La Sociedad en El Siglo Xviii

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    LA SOCIEDAD EN EL SIGLO XVIII LA NOBLEZA El Setecientos fue, ante todo, un siglo aristocrtico. La aristocracia desempe un papel importantsimo en la vida poltica y en las instituciones; sigui ocupando el vrtice de la pirmide social y disponiendo de unos recursos econmicos inmensos y, cada vez ms culta, educada y refinada, difunda por toda la sociedad un estilo de vida que perdurara y sera imitado incluso mucho despus de su desaparicin como estamento privilegiado. La nobleza estaba presente prcticamente en todos los pases de Europa, aunque no constitua un grupo homogneo, ni siquiera en el interior de cada pas. nicamente la pequea Suiza, por su peculiar evolucin histrica, careca de ella, aunque no faltaran grupos sociales que, desde el punto de vista funcional y del disfrute de privilegios, resultaban equivalentes. No hubo ya en el siglo XVIII levantamientos armados por parte de la nobleza. La nica revuelta nobiliaria de importancia es la protagonizada en Hungra por F. Rakczy (1703-1711). En el conjunto europeo, el cuadro dominante es el de una nobleza insertada definitivamente en el marco estatal y que colabora en su desarrollo, tratando siempre de mantener su situacin de privilegio.

    Ejerca, por ejemplo, el poder en rgimen de monopolio y casi sin traba, desde mucho tiempo atrs, en las viejas repblicas oligrquicas del norte de Italia. Pero tambin en Inglaterra controlaba la prctica totalidad de los escaos parlamentarios, con lo que su influencia poltica era considerable. En Polonia el predominio de los intereses aristocrticos haba conseguido impedir la consolidacin de un poder monrquico fuerte. En un rgimen tan distinto como el de la Prusia de Federico II los junkers monopolizaron los cargos polticos y militares, aunque perfectamente sometidos al poder absoluto del monarca. En Francia, entre 1714 y 1789, slo hubo tres ministros sin ttulo... Formas diversas y casos concretos. Pero en todos ellos puede apreciarse la importancia poltica de la nobleza durante este siglo.

    Numricamente constitua una minora, aunque su peso demogrfico variaba de unos pases a otros. En la mayor parte de Europa occidental (Francia, Imperio, Suecia, gran parte de los Estados italianos) no representaban ms del uno o, como mximo, el 1,5 por 100 de la poblacin.

    En Francia, G. Chaussinand-Nogaret la evala hacia 1789 en unas 110.000-120.000 personas, es decir, 25.000 familias aproximadamente. En la Europa del Este, se sobrepasaba esta proporcin, con algo ms del 2 por 100 en Rusia, pero llegando al 5 por 100 en Hungra y al 10 por 100, e incluso ms, en Polonia. Espaa estaba entre los pases de nobleza numerosa, con 480.000 nobles censados en 1786-1787, si bien no es fcil calcular la proporcin que representaban, ya que la cifra de nobles recoge indistintamente datos referidos a familias y a individuos (no se sigui el mismo criterio en todos los municipios) y slo conocemos la poblacin total en habitantes. Ahora bien, casi las tres cuartas partes se concentraba en los territorios vascos y en la cornisa cantbrica, donde por razones histricas se gozaba de hidalgua universal o quasi universal.

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    Inglaterra, por su parte, era el pas de nobleza ms escasa y donde los limites del estamento estaban ms ntidamente sealados, ya que, jurdicamente, tal distincin corresponda en exclusiva a los pares (menos de 400 familias), quienes la transmitan nicamente a su primognito. La opinin general, sin embargo, consideraba nobles tambin a los segundones de los pares y a la gentry, grupo destacado de terratenientes que adoptaba formas de vida ms propias de la nobleza que de la burguesa. La cifra final era, pues, ms elevada: quiz de 50.000 a 70.000 individuos; pero, en cualquier caso, estaba entre las ms bajas de Europa.

    Ningn grupo social mitific tanto la cuna como la nobleza. Se naca noble y, en principio, era la nobleza de sangre (heredada) la ms apreciada, llegndose a esgrimir incluso supuestas diferencias raciales (los nobles franceses descenderan de los antiguos francos; los espaoles, de los godos refugiados en Asturias con la invasin musulmana... para justificar la transmisin de condicin social, privilegios y hasta virtudes por va gentica. Pero, contra lo que pretendan demostrar sus frondosos rboles genealgicos, raros eran los que en el siglo XVIII podan remontar sus orgenes ms all de la Baja Edad Media o principios de la Moderna, cuando las turbulencias civiles y religiosas y la evolucin poltica propiciaron la quiebra de la nobleza tradicional y la creacin de otra nueva ms vinculada a las nuevas monarquas. Incluso es probable que la mayora procediera de ennoblecimientos producidos a lo largo del Seiscientos y del mismo Setecientos. Porque, pese a los prejuicios en torno a la sangre, la nobleza, de hecho, no constitua un grupo cerrado. Los monarcas contaron entre sus atribuciones la de ennoblecer a sus sbditos, concediendo estatutos, privilegios o cartas de nobleza para premiar servicios eminentes en la milicia, la poltica, la administracin, las finanzas reales o, ya en el siglo XVIII, el mrito civil e incluso econmico (nocin, evidentemente, ms burguesa que propiamente nobiliaria). Nunca faltaron, por otra parte, caminos ms o menos fraudulentos para llegar a un estado que, en ltima instancia, se basaba en la universal aceptacin. La frontera del estamento no dejaba de ser, pues, un tanto difusa y siempre permeable.

    En las repblicas del norte de Italia el acceso al patriciado se realizaba por un sistema de presentacin por parte de la propia nobleza que poda llevar emparejado el pago de una elevada cantidad de dinero (Venecia) y, siempre, el cumplimiento de determinados requisitos por parte del candidato.

    En Francia haba, adems, cargos que ennoblecan a sus titulares y descendencia en determinadas condiciones; por ejemplo, a quienes moran ejercindolos o a quienes los ejercan durante veinte aos o varias generaciones continuadamente. La lista de estos cargos, relativamente amplia, se reduca considerablemente por la designacin sistemtica de nobles para ocuparlos. Pero algunos de ellos eran venales y constituyeron la principal puerta abierta para que elementos adinerados (los precios a que se cotizaban eran elevadsimos) accedieran a la nobleza. Consejeros de parlamentos y secretarios del rey (cargo este ltimo sin apenas obligaciones y denominado despectivamente savonnette vilains jaboncillo de villano) fueron los ms codiciados y lleg a establecerse toda una estrategia en torno a su compra, ejercicio y reventa para obtener el ms rpido ennoblecimiento y el reembolso de las cantidades previamente invertidas.

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    Los matrimonios mixtos constituyeron otro modo de aportar savia nueva (y solidez econmica) a la nobleza. Pero se practicaban ms controladamente de lo que ha podido suponerse y se sola preferir, a la hora de realizar matrimonios ms o menos desiguales, entroncar con familias ya ennoblecidas, aunque fuera muy recientemente.

    Un tpico ampliamente difundido caracterizaba a la sociedad inglesa como la ms abierta y flexible de Europa en este sentido. Pero, aunque el nmero de pares casi se duplic a lo largo del siglo XVIII, la inmensa mayora de los nuevos ttulos recay en individuos previamente entroncados de alguna forma con la nobleza. Y si la gentry careca de perfiles jurdicos que la delimitaran, la doble necesidad de efectuar un enorme desembolso para la adquisicin de tierras (que tampoco abundaban en el mercado) y de obtener la aceptacin psicolgica por parte del grupo establecido (lo que poda resultar harto problemtico) dificultaba mucho el acceso a ella, mientras que la exclusin se materializaba prcticamente a partir de los segundones (y en cualquier caso, de los hijos de stos), cuya base econmica ya no estaba en la tierra, sino que ocupaban puestos en el ejrcito o el clero.

    La tendencia dominante en el XVIII fue, no obstante, la de clarificar esa frontera, limitar la concesin real de ennoblecimientos (no as la de ttulos aristocrticos a los ya nobles) y reducir el volumen del estamento nobiliario. Las propias capas altas nobiliarias reconocan la exigidad en el nmero como algo necesario para la nobleza. J. Meyer estima que en el perodo comprendido entre 1780 y 1800 la nobleza europea, en conjunto, pudo reducirse entre un tercio y la mitad de sus efectivos, lo que slo en parte podra achacarse a los efectos de la Revolucin Francesa.

    En Francia, las principales medidas para excluir de la nobleza a quienes no pudieran demostrarla fehacientemente se remontan a 1660. En Espaa hubo disposiciones restringiendo el acceso a la nobleza por parte de Fernando VI (1758) y Carlos III (1760, 1785). Tambin la nobleza popular de origen polaco fue reducida considerablemente por las potencias que se repartieron el territorio, y sobre todo por Prusia, para adecuar la situacin a la propia y ante el temor de que pudiera aglutinar en torno a s la oposicin nacionalista. Y las ya aludidas estrategias familiares nobiliarias tuvieron, igualmente, su parte de responsabilidad en la disminucin.

    Los privilegios nobiliarios eran, por una parte, de naturaleza jurdico-procesal, destacando el derecho a ser juzgados por tribunales propios, con un procedimiento del que se exclua el tormento y con penas que eludan las consideradas ignominiosas (azotes, por ejemplo) y que, por lo general, eran ms suaves que las ordinarias; inmunidad al encarcelamiento por deudas, prisin -cuando se impona- mitigada o sustituida por arresto domiciliario, decapitacin y no ahorcamiento en el caso de condenas a muerte... Con la excepcin de los nobles ingleses y de los de algunas repblicas italianas, gozaban, adems, de inmunidad fiscal, total o parcial, frente a los impuestos directos. Pero aunque fue ste el privilegio ms socavado por las monarquas modernas, que recurrieron a las tributaciones indirectas y a otras formas de contribuciones especficas, siguieron disfrutando de cierto trato de favor. Y los intentos ms ambiciosos de igualacin fiscal, pese a contar con el apoyo de una parte la misma nobleza, terminaron

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    fracasando, como ocurri en Francia con las operaciones para el establecimiento del vingtime o en Espaa con las de la nica contribucin emprendida por el marqus de la Ensenada en tiempos de Fernando VI. En la Europa del Este el seoro era tambin patrimonio exclusivo de los nobles, aunque no todos los poseyeran. No ocurra lo mismo en Occidente, pero el seoro conserv siempre un fuerte carcter nobiliario y la casi totalidad de sus titulares fueron, de hecho, nobles, por lo que las atribuciones seoriales podan identificarse con atribuciones nobiliarias. Diversas exenciones de cargas municipales estaban vigentes tambin en muchos pases. Habra que aadir ciertos privilegios de hecho, como la mayor facilidad para acceder a cargos y sinecuras, en algn caso convertida en privilegio abiertamente reconocido. Es lo que, por ejemplo, ocurra en el ejrcito francs a partir del Edicto de Sgur, de 1781, que reservaba el acceso directo a la oficialidad a los nobles con antigedad de cuatro generaciones, en vez de precisar de toda la lnea de ascensos para llegar a ella. Es esta medida una de las ms destacadas de la reaccin aristocrtica, tendencia observada en la Francia del XVIII y que tuvo por fin preservar ms celosamente los viejos privilegios y prerrogativas nobiliarios frente al ascenso de otros grupos. Por ltimo, una serie de distinciones puramente honorficas preeminencia en actos pblicos o ceremonias religiosas, por ejemplo- de gran importancia, puesto que eran el reflejo en la vida cotidiana de la misma concepcin jerrquica en que se basaba aquella sociedad. Si la nobleza, en principio, constitua una unidad desde el punto de vista jurdico, cuestiones como titulacin, antigedad, funcin, riqueza y hbitat -rural o urbano- establecan una gran heterogeneidad y una clara jerarquizacin interna. La ostentacin de un ttulo aristocrtico supona la principal barrera divisoria en el seno del estamento, acentuada con el paso del tiempo, dado que fue ganando terreno progresivamente la identificacin psicolgica de nobleza con nobleza titulada y ser sta la nica que sobreviva en el tiempo.

    En Espaa sobresala una minora de entre los ttulos, los grandes -todos los duques, ms los marqueses y condes sobre quienes hubiese recado la concesin real-, que gozaban de determinadas preeminencias y privilegios honorficos exclusivos, destacando entre ellos la mayor facilidad para acceder a la presencia real o la facultad de permanecer cubiertos en determinadas ocasiones en presencia del monarca. En Francia eran los prncipes de la sangre, con tericas vinculaciones familiares con la realeza y, por lo tanto, con vagos derechos a la sucesin de la Corona, la minora destacada. La antigedad del linaje confera, un mayor prestigio a la nobleza y las familias que se jactaban del ms rancio abolengo tendan a desestimar a las ms recientes.

    La frecuencia de los ennoblecimientos mediante compra de cargos llev a diferenciar en Francia entre una antigua nobleza de espada, y una ms reciente nobleza de toga, todava calificada despectivamente de vil burguesa por Saint-Simon -quien, por cierto, tena lazos con togas o financieros por medio de su madre, su suegra y su nuera-. Sin embargo, la separacin, al avanzar el siglo XVIII, era ms terica que real y las alianzas matrimoniales entre ambos grupos fueron frecuentes. La pertenencia a las rdenes militares, en Espaa, haba introducido un elemento de distincin basado en la calidad de la nobleza (antigedad del linaje, limpieza de sangre...), pero en el Setecientos,

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    aunque poseer un hbito segua representando un honor aadido, haban perdido ya buena parte de su eficacia en este sentido y su principal valor consista en la posibilidad de acceder vitaliciamente a una encomienda, lo que, por otra parte, sola recaer en la nobleza titulada. La situacin econmica pese a que los tericos mantenan que no era una cualidad esencial de la nobleza, constitua un elemento de suma importancia, ya que el mantenimiento del ideal de vida noble exiga solidez econmica. Y para asegurarla base econmica, en casi todos los pases existan costumbres sucesorias o figuras jurdicas que trataban de preservar el patrimonio nobiliario y su permanencia en el seno de la familia, haciendo de su titular un mero usufructuario, mediante la constitucin de vnculos sobre todos o gran parte de los bienes que, formando una unidad indivisible e inalienable, se transmita a un solo heredero, siguindose, normalmente, el orden de primogenitura masculina.

    Es el caso del mayorazgo espaol, el morgado portugus, el fideicomiso italiano, el fideikommis austriaco o el strict settlement ingls, aunque de hecho no todos los nobles lo poseyeran, no siempre tuviera la misma rigidez (en Inglaterra, por ejemplo, poda retocarse el patrimonio vinculado en cada transmisin) ni en algn caso (Espaa) fueran facultad exclusiva de la nobleza. Los vnculos, lgicamente, constituan un elemento bsico en la poltica familiar de la nobleza y condicionaban fuertemente el destino de los segundones, al tener que buscar su mantenimiento en el ejrcito, la burocracia o la Iglesia, en el supuesto de tener preparacin para ello, o depender enteramente del titular; para las hijas no quedaba otro camino que un matrimonio favorable, si se consegua reunir la dote apropiada, o la soltera o el convento en caso contrario.

    Pero no todo el estamento disfrutaba de una situacin econmica saneada. Haba nobles pobres que pasaban todo tipo de privaciones. Sobre todo, en los pases donde el estamento era ms numeroso.

    Suele hablarse habitualmente a este respecto de parte de los hidalgos del norte de Castilla, de los ms humildes miembros de la szlachta polaca o de la nobleza desheredada hngara, sometida casi servilmente a los no ms de 200 o 300 grandes magnates que detentan de hecho el poder; de los barnabotti venecianos -as llamados porque en algn momento abundaban en la parroquia de san Bernab-, que vendan su voto en el Gran Consejo y se involucraban en mil intrigas para conseguir alguno de los cargos menores de la Administracin; o, finalmente, de los hobereaux (literalmente: bahar, pequea ave parecida al halcn) franceses, vidos como la rapaz que les dio nombre por cobrar sus escasos derechos seoriales. Y en ms de una ocasin una situacin de pobreza prolongada sin otro tipo de apoyatura (familiar o funcional), termin por convertir la pertenencia al estamento en algo meramente psicolgico que, sobre todo en este siglo, tenda a olvidarse por la sociedad.

    Sin llegar a estos extremos, en todos los pases haba nobles que vivan ajustadamente y podan pasar dificultades en momentos concretos, como, por ejemplo, a la hora de educar convenientemente a sus hijos en una poca en que se necesitaba una preparacin cada vez mayor para poder abrirse paso en la vida. Y es que el abanico de las fortunas nobiliarias era muy amplio. A los casos de pobreza citados se contraponen los inmensos patrimonios de los Osuna

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    (Espaa), Potocki (Polonia), Esterhazy (Hungra), Mocenigo (Venecia) u Orleans (Francia), entre otros; y en medio, casi todas las situaciones posibles. En Inglaterra, por ejemplo, G. E. Mingay describi la pirmide nobiliaria con una amplia base de gentlemen cuyos ingresos, de 300 a 1.000 libras anuales, estaban al nivel de los de la capa media de arrendatarios, e iba ascendiendo con los 3.000 o 4.000 squires que perciban de 1.000 a 3.000 libras, los 700 u 800 knights o baronets que contaban con 3.000 o 4.000 libras anuales (todos ellos pertenecan a la gentry) hasta llegar a la reducida minora (no ms de 400 familias) que superaba las 10.000 libras y aun se situaban, como los duques de Bedford o Northumberland, en torno a las 30.000 libras. Para la nobleza francesa, G. Chaussinand-Nogaret, basndose en las cuotas de la capitacin, ha establecido hasta cinco grupos. Casi la quinta parte conformara esa nobleza rural de ingresos muy bajos y vida nada regalada; algo ms del 40 por 100 de las familias nobles dispondran de 1.000 a 4.000 libras de renta anual, lo que les permitira una vida de cierto acomodo, sin ms; otra cuarta parte, con ingresos de 4.000 a 10.000 libras anuales, disfrutaban de un amplio bienestar; por encima, un 13 por 100 que constituira la denominada nobleza provincial, en la que se incluyen los consejeros de las cortes soberanas, dispona de 10.000 a 50.000 libras de rentas anuales, y el resto, unas 160 familias (menos del 1 por 100 del total), superaban las 50.000 libras anuales llegando hasta las 200.000; ni que decir tiene que en esta minora del vrtice se incluye la nobleza cortesana.

    Aunque las diferencias internas sean considerables, hay una constatacin general: la inmensa riqueza que, en conjunto, posea la nobleza europea. Una riqueza que giraba, en primer lugar, en torno a la tierra, aunque los beneficios obtenidos de su explotacin no siempre fueran muy elevados. Algunos ejemplos de los pases en que se han podido hacer evaluaciones globales -aun con importantes variaciones regionales- nos lo muestran.

    La nobleza inglesa era la que mayor proporcin de tierra cultivable controlaba: cerca de las tres cuartas partes a finales del siglo. En Bohemia las cien familias ms importantes posean, aproximadamente, la tercera parte de la tierra y el conjunto de la nobleza, casi el 60 por 100. En Suecia, las tierras en poder de la nobleza suponan a principios del XVII la tercera parte de la tierra arable. En el norte y centro de Italia las proporciones van del 35 al 50 por 100. En Francia, del 20 al 25 por 100, llegando en algunas regiones del Norte hasta la tercera parte y reducindose considerablemente la proporcin en el Sureste. Federico II de Prusia pretendi restringir el acceso a la tierra de la burguesa, declarando el monopolio de su posesin en manos de la nobleza (1775), aunque, eso s, previamente le haba exigido impresionantes contribuciones para las guerras que protagoniz.

    Las formas de explotacin eran enormemente variadas, ya que, adems, en muchas regiones el control de la tierra se ejerca en el cuadro ms amplio del rgimen seorial, que, a su vez, presentaba mil variantes. Pero en el siglo XVIII los patrimonios nobiliarios, en general, solan estar mejor administrados que en tiempos anteriores, ya fuera por la procedencia burguesa de una parte del estamento, o por la general influencia de su mentalidad. No era raro, aunque tampoco pueda generalizarse del todo, encontrar en Europa nobles de tipo medio, y ms frecuentemente de la pequea nobleza, que explotaban directamente sus posesiones. En cuanto a la alta nobleza, la

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    generalizacin es ms difcil. All donde las formas seoriales estaban casi disueltas, como en Inglaterra, los Pases Bajos o ciertas zonas del norte de Italia, o donde el seoro se limitaba prcticamente a los aspectos jurisdiccionales, como en gran parte de Espaa, era frecuente el arrendamiento capitalista. Y no est de ms subrayar que, por ello, la frecuentemente repetida vinculacin de la alta nobleza inglesa con los cambios agrarios acaecidos durante el siglo no deja de ser, en general, un tpico sin apenas fundamento. Pero tambin hay casos de explotacin directa y pocos tan bien conocidos como el estudiado por J. Georgelin de la familia Tron en la Terra Ferma veneciana -modelo, adems, de explotacin plenamente capitalista, como tambin se daba en el Piamonte-, en cuya finca de 500 hectreas de extensin trabajaban 360 empleados, la mitad, aproximadamente, fijos, y la otra mitad, jornaleros temporales, o como, en otra escala, M. A. Meln ha demostrado para los duques de Abrantes y su hacienda cacerea durante la primera mitad del siglo (la abandonarn ms tarde para, instalndose en Madrid, pasar a la explotacin indirecta). La explotacin directa sola ser habitual en los grandes dominios nobiliarios del centro y este de Europa, en Prusia, Polonia y Rusia, por ejemplo, donde el campesino estaba an forzado a prestaciones de trabajo obligatorio en las tierras del seor, lo que reduca sensiblemente los costes de explotacin. Pero, por lo dems, abundan, sobre todo, los modelos intermedios, con todo tipo de arrendamientos, aparceras y cesiones enfituticas, y stas, a su vez, de muy diversos tipos. Los derechos de tipo seorial, independientemente de su forma concreta, formaban tambin parte, aunque variable en extremo -de un pas a otro, entre regiones de un mismo pas y de unos nobles a otros-, de los ingresos tpicamente nobiliarios y, normalmente, eran mucho ms sustanciosos all donde afectaban a una parte de la cosecha. En Francia se observa una tendencia durante los dos ltimos tercios del siglo, acentuada desde 1770, aproximadamente, a preservar y cobrar mejor los derechos seoriales, resucitando incluso algunos cados en desuso. La finalidad, aumentar la rentabilidad de los dominios seoriales, es evidente. Pero el impulso de este complejo fenmeno denominado reaccin seorial, que en 1776 recibi el apoyo del Parlamento de Pars, no obedece exclusivamente a intereses nobiliarios: en su origen se encuentran, por supuesto, nobles empobrecidos y otros de reciente origen burgus, pero tambin burgueses arrendatarios de los derechos seoriales de nobles asentistas; y no pocas veces, eran stos los ms intransigentes a la hora de exigir su pago a los campesinos. Sin embargo, no todos los derechos seoriales implicaban ingresos para los seores. En concreto, la facultad jurisdiccional de administracin de justicia llevaba consigo una serie de gastos por la necesidad de pagar salarios a los oficiales. Ahora bien, por muy costosa que resultara y no est de ms recordar que hallaramos muy significativas variaciones en el inters de los seores por cubrir dignamente este captulo-, pocos seran los que renunciaran a dicha carga: la administracin de justicia implicaba el reconocimiento explcito de ese seorear sobre hombres (por utilizar la expresin espaola) que era uno de los elementos clave de la mentalidad y aspiraciones nobiliarias no slo del siglo XVIII, sino de todo el Antiguo Rgimen. A partir de aqu, ya no es posible ofrecer un cuadro homogneo de la procedencia de los ingresos nobiliarios. Se encuentran salarios de oficios pblicos, militares y eclesisticos; rentas e intereses de deuda pblica y de prstamos a particulares; alquileres de fincas urbanas, que a veces llegan a constituir una parte fundamental de los patrimonios nobiliarios; hay nobles que ejercen determinadas profesiones liberales, y en Francia los

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    hay tambin que participan en la ferme gnrale (arrendamiento de impuestos)... En definitiva, nada que no pudiera encontrarse en los patrimonios de otros grupos sociales. Pero haba una serie de actividades, relacionadas fundamentalmente con el comercio y el trabajo manual o mecnico, tradicionalmente vetadas a los nobles. J. Meyer distingue tres amplias zonas en Europa al respecto. En la Europa del Suroeste, incluyendo Francia y una parte de Italia, los prejuicios en este sentido eran muy fuertes y se poda llegar a la drogeance -derogacin, prdida de la condicin noble- en determinados supuestos. En la Europa del Este la rigidez de los principios no se corresponda con una realidad mucho ms permisiva, por la necesidad de subsistir de las noblezas populares, que habran de ocuparse en todo tipo de tareas, y porque la alta nobleza asuma en sus dominios buena parte de las funciones tericamente propias de la burguesa, obteniendo importantes ingresos del comercio de exportacin (granos, ganados, etc.), de la explotacin minera (ejercicio que, por cierto, no sola implicar en ningn sitio desdoro para la nobleza) o del control de ciertas actividades artesanales. En Rusia, por ejemplo, fueron nobles (una minora entre los ms poderosos, no generalicemos) quienes, desde los aos sesenta y explotando los recursos de sus dominios con mano de obra servil, impulsaron, adems de otras industrias, la minera y las empresas metalrgicas en los Urales, donde el burgus de origen campesino (y posteriormente ennoblecido) Nikita Demidov haba fundado, en tiempos de Pedro el Grande, la primera gran industria. Se ha calculado que a principios del siglo XIX posean las dos terceras partes de las minas del pas, en torno al 80 por 100 de las paeras y de las fbricas de potasa, el 60 por 100 de los molinos de papel... Finalmente, en la Europa del Noroeste no haba, en principio, actividades econmicas vetadas a la nobleza. Pese a todo, en pases como Suecia, la muy minoritaria nobleza estaba integrada fundamentalmente por cargos pblicos, militares, marinos y propietarios de tierras. Y en Inglaterra, L. Stone ha discutido la habitualmente admitida dedicacin de los segundones de la elite inglesa al comercio y la industria, al menos durante el siglo XVIII. Nada se lo impeda, en efecto, pero, en la prctica, disponiendo de una asignacin anual por parte de la familia, resultndoles fcil (aunque no hubiera ni privilegios ni disposiciones legales que les favorecieran, s lo haca el sistema clientelar que dominaba las relaciones polticas) conseguir un oficio pblico o entrar en el Ejrcito y la Iglesia, y pudiendo acceder a matrimonios ventajosos dentro de su grupo social, prcticamente ninguno se dedic al comercio o la industria. Por lo que respecta al rea citada en primer lugar, habr intentos, ms o menos tmidos, ms o menos decididos, por parte de los gobiernos ilustrados y de algunos intelectuales y escritores econmicos -sobre todo, por parte de stos- por estimular la participacin de la nobleza en actividades industriales y comerciales, arrinconando los viejos prejuicios.

    Es, por ejemplo, muy conocida la Real Cdula de 18 de marzo de 1783 por la que Carlos III de Espaa declaraba la honra legal de todos los oficios, su compatibilidad con la hidalgua y la posibilidad de alegar su ejercicio continuado durante tres generaciones como un mrito para acceder a la nobleza, pero sus repercusiones prcticas fueron muy escasas. Algunos destacados nobles potenciaron actividades industriales en sus seoros. Pero los casos que suelen citarse no son reflejo precisamente de una situacin generalizada. Como tampoco lo es el ascenso social, durante el reinado de Felipe V, de don Juan de Goyeneche por sus mltiples actividades econmicas. En Francia, desde 1701, la participacin en el gran comercio de la nobleza no implicaba derogance, pero todava a mediados de siglo la publicacin de La noblesse commerante (1756), por el abate Coyer, en la que se defenda el ejercicio del comercio por los

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    nobles, provoc alguna rplica airada (La. noblesse militaire, oppose la noblesse comerante, tambin de 1756, cuyo autor, el chevalier DArc, se opona al aburguesamiento de la vieja nobleza) y una polmica que se prolong durante algunos aos. Pero la participacin de la nobleza -sobre todo, de la alta nobleza- en actividades capitalistas estuvo mucho ms extendida que en Espaa, sobre todo en los ltimos treinta o cuarenta aos del siglo. Si no era, de hecho, nueva la participacin nobiliaria, especialmente de la radicada en ciudades portuarias, en el comercio martimo y al por mayor, ahora se multiplicar e intensificar su presencia en las grandes compaas martimas; hubo igualmente destacados nobles que impulsaron el desarrollo de industrias en sus seoros, donde, por otra parte, casi monopolizaban las empresas mineras y de fundicin del hierro; e invirtieron una parte de sus capitales en compaas industriales por acciones. No escatimaron, pues, medios para extraer la mayor rentabilidad a sus fortunas. Creemos, no obstante, que negar a concluir, con G. Chaussinand-Nogaret, que la nobleza francesa, a finales del siglo, estaba a la vanguardia del progreso econmico es, sin duda, excesivo. Pero, recuerda el italiano C. Campra, "puede servir de contrapeso al tradicional clich de una aristocracia fatua y ociosa, dedicada slo al juego y la disipacin".

    La enorme riqueza de la aristocracia posibilitaba un estilo de vida brillante y caracterizado por la ostentacin y el boato, que llev a ms de una familia al borde de la ruina y que fue duramente criticado por quienes, como Fnelon, el duque de Saint-Simon o Henri de Boulanvilliers, vean en el lujo un cncer que iba destruyendo a la nobleza, atenta slo a conseguir riquezas aunque fuera mediante alianzas anti-natura, y que, fomentado por el mismo monarca, la someta a su poder, restndole independencia. Una de las manifestaciones de este estilo de vida era el mantenimiento de residencias suntuosas con un servicio domstico numerossimo. Baste citar, a ttulo de ejemplo, las cerca de 3.000 personas que perciban salarios en los palacios del duque de Orleans en Francia; o la impresionante residencia de verano que el prncipe Nicols Esterhazy se hizo construir, saneando previamente un terreno pantanoso, cerca de Eisenstadt (ncleo de sus posesiones), vinculada a la historia de la cultura por haber sido testigo de gran parte de la creacin musical de Joseph Haydn, maestro de capilla del citado prncipe. Tal grado de esplendor, forzosamente, se limitaba a unos pocos, aunque s era frecuente entre la nobleza la doble residencia, urbana y rural, que posibilitaba el retiro veraniego u otoal (a veces, para supervisar las tareas agrarias) a los que habitualmente vivan en el medio cortesano o urbano y el acceso a los entretenimientos ciudadanos a quienes residan en el medio rural (caso frecuente en la gentry inglesa, por ejemplo). Mantena un elevadsimo concepto de s misma, rayano en el orgullo; no renunciaba a reconocimientos y preeminencias y en el trato con los dems exiga deferencia e incluso sumisin. Slo en algunos casos (en Espaa, por ejemplo) se permita cierta actitud de campechana y superficial confianza de quien se sabe incontestablemente superior (actitud que nunca tendra un miembro de la baja nobleza al que slo unos privilegios, a veces discutidos, distinguan de sus convecinos). Se iba extendiendo paulatinamente la educacin y cada vez quedaba menos del noble rudo de los siglos anteriores (quiz salvo en ciertos casos rurales), pero slo los estratos ms elevados tenan acceso a la cultura superior, bien por medio de instructores privados, por su asistencia a costosos colegios de jesuitas, a la universidad o a los gimnasios nrdicos; y cuidaban igualmente la educacin femenina, en la propia casa, en

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    colegios especializados o en conventos que preparaban a la mujer para el papel que se esperaba cumpliera en la sociedad. Aument el nmero de nobles que posean bibliotecas, as como el tamao de stas, y al menos en Francia, eran ms numerosas, estaban ms nutridas y tenan una mayor orientacin hacia la modernidad (sin faltar libros prohibidos y crticos con el ordenamiento social) las de la nobleza capitalina que las de la nobleza provincial. Pero en conjunto fueron los nobles ingleses, educados frecuentemente en las universidades de Oxford y Cambridge, los ms cultos de Europa. Y, probablemente, los ms cosmopolitas y aficionados a viajar por otros pases. Ni siquiera se consideraba completa su formacin si no se haba realizado el grand tour, viaje por las principales ciudades europeas entre las que nunca faltaban Pars y Venecia, costumbre que se extender tambin a la nobleza de otros pases. Y en todos ellos, una selecta minora acuda peridicamente a las estaciones termales de moda, viajaba de una corte a otra, se expresaba en francs, la lengua culta de la poca, y constitua algo as como una internacional aristcrata -la expresin es de J. Meyer- capaz de reconocerse y encontrarse a s misma en los salones de cualquier capital europea. Y no falta quien cree ver cmo, de la mano del cosmopolitismo, se abran paso en su mentalidad los grmenes del liberalismo... Riqueza, privilegios, poder, reconocimiento social, refinamiento... Todo ello conflua en la nobleza europea del siglo XVIII y continuaba ejerciendo una irresistible atraccin sobre el resto de la sociedad y, especialmente, sobre sus elementos ms destacados. Pero en la Europa occidental se haba iniciado un proceso de cambio que se acentuaba progresivamente a lo largo del siglo y, sobre todo, en las ltimas dcadas. Como recuerda O. Huffton, el desarrollo de la burocracia estatal y de los ejrcitos regulares contribuy a hacer la relacin del noble con sus gobernantes cada vez ms ambivalente. Los monarcas tendan a servirse de sus noblezas, pero tratando, al mismo tiempo, de neutralizarlas e insistan en la disminucin de sus privilegios. Por su parte, la propia nobleza se cuestion su origen, la justificacin de sus privilegios y su papel poltico. Y en este contexto se elaboraron y difundieron teoras como la del conde de Boulanvilliers (1727-1732) que apelaba a la historia y a una raza vencedora, de la que descenda la nobleza, para justificar los privilegios de la sangre, o la del barn de Montesquieu en L`Esprit des Lois (1748), que vea a la nobleza como intermediaria y templadora del absolutismo monrquico y, por lo tanto, como defensora del pueblo. Pero ciertos ilustrados, nobles tambin entre ellos, llevaron a cabo un ataque sistemtico contra todo lo que significaba la nobleza, especialmente (aunque no slo) en el rea suroccidental de Europa. Elegimos -un ejemplo entre cientos- la dura crtica contenida en la Enciclopedia francesa (1750-1772), enmarcada en la ofensiva contra todos los elementos esenciales de lo que despus se denominar Ancien Rgime. Lo que, no obstante, no implicaba necesariamente un pensamiento igualitario en sus autores, que en bastantes casos despreciaban al pueblo con idntica o mayor fuerza que a los privilegios nobiliarios. Paralelamente, la ambigedad en cuanto a las funciones econmicas de los distintos grupos sociales fue creciendo. Hemos visto a destacados elementos de la aristocracia participando en actividades propias de la burguesa; por su parte, los burgueses ennoblecidos abandonarn menos decididamente que en siglos anteriores los negocios que permitieron su ascenso. Desde este punto de vista, no les faltaba razn a los crticos del lujo nobiliario: la necesidad de disponer de unos ingresos inmensos para poder llevar un modo de vida noble, y su bsqueda, sin renunciar a cualquier va, contribua a introducir una ambigedad creciente en la visin tradicional del rol de los distintos grupos sociales y un germen de erosin de aquella sociedad. Y de la misma manera que se lamentaban las injusticias derivadas "de haber considerado la sociedad ms como una

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    unin de familias que como una unin de individuos" (Cesare Beccaria, Dei delitti e delle pene, 1764), se iba desarrollando un ideal social opuesto al viejo modelo nobiliario, que aprecia cada vez ms al negociante -no "hay miembros ms tiles a la sociedad que los mercaderes", dir, por ejemplo, el ingls Joseph Addison en uno de sus ensayos periodsticos publicados a principios de siglo en The Spectator- que tenda a sustituir el valor, el orgullo de "ser quien se es" y la visin de la sociedad dividida en compartimentos prcticamente estancos aceptados por principio e incuestionablemente valores esencialmente nobiliarios y de la sociedad estamental- por el trabajo, el esfuerzo personal, la economa, la utilidad social, la bondad y el deseo de ascenso social en esa sociedad de individuos, es decir, por valores burgueses y que prefiguran una sociedad distinta. Aunque estos valores no se impusieron implacablemente ni la aristocracia se mostr incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos: ms reducida numricamente, ms infiltrada por elementos de orgenes ajenos a ella, pero an poderosa econmicamente, tena mucho que decir y hacer todava en el siglo XIX... EL CLERO El clero comparta con la nobleza su condicin de estamento privilegiado y era reconocido, terica y tradicionalmente, como el primero en rango y honor. Su capacidad de influencia en la sociedad seguir siendo notable. Pero, ms acusadamente que la nobleza, y debido a la presin centralizadora de las monarquas absolutas, al ataque de los intelectuales ilustrados, a la creciente desacralizacin de la sociedad, a los efectos de ciertas disputas teolgicas -aunque mucho ms dbiles que en el pasado- y, sobre todo, a la ruptura de su monopolio doctrinal por el avance de la tolerancia, no traspasar inclume las fronteras del siglo. El clero europeo del siglo XVIII era muy heterogneo y muchas de las afirmaciones generales que sobre l puedan hacerse, incluso las ms elementales, exigen matizaciones. Haba enormes diferencias entre el mundo catlico y el protestante, por un lado; entre los distintos pases de una misma confesin, por otro, y, finalmente, dentro del estamento en cada pas. Para comenzar, slo en el rea catlica se reconoca jurdicamente al clero como estamento privilegiado y a ella limitaremos nuestra exposicin. Se trataba, en teora, de un grupo bien definido, formado por individuos que libremente, guiados por la vocacin, se integraban en l mediante un acto jurdico-cannico la tonsura o administracin de las rdenes sagradas-. En la prctica, sin embargo, las decisiones personales podan estar fuertemente condicionadas por elementos ajenos a toda consideracin religiosa, y el clero constitua, en la prctica, una de las salidas naturales de la nobleza, una va de acomodo o de ascenso social para muchos o el destino impuesto por algunos padres a sus hijas a quienes resultaba difcil concertar un matrimonio apropiado. Y no faltaban situaciones de cierta ambigedad con algunos de los ordenados de menores o con personas vinculadas a los conventos que difuminaban de hecho los lmites entre clrigos y laicos. Tambin algunos de sus privilegios deben ser matizados. Desde mucho antes del siglo XVIII se redujeron las exenciones fiscales eclesisticas. As, por ejemplo, en Francia el clero contribua al sostenimiento del Estado con una suma considerable, el denominado

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    don gratuit; en los Estados Pontificios deba pagar un elevado impuesto sobre la tierra, y en Espaa, adems de la tributacin indirecta, deba hacer frente a diversas cargas parafiscales. Hubo, igualmente, un esfuerzo por recortar los privilegios jurdicos, si no los de los eclesisticos propiamente dichos, s los de la Iglesia, restringiendo sustancialmente, por ejemplo, el derecho de asilo en los edificios sagrados. Igualmente, se prosigui en el camino hacia la nacionalizacin de la aplicacin del Derecho cannico, reducindose al mnimo las apelaciones a Roma, mientras que la firma de concordatos entre el Papado y los Estados catlicos (con Portugal, en 1740; con Npoles y Cerdea, en 1741; con Espaa, en 1737, y, sobre todo, en 1753) otorgaba a los monarcas el nombramiento de un gran nmero de cargos y prebendas eclesisticas, reduciendo de paso la corriente dineraria que aflua hacia Roma. Las riquezas eclesisticas eran cuantiosas. Procedan sus ingresos de la percepcin de diezmos, proporcin variable de la produccin agro-pecuaria que llegaba hasta el 10 por 100 bruto, aunque frecuentemente era algo ms bajo; de los derechos de estola, es decir, del cobro de los distintos servicios prestados por los eclesisticos; y, finalmente, de la explotacin de un patrimonio raz e inmobiliario no faltan tampoco seoros acumulados durante siglos por viejas donaciones reales y continuas transferencias de propiedades por los fieles a titulo de limosnas, donaciones y fundaciones post mortem.

    Se estima, por ejemplo, que en gran parte de los Estados catlicos la tierra bajo dominio eclesistico oscilaba del 7 al 20 por 100, superndose a veces con mucho dicha proporcin. En Francia, por ejemplo, suele ser inferior al 10 por 100, pero en Npoles es prcticamente la tercera parte, proporcin todava superada, acercndose a la mitad, en Toscana. Son cifras, sin embargo, sobrevaloradas, entre otras razones, porque suelen incluir los bienes de instituciones asistenciales (hospitales) o docentes y de otras paraeclesisticas (cofradas) que no eran estrictamente religiosas o cuyas rentas no iban directamente a los eclesisticos.

    Y no hay que olvidar que la prctica de la limosna -una de las formas establecidas de redistribucin de la renta- consuma cuantiosos recursos de personas e instituciones eclesisticas. Pero, sobre todo, no hay que olvidar que, desde el punto de vista econmico, la Iglesia no es ms que una abstraccin, ya que estaba constituida por multitud de unidades de muy distinto significado, desde el ms opulento monasterio o arzobispo al cura de aldea que no pocas veces experimentaba dificultades similares a las de sus feligreses para subsistir. El nmero de clrigos era mayor del que se precisaba para una adecuada asistencia religiosa de los fieles, debido a la existencia del clero regular y a la proliferacin de prebendas, beneficios y capellanas, aunque siempre fue mucho menor que el denunciado por ilustrados y filsofos.

    En Francia, por ejemplo, Moheau, en 1774, los estimaba en 130.000, es decir, el 0,5 por 100 de la poblacin total (los filsofos hablaban de 500.000). La proporcin se superaba abiertamente en pases como Portugal (1 por 100, aproximadamente) y, sobre todo, en Espaa (1,6 por 100 en 1787) y algunos Estados italianos (2,5 por 100 en Npoles, 3 por 100 en Toscana). Los efectivos del clero secular se mantuvieron estancados o descendieron a lo largo del siglo (en cualquier caso, dado el incremento demogrfico general, habra retroceso

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    proporcional), pero en casi todos los pases disminuyeron los del clero reglar, sobre todo en la segunda mitad, ya que fue este sector el que concit los principales ataques de los ilustrados.

    Su distribucin geogrfica era muy heterognea. En cuanto al clero secular, se avanz notablemente durante este siglo en la aspiracin de la jerarqua de que cada comunidad tuviera su prroco. Pero an quedaban aldeas sin prroco, mientras se daba una notable concentracin de clrigos en las ciudades y ncleos ms importantes, dado el carcter urbano de las sedes episcopales y tambin por la multiplicidad de cargos y fundaciones que en ellas haba y por la atraccin que la vida urbana ejerca entre clrigos absentistas (aunque el nmero de stos tendiera a disminuir). En Avin, por ejemplo, haba casi un 6 por 100 de eclesisticos y en Angers, en 1769, el 3,4 por 100 (si bien en esta proporcin se incluyen los seminaristas). Maguncia llegaba a contar cerca de 1.000 eclesisticos, es decir, algo ms del 2 por 100 de la poblacin total, proporcin similar a la de Bonn y Trveris. El clero reglar tena tambin una fuerte presencia urbana, especialmente las rdenes mendicantes y las renovadas en la Baja Edad Media o surgidas al hilo de la Reforma. Los monasterios rurales solan corresponder a las rdenes (benedictinos, cistercienses) de origen ms antiguo. Si dejamos aparte los miembros de la Curia papal y el Colegio Cardenalicio, altos aristcratas en su inmensa mayora por su origen familiar, por el papel que desempeaban en el seno de la Iglesia y por el tren de vida que les permitan sus inmensos recursos econmicos, la cima de las jerarquas eclesisticas nacionales corresponda a los arzobispos y obispos. Designados normalmente por los monarcas y confirmados posteriormente por Roma, su procedencia social era esencialmente aristocrtica. En vsperas de la Revolucin, por ejemplo, 138 de los 139 obispos franceses eran nobles. Incluso haba familias -el caso de los Rohan con respecto a Estrasburgo es paradigmtico- para las que determinadas sedes episcopales formaban casi parte de los bienes patrimoniales. Podra as recaer la eleccin en personas totalmente inapropiadas -"el arzobispo de Pars debera, al menos, creer en Dios", se dice que exclam Luis XVI al conocer a un candidato a la sede parisina-, pero no fue la norma. El propio sistema de acceso al Episcopado en Francia, por seguir en este mismo pas, aunque fuertemente teido de clientelismo, sola implicar un perodo de preparacin como "grandes vicarios" (importante cargo subalterno) en las dicesis, lo que les daba una slida experiencia al respecto. En Espaa e Italia, sin que faltaran aristcratas, haba una fuerte presencia de nobleza media y baja en el Episcopado y no pocos procedan del clero regular, con personas de origen plebeyo entre ellos. Los ingresos de los obispos podan ser elevadsimos -el ejemplo obligado es el Arzobispado de Toledo-, aunque tambin los haba de rentas modestas, como algunos del sur de Francia. Las monarquas modernas les haban despojado del poder temporal que tuvieron en la Edad Media y en el siglo XVIII se reducir tambin el protagonismo poltico que, a ttulo individual, continuaron ejerciendo algunos de ellos (en Francia, reaparecern colectivamente en los Estados Generales prerrevolucionarios). Los retazos de poder temporal que les quedaban solan reducirse a seoros territoriales, aunque a veces fueran importantes, como el del arzobispo de Estrasburgo, integrado por no menos de 80 ncleos de poblacin. Subsistan, sin embargo, los principados eclesisticos en el Imperio, y eran nada menos que 65 (algo ms de la cuarta parte del total de entidades representadas) los que tenan asiento en la Dieta Imperial. No era raro que estos ltimos, especialmente si el territorio era de cierta entidad, estuvieran ms preocupados por los asuntos polticos de sus Estados que por los

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    religiosos, que solan delegar abiertamente en sus subordinados. Por cierto, hubo entre ellos hombres muy dotados y que, influidos por el espritu de las Luces, promovieron importantes reformas, como fue el caso, en el Arzobispado de Salzburgo, de Hieronymus von Colloredo, arzobispo desde 1772 (aunque su enfrentamiento con Mozart haya proyectado de l una superficial imagen negativa), o en el de Maguncia, Friedrich Karl von Erthal, elector durante el ltimo cuarto del siglo y muchas de cuyas reformas afectaron, precisamente, a los privilegios eclesisticos. Persistan tambin en otras partes viejos abusos. Es tpico recordar a este respecto, por ejemplo, que en 1764 residan habitualmente todava 40 obispos en Pars y que hasta 1784 no se les oblig a residir en sus sedes. Pero se puede afirmar casi con seguridad que el tipo de obispo dominante en el siglo XVIII era el que se preocupaba por la correcta administracin de su dicesis; que la visitaba con regularidad, personalmente o por medio de sus vicarios; que velaba por la moralidad de los prrocos y la atencin espiritual de los fieles y que tampoco desatenda los aspectos temporales, desembolsando cuantiosas sumas en obras de caridad y beneficencia (especialmente, en momentos de calamidades) o en la promocin de proyectos econmicos o urbansticos que en nada desmerecan de los emprendidos por sus respectivos gobiernos. El siguiente escaln estaba integrado por los miembros de los cabildos catedralicios. Sus obligaciones, nada agobiantes y no siempre cumplidas escrupulosamente, estaban ligadas al culto y administracin de catedrales y dicesis. Sus rentas, aunque variables, solan ser saneadas o abundantes, disfrutaban de una alta estima social y, con frecuencia, los cabildos constituan un buen camino para la promocin a los obispados. Eran, por lo tanto, puestos muy codiciados, y, nuevamente con las excepciones espaola e italiana, donde haba ms variedad, solan ser ocupados mayoritariamente por miembros de la nobleza, especialmente tratndose de los cabildos ms importantes. De formacin similar o superior a la del resto de los clrigos, el nombramiento de los cannigos responda a diversas tradiciones -alguna forma de eleccin, oposicin o cooptacin; nominacin por el obispo o incluso por un patrono laico, por ejemplo- y su procedencia geogrfica solfa ser tanto ms localista cuanto menos relevante fuera el cabildo considerado. La vida de los cannigos sola transcurrir apaciblemente y no faltaron en sus filas quienes se dedicaron al estudio y el ejercicio intelectual. En conjunto, sin embargo, domina la impresin de un sector tradicionalista y conservador que, corporativamente, se mostraba como celoso defensor de sus prerrogativas y tradiciones ante cualquier posible intento, viniera de quien viniera, de restriccin o reforma. Los repetidos enfrentamientos entre los capitulares de Maguncia y su obispo cuando ste les quiso imponer cambios acordes con el espritu del siglo son un ejemplo no aislado de ello. El resto del clero secular -la mayora- constitua un abigarrado grupo de curas prrocos, beneficiados, prebendados de catedrales, colegiatas y parroquias, titulares de capellanas y otras fundaciones particulares... Haba, en primer lugar, variedad extrema en cuanto a su dotacin econmica, encontrndose desde prrocos con ingresos similares o superiores a los de ciertos cannigos hasta clrigos que vivan, como ya hemos indicado, en un grado prximo a la pobreza. La condicin sociodemogrfica de las parroquias influa notablemente: en ello y solan ser los curas de las aldeas ms pequeas los ms desfavorecidos. Sin embargo, es muy probable que, dentro de la variedad, la mayor parte de los prrocos tuviera una situacin econmica ms que pasable, aunque muchos de ellos se sintieran maltratados por un reparto a todas luces injusto de las rentas eclesisticas. La oposicin existente entre el bajo y el alto clero

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    francs por estas cuestiones fue, por ejemplo, notable. El autntico proletariado eclesistico era el dedicado a la asistencia y culto menor de capillas catedralicias y otros templos suntuosos y, ms an, los titulares de capellanas pequeas y ciertos ordenados sin cargo en expectativa, que se concentraban en las proximidades de la corte o en las ciudades donde radicaban los beneficios a que aspiraban y a quienes la necesidad poda llevar a ejercer las ms variopintas y no siempre dignas tareas. Los intentos realizados -a veces, por el poder civil- para remediar esta situacin no siempre fueron coronados por el xito. Nombrados por muy diversos procedimientos, desde la nominacin por autoridades eclesisticas (cada vez ms frecuente) o civiles (en virtud de las facultades otorgadas por los concordatos), hasta el patronato ejercido por algn laico, abundaban los procedentes de las capas sociales medias, tanto rurales (campesinos y artesanos acomodados) como urbanas (profesiones liberales, mercaderes, artesanos de nuevo...), junto con algunos miembros de la pequea y aun mediana nobleza. Geogrficamente, haba un fuerte componente regional y diocesano, sin faltar excepciones notables, sobre todo en determinadas reas urbanas, cuyo habitual amplio radio de atraccin tenda a aumentarse, en algn caso concreto, por la escasez de vocaciones locales, dada la mayor incidencia del laicismo. Es caracterstico a este respecto el caso de la cuenca parisina, donde a finales del siglo nada menos que el 80 por 100 de su clero era forneo. El mandato tridentino que sealaba los seminarios como centros idneos para la formacin del clero no haba dado todos sus frutos, debido, esencialmente, a problemas econmicos y de dotacin. As, junto a los sacerdotes de origen universitario o los formados en seminarios y escuelas conventuales de Teologa siguieron existiendo los procedentes de escuelas locales de latinidad o que apenas haban realizado estudios, encontrando estos ltimos empleos ms fcilmente en las parroquias sobre las que se ejercan patronatos laicos o bien como titulares de determinadas capellanas. Durante el siglo XVIII, sin embargo, aument la preocupacin, tanto en las autoridades eclesisticas como en las civiles, por mejorar la formacin del clero. Se aument el nmero de seminarios y se mejor la enseanza impartida en ellos. En Francia, el movimiento se remonta ya a la segunda mitad del siglo XVII; en Espaa, tras la expulsin de los jesuitas, se dieron las rdenes pertinentes para que determinadas casas de los expulsos se transformaran en seminarios. Y el nivel cultural del clero fue, lgicamente, elevndose. Los clrigos toscos y bravos, que an quedaban, eran cada vez ms la excepcin. Ms frecuentemente, los curas prrocos proseguan su formacin tras los estudios bsicos, manteniendo bibliotecas personales ms o menos nutridas cuya base estaba formada por libros de moral y espiritualidad y en la que poda haber ejemplares de las ms diversas materias. Y el grado de cumplimiento de sus obligaciones se juzgaba mayoritariamente satisfactorio en las visitas a que eran sometidos peridicamente por sus superiores. Las relaciones con los fieles eran, como no poda ser menos, diversas en funcin de mltiples factores. Su grado de influencia en los parroquianos, desde todos los puntos de vista, era mucho mayor en el mundo rural que en el urbano y era tambin en aqul donde el ms estrecho contacto daba lugar a las situaciones ms complejas e, incluso, contradictorias. El prroco rural tenia una dimensin rayana en lo coercitivo -control del cumplimiento por Pascua florida, imposicin de penitencias, percepcin de tributos, cobro de rentas...- y otra mucho ms positiva -consejos, ayudas de todo tipo, intermediario ante autoridades...-, incluso con algn aspecto que participaba de ambas poda ser tambin, ocasional o habitualmente, prestamista de dinero o granos-. Y fue en

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    el mundo rural principalmente donde los gobiernos ilustrados de todos los pases catlicos trataron de instrumentalizar la figura del prroco, convirtindolo poco menos que en un funcionario de quien lo mismo se esperaba que cumpliera diferentes tareas de informacin como que realizara una eficaz tarea de difusin del espritu de las Luces y de medidas que pretendan mejorar las condiciones de vida del campesinado. El ejemplo espaol del envo a todos los prrocos del Discurso "sobre el fomento de la industria popular", de Campomanes, es bien ilustrativo al respecto. Y, ciertamente, no faltaron los curas que colaboraron activamente con los proyectos gubernamentales o que, a titulo individual, trataron de introducir novedades econmicas o sanitarias. En cuanto a Francia, el grado de aceptacin que la Constitucin Civil del Clero de 1791 tuvo entre el clero parroquial (fue asumida por algo ms de la mitad) nos habla de que haba bastantes clrigos a finales del siglo XVIII (al menos, en este pas y entre los prrocos) que participaban de las inquietudes colectivas y de los nuevos aires polticos. El complejo clero regular, que hasta las primeras dcadas del XVIII haba vivido una etapa de esplendor y crecimiento, sufri posteriormente unos aos ms crticos y fue el blanco preferido de los ataques ilustrados. Su elevado nmero, su condicin de grupo sin utilidad social aparente y sus cuantiosas riquezas eran las principales razones que concitaron la enemiga de los gobernantes dieciochescos, incluidos los fervientemente religiosos. Incuestionable la primera, la segunda no puede suscribirse sin matizaciones, ya que casi todas las rdenes religiosas, en mayor o menor medida, y especialmente en sus centros urbanos, desarrollaban una labor caritativa cuya importancia no poda desconocerse; otras (hermanos de san Juan de Dios, hermanas de la caridad de san Vicente de Pal) estaban dedicadas primordialmente a tareas asistenciales; y tambin era destacable la participacin de los religiosos en la enseanza. En cuanto al asunto de sus riquezas, tan cierto era su gran volumen global como la existencia de enormes diferencias entre rdenes e incluso entre casas de una misma orden. Eran enormes, por ejemplo, los bienes de determinadas abadas benedictinas o de los monasterios jernimos espaoles; pero junto a ellas, los conventos de religiosos mendicantes seguan viviendo fundamentalmente de las limosnas directas o indirectas de los fieles, y no pocos, sobre todo en Francia y en la segunda mitad del siglo, en que aqullas empezaron a disminuir, pasaban serios apuros econmicos. Por otra parte, la independencia de las rdenes frente al Episcopado haca que el apoyo de la jerarqua eclesistica secular no siempre fuera incondicional. Y menudeaban las tensiones entre el clero parroquial y los regulares establecidos en las proximidades de sus parroquias por cuestiones, casi siempre, de captacin de fieles o, lo que es lo mismo, de limosnas, reparto de sufragios post-mortem y grado de influencia y prestigio en la poblacin. El origen de los religiosos era muy diverso. En las rdenes monsticas abundaban los miembros de familias acomodadas y altas, incluyendo, por supuesto, nobles, y procedentes de un mbito geogrfico muy amplio, mientras que en las mendicantes su procedencia geogrfica se circunscriba ms concretamente al centro de su ubicacin -medio urbano o semiurbano y, al avanzar el siglo, cada vez ms de su entorno rural- y su medio social predominante, las capas medias, tanto del mundo de los oficios como del campesinado terminara dominando ste con el paso de los aos-. En cuanto a las rdenes femeninas, fueron las que menos deterioro experimentaron a lo largo del siglo. Aunque no solan contarse entre las ms ricas (haba excepciones notables, sin embargo), la exigencia de una dote para entrar en ellas concentraba el origen social de las monjas en las capas medias y altas; la estrecha concepcin que no conceba

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    alternativas vlidas para aquellas mujeres al margen de matrimonio o convento contribuy decisivamente a que se mantuvieran mejor, en cuanto al nmero de profesiones, que las rdenes masculinas. Pero, como hemos sealado, fue el clero regular el ms atacado por los gobiernos ilustrados. Es paradigmtica a este respecto la creacin en Francia, en 1766, de la denominada Comisin de Regulares, que trat de limitar determinados abusos y, entre otras medidas, orden la agrupacin de casas con corto nmero de religiosos, la supresin de algunas, la confiscacin de sus bienes y su transferencia a seminarios y centros educativos y estableci limitaciones de edad para la formulacin de votos. La reduccin de conventos no se limit a Francia, sino que afect tambin, por ejemplo, al territorio imperial. Eran stas, y otras que han ido apareciendo a lo largo de la exposicin, medidas inscritas en el marco ms amplio de la presin del centralismo ilustrado sobre la Iglesia, que en Espaa concretamente, con la cuestin del regalismo, mantuvo agitado todo el siglo XVIII; que alcanz momentos de elevada tensin a propsito del Monitorio de Parma -condena en 1768 por el papa Clemente XIII de las enrgicas medidas desamortizadoras, de imposicin fiscal sobre bienes eclesisticos y de centralizacin y nacionalizacin de la vida religiosa tomadas en el pequeo ducado de Parma-; que consigui una de sus realizaciones ms espectaculares -asestando de paso una tremenda humillacin al Papado- con la imposicin, por parte de los monarcas catlicos, de la disolucin de la Compaa de Jess tras la previa expulsin de sus respectivos territorios; y cuya intensidad, en el caso del Imperio, alarm tanto a Roma que el propio Papa, en una decisin sin precedentes, trat intilmente de detener viajando a Viena (1782) para entrevistarse con el emperador Jos II. Debemos, no obstante, aludir aqu, aunque slo sea someramente, a las disputas internas, como el metodismo y el pietismo en el campo protestante, o los ltimos coletazos del jansenismo en el catlico (en Francia, principalmente, pero tambin con ciertas ramificaciones en cuanto a actitudes polticas sobre todo en Espaa y otros pases catlicos); a los ataques de los intelectuales -es preciso recordar a Voltaire o la Enciclopedia?- y al desarrollo del desmo entre las capas ilustradas, as como el de asociaciones laicas (francmasonera) vinculadas a estas actitudes; a la creciente tolerancia hacia otras confesiones, adoptada primero como actitud social por las elites cultas y que llegaron a plasmarse en medidas de gobierno (Edicto de Tolerancia del emperador Jos II en 1781; en Francia, en 1787); la propia Iglesia contribuy a debilitar vnculos con gran parte de sus fieles al apostar por una religin ms limpia de prcticas populares supersticiosas... Todo ello se tradujo en una prdida de influencia de la Iglesia en la sociedad y un incremento del laicismo, manifestado, por ejemplo, en el descenso experimentado en algunos pases y de forma acusada en Francia desde 1750-1760, aproximadamente, por limosnas, mandas y disposiciones testamentarias en favor de la Iglesia; por el creciente fraude que paralelamente se dio en la recaudacin de los diezmos; por la disminucin en algunas reas concretas de las vocaciones religiosas, o por la difusin de prcticas anticonceptivas, contrarias a las enseanzas de la Iglesia, a que hemos aludido con anterioridad. Pero, como siempre, las generalizaciones olvidan excepciones. En Espaa, por ejemplo, la Iglesia -que en una fraccin nada despreciable respondi a la presin intelectual y poltica y a los abundantes conatos desamortizadores alinendose ideolgicamente con

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    las posturas ms conservadoras y, cuando se plantee la disyuntiva, con los defensores del Antiguo Rgimen- conservaba casi intacta su capacidad de influencia en la masa, y lo demostrara con el importante papel desempeado, apelando al espritu de cruzada, en la movilizacin de la sociedad durante las guerras contra la Francia revolucionaria. Y en un pas tan lejano del nuestro como Polonia la ausencia de un poder monrquico fuerte impidi el ataque sistemtico a la Iglesia y, ms concretamente, al clero regular, que seguir creciendo durante el siglo tanto en establecimientos (674, en 1700; 884, en 1772-1773) como en nmero de religiosos (de 10.000 a 14.5000 en el mismo perodo). Formados en Roma muchos de sus elementos ms destacados, llevarn a cabo, en mayor medida que el clero secular, una eficaz sntesis de la ilustracin cristiana occidental y sus tradiciones autctonas. Y consiguieron de esta forma articular un espritu peculiar que, andando el tiempo, cuando se produzca el reparto del pas entre las potencias vecinas, ser decisivo en el mantenimiento de la propia identidad nacional. LA BURGUESA En su origen medieval, el trmino burgus designaba a los habitantes de los burgos o ciudades y todava en el siglo XVIII se encontraban mltiples huellas de este significado. As, por ejemplo, el "derecho de burguesa" -en las ciudades libres alemanas, en las suizas, en las de las Provincias Unidas- confera la plena condicin de vecino y facultaba para el disfrute de prerrogativas y, en su caso, privilegios particulares. Ahora bien, paulatinamente se fue extendiendo otro significado del trmino, referido a un grupo social que se ocupaba en ciertas actividades socio-econmicas, es decir, el significado que hoy mantiene. Podemos definir la burguesa dieciochesca, en un sentido amplio, como una fraccin del tercer Estado que, disfrutando de unos recursos econmicos, al menos, saneados -la imprecisin es inevitable-, ejerca actividades mercantiles, financieras, industriales- en el ms amplio sentido de la palabra-, liberales -destacando abogados y hombres de leyes- o del funcionariado o que, simplemente, viva de las rentas de sus inversiones -en la tierra o en cualquier tipo de empresa o compaa- o administraba las de otros. El trabajo y el esfuerzo personal, ya sea manual o intelectual, caracterizan en buena medida la actividad burguesa y estn o estuvieron en la base de su patrimonio econmico; un patrimonio, por lo tanto, que se ha adquirido o ganado -frente a la nocin de patrimonio concedido y heredado, predominante en la mentalidad tradicional nobiliaria-, que se administra con nimo de lucro -es ms, de obtener el mximo beneficio- y que se concibe esencialmente, recuerda P. Lon, como dinmico, esto es, "basado en una constante y creciente acumulacin". Grupo complejo donde los haya, sus lmites son de difcil delineacin. Su frontera inferior es forzosamente imprecisa y permeable, alcanzando, sin duda, a ciertos artesanos independientes, por ejemplo, o a pequeos comerciantes y tenderos. Tampoco el lmite superior estuvo siempre claro. Podemos verlo con el ejemplo de los financieros franceses. Surgidos a la sombra del Estado moderno, los financieros se ocupaban, fundamentalmente, del dinero del Estado (prstamos, recaudacin de impuestos, avituallamiento de tropas...) y estuvieron presentes en toda Europa occidental; slo en Inglaterra y las Provincias Unidas el desarrollo de unas finanzas estatales ms centralizadas hizo que pasaran paulatinamente a un segundo plano. En el caso francs, su reconocimiento social fue tardo (en el mismo siglo XVIII), pero su ascenso, brillante. Los ms importantes constituan una asociacin, la Ferme Gnrale (Contrata General), para participar en el arrendamiento de determinados impuestos -sobre la sal,

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    tabaco y aduaneros, entre otros-, en la que, como ya hemos dicho, no faltaban aristcratas. Algunos de ellos fueron ennoblecidos y otros establecieron alianzas familiares con cualificados miembros de la nobleza. Su estilo de vida era plenamente nobiliario e incluso disfrutaban de algunos privilegios -entre ellos, el de llevar armas-, similares a los de la nobleza. Termin configurndose, pues, como un grupo a medio camino entre la burguesa y la nobleza propiamente dichas y al que algunos autores no dudan en incluir en la ltima. Entre ambos extremos, el grueso del grupo cubra una amplia gama de actividades que no creemos necesario enumerar detalladamente. Sealaremos, simplemente, cmo este siglo consagr el triunfo de la figura ms tradicional de la burguesa, la del mercader o gran comerciante; vio desarrollarse otras, como la de banquero e industrial, destinadas a gozar de un brillante porvenir (pero, recordemos, ningn contemporneo habra osado situarlas en el mismo plano); y asisti, finalmente, al fortalecimiento, numrico y en trminos de influencia y estima social, de las capas medias urbanas. Los banqueros eran hombres no relacionados, en principio, con las finanzas del Estado, sino dedicados a la inversin de su propio dinero y del de sus clientes, y que simultaneaban sus inversiones en los ms diversos mbitos, econmicos y geogrficos, nacionales e internacionales, multiplicando, pues, las posibilidades de ganancias y tratando de minimizar los riesgos. La diversificacin de inversiones, por otra parte, se hizo habitual en una minora que, procedente del mundo del gran comercio, estaba cada vez mejor formada y preparada tcnicamente, con un bagaje de conocimientos adquiridos no en la universidad, sino en la prctica cotidiana del negocio, de la mano del padre u otro familiar, y en viajes al extranjero, en visitas a las propias sucursales o a otros comerciantes vinculados econmica y personalmente (las redes de tipo clientelar o similares vuelven a aparecer aqu) a la familia. Eran los denominados en Francia negociantes y a los que G. Chaussinand-Nogaret califica como mercaderes-banqueros-empresarios-armadores-financieros" para, explcitamente, sealar su amplia procedencia, subrayar sus interrelaciones y mostrar cmo, en definitiva, prcticamente ningn campo de la actividad econmica quedaba fuera de su alcance. En cuanto al manufacturero o industrial, este tipo de empresario de nuevo cuo se ir configurando a finales del siglo, principalmente en Inglaterra. Procedentes mayoritariamente de las capas medias del campesinado, del artesanado o del comercio (contando a veces con una slida base econmica), mucho ms raramente de las capas bajas (nunca de entre los ms pobres), protagonizaron en algunas ocasiones, ms llamativas por minoritarias, ascensos rpidos, aunque la gran mayora continuara durante toda su vida como pequeos empresarios, es decir, manteniendo o, a lo sumo, mejorando levemente su condicin social. Pero esta figura, en su pleno desarrollo, ser ms propia del siglo XIX que del XVIII, por ms que ahora algunos de sus representantes (minoritarios, insistimos) dieran el salto a las elites urbanas. La burguesa no estuvo ausente del mundo rural -se habla incluso de una burguesa agraria, integrada por grandes agricultores (propietarios o arrendatarios) que, con el empleo masivo de mano de obra asalariada, producan para el mercado (esa figura tan querida por los fisicratas)-, pero fue, sobre todo, en las ciudades y en Europa occidental donde alcanz su mximo desarrollo, aunque su presencia y significacin numrica, econmica y social fuera distinta segn los pases. Al este del Elba la debilidad burguesa era patente, toda vez que en las grandes explotaciones seoriales la alta nobleza detentaba, como ya hemos sealado, parte de las actividades consideradas en Occidente propias de la burguesa. Pese a todo, en pases como Rusia hubo un

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    esfuerzo por parte de sus soberanos por tratar de impulsar su desarrollo y, en cualquier caso, el crecimiento experimentado durante este siglo por gran parte de las ciudades de la Europa central y oriental hubo de estar vinculado en mayor o menor medida al desarrollo de la burguesa comercial. En Europa occidental haba todava pases, como Espaa, en que el peso social de la burguesa no dej de ser relativo, estando compuesta en su mayora por profesiones liberales y funcionarios, y limitndose los principales focos de la burguesa econmica -mercantil ms que industrial- a las ciudades portuarias -algunas de las cuales, como Cdiz, llegaron a convertirse en interesantes centros cosmopolitas- y a Madrid, y siendo Catalua el nico polo notable de crecimiento de una burguesa manufacturera an incapaz, sin embargo, de competir con los comerciantes. Pero en las Provincias Unidas o en las grandes ciudades comerciales alemanas portuarias, como Hamburgo, o del interior, como Leipzig o Francfort la larga tradicin de predominio burgus continu e incluso se reforz en este siglo y su elite, evolucionada a un patriciado exclusivista y defensor de sus privilegios, controlaba celosamente el poder -en muchas de las ciudades alemanas- o lo comparta con una nobleza que no poda hacerle sombra -en las Provincias Unidas-. Excluyendo este pas, fueron Francia e Inglaterra los que contaron con las burguesas ms desarrolladas del Continente, en ntima relacin con su evolucin econmica. En Inglaterra los grupos burgueses, fortalecidos ya en el siglo XVII, se encontraban integrados en el rgimen desde la revolucin de 1688; la permeabilidad social en la isla era, como ya hemos sealado, ms un tpico que una realidad, pero, al menos, se puede decir que, aunque a cierta distancia, la burguesa caminaba socialmente junto a la aristocracia y la gentry y dejaba or su voz en la Cmara de los Comunes (aunque las ltimas cortapisas al pleno ejercicio de sus derechos polticos no desaparecieron hasta 1832). Y las capas medias urbanas ya podan ser consideradas como la autntica espina dorsal de la sociedad inglesa, algo todava lejano en el Continente, por ms que su fuerza fuera ya grande en algunas de las ciudades ms importantes. En Francia las posibilidades de plena integracin socio-poltica eran ms limitadas que en Inglaterra, y si exceptuamos el caso de algunas ciudades, donde su posicin preeminente no era discutida, pasaban casi necesariamente por la compra de cargos ennoblecedores o la alianza matrimonial con la nobleza. En correspondencia con la heterogeneidad del grupo, los niveles de sus fortunas eran muy variados. All donde la burguesa contaba con una slida tradicin de predominio, sus patrimonios solan ser los ms importantes del conjunto social. Por ejemplo, en el Hamburgo de finales del siglo la suma de las grandes fortunas burguesas equivala a las reservas de Estado de Prusia (P. E. Schramm, citado por J. Meyer). No era esto, sin embargo, lo ms frecuente en Europa, donde si una minora de negociantes, mercaderes, armadores, financieros... disfrutaba de rentas elevadsimas, eran ms numerosos los burgueses con fortunas de tipo medio. Y en conjunto, sus patrimonios se situaban an por debajo de los nobiliarios, sobre todo si comparamos las cspides de ambos grupos. Su nivel de vida era acorde a su saneada situacin econmica. Residencias opulentas lujosamente amuebladas y decoradas, abundancia de servicio domstico, mesas con viandas de calidad y buenos vinos, joyas y telas preciosas en los vestidos, preceptores para los hijos, que tambin hacan su grand tour de formacin..., es decir, la tendencia a la equiparacin con la nobleza era frecuente entre la alta burguesa. Pero, en lneas generales, era la decencia y la comodidad, el buen gusto con algn detalle de lujo, la abundancia sin derroche, en definitiva, el disfrute de la vida con mesura, discrecin y equilibrio lo que sola caracterizar la vida burguesa, en la que el consumo ejerca un papel cada vez ms importante. Fue en las ciudades con capas medias (burguesas, en

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    buena medida) ms nutridas, y particularmente en Londres y Pars, donde mayor desarrollo experimentaron tiendas y comercios variados -Oxford Street, concretamente, destacaba ya en este sentido-; ir de compras se convirti en una actividad social de buen tono y la moda tuvo una influencia creciente en la vida social y econmica. Los entretenimientos ocupaban un lugar destacado en la vida burguesa, desde los ms simples y gratuitos -el paseo por las calles o los alrededores de la ciudad, por ejemplo- hasta los que entraaban desembolso econmico, de cierta importancia, como pudieran ser las estancias ms o menos prolongadas en las estaciones termales de moda, o de escasa significacin, como la frecuentacin de los cafs que, desde que aparecieron en el ltimo tercio del siglo anterior, haban proliferado en las ciudades ms importantes, convirtindose en lugares de cita obligados para la "buena sociedad" de la poca y para la que no lo era tanto, que todos caban, por ejemplo, en los 700 u 800 cafs de Pars-, constituyendo, especialmente en Londres, un excelente foro de discusin y difusin de ideas y hasta propiciando la creacin de sociedades cientficas. La explotacin comercial del ocio iba, pues, asentndose y alcanzando cada vez mayor entidad econmica. Y se hizo extensiva tambin, entre otras manifestaciones, a la msica. La burguesa, junto con la nobleza, constitua lo ms granado y numeroso de los asistentes a la pera y a los conciertos pblicos que, junto con el ms tradicional teatro, iban cobrando paulatinamente carta de naturaleza en mltiples ciudades -en algn caso volvemos a encontrarnos en sus orgenes con los cafs: el Collegium musicum de Leipzig, dirigido durante cierto tiempo por J. S. Bach, actuaba una o dos noches por semana en el caf de Zimmermann-. Y, profesionales aparte, fueron burgueses los mejores clientes de los fabricantes de instrumentos de msica y los principales suscriptores de las publicaciones peridicas musicales que, como El maestro de msica fiel (1728-1729), de G. P. Telemann, o las Colecciones para conocedores y aficionados (1779-1787) de su ahijado y sucesor en Hamburgo, C. P. E. Bach (dos ejemplos entre cientos), abundaron en casi todos los pases. Definitivamente, la msica haba dejado de ser patrimonio casi exclusivo de prncipes y aristcratas. Y, al menos algunos sectores, con los profesionales liberales a la cabeza, sintieron gran preocupacin por la cultura. Buena parte de los ilustrados, intelectuales y cientficos de la poca fueron de extraccin burguesa y, desde luego, fueron miembros de este grupo, al menos en las ltimas dcadas del siglo, los principales destinatarios de su produccin y los suscriptores de la prensa que tan gran desarrollo conoci en el Setecientos, de la misma forma que participaban, junto a miembros de la nobleza, en salones, clubs y sociedades patriticas y literarias, algunas de las cuales contaban con nutridas bibliotecas y en cuyas salas de lectura y conversacin, muy frecuentadas, se difunda y discuta todo tipo de noticias e ideas. Sealbamos antes cmo los planteamientos, valores e ideales burgueses fueron impregnando paulatinamente la sociedad, enfrentndose y tendiendo a sustituir a los nobiliarios, que haban dominado sin discusin hasta entonces. Esto, unido a su triunfo poltico posterior, y especialmente a lo ocurrido durante la Revolucin Francesa, puede evocar la idea de una burguesa con fuerte conciencia de clase en pugna con la nobleza por arrebatarle su puesto dirigente en la sociedad. Lo que no es, por lo general, aplicable sin ms a la poca que estudiamos. La mayor parte de los burgueses del siglo XVIII no conceba otro sistema social que el conocido y del que formaba parte y slo aspiraba a conseguir reconocimiento y, a ser posible, ennoblecimiento. Quien pudo, compr cargos o enlaz matrimonialmente con la nobleza. Y, de forma ms general, los burgueses invertan una parte de sus beneficios en tierras, tanto por paliar los inevitables riesgos

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    emparejados a la prctica del comercio, cuanto por el superior prestigio social que an conservaba dicha inversin, llegando incluso a abandonar la actividad que les proporcion su primitiva riqueza -si bien en menor medida que en el pasado-. Hasta en la sociedad inglesa -donde, pese a todo, la sociedad era ms fluida y las oportunidades de la burguesa mayores que en el Continente- era el modo de vida noble, afirma, entre otros, R. Marx, el modelo que todos, comerciantes, industriales o coloniales afortunados trataban de imitar, aportando incluso detalles extravagantes. El ejemplo de Richard Arkwright, que tanto influy en el desarrollo de la industria algodonera, consiguiendo ser admitido en la gentry al final de su vida y exhibindose en pblico rodeado de criados a caballo uniformados con lujosas libreas, habla bien a las claras de esta actitud, que, por cierto, no dejaba de suscitar una mezcla de desprecio y envidia entre las elites de siempre (A. Parreaux, cit. por J. P. Poussou). Y no estar de ms aludir a que tambin en Inglaterra, muy a finales del siglo, empez a observarse entre la nobleza tradicional una mayor valoracin del ocio como actitud vital para distinguirse de estos recin llegados cuyo triunfo se basaba en la laboriosidad. En cuanto a Francia, no nos corresponde tratar aqu el cmulo de causas que confluyeron en los acontecimientos de 1789. Recordaremos, simplemente, un par de cuestiones. La primera, que, econmicamente hablando, la mayora de la burguesa francesa no se situaba en los sectores del futuro (J. Meyer); una buena parte de ella, compuesta por arrendatarios o titulares de derechos seoriales, tena ligado su destino econmico a la propia estructura social contra la que supuestamente habran luchado. En segundo lugar, el importante papel que intelectuales y profesionales liberales (abogados y juristas, sobre todo) desempearon en el proceso de crtica a la sociedad estamental, de difusin de la conciencia de clase burguesa y de ataque prctico a aqulla: constituan, por ejemplo, el 85 por 100 de los representantes del Tercer Estado que se jurament en el Jeu de Pomme y dominaban tambin en la Asamblea Nacional que llev a cabo la revolucin jurdica burguesa. EL CAMPESINADO En los pases ms desarrollados, sobre todo en Inglaterra, se haba iniciado ya el descenso de la poblacin campesina. Pero sta, que normalmente habitaba en comunidades rurales de reducido o relativamente reducido tamao, segua constituyendo, como ya se ha sealado, el grupo ms numeroso de la sociedad. Su situacin social, obviamente muy variada, estaba condicionada en casi toda Europa, aunque tambin desigualmente, por la subsistencia del rgimen seorial. Se denominan seoros aquellas demarcaciones territoriales (podan llegar a constituir la mayor parte o aun la casi totalidad de un pas) sobre las que su titular persona fsica (un noble, normalmente) o jurdica (un monasterio, por ejemplo, u otra institucin)-, que mantena una compleja situacin con respecto a la propiedad de la tierra, disfrutaba de distintas prerrogativas jurisdiccionales, gubernativas o vasallticas en virtud de las cuales estaba facultado para percibir una serie de prestaciones de diverso tipo de sus habitantes y colonos. El ro Elba sealaba una divisoria en Europa desde este punto de vista. Al Este, las pervivencias abiertamente feudales eran mucho ms acusadas y la evolucin en los primeros siglos de la Edad Moderna, opuesta por muy diversas causas a la experimentada en Occidente, haba llevado a la mayora de los campesinos a la segunda servidumbre. Ms an, en Rusia aument notablemente el nmero de siervos a lo largo del siglo, debido a la expansin territorial en poca de Catalina II, mientras se agravaba

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    su situacin, aproximndose a la esclavitud, ya que no slo les estuvo vedada la libertad de movimientos, sino que los seores podan infligirles azotes y otros castigos fsicos, venderlos con la tierra, desterrarlos a Siberia para castigar intentos de rebelda (desde 1760) o transferirlos (desde 1763) de una tierra a otra, perdiendo, pues, los posibles derechos a la tierra que cultivaban en el escaso tiempo que no deban trabajar gratuitamente para el seor; tambin en 1763 les fue quitado el derecho a querellarse contra sus seores... En los dems territorios -Prusia Oriental, Bohemia, Hungra, Polonia...-, aun con las inevitables diferencias en cuanto a la extensin de las explotaciones, las cargas de los campesinos y la intensidad del control de la comunidad rural, puede decirse que, en general, abundaban los grandes dominios seoriales, en cuyas amplias reservas deban trabajar gratuitamente los campesinos varios das a la semana, quienes tenan a su cargo, adems, el cuidado de caminos y obras pblicas y podan sufrir otras limitaciones jurdicas, no pudiendo emigrar, contraer matrimonio ni emprender tareas artesanales sin permiso del seor (y en muchas ocasiones, previo pago de tributos y tasas especficos). Lo que no quiere decir, sin embargo, que entre los siervos no hubiera diferencias econmicas y, por lo tanto, sociales. Los seores, por otra parte, ejercan un intenso control sobre la comunidad rural, con amplias facultades en materia de administracin de justicia, gobierno y orden pblico y tenan a su cargo la ejecucin de las levas militares. Si descontamos los leves retoques introducidos por la emperatriz Mara Teresa en las relaciones entre campesinos y seores en 1767, los intentos ms serios por mejorar el estatus campesino en este mbito fueron los llevados a cabo por el emperador Jos II (entre 1781 y 1789), aboliendo la servidumbre personal y autorizando la libre emigracin y eleccin de esposa, limitando los derechos del seor a castigar a sus vasallos y reduciendo o sustituyendo por dinero, segn los casos, las prestaciones personales. Pero fueron reformas que no siempre afectaban a todos los campesinos (de la citada en ltimo lugar, por ejemplo, y debido a las condiciones que deban cumplir sus beneficiarios quedaba excluida una importante proporcin, prxima a la mitad), que no pudieron aplicarse en su integridad y cuyo alcance hubo de limitar considerablemente l mismo en 1789 y despus su sucesor Leopoldo II. Habra que esperar a 1848 para que desaparecieran las supervivencias feudales. En la Europa occidental, por el contrario, el rgimen seorial estaba mucho ms erosionado -lo que no quiere decir que no persistieran manifestaciones gravosas para los campesinos- o prcticamente haba desaparecido (en Inglaterra, Pases Bajos, algunas zonas del norte de Italia). Apenas quedaban ya algunas bolsas de servidumbre que, adems, se redujeron o suavizaron en el transcurso del siglo (Lorena, Npoles, Saboya). Tambin las facultades seoriales de administracin de justicia se haban limitado, asumiendo los monarcas la jurisdiccin criminal y limitando la jurisdiccin civil a las primeras instancias, pudiendo los vasallos apelar a la justicia real (lo que, sin embargo, poda dificultarse por los seores en la prctica). El control del gobierno local no sola ser tan completo como en el Este y no faltaba cierta participacin, muchas veces indirecta, de los vasallos en el nombramiento de los oficiales municipales, pero el poder seorial en este campo segua siendo amplio y se aumentaba, de hecho, por la vigencia y actuacin de las redes clientelares. Continuaban, eso s, percibiendo determinados tributos y contribuciones de cuanta muy variable y cuya naturaleza, en ocasiones, haba hecho muy confusa el paso del tiempo; algunos haban nacido para sustituir prestaciones personales (corves), de las que, por cierto, an quedaban algo ms que restos en Estados como Baviera o Sajonia, por ejemplo, y que en otras zonas se

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    limitaban a momentos extraordinarios. Podan disfrutar, igualmente, de una serie de monopolios (banalits en Francia, regalas en Espaa), muy discutidos por los campesinos, que afectaban a aspectos tales como la utilizacin de pastos, explotacin de bosques, caza y pesca y al control del comercio -lo que les facultaba, por ejemplo, para cobrar peajes y aduanas, portazgos y pontazgos- y de la industria rural -tantas veces concretados en la obligatoriedad de uso para los habitantes del seoro de los molinos o lagares seoriales. En cuanto a la propiedad y control del suelo, no haba uniformidad. En amplias zonas (norte y centro de Francia, Alemania, centro y sur de Italia, Levante espaol...) conservaban los seores el "dominio eminente" (ltima propiedad) del territorio seorial, si bien el "dominio til" (derecho de uso) haba sido cedido en formas diversas predominando las cesiones censuales perpetuas o a largo plazo- a los campesinos, quienes, pese a no tener la plena propiedad, podan, a su vez, transmitir, vender o ceder las tenencias, siempre que se hiciera frente al pago del censo y dems derechos seoriales. Las viejas reservas de control dominical haban evolucionado hasta convertirse, de hecho, en simples propiedades (el seor era a la vez titular de los dominios eminente y til) en cuya explotacin, directa o indirecta, ya no intervena la mano de obra servil. Haba, sin embargo, otras zonas, entre las que se encontraba la mayor parte de Castilla, en las que el paso del tiempo haba disuelto en la prctica los derechos seoriales sobre la tierra (o nunca existieron, que persiste la polmica entre los historiadores al respecto) y sus facultades eran meramente jurisdiccionales y/o vasallticas. La combinacin de las diversas posibles facultades seoriales daba lugar a situaciones concretas enormemente variadas, incluso dentro de un mismo pas, que iban desde aquellos seoros jurisdiccionales (no eran raros, por ejemplo, en el centro de Castilla) en los que el poder del seor se limitaba al cobro de una nfima cantidad anual en reconocimiento de seoro y al nombramiento indirecto de ciertos cargos municipales, hasta aquellos en que ejerca todas o gran parte de las funciones anteriormente enumeradas (ocurra, por ejemplo, en buena parte de Francia y Alemania), percibiendo, adems, algn derecho en especie proporcional a la cosecha (lo que no era raro, por ejemplo, en el sur de Italia, en el Franco Condado, en Lorena, en Valencia...). Y la frecuente prctica de arrendar la percepcin de determinados tributos contribua, sin duda, a hacerlos ms gravosos. Al margen de la situacin legal de sus miembros, la sociedad rural presentaba profundas diferencias econmicas, determinadas por la estructura de la propiedad y el tamao de las explotaciones (independientemente de las formas de posesin de la tierra y de que sta fuera propia o arrendada). Desde el labrador rico castellano, el coq de village (literalmente: gallo de aldea) francs o algunos de los "yeomen freeholders" (labradores acomodados y medios que cultivaban su propia tierra) ingleses, a los jornaleros sin tierra hay una enorme distancia cubierta por toda la gama posible de situaciones intermedias en las que se incluan, por ejemplo, los "laboureurs" (pequeos propietarios) y "mtayers" (aparceros) franceses, los "cottagers" (pequeos agricultores) y "squatters" (jornaleros con algn pedazo de tierra, propio o, ms frecuentemente, roturado en los comunales) ingleses. Y las diferencias econmicas se reflejaban en todos los mbitos de la vida, desde la capacidad de influencia en las instituciones municipales -nula para unos, muy amplia para los ms poderosos- hasta el tamao y calidad de la casa y su equipamiento, pasando, entre otras cosas, por la diferente actitud

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    ante el trabajo asalariado y el servicio domstico unos lo empleaban, otros lo provean-. La tendencia secular al