La Higiene en El Adulto Mayor

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UNIVERSIDAD ESTATAL DE MILAGRO LA HIGIENE EN EL ADULTO MAYOR LA HIGIENE en la persona anciana constituye una norma de vida muy importante, ya sea para la prevención de enfermedades, ya sea para la recuperación de un buen estado de salud o como estímulo al mantenimiento de los hábitos característicos de un estilo de vida. La posibilidad de mantener el interés por la higiene personal incluso en condiciones físicas afectadas se halla vinculada a diversos factores y de forma especial al estado de autosuficiencia y a la vivacidad psíquica. Se trata de factores que, de existir, son el resorte para vivir con la voluntad de conservar inalterado el ‘estilo” de vida, pero que si no existen o se dan de forma precaria pueden dar lugar a un cambio de intereses y de estímulos. La higiene personal de la persona condicionada por una minusvalía requiere un ritual y un ambiente adecuados y servicios estructurados de forma apropiada y en número suficiente. Desgraciadamente no es fácil encontrar dichos requisitos en las viejas viviendas. En el primer caso, teóricamente, no deberían existir dificultades, salvo las ocasionadas por actitudes personales.

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LA HIGIENE

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LA HIGIENE EN EL ADULTO MAYOR

LA HIGIENE en la persona anciana

constituye una norma de vida muy

importante, ya sea para la prevención

de enfermedades, ya sea para la

recuperación de un buen estado de

salud o como estímulo al mantenimiento

de los hábitos característicos de un

estilo de vida.

La posibilidad de mantener el interés por la higiene personal incluso en

condiciones físicas afectadas se halla vinculada a diversos factores y de forma

especial al estado de autosuficiencia y a la vivacidad psíquica. Se trata de

factores que, de existir, son el resorte para vivir con la voluntad de conservar

inalterado el ‘estilo” de vida, pero que si no existen o se dan de forma precaria

pueden dar lugar a un cambio de intereses y de estímulos.

La higiene personal de la persona condicionada por una minusvalía requiere un

ritual y un ambiente adecuados y servicios estructurados de forma apropiada y en

número suficiente. Desgraciadamente no es fácil encontrar dichos requisitos en

las viejas viviendas.

En el primer caso, teóricamente, no deberían existir dificultades, salvo las

ocasionadas por actitudes personales.

En los demás casos, en cambio, las operaciones de higiene personal requieren la

ayuda y la intervención de alguna persona (familiares o extraños).

El cuidado de la higiene personal ha de ser diario e incluso repetirse varias veces

al día, por la facilidad con la que algunos ancianos tienden a ensuciarse.

Estas labores de higiene han de ser escrupulosas, afectar a las partes

descubiertas (cara, manos, boca y cabellos) y de forma especial a las partes

cubiertas (región púbica, región genital, mamaria para las muje res, anal, etc.).

LIMPIEZA DE LA CARA

Si la persona es autosuficiente, las operaciones de higiene de la cara no plantean

dificultades, salvo el riesgo de vértigos al flexionarse hacia delante. En tal caso

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bastará con facilitar el equilibrio y proporcionar la máxima seguridad para evitar

caídas o traumatismos (apoyos laterales al lavabo o una butaca o una silla frente

al lavabo para que el paciente se siente en ella).

En caso de pacientes obligados a guardar cama, habrá que aplicar las técnicas

habituales en enfermería para evitar que se mojen o que mojen la cama. Se

coloca para ello a modo de gran babero una pieza de tela impermeable que cubra

el tórax del paciente y la cama y encima una toalla o un empapador.

La limpieza de la boca ha de realizarse

con suma atención, ya que, aparte de

favorecer el acercamiento de otras

personas al anciano, constituye una

medida de prevención de

manifestaciones inflamatorias y facilita la

actividad digestiva. Dado que la

presencia de caries, de enfermedades

paradentales o de focos sépticos puede alterar de forma a veces muy grave el

estado de la boca, dicha práctica ha de seguírse con especial atención y repetidas

veces a lo largo del día.

Es necesario lavarse los dientes con cepillo y dentífrico. Los aparatos de prótesis

han de ser retirados y lavados por lo menos una vez al día, y siempre después de

las comidas.

La higiene ha de ser especialmente cuidadosa en el curso de tratamientos

antibióticos o con inmunodepresores, porque dichos fármacos pueden inducir una

modificación de la flora saprófita o

facilitar la implantación de hongos

responsables del conocido muguet, de

las estomatitis aftosas, de alteraciones

cromáticas de los dientes y costrosas de

la cavidad oral y de la lengua.

Cuidado del cabello

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Es necesario mantener el cabello en orden, bien peinado,

limpio y con una longitud que no se convierta en motivo

de molestia para el paciente. Dichas medidas tienen,

sobre todo en la mujer, un importante efecto psicológico,

por lo que deben respetarse y sugerirse, recurriendo

periódicamente a la peluquería.

Hay que cepillar el pelo al menos dos veces al día y

siempre que surja la necesidad, y debería lavarse por lo

menos una vez cada quince días. En los ancianos

autosuficientes esta operación no requiere la aplicación de ningún método

especial. Los instrumentos son los de uso corriente. Hay que prestar atención a la

temperatura del agua; el secado debe realizarse primero con un toalla y luego

completarse con el secador de mano. A veces se observa reticencia por parte del

anciano a realizar estas operaciones, al temer que el lavado pueda reagudizar

ciertos dolores articulares (en las cervicales). En tal caso es necesario tranquilizar

al anciano y convencerle de la necesidad de esta medida de higiene personal.

No hay que excederse en el corte del cabello, sobre todo en las mujeres, para no

faltar a la vanidad personal. El “rapado” no es necesario, sino que suele resultar

psicológicamente perjudicial.

Los hombres con calvicies pronunciadas requieren también el cuidado del poco

pelo que tengan y del cuero cabelludo.

En la fase de peinado, es necesario proteger con una toalla la espalda del

anciano, así como la almohada si el paciente está en la cama. Hay que peinar al

anciano con mano ligera, con peines que no produzcan arañazos. Si padeciera

alguna parasitosis, será imprescindible recurrir a un champú medicamentoso.

Los hombres deben afeitarse todos los días o mantener bien limpios y cuidados la

barba y el bigote. Sin embargo, si éstos llegaran a representar una dificultad para

ingerir alimentos, será conveniente proceder a su afeitado, naturalmente con el

permiso del paciente. Si la barba es demasiado espesa, ha de ser lavada, secada,

peinada y cepillada, teniendo en cuenta que la ingestión de alimentos o bebidas

tiende a ensuciarla, haciendo que no resulte muy agradable a la vista.

LIMPIEZA DE LOS OJOS

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Debe realizarse con torundas de algodón

embebidas en ácido bórico o incluso solamente

en agua templada. A veces es necesario eliminar

secreciones o impurezas que se acumulan en las

comisuras de los ojos, en cuyo caso se procede

desde la comisura interna hacia la externa y

utilizando unas gotas de colirio. Después de dichas operaciones, se seca la zona

con una gasa.

LIMPIEZA DE OÍDOS

Debe ser cuidadosa, sobre todo por cuanto se refiere

a la parte posterior del pabellón, donde pueden

registrarse con facilidad alteraciones de la piel y donde

la caspa puede producir cierta irritación local.

La limpieza del conducto auditivo debe realizarse con

cuidado, evitando el uso de instrumentos u objetos

puntiagudos que puedan ocasionar lesiones y

eliminando eventuales residuos de jabón, que pueden llegar a formar tapones

compactos.

CUIDADO DE LAS UÑAS

Debe realizarse al menos una vez a la semana. Hay

que prestar especial atención a las uñas de los pies en

pacientes que presenten insuficiencia circulatoria o

ciertos síndromes patológicos, ya que incluso

pequeñas heridas ocasionadas durante la realización

del corte pueden infectarse y dar lugar a ulceraciones,

con gravísimas consecuencias. Las uñas de los pies deben cortarse en sentido

horizontal.

A veces es conveniente, antes del corte, suavizar las uñas con baños de agua

(inmersión en un barreñito).

HIGIENE DE LOS PEZONES

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La permanencia de residuos de suciedad o de

sudor en la areola o en la zona del pezón

mamario puede provocar grietas o incrustaciones

molestas y peligrosas. En tal caso hay que

proceder a un cuidadoso lavado de la parte

afectada con agua templada y a la eliminación de

las eventuales incrustaciones, previa aplicación de una sustancia emoliente. En

caso de existir grietas, es conveniente recurrir a pomadas medicamentosas.

HIGIENE DEL OMBLIGO

También aquí pueden producirse incrustaciones y

acumulación de suciedad, que puede eliminarse con

lavados de agua jabonosa templada tras la aplicación

de sustancias emolientes. La limpieza debe realizarse

de forma sistemática.

HIGIENE DE LOS PIES

El cuidado de los pies posee para el anciano

una importancia prioritaria, aunque no siempre

se respeta como debiera para no agravar

situaciones de sufrimiento ya instauradas y para

prevenir condiciones de invalidez. Precisamente

las alteraciones de los pies, a veces sin

importancia, pueden constituir el comienzo de

alteraciones que más tarde, tras un periodo de

inmovilidad, provocarán anquilosis de las extremidades y síndrome de

inmovilización completa (los callos no eliminados a tiempo o de modo correcto, al

inducir un sedentarismo habitual para evitar dolores en la deambulación, pueden

originar dicho inconveniente).

HIGIENE DE LOS GENITALES

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Los órganos genitales han de ser objeto de una escrupulosa y repetida higiene, ya

que, debido a su función, pueden con facilidad convertirse en puntos de

estancamiento de excrementos, causa de irritación, infecciones y desagradables

(característicos) olores y sensaciones tanto para el paciente como para el

ambiente.

Si la limpieza no puede llevarse a cabo en el

bidet, es necesario que se realice en la cama,

utilizando para ello palanganas, jarras o botellas.

En este caso el lavado debe realizarse con

abundante agua corriente, mediante enjabonado

incluso repetido y secando a continuación toda la

zona con una toalla, de forma lenta, suave, no

irritante, sin fricciones violentas.

Para la limpieza de los genitales femeninos hay que proceder de la zona vaginal

anterior hacia la zona posterior, evitando movimientos en dirección contraria, ya

que podrían transportarse gérmenes del ano a la vagina y a la uretra.

En el hombre hay que prestar especial atención a la limpieza del escroto, que a

veces puede ensuciarse mucho por el estancamiento de excrementos que deben

ser eliminados con abundantes abluciones de agua y jabón y, si se hubieran

consolidado, aplicando antes del lavado pomadas emolientes o bien un poco de

aceite.

El pene ha de lavarse varias veces al día y siempre después de cada micción,

descubriendo el prepucio para eliminar eventuales secreciones y lavando con

cuidado el surco balanoprepucial para evitar irritaciones.

HIGIENE DE LAS PARTES DEL CUERPO PREDISPUESTAS A LAS LLAGAS

En los pacientes obligados a guardar cama durante largo tiempo o a permanecer

sentados en una silla para siempre, la limpieza de las partes del cuerpo sometidas

a compresión debe realizarse con agua y jabón. El secado debe realizarse sin

frotar enérgicamente, sino tamponando por zonas y aplicando luego en caso

necesario polvos absorbentes o pomadas hidratantes. Dichas actuaciones

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mejoran la circulación, favorecen el trofismo cutáneo

y proporcionan una sensación de bienestar general.

Las zonas afectadas en mayor medida son los

glúteos, la zona sacra, la espalda, el tronco y

cualquier parte que sea objeto de sudoración

abundante.

Estas normas higiénicas deben ser observadas

especialmente en los pacientes obesos o en los que

estén predispuestos al riesgo de sufrir ulceraciones

por otras causas.

El baño puede realizarse, en función de las condiciones físicas en que se

encuentre el paciente, mediante inmersión total o parcial del cuerpo.

A la hora de bañar al paciente hay que tener en cuenta la eventual disminución de

eficiencia física y la necesidad de ofrecer a la persona en los distintos momentos

la máxima seguridad. Estos elementos requieren una adecuada organización del

cuarto de baño y la utilización de simples pero útiles aparatos higiénicos.

La temperatura del local (cuarto de baño o habitación del paciente) debe evitar

sensaciones de frío y tiriteras, mientras que la del agua, en el momento de la

inmersión, debe ser soportada agradablemente por el pie del paciente (que suele

ser una de las partes más frías del cuerpo humano).

El secado debe realizarse fuera de la bañera, porque el suelo ofrece mayores

posibilidades de equilibrio, porque el fondo de la bañera después del baño puede

estar resbaladizo y porque se puede impedir mejor una eventual caída de la toalla

al agua.

Las distintas zonas del cuerpo deben ser lavadas y secadas rápidamente,

empezando por la cara y avanzando luego hacia el cuello, las orejas, los brazos,

el tórax, el abdomen, las regiones púbicas y los pies.

Una vez seco el cuerpo, es conveniente aplicar polvos de talco o una crema, cuya

composición variará en función de las necesidades de la epidermis.