La Expedición Paraná Ra'Angá

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100 CRÓNICAS LA EXPEDICIÓN PARANÁ RA’ANGA [ ALEJANDRO GANGUI / GRACIELA SILVESTRI / PABLO VENA] Paraná Ra’anga (la figura del Paraná, en guaraní) es el nombre de una Expedición Científico-Cultural que recorrió los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay, desde Buenos Aires hasta Asunción, durante el mes de marzo de 2010. El proyecto agrupó a unos cua- renta científicos y artistas de tres países en una lenta y enriquecedora travesía fluvial, poniendo en activo contacto actores de diferentes orígenes y disciplinas que transcurren por separado, en el marco de una experiencia espacio temporal inusual. El proyecto re- cupera la tradición histórica del viaje como instrumento de conocimiento y colaboración entre las artes y las ciencias, para construir nuevas formas de mirar y com- prender el río y sus orillas. Este artículo da cuenta de las motivaciones de este proyecto y de su proyección a futuro. La idea inicial de Martín Prieto, director de Centro Cultural Parque de España en Rosario, de remon- tar el río Paraná siguiendo las huellas de Ulrico Schmidl, primer cronista del Plata, evocaba en nosotros, parte de la futura tripulación, no sólo los relatos maravillosos del ciclo de la conquista, en busca de los metales preciosos, cuando los pe- ces parecían sirenas y las nativas amazonas; tam- bién traían a la memoria las novelas de aventuras de la infancia, las de Verne y Salgari, o la refinada tradición de viajeros en lengua inglesa – nuestro William Hudson, Cunninghame Graham y Joseph Conrad. La imagen del viaje en barco por un Pa- raná que ya no transitaban los viejos vapores de pasajeros, que hacían la carrera hasta Asunción, estaba también teñida de relatos familiares. Bien sabíamos que no encontraríamos tie- rras vírgenes, nuevas especies o comunidades no contactadas. No viajaríamos al “corazón de las tinieblas”, sino a la Madre de las Ciudades de la cuenca del Plata, Asunción. Transitaríamos por una hidrovía, o por un río cuyo destino cercano era convertirse en hidrovía (poco tiempo después de nuestro regreso, se firmó el convenio para continuar las obras de ingeniería). Pero aunque la región era conocida y explotada, no era perci- bida ni vivida como la región cultural que alguna vez había sido, cuando el camino del agua era central, y no sólo para las cargas. Uno de los ob- jetivos de la expedición era, pues, hacer pública y visible, una nueva figura del Paraná. Sin embargo, la expedición tenía un segun- do propósito. Se buscaba generar un espacio de encuentros, buscar las afinidades electivas entre integrantes científicos y artistas, amalgamar sus experiencias en los oficios, las artes y las ciencias, para potenciar esta nueva figura (más bien figuras) del Paraná. Días de navegación a paso de hombre, camarotes compartidos, reuniones desalmidonadas (llamadas convivios, retomando los convites platóni- cos, o el “banquete de sabiduría” de Dante), charlas distendidas a la brisa del río, noches recostados en cubierta señalando las estrellas, mostraron a la larga que la interacción y la contaminación de temas y mi- radas no sólo era bienvenida, sino inevitable. Un año antes de realizar el proyecto, organiza- dores y futuros expedicionarios comenzamos a revi- Reuniones desalmidonadas, bautizadas con el nombre de Convivios, eran el momento de reflexión y discusión de los expedicionarios. CPS, VOL 1 N° 1, Buenos Aires (2012), pp. 100-107

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    LA EXPEDICIN PARAN RAANGA[ ALEJANDRO GANGUI / GRACIELA SILVESTRI / PABLO VENA]

    Paran Raanga (la figura del Paran, en guaran) es el nombre de una Expedicin Cientfico-Cultural que recorri los ros de la Plata, Paran y Paraguay, desde Buenos Aires hasta Asuncin, durante el mes de marzo de 2010. El proyecto agrup a unos cua-renta cientficos y artistas de tres pases en una lenta y enriquecedora travesa fluvial, poniendo en activo contacto actores de diferentes orgenes y disciplinas que transcurren por separado, en el marco de una experiencia espacio temporal inusual. El proyecto re-cupera la tradicin histrica del viaje como instrumento de conocimiento y colaboracin entre las artes y las ciencias, para construir nuevas formas de mirar y com-prender el ro y sus orillas. Este artculo da cuenta de las motivaciones de este proyecto y de su proyeccin a futuro.

    La idea inicial de Martn Prieto, director de Centro Cultural Parque de Espaa en Rosario, de remon-tar el ro Paran siguiendo las huellas de Ulrico Schmidl, primer cronista del Plata, evocaba en nosotros, parte de la futura tripulacin, no slo los relatos maravillosos del ciclo de la conquista, en busca de los metales preciosos, cuando los pe-ces parecan sirenas y las nativas amazonas; tam-bin traan a la memoria las novelas de aventuras de la infancia, las de Verne y Salgari, o la refinada tradicin de viajeros en lengua inglesa nuestro William Hudson, Cunninghame Graham y Joseph Conrad. La imagen del viaje en barco por un Pa-ran que ya no transitaban los viejos vapores de pasajeros, que hacan la carrera hasta Asuncin, estaba tambin teida de relatos familiares.

    Bien sabamos que no encontraramos tie-rras vrgenes, nuevas especies o comunidades no contactadas. No viajaramos al corazn de las tinieblas, sino a la Madre de las Ciudades de la cuenca del Plata, Asuncin. Transitaramos por una hidrova, o por un ro cuyo destino cercano era convertirse en hidrova (poco tiempo despus

    de nuestro regreso, se firm el convenio para continuar las obras de ingeniera). Pero aunque la regin era conocida y explotada, no era perci-bida ni vivida como la regin cultural que alguna vez haba sido, cuando el camino del agua era central, y no slo para las cargas. Uno de los ob-jetivos de la expedicin era, pues, hacer pblica y visible, una nueva figura del Paran.

    Sin embargo, la expedicin tena un segun-do propsito. Se buscaba generar un espacio de encuentros, buscar las afinidades electivas entre integrantes cientficos y artistas, amalgamar sus experiencias en los oficios, las artes y las ciencias, para potenciar esta nueva figura (ms bien figuras) del Paran. Das de navegacin a paso de hombre, camarotes compartidos, reuniones desalmidonadas (llamadas convivios, retomando los convites platni-cos, o el banquete de sabidura de Dante), charlas distendidas a la brisa del ro, noches recostados en cubierta sealando las estrellas, mostraron a la larga que la interaccin y la contaminacin de temas y mi-radas no slo era bienvenida, sino inevitable.

    Un ao antes de realizar el proyecto, organiza-dores y futuros expedicionarios comenzamos a revi-

    Reuniones desalmidonadas, bautizadas con el nombre de Convivios, eran el momento de reflexin y discusin de los expedicionarios.

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    sar los documentos de los viajes de descubrimiento que haban transitado el Paran. Las remotas cr-nicas del mencionado Schmidl, el soldado-cronista que acompa la expedicin de Pedro de Mendo-za, particip en la fundacin de Asuncin del Para-guay y regres a su patria veinte aos ms tarde, fueron como dijimos, la inspiracin inicial (Box: La primera crnica sudamericana). Los textos del ciclo de la conquista interesan tanto por los hechos com-probados, muchos irnicamente fraseados -don-de ayun Juan Daz y los indios comieron-, como por las leyendas que persisten en la imaginacin local y otorgan al territorio una densidad mtica que no se apaga con los aos.

    Este corpus estaba lejos de ser el nico que tuvimos como referencia. En el corazn de esta regin del litoral que hoy percibimos fragmentada, los misioneros escribieron el idioma hegemnico, el guaran, con cuyas palabras se bautiz a la ex-pedicin. A los textos de los jesuitas debemos los registros de la historia natural y antropolgica en los que se basaron los informes ilustrados. Tambin las utopas de comunidades puras que ms tarde fueron intentadas con diversos signos ideolgicos.

    Pero no fueron los viajes mticos, ni los textos de los jesuitas solitarios, sino los ltimos grandes viajes que culminan el ciclo romntico, los que nos alentaron para reunir una tripulacin multidiscipli-

    nar. El nombre de Alexander Von Humboldt, que no recorri el sur de Sudamrica, pero present una nueva imagen de los dominios hispnicos en una vasta serie de trabajos desplegados en las primeras dcadas del siglo XIX, fue la inspiracin central desde el punto de vista de la articulacin de distintos saberes para describir (para leer, escribir, representar) el rostro de la Tierra en todas sus di-mensiones.

    La voluntad de sumar diversos aspectos del conocimiento (desde la poltica hasta el arte, des-de la geologa hasta la botnica, desde la produc-cin hasta las costumbres), animaba ya los viajes ilustrados, hasta el punto que los portugueses denominaban viajes filosficos a las expediciones cientficas que enviaban a sus dominios coloniales, conscientes de que algunas regiones permanecan tan desconocidas como el primer da del descu-brimiento. Como los viajes contemporneos que envi la corona espaola, posean el doble objetivo del conocimiento y el dominio. No era ajeno a esto Alessandro Malaspina, cuya expedicin iniciada en 1789, reclut pintores, antroplogos y naturalistas, bien provistos con instrumentos de precisin nu-tica, cajas de acuarelas y cmaras oscuras. Uno de los logros ms reconocidos de dicha expedicin fue el de montar un observatorio astronmico de campaa en Montevideo, que permiti observar el trnsito de Mercurio por delante del disco solar, del da 5 de noviembre de ese ao.

    Saber y poder se escriben siempre en la mis-ma pgina: medir y nombrar implican poder sobre lo que se mide y nombra. Este punto fue elocuen-temente tematizado por nuestro historietista de a bordo, Pere Joan, mientras el astrofsico del grupo sealaba las estrellas a los menos experimentados: en la cultura occidental las figuras del cielo estn determinadas por las historias propias del hemis-ferio Norte.

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    El crucero Paraguay, visto desde la costa del ro.

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    De este matrimonio entre saber y poder emergen muchas discusiones de las ltimas dcadas, pol-ticas en sentido profundo, de las que intentamos hacernos cargo: es posible nombrar de manera plural? Es posible comprender la divisin de sa-beres quines tienen derecho a hablar y quines no, en las clasificaciones y presupuestos de las ciencias, las tcnicas y las artes tambin como una operacin de ordenamiento poltico del mun-do? Pero, es acaso posible suspender todo juicio de verosimilitud (no decimos verdad), de eficacia, o de buen o mal funcionamiento?

    Como puede imaginarse, tanto antes como durante nuestra expedicin contempornea los debates fueron intensos: la base de acuerdo co-mn no intentbamos conquistar, sino compren-der sola estrellarse contra las lgicas mltiples de las diversas disciplinas. Es en este punto, de naturaleza epistemolgica, en que evocamos una vez ms a Humboldt.

    En muchos sentidos, somos hijos de la poca que se inicia en el siglo XVII, pero alcanza la articulacin que todava manejamos en el siglo XIX, cuando ya el conocimiento cientfico se estimaba autnomo y de validez universal, ntimamente ligado a los avances tecnolgicos con los que se meda el progreso. Pero tambin

    en el siglo XIX resultaba un desafo la articulacin de los distintos saberes, que iban definiendo sus fronteras; pintar el cuadro de la naturaleza y no slo desmenuzarla en partes movilizaba la inteligencia de los sabios. Alexander Von Humboldt pretendi armonizar las cartesianas tendencias francesas con el hlito holstico de la Naturphilosophie, para superar esta mecnica divisin de la vida sin desestimar los avances de la ciencia.

    Se dir, pensando en la complejidad del mundo, que estos intentos de reunin estaban estn condenados a desaparecer. Pero recor-demos que Humboldt, porque se ocup de esta-blecer relaciones entre distintas esferas del saber, construy las bases de la geografa moderna, de la meteorologa, incluso de la popular ecologa; recre la narracin de la experiencia viajera y esti-mul la pintura y la representacin del paisaje. No parece as tan ingenuo proponer un camino dis-tinto para pensar el dilogo entre teora y prctica, experiencia y representacin, ciencias y artes.

    Ms cercano a nuestro tiempo, en viaje por esta misma cuenca fluvial, Claude Levy Strauss no slo renov la etnologa, tambin la concep-cin filosfica del siglo XX: no se mantuvo ence-rrado en una sola ciencia, y registr con pluma inspirada desde la vida cotidiana de las ciudades hasta la desmesura de la selva, con ojos atentos a la belleza de los pintados rostros caduveos, con sensibilidad alerta para registrar los olores, sabo-res y sonidos que conformaban paisajes.

    La filosofa del viaje

    Inspirados por estos viajes, pero imposibilitados en el nuevo milenio de encontrar un Humboldt o un Levy Strauss, confiamos en que un colectivo de especialistas -cientficos y tcnicos, artistas y poetas- podra presentar e inspirar las nuevas figuras del Paran. Tal esperanza no se funda-ba en que, luego de un mes de navegacin, se

    Medir y nombrar implican poder sobre lo que se mide y nombra, como fue elocuentemente tematizado por nuestro historietista de a bordo, Pere Joan.

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    presentaran de inmediato resultados: la inmedia-tez productiva no se corresponde con los viajes. Ellos permanecen como huella en la vida de los viajeros que supieron abrirse a los mundos que visitaban, sin juicio previo ni plan que quedara inclume.

    La palabra que usamos: experiencia sirvi para afirmar un sentido no productivista. Si esto hubiramos buscado, bastaba un congreso de especialistas, una serie de videoconferencias, al-gunas horas de Internet. En alemn, experiencia (Erfahrung), remite a un proceso de aprendizaje, a un viaje (Fahrt) cuyos frutos se alcanzan al final. Tambin remite a una vivencia que rompe con la trama de convicciones cotidianas. Pero siempre, experiencia remite a los cuerpos: no resulta a distancia. Volvemos a repetir: el viaje de un mes no puede ser repuesto, en sus debates, contro-versias, acuerdos, comunicaciones aleatorias, y alegras, en una pgina web. El proyecto hizo po-sible reunir todos los sentidos humanos simbli-cos y no simblicos- bajo el lema que Malaspina adopt libremente de La Eneida: errante en torno de los objetos miro.

    El viaje todo viaje- es dilogo con el pasado y el futuro. Este dilogo que funda nuestro presen-te se volvi convocante cuando, en el largo mes

    que compartimos -ms largo que el mes calenda-rio, no slo por la intensidad de lo inhabitual, sino porque el tiempo se percibe de otra manera en la lentitud del viaje por este ro- reconocimos en nuestros debates la larga sombra de debates his-tricos. El ncleo de nuestras discusiones podra haber sido el de muchos viajeros que se entre-garon a la fascinacin ambigua de estas tierras.

    Meditando acerca de los juicios sobre la Arcadia perdida de los jesuitas, el escocs Robert Cunninghame Graham reconoci la con-tradiccin en la que vive nuestra civilizacin: la eterna guerra entre los que suponen que el pro-greso es preferible a una vida tranquila de vana felicidad. Como aquellos viajeros del siglo XIX, nosotros, habitantes de las metrpolis sudame-ricanas, fuimos sorprendidos por la potencia del Paran para devorar todo rastro de civilizacin que no fuera cuidadosamente preservado (ce-menterios, fbricas y an ciudades se desvane-cieron como las utpicas ciudades de Dios). Para aquellos que nos inclinbamos por el progreso, la experiencia del Paran medio, sin seal de celu-lar ni Internet, ret con su inslita belleza nuestros sueos transformadores; para quienes adscriban al mito de la felicidad primitiva, no debi resultar-les ajena la miseria de los moradores de las orillas castigadas por las inundaciones.

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    Cementerios, fbricas y an ciudades enteras se desvanecen frente a la fuerza del ro como las utpicas ciudades de Dios.

    La experiencia del Paran medio, sin seal de celular ni Internet. La inslita belleza frente al progreso...

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    En todo caso, las conversaciones en cubierta se combinaron con muchos y variados proyectos en tierra, pues si algn producto imaginamos fue el de establecer relaciones entre quienes habitba-mos la misma cuenca, hablbamos la misma len-gua y reconocamos la misma historia. Esta combi-nacin no podra ser efectiva desde el escritorio. Se trataba de promover algo que permanece ausente en las consideraciones de las ciencias exactas y humanas, y que est en vas de desaparicin en las artes, la msica, las letras: el cara a cara entre las personas que escriben, miden, registran; entre personas que actan, viven y esperan.

    Hacia figuras en transformacin

    Como lo podamos anticipar, la actividad a bordo fue muy variada. El segundo piso del Crucero Pa-raguay, cerca de la barra, era el lugar preferido de los artistas. Entre ellos, mezclados, tres arquitectos, una maestranda en demografa, dos ingenieros y un gegrafo, la verdadera tripulacin del barco esgrimiendo una cmara comn, una historiadora del arte con manos sucias de crayn, una biloga siguiendo el paso de un camalote, y un poco ms alejado un escritor con una libretita de notas en sus manos. A la sombra del Sol, varios expediciona-rios desplegaban su artillera: acuarelas, pasteles, tmperas, chablon, con sus solventes y trapos. Otros lean y dialogaban sobre el paisaje, sobre las poblaciones y la urbanizacin de las orillas del ro.

    Aquellos filmaban, estos escriban, un pe-queo grupo tomaba una guitarra y tarareaba una cancin, quizs una conocida chamarrita li-toralea, quizs las primeras notas de una nueva composicin inspirada en la costa entrerriana de estribor. Algo ms lejos se oa un piano elctrico donde se ensayaban acordes opersticos. Se dis-cuta sobre las costumbres musicales de los pue-blos que atravesaba la hidrova, sobre la economa de la regin, sobre el arte comprometido con la preservacin del ro. Tambin la cuestin culinaria era tema ms que de discusin, de degustacin.

    Entre los expedicionarios se hallaba Ignacio Font-clara, quien se autodefina como panadero, luego pastelero, y ms tarde cocinero, hortelano, y todo antecedido de aprendiz de..., pero que para sus compaeros se convirti en una suerte de filsofo de la alimentacin, secundado por Emilio Nasser, becario cocinero y fotgrafo. En su mochila Igna-cio traa, bien conservada, su herramienta viva de trabajo: la masa madre, un cultivo de las leva-duras naturales de los cereales y de las bacterias presentes en el aire. Como una antigua tradicin, los panaderos de oficio conservan, alimentan y dejan fermentar a esa masa madre con cuidado, agregndole harina y agua. El traslado de la masa hace que incorpore las caractersticas del medio ambiente donde se halla, dndole a los alimentos formados con ella un toque diferente -e irrepetible- de acuerdo a su historia previa. Las explicaciones de Ignacio se complementaban con las del etno-musiclogo Guillermo Sequera, y las del lingista Bartomeu Meli. En la labor de cocina estaba ma-gistralmente resumido el objetivo de la expedicin: el cruce de diversas disciplinas la geografa, la antropologa, la historia de las costumbres, la bo-

    ...aunque tambin la precariedad de los moradores de las orillas castiga-das por las inundaciones.

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    tnica, la ecologa, resultando en hallazgos que podan convocar todos los sentidos.

    Resultara ocioso describir la multitud de pro-yectos, individuales y colectivos, que surgieron en el barco. Algunos, a algo ms de dos aos de ese viaje inslito, han derivado en productos especfi-cos, como la musicalizacin por Jorge Fandermole de unos versos en Guaran de Cielito marangatu (Cielito el bondadoso) con adaptacin de Dionisio Arzamendia y Sequera (Box: El Cielito Guaran), o el libro de historietas del artista mallorqu Pere Joan. Otros se abrieron a nuevos intercambios luego del fin de la expedicin desde los abiertos entonces, como los que la diseadora y arquitecta Claudia Tchira y el pintor Fernando Bedoya esta-blecieron con el centro cultural del barrio Toba, en Rosario, como los que se impulsaron ms adelan-te, articulndose con otros proyectos sobre el eje del Paran, por ejemplo, los trabajos de Gabriela Siracusano con las imgenes de La Paz (Entre Ros) o los estudios sobre infraestructura y paisaje en Sudamrica, que ingenieros y arquitectos de a bordo continuaron desarrollando.

    Durante el 2011, los organizadores decidieron reu-nir este universo mltiple en una muestra itineran-te y en un libro. La muestra Itinerancia 2011-2012 iniciara su viaje en sentido inverso: desde Asun-cin hasta Buenos Aires para recalar, finalmente, en Madrid. Se inaugur el 21 de octubre de 2011, en el marco de los festejos del Bicentenario para-guayo, curada por Mara Teresa Constantin, y ac-tualmente se encuentra en viaje hacia los centros urbanos que la expedicin fue tocando. Esta exhi-bicin, por supuesto, se encuentra en permanente ampliacin y viene acompaada de actividades variadas, como debates, conciertos y talleres. En cuanto al libro, que cont con el diseo de Juan Lo Bianco, fue titulado Paran Raanga, un viaje filo-sfico, hacindose eco de la vieja tradicin ibrica de los viajes ilustrados. Como en las viejas crni-cas, el ncleo de este documento est compuesto por un diario de bitcora, montaje de los diarios de Martn Prieto, Daniel Garca Helder y Mara Moreno, los escritores del barco, ampliamente ilustrado con el material de los fotgrafos y artistas visuales. All se incluyen tambin presentaciones geogrficas e histricas de la regin, destinadas a un pblico amplio, no necesariamente sudamericano, y art-culos y ensayos acerca de los proyectos en cur-so. No es secundario que se haya decidido invitar en esta empresa a dos reconocidos curadores y diseadores que no haban participado de la ex-pedicin: la idea era la de trasmitir la experiencia, no atesorarla slo para la pequea cofrada viajera.

    Y as las figuras del Paran continan su transformacin, en el entusiasmo de otros que reescriben lo trasmitido. Porque finalmente, lo que se aprende en un viaje en barco en un viaje in-usual como este, que suspende el trabajo cotidia-no, las normas habituales, para entrar en un mundo acutico cuya lenta temporalidad transforma la pro-pia percepcin del espacio es que, como dice el lema de Pompeyo, tantas veces repetido, navigare necesse est.

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    Las figuras del Paran tambin se plasman en el cielo y la noche fue el es-cenario predilecto de muchos expedicionarios. (A la derecha se llega a ver la Cruz del Sur y, entre los dos mstiles, aparecen alfa y beta del Centauro.)

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    La primera crnica sudamericana

    En 1534 el soldado alemn Ulrico Schmidl parti del puerto de Cdiz rumbo a Amrica, como parte de la tripulacin de la expedicin de Don Pedro de Mendoza al Ro de la Plata, quedndose en territorio americano por casi veinte aos, ocupando en la colonia cargos de jerarqua menor, hasta 1552, cuando regresa a Alemania. En ese entonces en Europa Gian Batista Ramusio haba publicado tres volmenes de su Delle Navegazione e Viaggi, cuya enorme repercusin marc la conciencia europea acerca del giro que producan en la historia del continente y de la Humanidad los grandes viajes y descubrimientos: la conciencia acerca de la forma que iba tomando el mundo despus de Coln y de Gutenberg.

    Schmidl, que no era escritor ni amanuense, motivado por la expectativa que creaban los libros de viajes, decidi es-cribir el suyo propio, que se public en Frankfurt por primera vez en 1567, bajo el ttulo Viaje al Ro de la Plata. El libro fue escrito en una especie de lengua franca en la que se mezcla-ban el alemn la lengua base de su escritura- con hispanismos e indigenismos. Y si bien esa decisin debe haber provocado desconcierto entre sus lectores contemporneos -para quienes el libro pas casi desapercibido- en perspectiva le da al libro el valor agregado de un documento que respald investigaciones de lingistas y antroplogos. Sin embargo, durante muchsimos aos la obra de Schmidl fue despreciada como fuente histrica y como literatura. En cuanto a lo primero, debido tanto a sus descripciones idnticas de territorios o tribus diferentes, como a sus desvos fantsticos, propios de la literatura de viajes como el relato sobre su llegada a la tribu de las amazonas, las mujeres de un solo pecho que vivan en una isla. Y en cuanto a la literatu-ra, porque la llaneza de su estilo muchas veces no logra ser di-simulada por la realmente singular aventura que est narrando.

    El paso del tiempo devolvi a la obra del alemn esas dos condiciones: histricamente, la relacin sigue teniendo el valor de una fuente documental de primera mano sobre algunos de los episodios sucedidos durante la expedicin de Mendoza al Ro de la Plata la fundacin de Buenos Aires, la llegada al fuerte de Asuncin, las disputas entre adelantados- narradas siempre con curiosidad y vigor. Y esa misma curiosidad es la que hoy nos permite tener una primera imagen, a caballo entre la historia, la etnografa y la literatura, de las poblaciones de cha-

    rras, querandes, guaranes, chan-timbes, carios, mapenis, mocorets, agaces, surucuces, jers, coronds, entre otros: de su aspecto fsico, de sus costumbres, de su alimentacin, de sus maneras de vestirse, cazar, pescar, trabajar la tierra, gue-rrear.

    Literariamente, pese a su precariedad compositiva, hay dos condiciones que otorgan lozana al texto de Schmidl. Una es la del uso de la comparacin como recurso retrico privi-legiado. Pero no una comparacin potica, literaria, sino una comparacin pedaggica, como un instrumento de compren-sin para los europeos del nuevo mundo, de modo que los que-randes, en tanto nmades, son comparados con los gitanos, las boleadoras son descritas como las plomadas que usamos en Alemania, la raz de batata se parece a la manzana, la man-dioca a la castaa, etc. Y esa metfora pedaggica que tiende a reunir campos semnticos alejados entre s, tiene un enorme valor como antecedente de las relaciones establecidas entre europeos y americanos y ms precisamente, entre espaoles e hispanoamericanos a partir de los flujos y reflujos migratorios sucedidos desde fines del siglo XIX en adelante, de manera ininterrumpida: la bsqueda de lo comn en lo diferente.

    La otra condicin, de la que su obra es menos conscien-te pero que la historia de la literatura ha sabido valorar, es que Viaje al Ro de la Plata es la primera construccin simblica de un escenario fluvial, que va de Buenos Aires a Asuncin. Ese mismo escenario, retomado despus en las obras de ficcin de algunos de los mayores escritores argentinos y paragua-yos Juan Jos Saer, Horacio Quiroga, Augusto Roa Bastos, entre muchos otros- adems de pintores, cineastas y cronistas, le otorgan, retrospectivamente, a la obra de Schimdl, un lugar privilegiado en la historia del arte local, lugar del que pueden jactarse muy pocas obras del artsticamente rudo perodo co-lonial rioplatense.

    Martn Prieto, escritor, Director del Centro Cultural Parque de Espaa (Rosario).

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    El Cielito Guaran

    El Cielito es un estilo musical de gran difusin en la poca de las guerras de la Independencia en el Ro de la Plata. Bartolom Hidalgo y otros poetas insurgentes adoptan la forma cielito (en poesa, msica y danza) como smbolos patrios y soberanos. En Paraguay, durante la Guerra de la Triple Alianza, Francisco

    Cielito marangatu

    Letra: Natalicio Talavera, poeta guaranAdaptacin y Msica: Dionisio Arzamendia (msico, arpista) Guillermo Sequera (etnomusiclogo)

    All viene Cielitotrayendo sobre sus hombrosA un nio descalzoSu madre lo siente venir

    La madre sufriendoHace mucho de tuberculosisMedicamentos no tienelargo dolor

    Al llegar hasta el ranchitoDesde dentro se escucha:Bienvenido CielitoTraes a mi hijito?

    Hace tiempo CielitoSe fu Laken busca de alimentospara mi

    Ya se fue CielitoY el nio contento:Cielito le diceCura y cuida a tu mamita

    Amuina ou CielitoIjapyri ogueruMitai pynandymiIsymme oandu

    Isymi hasy katuvaAretema ihuuPohmi ndoguerekiguiHasy poi ndajeku

    Oguhvo oga guypeKotypgui ahenduEikemkena CielitoRereiko che memby

    Aretma ko CielitoChe reja hgu LakuOho vaekue ohekvoChve gura tembiu

    Ohokvoma CielitoMitape oipopyhyHa hei chupe raytoTokuerkena nde sy

    Solano Lpez encomienda a Natalicio Talavera (joven poeta paraguayo) dirigir los diarios de campaa, impresos en la re-taguardia guerrera. El poeta, que muere de tifus y en batalla en Paso Puku, a los 27 aos de edad, escribi este tema. Dionisio Arzamendia y Guillermo Sequera lo actualizaron. Este ltimo, acompaado por la guitarra de Jorge Fandermole, lo cant en el barco, constituyndose como el himno de la expedicin.

    Bibliografa

    Schmidl U., Viaje al Ro de la Plata, 1534-1554, notas bibliogrficas y biogrficas por Bartolom Mitre, prlogo, traducciones y anotaciones por Samuel Alejandro Lafone Quevedo, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001, http://www.cervantesvirtual.com/obra/viaje-al-rio-de-la-plata-1534-1554/ .

    Prieto, M. y Silvestri G. (editores), Paran Raanga, un viaje filosfico, Rosario: Centro Cultural Parque de Espaa, 2011.

    Ms imgenes de la Expedicin y de los Cielos del Paran Raanga, en https://picasaweb.google.com/algangui/ .

    Agradecimientos

    Paran Raanga -la expedicin fluvial y la exhibicin- es un pro-yecto organizado por la red de centros culturales de la agencia espaola de cooperacin internacional para el desarrollo (AE-CID).

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