La Influencia de Guardini en El Pensamiento Del Papa Francisco
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Universidad Católica de Costa Rica Curso de Filosofía Política y Social II Semestre 2015
Profesora: Dra. Amalia Bernardini Azzarini
Integrantes: Acuña Roberto, Arias Frénzel, Barrios Jefrrey, Fernández Luis, Gutiérrez
Timothy
La influencia de Guardini en el pensamiento del Papa Francisco
“El hombre es señor es por la gracia de Dios, y
debe ejercer su dominio respondiendo ante Aquél
que es Señor por su propia esencia. El dominio se
convierte de este modo en obediencia, en
servicio.” (Guardini, 1957: 40)
Según la Revista Forbes, el Papa Francisco es la cuarta persona más
poderosa a nivel mundial. Surge entonces la interrogante sobre cuál es el
concepto de poder que el Papa Francisco ejerce, ya que es distinto al que la
sociedad actual propone. Es un poder desde el servicio, como lo había dicho ya en
su libro El verdadero poder es el servicio que escribió cuando era cardenal. De
acuerdo a la cita introductoria pensamos que este concepto de poder ha sido
influenciado en gran parte por Romano Guardini, teólogo y filósofo cultural.
Cabe la pregunta sobre si el pensamiento de Romano Guardini ha influido
en el magisterio del Papa Francisco y su forma de concebir y ejercer el poder.
Ahora bien, para intentar responder a esta interrogante quisiéramos abordar
en primer momento el libro de Romano Guardini titulado El Poder para conocer la
fenomenología que hace sobre este tema y luego confrontarlo con la encíclica
Laudato Si’ del Papa Francisco que expone parte de su pensamiento magisterial.
Para Guardini la esencia del poder radica en la unión de dos elementos: el
poseer una energía con capacidad para cambiar la realidad y una conciencia que
tenga la voluntad para realizar ese cambio.
Así demuestra que para tener poder se necesita tener iniciativa. Con esto
quiere hacer conciencia en el ser humano sobre la responsabilidad que posee
sobre las consecuencias de sus actos, ya que cuenta con una capacidad de toma
de decisiones que ningún otro ser creado por Dios posee. De esta manera intenta
modificar el concepto de que la naturaleza por sí misma tiene poder y explica
cómo simplemente lo que posee es energía, llevándonos más adelante a la
conclusión de que por sí misma la naturaleza no es responsable de los cambios
que en la actualidad puedan estar ocurriendo, pero que sí lo es el hombre cuando
sus acciones repercuten, ya sea para bien o para mal, en el transcurso de la
misma. Respecto esto dice Guardini: “No existe, pues, poder alguno que tenga ya
de antemano un sentido o un valor. El poder solo se define cuándo el hombre
cobra conciencia de él, decide sobre él, lo transforma en una acción, todo lo cual
significa que debe ser responsable del poder” (Guardini, 1957: 25)
La responsabilidad sobre el poder radica en la conciencia que el hombre
toma respecto a su esencia (de poder), puesto que solo en el hombre se
encuentra la característica de reflexión. El hombre no ha querido muchas veces,
ser consciente de esta capacidad y ha buscado en la naturaleza la justificación de
las consecuencias de sus actos, pero como los fenómenos naturales carecen de
voluntad, son fuerzas o simplemente energías que no pueden reconocerse como
poder, ya que más bien estas, solo adquieren sentido cuando el conocimiento del
hombre intervine. Al concebirlas como poderes se está refiriendo a una visión
mitológica de la realidad, pueden, como mencionamos anteriormente, dirigirse
para bien o para mal desde el sentido que el hombre les otorgue. Entonces el
poder debe ser concebido desde las energías que pueden causar efectos, pero
aunado a la consciencia que les proporciona una finalidad, y esta relación solo el
hombre la puede integrar, al tener la facultad de administrar la naturaleza según
su voluntad.
El poder es expresión de la esencia del hombre, su utilización es reflejo de
su esencia, le da sentido en cuanto que implica una iniciativa, a diferencia del
poder de la naturaleza, el poder del hombre implica su conocimiento para
encausar a un fin específico, Guardini lo explica:
“no existe poder humano del que nadie sea responsable. El efecto del
poder es siempre una acción –o, al menos, un dejar hacer-, hallándose,
en cuanto tal, bajo la responsabilidad de una instancia humana, de una
persona. Esto ocurre así aun en el caso cuando que el hombre que
ejerce el poder, no quiera la responsabilidad.” (Guardini, 1957: 25)
En cuanto a la maldad o la bondad, no se puede hablar específicamente de
que estas sean características del poder, sino más bien son características de las
acciones que realiza el hombre, quien actuando en libertad debe hacerse
responsable de las consecuencias de sus actos.
Uno de los problemas según Guardini, es el anonimato del causante de los
actos cuando la responsabilidad se vuelve anónima, se despersonaliza, se le
atribuye a una organización o a un “todos”, para que desde esa visión el peso
recaiga en nadie. No hay un sujeto, se deja de lado la responsabilidad, pero
también la dignidad del ser humano y su misión de administrar la Tierra. Esta
separación del sujeto hace que se pierda la consciencia personal, que se difumine
la moralidad, que no tome respuesta de los efectos de su actuar.
Romano Guardini explica que la conciencia del poder tiene un carácter
ontológico, esto nos lleva a la universalidad del poder, en cuanto a que todo acto,
todo estado, e incluso el mismo hecho de vivir está relacionado con la conciencia
del ejercicio y el goce del poder. Es inherente en el ser humano el deseo de poder
y la experiencia del poder hace que experimentemos gozo y alegría. Existe
siempre la posibilidad de que el ser humano le dé un carácter positivo o negativo a
ese poder, y es positivo por ejemplo, cuando logra dominarse a sí mismo, para
intentar llegar a dominar lo que está fuera de él, incluso, para llegar a lo que lo une
con su Creador, para alcanzar lo religioso.
Para lograr dicho objetivo, se hace necesario tener un conocimiento
completo del poder, un conocimiento teológico que aborde lo que la Revelación le
dice acerca de él mismo, ya que no se puede abandonar la dimensión espiritual
del ser humano, puesto que el hombre es un espíritu encarnado y debido a ello
siempre ha de tender hacia lo trascendente.
Las Sagradas Escrituras en su primer libro El Génesis nos señalan esa
característica esencial de la cual Dios dotó al ser humano:
“Díjose entonces Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y a
nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, sobre
las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la
tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella. Y creó Dios al
hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y
mujer; Y los bendijo Dios, diciéndoles: "Sean fecundos, multiplíquense,
llenen la tierra y sométanla; dominen sobre los peces del mar, sobre las
aves del cielo y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra".”
(Gen. 1, 26-28).
Con respecto a esto, en un primer momento Guardini nos dice que el
hombre, posee una naturaleza distinta que la del resto de los seres vivos, ha sido
creado igual que ellos, pero de una manera especial: a imagen de Dios. En
segundo lugar, que el hombre no debe dominar solamente la naturaleza, sino
también sobre sí mismo, no debe tener fuerza sólo para obrar, sino también para
perpetuar su propia vida (Guardini, 1957: 38).
El poder constituye para el hombre un derecho y una obligación: la de
dominar, la semejanza natural del hombre con Dios consiste en este don del
dominio, en la capacidad de usarlo y en el poder que brota de aquí. El destino
esencial y la plenitud de valores de la existencia humana están expresados en la
respuesta que la sagrada escritura nos da a la pregunta acerca del origen del
carácter ontológico del poder, del que antes hablábamos. El hombre no puede ser
hombre y, además ejercer o dejar de ejercer el poder: le es esencial el hacer uso
de él.
El hombre debe conseguir la libertad del conocimiento, el poder sobre las
cosas y la plenitud de la vida. Todo esto significa que el hombre debe conseguir el
dominio en su más amplio sentido, pero permaneciendo sumiso a Dios y
ejerciendo como un servidor. Aquí Romano Guardini, critica fuertemente la
ideología burguesa que ha ido cada vez más perfeccionando el dominio sobre la
naturaleza para beneficio propio, sin desarrollar una ética que regule la utilización
de los recursos. Esta es en el fondo una concepción antropocentrista, que intenta
justificar la explotación desmedida de la naturaleza, por el simple hecho de buscar
el bienestar para el hombre, como una prioridad, amparándose en esta
concepción antropológica errónea, y dentro la cual incluso el pensamiento judeo-
cristiano se ha visto envuelta durante mucho tiempo al tergiversar el mandato
divino de dominar la naturaleza, no cómo un servicio sino como un derecho propio.
Para corregir esta apreciación Guardini propone la siguiente analogía:
“…por ello, el hombre no tiene el poder como un derecho propio,
autónomo, sino como un feudo. El hombre es señor por la gracia de
Dios, y debe ejercer su dominio ante Aquél que es Señor por su propia
esencia.” (Guardini, 1957: 40)
Otra metáfora que utiliza el autor para formarse una idea de la especie y
dimensiones del poder adquirido por el ser humano, es la que se puede alcanzar
al exponer la historia entera de la cultura.
El hombre creó sus primeros objetos con el fin de empezar a dominar la
naturaleza que hasta ese momento le parecía extraña, el uso del primer cuchillo,
martillo, las primeras vestimentas para protegerse contra la intemperie, la
fabricación de las primeras medicinas, las primeras construcciones
arquitectónicas, los primeros medios de transportes como el bote, la
domesticación de animales, el cultivo de plantas, etcétera. Todo ello con el fin de
dominar la naturaleza que le rodeaba.
Estos primeros objetos fabricados por el hombre tienen un significado
distinto al que tiene, por ejemplo, el hecho de que un pájaro construya su nido
(Guardini, 1957: 62-63). Debido a que el hombre tiene conciencia de lo que hace y
conoce la conexión existente entre la causa y el efecto. El ser humano siente y
comprende el sentido de la figura funcional y dirige los diferentes momentos de la
acción hacia su realización (Guardini, 1957: 63).
La utilización práctica de los diferentes objetos le permite confirmar,
rechazar o corregir lo que ha hecho instintivamente y lo conduce a nuevas
posibilidades (Guardini, 1957: 64). La memoria y la tradición se convierten en dos
elementos importantes para el hombre, le permite la primera guardar la
información en su memoria de lo que ha hecho, como ha actuado y si la forma en
como ha ejercido dicho dominio es útil para él, para los demás y para él mundo; la
tradición le ayuda a entender lo que sus antepasados han hecho y qué caminos
han seguido.
Después aparece un nuevo fenómeno. El hombre empieza a investigar la
naturaleza siguiendo métodos exactos, es acá donde aparece la técnica, ésta le
proporciona al ser humano su carácter de poder y el de dominio en un sentido
agudo, ya que a partir de este momento, el hombre no solo se dedicará a
contemplar la naturaleza o entenderla solo con el sentimiento, sino que empezará
a dominarla mediante un método experimental y matemático, hasta al punto de
cambiarla y manipularla a su antojo.
La técnica hace que surja la máquina, esto ha producido grandes ventajas
al facilitar la vida para el hombre, sin embargo Guardini cuestiona si en verdad el
adquirir elementos tecnológicos como los medios de transporte cada vez más
veloces, han logrado hacer que el hombre viva mejor, y que con esto sea más
feliz. Hemos reflexionado al respecto y reconocemos que esta cuestionánte se
responde negativamente el observar cómo los avances tecnológicos han
acelerado el ritmo de vida, al punto que tenemos medios de transportes más
veloces que nos ahorran tiempo, pero que a su vez nos aceleran en la producción
de más actividades que lejos de llevarnos a una armonía, están ejerciendo mayor
desgaste e insatisfacción en el ser humano.
Por otra parte el fenómeno de que las máquinas se estén produciendo con
la capacidad de que se regulen y reparen a sí mismas, está haciendo que cada
vez más se desplace al hombre de su labor personal, le imposibilitan ser co-
creadores directos de sus productos e incluso lo hacen dependiente de las
mismas máquinas que se han creado.
Las máquinas construidas por el hombre, le quitan la fuerza de producir al
hombre. El hombre debido a ellas pierde la riqueza de la creación personal. El
productor (el hombre) renuncia a la vida individual de la obra y se acostumbra a no
querer producir más de lo que la máquina le permite, surge el mero trabajador que
sirve a la máquina. También surge el consumidor moderno que le gustan los
artículos en serie producidos por las mismas (Guardini, 1957: 69-70).
Anterior a la técnica el hombre tenía una vivencia personal con la
naturaleza, tenía conocimientos teóricos y la trabajaba con sus manos. Con el
crecimiento de la técnica y el surgimiento de la máquina se desplaza ese carácter
vivencial del hombre, a uno más objetivo en sí mismo que el sentimiento ya no
puede experimentar directamente. Esto provoca en el hombre una incapacidad de
sentir, la indiferencia con respecto al mismo hombre, los objetos dejan de llevar en
sí mismos el espíritu de su creador puesto que ya no son hechos a mano.
Un mundo cada vez más extendido, percibe al hombre como un factor
económico, tiende a tratar a los hombres de la misma manera que la máquina
trata a la materia prima con que fabrica un producto.
La naturaleza y el mismo hombre están cada vez más a disposición del
dominio del poder: económico, técnico, organizador, estatal. Esto se refleja en una
frase de Guardini que dice: “El hombre dispone de la naturaleza como dueño pero
al mismo tiempo el hombre dispone del hombre, el Estado dispone del pueblo, y el
sistema técnico, económico estatal que se desarrolla por sí mismo dispone de la
vida” (Guardini, 1957: 78).
Afirma Guardini que ante tantos avances tecnológicos, con el
perfeccionamiento de la técnica el hombre ha llegado creer que su poder de
disponer de lo que le ha sido dado (la naturaleza), va en aumento ya que cada vez
cree conocerla más. Sin embargo el hombre debe replantearse la imagen de
poder que tiene sobre el mundo, ya que, a través de la historia, este concepto de
poder ha venido transformándose y a su vez perdiendo el verdadero sentido.
En la edad antigua, el hombre colocaba su poder en la contemplación de la
naturaleza como medio de alcanzar el poder, pues la armonía descansaba sobre
la misma naturaleza.
Al llegar la edad media empieza el ser humano a colocar el poder en una
autoridad y poder sagrado (Dios), el cual se concebía como omnipotente y por
ende por encima de la naturaleza.
Para la edad moderna, a través del racionalismo y la técnica, el hombre
proyecta su poder sobre la naturaleza y empieza a sentirse dueño del mundo por
medio de sus obras, las cuales luego de darles un excesivo poder, se vuelven
imposibles de dominar. El poder que deberá buscar entonces el hombre
postmoderno es el de dominar el poder, ya que su propia creación se ha
empezado a salir de sus manos, alterando paradójica e irónicamente “el curso
natural de la naturaleza”.
El problema ha sido la imagen errónea que el hombre se ha hecho del
mundo, podemos recordar pocos años atrás cuando aún se nos enseñaba que
recursos como el agua eran inagotables, sin embargo la mala administración de
estos recursos ha llevado al ser humano a reconocer que el mundo no era
absoluto e ilimitado como se creyó en plena edad moderna. Guardini hace
hincapié en la conciencia que cada habitante de este planeta debe de tener en
cuanto a que cada acción que se realiza, tiene consecuencias, “todo actúa sobre
todo”, por ende el desarrollo de una nación no sólo puede medirse por su
economía, ya que los diversos ámbitos: social, higiénico, ecológico, entre otros,
repercuten en la totalidad.
Libera Guardini a la naturaleza de la responsabilidad que el ser humano le
ha querido abdicar de sostenerse a sí misma, pues afirma que no es la naturaleza
la que legitima y determina la historia. Apoya el ideal platónico de que el hombre
debe gobernar y administrar los recursos de forma que tal que prevalezca el bien
común y la justicia. Se opone Guardini para esta labor a los regímenes totalitarios.
Ante la preocupación de si el hombre se encuentra a la altura de su obra, es
importante rescatar que el autor del “Poder” denomina casi como demoníacas, las
obras del hombre que han ido más allá, para convertirse en algo extrahumano,
cósmico. Con estas, el ser humano lejos de poder dominarlas, ha llegado más
bien a depender de ellas. Es fácil concretizar dichas creaciones humanas, en
artefactos como las computadoras o los celulares, los cuales se han convertido, en
el medio de subsistencia de tantas personas o en los vicios más actuales de
muchos otros, para los cuales por ejemplo, ya se han tenido que crear programas
de desintoxicación de redes sociales.
Dentro de este contexto que podría percibirse absurdo y negativo, Guardini
presente la esperanza en Dios en una nueva estructura humana, en Dios, al
afirmar que Él siempre será más grande que cualquier obra del hombre, de sus
manos nunca se podrá salir el mundo, sin embargo y a su vez rescata el poder
que este mismo Dios ha puesto en el hombre, su libertad para actuar:
La historia comienza de nuevo en cada momento, en la medida que es decidida
siempre de nuevo por la libertad de cada hombre. Pero también cuando
procedentes de su fondo creador, aparecen figuras y formas de acontecimientos
siempre nuevas. Y por ello esta esperanza tiende a instaurar una realidad humana
que esté a la altura del inmenso poder que hasta ahora los hombres han
producido, pero ya no dominan. (Guardini, 1957: 121)
El hombre que puede asumir el reto de dominar el poder es presentado por
Guardini, no como una nueva personalidad, sino como toda una nueva estructura
humana, un hombre capaz de tener una relación con el poder de forma que en
este no busque en la cultura futura el bienestar sino el dominio, en el cumplimiento
de la misión que Dios ha puesto al hombre. Es un hombre que asume la técnica
en su sentimiento de vida, se identifica con ella. Hace uso de ella con
espontaneidad y responsabilidad. Es un ser humano con memoria histórica, con
un sentido del peligro de lo que acciones como la bomba de Hiroshima podría
volver a causar. Un ser cariñoso que quiera cuidar el mundo. Describe este nuevo
hombre como no liberal, en el sentido de que debe ser alguien que permita
introducir el elemento Absoluto que rija la vida, para evitar el relativismo. Un
hombre que sepa mandar y obedecer, justamente teniendo a Dios como ese ser
Absoluto como norma de vida, para que todo mandato parta de Él y toda
obediencia se refiera a Él, esto atribuye a su vez, la ascética como otra
característica que se retoma de la edad antigua para esta nueva estructura
humana, argumentándose que por medio de esta práctica el hombre puede
dominarse a sí mismo y es que sólo aquel que se domine a sí mismo, podrá
dominar el mundo. Por ende es un hombre religioso, que debe estar dispuesto a
tener una estrecha relación con Dios y que la demuestra en la relación solidaria
con sus hermanos al trabajar con camaradería, por una obra común.
Frente a la amenaza de que podamos caer en una autodestrucción el
hombre quisiera saber que puede hacer, frente a esto Guardini dice que son
importantes todas las decisiones referente a la política, externa como interna,
también solucionar los problemas económicos, sociales, etc. Pero él se enfoca en
llegar al ámbito donde “da en último término su determinación suprema a todo lo
que se hace o se deja de hacer: la esfera donde la persona ve, juzga y decide
(…)” (Guardini, 1957:135) y también la parte educativa.
Seguidamente dice que hay que hacer un cambio de paradigma dónde el
hombre no vive ya según la naturaleza que aparece como lo dado sin más, ni
tampoco vive determinado por la historia donde hay dificultades, perturbaciones,
destrucciones particulares, sino que está determinado por el espíritu. No un
espíritu que es de la naturaleza, sino más bien un espíritu que obra desde sí
mismo, que es libre. Vive y goza de buena salud por la buena relación de su
espíritu con la verdad y con el bien, y que debe cuidarlo porque éste se puede
pervertir. El hombre existe en sus límites, está en el mundo y al mismo tiempo
fuera de él, inserto y dominándolo, en una relación inmediata con Dios, que le ha
entregado el mundo a su responsabilidad y le pide cuentas del mismo. Ya la
historia no transcurre por sí misma como algo incontrolable sino que ésta es hecha
por este hombre que vive según el espíritu. Así la realidad está entregada a su
decisión de qué hacer con este poder que tiene, que está en su esencia. Si el
hombre se desconecta de las normas provenientes de la verdad entonces éste
poder se desvirtúa. Ahora el hombre determinado por el espíritu debe conocer y
asumir la medida total de su responsabilidad, debe encontrar la verdadera relación
con la verdad y esencia de las cosas, con las exigencias de su intimidad más
honda y, en último término con Dios, de otra manera sucumbe a su propio poder y
se da una catástrofe global. Debe hacer lo que exige la esencia del ente.
Ahora bien puede hacerle frente desde la escuela y la universidad donde se
conozca hacia dónde tienden las transformaciones históricas, que es lo que se
encuentra en sus bases y que problemas platean. Para esto debe hacer esfuerzos
de tipo cognoscitivo y formativo en ellas, buscar la investigación individual y de la
profesión. No debe someter a influencias ya sea económicas, políticas o
ideológicas a esta educación. Afirma Guardini que la Edad Modera se adueña
intelectualmente de las innovaciones que resultan necesarias y les impone una
organización y con esto socaba ésta reflexión. El hombre ahora tiene que
examinar los hechos elementales de su existencia porque si no lo hace ésta le
pasa por encima siendo éstos aún más extraños de lo que eran antes por eso la
importancia de la educación.
Se pensaba que la economía y la política debían ser conducidas de
“manera realista”, entendiendo por ello una forma de obrar que no time en
consideración los valores últimos, el destino personal del hombre, las exigencias
de Dios. Guardini contrarresta esta creencia diciendo que más bien es poco
realista ésta idea ya que se deja por fuera algo que es importante para el hombre
y sería como contrarrestar una enfermedad corporal sólo desde lo corporal y no de
forma integral.
Prosigue diciendo que el hombre exige una “metanoia” si quiere afrontar la
realidad y realizar un examen de toda la actividad vital y una transformación de la
manera como se ven y se aceptan los hombres y las cosas, debe volver a la
esencia de las cosas. Todo esto significa afrontar la responsabilidad personal
frente al poder y no huir de la responsabilidad que se tiene, así poner atención en
las pequeñas cosas para poder transformar las más grandes, es decir tener
dominio de sí primero para luego afrontar la política.
Por último lanza unos puntos de vista prácticos para afrontar la situación.
Primeramente afirma que es necesario que el hombre retome la actitud
contemplativa que tuvo en las épocas pasadas, una actitud donde rece y medite.
No tiene que ser algo necesariamente cristiano, sino que, puede leer algo que lo
haga meditar y contemple las cosas para que se encuentre con su intimidad ya
que sin esta actitud no hay conexión con la verdad, con el centro de la vida, con lo
esencial y permanente; así el hombre sin ésta actitud sigue siendo un ser
determinado por el poder y no al revés. Segundo, el hombre debe plantearse la
pregunta elemental por la esencia de las cosas, para que fueron hechas y cuál era
su espíritu inicial. Tercero, el dominio del mundo presupone el dominio de sí
mismos. Y por último plantear seriamente el problema del punto de convergencia
último de nuestra existencia, es decir el problema de Dios, ya que el ser humano
solo existe en cuanto referido a Dios.
Habiendo estudiado el concepto que propone Romano Guardini sobre el
poder, nos referiremos a algunos numerales específicos de la encíclica Laudato
Si’, en los cuales consideramos puede existir cierta influencia directa o indirecta
del pensamiento de Guardini, sin intentar abarcar la totalidad de la encíclica.
Con respecto a las conductas ambiciosas de acumulación de riqueza y de
poder del hombre que Guardini expone, el Papa expresa en el numeral 59 lo
siguiente:
“Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros
estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser
humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos:
intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las
decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera.”
Podemos apreciar una denuncia similar del Papa a la que hace Guardini
respecto a la conducta irresponsable del hombre sobre el mal uso del poder, ya
que cuando este se desvirtúa de su esencia, lleva al ser humano a hacerse
esclavo de sus mismas obras, de forma tan viciosa que acaba por hacerse
indiferente ante la destrucción del mundo y siendo dominado por este poder y no
viceversa.
El Papa al igual que Romano Guardini utiliza el relato del Génesis, para
atacar la visión errónea antropocentrista. Él dice en el numeral 67:
“(…) no somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada. Esto
permite responder a una acusación lanzada al pensamiento judío-
cristiano: se ha dicho que, desde el relato del Génesis que invita a «
dominar » la tierra (cf. Gen 1,28), se favorecería la explotación salvaje
de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como
dominante y destructivo.”
De esta forma aclara la concepción antropológica sobre que el ser
humano no tiene poder absoluto sobre la naturaleza sin responsabilidades,
sino más bien que ésta le fue concedida para su administración y
preservación, no su explotación y destrucción.
Podemos ver la necesidad de una ética aplicada en la administración
de los recursos naturales a partir de la conciencia de la finitud de la naturaleza
dice en el numeral 78:
“Un retorno a la naturaleza no puede ser a costa de la libertad y la
responsabilidad del ser humano, que es parte del mundo con el deber
de cultivar sus propias capacidades para protegerlo y desarrollar sus
potencialidades. Si reconocemos el valor y la fragilidad de la
naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el Creador nos
otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso
material sin límites. Un mundo frágil, con un ser humano a quien Dios
le confía su cuidado, interpela nuestra inteligencia para reconocer
cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder.”
Además podemos resaltar en el numeral 95 una preocupación por
el bien común, como obligación por la justicia social:
“El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la
humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo
para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre
la conciencia el peso de negar la existencia de los otros.”
El Papa al igual que Guardini, percibe la tierra como un don de Dios,
que se debe preservar, dice en el numeral 146:
“La tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los
antepasados que descansan en ella.”
Por otra parte el Papa también hace hincapié en la relación directa que
existe entre el dominio sobre nuestro cuerpo y el del ambiente, en el numeral 155
dice:
“La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria
relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia
naturaleza, nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con
el ambiente y con los demás seres vivientes.”
La preocupación latente por una excesiva productividad que se sale del
dominio del hombre lo vemos en el Papa en el numeral 161:
“El ritmo de consumo, de desperdicio y de alteración del medio
ambiente ha superado las posibilidades del planeta.”
El Papa nos propone al igual que Guardini una solidaridad para con los
demás, e incluso extiende el lazo no sólo para las personas de la misma
generación en el numeral 162:
“Además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la
urgente necesidad moral de una renovada solidaridad
intrageneracional”
El papa también nos previene del peligro de autodestruirnos por la degradación
ambiental al igual que Guardini:
“(…) intentemos ahora delinear grandes caminos de diálogo que nos
ayuden a salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos
sumergiendo.”
Podemos concluir en definitiva que el pensamiento de Guardini pareciera
que si influye en la síntesis del Papa Francisco por diferentes elementos como es
una ética para el poder, buscar la responsabilidad, cambiar la visión errónea de
un antropocentrismo judeo-cristiano. Al confrontar los dos textos en estudio
encontramos muchos puntos de congruencia, incluso hasta la terminología que
podemos apreciar en el libro El Poder de Guardini. La relación de poder con el
servicio ha tenido un profundo auge en la población, no sólo católica, sino
mundial, nos percatamos de no es una frase aislada sino que viene acompañada
de aplicaciones específicas en tantos ámbitos como los que el Papa intenta
iluminar en su magisterio. Se podría continuar la investigación analizando los
demás libros de Guardini para ver que tanto se retoman ideas de él y hasta
esperar una futura entrevista del Papa donde hable de su influencia.
Bibliografía:
Guardini, R. (1957) El Poder. 4aEdición Guadarrama, traducido del alemán por:
Andres-Pedro Sanchez Pascual. Madrid. Versión en PDF.
SS. Francisco, (2015) Laudato Si’. Versión en PDF.