La cuna del clasismo
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Primero de Mayo, cerca del mediodía en la ciudad de Córdoba. Sobre Velez Sar-�ield al 2500, un escenario. A la derecha, el edi�icio de lo que fue la sede histórica de la CGT cordobesa, que entre 1972 y 1976 condujo el “Movimiento de Recuperación Sindical (MRS – Lista Marrón)”, un frente político que encabezaron René Salamanca, Atilio López y Agustín Tosco. Un grupo se acerca. Viene cantando “Abran paso, llegó la CCC, la corriente de Gody y de René”. Al fondo del escenario, un gran cartel: “20 años de la CCC. 1ro de Mayo en Córdoba, la cuna del clasismo”.
Un hombre, que tiene unos cincuenta años, campera negra de jogging, camisa blanca con rayas celestes y una gorra de ATE, se queda con la mirada clavada en el balcón del viejo edi�icio de la CGT.
-En que te quedaste pensando-, le dice un compañero.
-Cuando era un joven estudiante vi como Tosco, Salamanca y López le hablaban a los tra-bajadores desde ese balcón-, responde Ricardo
Araujo, secretario general de ATE La Pampa. En ese edi�icio, con balcón a la plaza, ya no se
reúnen los trabajadores, ahora hay un museo. En la pared, una placa recuerda el Cordobazo y un mural sobre relieve muestra a los tres diri-gentes históricos.
Cuando ganaron el gremio, en mayo de 1972,
La cuna del clasismo
Roque Romero, un joven mecánico de Perdriel sonreía como un niño, igual que ahora, a sus setenta y pico. Recuerda que Salamanca estaba con la misma ropa de siempre: chaqueta marrón, polera negra, jean y mocasines viejos, gastados.
-¿Y ahora?– le pregunta Roque Romero, con su media sonrisa, apenas cruzaron la puerta de
entrada.-Ahora, me parece que nos dividimos. La
mitad asume el cargo, y la otra mitad vuelve a sus puestos de trabajo, en la fábrica. Es lo más justo ¿No?-, propuso Salamanca, con ese gesto que lo caracterizaba: serio pero ameno.
“Esa fue la primer medida que tomamos, no
Cordobazo nació el clasismo, en ese momento debe haber llegado a su primera infancia. La política fue unir “por arriba y por abajo” sin difer-enciar el color partidario aseguró Amancay Ardura, dirigente nacional de la CCC.
En el retorno de Perón, pese a no ser justicialis-ta, Salamanca convocó al movimiento obrero cor-dobés a ir a Ezeiza “porque conocía los planes que había para asesinar a Perón, instó (por eso) a los mecánicos cordobeses a colaborar con la protec-ción del líder”, le cuenta a los periodistas Agustín Funes, que en aquellos años era delegado la fábri-ca Pedriel.
Un año después intervinieron el sindicato, acu-saron a los dirigentes de ser “cómplices del ter-rorismo” y varios fueron encarcelados. Salamanca tenía pedido de captura y pasó a la clandestini-dad, pero se comunicó con los trabajadores a través de volantes y tres cartas: “Se está creando una situación golpista, como en 1955”, advirtió y se de�inió “contra todo golpe de Estado, venga de donde venga”. Llamó a “a los compañeros mecáni-cos y al pueblo a defender la voluntad popular, defender el gobierno de la señora Isabel de Perón”
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pero cuestionó al ejecutivo por no tomar las medidas necesar-ias “para enfrentar el imperial-ismo”.
Y los mecánicos cordobeses también se de�inieron. El 24 de marzo de 1976 “respondieron al golpe con la toma de fábri-
cas, pero el abandono del gremio a nivel nacio-nal y la ausencia de una dirección local no per-mitieron que eso pueda parar el golpe”, lamen-ta Romero y no sonríe. En la misma madruga-da del 24 secuestraron a Salamanca, lo tortu-raron en el centro clandestino de detención “La Perla” y lo desaparecieron. Tanto le preocupaba a la dictadura que Luciano Ben-jamín Menéndez, el Comandante del III Cuerpo de Ejército, supervisó ese crimen.
“Necesitaban apagar ese faro que existía en Córdoba y solo pudieron hacerlo con la represión feroz del Estado, pero esa destruc-ción sembró esquirlas en toda la Argentina. Alguna de esas esquirlas cayó allá, en La Pampa. Y nosotros con hilachitas de memoria, haciendo hebras con los recuerdos, tejimos un paño. Y ese paño lo paseamos como un estand-arte y hoy es la bandera de muchísimos traba-jadores”, dice Araujo, desde el escenario, que está a unos metros de dónde vio por primera vez a Tosco, Salamanca y López en el balcón de la CGT cordobesa. Al parecer el clasismo tuvo hijos.
nos sentamos en el sillón. Nos íbamos turnando por semana, así podíamos estar con los compañeros y no olvidar de donde veníamos”, recuerda Romero, desde el escenar-io. También decidieron seguir cobrando el mismo sueldo como el resto de los trabajadores. Si en el
Primero de Mayo, cerca del mediodía en la ciudad de Córdoba. Sobre Velez Sar-�ield al 2500, un escenario. A la derecha, el edi�icio de lo que fue la sede histórica de la CGT cordobesa, que entre 1972 y 1976 condujo el “Movimiento de Recuperación Sindical (MRS – Lista Marrón)”, un frente político que encabezaron René Salamanca, Atilio López y Agustín Tosco. Un grupo se acerca. Viene cantando “Abran paso, llegó la CCC, la corriente de Gody y de René”. Al fondo del escenario, un gran cartel: “20 años de la CCC. 1ro de Mayo en Córdoba, la cuna del clasismo”.
Un hombre, que tiene unos cincuenta años, campera negra de jogging, camisa blanca con rayas celestes y una gorra de ATE, se queda con la mirada clavada en el balcón del viejo edi�icio de la CGT.
-En que te quedaste pensando-, le dice un compañero.
-Cuando era un joven estudiante vi como Tosco, Salamanca y López le hablaban a los tra-bajadores desde ese balcón-, responde Ricardo
Araujo, secretario general de ATE La Pampa. En ese edi�icio, con balcón a la plaza, ya no se
reúnen los trabajadores, ahora hay un museo. En la pared, una placa recuerda el Cordobazo y un mural sobre relieve muestra a los tres diri-gentes históricos.
Cuando ganaron el gremio, en mayo de 1972,
Roque Romero, un joven mecánico de Perdriel sonreía como un niño, igual que ahora, a sus setenta y pico. Recuerda que Salamanca estaba con la misma ropa de siempre: chaqueta marrón, polera negra, jean y mocasines viejos, gastados.
-¿Y ahora?– le pregunta Roque Romero, con su media sonrisa, apenas cruzaron la puerta de
entrada.-Ahora, me parece que nos dividimos. La
mitad asume el cargo, y la otra mitad vuelve a sus puestos de trabajo, en la fábrica. Es lo más justo ¿No?-, propuso Salamanca, con ese gesto que lo caracterizaba: serio pero ameno.
“Esa fue la primer medida que tomamos, no
Cordobazo nació el clasismo, en ese momento debe haber llegado a su primera infancia. La política fue unir “por arriba y por abajo” sin difer-enciar el color partidario aseguró Amancay Ardura, dirigente nacional de la CCC.
En el retorno de Perón, pese a no ser justicialis-ta, Salamanca convocó al movimiento obrero cor-dobés a ir a Ezeiza “porque conocía los planes que había para asesinar a Perón, instó (por eso) a los mecánicos cordobeses a colaborar con la protec-ción del líder”, le cuenta a los periodistas Agustín Funes, que en aquellos años era delegado la fábri-ca Pedriel.
Un año después intervinieron el sindicato, acu-saron a los dirigentes de ser “cómplices del ter-rorismo” y varios fueron encarcelados. Salamanca tenía pedido de captura y pasó a la clandestini-dad, pero se comunicó con los trabajadores a través de volantes y tres cartas: “Se está creando una situación golpista, como en 1955”, advirtió y se de�inió “contra todo golpe de Estado, venga de donde venga”. Llamó a “a los compañeros mecáni-cos y al pueblo a defender la voluntad popular, defender el gobierno de la señora Isabel de Perón”
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pero cuestionó al ejecutivo por no tomar las medidas necesar-ias “para enfrentar el imperial-ismo”.
Y los mecánicos cordobeses también se de�inieron. El 24 de marzo de 1976 “respondieron al golpe con la toma de fábri-
cas, pero el abandono del gremio a nivel nacio-nal y la ausencia de una dirección local no per-mitieron que eso pueda parar el golpe”, lamen-ta Romero y no sonríe. En la misma madruga-da del 24 secuestraron a Salamanca, lo tortu-raron en el centro clandestino de detención “La Perla” y lo desaparecieron. Tanto le preocupaba a la dictadura que Luciano Ben-jamín Menéndez, el Comandante del III Cuerpo de Ejército, supervisó ese crimen.
“Necesitaban apagar ese faro que existía en Córdoba y solo pudieron hacerlo con la represión feroz del Estado, pero esa destruc-ción sembró esquirlas en toda la Argentina. Alguna de esas esquirlas cayó allá, en La Pampa. Y nosotros con hilachitas de memoria, haciendo hebras con los recuerdos, tejimos un paño. Y ese paño lo paseamos como un estand-arte y hoy es la bandera de muchísimos traba-jadores”, dice Araujo, desde el escenario, que está a unos metros de dónde vio por primera vez a Tosco, Salamanca y López en el balcón de la CGT cordobesa. Al parecer el clasismo tuvo hijos.
nos sentamos en el sillón. Nos íbamos turnando por semana, así podíamos estar con los compañeros y no olvidar de donde veníamos”, recuerda Romero, desde el escenar-io. También decidieron seguir cobrando el mismo sueldo como el resto de los trabajadores. Si en el