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[2014] Juan Pablo Espinosa Arce Licenciado en Educación (UC del Maule) Profesor de Religión y Filosofía Introducción a la Sagrada Escritura

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[2014]

Juan Pablo Espinosa Arce

Licenciado en Educación

(UC del Maule)

Profesor de Religión y

Filosofía

Introducción a la Sagrada Escritura

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Bibliografía: Pontificia Comisión Bíblica, “La interpretación de la Biblia en la Iglesia”, 2007;

Robert, A. Feuillet A, “Introducción a la Biblia”, 1970; D’Arc, J, “Caminos a través de la Biblia”,

1994; Mora, C, “¿Para qué la Biblia? La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”, 1994; Ruíz,

O, “Jesús, Epifanía del amor del Padre, Teología de la Revelación”, 1994; Bentué, A, “La

Opción Creyente”, 2001; Ferrando, M, “Interpretación, verdad y Encarnación de la Palabra de

Dios”, 2009; AA.VV, “¿Cristianismo sin Cristo?, 1970; AA.VV, “Bajar de la Cruz a los pobres,

Cristología de la Liberación”, 2007.

I. INTRODUCCIÓN.

La Palabra de Dios revelada a la historia del Pueblo de Israel y revelada en la

Palabra encarnada, en Cristo Jesús, constituye la fuente de toda la vida de la

Iglesia. Ella funciona como norma y modo de vida que establece los

parámetros para la construcción de la sociedad en donde la verdad, la justicia y

la libertad, como instancias y condiciones de vida van actuando. Por ello, es

necesario que los hermanos constituyentes de la comunidad viva, conozcan y

reconozcan la Escritura como Palabra inspirada y motor de la vida espiritual.

II. ¿QUÉ ES LA BIBLIA? Conceptos fundamentales.

Etimológicamente, la palabra Biblia viene del griego “biblios”, y significa “la

biblioteca”. En el Antiguo Testamento, se la conoce como la Toráh (ley) o los

libros santos o también como la “ley, los profetas y los escritos” (Eclo 1). Son la

materialización y objetivación de las palabras que dirige Yahvé Dios a un

pueblo determinado en épocas y a personajes determinados. La importancia de

la historia del pueblo receptor del dato revelado, nos hace comprender el valor

salvífico de las manifestaciones de Dios. Dios interviene en el mundo para

salvar y entrar en comunión con el hombre, al que lo ve como un amigo.

La revelación de la que hemos hablado, es “libre iniciativa de Dios, una gracia

suya, y una muestra de la grandeza de su amor. Lo que él revela no es ajeno a

Él: Él mismo se revela, de tal manera que Él es el objeto propio de la

revelación. Pero, al mismo tiempo, esta revelación de Sí mismo es una verdad

y una realidad salvífica, pues al revelarse nos manifiesta su designio de

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salvación”1 La revelación constituye así el núcleo o la esencia de la Escritura

que va tomando diferentes formas según los géneros literarios o las formas de

escribir del pueblo semita. Esto provocará el nacimiento de la escritura.

La escritura, “es un fenómeno humano, que nace de la necesidad de fijar los

términos de un lenguaje oral pasajero y de reunir los elementos orales

dispersos”2. En esto, se ubica el concepto de Tradición, concepto que viene del

griego “paradósis” o “paradidonai”, y del latín “tradere” que significa entregar, o

transmitir. Por medio de la tradición, se ve “lo que Dios ha querido entregar o

revelar de su vida íntima, lo cual llega a los hombres por dos vehículos: la

Sagrada Escritura, que transmite la revelación por escrito, y la Tradición, que la

transmite de otra manera, por ejemplo la predicación”3. Aquí se identifica la

tradición oral, la cual al ir muriendo los testigos oculares de los

acontecimientos, las comunidades o las escuelas que nacen alrededor de los

hagiógrafos o escritores sagrados, van compilando los datos dispersos y

dándole un orden coherente de manera que funcionen como instrumentos de

catequesis. Citaremos dos ejemplos de lo que constituye la tradición y el aporte

que significaron, en este caso, para las primeras comunidades cristianas.

El primer caso es del Evangelio de Lucas. Este último, al dedicarle su obra a

Teófilo, expresa que “muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas

que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que

desde el principio fueron testigos oculares y testigos de la Palabra, he decidido

yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los

orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez

de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1, 1-4). Lo importante de este pasaje

es la presencia de los testigos oculares y de los testigos de la Palabra,

personajes innominados que pueden constituir la comunidad receptora del dato

revelado. Teófilo, pertenecería a la segunda generación cristiana, a la que es

necesario catequizar ordenando el material disperso referente a las palabras y

acciones de Jesús.

1 Ruiz, O, 1994, Pág. 59.2 Bentué, A, 2011, Pág. 106.3 Ferrando, M, 2009. Pág. 54.

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El segundo caso corresponde a la primera carta de Pablo a los Corintios, en la

que el Apóstol dice: “porque yo recibí del Señor lo que os transmití: que el

Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dando gracias, lo partió

y dijo: ‘Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros, haced esto en memoria

mía’. Asimismo tomó el cáliz después de cenar, diciendo: ‘Esta copa es la

nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la beberéis, hacedlo en memoria

mía’” (1 Cor 11,23-25). Este constituye el testimonio más antiguo de la Cena

del Señor que Pablo ha recibido de la generación que presenció dicho

acontecimiento. Los verbos de recibir y transmitir son constituyentes del

kerigma o predicación primitiva, y favorecen la posterior tradición escrita.

III. INSPIRACIÓN e INERRANCIA.

Los conceptos de inspiración e inerrancia, han constituido puntos de discusión

entre los exégetas. Trataremos de resumirlos y ver sus ideas centrales para la

cabal comprensión de los textos bíblicos.

Para comprender el tema de la inspiración, debemos comprender la psicología

de los autores sagrados, ya que sobre su inteligencia Dios va actuando y

revelándose. Es a partir de esto que el autor sagrado, “debe realizar, por la

moción divina, una obra literaria que hable, o que haya de hablar aun cuando él

esté ausente”4, moción que involucra la presencia del Espíritu Santo (de ahí el

in-spirar, tener dentro el Espíritu). El “que esté ausente”, quiere decir que entre

el escritor sagrado o el profeta y la comunidad receptora se produce un

distanciamiento espacio temporal, el cual no impide que la esencia del mensaje

se pierda. Es por esto, que la comunidad debe conocer los momentos

históricos y las formas de escritura que el hagiógrafo utiliza en su obra.

También es de relevancia observar que Dios ha quedado como el autor de los

mensajes contenidos en la Escritura, y el escritor actúa como instrumento.

La finalidad del proceso de la inspiración es de carácter antropocéntrico. Dios

usa todas las facultades del hombre para que este comunique los designios

4 Robert, A. Feuillet A, 1970. Pág. 50.

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divinos, pero aún así, “el autor humano es respetado íntegramente con todos

sus condicionamientos culturales y personales”5, y además, que lo escrito es

para nuestra salvación, lo que constituye el fin de la Escritura. Israel a lo largo

de su historia va comprendiendo y va leyendo su historia a la luz de la

revelación de un Dios que es fiel a sus promesas, de un Dios que actúa a favor

de ellos, llevándolos a la tierra de la leche y de la miel. Todo esto está en clave

soteriológica.

Para comprender aún más lo que es la inspiración leamos 2 Ped 1,20. Este

texto, inspirado por Dios y puesto por escrito por el autor sagrado, nos enfatiza

la importancia de la comunidad receptora del dato revelado por Dios a los

profetas que actuaron “llevados por el Espíritu Santo”, y que por el cual

“hablaron a los hombres”.

El segundo concepto es el de “Inerrancia”. Que la Biblia sea inerrante, quiere

decir que “no puede contener error, pues sería negar la validez de esa garantía

divina que llamamos inspiración”6 Este es quizás el tema más complejo de

entender al momento de interpretar un texto bíblico, ya que confluyen muchas

ciencias humanas y científicas. La Iglesia durante muchos años, cometió

errores por una lectura fundamentalista de la Escritura, pero gracias a los

últimos estudios de géneros literarios y al método histórico crítico, se pudo

comprender que el texto sagrado ocupa metáforas y formas de escritura

distintas. El verdadero concepto de la inerrancia debe ser el referirse “al nivel

propio del mensaje religioso tendiente a salvar al hombre, revelándole la

presencia salvífica de Dios en el mundo y en su historia concreta”7

IV. CANON DE LA ESCRITURA.

5 Bentué, A, 2001. Pág. 1146 Ibid, Pág. 116. 7 Ibid, Pág. 118.

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El concepto de Canon, “se entiende aquí en el sentido de regla, norma

establecida”8, y constituye la norma de fe con la que la Escritura se presenta a

la comunidad. “El concepto teológico de canon bíblico implica lo siguiente: la

revelación está ya dada por Dios en la forma definitiva y completa en los libros

que constituyen la Biblia. Por lo tanto, la revelación está ahí concluida”9.

Es “la misma vida del pueblo la que conduce a la comunidad y a sus jefes a

reconocer y a proclamar la autoridad sin igual de los libros sagrados”10 ya que

los textos van siendo usados en la liturgia y en la vida del pueblo.

En la canonicidad encontramos dos tipos de libros, tanto en el Antiguo como en

el Nuevo Testamento. Encontramos los protocanónicos, es decir aquellos que

siempre fueron reconocidos como parte del dato revelado. También

encontramos los deuterocanónicos, es decir aquellos textos que demoraron su

aceptación al momento de constituir el canon final de la Escritura.

V. ALGUNOS PUNTOS SOBRE HERMENÉUTICA.

Desde la etimología, “la palabra hermenéutica deriva del verbo griego

hermeneúein, que significa siempre en el Nuevo Testamento ‘traducirse’”11.

Vemos muchos ejemplos de hermenéutica en las Escrituras, por ejemplo

cuando los evangelistas usan los arameismos, por ejemplo “Rabbí, que quiere

decir maestro”, “Pedro o Cefas que quiere decir Piedra”, “Efatá, que quiere

decir ábrete”. Lo que la hermenéutica hace con un texto es “traducirlo a un

lenguaje más claro y comprensible. Es explicar lo que realmente significa y

comentarlo. Hermenéutica es a la vez traducción e interpretación”12

Por medio de una buena hermenéutica, podemos comprender un poco más lo

que el texto quiere decirnos. Lo que la interpretación pretende es ver el

conjunto de un pasaje bíblico, por medio de diferentes acercamientos, ya sea

contextuales, históricos, gramaticales o intertextuales. La interpretación, debe 8 D’Arc, J, 1994. Pág. 42. 9 Bentué, A, 2001. Pág. 120. 10 Robert, A. Feuillet A, 1970, Pág. 64.11 Ferrando, M, 2009. Pág. 10.12 Idem.

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hacerse siempre en relación a la tradición de la comunidad que es receptora de

la fe y del dato revelado. En la Iglesia, el papel de delimitar la forma de

interpretar corresponde al Magisterio vivo de la Iglesia. Numerosos textos

magisteriales, entre los que destacamos la Providentissimus Deus y la Divino

Afflante Spiritu, mensajes magisteriales que han presentado estos límites.

Estos textos insisten en la necesidad de un trabajo más científico unido al

sentido literal y al espiritual. La conclusión es el rechazo a “la ruptura entre lo

humano y lo divino, entre la investigación científica y la mirada de la fe y entre

el sentido literal y el sentido espiritual”13, con lo cual se valora y se pone de

relieve el misterio de la Encarnación. Por este, las historias divina y humana se

han unido de manera sublime en la persona de Jesucristo, verdadero Dios y

verdadero hombre. Y es por ello que lo divino no aparece extraño a lo humano

y viceversa. Pero de esto trataremos en otro punto.

Veamos ahora los llamados acercamientos al texto bíblico. Para ello,

seguiremos los títulos presentados por la Pontificia Comisión Bíblica.

Distinguiremos para nuestro caso los siguientes, agrupados en los

acercamientos contextuales, es decir aquellos en que “la interpretación de un

texto depende siempre de la mentalidad y de las preocupaciones de sus

lectores”14

Acercamiento Liberacionista: Este acercamiento está marcado por el

inicio de la Teología de la Liberación en América Latina, y fue gracias al

Vaticano II que provoca una renovación profunda en la forma de hacer

Iglesia, desde el Pueblo de Dios y no solo desde la jerarquía

eclesiástica. Se establece una “praxis cristiana auténtica que tiende a

transformar la sociedad por medio de la justicia y del amor”15. La

exégesis que desde Latinoamérica se pretende, debe considerar los

siguientes puntos: la interpretación no puede ser neutra, “sino que,

siguiendo a Dios, debe tomar parte por los pobres, y comprometerse en

el combate por la liberación de los oprimidos. Además, los textos

bíblicos son leídos en un contexto de solidaridad efectiva con los

13 Pontificia Comisión Bíblica, 2007, Pág. 1014 Ibid. Pág. 6115 Ibid. Pág. 62.

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oprimidos. Puesto que la liberación de los oprimidos es un proceso

colectivo, la comunidad de los pobres es el mejor destinatario para

recibir la Biblia como palabra de liberación”16. Es importante el concepto

de lo “colectivo”, ya que por ejemplo el tema de la restauración o de la

resurrección para el hombre bíblico involucra a todo el pueblo, como hijo

de Dios u objeto de predilección.

También un tema de relevancia, es el peligro que se corre al “acercarnos

a la Escritura de una forma individualista, personalista, que nos lleve

también a desconocer la Escritura como norma de nuestra vida

cristiana”17. Este acercamiento, puede caer en un espiritualismo

desencarnado, casi apocalíptico o fundamentalista, que olvida la

responsabilidad que el hombre tiene en la construcción de la sociedad

de la que es miembro. Es un tipo de lectura que pretende “buscar en la

Escritura sólo consuelo, ‘sentirse bien’, y no una guía para nuestra vida,

una norma”18.

Un punto que también quisiera tomar en cuenta es el tema de las

lecturas ingenuas que se hacen del Evangelio y de la Escritura en

general. No podemos ver al texto como un relato pintoresco que relata

hechos pasados que no tienen resonancia para la comunidad que sigue

caminando. Actualmente, “hemos tenido miedo a una traducción

moderna de la Palabra de Cristo; hemos preferido el lenguaje hierático y

distante”19. Nos cuesta comprender los reales alcances de lo que

significa la Encarnación y la presencia de Cristo que, siendo Dios es

hombre y hermano de nuestra frágil condición. Y es por la Encarnación

que la Palabra “tiene que repercutir en todas las dimensiones de la vida

humana: económica, social, cultural y religiosa, erótico-sexual,

pedagógica, y hoy también ecológica”20

VI. ENCARNACIÓN Y PALABRA DE DIOS.16 Idem. 17 Mora, C, 1994. Pág. 96.18 Idem. 19 AA.VV, 1970, Pág. 80.20 AA.VV, 2007, Pág. 107.

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Quisiera comenzar este apartado, bajo la luz del Prólogo de Juan (Jn 1), en

donde el evangelista expone el tema de la kénosis, abajamiento o Encarnación

del Verbo. Me interesa rescatar los siguientes versículos “Todo se hizo por ella

(por la Palabra) y sin ella no se hizo nada” (Jn 1,3), “Y la Palabra se hizo carne

y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1,14) y “a Dios nadie le ha visto jamás; el

Hijo Unigénito que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1,18). ¿Qué

significa que la Palabra sea creadora, encarnada y exégeta o intérprete?

Significa que Jesucristo desde el momento en que se somete a las condiciones

espacio temporales, se convierte en el mayor y principal exégeta del Padre. El

que lo conoció desde toda la eternidad, puede dar testimonio de lo que vio y

escuchó, y ese testimonio es verdadero. La Palabra que crea y recrea, nos da

a conocer la presencia de un Dios que es cercano al hombre y que lo invita a la

comunión. Es por esto que la Encarnación es un escándalo y una paradoja,

pero aún así, es salvación.

Por esto, “para acercarse humanamente a los hombres, Dios ha tenido que

hacerse hombre. Para que la palabra de Dios pueda sonar en oídos humanos

ha tenido que hacerse palabra de hombre, idioma de hombre”21. Lo dicho

anteriormente no significa que los límites humanos son impedimento para la

comunicación divina, por el contrario. Basta con recordar lo que hemos dicho

de la historia de Israel. El pueblo lee a Dios y sus signos en la historia, la que

es un lugar teológico. Es la fe que nos enseña a “observar los signos de Dios

en los signos de los tiempos. Muchos cristianos son espiritualmente

analfabetos: no saben leer a Dios por medio de sus signos. La fe nos ayuda a

optar por Dios y el misterio”22. Si continuamos en la ingenuidad espiritual,

practicando una liviandad eclesial o viviendo un espiritualismo desencarnado,

estamos simplemente viviendo una vida espiritual y comunitaria inconsecuente,

digna del movimiento fariseo de los tiempos de Jesús.

Es la tarea eclesial que los nuevos tiempos nos imponen, esto es que “el

misterio de la Kénosis de Dios en Jesucristo, debe repetirse en nuestras

21 Ferrando, M, 2009, Pág. 88. 22 AA.VV, 1970, Pág. 65.

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comunidades eclesiales. Y esta humillación es la aceptación sin reservas de los

otros, el pleno compromiso con ellos en sus desgracias, en su circunstancia

concreta”23. Es simplemente la opción de Jesucristo.

23 Ibid. Pág. 83.