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¿LA EXPERIENCIA ES UN GRADO? El papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas Joan Pallarés Goméz David Pere Martínez Oró

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En la investigación “Del consumo recreativo al consumo problemático”, en la cual investigamos el papel de la familia, los contextos y el grupo de iguales en la regulación de los consumos de los jóvenes, observamos con bastante recurrencia indicios de padres tolerantes hacia el consumo y también de padres consumidores de drogas ilegales. Indicios que también fueron contrastados por el Observatori de Nous Consums de Drogues a partir de 2005. En este sentido, cada vez poseíamos más evidencia, sobre un fenómeno que no se había producido anteriormente, estamos hablando de la incorporación al rol de padres/madres de personas consumidoras, ex consumidoras (sin problemas adictivos) o de aquellos que aunque no consumieron estuvieron en contacto con variedad de consumos recreativos de drogas ilegales. Por tanto, estábamos delante de una nueva relación entre padres, hijos y consumos de drogas, que como veremos ha sido producida por diversos factores socioculturales, y que es relativamente nueva, puesto que son generacionalmente los primeros padres, que luego de ser consumidores, abordan el consumo de sus hijos desde la experiencia que les proporciona su trayectoria juvenil vinculada, también, al consumo de drogas. Estos padres consumidores, cuando sus hijos alcanzan la adolescencia, deben encarar la prevención del consumo de drogas, pero ¿cómo afronta la prevención de sus hijos una persona que ha estado en contacto con las drogas? ¿Utiliza un discurso alarmista? ¿Tolera los consumos? ¿Cómo maneja sus consumos y la educación de sus hijos? Estas y muchas otras preguntas que intentamos responder motivaron la realización de la presente investigación. Por tanto, presentamos los resultados de la investigación titulada “El papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas” subvencionada por el Plan Nacional Sobre Drogas. Resultados de investigación que pueden aportar luces sobre la relación entre consumos de drogas y educación familiar, así como herramientas teóricas para intervenir mediante estrategias preventivas sobre el colectivo de padres consumidores de drogas.

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¿LA EXPERIENCIA ES UN GRADO?

El papel de los padres consumidores

en la prevención del consumo de

drogas

Joan Pallarés Goméz

David Pere Martínez Oró

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Investigación financiada por la Delegación del Gobierno de Plan Nacional Sobre Drogas.

Gestionado por:

© Joan Pallarés Gómez y David Pere Martínez Oró, 2012

© de esta edición: Fundación IGenus.

www.fund-igenus.org

[email protected]

Primera edición: Setiembre de 2012

ISBN: 978-84-616-2170-5

Depósito Legal: B-32910-2012

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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN. ............................................................................................................... 1

2. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO: “nuestros padres, no tenían ni idea ni conocimiento de

lo que eran las drogas”.................................................................................................................. 4

3. METODOLOGÍA................................................................................................................ 19

4. CAMBIOS Y CONFLICTOS GENERACIONALES: “Hay cosas que ahora se pueden

hablar más que antes”................................................................................................................. 26

5. NO TODAS LAS ÉPOCAS FUERON IGUALES: “¡Mi padre es drogadicto!” ................... 33

6. MOSTRAR LOS COMPORTAMIENTOS DE CONSUMO DE DROGAS A LOS HIJOS:

“Ante la evidencia, qué vas a hacer” ........................................................................................... 36

7. NO TODAS LAS DROGAS SON IGUALES: “Los porros creo que es más aceptable”.... 42

8. DIFERENCIAS DE LAS DROGAS POR LOS DISCURSOS O LAS GRADUACIONES

QUE PERMITEN: “El consumidor admite muchos matices”....................................................... 45

9. LAS DIFERENCIAS DE EDAD Y GÉNERO: “Hay que funcionar como los chicos” ........ 47

10. LA PROHIBICIÓN COMO MARCO: “¡Hay plantaciones que es una barbaridad!”........... 50

11. LOS APRENDIZAJES SON IMPORTANTES: “¡Ojalá lo que hemos vivido nosotros les

sirva para algo!”........................................................................................................................... 53

12. PONER LÍMITES: “Pero de todas maneras, harán lo que les dé la gana a ellos” .......... 58

13. LA GESTIÓN DE LOS MIEDOS: “Es lo que me preocupa”.............................................. 62

14. EL PAPEL DEL ALCOHOL: “Hay más bares que tiendas” ............................................... 65

15. CONSUMOS ACCEPTABLES: “Yo lo que quiero es que sean felices”............................ 68

16. CÓMO ACTUAR: “Tampoco puedes cerrarles las puertas, tendrán que vivirlo” .............. 70

17. CONCLUSIONES. ............................................................................................................ 72

18. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. ................................................................................ 77

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¿La experiencia es un grado?

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1. INTRODUCCIÓN.

El equipo de investigación de la Fundación IGenus ha trabajado en los últimos años diferentes

fenómenos relacionados con el consumo de drogas, la difusión del consumo de cocaína y la

normalización social de las drogas ilegales. Entre los distintos trabajos producto de estas

investigaciones destacamos: “Entre rayas. La mirada adolescente hacia la cocaína” (Martínez

Oró y Pallarés, 2009), “La Mirada femenina hacia la cocaína” (Pallares y Martínez Oró, 2010),

“El camino hacia la cocaína” (Martínez Oró y Pallarés, mimeo) “La normalización social del

consumo de drogas (Martínez Oró y Pallarés, en prensa) y “Del consumo recreativo al consumo

problemático” (Martínez Oró y Pallarés, mimeo). Todas estas investigaciones no hubieran sido

posibles sin el apoyo económico del Plan Nacional Sobre Drogas, que además de la

financiación nos han depositado la confianza para plantear los diseños de las investigaciones

con total libertad.

En todos estos trabajos hemos observado que la educación que los jóvenes reciben de sus

padres influye notoriamente en la actitud hacia la drogas de los hijos, es decir, los padres

juegan un papel importante en la prevención del consumo de drogas, aunque su tarea deba

cruzarse con los mensajes que reciben de los medios de comunicación social, y muy

especialmente, del grupo de iguales. En la investigación “Del consumo recreativo al consumo

problemático”, en la cual investigamos el papel de la familia, los contextos y el grupo de iguales

en la regulación de los consumos de los jóvenes, observamos con bastante recurrencia indicios

de padres tolerantes hacia el consumo y también de padres consumidores de drogas ilegales.

Indicios que también fueron contrastados por el Observatori de Nous Consums de Drogues a

partir de 2005. En este sentido, cada vez poseíamos más evidencia, sobre un fenómeno que no

se había producido anteriormente, estamos hablando de la incorporación al rol de

padres/madres de personas consumidoras, ex consumidoras (sin problemas adictivos) o de

aquellos que aunque no consumieron estuvieron en contacto con variedad de consumos

recreativos de drogas ilegales. Por tanto, estábamos delante de una nueva relación entre

padres, hijos y consumos de drogas, que como veremos ha sido producida por diversos

factores socioculturales, y que es relativamente nueva, puesto que son generacionalmente los

primeros padres, que luego de ser consumidores, abordan el consumo de sus hijos desde la

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experiencia que les proporciona su trayectoria juvenil vinculada, también, al consumo de

drogas.

Estos padres consumidores, cuando sus hijos alcanzan la adolescencia, deben encarar la

prevención del consumo de drogas, pero ¿cómo afronta la prevención de sus hijos una persona

que ha estado en contacto con las drogas? ¿Utiliza un discurso alarmista? ¿Tolera los

consumos? ¿Cómo maneja sus consumos y la educación de sus hijos? Estas y muchas otras

preguntas que intentamos responder motivaron la realización de la presente investigación. Por

tanto, presentamos los resultados de la investigación titulada “El papel de los padres

consumidores en la prevención del consumo de drogas” subvencionada por el Plan Nacional

Sobre Drogas según la Orden SAS/2293/2010, de 19 de agosto. Resultados de investigación

que pueden aportar luces sobre la relación entre consumos de drogas y educación familiar, así

como herramientas teóricas para intervenir mediante estrategias preventivas sobre el colectivo

de padres consumidores de drogas.

Queremos agradecer a todos los participantes de los grupos de discusión por su colaboración,

sin la cual este trabajo hubiera sido imposible. A los miembros de Ai Laket!, en especial a Miren

Ugarte por organizar un grupo tan “cañero” en Vitoria. A Elisa Benes y Laia Domingo por

ponernos en contacto con Mireia Rodríguez, quien organizó el grupo de Ibiza. A Antoni Llort, Tre

Borràs, Josep Espluga, Oriol Romaní, Mireia Ambròs y Maria Murillo, que captaron los

participantes de los grupos de Barcelona y Lleida. A todos ellos, muchas gracias.

Nuestro agradecimiento a Elena Rodríguez y Oriol Romaní por su predisposición, tiempo y

dedicación en la elaboración de un grupo de expertos que ha representado un contrapunto

excelente a los datos recogidos en los grupos de discusión.

También agradecer a la Fundación Igenus todo el apoyo y confianza depositada, tanto en la

presente investigación como en todos los proyectos desarrollados en los últimos años. A

Ernesta Sánchez, a Teresa Sabaté y a Josep Ramon Collado. A Conxita Díaz, Jordi Giné y Laia

Ligüerre por las transcripciones de los grupos de discusión.

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Aclaración sobre la escritura.

En el presente informe prevalece como genérico el género masculino, por tanto si no se indica

lo contrario cuando se escribe padres nos referimos a los padres y a las madres, en el mismo

sentido se debe de aplicar a las otras palabras con género como, hijos, adolescentes, jóvenes,

etc. Consideramos que la lectura de palabras como “los padres y las madres” sería muy

frecuente en el texto con la consecuente dificultad en la comprensión, que contribuiría a una

mayor complejidad del texto y que poco ayudaría a la tan necesaria igualdad entre hombres y

mujeres.

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2. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO: “Nuestros padres, no tenían ni idea

ni conocimiento de lo que eran las drogas”

Breve introducción sobre la evolución de los consumos de drogas en España.

En la década de los sesenta del siglo pasado, crece en la opinión pública de los Estados

Unidos la sensación de un aumento del consumo de drogas por parte de los jóvenes y, en

general, con una década de diferencia, estas pautas llegarán también a Europa. Hasta

entonces, el consumo de sustancias ilegales se asignaba a minorías étnicas, intelectuales,

gente del espectáculo, soldados que regresaban de las guerras y grupos calificados como

“desviados”. El caso español, respecto a la difusión de las drogas, presenta ciertas

particularidades que están relacionadas con el aislamiento de nuestro país y, por consiguiente,

de nuestros jóvenes respecto a los procesos culturales externos y el retraso en el proceso de

<<modernización>>, ambos debidos al franquismo y sus políticas (Pallarés, 2011:16).

Gamella y Jiménez (2001) y Gamella (2003) han planteado la existencia de, al menos, dos

tipos de “ciclos” en el consumo y la percepción social del uso de drogas, para estudiar el caso

español. Así, la difusión de las drogas y los problemas a ellas asociados, han aparecido en

ciclos con ascensos y descensos, semejantes a la difusión de innovaciones y productos

comerciales, como sucede con la expansión de enfermedades y otros fenómenos; distinguen

entre los de tipo largo y lentos (mareas) que afectan a varias generaciones, tardan décadas en

manifestar las consecuencias, no causan tanta alarma social, aunque a largo plazo puedan

tener consecuencias más negativas; y los ciclos cortos (tormentas) o “crisis de drogas” que

duran entre ocho y quince años, afectan sólo a ciertos grupos generacionales, crecen

intensamente y bajan, pero generan “más alarma social y ejercen gran fascinación sobre los

diversos agentes sociales que participan en la construcción de los problemas sociales” Gamella

(2003:95). Entre las mareas tendríamos el caso del tabaco (creciendo su difusión desde los

cincuenta); el alcohol desde los cincuenta hasta hoy, el del cannabis y el de la cocaína, desde

los setenta hasta hoy. Entre las tormentas, encontramos la crisis de la heroína (1978-1994) y la

difusión de las drogas de síntesis entre 1987 y principios del siglo XXI (Pallarés, 2011:16-17).

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El modelo español de consumo de drogas puede dividirse en distintas fases, desde los años

sesenta hasta la actualidad1. Definiremos una primera fase que abarca hasta la crisis de la

heroína, una segunda que comprende dicha crisis, y una tercera que viene enmarcada por el

declive de la heroína y por la aparición y difusión de las drogas de síntesis y otros estimulantes

y que se extendería hasta nuestros días.

En la primera fase, durante los sesenta, hay una escasa presencia de drogas ilegales. Si

exceptuamos los consumos de unas minorías muy poco visibles, la mayoría de los consumos

están centrados en el alcohol, el tabaco y algunos fármacos como anfetaminas e

hipnosedantes (ver Navarro, 2002). Aunque existen algunos problemas relacionados con el

consumo de estas sustancias son banalizados por la sanidad pública (Gil Muñoz, 1970). No

obstante, se empiezan a canalizar discursos alarmistas sobre las drogas ilegales a pesar de su

escasa incidencia y a relacionarlas con los jóvenes.

A finales de los sesenta España está en su proceso de <<modernización>> después de su

etapa de autarquía. La apertura que este hecho supone, implicará un desarrollo del consumo y

nuevos mercados, como el de la moda juvenil. Se nota la presencia creciente de jóvenes y se

empieza un alargamiento de la etapa juvenil, que llegará hasta nuestros días, aunque no con la

misma velocidad ni manifestándose igual en todas las clases sociales. Las drogas,

especialmente las ilegales, aparecen como un <<marcador social>> del cambio, puesto que

durante la etapa de la autarquía estábamos al margen del complejo cultural de las drogas

ilegales implantado en otros países desarrollados desde finales del siglo XIX (Comas 1994,

2002).

Coincidiendo con el alargamiento de la juventud van apareciendo espacios y tiempos de ocio

juvenil especialmente nocturno (Pallarés y Feixa, 2000; Laespada y Pallarés, 2001; Pallarés y

Cembranos, 2001), separados de los de los adultos, que incidirán en la aparición y recreación

de culturas específicas y que contribuirán a dotar de sentido a los consumos de drogas.

El cannabis será la primera droga ilegal que aparece en escena. Como ha señalado Romaní

(1999) en el bienio 1967-68 se introduce el hachís por parte de los hippies que volvían de

1 Estamos siguiendo anteriores trabajos de Pallarés (2003, 2007 y 2011).

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Oriente o de Holanda, para los cuales formaba parte, junto a otros elementos, de un modo de

vida. Posteriormente, en la etapa 1972-75 se da un crecimiento del uso del cannabis y del LSD,

que pasará a ser como una moda para grupos underground y de una cierta radicalidad política.

En la época de la reforma política (1976-78) los consumidores crecen, y el consumo de

cannabis y de alcohol tiene fuerte presencia en las manifestaciones y fiestas en la calle,

simbolizando una conquista al régimen, y particularmente el consumo de cannabis, como un

símbolo de la identidad <<izquierdista>>. A partir de 1978 crece sosteniblemente su consumo,

desvinculado de la visión contracultural del uso de drogas, y los nuevos consumidores ya no

provienen de los núcleos anteriores sino del conjunto de la juventud que se acerca a la

sustancia viéndola como una mercancía más.

La difusión de la heroína sigue un proceso similar al del cannabis. Como ha analizado Comas

(1989), los primeros consumidores de heroína (1973-77) son consumidores de núcleos sociales

selectos y reducidos: nivel social y cultural alto, estudiantes universitarios, profesionales,

académicos, insatisfechos con el tipo de sociedad y progresistas. Ven la heroína como una

sustancia más, que canaliza su experiencia de ruptura social, y como no existe una oferta

abierta, para consumir son núcleos cerrados, próximos a los de los contraculturales

consumidores de cannabis. Entre 1977 y 1981, se incorporan al consumo de heroína miembros

de las clases medias e hijos de trabajadores, la mayoría con militancia política (ver García

Pardo, 2002). Es un período de fuerte incremento de la incidencia, y las razones de inicio

tienen que ver, básicamente con la insatisfacción y el ajuste personal. A partir de entonces la

incidencia disminuye aunque la prevalencia, todavía durante un tiempo, es más alta. Se

incorporan al consumo grupos étnica o económicamente marginales.

Ese momento es clave para la aparición de un discurso bastante monolítico sobre las drogas

que, sin ambages, pasan a ser vistas como un gran problema, centrado en la heroína

(denominada <<la droga>>) y en el <<drogadicto>>, que sólo puede ser un perverso

delincuente.

Hasta mitades de la década de los setenta no aparecen lugares de venta permanente de

sustancias ilegales y, por tanto, no hay una oferta constante de ellas por lo que, para consumir,

hay que pertenecer a redes sociales que han hecho una elaboración contracultural del

consumo. Con la oferta constante, proveniente de redes vinculadas con el ámbito delictivo, se

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acercan otros grupos sociales al consumo que se va desvinculando de las ideas políticas y

contraculturales.

En esta época, crecen notablemente el consumo de alcohol y el de tabaco. Estas actividades

que hasta entonces eran esencialmente masculinas y de adultos irán ganando presencia entre

las mujeres y los jóvenes, con pautas de consumo nuevas en relación al tipo de bebidas,

cantidades, lugares y ocasiones para beber, etc. En menor medida crece el consumo de ciertos

fármacos como tranquilizantes y anfetaminas.

La respuesta institucional es de intensidad baja. España no ratificó hasta 1967 el Convenio

Único de Viena de 1961; hasta 1969 no se crea la Brigada Especial de Investigación de

Estupefacientes de la Policía, y en 1973 la Guardia Civil creó un grupo especializado contra el

tráfico de drogas. Los servicios socio-sanitarios sólo reciben demandas de tratamiento por

alcoholismo. A finales de los setenta, empiezan a aparecer Comunidades Terapéuticas para

problemas relacionados con el consumo de heroína (ver Comas, 1988), aunque hay consultas

privadas y clínicas que ofrecen tratamientos médico-psiquiátricos.

La segunda etapa viene definida por la <<crisis de heroína>>. En los ochenta, crece la alarma

y la preocupación social por las drogas ilegales, por el aumento de la inseguridad ciudadana y

por el miedo al riesgo de <<caer en la droga>> asociado al consumo compulsivo y diario de

heroína (Comas, 2002). Empieza a percibirse que el paro es un fenómeno estructural pues el

período 1977-1985 es de fuerte recesión económica y de destrucción de ocupación

(reconversión industrial), coincidiendo con la llegada al mercado de trabajo de las numerosas

cohortes juveniles del efecto baby-boom y con una mayor incorporación de mujeres, lo que

disparará las tasas de paro juvenil. Al perderse unos dos millones de puestos de trabajo fijos,

aumentan los problemas y las tensiones sociales. Bajo la excusa de fomentar la contratación

de jóvenes se introducen medidas de flexibilización en el mercado laboral, abriendo la etapa de

creciente precarización del mismo y de desprotección social.

La juventud, hasta entonces vista de forma positiva, se torna una carga para las familias y

aparece un discurso negativo que asocia la situación de los jóvenes a su propia condición y

aspectos culturales más que a los componentes sociales, políticos y económicos de la época.

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Se produce en el imaginario social la relación entre juventud, delincuencia y drogas (Martí,

1998).

A mitades de la década de los ochenta se alcanzan las tasas más altas de prevalencia del

consumo de heroína, que se estabilizan a finales de la década y luego van descendiendo. Se

difunde entre los consumidores la vía de administración endovenosa como alternativa a la

adulteración y a los altos precios (ver Usó, 1996; Hidalgo, 2007). Dado que ni existen ni se

fomentan medidas de reducción de daños, una parte importante de los consumidores llegan a

compartir jeringuillas, favoreciendo la propagación del sida, que en la segunda mitad de la

década empieza a producir una mortalidad muy significativa entre los consumidores que

comparten jeringuillas.

Los consumos de alcohol y tabaco continúan aumentando, aunque por el ruido de la heroína no

se habla de ellos, ni se conciben como problemáticos. El consumo de alcohol en altas

cantidades en las noches del fin de semana empieza a ser un modelo de ocio para muchos

grupos de jóvenes, y aparecen formas de consumo en la calle, inicialmente designado con el

calificativo de <<litronas>>. La cocaína, como sustancia asociada al prestigio y al éxito (ver

Díaz et al., 1992) crece en ambientes con cierto poder adquisitivo, aunque se estaba

difundiendo también entre los consumidores más marginales de heroína, sustancia con la cual

solían combinarla, especialmente inyectada (Gamella, 1990; Hidalgo, 2007). No obstante, por

diferentes motivos, se ha silenciado su extensa difusión entre el mundo más marginal o de la

heroína, quizás para no perder su carácter elitista y de éxito.

En 1985 se crea el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) como mecanismo institucional para

coordinar las políticas de las diferentes administraciones en el ámbito de la prevención, el

tratamiento y la reinserción. Crea una red asistencial pública, que convive con la privada, y que

hasta principios de la primera década del siglo XXI estará colapsada por atender los problemas

sociosanitarios de los heroinómanos. Se difunden programas preventivos orientados al <<no a

las drogas>> ilegales, que progresivamente van incluyendo a las legales. Este tipo de

prevención se ve como la panacea para evitar y disminuir los problemas.

A finales de la década de los ochenta, en grupos muy vinculados a la cultura del baile,

aparecen las sustancias de síntesis (ver Gamella y Álvarez, 1997, Bouso 2003). Inauguran una

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nueva época, los noventa, que viene definida por la pérdida del papel central de la heroína, que

incluso llega a perder importancia a finales de la década en los imaginarios sociales sobre los

consumidores de drogas. Se va produciendo un cambio debido al impacto de la filosofía de la

<<reducción de los daños y riesgos>> y por una cierta normalización institucional y social (ver

Comas, 2002) de las nuevas formas y pautas de consumo.

La tercera fase, se caracteriza porque en los noventa descienden considerablemente las

incorporaciones al consumo problemático de heroína y opiáceos, y se produce una difusión de

las drogas de síntesis (MDMA y análogas), también de otros estimulantes, el cannabis y

especialmente el alcohol, y desde los noventa hasta más o menos 2008-2009, en que se

produce una inflexión, se ha ido produciendo un crecimiento importante de los consumidores de

cannabis y de estimulantes, especialmente cocaína. A partir de esos años parece que

empiezan a estancarse o ligeramente a retroceder todos estos consumos y el número de

consumidores, si exceptuamos el alcohol.

En Pallarés (2011) hay un análisis más detallado de los cambios de esta tercera fase. De

manera resumida, seleccionamos los más importantes:

� El modelo de consumo emergente desde los noventa, más allá de las diferencias

locales, tiende a adoptar unas características globales.

� Fuerte segmentación de los espacios y tiempos formales respecto de los informales

(entre ellos los de ocio). Concentran el consumo de drogas legales e ilegales. Los

consumos el resto de la semana, y especialmente en el ámbito laboral, disminuyen a

niveles casi testimoniales, excepto el consumo de tabaco que no varía mucho. También

entre semana hay consumos de alcohol, aunque son una minoría y un grupo

considerable de consumidores diarios de cannabis.

� Los consumos de drogas son una actividad más entre otras, y no siempre la más

importante, relacionada con los estilos de vida, las actividades de tiempo libre y ocio de

los jóvenes, y cada vez más, de los adolescentes (Díaz y Pallarés, 2002).

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� Los consumos de las distintas drogas están muy relacionados con los cambios y

transiciones en el ciclo vital, especialmente el paso de la niñez a la adolescencia

(alcohol y cannabis) y de la adolescencia a la juventud (incremento de los consumos y

aparición de la cocaína).

� Los consumos de estas sustancias no significan romper o violar normas o patrones de

conducta, sino más bien una forma coherente de adaptarse al grupo y al entorno social.

Se produce un claro rechazo del consumo de heroína y del modelo de consumo diario

y compulsivo que representaba el <<yonqui>>.

� Salir los fines de semana y consumir drogas, principalmente alcohol, se ha convertido

en la normalidad y a la vez en una exigencia para los jóvenes, para reiterar y

escenificar su condición juvenil.

� La tendencia hacia la normalización social de las nuevas formas de consumo (legales e

ilegales) ha contribuido a la aceptación y “normalización” de los consumidores de fin de

semana, que dejan de verse como problemáticos o drogodependientes. Coincide con

una visión no tan negativa de la juventud, al menos hasta la aparición de la crisis

económica de finales de la década.

� En el ámbito de la gestión de las drogas ha triunfado la filosofía de la <<reducción de

daños>>, contribuyendo a un cambio de imagen en los consumidores, que de la

imagen anterior del delincuente ha ido transformándose en la del enfermo y finalmente

en la de los jóvenes “fiesteros”, mucho más normalizados.

Valores y representaciones sobre los consumidores.

Hemos tenido en cuenta los cambios habidos en los consumos, para intentar relacionarlos con

los cambios habidos en las representaciones sociales sobre las drogas. A lo largo de los

noventa, se incuba un cambio en los imaginarios sociales sobre las drogas, que se manifiesta

con mayor nitidez a finales de dicha década, y que alcanza hasta nuestros días. Para indicar

las características de este cambio en la percepción social sobre las drogas, nos atendremos a

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los resultados obtenidos en los estudios de la Fundación Igenus2, y a los estudios de la FAD3

en los que han asociado los consumos de drogas con los valores y las representaciones4.

Existen varias diferencias entre las distintas generaciones en relación a sus experiencias con

las drogas. Los grupos de mayor edad saben sobre las drogas desde la lejanía, no de forma

directa, ni por sus experiencias, sino de una manera mediada por los estereotipos, pero sin

haber tenido contacto objetivo con ellas o con sus consumidores (excepto las legales). Las

cohortes de edad en que se encuentran los padres de los actuales jóvenes y adolescentes, sin

embargo, tienen mayor experiencia con las drogas, además ésta es directa, puesto que

algunos han consumido drogas ilegales, o indirecta, porque se han socializado en los contextos

de fiesta conviviendo con consumidores, sean estos amigos o simplemente conocidos. El tipo

de contacto, la proximidad o la distancia con las drogas ilegales, ha marcado diferencias muy

significadas en los imaginarios de las distintas generaciones respecto de las drogas, sus

efectos y los consumidores. Aunque, independientemente, exista un discurso sobre ellas,

genérico y dominante, que en algunos casos puede entrar en contradicción con las

experiencias y las visiones de las distintas personas y de sus grupos de referencia.

Siguiendo esta línea sobre la importancia de los valores y las representaciones, Rodríguez et

al. (2008) confirman el cambio radical en la percepción social sobre las drogas producido en los

últimos años en la opinión pública española, y lo corroboran con los resultados de otros

estudios. Señalan tres variables que son importantes para explicarlo: la edad, la experiencia

con las sustancias y, para algunos grupos, la ideología. Estos autores afirman que el hecho de

socializarse en contacto, más o menos directo, con las drogas, no sólo facilita el incremento de

la experimentación y el consumo, sino que ha ayudado a las personas a mantener

2 Especialmente de aquellos publicados: Díaz et al (2004); Martínez Oró et al. (2010a,

2010b); Martínez Oró y Pallarés, 2009; Pallarés et al. (2006; 2008) y Pallarés y Martínez Oró

(2010).

3 Megías et al. (2000, 2000a); Megías (2000, 2001); Megías (2005); Megías et al (2005);

Rodríguez et al (2008) y Elzo et al. (2010).

4 Hay una versión más extensa de este apartado en Pallarés (2011) el cual seguimos

aquí.

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consideraciones más relativas respecto de las drogas. Corroboran lo que se dibujaba en

Megías et al. (2005), trabajo en el que se ve claramente el cambio de perspectiva en la

percepción de las drogas, pues, ya no son vistas solamente como problema, ya que casi la

mitad de los españoles, también, reconocen los efectos relativos a la diversión, el placer, la

desinhibición, el prestigio social y para facilitar relaciones.

Este giro en la manera de entender las drogas encaja con el cambio experimentado en la

percepción del riesgo, y en la convicción de que existen también beneficios (Rodríguez et al.

2008:325), relacionados con el ocio y el grupo.

En Megías et al. (2000a) y Megías et al. (2001) se aprecia la nueva imagen que de los

consumidores de drogas tiene la sociedad española que abandona la visión de las drogas

centrada en la heroína y que cuando la imagen se refiere a los consumidores de “fin de

semana” tiende a verlos como “normales”. La identificación del consumo de drogas y jóvenes

provoca una ambigüedad, puesto que se cree que los jóvenes, en cierta forma, deben consumir

drogas porque son jóvenes y por lo que los consumos significan, aunque, a la vez, se vean las

drogas como una amenaza y un riesgo y se pida protegerlos de ellas.

Como bien ha planteado Romaní (2004a) del estudio de Megías et al. (2000) se desprende que

hay un mayor conocimiento del “mundo de la droga” que contribuye a su progresiva

“normalización” y para apreciarlas en términos más pragmáticos. La mirada de las personas

sobre las drogas en los últimos años ha tendido a la normalización, mucho antes que la de los

medios de comunicación, por lo que hay una disonancia entre unos y otros.

En 2005 aparece una nueva versión de Megías et al. (2000) bajo el título de “La percepción

social de los problemas de drogas en España, 2004”. Desarrollan algunos de los temas ya

comentados y reaparece la nueva visión sobre las drogas y sus consumidores. Se destaca que,

a los españoles “las drogas les preocupan porque tienen que preocupar”, según el discurso

dominante y globalizador, lo cual está en consonancia con lo que “se supone que hay que sentir

o decir”, aunque luego se ven las incongruencias y contradicciones de esta perspectiva.

Los padres, ante la cercanía de las drogas, sienten que ellos han podido controlar su contacto

con los consumos, aunque aparece la angustia cuando miran a los hijos a los que no suponen

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¿La experiencia es un grado?

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la capacidad de controlar, por lo que creen que las cosas irán a peor. Pero, por el contrario,

creen que las drogas son cosas de jóvenes y que por tanto deberán experimentar con ellas.

Los discursos son más alarmistas cuando los sujetos que los mantienen están más alejados del

mundo de las drogas. A mayor contacto con las drogas, existe menor percepción de

peligrosidad. El problema se ve más importante a medida que se aleja del entorno próximo.

Aunque perviven los miedos, son más habituales, próximos y cotidianos. Las drogas ya no son

algo extraño, son una amenaza, pero reconocible, que sorteamos y con la que aprendemos a

vivir.

Aumentan considerablemente los que ven a los drogadictos como personas corrientes. La

percepción colectiva de los consumidores no está estigmatizada, el estereotipo del yonqui ha

perdido fuerza y se ha sustituido por consumidores que aparecen como más integrados: el

consumidor de pastillas (el joven), el de cocaína (con aspecto de triunfador), el consumidor de

cannabis (colega, buen chico y en el fondo normal). La población se siente más informada

(especialmente jóvenes) y las drogas producen menos miedo, aunque saben que están cerca y

que los consumos aumentan, en los ambientes de ocio, no en los de responsabilidad.

Junto con la imagen genérica de la droga, lo que define los riesgos es la distinción que se hace

entre el buen y el mal uso de las sustancias, que no tienen que ver, como en el caso del

alcohol, con la frecuencia, la cantidad, la intensidad, etc., sino con la intencionalidad con que se

usa la sustancia. El buen uso, se asocia con los fines lúdicos, con la diversión, y este tipo de

consumo se aprecia como normal y no es calificado como desviado, puesto que se cree, que

para divertirse, hay que utilizar todo aquello que potencie la diversión, y para ello se supone

que funcionan muy bien las drogas.

Existe una imagen de control, que parece independiente de los episodios concretos de abuso, y

de los <<desfases>>. Lo que aparece como inaceptable es el uso en zonas de responsabilidad:

trabajo, educación, relación familiar; eso explicaría problemas y comportamientos aberrantes,

por sacar las drogas de su contexto natural. Y el buen uso supone consumir en compañía y

divertirse, hacerlo en soledad es señal inequívoca de tener problemas, o que el consumo con el

tiempo los generará.

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14

Dominan las posturas prohibicionistas sobre las permisivas, aunque evolucionan hacia una

disminución de la visión de prohibición. En el cannabis dominan las permisivas. Entre los

jóvenes, aumenta la permisividad hacia la cocaína.

En Elzo et al. (2010) se repite el estudio Valores sociales y drogas de 2001. En este nuevo

trabajo, se aprecia un proceso de 'juvenilización' en los valores de los españoles, puesto que

aquellos que se atribuyen a los jóvenes parecen los únicos que han aumentado en valoración

entre el conjunto de la población. Son los valores que se proyectan o atribuyen a los jóvenes

los que han aumentado en el conjunto de la población: vivir al día, enfatizar el ocio, importancia

de la amistad, exigencia de vivir con el gusto de cada cual, la necesidad y el placer de

arriesgarse. También se da mayor relevancia a la enfatización del presente.

Para finalizar este recorrido por los cambios en las representaciones, en Rodríguez et al. (2008)

se aprecia que con los consumos los jóvenes buscan integrarse a su grupo y responder a la

presión de la necesidad de divertirse, de ahí que puedan interiorizar una contradicción:

“consumir es malo, pero es normal”.

Prevención, consumos de drogas y relaciones entre padres e hijos: “La palabra droga era

un tabú, era imposible la comunicación. En nuestro caso es distinto, por lo menos sabemos de

qué se trata”

Durante la transición democrática, el consumo de drogas entronca directamente con la

contracultura y la agitación político-cultural. El consumo escenificaba unas ansias de libertad y

transgresión (Romaní, 1982). Aunque emergentes, los consumos de drogas ilegales

continuaban alejados de la realidad cotidiana de la mayoría de la población. La educación

relativa al consumo de drogas por parte de estos jóvenes era sólo la propiciada por los iguales.

Y si pensamos con la posición de los padres -nacidos entre los años 20 y 30- de éstos jóvenes,

es obvio que, por motivos generacionales, desconocían los consumos de drogas así como las

actividades de sus hijos. Muchos de estos jóvenes llevaban una doble o triple vida en la que las

relaciones familiares, laborales y culturales eran independientes.

A lo largo de los años 90, los jóvenes <<contraculturales>> tuvieron que abordar los consumos

de drogas de sus hijos, el abordaje se hizo de manera ambivalente. A grandes rasgos,

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¿La experiencia es un grado?

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encontramos dos categorías de padres que coinciden con dos tipos de discursos. Por una

parte, unos que elaboraron un discurso normalizador, afín en cierta medida al discurso de la

reducción de riesgos. Y por otra parte, padres/madres que elaboraron un discurso

prohibicionista. En cierta medida, esta segunda categoría de padres conocían ciertos consumos

de drogas, puesto que, habían obtenido tanto experiencias placenteras como traumáticas,

especialmente relacionadas con malos viajes de LSD. La ambivalencia venía determinada por

diversos factores, como los modelos educativos utilizados, el conocimiento en primera persona

de las drogas, así como la integración como válido del discurso alarmante emergido a raíz de la

crisis de la heroína. Por lo tanto, algunos padres, consumidores esporádicos en la juventud,

manifestaron el mismo abordaje educativo del consumo de sus hijos que padres que no habían

tenido ningún contacto con las drogas, es decir, intolerancia hacia el consumo de drogas. Sin

embargo, la primera categoría de padres, a la hora de abordar el consumo de sus hijos,

nacidos entre 1975 y 1990, lo hicieron con un talante normalizador intentando aplicar

estrategias de reducción de riesgos y promoción de la salud. Sin embargo, del total de padres

de estos jóvenes sólo una proporción relativamente baja de los padres habían estado en

contacto con las drogas durante su juventud. Por lo tanto, entre los jóvenes nacidos durante los

70, 80 y 90 prevalecen los padres sin experiencia ni conocimiento sobre los consumos de

drogas ilegales. Así pues, estas generaciones de jóvenes, han recibido mayoritariamente un

discurso prohibicionista y alarmante del consumo de drogas ilegales.

A principios de los 80 se desencadenó la crisis de la heroína. Los motivos fueron varios, a

destacar la difusión de la heroína entre ciertos colectivos de jóvenes, procedentes de diferentes

estratos sociales y con motivaciones diversas para consumir heroína (Comas, 1989; Pallarés,

1996). La crisis de la heroína implica una nueva conceptualización del consumo de drogas, si

hasta ese momento, era entendido como minoritario y protagonizado por jóvenes

contraculturales, a lo largo de los 80 se fue ampliando, y, en consecuencia, desencadenó una

gran alarma social. Los usos compulsivos de heroína provocaron la estigmatización y

marginación social de los heroinómanos, debido a las actividades informales (hurtos, robos,

venta de drogas y prostitución) que realizaban para mantener los consumos de heroína. La

estigmatización se acentúa con la irrupción del VIH. A raíz de las consecuencias de la heroína

emerge el imaginario social (Castoriadis, 1983) de <<la droga>>, a grandes rasgos entendido,

como que todos los consumos de drogas ilegales son problemáticos y están asociados a la

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delincuencia juvenil, la marginación social, y la estigmatización, entre otros problemas (Romaní,

et al 2005, Romaní, 2005)

La educación sobre las drogas y la información disponible se tuvo que crear de forma rápida,

normalmente más fundamentada en sensibilidades emocionales que en evidencias científicas

(Pallarés, 1996). Como resultado de las consecuencias de la heroína, la educación sobre

drogas que emergió se enmarcaba en el paradigma prohibicionista. Así pues, la inmensa

mayoría de padres de los heroinómanos no poseían conocimientos sobre las drogas -ni

tampoco sus hijos. A grandes rasgos, en la actualidad podemos encontrar, tres perfiles de

padres que vivieron su juventud durante los años 80. En primer lugar, los que no tuvieron

ningún contacto con las drogas. En segundo lugar, los que tuvieron contacto con las drogas

pero no desarrollaron problemas severos. Y en tercer lugar, los que consumieron drogas y

desarrollaron problemas, frecuentemente relacionados con la adicción.

Los primeros, y más numerosos, al no experimentar en primera persona con las drogas poseen

bastante desconocimiento sobre las mismas. La información relativa al consumo de drogas

ilegales, está fundamentado en noticias alarmistas, campañas prohibicionistas y la imagen del

heroinómano degradado psicológica y físicamente. Estos padres reproducen el modelo

educativo del prohibicionismo. Los segundos, menos numerosos, experimentaron con ciertas

drogas ilegales, durante su juventud, la más frecuente fue el cannabis, y en menor medida la

cocaína y la heroína. Los consumos de estos fueron recreativos, en el sentido que los

consumos nunca adquirieron una centralidad en sus vidas. Sin embargo, estos vieron como

personas cercanas desarrollaron problemas severos y algunos de estos murieron de

sobredosis, SIDA u otros problemas relacionados. La experiencia adquirida durante su juventud

ha sido un pilar clave para abordar el consumo de drogas ilegales de sus hijos. Su discurso, al

igual que lo hicieron los jóvenes "contraculturales", ha basculado entre la alarma y la

normalización. Algunos de estos padres una vez culminada su transición al mundo adulto,

pueden haber continuado consumiendo drogas ilegales, especialmente cannabis. En este

sentido, algunos padres han intentado transmitir un discurso normalizador del consumo,

promoviendo estrategias de reducción de riesgos y asegurando la máxima información a los

hijos para gestionar saludablemente los posibles consumos. Y la tercera categoría son

personas que han tenido hijos a la vez que mantenían la adicción a la heroína o estaban en

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¿La experiencia es un grado?

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tratamiento de deshabituación. Para estos últimos se han generado programas e intervenciones

dirigidas.

Durante los años 90, miles de jóvenes españoles incorporaron, como <<normales>>, las

salidas nocturnas durante los fines de semana, buscando un espacio que se les negaba en

otros ámbitos como el laboral, el político o el cultural, que impedían incorporarse con éxito o

con demasiadas dificultades al mundo adulto. Drogas como la cocaína, la MDMA o las

anfetaminas, fueron consumidas experimentalmente por una cantidad indeterminada, pero

considerable de jóvenes a lo largo de los años 80 y 90. Aunque algunos de estos desarrollaron

problemas derivados de los consumos de drogas ilegales, la inmensa mayoría completaron

satisfactoriamente la transición al mundo adulto. En la actualidad, estos son ciudadanos así

como padres de niños y adolescentes normalizados. Esta generación es la que más contribuye

a la normalización del consumo de drogas, debido a que realizan el abordaje de los consumos

de drogas de sus hijos desde una mirada cercana a la realidad del consumo, desvinculada del

dramatismo y la alarma. Y esta es la generación que estudiaremos en la presente investigación.

A pesar de que exista una cierta preocupación hacia la asociación entre juventud, fiesta y

drogas, cada vez más hemos visto como disminuían los problemas graves derivados de este

trinomio, al menos en relación a la mortalidad y morbilidad, y los actos delictivos (Measham et

al , 1994, 1998). Para los jóvenes consumidores que se incorporaron a lo largo de los años

noventa al consumo de drogas, la heroína nunca fue una droga que entrara dentro del <<juego

de las drogas>>, las consecuencias sociales y sanitarias que llevó su consumo y el tipo de

gestión que se hizo de los problemas, entraron en el imaginario juvenil e hizo desestimar el

consumo (Moore at al, 2004, 2008)

Aunque, una parte importante de los consumidores, entienden los consumos recreativos como

compatibles con su entorno, también saben que los consumos no están exentos de riesgos y

que pueden llegar a relacionarse con problemas más o menos severos. En este sentido, una

minoría, que realiza consumos más o menos intensivos, desarrollará problemas, como hemos

visto en los últimos años en los recursos asistenciales de drogodependencias, donde el número

de heroinómanos ha disminuido al tiempo que aumentaban las demandas de tratamiento por

cocaína y alcohol (Martínez Oró et al, 2008, 2009, 2010).

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En los últimos años ha cambiado significativamente el imaginario colectivo sobre el consumo de

drogas. Aunque de forma lenta, como todos los procesos sociales, la representación social se

ha modificado. Se ha pasado del modelo alarmante de la heroína, al modelo normalizado de los

consumos recreativos. Las diferencias generacionales de los actuales adolescentes y jóvenes

con sus padres, en cuanto a los consumos de drogas no son tan grandes como en otras

épocas, ya que los padres, otros parientes o amigos del entorno familiar, consumieron algunas

de las drogas ilegales más difundidas (cannabis y cocaína) y alcohol y tabaco, en contextos y

situaciones similares, con elementos diferentes pero no tan alejados como puede parecer si

observamos las pautas de consumo actuales. A pesar de ello, o quizá por eso, los padres

parecen bastante ajenos a lo que pasa con sus hijos, sobre todo adolescentes, en los contextos

de fiesta, y cuando hay problemas, consideran que son los hijos de los demás quienes los

padecen. Parece que todo el mundo da por supuesto que salir y consumir algún tipo de droga

es un rasgo de la generación actual para transitar hacia la juventud y la adultez. (Martínez-Oró

et al, 2008). La proximidad de las dos generaciones en cuanto a la visión del consumo de

drogas implica una mayor normalización del fenómeno. Esta tendencia irá en aumento ya que

cada vez son más los padres que han estado en contacto con los consumos recreativos.

(Martínez-Oró et al, 2010). Estos padres cercanos al consumo transmiten a sus hijos unos

valores diferentes a los del paradigma prohibicionista (Megías, et al, 2004, Megías, 2009).

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¿La experiencia es un grado?

19

3. METODOLOGÍA.

Un punto de partida para la exploración empírica.

En los últimos años se han incorporado progresivamente al rol de padres/madres personas

consumidoras o exconsumidoras de drogas ilegales. Personas que, durante su juventud,

consumieron recreativamente o tuvieron contacto con drogas ilegales como el cannabis, el

éxtasis y análogas, y la cocaína, principalmente. Estos padres, ofrecen a sus hijos un discurso

sobre las drogas no centrado exclusivamente en la abstención del consumo y, por tanto,

diferente al de los padres no consumidores. Por tanto, estos padres consumidores están

aplicando nuevas estrategias preventivas. En este sentido, algunos pueden tolerar o permitir

ciertos consumos, además de gestionar los consumos de los hijos sin alarmismos. A tenor de

este punto de partida, diseñamos los siguientes objetivos.

Objetivos.

Objetivo principal:

� Conocer el papel y los discursos de los padres consumidores de drogas ilegales en la

prevención del consumo de drogas de sus hijos.

Objetivos específicos:

� Conocer cómo influyen los consumos de drogas de los padres en la prevención de los

consumos.

� Conocer cómo influye el discurso de los padres sobre los consumos de sus hijos.

� Aprehender los diferentes tipos y perfiles de padres consumidores de drogas.

Page 24: La experiencia es un grado. el papel de los padres consumidores en la prevención del consumo de drogas

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� Conocer los diferentes discursos que transmiten los padres consumidores a sus hijos.

� Saber cómo posibilitan la normalización social del consumo de drogas los padres

consumidores.

Una aproximación cualitativa.

La metodología cualitativa establece que se debe mantener el carácter esencialmente

significativo de la acción humana (Silverman, 1993; Denzin y Lincoln, 1994), es decir, parte de

la base de que, en muchas dimensiones, las acciones humanas no son reductibles a

parámetros o a cuantificaciones. De acuerdo con esta premisa, estos enfoques se caracterizan

por dar prioridad al análisis y a la interpretación de las opiniones y valoraciones que las

personas hacen de sus propias acciones y de las acciones que realizan los demás. En este

sentido, la metodología cualitativa enfatiza el carácter significativo del comportamiento humano,

dando especial importancia al lenguaje como vehículo de sentido y a la interpretación y la

comprensión como estrategias fundamentales de aproximación a los fenómenos sociales

(Ibáñez, 1986).

Entender el consumo de drogas actual es entender las condiciones sociales, contextuales,

culturales e históricas que lo posibilitan. Por lo tanto, entender el consumo de drogas es

entender las condiciones de vida y el trasfondo de los consumidores de drogas. Para cumplir

con los objetivos del estudio, durante el proceso de investigación utilizamos una metodología

cualitativa. La investigación cualitativa es necesaria para la comprensión de la realidad en su

conjunto; para acercarse a los significados de la experiencia humana desde el punto de vista

del actor y captar la vertiente subjetiva y contextualizada de los procesos sociales. Es

necesario tener en cuenta que la manera cómo se manifiestan, tanto el consumo de drogas

como la relación con los padres, es el resultado de factores contextuales, culturales, históricos

y políticos, y no existe una naturaleza objetiva ni de las adicciones, ni de los problemas, ni del

consumo recreativo problemático (Martí, 1996; Decorte, Slock, 2005).

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¿La experiencia es un grado?

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Técnica. Grupos de discusión.

De acuerdo con los objetivos de la presente investigación, utilizamos los grupos de discusión

(Ibáñez, 1986; Ortí, 1986; Alonso, 1998). Es decir, la reunión de grupos de 7 u 8 personas, de

características más o menos similares, a las que se les propone hablar libremente de un tema

que el propio grupo va desarrollando, bajo la coordinación de un moderador, a lo largo de unas

dos horas de conversación (Conde, 2002). Esta técnica supone tanto una herramienta de

recogida de información como una herramienta de exploración para identificar variables,

factores y relaciones.

En concreto, utilizamos el grupo de discusión semiestructurado, en cuanto a su grado de

estructuración, y en profundidad, en cuanto a su grado de dirección. El valor añadido de

realizar grupos de discusión, es que la potencia se centra en la interacción y construcción

colectiva de significaciones entre los miembros que lo conforman. La discusión, efectivamente,

no tiene como objetivo la búsqueda del consenso entre los miembros del grupo; sino que, lo

que posibilita es recoger un amplio abanico de opiniones y puntos de vista intensivos que

pueden ser tratados extensamente. La situación de grupalidad produce un desplazamiento del

control de la interacción que va del investigador hacia los participantes, lo cual favorece un

mayor énfasis en la producción de sentido propia de las personas entrevistadas.

Para captar a más participantes, también se requirió la participación de los sujetos que

participaron en los primeros grupos de discusión, pidiéndoles que captaran un conocido que

cumpliera las características de selección para que participara en los grupos posteriores,

configurando así un tipo de muestra de bola de nieve (Biernacki; Waldorf, 1981).

Para captar los participantes en los grupos de discusión, se contó con la colaboración de

diferentes asociaciones que trabajan con consumidores, así como el equipo de campo del

Observatorio de Nuevos Consumos de Drogas en el Ámbito Juvenil.

Los grupos de discusión se realizaron en puntos céntricos de las ciudades, para facilitar la

participación en los grupos. Los grupos fueron grabados para su posterior trascripción mediante

el software Voice Editing.

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22

Los participantes en los grupos de discusión que seguidamente analizamos fueron

seleccionados a partir de un criterio principal: que fueran padres o madres que hubieran

consumido drogas ilegales en el pasado o que las estuvieran consumiendo en la actualidad5.

Nacidos entre los años 50 y 70, y con hijos de 15 años o más. Por tanto, los padres tenían más

de 40 años, y ya habían afrontado por lo menos a las primeras salidas nocturnas de sus hijos.

La intensidad con la que consumían y consumen varía substancialmente entre los

participantes, así encontramos como algunos fueron consumidores habituales de cannabis, y

ocasionalmente de anfetaminas, cocaína e incluso heroína, y otros que realizaron consumos

esporádicos de cannabis sin consumir otras drogas ilegales. Además en la actualidad algunos

seguían consumiendo, cannabis especialmente, aunque algunos reconocían darse “algún

homenaje de vez en cuando”, especialmente de cocaína.

A los captadores se le dio indicaciones para que evitaran captar a personas que habían tenido

problemas severos o adictivos derivados del consumo de drogas. Por tanto, en los grupos no

aparece la opinión de personas que han estado en tratamiento de desintoxicación.

Para complementar los datos obtenidos por los grupos de discusión, se realizó un grupo de

expertos, en el cual se reflexiono sobre la temática de la investigación.

Ficha técnica.

A continuación, presentamos la ficha técnica de cada uno de los grupos donde se recoge el

nivel de instrucción, el intervalo de edad de los participantes en cada uno de los grupos, las

drogas que consumen y las ciudades españolas donde se realizaron los grupos.

Nº 1. Vitoria.

� Grupo mixto

5 Para contrarrestar sus discursos en algunos grupos se introdujeron padres que no

consumieron drogas ilegales.

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¿La experiencia es un grado?

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� Entre los 40 y los 53 años.

� Diferentes niveles de estudio

� Vivieron en su mayoría los años 80 con intensidad en el País Vasco.

� Importante impacto de la crisis de la heroína en sus discursos.

� Presencia de muchos consumidores habituales e intensivos de cannabis durante la

juventud y esporádicos en la actualidad.

� Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, heroína, speed.

� Mayoritariamente desvinculados del consumo de drogas, a excepción del cannabis y

alcohol.

Nº 2. Barcelona.

� Grupo mixto.

� Entre los 45 y los 58 años.

� Diferentes niveles de estudios. La mayoría con estudios universitarios.

� Presencia de activistas de izquierdas durante la transición.

� Presencia de muchos consumidores habituales e intensivos de cannabis durante la

juventud y esporádicos en la actualidad.

� Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, heroína, speed y LSD.

� Consumos esporádicos de la cocaína, setas alucinógenas y MDMA

Nº 3. Lleida.

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� Grupo Mixto

� Entre los 42 y los 52 años.

� Todos separados

� Diferentes niveles de estudios, bastantes con estudios universitarios

� Consumidores esporádicos de cannabis en la juventud y no consumidores o

esporádicos en la actualidad.

Nº 4. Ibiza.

� Mujeres

� Entre los 40 y los 48 años.

� Mujeres separadas.

� Diferentes niveles de estudios, con presencia de artistas.

� Nacidas fuera de Ibiza. Aunque debido a la atracción de la isla se quedaron a vivir de

solteras.

� Realizaron consumos intensivos de cannabis durante la juventud y esporádicos en la

actualidad.

� Contacto durante la juventud con drogas como la cocaína, speed y LSD.

� Consumos esporádicos de cocaína, setas alucinógenas y MDMA

� Mayoritariamente desvinculadas del consumo de drogas, a excepción del cannabis y

alcohol.

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¿La experiencia es un grado?

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Los grupos de discusión se realizaron durante la última semana de enero y la última de junio

2011.

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4. CAMBIOS Y CONFLICTOS GENERACIONALES: “Hay cosas que

ahora se pueden hablar más que antes”

Los discursos de los participantes en los grupos de discusión, padres de los jóvenes y

adolescentes actuales, se sitúan en una posición muy distinta a la de sus padres respecto a

cuando ellos fueron jóvenes, y utilizan como explicación de ello a los componentes

generacionales. Éstos componentes se hacen patentes en las diferencias manifestadas en la

forma de vivir las relaciones con las drogas y, a la vez, en las diferencias para interpretarlas,

tanto respecto las que ellos mantuvieron con sus progenitores en el pasado, como con las que

ellos mantienen con sus hijos en la actualidad.

La inmensa mayoría de los padres de los actuales adolescentes y jóvenes creen que sus

padres fueron poco tolerantes, muy autoritarios y que nunca entre ellos se generó un espacio

para hablar del consumo de drogas, así como de otros aspectos considerados importantes

(antes y ahora), como es la sexualidad, la salidas nocturnas o decidir sobre su futuro. Por

contra, en gran parte de los participantes en los grupos, se aprecia una postura bastante

favorable para hablar del consumo de drogas con sus propios hijos: como si la variable del

consumo de drogas ilegales de los padres implicara una predisposición para la comunicación,

así como para transmitir parte de las experiencias propias con las drogas, aunque en la

práctica puedan existir dificultades para hablar sobre ello.

Todos los grupos han expuesto que las relaciones con sus padres fueron, en éste y otros

campos, bastante asimétricas, puesto que sus padres en lugar de mantener una relación de

proximidad y abierta, solían ser bastante autoritarios, lo que en la práctica significaba que no

escuchaban sus planteamientos y que les imponían silencios o certezas sin posibilitar discusión

alguna. Los participantes en los grupos se refieren a ello hablando de la autoridad, e incluso

violencia de sus padres. En descargo de ellos cabe decir que desconocían o no tenían

experiencia respecto las drogas emergentes en aquellos tiempos.

La importancia de la generación es por tanto básica, los padres de los actuales padres,

imponían de forma acrítica, los miedos que se les transmitía por los medios de comunicación,

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¿La experiencia es un grado?

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en una cruzada, la de las drogas, como problema social, que llegaba de fuera y respecto a la

cual no existía ninguna contraoferta en términos de representaciones, ni ninguna práctica que

pudiera cuestionar ni refutar las aseveraciones hechas. Por el contrario, ahora, cuando

socializan a sus hijos en los mismos temas, se muestran más abiertos y próximos a ellos,

ofreciendo una vía de diálogo que permita, a la vez, incorporar sus experiencias propias como

contrapunto de los discursos dominantes sobre los problemas de las drogas.

No obstante, como veremos más adelante, hay que matizar lo expuesto, puesto que algunas

drogas, cuanto más lejanas a su experiencia, o cuando las pautas de consumo son muy

distintas a las suyas (incluso el alcohol) generan también alarmas y miedos. A pesar de ello,

aproximadamente en treinta años, ha cambiado enormemente el tipo de respuesta, que unos y

otros se han planteado respecto los consumos de sus hijos, y la manera de abordar un tema

que por las presiones sociales recibidas se vive como muy importante en la socialización de los

hijos:

- Yo el cambio más importante que veo es que nos trataban con más autoridad, cosa que, al menos durante el tiempo que yo he criado a mis hijas, creo que no.... Creo que fundamentalmente es lo que ha pasado en los últimos veinticinco o treinta años, ahora se ha ganado en confianza... hay cosas que ahora se pueden hablar más que antes.

- Sí, yo pienso igual que ella, lo que pasa es que tú siempre sabes lo que no tienes que hacer porque lo hizo tu padre contigo pero no sabes lo que tienes que hacer para que haya una entente cordial... llegas a la conclusión de que no es posible porque el conflicto generacional existe.... se trata de llevarlo lo mejor posible, desde mi punto de vista y, evidentemente, eliminar todos los episodios de violencia y yo que vengo del lumpen y sé lo que es eso perfectamente. Entonces, claro en ese sentido hemos mejorado, pero si nuestros problemas..., me refiero al mundo de la juventud actualmente, es que yo lo veo muy chungo, muy chungo porque está todo demasiado teledirigido. Por ejemplo, cuando tú hablabas del mundo de las drogas ¿no? pues yo todavía fumo hachís y he estado fumando toda la vida.... tengo un hijo de veintiocho años que también fuma hachís desde que empezó a fumar, en mi casa es habitual y yo no he... esto es un tópico pero es verdad, no he notado en él ningún tipo de.... al contrario, es un tipo absolutamente centrado en lo suyo, tiene sus momentos de diversión, se lo pasa de puta madre pero cuando tiene que currar, pues curra, está absolutamente metido en su faena, incluso es brillante, no voy a decir…, pero es brillante y le va muy bien y entonces, cuando te cuentan que no sé qué, que acaban con la heroína y tal... pues yo creo que no, que si se establecen cauces de diálogo en estas cuestiones, sobre todo... pero claro, no estaba yo muy seguro al principio... Cuando mi hijo se enteró de que yo fumaba se asustó mucho, me enteré años después... ¡mi padre es drogadicto! Y cuando lo comentamos ... aunque luego nos reíamos ¿no? pero todo esto lleva a una conclusión que es la siguiente: antes había más violencia y nosotros la hemos eliminado, pero hemos cometido, seguramente, otros errores ¡y los que iremos cometiendo, probablemente!” (Barcelona)

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La necesidad de eliminar el autoritarismo y la violencia sitúa a gran parte de los actuales

padres en una posición de aproximación, diálogo y comprensión hacia sus hijos. Para ellos, se

trata no tanto de imponer su punto de vista desde arriba, sino de entablar una actitud

comunicativa, que permita ir más allá de los límites que sus padres erigieron ante ellos como

muros inamovibles, y de los cuales reniegan absolutamente. Parece como si la experiencia

anterior que ellos valoran como negativa, deba ser evitada por encima de todo, aunque muchas

veces tengan dudas sobre qué transmitir a sus hijos y sobre cómo hacerlo adecuadamente.

- Yo considero que lo único que puedes hacer es un… mantener las vías abiertas de comunicación y dosificar, dosificar… Yo mi palabra clave es dosificar. (Lleida)

-Sí, es muy diferente. En principio porque nuestros padres, por lo menos los míos, no tenían ni idea ni conocimiento de lo que eran las drogas. La palabra droga era un tabú, era algo tremendo y era imposible la comunicación desde el miedo de ellos.... Y bueno, en nuestro caso es distinto, por lo menos sabemos de qué se trata y tal.

-Yo con mis padres… yo con mi madre no hablé jamás de drogas, era solamente como algo tabú: espero que no tomes drogas, porque..., luego... ¡ya sabes que un porro!, ¡luego ya te pinchas!

- En mi casa hubo el tema de mi hermano, yo era así un angelito y mi hermano fumaba y tal, y cuando lo descubrieron fue una crisis total de la familia, de ellos fue, sabes, haber fallado como padres, un desastre, vamos. Esto es algo que hoy por hoy es mucho más. (Ibiza)

En los años sesenta y setenta, cuando los actuales padres vivieron su adolescencia o juventud,

la <<violencia>> a la que se referían antes los participantes, no sólo predominaba en las

relaciones socializadoras de las familias, sino que estaba presente en otras instituciones como

es el caso de las educativas. Los paradigmas interpretativos sobre las relaciones entre los

socializados y los socializadores eran de cuño totalmente distinto:

- Sí, yo pienso mucho en este sentido ¿no? Que antes la educación estaba muy disciplinada sobre valores inamovibles y la transmisión de esta educación, tanto en las escuelas como… Yo estuve internado muchos años, mi procedencia no es lumpen, es burguesía catalana media… internado en escuelas de curas y toda la historia y entonces todo esto es inapelable. Entonces el cambio que ha habido en la relación con mis hijos es que hemos abierto vías de diálogo y si substituyes la disciplina por el diálogo y por el convencimiento, con eso puedes avanzar mucho, siempre que el entorno escolar que es el transmisor de conocimientos lo acompañe y por eso nos hemos implicado y hecho un seguimiento, no es aquello de dejar los niños en la escuela y que espabilen… se debe hacer un seguimiento de las escuelas. En mi caso, yo fumo marihuana, cultivo marihuana y tanto mi hija, como mi hijo de dieciocho años me ayudan a cultivarla y la compartimos con ellos, así como otras drogas e historias propias de la juventud, no es sólo el tema de las drogas sino el de la relación con sus compañeros, el tiempo de ocio, pues de todo esto hablamos y con bastante libertad (Barcelona)

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¿La experiencia es un grado?

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En medio de las divergencias generacionales se estaban dirimiendo distintos temas, entre

ellos, los relativos a la toma de decisiones y al poder, y, especialmente, la legitimidad para

poder ejercerlos. Unos (los padres) abogaban a la legitimidad que les otorgaba su edad y el

tipo de sociedad, otros (los hijos) contraponían la necesidad de que la legitimación surgiera de

la experiencia y del conocimiento. Por eso ahora que deben socializar, prefieren apoyarse en la

confianza, la cual toman como estrategia de acercamiento a sus hijos:

- Yo pienso que la diferencia entre nuestra generación y la de nuestros padres, y la nuestra con nuestros hijos, estaba… el chip, que había, que los niños hasta que no eran mayores de edad, no tenían conocimiento y los padres y su experiencia eran los que debían ir marcando el camino…, ahora, nuestra generación ya entiende que los hijos son personas que dependen de su manera de ser, y que los padres debemos favorecerlos para que encuentren su camino. Los conflictos generacionales siempre están, pero pienso que a pesar de los inconvenientes hay una mejora, puesto que es una relación intergeneracional de más confianza, puesto que le digan a uno <<qué quieres hacer>> siempre gusta...

- Yo también pienso que es una mejora, pues estableces un diálogo que antes no se establecía, en temas que es igual, de drogas o de intimidad, a ver..., de manera de ser, de manera de enfocar la vida, las relaciones con la gente...

- Sí, es más de persona a persona, no existe esta jerarquía tan marcada…

- Una diferencia también muy importante es que cuando nosotros comenzamos a fumar porros, de la generación de nuestros padres nadie había fumado nunca ni sabían lo que eran las drogas más allá del alcohol y el tabaco. Ahora, la generación de nuestros hijos, pues siempre hay padres que consumen una serie de sustancias psicoactivas, o que lo han hecho durante unos años, y ya no les viene como algo nuevo. Por eso existe esta rendija a través de la cual tratar este tema, que resulta que es tabú, es una animalada, pero, está instituido así.

- A mí me hace sufrir más eso, el saber un poco de qué va el tema, puesto que si no sabes… pues, refiriéndonos a aquello de nuestros padres, quizás…, porque claro, tú te puedes imaginar que…, no hace falta imaginar, << han de hacer lo que tienen que hacer>> y es su vida, pero a veces, saber lo que tú has hecho, o lo que pasa saliendo de fiesta te puede llevar a pensar, que… te hace venir dudas: que si llegará bien, que si… Que nuestros padres eso no.

- No deja de ser un conocimiento que siempre les ayuda.

- Sí, sí…, es eso estoy de acuerdo ¡eh!

- Claro, pero nuestros padres no sabían nada, en absoluto. No nos podían decir nada porque les venía de nuevo y quizás a nuestros hijos les podemos hablar más abiertamente, aunque no sé si ellos tienen muchas ganas de hablarlo con nosotros siempre. Quiero decir, que también nos dicen lo que ellos quieren y les interesa, porque saben que nosotros tenemos que hablarlo de otra forma, porque claro, lo han vivido siempre con una cierta normalidad. Aunque…, tampoco responden todos siempre igual, porque cuando tienes más de uno, ves que uno responde de una forma y otro de otra, y creo que a ellos también ya les va bien decirte lo que quieren, lo que tú quieres escuchar, y… visto así, probablemente hay una tendencia más

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controladora, no lo sé ¡eh!, en nuestra generación que en la de mis padres, porque mis padres…

- No se enteraban de nada.

- Hablando de drogas, seguro que no.

- Estaban súper tranquilos porque no sabían nada de nada. Yo a los diecisiete años hacía mi vida, quiero decir, y ahora mis hijos tienen veinte y pico y todavía están por casa muchas horas.

- Claro, ésta es otra de las diferencias de nuestra generación.

- Y no es lo mismo. (Vitoria)

Entre las diferencias generacionales, además de las expuestas en relación al consumo de

drogas, aparecen argumentos sobre la sociabilización de los jóvenes y de los cambios

producidos tanto en la familia como en la sociedad:

- Claro, es que antes a la que querías vivir tu vida tenías que marchar de casa, y ahora como que pueden hacer la suya en casa no marchan nunca. Después hay otro aspecto que veo, una diferencia fundamental, importante, que es que nuestros padres tenían la confianza de que sus hijos tendrían una vida mejor que la que ellos habían tenido. Ahora nosotros ya no tenemos esa confianza y no se la podemos transmitir a nuestros hijos. Esto debe ser un peso.

- Lo que pasa, yo quizás lo veo un poco contradictorio, quizás nosotros somos de una generación que lo aplazamos todo para el futuro: no hagas no sé que porque sino…, no sé cuantos…, y entonces, claro, el futuro no lo podías perder. Probablemente les hemos vendido otra historia a nuestros hijos. Lo digo porque tengo alguno de autónomo, y el futuro de nuestros padres era muy…, en sentido económico, y nosotros ahora ya no podemos venderles la idea de que lo económico sea lo único.

- Sí, quizás, nosotros les hemos abierto mucho la visión del mundo y no los hemos marcado tanto en el sentido de aquella idea de futuro que nos vendieron, porque, probablemente, es verdad, no habrá un futuro mejor desde el punto de vista material, no tendrá las mismas oportunidades, pero bueno, nos han llevado a una vida, que al final, nosotros, muchos de nosotros por lo que estoy viendo, éramos de unas circunstancias contraculturales de boquilla, y después hemos vivido una vida…

- Pequeño burguesa.

- Son los hijos de su época, ellos ya tienen otros parámetros y es que si no hubiera diferencias ya no habría conflicto generacional, que debe estar, si la raza humana no cambia, parece que debe estar.

- Todo iba más lento, sí.

- Y en casa te podían enseñar cosas prácticas de la vida, y ahora los abuelos quedan arrinconados en una residencia y no pueden explicar a sus nietos cosas de la vida porque todo ha cambiado tanto que son los nietos los que enseñan a los abuelos: mira hago aquí el <<enter>> y te sale la película, no sé, son cosas que cambian.

- Antes los aprendizajes básicos se hacían en casa, al menos yo lo viví así, y creo que la gente de mi generación también. Ahora vas a aprender muchas cosas fuera, una escuela que hacen un curso… Da igual, incluso para aprender a coser los botones de los niños…

- Sí, sí. (Barcelona)

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¿La experiencia es un grado?

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Estas diferencias generacionales son asumidas por todos los grupos y todos los padres

entienden que es la nueva normalidad, y que por tanto no puede cuestionarse. A este consenso

relativo a que antes se debía marchar de casa si se quería vivir la vida como uno quería, se le

añade la sensación de que la actual generación no mejorará su situación económica y social si

se compara con la anterior. Hay unanimidad en la visión sobre este nuevo panorama social que

implica cambios socioeconómicos y culturales importantes: es algo que forma parte de las

cosmovisiones de las distintas generaciones y lo describe perfectamente el siguiente grupo,

que a la vez enfatiza otro hecho distintivo, que aporta una nueva dimensión al debate: la

disminución del número de hijos como una diferencia muy significativa entre una generación y

la otra:

- Comparto ese dato también, nosotros éramos seis y yo tengo una hija sólo, pero bueno.

- Entonces la dedicación, y la tal, de entrada ya no puede ser la misma.

- Nos hacían mucho menos caso, seguramente que ahora y desde luego en mí experiencia yo creo que tengo una relación con mi hija de igual a igual, entre comillas, eso no me ocurría…, eso con mis padres, o al menos con mi padre, más con mi madre.

- Yo de igual a igual no la tuve nunca.

- Yo creo que de igual a igual no podrá ser entre padre e hijo pero bueno.

- También la información que podían tener sobre las drogas yo creo que era ninguna, al menos en el caso de mis padres, y mirar para otro lado además que creo que les podría sonar a chino y ya está. Luego nosotros las hemos conocido, las hemos consumido, las hemos utilizado, y eso, que hemos aprendido. Es lo que queremos trasmitir, o es lo que trato de hacer: que mi hijo con dieciséis años y medio que tiene ya, yo le cuento mis experiencias pero sinceramente, y las conclusiones que saqué, lo que me gustaba y lo que no me gustaba y que parta de ahí, porque se mueve en el ambiente que se consume, porque está ahí porque su opción está hecha, entonces… Y ya sé lo que tiene alrededor y quiero que parta de mi experiencia, que si le gusta o no lo gusta o así pues bien, pero que sepa, con la esperanza de que pueda controlarlo ¿no?, y que puede depender de muchos factores también.

- De repente fue, ¡fuac!... aquí por lo menos en Euskadi fue como “puf” una invasión, primero una drogas, las más peligrosas, éramos muy jóvenes y desconocíamos. Total y bueno, de ¡ay! se quedó tanta gente por el camino, parece que este tema, con la heroína por ejemplo, ahora se vive de una forma muy distinta ahora hay información, hay prevención de riesgos, antes no sabíamos con que estábamos jugando, a base de ser malotes, pero no sabíamos realmente lo que estábamos poniendo en el asador y ahora nuestros hijos sí que lo saben, nuestro padres…, pues bueno, lo vivieron de una forma bastante traumática, pero porque era un desconocimiento en eso y en otras cosas de la vida ¿no?, como la educación sexual y muchas otras historias tuvimos que descubrir nosotros, por nuestra experiencia. (Vitoria)

Como desarrollaremos más adelante, en las aportaciones de este grupo, aparecen ya, también,

otros de los elementos argumentales de la percepción actual sobre las drogas: las diferencias

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entre las distintas sustancias y las graduaciones o niveles del consumo, el papel de la heroína

en el pasado, y la <<obligada>> preocupación por el alcohol, actualmente. Es como un

resumen de cómo han ido cambiando los miedos entre las distintas generaciones.

Las diferencias generacionales no se agotan con las reflexiones anteriores, puesto que son

muy heterogéneas y por tanto caben muchas matizaciones, incluso puede suceder que algunos

padres reconozcan una cierta ambigüedad en las distancias mantenidas con sus hijos, lo cual

creen que les justificaría comportamientos de acercamiento a sus hijos, que no siempre son

compartidos por la otra parte, puesto que predomina la visión relativa a que se debe producir

ruptura y diferencias con sus padres, ya que, según ellos, la diferencia generacional, como

hemos visto anteriormente, siempre ha existido:

- Pasa una cosa, yo soy un poco pesado, un poco lo que ha pasado es que los jóvenes no… la juventud no ha cambiado, pero claro, mi padre es payés y yo siempre he llevado los cabellos largos, me dejé la melena y no me la corté nunca. Iba con los pantalones rotos, y claro, ahora mi hijo me mira a mí y ¿Qué? O se rapa los cabellos o se los pone de punta. ¿Entendéis? Ese concepto que tú dices, de la ansiedad del cambio, de protagonismo, de mover el motor. Pasan muchas cosas, la modernidad ha hecho que mi padre sea hasta más moderno que yo. Entonces es lo que tú dices, que quizás alguien no se aproximaba a la marihuana, pero formaba parte de un grupo, de una tendencia, y ahora claro, el botellón. Ves que un padre va a buscar a su hijo al botellón con un BMW, y el que viene en autobús. Es democrático el botellón. ¿Qué harán? Romper la raqueta de padel. No hay espacio (Lleida).

Con todo lo dicho, aparece quien, de manera distinta a lo mayoritariamente expresado, en

algún momento pudo hablar francamente con sus padres sobre sus consumos, e incluso fumar

porros delante de ellos:

- Mis padres sí, y luego... Una vez yo he pasado los treinta años, yo fumaba delante de ellos si hacía falta, no en su casa, pero si venían a mi casa, pues sí. (Ibiza)

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¿La experiencia es un grado?

33

5. NO TODAS LAS ÉPOCAS FUERON IGUALES: “¡Mi padre es

drogadicto!”

Un tema recurrente que se repitió en los grupos es el de remarcar las diferencias de época,

intentando explicar con ello la existencia de distintas prácticas respecto las drogas y desiguales

percepciones. La forma de sentir estas discordancias, no tienen que ver sólo con la generación,

sino con los cambios globales que se han producido, los cuales permiten hablar de mundos

muy distintos para unos y otros. Los padres no ven tantas divergencias en el mundo de las

ideas y de las actitudes frente a las drogas, aunque sí que reconocen los cambios tecnológicos,

que en ciertos temas son abismales:

- Yo pienso que tienen un mundo lleno de oportunidades… es decir, quizás es el mundo que les hemos preparado nosotros porque somos la generación que iba antes, pero ellos tienen muchas posibilidades, más, muchas más de las que tuvimos. Por ejemplo, mi hija está matriculada en una carrera y me dice: <<Yo haré un Erasmus>> Yo no me lo pude plantear… hacer un Erasmus, nosotros como mucho soñábamos con el Interrail, con la mochila. Ahora viajan por todos los sitios, compran billetes baratos, están conectados, tienen contactos con gente de distintos sitios, es decir, pueden estar conectados por Internet o tener en el Facebook gente de Singapur, de Nova York, de todo el mundo ¡Hostias! Mi mundo era más limitado, no salía de la comarca, ni de la provincia, ahora ellos tienen una puerta al mundo. (Lleida)

Las diferencias generacionales, según el punto de vista de los participantes en los grupos, se

producen porque se vivieron dos épocas muy distintas respecto a las drogas, no sólo por las

edades, sino por los contextos tan distanciados entre una y otra época.

En este sentido, aparecen dos ciclos muy distintos, uno que comprende entre los sesenta y los

noventa, y un segundo desde finales de los noventa hasta hoy. El primero viene enmarcado por

el desconocimiento por parte de los padres del tema drogas, por la falta de información y

prevención, por la irrupción de la heroína, y por la aparición de un discurso muy cerrado

respecto a las drogas. El segundo, antagónico, se relaciona en contraposición a estas

variables: mayor conocimiento por parte de los padres del tema drogas, existencia de canales

específicos de información y prevención, aparición de las drogas de diseño, y flexibilización de

los discursos sobre drogas. No obstante, algunos de los padres actuales, empiezan a dibujar

una tercera, definida sobre todo por la irrupción del consumo de alcohol en los botellones y por

la aparición de sustancias que no conocen como la ketamina y el GHB :

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- La movida de la isla cambió desde que cambiaron las drogas, desde que aparecieron las drogas de diseño cambió todo el rollo, las fiestas, la gente, todo. Yo me acuerdo que cuando yo llegué aquí hace como 20 años se hacían las fiestas en la playa.

- Claro, éste también es otro tema, por el tema de la drogas porque la época que nosotras hemos vivido ha sido como mucho más fraternal y lo que nuestros hijos pueden vivir ahora, es puntiagudo para mi gusto.

- Yo me quedé flipada en el parquin de Amnesia, de verdad aluciné. Peor es desde que han venido los promotores a hacer fiestas en las discotecas, porque ellos controlan, ellos alquilan los sitios, son los jefes, dejan entrar a quien quiere entrar y todo, así todo. Ahí cambió mucho, todo, esto fue en el 94.

- Pero tiene razón en que influyó mucho en las drogas que se van tomando en cada época para ver cómo funciona todo. En nuestra época no sólo había cocaína, había porros, empezaba el éxtasis, había un poco de mescalina, todo muy flipi, flapi. Y ahora de pronto en las discotecas la gente se toma ketamina, que es un analgésico de caballos, que tienes que estar desfigurado, imagínate el ambiente que puede haber... (Ibiza)

- Y ahora te dicen bueno qué ¿nos llevas? y bueno los llevas, y luego los vas a buscar a las cinco de la mañana, yo le hacía eso a mis padres y me daban dos tortas que me levantaba en el aire, y él bueno si que viene a veces un poco chispa pero sabe que… le meto una colleja que le espabilo, pero ¡ya vaya! Pues no, yo siempre le digo ya se te pasará pero controla porque yo no le digo que no salgas, yo no le digo que no salgas, sólo le digo que controle.

- Entonces qué diferencia entre nosotros y nuestros padres, es que, tu hijo por ejemplo, cuando bebe le calas enseguida, desde te doy una colleja, y tu madre igual no se enteraba

- Que no enteraba, estaba allí con la zapatilla esperando que ¡vamos! (Vitoria)

A veces, aunque las diferencias de época no sean muy notables, se buscan de contraste, muy

opuestos según su perspectiva, que engrandezcan y permitan hablar de los cambios de

generación, de manera que la técnica, o la <<parafernalia>> para conseguir una sustancia se

evoquen como elementos que configuran ciclos distintos:

- Con catorce los tienes por ahí que están bebiendo y se ponen a beber hasta el culo y de todo.

- Sí, pero esto antes también se hacía, lo que pasa que más restringido, más discretamente, lo podía hacer quien tenía pelas, la mayoría mirabas en la distancia.

- Sí, pero antes no te fumabas un porro antes de entrar a clase en el insti.

- Yo sí

- De todas formas la marihuana que había en nuestros tiempos, la marihuana que hay ahora de los cacharros estos… los esquejes, la pureza de las semillas. (Vitoria)

De esta forma, las diferencias generacionales quedan mejor definidas, contrastadas y

estructuradas, o por lo menos así lo perciben los participantes en los grupos, puesto que si

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¿La experiencia es un grado?

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justificaran las diferencias de época como algo absoluto, entonces se estaría resaltando la

existencia de fracturas o distancias insalvables con los actuales hijos. Pero ciertos miedos no

se han disipado:

- Pues lo que digo, sólo el tipo de droga ya es algo que… Vale, ningún tipo de droga es buena, no digo las drogas de antes eran buenas, pero hoy en día ya ni sabes lo que toman, no saben lo que es.(…) Entonces todo el mundo sabía de lo que estaba hecho y de qué formula, que te podía hacer daño. Pero ahora no, ahora hay, cuatro mil tripis diferentes, cuatro mil pastillas diferentes. Entonces para mí es la diferencia que más me preocupa, porque ya pueden comprar cualquier mierda en la calle, lo que les den, porque mi hijo de diecinueve años quiere tomarse un éxtasis y pasárselo bien y tener esa experiencia, adelante, yo no lo veo nada malo. Pero si se toma una pastilla que lo deja en coma, ¿qué? Es que este es mi miedo y la diferencia. (Ibiza)

Y puede suceder, incluso, que se utilicen discursos que entran en contradicción con lo que

estamos relatando, para remarcar la importancia de la época y los distintos contextos y formas

de uso (cualquier tiempo pasado fue mejor), que se convierte en un elemento diferenciador, y a

la vez amplificador de los cambios percibidos:

- Pero en comparación a nuestra época, yo recuerdo que, por ejemplo, mi hijo de dieciocho años, apenas prueba el alcohol... es deportista y en cambio en mi época, en cuanto ya te podías afeitar un poco, ya tenías permiso para beber alcohol, y en casa, incluso te ponían el alcohol y una manera de socializarte dentro del mundo de los adulto era consumir alcohol y cantidad de gente de esta época que acabaron alcoholizados.

- Y claro, esto como no era una droga ilegal y por tanto no estaba proscrita y tal y cual no te llevaba a la marginación, a la marginalidad, sino que te integraba ¿no? Pero luego ya las consecuencias patológicas de todo este proceso, hay mucha gente que empezó a consumir alcohol en cantidades importantes a los dieciséis o diecisiete años...

- Ahora empiezan a los dieciocho a beber mucho. Pero mucho. O sea, que no hay comparación, porque yo he sido de la farándula de toda la vida… (Barcelona)

Aunque, también hay discursos en los grupos que cuando reflexionan relativizan la importancia

de los cambios de época, o que entienden que no son tan importantes como pueda parecer:

- Eran diferentes las formas, porque hay actitudes que son iguales, lo que cambia es la forma de organizar las cosas, las sustancias que se consumen o que no… Y que ha cambiado mucho todo el mundo, yo que sé, las tecnologías, etc. Pero la actitud de las personas, la manera de ser, es bastante similar… y los problemas son los mismos, no sé. (Barcelona)

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6. MOSTRAR LOS COMPORTAMIENTOS DE CONSUMO DE DROGAS

A LOS HIJOS: “Ante la evidencia, qué vas a hacer”

Frente a la unanimidad manifestada en cuanto a la necesidad de mantener siempre vías de

diálogo con los hijos sobre los consumos de las distintas drogas, y frente al rechazo del modelo

de rigidez, de intransigencia y de violencia impuesto por la generación anterior en este tipo de

temas, aparecen criterios distintos y contradicciones cuando se trata de mostrase abierto en

relación a exteriorizar o no, los consumos de drogas de los padres.

Hay variedad de opiniones y de matices, que van desde los que no ocultan sus consumos ni los

de sus allegados cuando están presentes sus hijos, a los que los esconden siempre. Cuando

los hijos llegan a la adolescencia y empiezan a conocer e interpretar los consumos de sus

padres, éstos, mayoritariamente, tienden a modificar sus comportamientos para que no sean

tan visibles. Este cambio ante la presencia de los hijos, unos lo mantienen siempre y la

mayoría en algunas ocasiones, dependiendo de la edad de sus hijos. A partir de este cambio,

puede apreciarse algo que desarrollaremos más adelante: que para los padres no todas las

drogas son iguales y, por tanto, no todas generan la misma preocupación o alarma, ni tampoco

son consideradas como semejantes las distintas modalidades de consumo, por lo que se

pueden secuenciar y graduar intensidades de consumo y de preocupaciones distintas:

- Yo se lo he evitado siempre, su padre sí que ha fumado (se refieren a porros) pero yo delante de mis hijas, yo he intentado que nadie de mí alrededor ni fumara, ni tomara, ni hiciera nada.

- Hombre, yo tomar no, pero fumar sí.

- Lo que pasa es que cuando estás con gente, estás en una cena con amigos, no puedes evitar que todo el mundo lo haga, evitar lo más que puedas.

- Hay mucha cosa, por ejemplo, de la gente que no tiene hijos y que vienen a tu casa y que no se enteran de que están los chicos o se ponen en tu casa y no tienen ese cuidado con los niños que tú intentas tenerlo. Y en mi casa pasó eso, llegó un punto en el que se había perdido el control, había gente que se quedaba, la típica, charlando y arreglando el mundo hasta las 5 de la mañana, en la puerta de casa y fumando. Y los chicos decían, como puede ser que papá que trabaja todo el día se quede hasta las 5 de la mañana sin dormir. (Ibiza)

La exteriorización o no de los consumos de los adultos, en parte, está relacionada con otro

elemento muy importante para los padres: la legitimidad para aportar puntos de vista sobre el

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¿La experiencia es un grado?

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consumo que proporciona el hecho de ser también el padre o la madre (o ambos)

consumidores. Si los hijos observan los consumos de los padres, o tienen elementos que les

permitan valorar que ellos consumen, según los padres, se referenda automáticamente que

saben de lo que están hablando, lo cual es como un salvoconducto para entrar en la vía de

poder saber y de poder hablar sobre los consumos de los hijos, y para hacerlo con una cierta

autoridad, que por su edad y condición de padres, saben que los hijos les niegan.

Por todo ello, es preciso reconocer, que los hijos, influenciados por el ambiente general y por

las representaciones sociales dominantes que siguen considerando el consumo de drogas

como algo muy problemático y tabú, son reacios a hablar sobre drogas con los padres, puesto

que creen que ellos desconocen estos mundos, ya que en su imaginario, y en el de la mayoría,

es una conducta eminentemente juvenil. Por tanto los padres consumidores o antiguos

consumidores, en este caso, quedan fuera de la norma y de la cosmovisión dominante, puesto

que a pesar de ser adultos, saben sobre consumos debido a que consumen o han

experimentado con distintas drogas. De ahí su interés por exteriorizar o por no esconder sus

consumos, o de esconder los que son más repetitivos, pero de verbalizar sus experiencias o su

estatus de consumidores, para poder hablar con los hijos desde la posición privilegiada que les

otorga la práctica. A la vez, se sitúan alejados de los padres no consumidores, puesto que

éstos no pueden ofrecer este plus de información en el tema.

Esta condición de conocedores del fenómeno, es uno de los elementos fundamentales para

poder mantener el clima de confianza a que se refieren la mayoría de los participantes en los

grupos, y que representa el ideal de comportamiento para la generación de padres actuales:

- He tenido que hablar con el mayor, porqué empezó a fumar, lo he pillado fumando con sus amigos y le he encontrado lo típico, papel de armar y tal, y bueno, he tenido que hablar con él. Y hablar desde el punto de decirle que sabía de lo que estaba hablando. Yo que nunca había tocado el tema de las drogas con él, o sea, con él, a nivel siempre como de afuera, no como protagonista, como decir, yo sé de lo que te estoy hablando porque yo lo he probado o tal. Entonces, en este caso como para poder tener un poco de fundamento en lo que le estaba diciendo, fue, mira, yo sé de lo que te estoy hablando, yo lo he probado, yo sé lo que produce, esto, tal, tal, tal y fue muy duro para mí, muy duro. (Ibiza)

Algunos padres son reacios a exteriorizar sus consumos, pero la heterogeneidad de escenarios

es tan amplia que puede que se produzcan, como ya hemos visto, situaciones que por una u

otras razones, les obliguen a hablar de los consumos, a pesar de que no lo tenían previsto. A

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veces, incluso, se ven obligados a ello porque han surgido o se han visualizado problemas

legales o de adicción, en los hijos o en los padres:

- Y mis hijas me han preguntado cuando hemos visto películas y series de televisión, y lo que tú decías antes, yo siempre les he hablado desde fuera. Pero lamentablemente he tenido que hablar desde dentro porque ha habido un problema en el instituto y se ha visto involucrada la mayor. Sin comerlo ni beberlo han ido a comprar marihuana un grupo de niños y ella financiaba. Aunque ella no compraba ni fumaba, ella ponía el dinero, les prestaba el dinero.

- A mí, mi hija me lo ha contado el día de mi cumpleaños en la comida: Mamá, tengo que decirte algo, fumo porros. ¡Qué buen regalo cariño! Así que para yo evitar esos rollos de ir a comprar, digo, vale, quieres fumar porros, me parece muy bien, pero tú plantas sino no fumas. La planta, tienes tu disciplina con tu plantita, así te dejo fumar. Pero si no, de ir a la calle a buscar…. ¿Ah! Pero porque ¿no? Digo, porque es peligroso, porque te toman el pelo, porque llegas a un círculo oscuro donde no quiero que estés, y porque plantar es muy fácil, tenemos un jardín. Y así hizo, el año pasado puso su primera plantita y este año se fumó su primera… (Ibiza)

Es bastante frecuente en la opinión de los participantes de los otros grupos, lo que apuntan las

madres de este grupo relativo a que el consumo de drogas se lo van a encontrar, lo busquen o

no, lo tengan planteado o no. Lo cual, de hecho, lleva a un tipo de convencimiento pragmático,

que no es más que el reconocimiento de que en la actualidad es fácil llegar a las distintas

drogas y que éstas están presentes en distintos contextos, por lo que no se puede evitar que

los hijos entren en contacto con estos mundos, por lo cual los padres consumidores se ven

legitimados a introducir el tema:

- Sí, sí, yo fumaba, desde siempre, y mi hijo también, yo nunca me he escondido, yo siempre con mis canutos y cuando me preguntan.... evidentemente cuando mi hijo me preguntó con doce o trece que qué era aquello, yo no le dije que era hachís... esto es lo que yo fumo y tal... pero yo nunca le he dicho a mi hijo no fumes en casa... él con sus amigos viene a casa a fumar porque sus padres no se lo permiten, él viene a casa y a veces parece aquello un fumadero, todos están allí enrollados y tal... pero luego, cada uno de ellos, son chavales de veinticinco o de veintiséis, acabada la carrera y como es así... claro, a lo mejor esto por otro lado, a lo mejor resulta que el chaval sale por peteneras ¿no? Pero si se habla de las cosas y se dicen clarito, tampoco es tan importante fumar hachís, ya cocaína y esas cosa ya no… pero el hachís yo llevo ya cuarenta años y soy funcionario del Estado y estoy a punto de jubilarme o sea que estoy totalmente integrado... (ríen) (Barcelona )

- Sí, ella por razones de problemas de salud, y no puede hacer, pero sabe, a mí a ver, me ha visto fumar un porro de marihuana y a mí no me ha dicho nada, o sea, vamos, yo no me escondo, sabe lo que hay es la cosa más normal del mundo, eso según como tú les enseñes y los acostumbres, ella lo ha tenido que vivir, toda la vida y lo ha tenido que mamar aquí en el casco viejo, ya ha visto demasiado, esas cosas no, a día de hoy no, no se puede decir de esta agua no beberé nunca que sabemos que va hacer dentro de un año o dos, pero hasta día de hoy pues no, pero lo ve, es la orden del día

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¿La experiencia es un grado?

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lo tiene todo, o sea que, quedan en ellos y luego lo que decís vosotros, es a lo que se junten no, si mis amigos hacen esto, eso ellos, ellos son los que tienen que hacer la lucha, vale si somos amigos unos ¡a guay! tú te pones una cosa, yo me pongo otra, ellos son los que van a ver y hacer… nosotros ahí no vamos a poder estar, podemos decirles de la mejor forma y la manera de cada uno de la vivencias, pero en realidad con hacer lo que quieras.

- Es que el grupo es muy importante, yo veo que el grupo ahí es determinante.

- ¡A ver!, cuando, el se va de marcha, tú no sabes, ¿qué le vas a poner una cámara para ver todo lo que hace? Es imposible, es imposible.

- Pero el grupo pesa mucho, y tú no van a salir con el grupo que se pone mucho, si tú no vas a beber, todas sabemos, un chaval como los nuestros no anda con una cuadrilla que se pone si él no se pone, lo que sea, alcohol, porros, o no sé qué, porque no va a haber empatía, va a ser un marciano (Vitoria).

- Él sabe que me lo puede decir todo, pero que me pida que yo comparta una raya de coca en la mesa del comedor, no. (Lleida)

Junto a lo que planteábamos anteriormente de la necesidad de hablar y mostrar el consumo de

drogas, puesto que lo quieran o no, las drogas están ahí y van a encontrarlas, otro elemento

que comparten los padres consumidores es el de dar la información en el momento adecuado,

cuando los hijos empiezan a preguntar, o bien, los padres consideran que ya han madurado

suficientemente:

- Yo he estado en la cárcel, yo no le voy a contar a mi hijo todavía que he estado en la cárcel ni porque he estado en la cárcel, se lo contaré si tengo que contárselo cuando…, cuando…, cuando sea el momento y crea yo oportuno ¿no?

- Claro

- Entiendo yo… vamos la información hay que dársela a los hijos según la capacidad de asimilar que ellos tengan.

- Sí estoy de acuerdo contigo, totalmente, vamos pero sincera… Ellos tienen ahora una información que nosotros no tenemos (Vitoria)

Aunque la finalidad del acercamiento y del abrirse para que vean los comportamientos de

consumo de los padres es eminentemente preventiva, y no va más allá. Como hemos visto

anteriormente, la mayoría de los padres no pretenden ser colegas de sus hijos, y en sustancias

distintas al cannabis la postura de los padres suele ser negativa hacia el consumo, aunque

ellos hayan sido consumidores de la sustancia, como sucede con el speed o la cocaína:

- No te metas speed porque a mí me ha jodido la vida, yo estoy separada y mira a tu padre, y no sé qué, me ha fastidiado todas las vacaciones, me ha fastidiado toda la vida y se les he hablado claramente (Vitoria)

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La información que proviene de los padres siempre es complementaria de la que reciben por

otros canales, y los padres conocen su existencia:

- A mí, mi hijo hasta me ha preguntado, cuando tomas fármacos, el ibuprofeno… yo una temporada me dieron antidepresivos, veía que había unas pastillas nuevas y yo cada día me tomaba una, y me preguntó y eso, y le conté << mira hijo esto es una droga como otras de farmacia, controlada claro de las que te da el médico y te dice cuantas tienes que tomar y bueno que es para sentirte mejor>> (Vitoria).

A pesar de la importancia, que los padres verbalizan, de mantener una comunicación fluida, a

veces no resulta fácil hablar del tema puesto que, al ser considerado como un problema en

nuestra sociedad, lleva asignado un cierto nivel de estigmatización, que asumen hasta los

mismos consumidores. Esta presión o carga se soluciona intentando aproximaciones y

aprovechando momentos y situaciones muy dispares:

- Y vino un día el mayor que tenía seis o siete años y me dice: ¡Mamá, papá se droga! Y yo le dije: ¿Por qué? Porque dijo la maestra que el porro es una droga y te lleva a la muerte y que no se qué, y que no sé cuantos y papá se va a morir, dijo. Digo, no, digo, tú ves que cuando papá fuma, tú lo ves a tu papá fumar, tú ves que cuando tu papá fuma camina por las paredes o hace cosas raras, le dije, no pasa nada. No, me dijo. No supe que decirle en ese momento, fue lo primero que se me ocurrió. Está todo bien, el problema son los excesos. (Ibiza)

Algunas veces que los hijos conozcan los consumos de los padres puede volverse contra ellos,

ya que los jóvenes no dudan en achacarles a los padres lo que la sociedad proyecta sobre los

consumidores de drogas, e incluso, algunos padres reconocen que hablar de todos los temas

con los hijos puede parecer un exceso:

- Yo con mi hija, desde que tuve la conversación ésta que os he dicho, cada vez que nos peleamos me echa que cara: ¡Tú que te juntas con tus amiguitas para iros de fiesta, que tomáis no se qué! Tienes que tener un poco de cuidadito con lo que les enseñas.

- Pero yo no les cuento todo lo que he hecho yo.

- Yo le conté lo que he probado y lo que no he probado.

-Se ha convertido en un arma… (Ibiza)

Por último, para finalizar este apartado una vez vistas y analizadas la diversidad de posiciones

respecto al tema de exteriorizar o no los consumos de los padres, hay que añadir que éstos, en

su fuero interno, se sienten legitimados para hablar del tema con los hijos, porque ellos no

tienen comportamientos dependientes respecto a las drogas, lo cual es la garantía respecto a

que supieron lidiar adecuadamente con los riesgos y que por tanto su experiencia permitirá a

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¿La experiencia es un grado?

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sus hijos que extraigan elementos positivos a utilizar en distintas situaciones, y para que a

ellos, jóvenes, tampoco los superen los posibles riesgos que vayan a encontrarse en su

relación con las drogas.

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7. NO TODAS LAS DROGAS SON IGUALES: “Los porros creo que es

más aceptable”

Ya nos hemos referido anteriormente a que en la visión de los padres, cuando se refieren a las

drogas, aunque a veces hablen de las drogas en general, suelen producir un discurso que las

sitúa en planos y posiciones distintas. Piensan que cada una de ellas debe enclavarse en un

sitio concreto en comparación a las otras, puesto que no las consideran iguales, tanto si se

trata de las legales como de las ilegales. Tampoco consideran que todas las formas de

consumo tengan las mismas consecuencias, ni que se pueda hablar de ellas de la misma

forma. En todas las comparaciones posibles siempre surge la diferente posición que ocupa el

cannabis respecto a otras sustancias, y a partir del cual se articulan la mayoría de los discursos

de los padres respecto a las drogas no problemáticas:

- Hombre, obviamente si se sabe permitir y conocemos los porros creo que es más aceptable, son más aceptables, para mí hay un gran abismo entre…

- El tema es que, en Ibiza, no sé cómo está en otros sitios, yo lo que conozco, es muy fácil acceder a cualquier cosa.

- Ya pero hoy en día en Madrid, en Barcelona, en Holanda, está muy fácil en cualquier lugar. Y antes no era así, en mi época no era así. Sólo podías acceder a las drogas a través de un cierto grupo o círculo. Pero ahora, ¿sabes lo que toman en Madrid y la juventud lo que se toman en Madrid de drogas? Pues los niños de Ibiza se portan mucho mejor, las ciudades hoy en día son lo peor. España es el país donde más drogas toman y donde más coca toman, hasta que han encontrado moléculas en el aire sobre que hay en Madrid, imagínate. (Ibiza)

- O sea, si a la gente se le dijera o hubiera alguna forma de hacerle llegar cómo hay que acercarse a las drogas o cómo hay que consumirlas... porque tampoco hay que mitificarlas, yo no sé vosotros pero en la época de la psicodelia que lo asociábamos a la música y todo aquello, que era una cosa como jovial y tal, no era tan trascendente, realmente te ponías a gusto te reías mogollón...

- Claro, por placer.

- Y luego dormías y comías divinamente, y yo creo que el uso de las drogas, que claro, que los chavales llegan a este mundo y se encuentran... nosotros no teníamos todo lo que tienen ahora, teníamos la marihuana y el “kifi” que traía algún hermano de algún legionario que estaba en África… yo creo que los chavales empiezan a tomar drogas bastante peligrosas, sobre todo... bueno, no sé, hace tiempo, pero la heroína en este país, hace diez años tenía una pureza del 8%, era basura lo que los chavales se estaban metiendo. Yo soy de León y suelo decir que en el 98 los yonquis de León se estaban metiendo piedra de la catedral raspada... todo esto, imagínate si nos hubiera pasado a nosotros… porque nosotros no tenemos este problema... y eso era...” (Barcelona)

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¿La experiencia es un grado?

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Todas las posiciones en los discursos sobre las drogas se articulan a partir de las drogas de

uso más frecuente, alcohol y cannabis, y no se producen referencias al tabaco, quizás porque

los efectos sobre el comportamiento de éste último no son valorados como positivos. Alcohol y

cannabis sirven para articular gran parte de los discursos, pero el alcohol, aunque extendido,

no tiene la misma aceptación para estos padres que el cannabis, cuyos efectos no son

cuestionados por nadie:

- Yo creo, por lo que he ido viendo, que hace mucho más daño eso, beber alcohol que no fumar porros, y bien, que otras drogas que aquí no han salido mucho, pero que tampoco.

-Yo una de las experiencias más duras que he tenido últimamente, fue en Granada, en el famoso botellón de Granada que se hace todos los jueves, viernes y sábado, Hice una crónica y todo, parecía Dante en los Infiernos. Toda la facilidad que otorga la ciudad para que en un parking de Hipercor se puedan reunir miles, todos allá con sus coches, con las neveras y con toda la parafernalia… y se van juntando, se van juntando a medida que pasa la noche, cada vez ves más situaciones peores hasta que llega la madrugada cuando hay verdaderos kamikazes que con los coches… ¡un espectáculo! Y dices, cada fin de semana. Yo estaba allí en la universidad. ¿Y cómo pueden permitir eso? ¡Ah! Es que es una ciudad universitaria y hay que facilitar que vengan aquí a estudiar porque si no nos quedamos sin clientes… aprobarán los que no van de botellón ya que a los otros se les morirán todas las neuronas (ríen)

- La verdad es que…

- ¡Es un escándalo! Hay muchas ciudades españolas que lo hacen.

- No es como cuando íbamos a la discoteca a tomar copas y sin más… ahora es más complicado, tienen que llevar el hielo, las botellas… (Barcelona

Como vemos en las intervenciones, el cannabis tiene un estatus diferente al de las otras

sustancias, lo comparemos con la que lo comparemos, y siempre surge la sensación ya

explicitada en el capítulo anterior, de que los consumos de cannabis no han dejado

consumidores con problemas, ni de comportamiento ni de dependencia. Además, los

participantes suelen hablar de otro tema en relación a las distintas drogas, incluso cuando se

refieren al alcohol, que es la posibilidad de aceptar la sustancia e introducirla en los contextos

cotidianos con normalidad:

- Es que la mayoría de los hijos de la generación de mis amigos, al menos externamente lo llevan muy bien, no han salido muy bebedores. Beber alguna vez un poco de vino comiendo.

- Yo es que estoy condicionado porque en mi casa, desde que tenía diez u once años, había vino con gaseosa para los niños que querían, yo bebía vino con gaseosa. No he tenido ningún problema con el alcohol… pues… lo relaciono. Quizás si hubiera sido…

- Porque es la normalidad.

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- Quizás si hubieran sido puritanos y hubieran dicho ¡no!, no bebas alcohol yo sería un muerto de ganas de…, que cuando viera una botella. Quiero decir que las cosas no son ni blanco ni negro (Barcelona)

- La grieta existe, o el sentido de culpa, o lo que sea. A ver si se me queda clavado o enganchado a eso. Porque el cannabis todo el mundo se ha salido, o ha pasado y ha fumado, y eso ha calado en la gente pero continua habiendo un interrogante de qué pasa con las otras Cuando cenamos él compra alcohol y pone alcohol y todo el mundo bebe alcohol en su casa. Hay una diferencia. En su casa no se saca la cocaína abiertamente (Expertos)

El cannabis pues se sitúa en otra órbita, a diferencia del alcohol que como vemos suscita

amplios consensos referentes a conocer consumidores que han sufrido algún daño. Como

expresan el grupo de expertos en el literal que sigue, finalmente, la mayoría de los

consumidores de cannabis, incluso los más acérrimos, además de no manifestar problemas por

el uso diario, acaban reduciendo considerablemente el nivel de consumo:

- Eso enlaza con la diferencia del cannabis, la gente ha interiorizado este discurso; todos conocemos gente que ha fumado y después lo ha ido dejando. La gente o lo hacen muy de tanto en tanto y no pasa nada, por tanto es una sustancia diferente igual que el alcohol pero, nadie tiene amigos que se hayan quedado colgados con el costo. Porque al final, fumadores, tú que conoces más este entorno con amigos tuyos que fumen mucho quedan pocos. (Expertos)

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¿La experiencia es un grado?

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8. DIFERENCIAS DE LAS DROGAS POR LOS DISCURSOS O LAS

GRADUACIONES QUE PERMITEN: “El consumidor admite muchos

matices”

Entrados en la lógica desarrollada en el capítulo anterior, sabemos que en la consideración de

los participantes en los grupos, no todas las drogas son iguales, porque entrañan riesgos

distintos, pero sobre todo problemas reales que los participantes o sus allegados han sufrido,

aunque muchos de ellos no los han apreciado nunca. Surgen entonces tesis para explicar estas

diferencias de comportamiento que se correlacionan con las dosis, y a la vez con los discursos

sociales, que sitúan cada sustancia en un lugar determinado:

- Es que, quieras que no, el tabaco, antes y no hace tantos años, las otras drogas, coca, porros y tal transmitían estigma para las personas que las habían consumido y ahora, el tabaco empieza a remitir a estigma y empieza a… verse como apestados.

- Si, han sido los propios hijos los que han marcado a los padres ‘deja de fumar, deja de fumar que me molesta’

- Entonces son quizás los discursos sociales que hay sobre las drogas en un momento determinado los que suavizan o no las posturas de los padres, más que las prácticas propias.

- Creo que la graduación de esos niveles en el consumo es lo que permite que haya una elasticidad mayor en el recorrido que se pueda hacer con ellas. ¿Por qué el tabaco se penaliza? Cuando hay una convicción de que no se debe fumar. Porque o fumas o no fumas, pasas de cero a cien, no hay término medio.

- Eso es lo que dicen pero tampoco es verdad.

- Sí, pero el discurso es ése y hay muy poca gente que fume en el medio, la gente que quiere dejar de fumar dice, no, es que si yo pudiera fumar dos o tres cigarros al día, pero eso es imposible, no lo…

- Sí que hay gente que lo consigue, él. Yo lo entiendo pero...

- Pero tú estarías catalogado como no fumador. (Expertos)

Hay diferentes referencias sobre estas cuestiones en los distintos grupos. Como anécdota, en

un grupo de discusión, hay un chico que compartía los porros con su hermana, se llevaban dos

o tres años y luego había un tabú brutal respecto a otras drogas, los dos sabían mutuamente

que consumían pastillas y ketamina, nunca habían hablado de ello, aunque sabían que eran

consumidores. Hasta el punto que si se encontraban en las fiestas se evitaban:

-No entiendo que todos esos consumidores esporádicos de drogas de las que se consideran peligrosas. Saben que ellos no tienen problemas pero

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que se cierren a hablar o que... No entiendo que habiendo podido mantener el consumo esporádico y no teniendo problemas presenten un miedo sobre la cocaína mucho mayor que sobre los porros ¿Es por el discurso?

- Lo curioso es que todos tienen más miedo con la coca pero a lo mejor se han quedado colgados con el alcohol o han tenido malos rollos con los porros, más que con la coca. También porque la frecuencia es menor. (Expertos).

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¿La experiencia es un grado?

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9. LAS DIFERENCIAS DE EDAD Y GÉNERO: “Hay que funcionar como

los chicos”

Los padres participantes en los grupos de discusión coinciden en plantear que la posición de

sus hijos frente a las drogas depende de la edad. Así, esta variable sirve para entender como

las diferentes sustancias son abordadas en función de cada una de las épocas, y el

planteamiento responde a unos criterios más o menos comunes a todos los grupos que definen

la infancia como un período en el cual, como mucho debe empezar a hablarse sobre drogas; la

adolescencia como el momento de inicio al cannabis, tabaco y alcohol y de comprender los

riesgos de los consumos, y la primera juventud (sobre los dieciocho años) como el punto de

independencia de los criterios de sus hijos, sabedores ya, de los riesgos y problemas:

“Los míos tienen, bien, trece y quince años. Consumidores de nada, pero los hay que en esta edad ya lo son. Tienen mucha información, es normal que en estas edades se debe probar las cosas prohibidas, es la edad de hacerlo. Les van llegando informaciones, tanto desde los centros educativos como de los comentarios que puedan escuchar en casa, como los mensajes que les van llegando constantemente, de lo que se puede hacer y de los riesgos que tiene y entonces es el sentido común de cada chico a la hora de tirarse a la piscina, con el desorden hormonal que tienen, que les impide analizar o tener sentido común. (Barcelona).

La edad marca también algunas de las actividades que pueden hacerse en casa, en la mayoría

de los casos fumar porros y beber alcohol, tanto los padres como los hijos por separado, con

sus respectivas amistades, o bien juntos porque es una actividad que a veces se comparte:

- A los 18 hay límites que pones y sacas.

- Es que cada momento tiene su historia.

- Yo siempre les decía a la gente de tener precaución cuando íbamos a hacer un porro, las niñas…, en lugar de decir vamos a hacer un porro, pues vamos a hacer un cigarro, que a los catorce años ya comprendieron que en la calle estaba prohibido, lo cual no significaba que la gente joven y gente adulta fumase porros en la intimidad y que hay gente que tiene sus trabajos y sus cosas y que lo viven con una cierta normalidad, y ahora lo viven con normalidad. Reciben imputs contradictorios. (Barcelona)

Junto a las diferencias de edad, las de género también son abordadas por los distintos grupos,

concluyendo que existían antes, y eran muy ostensibles, pero que siguen existiendo ahora y

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afectan también a posiciones distintas respecto a las drogas –como tantos otros campos de la

vida-:

- Yo si lo que quiero marcar en mi caso, pienso que también había mucha diferencia en mi generación entre los hombres y las mujeres, cuando los hombres empezaban a salir no había ningún problema cuando las mujeres empezábamos a salir eras la puta mayor del pueblo

- Sí.

- Sí, sí.

- Mi hermano con 13 años salía, cuando se me ocurrió a mí el ¡pollo que se monto en casa! ¡no te quiero ni contar! y luego tema de drogas, o cualquier tema, me da igual, si eras una mujer ¡muy mal!

- Peor.

- Si eras una mujer mucho peor.

- Yo desde niña ya lo veía ¡jo! que putada, yo quiero ser un tío porque claro, ya veía que mi hermano más pequeño que yo hacia lo que le daba la gana y yo no podía, cosa que yo era la mayor pues yo ahí sí que me encontré… Ahí hemos tenido que luchar mucho las chicas para cambiar esta historia, en cualquier tema en lo que quieras, las chichas no teníamos tantos derechos, yo tengo dos hijas y un hijo y no los estoy educando… casi alucino, educarlos igual y el hijo me ha salido mucho más macarra cuesta mucho más trabajo sabes que ¡ay!, entonces, eso, en mi casa no había… el padre era el líder, y lo que decía el líder se hacía y punto pelota, entonces en eso veo mucho, mucho cambio (Vitoria)

El tema género fue introducido siempre por mujeres y, para ellas, como hemos visto en el literal

de Vitoria, es algo que no debe olvidarse, aunque se hable de drogas:

- Eso del machismo, que tenemos en diferentes ámbitos de la sociedad, ahora mismo, eso del machismo…, es que yo veo, bueno… Mi hija pequeña tuvo como un novio que bueno…, era…., era…, finalmente resulto que era un poco violento. Cuando empecé a oír, <<es que no le gusta que lleve un jersey porque es muy escotado>>, <<que si sales con las amigas, no sé qué>>. Hasta aquí podíamos llegar. Tu abuela ya fue revolucionaria en esto, tu madre, sus amigos que les rodean, nadie es as. ¿Qué? ¿Tú quieres ser así? Con el rollo machista de que si las chicas colocadas, bebidas, o no sé qué…, antes les decían frescas. (Barcelona)

Entre algunos de los padres hay una preocupación no tanto por los consumos de drogas de sus

hijos, que los valoran como comportamientos pasajeros que disminuirán en un futuro, sino por

el tipo de relaciones interpersonales y afectivas que son capaces de mantener. Esta

preocupación está más presente entre madres, especialmente entre aquellas que han vivido

separaciones que han comportado que hayan sido ellas las que han cargado con la educación

de sus hijos, y cuando se trata de sus hijas, más que de sus hijos varones:

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¿La experiencia es un grado?

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“¿Si en las familias monoparentales es más difícil o no? ¿La cosa está en si les dejamos fumar porros? Está en la gestión de las emociones, en la gestión de los sentimientos los tenemos más abandonados y estarán divorciados antes de casarse, no es que fumen porros antes de saber qué es un papel de fumar, es que estarán divorciados antes de casarse… Yo se lo digo a mi hija <<es muy mono>> pero deberías intentar comerle la cabeza, pero si tu cabeza y la suya no van en sintonía, no tira hacia adelante la cosa. Y no se lo dice nadie <<escucha ¡este chico no te conviene!>>No, no es que no te convenga, yo no lo sé si te conviene o no, lo que tienes que ver tú, si es lo que tú quieres, si tú eres capaz de darle todo lo que… En cambio, alcohol, tabaco, chocolate, marihuana, cocaína… En las relaciones personales no la tenemos hecha esta gradación: si tienes una niña, si te casas por la iglesia a los dieciocho, es que estás loca, es que te estás metiendo heroína por la vena. Pero no lo decimos así, decimos:<<se ha enamorado>> A los padres les viene bien, los conocen, tienen piso…. ¡pues venga! (Lleida).

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10. LA PROHIBICIÓN COMO MARCO: “¡Hay plantaciones que es una

barbaridad!”

Los discursos de los grupos coinciden en señalar la importancia de la prohibición, como

elemento que distorsiona nuestra aproximación a las drogas, puesto que se resalta de ellas los

aspectos negativos y se genera un clima que dificulta hablar abiertamente. Desde el punto de

vista de la prevención esto se vive como un hándicap, ya que aumenta las contradicciones, que

de por sí, no son pocas en este campo. A pesar de este estado de cosas, coinciden

mayoritariamente en reducir el nivel del discurso alarmista dominante en los medios de

comunicación social, y en gran parte de las instituciones que cumplen funciones formales de

socialización de jóvenes y adolescentes:

- Y aparte yo no creo que sea tan negativo el uso de drogas, el abuso sí, pero el uso de drogas no creo que sea negativo.

- Te vas atrás y piensas en la primera vez que probaste cada cosa, y piensas, que bueno que lo probé.

- Hombre, a mí particularmente me abrió muchas puertas, sinceramente y después a lo mejor no utilicé algunas más salvajemente de cómo las tendría que haber usado, sí que te da mal rollo, pero en, inicialmente… un poco, otros estados mentales también son interesantes. (Ibiza)

La distinción entre uso y abuso no es baladí, más cuando desde muchos discursos

profesionales se tiende a situar el uso y el uso problemático o abusivo en el mismo plano,

puesto que aunque muchos profesionales reflejan en los relatos la diferenciación, en la mayoría

de los casos, no llega a apreciarse en las prácticas. Para los participantes en los grupos esta

distinción es fundamental, aunque, como refleja la literatura sobre el tema, a veces, al hablar de

sus propios hijos, aparecen temores, que no se otorgan a ellos mismos como consumidores

activos –o en el pasado- de drogas, debido a que el discurso problematizador, que

retroalimenta la prohibición les impide otro tipo de proyecciones:

- No deja de existir un conflicto con eso de los padres que consumimos sustancias psicoactivas en relación con los hijos, al estar prohibidas la mayoría, nos sitúa al margen del reglamento social, y claro, eso es un poco conflictivo. Luego, para que se lleguen a tomar las sustancias minimizando los riesgos hará falta que vayamos adquiriendo unos hábitos y una cultura de usos que sólo pueden conseguir con el tiempo, porque hablar abiertamente queda prohibido de momento, hasta que no nos libremos de la prohibición. Claro es a base de años y años de ir dando palos de ciego…

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ahora que se vayan transmitiendo estos conocimientos de boca en boca y de generación en generación… Hasta que la cosa esté suficientemente madura y se diga, ¡basta de prohibición!, que conlleva más problemas e inconvenientes que otra cosa. (Barcelona).

El conflicto al que se refieren en el anterior texto añade confusión, principalmente a los

adolescentes, que cuando se encuentran en su contexto discursos y prácticas relativas al

consumo de drogas, descubren que se producen toda una serie de contradicciones. Los padres

se encuentran atrapados entre una posición que, como consumidores, les lleva a valorar los

riesgos de forma bastante realista, según sus prácticas y las de sus allegados, pero como

padres, puede que se sientan amenazados por el “problema de las drogas”:

- Que nos lo hayamos permitido a nosotros no quiere decir que se lo permitas a tu hijo. (Ibiza)

Las contradicciones pueden situar a los padres en una situación poco lógica, puesto que están

llevando a cabo actuaciones, cuando consumen, que rondan la ilegalidad, aunque para ellos,

tales comportamientos no suponen un nivel de vulneración de las leyes ni de delincuencia o

marginalidad, como pueden estar transmitiéndoles otras instancias socializadoras, por lo que la

racionalidad y la prudencia, son difíciles de introducir en este campo:

- Bueno, a mí se me ocurrió cuando vino mi hija del colegio, que les habían hecho una charla y les habían explicado que la marihuana era droga que volvía tonta a la gente que... que era un puente para drogas más potentes.

- Sí, este es un discurso que...

- Y entonces pues vino a mi casa y me lo dijo y yo le conté que las cosas no son tal y como las pintan, que la diferencia entre un veneno y una medicina podía ser la dosis, como decía Paracelso, y que con un coche te puedes matar, pero que si conduces con precaución puedes llegar a tiempo de salvar una vida, y cosas de estas, pero no deja de ser una contradicción (Barcelona)

Las contradicciones aumentan cuando salta a la vista que los problemas de las drogas no

están relacionados con su estatus de legalidad o ilegalidad, y cuando a pesar de la prohibición,

se han extendido y popularizado prácticas, como el autocultivo de la marihuana:

- ¡Hay plantaciones que es una barbaridad...!

- Ya que tenemos esta paradoja, que te traen el hijo a casa y te tienes que morder la lengua delante de los Mossos. ¡Qué no tienen nada más que hacer que ir a buscar a gente que están fumando porros en el parque!

- Depende de si pasa en horario escolar. A ver… yo creo que si es un martes a las doce del mediodía, prefiero más que me lo digan y, bueno… que a esa hora deben estar en el Insti, ¡no toca hacer eso!

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- El centro educativo ya te da parte de las faltas, pues ¡ya está! No hace falta la policía vigilando por las calles.

- Quieres decir que sólo por un porro…

-Que te digo que me lo han traído a casa por fumarse un porro en el banco. (Barcelona)

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11. LOS APRENDIZAJES SON IMPORTANTES: “¡Ojalá lo que hemos

vivido nosotros les sirva para algo!”

En los discursos de los grupos se ha abordado el tema de la búsqueda de información y de

tener en consideración las prácticas reales de los padres, como formas de aprendizaje para un

consumidor más joven que tenga en cuenta los posibles beneficios del consumo y tienda a

reducir los posibles riesgos. Para los participantes, ambas estrategias, la información y la

práctica, son buenas para adquirir unas pautas que les sirvan en su aprendizaje, puesto que

todos plantean que las drogas existen y son algo inevitable. Sus hijos se las encontrarán en el

camino algún día y no puede evitarse:

- ¿Me entiendes? pero yo digo, que hay un montón de literatura, que hay prevención, que está el instituto, que vienen los padres, y mira que los porros son así, que si la punta hacia arriba o hacia abajo. Pero bueno, yo con mi hija viene con tres amigos que se quedarán a dormir… pero ¿entendéis lo que quiero decir? Hay toda una estratificación de los riesgos en unos consumos, los de los porros, y en cambio en la gestión de las emociones y los sentimientos, pues…, que no está tan claro, pensamos que todo vendrá solo, y en cambio fumar porros no se puede aprender sólo, y lo otro sí… (Lleida)

Ya hemos dicho que el contexto de la prohibición es un hándicap para un abordaje crítico de los

consumos de drogas, por lo que dificulta las aspiraciones preventivas de los padres en un

contexto de socialización en el cual las drogas están presentes y tienen importancia para los

adolescentes y jóvenes. Esta mirada sirve especialmente para el cannabis pero también para

las otras sustancias:

- Pero están mucho más a mano de lo que parece.

- En nuestra época había cuatro cosas y eran de buena calidad. Ahora cualquier idiota piensa que en su cocina puede hacer pastillas y te hacen esnifar ketamina que es una anestesia para animales, esto en mi época no existía, tomabas una raya, buena raya. Y de pastilla había una, ahora hay quinientas mil pastillas diferentes y la gente se queda muerta en la pista y no sabes ni lo que toman.

- Pienso que lo único importante es que ellos tengan claro que tampoco no tienen que hacerlo todo. Que para mí lo único importante es transmitirles la seguridad en sí mismos, que van a estar rodeados de millones de cosas a su alrededor, pero que si no van al pedo.

- Pero es parte de la edad, esa historia de formar parte de no quedar afuera.

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- Con tal de no quedar fuera van a probar lo que no tienen que probar y van a hacer lo que no tienen que hacer, por pertenecer al grupo o lo que sea. Yo lo veo a mi hijo, tiene que hacer todo lo que hacen sus amigos, porqué sino se queda fuera. (Ibiza)

En cierta medida, la actual situación y las contradicciones existentes, agobian a parte de los

padres, que piensan que sus hijos deberán afrontar la situación de decidir si consumen drogas,

como les sucedió a ellos, eso sí con más información y con el plus añadido de partir de las

experiencias paternas:

- Yo creo que la gente joven hoy en día viene con mucha ventaja, porque vienen con toda nuestra experiencia, lo que pasa que también están en otro momento y ya van por delante. Yo también pienso que… son súper inteligentes, lo que pasa es que no tienen la capacidad de ver más adelante… nosotros con cuarenta años, no tenías la… con quince que con veinte, pero sí que pienso que toda la experiencia que hemos tenido la tienen a la espalda y les sirve y…

- Estas son las herramientas que tenemos.

- Sí, y les va mucho mejor que a nosotros, mucho mejor.

- ¡Ojala! (Vitoria)

Para los padres, en éste como en otros ámbitos, las diferencias que marcan épocas distintas,

son fundamentales, especialmente como acabamos de ver porque el contexto actual es otro.

No obstante, existen como regularidades o continuidades, que van más allá de las diferencias

de época o de generación, y una de éstas radica en la clara diferenciación entre los tiempos y

los espacios de consumo que intentan trasladar a sus hijos:

- Nosotros, más o menos lo que estamos haciendo es que vean que la vida no siempre es una fiesta, que existen momentos de fiesta y momentos en que se trabaja, momentos que…, que cada cosa tiene su momento, que no pueden fumar porros en el instituto, que es lo que tú decías, que no pueden ir borrachos al instituto. Quiero decir, que vean los hábitos sociales, que el alcohol, que los porros y todo eso no deja de estar presente en la sociedad, pero que se hace en ciertos momentos, a ciertas horas. Que vean que cada cosa tiene un lugar y un momento…

- Tener unas pautas de consumo según nuestra experiencia, que hemos tardado en entenderlo, pero que bueno… (Barcelona)

Hay consenso respecto a que se necesita información para hacer frente a los posibles riesgos

del consumo, y que dicha información favorecerá los aprendizajes de los jóvenes y

especialmente de los adolescentes, que están incorporándose a los espacios de consumo. La

mayoría de los padres defienden que la función preventiva no es exclusiva de la familia, ni

tampoco de la escuela, pero agradecen que ésta participe de pleno:

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¿La experiencia es un grado?

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- Estamos cargando mucho sobre la escuela, pero también a veces es el fracaso de la familia, la escuela es el 50% de la educación pero…

- Pero no me refiero a la estructura familiar sino que decimos que el sistema educativo la caga cuando nosotros la hemos cagado cincuenta veces antes y le decimos al profesor de ética o de dibujo que haga lo que nosotros no somos capaces de hacer.

- Le pedimos a la escuela que corrija a nuestros hijos y a veces es nuestro estrés familiar el que… la escuela tampoco funciona porque están masificadas, porque los maestros están desmotivados…, porque…, y vas acumulando, vas acumulando, y al final ¿sabes qué hacemos? Emborracharos todos y no penséis. (Lleida)

Los padres, debido a su relación anterior con las drogas y a tener amigos consumidores,

comparten la idea que su trayectoria los sitúa en un lugar privilegiado, quizás mejor situados

que a los docentes, por todas sus experiencias con las drogas:

- A veces ella me dice ¿y tú que sabes? Emborráchate mujer, ¡pruébalo!

- Claro, yo no vengo de la práctica, yo vengo de la teoría. Es diferente que los padres hayan hecho todo este trayecto.

- Pero con mucha moderación ¡eh!

- Sí pero ya es diferente, tú has flirteado, has jugado… es diferente de alguien que le viene todo totalmente de nuevo, que lo único que ha hecho es leerlo y las experiencias que te ha tocado ver, aunque no laboralmente. A mí, a nivel laboral me ha tocado verlo, pero ya cuando el proceso está totalmente deteriorado, y es durillo.

- Yo me tomaba muchos porros (Lleida).

Como plantea el grupo de Lleida, por mucha teoría que se abarque, e incluso por mucha

práctica profesional, no puede compararse con las experiencias personales de consumo.

Incluso la práctica profesional, puesto que se produce cuando existen problemas, no se

considera válida para la prevención, como acabamos de ver.

Otro aspecto que aparece relacionado con los aprendizajes es el tema de los límites, más

cuando se trata de adolescentes, aunque pueda producir contradicciones, puesto que los

consumos de los padres pueden quedar en entredicho, aunque el factor edad vuelve a ser

determinante: cada etapa vital debe tener sus límites:

- A una edad determinada no sé… por ejemplo, una vez una hija mía quería sembrar maría y tenia quince años. Me vino… que es una planta muy bonita, que… Yo le dije ¡no! Hasta que no tengas dieciocho años, aquí en el huerto no plantarás. Pero vosotros fumáis a veces con los amigos. Bueno…, pero tú no tienes edad. Ya plantarás cuando sepas defenderte tú sola de las cosas. (Barcelona)

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Entre las etapas vitales, como ya hemos dicho anteriormente, la adolescencia es clave, puesto

que se empieza a experimentar y es un punto de transición vital y de constantes cambios e

influencias. Es también el momento que los padres consideran como más importante para

ayudar a sus hijos a partir de sus experiencias anteriores. Los padres, en consonancia con la

crítica que hacen a la prohibición y a las contradicciones que produce, abogan por valores que

tienen que ver con la responsabilidad y la libertad, puesto que creen que favorecen que los

jóvenes tomen decisiones:

- Para hacer un consumo responsable de las sustancias psicoactivas es necesario conocimiento y responsabilidad, y libertad también.

- Información y libertad.

- Prohibirlo y cerrar la información es una barbaridad.

- Más cuando el alcohol, volvamos, está permitido y además se hace bandera de él, sirve de…

- No lo digas en voz alta eso que prohibirán también el alcohol, que estos… están, ¡eh!

- Como dijeron de Clinton ¿no?, que había fumado porros cuando era joven para hundirlo.

- No lo harán, que hay una industria potente detrás

- Ya han prohibido el tabaco, con el tabaco lo están haciendo (Barcelona).

En los discursos de los padres se aprecia un interés por acercarse a los consumos de sus

hijos, no tanto para fiscalizarlos, que algunos también, sino para ayudar en el proceso de

aprendizaje. Ya hemos visto que la experiencia de los padres es tomada por estos como un

salvoconducto, que según creen ellos, debería servirles incluso para comprar juntos o

compartir, a veces, los consumos:

- Claro, no quiero hacer apología de las drogas pero tampoco quiero reprimir, para que no tenga el efecto contrario.

- No quiero ser una madre carca, pero tampoco quiero ser…, allí fumando porros con ellos. (Ibiza)

Y este tipo de posicionamiento de los padres puede llevar a replantear el tema ya enunciado de

la necesidad de tener límites claros, al menos en la adolescencia:

- Yo también, con eso de los límites actué un poco como…, hasta que tienen diecisiete o así que… Aunque yo ya me di cuenta que con dieciséis o diecisiete años ya había fumado algún porro, y entonces, cuando tuvo tal le dije, deja de comprar o de pillar el hachís…Mi hija mayor me provee de hongos, que tiene un pequeño kit de estos de plantación de hongos. Eso lo hablamos entre todos y da para introducir temas… que cada uno es su propio regulador, que no afecta igual a uno que a otro, etc. Y el entorno, porque claro, a mí me es igual que mi hijo no beba si va rodeado siempre de

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¿La experiencia es un grado?

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gente que bebe, porque al final. Su entorno no suele beber. Pues les he dejado muchos libros y tal. ¡Lee esto! Es intentar poner freno sin quitarles el vehículo. Pero un día tuve que ir a buscar a mi hijo a una comisaría por fumarse un porro delante de un policía. ¡Hombre eso no se hace! No digas a nadie que plantamos marihuana, porque está prohibido. Es que la gente de hoy se piensa que no está prohibida. (Barcelona)

- Cuestionar el rol de padres como rol antidrogas cuando la gente más ‘normal’, los que llevan el asunto con más tranquilidad ante los hijos, lo que están planteando es cuestionar precisamente este rol, el rol de padre como meramente prohibicionista. Pensar que hay otra posibilidad, ser padre y al mismo tiempo, educar en esto.

- Las distintas maneras de consumir de los padres llevan a una manera distinta de enfrentarse con el consumo de los hijos. He conocido gente con un consumo no festivo sino diario y de… con autocultivo; ese tipo de consumo lleva a otro tipo de comportamiento en la medida en que forma parte de lo cotidiano, al nacer los hijos ¿qué haces? ¿Mantienes la plantación o rompes?

- Mi hijo cuando tenía cinco años dijo ‘voy a hacer un cigarro’ y se puso a preparar un porro; ahí nos dimos cuenta de que había interiorizado algo que formaba parte de la cotidianeidad. En nuestro caso, a medida que iban creciendo, les íbamos contando lo que sabíamos.

- Quizás tiene algo que ver con el sentido de culpa; los fumadores de cannabis que han fumado siempre en casa, al llegar los hijos han continuado fumando y los hijos se han enterado de que aquello era cannabis hacia los doce o trece años. Ese tipo de padres no los han apartado sino que los han incorporado y comparten con ellos las plantas. Para ellos fumar es una cosa muy recreativa y abierta y que está bien. Sin embargo hay otros que han visto gente a su alrededor a los que les fue mal, pienso en la pareja que hemos mencionado, la primera novia de él se enganchó al caballo y varios amigos tuvieron problemas con las drogas, algunos incluso murieron. Tal vez es ese impacto el que actúa

- Probablemente antes podía haber un contraste más fuerte entre lo de casa y lo de fuera pero ahora, fuera hay un discurso generalizado que está mucho más especializado, por ejemplo con el cannabis. Más especializado en el sentido de distinguir, el propio discurso de los consumidores es muy especializado en la justificación. Ha habido una cultura de intentar justificar por qué ese consumo es diferente de los malos. Creo que la salida de casa hacia fuera ya no tiene que salvar tanta distancia.

- El cannabis ha hecho como de puente entre la situación esa y las drogas malas, malas.

- Hay un salto, donde, de hecho, el discurso especializado el que mucho consumidores de cannabis que fuman fuera expresan con mucha naturalidad y que es mucho más benévolo que el del tabaco o que el del alcohol” (Expertos)

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12. PONER LÍMITES: “Pero de todas maneras, harán lo que les dé la

gana a ellos”

Ya hemos visto a lo largo del texto que el tema de los límites es recurrente, pensamos que es

así porque abre interrogantes sobre las relaciones entre padres e hijos, y por la dificultad que

supone consumir con los hijos, especialmente en la adolescencia y después ejercer funciones

de control. Todo ello cuestiona la figura de los progenitores y su función, desde distintas

perspectivas.

- Y ya él viene cuando ha conseguido una marihuana estupenda… ¡mira, prueba esto! Como si catáramos un buen vino y ha salido de una forma natural, tampoco he hecho yo nada porque fuera así ni él tampoco, sino de una forma natural... y sí, consumimos y cuando estamos en casa... también lo de siempre.

- Yo pienso que, también, que es mucho de la edad, con quince años yo no habría compartido en absoluto, ni dejar a los amigos. Pero luego, como decías con lo del vino, si son consumidores o lo son ocasionalmente, porque no podemos compartir si compartimos el arroz que hemos hecho, y compartimos el vino que nos bebemos, si eso tiene una simbología lúdica, si lo constituyes como un indicador de pasarlo bien, por qué impedirlo (Barcelona)

Los padres, cuando hablan de los límites, se refieren tanto a los consumos de drogas como a

las actividades que hacen sus hijos cuando salen de fiesta, y muy especialmente a los horarios

de regreso:

- Yo debo de ser una… una sin sustancia, mi hijo ha salido un día ahora en las fiestas de… porque estaba Código Norte, que para él son la pera, claro el concierto empezaba a la 1:00, entonces mi primera esto fue, ¿sale o no sale?, vale sí sale, y le puse hora para que viniera con otro amigo que vivía en… a las dos y media, calcule hora y media de concierto y si se acaba bien y si no es su problema, pues si que me quede a esperarlo en el sofá, pero me quede frita, y cuando vino me despertó y le dije, ¿qué hora es? y me dijo las dos y media, ni lo comprobé y le dije muy bien y me volví a dormir y a las 4 me desperté en el sofá y luego pensé soy una sin sustancia, o sea, otra hubiera estado mirando la hora, yo no, no sé, si tenía que estar levantada (...) pero tiene catorce

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- Imagínate el chaval con catorce años, son las 7 de la mañana y no ha venido ¿qué hacemos? (Vitoria)

Respecto a cómo deben ser los límites y cuándo hay que ponerlos, hay una gran variedad de

puntos de vista. Los hay que plantean la necesidad de mantener unos límites muy claros desde

la adolescencia, y que los hijos se atengan a ellos, en caso contrario, dicen que se debería

actuar con una cierta contundencia para evitar problemas mayores:

- Yo lo saqué de casa dos veces, a ver! ... claro. Llegó un momento que, una vez que se pasó, fatal, y le dije: <<Mira niño, si fuéramos pijos irías a Londres, pero como que no somos pijos, y no diremos que vas a perfeccionar el inglés, te vas a casa de tu padre>> Y le dije, cuando tengas ganas de seguir las normas volverás a casa. El pacto primero era de un mes..., a la semana: <<mama, quiero volver>>. Y le dije, <<no, guapo, quedamos que un mes y aguantarás un mes>> Al final, después del mes me dijo <<yo no puedo volver todavía que estoy todavía igual de verde>> Y se estuvo seis meses, puesto que llega un momento que si no te vas al cementerio.

- ¿Y en casa de su padre qué tal?

- Su padre es Mosso. Te han echado fuera de casa, estás en una casa forastera, con los hermanitos de alquiler, con un tío que casi hace cinco años que no te hablas, y ves que la cosa va en serio. Aquello le fue muy bien. Tenía que cambiarlo de ambiente, cambiarlo de normativas y volver a empezar. Claro lo pruebas todo, te encuentras desamparada y dices: ¿qué hago? Se rebotaba contra cualquier figura de autoridad, Mosso que veía, Mosso que provocaba, urbano que veía, urbano que provocaba, llegó a intimidar hasta a un Juez. Es que es agotador. (Lleida)

Hay posturas en el otro extremo, más laxas, que abogan por no remarcar unos límites

concretos, o bien que puedan ser sobrepasados sin que por ello se adopten actitudes muy

alarmistas, ya que hay padres que piensan que si los límites no son muy rígidos el hecho de

saltarlos no es negativo, puesto que forma parte del aprendizaje hacia la responsabilidad y

para asumir la existencia de riesgos. Además los límites no vienen determinados solamente por

el tema drogas, puesto que hay otro tipo de riesgos, especialmente en la adolescencia:

- Pero límites así específicos no he puesto. Cuando yo vea que algo va mal, ahí, estoy en la fase de que estoy todo el tiempo viendo qué hace, sabes.

- Yo creo que en el momento que pones un límite ellos van a decir: ¡uy! vamos a buscar el límite a ver qué pasa.

- Por eso no los pongo, porque me da miedo perderlo, que se vaya a… (Ibiza)

Entre estas dos posiciones analizadas se encuentra una gran diversidad de situaciones y de

matices, y resulta muy aceptada la visión de que los límites ayudan a mantener una cierta

distancia que sitúa a padres e hijos en lugares específicos y separados, evitando que todo se

diluya o se mezcle:

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- Yo también soy partidaria ¡eh! de separar un poco…, aunque tú sepas y ellos sepan, tú eres el padre o la madre, pero no eres ni su amigo ni su amiga.

- No ni su camello. (Barcelona)

También genera bastante consenso que los límites son distintos si se refieren al ámbito familiar

(más laxos) que al público, en el cual son mucho más estrictos, como hemos visto a lo largo de

explicaciones anteriores:

- Yo creo que todo el mundo les sabe transmitir elementos para que lo puedan vivir no como un problema, de ciertas cosas se puede hablar abiertamente, pero aquí en casa, fuera es diferente, deben tener la doble perspectiva. Una vez mi hijo con quince años fue a recoger las plantas de maría de un primo, que se había hecho una fractura, y este le regaló una bolsa. Se obstinó en llevarla al instituto para compartir con los amigos. Le dije que no, tú a los quince años no te vas con maría al instituto, y punto. Además él no fumaba. No, es otro código y debe saber reconocer los códigos distintos. A mi casa pueden venir los amigos e ir fumados pero tú no puedes llevar la maría al instituto, ya nos la fumaremos con mis amigos. Has de saber vivir con el otro código y creo que rápidamente lo aprenden.

- Sí, sí, no estamos solos.

- Mi hija pequeña fuma porros, pero sus amigas saben que si están solas pueden fumar, pero si estoy yo no. Porque no quiero y punto, lo hacéis en otro lugar. Es como aquello de traeré el novio a dormir. Pues no, ya he pasado por lo de traer los novios a dormir, hasta que un día dije no ¡y punto! Los novios se quedan fuera de casa. Porque entonces nosotros somos los más guais, y luego eso se va diciendo por el mundo, no hace falta airear la intimidad de cada uno. (Barcelona)

Las prácticas de autocultivo de marihuana, las hagan los padres o los hijos, son un espacio de

experimentación entre padres e hijos puesto que les conduce a tener que compartir, los

trabajos, los conocimientos y las cosechas y generan complicidades:

- Yo no fumaba delante de ellos pero llega un día una fiesta…

- Natural

- Y a partir de ahí no nos escondemos para plantar, compartir la cultura de los porros, del cannabis, él se ha aficionado en el tema de la plantación, que si esquejes, que si… Se ha convertido en una actividad compartida.

- Yo tengo un hermano que se dedica a temas de vino y su hijo también y se pasan el tiempo hablando, que si tempranillo, ¡que no sé cuantos! Mira, yo con mi hijo hablamos de marihuana (Lleida)

Cuando los padres están separados, si ambas partes no van al unísono, puede suceder que las

madres perciban como que las situaciones de consumo de sus hijos se les escapan de las

manos y requieren la participación más activa de la otra parte, sobre todo para imponer límites.

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¿La experiencia es un grado?

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Algunos padres, a pesar de la separación, entienden que la educación de los hijos, sigue

siendo cosa de los dos:

- Como pareja nos separamos, pero como padres seguimos juntos, ella lo entendió así. Explicar abiertamente las consecuencias que puede tener consumir determinadas cosas, ya que mi ex si ella se metiera la mitad de las cosas que yo me he metido, se pondría las manos en la cabeza… Explicar abiertamente lo que supone, el consumo de alcohol, el consumo de drogas varias.

- Lo que más rabia da, es que, entre comillas, cuando te das cuenta, haces tarde tres años. (Lleida)

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13. LA GESTIÓN DE LOS MIEDOS: “Es lo que me preocupa”

Los padres participantes en los grupos, a pesar de su discurso de proximidad a determinados

consumos de drogas, especialmente de cannabis en contextos de ocio, no están exentos de

ciertos discursos que proceden de la visión de las drogas como problema, y que enfatizan

determinados miedos: a las amistades con supuestos consumos más intensivos, a los

consumos de sustancias considerados por ellos más “problemáticas”, a un crecimiento

autónomo que podrían truncar las drogas, etc.:

- Que les pille cuando todavía no están emocionalmente maduros, que físicamente también es más dañino, sobre todo también que la personalidad no esté lo suficientemente desarrollada porque si luego ya si empiezas con eso y te pillas, pues adiós, te queda un… tonto para toda la vida, a mi eso es lo que me preocupa, luego son cosas más puntales que la información.

- A mí me preocupa que le manipulen, que le manipulen otras personas y las sustancias por medio, no sé cómo decirlo.

- Las malas compañías, es como decían antes.

- Que le estén manejando los demás.

- Eso es lo que me…

- Que les pille físicamente sin formar, sobre todo con ciertas drogas y están a su alcance desde ya.

- Sí, pero luego van de empalmada, el mío juega al fútbol y luego se va de gaupasa, bueno pero se levanta para ir a jugar, cosa que no se levanta para sacar el perro (Vitoria)

- ¿Dónde os ponéis?, por ahí por ahí.

- ¿Dónde es por ahí?, mama en un sitio que no conoces tu ni por el forro, o sea, para que voy a decir dónde está. (Vitoria)

Algunos padres, reproducen el mito según el cual los adolescentes de ahora son distintos a los

de antes porque sus consumos son más intensivos y menos controlados, por tanto se

encuentran expuestos a riesgos más importantes que a los que se expusieron ellos mismos.

Como en otros temas que hemos analizado las diferencias generacionales sitúan a los padres

en un espacio desde el cual les es difícil entender el comportamiento de sus hijos, lo cual les

genera miedos y angustias:

- Yo, el mayor ha probado y consume algún canuto pero me preocupa el pequeño, el de siete años porque van muy envalentonados, yo escucho conversas y un lenguaje que hace miedo.

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- Yo con la de dieciséis tengo miedo, y no tiene que ver con las drogas, sólo con los meneos y contoneos, que si las divinas esto, que si las divinas aquello, y ya puedo ponerla un condón, pero ¡ya!

- A mí es lo que me da miedo, quizás es otra época, quizás he cambiado y quizás es la misma juventud quien… pero me veo, por la edad que tienen que van muy adelantados, tus hijos hacen cosas que tú hiciste a los diecisiete y ahora las hacen a los quince, y las de los de quince los de trece. Yo a mi edad no teníamos un lenguaje que sí “coño” “que si me chupa no sé qué”, pero unas cosas, para ir a hablar con el monitor del patio (Lleida)

No obstante, algunos padres relativizan los miedos puesto que tienen plena confianza en sus

hijos:

- Y una cosa, eso me pasa a mí, pero creo que es importante no tener miedo de lo que hagan ellos, es decir, eso depende de los casos, si tienes un hijo o una hija que los ves “descarriados”, entre comillas, aquello de aquí para allá, ¿padecerás, no? Pero si tú ves que su actitud es de tranquilidad delante de eso, es positivo. También hay gente que lo vive con mucho miedo todo eso, lo viven con mucho miedo de que si el hijo se le volverá así o asá, o si le pasará alguna cosa, o lo que sea, el miedo siempre es mal consejero, y en lo que estamos tratando, yo creo que es muy importante (Barcelona)

Aunque pueda parecer ambiguo, algunos padres, afrontan el miedo intentando ponerse en el

lugar de los hijos, y como no tienen los mismos parámetros, intentan poner a sus hijos en las

situaciones que ellos vivieron, en una especie de comparación de los riesgos, los actuales y los

pasados:

- Yo, a veces, cuando mi mujer tiene algún problema con la chiquilla yo siempre le digo y es un ejercicio que recomiendo, le digo, intenta recordar cómo eras tú cuando tenías quince años y entonces digo, ¡hostia!, es verdad, es que yo todavía era mucho más... si me fui con un francés con 15 años a Francia y volví al año y pico... sobre todo... yo no sé qué adolescencia habéis tenido pero yo, mi infancia y mi adolescencia fue muy dura, absolutamente muy dura y entonces pues tengo mucho que ver ahí y es mejor así...” (Barcelona)

Si nos atenemos a la importancia de los riesgos que sufren los jóvenes cuando salen de fiesta

tenemos que los accidentes de tráfico han sido una de las causas de mortalidad y morbilidad

más importantes, y que se han visto aumentados por el consumo de drogas, por los

desplazamientos y por las largas jornadas sin dormir. En los discursos de los padres, por tanto,

hay un espacio importante para estos miedos y riesgos:

- Yo, en mi caso, me hace más miedo cuando van desde donde vivimos en coche, y siempre le digo que por la única cosa que sufro, que no sufro en el fondo, es por los coches, es decir, si alguna cosa me haría sufrir serían los coches, pero no sufro tampoco porque me fumo dos porros y me voy a dormir (ríen) y ¡ya está! Pero lo otro no me hace sufrir, no tengo miedo.

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- Yo cuando sale de marcha con los amigos le pido que no monte en el coche de alguien que vaya bebido, no sé si me hará caso, pero la recomendación es esa. Fuera de eso, que fume porros, estoy contento de ello, porque comparados con nuestra juventud son tan buenos chicos. (Lleida)

- A mí me parece que lo más preocupante es el alcohol, que si después cogen un coche tienen más peligros. Si vas fumadísimo no coges un coche…, o sí, también.

- Sí que subes, sí.

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14. EL PAPEL DEL ALCOHOL: “Hay más bares que tiendas”

El consumo de alcohol supone una preocupación para gran parte de los padres participantes en

los grupos de discusión. No sólo por lo que hemos visto en el anterior apartado, por su relación

con los accidentes de tráfico, sino por bastantes más razones. Quizás, uno de los primeros

planteamientos que hacen los padres, es comparar los efectos del consumo de cannabis y los

del consumo de alcohol:

- Pues mira, mis hijos son fumetas y hay un chico en todo el grupito que no fuma y bebe alcohol y quien monta siempre los dramas y quien tiene siempre los problemas es con el que bebe alcohol. Entonces a mis hijos no les interesa el alcohol, además las veces que lo han probado han estado borrachísimos, han vomitado y no les gusta la experiencia y no les interesa el alcohol por ahora, yo creo que tengo suerte en esto. (Ibiza)

A pesar de que, como hemos dicho, el alcohol ha resultado ser una preocupación constante en

los discursos de los grupos, no fue introducido a debate en ninguno de ellos puesto que no

estaba previsto que el alcohol tuviera tal importancia para los integrantes de los grupos. No

obstante, junto a las diferencias generacionales, ha resultado ser un eje central y estructurador

de los discursos. Quizás porque es la sustancia común a todas las generaciones, y porque,

ambiguamente, como tantas cosas relativas a las drogas, encarna parte de los nuevos

temores.

Para la generación de los padres de los actuales padres, el alcohol no era percibido como una

droga, aunque era la sustancia más difundida y utilizada, puesto que el lugar de droga

causante del “problema de las drogas”, lo ocupaba la heroína. Para los actuales padres fue una

sustancia presente en sus salidas de tipo festivo, y generó, junto al cannabis, la primera

explosión visible del consumo público de drogas como marcador de lo festivo y de lo informal,

en una sociedad, la que emerge en los setenta, que se estaba transformando aceleradamente

y que buscaba nuevos referentes y valores juveniles:

- A mí me parece mucho más difícil que con otras muchas drogas, ¿por qué? pues porque está bien visto, está bien considerado, porque si se es alcohólico parece que no pasa nada, no pasa nada, sí, soy un enfermo que se te cuida, y ya está, pero está como tolerado ¿cómo? es admisible dentro de la sociedad.

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- Se alaba, aquí se alaba.

- En el entorno cercano hay alcohólicos, ¿ no?, y les dices pues mira, así como yo también le he presentado a colegas que siguen enganchados, le dices pues mira está como está por esto, por lo otro, de las oportunidades que ha perdido, le hablas de los colegas que han caído, que son muchos, en distintas circunstancias, pero todos por adicciones varias, pero el tema del alcohol me parece súper difícil, porque toda la sociedad apoya eso, está tolerado, es admitido, entonces, me cuesta muchísimo más que entienda que es una droga dura y que tiene tanto peligro y que lo puede ver en un entorno cercano, los alcohólicos lo que conlleva en una familia, hay más agresividad, hay malos tratos, hay…

- Sobre todo, que le dices que no beba y si papa bebe, el tío bebe…

- No será tan malo si lo hace.

- Si lo venden en el súper.

- Yo no sé en vuestras casa, en mi casa hay unos licores de las cestas de Navidad y estas historias que a mí que no me gusta el licor, y están ahí y es que se ven, entras en mi casa, das dos paso y se ven y luego en la nevera yo siempre tengo cervezas y vino fuera también en el botellero pues eso me gusta, y yo no suelo beber habitualmente, soy una bebedora social y ahora sales y te tomas un par de cervezas o un vino o lo que sea, pero mis hijos lo ven, es algo normal, es como la mantequilla, la sal…(Vitoria)

El grupo anterior ha sido el que ha reflexionado más profundamente sobre el alcohol, en parte

porque son mujeres que se han socializado en un ambiente en el cual el alcohol ha jugado un

papel muy importante en la sociabilidad, tanto en el contexto de las salidas habituales como de

las extraordinarias y, en parte, porque en ese entorno era una substancia con unas

connotaciones que tienen que ver con el mundo de los hombres, especialmente el del trabajo y

de las cantinas y bares. Además, el alcohol es una droga relacionada con todas las demás,

puesto que la mayoría de los consumidores de las otras sustancias consumen también alcohol,

y por el papel que juega como iniciador a la fiesta:

- Como hay más bares que tiendas es más fácil ponerse a beber.

- Yo creo que si estás con el alcohol, tienes más posibilidades de meterte cualquier otra de las drogas . (Vitoria)

En el imaginario de los actuales padres, el contexto problemático por excelencia en relación al

alcohol es el del tan cacareado botellón, que ni es, ni significa lo mismo en todos los lugares, ni

tiene en ellos las mismas dimensiones (Pallarés et al., 2008). Los padres del siguiente grupo,

muy tolerantes y próximos al consumo de cannabis, muestran una visión distinta respecto al

alcohol, y algunos creen que hay una enorme distancia de sus hijos consumidores de cannabis

con los jóvenes que beben alcohol, a los cuales imaginan como más dominados por la

sustancia y sin otras finalidades que beber, un tipo de discurso no muy diferente al que

sostenían sus padres cuando ellos fumaban cannabis:

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¿La experiencia es un grado?

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- Es lo que has dicho, me parece que todos somos civilizados, y quizás pertenecemos o tenemos un tipo de hijos, que… quizás… son diferentes, pero no son lo que dices tú ahora, que es donde hay más caldo de cultivo y claro, ese botellón que has explicado tú antes a mí me hace pánico, o sea el miedo que no tengo con las otras cosas la tengo cuando veo eso, claro, porque lo veo irrefrenable pues veo que hay una falta de muchísimas cosas detrás.

- Pero aquí se bebe mucho también, los amigos y amigas de mis hijos beben bastante. Muchas veces te explican lo de los otros pero… y es lo de todos, pero vamos se bebe mucho, beben mucho.

- Sí que beben, además ya lo he dicho, a mí me preocupa más la bebida, y lo veo desmesurado porque la finalidad es beber, no es salimos a algún lugar y además bebemos.

- A mí me hace un poco de pena que cuando salen las noches del fin de semana, prácticamente la única manera de relacionarse con la gente que van es ir borrachos.

- ¡Es una putada! Nosotros, por lo menos yo, cuando bebíamos no bebíamos así, bebíamos para que una chica fuera más fácil o por lo menos...

- Depende, depende.

- Es curioso que aquí somos padres que hemos consumido unas cuantas sustancias psicoactivas y lo que más miedo nos da es el alcohol y el coche (Barcelona)

Aunque en este mismo grupo, estirando la línea argumental profundizan y dan un paso más

allá en las motivaciones y razones de los jóvenes para acercarse al alcohol:

-Yo creo que es la más fácil que tenéis de conseguir y además no está adulterada y a unos precios razonables…

- Sí, sí.

- Yo leí un trabajo de cómo se inician los adolescentes en la sexualidad y salía el tema del alcohol y en la percepción de los jóvenes hay una cuestión de que el alcohol desinhibe y ellos buscan el alcohol para desinhibirse y, a más a más, hay una cuestión que nos lleva a décadas atrás porque son muy machistas y predomina la idea de los tíos, quiero decir, que las chicas bebidas son chicas fáciles, y por tanto, el objetivo es que las chicas beben y además lo plantean así y lo saben (Barcelona).

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15. CONSUMOS ACCEPTABLES: “Yo lo que quiero es que sean felices”

Si partimos de los discursos de los padres sobre sus temores y sobre el consumo de alcohol,

es fácil entender que lleguen a considerar otros tipos de consumo como aceptables, y que

después de la adolescencia les permitan consumir abiertamente, especialmente respecto el

cannabis.

Algunos de los participantes lo aceptan porque valoran lo que ellos han hecho en sus vidas, y

porque creen que hay riesgos, pero que a partir de una cierta edad con preparación pueden

asumirse. Lo plantean así puesto que saben que por mucho que los controlen al final llegarán a

conocer las drogas y deberán decidir qué hacen respecto ellas, tal como tuvieron que decidir

ellos:

- ¿No? Porque yo también, yo siempre me miro a mí misma. Yo también, yo empecé muy tarde, es la única cosa, vale, empecé a fumar un porrito a los quince, pero no era algo regular en mi vida hasta los diecinueve años. A los diecinueve años empecé a fumar porros, tabaco, empecé a tomar las drogas. Pero hasta entonces y esto también yo intento con ellos, digo vale, van a venir en tu camino todas las drogas, porque me piden también qué es la coca, qué es el speed, qué te hace. Pero yo le digo, hazlo después de una cierta edad, porque tu cuerpo y tu cerebro y todo está todavía evolucionándose.

- Lo único que me importa, es que si lo hacen, lo haga cuando ya tenga su cabeza totalmente echa y que puedan decidir y que tengan juicio para saber si esto está bien o está mal. Yo también pienso que si hubiera empezado pronto no tendría la cabeza como la tengo ahora, estoy segurísima. Si yo hubiera empezado a fumar porros con trece años, seguro que no tendría la cabeza bien hecha ahora mismo.

(Ibiza)

Los padres ante esta realidad asumen que si sus hijos consumen sólo en tiempos de ocio y

como una forma de diversión, al ser un comportamiento dominante y extendido entre los

jóvenes en todos los contextos, debe ser visto como aceptable:

- Y luego es que hay un momento para cada cosa, hay momento para divertirse, hay momento para, no sé… momentos para estar tirado ahí en casa, hay momento para… ¿sabes?, si te llamo y en ese momento te has bebido ocho calimochos y estás como un ciego pero tu hermana se ha puesto enferma y yo tengo que ir a la farmacia pues… no se olvide de que forma parte del grupo por estar colocado, ¿sabes? Que no dejen de ser ellos mismos.

- Si solo sales y tal.

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- Yo lo que quiero que sean felices. (Vitoria)

- Yo les digo cual es la pauta, que hay un tiempo para el ocio y un tiempo para la productividad y si cumples los dos no hay ningún problema. Si el ocio les impide cumplir la productividad o la productividad el ocio, hay un desequilibrio y se debe arreglar. Éste es el test en el que veo si hay peligro o no, mientras cumplan en el trabajo o vayan estudiando y su parte productiva la lleven adelante, en su parte de ocio tienen libertada para… (Barcelona)

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16. CÓMO ACTUAR: “Tampoco puedes cerrarles las puertas, tendrán

que vivirlo”

Como hemos visto a lo largo del texto, la posición de los padres es tolerante respecto al

consumo de cannabis, siempre y cuando se produzca en contextos de ocio y no interfiera en el

mundo de sus responsabilidades y de sus obligaciones cotidianas, sean del tipo que sean, y va

disminuyendo la tolerancia respecto las otras sustancias, en función de cómo catalogan los

riesgos asociados al consumo de las mismas. Los padres se enfrentan a unas posiciones y

comportamientos de sus hijos que ellos ya abandonaron, aunque sigan consumiendo algunas

drogas, por lo que quisieran que sus hijos, aunque consuman, no asuman demasiados riesgos

y que por tanto el consumo no llegue a marcarlos ni a definir su identidad. La edad y una

situación generacional que produce una visión distinta son las variables que permiten explicar

su posicionamiento, y el convencimiento de que por mucho que ellos se preocupen quienes

tienen que experimentar y cargar con los riesgos son sus hijos:

- Yo creo que sí pero creo que somos carrozas, a ojos de ellos somos carrozas, porque ellos no ven lo mismo, ven los mismos riesgos que veíamos nosotros. Nosotros lo veíamos seguro lo que estábamos haciendo nosotros, porque yo he cogido el coche colocada hasta las orejas con ocho personas detrás y estaba convencida de que iba a llegar a mi destino perfectamente. Claro, ahora me daría pavor que una de mis hijas lo pudiera hacer, pavor, pero por otro lado si confiaba en mí tengo que confiar en ellas.

-Si a mi hija le tiene que pasar, le pasará algo pero tampoco puedes cerrarles las puertas, tendrán que vivirlo. (Ibiza)

Ante la evidencia de que los padres no pueden evitar o aliviar los riesgos, se plantean que su

papel debe ser ante todo un papel coherente, que pasa por intentar darles información y que

ésta la puedan contrastar con las actitudes y los comportamientos paternos, y que la

responsabilidad no se improvisa de la noche a la mañana sino que es algo que hay que

trabajar adecuadamente día a día:

- De entrada, es lo que decía, ¿transmitir? Lo que quieres transmitir ponerlo en práctica tú. Yo no le puedo decir a mi hija con un canuto, no fumes nena que es muy malo, eso no…, es decir, como los curas, haz lo que te diga pero yo no lo haré. Intento transmitir con ejemplos, se debe ser coherente.

- Yo le digo que no es un juego, siempre le dejé claro que con las drogas no se juega, deben hacerte respeto, ¡cuidado!, que hay gente que se ha quedado por el camino, porque a veces no es el consumo sino lo que se deriva del consumo. Reducción de riesgos, si lo haces que sea con cordura,

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¿La experiencia es un grado?

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no probéis pastillas sin saber qué os metéis, empezad con un cuarto, y el coche hacerlo a suertes, hoy te toca a ti y mañana me tocará a mí. Que la responsabilidad no se improvisa ni a los dieciséis ni a los dieciocho, la hemos tenido que ir trabajando poco a poco, hemos de predicar con el ejemplo.

- A veces salen de casa y no sabes qué harán.

- No.

- Pero no puedes estar siempre.

- Es que no sabes los amigos que tienen. (Lleida)

- Sí pero el brazo de los padres no llega a todos los sitios y nuestra experiencia no les sirve porque es el argumento que siempre utilizamos los padres.

- Yo creo que es mejor no tener miedo, nunca les he dicho no lo hagáis, no lo hagáis, no lo he dicho nunca y nunca he tenido problemas. Pero han estado educados los tres de la misma forma y te salen con cosas diferentes. Mi hijo, por ejemplo, la primera vez que salió sólo a los quince años, me llama a las tres de la mañana que fuera a recoger un amigo suyo porque nadie se atrevía a llevarlo a su casa. Yo contento, el chico había bebido a matar, su padre trabaja en una UCI, que mira que no le habría dicho cosas. Yo contento, ¡me ha llamado! Más tarde un día me llama mi hija que se había mareado en las ferias, y yo al llegar le pregunto ¿qué te has tomado? Y me dice, sí ¡hombre! Piensas que te habría llamado a ti si hubiera tomado algo. Yo no le preguntaba si había tomado drogas, sino algo de comer que le hubiera sentado mal, y me dijo ¡si, hombre! A ti te iba a llamar. ¡Me fui con el alma por los suelos! Me dije es imposible, es imposible, yo no tengo miedo, no demuestro nunca miedo en este tema y en otros, ellos sabrán… porque si tú dices cosas ellos no pueden verlo.

- Sufrir no soluciona nada (Barcelona).

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17. CONCLUSIONES.

El primer aspecto a destacar son los cambios generacionales producidos, que inciden en las

prácticas y en las representaciones de los padres consumidores, las cuales comparan con las

de sus hijos, pero, muy especialmente, con las de sus padres. Debido a procesos sociales y

culturales acaecidos en las últimas décadas, las relaciones entre padres e hijos se han

convertido en más próximas y de mayor confianza. En los grupos de discusión todos los

participantes ponían énfasis en la autoridad despótica de sus progenitores, situándola

preferentemente en la figura del padre. Constantemente manifiestan la falta de comunicación

entre ellos y sus padres, y no sólo en lo referente a las drogas, de las cuales sus padres no

tenían ningún conocimiento, sino también respecto a otros aspectos de la vida de un joven

(sexo, salir de noche, etc.). Muchos de ellos, y especialmente ellas, tuvieron que abandonar

sus familias para desmarcarse del control paterno y poder, así, vivir sus sueños juveniles. En su

esquema de comparaciones generacionales, por contra, ellos se consideran padres más

democráticos, puesto que intentan ser cercanos a las realidades y a los problemas de sus hijos.

En lo relativo al punto de vista que mantienen los padres consumidores respecto el consumo de

drogas y la educación de sus hijos, es más preciso hablar de posiciones que de categorías de

padres consumidores. Las categorías poseen una connotación estática, inflexible e

impermeable, por el contrario las posiciones son significadas como más dinámicas, flexibles y

permeables. En este sentido las posiciones de los padres respecto los consumos de drogas de

sus hijos varían en el tiempo en función de factores como: el tipo de droga, la edad, y la

responsabilidad adquirida por los hijos.

El tipo de droga es un aspecto determinante en la posición de los padres hacia el consumo de

sus hijos, puesto que valoran de manera muy distinta los consumos de cannabis -normalizados

y aceptados- que los de cocaína, speed o éxtasis; el alcohol merece una consideración

especial.

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¿La experiencia es un grado?

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En lo referente a la edad existe consenso respecto a que el momento más “preocupante” es la

adolescencia, ya que es cuando creen que deben acompañar a sus hijos, puesto que es el

momento de acercarse por primera vez a las drogas, de experimentar y de acumular

conocimientos que pueden marcarlos en el futuro. Tal como avanzan en edad, entre los 18 y los

20 años, los padres consideran que sus hijos adquieren responsabilidades en muchos aspectos

de sus vidas, por lo que las preocupaciones disminuyen si ven que sus hijos consumen

ocasionalmente y por diversión, aunque respecto el cannabis, algunos toleran consumos

diarios no intensivos.

Algunos padres han consumido siempre cannabis en presencia de sus hijos, otros por el

contrario han mantenido durante mucho tiempo sus consumos ocultos. Los motivos para

mantenerse en una posición o la otra durante la infancia de sus hijos, viene determinada en

gran medida por el contexto social. Consumir cannabis en presencia de los hijos puede

acarrear serios problemas de relación (con otros padres, con la escuela o hasta con la justicia),

en consecuencia, algunos progenitores prefieren esconder sus consumos a sus hijos.

Los padres consumidores –como todo padre- en algún momento de la infancia o adolescencia

de sus hijos deben trasmitir unos valores sobre el consumo de drogas. Los padres, llegada la

adolescencia de sus hijos, continúan con el trabajo de potenciar la responsabilidad y el

empoderamiento, tanto sobre los consumos de drogas, como sobre otros aspectos a los cuales

sus hijos deberán afrontarse durante la adolescencia. Los consumos de los padres pueden

generar confusión en los hijos debido a que los discursos sobre las drogas, recibidos fuera del

entorno familiar, principalmente en la escuela, son de tipo negativo y alarmista. Cuando esto

sucede, los padres se ven obligados a explicar clara y concisamente el por qué de sus

consumos y la razón de los discursos alarmantes, en consecuencia realizan una tarea

educativa sobre el consumo de drogas desde la proximidad y el valor de sus experiencias

propias.

Los padres consumidores presentan una predisposición más alta que los no consumidores para

hablar y afrontar los consumos de sus hijos, tanto cuando estos todavía no se han producido,

como cuando ya se han manifestado. Los padres consumidores pretenden que su experiencia

con las drogas pueda ser transmitida a sus hijos y por tanto utilizada por estos, como una

herramienta para conocer los problemas y los límites de las drogas. Creen que sus consumos

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les confieren una posición privilegiada para acompañar, en un primer momento, al menos, a

sus hijos en el consumo de drogas intentando minimizar los riesgos.

Los consumos de los padres realizados durante su juventud, a diferencia de los padres que

nunca han mantenido contacto con las drogas, construyen un baremo sobre los consumos

tolerables y los problemáticos, a diferencia de los padres sin experiencia, que acostumbran a

vivir los consumos de sus hijos desde una posición alarmista y angustiante. Un aspecto a

destacar es que estos padres pueden identificar fácilmente y con certeza, cuando sus hijos

están o han estado bajos los efectos de las drogas, situaciones más difíciles de identificar por

los padres no consumidores. Este conocimiento de los padres consumidores permite acercarse

a los consumos de sus hijos desde una posición tolerante y respetuosa, sin caer en

alarmismos, normalmente contraproducentes en la relación entre padres e hijos.

Los padres consumidores intentan tejer puentes de diálogo entre ellos y sus hijos. No obstante,

estos puentes sobre los consumos de drogas solo podrán ser estables si durante el proceso de

socialización se han tejido también en otros aspectos de la vida de sus hijos. Por tanto, una

particularidad de los padres consumidores en relación a la educación sobre drogas, es el hecho

que han roto con el tabú de hablar de drogas, y que ellos lo hacen sin rodeos desde la

información y la proximidad. En este sentido, los padres consumidores poseen un papel clave y

fundamental en la normalización del consumo de drogas, ya que su criterio de valor sitúa los

consumos de sus hijos desde un prisma de pragmatismo, alejándose de los discursos

alarmistas y poco pedagógicos producidos por el miedo a las drogas.

La actual situación del consumo de drogas a nivel social hace situar a los padres consumidores

en una posición de pragmatismo, es decir, saben que sus hijos tarde o temprano se toparán

con las drogas ilegales en sus contextos de socialización. Esta asunción de la presencia de las

drogas en el entramado social lleva a situarlos en una posición de diálogo con sus hijos, por

tanto entienden que su deber es dar una serie de herramientas sociales y emocionales para

hacer frente al consumo de drogas sin que estos lleguen a acarrear problemas. A la mayoría

de padres consumidores no les preocupan, los consumos esporádicos ni recreativos de sus

hijos, aunque muchos preferirían que no se produjesen, por el miedo a que deriven en

consumidores problemáticos. La incertidumbre sobre las consecuencias que pueden derivarse

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¿La experiencia es un grado?

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del consumo hace que los padres se intenten acercar a sus hijos para hablar de los riesgos y

consecuencias de los consumos de drogas.

Aunque los padres consumidores compartan con los hijos ciertos aspectos relacionados con las

drogas, los padres tienen presente que no se pueden compartir todas la vivencias con los hijos

y que se debe mantener unos límites claros para que los adolescentes los respeten. También

son partidarios de diferenciar ciertas conductas de consumo que para ellos son lícitas de

desarrollar en el espacio privado (casa familiar) pero que no deben realizarse en los espacios

públicos.

Creen que sus hijos tienen más información que la que tuvieron ellos, puesto que disponen de

distintas fuentes de información (internet, escuela, programas de prevención, tv, etc.) y gozan

de mayor movilidad que sus padres, aunque no por ello necesariamente deban ser más

maduros. Por el contrario, reconocen que los adolescentes tienen más ofertas de consumo, no

sólo respecto las drogas, sino de ocio y de productos específicamente juveniles, que pueden

aproximarlos a estos mundos (música, ropa, etc.) Por eso los adolescentes tienen mucha

información sobre aspectos que, por otra parte, sus padres desconocían.

Un aspecto a destacar en estas conclusiones es la cuestión del género, puesto que los chicos y

las chicas no se comportan de la misma manera. Las madres participantes en los grupos de

discusión, como hemos visto en el capítulo 9, pusieron de relieve como para ellas fue una lucha

importante con sus padres la negociación de los horarios y las salidas de fiesta. Se refieren a

ello creyendo que lo tuvieron mucho más difícil que los chicos, puesto que debido a distintos

procesos socioculturales las mujeres han percibido más dificultad de participar en las salidas

nocturnas. Hace unas décadas no era muy de recibo que una chica saliese sola, bebiese

alcohol y menos que consumiese otras drogas. En la actualidad, aunque la presencia de las

chicas en los espacios de ocio nocturno está totalmente normalizada, aún circulan diferentes

atribuciones simbólicas sobre las chicas consumidoras. Por esta razón, los padres

consumidores acostumbran a mantener una posición de mayor protección hacia las hijas que

hacia los hijos.

Por lo que refiere a la normalización es el cannabis la sustancia más aceptada por los padres

consumidores. El alcohol a pesar de su nivel de normalización social es visto negativamente

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76

para la mayoría de los padres, sobre todo porque no resiste la comparación con el cánnabis. La

comparación y valoración respecto al alcohol y cánnabis tiene que ver con los discursos

sociales dominantes y con las experiencias de los padres: no conocen gente con problemas por

consumir cánnabis, y sí que todos tienen referentes de problemas por el consumo de alcohol y

el de otras drogas ilegales.

Respecto ketamina y otras sustancias que los padres no consumen o no han consumido y

respecto las cuales no tienen referentes en sus redes que las utilicen, manifiestan discursos de

alarma muy distintos que los que mantienen respecto el cánnabis u otras sustancias más

próximas a sus entornos. Podríamos hipotetizar que a mayor lejanía respecto a una droga o a

sus consumidores, mayor rechazo o alarma respecto a la misma, como por ejemplo la

ketamina, de la cual ellos nunca fueron consumidores y de la cual la única información que han

recibido les despierta preocupación. La experiencia directa o de sus entornos respecto a las

distintas drogas, marca la tolerancia que se tiene respecto a ellas, si no hay experiencias no

hay aceptación.

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¿La experiencia es un grado?

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