La guerra lejos de las trincheras...Reciente, Rosario, 14, 15 y 16 de mayo de 2008. ISBN:...
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Trabajo publicado en el Cd de las Actas de las IVº Jornadas de Trabajo sobre Historia
Reciente, Rosario, 14, 15 y 16 de mayo de 2008. ISB N: 978-950-673-669-9.
La guerra lejos de las trincheras.
Experiencias de los integrantes del Apostadero Naval Malvinas en el conflicto del
Atlántico Sur
Andrea Belén Rodríguez1
La guerra de Malvinas tiene tantas facetas como personas estuvieron en las islas.
Las experiencias en la guerra son, por tanto, múltiples, y depende de diversos factores tales
como la localización en las islas, el rango militar, la condición de civil o militar, el período
de permanencia en las islas o la función que desempeñó, entre otras. Específicamente el
objetivo de este trabajo consiste en reconstruir y analizar las guerras vividas por los
miembros de una unidad logística de la Armada: el Apostadero Naval Malvinas.
El Apostadero Naval Malvinas se conforma el 2 de abril de 1982 a partir de un
grupo originario de 20 personas y continúa en actividad durante los 74 días que dura el
conflicto armado. Esta unidad, emplazada en la ciudad de Puerto Argentino, llega a integrar
a 250 personas –aproximadamente- que se encargan de las más diversas operaciones de
logística. La guerra vivida por estos actores, la guerra logística, es extremadamente
diferente de aquella vivida en el frente de batalla, y está atravesada por numerosas
particularidades. Ahora bien, si la segunda se encuentra relativamente más estudiada2, la
primera adolece de un vacío historiográfico que continúa hasta la actualidad.
1 Profesora en Historia, alumna de la Licenciatura en Historia, integrante del proyecto “Temas y problemas de la Nueva Historia cultural: Argentina y España, siglo XX” dirigido por Graciela Facchinetti y codirigido por Silvina Jensen, Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur. E-mail: [email protected] 2 Cf. BALZA, M., Malvinas. Gesta e Incompetencia, Buenos Aires, Atlántida, 2003; JOFRE, O., Y AGUIAR, F., Malvinas. La defensa de Puerto Argentino, Buenos Aires, Sudamericana, 1987; MORO, R., La guerra inaudita, Buenos Aires, Pleamar, 1986; ROBACIO, y HERNÁNDEZ, J., Desde el frente. Batallón de infantería de marina Nº5, Buenos Aires, Solaris, 1996; RODRIGUEZ MOTINO, H., La artillería argentina en Malvinas, Buenos Aires, Clío, 1984. Estas obras -entre muchas otras- hacen referencia en su gran mayoría
Además del silencio generalizado en que se ha mantenido la guerra de Malvinas, la
historia del Apostadero ha sufrido también otro silencio: el institucional. La Armada lleva
en la actualidad 26 años de silencio con respecto al accionar de esta unidad, cuya historia
no se encuentra en las efemérides navales, ni su relato tiene importancia en los actos
institucionales. Con el fin de subsanar esa carencia, de devolverle el lugar que le ha sido
negado y de sumar sus voces a la discusión, este trabajo se propone desarrollar los
lineamientos generales de las experiencias de los integrantes de esta particular unidad3.
La perspectiva que aquí se propone, el análisis de las experiencias individuales –sin
por ello perder la mirada de conjunto- permite complejizar el relato tradicional del conflicto
bélico, distanciándose de la historia militar. Por el contrario, este tipo de historia, en tanto
se concentra en la individualización del recuerdo e intenta devolverle los rostros, los
nombres y apellidos a los protagonistas, las emociones y sentimientos a sus experiencias,
tiende a subvertir o refutar la historia militar que los desdibuja en aras de un relato
colectivo4 .
Consiguientemente, la historia oral se presenta como el recurso ideal para
reconstruir esas experiencias. El trabajo se basa en 15 entrevistas, que dan cuenta de un
colectivo heterogéneo, ya que incluyen oficiales, suboficiales, conscriptos, miembros del
grupo originario de la unidad, y de las oleadas siguientes, profesionales y militares de
carrera, voluntarios, retirados, y militares en actividad. Sus relatos son complementados
con otras fuentes tales como cartas, diarios personales, fotos, proporcionadas por los
mismos entrevistados; memorias publicadas de veteranos pertenecientes a esta unidad; y la
escasa documentación oficial de la Armada que fue proporcionada por algunos de mis
entrevistados, y en otros casos, por la misma institución, así como también por
publicaciones oficiales.
Por último, considero necesario aclarar que el trabajo consta de tres apartados: un
primer apartado, que desarrolla los primeros pasos de la formación del Apostadero Naval
Malvinas, un segundo apartado que trata sobre la vida de sus integrantes durante el mes de
a las operaciones militares en el frente de batalla, el espacio dedicado a lo logístico es realmente mínimo en algunos de ellos y en otros casos inexistente. 3 Este trabajo presenta una primera aproximación a una temática que es el objeto de investigación de mi tesina de la Licenciatura en Historia. 4 Cf. Hynes, S., “Personal narratives and commemoration”. En WINTER, J., SIVAN, E., War and Remembrance in the Twentieth Century, Cambridge, University or Cambridge, 1999.
abril, y un tercer apartado que analiza sus experiencias a partir del comienzo de las acciones
bélicas el primero de mayo, hasta la rendición5.
Los primeros pasos del Apostadero
El dos de abril de 1982, una vez finalizada la denominada Operación Rosario, se
conformó el Apostadero Naval Malvinas por orden del contraalmirante Gualter Allara6, el
comandante de la Flota de Mar, a partir de un grupo originario de 20 personas, incluido su
jefe el capitán Adolfo Gaffoglio. En los considerandos del acta de creación, se indica:
“1) Que las Islas poseen medios de apoyo basado en los puertos
2) Que algunas de dichas instalaciones, a la fecha [2 de abril], ya están apoyando a los buques de la
flota de mar
3) Que se prevé como un hecho, la necesidad de utilización futura de dichas facilidades
4) Que es necesario conservar y coordinar dichos medios, para brindar un servicio eficiente y
coherente”7
Previendo la necesidad de fundar un Apostadero para organizar el régimen portuario
en las islas, sus futuros integrantes habían sido convocados a fines de marzo y elegidos en
base a dos criterios: por un lado, las especialidades necesarias para operar un puerto, y, por
el otro, la urgencia, ya que por la imposibilidad de cumplir con los requerimientos a tiempo,
fue designado el personal que estaba de guardia en diversos destinos de la Base Naval
Puerto Belgrano.
En una primera mirada al listado del grupo originario del Apostadero, salta a la vista
su heterogeneidad: encontramos oficiales, suboficiales y un conscripto, profesionales (un
bioquímico y un contador) y militares de carrera de diferentes especialidades, tales como
maquinistas, furrieles, electricistas, marineros, y del área Construcciones Navales y
Control Averías. Todos ellos estaban trabajando en la Base Naval Puerto Belgrano al
momento de su convocatoria, aunque provenían de diferentes destinos: Crucero A.R.A.
5 En tanto el espacio que se dispone es limitado, sólo trazaremos los lineamientos generales en los tres apartados. Además en aras de una mayor claridad narrativa, algunas veces no respetaremos la división temporal determinada en los apartados. 6 Los rangos militares que se mencionan datan de la época del conflicto. 7 Acta de Creación del Apostadero Naval Malvinas, 1/82 “B”, 2 de abril de 1982
General Belgrano, Destacamento Naval de Playa, Hospital Naval, Centro de Operaciones y
la administración de la Base8 .
En los siguientes párrafos, se desarrollarán las particularidades de la experiencia
vivida por ese grupo de 20 personas- grupo originario del Apostadero- durante los primeros
días de abril, haciendo especial hincapié en su origen, sus misiones durante el dos de abril,
las dificultades que tuvieron que afrontar debido a las irregularidades en la organización,
las actividades que desarrollaron en los días posteriores a la Operación Rosario, la elección
del lugar de alojamiento y las características de las relaciones interpersonales que se
establecieron en el grupo.
Ya desde su formación podemos distinguir algunas particularidades propias del
Apostadero Naval Malvinas. En principio, la más evidente es el origen de la unidad, ya que
fue creada específicamente para la guerra, a diferencia del resto de las unidades que
preexistían al conflicto – como los batallones y regimientos que participaron en el mismo.
En cambio, el Apostadero fue creado el 2 de abril a partir de un grupo originario integrado
por actores de gran heterogeneidad -en cuanto a especialidades y profesiones, rangos y
destinos de los que provienen- designados con un mismo objetivo: “conservar y coordinar
los medios [de apoyo basado en las instalaciones portuarias] para brindar un servicio
eficiente y coherente”9.
En cuanto a las misiones que se les encomendaron a diversos integrantes de este
grupo el dos de abril, podemos destacar: la limpieza de la pista del aeropuerto -que estaba
repleta de obstáculos para impedir su utilización- junto a tropas del Ejército; la realización
de análisis de agua; la organización del puerto; la estiba de los buques; el traslado de los
marines prisioneros y la vigilancia de otros. Precisamente, a un grupo de 3 cabos se les
encomendó la misión de trasladar a los prisioneros ingleses de la casa del gobernador al
Apostadero. Al respecto el cabo primero Ramón Romero recuerda:
“... nos mandan a los tres a la casa del gobernador que nos iban a entregar un camión para nosotros,
para el Apostadero, nos entregan el camión, y dicen “pero, bueno, tienen que llevar a los prisioneros al
Apostadero.” Así que me toca. (...) Lo llevábamos lleno y nosotros íbamos uno en cada punta, sobre las
puertas, sentados así uno frente a otro con el fusil, viste, el fusil atado con el cable, y el otro en frente
mío, un julepe, yo a los ingleses ni los miraba, yo lo miraba a mi compañero y el otro me miraba a mí,
8 Cf. Relación del personal naval que el 2 de abril de 1982 constituyó el APOSVINAS, Anexo III. 9 Acta de Creación del Apostadero Naval Malvinas, 1/82 “B”, 2 de abril de 1982
un julepe teníamos. Así que los tipos habrán dicho “mirá estos con un fusil atado con un piolín vienen
a pelear”10.
Esa va a ser la primera de una serie de dificultades que tuvieron que enfrentar los
miembros del Apostadero debido a las desorganizaciones y desprolijidades que
caracterizaron el desarrollo del conflicto. Así, durante el viaje a las islas, como el grupo
carecía de armamento, tuvieron que ingeniárselas buscando en los recovecos del A.R.A.
Almirante Irízar, el buque donde estaban embarcados. Los únicos fusiles que encontraron
fueron los de desfile del buque, fusiles garand-beretta, que databan de la Segunda Guerra
Mundial, pero los correajes de gala tuvieron que dejarlos en el buque, así que Ramón
estuvo todo el dos de abril “con el fusil atado con un piolín”. Las irregularidades en la
organización de la guerra pueden verse claramente a partir de esta situación que puede
parecer anecdótica.
Asimismo, las dificultades por la improvisación que caracterizó el devenir de la
guerra, atraviesa claramente la experiencia de otro de mis entrevistados: Sergio Fernández,
el más joven de los cabos que desembarcó en Malvinas el dos de abril. Ese día, Sergio
recibió la orden de vigilar a un grupo de alrededor cinco prisioneros ingleses. La
inexperiencia en este tipo de actividades sumada a la juventud del cabo – que sólo tenía 17
años- lo llevaron a reaccionar con inusitada violencia:
“... me trajeron a los ingleses rendidos, a los comandos esos grandotes, me los dieron a mí para que los
cuide hasta que se fueron a evacuar, me acuerdo que se movió uno y agarré el fusil, porque ya te dije
yo vi muchas películas, yo agarré el fusil y se quedó para atrás (...) a mí me dejaron esos 4 o 5, uno se
me movió que me decía no sé qué, entonces cuando cargué el fusil, se quedó quietito otro vez, calculo
que le iba a tirar eh? Yo calculo que le tiraba, porque yo se que le primero que muere es el centinela,
estaba yo de centinela, no iba a morir, si uno de ellos agarra el fusil, hace un desastre...”11
Por otra parte, también durante los primeros días de abril, encontramos otra de las
principales características de la experiencia de los miembros de la unidad aquí estudiada: la
diversidad de las actividades a las que se dedicaron. Además de las funciones propias de un
Apostadero, como carga y descarga de los buques, sostén logístico de los mismos y de las
lanchas de desembarco, dar entrada y salida de los buques, en fin, la organización de todas
las actividades necesarias para el funcionamiento de un puerto, el personal del Apostadero
10 Entrevista de la autora a Ramón Romero, 22 de junio de 2007 11 Entrevista de la autora a Sergio Fernández, 21 de diciembre de 2007
sería destinado allí donde hiciera falta: patrullas en el pueblo, guardias en diferentes
lugares, como tripulantes de los buques o al frente de batalla.
En muchas ocasiones, y es otra particularidad que se puede observar desde el primer
día, da la impresión que la coherencia entre la preparación de la persona y la actividad para
la que son designados no es una cuestión que genere mayor reflexión: un cabo de 17 años
tiene que vigilar a un grupo de 5 prisioneros ingleses; electricistas, peluqueros, cocineros,
furrieles son enviados al frente de batalla; personal del puerto lo trasladan varios kilómetros
para limpiar la pista del aeropuerto bajo bombardeo; son algunos de los ejemplos que
desarrollaremos en el trabajo.
Por otra parte, en cuanto al lugar de alojamiento, el grupo comenzó a organizarlo los
primeros días luego del desembarco, al mismo tiempo que se dedicaba a una frenética
actividad de carga y descarga a hombro de los pertrechos de los buques que le insumía
prácticamente todo el día y parte de la noche:
“Si todos los días de su permanencia en las islas fueron de dura labor para los hombres del
Destacamento Naval, los de su primera semana lo fueron más aún. Hubo un cierto grado de
desorganización inicial en el desembarco del 02 ABR en los referente al punto físico central de su
trabajo y alojamiento en general (...) a lo que se sumó en sus tareas la carencia de una infraestructura
portuaria por lo menos aceptable para proceder al alije de la carga de los buques que fueron arribando a
Puerto Argentino”12
De hecho, el personal del Apostadero careció de un lugar fijo en las islas hasta
principios de mayo: en un primer momento, se alojaron en uno de los galpones que estaban
en el área portuaria, cerca del muelle principal, luego en el buque Bahía Buen Suceso, para
finalizar instalándose en un galpón que funcionaba como una carpintería.
Con respecto a la convivencia, las características de las relaciones interpersonales
que se configuraron entre los miembros del Apostadero constituyen otra de las
particularidades que encontramos en la experiencia del grupo originario de la unidad. Así,
pese a los diversos rangos militares de sus integrantes, encontramos una cierta
horizontalidad en las relaciones, que, por ejemplo, se puede observar en el hecho que todos
trabajaban a la par:
“... trabajábamos, cuando digo trabajamos todos pusimos lo nuestro, por lo menos del grupo nuestro,
todos pusimos lo nuestro, yo se que algunos otros no trabajaron, yo vi cosas, yo vi gente de Ejército
12 ARGUINDEGUY, P., IBAÑEZ, C., El Escalafón Naval de Intendencia en la Logística de la Guerra de Malvinas, Buenos Aires, Círculo Goyena, 1996, p.130
que ordenaba, ordenaba, y terminaban trabajando los conscriptos. Por eso, la diferencia es abismal
entre el conscripto de Marina y el conscripto de Ejército, pero siempre fue así, (...) era distinta, la
formación y la relación, este, que había dentro del servicio militar, en cada fuerza, completamente
distinta...”13
La afirmación de la horizontalidad de las relaciones entre el personal del
Apostadero, que es destacada tanto por oficiales como por cabos, frecuentemente es
utilizada por mis entrevistados como un recurso comparativo con otras fuerzas: como se
puede advertir claramente en el relato del teniente de navío Roberto Coccia, el
desdibujamiento de las jerarquías en su unidad es contrapuesto a las relaciones de fuerte
jerarquización y subordinación establecidas en el Ejército; una comparación que,
podríamos aventurar, forma parte del imaginario de la institución.
Ahora bien, más allá de esta percepción general, encontramos un primer
resquebrajamiento de esa pretendida igualdad desde el mismo 2 de abril: para la primera
guardia nocturna en el exterior de los galpones del puerto, fue designado el cabo más joven
del grupo, Sergio Fernández: el derecho de piso, las jerarquías, seguían rigiendo ante el
sacrificio de algo tan preciado como era el descanso después de un día bien agitado.
Por último, es necesario destacar que el mismo dos de abril, al grupo originario se
anexó otro pequeño, integrado por suboficiales y conscriptos del Destacamento Naval de
Playa de la Base Naval Puerto Belgrano, que estaría encargado de la maniobra y
mantenimiento de las dos lanchas menores pertenecientes al Apostadero. Este pequeño
grupo si bien dependía del Apostadero, nunca llegó a integrarse completamente, sino que
conformó un subgrupo dentro de la unidad, con su propia identidad. Su particular ubicación
espacial - vivían en un galpón en la zona del puerto aislados del resto-, su conocimiento
previo - se trataba de gente del mismo destino-, y su particular actividad, fueron algunos de
los elementos que los identificó como parte de un mismo grupo y los distanció del resto.
Pocos días después del desembarco, la gran mayoría de las tropas regresó al
continente, y sólo permaneció en la isla un grupo reducido de fuerzas, entre las que se
encontraba el personal del Apostadero.
13 Entrevista de la autora a Roberto Coccia, 4 de agosto de 2007
Abril: entre la estiba y las guardias
A lo largo de este apartado se desarrollarán las características y particularidades de
la experiencia vivida por los miembros del Apostadero a partir de mediados de abril, con la
llegada de los nuevos contingentes de tropas, y hasta el primero de mayo, previo al estallido
de las hostilidades. Específicamente analizaremos las actitudes de los recién llegados frente
al conflicto, su vida cotidiana haciendo especial énfasis en las actividades a las que se
dedicaron, las dificultades a las que tuvieron que enfrentarse, tanto las relacionadas con la
desinformación como las privaciones logísticas, y, en cuanto a estas últimas, las formas de
paliarlas –aspecto que nos brinda la posibilidad de tratar sobre las rivalidades inter e
intrafuerzas.
Como ya adelantamos, a partir de mediados de abril y una vez que las posibilidades
de un enfrentamiento armado se hicieron más reales y próximas, comenzaron a llegar
refuerzos al Apostadero en oleadas de a 10, 15 y 30 personas hasta llegar a un máximo
aproximado de 250. La gran cantidad de trabajo acumulado, debido al arribo abrupto de
varios buques antes de dar comienzo a las hostilidades, hacían necesarios esos refuerzos,
puesto que la organización del trabajo en el puerto se estaba volviendo prácticamente
insostenible. Uno de esos buques, el Bahía Buen Suceso, una vez descargado, comenzó a
funcionar como “buque cuartel” para el personal del Apostadero, que hasta ese momento
había estado alojado en los galpones del puerto.
Las actitudes y posicionamientos frente al conflicto de los recién llegados
dependieron en muchos casos de la condición de civil o militar, del rango militar y de la
historia previa al dos de abril de los protagonistas. Particularmente, en el caso de los
militares de más alto rango, percibieron la guerra con una mezcla de excitación puesto que
implicaba el punto más alto en la carrera de todo militar, y preocupación por el desarrollo
del conflicto ante un adversario de semejante poderío militar. Esta última actitud se acentúa
en aquellos que conocían de cerca a Inglaterra por haber estado trabajando allí, como es el
caso del oficial Hugo Peratta14.
14 Al respecto Hugo Peratta afirma: “En un primer momento estaba muy confundido de cuál iba ser la política, la guerra no lo había pensado todavía, había pensado o charlaba con Roberto que estábamos juntos, la cuestión de política, a ver qué iba a pasar, qué iba a hacer el gobierno, si por ahí viste, como quisieron hacer en varias oportunidades que quería este... plantar tres banderas, parar la guerra, en fin, hacerla por las buenas,
En el caso de los cabos y conscriptos, la forma en que ellos percibieron su
convocatoria a la guerra dependió en muchos casos de su historia previa a la misma. Así,
algunos de ellos la vivieron con bastante entusiasmo: el componente de aventura sumado a
la excitación por participar de un acontecimiento que se consideraba histórico -la
recuperación de un territorio largamente reivindicado- pueden ser factores que expliquen
esa actitud. Además, en abril la guerra todavía estaba lejos, la dimensión de lo que
realmente podía llegar a suceder de desarrollarse las hostilidades todavía no entraba en la
imaginación de muchos. Este componente de aventura y de participación en un
acontecimiento histórico, son dos de los elementos que explican, por ejemplo, el hecho que
el conscripto Ricardo Pérez15 se haya ofrecido voluntario.
En otros casos, la tristeza y el desánimo por estar en un lugar que no eligieron, lejos
de su familia, sus pertenencias y sus amigos, gana la partida, y deja abierta la posibilidad de
la deserción:
“... nos largamos a llorar, yo estaba totalmente bloqueado, no pensaba en nada, algunos discutían “no,
que yo me voy, me cruzo a Uruguay” decían, después estábamos todos llorando. Viste, hay algunos
que no tenían claro, y yo decía, digo…”que vas a ser desertor toda tu vida? Que vas a escaparte toda tu
vida?” era grave, desertar era grave, entonces digo “no, no vale la pena, aparte no sabemos qué pasa”,
todos hablábamos, no era yo el único que hablaba...” 16
Por último, hubo casos en que la bronca y angustia por haber sido elegidos para
participar de una guerra en la que no creían fue la reacción principal. Este es el caso
particular del conscripto Claudio Guida, que, como ex militante de la Federación Juvenil
Comunista, disponía de un bagaje de conocimientos o por lo menos sospechas con respecto
al accionar de la dictadura que no era público:
“Aparte ahí me entró a salir de adentro un poco la tanada, un poco un montón de cosas, que “es injusto
esto que me pase a mí, yo soy un buen pibe, me quedé sin viejo de chiquito, laburé siempre, un tipo
sano, ayudaba mucho a toda la gente, hacia solidaridad con la “Fede”, qué se yo, por qué me pasa todo
esto a mí? Qué hijos de puta! Y no me van a hacer malo, pero sí no voy a entrar en el juego de ellos,
entonces para mi esta guerra es una guerra de ..” ahí empecé con el discurso de que esta “era una guerra
no? Charlábamos de eso, y pensábamos que eso era lo más lógico, porque pelear contra Estados Unidos y contra los ingleses, más los que conocemos los países, que yo estuve un año con los ingleses en bases militares. Yo sabía cómo eran, cómo pensaban, una serie de cosas, viste. Sabía que los tipos venían, no se la iban a comer, estaba seguro de eso, y entonces, estaba seguro, que mis superiores también pensaban igual que yo. Pero Oh sorpresa, pensaban para la mierda...”. Entrevista a Hugo Peratta, 11 de septiembre y 19 de octubre de 2007 15 Entrevista de la autora a Ricardo Pérez, 26 de noviembre de 2007 16 Entrevista de la autora a Julio Casas Parera, 30 de noviembre y 1º de diciembre de 2007.
política, que nos mandaban a todos al matadero, que la Patria no ... (...) esto es una mierda, es una
trampa, nos mandan al matadero, estos los que están queriendo hacer es quedarse en el poder”...”17
Las contradicciones y complejidades que genera Malvinas, en tanto se trata de una
guerra llevada a cabo por el régimen más sanguinario de la moderna historia argentina que
se apropió de una causa nacional y popular, un gobierno que había sido el responsable del
secuestro, tortura y asesinato de gran cantidad de ciudadanos -muchas de las prácticas que
luego trasladaron a las islas- se observa claramente en una unidad reducida como es el
Apostadero.
Los recién llegados eran en su totalidad personal de especialidades técnicas, no
combatientes, de diversos rangos y destinos (tanto de unidades de Puerto Belgrano como de
Buenos Aires), que cargaban en sus mochilas historias de diverso signo. En el Apostadero
vamos a encontrar conviviendo tanto a este conscripto ex militante comunista, como a –por
lo menos- un militar denunciado por su participación en la represión, como es el enfermero
del Puesto de Socorro, Juan “Jeringa” Barrionuevo.
Por otra parte, continuando con el análisis de las particularidades de la experiencia
del personal del Apostadero a partir de mediados de abril, en cuanto a su rutina diaria
encontramos algunas continuidades y rupturas en comparación con la vida cotidiana de
principios de mes. Respecto a las actividades que realizaban, otra vez encontramos la gran
diversidad de las mismas. Si bien –a medida que iban llegando- la gran mayoría se
incorporaba a la actividad frenética de carga y descarga de mercadería que les ocupaba todo
el día y “llenaba todo nuestro espacio mental”18; en otros casos, pasaban a ser la “mano
derecha” de algún superior, oficiando de choferes, cocineros, traductores, etc.; eran
destinados como tripulantes de los buques logísticos que aprovisionaban las islas;
trabajaban en la planta de combustible de Camber, hacían guardias en el Faro San Felipe,
trabajaban en la radio o participaban del minado de las zonas adyacentes a Puerto
Argentino.
En ese sentido, la mayoría de mis entrevistados describe la vida hasta mediados de
abril como una vida rutinaria de trabajo, la estiba de los buques y la realización de las otras
actividades parecen ser su única preocupación. Esta vida cotidiana sufre la primera ruptura
17 Entrevista de la autora a Claudio Guida, 29 de noviembre de 2007 18 HERRSCHER, R., Los viajes del Penélope. La historia del barco más viejo de la guerra de Malvinas, Buenos Aires, Tusquets editores, 2007, p. 56.
con la organización sistemática de las guardias nocturnas, cuando comienzan a prepararse
para la guerra. El cabo Ni Coló en sus memorias recuerda:
“Uno de esos días nos reunieron a todos los integrantes del Apostadero Naval Malvinas en el buque
Bahía Buen Suceso y un teniente se dirigió a nosotros. Entro otras cosas manifestó: ‘hasta hoy solo
estuvimos trabajando, a partir de mañana, además de continuar con las tareas asignadas a cada uno,
empezaremos a prepararnos para la guerra’ Dio a conocer el significado de los distintos tipos de
“alertas”(...) Dijo también que se formarían ocho puestos de guardia ...”19
Para algunos la guerra comenzó a hacerse más palpable, más real, a partir de la
organización de las guardias, porque la posibilidad de un ataque enemigo se hacía más
presente: el temor a un enemigo que parecía omnipresente, que parecía estar detrás de cada
movimiento, de cada sombra, provocó que las calles de Puerto Argentino se volvieran aún
más inseguras. Así recuerda el conscripto Julio Casas Parera su primera noche en las islas:
“...bueno nos acostamos, “qué hacemos? Vamos a dormir”, y como era temprano, el que estaba de
guardia en la puerta se le escapa un tiro, un quilombo adentro, no te puedo explicar, claro no sabía qué
había pasado, ese momento lo pase muy mal, muy mal, pegaron un tiro al aire… pero en ese momento
todavía no estaba la…en la noche se armaban tiroteos así, uno tiraba un tiro, el otro contestaba y salen
todos, porque ahí estaban disparando.. uno tiraba porque había una sombra, el otro tiraba porque había
tirado este, eso es terrible...”20
Esta situación está íntimamente relacionada con las formas en que la información
circulaba en Puerto Argentino, que desarrollaremos a continuación. En el Apostadero
llegaba tanto la información oficial a través de la publicación de La Gaceta Argentina21 o
por las noticias que se emitían en los programas argentinos de televisión, como también la
información extra-oficial, a través de programas de radios extranjeros –que estaban
prohibidos escuchar- , o lo que se podía filtrar a la censura naval en las cartas particulares o
en las contadas conversaciones con los isleños. En la conjunción de estos canales de
información que muchas veces no coincidían, se encontraba Puerto Argentino: la localidad
se transformó en una verdadera usina de rumores:
19 NI COLO, G., 64 Días Muerto. Relatos de un veterano de guerra, Buenos Aires, Editorial Dunken, 2004,
pp.24, 25 20 Entrevista de la autora a Julio Casas Parera, 30 de noviembre y 1º de diciembre de 2007 21 “La Gaceta Argentina” fue un pequeño periódico que se creó en las islas el 8 de mayo bajo la dirección del capellán Fray Salvador Santore Op, con el objetivo “de cubrir una necesidad de tipo informativo entre los miembros de las Fuerzas Armadas”, como se afirma en su primer número. Se publicaron 12 números (el último data del 11 de junio), que incluían notas hechológicas sobre el conflicto, consejos para los soldados en el frente, cartas para elevar la moral de los combatientes, noticias del continente como los resultados de los partidos del Mundial de Fútbol, entre otras.
“Nosotros no teníamos la precisa, no teníamos la precisa. Nosotros nos encontramos en el puerto una
radio, un grabador viejo, viste, medio destartalado, que ese lo incautamos y lo teníamos escondido, y
de noche escuchábamos la radio Carve de Uruguay, porque era lo que más o menos, nos parecía lo más
neutral... (...) acá decían “vamos ganando”, y nosotros decíamos “estamos en otro lado, nosotros”, viste
“bajaron tantos aviones”, y no se, nos mirábamos entre nosotros y eran cosas que no coincidían. Así
que ya te digo nosotros estábamos igual o peor, eran todos rumores, no había una información exacta
de lo que pasaba”22
En algunos casos la necesidad de creer algunas noticias era más fuerte que su
corroboración. Es así, por ejemplo, que uno de los primeros días de mayo en el Apostadero
ser celebró el final de la guerra:
“Repentinamente alguien ingresó y rompió el silencio. Saltando de alegría y gritando para que todos
pudiéramos oírlo dijo que ya todo había terminado. Saltamos como un resorte y salimos a festejar. Nos
abrazamos, algunos tiraban tiros al aire (...) Ninguno de nosotros tenía idea, ni siquiera se preguntaba
en qué términos o condiciones se había firmado la paz (...) Pero no duró mucho. Pronto llegó el capitán
jefe del Apostadero y repudió enérgicamente nuestro festejo. Nos dijo que todo era mentira que nada se
había firmado con respecto a la finalización del conflicto.”23
A estas dificultades por la desinformación a las que se veían sometidos, se sumaron
las restricciones logísticas que comenzaron a hacerse notorias a partir de la declaración
inglesa de la zona de exclusión de 200 millas que empezó a regir el 12 de abril, situación
que se hizo aún más grave en mayo. Como consecuencia, los medios informales para
conseguir alimentos u otro tipo de mercadería se multiplicaron en toda la isla, y
especialmente en las proximidades de las instalaciones portuarias. A continuación
analizaremos cómo repercutieron esas restricciones logísticas en el Apostadero y las formas
que sus miembros buscaron para intentar paliarlas.
Como sucedió a lo largo de las islas, las dificultades en el aprovisionamiento
también afectaron a los integrantes del Apostadero. Pero la proximidad de los mismos con
los víveres, pertrechos y todo tipo de mercadería que estibaban diariamente, les ofrecía más
posibilidades para apropiarse de algunos elementos. Si bien, como explica Ramón Romero
no tenían “la libertad de servirse” lo que querían, siempre inventaban algún artilugio para
conseguir algo más:
22 Entrevista de la autora a Ramón Romero, 22 de junio de 2007 23 NI COLO, G., 64 Días Muerto. Relatos de un veterano de guerra, Buenos Aires, Editorial Dunken, 2004, p. P 31
“Ahí pegadito al muelle en ese galpón estaban los buzos tácticos, entonces descargaban por ejemplo,
cajas de dulce de batata, y agarrábamos y tirábamos una lata al agua, al muelle, los tirábamos al agua, y
los buzos iban la rescataban y las compartíamos, después las compartíamos, así que entre nosotros
mismos tampoco teníamos la libertad de servirte lo que vos querías, no, estaba todos racionalizado....
pero siempre algo se rescataba...”24
En otros casos, las relaciones de amistad o compañerismo (por haber sido parte de
un mismo destino o de la misma clase) fueron medios muy utilizados para conseguir una
taza más de chocolate, un pancito bien caliente en las guardias o un cigarrillo de más. Pero
también otros mecanismos como el intercambio de mercadería con personal de otras
fuerzas fue muy común, constituyéndose un inmenso mercado negro.
Asimismo, el intercambio de favores con personal de otras fuerzas podía proveer de
algunos elementos extras, que en algunos casos se los repartía a su vez entre tropas de la
propia unidad o de otras. El conscripto José Bustamante comentaba al respecto:
“...yo había conocido a un capitán, el capitán Gamuglia, que me dice “che-me dice- el tractor ese, lo
podemos usar?” “sí, pero manejo yo”, “bueno –dice- tenemos que llevar JP1 para el aeropuerto”, (...) el
capitán era un tipo muy macanudo, entonces me conseguía, como ya la ropa mía estaba muy
deteriorada y no me habían dado repuesto, me había conseguido un overol azul, me conseguía latas de
batata, cigarrillos, chocolates Águilas en cajas. (..) Entonces, yo qué hacía? yo, como yo había visto a
los muchachos estos que ya llevaban más de 45 días que estaban en la trinchera, los del Ejército, (...)
entonces llegaban esos muchachos y les llevaba...”25
En otros casos, el robo de mercadería de los depósitos isleños fue otra forma de
suplir algunas carencias, o de acercar la vida cotidiana en las islas lo más posible a las
comodidades de paz. Uno de los ejemplos característicos al respecto, fue el depósito de
bebidas –llamada por ellos “la cooperativa” haciendo referencia a un conocido
supermercado de Bahía Blanca que se llama “Cooperativa Obrera”26- que se encontraba al
lado del Puesto de Socorro del Apostadero.
La presencia de estos mecanismos informales en el Apostadero no era resultado del
desabastecimiento crónico como sí sucedía en muchas unidades del frente. Lo cierto es que
la comida, ya fuera “rancho” caliente o raciones de combate –comida enlatada-, nunca fue
escasa en el puerto, y tratar de obtener otros alimentos mediante mecanismos informales
24 Entrevista de la autora a Ramón Romero, 22 de junio de 2007 25 Entrevista a José Bustamante, 6 de septiembre y 3 de octubre de 2007 26 Cf. Entrevista a Guillermo Klein, 17 de agosto, 29 de agosto, 3 de septiembre, 28 de septiembre, 31 de octubre de 2007
tuvo como objetivo proveerse de otros elementos que no abundaban –como carne o pan-
para variar la dieta o en otros casos, para acercar sus condiciones de vida lo más posible a
las condiciones de paz.
Asimismo, el Apostadero puede ser considerado un lugar privilegiado por otras
“comodidades” 27, que vistas desde una perspectiva de paz nos pueden parecer
sorprendentes, pero si nos ubicamos en el contexto bélico no lo son: dormir bajo techo
durante toda la guerra, tener acceso al pan que se cocinaba en el buque, poder bañarse más
de una vez durante el desarrollo de la guerra, tener la posibilidad de distraerse viendo
televisión, entre otras.
Sin embargo, más allá de esta visión generalizada, en la localidad también se
sufrieron carencias. Específicamente en el Apostadero, una de las dificultades que tuvieron
que enfrentar algunos de sus miembros fue la falta de ropa de recambio; ese tema va a salir
una y otra vez en las entrevistas. Al respecto el cabo Abel Mejías –actualmente en
actividad- reflexiona críticamente:
“... yo siempre cuando me preguntan, hago hincapié en el tema indumentaria, yo me fui con un sólo par
de botas, tenías dos pares de medias, tenía un overol y una ropa de zona sur, una parca, y nada más (...)
después no tuve más nada, no había reposición de equipo, en eso tengo que hacer hincapié, (...) vos no
podés estar 40 días con la misma ropa, te imaginás, hablando de ropa exterior y ropa interior, vos tenés
que tener toda una logística que te diga “listo flaco, por lo menos tenés para cambiarte, esto es para
cambiarse”...”28
En otros casos, algunos conscriptos tuvieron que aprender a utilizar un fusil
diferente de aquel que habían usado en la instrucción. Claudio Guida, cuyo testimonio al
respecto es aún más relevante puesto que fue uno de los que participó en el frente de
batalla, recuerda:
“... cosa que yo hice toda la colimba con el garand-beretta, un fusil más viejo, igual que el FAL pero
más pesado, más viejo, (...) cuando fui allá, cuando salgo del Edificio Libertad, me dicen “tome un
FAL” nuevo, empavonado, andaba todo “un FAL?” “sí”. El Negro Eduardo (...) lo encontré a la noche
del 13 de abril, le digo “Negro, enseñáme cómo es esto” y nos pasamos cuatro horas con el Negro
27 Un claro ejemplo de esta perspectiva, la encontramos en la obra de ROBACIO, C. y HERNÁNDEZ, J., Desde el frente. Batallón de Infantería de Marina Nº5: “... a estas alturas empiezan a correr múltiples rumores, generados casi en su totalidad en la localidad... Estos rumores irán tejiendo historia de todo tipo que en parte llegarán a afectar la moral, especialmente en el mismo centro que se engendra. Irán poco a poco, apartando los dos campos que venimos tratando de describir, el del combate y el del seguro de la vida... la aparentemente cómoda vida de la localidad. En el pueblo nunca faltó nada ni pan, ni bebidas, ni ocio, ni baños calientes”. En Op. cit, pp. 107- 108. 28 Entrevista de la autora a Abel Mejías, 17 de noviembre de 2007
arriba de la bolsa de dormir mía, arriba de la cama “ahora hacés esto, ahora es así” y los que no sabían
atrás mío, mirando, “y después hacélo con los ojos cerrados, trabá esto, lo que cierre, sacálo para atrás,
cerrá atrás”, en cuatro horas me dio un curso él.”29
Ahora bien, desde un punto de vista comparativo, se puede afirmar que -más allá de
esas dificultades que recientemente desarrollamos- en el Apostadero se sufrieron pocas
privaciones. De hecho, en comparación a otras unidades y fuerzas –como lo reconocen los
mismos protagonistas- el Apostadero aparece como un caso claramente privilegiado. Así,
nuestra unidad se nos presenta como un ejemplo paradigmático de una circunstancia de la
que mucho se ha hablado y que fue corroborada por la Comisión de Análisis y Evaluación
de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur30: la abismal diferencia
interfuerzas con respecto al apoyo logístico31.Al respecto, resulta esclarecedora la opinión
de uno de mis entrevistados, que explica esa circunstancia por la falta de coordinación y las
rivalidades entre las tres fuerzas que caracterizó al conflicto:
“Eso fue la parte desorganizada de..., se llevó tropas, de los 300 esos que éramos, pasamos a ser 14000,
y los que más pagaron las consecuencias fue el Ejército. Por qué? Porque en Argentina estamos
siempre peleados, y en esa oportunidad... Cuando nosotros estábamos en la Escuela de Mecánica nos
enseñaban a, nos metían en la cabeza en contra del Ejército, como que era un enemigo. (...)Los
argentinos siempre estuvimos desunidos, y allá se vivió eso. Se vivieron tres guerras... (...) cada arma
por su lado (...) nosotros medianamente teníamos víveres, teníamos municiones, la Fuerza Aérea
también, estaba, no sufrieron mayormente problemas, pero, por qué? Porque la Marina tiene aviones y
tiene buques. La Fuerza Aérea tiene los aviones entonces llamaba a su gente, y llevaba sus pertrechos,
se llevaban sus cosas. El Ejército no tiene ni aviones ni buques, depende de los otros… ”32
En el Apostadero no sólo hallamos indicios de las diferencias interfuerzas, sino que,
lo que puede resultar aún más sorprendente, también encontramos claros ejemplos de las
29 Entrevista de la autora a Claudio Guida, 29 de noviembre de 2007 30 Con una mirada crítica de la planificación logística -llevada a cabo por el Comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur, el almirante Lombardo- que partía de la premisa que cada fuerza era responsable de su propio apoyo logístico, el Informe Rattenbach indica.: “...las previsiones del Comando del TOAS, en cuanto a logística, no pueden ser consideradas profundas y responsables. Una breve comprobación de lo manifestado podría ser la de tratar de contestar el siguiente interrogante: El transporte de los efectos es una función logística. ¿Cómo haría el Ejército para satisfacer las necesidades del componente de su fuerza que integraba el Comando Militar Malvinas, en un TO de características aeronavales?”. En Informe Rattenbach. Investigación confidencial sobre la conducción política y estratégico-militar de las Fuerzas Armadas Argentinas en la Guerra de Malvinas, Buenos Aires, Ediciones fin de siglo, 2000, p.189. 31 Uno de mis entrevistados, el conscripto Julio Casas Parera, recuerda sentir vergüenza por tomar chocolate mientras al lado los chicos del ejército estaban tomando “un mate que era agua sucia”. 32Entrevista de la autora a Ramón Romero, 22 de junio de 2007
rivalidades intrafuerzas -entre diversas unidades de la misma fuerza- existentes en la
Armada. Al respecto, el conscripto Julio Casas Parera, comenta la siguiente situación:
“Y después estando en la despensa, viene un buzo a pedir pilas para el visor nocturno, y había pilas,
había cajas con un montón de pilas, pero el suboficial siempre quería tenerlas para guardarlas para
nosotros (...) Le pregunto “por qué?”, “no, porque tenemos una misión en el estrecho San Carlos” “no,
no nosotros no tenemos”. Entonces me quedó ese cargo de conciencia, esa bronca, entonces saqué un
par de pilas en el bolsillo, dije “voy a caminar por el puerto” y me fui al puerto, yo no sabía dónde
estaban, sabía que estaban en el puerto, y los empecé buscar, hasta que los encontré…(...) Cuando lo
ubico al suboficial, sin decir nada… me mira, nada, el tipo las agarró, creo que dijo “Gracias” y se
fue…”33
Por otra parte, continuando con el análisis de las experiencias de los miembros de la
unidad a mediados de abril, encontramos una gran diferencia en cuanto a la convivencia y
las relaciones interpersonales en comparación con los primeros días del mes. Si en el grupo
originario existía cierta horizontalidad en las relaciones, a medida que los nuevos
contingentes fueron llegando y se fueron alojando en el Bahía Buen Suceso, las
jerarquizaciones se empezaron a hacer más evidentes, y además, al estar divididos en
bodegas, camarotes, etc, la comunicación y el contacto con los superiores disminuyeron
notablemente.
Esta profundización de la brecha existente entre el personal de diferentes rangos se
va a hacer aún más clara cuando el grupo desembarque del Bahía Buen Suceso y se vuelva
a trasladar a tierra, como sucedió los últimos días de abril. Para esa época, la inminencia de
un ataque inglés provocó el traslado de los buques que estaban fondeados en la bahía hacia
las afueras de la isla para disminuir el riesgo de las unidades. Respetando la orden, el Bahía
Buen Suceso zarpa y el personal del Apostadero debe desembarcar para alojarse en
diversos lugares, hasta que finalmente se trasladan a la carpintería. En esos lugares “de
tránsito” se encontraban cuando se produjo el estallido de las hostilidades el primero de
mayo, la segunda ruptura fuerte en su vida cotidiana como se analizará a continuación.
Mayo: La irrupción de la guerra
En el presente apartado trataré sobre las formas en que el estallido de las
hostilidades provocó un cambio en las actitudes frente al conflicto, en la vida cotidiana, en
33 Entrevista de la autora a Julio Casas Parera, 30 de noviembre y 1º de diciembre de 2007
las actividades, en la convivencia y las relaciones interpersonales de los integrantes de la
unidad, tomando como hitos claves los dos acontecimientos que marcaron sus experiencias:
el primer ataque inglés y el hundimiento del Crucero A.R.A. General Belgrano. Para
finalizar haremos referencia brevemente a la experiencia vivida por el grupo del
Apostadero que fue trasladado al frente de batalla a fines de mayo.
El primer ataque aéreo inglés en Malvinas el primero de mayo a la madrugada,
implicó para las tropas destacadas en las islas, el verdadero comienzo de la guerra. También
para el personal del Apostadero significó un repentino despertar a la guerra, lo que provocó
en muchos casos un cambio de actitud y de percepción del conflicto. Al respecto José
Bustamante recuerda:
“Yo lo tomé más como un... como otro fervor, un fervor más patriótico, después que tomé conciencia
de eso, (...) digo “bueno ahora sí estamos en guerra realmente”, y, entonces ahí sí estamos, uno
recuerda la promesa del juramento a la bandera, todo esas cosas, hoy para la sociedad que no son
significativas, en la época nuestra eran significativas, entonces bueno, fue así de esa manera, o sea, lo
tomé con un fervor más patriótico”34
El fervor patriótico por una causa nacional largamente reivindicada que se adueñó
de José desde este primero de mayo, lo va a llevar a exponerse al peligro en gran cantidad
de actividades y hasta prepararse para el combate final. El caso de José no es el único.
Resulta tal vez aún más sorprendente el cambio radical en la percepción y actitud frente al
conflicto del conscripto Claudio Guida, el ex militante de la “Fede”, cuya concepción de la
guerra como una cuestión política:
“... me duró creo que los primeros 15, 20 días, hasta que, creo, que hasta el primero de mayo, cuando
voló el primer tiro, cuando voló el primer tiro o escuché el primer bombardeo dije “no, ahora, no,
ahora, es” como yo me quería salvar “ahora los voy a matar a todos” pero me hizo así la cabeza (da un
vuelco de mano), los voy a matar a todos” yo que nunca había ido a cazar siquiera “van a saber quién
soy yo, los voy a matar a todos, y no voy a dejar a ninguno con vida, y me voy a volver victorioso”, me
hizo así la cabeza mal”
Las explicaciones que podemos esgrimir para ese cambio tan radical, directamente
nos las plantea Claudio: “...pero a mí me hizo así la cabeza, fue la psicológica de las FFAA,
fue el cagazo de la primer bomba que cayó, fue supervivencia? No se quién fue que ganó de
los tres, pero yo ahora no iba a ceder con nada.” 35
34 Entrevista a José Bustamante, 6 de septiembre y 3 de octubre de 2007 35 Entrevista de la autora a Claudio Guida, 29 de noviembre de 2007
Pero estas reacciones no fueron las más frecuentes. En otros casos, el inicio de las
hostilidades implicó la caída abrupta de la esperanza en llegar a un acuerdo mediante
negociaciones diplomáticas que se conservaba hasta último momento. Frecuentemente, la
desmoralización y el desánimo ganaron la batalla: ahora sí estaban en guerra y la
posibilidad de enfrentarse con el enemigo, de matar o morir se volvía más real. Algunos
miembros del Apostadero ya desde el primer ataque tuvieron un contacto directo con la
muerte: un ejemplo claro es el de las personas que se dedicaron a construir las cruces para
los primeros muertos en el aeropuerto y que luego participaron de su entierro. Ya la muerte
comienza a hacerse presente en toda su crudeza. Las palabras de uno de los conscriptos
voluntarios, Ricardo Pérez, son mucho más elocuentes que las mías:
“Vos calculá que todos los que estuvimos allá durante tres meses, estuvimos paseando con la muerte en
la mano, eso es un arma, (...) eso es una arma, y la situación en la que nosotros estábamos, esa era la
situación diaria día a día, y no era que llegaba a casa, prendía la tele, era full time, 24 por 24, entendés?
Ya no es que “ah, estoy mojado, me voy a dar una ducha caliente, y me voy a dormir”, te querés aislar
y no hay modo, y nosotros estuvimos, fuimos en eso una unidad afortunada, por qué? Porque
disponíamos de ciertas comodidades que mayoritariamente no”36
Como nos adelanta Ricardo, el primero de mayo significó un cambio no sólo en la
percepción y actitud con que se afrontaba el conflicto, sino que también implicó una
transformación en la rutina diaria, en su vida cotidiana: ahora el ritmo de trabajo estaba
marcado por el adversario. Comenzó a ser frecuente la interrupción del trabajo, y también
del descanso, por las alarmas y por los bombardeos a los que se veían sometidos.
Paulatinamente, también, la vida bajo bombardeo comenzó a incorporarse como un
elemento más de la rutina. Si en los primeros ataques había sobresaltos, corridas
desesperadas hacia los refugios en el pueblo, ya posteriormente contaban la cantidad de
bombas, calculaban según el sonido hacia dónde se dirigía, y a veces ni siquiera se
molestaban por ir a los refugios: “... después todo se hizo rutina al final, bombas,
bombardeos, eran rutinas, cuando moría alguien ya no preguntabas cómo se llamaba,
murieron 3, murieron 4, o murieron 5, murieron 2”, si? (...) No podés vivir sino”37.
36 Entrevista de la autora a Ricardo Pérez, 26 de noviembre de 2007 37 Entrevista de la autora a Hugo Peratta, 11 de septiembre y 19 de octubre de 2007. Es necesario aclarar que las tropas inglesas nunca bombardearon directamente el pueblo, excepto los últimos días antes de la rendición.
La incorporación de los bombardeos y por lo tanto de la muerte a la vida cotidiana,
conllevó también una indiferencia a los riesgos y peligros a los que se exponía la propia
vida. El cabo Daniel Blanco intenta buscar una explicación a esta situación:
“... vos llegás un momento que no te importa vivir o morir, querés que se termine, no te importa otra
cosa (...) Todos la mayoría, hay... en la guerra no hay cuerdos, o sos loco o sos cagón, o estás llorando
todo el día, que había gente, o sos pirado, no sos normal, me entendés? No, no, no está el cuerdo, está o
te vas para acá, o te vas para acá, entendés, no hay un término medio...”38
Además desde el comienzo de las hostilidades, el eficiente bloqueo naval y aéreo
impuesto por las fuerzas británicas prácticamente impidió el arribo de buques, lo que
provocó una profunda disminución de las actividades en el puerto. A partir de este
momento, la actividad del personal del Apostadero se redujo notablemente con lo que
comenzaron a disponer de más tiempo libre, al mismo tiempo que se diversificaron sus
funciones: algunos fueron designados tripulantes de los buques logísticos con lo que
dejaron de pertenecer al Apostadero para pasar a integrar esas unidades; otros se dedicaron
a transportar municiones y mercadería al frente de batalla en la zona de los cerros
circundantes a Puerto Argentino y al aeropuerto, o a patrullar el pueblo; otros se encargaron
de atender a las tropas que venían del frente, que descansaban y se alimentaban por unos
días en el galpón del Apostadero hasta que los relevaba otro grupo; un grupo de 5 personas
fue destinado al Río Carcarañá para controlar la tripulación que había tenido varios
conflictos con su capitán militar; algunos participaron del armado y puesta a punto del misil
Exocet que fue lanzado de tierra, y en otros casos les ordenaron realizar misiones tan
incomprensibles como el traslado, entierro y desentierro de municiones, o de un riesgo
innecesario como la limpieza de la pista del aeropuerto, tal como comenta el cabo Abel
Mejías:
“Dice “tenemos que ir al aeropuerto a limpiar la pista de aterrizaje porque van a venir los aviones,
tienen que aterrizar” (...) íbamos llegando al aeropuerto, y bajamos del camión, y avisan por radio
alerta roja, alerta roja es ataque aéreo, te imaginás! (...) nos faltaban patitas para escondernos, adónde te
vas a esconder? (...) en el primer hueco que agarramos, ahí puc nos metimos(...) moraleja todos arriba
del camión y de vuelta a Puerto Argentino (...) yo me pongo a pensar, qué sentido tenía? (...) Para qué
nos llevaban a nosotros a patear piedritas de la pista de aterrizaje? aparte no conocíamos bien la zona,
38 Entrevista de la autora a Daniel Blanco, 26 de diciembre de 2007
había bombas sin explotar, había muchas cosas que habían quedado en el aeropuerto después del
primer ataque de mayo...”39
Otro de los acontecimientos que marcó profundamente la experiencia de algunos de
los integrantes del Apostadero fue el hundimiento del Crucero A.R.A. General Belgrano el
dos de mayo. Para ello tenemos que tener en cuenta que diez personas del grupo originario
del Apostadero habían sido destacadas de la tripulación del Crucero. La situación se vivió
con verdadero dramatismo: la angustia e incertidumbre por conocer el destino de sus
compañeros y amigos, se percibe claramente en el relato de Hugo Peratta, jefe de la
división electricidad del Crucero hasta su convocatoria:
“Y el día 2 fue tremendo para mí porque se hundió el barco mío, donde yo tenía mis compañeros, no
sabía quiénes se habían salvado, nada, nada. (...) Yo me enteré por la radio, empezaron, a los pocos
días, empezaron a dar la cantidad de muertos, qué pasaba, quiénes se habían muerto, los desaparecidos,
y después charlábamos con los tipos que yo tenía ahí “se acuerda señor de fulano?”...” 40
La angustia y desesperación de estas personas se trasladó a gran parte de los
compañeros en las islas, y fue otro golpe más, sumado al del primero de mayo, difícil de
digerir, un claro símbolo de que la guerra iba a desarrollarse hasta sus últimas
consecuencias.
Vivir bajo estas condiciones suma tensión a la vida cotidiana lo que provocó
algunas fricciones en la convivencia del Apostadero. Desde principios de mayo, el personal
se había vuelto a reunir en un mismo lugar: un galpón cercano al puerto que funcionaba
como una carpintería. Una vez allí, se produjeron algunas situaciones conflictivas debido a
la tensión a la que estaban sometidos diariamente, a problemas lógicos de convivencia entre
tantas personas bajo un mismo techo, y también, en algunos casos, a las diferencias en la
percepción del conflicto, a los abusos de autoridad o a la intención de mantener las
relaciones jerárquicas al igual que en la vida normal de instrucción, exigiendo nimiedades
incompresibles en un contexto de guerra:
“... Un tipo (...) mala leche (...) Malos tratos, y era un chupamedia de los oficiales, y.. de lo peor. (...)
Más en ese momento, donde vos tenés que convivir con todos, que es lo mismo, que él dependía de mí,
y yo de él. Viste, vos en ese momento dependés de tus compañeros por más jerarquía que tenga o que
seas un soldado conscripto. Vos en ese momento sos uno igual que el otro viste, donde, había casos que
te... que importaba más tu presencia personal que te hayas afeitado, trajeron un cargamento, uno capaz
39 Entrevista de la autora a Abel Mejías, 17 de noviembre de 2007 40 Entrevista de la autora a Hugo Peratta, 11 de septiembre y 19 de octubre de 2007 .
enorme, de máquinas de afeitar, y no tenías por ahí de repuesto para el fusil o.... Viste había cosas
que... (..) Incoherencias, porque está bien que vos estés presentable pero también dame los medios para
que mi arma esté en condiciones, viste son cosas que no... y eso viste son cosas que después uno... te
resienten, son cosas que... son cosas de las que me hicieron cambiar la idea de seguir en la Marina”41.
Igualmente la profundización de las brechas jerárquicas la encontramos en otros
aspectos como la organización espacial de la carpintería: los oficiales dormían en un cuarto
aislados -al igual que los suboficiales de más alto rango- del resto de los cabos y
conscriptos. Las mamparas de división marcaban espacialmente las jerarquías.
A fines de mayo, un grupo de alrededor 30 personas pertenecientes al Apostadero
fue destinado al frente de batalla, más precisamente a la península Camber, donde estaban
asentados desde mediados de abril tropas del Batallón de Infantería de Marina Nº 2. El
traslado del grupo fue una decisión muy resistida por el oficial a cargo, Hugo Peratta, quien
no se consideraba preparado para liderar un grupo combatiente, ni consideraba que lo
estaban sus subordinados:
“...Entonces desgraciadamente después de los primeros días de Malvinas, uno de mis superiores me
envió al frente del combate, con 100 tipos. Entre los 100 tipos había conscriptos, cabos, oficiales, que
tampoco eran combatientes, eran... digamos cocineros, peluqueros, electricistas, eh (...) Pero no eran
combatientes, eran personal técnico, ya te digo, había peluqueros, habían traductores de inglés, que
eran colimbas, había cocineros, o sea toda la gente que hacía falta, digamos, pero no para combatir con
un fusil, como yo”42
Específicamente, según el listado publicado en la Revista Desembarco43, se trataba
de aproximadamente 30 personas, peluqueros, electricistas, cocineros, marineros, furrieles,
lavanderos, entre otros; en su totalidad personal técnico no combatiente. De todas formas,
el 30 de mayo son destinados a Camber, donde el personal pasó a ocupar posiciones,
intercalados con infantes de marina.
En este punto vemos un desdibujamiento de las fronteras entre la guerra de logística
y la del frente de batalla, porque este grupo comenzó a sufrir las mismas inclemencias que
estaban enfrentando hacía tiempo las tropas en las posiciones: un frío que calaba los
huesos, posiciones que se inundaban, imposibilidad de asearse, carencia de agua potable,
pero no de comida caliente, espera interminable durante la noche: “En realidad, llegaba la
41 Entrevista de la autora a Ramón Romero, 22 de junio de 2007 42 Entrevista de la autora a Hugo Peratta, 11 de septiembre y 19 de octubre de 2007 . 43Revista Desembarco, “Actuación de las secciones tiradores: 3/D/BIM2 Ec., 2-3/H/BIM3 y Sec. Marinería En Puerto Argentino- Cámber. Gesta Malvinas 82”, Separata Nº 10, p.65.
noche y era como morir todos los días, porque era esperar los ataques, y los ablandes, (...)
la noche era larguísima, llegaba el día y era volver a vivir...”44
Finalmente, el 14 de junio a la madrugada este grupo debió enfrentar un intento de
desembarco inglés. No voy a explayarme en la operación, pero sí quiero recalcar lo que esta
experiencia significó para quienes participaron de la misma: nuevos lazos se conformaron
entre los compañeros que habían pasado por la misma experiencia de proximidad con la
muerte, entre quienes habían compartido la posición y/o la experiencia de vivir en las
posiciones. Luego de la rendición, Julio Casas Parera recuerda:
“...me reencuentro con mis compañeros, por ahí, bueno te dije, yo los miraba distinto, a los que había
dejado hace 15 días los veía distinto, abrazos con todos, una especie de euforia, de… no se… (...)
Después por supuesto te vas como volviendo a adaptar, y se va integrando uno de nuevo, pero… lo
primero es eso, curioso, pero… era como que con los que estábamos allá, te mirabas y tenías una
comunicación, con los otros tenía comunicación, pero había otro tipo de comunicación”45
Las batallas finales en el Apostadero fueron vividas con bastante tensión:
diariamente veían el avance inglés, y la posibilidad de un enfrentamiento armado en la
localidad se aproximaba a pasos agigantados. Los bombardeos se acercaban a tal punto que
algunas casas de los isleños fueron destruidas, y con ellas la hipótesis de que el pueblo no
iba a ser atacado. En el Apostadero, el personal se atrincheró y se preparó para combatir:
durante la vigilia de la que sería la última noche, la incertidumbre y la tensión eran
prácticamente insoportables.
Pero finalmente nada sucedió. Esa mañana todos mis entrevistados recuerdan lo
mismo:
“.... a las 10 de la mañana cuando se hizo la rendición, y ahí escuché el silencio, no te lo puedo
explicar, vos dirás, cómo escuchaste el silencio, es una cosa...? Vos escuchás el silencio, después de
estar tanto tiempo, mañana, tarde y noche, bombardeo, artillería naval, artillería de tierra, avión, ruido,
alarmas, tiros, ta ta ta, de golpe se paró todo. Silencio absoluto, escuchás el silencio, ahí te das cuenta
de la diferencia....”46
Un silencio absoluto envolvió las islas, después de tanta guerra, después de tanta
muerte. La guerra había terminado. Después de 74 días, algunos, sólo algunos, podían
regresar a casa.
44 Entrevista de la autora a Julio Casas Parera, 30 de noviembre y 1º de diciembre de 2007 45 Entrevista de la autora a Julio Casas Parera, 30 de noviembre y 1º de diciembre de 2007 46 Entrevista de la autora a Roberto Coccia, 4 de agosto de 2007
Palabras finales
La guerra vivida desde el Apostadero fue una guerra –en su mayor parte- muy lejos
de las trincheras. A lo largo del trabajo intenté desarrollar las particularidades de las
experiencias de sus miembros: su origen, las misiones y actividades a las que se dedicaron,
la vida cotidiana, la convivencia y las relaciones interpersonales que se configuraron entre
el personal, constituyen algunos de los elementos que diferencian su guerra de la de otras
unidades y fuerzas.
Precisamente son esas particularidades las que explican el silencio en que se ha
mantenido al Apostadero Naval. El mismo está anclado, entre otras causas, en un desprecio
del accionar de los grupos logísticos en comparación con el del frente de batalla47, y
también en una desvalorización de la guerra vivida en la localidad, por ciertas comodidades
y privilegios que allí se disfrutaron en comparación con la situación en que se encontraban
las tropas asentadas en las afueras de las islas.
Intentando mitigar ese silencio en que se ha refugiado la guerra- y particularmente
su guerra- y luchando contra los prejuicios hacia la guerra logística y en la localidad, elegí
investigar las experiencias bélicas de los integrantes del Apostadero Naval Malvinas porque
considero que brinda nuevas claves para comprender el conflicto, para complejizar su
análisis, y, a fin de cuentas, porque estoy firmemente convencida que sus voces –que ya
llevan 26 años de silencio y rechazo- tienen mucho que aportar a la discusión.
47 Por tanto, el del Apostadero no es un caso único o extraordinario. La guerra logística, como manifiesta el Coronel Dardo Forti en general ha sido dejada en un segundo lugar, cuando no desmerecida, en comparación con la de aquellos que estuvieron en el frente de batalla. En FORTI, D., Hasta el último día. Logística: la “otra guerra” de Malvinas, Buenos Aires, Atlántida, 2007.