LA ÉTICA APLICADA orig.docx
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TEMA II
LA ÉTICA
APLICADA
2.1.ÉTICA APLICADA.
2.1.1. Aplicación deductiva, inductiva o circular.
Los problemas de nuestro mundo, como son la destrucción de la ecosfera, el
hambre, el racismo, la guerra, etc., piden respuestas también a la filosofía, la cual ha de
realizar un “giro aplicado”. La filosofía moral (ética) tiene como tareas:
a) dilucidar en qué consiste lo moral,
b) fundamentar lo moral y
c) aplicar los principios éticos a los distintos ámbitos de la vida cotidiana,
aunque no puede n prescribir de forma inmediata las actuaciones en los casos
concretos.
La ética aplicada se enfrenta a tres dificultades:
a) no puede ser una moral más,
b) no hay ninguna ética aceptada por todos,
c) cada ámbito de aplicación es peculiar.
Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas coinciden en que la misión de la ética es
fundamentar lo moral, pero discrepan en lo que atañe a su aplicación. Mientras que
para Habermas la ética se limita a esclarecer el significado del término “correcto”
aplicado a una norma, para Apel cabe distinguir dos partes en la ética: Parte A de
fundamentación del principio ideal, y Parte B de aplicación a contextos concretos
siguiendo el principio de la responsabilidad (observar las consecuencias). En la Parte
B, la racionalidad comunicativa es mediada con la estratégica persiguiendo dos metas:
1) la conservación,
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2) poner las bases para la realización del ideal.
Adela Cortina, por su parte, aventura seis hipótesis para una ética aplicada:
1) Ética aplicada no significa usar siempre la racionalidad estratégica como
respuesta a un mundo estratégico.
2) La estructura de la ética aplicada no es ni deductiva ni inductiva, sino
circular, una hermenéutica crítica.
3) En los procedimientos de toma de decisión -que podríamos llamar Parte C
de la ética del discurso- es preciso tener en cuenta la actividad en cuestión y su
meta, los valores, principios y actitudes de los sujetos, la modulación del principio
ético dialógico y los datos de la situación. Las decisiones serán tomadas por los
afectados.
4) La ética del discurso no es rival, sino coordinadora del resto de las éticas.
5) Hay que tener en cuenta todos los modos históricos de entender lo moral.
6) La ética aplicada viene a ser una ética cívica referida a los valores
compartidos por la sociedad civil.
Siguiendo la tendencia de Apel de atender a la historia en la aplicación de la ética del
discurso, otros autores ético-discursivos han propuesto sus propios modelos de
aplicación en los que tratan de ampliar o corregir los problemas encontrados en el
planteamiento de Apel. Una de esas propuestas es la de (Kuhlmann), que distingue
entre:
a) “Filosofía 1” como ética del discurso, donde se fundamenta el principio moral,
b) La instancia de la experiencia, que parte de los problemas concretos y los
valores concretos de las personas implicadas, y
c) “Filosofía 2” en conexión con Rawls, que introduce la idea del equilibrio
reflexivo, y que ofrece propuestas normativas con contenido y por lo tanto falibles.
Kuhlmann llama a éstas últimas “justificaciones toscas”. Una vez obtenidas esas
“justificaciones toscas” con contenido el siguiente paso es convertirlas en
“justificaciones sutiles”, comprobando si transgreden o no el principio moral
fundamentado en el primer paso, con lo cual, la aplicación no es estrictamente
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deductiva sino circular, Kuhlmann dice:
Sobre este último paso que “eso es de nuevo filosofía 1, que al final se inserta
para la prueba y entonces la justificación sutil del resultado ganado así”.
Nosotros vamos a centrarnos en la propuesta de Adela Cortina. Esta autora entiende, al
igual que Apel, que actuar siempre según el principio de la ética del discurso tal y
como se expresa en la parte A sería una irresponsabilidad, y acepta la ampliación
de este principio mediante una parte B, donde la racionalidad comunicativa viene
mediada por el uso de la racionalidad estratégica. El objetivo de esta mediación
es doble:
a) la conservación del sujeto hablante y de cuantos de él dependen, y
b) poner las bases materiales y culturales para que algún día sea posible actuar
comunicativamente sin que con ello peligre la conservación propia y ajena. Sin
embargo, Cortina realiza tres comentarios al modelo de aplicación propuesto por Apel:
1º) “El necesario uso de estrategias es un factor importante en determinados
ámbitos de la ética aplicada, como son el de la empresa o la política, pero no tanto
en otros, como el de la bioética”.
2º) La propuesta de Apel no dice nada sobre cómo en cada ámbito social el
reconocimiento de los afectados como interlocutores válidos da lugar a unos valores
específicos en ese ámbito.
3º) “La distinción de niveles (A y B) da la sensación de que descubrimos un
principio y tenemos que diseñar un marco para aplicarlo a los casos concretos,
cuando en realidad se trata de descubrirlo en los distintos ámbitos y averiguar cómo
debe modularse en cada uno de ellos”.
2.1.2. La Ética aplicada como hermenéutica crítica.
Cortina propone un modelo de ética aplicada como hermenéutica crítica, con la
siguiente arquitectónica:
1.- El marco deontológico (el momento “kantiano”).
Según esta autora, la estructura de la ética aplicada no es deductiva, tal y
como la propone Apel, pero tampoco inductiva, sino que es circular. No se trata de
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aplicar principios generales a casos concretos, sino descubrir en los distintos ámbitos
la peculiar modulación del principio común. Se trata de buscar junto a los
especialistas de cada campo qué principios de alcance medio y qué valores se
perfilan en él y cómo deben aplicarse en los distintos contextos. La
interdisciplinariedad aquí es una urgencia.
Para la aplicación necesitamos contar no sólo con la ética del discurso sino con
todas las demás teorías éticas. El elemento coordinador será la ética del discurso,
porque se basa en la acción comunicativa y en la argumentación, que constituyen el
medio de coordinación de las actividades humanas.
2.- Ética de las actividades sociales (El momento “aristotélico”).
La ética individual es insuficiente, es necesario integrar en ella la acción colectiva. La
ética aplicada debe examinar las actividades sociales Cualquiera de las actuales éticas
aplicadas debe recorrer varios pasos, que la autora ha llamado en alguna ocasión
parte C de la ética del discurso. Tomando esas ideas como referencia, y las ideas de
Diego Gracia y de otros autores, Juan Carlos Siurana propone la siguiente
metodología para analizar casos concretos:
I. Presentation del caso.
A) Describa los datos de la situación.
B) Sintetiza el problema o problemas éticos en una frase.
II. Metodología de análisis y resolución.
1º) Indique las posibles opciones de actuación y agrúpelas en cursos
de acción razonables.
2º) Evalúe esos cursos de acción desde los fines, valores y principios
éticos de su profesión.
3º) Evalúe esos cursos de acción desde los fines, valores y principios
éticos de su organización.
4º) Evalúe esos cursos de acción desde la legalidad vigente en su sociedad,
y desde los valores éticos universales que legitiman las leyes.
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5º) Señale quiénes son los afectados y cuáles serán para ellos las
consecuencias de su decisión, según cada uno de los cursos de acción
posibles.
6º) Evalúe los resultados de los pasos anteriores, en conjunto, desde las
teorías éticas y desde la bibliografía de otros autores sobre temas
similares.
7º) Diga cuál sería el curso de acción que tomaría en el caso concreto
planteado.
2.2.ÉTICA DE LOS CIUDADANOS.
2.1.2.Ética de mínimos compartidos en sociedades pluralistas.
La ética de los ciudadanos o ética cívica es la ética de la sociedad civil,
entendiendo por sociedad civil “la dimensión de la sociedad no sometida directamente
a la coacción estatal”. Una sociedad pluralista es aquella en la que los ciudadanos ya
comparten unos mínimos, que son los que les permiten tener una base común para ir
construyendo desde ellos, responsablemente y en serio, un mundo más humano.
Estos mínimos tienen dos características:
1ª) Ya son compartidos en las sociedades con democracia liberal. Por eso no
se trata de ver cómo los consensuamos, sino de “descubrir” aquello que ya hemos
aceptado en nuestra vida cotidiana.
2ª) Son la condición para que tenga sentido cualquier acuerdo legítimo que
tomemos en una sociedad democrática y pluralista.
La ética cívica es hoy un hecho. No porque los ciudadanos de las democracias
occidentales respetemos en la actualidad los derechos humanos y los valores que
inspiran las constituciones, sino porque en las sociedades pluralistas hemos aceptado
ya determinados valores, derechos y actitudes, que constituyen unos mínimos
compartidos. “Tales mínimos podrían concretarse, por el momento, en el respeto a los
derechos humanos de la primera, segunda y tercera generación, en los valores de
libertad, igualdad y solidaridad y, por último, en una actitud dialógica, posible por la
tolerancia activa, no sólo pasiva, del que quiere llegar a entenderse con otro,
porque le interesa ese entendimiento con él”.
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2.2.2. Libertad, igualdad, solidaridad, respeto activo y actitud de diálogo.
Los derechos humanos que hemos reconocido se dividen en tres generaciones, cada
una de ellas orientada por un “valor guía”:
1ª Generación. Derechos civiles y políticos: Entre ellos podemos citar el
derecho de toda persona a la vida, a pensar y expresarse libremente, a la libertad de
reunión y de desplazamiento, y a participar en la legislación de su propia comunidad
política. Se basan en la tradición liberal. El valor guía es la libertad, entendida en su
sentido tanto negativo como positivo, es decir, como independencia de un individuo con
respecto al poder del Estado y como posibilidad de participar en las decisiones con
respecto a las leyes vigentes en su comunidad política. La superación de ambos
aspectos de la libertad en un tercero que conserva lo mejor de ambos, guiándose
libremente por principios universalizables, es la libertad como autonomía.
2ª Generación. Derechos económicos, sociales y culturales: Entre ellos se
encuentra el derecho a una alimentación suficiente, a casa y abrigo, a los medios
para acceder a la cultura, a la protección frente a la enfermedad, la ancianidad, la
jubilación o el desempleo. Se basan en la tradición socialista. El valor guía es la
igualdad, entendida como ausencia de dominación.
3ª Generación. Derechos ecológicos y a la paz: Son el derecho a nacer y
vivir en un medio ambiente sano, no contaminado de polución y de ruido, y a nacer y
vivir en una sociedad en paz. El valor guía es la solidaridad, preocupada por conseguir
que todos los hombres se realicen igualmente en su libertad.
En la actualidad surgen nuevas generaciones como el derecho a la intimidad e
inviolabilidad del propio patrimonio genético.
La ética cívica contiene, además de los valores guías de cada una de las
generaciones de derechos humanos otros dos valores importantes:
a) El respeto activo: No es la mera tolerancia, que se transforma fácilmente
en indiferencia. “El respeto activo consiste en el interés de comprender a los otros y
de ayudarlos a llevar adelante sus planes de vida”.
b) La actitud de diálogo: Las soluciones dialogadas a los conflictos son las
verdaderamente constructivas, siempre que los diálogos reúnan una serie de requisitos
señalados por la ética discursiva. El que se toma el diálogo en serio:
- Ingresa en él convencido de que el interlocutor puede aportar algo, por eso
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está dispuesto a escucharlo.
- Está dispuesto a modificar su posición si le convencen los argumentos
del interlocutor.
- Está preocupado por buscar una solución correcta y, por tanto, por
entenderse con el interlocutor. “Entenderse no significa conseguir un acuerdo total,
pero sí descubrir todo aquello que ya tenemos en común”.
- La decisión final ha de atender intereses universalizables, es decir, los
de todos los afectados.
La ética cívica es una ética de mínimos referida a lo justo, a lo exigible para una
convivencia pacífica, y se distingue de las diversas éticas de máximos, referidas a
los diversos ideales de vida buena, invitables. Algunos autores han creído ver aquí
la distinción entre la “ética pública” y las “morales privadas”, pero Cortina lo
desmiente indicando que “es incorrecto mantener la distinción entre ‘ética pública’ y
‘morales privadas’, porque toda oferta de vida buena tiene vocación de publicidad,
de hacerse pública, de invitarse, de manifestarse. Por eso considero más adecuada
la distinción entre una ética cívica de mínimos, que contiene todo aquello que ya
compartimos como ciudadanos, y distintas ofertas de máximos que pueden ser
religiosas o no religiosas, distintas ofertas de vida buena que coexisten y, además,
van nutriendo y empapando esos mínimos que todos ya compartimos”.
2.3.ÉTICA DE LAS PROFESIONES.
2.3.1. La idea de profesión.
Según Norberto Elías podemos distinguir tres usos del término “profesión”:
1) Uso más antiguo y más estricto: Ejercer una profesión supone la
posibilidad de vivir honestamente sin tener que dedicarse a un oficio manual. En este
sentido podemos incluir las tres profesiones tradicionales: médico, juez y sacerdote.
2) Uso más amplio y más moderno: En este sentido se incluyen todas las
personas con una preparación específica y un título universitario que reconoce esa
preparación, como es el caso de profesores, economistas, arquitectos, etc.
3) Uso de acuerdo con fuertes tendencias culturales: En nuestros días se
usa habitualmente la expresión “profesión” dirigida a todas las ocupaciones que
requieren cierta preparación y conocimientos científicos, aunque no tengan un rango
universitario, pero sí un certificado basado en exámenes.
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Al margen de las actividades que pueden considerarse profesiones, resulta
importante señalar qué rasgos cabe atribuir a los profesionales. Edward Gross define
a los profesionales como personas que poseen un amplio conocimiento teórico
aplicable a la solución de problemas vitales, recurrentes pero no estandarizables, que
se sienten en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, y
al mismo tiempo que se sienten identificados con los demás profesionales del ramo.
Bernard Barber añade el alto grado de autocontrol de la conducta mediante un código
ético interiorizado a través del fuerte proceso de socialización en los valores de la
profesión.
2.3.2. Rasgos del profesional.
Juan González Anleo, que recoge en un artículo las ideas de los autores
indicados, entiende que los rasgos del profesional son los siguientes:
1º) Ofrece un servicio a la sociedad único, definitivo y esencial. Único, porque los
profesionales reclaman el derecho exclusivo a realizarlo. Definitivo, porque hay un
acuerdo entre los profesionales sobre cómo realizarlo. Esencial, porque no puede
quedar sin cubrir en una sociedad desarrollada.
2º) Realiza su servicio como vocación. Se identifica con las pautas ideales
de su profesión y le dedica buena parte de su tiempo libre.
3º) Posee conocimientos y técnicas intelectuales para la realización del
servicio que presta. Piensa de manera objetiva y crítica.
4º) Se somete a un período de preparación especializada, habitualmente en
instituciones educativas.
5º) Reclama un amplio campo de autonomía, tanto para él como para el
cuerpo al que pertenece. Sólo sus colegas pueden ser jueces de sus errores.
6º) Es responsable por los juicios emitidos, los actos realizados y las técnicas
empleadas en el ejercicio de su profesión.
7º) Pone el énfasis en el servicio prestado más que en las ganancias
obtenidas.
8º) Pertenece a una organización de profesionales de su rama, creada y
autogobernada por ellos mismos, cuyas misiones son crear criterios de admisión-
exclusión, impulsar un alto nivel de competencia y elevar el status socio-económico de
los miembros.
En cada actividad los profesionales se organizan en asociaciones nacionales, e
internacionales. Estas asociaciones desarrollan sus propios códigos de ética
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profesional. También ofrecen declaraciones internacionales sobre las metas de su
actividad.
2.4.ÉTICA DE LAS ORGANIZACIONES.
2.4.1. Valores expuestos y valores practicados.
La actividad profesional se realiza normalmente dentro de una organización
junto a otros profesionales. La ética de la organización influye de manera decisiva en
la conducta y actitudes de los profesionales. Para poder aplicar la ética teórica a la
realidad es por ello necesario tener en cuenta no sólo la ética de los ciudadanos y de
las profesiones, sino también la ética de las organizaciones.
La noción de cultura corporativa u organizacional está bien establecida en el
campo de la teoría y la conducta de las organizaciones. Existe un acuerdo
generalizado en que la cultura corporativa afecta de modo significativo a la conducta en
las organizaciones.
Una distinción útil en los valores corporativos es la que existe entre los valores
expuestos y los valores practicados. Los valores expuestos son los que se encuentran
en las afirmaciones sobre la misión de la empresa o códigos de ética. Exponen los
valores de los que son responsables por la dirección de la empresa. Indican a los
empleados, clientes, competidores, proveedores y otros el tipo de conducta que es
aceptable para la empresa.
Esos valores expuestos pueden ser muy diferentes de los “valores practicados”.
Por ejemplo, una afirmación de una empresa puede ser “Nosotros consideramos que
nuestros trabajadores son nuestro activo más importante”. Si esto es el caso en la
práctica, entonces uno podría esperar ver políticas claras y efectivas en relación al
nombramiento, formación, desarrollo, remuneración y otras recompensas de los
trabajadores. Si éstas no existen, entonces el contraste entre los valores expuestos y
los valores practicados resulta patente. Si las prácticas de la compañía se ven
como injustas y discriminatorias o como represivas y desfasadas, entonces sus
empleados serán conscientes de las diferencias entre los valores expuestos y los
practicados. Nadie contemplaría los valores expuestos como indicativo de una
empresa ética. Habrá una expectativa razonable de que los valores expuestos sean
seguidos en la práctica.
2.4.2. Elementos de la cultura corporativa.
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Michael Hoffman construye sobre el concepto de cultura corporativa para
desarrollar una teoría poderosa sobre la excelencia moral corporativa. Hoffman
mantiene que la cultura corporativa tiene tres principales elementos:
1º) Los valores, actitudes y creencias básicas de la organización.
2º) Las metas, políticas, estructuras y estrategias organizacionales, que son
conformadas por aquellos valores, actitudes y creencias básicas.
3º) El “modo de hacer las cosas” de la organización. Son los procedimientos
aceptados de cada día.
Hoffman afirma que dentro de las organizaciones son los individuos los responsables
por crear metas, criticar y evaluar la cultura corporativa e instigar e implementar el
cambio. Dice que la organización moralmente excelente es la que descubre la
saludable reciprocidad entre su cultura y la autonomía de sus individuos. Esta
reciprocidad es una condición necesaria pero no suficiente para la excelencia moral
corporativa. Para ello también es necesario que exista una cultura moral corporativa.
Esto significa que los valores expuestos y los valores practicados deben ser
éticamente aceptables. Las organizaciones moralmente excelentes, por lo tanto, de
acuerdo con Hoffman y otros autores, tienen culturas basadas en valores éticos.
¿Cómo puede una organización asegurar que sus valores éticos están reflejados
en su cultura corporativa? ¿Cómo puede asegurar que sus creencias éticas básicas
se reflejen y sean llevadas a cabo en sus metas, políticas, estructuras y estrategias
y en sus modos cotidianos de conducta? Goodpaster ofrece una aproximación
basada en cuatro pasos:
1º) Buscar temas o situaciones éticas que eleven cuestiones éticas.
2º) Aplicar principios racionales para producir estrategias y procedimientos
éticos.
3º) Coordinar las estrategias y procedimientos éticos con otras demandas,
intereses y obligaciones.
4º) Implementar las estrategias y procedimientos éticos acordados.
Esto produce “buenos hechos” e implica la integración dentro del modo
cotidiano de hacer las cosas en la organización.
No obstante, Goodpaster dice que tal aproximación podría ser peligrosa para la
autonomía moral del individuo si se produce en una cultura corporativa que es
demasiado fuerte o prescriptiva. Las organizaciones excelentes son dirigidas por
unos pocos valores clave y dejan espacio a los individuos para que usen su iniciativa
para apoyar esos valores.
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Las organizaciones moralmente excelentes, de acuerdo con la aproximación
ejemplificada por Hoffman y Goodpaster, están caracterizadas por valores éticos y
claridad sobre esos valores. También tienen buenos sistemas de comunicación para
ayudar al proceso de clarificación e implementación, espacio para el desacuerdo
racional y para la protesta, y reducción de la burocracia y el control.
No obstante, de acuerdo con Sinclair, la aproximación que prevalece sobre la
conducta ética corporativa mantiene que crear una cultura unitaria cohesionada
alrededor de unos valores morales centrales, es la solución para aumentar la
conducta ética. Las culturas fuertes están caracterizadas por ser compartidas por
todos los empleados, siendo capaces de determinar la conducta y siendo
consistentes en toda la organización. No obstante, considera que las culturas fuertes
presentan peligros. Pueden ser simplemente la ideología de gestión diseñada para
servir a los intereses de los que ejercen poder dentro de la organización. Pueden ir
contra la posibilidad de cubrir a largo plazo las necesidades de la organización
impidiendo los cambios. Pueden destruir la conducta ética eliminando el disenso y el
debate racional de los temas.
2.4.3. Las subculturas corporativas.
Habiendo identificado los peligros de una cultura organizacional poderosa y
uniforme, él identifica los beneficios del conflicto sub-cultural dentro de las
organizaciones. Una sub-cultura dentro de una organización puede ser definida como
un sub-conjunto de los miembros de la organización que se identifican a sí mismos
como un grupo distinto de personas que, de modo rutinario, actúan sobre la base de
entendimientos colectivos únicos para ese grupo. La aproximación descrita arriba ve a
las sub-culturas como con posibilidad de minar la cultura unitaria corporativa
dominante. Sinclair piensa que ese conflicto sub-cultural puede ser beneficioso para la
organización. Podría aumentar la responsabilidad hacia las metas organizacionales si
las metas sub-culturales pueden ser asimiladas dentro del propósito organizativo.
Puede ayudar a prevenir el “pensamiento
de grupo”. Puede mejorar la realización general de la organización si sus miembros
tienen normas y estilos diversos, y puede ayudar a prevenir desastres animando a
una aproximación crítica de la gestión organizacional. El conflicto sub-cultural puede
también estimular la conducta ética previendo pensamientos aislados por parte de
los directivos de la organización. No obstante, el conflicto sub-cultural presenta
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peligros para la conducta ética, porque puede llevar a la anarquía sin valores
compartidos dentro de la organización y a la falta de una responsabilidad hacia la
organización como un todo.
2.4.4. Vías para desarrollar la ética en las organizaciones.
Esas aproximaciones a la excelencia moral corporativa empiezan con modelos
de conducta ética que ofrecen ideas ricas dentro de la vida organizacional y a menudo
producen muchas aproximaciones prácticas al desarrollo de la conducta ética dentro
de las organizaciones. Habiendo establecido, sobre la base de principios o teoría,
las características de una organización ética, el siguiente paso es considerar vías
en las que tales características pueden ser desarrolladas, respaldadas y animadas
dentro de las organizaciones actuales.
Hay una experiencia considerable en los Estados Unidos en la implementación
de programas de ética corporativa y se da una gran cantidad de guía a los directivos
sobre cómo crear organizaciones más éticas. Hay cuatro principales características
de tal consejo y guía, que descansan sobre un modelo predeterminado de
organizaciones éticas:
1º) La necesidad de una auditoría ética. Esto es un ejercicio de
autovaloración por la organización, generalmente en respuesta a una serie de
preguntas preparadas que tratan sobre los aspectos principales de la conducta y
operaciones dentro de la organización. Clutterbuck y otros identifican tres niveles de
auditoría: el nivel de políticas, el nivel de sistemas y estándares, y el nivel de anotar y
analizar lo realizado.
2º) La necesidad de expectativas públicamente determinadas sobre la conducta
de los trabajadores. Ha habido una proliferación de códigos de conducta
empresariales tanto en empresas europeas como estadounidenses durante los últimos
20 años.
3º) La necesidad de estructuras organizativas para apoyar la conducta ética. Para
algunas organizaciones esto ha significado la creación de comités de ética con, a
veces, importantes poderes. En otros casos, ha significado la provisión de líneas
directas confidenciales para whistleblowers (personas que denuncian la existencia de
prácticas ilegales o corruptas dentro de su organización).
4º) La necesidad de que la conducta ética sea apoyada por los sistemas de
recompensa dentro de las organizaciones. Los empleados pronto se dan cuenta de la
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diferencia entre los valores expuestos y los valores practicados. Las vías en las que
una organización responde a la conducta ética o no ética son influencias
extremadamente potentes sobre las percepciones y la conducta de los empleados.
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