La observación participante o pedagógica.
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Elaborado por: MSc. Ruth Mujica.
C.I: 13.085.639.
Este ensayo se centra en el tema de “La observación participante o
pedagógica”, lo que se intenta alcanzar es una mejor comprensión, de
manera reflexiva y critica sobre estos los principios que rigen las relaciones
dentro de la convivencia en el entorno educativo formal, los cuales conforman
los ejes rectores no solo del día a día educativo, sino de toda conducta humana
en cualquier contexto; es decir, las aulas parten de la idea de que los
estudiantes logran mejores aprendizajes cuando tienen la oportunidad de
practicar lo que están aprendiendo y lo hacen en contextos reales, con
propósitos reales. De esta manera el aprendizaje es mejor y tiene más sentido.
Las aulas en sana convivencia, sin duda, generan el ambiente propicio para
que los estudiantes desarrollen las competencias necesarias para establecer
relaciones armónicas con los otros.
Ahora bien, antes de comenzar a desarrollar este tema sobre la
observación participante o pedagógica, debemos señalar que la mayoría de
conflictos que suceden diariamente en el mundo son el resultado de la falta de
entendimiento por parte de los distintos grupos que participan en esta
sociedad. El aprendizaje de actitudes que favorezcan la tolerancia, la verdad,
la libertad, el pluralismo y el respeto, que resulta determinante para afirmar las
bases para el desarrollo de la cultura de la paz. En esto, todos debemos
participar para alcanzarla, teniendo a la institución educativa como papel
fundamental al ser esta un reflejo de la sociedad en la que nos encontramos y
la base del aprendizaje.
Hoy en día, estamos inmersos en una sociedad cambiante y muchas veces,
carente de valores. El aula de clases se ha transformado en el reflejo de la
diversidad cultural de la sociedad en la que habitamos. La multiculturalidad ha
sido un reto en la escuela, una oportunidad para educar en las distintas
culturas y en la cultura de la paz. La compresión entre diferentes grupos que
conviven en una misma sociedad debe ser el resultado de un aprendizaje, así
como, lo es la reconciliación y ni una ni otra serán posibles sino se aprende y
trabaja en la tolerancia.
Actualmente, nos encontramos ante una gran ola de intolerancia en nuestra
sociedad, Según Zurbano Díaz de Cerio “La tolerancia es la flexibilidad,
apertura y respeto frente a las creencias, razones y teorías contrarias a las
nuestras”. Precisamente, el diálogo que se establece entre docente y
estudiante, estudiante y estudiante en una clase determinada, nos permite
observar cuantas experiencias de comunicación hemos tenido en nuestra vida
estudiantil y de docentes. Cuantas veces nos hemos sentido motivados por un
docente dialógico, cuantas veces nos hemos frustrado por el autoritarismo, y
la falta de entendimiento de otros docentes. Sin embargo, todas ellas son
situaciones de relación interpersonal. Precisamente, el salón de clases es un
espacio de relaciones intrapersonales, interpersonales y grupales, donde
entran en juego los diversos marcos de referencia de las personas que
propician muchas veces progreso y otros conflictos.
Según Berger (1997, 1) sostiene que “el pluralismo que caracteriza a la
sociedad moderna permite que se abran múltiples oportunidades. Por otro
lado, ese mismo pluralismo pone en riesgo tradiciones y costumbres de toda
índole”. Por consiguiente, el docente, en y desde su praxis, no debiera pasar
por alto las realidades heterogéneas que aportan sus estudiantes. Muy por el
contrario, no sólo ha de tenerlas en cuenta para sus aproximaciones
pedagógicas, sino que además incorporarlas como elementos coadyuvantes
de los aprendizajes escolares.
Algunos autores definen a la libertad como: F. Engels: “la conciencia o el
conocimiento de la necesidad”; otros como: “aceptaciones y controles de
emociones”; Aristóteles define como: “posibilidad de elegir y disponer, a partir
de conocimientos y componentes de juicio e inteligencia para valorarlos”.
Realmente, la libertad es un valor esencial para el individuo, en particular para
su afirmación personal y autoestima. Los ambientes en los cuales prevalece
la libertad propician la creatividad y la identidad personal. Como docentes y
guías de nuestros estudiantes, el valor de la libertad se nos vuelve crucial, de
tal manera que el aula y los procesos de enseñanza-aprendizaje, se
transformen en importantes espacios de capacidad de reflexión y crítica, y,
espacios prácticos de aplicación de aprendizajes. Libertad para el respeto y
no para sometimientos.
El respeto como valor en la interacción social ya desde la Antigüedad se
vinculaba al orden y no a la persona, los términos latinos respectus y
observantia hacen referencia a las leyes, evocan la actitud de atención y
disposición a la obediencia efectiva, cuyo objeto es el poder constituido o la
norma jurídica y el mandato jerárquico que de ella emana. Por tanto, no sólo
se trata de dejar de actuar sino también de actuar. Pero este actuar necesita
basarse en la verdad para no ofender. En términos concretos, los demás
tienen el derecho de recibir una información clara y, en la posible, objetiva.
La educación en valores tiene una acción intrínsecamente humanizadora
porque éstos les servirán para guiar sus vidas, vivir en armonía, paz y con
seguridad en sí mismos, lo que facilitará su aprendizaje y la aplicación de lo
aprendido con optimismo en su vida presente y futura. Victoria Camps en
Virtudes Públicas (1996) señala que educar es dirigir, formar el carácter o la
personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, para concluir
que la educación no puede ser neutra. Más adelante afirma que en la
educación actual existen tres valores que están unidos en la práctica:
pluralismo, autonomía y tolerancia porque: El pluralismo, la autonomía y la
tolerancia son los valores propios de una educación democrática, opuestos a
los valores autoritarios, dogmáticos, sectarios de otros tiempos y de otro
gobierno. La pedagogía de los valores en la escuela en el transcurso de los
próximos años se basará prioritariamente en: el respeto al otro, la solidaridad
responsable, la creatividad y la interioridad. En general se señala como valores
básicos para la educación, los siguientes: Libertad, Igualdad, Justicia, Paz,
Solidaridad, Tolerancia, Respeto por los demás, Considerar a la naturaleza.
Para concluir, es importante reflexionar sobre el diagnóstico de la praxis de
un valor tan importante como lo es el respeto, en el desarrollo de la labor
docente por establecer una variable tanto en el rendimiento de las estudiantes
como en la formación valórica de los futuros ciudadanos de nuestro país. El
respeto, reincidiría en el clima del aula, los estudiantes seguirían con atención
las propuestas de sus docentes, intervendrían en forma ordenada, el docente
sería considerado un guía del proceso de construcción de saberes. Las
relaciones entre ellos serían cooperativas, empáticas y solidarias, terminando
con la competitividad y las prácticas agresivas y violentas.
Debemos estar conscientes que el método de los contenidos curriculares
no constituye el medio más importante de transmisión de los valores porque
en la mayoría de los casos los contenidos están en función de desarrollar
ciertas capacidades y destrezas sin promover la reflexión y comprensión del
contenido y sin tratar las referencias axiológicas que dichos contenidos
plantean.
Por último, es un desafío y una responsabilidad de los saberes pedagógicos
y disciplinarios dejar de lado la orientación axiológica de la escuela tradicional,
basada en la relación autoritaria y en la preferencia por la forma, la ceremonia
y el orden que carecen de significado real para las estudiantes. Las referencias
axiológicas inmediatas a la práctica social cotidiana están presentes también
en la práctica escolar. Por ello, es imprescindible en la formación de los futuros
profesionales de la educación en las respectivas facultades, el estudio y
análisis de los valores, la teoría y la praxis se constituyan como parte esencial
en la construcción de los saberes pedagógico y disciplinario, para que la
práctica docente sea la base de la formación de nuestros jóvenes porque es
en el desarrollo cotidiano de las capacidades cognoscitivas, habilidades
técnicas y operativas, y de los rasgos de personalidad que se produce la
internalización de los valores que rigen el comportamiento social en cuanto
soporte de actitudes, sentimientos y pensamientos.
Bibliografía.
Alanís Huerta, Antonio (1999), “Cinco Retos de la Educación Superior”
En Revista Digital de Educación y Nuevas Tecnologías. Año VI, Número
34. Consultado el día 25 de abril de 2005. http://contexto-
educativo.com.ar/2000/1/nota-7.htm
Alanís Huerta Antonio. (1999). La Formación de Profesionales para el
Tercer Milenio. Ediciones del ICEST, Tampico, Tamps., México.
Delors Jacques (Coordinador). La Educación Encierra un Tesoro.
Ediciones de la UNESCO, México, 1997.