeza, pies, costados, encima o debajo).Hasta ahora slo se ha considerado los contextos unipersonales (u orientados a un individuo principal contemporneo con los dems), pero existen tambin tanto bipersonales comomltiples. Con ello se presenta el problema de la coetaneidad: se trata de individuos colocadosal mismo tiempo o es una serie de eventos? Si no existen argumentos en favor de una colocacinposterior (alteracin dl relleno o de objetos asociados) puede tratarse de una pareja de adultos ode madre e hija(o) o de un adulto principal y otros subordinados. Estos ltimos no necesariamen-

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    te se encuentran en el mismo nivel que el primero. En los contextos mltiples se impone unasecuencia de eventos. En estos casos la estructura normalmente posee rasgos que facilitan elacceso repetido como rampas, sellos reemplazables o coberturas movibles o reemplazables. Elconjunto de los individuos probablemente constituye un grupo cohesionado lo cual debera reflejarse en un tratamiento compartido con las variaciones del caso.Como en los contextos unipersonales, podran ocurrir reocupaciones posteriores de laestructura, eventos reconocibles por alteraciones en el relleno y caractersticas propias del tratamiento del individuo y de los objetos asociados.Finalmente existen casos menos frecuentes como entierros parciales v. g. crneos aislados o en un grupo dentro de una estructura especial, conjuntos de individuos sacrificados en unespacio delimitado, entierros de animales o simulacros (cenotafios) que reemplazan al individuopero frecuentemente imitan el aspecto exterior del tratamiento pertinente.Normalmente los contextos funerarios no aparecen en forma aislada sino en grupos ocomplejos i.e. en nmero definido de contextos aislados espacialmente de otros dentro de un

    rea definida, lo cual nuevamente lleva al problema de la interrelacin cronolgica ya que evidentemente contiene un contexto que inicia el grupo y otro que lo termina. Sera preferible usarel trmino complejo funerario en vez de cementerio ya que este ltimo lleva connotacionesdiferentes como queda claramente establecido en los conflictos documentados en la Colonia.Para esta comparacin se tiene que asumir que a) cada contexto es un conjunto enteramente intencional i.e., tanto la estructura, el (los) individuo(s) y los objetos asociados obedecen a reglasen la gran mayora o la totalidad de sus variantes y b) la secuencia es contnua, lo cual implica quela colocacin de los individuos corresponde al ritmo de los decesos dentro de un grupo (o latotalidad) de la sociedad que refleja, lo cual, a su vez, indica relaciones generacionales eintergeneracionales.Un siguiente paso es el establecimiento de las categoras de comparaciones inicindose

    con las caractersticas ms frecuentes y recurrentes lo cual se expresa en grupos orientacionales.Estos grupos se basan en una combinacin del eje de la estrltctura con el eje y/o la mirada de losindividuos correspondientes. Se puede ordenar y definir una combinacin de los grupos de objetos asociados en lo que se entiende por estratigrafa horizontal lo cual exige un anlisis pormenorizado de variantes que idealmente indicaran cambios a nivel de generacin.En otros casos existen superposiciones de contextos incluyendo intrusiones y consiguientes disturbaciones ms o menos graves en contextos anteriores que sealan con ms claridad cambios desde abajo hacia arriba.En estas comparaciones se perciben recurrencias i.e. caractersticas reiteradas con frecuencia como tambin casos que son inversiones de la norma o excepcionales en algunos as

    pectos. Esta anormalidad, sin embargo, no lleva a la cuestionabilidad de la norma sino requiere una explicacin apropiada ya que si se asume que existen reglas funerarias las excepciones deberan reflejar un significado especfico. Los reglas tienen que orientarse segn categoras definidas. Una de las ms obvias es aquella de la diferenciacin por sexo i.e. el tratamientodiferencial (biritual) de mujeres y hombres. Tanto en el tratamiento de los individuos como enlos objetos asociados y su ubicacin en relacin al individuo. La otra es la edad: los nios recibenun tratamiento diferente que los adultos, y los jvenes uno diferente al de los seniles. Una terceracategora es la cantidad y la calidad de los objetos asociados que a su vez puede reflejarse en variaciones ms complejas de estructura y tratamiento del individuo: la riqueza.Todas estas categoras evidentemente son sociales, lo cual lleva a la conviccin de quelos anlisis correspondientes concluyen en una reconstruccin social del grupo que ejecuta el

    entierro . Hiptesis de este tipo estaban en boga durante la New Archaeology cuyo impacto anse percibe ya que algunos de los trabajos se han convertido en clsicos cuya citacin es undeber ineludible en cualquier publicacin relacionada con la muerte en su aspecto arqueolgico(cf. Binford 1971; Saxe 1970; Tainter 1978; Goldstein 1976). El problema bsico de ~ s t o s enfoques, sin embargo, es la argumentacin algo circular. Se presume una correlacin de roles o cate-

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    28 PETER KAULlCKEgoras sociales reflejada en prcticas funerarias, por tanto el estudio de contextos funerariospermite deducir el carcter de la sociedad que los produce, la cual es desconocida por ausenciade otro tipo de datos empricos.

    Otra falla comn es el empleo de estadsticas que tienden a producir sntesis tanto sincrnicas como diacrnicas por unificar informacin de contextos cuya ubicacin cronolgica noest precisada. Con ello se entender que la preocupacin por la cronologa no es un fin en s sinoprecondicin para la comparacin como queda explicado. Tambin parece ser dudoso determinarriqueza por medio de clculos cuantitativos.

    Esto lleva a otro punto que es la definicin de conceptos de la muerte. La definicinsociah> despus de la muerte de ninguna manera es reflejo fiel del rol de la persona en vida sinoadopta nuevas facetas al menos en aquellas personas cuya transformacin en un ente nuevo es deinters para la sociedad la cual es responsable ritualmente que esto ocurra de forma correcta. Eneste sentido los contextos ricos son importantes no tanto por reflejar riqueza material sinoriqueza a modo de informacin sobre la definicin de este nuevo rol. Esta definicin no solo sedetermina mediante el anlisis del contenido de un contexto funerario especifico sino tambin desu entorno como ubicacin de la estructura en relacin a otras estructuras o construcciones tantode carcter funerario como otras no domsticas y a caractersticas geogrficas especiales.

    Otra pauta es el estudio de aquellas piezas asociadas que dejan relacionarse con la muertepor el tema figurativo aludido. Probablemente no es exageracin si se sostiene que el arte arcaicogeneralmente est condicionado por su vinculacin con la muerte. Si esto es as conviene tambin el estudio de otras piezas que no necesariamente provengan de contextos funerarios. Estasconstituyen analogas cercanas necesarias para obtener una visin razonablemente completa perogeneralmente dependen de otras ms generales de sociedades actuales o pasadas conocidas mediante fuentes escritas propias (v. g. literatura funeraria del Antiguo Egipto) o modernos estudiosetnogrficos detallados de sociedades con rasgos comparables con lo que est sugerido por elconjunto arqueolgico. Nuevamente, sin embargo, conviene aplicar estas analogas con el cuidado debido para evitar que stas traten el objeto por estudiar (el contexto o complejo funerarioarqueolgico) como pretexto para confirmar lo ya conocido.

    Por lo que queda expuesto en la parte A, la metodologa descrita se enfrenta a dificultades insuperables puesto que la ocupacin con la muerte en su faceta arqueolgica ha sido superficial en toda regla; reflexiones generales bastaban para satisfacer la curiosidad, mientras que losarquelogos de nuestro tiempo igualmente tienden a buscar soluciones fciles que casi inevitablemente se entrampan .en argumentos circulares, contentndose con conclusiones generales pocoaptas para definiciones precisas hasta el punto que parece que se asustaran de la complejidad envez de reconocer sus potencialidades explicativas.Tratar de emprender una sntesis de la muerte en el Antiguo Per ante este panoramaadverso parece ser algo aventurado y condenado a la especulacin. Estando conscientes de ello,

    se tratar de presentar una ante la conviccin que una sntesis necesariamente tiene un importantecomponente especulativo que puede llevar a la definicin de problemticas nuevas y a la direccin en la cual se podr llegar a avances significativos. Adems de ello una sntesis de este tipodebe tener un carcter simplificador ya que se prohiben discusiones pormenorizadas de la validezde documentaciones e interpretaciones presentes en la literatura disponible.C. LA MUERTE EN EL ANTIGUO PERU

    A continuacin se tratar de presentar una sntesis de la evolucin del conjunto de datosreferentes a la muerte (contextos y conceptos) en su orden cronolgico respectivo, para lo cualse usar el siguiente esquema:1. Periodo Arcaico (10.000-1500 a.e.)2. Periodo Formativo (1500-200 a.e.)3. Periodo Intermedio Temprano o Desarrollos Regionales (200 a.e.-600 d.e.)4. Periodo Horizonte Medio (Wari)(600-1000 d.C.)5. Periodo Intermedio Tardo (1000-1400 d.e.)6. Horizonte Tardo (Inca)(1400 -1532 d.e.)

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    LA MUERTE EN EL ANTIGUO PERU 29Para estos seis periodos se reconoce una subdivisin especial en Costa Norte, Central ySur y Sierra Norte, Central y Sur (cf. Kaulicke 1994: 140-143).

    1. El Periodo ArcaicoLos inicios del poblamiento del Per esperan su clarificacin bsica. Despus de un haber pasado por un periodo de optimismo poco justificado de poder contar con indicios de ocupacin desde unos 20.000 aos (cf. MacNeish, Berger y Protsch 1970), la mayora de los sitiostempranos tienen edad postpleistocnica por fechados aceptados del Carbono 14 sin evidenciasclaras de una coexistencia del hombre con la megafauna. Chauchat (1992: 343) es enftico alrespecto pese a que el Paijanense, que es su objetivo principal de estudio desde hace ms deveinte aos, cuenta con fechados bastante tempranos (10.500-8.000 a.p.) y a la presencia de evidencias cada vez ms frecuentes de puntas "cola de pescado" (indicadores de un periodo Paleoindiodel Pleistoceno Final). En otros pases en los cuales existen sitios tempranos con megafauna,existen problemas relativos a lo evasivo de los restos seos humanos (cf. Dillehay, este volumen). Slo dos individuos de paijn estn descritos, ambos cerca de un fogn fechado en 10.200180 a.p. (Chauchat 1992: 155-164), aunque ms recientemente se hallaron cerca de 20 indivi

    duos lamentablemente no presentados an en detalle (Chauchat 1990: 46). En Lauricocha, Cardichexcav 11 individuos en el abrigo rocoso L-2. Al igual que los de Paijn son flexionados; llama laatencin el tratamiento preferencial de los nios que reciben artefactos seos, cuentas de collar,ocre o hierro especular (Cardich 1964-6: 99-118). Engel encuentra dos individuos bien conservados en la gruta Tres Ventanas (Alto Chilca), uno dentro de un manto de piel de camlidos sobreel cual estaba tendida una estera (Vallejos 1982: 26-30; Beynon y Siegel 1981).Es evidente que esta muestra es insuficiente para permitir cualquier tipo de generalizacin. Esta situacin, sin embargo, cambia drsticamente con el Arcaico Medio (8.00017.000-5.000a.p.) lo cual parece notarse a nivel continental o aun bicontinental. En L' Anse Amour (Labrador,con una antigedad de ms de 7.000 a.p.), un individuo est debajo de un gran tmulo de piedras;en Salt Springs (Florida), un complejo funerario con i n d i v i ~ u o s extendidos sobre tarimas conimplementos lticos, tablas de madera con alto relieve y otros objetos, fecha en 6.830 a.p. (cf.Kaulicke 1994: 42), mientras que en Sudamrica destacan sitios como Las Vegas (Ecuador) donde se registraron ms de 192 individuos de diferentes edads, fechados entre 8.000 y 7.000 a.p.,que muestran tres tipos diferentes pero aparentemente contemporneos de tratamiento: a) primarios, en fosas redondas u ovaladas con adornos corporales, pintura corporal ocre y orientacionesque sugieren diferenciacin sexual; b) secundarios como individuos reenterrados en forma depaquetes rectangulares y c) contextos masivos secundarios de crneos y huesos largos en reascirculares (Stothert 1990).Ante esta creciente complejidad generalizada no sorprende tanto la presencia de un fenmeno que ha causado el desarrollo de una enorme literatura reciente, conocido como Chinchorro(cf. Guilln, este volumen) aunque se conoce ya desde trabajos de Uhle (1917, 1918, 1919).Bsicamente se distribuye en la costa norte de Chile entre Arica y Tocopilla (Standen 1997, fig.

    1) pero parece extenderse hasta la Costa Sur del Per (Ho, cf. Wise 1991). Su ubicacin cronolgicadepende casi exclusivamente de una tipologa de los cuerpos preparados y de su fechado porCarbono 14, aunque generalmente se piensa que abarca todo el Arcaico Medio (7.000-5.000 a.p.)contndose con fechas tanto anteriores como posteriores, ya que su relacin con reas de actividad domstica, talleres, etc. est poco establecida. El inters se centra en el complejo tratamiento de los cuerpos con la finalidad de obtener una momificacin, aunque existen muchos casos demomificacin natural ya que la extrema aridez lo facilita. El problema, entonces, reside en elsignificado de la manipulacin compleja. En su estudio centrado en el sitio Morro 1, Standen(1997, basado en buena parte en su tesis de maestra aceptada en la Pontificia Universidad Catlica en 1991) muestra que estos aparecen en grupos (generalmente entre cinco y siete individuos)con orientacin compartida. Su composicin por edad seala que predominan individuos de cortaedad (probablemente de sexo masculino) mientras que entre adolescentes y adultos no mayoresde 30 aos, predomina el sexo femenino (sealado, adems de ello, por la presencia de faldellines[femenino] y taparrabos [masculino]). Individuos preparados con una capa de arena que cubre todoel cuerpo, en cambio, oscilan entre 13 y 40 aos; el grueso de la poblacin con momificacinnatural abarca todas las edades en porcentajes normales (cf. Standen 1997, Tablas 1 y 2, fig.13). Esto sugiere que la momificacin artificial se aplica a diferentes categoras de edad y sexo.

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    30 PETER KAULlCKEEn su afn de buscar analogas, Rivera (1995: 61) menciona momias en Vanutua (antesNuevas Hbridas, Melanesia). En un artculo sugerente, Guidieri y Pellizzi (1981) se ocupan detalladamente de este fenmeno que forma parte esencial de un complejo ritual prolongndosedurante decenas de aos. Los rambramb no son momias sino" maniques" con un cuerpo artificial, coronado por su crneo real sobremodelado con afn de imitar su apariencia en vida, peroenfatizando su rango social; estas figuras estn reservadas para hombres de cierta edad. Aparecenacompaadas en actos nocturnos por otras pequeas de apariencia remotamente antropomorfa(temes), destinadas a un pblico de mujeres. Estos actos se relacionan con el proceso de laancestralidad, la fertilidad y el olvido paulatino. Aplicado al caso de Chinchorro a primera vistapredominan las oposiciones, en hombres adultos (Vanatua) vs. nios/mujeres, simulacro de cuerpo vs. momificacin completa a lo cual se agrega el afn de aparentar una similitud con la personaen Vanatua, mientras que en Chinchorro la parte ms personalizada, la cara, est cubierta poruna especie de mscara con rasgos uniformizados. Pese a estas diferencias esta analoga anima aindagar sobre algunos problemas: 1) la momificacin complicada implica una especie de separacin del cuerpo y su posterior rearmado; las partes internas como carne, cerebro y rganos internos se retiran (consumindolas?) y son reemplazadas por una serie de rellenos de origen animaly vegetal. El producto final es una entidad nueva tanto interior como exteriormente; 2) este producto final probablemente est destinado para exhibiciones (posiblemente de carcter dramtico,anlogo a lo de Vanatua) en grupos . Mostny (1971: 46) menciona tambin estatuillasantropomorfas de greda en cuyo interior se encuentran restos de fetos tanto humanos como deanimales, probablemente tambin usados en este tipo de ceremonias; 3) el uso prolongado (hayevidencias de daos por uso en las momias) implica que su entierro final es seal de descarte deobjetos que perdieron su funcin ritual; su colocacin en grupo podra significar que actuaban enconjunto (c f. Garfinkel 1994 para casos tempranos del Viejo Mundo) y 4) el predominio de nios(masculinos?) y adultos (jvenes femeninos?) no implica mayor preocupacin por el rangosino parece centrarse en el aspecto biolgico de reproduccin y fertilidad, el tratamiento preferencial de nios es comn en pocas anteriores. Este aspecto de reproduccin se extiende a unnivel social generalizado, en el cual la identidad personal se subordina a la social; el despliegueritualizado sirve para la cohesin del grupo. Cmo se seleccionan las personas para ser sometidas a este proceso? Es despus de una muerte natural o violenta? Dada la probablemente alta tasade mortalidad infantil y de mujeres gestantes se trata con ms probabilidad de la muerte violenta,del sacrificio y quiz del consumo antropfago de las partes internas con lo cual se inicia elproceso ritual destinado al control de la permanencia fsica y asegurada de la sociedad.La complejidad de prcticas funerarias tambin se nota en el Arcaico Medio del Per.Engel excav una serie de sitios, entre los cuales La Paloma (Chilca) es el mejor estudiado y enel cual se hallaron ms de 200 individuos. Predomina el carcter de grupo claramente asociado achozas que luego se abandonan y se demuelen, convirtindose en estructura funeraria . Los individuos en su interior (existen otros en las afueras) varan en cuanto a sexo y edad, hay individuosadultos de ambos sexos, presencia de hombre con mujer o nio, nios en grupos o solos. Recibentratamiento primario, son flexionados y la orientacin predominante es al Norte. Una variedad deobjetos asociados reflejan ciertas preferencias por sexo ; los nios reciben tratamiento especialcon mayor nmero de objetos asociados (Engel 1980; Quilter 1989). Pese a la relacin unidaddomstica-individuos en grupos, sta no necesariamente refleja estructuras familiares, sino parece permitir otro tipo de agrupamientos, tal como la choza utilizada para estos fines evidentemente deja de ser domstica. La documentacin algo deficiente y lo reducido del rea excavadano permite un estudio ms detallado.Otros casos interesantes son los contextos funerarios del Alto Zaa (Rossen 1991) enlos cuales se percibe un tratamiento que refleja una manipulacin intensiva del cuerpo comoacumulaciones de huesos fragmentados, crneos aislados y huesos largos, rotos intencionalmente,adems de un tratamiento primario lo cual no excluye la posibilidad de prcticas antropfagas.En la Sierra Central continua la prctica de inhumaciones en abrigos rocosos. Lavalle(Julien et al. 1981, Lavalle et al. 1985: 313-322) excava tres individuos en flexin extremadentro de fosas poco profundas; a un adulto femenino le falta el crneo, un nio tiene un collar deperlas perforadas de piedra calcrea y 18 colgantes de hueso pulido . Esta ausencia del crneo

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    podra relacionarse con su extraccin intencional; en Jaywamachay y Puentemachay (Ayacucho)se hallaron crneos aislados, uno de ellos envuelto en tela (MacNeish et al. 1981 : 73,96).En el Arcaico Final, entre Hunuco y la costa norcentral, existen una serie de sitios que

    exhiben arquitectura formalizada. Comparten caractersticas como nichos y fogn hundido conducto subterrneo, aparentemente para funciones no domsticas. Estas construcciones se rellenan y se vuelve a construir encima de ellas siguiendo el mismo modelo (Izumi y Sono 1963; Izumiy Terada 1972) lo cual fue bautizado como enterramiento ritual (cf. Onuki 1994: 81-83) en elcual se reconoce el afn de la renovacin i.e. se establece una analoga con la muerte biolgica yla regeneracin como concepto (cf. Kaulicke 1994: 245). Esta analoga se confirma con la conversin de la arquitectura abandonada y superpuesta en cmaras funerarias como en el caso de LaGalgada. Ah trata de grupos de individuos, fuertemente flexionados y con una gran cantidad deobjetos como cestos de algodn, recipientes de calabaza, mortero de piedra, collares de concha(entre ellos Spondylus),con varios de ellos decorados con motivos figurativos . Son grupos detres individuos (un hombre con dos mujeres, que superan los cincuenta aos y tres mujeres, entreellas una joven con un embrin, estas ltimas extendidas en vez de flexionadas) todos con orientacin compartida (Grieder et al. 1988; para un resumen ms detallado cf. Kaulicke 1994). En untrabajo publicado recientemente, Grieder (1997: 110-111) menciona una soga torcida de algodnde unos 16 metros de largo que se inicia en la boca de la estructura y lleva al piso interpretadacomo cordn umbilical. Los objetos asociados que llevan decoracin (cf. tambin Huaca Prieta,Bird et al. 1985) reflejan motivos que se hacen frecuentes luego en el Formativo, pero su nmeroreducido no permite una interpretacin en relacin a la muerte. Esto , sin embargo, cambia conCerro Sechn, Casma, Dpto. Ancash, si se acepta la edad atribuida por Bischof (Samaniego et al.1985) y Fuchs (1997). Se trata de un edificio de barro, remodelado varias veces, enterrado debajode una plataforma cuyos paramentos estn adornados con unos 400 bloques lticos con relievesde motivos bsicamente antropomorfos. Estos bloques estn ordenados en conjuntos y mitades:una occidental con 14 y una oriental con el mismo nmero . Cada conjunto consiste de cuatroortostatos (bloques alargados) y tres filas verticales de tres bloques ms pequeos cada una (conun total de 12 bloques); asimismo cada conjunto se inicia y termina con un personaje completo,entre ambos aparecen personajes incompletos, sobre todo cabezas, brazos, piernas y tambin laspartes internas como rganos y columnas vertebrales. Todo programa se inicia en el cerro queabraza la construccin en una forma de U y termina en ambos lados de un acceso principal en elfrontis septentrional. La alusin a la muerte es clara y enfatizada an por el sol que ilumina susfachadas en una secuencia: nace en el Oriente y muere en el Occidente (el mar), los personajes completos nacen en el cerro (oscuro) , crecen y se completan en el norte, iluminado durantetodo el da. Lo completo y lo incompleto se complementan lo cual se expresa en una serie deprincipios, en los cuales la cabeza juega un papel principal. En los personajes que se ubican en loscostados del acceso principal se ilustra y se concentra el principio elemental; el oriental se verearmado en todas sus articulaciones como suma de las partes corporales, mientras que delombligo del oriental salen dos cordones gigantescos que lo parten en dos mitades verticalescomo suma de los cordones que salen de las partes aisladas del cuerpo. El lquido (probablementela sangre) del interior se complementa con lo slido exterior (para una discusin ms detallada,cf. Kaulicke 1995). Este concepto, expresado en un lenguaje corporal, refleja ideas concretas yrelativamente complejas al final del Arcaico las cuales deberan aclararse en el Formativo.2. El Periodo Formativo

    Esta complejidad esperada se confronta con los conocidos problemas de la destruccingeneralizada, particularmente en la Costa Norte, cierto desinters de los arquelogos en la excavacin de estos contextos y reticencia en la publicacin de los datos. A raz de ello se presenta unpanorama oscuro slo parcialmente iluminado por detalles incompletos (para una revisin general cf. Kaulicke 1994: 333-367). Grandes reas carecen completamente de datos, lo cual valepara la sierra en particular, y para muchos valles costeos. Parece, sin embargo, que se puedediferenciar entre complejos funerarios dentro y fuera del asentamiento. Los primeros no constituyen complejos (cementerios) por lo cual hacen pensar en funciones especficas.

    Un grupo importante es aquel de los contextos dedicatorios normalmente asociados aarquitectura no domstica. Uno de los ms tempranos (quiz an en el Arcaico Final), es unamujer sacrificada asociada a una concha caracol, un paito recamado con laminillas de turquesa

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    32 PETER KAULICKEy un mortero provisto de su respectivo pisn (Tello 1944: 332-333, lm. I1I). Se encuentra dentro de un pozo en una plataforma delante de una escalera, la que est inhabilitada por una esculturade felino (d . Vega Centeno 1995: figs. 27-29,26,27,29,39,40). Morteros de este tipo, lamentablemente todos sin contexto conocido, parecen concentrarse en la costa norcentral (Casma aJequetepeque), algunos de ellos con decoracin que hacen alusin a la temtica de Cerro Sechn(d . Vega Centeno 1995: 114-135, figs. 65-73).

    En Jequetepeque, Tellenbach (1986: 272-274, lms. 86, 130-132) excav varios contextos funerarios en una de las dos construcciones monumentales de Montegrande (Formativo Temprano) que sealan el final de la ocupacin. Torres funerarias o construcciones circularesvisualmente sealan el abandono, pero lamentablemente estn destruidas en su totalidad (cf. Ravines1982: 171-176). Seki (este volumen) hall varias estructuras asociadas a arquitectura, probablemente relacionadas con la ocupacin final. Este trabajo es importante porque sugiere que lo quepareca ser uno de los ms de 50 cementerios atribuidos al Formativo en el valle por Alva (1986)no solamente es producto de una serie de ocupaciones sino que stas se relacionan directa oindirectamente con la arquitectura.Durante el Formativo Medio hay otros casos. En anaique, Chulucanas, Dpto. Piura,Guffroy (Guffroy y Baraybar 1994) excava restos seos humanos, muchos de ellos quemados yasociados a fogones con restos alimenticios. Se hallan en estado bastante incompleto, algunosjunto a objetos de cermica o conchas marinas, tratndose en su mayora de adultos de ambossexos. Por regla se ubican en contextos que indican el inicio de construcciones y probablementereflejan rituales en los cuales se queman individuos o sus restos y animales aunque las frecuentesfracturas intencionales no excluyen prcticas antropfagas. Burger y Salazar-Burger (1980: 31)excavaron un depsito con carbn, hueso tallado, antara de cermica y un fragmento de crneohumano, por encima de otro con huesos humanos triturados. En Chavn, Burger (1984: 31-32)encontr otro depsito en una plataforma con cuatro crneos humanos, una botella, un plato yfragmento de otra botella en diferentes estilos cermicos de la Costa Norte y de Kotosh (Hunuco).Los crneos pertenecen a dos hombres, una mujer y un nio.Otro depsito ritual, el ms importante de todo el Form,ativo, se ubica en la Galera de lasOfrendas, en una plataforma que incluye una plaza circular hundida del Templo Antiguo de Chavn.Juntamente con una impresionante cantidad de cermica, objetos ltico y seos, se encontraronhuesos fragmentados y frecuentemente calcinados de animales (sobre todo camlidos) y humanos (un total de 3.520 fragmentos). Estos ltimos son bastante incompletos, predominan huesosde la mano, trax y pies y pertenecen a unos cinco indiviQuos de ambos sexos (tres adultos, jvenes y nios) (Lumbreras 1993, Baraybar 1993). Finalmente conviene citar a Tello (1960: 84, 88)quien descubri en 1934 un filn conteniendo restos humanos y de llama o venado junto confragmentos de cermica negra y roja debajo del Edificio E del Complejo monumental de Chavn,lo cual puede indicar ritos anteriores a la construccin.En Kotosh (periodo Kotosh, Formativo Medio temprano), tres individuos sin crneo fue

    ron enterrados debajO del piso de una estructura ceremonial mientras que existe un crneo aislado en una cista (sitio Shillacoto) (Izumi y Terada 1972: 308).En la Costa Central, Burger excav contextos en el relleno entre el Templo Medio yTardo de Cardal, valle de Lurn, Dpto. Lima, con fosas de individuos de diferentes edades y objetos asociados. Otros ms al sur, como los de Huaca Grande en Omas (Engel 1987: 90, fig. lB4c-e), aparentemente corresponden a tres fases de construccin y ms al sur, en Palpa, Dpto. lea,Meja (1972) describe cadveres humanos descuartizados y un crneo envuelto en hojas de caaas como cabezas-trofeo en estructuras de Mollake (posiblemente Formativo Medio). En Hacha,valle de Acar, tambin existen individuos sin crneo (de mujer cubierto de un manto) y grupos decrneos aislados (Riddell y Valdez 1988: 9-10).Finalmente en el Formativo Tardo, las estructuras funerarias en contextos arquitectnicos adquieren un status nuevo ya que contienen individuos flexionados sentados en vez de echados, frecuentemente dotados de indumentaria extraordinariamente rica. Onuki (1995, este volumen) ha ubicado seis pozos con cmara lateral en Kuntur Wasi, Dpto. Cajamarca, que reflejanfielmente las estructuras ubicadas por Larco en Chicama (Larco 1941, fig. 5). Onuki sostiene la

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    LA MUERTE EN EL ANTIGUO PERU 33hiptesis interesante de que se trata de un patrn de plataforma (funeraria) con patio delanterofrecuentemente asociado al inicio de un canal. Aparecen en grupos de a dos (en un caso dosparejas) o aislados. El tratamiento muy particular de la cabeza, las coronas delante de las caras,orejeras, pendientes y narigueras de oro y hasta collares de piedras formando un gorro (B-Tm 1),todo cubierto con abundante pigmento de cinabrio, seala la importancia destacada de esta partedel cuerpo, reafirmando en cierto sentido la importancia de los crneos aislados. La profusa decoracin de estas piezas ureas y su cantidad tambin parecen marcar diferencias significativasque podran reflejar status definido y diferenciado. Si bien en su mayora son adultos masculinosde avanzada edad, existe el caso de una mujer cuyo tratamiento parece obedecer a reglas birituales(inversin de orientacin, uso de Spondylus en vez de Strombus, piedras semi preciosas y escasez de objetos de oro). Este tipo de contexto se prolonga a la fase siguiente, Copa, que es laltima de la ocupacin del sitio en su funcin de centro ceremonial. Los dos contextos conocidos hasta ahora no bastan an para definir bien diferencias o continuidades con los anteriores.

    Otro tipo de contextos del mismo sitio, aparentemente exclusivos para nios, est enrelacin a los canales que parecen tener significado ritual particular durante las fases KunturWasi y Copa (Onuki, comunicacin personal). Las plataformas funerarias de Kuntur Wasi probablemente tambin existen en Piura (Macanche) y Lambayeque (Chongoyape) aunque no cuentancon documentacin precisa por tratarse de contextos saqueados.

    Shady (1983) describe contextos funerarios asociados a otro centro ceremonial algo msal norte, Pacopampa. En algunos casos son individuos incompletos y calcinados, todos impregnados de pigmento rojo, delante de la plataforma superior.

    En otro centro de la sierra surcentral, Wichqana, Opto. Ayacucho, en el piso delante delparamento frontal de la plataforma del edificio principal, se ubica una serie de hoyos circulares,cada uno con un crneo orientado hacia la plataforma que muestran evidencias de haberse separado del tronco con implementos cortantes (Lumbreras 1975: 63-64). Estos ejemplos bastarnpara demostrar las caractersticas principales de contextos funerarios relacionados con la arquitectura. El problema de los cementerios es ms difcil por la ausencia de documentacin detallada. Como queda demostrado por Seki (este volumen) su relacin con arquitectura no se excluyede ninguna manera. Elera excav algunos contextos en el xtenso complejo funerario de MorroEten, Opto. Lambayeque, lamentablemente muy disturbado. Parecen existir reglas de orientacinW-E con el crneo hacia el Oeste, el mar, posicin extendida dorsal y cobertura de esteras conobjetos asociados diversos como cermica decorada, esptulas seas, conchas con pigmento,espejo de antracita, objetos de oro y pigmentacin con hematita. Un camino elevado y recto queva hacia el mar y el contorno geogrfico anima al autor a comparar el nacimiento del Sol en elcerro y su muerte en el mar cuando tie de rojo la superficie de rocas oxidadas con los contextosfunerarios y conceptos relacionados (cf. abajo Cerro Sechn) (Elera 1986). Un individuo adultomasculino probablemente asociado a dos nios con orientacin compartida se interpreta comochamn por el carcter de sus objetos asociados (Elera 1994a). Otro complejo funerario en ellitoral es Pumape, cerca de la desembocadura del ro seco Cupisnique al sur del Jequetepeque,estudiado por el mismo autor (Elera y Pinilla 1992, Elera 1994b: 238-244) a los que se sumanotros como Supe, Ancn, Karwas y probablemente muchos ms, lamentablemente muy poco conocidos por ausencia o escasez de documentacin precisa, lo cual no impide preveer la existenciade reglas de orientacin, posicin y tratamiento del individuo, etc.

    Otra fuente de informacin son las representaciones figurativas que tienden a multiplicarse desde el Formativo Medio. Un tema principal es la cabeza, normalmente en perfil con y sinrasgos felnicos (presencia de colmillos). Aparece aisladamente o en grupos, pero tambin enarticulaciones de seres mticos (v. g. Obelisco Te 110), grupos en sacos llevados por otro personaje mtico que lleva otro agarrndola por los cabellos (Limoncarro, valle de Jequetepeque),en forma de cabezas-clavas en la arquitectura (Chavn de Huntar) o en combinacin hbrida concuerpos antropo o zoomorfos (cf. Salazar Burger y Burger 1984, Alva 1986, Larco 1941, Kaulicke1994: 442-446). Estas relaciones le confieren un poder transformador: se convierte de humanoen monstruo, de felino a ave, pez o serpiente y de su boca, fosas nasales, apndice supranasalbrotan plantas (v. g. Obelisco Tello, cf. cabezas de Cerro Sechn. Un ceramio extraordinario deCayalt, Zaa (Elera 1994b, figs. 2-5) presenta un personaje antropomorfo en actitud deautodegollarse. Tello (1918, 1923) probablemente es el primero en relacionar este concepto con

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    34 PETER KAULlCKEcabezas-trofeo y su transformacin despus de la muerte (cf. Kaulicke 1994: 442-446). Peroeste trmino cabeza-trofeo es un prstamo de la etnografa moderna y se refiere a una prcticacomn entre muchos horticultores del mundo como en Melanesia (v. g. Zegwaard 1967, Helfrich1996: 161-177) y la Amazonia (v. g. Murphy 1958, Zerries 1980: 175-209, Taylor 1985, cf.Chaumeil, este volumen). Implica la muerte violenta de un miembro de otro grupo cuya cabezasirve para rituales de iniciaciones con connotacin de fertilidad, mientras que el cuerpo estconsumido con frecuencia. Esta relacin entre adquisicin de cabeza- canibalismo- conflictoinstitucionalizado y ritualizado podra reflejarse en algunos de los casos descritos del Formativolo cual implicara que las vctimas no pertenecen al mismo grupo. Pero la etnografa tambinensea que el culto de la cabeza y el canibalismo tienen dos facetas: una practicada en el interiordel grupo (endo-) y otro en relacin con otros (exo-). Frecuentemente se practican ambos aspectos en la misma sociedad lo cual lleva a conceptos opuestos pero complementarios. El manejo dereliquias, no necesariamente el crneo, establece un vnculo entre vivos y muertos, estos ltimosconvertidos en ancestros. Si conceptos semejantes pudieron existir desde el Arcaico Medio, pareceque a partir del Formativo Tardo el concepto del ancestro se cristaliza en personajes divinizadosque desde el interior de espacios construidos manejan el control del agua, antes bajo el poderexclusivo de seres mticos presentados v. g. en el Lanzn y el Obelisco Tello de Chavn de Huntar(cf. Kaulicke 1994: 454-476). Bajo diferentes formas, este concepto perpeta la conviccin deque la vida requiere de la muerte y su transformacin hacia su regeneracin y renovacin dependede un complejo aparato ritual para el cual no solamente existen reglas para el tratamiento funerario en casos de una muerte natural sino esta muerte es socialmente reglamentada. Ancestros sonhombres y quiz mujeres que antes del deceso han terminado un proceso de preparacin para suancestralidad, en parte por la edad que ostentan; mientras que otro grupo, los nios siguen desempeando papeles relacionados con la regeneracin quiz por encontrarse al otro extremo entrevida y muerte cf. arriba Chinchorro). Durante el Arcaico, como durante el Formativo, la muertese nos presenta en una complejidad asombrosa, probablemente muy simplificada an por la informacin tan incompleta. Es indudablemente una preocupacin central de las sociedades existentesen este lapso tan largo, el cual no solamente trata de resolver el problema de la muerte individualy social sino que involucra su mundo; la arquitectura y el paisaje c ~ l t u r a l se renuevan cclicamentecomo se renueva la sociedad. Otro ciclo fundamental, el del agua, se controla mediante ancestrosy sacrificios y su funcionamiento depende de fuerzas supranaturales que igualmente requierenser controladas para el bien de la sociedad. Es por ello poco srprendente que las representaciones figurativas se concentren en objetos ritual izados y espacios sagrados, en los que se reiteraconstantemente este tema central, en numerosas variantes. Si se ha tratado los periodos Arcaicoy Formativo algo exhaustivamente, tiene su justificacin por constituir la base para la comprensin de los periodos siguientes, para los cuales bastarn algunas consideraciones generales siguiendo las mismas pautas. Por razones de espacio no se puede realizar un tratamiento detallado.3. Periodo Intermedio Temprano (Desarrollos Regionales)

    Este periodo se conoce bajo diferentes trminos que tienen en comn que su base factualest formada por miles de piezas provenientes de saqueos de contextos funerarios indocumentadosya que varios de los estilos o culturas gozan de la preferencia de los coleccionistas y del pblicoen general como Moche o Mochica, Nazca, yics o Recuay. Es por ello que se ha generado unaextensa literatura basada en criterios histrico-culturales e iconogrficos ante un desconocimiento casi completo de los contextos originales. Esta situacin ha cambiado drsticamente encuanto a la cultura Mochica. Desde los hallazgos de Uhle (1913a) en la Huaca de la Luna, loscontextos excavados por Strong (Strong y Evans 1952) en Vir y algunos descritos por Donnan yMackey (1978), los ltimos diez aos han producido una cantidad enorme de datos y de contextosque han revolucionado la visin de esta cultura, particularmente en cuanto al aspecto funerario.Esta enorme cantidad, mucho de ella an no convenientemente presentada, prohibe una sntesisdetallada, por lo cual slo se presentan algunos aspectos.

    La mayora de los contextos se asocian a la arquitectura. La arquitectura monumentalaparentemente obedece a sistemas de renovacin cclica en la cual aparecen contextos funerarios(cf. Huaca de la Luna, Uceda et al. 1994: 276; Uceda 1997b) en rellenos de los estadios intermedios. En el caso de Sipn (Alva 1994, Alva y Donnan 1993), se trata de plataformas funerariassuperpuestas. Estos diferentes edificios sirven de receptculo para contextos funerarios extraordinarios. Probablemente cada uno presenta un complejo funerario con un contexto central y prin-

  • 7/29/2019 Kaulicke, 1997. La muerte en el antiguo per, contextos y conceptos funerarios_ una introduccin.pdf

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    LA MUERTE EN EL ANTIGUO PERU 35

    cipal y otros dependientes algo menores, a los cuales se suman repositorios de cermica, metal,camlidos y hombres. Cada contexto en si es complejo ya que es un arreglo que involucra objetosen diferentes niveles encima (y a veces debajo) del individuo, otros aparecen en grupos dentro denichos o se asocian a acompaantes dentro de una especie de dramaturgia complicada. Gracias aesta superposicin se reconocen las variantes diacrnicas. Entre el primer personaje importantedel edificio que inicia la serie hasta el ltimo tambin documentado existen paralelos en v. g.estandartes? (cf. Alva y Donnan 1993, figs. 206 Y 62), sonajeras (ibid., figs. 228 y 121), protectores coxales (ibid., figs. 230 Y 122), collares (ibid., figs. 213 y 95) y nariguera (ibid., figs .220 y 75) a lo que se suma un tercer contexto, lamentablemente saqueado (antepenltimo) (ibid. ,figs. 23-31, 33, 35, 45, 46) lo cual establece una secuencia probablemente corta que podra reflejar la genealoga de una alta lite estructurada . Los motivos presentes en los objetos se centranen algunos personajes, en particular el llamado degolladof, que lleva una cabeza humana cortada en su mano izquierda; numerosos ceramios de prisioneros que aparentemente esperan su turnoen los nichos para ser despachados por manos del individuo principal convertido en ancestro.Miembros cortados y personas dentro y fuera (repositorios) del contexto indican que no se tratasolamente de alegoras. Sacrificios en gran escala se han documentado en la Huaca de la Luna(