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    La revolucin laboral en Chile Jos Piera

    La revolucin laboral en ChileJos Piera

    Cmo funcionaba por dentro el gobierno que hizo posible la revolucin econmica delibre mercado en Chile? Qu sistema laboral permite progresar ms al trabajadorcomn y corriente? Cmo evitar que la oligarqua sindical tenga poder para paralizaruna economa y amenazar a los gobiernos? Cmo impedir que las negociacionessalariales generen cesanta e inflacin?

    En este libro, Jos Piera Echenique -autor de la modernizacin laboral- responde aestas interrogantes con una claridad provocadora.

    Responsable de otras dos grandes modernizaciones de la economa chilena -la ReformaPrevisional y la Ley Minera- Jos Piera es Doctor en en Economa de la Universidadde Harvard y fue ministro del Trabajo y Minera, consecutivamente, por espacio de tresaos (1978-1980).

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    NDICE

    PREMBULO

    1 LA HORA DE LA ACCIN

    Un equipo liberalUna conferencia inusualReflexin de Navidad

    2 LA PRUEBA DE FUEGO

    El costo del inmovilismo

    Cinco definicionesLas gracias de GraceLa cada del muro

    3 POR QU NO?

    Las leyes aperitivoDesde fojas ceroLa meta es el cieloRompiendo mitosTrabajadores versus trabajadoresTripartismo contra el bien comnEl salario justoLa soberana del trabajador

    4 CONTRA VIENTO Y MAREA

    La reaccin de las cpulasEl flanco oscuroCorporativismo o liberalismo?Convenciendo al Presidente

    El poder de la televisin5 LEGISLAR PARA TODOS

    Los hombres de la JuntaUna alianza sorprendentePara derrotar al comunismoEl Plan llega a la JuntaLimpiando el camino

    6 LIBERTAD PARA LOS TRABAJADORES

    Confiando en las bases

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    Negociar en una economa de mercadoUn arbitraje originalLos ltimos tropiezosPiso e indexacinEnsayo general

    7 EL PLAN FUNCIONA

    El desenlace del boicotUn traspi diplomticoEl rodaje del PlanLas primeras semanasAlerta militar en El TenienteUna experiencia pionera

    8 UN NUEVO CHILE

    El comienzo de la democraciaEl mejor momentoLa gran crisisCosecha de empleosDespolitizacin sindical

    9 LA GRAN OPORTUNIDAD

    Las razones de una transicin exitosaLa pendiente de la mediocridadMucho camino por recorrer

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    PREMBULO

    El retorno a la democracia en Chile tuvo lugar el 11 de marzo de 1990 en el nuevoedificio del Congreso construido en Valparaso. Ante la incredulidad del mundo entero,

    y tambin de muchos chilenos, ese da el Presidente Augusto Pinochet se sac con suspropias manos la banda presidencial -el tradicional smbolo de la autoridad de los jefesdel estado en Chile- y, tras haber sido investido Patricio Aylwin como nuevo Presidente,el viejo general abandon dignamente la sala del Congreso.

    Tras 16 aos de gobierno militar, el pas volva pacficamente a la democracia con laeconoma ms dinmica y ms slida de Amrica Latina.

    Lo que estaba sucediendo en ese momento en verdad haba sido decidido en 1980,cuando el esfuerzo liberalizador que se inici en 1973 en el campo econmico seextendi a varios otros frentes y culmin en una Constitucin que pona plazos

    rigurosos para la instalacin de un parlamento libremente elegido y para el comienzo dela vida poltica democrtica. Lo que ahora se estaba viendo no era un inicio; era undesenlace. En verdad, la batalla por la democracia haba sido ganada diez aos antes.

    Sent que haba llegado la hora de escribir lo que haca aos me haba propuesto. Ahoratena la perspectiva suficiente para hacerlo. Pienso que es importante que el pas apreciey conozca no slo lo que se hizo en ese tiempo, sino tambin el cmo y el por qu lascosas se hicieron de esa manera. Esta obra es bsicamente un testimonio sobre cmo serealiz la modernizacin laboral en Chile y la importancia que ella tiene para el futurodel pas.

    Si se le pide a una persona que cierre los ojos y visualice un pas exitoso, qu vera?Gente haciendo cola para votar? Un debate en una asamblea sindical o en elCongreso? La Constitucin arriba de un pedestal en la sede del gobierno?Posiblemente vera gente que se levanta todos los das y va a trabajar. Y que trabaja conamor a los cosas bien hechas. Vera fbricas en que los trabajadores realizan su oficiocon rigor y en un clima de armona, oficinas en que la gente lleva a cabo sus laboresestimulada, ejecutivos que emplean su tiempo en planificar nuevos proyectos. Unabuena ley laboral contribuye a hacer posible un pas exitoso.

    Como visualizara a un pas en decadencia? Con personas que tienen dificultades para

    llegar a su trabajo porque est en huelga el transporte, oficinas en que la gente est mspreocupada de la asamblea de la tarde que de sus tareas, ejecutivos que concentran sutiempo en negociar con los sindicatos, ministros maniatados por las grandes centrales.En ese pas hay una mala ley laboral.

    El debate acerca de la ley laboral es, en verdad, acerca de la vida y del trabajo diario dela gente. Es enormemente importante.

    La revolucin laboral fue un desafo apasionante que se inscribi en el proyecto depreparar a Chile para entrar al siglo XXI. Fue una reforma realizada con el objetivo deexpandir la libertad en nuestra patria, conquistar el desarrollo y abrir paso a la

    democracia. Fue un frente decisivo en la gran batalla por Chile que dimos en los ltimosaos para dar a todo chileno un pas que funcione.

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    Santiago, 30 de noviembre de 1990.

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    LA HORA DE LA ACCIN

    Cuando el Presidente Pinochet me recibi en su oficina a las cinco de la tarde de eseviernes 22 de diciembre de 1978, me hizo un ofrecimiento que iba a cambiar mi vida.Quera que entrara al gabinete y me advirti que estbamos en un momentoextraordinariamente difcil en la vida del pas.

    Desde fuera la situacin se vea distinta. De hecho, en esa clida tarde veraniega y deambiente navideo, eran seguramente muy pocos los santiaguinos que tenan plenaconciencia de estar viviendo instantes crticos. En la reunin, el Presidente -de

    uniforme, muy serio, tenso pero no abrumado- se ahorr todo tipo de prembulos yentr de inmediato en materia. Se le notaba preocupado y sus palabras fueron enfticas.Los informes de inteligencia militar -me dijo- sealaban de manera categrica que lashoras estaban contadas para que Argentina iniciara una guerra en gran escala en contrade nuestro pas por la disputa de las tres islas del Beagle. El conflicto haba desbordadolos cauces de la diplomacia y ahora entraba a la fase de la guerra.

    Por otra parte, despus de mltiples tentativas frustradas, ahora s que era un hechoinminente el boicot sindical al comercio chileno con el resto de Amrica. La medida,impulsada por la poderosa central sindical norteamericana AFL-CIO, haba sidoanunciada tras el encuentro de la ORIT (Organizacin Regional Interamericana delTrabajo), celebrado en Lima haca pocas semanas. Con esa decisin, triunfabafinalmente la campaa de desinformacin y de presiones llevada a cabo por un grupo depolitizados dirigentes sindicales chilenos para doblegar al gobierno con las armas de lasolidaridad del sindicalismo mundial. El Presidente estaba realmente enfurecido con lamaniobra y la consideraba con todas sus letras una traicin a la patria. El boicot entrabaen vigencia el da 8 de enero de 1979 y, por lo tanto, quedaban menos de quince das -contando las fiestas y los feriados- para arreglar el problema.

    La reunin con el Presidente Pinochet dur 45 minutos y en ella no hubo una solapalabra de ms. El peligro para Chile era de tal magnitud -guerra con Argentina y boicot

    sindical- que pedir tiempo para dar una respuesta habra sido una vacilacinimperdonable en esas circunstancias. Transcurridos los quince primeros minutos yahaba aceptado ser ministro. Le ped entonces al Presidente que me permitiera explicarlecul era mi visin de lo que necesitara hacerse una vez superadas estas dosemergencias. Not una mezcla de extraeza y curiosidad en sus ojos. Seguramente lointrig saber qu se propona este joven. El mandatario titube por un instante y despusasinti con la cabeza. Entonces habl con conviccin y entusiasmo del sueo deconvertir a Chile en un pas desarrollado y con una sociedad libre, de cmo haba quedar un gran salto hacia adelante en la modernizacin de nuestras instituciones y leyes,de por qu era necesario ampliar radicalmente los mrgenes de libertad de los chilenosen todas las materias que les preocupan diariamente, y de por qu esta libertad era la

    verdadera proteccin de la futura democracia, resistida tanto por el pensamientoestatista como por las causas totalitarias. Creo que habl como si sa hubiese sido mi

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    primera y ltima oportunidad y quise decirlo todo desde el primer da. En los tres aosque permanec como ministro agradec muchas veces haber hecho ese inequvocoplanteamiento inicial de mis propsitos. Pero debo haber dejado algo perplejo alimponente general, que se estaba preparando para la guerra, con esta apasionada agendade proyectos e iniciativas para los tiempos de paz. Al final, sal del edificio Diego

    Portales, sede del gobierno en ese entonces, bastante ms preocupado de lo que habaentrado, pero tambin con la sensacin de estar comenzando a vivir una etapaapasionante.

    Aos despus sabra que mientras me reuna con el Presidente, la escuadra argentina yaiba rumbo al sur, a invadir las islas chilenas, accin que fue detenida a ltimo momentopor una influencia combinada de Estados Unidos y la Santa Sede.

    Ese fin de semana tuve una reunin de trabajo con los ministros claves del gabinete, elministro del Interior, Sergio Fernndez, y el ministro de Hacienda, Sergio De Castro,para analizar el urgente problema del boicot. A ambos los conoca de antes. Sergio de

    Castro haba sido decano de la Facultad de Ciencias Econmicas de la UniversidadCatlica de Chile donde yo haba estudiado economa antes de hacer un postgrado enHarvard. A Sergio Fernndez lo haba conocido slo meses antes, cuando yaencabezaba el gabinete. Del anlisis de la situacin qued en claro que deba ir alMinisterio del Trabajo y no al de Economa, como inicialmente me haba planteado elPresidente. Si iba a asumir la responsabilidad de detener el boicot y si el gran desafo demi gestin sera concebir reformas profundas a los esquemas sindicales y previsionales,lo lgico era que actuara con el ttulo de ministro del Trabajo. La verdad es que elasunto parece evidente ahora, pero entonces no lo era. Los economistas liberales, porllamarlos de alguna manera, hasta ese momento haban ocupado slo las carteras delrea econmica. Como titulares del Ministerio del Trabajo el gobierno haba tenido amilitares y a abogados. La decisin de nombrar a un economista de 30 aos en un reatan difcil y en vsperas de un conflicto con el sindicalismo mundial era un paso audazpara el gobierno. Pero nadie podra negar que el Presidente Pinochet se caracteriz porincorporar a gente joven en importantes cargos pblicos y por adoptar decisiones querequeran coraje poltico.

    Un equipo liberal

    La modernizacin laboral iba a ser una parte clave de un modelo econmico y social

    fundado en la libertad de las personas. El Presidente Pinochet confi la construccin deeste modelo a un grupo de profesionales, la mayora de ellos economistas, quecompartan una misma confianza en el libre mercado. Muchos nos sentamos unidosadems por una experiencia comn en la Escuela de Economa de la UniversidadCatlica.

    Fue la influencia de este equipo liberal la que hizo la diferencia entre lo que pudo habersido un gobierno militar latinoamericano ms, como tantos que entraron sin pena nigloria a la historia, y un rgimen autoritario que paradojalmente utiliz su inmensaconcentracin de poder poltico para producir la mayor desconcentracin de podereconmico y social jams ocurrida en Chile.

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    Todo comenz a mediados de la dcada del 50, cuando un decano de mente abierta -Julio Chan- firm un convenio entre la Escuela de Economa de la UniversidadCatlica y el Departamento de Economa de la Universidad de Chicago. El acuerdoalcanzado permita que los mejores egresados chilenos pudiesen perfeccionarse enChicago a travs de estudios de postgrado, con el compromiso de volver a la docencia e

    investigacin universitaria. Esto era un verdadero acontecimiento. Hasta entonces lasuniversidades chilenas no formaban economistas en el sentido exacto de la palabra. Laenseanza de economa era un conjunto de generalidades y de descripciones muyliterarias e ideologizadas de los distintos modelos de desarrollo.

    Tal realidad comenz a cambiar, primero en la Universidad Catlica y, despus, en elresto de las universidades del pas. Lo concreto es que a fines de los aos 60 ya existaen Chile una "masa crtica" de economistas no slo con una lgica de anlisis similar,sino tambin con un cierto diagnstico y una cierta solucin comn a los problemas delpas. El diagnstico colocaba al estatismo y al proteccionismo entre los principalesfactores de la debilidad de nuestra economa. La solucin urga a adoptar un modelo de

    economa abierta y de mercado. Tan importante como estos dos aspectos era que elgrupo estaba dispuesto a jugarse por sus ideas actuando en la vida pblica.

    La influencia que tuvo en esos aos en el cuadro poltico este grupo emergente deeconomistas fue reducida, pero as y todo se hizo perceptible en algunos cuadrostcnicos del gobierno del Presidente Frei y en esferas aisladas de las corrientes polticasde derecha. Los sectores empresariales mayoritarios -ms comprometidos con lapropiedad privada que con el mercado libre- nunca los acogieron con gran inters,seguramente porque vean en su rechazo al proteccionismo estatal y en su reivindicacinde la competencia definiciones demasiado utpicas para el Chile de esos aos.

    Sin embargo, la coherencia intelectual del grupo era innegable. Innegable y ademscada vez ms efectiva, puesto que comenz a abrir boquetes en el muro casiimpenetrable de ideas estatistas de la sociedad chilena de entonces. Uno de esosboquetes fue por ejemplo la tribuna que El Mercurio le concedi al grupo, en unadecisin editorial visionaria y de grandes repercusiones para el futuro del pas. El restoqued a cargo de un trabajo muy paciente, muy silencioso y de muchas personasllamado a demostrar que exista un camino distinto al que, con distintos matices ydistinta retrica, recomendaba en esos momentos toda la dirigencia chilena.

    El grupo de economistas vinculados al pensamiento econmico liberal habra sido capaz

    de influir en Chile bajo cualquier gobierno y en cualquier escenario. Ms que unahiptesis, esta es una evidencia de la efectividad que tienen las ideas compartidas congenerosidad, consistencia y conviccin. El gobierno marxista de la Unidad Popularcontribuy a que este grupo ganara cohesin y comenzara, por la va del apoyo a losparlamentarios de oposicin, a tener sus primeras experiencias en los asuntos pblicos.

    En todo caso, los primeros nombramientos del gobierno militar en el rea econmicafueron bastante hbridos. Entre los primeros titulares de los ministerios econmicosestuvo un almirante como Lorenzo Gotuzzo, que haba sido hombre de nmeros en laArmada, un planificador en la mejor tradicin de la ingeniera chilena como Ral Sez yun empresario como Fernando Lniz.

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    Los economistas liberales tuvieron cargos secundarios en los primeros momentos delrgimen hasta que el grupo dio un salto cualitativo en 1975, con el ingreso de JorgeCauas al Ministerio de Hacienda. Cauas era un economista ampliamente respetado,vicepresidente del Banco Central en la administracin del Presidente Frei, que entr algabinete como superministro y con plenos poderes para estabilizar la economa. Junto

    con l tambin entr Sergio De Castro a Economa, que tiempo despus pasara a estarmucho ms identificado como motor del esquema econmico del rgimen militar.

    A Jorge Cauas le correspondi un trabajo difcil y lleno de incomprensiones. Lasituacin catica de la economa chilena en 1973 haba comenzado a mejorar cuando larecesin internacional que provoc el alza del petrleo agrav los fuertes desequilibriostodava existentes. La opcin era avanzar al despeadero o frenar. Cauas fren y a esose le llam el tratamiento de shock. La verdad es que el shock no era imputable a l sinoa los tremendos desajustes en que se encontraba la economa tras varias dcadas deintervencionismo y tres aos de experimento socialista. Cuando entr al gobierno, habatareas que a esas alturas eran impostergables: reducir severamente el gasto pblico,

    controlar la oferta monetaria, poner orden y sanear -en fin- radicalmente la situacin delas empresas pblicas. No siendo grato ninguno de estos cometidos, Cauas puso manosa la obra con entereza y patriotismo. Antes de su designacin, nadie hubiera apostado aque un hombre de temperamento tan moderado iba a actuar con tanto rigor. Pero sucargo en cierto modo lo templ. Como ministro de Hacienda, de hecho, fue capaz deactuar con carcter y sin falsas contemplaciones. Saba perfectamente que se le iba acargar a cuenta suya el supuesto "costo social" del ajuste, pero esta circunstancia no lointimid.

    Como ministro encargado de la administracin de los escasos recursos del estado, Cauasdebe haber dicho "no" al menos mil veces a las demandas de los ministerios msgastadores. Hay una lgica perversa en la actividad de algunas secretaras de estado.Brillan no por los recursos que ahorran u optimizan sino por los que gastan y, siendoas, todo lo que obtengan se hace poco. Jorge Cauas se desgast en esas negativas congrandeza poltica y, cuando decidi alejarse, seguramente saba que su obra no iba a sermuy reconocida. As ocurri efectivamente, El superministro se alej del pas aceptandola embajada en los Estados Unidos, sabiendo quizs mejor que nadie que la polticapuede llegar a ser muy ingrata.

    La vacante de Jorge Cauas fue cubierta con el titular de Economa Sergio de Castro,cuya gestin no desminti la fama de duro que traa desde los tiempos de su decanato en

    la Facultad de Economa de la Universidad Catlica. Al Ministerio de Economa, por suparte, se incorpor otro economista de la misma escuela, Pablo Baraona, y la dupla noslo profundiz la accin que Cauas haba iniciado sino que la proyect a ms ampliosalcances. La obra de Sergio de Castro fue definitiva en materia de abrir la economa alrigor y a las oportunidades de los mercados internacionales y fue de una valenta notablecuando se retir a Chile del Pacto Andino, el sueo que en un momento compartieroncinco presidentes latinoamericanos que creyeron que la integracin era posibleamurallando nuestras economas, y suministrando ms planificacin y estatismo. Elretiro de Chile del Pacto Andino fue por algunos meses motivo de escndalo en lossalones de muchas cancilleras latinoamericanas, pero es de esas decisiones que hanbeneficiado fuertemente al pas. Con De Castro y Baraona, el equipo econmico

    adquiri coherencia y se proyect a diversos frentes a travs de la accin de muchaspersonas. No es posible recordarlos a todos, pero sera imperdonable no nombrar a los

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    que siguieron colaborando por largo tiempo despus: los economistas Miguel Kast,Alvaro Donoso, Juan Carlos Mndez, Ernesto Silva y Arsenio Molina, el ingeniero JosYuraszeck y la sociloga Patricia Matte, en Odepln; Sergio Undurraga, hombre claveen Odepln en los primeros aos y despus representante de Corfo en Nueva York;Alvaro Bardn y Sergio de la Cuadra en el Banco Central; y los profesionales que Pablo

    Baraona organiz en su ministerio para sanear la situacin de las empresas pblicas:Hernn Bchi, Juan Hurtado, Nicols Irarrzabal y Martn Costabal.

    Una conferencia inusual

    Hasta ese momento de la entrevista del 22 de diciembre, nunca haba conversado con elPresidente Pinochet, y lo haba conocido apenas un ao antes porque Roberto Kelly,entonces ministro-Director de la Oficina de Planificacin Nacional (ODEPLAN), asistia una conferencia que d a fines de mayo del 77 en la reunin de la Fundacin de laFacultad de Ciencias Econmicas de la Universidad Catlica. Desde que volv deHarvard en diciembre del 74 haba comenzado a participar en los asuntos pblicos a

    travs de conferencias, columnas en la prensa y publicaciones. En estas tareas meapoyaba desde haca pocos meses Juan Andrs Fontaine, un economista recin egresadoque ya comenzaba a demostrar una precoz madurez en el campo de la macroeconomaque lo llevara varios aos ms tarde a un desempeo excepcional como director deEstudios del Banco Central de Chile. Con Juan Andrs habamos comenzado a trabajaruna idea que me obsesionaba. Puede Chile llegar a ser, algn da, un pas desarrollado?Hay potencial en este pas para un despegue econmico? Cmo podra ser ese pas?Qu otras polticas seran necesarias para lograr este objetivo? Estbamos en plenoproceso de estimulacin mental cuando lleg la invitacin al seminario de la Fundacin.Decid lanzar all nuestras conclusiones. Auditorio repleto, mucho entusiasmo e intersy, entre los asistentes, invitados de gran categora. La tesis central fue que Chile poda ydeba llegar a ser un pas desarrollado y que la llave para lograrlo era la economa libre.Dije que gracias a los logros del ministro De Castro y de su antecesor, Jorge Cauas,estaba llegando a buen trmino la fase durante la cual la prioridad haba sido reconstruirla destrozada economa de nuestro pas. Hice un clculo aproximado de lo que el pashaba perdido al desviarse, durante el gobierno de la Unidad Popular, de la trayectoriaposible de crecimiento. Eran miles de millones de dlares de menor bienestar para loschilenos. Lo llam el "costo del socialismo". Sostuve que ahora debamos entrar a otraetapa. Ya no se trataba principalmente de lograr los equilibrios macroeconmicosbsicos -cuadrar las cuentas fiscales, equilibrar la balanza de pagos o detener lahiperinflacin- tarea en la cual se haba avanzado mucho desde esa economa catica

    que encontr el gobierno en septiembre de 1973. Se trataba de algo mucho msapasionante que todo eso. Se trataba ahora de enfrentar el pas al desafo del desarrollo.Slo con tasas altas y sostenidas de crecimiento de la actividad productiva bamos apoder sacar a nuestro pas de la mediocridad e bamos a poder responder a lasaspiraciones de bienestar de la poblacin, especialmente de los sectores ms pobres.Afirm que el pas poda crecer en forma sostenida a tasas del 7 por ciento anual si sesegua un conjunto de polticas coherentes anclada en la libertad de los mercados y lacreatividad individual. Vea en ese entonces -y lo sigo viendo hasta el da de hoy- unhorizonte de enormes potencialidades para Chile y todos los chilenos si ramos capacesde optar y de persistir en la economa social de mercado.

    Mi pensamiento en este campo haba sido fuertemente influido por Manuel Cruzat,quien en ese entonces diriga un importante grupo de empresas. Manuel Cruzat haba

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    sido profesor en la Universidad Catlica y, tras estudiar en Chicago y Harvard, habadecidido aplicar sus conocimientos en el mundo empresarial. Con su extraordinariainteligencia y su original visin de los asuntos pblicos, tuvo una gran influencia en mipensamiento sobre estas materias. Compartamos una pasin por Chile y juntosconcluimos que las potencialidades de este pas eran enormes si optaba por un modelo

    de libre mercado.

    La inversin produjo gran polmica porque haca tiempo que en Chile haba unaextendida mentalidad escptica frente a nuestras posibilidades como nacin en estecampo. Somos un pas que produce grandes poetas -Pablo Neruda, Gabriela Mistral,Vicente Huidobro- se deca, pero jams seremos un pas de creadores de riqueza. Secitaba el libro de un historiador, Francisco Antonio Encina, llamado apropiadamenteNuestra inferioridad econmica. Dije que todo eso era infundado derrotismo. Que en elsiglo XIX Chile haba sido un gran pas en el contexto latinoamericano. Que elsubdesarrollo estaba primero en nuestras mentes. Que si no creamos que podamos salirde la mediocridad nunca lo haramos y eso slo sera una profeca autocumplida.

    Al ministro Kelly le interes la intervencin. Roberto Kelly ya haba contactado alPresidente con los economistas liberales en los inicios del gobierno militar y promovidosu creciente participacin en cargos de importancia. Ahora vea en este planteamientouna concepcin nueva y atractiva, capaz de dar un impulso renovado al gobierno ydesde luego al pas.

    Me llam al da siguiente y me pidi que repitiera esa misma conferencia -con losgrficos del "costo del socialismo" y "la ruta del crecimiento acelerado"- ante elPresidente Pinochet. La oferta era tan inusual como interesante. Una semana ms tardeestaba yendo a buscar al ministro Kelly a su oficina para llegar juntos al Edificio DiegoPortales. En el camino me indic -casi como si fuese una ancdota- que el Presidentehaba decidido que era bueno que a la conferencia tambin asistiese la Junta deGobierno y el gabinete en pleno. Me pareci todo increble y sin saber cmo meencontr hablando en una sala imponente ante las mximas autoridades ejecutivas ylegislativas del pas.

    Por suerte hubo que apagar las luces para que se vieran bien las transparencias con lascuales ilustr la exposicin. As no vea al auditorio y poda imaginarme que era unaclase ms a mis alumnos de la universidad. Habl una hora improvisando en base alesquema de la charla en la Fundacin. Al final tras un breve silencio mientras se

    encenda de nuevo la iluminacin de la sala, el Presidente Pinochet ofreci la palabra alos integrantes de la Junta de Gobierno por si queran formular alguna pregunta o aclararalguna duda. Incluso cre ver que se diriga especialmente al general Gustavo Leigh,comandante en jefe de la Fuerza Area, el nico miembro de la Junta de Gobierno quedesconfiaba del modelo econmico liberal, quien algunos meses despus sera removidode su cargo. Ninguno acept el ofrecimiento. Despus repiti la misma oferta a susministros; varios de ellos hicieron preguntas o alcances y se produjo un interesanteintercambio de ideas. Poco despus supe por el general Sergio Covarrubias, jefe delpoderoso Estado Mayor Presidencial, que al general Pinochet le haba impresionado laexposicin. No se me ocurri entonces que un ao y medio despus iba a ser ministrodel Presidente Pinochet.

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    Reflexin de Navidad

    Dems est decir que mi Navidad del 78 fue doblemente reflexiva. Estaba asumiendopor primera vez un compromiso en la vida pblica del pas y lo haca en un cargo clave,en un momento crtico y en un gobierno muy especial.

    Pero lo cierto es que pocas veces en mi vida me he sentido ms autntico y coherenteconmigo mismo que cuando jur el 26 de diciembre del 78 como ministro del Trabajo.Me pareca que habra sido una inconsecuencia declinar el ofrecimiento presidencialcuando crea que Chile tena una oportunidad histrica para conseguir progreso social,desarrollo econmico y bienestar de la comunidad.

    Quien cree en un proyecto de cierta trascendencia no puede excusarse a la hora dellevarlo a cabo. Eludir este deber no slo es incurrir en una inconsecuencia sino tambinabrir las puertas a ese sentimiento de impotencia e indignidad personal queinvariablemente grava a quien -pudiendo hacerlo- no se compromete con sus ideas en la

    accin. La verdad es que sirve de poco comprometernos con nuestros ideales slo depalabra y a la hora de la sobremesa. A fin de cuentas el testimonio de la accin vale msque mil palabras.

    En todo caso, ms all de la oportunidad de poner en prctica las ideas en que uno cree,aceptar un ministerio no es slo una decisin de contenido tico y coherencia personal.Es tambin una decisin poltica y este alcance era incluso ms fuerte tratndose de ungobierno militar.

    Soy y me considero un demcrata. Aprecio y valoro la democracia, lo digo con todafranqueza, porque aprecio y valoro todava mucho ms la libertad. Por pensar as -y no apesar de eso- apoy la gestin del gobierno militar. Pens que este gobierno poda abrirperspectivas formidables para que en nuestro pas se ampliara la nocin cvica ypersonal de la libertad y para que la sociedad chilena se modernizara definitivamente.Crea que un gobierno como ste, en esa coyuntura histrica, tena la capacidad, elcoraje y la decisin poltica de remover los anacronismos que nos haban condenado aser una nacin de enormes conflictos polticos, una economa extraordinariamente pocoeficiente y una sociedad sin mayores horizontes, estancada y, en esa misma medida,muy injusta.

    Al aceptar colaborar con el Presidente Pinochet en su gabinete desde luego no poda

    dejar de plantearme rasgos y hechos irrefutables del rgimen que encabez. El suyo nofue por supuesto un gobierno democrtico ni hay que juzgarlo desde esa perspectiva.Pero para m la legitimidad de su origen est fuera de discusin, tal como tambin loestuvo para la inmensa mayora de chilenos que exigi la intervencin militar paraevitar que Chile se transformase en una segunda Cuba y para los parlamentarios queconcurrieron el 23 de agosto del 73 al histrico acuerdo de la Cmara de Diputadosdenunciando las inconstitucionalidades en que haba incurrido el gobierno delPresidente Allende. El rgimen militar surgi del derrumbe de nuestra democracia, conel cometido histrico de reconstruirla sobre bases ms slidas que las que tuvo en elpasado. Esa tarea, proporcionarle bases ms slidas, involucraba necesariamente menosestado y ms iniciativa privada, menos politizacin y ms responsabilidad individual,

    menos libertinaje poltico y ms libertades econmicas.

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    Era necesario que a estas alturas el rgimen militar, tras la reconstruccin econmica yla restauracin del orden pblico, abriera una nueva etapa y se lanzara a una tripleofensiva de reformas estructurales, desarrollo y democratizacin. Tres desafosparalelos, tres desafos simultneos. La situacin estaba lo suficientemente maduracomo para dar un golpe de timn destinado a romper los viejos esquemas y encuadrar al

    pas dentro de otros parmetros, de los parmetros de la libertad y la prosperidadeconmica.

    Eso haba que hacerlo y haba que hacerlo entonces. El gobierno del PresidentePinochet, habiendo hecho hasta ese momento una labor previa que era fundamental,segua en deuda con lo que deba ser su objetivo principal: modernizar el pas, abrirlo alimpulso innovador de la creatividad individual y dar a todos los chilenos los mximosespacios posibles de libertad.

    Es necesario que se comprenda que el rgimen militar no fue un proyecto de metasprogramticas definidas y claras desde el primer da. Nada de eso. El rgimen militar, y

    su obra transformadora, se fue haciendo con el tiempo, a fuerza de grandes decisiones,pero tambin a fuerza de coyunturas fugaces y decisiones pequeas. Esto explica queentre sus bases de apoyo y entre sus personeros y mandos medios hayan coexistidosectores muy heterogneos: gente con nostalgias corporativistas, algunos nacionalistasfanticos, conservadores de viejo cuo, partidarios de la sociedad libre, gentedesilusionada de la poltica y de los partidos, derechistas tradicionales, y figurasrepresentativas de una especie de nacional-estatismo con veleidades socialistas.

    Hacia el ao 78 haban comenzado a ganar cierta primaca dentro del rgimen lossectores interesados en avanzar a una modernizacin de cuo democrtico y liberal.Sergio Fernndez, el enigmtico ministro del Interior, hombre de gran capacidad detrabajo y poco sentido del humor, conduca el proceso poltico que deba culminar enuna nueva Constitucin. A su vez, Sergio De Castro, el impertrrito ministro deHacienda, haba conseguido, a fuerza de valientes decisiones, poner a Chile en la rutadel crecimiento. Resultaba, sin embargo, cada vez ms necesario expandir el esquemade liberalizacin a toda la estructura social. Por ltimo, era alentador saber que almismo gabinete iban a entrar tambin dos personas de tanto valor como Gonzalo Vial,en Educacin, y Miguel Kast en ODEPLAN.

    Chile no slo necesitaba una economa libre; necesitaba que adems la libertad irrigarade arriba a abajo su sistema poltico y su estructura social. La concepcin liberal no

    poda agotarse en un esquema econmico que algunos perciban slo como unaestrategia para lograr y mantener los equilibrios macroeconmicos; la concepcinliberal era todo un marco conceptual para inducir cambios estructurales y grandestransformaciones. El nuestro no deba ser un discurso conservador o inmovilista; debaser un discurso profundamente revolucionario, porque estbamos hablando de cambiosmucho ms profundos que los postulados por la propia izquierda.

    No era aquella la nica dimensin que deba ser evaluada por quien aceptaba unministerio en el gobierno militar. Estaba tambin el complejo asunto de las violacionesde derechos humanos que, desde el mismo 11 de septiembre del 73, ensombreca laimagen del gobierno. Haba que descontar de estas sombras las caricaturas y

    fabulaciones de la exitosa campaa internacional orquestada por la izquierdainternacional. Haba que seguir descontando de los abusos que se cometieron las

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    violencias propias de un pronunciamiento militar concebido, quizs inevitablemente,como operativo blico. Aun as, practicados esos descargos, quedaba un saldo de abusoscondenables. Es cierto. Y frente a esa realidad uno tena que plantearse. La alternativaera clara. O distanciarse, lavarse las manos y seguir aguzando, de manera muy cmodapor lo dems, la percepcin para observar y analizar la realidad o bien involucrarse en el

    proceso y sumar fuerzas para empujar el carro en una triple direccin: reformasestructurales para que hubiera ms libertad, desarrollo para que hubiera ms bienestar ydemocracia para que se respetaran los derechos humanos.

    Cuando jur el martes 26 de diciembre de 1978 como ministro del Trabajo opt conentera confianza y tranquilidad de conciencia por la segunda opcin.

    Haba comenzado la hora de la accin. Parta literalmente una demencial carrera encontra del tiempo para parar el boicot. Parta tambin una tarea tal vez menosapresurada pero mucho ms trascendente para tratar de poner al da el pas en sus viejasy anquilosadas estructuras sociales.

    La primera tarea consista en cierto modo en apagar un incendio. La segunda -ni ms nimenos- en levantar un edificio que fuera realmente incombustible.

    2

    LA PRUEBA DE FUEGO

    Los primeros das en el Ministerio del Trabajo fueron de gran actividad. No haba unminuto que perder. O logrbamos levantar el boicot en los das siguientes, o tendramosque adoptar una estrategia de tiempo de guerra -muy dura, por cierto- para resistirlo acomo diera lugar.

    El gobierno se prepar en ambos sentidos. La amenaza era seria y, aunque hoy dacueste dimensionarla, vale la pena tener presente el descalabro que provoc en 1989 elembargo de la fruta chilena slo por algunos das en los puertos norteamericanos, a razde la presencia de cianuro en dos granos de uvas. Multiplquese el problema variasveces, y agrguese despus al resultado la amenaza de guerra con Argentina, entoncesmuy latente, y se tendr un cuadro aproximado de la emergencia que el pas enfrentaba.El plan para resistir el boicot que lleg a disearse era complejo y desde luego

    consultaba operaciones encubiertas y dispositivos ocultos para entrar y sacar mercaderade nuestro territorio. En el contexto de ese plan, para comerciar con Estados Unidosespecialmente -nuestro principal socio comercial- los chilenos bamos a tener quevalernos de terceros pases y de empresas fantasmas en complicadas operacionestriangulares llamadas a abrir unos cuantos forados en el muro aparentementeimpenetrable del boicot. Poner en marcha este laborioso esquema significaba costos quepodan llegar a ser sustanciales y significaba un debilitamiento, quizs mortal, de laestrategia de economa abierta y de mercado. La otra alternativa -que el sindicalismoamericano cambiara su decisin- era desde luego la ideal. Pero a esas alturas del partidoestaba resultando muy improbable. A fines de diciembre, cuando entr al Ministerio, elboicot tena ya su pequea historia. El plazo acordado para ponerlo en prctica -menos

    de cuatro semanas- puede haber sido corto, pero la medida no era intempestiva. De

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    boicot sindical se haba comenzado a hablar desde el mismsimo mes de septiembre del73 y el problema consista en que ya no era un bravata sino una condena a plazo fijo.

    El costo del inmovilismo

    Si bien en los instigadores de esta medida haba mucha irresponsabilidad, por el lado delgobierno haba una cuota no mucho menor de confusin. La verdad es que a cinco aosdel 11 de septiembre del 73 todava no haba una poltica laboral coherente. Algunostemas -como la eleccin democrtica de dirigentes o la huelga, por ejemplo- erantabes. En este plano el gobierno se haba movido en funcin de convenienciasinmediatas, de prejuicios, de contradicciones y tambin muchas veces de temores. Deuna manera u otra esta maraa de criterios y motivaciones describa un rea deindefiniciones gubernativas, proporcionando otro argumento ms para refutar la visindel rgimen militar como un aparato acabado y monoltico de voluntades, objetivos ypolticas. Pablo Baraona, que haba renunciado recin al ministerio de Economa, haba

    representado con insistencia tales indefiniciones, sealando la necesidad de avanzar auna legislacin laboral de signo modernizador.

    Saltaba a la vista que, mucho antes de poner el grito en el cielo por el boicot, elprincipal imperativo era poner las ideas en orden y ver de qu modo podamos avanzar -sin compulsiones, pero tambin sin demoras- a una normativa sindical compatible conuna economa social de mercado, porque la existente hasta ese momento, en honor a laverdad, era un tanto impresentable.

    Como en todo, tambin en este plano la claridad de ideas y de propsito era el requisitoprevio para entrar a conversar. Las crticas del sindicalismo internacional eranatendibles en cuanto a que en Chile no existan libertades mnimas para la actividadsindical, ni mecanismos verdaderamente democrticos para la generacin de lasorganizaciones y los dirigentes laborales. Sin embargo, esas posiciones merecan unenftico rechazo en su pretensin de que, restituyendo el viejo orden sindical y, lo quems les interesaba, los fueros y privilegios de las antiguas cpulas, el problema quedararesuelto. No. Esta pretensin era inaceptable, entre otros motivos porque la restauracinde los "viejos cracks" del sindicalismo chileno -como los llam, apelando a una imagenfutbolstica, sin intencin peyorativa alguna- habra sido una solucin tanantidemocrtica como mantener una dirigencia elegida a dedo por la autoridad omanejada a control remoto por la fuerza o la presin.

    Yendo a la causa inmediata del problema, las razones por las cuales el sindicalismoamericano, encabezado por la poderosa AFL-CIO con 14 millones de trabajadores quemanejaba George Meany, las emprenda en contra de Chile no tenan mucho peso, y hoyse puede ver con claridad que en esta maniobra gravit una buena cuota desentimentalismo. Puede parecer extrao decirlo as, pero es la pura verdad. El plaiderolamento de las cpulas sindicales chilenas tena absolutamente conmocionados loscuadros del sindicalismo internacional. El listado de recriminaciones era extenso: quelas autoridades jams reciban a los dirigentes, que el gobierno haba disuelto una ciertacantidad de organizaciones sindicales de cpula, que los sindicatos estaban asfixiadosfinancieramente y ni siquiera podan solicitar el descuento por planilla de las cuotas de

    sus socios y -la gota que rebals el vaso- que un decreto ley de octubre del 78 les

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    impeda ser elegidos dirigentes, pues exiga entre otros requisitos no tener militanciapoltica en los ltimos diez aos.

    En el fondo, el drama de los antiguos dirigentes radicaba en que haban perdido todo elpoder que antes del 73 llegaron a reunir, y no tenan expectativa alguna de recuperarlo.

    Visto as, el origen del problema tena mucho de pelea de barrio. Por cierto era mscomplejo que eso, pero no tanto ms. Con esto no quiero rebajar el perfil del conflicto,pero s quiero sealar que una solucin simplista para el boicot habra sido devolver alos antiguos dirigentes la curiosa mezcla entre representaciones nominales y potestadesreales que antes detentaban. Hacer eso era relativamente fcil y hubiera terminado conel problema de un da para el otro. Pero la economa chilena habra tenido que pagar elcosto de esa aparente solucin, reflejado en menores tasas de desarrollo y en perjuiciosmanifiestos para los consumidores y los desempleados. En esa hiptesis, los chilenoshabramos tenido que despedirnos definitivamente de la posibilidad de llegar a tener unaeconoma moderna y prspera.

    En definitiva, resolver el problema del boicot no iba a ser fcil porque, descartada laalternativa del entreguismo, la solucin tena que ser de fondo, no de parche. Laeconoma chilena, a todo esto, estaba pidiendo a gritos una legislacin sindical eficiente,justa, no demaggica, estable y de largo plazo, no para darle en el gusto a los patronesdel sindicalismo mundial sino para sacar adelante este pas.

    Cinco definiciones

    Con estas exigencias en mente y dndonos cuenta de que era imposible seguir dilatandola modernizacin laboral chilena, nos reunimos al da siguiente con Sergio De Castropara convenir lo que considerbamos puntos esenciales e intransables del edificiosindical que debamos construir. Al cabo de algunas horas, llegamos a un acuerdobsico de cinco puntos que pasaran a constituir la plataforma desde la cual nosplantearamos en las gestiones que hicisemos en todo este tema. Los puntos definidoscomo bsicos eran: plena libertad sindical (de afiliacin y de creacin de sindicatos),genuina democracia en las decisiones (eleccin de dirigentes, afiliacin a federaciones yconfederaciones, votacin de la huelga, determinacin de las cuotas), existencia denegociacin colectiva en cada empresa, huelga sometida a la disciplina del mercado ysin monopolios de los puestos de trabajo, y no intervencin estatal en la vida sindical y

    la negociacin colectiva.La verdad es que esas definiciones las estbamos necesitando con urgencia y, puestoque envolvan compromisos gubernativos muy de fondo, consideramos que debamossometerlas a la consideracin del Presidente Pinochet.

    Con el ministro De Castro pedimos ese mismo da una audiencia presidencial y -en unareunin breve pero al hueso- dimos a conocer al general Pinochet nuestro marco deaccin con los puntos que habamos elaborado.

    El Presidente los acogi con inters, pero sin demasiado entusiasmo. Desde ya le

    inquietaba un poco tanta democracia y definitivamente no le gustaba que los sindicatospudiesen ir a la huelga. Las huelgas fueron en Chile instrumentos muy socorridos de

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    agitacin poltica y se prestaron para evidentes abusos. El Presidente vea en nuestraproposicin una puerta abierta a la accin de agitadores polticos para comprometer elorden pblico y parar al pas. Le hicimos ver que esto no sera as, pues estbamospensando en una huelga que respondiera realmente a una decisin libre de la asambleade trabajadores -y no a puros caprichos de dirigentes dciles a dictados polticos- y que

    no implicara un monopolio indefinido de los huelguistas sobre sus puestos de trabajo.

    Con estas inquietudes, pero haciendo un notable acto de fe en sus ministros, elPresidente acept nuestros cinco puntos e incluso coloc sus iniciales en elmemorndum en el que los habamos escrito. Fue un momento clave. Con esasdefiniciones, parte importante del problema estaba resuelto. Ahora haba que lucharcontra la desinformacin y los prejuicios del sindicalismo americano.

    Las gracias de Grace

    A las 8:30 de la maana del da siguiente -jueves 28 de diciembre, da de los SantosInocentes- llegaba a Santiago el empresario norteamericano Peter Grace. Para esemismo da estaba anunciada la llegada a Chile desde Buenos Aires del cardenal AntonioSamor, para dar comienzo a su dramtica gestin de paz entre Chile y Argentina. Fueel primer acontecimiento en mucho tiempo que haca viable la posibilidad de que lastensiones entre los dos pases decrecieran.

    La intervencin del millonario Peter Grace en las gestiones conducentes a la suspensindel boicot en contra de nuestro pas tiene contornos novelescos. Corresponde a unasuerte de mediacin informal a travs de la cual este norteamericano de ancestrosirlandeses prest sealados servicios a Chile.

    A sus setenta y tantos aos, Grace senta un profundo amor por Chile. Conocarelativamente bien este pas puesto que el consorcio empresarial que l encabezaba -Grace & Co.- haba operado en nuestra economa por espacio de muchos aos. Gracefue un testigo lcido de las posibilidades econmicas perdidas por Chile durante losaos 60. Incluso ms, fue testigo de la accin profundamente destructiva de la UnidadPopular en el mbito de la economa y de la convivencia social y, teniendo esosantecedentes, supo apreciar desde sus inicios los objetivos de saneamiento poltico y deliberalizacin econmica que se propuso el gobierno militar. Grace admiraba al generalPinochet y fue de esos norteamericanos a quienes la noticia del boicot en contra de

    Chile no le result indiferente.Grace fue el aval que necesitbamos para tener credibilidad ante el todopoderosoGeorge Meany, patriarca durante dcadas del sindicalismo norteamericano. Grace loconoca mucho, tena una buena opinin de l y se sentaba a su lado en los encuentrosdel Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, en Nueva York,donde ambos -junto a Nelson Rockefeller- de vez en cuando se daban tiempo para elbuen tabaco y el buen cognac. Tenan otros puntos en comn: ambos eran descendientesde irlandeses y -cmo no- ambos compartan el catolicismo como religin. Uno estabaentre los capitanes de la industria y el otro entre los capitanes del sindicalismo, es cierto,pero se tenan confianza y lealtad.

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    Mi primer contacto con Peter Grace tuvo lugar inmediatamente despus de su llegada alpas en su jet particular, rodeado del cortejo de secretarias y asistentes que siempre loacompaaba. Era un hombre sencillo, con algunos kilos de ms, de mirada transparentey, pese a su edad, lleno de energa y entusiasmo. Perteneca a esa estirpe de empresariosexitosos -tan comn en Estados Unidos- que por su edad ya vienen de vuelta del mundo

    de los negocios y que ahora aspiran a legitimarse en otro plano: sirviendo a lacomunidad, ayudando al entendimiento entre las naciones.

    Grace era un ejecutivo nato: ideas claras y gran sentido de la accin. Lo rodeaba unaparato administrativo de una eficiencia asombrosa, capaz de volcar a una minuta o a unmemo hasta la ms fina prevencin expresada en el curso de una conversacin.

    La cabeza de esa pequea pero formidable infraestructura administrativa era un cubano-Tony Navarro- figura clave dentro del staff de Grace, especie de jefe de gabinete ypersonaje realmente legendario. Al revs de su jefe, era inquieto, rpido como un rayo,muy flaco y de pelo plateado. No se le escapaba una y tena esa extraa habilidad que

    distingue a los buenos negociadores para empujar el carro y, al mismo tiempo, ircolocndole las cuas que le impidan retroceder. Era incisivo como un cuchillo. Lacombinacin que haca con Grace era espectacular e imbatible. Es difcil concebir unadupla de roles tan distintos y de tanta efectividad conjunta. Navarro -hijo de una familiamuy acomodada- perteneca a esa lite profesional e intelectual que Cuba perdi a razde Castro y su revolucin. Fue de los cubanos que mir no slo con simpatas sinotambin con esperanzas la llegada de Fidel al poder en 1959. A la inversa de sus amigosy de muchos de sus parientes, descart la idea de emigrar a Estados Unidos porque sesenta comprometido con la libertad y el desarrollo de su patria. Las cosas noevolucionaron, sin embargo, como l haba querido y Navarro termin yndose a laguerrilla anticastrista, donde por espacio de tres aos -bajo el nombre de Tocayo-represent un dolor de cabeza para las autoridades comunistas. Cuando se dio cuentaque esa actividad no tena destino frente a una revolucin marxista blindada, armadahasta los dientes y administrada por los aparatos de seguridad, Navarro parti a EstadosUnidos, muy a su pesar, a iniciar una nueva vida en la que s pudo alcanzar undesarrollo compatible con su calidad humana y profesional. De la experienciaguerrillera quedaron muchos recuerdos, tal vez varios ideales abatidos y un libropublicado varios aos despus -Tocayo (Sandown Brooks, Connecticut, 1981)- queguardo en mi biblioteca con una cariosa dedicatoria del autor. Es un notable testimoniosobre la tragedia poltica cubana.

    La base de mi primer contacto con Grace fue, por supuesto, el marco de las definicionesbsicas que en principio haba aprobado el Presidente de la Repblica. Prcticamentetodas las inquietudes que me transmiti Grace tuvieron respuesta en esas definiciones, ycreo que de esa primera reunin pudimos sacar en limpio todo lo que no se habalogrado sacar en aos. El dilogo, que durante tanto tiempo haba sido entre sordos,comenzaba a ser viable.

    Libertad sindical? me preguntaba Grace. S, le deca yo, toda la que se pueda y tanta oms que la que tienen los trabajadores norteamericanos. Elecciones democrticas?Desde luego, Peter, a travs del voto secreto, para que los trabajadores no seanpresionados por las mquinas partidistas. Huelga? S, tendremos derecho de huelga,

    pero no expropiatoria ni entregada a la decisin de las directivas de cpula.Negociacin colectiva? Por cierto que s, concebida a partir del principio de la

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    responsabilidad individual y disciplinada por el mercado! Y as, suma y sigue. Existanms puntos de acuerdo de los que l antes de reunirse conmigo poda suponer.

    Puedo informar de todo esto a Meany?, me preguntaba Grace. Claro que s, Peter,infrmeselo. Hblele de nuestro compromiso con estos puntos bsicos de nuestras

    futuras leyes sindicales. Hblele de nuestro propsito de abrir aqu en el cono sur deAmrica un espacio para la economa libre. Hblele de nuestra voluntad de enmendarlos errores cometidos en el tema laboral y dgale que el boicot no har otra cosa queradicalizar las cosas aqu en Chile, fortaleciendo a quienes dentro del propio gobiernoestn por un rgido control estatal del movimiento sindical chileno, cosa que ni usted, nil ni yo podemos querer.

    Los encuentros con Grace fueron estimulantes. En lo personal, simpatizamos desde uncomienzo. Se enter que yo haba sido estudiante en prctica en las oficinas de sucompaa en Nueva York, en los tiempos en que mi padre era embajador de Chile enNaciones Unidas. Me iba all todos los meses de enero y febrero a ganarme algunos

    dlares, que siempre eran bienvenidos, a mejorar mi ingls, lo cual siempre eraprovechoso, y a conocer otra realidad profesional, cosa que con el tiempo me iba aservir mucho.

    A Peter Grace nada le poda gustar ms que tener como interlocutor de sus buenosoficios a un "Grace trainee", el cual -adems- era un graduado de Harvard, hijo de undemocratacristiano que haba sido embajador del Presidente Frei y sobrino de undistinguido obispo de la Iglesia chilena. Para l esta mezcla genealgico-poltico-acadmica era absolutamente ganadora y Tony Navarro me describi mucho despus elcolorido cuadro que Peter -con el afecto que me tom- le pint a George Meany sobrem.

    Una cosa eran los contactos con Grace, pero otra ms importante eran los anuncios quetena que hacer al pas comunicando las cinco grandes definiciones que iban a ser labase de nuestra legislacin laboral. En lo bsico y hasta donde lo podamos suponer enese momento, despus de la gestin Grace, el problema del boicot iba camino de aflojar.Lo nico que faltaba era "la prueba de amor", es decir, el acto del gobierno chileno atravs del cual la dirigencia sindical apreciara que estbamos procediendo y actuando debuena fe.

    La prueba de amor iba a ser la disposicin que eximi a los sindicatos de la obligacin

    del permiso previo que en ese tiempo requeran todas las reuniones en Chile en atencina los estados de emergencia imperantes. Como era responsabilidad del ministro delInterior, le ped a Sergio Fernndez esta excepcin. La concedi de inmediato y con ellame puse a trabajar a fondo en el contenido de los anuncios que quera hacerle al pas elda 2 de enero.

    Qu fin de ao aquel! Nunca lo olvidar. As como la Navidad haba estado marcadapor el sello de la reflexin, el Ao Nuevo fue de un arduo trabajo a presin. Llevabaapenas una cuantas horas en el gabinete y ya el 2 de enero tena que rendir examenfrente a los dirigentes sindicales y a la opinin pblica del pas.

    La cada del muro

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    Al comenzar la tarde del 2 de enero de 1979, el auditorium del Ministerio del Trabajoera todo bullicio y expectacin. Por primera vez en mucho tiempo las puertas delMinisterio se haban abierto sin discriminaciones a los dirigentes sindicales yempresariales del pas. Entre ellos estaban, desde luego, los dirigentes que haban

    promovido el boicot, los lderes del llamado Grupo de los Diez. Tambin se vea unagran cantidad de periodistas y fotgrafos. Todos haban sido invitados para conocercomo representantes del mundo del trabajo las orientaciones generales del Plan Laboral.Fue la primera vez que se escuch hablar pblicamente de esta iniciativa en el pas.

    El encuentro en el auditorium del Ministerio no slo estuvo cargado de expectativas.Tambin estuvo cargado de significado. Primero, porque inauguraba una etapa depuertas abiertas en el Ministerio; ya no se podra seguir diciendo que las autoridadeschilenas se negaban a recibir y a escuchar a los sindicalistas chilenos. Segundo, porquese daban a conocer a todo el pas los lineamientos generales del Plan Laboral. Tercero,porque en esa ocasin el gobierno se comprometi a que el 30 de junio el Plan Laboral

    debera estar convertido en ley. Cuarto, porque all se anuncia "la prueba de amor", ellevantamiento de la restriccin que condicionaba las reuniones sindicales a permisosprevios de la autoridad.

    Los anuncios del 2 de enero cayeron como bomba. En realidad se apartaroncompletamente del libreto con el cual se pensaba que el gobierno iba a reaccionar,segn pronsticos de observadores de izquierda, de centro y de derecha. Llamaron laatencin los alcances que el gobierno quera darle al principio de libertad sindical.Sorprendi la liberalidad con que se quera concebir el proceso de negociacincolectiva. Fue un golpe a la ctedra la rapidez con que las autoridades estabanreaccionando y el giro novedoso que el gobierno estaba dando en materia laboral.

    Obviamente el gobierno estaba yendo ms lejos -mucho ms lejos- de donde la antiguadirigencia sindical chilena quera ir. Sin embargo, las primeras reacciones fueron deapoyo o de desconcierto. Fue muy honesta la declaracin que Tucapel Jimnez, uno delos lderes del Grupo de los Diez, hizo a la prensa al salir de la reunin: "Por primeravez en tres aos se abren las puertas del Ministerio del Trabajo para todos lostrabajadores, sin distingos de ninguna clase".

    La reaccin externa a los anuncios fue excelente. Grace me llam -ms que contento,emocionado- para transmitir sus satisfacciones por las noticias recibidas desde Chile.

    Tena todava una inquietud. El Grupo de los Diez segua sintindose desairado por lasautoridades. Si bien estos dirigentes haban sido invitados al encuentro del 2 de enero,queran, todos juntos, una reunin a solas conmigo. Al da siguiente los estabarecibiendo en el Ministerio, con todo el despliegue de prensa que ellos traan.

    No eran pocos -incluso dentro del propio gobierno- los que pensaban que estbamosjugando con fuego. Entre los enojos que el tema le suscitaba, el general Pinochettambin se daba su tiempo para bromear sobre la situacin. Recbalos no ms, me deca,pero si el boicot les resulta van a ser los primeros que se irn despachados al exterior abordo del Jumbo. Esa era la expresin que l usaba, el Jumbo. Chile -deca- no va apoder exportar mercaderas desde el 8 de enero, pero a estos dirigentes los iba a

    "exportar" de todas maneras a partir del da siguiente. En mis pesadillas me veatambin "exportado" en el famoso Jumbo, al lado del Grupo de los Diez! Entre broma y

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    broma, ese escenario era macabro: exilio para los dirigentes sindicales, renuncia alMinisterio, endurecimiento del rgimen y graves perjuicios para el pas.

    La reunin con el Grupo de los Diez fue un xito para nosotros. Les expliqu de nuevolos principios del Plan Laboral. La situacin era incmoda para ellos. Haban reclamado

    por aos -en trminos nominales, ms que nada- democracia y libertad sindical y,cuando el gobierno estaba a punto de establecerlas, rechazaban una y otra, porque estademocracia y esta libertad iba a provocar la "atomizacin" del mundo sindical y no lespermitira recuperar las posiciones que haban perdido. Qued en claro en esa reuninque Eduardo Ros, dirigente portuario, ejerca dentro del Grupo un evidente liderazgo.Lamentablemente, su agresividad y violencia verbal lo hacan un interlocutor imposible.Al lado suyo, Tucapel Jimnez tena un carcter amable y conciliador; el malogradodirigente, vctima de un crimen canallesco muchos aos despus, responda bastantebien a la imagen del radical sensato y buena persona. Los dems -Ernesto Vogel, de losferroviarios, Hernol Flores, de Correos, Antonio Mimiza, de los trabajadores delpetrleo, Federico Mujica de los empleados particulares- eran ms bien seguidores que

    lderes.

    El Plan Laboral estaba creando divisiones entre ellos. Ros estaba dogmticamente encontra, Jimnez dispuesto a darle una oportunidad. El hecho concreto es que solicitarona la AFL-CIO que postergara una semana, del 8 al 15 de enero, la reunin para tomar ladecisin del boicot, solicitud que, por cierto, les fue aceptada. Por nuestra partehabamos ganado al menos una semana.

    Los das siguientes fueron de una actividad frentica en el Ministerio del Trabajo. Porun lado, haba que dar respuesta a las mltiples clarificaciones que nos pedan en Chilepor este "golpe de timn" laboral. Por otro, estaban los contactos diarios con Grace yNavarro.

    La incertidumbre se mantuvo hasta que llam Tony Navarro -a quien siempre imagincon la oreja pegada a la puerta donde se estaban reuniendo los jerarcas de la AFL-CIO-para contar que se haba decidido la suspensin del boicot hasta el mes de julioprximo, oportunidad en que la decisin volvera a ser revisada a la luz de las leyessindicales.

    El Plan Laboral haba desarticulado la maniobra del boicot y Chile poda continuarcreciendo con tranquilidad.

    Pese a que eran los aos del errtico Presidente Carter, el embajador norteamericanoGeorge Landau -que en algunos sectores del rgimen era muy resistido- fue, en todo lorelacionado con este tema, un autntico caballero y un valioso apoyo. Tambin el exministro del Trabajo del Presidente Frei, William Thayer, utiliz activamente sus muybuenos contactos con el sindicalismo norteamericano para crear los necesarios lazos deconfianza y contribuir a detener el boicot.

    En esos das de enero de 1979 muri realmente la idea del boicot internacional en contrade nuestra patria. Tambin en esos das el canciller Hernn Cubillos suscriba enMontevideo, con su colega argentino Carlos W. Pastor, el acuerdo en que, convocados

    por el Cardenal Samor, los gobiernos de Chile y Argentina pedan la mediacin delSanto Padre para solucionar el diferendo austral.

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    Con apenas una semana de diferencia, durante ese mes Chile desactiv dos bombas deinmenso poder destructivo.

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    POR QU NO?

    Una vez que el boicot qued suspendido, el ritmo de actividades en el Ministerio delTrabajo experiment un cambio cualitativo. A la agitacin de los telefonazos y de loscontactos urgentes, que fueron el pan de todos los das en las tres primeras semanas degestin, sigui un perodo mucho ms rico en creatividad y desafos intelectuales.Sbitamente dejamos de trabajar para el da siguiente y comenzamos a trabajar para unhorizonte de ms largo plazo. El desafo era crear un nuevo esquema sindical marcado

    por el signo de la libertad. Esto significaba evitar los errores que desde el mbitosindical contribuyeron a la muerte de la democracia el ao 73 y poner trmino alpeligroso juego de improvisaciones que se extendi entre el 73 y el 78.

    Antes de ponerme de cabeza a trabajar en los proyectos de leyes laborales, cumpl untrmite importante. Al da siguiente de jurar como ministro del Trabajo recib el primeroficio de la Presidencia, marcado "urgente" y "reservado".

    Por especial encargo de S.E. el Presidente de la Repblica tengo el honor de dirigirme aUS. para solicitarle se sirva hacer llegar a esta Secretara una declaracin jurada antenotario pblico de los bienes (muebles, inmuebles, valores y otros que estimeconveniente) que conforman su patrimonio personal, la cual debe mantenerse en ladocumentacin de carcter privado del Jefe del Estado.

    Lo firmaba "por orden del Presidente de la Repblica" un teniente coronel que erasecretario privado del general Pinochet. El 16 de enero hice la declaracin jurada de misbienes en una notara de Santiago: una casa, un auto Volvo que me haba trado de losEstados Unidos y nueve millones de pesos en depsitos bancarios.

    Tres aos ms tarde, al renunciar al Ministerio de Minera hice la misma declaracin

    ante notario. La nica diferencia era que me haba "comido" el Volvo. Lo que mereceser destacado es el procedimiento instaurado por un gobierno militar que no tenafiscalizacin parlamentaria y que, sin embargo, se autoimpona esta disciplina.

    Las leyes aperitivo

    El primer producto del Ministerio del Trabajo fueron los decretos leyes 2544 y 2545,que consagraron la libertad de reunin sindical y fijaron normas sobre cotizacin yrecaudacin de cuotas en los sindicatos. Dentro del Ministerio eran llamadas las "leyesaperitivo" del Plan Laboral. Fueron tramitadas en tiempo rcord y aparecieron

    publicadas en el Diario Oficial el 9 de febrero del 79. Tanto como resolver coneficiencia un problema que era objetivo -la falta de recursos de los sindicatos, ahora

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    autorizados para reunirse libremente- con estas disposiciones dimos algunas seales ytestimonios. Seales desde luego hacia el exterior, que corroboraran la seriedad denuestras intenciones de elaborar leyes laborales justas, con o sin presin internacional,pero seales tambin de alcance interno. Los criterios cuidadosamente democrticos yde absoluta transparencia de esos decretos leyes para el asunto especfico de las

    reuniones sindicales y las cotizaciones descontadas por planilla -materia de alcancereducido quizs, pero no por eso irrelevante- de hecho iban a impregnar todo el edificioinstitucional que pensbamos levantar.

    En concreto, estos decretos leyes autorizaron que los empleadores descontaran porplanilla las cuotas para el sindicato y las entregaran a la directiva sindical cuando lamayora absoluta de los trabajadores afiliados al sindicato as lo acordare en votacinsecreta o el propio trabajador lo autorizare por escrito. Nada de presunciones o dearbitrios de la autoridad. Por primera vez en el sindicalismo chileno -y desde ya en elrgimen militar- se confi una decisin de las personas al ejercicio de una verdadera"democracia en la base", con votacin secreta y universal en vez de votacin abierta en

    asamblea. El asunto no era trivial. Por dcadas los sectores ms militantes y politizadosdel sindicalismo chileno haban manipulado al trabajador comn y corriente a travs dela presin y de la intimidacin que se puede ejercer en una votacin no secreta. Loscomunistas llegaban incluso a la violencia fsica en estos mitines y el mtodo lespermiti controlar el movimiento sindical chileno en los aos 60. Por lo tanto, en estaprimera ley, dimos la primera seal inequvoca de la direccin en que nos proponamosavanzar: no se trataba de "descongelar" lo congelado, sino de crear un nuevo ordensindical fundado en la democracia y en la libertad.

    Desde fojas cero

    Por delante haba un trabajo apasionante, en todo caso. Y todava ms apasionantedesde el momento en que queramos partir sin prejuicio alguno y desde fojas cero. Lascinco definiciones bsicas aceptadas por el Presidente de la Repblica, equivalan a lasfundaciones del edificio. Faltaba todo el resto, es decir las elevaciones y la obra gruesa,las redes y cableras, los estucos y terminaciones. La idea matriz fue replantearnos todolo existente y volver a las preguntas fundamentales. A esas interrogantes que de tanfundamentales que son ya nadie se las plantea. As es como se va perdiendo el sentidode las instituciones, de las normas y de las cosas. As es como a menudo terminamos -en muy diversos planos- con las manos amarradas a la inercia de las tradiciones, al peso

    de las ideas recibidas, a la lgica que obliga a actuar en determinado sentido porquesiempre se ha hecho as.

    En el campo del derecho colectivo del trabajo las cosas venan mal desde muy antiguo.En este punto valen algunas precisiones. El derecho y la normativa laboral tienen dosgrandes ramas. Es necesario decirlo porque no todo el mundo lo sabe ni tiene por qusaberlo. Una de las ramas mira a la relacin individual entre el empleador y eltrabajador y en este campo caen derechos y obligaciones tales como duracin de lajornada de trabajo, las vacaciones, los permisos pre y postnatales, las indemnizacionespor despido, el trmino de los contratos de trabajo y en general todas las demsclasulas que libremente acuerden las partes contratantes. En Chile todas estas materias

    fueron objeto de regulacin en el decreto ley 2.200, que estaba promulgado y envigencia antes de que entrase al Ministerio del Trabajo.

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    La otra rama del derecho laboral corresponde al derecho colectivo del trabajo y es estael rea que el Plan Laboral iba a cubrir. El Plan Laboral no tiene nada que ver con elderecho individual del trabajo. El Plan Laboral en realidad es nica y exclusivamente unplan sindical y si no lo bautizamos as fue porque nos pareci que las dos palabras no

    sonaban bien. Era mucho ms hermoso el ttulo de Plan Laboral. Desgraciadamente,como se vio despus, era tambin ms equvoco y la gente todava tiende a mezclar elPlan Laboral con normas y disposiciones que son ajenas a l como, por ejemplo, lasnormas sobre despido de trabajadores (incluyendo el famoso artculo 155, letra F, delCdigo del Trabajo que permita el despido sin expresin de causa, recin derogado).De hecho el Plan Laboral apunta solamente a las normas sobre organizacionessindicales y sobre negociacin colectiva. Todo el resto es ajeno al Plan Laboral yconviene no perderlo de vista.

    Para hacer las cosas bien desde el comienzo y para construir una legislacin laboralmoderna iba a necesitar un muy buen equipo de colaboradores. Mi primera

    preocupacin fue organizar dos equipos de trabajo. Uno fue el equipo pensante,encargado de disear la arquitectura bsica del sistema. El otro fue el equipo jurdico-operativo, encargado de expresar en normas congruentes y de alcance general el sistemaque estbamos concibiendo en el primer equipo.

    Los miembros permanentes del primer equipo fueron Rodrigo Alamos y Hernn Bchi.En el otro, Juan Ral Ventura, que era el subsecretario del Trabajo, Ramn Surez,director del Trabajo, Arturo Marn, Luis Giaccino y Ramn Rivas, abogados delMinisterio, y Roberto Guerrero, por entonces fiscal del Banco Central.

    Qu rasgo en comn tena esta gente? En el caso de los abogados, gran conocimientodel derecho laboral, una actitud crtica frente a la normativa vigente y buena disposicinfrente a nuevos conceptos. En lo que a Rodrigo Alamos y a Hernn Bchi concierne, elatributo determinante fue la amplitud de mente. Hombres sin prejuicios, sensatos,inteligentes, pero sobre todo hombres de gran libertad interior. Rodrigo Alamos era uningeniero comercial que tena una cierta experiencia en el campo de las relacionesindustriales, pero la verdad es que lo ms importante era que tena ideas propias sobrelos problemas y estaba dispuesto a expresarlas con objetividad, pero tambin con muchafirmeza. Hernn Bchi, por su parte, en ese tiempo estaba adscrito al equipo deeconomistas del Ministerio de Economa y ya estaba comenzando a destacar no slo porsu aspecto de cantante de rock sino principalmente por su capacidad analtica y su

    mente poderosa, que ms tarde lo llevara a ser un excelente ministro de Hacienda.Cuando nos reunamos los tres, ponamos prcticamente todo en tela de juicio y a travsde aproximaciones sucesivas ibamos levantando un edificio sindical de veras articuladopor la eficiencia y la razn.

    Deben haber sindicatos en una verdadera economa social de mercado? Es necesarioque exista negociacin colectiva? Por qu? Qu rol cumplen las huelgas? Debe haberempresas en que la huelga est prohibida? Qu es lo que negocian los trabajadorescuando actan como grupo organizado frente al empleador? Preguntas de este tipo eranel insumo diario de nuestro trabajo. Cualquier respuesta era vlida toda vez que tuvierala debida fundamentacin y fuera capaz de resistir la prueba muy poco benevolente de

    la crtica. Considerbamos indispensable no hacer concesiones en esta etapa. Nada deargumentos de autoridad o de razones tomadas de la escuela sentimental. Nada de

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    lugares comunes. Nada de conformarnos con que las cosas son as porque siempre hansido as.

    Incluso para tener ms antecedentes invitamos a venir a Chile por unas semanas al jovenprofesor norteamericano John Pencavel, de la Universidad de Stanford, que era en esos

    momentos la estrella emergente de la economa laboral en los Estados Unidos. Lousamos como "abogado del diablo". Lo instbamos a que planteara las soluciones msliberales posibles y a que torpedeara nuestro trabajo con argumentos demoledores.Tuvimos sesiones de anlisis muy intensas con l.

    Concentrado en reuniones de trabajo de esta ndole en las maanas, paralelamentededicaba casi todas las tardes a recibir gente. Las puertas del Ministerio estuvieronefectivamente abiertas de par en par. Mucha gente entreg sus apreciaciones. Estoscontactos fueron muy valiosos. Valiosos no necesariamente porque hayanproporcionado soluciones para las encrucijadas que planteaba el Plan Laboral, sinovaliosos porque entregaron un caudal impresionante de experiencias y observaciones

    que desde luego enriqueci mucho en esa poca el proceso de elaboracin depensamiento y de decisiones.

    La democracia no es slo una cuestin de votos sino tambin de receptividad yactitudes. Democracia -entre otros contenidos- es tambin saber escuchar. Las opinionesajenas enriquecen. La diversidad de opiniones es saludable y, ms que un dato con elque hay que contar, puede ser una muy poderosa fuente de aprendizaje y estmulos.Siempre que, al final del da, se tenga tanto la capacidad de discernir entreplanteamientos fundados y opiniones superficiales, entre proposiciones orientadas albien comn y aquellas que defienden intereses creados, y tambin la capacidad dedecidir lo que es bueno para el pas, aun cuando tenga la oposicin de sectorespoderosos (el inefable "costo poltico" que intimida a tantos gobernantes).

    La meta es el cielo

    En los asuntos pblicos, en la gestin de las empresas, en el trabajo profesional y encualquier plano de actividad no podemos partir sino de lo ptimo. No hacerlo esrendirnos de entrada a la mediocridad. Una vez identificado el ptimo, habida cuenta delas exigencias de bien comn que el asunto comprometa o de los propsitos quetenemos, lo dems es asunto de ejecucin, de implementacin, de oportunidad, de

    beneficios y costos. El compromiso ha de ser con la solucin ptima. Ahora bien, si ellano se puede aplicar por muy buenas razones en ese momento, y slo entonces, puedecomenzarse a rebajar la puntera. Hacerlo antes es una cobarda. Hay quienes creen quela aproximacin correcta a los problemas es va los parches y las soluciones a medias, estransando con "el mal menor". Por esta va no se hace arquitectura; se hacen slopoblaciones callampas, en las cuales se invierte mucho ingenio en las partes pero nadiepiensa en la totalidad de la poblacin, que termina as convertida en adefesio.

    En mis aos de estudiante en la Universidad de Harvard encontr en estas palabras unainspiracin atractiva:

    Algunos hombres ven las cosas

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    como son y dicen por qu?Yo sueo con cosas que nuncafueron y digo por qu no?

    El Plan Laboral en Chile fue un esfuerzo por soar cosas que nunca fueron y realizarlas.

    Es posible que los mitos abunden en muchas disciplinas del conocimiento y en muchossectores de actividad. Es difcil sin embargo que ellos estn tan arraigados como en eltema laboral. Todo o casi todo este campo est cargado de una emocinreivindicacionista que puede llegar a ser muy nociva y contraproducente cuando -con elnimo de proteger a los trabajadores- no se hace otra cosa que perjudicarlos.

    La normativa laboral chilena fue hija de "corazones sangrantes" y de razonamientosdbiles. Los textos de estudios parten invariablemente con inflamadas declaraciones deredencin social. Pero nada dicen acerca de cmo mejorar en la realidad las condicionesde vida de la gente. No obstante que el mercado laboral es una realidad eminentemente

    econmica -puesto que juegan un rol clave los conceptos de costo, productividad,competencia y demanda- el lenguaje que se usa es de fibra inconfundiblementeemocional. No hay poltico, no hay abogado con "sensibilidad social", no hay agitador,no hay vicario "progresista" ni hay comunicador social de "avanzada", que no pueda daren cualquier momento una encendida conferencia sobre el tema de la equidad en lasrelaciones laborales. Pero nunca estas proclamas contienen soluciones viables ycoherentes a los problemas; son slo expresin de buenos deseos.

    Rompiendo mitos

    En materia de legislacin sindical hubo que hacer lo mismo que les recomienda elprofesor Keating a sus alumnos en esa joya del inconformismo que es la pelcula Lasociedad de los poetas muertos: arrancar el primer captulo del texto de estudios de laclase, porque est irremediablemente mal concebido y no tiene salvacin. Lo hicimosas porque terminamos convencidos que varias de las verdades oficiales en el campolaboral no eran otra cosa que mitos.

    Vamos viendo.

    Es un mito identificar a los trabajadores sindicalizados con los pobres. Los

    verdaderamente pobres son los marginados, los desempleados, los allegados, pero enningn caso son los trabajadores del sector industrial, que es donde el sindicalismorecluta su mayor cantidad de afiliados. Esta confusin ha sido fatal en la aproximacinal tema por parte de la gente de corazn sangrante. Durante dcadas se tradujo enprivilegios para los sindicatos con mayor poder de presin y en una escandalosaindolencia nacional frente al drama de la extrema pobreza. En los aos 60 uno de cadacinco chilenos viva en condiciones de miseria, pero los dirigentes del pas tenan laconciencia tranquila, porque juraban que vivamos en una sociedad "solidaria" y -segnlos discursos en boga- muy progresista.

    Otro mito: que el sindicalismo es representativo de los intereses y aspiraciones de la

    totalidad de los trabajadores. Esto es completamente falso. El sindicalismo en Chilesiempre ha sido minoritario. Se podra decir que hasta elitista. En nuestro pas ha

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    reclutado un contingente que ha oscilado entre el 10 y el 20% del total de lostrabajadores. La inmensa mayora de los trabajadores no est sindicalizada. Y no lo estpor muchas razones: a veces porque el trabajador labora en empresas demasiadopequeas; o porque trabaja en forma independiente; o porque desconfa de lasorganizaciones que dicen representarlo; o porque muchos trabajadores se desenvuelven

    en sectores donde no convienen los sindicatos.

    Siendo as, un anlisis ligero podra suponer que el esquema sindical no es un asunto demucha importancia, puesto que no concierne sino a una minora de trabajadores y a unafraccin tambin minoritaria de los empleadores. Pero desgraciadamente no es as. Elesquema sindical -malo o bueno- tiene profunda incidencia en el resto de la sociedadporque influye en los patrones de conducta y en las expectativas de todos lostrabajadores. Por el marco de las relaciones sindicales pasa en gran medida laposibilidad de que los cesantes puedan encontrar empleo ms temprano que tarde. Allse juegan ventajas y desventajas decisivas para los consumidores, para los pobres deverdad y para los trabajadores no sindicalizados.

    La amplia repercusin que tienen en el resto del cuerpo social los acuerdos odesacuerdos entre los empleadores y los dirigentes sindicales proporciona una de lastantas evidencias de las limitaciones que tiene el corporativismo como sistema poltico.El corporativismo, al otorgar en este mbito representacin slo a un puado dedirigentes empresariales y sindicales, deja al margen de la discusin a la gran mayorade los hombres de empresa y a los trabajadores y, desde ya, a los cesantes, a losconsumidores, a los sectores de extrema pobreza. En el mejor de los casos, empleadoresy trabajadores sindicalizados se arreglan entre s y lo hacen a expensas de los dems,que son dbiles y no tienen representacin.

    Trabajadores versus trabajadores

    Debemos incluso ir un poco ms lejos. La distribucin del producto entre quienesaportan trabajo y quienes aportan capital es bastante estable en el largo plazo. Estable atravs de diversas pocas, distintas sociedades y diferentes esquemas sindicales.

    El sindicalismo no es un arma efectiva para alterar esta distribucin. Lo que vaya para elmundo del trabajo y lo que quede para el mundo del capital es un asunto que responde avariables ms profundas, como la tecnologa, la abundancia relativa de capital, la

    sustituibilidad entre ellos en los procesos de produccin, entre otros factores.El sindicalismo s es un arma poderosa para decidir qu fraccin de las rentas deltrabajo va al sector de trabajadores sindicalizados -la minora- y qu queda para el restode los trabajadores, que como se ha dicho son la mayora. Aqu s que la tensin esaguda y el combate es definitivo.

    Hay que decirlo, pues, con toda franqueza: la discusin sobre el marco de la actividadsindical tiene fundamentalmente implicaciones distributivas al interior del sector de lostrabajadores, e implicaciones de poder poltico frente al resto de la sociedad. Lo que sedecide en esta discusin es cuntos privilegios tendrn que tener los trabajadores

    sindicalizados en relacin a quienes no lo estn; lo que se decide es si se les entrega alos sindicalistas el poder para paralizar la economa y tomar como rehn al pas; lo que

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    se decide es si los dirigentes sindicales pueden llegar a tener en nuestra sociedad mspoder que los parlamentarios, no obstante que stos son elegidos democrticamente porla ciudadana.

    Un pas puede llegar muy all en esta direccin. Argentina lo hizo en tiempos de Pern

    y desde entonces nunca ms se ha podido recuperar. Su economa ha sido literalmenteacorralada por la maquinaria estatista y por la maquinaria corporativista, montada sobrelos sindicatos y gremios empresariales, las cuales operan como gigantescas barrerascontra los cambios y la modernizacin.

    Tripartismo contra el bien comn

    El sindicalismo de viejo cuo opera con gran efectividad y se vale de ideas que hanpenetrado a muchos sectores ciudadanos de buena fe. Por ejemplo, defiende a brazopartido instituciones como la concertacin social, porque sabe que los acuerdos de

    cpula le convienen ms que los resultados objetivos de las fuerzas del mercado.Mientras menos sean los interlocutores, ms fcil es alcanzar arreglos ventajosos.Defiende tambin la idea de las negociaciones laborales tripartitas, donde por un ladoestn los trabajadores, por el otro los empleadores y, al medio, los representantesgubernativos, arbitrando entre ambos. Este modelo -patrocinado por la OrganizacinInternacional del Trabajo (OIT)- se lleva todas las preferencias del dirigente sindicalpolitizado y maniobrero, porque permite controlar con facilidad al gobierno. Hay dosmaneras de hacerlo. Controlndolo por dentro -si el poder lo tienen los correligionarios-o controlndolo por fuera, usando la representacin de las bases como arma de presinelectoral. En la democracia, cuando el sindicalismo se une al caciquismo poltico no esdifcil poner de rodillas a la autoridad.

    El tripartismo es un modelo corporativista que respira una tremenda desconfianza porlas soluciones y decisiones del mercado. Supone que los acuerdos a que puedan llegartres personas sentadas a una misma mesa son por definicin ms justos, ms sabios ymejores para el bien comn que los dictados emergentes del mercado, esto es, de lavoluntad y preferencia libremente manifestada por miles y millones de individuos. Deeste tipo de arrogancia intelectual se fabric en su momento el socialismo. La materiaprima del tripartismo es idntica y presume que lo que piensan y acuerdan tres cabezasdebe ser necesariamente mejor que lo que piensan y hacen millones de seres humanos.

    El tripartismo no tiene nada que ofrecer a la gente de trabajo de un pas, pero s proveealgunos beneficios para los afortunados que consiguen ser nombrados representantes delos "tres estamentos" (gobierno, trabajadores y empresarios) que distingue esta doctrina.En mayo de cada ao, cuando ya el invierno se acerca en el hemisferio sur, el ministrodel Trabajo comienza a ser bombardeado con peticiones de personas que quieren ir a lareunin anual que la OIT realiza durante el asoleado mes de junio europeo en lahermosa ciudad de Ginebra. Durante casi un mes cientos de delegados de los "tresestamentos" de cada pas miembro de la OIT hacen discursos, brindan con champaa yno dejan de realizar algunos paseos a la cercana costa azul francesa. El costo pordelegado de este mes de turismo tripartito equivale al salario mensual promedio de 35trabajadores chilenos. La delegacin chilena generalmente est compuesta por alrededor

    de quince delegados. Habra sido algo hipcrita para m haber participado en estas

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    reuniones cuando rechazo la doctrina y la prctica del tripartismo. Por lo tanto, mientrasfui ministro rechac esta invitacin y en junio me qued en Santiago.

    El salario justo

    Otras de las distorsiones que pueblan el rea laboral provienen de ciertasinterpretaciones de la doctrina social de la Iglesia. Los pontfices han hecho en rigoraportes muy valiosos y medulares para humanizar las relaciones de trabajo y parasituarlas en la perspectiva de la moral cristiana. El magisterio eclesistico tiene en estesentido una muy noble tradicin que se remonta a la carta Rerum Novarum del papaLen XIII, de fines del siglo pasado. Estas enseanzas de ley natural son valiosas, perodesde luego no constituyen ni podran constituir -como creen algunos catlicos-estrategias acabadas de desarrollo o polticas de gestin pblica completamentedefinidas. No es rol de la Iglesia entregar directrices de este tipo -entre otras razonesporque son asuntos tcnicos y la Iglesia no se maneja en este plano- de suerte que

    tampoco es lcito usar la autoridad de estas enseanzas para matricular a la Iglesia conmodelos econmicos excluyentes. Entre estos conceptos, posiblemente ninguno ha sidotan desfigurado como el de salario justo. De hecho ha sido usado como argumento defondo en contra de las economas de mercado. Al quedar confiado al juego de la oferta yla demanda, el trabajo es devaluado al nivel de una mercanca cualquiera. Correspondepor lo tanto -segn los entusiastas glosadores del viejo concepto escolstico de salariojusto- que la autoridad y no el mercado fije los salarios, y que los fije considerandofactores tales como las necesidades de una familia, el costo de la vida y el presupuestoque cada trabajador requiere para vivir con una cierta dignidad.

    Estas intenciones son muy nobles, pero son puro corazn sangrante. En una economasocial de mercado el nivel de los salarios no puede estar sino en relacin a laproductividad del trabajo. Si hubiera que pagar salarios por encima de la productividad,ciertamente nadie contratara a nadie. En esa hiptesis los niveles de desempleo seraninverosmiles. La "proteccin" a los trabajadores se transformara en su peor condena.Nadie por cierto est dispuesto a pagar por un trabajo por encima de los retornos que esetrabajo genera. Siendo as, lo que la legislacin debe procurar es que el nivel de lossalarios sea exactamente congruente con el nivel de la productividad del trabajo -niinferior ni superior- porque slo as tendremos asegurados dos efectos fundamentalesque s favorecen en los trabajadores: que las relaciones laborales sean justas y, tanimportante como eso, que haya crecimiento econmico y pleno empleo.

    Una interpretacin no literal sino en su contexto de la doctrina social de la Iglesiapermite esta misma conclusin. El propio Len XIII habla del justo salario suponiendoque sta es la nica fuente de ingresos que tienen los trabajadores y sus familias. En supoca no poda suponer otra cosa. El estado benefactor no exista. El salario eraefectivamente el nico ingreso de la familia. Pero eso ya no es as. Entonces nadie podaprever ni imaginar las instituciones de una economa social de mercado, que sedistingue de una economa de mercado a secas justamente por la existencia de unaamplia red social, que garantiza a cada ser humano ciertos mnimos: mnimos de salarioo pensin, mnimos de vivienda, mnimos de educacin y diversas prestaciones deindiscutible contenido social (leche para los nios, alimentos en las escuelas, controles

    mdicos para las madres...).

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    Todo individuo debe percibir un ingreso mnimo que le permita sufragar susnecesidades bsicas y las de su familia. Pero esto no significa necesariamente que talingreso deba provenir en forma exclusiva del salario. Ojal as ocurriera, pero no puedehaber una ley que fije los salarios por encima de la productividad del trabajo.

    Lo que s debe haber es una "red social" efectiva, financiada por el estado, quecomplemente en forma operativa el salario de los trabajadores cuando el monto de stees insuficiente. Este aspecto es bsico en la concepcin de una economa social demercado, donde el gasto social debe ser no slo congruente con las necesidades de losms pobres sino adems bien focalizado.

    La soberana del trabajador

    Al cabo de muy pocas semanas en el Ministerio del Trabajo ya no nos caba dudaalguna de la necesidad de darle al pas una normativa sindical que estuviese

    efectivamente a prueba de la instrumentalizacin poltica y del tradicional control que elpartido comunista haba ejercido sobre las federa