La Fascinacion Del Uno El Monoteismo Pagano Por Alejandro Oliveros

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1 Prodavinci La fascinación del uno: El monoteísmo pagano, por Alejandro Oliveros Alejandro Oliveros · Tuesday, August 9th, 2011 A Rafael López-Pedraza En el diálogo Octavio , de Marco Minucio Felice, uno de los documentos más reveladores de la antigüedad tardía, el pagano Cecilio Natale le pregunta a Octavio, su interlocutor cristiano: “Entonces, ¿de dónde proviene, quién es, y dónde se encuentra ese dios único, solitario, separado de todo, un dios que ningún pueblo libre, ningún reino ha conocido?” La pregunta de Cecilio no tiene nada de extraño. Lo que sorprende es que la formule tan tarde, a comienzos del siglo III de la era cristiana. A estas alturas, el monoteísmo de Cristo se había extendido por los cuatro costados del Imperio. Eso que Cecilio llama “dios único”, por otra parte, era uno de los fundamentos del culto judaico, de larga memoria entre los romanos. La extrañeza del personaje resulta aún más inesperada ahora que un grupo de investigadores ingleses y griegos nos recuerda, o nos revela, que otras formas de monoteísmo se habían conocido entre las clases más cultivadas de las sociedades griega y romana. Un “monoteísmo pagano” que había coexistido con el de judíos y cristianos. La expresión “monoteísmo pagano” parece contradictorio. Hasta hace poco el término monoteísta” estaba reservado a las tres grandes religiones originadas en el Oriente Próximo: judaísmo, cristianismo e Islam. Por otro lado, el latín “paganus” era empleado, en forma despectiva, para referirse a todas las formas de culto que no fueran cristianas. San Isidoro de Sevilla: “El nombre de los paganos deriva de las aldeas atenienses, en donde tuvieron sus orígenes. En aquellos lugares agrestes y en aquellos pagos establecieron los gentiles bosques sagrados y erigieron ídolos. Por ser tal su origen, recibieron ese nombre los paganos” (Etimologías). Es decir, paganismo era sinónimo de idolatría, de politeísmo. Inconcebible parecía un paganismo que fuera monoteísta. De acuerdo a la percepción convencional y a un cierto concepto del progreso, el politeísmo pagano habría evolucionado hacía formas monoteístas de culto, siempre procedentes del Oriente Próximo. Al final del proceso, una religión extraña, y extranjera, se habría impuesto entre los pueblos naturalmente politeístas de Europa. Esta imposición habría dado origen a esa “Age of anxiety” que no hemos conseguido superar. De acuerdo a esta difundida tesis, nuestra inclinación heredada hacia el culto politeísta fue contrariada, como los niños zurdos que son obligados a ser derechos. El Prodavinci - 1 / 5 - 18.12.2013

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La fascinación del uno: El monoteísmo pagano, porAlejandro OliverosAlejandro Oliveros · Tuesday, August 9th, 2011

A Rafael López-Pedraza

En el diálogo Octavio, de Marco Minucio Felice, uno de los documentos másreveladores de la antigüedad tardía, el pagano Cecilio Natale le pregunta a Octavio, suinterlocutor cristiano: “Entonces, ¿de dónde proviene, quién es, y dónde se encuentraese dios único, solitario, separado de todo, un dios que ningún pueblo libre, ningúnreino ha conocido?” La pregunta de Cecilio no tiene nada de extraño. Lo quesorprende es que la formule tan tarde, a comienzos del siglo III de la era cristiana. Aestas alturas, el monoteísmo de Cristo se había extendido por los cuatro costados delImperio. Eso que Cecilio llama “dios único”, por otra parte, era uno de losfundamentos del culto judaico, de larga memoria entre los romanos. La extrañeza delpersonaje resulta aún más inesperada ahora que un grupo de investigadores inglesesy griegos nos recuerda, o nos revela, que otras formas de monoteísmo se habíanconocido entre las clases más cultivadas de las sociedades griega y romana. Un“monoteísmo pagano” que había coexistido con el de judíos y cristianos.

La expresión “monoteísmo pagano” parece contradictorio. Hasta hace poco el término “

monoteísta” estaba reservado a las tres grandes religiones originadas en el OrientePróximo: judaísmo, cristianismo e Islam. Por otro lado, el latín “paganus” eraempleado, en forma despectiva, para referirse a todas las formas de culto que nofueran cristianas. San Isidoro de Sevilla: “El nombre de los paganos deriva de lasaldeas atenienses, en donde tuvieron sus orígenes. En aquellos lugares agrestes y enaquellos pagos establecieron los gentiles bosques sagrados y erigieron ídolos. Por sertal su origen, recibieron ese nombre los paganos” (Etimologías). Es decir, paganismoera sinónimo de idolatría, de politeísmo. Inconcebible parecía un paganismo que fueramonoteísta.

De acuerdo a la percepción convencional y a un cierto concepto del progreso, elpoliteísmo pagano habría evolucionado hacía formas monoteístas de culto, siempreprocedentes del Oriente Próximo. Al final del proceso, una religión extraña, yextranjera, se habría impuesto entre los pueblos naturalmente politeístas de Europa.Esta imposición habría dado origen a esa “Age of anxiety” que no hemos conseguidosuperar. De acuerdo a esta difundida tesis, nuestra inclinación heredada hacia el cultopoliteísta fue contrariada, como los niños zurdos que son obligados a ser derechos. El

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resultado fue la torpeza, la confusión y proverbial desorientación que supuestamente nos caracteriza.

Desde mediados del siglo XX, el profesor E. R. Dodds, advertía sobre una concepción“providencial” del culto cristiano: “No puedo compartir el punto de vista de quienesven en el triunfo del cristianismo el cumplimiento de un designio divino al que sesubordinaba toda la creación”. Ahora se piensa que pudo haber sido lo contrario. Másque el cumplimiento de un designio se habría tratado de una adaptación a unambiente espiritual, surgido en el seno de las clases educadas de Roma y Grecia, queinexorablemente se orientaba a formas monoteístas de culto: “El monoteísmo, casisiempre independiente del judaísmo y el cristianismo se estaba difundiendo de manera creciente en tiempos de la antigüedad tardía.”

Al menos esta es una de las tesis de Pagan Monotheism in Late Antiquity (OxfordUniversity Press. Clarendon Press 2000) un “libro fascinante”, de acuerdo con GeorgeSteiner. Aunque “inquietante”, tal vez sea la palabra más adecuada. No es frecuenteencontrarse con un libro más provocador. Una de esas lecturas que cuestiona ideasrecibidas, imágenes que hemos utilizado en las circunstancias más diversas.Conceptos a los que nos hemos aferrado durante años, que hemos compartido en clase,en conversaciones, que han formado parte de nuestra manera de ver, y tratar deentender, el arte, la literatura y la historia. Una serie de opiniones que colocan la“sabiduría” convencional “upside down”, como acertó el profesor Bowersock en sureseña para el Times Literary Supplement. Pagan Monotheism es el resultado de unseminario realizado en 1996 en la Universidad de Oxford, bajo la dirección dePolymnia Athanassiade y Micahel Frede, autores de la introducción al volumen, en elque participaron seis profesores de impecable erudición. Entre ellos, Stephen Mitchelly M.L West, reconocido traductor de Esquilo.

El cansancio de los viejos dioses

La difusión del monoteísmo, en tiempos de la antigüedad tardía, coincide con elagotamiento de las viejas divinidades. Los inmortales del Olimpo no pudieron detenerla disolución de Grecia. En un vano intento de recuperación, el viejo Esquilo, en la másteológica de sus obras, la Orestíada, concedió plenos poderes a Zeus, en una decisiónque cuestionaba el orden de la antigua jerarquía. En las Eumenides, Zeus se presentaen un nivel mucho más alto que el común de los inmortales. Atenea, que es la que alfinal decide el destino del héroe, parece más bien una mensajera, una embajadoracuya única función es llevar a cumplimiento los designios del dios-padre. El esposo deHera es “incomparable” y todo lo que ocurre responde a sus inescrutables designios:“¡Oh, Zeus, quienquiera que seas tú… no hallaré en verdad quien contigo puedacompararse… Quien de corazón celebre a Zeus llegará al colmo de la sabiaprudencia”. En uno de los ensayos más reveladores de Pagan Monotheism in LateAntiquity, el profesor M. L. West advierte que no se trata de una abolición delpoliteísmo por parte de Esquilo. Se trataría más bien de una tendencia, unainclinación a destacar una divinidad sobre las otras. Este “nuevo énfasis” sería elresultado de la gravitación de las teologías del Oriente Próximo en el pensamiento delpoeta ateniense. Actitudes semejantes distingue West en el poeta hebreo de losSalmos: “A quién te podré comparar, a quién encontraré que sea semejante.” Y en elsumerio Himno a Entiel, cuya lectura por parte de Esquilo no es improbable”. Escribe

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West: “Tales paralelos confirman que la evolución de los poetas griegos desde unpanteón de divinidades independientes a un régimen monoteísta en el cual Zeus es laúnica fuente de iniciativas y los otros dioses sólo apoyan y ejecutan su voluntad, es elreflejo de un desarrollo similar, o anterior, en las tradiciones del Oriente Próximo.”

El cansancio de los viejos dioses lo conocíamos. Su huida a tierras más propicias estáconsignada en Eurípides. Lo que resulta nuevo, al menos para mí, es que, comoresultado de este abandono, la conciencia religiosa de los griegos se sintiera inclinadahacia un monoteísmo consolador. Y esta actitud ya es perceptible en tiempos tandistantes como el siglo V a.C. El mismo profesor West recuerda que el dios de lospresocráticos no podía ser antropomórfico. Jenófanes se había burlado de Homero yHesíodo por las descripciones de la conducta, más humana que divina, de los dioses. Yaunque el monoteísmo no está planteado en los fragmentos que se conservan de lafilosofía jónica, “se trata de un pequeño paso hacia el monoteísmo dogmático. Pero nohabía prisa ni presiones para tomar ese paso. Los pueblos son lentos para adaptarse asu religión y a su filosofía.”

Una teología solar

De todos los fenómenos naturales, el candidato más seguro para asociarlo con unadivinidad única es, naturalmente, el sol. El primer intento serio que conocemos deinstaurar el monoteísmo en una cultura altamente desarrollada, fue el del faraónAmenofis IV. Bajo el nombre de Akenatón, este príncipe visionario se identificó con eldisco solar, del cual decía descender, para legitimar sus propósito de desplazar lasantiguas deidades de las tierras del Nilo. En el “Himno a Akenatón” se lee: “Oh, Diosúnico después de ti no hay nada.” Parece lo más lógico asociarse con el astro reycuando se pretende limitar la actividad de culto a un solo dios. Uno de los seis ensayosde Pagan Monotheism, el del profesor W. Liebeschuetz, está consagrado a reseñarestas aproximaciones al monoteísmo a través de las posibilidades de una teología solar.La más extendida durante la antigüedad tardía es la relacionada con el culto a Mitras,“Sol Invictus Mithras”, el dios de los soldados romanos, cuyo origen se ha precisadoen el lejano Irán, la legendaria Persia. La popularidad de esta práctica religiosa llevó,en nuestro tiempo, a Ernest Renan a afirmar que, “Si el cristianismo hubiese sidodetenido en su crecimiento por una enfermedad mortal, el mundo habría sidomitraista.” De Mitra apenas tenemos las pocas menciones que sobrevivenen algunostextos antiguos, así como en los fragmentos de escultura que lo presentan en elmomento de triunfar sobre un enorme toro ritual.

Liebeschutz nos recuerda las reiteradas apariciones de signos solares en elcristianismo. La misma fecha escogida para el nacimiento de Cristo, establecidacuatro siglos después de su muerte, es una de ellas. Como sabemos, el 25 dediciembre coincide con el solsticio de invierno, una jornada de vinculaciones obviascon el sol. Y la Resurrección corresponde a otro día igualmente emblemático, elDomingo de Pascuas, comienzo de la primavera, el seleccionado por el gran astro paracomenzar su retorno. Pero lo que más llama la atención de Liebeschuetz es el discursoque Macrobio, en sus Saturnalias, hace pronunciar a uno de sus personajes, el sabioPretexto: “Todos los dioses se relacionan con el sol”. Apolo, por supuesto, perotambién Zeus, Dioniso, Zeus, Hércules y hasta Pan.

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No obstante, habría de ser el culto a Teos Hipsistos, la práctica religiosa másaproximada al “monoteísmo duro”, de todas las que surgieron, y no fueron pocas, a loancho y largo de la antigüedad tardía. En fecha tan reciente como 1971, se dio aconocer lo que entre especialistas se refiere como el “Oráculo de Ocnanda”. Seisversos apenas, en griego helenístico, que han sido traducidos de esta manera: “Nacidode sí mismo, sin madre, inconmovible, no contenido en un solo nombre, conocido pormuchos nombres, morador del fuego, este es dios. Nosotros, sus ángeles, somos unapequeña parte de dios. A ti, que preguntas acerca de dios, acerca de su naturaleza, élha dicho que Eter es el dios que lo ve todo, a quien puedes mirar y rezar al atardecer,dirigiéndote hacia el oriente.”

El que habla en el oráculo no es otro que Apolo, reducido a la condición de ángel enestos versos que exaltan la condición solar de Teo Hipsistos. El oráculo fue grabado enpiedra en un santuario cercano a la ciudad de Ocnenda. Su orientación es hacia el estey los fieles debían congregarse para orar todas las mañanas a la salida del sol y alatardecer. La personalidad de Hipsistos, nos descubre el profesor Stephen Mitchel enun ensayo memorable, “no se podía igualar con la de ningún dios del Olimpo. Nisiquiera con Zeus. Su estatus era más elevado y su superioridad era clara:

Apolo y los otros dioses eran apenas una parte de él y actuaban como ángeles, comomensajeros divinos. Mircea Eliade es uno de los autores que se habían ocupado dedestacar esta marcada tendencia hacia el monoteísmo en el culto a Hipsistos: “lafascinación que ejercían la noción del Uno y la mitología de la Unidad”. La tradiciónhipsistíada, de acuerdo con Mitchell, es una de las expresiones más destacadas deesta tendencia: “Más que ningún otro culto del mundo romano, la adoración a TeosHipsistos sirve para ilustrar la predisposición entre paganos de los siglos II y III D.C. aadorar una deidad única, abstracta y remota prefiriéndola a las figurasantropomórficas del paganismo convencional… Sin este antecedente, latransformación del politeísmo pagano a los sistemas monoteístas judío, cristiano ymusulmán, no sólo no habría sido tan unidireccional sino que ha podido no llevarse acabo en absoluto.”

La utopía de Juliano

Los últimos tiempos de Roma estuvieron marcados por la confusión, la ansiedad, laangustia y el desorden. Tiempo de sincretismos y nuevos dioses, de transformacionesy resistencias, de conversiones y metamorfosis. En el mejor de los libros de historia,Edward Gibbon se extiende en la decadencia de aquella civilización que prolongó pormás de cinco siglos los valores de la cultura clásica. Reconoce que su “decadencia yruina” es la más compleja. Su causalidad, la más variada. El “triunfo” del cristianismoes apenas una de estas causas. En el año 313, a raíz de su victoria en Ponte Milvius,Constantino convierte a esta secta judía en religión oficial del Imperio. Entre lospaganos, la oposición a esta escogencia imperial fue más bien discreta. El únicoopositor de envergadura habrá de ser el gran Juliano el Apostata. Durante los dos añosimperdonablemente breves de su principado, Juliano, sobrino de Constantino, seimpuso la tarea nada obvia de restaurar los cultos paganos en el Imperio. A sus veinteaños, fue iniciado en los cultos secretos de Efeso. Y más tarde, como recuerda Gibbon,obtuvo el privilegio de una solemne iniciación en los misterios de Eleusis.

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Después de su apostasía de la fe cristiana, en la que había sido bautizado, Juliano sededicó a la utopía de rescatar el paganismo de sus abuelos. Su primera medida fue lamás sabia. Por decreto, se garantizaba la libertad de culto a los ciudadanos de Roma.Se convocó a los sacerdotes de todas las religiones en el exilio. La convivencia delpoliteísmo pagano y el monoteísmo cristiano se le antojaba posible. El emperador sededicó a recorrer sus dominios para tratar de convencer a los pobladores, con el fuegode su oratoria y la agilidad de su pluma, de las virtudes de una religión politeístaorganizada alrededor del sol. Demasiado tarde. Mucho de hermoso y no poco depatético tiene esta figura brillante. La última que confió en la salud y poderes de losviejos dioses paganos. Al menos en el seno de la clase dominante. Uno de los mejorespoetas del paganismo pagano, el griego Konstantin Cavafis, en uno de los poemas quele dedica a Juliano, refiere la indiferencia con que fueron los discursos por estoscristianos que hasta hace poco habían sido partidarios del paganismo ancestral:

“Viendo Juliano la indiferencia”

“Viendo, pues, la mucha indiferencia que tenemos por los dioses -dice con tonosolemne. Indiferencia. ¿Pero qué esperaba entonces? Podía organizar a su gusto elculto, podía escribir a su gusto al gran sacerdote de Galacia, o a otros por el estilo,incitar y dirigir. Sus amigos no eran cristianos; esto era positivo. Mas no podíansiquiera jugar, como él (educado en el cristianismo), con la creación de una nuevaiglesia, algo ridículo en la idea y en la práctica. Eran griegos, en fin. Nada endemasía”, Augusto.

La indiferencia acompañó la empresa de Juliano por los dilatados caminos del Imperio.Los tiempos del politeísmo habían sido superados. Las tendencias monoteístas quedesde la antigüedad clásica se habían insinuado en las prácticas religiosastradicionales, terminaron por dominar. En lo sucesivo, se impondrán las exigencias deuna secta. Todo monoteísmo es exclusivista. Y todo exclusivismo es intolerante. Yserán, precisamente, la intolerancia y el fanatismo las consecuencias más amargas dela muerte del paganismo. Mientras que la secuela más costosa será una guerra sin fin,que parece ser el atributo más señalado de todo monoteísmo. A comienzos de esteindeciso tercer milenio, uno seguirá preguntándose, al igual que el protagonista delOctavio, “¿De dónde proviene, quién es, y dónde se encuentra ese dios único, solitario,separado de todo?”

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