La oveja negra

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Autor: Guillermo Lara

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La Oveja Negra

Guillermo Gabriel Lara Toro

Ilustración:Aarón Mundo

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELAASAMBLEA NACIONALJunta DirectivaPresidenteDip. Diosdado Cabello Rondón

Primer vicepresidenteDip. Darío Vivas

Segunda vicepresidentaDip. Blanca Eekhout

SecretarioFidel Vásquez

SubsecretarioElvis Hidrobo

Fondo Editorial de la Asamblea Nacional Willian Lara

PresidenteFarith Fraija Norwood

Edición y corrección al cuidado deJuaníbal ReyesXoralys AlbaKattia Piñango

Diseño, diagramaciónArmando Rodríguez

IlustraciónAarón Mundo

ISBN: 978-980-7603-15-7Depósito Legal lf 38720138004096

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COLECCIÓN Texto Inicial Bajo este título damos entrada a canti-dad de obras literarias referidas al sector infantil en una doble vertiente: por una parte, a los escritores cuya voz adulta no solo refleja experiencias políticas, sociales y culturales, sino que realizan una mira-da al infante, entregándonos al final, ex-presiones artísticas de sus primeros años; y por la otra, pareceres de niños sobre el entorno que los rodea, sus apreciaciones y capacidades de imaginar.

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—¡Chicas! ¡Miren! ¡Miren! Encontré mucho pasto verde de este lado de la pra-dera. Vamos a darnos banquete.

La Oveja Negra estaba eufórica, pero las otras ovejas del rebaño se burlaron con-testándole:

—¡Te has vuelto loca! ¿Cómo crees que nosotras vamos a comer ese pasto que tú has tocado?

La Oveja Negra se sintió muy triste al saberse nuevamente rechazada por sus compañeras. La pobre no sabía el porqué de ese rechazo. Suspiró hondo; miró a sus compañeras, desconcertada, bajo sus enormes y hermosos ojos negros y echó a andar adentrándose en el oscuro bosque, tan denso que inspiraba temor. Pronto la envolvió una pesada bruma que la entristeció aún más. No sentía el frío, estaba embotada por la tristeza que le producía el rechazo de sus compañeras, la soledad era su signo.

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En su dolida cavilación, a la Oveja Negra la sobresaltó una voz grave y solemne:—Lo último que debes perder es la esperanza. No permitas que los prejuicios sin

fundamento lógico hacia ti bajen tu moral.—¿Quién eres? —preguntó la Oveja Negra, presa de la ansiedad.—Déjate ver —gritó.Frente a sus ojos atónitos comenzó a cobrar forma una oveja enorme de porte

majestuoso, cual diosa del Olimpo. Excitada por aquella presencia sobrecogedora, la Oveja Negra atinó a balbucear:

—¿Quién eres tú?—Yo soy la Oveja Mayor. He estado observándote desde hace mucho tiempo —dijo

la voz grave. No estás en este lugar ahora por casualidad, el frío del bosque guió tus pasos hasta mí. Te he elegido para que lleves a cabo una misión que solo tú puedes realizar a causa de tu noble corazón y tu gran valentía.

—¿Qué misión tan importante puede ser esa, Oveja Mayor? —preguntó con ansiedad la Oveja Negra.

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—La gran tormenta del norte se está moviendo a gran velocidad y se dirige hacia acá.

Dijo con voz grave la Oveja Mayor, y agregó:—En pocas horas llegará hasta la pradera donde se encuentran tus compañeras.

Tú debes ir hasta ellas y guiarlas a la Montaña de la Esperanza. Allí estarán todas a salvo hasta que pase la tormenta.

La Oveja Negra sintió miedo, y dijo:—No dudo de tus palabras, pero mis compañeras no me creerán; ellas me re-

chazan, no me aceptan por ser negra y por no actuar como ellas. ¿Cómo podré ayudarlas si no me reconocen como su guía?

—Despreciarán tus palabras, no querrán oírte por sus equivocadas formas de pensar, pero la nobleza de tu espíritu infundirá poder en ti, de manera que te oirán y te seguirán. Recuerda en todo momento que no importa cuánto te recha-cen, cuánto te critiquen, debes ser siempre tú, y si has de imitar, imita lo bueno ¡Adelante!

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Como impulsada por una energía relampagueante, la Oveja Negra salió a la carrera hacia donde pastaban sus compañeras.

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—¡Escúchenme, ovejas! —la Oveja Negra esforzaba la voz— Corremos un gran peligro, no podemos permanecer aquí porque se acerca una gran tormenta, debe-mos dirigirnos a la Montaña de la Esperanza; allí estaremos a salvo.

—¡Oveja loca! ¿De qué tormenta estás hablando?Las burlas herían los oídos de la Oveja Negra, mas no se amilanó.—Es la gran tormenta del norte, que avanza velozmente; si permanecemos aquí

será nuestro fin. Debemos ir a la Montaña de la Esperanza.—¿Estás loca?, oveja tonta, la gran tormenta del norte ha estado quieta por ge-

neraciones, y no se va a mover porque una apestosa Oveja Negra le dé por andar temerosa por ahí.

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La Oveja Negra tuvo enormes deseos de irse sola a la Montaña de la Esperanza y dejar a sus compañeras a merced de la tormenta que se avecinaba. Pero recordó las palabras de la Oveja Mayor e insistió.

—Sé que no me tienen confianza, que me rechazan por mi color, que no les me-rezco respeto. Sin embargo, no les hablo por mí misma; estoy aquí en una misión superior, he sido enviada a conducirlas a la salvación, soy la vocera de la Oveja Mayor.

Al oír el nombre pronunciado por la Oveja Negra se hizo un silencio augusto, pues la existencia de la Oveja Mayor era una suerte de secreto sagrado, y todas sabían que quien la nombrara sin razón se exponía a ser desterrada de la pradera para siempre.

Si la Oveja Negra invocaba ese nombre sin temor alguno, era porque había sido autorizada, es decir, hablaba con la verdad, era la mensajera de la Oveja Mayor.

—Piensen en sus hijos y demás parientes; no deben exponerlos a tan terrible peligro. Si permanecen aquí morirán. Tenemos la oportunidad de salvarnos todas. No sean tercas, vamos a la Montaña de la Esperanza. Las que quieran salvarse que me sigan ahora.

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Poco a poco todas fueron acercándose a la Oveja Negra, incluso las que momen-tos antes rechazaban con mayor energía la exhortación de marchar hacia la Mon-taña de la Esperanza. De pronto una de las ovejas gritó:

—¡Eso es una tontería! ¡Una patraña de la Oveja Negra para sentirse importante! Sigamos pastando tranquilamente.

Se hizo un silencio espeso como si el aire se llenara de una grasa sofocante. La incertidumbre invadía al rebaño presa de la indecisión entre creerle y seguir a la Oveja Negra o darle crédito a la oveja que la acusaba de manipuladora.

—Por mi voz habla la Oveja Mayor —exclamó la Oveja Negra— no lo olvides.En ese instante un trueno, poderoso y veloz, bramó en las entrañas del cielo y

un fogonazo relampagueó en las alturas con una luz cegadora. La oveja rebelde se mostró atemorizada, y con voz humilde dijo:

—Te sigo. Tú eres nuestra guía, nuestra luz en el camino.

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La Oveja Negra asintió con la cabeza expresando su agradecimiento; y comenza-ron la marcha. Al caer la noche estaban seguras, abrigadas por el cálido manto de la Montaña de la Esperanza. Todas, bajo la diligente dirección de la Oveja Negra, se dedicaron a almacenar comida y agua en una cómoda cueva que encontraron y que alguna llamó la gruta placentera. En esta labor estaban cuando un rayo pareció abrirle el vientre al cielo y cayó en medio de la lejana pradera donde horas antes pastaban todas.

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Parecía una reedición del diluvio universal: gotas gruesas, gordas, espesas de agua caían como metralla; ríos trepidantes, poderosos, bajaban de la cima de la montaña acompañados de vientos ululantes que destrozaban árboles y peinaban la maleza; a veces, arrancándola de cuajo.

Ante los ojos de las ovejas el mundo se deshacía en agua, pero ellas estaban se-guras, a buen resguardo en la gruta, confiadas en la sabiduría de su guía: la Oveja Negra.

Llovió sin tregua durante diez días con sus noches, pero ninguna sufrió hambre, sed o frío. Fueron días de un enclaustramiento inevitable pero feliz.

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Con el paso de los años la Oveja Negra se convirtió en la lideresa del rebaño. Nunca más hubo prejuicios hacia ella; por el contrario, eran comunes las muestras de afecto que recibía, las solicitudes de consejo, de orientación; todas encontraban en ella una compañera comprensiva y sabia.

Y en su memoria seguían frescas aquellas palabras de la Oveja Mayor: “Despre-ciarán tus palabras, no querrán oírte, pero la nobleza de tu espíritu infundirá poder en ti y en tus palabras de manera que te oirán y te seguirán. Recuerda en todo mo-mento que aunque te rechacen, aunque te critiquen, debes ser siempre tú, y si has de imitar, imita lo bueno; y en este caso el color negro no es mejor o peor, solo es un signo que algunos, aún atrasados, ven en él lo que no es. ¡Adelante!

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Esta edición de 1.500 ejemplares

se imprimió en el mes de julio de 2014,

en los Talleres Gráficos de la Asamblea Nacional

Caracas, Venezuela

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