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Debate Jurídico Ecuador. Revista Digital de Ciencias Jurídicas de UNIANDES Vol. 2 / Nro. 3 /septiembre-diciembre / Año. 2019 / pp. 285-307 285 ARTÍCULO DE REVISIÓN CIENCIAS JURÍDICAS LA ACCIÓN CIUDADANA: UNA ALTERNATIVA PARA EJERCER LOS DERECHOS DE PARTICIPACIÓN CITIZEN ACTION: AN ALTERNATIVE TO EXERCISING THE RIGHTS OF PARTICIPATION Constante Constante, Mery Fidelina I I. [email protected], Centro de Estudios y Difusión del Derecho Constitucional, Ecuador. Recibido: 05/04/2019 Aprobado: 22/07/2019 RESUMEN El Ecuador a partir del 2008 elabora una Constitución enmarcada en una filosofía Neo constitucionalista, que establece como parte de su eje central la protección de derechos, estableciéndose en forma amplia los mismos y las garantías para ejercerlos. Dentro de estas garantías se contempla la acción ciudadana para la protección de derechos, registrando un escaso uso de las mismas y la imprecisa normativa que rodea a esta acción genera implicaciones directas en el principio de la tutela judicial efectiva. La acción ciudadana como garantía para la defensa de derechos y la respectiva reforma de la ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control Constitucional. Mediante los instrumentos aplicados se determina que existe un escaso uso de la acción ciudadana por la limitada delimitación legal que sobre esta acción existe en el Ecuador, afectando al principio de Tutela Judicial Efectiva siendo necesaria su inclusión dentro de las garantías jurisdiccionales que establece la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control Constitucional y el establecimiento de la esfera de protección de la misma. PALABRAS CLAVE: Mandatos constitucionales, Principios constitucionales, Garantías jurisdiccionales, Participación ciudadana, Acción ciudadana.

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ARTÍCULO DE REVISIÓN

CIENCIAS JURÍDICAS

LA ACCIÓN CIUDADANA: UNA ALTERNATIVA PARA EJERCER

LOS DERECHOS DE PARTICIPACIÓN

CITIZEN ACTION: AN ALTERNATIVE TO EXERCISING THE

RIGHTS OF PARTICIPATION

Constante Constante, Mery Fidelina I

I. [email protected], Centro de Estudios y Difusión del Derecho Constitucional, Ecuador. Recibido: 05/04/2019 Aprobado: 22/07/2019

RESUMEN

El Ecuador a partir del 2008 elabora una Constitución enmarcada en una filosofía Neo

constitucionalista, que establece como parte de su eje central la protección de derechos,

estableciéndose en forma amplia los mismos y las garantías para ejercerlos. Dentro de

estas garantías se contempla la acción ciudadana para la protección de derechos,

registrando un escaso uso de las mismas y la imprecisa normativa que rodea a esta acción

genera implicaciones directas en el principio de la tutela judicial efectiva. La acción

ciudadana como garantía para la defensa de derechos y la respectiva reforma de la ley

Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control Constitucional. Mediante los instrumentos

aplicados se determina que existe un escaso uso de la acción ciudadana por la limitada

delimitación legal que sobre esta acción existe en el Ecuador, afectando al principio de

Tutela Judicial Efectiva siendo necesaria su inclusión dentro de las garantías

jurisdiccionales que establece la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control

Constitucional y el establecimiento de la esfera de protección de la misma.

PALABRAS CLAVE: Mandatos constitucionales, Principios constitucionales, Garantías

jurisdiccionales, Participación ciudadana, Acción ciudadana.

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ABSTRACT

Ecuador as of 2008 draws up a Constitution framed in a Neo constitutionalist philosophy, which

establishes as part of its central axis the protection of rights, establishing itself broadly and the

guarantees to exercise them. Within these guarantees’ citizen action is contemplated for the

protection of rights, registering a scarce use of the same and the imprecise regulation that

surrounds this action generates direct implications in the principle of effective judicial

protection. Citizen Action as a guarantee for the defense of rights and the respective reform of

the Organic Law of Jurisdictional Guarantees and Constitutional Control. Through the

instruments applied, it is determined that there is little use of citizen action due to the limited

legal delimitation that exists in Ecuador in this action, affecting the principle of Effective Judicial

Protection, being necessary its inclusion within the jurisdictional guarantees established by the

Organic Law. of Jurisdictional Guarantees and Constitutional Control and the establishment of

the sphere of protection thereof.

KEYWORDS: Constitutional mandates, Constitutional principles, Jurisdictional guarantees,

Citizen participation, Citizen action

INTRODUCCIÓN

Los derechos de participación ciudadana como la silla vacía al igual que otros derechos

constituyen un eje transversal de la Constitución, mismo que se encuentra enmarcado en

varias disposiciones ubicadas en el texto Constitucional, estableciendo las herramientas

concretas para que los principios de participación tengan efectiva aplicación, garantizando el

acceso a los diferentes canales de participación, buscando respaldar el acceso a este derecho

para lograr la efectividad del Buen Vivir que consagra la Constitución, además de buscar la

manera de ponderar la supremacía del poder ciudadano en relación directa con las funciones

del Estado.

La democracia se cristaliza con la participación directa y vinculada de los ciudadanos por lo

que es fundamental que la población se vincule con la adopción de decisiones pues es su

derecho ser partícipe de la vida política cívica y comunitaria de un Estado. La necesidad de

que los ciudadanos participen activamente en la toma de decisiones y control de las

actuaciones de la administración pública se acentúa cada día más, por lo que resulta

necesario que la ciudadanía se empodere del derecho que tienen a la participación ciudadana

establecido en la Constitución. El artículo 95 de la norma citada otorga a los ciudadanos en

forma individual y colectiva, el derecho a participar de manera protagónica en la toma de

decisiones, planificación y gestión de los asuntos públicos.

La participación en los diferentes niveles de Gobierno, crea entre otras, la figura de la Silla

Vacía, siendo esta una herramienta que tiene como objetivo construir una auténtica

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democracia deliberativa, en la que las principales políticas públicas puedan diseñarse

tomando en cuenta las voces ciudadanas, lo que vuelve un imperativo el diálogo permanente

entre el estado y la ciudadanía. Vale la pena hablar de la participación de las ciudadanas y

ciudadanos de determinado territorio, sea internacional, nacional o local; es necesario que la

comunidad en general vaya capacitándose, conociendo y fundamentándose legalmente para

que pueda ser un actor ético para cumplir una función de fiscalización social.

La participación ciudadana ha tenido un gran impacto en el mundo moderno, en nuestro país

tenemos como referente la Constitución Política de la República, en la cual en el Título IV,

Participación y Organización del Poder, el Capítulo Primero Participación en Democracia

Sección Primera Principios de la Participación, a partir del artículo 95; no sin antes manifestar

que se han dado ciertas participaciones pero que lamentablemente no han trascendido con

protagonistas para hablar de cambios. A mi modo de pensar considero que la participación

ciudadana es como un conjunto de acciones o iniciativas de los ciudadanos con el fin de

impulsar la democracia participativa y el desarrollo local con la finalidad de poder exigir a las

autoridades que acepten las denuncias y se ejecuten los pedidos para poder transparentar la

administración pública en general.

En la actualidad se ha avanzado en los procesos de participación ciudadana con el respaldo

de las disposiciones constitucionales, de esta forma los Consejos de Participación Ciudadana

locales, tienen la posibilidad de obtener los instrumentos técnicos y legales más adecuados

para poder conocer y realizar consensos, haciendo un seguimiento y un control debidamente

planificado, formulando una denuncia o reclamación concretamente en temas de la gestión y

manejo de los recursos públicos.

DESARROLLO

La participación en la Constitución y los principios que la desarrollan

La Constitución vigente presenta diferencias conceptuales profundas respecto de la

Constitución de 1998, particularmente en cuanto se refiere a la participación de las y los

ciudadanos y su rol frente al Estado; conforme lo expresa en su título IV denominado

“Participación y Organización del Poder”. Esta estructura resulta determinante respecto a las

disposiciones constitucionales referentes a la “Participación en Democracia”, que corresponde

al capítulo primero, con las Funciones del Estado que se desarrollan en los capítulos segundo

hasta el sexto, siendo este condicionamiento una forma de gestión a las Funciones del Estado

en la nueva arquitectura institucional y concepción de la democracia.

Considerando que la Constitución de la República mantiene principios fundamentales como

aquel que establece que la soberanía radica en el pueblo, cuya voluntad es el fundamento de

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la autoridad y que el Estado debe garantizar el goce efectivo de los derechos establecidos en

la Constitución e instrumentos internacionales (Constitución, 2008, art. 1 y 3), resulta

indiscutible que esta norma consolida una concepción más amplia al respecto, incorporando

incluso la noción de una quinta función del Estado, en la cual el ciudadano es el titular, pues

lo ejerce a través de la participación ciudadana y la capacidad que tiene para fiscalizar los

actos de la administración pública, al tiempo que exige su intervención en el diseño,

planificación, implementación y evaluación de las políticas públicas de todos los niveles de

Gobierno.

Como se ve la Constitución incorpora nuevas formas de participación democrática

promoviendo el ejercicio directo de la Democracia y otras ya existentes como la iniciativa

popular normativa que permite plantear, de manera muy amplia, proyectos que proponen la

creación, reforma o derogatoria de las normas jurídicas ante cualquiera de los órganos

competentes para la elaboración de dicha normativa, permitiendo a los proponentes participar

en el debate; y, condicionando su tratamiento al plazo de 180 días, el cual una vez vencido,

la propuesta entrará en vigencia (Constitución, 2008, art. 103), negando inclusive al ejecutivo

la posibilidad de vetarlo totalmente en caso de tratarse de una ley de la República.

La iniciativa popular normativa, según lo establece la Constitución y la ley presupone un

proceso de reflexión entre las y los ciudadanos con una determinada temática a ser tratada o

un problema a ser resuelto y materializando esta reflexión en los textos propuestos.

Comprende además, la necesidad de cumplir otras formalidades como la presentación de las

firmas de respaldo correspondiente, dependiendo del tipo de norma a ser reformada o creada;

en determinados casos de acuerdo a la Constitución y la Ley se debe remitir la propuesta

normativa a la Corte Constitucional para que se pronuncie respecto de su constitucionalidad,

en aquellos casos en los que la iniciativa popular pretenda una enmienda o reforma a la

Constitución según el artículo 103 y siguientes de la Carta Magna.

La iniciativa popular normativa, establecida en el numeral tres del artículo 61 de la

Constitución, no finaliza con la sola presentación de la propuesta y, menos aún, con el solo

reconocimiento del constituyente, sino que también presupone el derecho de participación de

los representantes de los ciudadanos u organizaciones proponentes en los debates en la

legislatura, conforme lo prevé el segundo inciso del artículo 103 de la Constitución.

La Ley Orgánica de la Función Legislativa, en el inciso segundo de su artículo 66, recoge de

manera general este principio, pero su enunciado resulta insuficiente, pues no desarrolla a

profundidad este derecho, es decir, no establece si los proponentes sólo participarán en la

comisión especializada que trate el proyecto de Ley o en las sesiones del pleno de la

Asamblea Nacional, o en los dos. Tampoco enuncia cual es el alcance de su participación,

nada se dice respecto a si su participación es con voz al igual que cualquier otro colectivo o

sector social que muestre interés en la reforma de una ley o en la elaboración de una nueva.

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En tal sentido es pertinente plantearse la interrogante respecto del alcance de la actuación

legislativa de los gestores de la propuesta normativa de esta clase.

Es importante hacer referencia sobre el proyecto “Asambleísta por un día” que trata de un

proyecto para que las personas puedan participar con voz pero sin voto en los debates de las

comisiones legislativas, esta idea nació en la Comisión de Régimen Económico en el que las

personas que deseen participar de la iniciativa deben tener un interés particular en la

aprobación del proyecto de ley en trámite y presentar sus solicitudes por escrito al presidente

de la Comisión, también se puede realizar vía mensajes en redes sociales o por correo

electrónico; durante la intervención, los invitados escuchan las participaciones de los

asambleístas, una vez terminada la sesión se les da la palabra a los participantes para que

opinen sobre los temas tratados y entreguen sus propuestas, finalmente se le otorga un

certificado de participación.

La Constitución crea la figura institucional de la “silla vacía” (Constitución, 2008, art. 101), la

misma que debe instituirse en las sesiones de los gobiernos autónomos descentralizados, con

un representante de la ciudadanía, de acuerdo a los temas a tratarse, participando en el

debate y en la toma de decisiones correspondientes. Queda claro que, en los casos referentes

a procesos de iniciativa popular normativa, se reconoce plenamente el derecho a votar de los

colectivos que han participado en la promulgación de ordenanzas o resoluciones de los

gobiernos autónomos descentralizados. Este principio ha sido recogido por el Código

Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización, el cual en su artículo

311, manifiesta que inclusive las personas que participan con voto serán responsables

administrativa, civil y penalmente. Cabe mencionar que, de igual forma, el artículo 77 de la

Ley Orgánica de Participación Ciudadana establece este mecanismo de participación.

El numeral 8 del artículo 11 de la Constitución establece como uno de los principios de

ejercicio de los derechos, que el contenido de los mismos se desarrollará de manera

progresiva a través de las normas, la jurisprudencia y las políticas públicas. Lejos de suponer

una vía de escape o aplazamiento de la responsabilidad de los poderes públicos, la alusión a

que los derechos constitucionales se desarrollarán de manera progresiva supone, simple y

llanamente la otra cara del principio de no regresividad, es decir los poderes públicos están

llamados a asegurar el contenido de los derechos, para lo cual deberán adoptar medidas

conducentes a lograr su efectividad, medidas que irán asegurando de manera progresiva las

posibilidades de cabal ejercicio de los derechos.

En otras palabras, el principio de progresividad constata que los derechos son expectativas

perfectibles en el tiempo y susceptibles por lo tanto de permanente actualización y

optimización. Progresividad, en cualquier caso, no equivale, como ha quedado claro en el

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derecho internacional de los derechos humanos, a postergación o dilación “sine die” de la

realización efectiva de los derechos. Por el contrario, los poderes públicos deberán demostrar,

de manera constante, que están realizando el máximo de esfuerzos y hasta el máximo de sus

recursos disponibles, para cumplir con las obligaciones de respeto, protección y promoción

de los derechos.

Siguiendo la línea de la máxima efectividad de los derechos, el numeral 5 del artículo 11 de

la Constitución recoge un principio que se ha desarrollado en otros ordenamientos, aunque a

menudo de modo jurisprudencial, se trata del principio según el cual “en materia de derechos

y garantías constitucionales, las servidoras y servidores públicos, administrativos o judiciales,

deberán aplicar la norma y la interpretación que más favorezca su efectiva vigencia”. Otra

cuestión es que varios derechos constitucionales pueden verse afectados de distinto modo

por el margen aplicativo de una norma, en cuyo caso deberá combinarse el criterio de máxima

efectividad con los principios de ponderación y proporcionalidad.

Con estos antecedentes, se evidencia que es prioritario que nuestra legislación establezca de

manera clara y precisa, la forma en que participarán los ciudadanos que han ejercido su

derecho de presentar la iniciativa popular normativa en el seno de la legislatura ecuatoriana;

de ahí que su materialización a través de la silla vacía es precisamente una de las

herramientas de las cuales se nutre la participación ciudadana en especial a lo que atañe a

los gobiernos autónomos descentralizados.

El inciso segundo del artículo 1 de la Constitución dispone que: “la soberanía radica en el

pueblo, cuya voluntad es el fundamento de la autoridad, que se ejerce a través de los órganos

del poder público y de las formas de participación directa previstas en la Constitución”, en

concordancia con el numeral 1 del artículo 3 del mismo cuerpo legal que establece, como uno

de los deberes primordiales del Estado: “Garantizar sin discriminación alguna el efectivo goce

de los derechos establecidos en la Constitución y en los instrumentos internacionales…”.

El artículo 61 de la Constitución en sus numerales 2 y 3 reconoce el derecho de las

ecuatorianas y ecuatorianos a participar en los asuntos de interés público, así como de

presentar proyectos de iniciativa popular normativa, lo cual concatena con los artículos 95,

100 y 102 de la Constitución que manifiesta que los ciudadanos y ciudadanas, incluidos

aquellos domiciliados en el exterior, en forma individual y colectiva, participarán de manera

protagónica en la toma de decisiones, planificación y gestión de los asuntos púbico; así como

en el control popular de las instituciones del Estado, la sociedad y sus representantes como

resultantes de un proceso permanente de construcción del poder ciudadano, en todos los

niveles de gobierno.

El artículo 11.1 de la Constitución señala que “los derechos se podrán ejercer, promover y

exigir de forma individual o colectiva ante las autoridades competentes; estas autoridades

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garantizarán su cumplimiento”. De este postulado se pueden analizar tres aspectos

importantes:

a) La posición jurídica de los titulares de derechos;

b) La posibilidad de la acción colectiva; y

c) Las obligaciones que adquiere el Estado en función de estos derechos.

En cuanto a la posición jurídica, las personas podrán “ejercer, promover y exigir” los derechos

fundamentales, implicando estas tres acciones actitudes positivas hacia los derechos. Así

pues, ejercer significa tomar la decisión de actuar dentro del ámbito de un derecho, por

ejemplo, cuando alguien ejerce la libertad de expresión al realizar una declaración pública o

ejerce el derecho a la educación al inscribirse en una universidad pública. Ejercer significa

que la persona que decide hacer uso de un derecho constitucional no puede ser detenida

arbitrariamente por el Estado o por los demás miembros de la sociedad.

Por su parte, promover significa apoyar a otras personas a conocer y ejercer sus derechos e

incluye un abanico de posibilidades de acción desde la capacitación hasta el patrocinio de

causas judiciales. Las personas que se dedican a la promoción de los derechos son

denominadas como Defensoras y Defensores de los Derechos Humanos y tienen derecho a

una protección especial por parte de los estados según el Derecho Internacional (Declaración

de los derechos humanos, 1948)

Finalmente en cuanto a la exigibilidad tenemos que los derechos tienen una doble dimensión:

primero, evoca al principio de normatividad de la Constitución, por el cual toda y cada una de

sus normas son normas jurídicas y, por tanto, implican obligaciones de dar, hacer o no hacer

al sujeto pasivo de las mismas, en consecuencia no son meros planes programáticos o buenas

intenciones; segundo, implica que cuando el ejercicio y la promoción de derechos, que

deberían ocurrir libremente en la sociedad son coartados por los poderes políticos,

económicos o sociales, se hace indispensable contar con mecanismos que obliguen a los

infractores a eliminar las barreras impuestas o reparar los daños provocados, existiendo para

ello mecanismos como las garantías constitucionales.

Mientras que el “ejercicio” de derechos implica muchas de las veces una actitud negativa del

Estado, en el sentido de abstenerse de realizar acciones que impidan el ejercicio de los

derechos; el postulado de las autoridades “garantizarán el cumplimiento” implica que, además,

deberá tomar acciones positivas para permitir dicho ejercicio. Estas acciones positivas son

amplísimas ya que pueden ir desde dictar leyes que regulen una actividad, eliminar barreras

culturales o históricas para el ejercicio de derechos o impedir que entes privados coarten el

ejercicio de los derechos hasta generar condiciones para su libre ejercicio.

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El numeral 3 del artículo 11 de la Constitución establece los principios de aplicación directa y

justiciabilidad. En lo que al principio de aplicación directa atañe, este implica que no se

requiere una norma infra constitucional que desarrolle el contenido del derecho, ni los

presupuestos fácticos para su aplicación o los procedimientos para exigirlo. Para que esta

norma constitucional pueda ser aplicada por cualquier autoridad pública o cualquier miembro

de la sociedad bastaría su invocación dentro de un procedimiento administrativo o judicial.

Este principio tiene dos consecuencias prácticas sobre un determinado derecho:

a) Podría ser esgrimido dentro de cualquier pleito judicial, proceso administrativo o

actividad privada, aun cuando cuenten con una regulación infra constitucional

específica. Por ejemplo, podría ocurrir en un proceso de inquilinato en que el

arrendatario invoque para detener su desahucio su derecho humano a la vivienda en

lugar de usar las excepciones perentorias de la Ley de Inquilinato; o cuando en un

procedimiento penal la persona acusada pide al juez la sustitución de la prisión

preventiva alegando el derecho a la alimentación y a la salud de sus hijos;

b) Se pueden iniciar acciones para tutelar el derecho ante falta de una norma infra

constitucional.

Esto significa que los jueces no pueden rechazar una acción que busque la tutela de un

derecho constitucional por el sólo hecho de que su contenido no haya sido aún desarrollado.

Para esto, toma importancia la aplicación de las técnicas de argumentación como la

ponderación, los test de proporcionalidad o de razonabilidad de las acciones estatales o

privadas que sean impugnadas, así como el uso de estándares internacionales. Por ejemplo,

en el caso de que una persona alegue la violación de un determinado derecho frente a una

actividad no prohibida ni regulada, en ese caso el juez debería revisar el daño real provocado

al demandante y la peligrosidad de la actividad del demandado versus el derecho a la libertad

general del demandado de hacer lo que no está prohibido por la ley.

Esta norma además contempla el principio de exigibilidad. En base a este principio todo

derecho contempla obligaciones positivas y negativas, cuyo incumplimiento conlleva la

responsabilidad del sujeto pasivo. Además, el artículo citado contempla la prohibición de

condicionar el ejercicio de los derechos al cumplimiento de requisitos no contemplados en la

Constitución o la ley. Esta disposición debe ser leída en conjunto con lo dispuesto en el artículo

11 numeral 4, el cual prohíbe que los derechos sean restringidos en la ley. La prohibición de

exigir requisitos para el ejercicio de los derechos no es entonces formal, en el sentido de que

proscriba solamente los requisitos no contemplados en la ley, sino que aún si están los

requisitos contemplados en la ley tienen que ser razonables y tener la finalidad de facilitar el

ejercicio del derecho, mas no restringirlo.

Finalmente, la posibilidad de exigir el cumplimiento de esa obligación o la reparación por el

daño provocado ante una jueza o juez competente se conoce como el principio de

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justiciabilidad. Lo anterior significa que las personas pueden acudir a cualquier órgano judicial

para pedir la tutela de sus derechos, para lo cual la jueza o juez deberá interpretar los

derechos constitucionales de manera que establezca las obligaciones correlativas al derecho

que han sido incumplidas y de esta manera determinar la reparación adecuada, aun cuando

no exista legislación infra constitucional que desarrolle el derecho (principio de aplicación

directa). En el caso concreto de la participación ciudadana, la acción popular constituiría una

herramienta que a pesar de no estar mayormente desarrollada en el ámbito infra constitucional

podría ser plenamente invocada como forma de alcanzar esa justiciabilidad.

El principio de no restricción de los derechos se encuentra contemplado en el artículo 11

numeral 4 de la Constitución. Los Derechos Humanos otorgan a las personas posibilidades

de acción que muchas veces resultan incompatibles con las posibilidades de acción de otras

personas. La máxima de que: “las libertades de uno terminan donde empiezan las libertades

de otro” demuestra que, aún en la cultura popular, existe la idea de que los derechos deben

ser limitados de manera que se optimice o se permita el ejercicio de los derechos de todos los

miembros de la sociedad. El derecho general de libertad va siendo limitado por la prohibición

de ciertos actos que puedan dañar a otros miembros de la sociedad. Sin embargo, estos

límites de los derechos deben estar controlados de manera que dichos límites resulten

razonables y no hagan que en la práctica el derecho deje de existir.

La jurisprudencia internacional provee algunas directrices de cómo controlar los límites a los

derechos:

a) La limitación legal debe estar constitucionalmente aceptada;

b) La limitación debe realizarse mediante una ley en el sentido formal respetando los

lineamientos constitucionales; y,

c) La limitación debe obedecer a un fin constitucionalmente protegido. Es decir, a la

protección de una norma de la misma jerarquía que la limitada, en consecuencia, un

derecho humano sólo puede ser limitado por otro derecho humano. La disposición

contenida en el artículo 11 punto 4 no puede ser entendida como la prohibición de la

limitación de derechos, sino como la prohibición de la limitación ilegítima de los

mismos. Es decir, sería restrictiva una medida que no cumpla con los tres

presupuestos ya mencionados.

La autorización Constitucional de la limitación legal significa que en la formulación del derecho

debe estar explícitamente autorizada su limitación mediante la ley. Esto ocurre en los casos

en los que encontramos fórmulas como “su ejercicio será regulado por la ley”, “Los requisitos

para su cumplimiento serán establecidos por la ley”, “existirá una ley que regule su ejercicio”,

“sus alcances y efectos serán regulados por la ley”, etc. Los demás derechos deben

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entenderse como que no pueden ser limitados más allá de lo establecido en la Constitución o

los que pueda establecerse para la garantía de otros derechos en casos concretos de colisión

de derechos. Las disposiciones infra constitucionales que no cumplan con este requisito se

deberán considerarse restrictivas, violatorias del artículo 11 numeral 4 y, por tanto,

inconstitucionales.

El segundo requisito se refiere a que, aun cuando la limitación legal de un derecho este

expresamente autorizada por la norma constitucional, dicha limitación solo puede realizarse

mediante una ley en sentido formal. Esto quiere decir que no se puede limitar los derechos

por otra fuente que no sea la ley, entendida como el acto legislativo de efecto general realizado

por el órgano competente para adoptarlo y siguiendo el procedimiento constitucional para

hacerlo. En Ecuador el único órgano competente para crear leyes es la Asamblea Nacional.

Además, existen dos tipos de leyes, las orgánicas y ordinarias, que se diferencian por su

materia y por el trámite que se debe seguir para aprobarlas.

En el caso de la limitación de derechos humanos, el artículo 133 establece que los límites o

la regulación de derechos y garantías debe hacerse mediante ley orgánica, lo cual significa

que se debe seguir, además, el procedimiento de mayoría calificada descrita en el mismo

artículo. No cumplirían este requisito las limitaciones contenidas en una ley ordinaria o las

establecidas en reglamentos, actos administrativos de carácter general, ordenanzas,

acuerdos ministeriales, instructivos, etc.

El último requisito es de carácter material e implica que no toda limitación que esté

constitucionalmente autorizada, y que se establezca mediante una ley orgánica, es

constitucional bajo el estándar del artículo 11 numeral 4. La limitación debe además perseguir

la garantía de otro derecho humano y no limitar de forma desproporcionada el derecho. Para

determinar el cumplimiento de este requisito resulta útil la aplicación de un test de

razonabilidad por el cual la limitación debería: ser idónea para alcanzar el fin legítimo de la

medida, ser necesaria para la consecución de dicho fin y debe estar diseñada de manera que

el grado de limitación de un derecho sea proporcional a la necesidad de satisfacción del otro.

En conclusión, la restricción de los derechos se debe entender como la limitación ilegítima de

los mismos, la cual está prohibida por la Constitución y otorga a las personas el derecho de

acudir a la autoridad judicial pertinente para que declare inconstitucional o anule dicha

restricción y a exigir las reparaciones adecuadas por los daños provocados por esa limitación.

El principio de progresividad, reconocido en el artículo 11 numeral 8 de la Constitución, implica

la obligación del estado de elevar paulatinamente los estándares de acceso a los derechos

fundamentales de la población. Siendo los derechos humanos el fin último y la razón de ser

del estado, sus instituciones deben ser árbitros y arquitectos de la vida social de manera que

se garantice el igual acceso en la sociedad al menos del contenido mínimo de los derechos

humanos. Si bien no se puede alcanzar dicha igualdad de inmediato, debe existir la intención,

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la planificación y la ejecución de acciones estatales tendientes a ello. El artículo 11.8 de la

Constitución, que consagra este principio, señala además que la progresividad debe

expresarse en normas, jurisprudencia y políticas públicas, es decir en los actos característicos

de cada función del estado (legislativo, judicial y ejecutivo).

Los órganos internacionales de derechos humanos han desarrollado el concepto de la

prohibición de regresividad como corolario del principio de progresividad. En este sentido, han

entendido que, si existe una obligación de ir adelante en cuanto al reconocimiento de

derechos, dicha obligación debe estar acompañada de la imposibilidad de dar marcha atrás

en el ejercicio y garantía de derechos lograda por la sociedad. Esto significa una doble

obligación negativa:

a) Por un lado, el estado no puede suprimir de forma injustificada los derechos

reconocidos en la Constitución, ni las formas que haya implementado para su

aplicación; y,

b) Por otro lado, no puede actuar de manera que afecte el goce de los derechos humanos

que ya han alcanzado las personas por sus propios medios

Acción ciudadana dentro de la participación ciudadana

El cumplimiento de la Constitución en un Estado constitucional de derechos y justicia debe

reflejarse en mecanismos que limiten la actuación de los poderes públicos y privados y que

los encausen hacia el cumplimiento de las normas constitucionales, en especial de los

derechos humanos. La Constitución de 2008 usa el término garantía constitucional en el

sentido de la teoría de Luigi Ferrajoli, es decir no solo en el sentido de mecanismo reactivo en

caso de violación de un derecho humano (garantía secundaria), sino también en el sentido de

acciones llevadas a cabo para implementar el derecho en la realidad (garantías primarias)

(Ferrajoli, 2005).

A este último grupo, garantías primarias, pertenecen las garantías normativas y las garantías

de políticas públicas, mientras que a las garantías secundarias pertenecen las garantías

jurisdiccionales y las garantías sociales (Pisarello, 2007).

El Ecuador a partir del 2008 elabora una Constitución enmarcada en una filosofía neo

constitucionalista, que establece como parte de su eje central la protección de derechos,

instituyéndose en forma amplia estos derechos y las garantías para ejercerlos. Dentro de

estas garantías se contempla la acción ciudadana para la protección de los derechos de

participación, registrando un escaso uso de la misma y la imprecisa normativa que rodea a

esta acción genera implicaciones directas en el principio de la tutela judicial efectiva.

Mediante los instrumentos aplicados se determina que existe un escaso uso de la acción

ciudadana por las delimitaciones legales que sobre esta existen en el Ecuador, afectando al

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principio de Tutela Judicial Efectiva siendo necesaria su inclusión dentro de las garantías

jurisdiccionales que establece la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control

Constitucional y el establecimiento de la esfera de protección de la misma.

Así el artículo 44 de la Ley Orgánica de Participación Ciudadana señala a la acción ciudadana,

a la cual se la identifica como un tipo de garantía constitucional y se la plantea en forma

general y abierta en la Constitución, estableciendo como su efecto la protección de Derechos.

La generalidad de esta acción deja la duda a quien tiene la titularidad de su acción, en qué

casos se la puede plantear, si solo ante la violación de derechos o también en forma

preventiva, y si su objeto está orientado a todos los derechos sean o no constitucionales o si

solamente se la podría plantear ante derechos de participación.

Contrastando con la realidad ecuatoriana que conforme al estudio desarrollado por Álvaro

Sáenz Andrade Juan y dirigido por Elsa Moya Mena (2011) de la Universidad Andina Simón

Bolívar, con el tema Participación Ciudadana y el desarrollo local en el subsector de San Juan

con los modelos de gestión del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, avizora una

participación ciudadana anclada en antiguos modelos en los que el control social, la veeduría

ciudadana, rendición de cuentas, no forman parte de los actores políticos, pese a ser parte de

una política del gobierno del Distrito Metropolitano de Quito. En la Universidad Andina Simón

Bolívar se han desarrollado investigaciones sobre los mecanismos de democracia directa que

favorecen el desarrollo de participación ciudadana, Marcelo Bonilla, en su investigación

Eficacia de la Consulta Previa en la realidad del mundo indígena amazónico del Ecuador,

(Antuash Tsenkush & Bonilla Urvina, 2009), menciona que los derechos de los pueblos

indígenas respecto de la consulta previa se han visto vulnerados por una prevalencia de

intereses económicos de los mismos Estados.

Dentro de la misma universidad sobre la revocatoria del mandato escribe Julio Verdugo Silva

(2007) dentro de su investigación sobre la revocatoria del mandato en el Ecuador, países de

la comunidad andina y del continente americano, el autor concluye que en occidente tiene

mayor uso este mecanismo de democracia directa antes que en el continente americano,

observándose una resistencia por parte de las instituciones del Estado para comprender este

derecho. Sin embargo en todos estos estudios se habla de participación ciudadana en el

ámbito de gobierno y en aspectos sociopolíticos sin que se pueda constatar un estudio que

vincule a esta acción ciudadana con un rol activo en la protección de derechos y garantías,

los cuales se analizan desde un punto de vista muy aparte conforme lo menciona la

investigación de Antonio Hualpa Bello (2011), de la Universidad Andina Simón Bolívar,

realizada sobre Las garantías Constitucionales: la acción extraordinaria de protección,

concluyendo que los derechos son directamente exigibles y de inmediata aplicación y que

además para ello se han desarrollado las garantías constitucionales.

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Con estos antecedentes en los que se denota un escaso desarrollo de participación ciudadana

en América Latina y principalmente en el Ecuador se plantea el presente estudio buscando

mejorar el ejercicio de participación ciudadana como un derecho fundamental, el cual fortalece

la democracia participativa en un ámbito poco usual, el de la justicia, con la investigación

resaltamos el papel protagónico de los ciudadanos en la protección de sus derechos y los de

la colectividad.

La conveniencia del estudio de esta temática radica en que la acción ciudadana es una

garantía constitucional y un eje de la participación ciudadana orientado a la protección de

derechos y garantías, cuya falta de desarrollo normativo ha permitido un escaso o nulo uso

de la misma, siendo un tema de actualidad y vital importancia por ser parte del ejercicio de un

derecho constitucional de participación de las y los ciudadanas.

Esta temática es de relevancia social, por cuanto desde que el Estado ecuatoriano en el 2008

asume el modelo de Estado constitucional de derechos y de justicia, el fin estatal es proteger

los derechos de los ciudadanos y a través de un ejercicio adecuado de la acción en estudio,

se fortalece la ciudadanía y la democracia, como plataforma para el goce y protección de otros

derechos consagrados en nuestra norma primaria. Además, en la estructura estatal la Función

de Transparencia y Control Social busca fomentar en todo el Estado ecuatoriano esta

participación y al orientarnos al resguardo de los derechos y

garantías se desarrollaría una arista más de la misma, contribuyendo al buen funcionamiento

del Estado mismo. Las implicaciones prácticas de esta investigación son que el desarrollo

normativo sobre acción ciudadana permitirá mejores usos de la misma por parte de la

ciudadanía y a su vez un goce efectivo de los derechos constitucionales que incluyan la

participación activa del pueblo ecuatoriano.

Cuando nos enfocamos en el tema de los mecanismos que representan una democracia

directa, debemos tener en claro que es la democracia directa, para ello nos remitimos a lo

señalado por León y Figueroa (2012), “Es una forma de democracia en la cual el poder es

ejercido directamente por el pueblo en una asamblea. Dependiendo de las atribuciones de

esta asamblea, la ciudadanía podría aprobar o derogar leyes, así como elegir o destituir a los

funcionarios públicos” (pág. 354-355). En otras palabras, democracia directa viene a ser la

facultad que tienen todos los ciudadanos de una nación para que a través de un cuerpo

organizado que es elegido por todos, denominado Asamblea, se tomen las mejores decisiones

en cuanto se refiere a la creación de leyes y al desempeño de las personas que trabajan y

que forman parte del sector público.

¿Qué es el poder ciudadano?

Según García Falconí (2012), el poder ciudadano es:

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Constante Constante, Mery Fidelina

298

el resultado del proceso de la participación individual y colectiva de las ciudadanas y

ciudadanos de una comunidad, quienes de manera protagónica participan en la toma

de decisiones, planificación y gestión de gastos públicos; así como, en el control social

de todos los niveles de gobierno, las funciones e instituciones del Estado, y de las

personas naturales o jurídicas del sector privado que manejan fondos públicos, prestan

servicios o desarrollan actividades de interés público, tanto en el territorio nacional

como en el exterior (pág. 74).

Definitivamente que el tratadista cuando hace su alusión hacia el poder ciudadano, menciona

la importancia de la participación de las personas o ciudadanos en la toma de decisiones del

Estado, para lo cual deben intervenir en una serie de actividades que le permiten tomar un rol

protagónico en el control social, siendo evidente la responsabilidad con la que se debe asumir

la función asignada. Dentro de las funciones asignadas, encontramos que la participación

ciudadana, debe orientarse hacia el control del uso de los fondos públicos de las personas

designadas para aquello, he aquí uno de los temas neurálgicos de toda administración, pues

siempre la correcta administración de recursos económicos implica la realización de toda una

elaboración planificada de actividades que permitan optimizar dichos recursos y que su uso

vaya destinado a la mayoría de la población, pues cuando sucede lo contrario se convierte en

el primer signo de futuros desacuerdos del grupo de personas a quienes va orientados

Vista desde la óptica social, la participación promueve la integración de las personas con una

óptica pluralista, posibilitando la adopción de decisiones, resoluciones, y acuerdos que

busquen cumplir lo señalado por la Constitución y las leyes. Según el Diccionario Jurídico

ESPASA Calpe S.A. “Se trata de un complemento o perfeccionamiento de la democracia

representativa, no su alternativa. Permite perfeccionar el sistema de control de los

representados sobre sus representantes, propiciando su permanencia y superando el

carácter intermitente del control electoral. Se trata, pues, de un instrumento para el control del

poder, no un contrapoder” (ESPASA, 2006) (Constitución Boliviana, 2009).

Cuando se trata de enfocar el tema de la participación de un pueblo en la vida activa de la

sociedad, nos podemos encontrar que el control que puede ejercer muchas veces tiene

problemas debido a los intereses que se pueden generar alrededor de estos pudiendo

ocasionar una deslegitimación de sus acciones por la generación de ciertas inclinaciones de

orden político que desnaturalizan el espacio y el objetivo para el cual fueron creados.

Acción ciudadana en Latinoamérica

Al referirnos a la Acción Ciudadana en Latinoamérica, debemos señalar que el país con una

mayor influencia de participación ciudadana es Colombia, país en el cual, a partir de la

promulgación de la Constitución de 1991, se ha contextualizado la expresión más visible de

lo que representa la participación en la vida de una nación, es así, que a partir de este instante

ha ido obteniendo protagonismo. Pero hay que comprender que este protagonismo ha ido

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formándose de a poco, puesto que ha tenido que soportar momentos difíciles para lograr una

aceptación de parte de los gobernantes, en el sentido de comprender que es mejor contar con

la participación activa de un pueblo, a tenerlos relegados por la falta de compromiso a una

determinada acción.

De igual forma en el caso colombiano, un factor a destacar tuvo que ver en relación a quienes

tomaban ese nuevo liderazgo en función de la potestad de participación ciudadana, el mismo

que recaía en grupos de status social medio y alto, cuando se pensaba que la creación de la

participación ciudadana iba orientada a la participación de grupos de los sectores pobres que

eran excluidos en la toma de decisiones. Sin embargo en la actualidad se puede señalar que

cada vez los grupos sociales han ido alcanzado una mejor y mayor participación de la

administración en gobiernos locales, sobre todo en aquellos pequeños pueblos, lo que ha

permitido tener una mejor relación de convivencia social, en función de la potestad que el

pueblo decidió asumir de forma correcta, como es en caso de dos pueblos como son: Tarso

y Toribio en los cuales se ha ido rompiendo viejos esquemas de ejercicio de la política

eliminando las prácticas clientelistas y asumiendo el poder de la administración municipal y

sobre todo en general en los pueblos colombianos ha empezado a predominar el apoyo y las

redes de cooperación mutua para lograr un grado superior de confianza entre su gente.

En el Ecuador, una modalidad de esta participación ciudadana es la acción ciudadana la cual

se la identifica como un tipo de garantía constitucional y se la plantea en forma general y

abierta en la Constitución, estableciendo como su efecto la protección de Derechos. La

generalidad de esta acción deja la duda en quién tiene la titularidad de su acción, en qué

casos se la puede plantear si solo ante la violación de derechos o también en forma

preventiva, y si su objeto está orientado a todos los derechos sean o no constitucionales o si

solamente se la podría plantear ante derechos de participación. La acción ciudadana

concebida como garantía nace en la Constitución del 2008 y como tal no se encuentran

registros a nivel mundial, salvo las acciones populares en la Constitución boliviana y la

colombiana, con la cual mantiene cierta semejanza la acción ecuatoriana pues las dos son

utilizadas para la protección de los derechos, pero la colombiana y boliviana son estrictamente

diseñadas para la protección de derechos colectivos.

Existen algunos países latinoamericanos que han desarrollado en sus garantías una

coparticipación de la colectividad, como es el caso de la Constitución colombiana de 1991,

que en su artículo 88 menciona a las acciones populares y acciones de clase orientadas a la

protección de derechos colectivos y de la naturaleza, la que mereció expresamente el

desarrollo de una ley específica en la materia, la ley 472 de 1998. En el país colombiano estas

acciones merecen la característica de públicas por cuanto pueden ser presentadas por

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300

cualquier persona en forma individual o colectiva, en la defensa de derechos colectivos y de

la naturaleza expresamente determinados en la Ley 472 de 1998, moviéndole al ciudadano el

interés de preservar los derechos constitucionales del pueblo o comunidad al que pertenece,

pues en cuanto a compensaciones económicas y reparaciones, la Corte Constitucional

colombiana ha manifestado no siempre poderlas determinar pues pueden existir casos en los

que se trata de derechos subjetivos.

En el caso del Perú la Constitución de 1993 establece la posibilidad de que los individuos o

colectivos planteen acciones populares, pero en este caso la acción se presenta como una

especie de control de constitucionalidad de normas reglamentarias, resoluciones

administrativas de carácter general que vulneren la Constitución, siendo este un tipo de control

de constitucionalidad. Al respecto el constitucionalista César Landa considera que “La acción

popular está estrechamente ligada a la acción de inconstitucionalidad de las leyes, en la

medida que su objeto también es asegurar el orden constitucional objetivo, además del legal,

pero examinando las normas inferiores a la ley”.

Las normas ante las cuales se puede proponer una acción popular son ante reglamentos,

normas administrativas y resoluciones de carácter general siempre y cuando infrinjan normas

constitucionales, en este tipo de acciones el análisis del juzgador es de puro derecho y sus

efectos son de carácter general y no particulares. Por lo anteriormente expuesto se puede

establecer que el concepto de acción ciudadana o popular en la Constitución del Perú es muy

diferente a la que posee Ecuador, Colombia y Bolivia. La Constitución boliviana fue

impregnada de una filosofía muy similar a la del Estado ecuatoriano, enmarcándose en

principios de aplicación directa de la norma, de igualdad jerárquica de los derechos y del

desarrollo de las garantías necesarias para el ejercicio de los derechos, es en este

constitucionalismo que se genera la acción popular boliviana. La acción popular boliviana es

una garantía que busca la protección de derechos colectivos ante actos u omisiones del poder

público o de entidades privadas, ello como parte del reconocimiento que se da en la

Constitución del 2009 de los derechos difusos que reconocen al individuo como parte de una

colectividad, con derechos comunes a este grupo humano.

El artículo 35 de la Constitución boliviana de 2009, establece como derechos colectivos a

defenderse por acción popular los relativos al espacio, patrimonio, seguridad pública,

salubridad pública y medio ambiente, entre otros de esta naturaleza; esta acción tiene además

un fin preventivo, suspensivo y restitutorio, pues evita la violación de los derechos

anteriormente citados, cuando ya se está dando esta violación suspende sus efectos y busca

la reparación de los derechos causados de la misma forma como lo hacen otras garantías

constitucionales.

Según la sentencia constitucional (sc) N° 1018/2011-R de 22 de junio del 2011, la naturaleza

jurídica de la acción popular debe ser concebida “como una acción de defensa, entendiéndola

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como el derecho que tiene toda persona individual o colectiva de solicitar la protección a sus

derechos e intereses colectivos o difusos; de ahí que también se configure como una garantía

prevista por la Ley Superior, con una triple finalidad: preventiva, suspensiva y restitutoria”. Por

lo tanto, esta garantía se configura con la finalidad de proteger derechos constitucionales que

sean colectivos y difusos, otorgando esta facultad a cualquier persona que en forma individual

o colectiva desee proponerla encontrando también una dificultad en la determinación de los

derechos difusos y las reparaciones inmateriales a las que tendrían derecho en la defensa de

derechos colectivos, aun cuando estas, si pueden ser traducidas a montos económicos.

En el Ecuador estas acciones populares toman el nombre de acción ciudadana la cual también

se concibe como una garantía constitucional y se la plantea en forma general y abierta en la

Constitución ecuatoriana de 2008, estipulada en el artículo 95, su objeto de protección son los

derechos. La generalidad de esta acción deja la duda en quién tiene la titularidad de su acción,

en qué casos se la puede plantear si solo ante la violación de derechos o también en forma

preventiva, y si su objeto está orientado a todos los derechos sean o no constitucionales o si

solamente se la podría plantear ante derechos de participación. Este escaso desarrollo de la

acción ciudadana no se remedia a través de la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y

Control Constitucional, al contrario, se la omite por completo en su desarrollo legal lo cual ha

generado un escaso uso de esta garantía pues no es suficiente el principio de aplicación

directa de la Constitución, cuando el ciudadano incluso desconoce la existencia de la acción

ciudadana, que pueda ejercerla como un actor civil en defensa de cualquier tipo de derechos.

Análisis de la acción ciudadana como garantía en defensa de los derechos de

participación en el Ecuador

Definir a la acción ciudadana resulta un tanto complejo debido a que no se ha desarrollado

suficiente doctrina al respecto, esto en gran medida por ser un derecho nuevo introducido en

la Constitución del 2008, junto con otras normas relativas a la participación ciudadana, al

hablar de esta participación ciudadana se mira más el rol activo del ciudadano en la toma de

decisiones políticas, presupuestarias, normativas y administrativas en los diversos niveles de

gobierno. Nuestra Constitución ha desarrollado varios mecanismos de democracia directa

tales como; la consulta popular, la revocatoria del mandato, iniciativa popular legislativa y la

silla vacía que si bien no es un mecanismo de la democracia directa es de la democracia

participativa, los cuáles buscan ser impulsados a través de organismos del estado como es la

Función de Transparencia y Control Social, la cual nace en 2008, comprendiendo a

organismos de control y fiscalización (Contraloría General del Estado y Superintendencias),

de protección de derechos constitucionales (Defensoría del Pueblo) y el control de corrupción

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Constante Constante, Mery Fidelina

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y participación ciudadana (Consejo de Participación Ciudadana y Control Social) (Carrera

Calderón, 2015).

El Consejo de Participación Ciudadana y Control Social tiene dentro de sus funciones

asignadas por la Constitución el incentivar y fortalecer la participación ciudadana,

desarrollando en cumplimiento de estas funciones veedurías ciudadanas para la elección de

las autoridades que le faculta la misma Constitución, foros abiertos y asambleas populares en

diversos sectores del país, en la provincia de Tungurahua; en el cantón Tisaleo principalmente

se ha venido trabajando a través de talleres de formación ciudadana con el objetivo de ser

replicados a nivel nacional. Pese a los esfuerzos de este organismo del sector público por

incentivar y desarrollar la participación ciudadana parece que el camino por recorrer es aún

nuevo y sumamente largo, pues el ciudadano ecuatoriano todavía no ha tomado conciencia

de su responsabilidad ciudadana hacia el Estado y que solamente él puede ser gestor de los

cambios requeridos en cada uno de los niveles de gobierno. Sin embargo, de esta incipiente

evolución de lo que participación ciudadana se refiere en los diversos niveles de gobierno se

refiere poco o nada se ha hablado de la acción ciudadana para defensa de derechos, la cual

conforme al artículo 95 de la Constitución Ecuatoriana es una garantía cuyo objeto de

protección son los derechos.

La generalidad con la que se plantea a esta acción deja la duda en quién tiene la titularidad

de su acción, en qué casos se la puede plantear si solo ante la violación de derechos o también

en forma preventiva, y si su objeto está orientado a todos los derechos sean o no

constitucionales o si solamente se la podría plantear ante derechos de participación, lo que

tampoco ha sido desarrollada por la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control

Constitucional, código procesal constitucional en el Ecuador, volviéndola casi nula en su

ejercicio dentro de nuestro país. Las garantías que presenta la Constitución ecuatoriana son

de tres tipos; normativas, institucionales, políticas públicas y jurisdiccionales, las primeras

buscan la adecuación de las normas secundarias a la Constitución, las segundas son

mecanismos de protección en favor de determinadas instituciones; por ejemplo la separación

de poderes, el principio de legalidad, etc., las terceras, el respeto de las políticas públicas con

los derechos constitucionales y los principios en ella establecidos, mientras que las cuartas

buscan la protección y defensa de los derechos constitucionales del ciudadano.

En lo que respecta a las garantías jurisdiccionales, estas son; la acción ordinaria de

protección, acción de hábeas corpus, acción de hábeas data, acceso a la información pública,

acción por y de incumplimiento y extraordinaria de protección, cada una de las cuáles posee

derechos delimitados a los cuales se orienta su protección, circunstancias de admisibilidad y

procedibilidad, objeto específico de la acción, sujetos activos y pasivos de las mismas y un

procedimiento bien delimitado y detallado en la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y

Control Constitucional. Así por ejemplo, la acción de protección se interpone para la protección

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de los derechos constitucionales en forma general cuando estos hayan sido vulnerados, el

hábeas corpus para amparar el derecho a la libertad, vida e integridad personal, el hábeas

data para el derecho a la intimidad, el acceso a la información pública tutela el derecho a la

información, la acción por incumplimiento la seguridad jurídica, la acción de incumplimiento la

garantía de protección y reparación; y, la acción extraordinaria de protección vigila el

cumplimiento de los derechos humanos en las decisiones jurisdiccionales. En el caso de la

acción ciudadana al referirse a los derechos a tutelar de una forma amplia y sin delimitar

cuales podrían ser ejercidos por esta vía generan confusión en quienes podrían hacer uso de

esta garantía, además que es la misma Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control

Constitucional, la que no la ha contemplado entre las garantías de las que puede hacer uso

el ciudadano pese a que la Constitución ya la ha establecido como otro mecanismo de defensa

de derechos. Cabe entonces que esta norma desarrolle esta garantía estableciendo, su objeto

de protección, legitimados activos y pasivos, requisitos de admisibilidad, derechos a

protegerse y el debido procedimiento que ha de darse a la norma, pues la falta de desarrollo

normativo afecta directamente a que se propicie una tutela judicial efectiva de los derechos

constitucionales del ciudadano a presentar una acción por su representación o los derechos

de un colectivo defendiendo los derechos establecidos en la norma primaria, simplemente

como un ciudadano u organización civil interesada en la protección de los mismos.

Recordemos que la tutela judicial efectiva se concibe como un principio constitucional pero

también como un derecho fundamental, que asiste al ciudadano frente al poder público,

permitiéndole ejercer sus derechos ante órganos jurisdiccionales competentes y a recibir de

ellos una sentencia legítima acorde a las normas constitucionales y legales, en completo

apego a los principios de eficacia, imparcialidad y celeridad.

Mal podrían entonces estos organismos aplicar una normativa que no se encuentra

desarrollada en la ley, como es el caso del problema planteado, ya que pese a existir el

principio de aplicación directa de la Constitución, el ciudadano y el mismo poder judicial

necesita visibilizar el cómo, por qué y cuándo aplicar la acción ciudadana, conociendo el

camino por el cuál debe conducirse, evitando de esta forma se cometan ciertas violaciones

de fondo y forma, que podrían afectar directamente al goce y ejercicio de esta garantía en

protección de los derechos fundamentales del ciudadano ecuatoriano.

La tutela Judicial efectiva no solamente busca el acceso a la justicia por parte del ciudadano,

garantizada a través de la gratuidad en la Constitución ecuatoriana sino que las decisiones de

fondo sean aplicadas en forma legal y legítima, sin que se convierta en un obstáculo las

solemnidades, en este caso la laguna jurídica creada alrededor de acción ciudadana, no

constituye una mera formalidad si no una cuestión de fondo que debe ser solucionada para

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Constante Constante, Mery Fidelina

304

lograr que la participación de los ciudadanos también se desarrolle en la protección de sus

derechos. La eficacia de esta tutela judicial implica llegar al fin mismo de la norma que en el

caso de la acción ciudadana es el poder ser ejercida por los ciudadanos para el goce de sus

derechos.

La participación ciudadana tiene su mayor realce en la reafirmación del modelo democrático

que tienen los Estados con ello la participación que busca la inclusión del ciudadano en la

toma de decisiones públicas y en el ejercicio de gobierno, permite la participación activa de

los ciudadanos en el fortalecimiento de la democracia, para ello: “La Constitución del 2008

acoge un nuevo paradigma en el cual el involucramiento de las decisiones en los poderes en

la esfera pública y su control, juega un papel fundamental, se lo considera para todos los

niveles de gobierno y en todas las formas”. (Morales, Juan, 2008, p.p. 162).

Este participar en varios ámbitos de los niveles de gobierno implica aspectos económicos,

sociales, culturales, presupuestarios, medio ambiente e inclusive en la defensa de derechos

y garantías constitucionales. En el caso ecuatoriano se han planteado ciertas novedades que

implican la constitución de organizaciones colectivas, el derecho a la resistencia y la acción

ciudadana.

Las organizaciones colectivas no requieren una estructura formal, ni ser personas jurídicas

dando más capacidad de participación a las personas que las integran pudiendo ser

organizaciones colectivas, una comunidad, asociaciones estudiantiles, asociaciones barriales,

en sí grupos con intereses y particularidades en común plenamente identificados. Estando

además entre sus funciones las propuestas políticas, sociales, económicas, ambientales, la

defensa ante organismos públicos de la calidad de los servicios y la comparecencia en las

garantías jurisdiccionales.

La participación ciudadana es un mecanismo usado como fortalecimiento de la democracia,

siendo esta última según Luigi Ferrajoli (2008, pág. 71) el método empleado para la formación

de las decisiones públicas. De este concepto se infiere que el ciudadano debe tener un rol

activo en la formación misma de las decisiones que toma el Estado del cual forma parte. La

democracia formalmente entendida es la representación del gobierno del pueblo sin embargo

ya ha sido criticada por cuanto las decisiones tomadas por los representantes elegidos no

siempre llevan la voluntad del pueblo, siendo esta una de las deficiencias que presenta este

modelo. Por esta razón varios de los mecanismos de democracia directa fueron utilizados

para legitimar la decisión de los representantes electos por el pueblo, como por ejemplo las

diferentes consultas populares que se han dado principalmente en Latinoamérica.

En la antigüedad los griegos fueron los primeros en practicar la democracia directa pero los

romanos dieron usos más amplios, a partir del siglo IV antes de Cristo, las autoridades

romanas recurrieron al “plebescitum” para legitimar sus decisiones ante la asamblea de los

plebeyos. En la época media, en 1552, Francia mediante asamblea legitimó su anexión a la

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ciudad de Metz, con la Revolución Francesa y la lenta consolidación de las formas de gobierno

democrático, su aplicación se volvió más común. Napoleón Bonaparte utilizó este mismo

mecanismo para legalizar sus campañas de conquista y en tres ocasiones para las reformas

constitucionales. En América, algunas de las trece colonias de la Nueva Inglaterra

(Massachusetts, Connecticut, New Hampshire y Rhode Island) sometieron sus nuevas

constituciones a la aprobación popular haciendo de este un medio usual a partir de 1978.

En el Ecuador, tras años de desarrollo de una democracia representativa en el 2008 con la

reforma de la Constitución se enfatiza en la democracia directa aun cuando la Constitución de

1998 ya lo tenía, como: la consulta popular, revocatoria del mandato, iniciativa popular

legislativa y el referéndum. La Norma Suprema del 2008 impregnada de un constitucionalismo

social, busca afianzar los derechos de participación del ciudadano y refuerza los mecanismos

de democracia directa e incluye la participación ciudadana en el desarrollo de las ciudades y

su gobierno, pero manifiesta además una participación vigilante por los derechos de los

ciudadanos. Entonces se refuerza con esta normativa la concepción de democracia

constitucional que menciona, Luigi Ferrajoli en su obra Democracia Constitucional y Derechos

Fundamentales, (Ferrajoli, 2008), la democracia tiene como fin la protección de derechos

fundamentales, el ejercicio de la libertad, los derechos políticos y la misma participación. Idea

en la cual se fundamenta la realidad ecuatoriana orientando a los ciudadanos al ejercicio de

una democracia participativa como un derecho fundamental de los ciudadanos a participar en

el gobierno del Estado.

CONCLUSIONES

• No hay incentivo institucional a la participación. Los momentos en que se reúne a las

personas, es el acto que se considera como participativo, se han producido por

insistencia de los grupos organizados y representativos de las diversas fracciones

sociales y no porque la institución los ha llamado, más bien por la provocación negativa

que hace la institución se incita a la ciudadanía para que proteste y cumpla con una

presencia participativa. Pero el sistema participativo exige al menos desde lo teórico,

no solo el concurso ciudadano sin discriminación y exclusión sino la aceptación de sus

propuestas y no solo la imposición donde prevalece la visión de los gobiernos de turno.

• La participación es condición necesaria para que se fortalezca el sistema democrático,

pero no se avanza en el impulso de acciones y procesos de participación sistemáticos.

Lo estipulado en las leyes se ve como requisitos que se plasman en un documento y

no como normas de aplicación práctica obligatoria. Esto en el mediano y largo plazos

desfavorece la estabilidad del actual sistema democrático.

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Constante Constante, Mery Fidelina

306

• Desde la perspectiva de nuestro sistema representativo, en el marco del sistema

económico liberal (neoliberal) la participación no tiene posibilidades de crecer, pues

en vez de generar solidez en el tejido social más bien genera desequilibrios e

inequidades. La participación requiere de acciones grupales (sistema republicano-

pluralista) antes que acciones individuales (sistema liberal).

• La acción ciudadana para la protección de derechos, requiere delimitar varios aspectos

en la legislación actual siendo el de mayor relevancia la especificación de los derechos

hacia la cual estaría dirigida esta garantía.

• El Consejo de Participación Ciudadana debe procurar la difusión de esta garantía, así

como de los derechos de participación del ciudadano, para que la acción ciudadana

sea conocida por todos y más aún por profesionales del derecho encargados de velar

por la protección de derechos, solo así se dará el uso debido de esta garantía

cumpliendo con el fin para el que fue propuesta por el Constituyente.

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NOTA.

El presente artículo es el resultado de la ejecución del convenio específico de investigación

suscrito entre la Universidad Regional de los Andes y la Corte Constitucional del Ecuador a

través del Centro de Estudios y Difusión del Derecho Constitucional.