LA VIDA Y OTROS CUENTOS...LA VIDA Y OTROS CUENTOS Ena Álvarez, 2017 San Salvador, El Salvador, C.A....

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  • LA VIDA Y OTROS CUENTOSEna Álvarez, 2017

    San Salvador, El Salvador, C.A.

    EDICIÓN EL SALVADOR EBOOKS

    Febrero 2017

    www.elsalvadorebooks.com

    Edición: Hilda Álvarez

    Diseño de portada:Marlon Álvarez

    Diagramación: Eunice Abigail Hernández

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de

    información, de ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso

    previo por escrito del autor.

  • DEDICATORIA

    No puedo más que dedicar este libro, a la Vida, y a mis padres que me per-mitieron vivirla.

    A Dios, Destino, Universo, o como quie-ra que se llame, por haberme puesto en el lugar y tiempo donde debía estar.

    A cada momento vivido y a cada per-sona que de algún modo inspiraron su creación.

  • Nota de la autora..........................

    Parte l.La noche cuando la vida llegó..

    Parte 2.El garabatillo ................................

    Parte 3.La mariposa viajera......................

    Parte 4.A la hora del café.......................... Agradecimientos.....................

    Biografía........................................

    ÍNDICE

    Pág.

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    133

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  • NOTA DE LA AUTORA

    No es nada fácil hablar de la vida, mucho menos lo es vivirla.

    Este libro no requiere de fundamen-tos científicos, ni tampoco de grandes conocimientos para poder entender lo que en cada historia he plasmado, por lo que he tratado que muchas veces sea el lector quien a juicio propio logre evacuar tantas interrogantes que la vida plantea, pues como sabemos, cada persona tiene su propia filosofía de vida y libre albedrío.

    Para mí, una de las cosas más impor-tantes de este libro, es el hecho de ir viendo que poco a poco durante meses, mientras avanzaba en la escritura; cada relato se fué haciendo único y adquiriendo su propia personalidad,

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  • a pesar de haber puesto en cada uno de ellos, la misma dedicación en su creación, siendo la única diferencia, las circunstancias en las cuales se concibieron.

    Ena.

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    PARTE 1

    LA NOCHE CUANDO LA VIDA LLEGÓ

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    Recuerdo claramente esa noche... cuando ya casi lo cotidiano está por ceder el paso a los sueños. Escuché que ininterrumpidamente tocaban a la puerta de mi mente. ¡Sorpresa la mía!, siete mujeres se agolpaban queriendo salir a la medianoche para buscar un lugar en esta historia; apoderándose violentamente de mis dedos, los cua-les fueron obligados a escribir hasta el amanecer.

    ¡Vaya personajes, que me robaron el sueño de una cálida y clareada noche de Abril!

    Por eso a ustedes les digo... duerman cuando puedan... porque no se sabe cuándo ellas puedan aparecer y ro-barte el sueño.

  • Una brisa helada se dejaba sen-tir por la hendidura de la puer-ta y por la ventana a medio cerrar en la habitación; quizá es frío almero se decía Eleonora, mientras se cobijaba con su frazada de cuadros escoceses. Los pies entumecidos no le permitían conciliar el sueño. Se ima-ginaba ser un árbol con raíces fuera de la tierra, congeladas por el frío, que llegaba hasta su ramaje haciendo que temblara sin voluntario control.

    De izquierda a derecha, como péndu-lo, su cuerpo se balanceaba en la cama con mucha impaciencia por el insom-nio injustificado de esa noche.

    Al hacer memoria de lo que podría ser la causa de tan mal descanso, no encontró nada, pues no había be-bido ni un sorbo de café, ni mucho menos de licor; tampoco las noticias habían estado más alarmantes de lo usual, no había tenido más emoción por algo o alguien, es más, había sido

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  • un monótono día jueves; Un jueves matizado por diferentes tonalidades de gris, de aire espeso y un frente frío anunciado para esa noche.

    Al estar repasando el día en su memo-ria, se le fue quitando un poco la an-gustia y la inquietud de sus piernas. Sus párpados por fin lograban medio cerrarse después de tres horas en la cama intentando dormir.

    La penumbra le dejó ver cómo las cor-tinas de tul fueron elevadas casi hasta el techo debido a una ráfaga de viento aún más helado. Se sintió estremecer al imaginar que toda la transparencia de la cortina la podía envolver y as-fixiar si se enredaba en ella. —Quizá mañana ya no logre amanecer viva— pensó y cerró fuertemente los ojos como para apresurar el paso siguien-te hacia una muerte tranquila; siendo envuelta totalmente por la oscuridad y el silencio de la medianoche.

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  • El febril deseo de saber cerca su final le hizo sonreír, haciendo una mueca al vacío. Siempre lo había pensado y querido así... una muerte súbita, sin dolor, sin siquiera tener tiempo de reac-cionar.

    Tenía cerrados los ojos cuando es-cuchó un susurro de voz femenina, hablaba tan suave que no lograba en-tender lo que le decía. Era un acento extraño para Eleonora, hablaba pau-sada y dulcemente; la sentía familiar, como si esa voz la hubiese estado es-cuchando siempre, sin lograr acertar de quién se trataba.

    Haciendo un esfuerzo para ubicar el punto de dónde provenía la voz, abrió los ojos y trató de incorporarse en su cama, pero no pudo; logró ver una si-lueta cercana a la ventana con un ves-tido largo de tul, del mismo color que sus cortinas.

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  • —Sigue tu camino, todavía falta mucho por andar— le dijo la voz, ya un poco más sonora, pero con aquel timbre perfecto y femenino que ena-mora a cualquiera para quedarse es-cuchándola por horas, por días, por años; tanto como para escucharla por siempre.

    No entendía quién había entrado en su habitación, ciertamente no era ni su madre ni su hermana. ¿Quién eres? Logró preguntar temerosamente. —Soy la vida; respondió, mientras su rostro se iluminaba y dejaba ver su ex-traordinaria belleza. Toda ella parecía irreal, Eleonora creyó estar volvién-dose loca, no sabía qué hacer o qué decir, hasta que preguntó:

    —¿Para qué has venido?

    La mujer en ese momento se paseaba lentamente en la habitación, mirando las fotografías del pasado de Eleonora que tapizaban parte de una pared. Al

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  • dirigirse hacia la cama se detuvo fren-te a un espejo de cuerpo entero, extra-ñamente la imagen que se reflejó no era la de la bellísima extraña, sino la de Eleonora tendida en la cama.

    Tú me preguntaste algo hoy por la tarde y vine a responderte —dijo sen-tándose a un costado de la cama.

    Eleonora, pasó un minuto tratando de recordar a cuál pregunta se refería, recordó que esa tarde había estado un poco melancólica y se había pregunta-do qué estaba haciendo en este mundo, pues a sus veintisiete años no lograba sentirse cómoda en ningún lugar.

    Haciendo un gesto de reprobación dijo: ¡Pero eso no tiene importancia!, solo me he puesto a filosofar... ser o no ser —dijo, sin poder evitar reírse de sí misma, mientras la vida la miraba fi-jamente.

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  • —Lo único que te puedo decir es que mi trabajo es traerte y acompañarte hasta el final del camino. Es tu de-cisión si tomas en consideración mis opiniones —.

    ¿Y cuál es el camino que se supone tengo que seguir? contestó con aire de superioridad.

    Ja jajaja, rio irónicamente la vida mientras se paseaba por el dormito-rio; el camino está ahí trazado ¿cuál sería la gracia que yo te lo dijera? — respondió —¡debes encontrarlo por ti misma! exclamó y siguió riendo.

    Eleonora ya un poco molesta por la risa de la mujer, trató que le dijera más.

    —¿Me dices que el camino ya está trazado? por lo menos dime dónde empieza.

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  • —Bueno, te diré que tu camino empie-za en el vientre de tu madre y ese es el mejor punto de partida que una puede tener.

    Como Eleonora se creía una mujer con mucho raciocinio pensó en su madre y el momento del parto. Aunque con-fundida hizo la siguiente aseveración a la vida:

    Entonces, el camino se cortó cuan-do me cortaron del cordón umbilical y a partir de ese vacío puede haber muchos caminos que surjan desde ahí, ¿cómo voy a saber cuál es el que se desprendió de mi cordón?

    Es cierto respondió la vida, son muchos los caminos posibles y todos pueden ser tuyos; pero solamente hay uno en el que debes caminar, ese será en el que te sientas a gusto siendo tú misma.

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  • En ese momento, ninguno de los mo-vimientos del cuerpo de Eleonora respondía a su voluntad, logró verse tendida en su cama; también se vio de pie en un camino angosto de tie-rra húmeda que formaba una encru-cijada.

    No se animaba a dar paso alguno por temor a equivocarse en su decisión, mientras tanto, la vida se acercó a ella y con una actitud más indulgente le dijo:

    ¡Atrévete a dar el primer paso! Si lo-gras caminar y avanzar en él, con tu corazón tranquilo, seguro que ese es tu camino.

    Eso está más fácil de lo que creía —se dijo a si misma —si me equivoco en uno, puedo retroceder y buscar otro.

    La vida estaba con su cabeza agacha-da, tratando de que la joven no viera

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  • su rostro para no influenciar su de-cisión.

    —Cuando des el primer paso sola-mente irás con tu voluntad, aunque yo estaré muy cerca y dependeré de ti en todo momento— estas fueron las últimas palabras que dijo la vida apar-tándose de Eleonora y haciéndose a un lado del camino.

    Cuando dio el primer paso, casi como por arte de magia, el camino comenzó a moverse bajo sus pies; haciéndole recordar aquellas bandas eléctricas del centro comercial donde acostum-braba a ir de compras.

    ¡Acerté!, se decía y sonreía al ver que avanzaba con facilidad en el camino; de pronto escuchó que la vida venía corriendo para alcanzarla, parecía que algo le decía; pero no podía detener el camino ya que éste se movía solo.

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  • Escucha, dijo la vida al alcanzarla, se me olvidó decirte que después de mí vendrán otras mujeres, la del final será una llamada muerte, ella te dirá si escogiste bien el camino o no lo hi-ciste.

    Esto dejó perpleja a Eleonora, pues en-tonces cómo habría de saber si debía retroceder y tomar otro camino o se-guir en el que ya había tomado.

    Ahora no hay más que hacer, se dijo, ya tomé este camino y se me hace fácil ir por aquí, además, este lugar es muy bello, nunca imaginé que todo esto se encontrara tan cerca de mí. Eleonora se extasiaba a cada momento mien-tras caminaba pausadamente disfru-tando del colorido tenue y difuso del paisaje que solo podía ser comparado con las delicadas pinceladas de Monet.

    En una vuelta del camino, tras un breve tiempo de reposada alegría, sintió en su pecho un ahogo que la hizo buscar una

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  • fuente de agua donde calmar la sed. Sus pasos se apresuraron para apar-tarse del camino; escondida tras la maleza había una fuente cristalina de donde logró tomar el agua que tanto necesitaba.

    No pudo explicarse la sensación de libertad en su pecho; se sentía liviana como pluma al viento, la sensación de comodidad y gozo nunca la había sen-tido como en ese instante. El paisaje tenue se fue convirtiendo en colores vibrantes y sólidos que la hicieron dejar en el olvido el dulce recuerdo de Monet, mientras se sumergía en una gigantesca y vibrante pintura de Van Gogh; irremediablemente se rindió al éxtasis del momento.

    Recorrió gran parte de ese camino sin volver la vista atrás, ni hacia sus costados, sólo veía de frente, siempre hacia adelante; no le importaba nada más; aunque sabía que la vida iba tras

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  • de ella recogiendo para sí cada una de sus huellas.

    Como nunca antes, la joven se sentía muy apurada por llegar a su destino... a cualquier destino. En ese tiempo era viva, ágil y su mirada se asombraba con cada cosa nueva que veía en el camino, así es que poco le importaba cuál sería el punto de llegada.

    Por espacio de algunos minutos sus pensamientos se detuvieron; recordó a la misteriosa mujer que había llegado a buscarla.

    Ahora podía ver el rostro de la mujer que había entrado esa noche a su ha-bitación. Una enorme sorpresa la in-vadió al darse cuenta que la belleza de su rostro estaba acorde con el paisaje por el que transitaban en ese momen-to. Sin duda alguna, la vida era bella.

    El rostro lozano y la dulce sonrisa de la mujer, le hacían tener la sensación de

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  • paz y bienestar. La vida iba tan cerca, que Eleonora pudo verse reflejada en sus cristalinos ojos y también se supo hermosa.

    Nada parecía que podría detener el camino, iba ahí sin saber siquiera cuando parar; el tiempo no se hacía esperar y le llenaba de ganas de seguir más y más... con más ansias cada vez. Las flores empezaron a caer a sus pies y el camino se fue cubriendo de césped blando y fresco, en donde caminó descalza; desde la vera la vida le sonreía y ella no pudo más que corresponder a su sonrisa, sentía euforia en su pecho.

    A lo lejos logró divisar un punto que se movía, venía en dirección a ella. A medida que se acercaba se iba visuali-zando una figura femenina vestida de oro que brillaba como la primavera.

    La mujer cada vez más cercana, venía saludando y extendiendo una mano

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  • a Eleonora, para acompañarla en su camino, mostrándole una sonrisa am-plia y franca, mientras llegaba hacia ella.

    Eleonora no se atrevió a devolver el gesto amable de la mujer. Dirigién-dose a la vida le preguntó ¿quién es ella?

    —Ella es la felicidad y viene hacia ti, sal a su encuentro, no la dejes pasar, respondió.

    Eleonora en algunas ocasiones había escuchado hablar de ella, pero recordó que entre sus muchos momentos de filosofar había llegado a la conclusión de que la felicidad era tan solo un es-pejismo, nada concreto... pero al verla ahí, tan cerca de ella, tan confianzuda, tuvo que hacer un sobre esfuerzo para convencerse otra vez de su conclusión filosófica y no dejarse engañar.

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