La Lectura Correcta y Expresiva

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La lectura correcta y expresiva

Ricardo Jaimes Freyre

l eximio poeta de Aeternum vale y Los sueños son vida, escribió también dos excelentes tratados: Leyes de la versificación castellana y La lectura correcta y expresiva

(al margen de su producción dramática, . narrativa e histórica). Este manual de enseñanza-aprendizaje de la lectura trata una diversidad de temas relacionados con esta actividad: la pronunciación, el silabeo, la entonación y las.inflexiones de la voz, las pausas y la repetición, que -a pesar de ser destrezas periféricas-resultan indispensables para obtener una lectura correcta, primero, y una lectura expresiva, después. Trata también de aspectos concomitantes o paralectores como los que se refieren a la actitud y el gesto que debe observar quien lee. Jaimes incluye; además, y como no podía ser de otro modo tratándose de un poeta, m capítulo referido a la lectura de los versos. Este magistral tratado termina con un resumen de lo más útil que deben saber y aplicar los profesores para la enseñanza de la lectura.

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Ricardo Jaimes Freyre

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PREFACIO

Una de las artes más descuidadas y, sin embargo, una de las más necesarias, es el . arte de la lectura... El que lee bien 110 sólo encanta el oído, sino que hace gustar

al espíritu de las cosas bellas y grandes, eleva las mediocres, deja notar hasta las menores delicadezas del estilo, da interés y vida a todo.

Así se expresaba Mon. Dupanloup en una carta a un profesor de lectura, y afiadía: Hasta el presente la educación no se ha consagrado gran cosa a cultivar en los estudiantes la flexibilidad de la voz, la precisión del oído, la atención del espíritu y la delicadeza de observación necesarias para leer bien. Una laguna tan deplorable proviene en parte de la falta de libros elementales convenientes. s

Desde la época en que estas palabras fueron escritas, se han multiplicado los libros destinados a la lectura artística; pero todos ellos son, más que textos para colegiales, obras amenas en que se revela el ingenio de sus autores, sus condiciones de estilistas y la excelencia de su argumentación en favor del arte de leer. Los preceptos -cuando los hay-están perdidos entre disertaciones y anécdotas, más o menos interesantes y oportunas, que alargan los libros y los tornan inadecuados para colegios y escuelas.

Estoy muy lejos de censurar estos trabajos; al contrario, pienso que se les debe, en gran parte, la idea cada vez más generalizada de que es agradable, útil y hasta necesario leer bien. A ellos -sobre todo al encantador tratado de Legou vé, tan conocido entre nosotros- se debe la difusión de la enseñanza de este arte en las escuelas públicas, pero el maestro que los estudia, y que se deja convencer por ellos de que es conveniente enseñar a leer, tropieza con la dificultad de la falta de un texto que recomendar a sus alumnos; 110 puede hacerse auxiliar en sus lecciones prácticas con la sólida prepara-ción que da la teoría. Con todas sus cualidades -y algunos son excelentes- los tratados que figuran en los catálogos de librería, no sirven para el caso. El maestro los consulta quizá; los toma como guía, pero no los adopta como texto. Los textos exigen precisión, claridad, sencillez, concisión, síntesis.

He ahí las cualidades que he procurado dar a este opúsculo. Me han auxiliado mi práctica en la cátedra, la observación de los métodos que emplean los maestros y el éxito que obtienen; he presenciado clases en escuelas y colegios, y he revisado cuidadosamente los libros existentes sobre la materia. El resultado de esta experiencia y de este estudio, lo he condensado en un cortísimo número de páginas -el menor número de páginas que me ha sido posible, a Fin de no recargar mucho la memoria de los alumnos a quienes está destinado y dejar amplitud a la obra del profesor.

He creído útil comenzar por unarevisión de laorto/ogiaparahacermás sólidala base del edificifl^fentre nosotros Se habla generalmente muy mal; se suprime algunas letras; sé-pronuncia equivocadamente otras; se precipita inmoderadamente la voz o se emplea una lentitud ridicula; se arranca con gestos simios las palabras que se resisten a salir de la garganta; se pierde, en fin, lamenlablemente toda la eficacia que da ai razonamiento la pronunciación justa y apropiada. Lo primero, por lo tanto, es aprender a hablar; repasar las>x reglas y ensayar su aplicación hasta que se domine los malos hábitos. -

Están muy errados los que creen que la práctica basta para adquirir las condiciones de buen lector. La práctica, sin correcciones y sin preceptos, puede dar fluidez y aun expresión; pero arraigará todos los defectos naturales y todos los vicios adquiridos.

El estar exclusivamente limitada a la práctica la enseñanza de la lectura en la escuela, XLII-XLm • 279

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-decía un eminente pedagogo- es un hecho suficiente por sí mismo para explicar por qué se forman imperfectos lectores en ella1.

¿Es posible mientras se lee acordarse de las reglas de la lectura? He ahí una pregunta muy frecuente.

No; no es posible; como no lo es acordarse de las reglas de la esgrima durante un desafío; pero el que haya aprendido esas reglas y las haya afirmado con el ejercicio, no necesitará recurrir a su memoria, llegado el caso. Las aplicará sin darse cuenta de ello. INDAGACIONES PARA EL EMPLEO DE ESTE TRATADO

No existiendo libro alguno -que yo sepa-, que pueda servir de texto en los establecimientos de educación para enseñar la lectura correcta y expresiva, he tenido que adecuar el mío a las necesidades igualmente sentidas en las escuelas primarias y en los institutos de segunda enseñanza. Es necesario tener esto en cuenta al utilizarlo.

En los grados o cursos cuyos alumnos hubieran estudiado ya la prosodia, no es necesario el primer capítulo: De la pronunciación; pero puede ser conveniente para una revisión de los conocimientos adquiridos. El profesor juzgará.

En los grados inferiores puede suprimirse una parte de las observaciones que en cada capítulo preceden a las reglas y todoel capítulo final que se refiere a la lectura de los versos.

En ningún caso conviene suprimir lo referente a entonación e inflexiones de la voz, pausas, respiración, actitud y ademanes (Capítulos II, III, IV y V). A lo sumo se puede abreviar, pasando por alto las reflexiones generales y los argumentos; pero conservando todo lo que sea principios, indicaciones y reglas.

Al fin del libro encontrarán los profesores y los maestros algunos consejos que contribuirán a dar mayor eficacia a su labor.

CAPÍTULO I De ia pronunciación 2. La pureza y la claridad de lapronunciación consisten en dar a cada letra su verdadero

sonido y graduarlo suficientemente para que sea perceptible; en silabear y acentuar con corrección las palabras.

Pronunciación de las letras Cada letra del alfabeto castellano tiene un sonido propio, inconfundible, que sólo

puede ser conocido por el uso o por el aprendizaje práctico. Una vez que se le conoce, debe tenerse presente que ese sonido no varía, cualquiera que sea la situación de la letra en la palabra.

Hay tres excepciones: La c, que tiene sonido suave cuando está antes de las vocales e, i (cerrar, cielo) y

fuerte en todos los demás casos (corona, clase, vivac). Lag, que tiene sonido fuerte antes de las vocales e, i (general, giro) y suave en todos

los demás casos (grave, gorra, zig-zag). La r, que tiene sonido fuerte al principio de palabra (roto, rayo) y después de las

consonantes /, n, s (alrededor, honra, Israel) y suave en todos los demás casos (aurora, ardiente, hablar). ¡

Hay dos letras mudas:

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La h, que lo es siempre (honor, alhaja) excepto cuando va precedida de una c (ocho, hacha).

La u, que lo es solamente en las sílabas que, qui (querer, quince) y en las sílabas gue, gui (guerra, guía). Cuando la u lleva diéresis (U) debe ser pronunciada (agüero, Cliernes).

Hay cinco letras cuya pronunciación difiere según los países en que se habla la lengua castellana: la c suave y la z, que en toda América se pronuncia como í; la v, que ordinariamente se pronuncia como b, y la y y la 11, que en la República Argentina, en oíros países americanos y en ciertas regiones de Espaíía, se pronuncian con un sonido suave, semejante al de la j francesa5.

Hay algunas palabras que comienzan por dos consonantes que no pueden formar sílaba juntas; como esta combinación es contraria a la índole del idioma, exige un esfuerzo que produce inevitablemente la afectación (czar, psicología, pseudo). En estos casos conviene no pronunciar la primera letra.

En resumen, estudíese, en primer término, la perfecta pronunciación de cada letra, corrigiendo con perseverancia los errores hasta hacerlos desaparecer y multiplicando los ejemplos, especialmente de las excepciones de la c, la g, la r y la «.

La manera de corregir los defectos de pronunciación es ensayarse en poner los órganos vocales en la posición que requiere el sonido exacto de cada letra: en la a expeler el aire con la boca bien abierta; en la e la boca un poco menos abierta y la lengua junio a los dientes inferiores; en la i los dientes muy próximos, los labios entreabiertos y la lengua cerrando casi el paso del aire; en la o haciendo avanzar y redondeando ligeramente los labios; en la u haciéndolos avanzar más aún y casi juntándolos,

En las consonantes hay que tener en cuenta que unas son nasales, oirás guturales, labiales, linguales, ele., y ejercitarse mucho en su pronunciación, hasta darles el verdadero sonido, impidiendo que ciertos órganos intervengan donde no sean necesarios; por ejemplo: no se haga nasales las letras que no lo son por su naturaleza. Procúrese abrir bien la boca, sin llegar a la mueca, y separar los dientes para facilitar la salida de la voz.

Es absolutamente inútil pasar adelante cuando no se ha aprendido a pronunciar bien cada letra, no aisladamente, sino formando parte de una palabra. Esto es lo que se llama ortología fónica.

REGLAS 1* Dése a cada letra el mismo sonido, cualquiera que sea su situación en la palabra,

hay tres excepciones: la c la g y la r. 2' No se pronuncie la li sino cuando vaya precedida de c. 3" No se pronuncie la u en las sílabas que, qui, gue, gui, salvo que tenga diéresis ("). 4" Cuando una palabra comience con dos consonantes que no pueden formar sílabas

juntas, no se pronuncie la primera. 5 a Salvo en los casos a que se refieren las reglas anteriores, pronuncíese todas las

letras de cada palabra, sin excepción alguna. 6* Evítese la afectación, no cambiando ni el tono ni el gesto al pronunciar

determinadas letras, muy especialmente la x. Silabeo Para que una palabra suene bien es necesario que las letras se junten o se separen

correctamente al formas las sílabas. Eslo es lo que se llama silabear. Por muy fluida y muy rápida que sea la lectura, los errores del silabeo resultarán

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sensibles. No suena los mismo af-o-ro que a-fo-ro, ni gran-i-zo que gra-ni-zo, ni aus-iri-a-co que aus-tria-co.

1 Debe cuidarse, sobre todo, la pronunciación independiente de las vocales llenas. Es frecuente el vicio de reunir en una sola sílaba dos de estas vocales y pronunciar león en vez de le-ón, y poe-sí-a en vez depo-e-sí-a; el esfuerzo para formar el diptongo obliga, no pocas veces, a decir lión, puesta. También se suele separar defectuosamente vocales que deben estar unidas y decir vi-u-do en vez de viu-do.

Lo mismo pasa con las consonantes que pronunciadas fuera de las sílabas que les corresponden, destruyen la prosodia; es notable la diferencia entre en-hies-to y e-nhies-to.

La existencia del diptongo (reunión de dos vocales en una sílaba) o del triptongo (reunión de tres vocales en una sílaba) no ofrece inconvenientes para el correcto silabeo, pues estas combinaciones están sujetas a ciertas reglas que casi siempre permiten recono-cerlas sin dificultad. Van anotadas en seguida.

Es preciso habituarse a pronunciar todas la sílabas de una palabra con igual intensidad de voz, sal vo la acentuada que debe tenerla mayor. Se desluce por completo una lectura cuando alguna sílaba suena débilmente, lo que es muy común, especialmente en los finales de palabras esdrújulas.

REGLAS I a cuando una letra consonantes se halla entre dos vocales, forma sílaba con la que

le sigue (a-la, o-so). 2" Cuando dos consonantes se encuentran juntas entre dos vocales, la primera con-

sonantes forma sílaba con la primera vocal y la segunda consonante con la segunda vocal (ar-te, cos-ia, ac-ción) exceptuándose los casos en que la primera consonante sea licuante y la segunda líquida porque entonces no pueden separarse y ambas forman sílaba con la segunda vocal (do-blar, a-gra-dar). Las letras licuantes son b, c, d,f, g, k, p, t, y las líquidas r, l.

3' Cuando tres consonantes se encuentran entre dos vocales, las dos primeras se juntan a ¡a primera vocal y la otra a la segunda vocal (obs-ta, abs-te-ner-se). Hay la misma excepción que en la regla anterior cuando las dos últimas consonantes son licuante y líquida que no pueden separarse (cos-tra, Aus-tria).

4* Cuando cuatro consonantes se encuentran entre dos vocales, las dos primeras forman sílaba con la primera vocal y las dos últimas con la última vocal (abs-tra-er, ins-tru-men-to).

5" Cuando la x va entre dos vocales, su sonido se divide entre ambas y equivale a es (examen, se pronuncia ec-sa-men; exótico, se pronuncia ec-só-ti-co). Cuando la x va seguida de una consonante o al fin de una palabra, su pronunciación es poco diferente de gs (extraño, egs-traño; extenso, egs-ten-so; fénix, fe-nigs).

6' Cuando se encuentran j untas dos vocales llenas (a, o, e) cada una forma una sílaba (te-a-tro, hé-ro-e, po-e-sí-a).

T Dos vocales débiles juntas (i, u) forman una sola sílaba (Luis, triun-fo). 8" Dos vocales iguales juntas forman otras tantas sílabas (pro-ve-er, fri-í-si-mo). 9" Una vocal llena acentuada y una débil, forman una sola sílaba (rei-rla, vio-la). 10' Una vocal débil acentuada y una llena forman dos sílabas (pa-ís, pú-a). 11 * Una vocal llena y una débil cuando ninguna tiene acento, forman una sola sílaba

(vio-lín, trai-dor).

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12* Tres vocales juntas forman una sola sílaba en ciertos casos en que la vocal que está en medio es llena y va acentuada (cam-biais). Las palabras castellanas en que se encuentra esta combinación (triptongo) sonmuy pocas: lim-piais, lim-pieis, a-ve-ri-guais, a-ve-ri-gtíeis, cam-biais, cam-bieis, fra-giiais, fra-güeis, san-ti-guais, san-ti-gtieis, guay, buey, y algunas otras, en su mayor parte nombres geográficos (Pa-ra-guay, Biei-ra).

Las diéresis, sinéresis y sinalefas, que son excepciones a las reglas anteriores, se usan en la versificación y tienen su lugar en el capítulo respectivo de este tratado.

13" Todas las sílabas de una palabra, excepto la acentuada, deben ser pronunciadas con igual intensidad de voz. s.

14* Cúidese especialmente la pronunciación clara de la última sílaba en las palabras llanas o graves y de las dos últimas en las esdrújulas.

Acentuación de las palabras Una vez que se ha aprendido a pronunciar con claridad las letras y a silabear

correctamente, es preciso cuidar del acento prosódico de las palabras. No todas exigen que en alguna de sus vocales aumente la intensidad de la voz, que es lo que constituye el acento prosódico. Carecen de este acento los vocablos que no tienen sentido propio, es decir, que nada significan por sí mismos; que sólo tienen sentido de relación. Las palabras que, para, la y, aisladas no expresan nada y, por lo tanto, no tienen acento prosódico; en estas condiciones están las proposiciones, los artículos, los pronombres posesivos apocados, el relativo que, las conjunciones monosilábicas, etc. Todas estas voces formarán, al parecer, una sola con la primera que tenga sentido propio; por ejemplo: en una casa, se leerá como si estuviera escrito: enunacasa.

Además, entre las palabras que tienen acento hay algunas que exigen mayor intensidad de voz al pronunciar la sílaba que lo lleva: son las palabras principales de cada frase. Si el mayor esfuerzo se hiciera en una palabra de pofca importancia, la expresión sería defectuosa. vC

No hay palabra que tenga dos acentos, aunque parezca lo contrario al examinar las compuestas (barbilampiño, bocamanga, cuidadosamente). En la lectura, como en la conversación, uno de ellos es absorbido por el otro. ;

Las palabras que tienen sentido propio pueden exigir que la intensidad de la voz recaiga en la última sílaba (agudas) o en lapenúltima (llanas o graves) o en la antepenúltima (esdrújulas) o en la cuarta, contando de derecha a izquierda (sobreesdrújulas). La acentuación correcta depende de laexactitudcon que se llena esta exigencia del idioma. No será buen lector el que diga máestro, en vez de maéstro o egóista por egoísta.

Puede suponerse que el lector ignore si una palabra es aguda, grave, esdrújula o sobreesdrújula, y tenga, por consiguiente, dificultades para pronunciarla. Es inútil formular reglas para estos casos, porque las de la ortografía que serían salvadoras, no siempre son respetadas por los autores y los editores y han sufrido notables variaciones con el correr de los tiempos, y las fundadas en la índole de la lengua o en la estructuramaterial de las palabras son absolutamente ineficaces para facilitar una buena prosodia4.

Algunos hábiles lectores, cuando se encuentran con palabras extranjeras o poco usadas, cuya ortografía no les permite conocer a primera vista el lugar del acento, orillean el inconveniente pronunciándolas con lentitud, con cierto disimulado silabeo, que produce una leve apariencia de afectación. Es sabido que una palabra dividida en sílabas pierde su acento.

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Fuera de ésta, no debe reconocerse ninguna dificultad para leer las voces cuyo sentido se ignore. Si la expresión no puede ser perfecta, puede y debe serio la pronunciación, ya que se conoce el sonido de cada letra y las reglas del silabeo.

REGLAS 1'Tienen acénto prosódico las palabras que encierran sentido ¡propio (libro, jugar).

No lo tienen las que encierran sentido de relación (los, unos, con). 2" En cada frase debe aumentar la intensidad de la voz en la sílaba acentuada de la

palabra o palabras más importantes. 3" En las palabras compuestas el acento corresponde al último componente. 4' Las palabras sobreesdrújulas que se encuentren en medio de una frase, deben

leerse como si fueran dos: una grave o llana, con su acento respectivo y oüa formada por dos o tres sílabas sin acento propio (guardándo-noslo).

5* Al final de una frase la palabra sobreesdrújula conserva su acento y debe pronunciarse cuidando de no ahogar el sonido de las últimas sílabas.

6" Cuando una vocal tiene acento ortográfico exige el acento prosódico. C A P Í T U L O I I

Oe la entonación y las inflexiones de la voz Pronunciar perfectamente las letras, silabear bien, acentuar las palabras como

corresponde, dar suficiente intensidad a la voz en todos los momentos, sin perder jamás el timbre, he ahí lo que podría llamarse condiciones materiales de una correcta lectura; pero quien se limitara a ellas no habría dado más que los primeros pasos; con un poco de trabajo se podría obtener el mismo resultado leyendo en una lengua desconocida, pero faltaría la expresión que es el alma de la lectura.

La expresión exige entonación e inflexiones de voz apropiadas al sentido de lo que se lee. Se basa en la comprensión por el lector de todos los vocablos que el autor emplea y de todos los pensamientos que emite.

No debe suponerse la lectura en público de una página cuyo sentido no se comprenda Sin embargo, si el caso llegara, el lector tendría que limitarse a seguir las reglas ya dadas para la pronunciación. La expresión justa le sería imposible.

Se ha censurado agriamente el precepto que manda leercoino se habla-, sin embargo, es el mejor de todos.

Leer como se habla es leer con sencillez, con sentimiento, con vehemencia, con arte, en una palabra, puesto que así se imita a la naturaleza. Leer como se habla es dar vida a la lectura.

¿Y si se habla mal? Lo primero es hablar bien. No puede pretenderse que quien habla mal lea bien; que

quien convierte todas las letras en nasales, por ejemplo, o aprieta los dientes al emitir la voz, llegue a dominar a su auditorio mientras no se corrija de estos defectos. Además, leer como se habla no quiere decir dar a la lectura la entonación y la inflexión propias de una conversación vulgar, sino las que cada uno daría a las palabras que lee si en vez de leerlas tuviera que decirlas para expresar pensamientos o sentimientos personales. Imagínese un apóstrofe violento: ¡Bribón! ¡Imbécil! por ejemplo, ¿qué tono emplearía el lector para lanzar estos epítetos en la vida ordinaria? El mismo necesitará en la ficción de la lectura. La fuerza de la voz puede variar, el tono no.

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La diferencia entre la declamación teatral o la oratoria y la lectura, está en que las dos primeras pretencfen expresar pensamientos propios y del momento; la lectura, senti-mientos propios o ajenos, pero no actuales', luego, deben distinguirse por\aintensidad, nada más; menos intensidad en la lectura, más en la oratoria y la declamación.

Naturalidad significa emoción, fuego, ira, alegría, indiferencia, ansiedad, ironía, pasión, según los casos. Para leer bien es necesario leer con naturalidad y para leer con naturalidad es indispensable que la expresión esté de acuerdo con el sentimiento que se expresa. El arte consistirá, pues, en dar a lo que se lee la expresión que se da ordinariamente a lo que se dice; esto es: en leer como se habla. La declamación es tan contraria a la naturalidad como el recitado inexpresivo. En resumen: todos los vicios de la mala lectura se reducen a uno: leer sin naturalidad.

Así concretadas las cosas, el arte puede limitarse: I o A corregir los defectos ordinarios de expresión. V A dar naturalidad a la lectura.

Los defectos ordinarios, fuera de los que corresponden a la pronunciación, a la acentuación y al silabeo, son los siguientes:

a) Gritar cuando se necesita dar energía a lo que se dice. La energía se obtiene lo mismo alzando que bajando la voz y a veces más bajándola. Sólo la voz media expresa estados medios. Gritar no prueba nada sino mala educación.

b) Tartamudear o repetir palabras o sílabas, defecto que suele adquirirse en las escuelas, cuando se quiere ganar tiempo para dar una respuesta. .

c) Expresarse con rapidez excesiva para probar que se domina el asunto o con lentitud exagerada para facilitar la elección de los vocablos, o por malos hábitos adquiridos, una y otra cosa tienen resultados deplorables; fatigan igualmente al que escucha y atenúan o destruyen el efecto perseguido.

d) Mantener la voz en un solo registro, lo que produce insoportable monotonía. La voz debe variar, aumentando o disminuyendo su intensidad, subiendo o bajando su tono.

e) Dar cierto aire de tristeza quejumbrosa o de desgano o de malicia a todo lo que se dice.

f) Hablar en voz muy alta o muy baja. Perder a momentos el timbre o sofocar el sonido.

g) Gesticular mucho o mantener inmóvil la fisonomía. Todos estos defectos y algún otro no anotado, desaparecerán -cuando no sean

originados por vicios orgánicos y, a veces, aunque lo sean- si el que los tiene se aplica cuidadosamente a corregirlos, haciéndose ayudar por un maestro o por cualquiera otra persona que lo acompañe frecuentemente.

La naturalidad en la lectura, es el objeto del presente tratado. Todas las reglas que siguen podrían ser reemplazadas, en cierta manera, con un simple estudio del verdadero sentido de lo que se ha de leer y con el propósito firme de dar a cada frase la expresión que conviene, porque es una verdad -sorprendente sin duda para los que no han ejercido el profesorado-, que nada hay más difícil que inspirar la resolución de leer bien. Los estudiantes prefieren fracasar a exponerse a la discusión de su habilidad como lectores: se avergüenzan de dar gracia color y fuego a su expresión y, a fuerza de timidez, acaban por hacer insoportables sus lecturas, privándose así de una ventaja de primer orden. Es necesario dolarlos poco apoco, y aun a pesar suyo, de esta habilidad, ensenándoles algunas reglas precisas.

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REGLAS 1" La altura y la extensión de la voz deben graduarse según el sitio en que se lea y

la proximidad de las personas que escuchan, evitándose igualmente el grito y el cuchicheo. Cuando se esté en una sala mediana o pequeña o ante un auditorio no muy apartado, la alt ura de la voz no puede ser otra que la ordinaria. En un gran salón se debe tomar en cuenta las últimas filas del público y alzar la voz lo estrictamente necesario para que sea oída en esas filas; la fisonomía y los ademanes involuntarios de los que las ocupan bastarán para hacer comprender si está llenado el objeto. Desde ese momento no es ya la altura ni la extensión de la voz sino la expresión lo que debe preocupar al lector.

2" El título del trabajo debe leerse siempre, y sin inflexión especial alguna; sencilla y claramente.

3"Debe comenzarse la lectura pausadamente y en tono simple y tranquilo. Conforme se vaya avanzando se desplegarán los recursos de que se disponga; cierta emoción en los pasajes conmovedores, evitándose el temblor de voz y el gemido; ligereza y alegría en los pasajes cómicos, sin llegar a la imitación grotesca; energía en la imposición de la voluntad y en las amenazas; reposo y seriedad en las reflexiones y relatos comunes; vivacidad en las conversaciones no sentimentales ni trascendentales; calor y vehemencia en la expresión de las pasiones; afectación en el sarcasmo y la ironía; gravedad en los consejos y sentencias.

4 a Cuando el trabajo que se lee empieza con una frase vehemente (exabrupto) la expresión tiene que acomodarse al sentido; pero la altura de la voz debe ser media, como en los demás casos. Comenzar una lectura con voz demasiado alta es prepararse un fracaso inevitable; muy en breve el auditorio queda aturdido y el lector mismo se aturde y pierde la facultad de matizar sus modulaciones. La voz demasiado baja tiene el inconveniente de exigir al público esfuerzos excesivos que no siempre está dispuesto a realizar, siéndole, entonces, muy fácil perder la atención.

5 a Evítese dar entonaciones iguales o semejantes a las conclusiones de las frases, de los párrafos o de los versos. Este vicio, muy común, es el principal generador de la monotonía y el que descubre más pronto la falta de habilidad del lector. Produce una especie de melodía o de salmodia muy desagradable.

6 a Evítese, así como la rapidez y la lentitud constantes, la rapidez y la lentitud en tiempos iguales, que no dependen del sentido del texto; por ejemplo; comenzar siempre las frases con lentitud y concluirlas siempre con rapidez..

7 a En la lectura de diálogos es conveniente marcar con ligeras modificaciones de la voz el cambio de las personas; pero cuidando de diferenciar y no de caracterizar, esto es, haciendo comprender que una cesa de hablar y que comienza otra, pero no imitando la voz de cada una de ellas. Cuando en el diálogo aparezcan los nombres de las personas que en él toman parte (en los dramas, por ejemplo) conviene leerlos siempre si las personas son muchas; si sólo son dos, leerlos al principio y suprimirlos después, o leerlos cada vez que sea necesario para dar claridad al texto.

8' Debe darse a la voz el tono de pregunta cuando se encuentre el signo de interrogación (¿ ?). Debe dársele el de asombro, dolor, ira, sorpresa, etc.; de acuerdo con el texto, cuando se encuentre el signo de admiración (¡!). Debe prolongarse el sonido de la última sílaba o cortarlo de repente, según los casos, cuando seencuentrepuntos suspensivos (...). Debe cambiarse levemente el tono, cuando se llegue al paréntesis (()). Debe leerse

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con más lentitud y recalcando un poco las palabras lo que esté entre letras diferentes de las comunes de la obra, lo que esté subrayado y lo que vaya entre comillas ("") o entre manecillas.

9* La marcha ordinaria de la lectura debe ser pausada; a momentos hacerse más lenta, a momentos precipitarse, según las ideas; hacer resaltar las palabras de más valor, los pensamientos más notables, los párrafos más interesantes. No hay otro medio de evitar la languidez, el cansancio, el hastío, y con ellos la indiferencia o el disgusto del auditorio.

10* Las palabras que generalmente requieren más expresión en cada frase, son las siguientes:

Los calificativos (Este libro es admirable). Los adverbios de modo (Juan se marchó tranquilamente). Las interjecciones (Bah! Dios mío! Ay!). Los imperativos de verbos (Si quieres salvarte, huye). Los aumentativos y diminutivos (hombrón, pequeñito). 11* Salvo casos muy raros, no requieren inflexión especial los artículos (un, una,

unos, unas, el, la, los, las, este, ese, aquel y sus femeninos y plurales, el pronombre relativo que, IÓS preposiciones, las conjunciones copulativas, la disyuntiva o y casi todas las adversativas (pero, mas, aunque, antes, bien que, mas que, sino).

12" Exigen expresión notable: Las palabras que significan contraste (Jorge irritado y Juan sonriente). Las que resumen una enumeración (La noche, las montañas, la tempestad, todo me

causaba pavor). Las que motivan una frase (¿Sabéis cuántos hombres se apoderaron del fuerte?

¡Cuatro!). Las que encierran la idea principal (Este libro es mío y de nadie más). En las palabras repetidas, la segunda (Quiero qu§ vengas, lo quiero). Los vocablos nunca, jamás, siempre y todos aquellos que aumentan la energía, la

gracia, la belleza, la profundidad o el sentimiento de lo que se dice.

13* cuando se lee un escrito por primera vez y no se está muy seguro de leerlo bien, sea porque no se confíe en la propia habilidad o porque el impreso o el manuscrito no sea bastante limpio y claro, conviene emplear una lentitud calculada desde el principio y procurar que los ojos vayan más de prisa que la voz. Esto último, en general, no es difícil y puede darse como regla para todas las lecturas. La mirada abarca un grupo de palabras y la memoria las conserva sin inconveniente en un espacio de tiempo mucho menor que el necesario para pronunciarlas. He ahí por qué es fácil dar vuelta a una página y mirar al público sin dañar la fluidez de lalectura. Un pocodeejercicio y de serenidad dan muchísima eficacia a este procedimiento.

14" Prepárese la voz y la inflexión desde el principio de la frase, para que al llegar a la palabra culminante pueda dársele la expresión que convenga, sin necesidad de una brusca transición.

15" La voz puede imitar ciertos ruidos de la naturaleza. Un buen lector producirá efecto con este recurso con tal de que adquiera bastante habilidad para no degenerar en un remedador grotesco. El rumor de las olas o del viento, la risa o el gemido, pueden evocarse, no con sonidos inarticulados, que serían del peor gusto, sino con una entonación especial

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de las palabras que los describan o aludan a ellos. Esta es una de las mayores dificultades del arte de leer.

16" No se junte nunca en lectura láfc palabras que no estén unidas por el sentido ni se separe las que el sentido junte.

17" Las abreviaturas deben leerse como palabras completas: Ud. usted - Excmo. excelentísimo - affmo. o afino, afectísimo -p.m. post meridiano - a.m. antes meridiano - cap. capítulo - S.M. su majestad - S.S. su santidad o su sefioría - S.E. su excelencia - S. Em. su eminencia - S.A. su alteza - etc. etcétera - v. véase - ob. cit. obra citada - pag. página - num. número - a.h. a horas - vol. volumen, y muchísimas otras.

18' Ciertos signos deben se leídos como palabras completas: §, párrafo — &, y o etcétera —* (*) (1) y, en general, cualquier número o letra entre paréntesis, léase nota.

19" Los demás signos que figuren en el texto deben ser notados, casi siempre, por medio de acentos, pausas, cambios de tono, etc. C A P Í T U L O I I I

De las pausas Las pausas o suspensiones de la voz en la lectura llenan necesidades fisiológicas y

necesidades de expresión. El arte enseila a ocultar las primeras y a hacer resaltar las últimas. La mayoría de los lectores se guía, en este orden, por los cuatro signos ortográficos

que indican pausa: la coma (,), el punto y coma (;), los dos puntos (:) y el punto (.). El respeto casi supersticioso, que se les profesa da ordinariamente a la lectura cierta meticulosidad, cierto aire de ejercicio de escuela, que es necesario desterrara todo trance. La coma el punto y coma, los dos puntos y el punto, permiten hacer pausas, pero no siempre obligan a ello. La vivacidad de los pensamientos, el fuego, el desorden con que suelen expresarse las pasiones, exige la prescindencia de toda ley prosódica basada en la ortografía; los signos, en estos casos, sólo sirven para ayudar al lector a comprender el sentido de lo que lee; pero una vez que lo comprende puede serle útil no detenerse hasta llegar a la palabra que redondea el pensamiento, como puede convenirle hacer pausa donde no haya signo alguno.

La pausa es uno de los mejores recursos de un buen lector. Con ella hace conocer a su auditorio la importancia especial de ciertos pasajes de una obra ya preparando su atención para oírlos, ya haciéndolos destacarse después de leídos. Expresa además las pasiones tan bien como el tono emocionado, pues utilizada oportunamente, despierta la idea de una lucha interior, de un exceso de sentimiento que impide expresarse con facilidad. El uso excesivo de este recurso lleva a la declamación:

Como la primera condición de la buena lectura es la claridad, la pausa indicada por los signos ortográficos no debe suprimirse sino allí donde no haya peligro de producir oscuridad o anfibología lo cual se consigue generalmente con apropiadas inflexiones de voz.

REGLAS 1" El punto y coma exige una pausa mayor que la coma; y el punto seguido mayor

que el punto y coma, y el punto aparte una pausa mayor que el punto seguido. 2* Los dos puntos exigen, además de la pausa, una modificación de tono, porque

indican, por lo regular, que se va a referir algo, a hacer una enumeración, a dar un ejemplo o a amplificar las ideas. La entonación debe acomodarse a estos objetos.

3" Cuando la inflexión de voz basta para la claridad de los pensamientos, las pausas

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sólo deben hacerse donde contribuyan a reforzar la energía o dar mayor expresión a lo que se lee.

4" Aun cuando no haya signos ortográficos que la indiquen, la pausa debe hacerse donde lo exijan la claridad y el sentido.

5" Debe hacerse una pausa muy breve después del sujeto de la oración, excepto si es un pronombre personal (La vida tiene siempre atractivos - Tú eres bueno). Si el sujeto está seguido de un calificativo, la pausa debe hacerse después del calificativo (La vida tranquila tiene siempre atractivos).

6' Las frases incidentales deben separarse de las principales por pausas breves (En las situaciones difíciles, cuando ¡a serenidad es necesaria, se suele perder la cabeza).

T Las pausas son exigidas después de cada miembro de una enumeración (La tinta, la pluma, el papel, todo estaba listo).

8* Son igualmente exigidas entre los diversos períodos de una cláusula (Llegó el ejército, divisó al enemigo y, lanzando su grito de combate, se precipitó en el campo).

9" Hágase pausa después de una interrogación, de una exclamación y de la interrupción de la frase indicada por los puntos suspensivos.

10" Hágase pausa antes y después de la frase encerrada entre paréntesis o rayas. 11" Hágase una breve pausa antes y después de las citas de otros autores o de las

frases axiomáticas y proverbiales intercaladas en el texto, a fin de facilitar la modificación de tono que exigen y pronunciarlas con mayor lentitud. Esta modificación de tono y esta lentitud reemplazan a los signos ortográficos que sirven para indicar los pensamientos ajenos. CAPÍTULO IV

De la respiración Se aprende a respirar bien como a pronunciar bien: obligando a cada órgano a

desempeñar la función que le corresponde. _ v _ Para que la aplicación de las reglas no ofrezca dificultad en este orden, basta un

simple consejo: ejercitarse el lector, gradual y progresivamente a pronunciar el mayor número posible de palabras con las pausas y las inflexiones debidas, sin respirar ni una sola vez. Al principio no podrá ir muy lejos; lo amenazará la asfixia; después conseguirá que el grupo de palabras sea mayor y acabará por emitir sin dificultad largas liradas. Ahora bien, como el sentido de cualquier texto no puede dejar de ofrecer, de tiempo en tiempo, excelentes ocasiones para hacer pausas que permitan renovar la provisión de aire, el lector, así ejercitado, nada tendráque temer de la longitud de las cláusulas y le será posible aspirar y espirar sin esfuerzo alguno.

La respiración ruidosa y entrecortada, la lucha para pronunciar algunas palabras con un resto de aliento, la interrupción y la precipitación ocasionadas por la falla de aire en los pulmones, figuran entre los defectos ordinarios de los malos lectores y producen malísima impresión en el auditorio. Además, fatigan y abruman al lector y le quitan lodo dominio sobre la expresión. Es, por consiguiente, indispensable aprender a respirar bien para leer bien.

Conviene, en primer término, que cada aspiración abarque toda la capacidad de los pulmones; esto es, que en todos los momentos en que la aspiración se haga libremente, el caudal de aire almacenado sea el mayor posible. Para conseguirlo es preciso tener plena

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libertad (le movimientos, lo cual sólo se obtiene con una actitud adecuada; el cuerpo y la cabeza erguidos y, si se está sentado, apoyándose a momentos en el respaldo de la silla. Al gastar el aire el cuidado debe ser contrario, es decir: espirar la menor cantidad posible.

Seguramente el lector que estuviera preocupado con su respiración, no sería dueílo de sí mismo durante mucho tiempo; pero la observación de las reglas sólo es necesaria para adquirir la habilidad; después no hay necesidad de acordarse de ellas; se las aplica inconscientemente.

REGLAS 1* Aprovéchese, para respirar, las pausas largas exigidas por el sentido de lo que se

lee; 110 es necesario respirar en ¡odas las pausas, pero sí es necesario respirar sólo en las pausas.

T Si el lector siente que se le acaba el aliento, guárdese de precipitar la lectura; por el contrario, hable con más lentitud y tendrá probabilidades de concluir bien.

3" Evítese respirar sistemáticamente al fin de cada frase y más aún al fin de cada verso, porque sería fácilmente notado; respírese siempre que se pueda sin dañar la fluidez de la lectura.

4" No se espere a haber agotado la provisión de aire para hacer otra nueva y lo más completa que sea posible.

5' Procúrese no hacer ruido alguno con la respiración ni ejecutar movimientos violentos con el pecho o los hombros. CAPÍTULO V

De la actitud y el gesto El lector que pronuncia, acentúa y modula de una manera correcta y apropiada, que

aspira y espira bien y oportunamente, no tiene ya que pensar en otra cosa que en su actitud, en la expresión de su fisonomía y en los ademanes que. deben acompañar a la lectura. .

El rostro inexpresivo, él gesto inmóvil, la postura torpe o desairada. neütralizan tás buenas cualidades, hasta el punto de que el auditorio llega a olvidarlas para fijarse sólo en los defectos. Porque la lectura debe halagar dos sentidos: el oído y la vista, y satisfaciendo el primero, se puede impresionar desagradablemente el segundo.

Bien conocida es la diferencia entre el efecto que produce la lectura cuando se oye solamente al lector y el que produce cuando se le oye y se le ve. Desde luego, en este último caso, se comprende mejor, se siente más y se aprecia, por lo tanto, cumplidamente el mérito de un trabajo; pero a condición de que la vista reciba tan buenas impresiones como el oído.

Las leyes o las prácticas de antiguos países que prohibían el gesto a los oradores o establecían que determinados tribunales funcionaran a oscuras, prueban el conocimiento del refuerzo que la elocuencia recibe de la actitud y del ademán. Se ha llegado a decir que el arte de la oratoria reside en el gesto; esta opinión es exagerada pero no lo sería la afirmación de que la mitad del éxito oratorio depende de la actitud, del ademán y del juego de la fisonomía. Lo mismo se puede decir del éxito en la lectura.

Es necesario desterrar la idea de que la expresión del cuerpo y del rostro sólo deben preocupar a los comediantes. Los mismos que la abrigan se dejan seducir por una actitud varonil y noble, por un gesto sobrio y discreto, por un semblante elocuente; es el lenguaje natural, el primitivo, el común a todos los pueblos y a todas las razas, modificado por la educación y vuelto más eficaz por el arte.

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Muchos lectores, que podrían ser excelentes, sólo son mediocres, porque se limitan al uso del lenguaje convencional o artificial, esto es: a las palabras, suprimiendo el natural, o sea el ademán, la expresión del rostro y el sonido inarticulado. He ahí por qué hay ordinariamente tanta diferencia entre el que conversa y el que lee: el primero hace uso de ambos lenguajes instintivamente. Las excepciones están constituidas por los que hablan mal y por los que leen bien.

Debeevitarse cuidadosamente asíelaspectovanidosocomoelhumilde al dar comienzo a la lectura los dos son igualmente malos. Procúrese no dar ocasión a que se diga del lector que desconfía de su habilidad o que confía en ella plenamente. Como no se trata de realizar un acto extraordinario, no debe aparentarse que se espera o se teme alabanzas o censuras.

En los lugares públicos, teatros, plazas, templos, etc., se lee siempre de pie; en las reuniones privadas, tertulias familiares, sesiones de cuerpos colegiados y otras, se lee casi siempre sentado. Hay ventaja para el lector en la primera postura pero conviene renunciar a ella en muchos casos, tanto porque así lo exige la costumbre, cuanto porque es preciso evitar la solemnidad. Las reglas que siguen tienen aplicación en uno u otro caso o en ambos:

R E G L A S 1 * La actitud del que va a dar comienzo a una lectura debe ser tan simple y tan sencilla

como la del que realiza un acto social perfectamente natural y común, como pasear del brazo de una dama, cambiar de siúo en un salón o atravesarlo para ir a saludar a un conocido.

2' Espérese, para principiar, a que se produzca el silencio en el auditorio o, por lo menos, a que cese cualquier ruido capaz de ahogar la voz.

3" Antes de llegar a los últimos renglones de una página prepárese con la mano que queda libre la vuelta o separación de la página siguiente, para no cortar la lectura. Evítese humedecer los dedos en la boca o soplar las páginas.

4" Levántese los ojos lo más frecuentemente que sea posible para mirar al auditorio, sin interrumpirse. '

5* Procúrese que la mirada no vaya siempre a la misma persona ni a dos o tres solamente, porque este género de preferencias disgusta por lo general a los que escuchan.

6* Téngase la cabeza derecha o ligeramente inclinada sobre el papel; en ningún caso caída hacia los hombros; no se le dé oscilaciones constantes ni movimiento alguno que no corresponda al sentido de lo que se lee: afirmación, negación, duda, desaliente, horror, y estos mismos sobrios y no muy frecuentes. ..

T El gesto debe acompañar a la palabra que corresponda, precederla algunas veces yjamás seguirla.

8* Hágase que el ademán sirva para destacar las palabras más importantes de cada frase.

9* Evítese'el accionar con el dedo índice extendido mientras los demás están cerrados, excepto en los ademanes indicativos. Evítese también el accionar con el dedo índice y el pulgar juntos, formando un círculo. Es preferible la mano abierta o apenas doblada. No se separe los dedos.

10" Evítese las sacudidas de las manos, sus movimientos convulsivos y la ocultación del rostro con ellas.

11" Los movimientos perpendiculares de las manos -de arriba abajo- son muy desairados. Lo son igualmente los del antebrazo solo; debe accionarse con todo el brazo, sin que sea necesario extenderlo por completo.

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12* Evítese dar demasiada precisión a los ademanes, defecto frecuentísimo, sobre todo en las lecturas y recitados escolares. Señalar a lo alto cuando se pronuncia la palabra cié lo; trazar con un brazo un arco cuando se quiere expresar lo que nos rodea; bajar los ojos si se dice bajó los ojos; llevarse la mano al pecho si se habla de corazón; señalar un punto lejano cuando se dice horizonte, y otras cosas semejantes, dan al lector o recitante el aspecto de un muñeco de guignol. No es menos ridículo perder lamirada en el vacío, pararse la mano por la frente y avanzar y retroceder como los cantantes de óperas, para dar mayor expresión a las palabras. Cuando se quiere imitar a la naturaleza, no es necesario llevar la imitación hasta el fin, para producir la impresión que se busca; basta esbozar el gesto, iniciar el ademán, comenzar el tono; la memoria del que escucha y ve completa inconscientemente todo eso, evitando al lector el histrionismo.

13* Póngase especial esmero en suprimir todo tic fisonómico o gesto habitual. 14* Séase muy parco en los fruncimientos de las cejas y en las contracciones de la

frente. 15* Suprímase el alzar de los hombres, la sonrisa perpetua y el guiño frecuente de

los ojos. 16* Durante la lectura y salvo circunstancias excepcionales, no debe el lector alisarse

el cabello ni arreglarse el traje. 17* Evítese en lo posible beber el agua, que sólo debe tenerse cerca para casos

especiales. En estos casos conviene beber pequeños sorbos. 18* Cuando lo interrumpan los aplausos, deténgase el lector sin afectación, y

continúe cuando los aplausos permitan que su voz se oiga, sin esperar a que terminen por completo. Para éstos, como para los que reciba al terminar la lectura, su expresión de agradecimiento se limitará a una ligera inclinación de cabeza y una sonrisa muy leve. No incurra en el error de hacer grandes reverencias ni de manifestar demasiada satisfacción o alegría, como los comediantes.

19* Sujétese el papel o el libro con la mano izquierda para dejar libre la acción de la derecha; manténgase a distancia suficiente para leer con facilidad, no tan alto que oculte el rostro ni tan bajo que obligue a inclinar la cabeza. Cuando se pueda escoger, adóptese un tamaño mediano, porque el papel muy grande y el muy pequeño son igualmente incómodos. Si se trata de hojas sueltas, procúrese tener cerca una mesa dónde ir dejándolas ya leídas; es más elegante que colocarlas debajo de las otras.

20* Aváncese un poco una de las piernas, dándole una leve flexión y afírmese la otra recta y sólidamente.

21* No se tenga inmóvil la mano que sujeta el papel o libro; se puede accionar ligeramente con ella cuando se domina bien la lectura.

22' Si se debe leer sentado, no se escoja asientos muy blancos ni demasiado bajos; manténgase el cuerpo erguido y hágase descansar, de cuando en cuando, apoyando la espalda en la silla.

23* Cuídese de no poner los codos sobre la mesa o la tribuna; de no apoyar la cabeza ni el brazo en el respaldo de la silla, de no extender el cuerpo sobre ella; de no separar demasiado las piernas y de no poner una sobre otra; de no golpear con pie ni mano; de no leer con los brazos abiertos y descansando las dos manos en la mesa.

24* El ademán debe ser un simple auxiliar. Acostúmbrese el lector a no tener

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inmóviles sus brazos ni su cuerpo ni su rostro; no aprenda juego de fisonomía ni gesto especial alguno; déjese llevar de su inspiración del momento, y, con tal de que comprenda bien lo que ¡ee, encontrará casi siempre la expresión que necesita. Lo principal en este orden es suprimir la rigidez, dar libertad a la expresión fisonómica y al movimiento y corregir los malos hábitos, todo lo cual se conseguirá, ciertamente, con las reglas que preceden. CAPÍTULO VI

De la lectura de los versos . Todas las observaciones consignadas en los capítulos que preceden y todas las reglas

que son su consecuencia, deben aplicarse indistintamente a la prosa y a los versos. Ambas formas requieren pronunciación y expresión correctas y apropiadas; ambas exigen com-prensión perfecta y entonación justa; ambas reciben por igual el auxilio de la mirada, de la sonrisa y del ademán.

Sin embargo, debe hacerse entre ellas la distinción que exige su naturaleza. El verso tiene dos elementos que le son propios y que sólo por azar se encuentran en la prosa, aun en la más musical: el ritmo regular y la rima. Además, el verso -sobre todo el verso castellano- tiene ciertas libertades de sintaxis y, a veces, ciertas condiciones de estilo, que requieren en sus lectores mayor estudio y atención más detenida.

De estas cuatro peculiaridades de la forma métrica -el ritmo, la libertad sintáctica, la rima y el estilo- las dos primeras constituyen verdaderas dificultades que vencer, las dos últimas son dominadas fácilmente por todo buen lector de prosa.

Ritmo es la música que se obtiene mediante la elección ^colocación de las palabras, en forma tal que los acentos prosódicos principales estén separados por un número de sílabas determinado de antemano. El ritmo en un verso común de diez sílabas, por ejemplo, exige que haya un acento prosódico cada tres sílabas (coronada su sien de laureles).

Rima es la igualdad de todas las letras de dos o más palabras desde la vocal acentuada hasta la última (mágico y trágico, cielo y vuelo, reiry dormirá También se llama rima a la igualdad de la vocal acentuada y la última, entre dos o más palabras (blanco y saco, pálida y raza). En el primercaso la rima es consonante o perfecta; en el segundo larima es asonante o imperfecta. Hermosa y rosa son consonantes; lira y vista son asonantes.

La libertad sintáctica está constituí da por la transgresión de las reglas que establecen la gramática o el uso para la construcción de frases; el empleo de la transposición, por ejemplo (Del negro mar en las inquietas ondas, en vez de En las inquietas ondas del negro mar). Esta libertad llega en raras ocasiones hasta falsear la concordancia y el régimen.

Del estilo no tiene que ocuparse un tratado elemental. En la mayor parte de los versos no es difícil conocer el ritmo -aunque el oído no esté

educado- examinando la colocación de los acentos sobre todo en los versos más comunes, que son generalmente acompasados. Compárese dos o tres de igual número de sílabas y véase cuáles de sus acentos coinciden: estos serán los llamados acentos rítmicos.

a) Todos los versos que terminan en palabra aguda deben tener una sílaba menos que los que terminan en palabra grave y éstos una menos que los que terminan en palabra esdrújula.

b) Los versos de dos sílabas, los de tres, los de siete y los de cinco, los de seis, los de siete y los de ocho sílabas, tienen un solo acento rítmico en la última sílaba, si terminan en palabra aguda, en la penúltima si terminan en palabra grave y en la antepenúltima si terminan en palabra esdrújula.

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c) los versos comunes de nueve sílabas tienen un acento rítmico en la tercera sílaba y otro en la octava o uno en la cuarta y otro en la octava:

Juventud, divino tesoro -Toda la gcíma musical.

d) Los versos comunes de diez sílabas tienen un acento en la tercera, otro en la scxia y otro en la novena:

Libertad, libertad, libertád. e) Los versos comunes de once sílabas tienen un acento en la sexta y otro en la décima

o uno en la cuerta, otro en la octava y otro en la décima: Hollando montes, revolviéndo rnáres -

Sobre negros corceles de granito. f) Los versos comunes de doce sílabas tienen un acento en la quinta y otro en la

undécima, o uno en la sexta y otro en la undécima. Una flor desliója con sus tersas mdnos -

Bajo la marquesina de la gloriéta. g) Los versos comunes de catorce sílabas tienen un acento en la sexta y otro en la

décima tercera: Desde la frágil bárca vi ya las dos ribéras.

Estos versos son los más usados en castellano; los demás requerirían un estudio especial que corresponde al arte métrica. Baste saber que los versos parisílabos (compues-tos por sílabas en número par, ocho, por ejemplo) no se combinan generalmente sino con parisílabos y los imparisílabos (el de once sílabas, por ejemplo) sólo con imparisílabos.

La única dificultada que se presenta para descubrir el ritmo cuando no se haculti vado el oído, consiste en la manera de contar las sílabas. En general, se silabea como en la prosa, pero hay numerosísimas excepciones, constituidas por las sinalefas, las diéresis y las sinéresis.

Sinalefa es la reunión en una sílaba de la vocal con que termina una palabra y la vocal con que comienza otra:

A cuyo paso ensordeció la tierra. A cu-yo pa-S DEN-sor-de-ció la lie-rra.

A veces ser reúnen tres o más sílabas en una: De Nilo a Eufrates fértil.

De Ni-LOAEU-fra-tesfér-til. La sinalefa es natural en nuestra prosodia y no debe considerarse como una licencia

sino como una necesidad del idioma, pues también tienen que hacerse en la prosa. Ló contrario se llama hiato. El hiato, por lo tanto, se produce cuando se separa dos sílabas que debieran juntarse por la sinalefa.

La diéresis consiste en deshacer un diptongo (vi-o-le-ta, en vez de vio-le-la). La sinéresis es lo contrario: hacer de dos sílabas una sola (león, en vez de le-ón). ¿Cómo saber dónde debe hacerse sinalefa, hiato, diéresis o sinéresis, cuando no se

ve signos especiales que lo indiquen? El único medio es contar el número de sílabas que tenga uno de los versos de la

composición donde estas modificaciones prosódicas sean materialmente imposibles; donde, por consiguiente, no haya dificultad para el silabeo; por ejemplo:

Sobre negros corceles de granito.

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Este verso tiene once silabas; es materialmente imposible hacer ninguna combina-ción que dé por resultado una sílaba más ni una sílaba menos. Puede servir, por lo tanto, como tipo. Si alguno de los otros versos tiene doce sílabas, es claro que necesita una sinalefa o una sinéresis para quedar en once; si tiene diez necesitará un hiato o una diéresis; búsquese donde puede hacerse la combinación y hágasela en la lectura.

Para esta operación no debe olvidarse que al verso que termina en palabra aguda se le cuenta una sílaba más y al que termina en esdrújula una menos.

El mismo ejemplo en otra forma: Sobre negros corceles de granito A cuyo paso ensordeció la tierra. •

Contando exactamente las sílabas de estos versos, se verá que el primero tiene once y el segundo doce; pero el primero no ofrece dificultad alguna para el silabeo, en tanto que el segundo presenta la duda de si se hará o no sinalefa con la quinta y la sexta sílabas; entonces el primero deberá ser considerado como tipo, y hacerse sinalefa en el segundo para que quede también en once sílabas.

Si los versos son diferentes, téngase en cuenta que los parisílabos no se combinan, por lo regular, con los imparisílabos, como ya se ha dicho.

La lectura constante de los versos suprime toda necesidad de esfuerzo para conocer su ritmo y el número de sus sílabas; pero, mientras no se adquiera esta ventaja, conviene no leer en alta voz composiciones poéticas cuy aforma no se haya estudiado bien, previamente. Puede tenerse por seguro que el aprendizaje es sencillo y rápido5.

La rima es facilísima de descubrir no sólo porque hiere notablemente el oído, sino porque va casi siempre al fin de los versos. Su examen no tiene objeto en un tratado de lectura.

Adquiridas las nociones elementales que preceden, el presente capítulo debe reducirse a la manera de leer los versos. 4

Se ha atacado y defendido con igual vehemencia dos teorías contrarias: "Los versos deben leerse como prosa; el ritmo y la rima se destacan por sí solos", dice la una. "Los versos deben leerse con cierto énfasis que los haga distinguir de la prosa", dice la otra.

Desde luego, no es posible leer como prosa lo que tiene peculiaridades que suelen estar en contradicción abierta con las reglas de la prosa: el hiato, la diéresis y la sinéresis, por ejemplo. Esto en lo que se refiere a la pronunciación; en cuanto a la expresión, hay que recordar las especialidades del estilo y la música del ritmo.

Los buenos lectores hacen resaltar el ritmo sin acompasar la dicción ni dañar el sentido. Todo depende de establecer la diferencia entre intensidad de voz -que es lo que requieren todos los acentos y especialmente los rítmicos- y tonos e inflexiones de voz que es lo que exigen la variedad y la expresión.

La intensidad no modifica el tono, pues es sabido que se puede conservar el mismo tono subiendo y bajando la voz alternativamente. En cuanto a las inflexiones, nada tienen que hacer con los acentos; dependen exclusivamente del sentido de las palabras.

La dicción acompasada, defecto muy común y muy desagradable para los que escuchan, proviene de la pausa que el lector suele hacer con regularidad después de cada acento ríunico o de la sílaba que le sigue. Tiene el doble inconveniente de dar monotonía a la lectura y de impedir su expresión apropiada, pues impone la separación de palabras que deben ir juntas y une otras que deben ir separadas.

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El ascenso o el descenso constante de la voz al llegar al fin de cada verso, producen una especie de cantoríaque quita energía y gracia a la expresión. Leer cantando es no cantar ni leer o hacer mal las dos cosas.

R E G L A S 1" Debe marcarse levemente el ritmo de los versos por la intensidad de la voz y no

por el tono ni la inflexión. 2* El lector 110 necesita tener en cuenta la rima; proceda como si ella no existiera. 3* Cuídese muy especialmente de unir las sílabas por la sinalefa y la sinéresis y de

separarlas por la diéresis y el hiato, cuando sea necesario para completar las sílabas de un verso o para conservar su ritmo.

4* El final de cada verso no debe ser marcado en forma alguna. Sólo el sentido determina el tono y la expresión que convienen.

5" Las pausas en los versos son las mismas que en la prosa. Evítese hacer pausa después de cada acento rítmico o de cada fin de verso o de cada grupo de versos (que se llama estrofa) excepto cuando el sentido lo requiera.

6" la afectación que implican ciertas particularidades del estilo poético y sus libertades sintácticas, permiten el énfasis o sea el mayor relieve de la expresión en la lectura, pero en ningún caso la declamación teatral. El verso, que es por definición una obra de arte, no puede estar en igualdad de condiciones con la prosa corriente; désele, por lo tanto, mayor colorido, cuidando más de los detalles.

En todo lo demás obsérvese las reglas generales dadas en los capítulos anteriores para la pronunciación, la entonación, las inflexiones de voz, las pausas, la respiración, la actitud y el gesto.

CONSEJOS A LOS PROFESORES Y MAESTROS Debe enseñarse; A dar claridad y nitidez a la pronunciación de las letras. Precisión y justeza al silabeo y la acentuación. Conveniencia y propiedad al tono. Variedad y exactitud a las inflexiones de la voz. Oportunidad a las pausas. Método a la respiración. Naturalidad a la actitud, el semblante y el gesto.. I. El primer capítulo (De la pronunciación)e\ige unaatención especial. Es necesario

que el maestro destruya, con una labor paciente y tenaz, los malos hábitos, tan fáciles de adquirir dentro y fuera de las escuelas; que obligue a los estudiantes a pronunciar todas las letras y debidamente cada letra, en especial la s, que entre nosotros tiende a ahogarse, y las sílabas finales de las palabras no agudas, pues ordinariamente la voz se apaga en el último acento. Procure evitar que se dé posiciones inconvenientes a los órganos vocales, pues no hay voz agradable ni pronunciación clara en tales condiciones.

Tenga en cuenta que entre los defectos más comunes figura el marcar con acento prosódico palabras átonas y formar diptongos donde no corresponde.

Este trabajo es necesario y previo. Tiende, sobre iodo, a corregir defectos. Mientras no se obtenga un buen resultado -relativo, por lo menos- no hay que pensar en seguir adelante.

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II. Conseguida la lectura correcta se puede empezar con la expresiva. Inculque el profesor en sus alumnos la convicción de que leer mal es desagradable y ridículo; de que leer bien es poseer una doble ventaja, porque se comprende mejor y con mayor rapidez si se lee para sí, y se hace resaltar las bellezas y disminuir los efectos de una obra cualquiera, si se lee en público. Hágase notar que en las condiciones de la vida moderna es muy raro que no se presenten numerosas ocasiones de leer en alta voz, cualquiera que sea la profesión de un individuo, y que si no sabe desempeñarse con facilidad, inteligencia y corrección, probará que su educación fue incompleta o descuidada.

Evite enseñarles entonaciones e inflexiones para determinados sentimientos, en cada caso. Las reglas deben tener siempre carácter general,, a fin de no suprimir la espontaneidad, fuente de la naturalidad y de la gracia. Observe que no hay expresión apropiada si no hay comprensión perfecta; que tampoco la hay cuando la lectura no está de acuerdo con el sentido de lo que se lee. Para que este acuerdo exista, es necesario que la voz dé a cada palabra su importancia y haga resaltar las palabras principales de cada frase.

Comience por obligar a todos sus alumnos a leer pausadamente, hasta que pierdan la tendencia a la precipitación, que es funestísima; en seguida, exíjales que hagan más viva, mas vehemente su expresión en los pasajes que convenga, y hágalos volver después al tono medio y a la lectura reposada que es la que debe predominar; que no griten y, sobre todo, que no hagan desaparecer en ningún caso el timbre, esto es, la sonoridad de la voz, la cual debe mantenerse, cualesquiera que sean su tono y su intensidad. '

III. Enseñe que los reposos o pausas sirven para aclarar los conceptos, para imprimir mayor realce a los pensamientos y para dar lugar a que el lector respire sin que la fluidez de lalecturadesaparezca. Que las pausas no deben ser muy largas, afin de que el que escucha no tenga tiempo de distraer su atención. Corrija las pausas en mitad de palabra -mucho más frecuentes de lo que pudiera creerse, y las pausas entre palabras cuyo sentido se completa recíprocamente. Explique que se puede puntuar hablando, como dice Legouvé, lo cual significa que las pausas que la expresión requiere llenan en la prosodia el oficio de los signos ortográficos. Corrija el atropcllamiento y haga suprimir todo reposo sistemático de la voz.

IV. Cuando sus alumnos se ensayen en educar la respiración, no permita que prescindan del sentido de lo que leen; que no traten solamente de contener la respiración por largo tiempo, ni pronuncien palabras inconexas entre aspiración y espiración. El ejercicio debe hacerse con frases de sentido cabal, con pausas y con inflexiones expresivas de voz; todo se reduce a ir aumentando su extensión paulatinamente, hasta que se pueda emitir una serie considerable de palabras con expresión perfecta, sin renovar el caudal de aire.

V. Cuando hable del juego de la fisonomía, del ademán y de la actitud, procure que el estudiante observe que no se le enseña nada especial para cada caso, sino principios y reglas generales, que aplicará siguiendo su propia inspiración. Por ningún motivo le imponga expresión ni gesto para tal o cual palabra, pues no conviene forzar la gracia la elegancia o la propiedad, con indicaciones demasiado precisas.

Insista sobre la necesidad de que el lector dé libertad a su acción; de que auxilie el sentido de lo que dice con la sonrisa oportuna, el ademán sobrio y el movimiento apropiado; combata la rigidez así como la excesiva gesticulación. Sea muy exigente en lo que se refiere a la corrección en la actitud.

VI. Hay tendencia general a acompasar los versos en la lectura El maestro debe atacar, por lo tanto, principalmente esta tendencia, haciendo que los alumnos no marquen

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