La adquisición del lenguaje desde el enfoque interaccionista
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Lucía Achigar —Teoría Lingüística III — 24 de mayo de 2012
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La adquisición del lenguaje desde el enfoque interaccionista
Tiempo después de que la revolución metodológica que causara la teoría chomskiana en
lingüística se asentara, algunos seguidores del innatismo comienzan a poner a prueba la
teoría generativa por la vía de los hechos. Confrontada la teoría con los datos empíricos,
investigadores como Roger Brown, Catherine Snow y Charles Ferguson, hacia la
segunda mitad de la década de 1970, se ven obligados a relativizar la caracterización del
input definida por Noam Chomsky —caótico, agramatical, inacabado, etc.— En
contraposición a los dichos chomskianos con respecto a la adquisición del lenguaje
encuentran que el habla dirigida a los niños en proceso de adquisición de la lengua no es
tan caótica, ni inacabada o imprecisa como postulaba Chomsky. De hecho, el estudio de
los niños y sus cuidadores reveló que el habla dirigida a los niños o baby talk presenta
patrones regulares predecibles, y una gran sistematicidad. “No one has to learn to talk
from a confused, error-ridden garble of opaque structure.” (Snow, 1977:38) sino que el
habla que los niños perciben es un habla cuidada, en el sentido que está preparada para
para facilitar su comprensión y asimilación.
En la misma línea de complejización del proceso de adquisición del lenguaje, Jerome
Bruner (1984) toma un paso más adelante y propone que —no solo el habla de los
adultos dirigida a los niños está acomodada para su mejor comprensión y
procesamiento—, toda el contexto social (que incluye el uso del lenguaje) se ajusta en
función del niño que en esta postura, no solo está aprendiendo a hablar, sino que
también está asimilando las prácticas sociales.
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Bruner retoma el concepto del Dispositivo para la Adquisición del Lenguaje (DAL)
formulado por Chomsky, a través del cual “el niño, aprendiz de hablante, será capaz de
reconocer regularidades profundas, en la estructura superficial de lenguaje determinado
al que está expuesto, gracias a su conocimiento previo de la naturaleza profunda de
todos los lenguajes” (Bruner, 1984:174). Esta óptica parcializada del problema deja la
sensación de que se trata de un acontecimiento —en palabras del autor— “milagroso”, y
solo considera desde la postura de Bruner, la mitad del problema; la otra mitad
corresponde a la participación del adulto en el proceso.
De acuerdo con John Field (2004) “Bruner no acepta que el niño tenga que desarrollar
por sí mismo las relaciones con el mundo que le rodea; asegura que estas derivan
mayormente de la conciencia de realidad a través de la mediación de otros.” (Field,
2004:272). El otro, el adulto, quien comparte las vivencias con el niño juega un papel
indispensable en la teoría de Bruner. Precisamente, el adulto —que conoce el
lenguaje— posee, así como el niño para la adquisición del lenguaje, una predisposición
innata para facilitarle el proceso. Y también, como el niño posee un DAL, el adulto
posee un Sistema de Apoyo para la Adquisición del Lenguaje (SAAL) “que dispondría o
establecería formatos para la entrada del lenguaje recibida por el niño, de modo que sus
reglas fueran más transparentes para el DAL de este” (Bruner, 1984:177). De la
interacción entre el DAL y el SAAL resulta la adquisición del lenguaje por parte del
niño.
Además, Bruner entiende que visto que el lenguaje es mucho más que la combinación
de elementos según determinadas reglas, la adquisición de una lengua no puede
consistir únicamente en internalizar dichas reglas. Se trata de un proceso que además
debe incluir la semántica y la pragmática de la lengua. Para explicar los mecanismos a
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través de los cuáles se da tan compleja conjunción de aprendizajes, Bruner propone el
concepto de formato. “el formato es un microcosmos, definido por reglas, en el que el
adulto y el niño hacen cosas el uno para el otro y entre sí. (…) es el instrumento de una
interacción humana regulada” (Bruner, 1984:179). Esto determina que “la aptitud
humana es biológica en sus orígenes, y cultural en los medios con los que se expresa”
(Bruner, 1986:28), es decir, que es parte de nuestra herencia biológica la predisposición
para adquirir la lengua cuando somos niños y de facilitar el proceso a otros cuando
alcanzamos la “madurez lingüística”, y es cultural, porque el proceso se da en el marco
de la interacción social.
Uno de los formatos que explora Bruner es el de los juegos que “Constituyen una rica
fuente de oportunidades para el aprendizaje y el uso del lenguaje” (Bruner, 1986:44).
Incluso, algunos juegos están efectivamente constituidos por lenguaje y “solo pueden
existir donde el lenguaje está presente” (Bruner, 1986: 46). Aun más, el juego brinda un
marco bien delimitado donde poner en práctica reglas, perseguir objetivos, reconocer
formas de inicio y finalización de la actividad, así el lenguaje se va construyendo en
estrecho vínculo con el accionar. Los juegos, en tanto que formatos, organizan el
contexto y las prácticas sociales de forma que resulta accesible para el niño.
Una propiedad de los formatos en los que participan el niño y el adulto es que “son
asimétricos con respecto a la «conciencia» de los miembros: existe uno que «sabe lo que
está pasando», mientras que el otro sabe menos o nada en absoluto” (Bruner, 1984:180),
a saber, el adulto o el más experiente del par mínimo es quien “sabe lo que está
pasando” y el niño —en principio no sabe nada en absoluto. Esto es, ‘en principio’
porque los formatos son dinámicos, y se desenvuelven en el tiempo de forma que dejan
de ser asimétricos cuando el niño comprende cabalmente el funcionamiento del formato.
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Para explicar esta evolución del niño desde una postura considerablemente dependiente
del adulto hasta la maestría del formato, Bruner toma en cuenta el postulado de Lev
Vygotski del aprendizaje a través de las zonas de desarrollo próximo y real. La primera
de ellas —la zona de desarrollo próximo— en palabras de Vygotski:
“No es otra cosa que la distancia entre el nivel real del desarrollo, determinado por
la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo
potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un
adulto o en colaboración con otro compañero más capaz” (Vygotski, 1979:133)
En efecto, para este autor —cuyo trabajo pertenece a inicios del siglo XX, retomado
más tarde por Bruner y otros autores— todo lo que está en la zona de desarrollo real, es
decir, lo que el niño efectivamente sabe, tuvo que pasar antes por la zona de desarrollo
próximo de la mano de otra persona.
¿Cómo se articula la postura vygotskiana con la comprensión de Bruner acerca del
lenguaje? Pues los formatos dados por la interacción del DAL y el SAAL entre el niño y
el adulto vehiculizan el pasaje de la zona de desarrollo próximo a la zona de desarrollo
real, a través de lo que Bruner denomina andamiaje —o scaffolding— así definido por
Gabbiani y Peluso (1993): “las conductas que realizan los adultos a fin de que el niño
pueda transcender sus capacidades actuales y desarrollar sus potencialidades” (Gabbiani
y peluso, 1993:52). El andamiaje va sosteniendo la “estructura” —para continuar con la
metáfora— del formato hasta que el niño aprende a manejar el formato en cuestión y la
situación se vuelve simétrica, con la autonomía del niño, llegado este punto el
andamiaje se retira.
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De esta manera, se habla —dentro de las corrientes interaccionistas— de una co-
construcción del lenguaje, un proceso compartido por el niño y el adulto que lo
acompaña durante el desarrollo del mismo.
A modo de cierre, me parece interesante observar que la dinámica que presenta Bruner
como mecanismo para el desarrollo del lenguaje en los niños depende de numerosos
factores —el “magnífico” sistema nervioso, la actitud del adulto, el contexto en el que
se dan las interacciones, etc.— la forma en la que este autor comprende el fenómeno
demuestra que su concepción del individuo es sumamente compleja y atiende a las
múltiples dimensiones del ser humano.
Bibliografía
BRUNER, J. —1984— Los formatos de la adquisición del lenguaje (cap. 8), Acción,
pensamiento y lenguaje, Alianza, Madrid.
BRUNER, J. —1986—De la comunicación al habla (cap. 2), Jugar, juegos y lenguaje
(cap. 3), El habla del niño, Paidós, Barcelona.
FIELD, J. —2004— Social interactionism en Psycholinguistics. The key concepts –
Routledge Taylor & Francis group Londond and New York (Versión digital)
GABBIANI, B. y L. PELUSO —1993— El otro-adulto en la niñez (cap. 1), Lenguaje,
pensamiento y educación. Matrices sociales y desarrollo de las habilidades
lingüísticocognitivas,Amauta – FHUCE, Montevideo.
SNOW, C. —1977— Mother’s speech research: from input to interaction, en Snow y
Ferguson (ed) Talking to children. Language input and acquisition — Cambridge
University Press, Cambridge.
VYGOTSKI, L. —1979— Interacción entre aprendizaje y desarrollo (cap. 6) en El
desarrollo de los procesos psicológicos superiores, Crítica, Barcelona.