La universidad que queremos

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LA UNIVERSIDAD QUE QUEREMOS 1. Comprometida socialmente. La universidad que queremos se define por el compromiso con el bien común y la justicia social. Esto implica transformar sus planes de estudio, sus líneas de investigación y el modo como se relaciona con los problemas sociales, para hacer visibles las injusticias y sus causas, y desarrollar la capacidad de promover un mundo mejor. 2. Radicalmente pública. Nunca ha sido tan evidente que la ambición privada no forma parte de las soluciones sino de los problemas. La crisis económica es la parte más visible de un funcionamiento social enfermo. La universidad ha de ser pública al menos en estos aspectos: ha de contar con financiación suficiente que le permita no venderse al mejor postor para su subsistencia; ha de estar al servicio de lo público, lo que se define por su compromiso social; ha de ser laica, puesto que no está guiada por ningún credo, sino por el conocimiento; y ha de rendir cuentas a la sociedad. 3. Profundamente democrática. En democracia, las instituciones han de tener un funcionamiento ejemplar. La universidad mantiene aún dinámicas de poder no democráticas que provocan graves injusticias en algunos casos, y pasividad y desinterés en muchos. Queremos una universidad justa, transparente y participativa. Justa porque sea activa contra el acoso, la opresión, los privilegios o cualquier forma de abuso de poder. Transparente porque promueva el máximo conocimiento de los criterios, las dinámicas, los resultados y las decisiones. Y participativa porque impulse de forma decidida y deseada la implicación desde abajo de sus colectivos. Un ejemplo significativo en estos momentos sería el sufragio universal para la elección de rector. 4. De calidad. Este principio forma parte de la esencia misma de la institución. El método científico es ampliamente aceptado como el garante de un conocimiento riguroso. Sin embargo, los modelos de calidad que se imponen a la institución provienen de una visión empresarial. La universidad posee suficiente conocimiento y

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LA UNIVERSIDAD QUE QUEREMOS

1. Comprometida socialmente. La universidad que queremos se define por el compromiso con el bien común y la justicia social. Esto implica transformar sus planes de estudio, sus líneas de investigación y el modo como se relaciona con los problemas sociales, para hacer visibles las injusticias y sus causas, y desarrollar la capacidad de promover un mundo mejor.

2. Radicalmente pública. Nunca ha sido tan evidente que la ambición privada no forma parte de las soluciones sino de los problemas. La crisis económica es la parte más visible de un funcionamiento social enfermo. La universidad ha de ser pública al menos en estos aspectos: ha de contar con financiación suficiente que le permita no venderse al mejor postor para su subsistencia; ha de estar al servicio de lo público, lo que se define por su compromiso social; ha de ser laica, puesto que no está guiada por ningún credo, sino por el conocimiento; y ha de rendir cuentas a la sociedad.

3. Profundamente democrática. En democracia, las instituciones han de tener un funcionamiento ejemplar. La universidad mantiene aún dinámicas de poder no democráticas que provocan graves injusticias en algunos casos, y pasividad y desinterés en muchos. Queremos una universidad justa, transparente y participativa. Justa porque sea activa contra el acoso, la opresión, los privilegios o cualquier forma de abuso de poder. Transparente porque promueva el máximo conocimiento de los criterios, las dinámicas, los resultados y las decisiones. Y participativa porque impulse de forma decidida y deseada la implicación desde abajo de sus colectivos. Un ejemplo significativo en estos momentos sería el sufragio universal para la elección de rector.

4. De calidad. Este principio forma parte de la esencia misma de la institución. El método científico es ampliamente aceptado como el garante de un conocimiento riguroso. Sin embargo, los modelos de calidad que se imponen a la institución provienen de una visión empresarial. La universidad posee suficiente conocimiento y personal cualificado como para no asumir acríticamente modelos impropios de nuestra institución.

Particularmente, en relación con la docencia, es necesaria una profunda renovación didáctica de los contenidos y los métodos basada en experiencias reales y no en la diseminación de una nueva jerga pseudopedagógica y de una práctica burocrática que no trasciende al interior de las aulas.

La calidad no puede ser impuesta, sino que ha de emerger del compromiso y de los contextos reales. Si la universidad se nutre de trabajadores y trabajadoras que realizan su misión en precario y con medios insuficientes no podrá esperarse a cambio calidad en los resultados.

Para hacer realidad esta universidad, sus miembros, especialmente aquellos con más responsabilidad, deben plantearse no ceder a la presión externa de la mercantilización

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de lo público, ni a la presión interna del mantenimiento de dinámicas de poder anquilosadas.