Lagos, Felipe - Las Heterodoxias de La Tradición en José Carlos Mariátegui

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Universidad de Chile Facultad de Filosofía y Humanidades Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos Las heterodoxias de la tradición en José Carlos Mariátegui Marxismo y vanguardismo cultural en el Perú de los años veinte. Tesis para optar al Grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos AUTOR: Felipe Lagos R. PROFESORA GUÍA: Alicia Salomone A. Santiago, 2009

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Tesis de Magister en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile, 2000

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  • Universidad de Chile Facultad de Filosofa y Humanidades Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos

    Las heterodoxias de la tradicin en Jos Carlos Maritegui Marxismo y vanguardismo cultural en el Per de los aos veinte.

    Tesis para optar al Grado de Magster en Estudios Latinoamericanos

    AUTOR: Felipe Lagos R.

    PROFESORA GUA: Alicia Salomone A.

    Santiago, 2009

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    A 80 aos de la publicacin de los Siete ensayos

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    ndice de contenidos

    Resumen 6

    Introduccin 7

    Captulo I: Editorialismo programtico y proyecto de vanguardia: redes culturales y programa socialista para el Per ................................. 11

    1. Los emprendimientos colectivos de vanguardia y el aprendizaje de Maritegui en el campo cultural europeo ... 15

    2. Autonomizacin y vanguardismo poltico-cultural en el Per de los aos veinte . 34

    3. El retorno de Maritegui al Per: de las conferencias en las Universidades Populares Gonzlez Prada al proyecto de los Siete ensayos .. 41

    4. La jornada de definiciones ideolgicas de la nueva generacin peruana y la tarea de la revista Amauta .. 61

    Captulo II: Los Siete ensayos: una lectura de su produccin .. 91

    1. Ensayismo y modernidad en el cambio de siglo Latinoamericano .. 94

    2. Los Siete ensayos y el hecho econmico en la historia peruana .. 99

    3. Asedios al civilismo: los Siete ensayos como crtica de la razn oligrquica . 111

    4. El factor de la propiedad feudal: determinante histrica en la reproduccin del conflicto de clases del Per . 127

    Captulo III: Defensa y reconstruccin del marxismo: la creacin heroica del socialismo Indo-Americano 144

    1. Marxismos y mariateguismos: lecturas histricas e interesadas .. 145

    2. Ortodoxia, heterodoxia y praxis en el marxismo de Maritegui . 149

    3. Mito, cultura y subjetividad para la creacin heroica .. 162

    Conclusiones 175

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    Bibliografa consultada . 178

    Anexo: Registro de los escritos ms importantes de Jos Carlos Maritegui entre 1923 y 1930 . 190

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    Resumen.

    Esta tesis examina la germinacin del marxismo latinoamericano por medio de la reconstruccin del ritmo de produccin de la obra de Jos Carlos Maritegui, su mximo exponente. Con ello, se busca mostrar el marxismo latinoamericano como forma de interpretacin/transformacin no-colonizada, situando histricamente los diversos dispositivos de intervencin polticos y culturales a los que Maritegui acudi en el conflictivo momento poltico de los aos veinte en el Per. Estos registros histricos

    permiten comprender mejor el proceso de maduracin del proyecto de socialismo Indo-Americano. En un intento por delimitar las categoras del materialismo histrico utilizadas

    y reconstruidas por Maritegui, se revisaron los principales motivos de su batalla cultural e intelectual, la que tuvo como propsito central visibilizar a los nuevos actores sociales que irrumpieron en medio de la crisis del pacto oligrquico, por medio de una interpretacin militante que buscaba proyectar una alianza entre el proletariado y los campesinos indgenas hacia el socialismo Indo-Americano.

    Se plantea una lectura historizada de la produccin mariateguiana, poniendo especial nfasis en las corrientes y dinmicas culturales de la poca (principalmente de las vanguardias culturales) as como en las discusiones ms trascendentes acerca del valor de la teora marxista para los pases de reciente desarrollo capitalista, tpicos que quedaran

    contenidos en Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana y Defensa del marxismo. Esta historizacin de la produccin de Maritegui, combinando una reconstruccin del su ritmo compositivo y de las principales vas de intervencin en el panorama cultural peruano, finalmente permite comprender la dialctica entre ortodoxia y heterodoxia como clave de lectura para el desarrollo de la propia teora marxista en suelo Indo-Americano.

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    Introduccin

    El objetivo del siguiente trabajo es presentar una lectura pertinente e historizada de la obra de Jos Carlos Maritegui, el Amauta peruano, en el contexto de lo que consideramos una nueva etapa de los estudios marxistas en Amrica Latina. Por consiguiente, se busca descifrar algunas de las claves de interpretacin del marxismo latinoamericano que emergi a comienzos del siglo XX en nuestro continente, y que tuvo en Maritegui a su exponente terico-poltico ms trascendente.

    Este ejercicio de reconstruccin la obra mariateguiana tiene un doble propsito. Por un lado, se orienta a esclarecer las caractersticas de un modo original de pensamiento crtico

    que germin en Latinoamrica a comienzos del siglo XX, y que en lo fundamental se propuso articular una voluntad colectiva, crtica y transformadora. En el contexto de la

    crisis del pacto oligrquico de la poca, y de la creciente dominacin imperialista que acompaa la fractura oligrquica, un conjunto de intelectuales latinoamericanos se empearon en comenzar con el estudio concreto y objetivo de las contradicciones sociales presentes en nuestro continente, promoviendo un pensamiento abierto y vinculado a los actores colectivos emergentes en el perodo el proletariado urbano y rural, el campesinado indgena, las vagamente denominadas nuevas capas medias, los nuevos productores culturales y otros colectivos que comenzaban a manifestarse a partir de la reorganizacin productiva general operada en el perodo. Pensamos que los ejes problemticos que organizan el conjunto de la obra mariateguiana permiten mapear la complejidad de aquel proceso de produccin intelectual de carcter socialista, el que por lo dems tendra una corta vida y, promediando la dcada del treinta, sera silenciado si no prcticamente aniquilado por la ideologa oficial del marxismo sovitico.

    Por otro lado, el derrumbe de la propia ideologa del marxismo sovitico junto a su fundamento material el Estado burocrtico que deriv del primigenio proyecto socialista

    llama hoy a la revalorizacin de un conjunto de propuestas emprendidas a lo largo del siglo XX y que buscaron hacer del materialismo histrico una filosofa de la praxis. Esto es: un

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    operador terico-crtico acerca del conjunto estructural de contradicciones motivadas por el predominio del modo de produccin capitalista, pero a la vez, un indicador prctico-

    estratgico en el proceso de formacin de la conciencia de clase del proletariado. Las propuestas y prcticas revolucionarias desplegadas durante los aos veinte del siglo pasado brindaron un agudo cuestionamiento a las formas hegemnicas de entender la poltica y la propia actividad cultural e intelectual, cientfica y artstica, proponiendo desde aquellos lugares emergentes la organizacin de nuevas sntesis que proyectaran la bsqueda por formar una nueva hegemona histrica sustentada en una cultura proletaria. Buscaremos entonces leer a Maritegui no slo desde su teora, desde su produccin escrita, sino tambin a la luz de su prctica poltico-cultural en el Per de la crisis oligrquica.

    Por supuesto, ambos objetivos se encuentran estrechamente vinculados. El hecho de que los Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana permitan, an en la actualidad, problematizar un conjunto de factores estructurales, polticos y culturales propios de nuestra realidad continental, significa que dio profunda cuenta de la dinmica del capital en los pases de pasado hispno-colonial, bajo los que la lucha de clases asumi rasgos especficos tanto en el plano de sus contradicciones estructurales como en el de la formacin ideolgico-cultural, aquella esfera que Marx sealara como el espacio en que las clases adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo (Prlogo de 1859, en Marx y Engels 1980: 183).

    La obra terica y poltico-cultural de Maritegui se orient a estudiar de modo concreto y

    materialista el desarrollo capitalista del Per, no como simple ejercicio intelectual sino como un esfuerzo de organizacin de los intereses de clase que permitan la organizacin de una nueva hegemona, alternativa y superior a la del capitalismo realmente existente. En

    este esfuerzo, el ejercicio crtico mariateguiano (ya est dicho: terico y prctico) se nutri y vincul con los debates ms significativos de su tiempo, y busc vehiculizar por diversas

    vas un proceso de renovacin cultural y espiritual que superara el estrecho horizonte decimonnico en crisis. De este modo, resulta pertinente una lectura reconstructiva de los principales elementos contenidos en la hegemona cultural de la poca signados por el pensamiento civilista, si lo que se busca es comprender las vas de articulacin del

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    emergente marxismo latinoamericano, que encontraran su punto culmine en el concepto de Socialismo Indo-Americano. Para lograr lo expuesto, hemos organizado nuestro argumento en tres grandes secciones.

    En el primer captulo se ofrece una sntesis de la trayectoria de Maritegui a travs de la reconstruccin de su praxis poltico-cultural, es decir, de su involucramiento en espacios de construccin social y en su elaboracin de diversos productos culturales. Partiendo por un sinttico panorama de las principales corrientes de la vanguardia cultural de la poca, exponemos el proceso de consolidacin de los propios dispositivos de intervencin de Maritegui, entendindolos como parte del proceso mayor de maduracin de una voluntad

    colectiva; a su vez, los debates abordados en medio de este proceso constituyen las marcas del complejo ideolgico a ser superado por la nueva generacin peruana. Con esto, podemos ampliar la comprensin del aprendizaje europeo que hiciera Maritegui del marxismo como filosofa de la praxis, que se tradujeron no solo en la adopcin de un ideario, sino tambin de un conjunto de orientaciones crtico-prcticas y de intervencin poltico-cultural.

    En el segundo captulo, y a la luz de la exposicin de los principales debates de la dcada del veinte, se proponen algunas claves de lectura de los Siete ensayos como producto de aquel proceso de maduracin de una voluntad colectiva, orientada hacia lo que desde

    coordenadas tericas actuales denominaramos la des-colonizacin de su horizonte cultural. En este conjunto de ensayos, publicados en 1928, Maritegui sintetiza los principales hallazgos de su estudio de los problemas nacionales, ofreciendo a la vez un examen cientfico del desarrollo capitalista del pas y una valoracin vanguardista y heterodoxa de la tradicin cultural peruana. Ambas quedarn fusionadas por la exaltaci[on del elemento indgena en la realidad social y cultural del pas, y es por esto por lo que estos Siete ensayos pueden ser ledos (parafraseando a Antonio Melis) como la primera palabra del socialismo Indo-Americano.

    El tercer captulo expone las principales reflexiones del Amauta sobre el valor del marxismo, las que permiten historizar la pertinencia terica del socialismo Indo-

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    Americano como sntesis histrico-cultural entre el proletariado y el indio, fundamental para el proyecto de hegemona alternativa a las instituciones y al paradigma de la

    racionalidad burguesa-colonial. Sntesis provisoria, sin duda, pero expresiva de lo que nuestro autor llegar a considerar como un logro trascendental en el proceso de clarificacin de los intereses de las clases productoras no solo para el Per sino para el continente entero. A travs de una lectura crtica de su libro pstumo Defensa del marxismo, esta seccin busca revelar las urgencias polticas que llevaron a Maritegui a establecer un debate doctrinal acerca del sentido revolucionario del materialismo histrico.

    Dicho lo anterior, bajo ninguna perspectiva se intenta ofrecer en estas pginas una lectura absoluta, ni mucho menos definitiva, de la obra de Maritegui; por cuanto asumimos que toda lectura se encuentra histricamente situada, la que a continuacin se presenta responde

    a un ejercicio de clarificacin, quiz demasiado actual, del sentido que ha asumido el ideario socialista en Indo-Amrica. Tal vez este ejercicio contiene la pretensin de establecer, bajo la exposicin de la sntesis mariateguiana, la necesidad que tenemos hoy de promover y proponer nuestras propias y actuales sntesis culturales, observando la dinmica concreta de la actual conflictividad social, y utilizando para ello lo mejor del conocimiento social alcanzado hasta ahora. A esto que se refera Walter Benjamin cuando sealara que: El sujeto del conocimiento histrico es la misma clase oprimida que lucha. En Marx aparece como la ltima clase que ha sido esclavizada, como la clase vengadora, que lleva a

    su fin la obra de la liberacin en nombre de las generaciones de los derrotados (1995: 58). Creemos y las pginas a continuacin debiesen hacer justicia a esa creencia que, en lo medular, ese fue el criterio asumido por Maritegui, el Amauta.

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    I. Editorialismo programtico y proyecto de vanguardia: redes culturales y programa socialista para el Per de Maritegui.

    Pienso que no es posible aprehender en una teora el entero panorama del mundo contemporneo. Que no es posible, sobre todo, fijar en una teora su movimiento. Tenemos que explorarlo y conocerlo, episodio por episodio, faceta por faceta [] El mejor mtodo para explicar y traducir nuestro tiempo es, tal vez, un mtodo un poco periodstico y un poco cinematogrfico.

    Maritegui, La escena contempornea.

    La actividad periodstica constituye una de las principales y ms constantes actividades en

    la trayectoria biogrfica de Maritegui, desde que las duras condiciones econmicas de su familia lo condujeran a trabajar como alcanza-rejones en el diario La Prensa de Lima el ao 1908; dos aos ms tarde es ascendido a ayudante de linotipista y corrector de pruebas, y uno despus aparece su primera columna en el mismo matutino. En 1912 le es encomendada la redaccin de las noticias policiales, y para 1913 ya es incorporado como redactor del mismo peridico. Con posterioridad, asume como cronista parlamentario de El Tiempo1 (1916), mientras que en 1917 se hace del premio de la Municipalidad de Lima otorgado por el Crculo de Periodistas por su crnica La procesin tradicional. Ese

    mismo ao y a sus cortos veintids, es elegido vicepresidente del mismo Crculo.

    A decir de Fernanda Beigel (2006), la actividad periodstica fue la va fundamental por la que el Amauta ocup una posicin central en el panorama cultural peruano de la dcada del veinte. Su edad de piedra (como l mismo llamara, aos ms tarde, la etapa juvenil que hemos descrito brevemente) tiene su final cuando los jvenes periodistas Maritegui y Csar Falcn renuncian al diario El Tiempo en 1918, renuncia que desembocara en una

    1 Liliana Weinberg seala que El Tiempo era un peridico opositor al rgimen de Pardo, donde convergen

    diversas corrientes: positivistas y liberales, leguistas y billinghuristas y, ms dbilmente, la influencia del gonzalezpradismo y las primeras ideas socializantes (2000: 61).

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    serie de esfuerzos orientados a generar medios periodsticos autnomos a la cultura y los medios oficiales. As Maritegui y Falcn abrirn, junto al literato Flix del Valle, la revista Nuestra poca (1918) que tuvo una breve vida de dos nmeros y se orient hacia la difusin artstica y cultural de vanguardia2. Al ao siguiente, junto al mismo Falcn fundan el peridico La Razn, cuyo objetivo busca ser un medio proactivo en la defensa y la informacin respecto de las movilizaciones en Lima y el resto de Amrica Latina, las que haban comenzado con los sucesos de la Reforma Universitaria, las primeras huelgas obreras que se levantaban contra el encarecimiento de las subsistencias, y la emergencia de nuevas movilizaciones indgenas en el interior del pas. Recuerda Carlos Tnnermann que la adhesin limea fue la primera manifestacin de los estudiantes reformistas fuera de

    Argentina, dado el carcter feudal de las ctedras universitarias en particular, y de la cultura acadmica en general (2008: 72-73), lo que sin duda contribuy a motivar un clima de protesta y descontento en contra del rgimen y las instituciones limeas. Este clima sera aprovechado por el candidato presidencial Augusto B. Legua, quien con una retrica anti-oligrquica y populista se ganar la adhesin de las capas populares emergentes en las elecciones de 1919.

    En el primer nmero de La Razn, del 14 de mayo de 1919, los editores explican la ruptura con El Tiempo de un modo que adelanta el sello polmico caracterstico del ensayista peruano, y que visibiliza las distancias que asume el nuevo diario respecto de los dems

    emprendimientos periodsticos de la poca, vinculados con el orden oligrquico: No podamos abandonar una imprenta desapercibida y silenciosamente. Nuestra renuncia no poda ser slo una renuncia. Y no poda ser slo una ruptura. Tena que ser un cisma. Y tena que ser un cisma sonoro [...] Pero nosotros somos los mismos. Los mismos de siempre. Y aquellos que pretenden negarlo, parecen, en cambio, qu mudados!, qu distintos! Y son, sin embargo, los mismos igualmente (cit. en Garagurevich 1980: 190).

    La postura de oposicin asumida por el peridico frente al nuevo gobierno hara que el

    mismo ao 1919, el recin electo Legua pusiera a los editores de La Razn en la disyuntiva

    2 Fernanda Beigel destaca la similitud de este primer esfuerzo editorial de Maritegui con la revista Espaa

    dirigida por Luis Araquistain (2006: 69-82).

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    entre ser arrestados o bien emigrar como representantes culturales del Per a Europa3. El motivo puntual que genera la medida: la columna editorial donde se acusaba al contingente

    de funcionarios de la autodenominada patria nueva de Legua de personal senil y claudicante4. Pocos meses antes, Maritegui haba sido golpeado duramente por un grupo de oficiales de ejrcito a raz de otra editorial, esta vez de Nuestra poca5. Posteriores a la ruptura con El Tiempo, este conjunto de acontecimientos sealan el comienzo de la afinidad de trayectorias entre la maduracin poltico-ideolgica de Maritegui y el complejo proceso de reorganizacin sufrido por el campo intelectual y cultural peruano durante las primeras dcadas del siglo XX. A esto se debe aadir que el Amauta, si bien colaborar con medios escritos de diversa ndole en los aos que siguieron a su edad de piedra, a partir de los

    proyectos Nuestra poca y La Razn en adelante lo acompaar una sostenida conviccin acerca de lo necesario que resulta un proyecto editorial independiente, que soporte y sirva

    de medio para la crtica del orden oligrquico y que se ubique en la defensa de los intereses populares por va de la informacin, la reflexin y la denuncia, y formando parte as del proceso de democratizacin cultural del pas.

    Por esta razn resulta pertinente a nuestro juicio complementar la versin que habla del aprendizaje europeo que hiciera el propio Maritegui (1980: 12), quien dijera en alguna ocasin que en suelo europeo despos una mujer y algunas ideas (1930), refirindose con estas ideas al marxismo por cuanto desde aquella travesa es que lo desposa, lo estudia y lo

    convierte en su filiacin y fe (1987a: 226). En el presente captulo, nos proponemos mostrar que aquel aprendizaje europeo no se vio restringido a un corpus doctrinal al simple estudio de un conjunto de textos cannicos sino que nuestro autor se nutri a la par de diversas praxis poltico-culturales vinculadas a empresas editorialistas y periodsticas,

    3 Alguna polmica ha suscitado la mentada beca, sobre todo por parte de las corrientes apristas ms hostiles a

    la figura del Amauta, los que llegaron a establecer la insidiosa comparacin entre un Haya de la Torre exiliado y un Maritegui becado por Legua. 4 La patria nueva haba sido el slogan de la campaa de Legua; la editorial de La Razn del 3 de agosto de

    1919 se titulaba: La Patria Nueva. Un personal senil y claudicante, donde se pona en evidencia a los viejos personajes de la poltica peruana que componan el gabinete leguista. Los talleres de impresin de La Razn se negaron a imprimir, aquel da, la editorial, y sta fue repartida manualmente por los colaboradores del matutino, razn por la cual el electo presidente les hizo aquellas ofertas. Cfr. Juan Garagurevich (1980). 5 El articulo llevaba por ttulo Malas tendencias: el deber del Ejrcito y el deber del Estado, y denunciaba la

    intromisin de las FF.AA. en la poltica peruana. Cfr. Garagurevic (1980).

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    las que de este modo constituyen antecedentes directos de los proyectos levantados por Maritegui entre 1923 y 1930. En Europa, entonces, el peruano no slo se hizo de una doctrina sino tambin de un conjunto de aprendizajes prctico-polticos provenientes del complejo de experiencias y productos de la vanguardia poltica y cultural europea. Lo que permite explicar el hecho de que su principal actividad, una vez retornado a su pas, consista en traducir6 este conjunto de aprendizajes de modo que adquieran una modulacin y un impacto acorde con la realidad social peruana y latinoamericana.

    Maritegui vivi y produjo su obra, adems, en el momento de emergencia de las vanguardias estticas, corrientes que sacuden y contribuyen a modificar el conjunto del campo cultural de occidente; las afinidades y relaciones entabladas con el surrealismo, el futurismo, el cubismo y otros ismos, produjeron en nuestro autor un alejamiento definitivo de sus anteriores orientaciones msticas y decadentistas7 llevndolo hacia la necesidad de enriquecer y complementar el materialismo histrico con los descubrimientos y experimentaciones vanguardistas. Estas corrientes se enfrentaron al paradigma realista y racionalista que entraba en crisis desde comienzos de siglo XX, por va del encuentro con formas alternativas de comprensin de nuevas realidades emergentes, con lo que contribuiran de modo decisivo a consolidar la autonomizacin de la cultura. En este sentido y para el caso de Amrica Latina, Maritegui puede ser ubicado como continuador de la generacin modernista asociada a los nombres de Rubn Daro, Jos Mart, Jos

    Enrique Rod, Amado Nervo, Horacio Quiroga, Evaristo Carriego, Ricardo Palma y Manuel Gonzlez Prada entre otros; pero sus propias concepciones marcan una ruptura con

    esta generacin finisecular, en tanto la propia generacin de Maritegui recobrar, como

    6 Jorge Luis Acanda propone que la apropiacin de las ideas de un autor (en el caso de Maritegui, del

    marxismo y del vanguardismo) tendr como premisa necesaria la labor previa de descubrir todos aquellos referentes que dotan de su sentido (no de cualquier sentido) a aquellas pginas. Y despus de ese trabajo de decodificacin y contextualizacin, para poder reconstruir la lgica conductora de aquel pensamiento, proceder a una labor de traduccin. Es decir, de recontextualizacin de ese pensamiento en las coordenadas dadoras de sentido especfico del lector, para que este pueda asumir aquella obra no en el peso especfico de su letra muerta, sino como una fuente viva de cuestionamientos fructferos, de preguntas incitantes, de sealamientos de nuevos derroteros. El lector ha de deconstruir el texto para reconstruirlo (Acanda 2007: 4). 7 Sobre estas orientaciones literarias en su edad de piedra, vase Maritegui (1930 y 1980: 281-290) y

    Bazn (1939: 43-60).

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    parte de su proyecto, la necesidad de vincular la cultura y la poltica para transformar ambos el orden poltico y cultural erigidos por el pacto oligrquico.

    Doble aprendizaje europeo entonces: estudio y adhesin al marxismo, y asimilacin de las formas emergentes de la praxis colectiva que, sin duda, contribuyeron en ampliar y en madurar la prctica propiamente periodstica que vena desarrollando desde Nuestra poca y La Razn. Si se nos permite resumir este aprendizaje de Maritegui en dos puntos, diremos que ste cont con la asimilacin de 1) una perspectiva de la crisis capitalista (la teora marxista), y 2) un rico conjunto de criterios de organizacin destinados a la intervencin socialista sobre la misma crisis, y vinculados al papel de la vanguardia

    poltico-cultural y del partido poltico revolucionario.

    1. Los emprendimientos colectivos de vanguardia y el aprendizaje de Maritegui en el campo cultural europeo.

    Durante las primeras dcadas del siglo XX, el campo cultural europeo se encontraba en plena ebullicin, tensionado por mltiples corrientes artsticas y variados esfuerzos intelectuales orientados hacia la crtica, la denuncia y la desmitificacin de los absolutos erigidos por la ideologa burguesa durante su poca de esplendor (siglos XVIII y XIX), y algunos definitivamente enrumbados en la bsqueda de propuestas que renovaran las estructuras e instituciones burguesas. La produccin cultural que acompaa al proceso de modernizacin en esta nueva fase del capitalismo imperialista y monopolista (Lenin 1972), entrara durante estos aos en un proceso de cambio de sus condiciones de produccin y de recepcin, condicionada por la creciente tendencia hacia la autonomizacin del mercado y del aparato estatal, y por las nuevas formas de mediatizacin y dependencia de la cultura con aquellas esferas. Walter Benjamin dira al respeto que la comprensin de este proceso tard en manifestarse, por cuanto: La transformacin de la superestructura, que ocurre

    mucho ms lentamente que la de la infraestructura, ha necesitado ms de medio siglo para hacer visible en todos los campos de la cultura el cambio de las condiciones de produccin

    (1989: 18). Estos cambios fueron hacindose visibles sobre todo en virtud de las contradicciones entre los agentes interesados en nuevas bsquedas y propuestas culturales y

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    quienes trabajaban por mantener las tradicionales formas de propiedad, de produccin y de circulacin cultural.

    En este escenario, las corrientes artsticas e intelectuales ms rupturistas proyectaran

    diversas estrategias para la radicalizacin de la autonoma del arte de sus vnculos con el mercado y del Estado, y estos proyectos muchas veces se transformaron en una crtica abierta a la racionalidad burguesa como forma central de la direccin cultural. Para Raymond Williams (1997) en el encuentro de ambas tendencias (crtica artstica y poltica) se pueden resumir los rasgos centrales del perodo en su conjunto: la emergencia del proletariado como actor socio-poltico con disposicin a superar su dependencia (poltica e ideolgica) de las instituciones burguesas, y el surgimiento de una fraccin burguesa de nuevo cuo que irrumpe para hacerse de la hegemona a travs de nuevas formas y agentes

    intelectuales, cuya tarea consisti en criticar (y superar) las formas de hegemona clsica y el papel central que ellas cumplan en la administracin de la poltica y la cultura.8

    El mismo Benjamin diagnostic el cambio en las condiciones de la produccin en el campo artstico, caracterizando la nueva poca como de reproductibilidad tcnica de la obra de arte y sealando que su rasgo diferencial consista en la prdida del aura de los propios productos culturales. El aura constituye la marca del vnculo parasitario de la obra de arte a una funcin ritual (tradicional y religiosa), y la crisis aurtica viene a implicar la relativizacin definitiva de la norma de autenticidad de la produccin cultural sostenida hasta ese entonces por la equivalencia autor-aura-autonoma, unidad defendida

    conscientemente, desde el romanticismo en adelante, como constitutiva de toda obra de arte. La poca de su reproductibilidad tcnica, as, deslig al arte de su fundamento cultual: y el halo de su autonoma se extingui para siempre (1989: 32). En este perodo, entonces, el creador se enfrenta a la evidencia que seala que la exhibicin pasa a tener una primaca indita en la recepcin de la obra de arte, por sobre el fundamento ritual o cultual,

    y que estas transformaciones terminan por desestabilizar las fronteras y mediaciones entre el campo artstico y el campo poltico: en el mismo instante en que la norma de

    8 Vase adems Acanda (2007: 46-70).

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    autenticidad fracasa en la produccin artstica, se trastorna la funcin ntegra del arte. En lugar de su fundamentacin en un ritual aparece su fundamentacin en una praxis distinta, a

    saber en la poltica (1989: 47).

    De este modo, el proceso de reorganizacin social terminara por transformar las mediaciones entre los campos econmico, poltico y cultural, lo cual sera experimentado por muchos productores culturales como una apertura que posibilitaba contribuir en la propia reorganizacin conjunta de estos mbitos, yendo ms all de la matriz ideolgica del liberalismo que canonizara la concepcin de las esferas sociales como independientes entre s, y que se mostraba en abierta crisis a comienzos de siglo. El movimiento cultural que

    abarc estos motivos, y que oper conscientemente en pos de estas transformaciones buscando una salida a la crisis cultural, sera conocido como modernismo; y si bien el trmino engloba una multiplicidad de tendencias y esfuerzos que difcilmente pueden verse contenidas en un concepto unvoco, resulta fundamental precisar algunos de sus rasgos ms importantes para dar cuenta de los principales tpicos de las discusiones y prcticas culturales del perodo.

    Al caracterizar el desarrollo del modernismo, nos encontramos con que en este movimiento se conjugan (muchas veces de forma intencionada) la reflexin sobre los fundamentos del arte o reflexin esttica, con las prcticas artsticas concretas que forjan los productos culturales. As por ejemplo, Eugen Lunn (1986) concibe al modernismo tomando ambos procesos de manera indistinta; por otro lado, Peter Brger (1987) centra su atencin en distinguir minuciosa pero abstractamente entre uno y otro en el espacio cultural, y haciendo predominar sin embargo el motivo esttico-reflexivo, antes que el artstico-prctico. Por su parte Williams, apelando a un criterio ms amplio que el puramente artstico (como prctica, Lunn) o esttico (como concepto, Brger), propone una perspectiva poltico-cultural en la cual queda de manifiesto que los procesos conjuntos de mercantilizacin de la cultura y de autonomizacin de las prcticas culturales y artsticas permiten a los artistas e intelectuales instalarse en el campo cultural de modos diversos, pero vinculados entre s por ciertos objetivos comunes. Para Williams, de este modo, las mltiples formas de

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    experimentar y presionar sobre el campo cultural en crisis pueden ser organizadas grosso modo segn la siguiente secuencia:

    [1] Inicialmente, hubo grupos innovadores que procuraron proteger sus prcticas dentro del creciente predominio del mercado artstico y contra la indiferencia de las academias formales. Estos grupos [2] se transformaron en asociaciones alternativas ms radicalmente innovadoras, que trataban de obtener sus propios instrumentos de produccin, distribucin y publicidad; por ltimo, [3] pasaron a ser formaciones plenamente opositoras, decididas no slo a promover su propia obra sino a atacar a sus enemigos del establishment cultural y, ms all de ellos, a todo el orden social en el cual esos enemigos haban obtenido su poder y ahora lo ejercan y reproducan (1997: 73).

    Por cierto que no es prudente asumir que todas estas corrientes fueron anti-capitalistas: dentro de ellas, se encontraban representantes culturales de algunas fracciones de la (nueva) burguesa, las que si bien manifestaban su descontento con la direccin de los grupos hasta entonces hegemnicos, se posicionaban en contra de la socializacin de la produccin y la circulacin culturales. Con todo, en estos tiempos la toma de posicin con respecto al orden

    social en crisis resulta ser prcticamente inevitable, sobre todo despus de que estallara la primera guerra mundial agudizando las certezas del racionalismo clsico, del naturalismo jurdico y del realismo esttico, las formas hasta ese momento ms estables del complejo cultural-ideolgico burgus.

    La crisis de los postulados clsicos de la burguesa, cristalizados en las filosofas liberales e idealistas y, de modo general, del conjunto de certezas herederas del racionalismo mecanicista y evolucionista del paradigma ilustrado, experimentada como crisis del

    absoluto burgus, constituye la expresin ideolgica de la transformacin cultural a que dieron origen las nuevas clases incorporadas, de modo subalterno, en los nuevos sistemas

    de dominacin y en sus formas hegemnicas: hablamos de los nuevos sectores medios promovidos por la burguesa, y de la presencia de la clase trabajadora en importantes planos de la realidad poltica y cultural, fenmenos que por lo dems dan cuenta de la expansin del Estado producida por entonces (de la que el fascismo no es ms que una, si bien la ms extrema, de sus manifestaciones), y de la necesidad de adecuar los mecanismos de administracin y de sometimiento/consentimiento (Gramsci). Esta crisis ya haba sido advertida, en algunos de sus planos constitutivos, entre otros por el mismo Marx, as como por Nietzsche y Freud;

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    Las contradicciones econmicas e interestatales, que condujeron al estallido de la primera guerra mundial en 1914, generaran a su vez una multiplicacin de los espacios de conflicto social, los que acompaan y promueven la disolucin de las certezas decimonnicas en su totalidad. Los rasgos que asume a comienzos de siglo la crtica social y cultural haran manifiesta la tendencia que presiona hacia el carcter colectivo de la produccin. Por este motivo, a las organizaciones obreras y populares se suman esfuerzos de agrupacin intelectual y artstica que buscan superar las formas ilustradas o romnticas, limitadas en la empresa individual del genio intelectual o artstico, para dar paso a las reflexiones y obras colectivas. Por todo esto, podemos caracterizar aquel perodo como momento de

    intensa produccin y circulacin de ideas y productos culturales, la mayora de ellas dinamizadas por una voluntad de renovacin y por una nueva sensibilidad hacia los

    conflictos sociales. Este fue, precisamente, el terreno en el que surgiran las vanguardias artsticas como fenmenos de organizacin (tendencialmente colectiva) de prcticas y proyectos culturales, as como muchas otras formas en las que convergieron agentes

    culturales con el objetivo de renovar el campo cultural e intelectual de la poca. A continuacin, describiremos brevemente algunos de los esfuerzos culturales colectivos que influiran directamente (si bien en distintos niveles) en los emprendimientos mariateguianos: el proyecto de la Proletkult vinculado a la enorme figura de Anatoly Lunatcharsky; el productor cultural Henri Barbusse, y sus diversos proyectos ligados al

    grupo Clart (la revista homnima, la Internacional del Pensamiento, Monde, y otros); la corriente del socialismo italiano identificada por su participacin en la revista LOrdine Nuovo y resumida en la figura de Gramsci; y el conjunto de actividades intelectuales y editorialistas de Piero Gobetti.

    Anatoli Lunatcharsky y el proyecto de la Prolet-Kult.

    La Rusia posterior a la Revolucin de 1817 se esforzaba en levantar un Estado socialista, que reemplazara las instituciones y ordenamientos sociales del derrocado aparato institucional del zarismo, y que a la vez sirviera de soporte para cumplir con las tareas revolucionarias de superacin de las formas de produccin capitalistas, y del Estado mismo

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    como aparato de dominacin de clase9. En este esfuerzo monumental e indito en la historia de la humanidad, uno de los aspectos hacia los que en un comienzo la dirigencia

    bolchevique dedic especial atencin, fue al de la creacin de instancias que contribuyeran en fortalecer la educacin intelectual y cultural de las masas populares, en su mayora campesinas y analfabetas. Como una de estas instancias, el productor cultural y poltico bolchevique Anatoly Lunatcharsky (1875-1933) haba creado pocas semanas antes de la revolucin junto a otros artistas (entre ellos, Alexander Bogdanov) el movimiento artstico del Prolet-Kult, abreviacin de Proletarskie kulturno-prosvetitelnye organizatsii (Organizaciones proletarias de cultura e ilustracin).

    En su trabajo Lunatcharsky y las aporas de la revolucin, Adolfo Snchez Vsquez ofrece una revisin crtica del proyecto del Prolet-Kult y seala que desde el momento en

    que este movimiento cobra realidad poltica en la nueva Repblica de los Soviets10, conform un espacio de interseccin entre dos tendencias que, al menos en su primera aproximacin, fueron convergentes. Por un lado estaba el grupo de vanguardistas rusos formado por Kandinsky, Chagall, Malevich, Eisenstein, Maiakovsky, Meyerhold o Gabo entre otros, que en su mayora hicieron sus primeras armas artsticas en Europa central u

    occidental, y que retornan a su pas luego de ser parte de las actividades bohemias y malditas por medio de las cuales transcurra el rechazo hacia la mercantilizacin de la cultura en el contexto europeo. Este grupo se encontrara con un nuevo escenario social,

    indito para la experiencia vanguardista europea, que el propio Snchez Vsquez describe sintticamente como la coincidencia de sus intereses como artistas, como creadores, con

    los de un mundo social en revolucin, sujeto l tambin a un proceso de creacin (2003: 156)11.

    9 Cfr. Marx (1980:329ss).

    10 Luego de la revolucin, el 26 de octubre de 1917 y durante el II Congreso de los Soviets, Lunatcharsky

    sera nombrado como comisario de Educacin (Snchez Vsquez, 2003a: 153). 11

    El atraso secular de ese inmenso pas pone sobre el tapete como tarea vital, indispensable y urgente superarlo lo ms pronto posible en todos los rdenes, particularmente en el econmico. Pero tambin es vital esa superacin en el campo de la cultura, pues el socialismo exige una verdadera revolucin cultural y, dentro de ella y, en primer lugar, la tarea de incorporar las amplias masas incultas o analfabetas a los bienes de la cultura, incluidos los del arte. Los primeros decretos del poder sovitico, en este campo, tienden precisamente a cumplir ese objetivo, que no es otro que el hacer de la cultura un verdadero patrimonio pblico, social (2003a: 155).

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    El proyecto del Prolet-Kult asumi el desafo de conjugar los requerimientos de la renovacin cultural y de la revolucin de las estructuras sociales y econmicas, desafo expresado por el mismo Lunatcharsky en 1920 cuando se preguntaba: puede la revolucin dar algo al arte y puede el arte dar algo a la revolucin? (cit. en Snchez Vsquez, 2003a: 156). La bsqueda de esta correspondencia mutua, sin embargo, no estuvo exenta de conflictos, siendo el debate acerca del papel que las masas deban asumir en la produccin y consumo culturales uno de los que ms rpidamente atrapara a los dirigentes bolcheviques; porque si bien el proyecto revolucionario requiere de una ruptura radical con las formas culturales anteriores (y especialmente con la herencia cannica de la ilustracin occidental como hemos dicho, en aquellos aos en franca decadencia, este desafo corre el peligro de una excesiva especializacin de los autores dedicados a la produccin de un

    arte nuevo, lo que sin duda implicara que las masas obreras y campesinas excluidas de la educacin cultural e intelectual hasta ese momento quedaran, nuevamente, fuera de este proceso. Dicho de otro modo: el imperativo de educar e ilustrar los vastos contingentes de obreros y campesinos de la Rusia post-zarista entr en conflicto cada vez ms evidente con los intereses de los grupos de vanguardia en Rusia.

    Por estas razones, el esfuerzo inicial de Lunatcharsky se orient hacia tender puentes entre ambos objetivos, proponiendo que la vinculacin de las masas a la ilustracin no puede hacer tabla rasa de los desarrollos ms altos de la cultura burguesa, y que en consecuencia se deba llevar adelante un proceso conjunto de ilustracin y de renovacin, que no prescinda de las formas de la cultura y el arte ms inteligibles por el pueblo por ejemplo, el arte realista o la epistemologa racionalista pero que al mismo tiempo fuera avanzando en la asimilacin de las formas que superasen a la cultura burguesa por parte de las masas.

    Para esto, Lunatcharsky promovi una organizacin cultural que, si bien era paralela al partido, deba guardar autonoma respecto de aquella organizacin. En palabras del ruso:

    Yo, desde el principio, apunt aqu hacia un total paralelismo: el partido en el terreno poltico, el sindicato en el econmico y el Prolet-Kult en la cultura (cit. en Snchez

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    Vsquez, 2003a: 154). Con todo, su esfuerzo no impedira que el conflicto se instalara rpidamente, a travs de la discusin acerca de los grados de autonoma que las corrientes

    culturales deban tener respecto de las orientaciones del Partido (y de modo creciente, del propio Estado-Partido). Sabido es que la tendencia triunfante en este conflicto (la tendencia poltico-burocrtica) termin por asumir el realismo como la forma ideolgica del arte socialista; ahora bien, en el mencionado trabajo de Snchez Vsquez se describe cmo Lunatcharsky fue adoptando una posicin progresivamente ambivalente en este punto.

    Maritegui examin con claridad las tensiones que se derivan de poner el arte y la revolucin en una relacin mutua, y no en la relacin unilateral que se desprende de la

    defensa a ultranza de la autonoma artstica (ni, en su polo opuesto, la tendencia hacia la direccin total del aparato burocrtico): en su artculo Lunatcharsky12, comentando y ofreciendo un balance del proyecto del Prolet-Kult comandado por aquel dirigente, ofrece su perspectiva respecto del proceso:

    En las salas de la sede de Mosc se discuten todos los tpicos de esta cuestin. Se teoriza all bizarra y arbitrariamente sobre el arte y la revolucin. Los estadistas de la Rusia nueva no comparten las ilusiones de los artistas de vanguardia. No creen que la sociedad o la cultura proletaria puedan producir ya un arte propio. El arte, piensan, es un sntoma de plenitud de un orden social. Mas este concepto no disminuye su inters por ayudar y estimular el trabajo impaciente de los artistas jvenes. Los ensayos, las bsquedas de los cubistas, los expresionistas y los futuristas de todos los matices, han encontrado en el gobierno de los soviets una acogida benvola. No significa, sin embargo, este favor, una adhesin a la tesis de la inspiracin revolucionaria del futurismo. Trotsky y Lunatcharsky, autores autorizados y penetrantes crticos sobre las relaciones del arte y la revolucin, se han guardado mucho de amparar estas tesis [] Pero las manifestaciones del arte de vanguardia, en sus mximos estilos, no son en ninguna parte tan estimuladas y valorizadas como en Rusia. El sumo poeta de la revolucin, Maiakovsky, procede de la escuela formalista (1987c: 99).

    En este artculo tambin se destaca la labor de Anatoly Lunatcharsky a cargo de la transformacin de la educacin y la instruccin pblica, con lo que Maritegui entrelaza las distintas manifestaciones culturales de una sociedad, asumiendo, sin embargo, los mrgenes de autonoma relativa que cada una de ellas comporta. Los aportes del proceso ruso, en la personificacin de su Comisario de la Educacin, son elevados a la estatura de aprendizaje

    12

    Publicado en Mundial en febrero de 1925, e incorporado en La escena contempornea (1987c), libro que aparece hacia fines de ese mismo ao.

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    universal cuando dice: Quien ms profunda y definitivamente est revolucionando a Rusia es Lunatcharsky [] La escuela y la universidad de Lunatcharsky estn modelando, poco a poco, una humanidad nueva. En la escuela, en la universidad de Lunatcharsky se est incubando el porvenir (1987c: 102).

    La produccin cultural de Henri Barbusse: el grupo Clart y la revista Monde.

    Otra de las estaciones del aprendizaje mariateguiano se encuentra vinculada a la figura del francs Henri Barbusse (1873-1935), escritor, intelectual y productor cultural a quien Maritegui admiraba ya antes de su travesa europea (a partir de su lectura de El Fuego), y a quien seguir atentamente en su trayectoria y produccin desde que le realizara una entrevista en Francia en 1919 (Nez, 1978). El Amauta incluso mantendra con Barbusse una correspondencia permanente y fructfera en lo que respecta al intercambio y la circulacin de sus respetivas revistas, y as como las oficinas de Monde oficiaron muchas veces de sucursales para la distribucin de Amauta, las empresas culturales y editoriales de Barbusse constituyeron a su vez referencias permanentes de Maritegui. En el trabajo de Harry Vanden (1975) queda registro de que en la biblioteca mariateguiana se encontraban muchos de los libros publicados por el francs entre 1925 y 1930, los cuales muchas veces coment y contribuy a difundir en sus propios escritos13.

    El impacto de Clart, el primer rgano barbussiano, en la juventud latinoamericana de la segunda dcada del siglo XX resulta innegable, por cuanto adems de la propia (y restringida) circulacin de la revista francesa en algunas capitales regionales, durante la dcada del veinte en muchas de estas ciudades latinoamericanas se fundaron revistas con el mismo nombre y bajo similar espritu renovador. As, en Buenos Aires, la revista Claridad (1925-1940) dirigida por Antonio Zamora dio origen a una empresa editorial, la Corporacin Editorial Claridad (esfuerzo que, como veremos ms adelante, intent ser erigido sin el mismo xito por Maritegui en Lima), mientras que en Santiago de Chile (1920-1924), Lima (1923-1924), Ro de Janeiro (Clart, 1921-1922), revistas homnimas 13

    Para una descripcin de las relaciones e intercambios de la revista Amauta con Clart y Monde, vase Fernanda Beigel (2006: 268ss).

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    contribuyeron a difundir, junto al ideario barbussiano, a algunos exponentes de la nueva intelectualidad de la regin representada por Jos Vasconcelos, Vctor Ral Haya de la

    Torre, Alfredo Palacios, Gabriela Mistral y Manuel Ugarte entre otros14.

    Luego de la publicacin de la novela de Barbusse Clart en 1919, se constituye en Pars el grupo del mismo nombre, con el que comenzara una poca de multiplicacin de los esfuerzos colectivos que desembocaron en la conformacin de la Internacional del Pensamiento. El proyecto Clart no consista nicamente en editar una revista, sino que buscaba ante todo conformar un movimiento intelectual capaz de sostener, junto con la mentada publicacin peridica, otras instancias de produccin y de distribucin cultural

    como una editorial, un teatro, y sobre todo dotar a los agentes culturales de un espacio organizado para la crtica de la sociedad europea y francesa de su tiempo. De esta

    organizacin formaron parte algunos de los ms destacados intelectuales de Francia, como Anatole France, George Bataille y Romain Rolland, y escritores de otras latitudes como Stefan Zweig, Jos Blasco Ibez y Panait Istrati. En todos ellos se adverta una preocupacin comn: esclarecer la funcin del intelectual comprometido con el proceso de transformaciones sociales vivido en Europa y el mundo. Su lema ms caracterstico llegara a ser el de hacer la revolucin previamente en los espritus. Tambin los una su admiracin por la Revolucin Rusa, aunque muchas veces abstracta y a ratos puramente esttica.

    Esta forma de agrupacin intelectual, orientada a la difusin de nuevas ideas y al

    esclarecimiento de la propia actividad intelectual en el proceso revolucionario, constituy tambin un motivo en la praxis de Maritegui. Incluso, a ratos el peruano llegara a exponer algunos de sus propios puntos de vista por medio del examen de las tensiones del propio

    grupo Clart, lo que se hace evidente, en especial, en el artculo de julio de 1926 El grupo surrealista y Clart en el que describe la posicin del grupo de redactores (ya sin Barbusse) como ambivalente y diletante frente a la definicin poltica, lo contrario a la posicin asumida por el grupo surrealista quienes por su repudio revolucionario del

    14

    Cfr. Patricia Funes (2008: 35)

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    pensamiento y de la sociedad capitalistas, coincide histricamente con el comunismo, en el plano poltico (1959: 43). Advirtiendo el problema de fondo que determinara el quiebre de Barbusse con Clart (la ruptura con los motivos puramente intelectuales para hacer afirmativa la opcin poltica del socialismo), Maritegui expresaba sus propias concepciones acerca de las vinculaciones en el largo plazo entre la actividad cultural y la organizacin poltica.

    Dentro de este tpico se encuentra el escrito El nuevo libro de Henri Barbusse, de mayo de 192515. Barbusse aparece en este artculo como la personificacin de las inquietudes y vacilaciones existentes entre los intelectuales que se incorporan al campo de la vanguardia

    esttica, expresivo de la manera en la que esta corriente aparece tensionada por los sucesos polticos de la poca; inquietudes resueltas para el francs por va de su adhesin a la

    revolucin internacional, demostrando que: La funcin de la Inteligencia es creadora. No debe, por ende, conformarse con la subsistencia de una forma social que su crtica ha atacado y corrodo tan enrgicamente. El ejrcito innumerable de los humildes, de los pobres, de los miserables, se ha puesto resueltamente en marcha hacia la Utopa que la Inteligencia, en sus horas generosas, fecundas y videntes, ha concebido [] El pretexto de la repugnancia a la poltica es un pretexto femenino y pueril. La poltica es hoy la nica grande actividad creadora. Es la realizacin de un inmenso ideal humano. La poltica se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria (1987c: 158).

    El otro proyecto de Barbusse que ejercera influencia en Maritegui fue Monde, del que el Amauta tuvo noticias meses antes de su aparicin por cuanto fue invitado por A. Henneuth

    a participar y a hacer comentarios al esfuerzo editorialista que soportaba tal revista, y que contara con la participacin de intelectuales de la talla de Albert Einstein, Mximo Gorki,

    Miguel de Unamuno, Manuel Ugarte y Upton Sinclair, entre otros, todos autores a los que el Amauta dedicara varios pasajes de sus escritos para la revista Variedades y Amauta.

    15

    Publicado en Variedades en mayo de 1925 y luego incorporado a La escena contempornea.

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    El aprendizaje italiano: LOrdine Nuovo y Piero Gobetti.

    Maritegui hara su mejor aprendizaje (parafraseando la Advertencia a la entrada de los Siete ensayos) en Italia, pas en el que vivira ms de dos de los tres aos y medio que dur su estada europea. La misma Italia que, por esos aos, pasaba de los consejos de fbrica al ascenso de los camicie nere (camisas negras), y del quiebre en el interior del Partido Socialista en el Congreso de Livorno en enero de 1921, y la conformacin del Partido Comunista, a la violenta anulacin de las libertades polticas por el rgimen fascista. A partir de las Cartas de Italia que Maritegui enviara al diario El Tiempo con regularidad variable, Robert Paris ha realizado una reconstruccin de los medios de informacin

    italianos por los que el peruano se hizo de un panorama general y relativamente completo del desarrollo de las corrientes del socialismo italiano, los que por lo dems conformaron

    los vehculos por los cuales el joven peruano recoger los materiales de su lectura sobre la crisis europea. Dice Paris que:

    Es a travs de la lectura de peridicos como el Avanti!, Il Soviet, Critica Sociale, Umanit Nuova, y luego, La Rivoluzione Liberale o, al menos, los escritos de Gobetti que rene todo lo que constituir la sustancia de sus conferencias sobre la crisis mundial y, ms a largo plazo, de ese vasto panorama en el que Amauta se esforzar por reubicar la evolucin del Per contemporneo (1981: 90-91).

    Nosotros centraremos la mirada sobre algunos aspectos destacados de la influencia que tuvo LOrdine Nuovo, la revista ms importante de la fraccin maximalista entre los socialistas italianos y que sera el ncleo del Partido Comunista luego de la escisin de 1921, y tambin La Rivoluzione Liberale, fundada y dirigida por Piero Gobetti, figura a la cual Maritegui recordar y recurrir en varias estaciones de sus crnicas culturales.

    Buscaremos sealar el carcter y los objetivos de estos medios, para luego precisar en qu medida sus propuestas influyeron, bajo una modulacin propia y creativa, en las empresas maraietguianas.

    LOrdine Nuovo fue una revista fundada en 1919 (en 1921 pasar a ser diario) creada para hacer de contrapeso a los rganos del socialismo italiano existentes hasta por ese momento: el Grido del popolo y Avanti!, representativos de las fracciones centristas y derechistas del PSI. Sus fundadores fueron Antonio Gramsci (1891-1937), Angelo Tasca (1892-1960),

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    Palmiro Toggliati (1893-1964) y Umberto Terracinni (1895-1983), y en l confluyeron parte importante de los militantes socialistas, conformando as uno de los grupos que se

    retiran del Partido Socialista Italiano y formando desde all una organizacin acorde con los principios organizativos y la tctica de la III Internacional en el contexto italiano. Maritegui pudo conocer de cerca la polarizacin que se haba producido en el socialismo italiano y que asumi como sus principales motivos de polmica la adhesin a los postulados de la III Internacional, desde donde se llamaba a los revolucionarios a separar aguas con el reformismo poltico (tributario de las concepciones de la II Internacional social-demcrata), puesto que hasta ese momento aquellas corrientes convivan en los partidos obreros junto a las fracciones maximalistas pro-bolcheviques. Si bien las diferencias tericas y estratgicas entre ambas tendencias socialistas se venan evidenciando desde haca tiempo, stas llegarn a un punto de no retorno cuando las

    direcciones de los partidos social-demcratas (y principalmente del alemn) hicieran causa comn con sus Estados nacionales en la primera guerra. Por ejemplo, en aquellos aos Mussolini era parte del P.S.I., y el recin afiliado Gramsci le criticar su tctica de neutralidad relativa en el conflicto16, por medio de su columna en Grido del popolo.

    De otra parte, la principal diferencia en el plano de la poltica especficamente italiana (teniendo en cuenta que la decisin de adherir a la poltica exterior del Estado italiano no dej inalterada la poltica interna, por supuesto) discurri en torno a la significacin e importancia terica y prctica de la experiencia de los Consejos de fbrica levantados por los trabajadores del norte italiano en el bienio 1918-1919, el bienio rojo. Para los socialistas moderados, aquellas experiencias haban sido consecuencia de un clima de exaltacin huelgustico y que, de haber sido conducido y canalizado por el propio partido, su xito no hubiese sido espontneo y pasajero sino que de carcter ms duradero; en contraposicin, los maximalistas pensaban que all se haban generado embriones de autocontrol obrero de la produccin similar a los soviets y que, por ende, aquella

    experiencia constitua un motivo de importancia terica y prctica para la clarificacin

    16

    El artculo se titula Neutralidad activa y operante y data de 1914. Vase Gramsci (2004: 10).

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    socialista de las vas que puede asumir la formacin de una cultura proletaria nacional y popular.

    En este escenario de polarizacin ideolgica y poltica, el hebdomadario LOrdine Nuovo constituy una de las tribunas ms importantes de la fraccin maximalista entre los socialistas, desde la cual se organizara una trinchera que busc masificar la experiencia consejista, fomentar el estudio marxista sobre ella, y responder y criticar las tcticas oficiales del Partido Socialista Italiano (dominado por sus alas centrista y minimalista). LOrdine Nuovo recuerda Maritegui en una carta de Italia enviada a El Tiempo y titulada La prensa italiana: es el diario del Partido comunista. Est dirigido por dos de los ms

    notables intelectuales del partido: Terracini y Gramsci (1991: 123). El prrafo conlleva una implcita valoracin de la preparacin ideolgica que posee la direccin del LOrdine Nuovo, y prefigura uno de los motivos permanentes en el ideario mariateguiano relativo a la necesidad de la preparacin intelectual y espiritual del proletariado.

    Segn recuerda Gramsci en su escrito de agosto 1920 El programa de LOrdine Nuovo, la principal diferencia que suscitara la discusin acerca del valor poltico e histrico de los consejos de fbrica se ve reflejada entre la posicin de Angelo Tasca y la de los propios Terracini y Gramsci. Explica que Tasca concibe a los Consejos como simples formas del sindicalismo, y que deben necesariamente ser subordinados a las directrices del Partido;

    pero en esta perspectiva subyace una incorrecta comprensin acerca del problema de la aritmtica, esto es, la necesidad de instancias que sumen adherentes a las causas obreras en

    el proceso revolucionario, error que termina por reducir el fenmeno al plantear la necesidad de que el partido establezca directrices hacia estos Consejos. Para la fraccin ordinovista, en cambio, los consejos de fbrica haban logrado constituir instituciones de carcter pblico, necesariamente diferentes de las instituciones sindicales y partidarias, y por ende expresivas de un perodo revolucionario de los trabajadores italianos. Esto es explicado por Gramsci en los siguientes trminos: En el Consejo de fbrica el obrero interviene como productor, a consecuencia de su carcter universal, a consecuencia de su posicin y de su funcin en la sociedad, del mismo modo que el ciudadano interviene en el Estado democrtico parlamentario. En cambio, en el partido y el sindicato el obrero est

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    voluntariamente firmando un contrato que puede romper en cualquier momento (2004: 101-102). En un escrito anterior, Gramsci se preguntaba por la significacin histrica de la revolucin proletaria, el que segn sus trminos se concentra en el momento:

    [] cuando toda la clase obrera se ha hecho revolucionaria no ya en el sentido de que rechace genricamente la colaboracin con las instituciones de gobierno de la clase burguesa [] sino en el sentido de que toda la clase obrera, tal como se encuentra en la fbrica, comienza una accin que tiene que desembocar necesariamente en la fundacin de un Estado obrero (2004: 79).

    De este modo, los Consejos de fbrica constituyen embriones de organizacin autnoma de la clase en un sentido esencial y no contractual, el que en su forma superior tiende a dar el perfil proletario del aparato de produccin y cambio creado por el capitalismo con fines de beneficio (2004: 102). Esta es la hiptesis levantada y defendida por la corriente agrupada en LOrdine Nuovo durante el perodo que culmina en la divisin del socialismo, la creacin del Partido Comunista Italiano y el posterior aumento de la represin sobre los

    comunistas por parte de Mussolini y el orden fascista en pleno ascenso. La postulacin de la hiptesis de los Consejos de fbrica como grmenes de un nuevo orden comunista tambin sera recordada por Gramsci como la ms exitosa traduccin italiana del programa bolchevique; por esto, en un segundo balance que hiciera Gramsci en 1924, cuando debe definir la funcin del LOrdine Nuovo en su segunda etapa (ya plenamente comunista), una funcin especial dentro del cuadro general de la actividad del partido, sostiene que:

    Para ayudar a las escuelas del partido en su trabajo nos proponemos publicar toda una serie de opsculos y algn libro. Entre los opsculos prevemos: 1ero. exposiciones elementales del marxismo; 2do. una exposicin de la consigna del gobierno obrero y campesino aplicada a Italia; 3ero. un pequeo manual de propagandista, que contenga los datos esenciales de la vida econmica y poltica italiana, sobre los partidos polticos italianos, etc., o sea, los materiales indispensables para la propaganda de detalle, hecha con ocasin de la lectura en comn de los peridicos burgueses (2000).

    La correspondencia entre la ideologa que emanaba desde las pginas de LOrdine Nuovo y la experiencia de organizacin de los Consejos haba visibilizado la necesidad de un emprendimiento editorialista, en el sentido que da a este trmino Fernanda Beigel y que

    consiste en el agrupamiento de los esfuerzos comunes por trascender las fronteras del periodismo tradicional, las tareas de difusin cultural, la generacin de publicaciones las

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    nuevas corrientes artsticas, filosficas y cientficas de la escena nacional e internacional a bajo costo, concurriendo en un proyecto colectivo que excediera la forma tradicional de circulacin de las ideas, y que considerara la actividad y la promocin cultural como medios de lucha contra la estructura ideolgica erigida por la clase dominante. Resume Beigel que:

    [] LOrdine Nuovo coincida con el perfil de un emprendimiento editorialista, por cuanto formaba parte de un proyecto mayor, tendiente a publicar cuadernos educativos y opsculos, realizar traducciones, editar libros y un rgano capaz de articular distintas expresiones de la vida poltica y cultural. Desde su nacimiento, el semanario tena aspiraciones de trascender las fronteras del periodismo tradicional. Entre las distintas modalidades de editorialismo que se dieron durante los aos [veinte] en Europa, el editorialismo ordinovista comparta con la mayora de ellas la tarea de difusora cultural, actividad que se realizaba mediante la publicacin de las ltimas tendencias artsticas, filosficas y polticas (2006: 108).

    El trabajo de Beigel acierta en reconocer la coincidencia entre los criterios editoriales de LOrdine Nuovo y los que fueron expuestos por Maritegui respecto de la revista Amauta: en ambos se describe un modo de funcionamiento orgnico y centrado en el ejercicio de exposicin polmica de una idea o hiptesis, y en la evaluacin de esta idea en funcin de su correspondencia con los hechos. Es decir, la gravitacin de la revista debe entenderse como posibilidad de apertura para debates que han sido clausurados en otros espacios culturales, para encontrar en el examen y la discusin de la propia realidad nacional, y de

    los marcos tericos para entenderla, la unidad ideolgica no como una peticin de principios, sino como un resultado, un punto de llegada de la confrontacin de ideas. De aqu el carcter programtico de la empresa editorialista del ordinovismo y, como veremos en la seccin siguiente, del propio amautismo17.

    17

    Beigel reproduce un irnico escrito en que el equipo editorial de LOrdine Nuovo define este carcter, en junio de 1920: Cmo, el Orden Nuevo no es, por tanto, un convento de frailes que en coro comentan las sagradas verdades y con una seal del jefe bajan la mirada y digan amn? [] Hemos querido crear, y creamos, un organismo de cultura y de estudio. Hemos hasta ahora mantenido intacta esta caracterstica. Queremos, para el futuro, acentuarlo y no hacerlo desaparecer. Pero en un organismo de tales caractersticas, la discusin, la polmica interna, son aunque no lo parezca, inmanentes como una necesidad de vida. Recordemos los primeros tiempos, cuando el programa se vena trabajando en las discusiones que tomaban agilidad por la continua comunin con la vida. La unidad fue un resultado, fue un punto de llegada, no un punto de partida en el cual se quisiese permanecer, renunciando, no digo a la sinceridad, pero s a la exposicin plena de un pensamiento y a su correspondencia con los hechos (cit. en Beigel 2006: 110, cursivas nuestra). Esperamos que, con el transcurrir de este trabajo, vayan quedando en evidencia las coincidencias sustanciales de esta idea con el proyecto mariateguiano.

  • 31

    Compartimos las conclusiones en que Beigel seala que, si bien existen ciertas correspondencias entre el discurso mariateguiano y el propiamente gramsciano (para no hablar de las correspondencias biogrficas, ampliamente expuestas por los comentaristas de ambos autores), stas merecen ser analizadas de modo historicista, teniendo en cuenta que el Gramsci que conocemos hoy (y que se hiciera universal luego de su muerte) no es el Gramsci que conoci, o ley, o del cual oy Maritegui durante su estada en Italia. Los aspectos comunes que pueden encontrarse en ambos escritores deben ser considerados en virtud de su similar formacin cultural (haber compartido campos de reflexiones que incluyeron a Croce, Gentile, Lenin, Sorel, Labriola y Bujarin entre otros), y que sobre todo se encuentran enraizados a una forma de praxis poltico-cultural en que sus particulares

    trayectorias llegaron a confluir. Acertadamente, Beigel termina por decir que slo cabe habar de una influencia ordinovista y no propiamente gramsciana en Maritegui (2006: 107).

    La vida y la obra de Piero Gobetti (1901-1926) constituye una referencia permanente en la produccin mariateguiana, que no solo no tiende a desaparecer sino que se hace ms explcita (y nos atrevemos a decir, prolfica) desde los Siete ensayos en adelante18. Si bien es cierto lo que dice Robert Pars cuando seala que Maritegui no cometi la ingenuidad de considerar a Gobetti un socialista encubierto (como aduca la propaganda fascista), sino que lo considera parte de las corrientes del liberalismo consecuente y radical,

    representando una reaccin al fascismo a travs de la revista La Rivoluzione Liberale (1922-1925)19, tambin lo es que el Amauta ley la progresin de la obra gobettiana como una trayectoria de maduracin hacia los temas ms importantes formulados por el

    18

    Mientras que el italiano es citado en los Siete ensayos, luego de eso y en plena jornada socialista de la revista aparecen los Tres ensayos Gobetti en el N 24 de Amauta (junio de 1929), mientras que al mes siguiente se publicarn en Mundial tres artculos de Maritegui que constituyen verdaderas indicaciones al estudio de la obra gobbetiana. Los tres artculos seran recogidos en El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy (Maritegui 1987b). 19

    Dice Paris que En la obra de Gobetti, Maritegui no ve pues en absoluto una variedad cualquiera de marxismo o de comunismo ms o menos disfrazado, sino simplemente lo que el gobettismo ha pretendido ser: un liberalismo que se ha renovado, por cierto, en contacto con las nuevas estructuras del capitalismo italiano y de la experiencia del proletariado turins, pero que sigue situndose en la prolongacin de ese liberalismo del que Croce ha representado su expresin filosfica (y, a veces, poltica) (1981: 159).

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    materialismo histrico. Por esto, una revisin del programa de la revista puede ofrecer luces sobre la influencia que ejerci en el proyecto Amauta.

    Por Fernanda Beigel podemos saber que el diagnstico gobettiano y, en trminos generales, del liberalismo radical bajo la experiencia del fascismo en Italia, concluye que el principal problema italiano haba residido en la ausencia histrica de un factor social consistente que permitiera la unificacin nacional. Este diagnstico constituye uno de los grandes aportes de Gobetti, quien en virtud de aquella observacin organiz y ofreci la revista La Rivoluzione Liberale como tribuna para acceder al estudio de este y otros problemas, y centrando la mirada en las ausencias de las clases dominantes y dirigentes para

    resolverlos. Para Gobetti, son estos grupos dirigentes los que no han sido capaces de realizar la promesa liberal de revolucionar las formas del poder tradicionales; en ese sentido

    escribira que el advenimiento del fascismo comprende la autobiografa de la nacin, por cuanto su victoria exige repensar el proceso de formacin de la nacionalidad (Paris 1981: 168-169). Maritegui lleg a estudiar cuatro de los volmenes de la obra del italiano y sobre todo Risorgimento senza eroi (El Resurgimiento sin hroes), libro donde se plantea que los hroes del risorgimento (esto es, el modo tradicional de narrar la historia en base a las hazaas de personajes centrales) de la historia oficial tienden a ocultar el factor transversal que atraviesa: la promesa de la unidad nacional ha sido, en todas las pocas, abandonada por las clases dirigentes propiamente modernas, quienes terminan cediendo ante los intereses de los terratenientes del Sur.

    En Gobetti tambin haban calado hondo las experiencias de los consejos de fbrica en Turn, lo que determinara que en su particular concepto de democracia en pugna directa con las ideas y concepciones fascistasla lucha de clases adquiera una dimensin de

    importancia en el programa de integracin del pueblo (y no slo de una elite) a la actividad del Estado. Los consejos de fbrica haban mostrado una veta alternativa a la de la burguesa para la formacin de una nueva clase poltica, pero la debilidad de su fuerza, de modo similar a la debilidad de la burguesa en pocas anteriores, dara forma al intersticio que permite la emergencia del fascismo, es decir, de la restauracin de la divisin/complemento entre el Norte industrial y el Sur agrario. El conjunto de estos

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    exmenes llevan a Gobetti a considerar que el ncleo del programa de La Rivoluzione Liberale fuera la formacin de una nueva clase poltica (Beigel, 2006: 120). Por su parte, Maritegui sealara aos ms tarde que Gobetti era un verdadero crociano de izquierda, al entender que el presente es tambin historia y que la suya estaba destinada a ser una generacin de historiadores, abocados a comprender las lagunas histricas de los dirigentes italianos que se haban mostrado liberales.

    Fernanda Beigel precisa que a travs de las discusiones propiciadas por La Rivoluzione Liberale, Gobetti y sus colaboradores20 intentaban cumplir con dos objetivos: uno terico y orientado al estudio de los principales exponentes del liberalismo en la historia italiana

    (desde Maquiavelo en adelante), y tambin operar una funcin prctica, dirigida hacia la penetracin de estas ideas en un sector social amplio, por la va de su debate y promocin

    en los medios periodsticos, los que venan en un franco proceso de fascistizacin de sus orientaciones. Esta segunda tarea se cumplira, en el plan gobettiano, fundamentalmente a travs de la formacin de grupos de amigos de La Rivoluzione Liberale en las principales ciudades de Italia. Las dos funciones, unidas y coordinadas, seran de este modo el aporte de La Rivoluzione Liberale al proyecto de formacin de una nueva clase dirigente para Italia, que por fin adscribira verdaderamente a la ideologa liberal y que lograra, en consecuencia, transformar el orden poltico y moral en sentido moderno y libertario. En este esfuerzo, la actividad editorial de Gobetti (al igual que la de LOrdine Nuovo) no se qued en sostener una revista sino que se organiz alrededor de una empresa editorial, la que combin de manera exitosa la gestin cultural y el orden administrativo y comercial.

    En palabras de Beigel, Gobetti puso en tela de juicio el concepto de cultura, tan comnmente asociado a la erudicin, y ubic el lugar del editor en la tarea de sistematizacin de una organizacin espiritual determinada, aadiendo, a modo de sntesis

    entre la influencia de Gobetti y del ordinovismo en Maritegui, que [tambin] Gramsci pareca estar pensando en la figura de un director de peridico que defina la lnea editorial,

    mediante artculos que deban ser capaces de resumir los aspectos ms generales de la

    20

    Entre ellos, podemos mencionar a Ubaldo Formentini, Balbino Giuliano, Guido de Ruggiero, Rodolfo Mondolfo y Luigi Enaudi; esto es, toda una camada de intelectuales liberales y de orientacin socializante, asiduos adems a los principales problemas del marxismo sin ser marxistas muchos de ellos.

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    realidad (2006: 129), y cuyo principal objetivo consista en promover la democratizacin cultural, sin que esto implicara abandonar la perspectiva crtica y clasista que dirige tal

    proyecto histrico.

    * * *

    La estada europea de Maritegui, entonces, no slo le ofrecer posibilidades de precisar un mtodo de observacin histrico acerca de su propia realidad social y un corpus doctrinario y de discusiones acorde a dicho objetivo analtico el marxismo; junto a ste, concurrieron en su formacin diversas corrientes intelectuales, artsticas y culturales del perodo de

    vanguardia que bulla la Europa de la post-guerra, y que adems iban extendiendo rpidamente su impulso iconoclasta, crtico y a momentos revolucionario a otras latitudes.

    Como veremos, Maritegui no abandonara hasta su muerte el estudio, el registro y la difusin de los principales exponentes culturales de Occidente, y nos atrevemos a proponer que estos exmenes contribuyeron de modo importante en la clarificacin de su propio proyecto editorial, y en la propia revista Amauta. Si nos guiamos por el panorama mvil que el peruano registrara dando cuenta de estas influencias, a los aprendizajes ordinovistas, gobettianos, lunatcharskianos o barbusseanos, se deben sumar los aportes de Ortega y Gasset y la Revista de Occidente, de Unamuno y el proyecto editorial Calpe, de la revista Der Sturm dirigida por Herwart Walden en Berln, entre otros emprendimientos

    editorialistas del viejo continente. Por esta razn, el examen de las corrientes culturales de la vanguardia europea no constituye un simple repaso a modo de crnica, que responda a

    una suerte de continnum reflexivo pre-nacional en Maritegui, sino que se fueron consolidando en el tiempo como referencias permanentes que el peruano utiliz en el propio proceso de formacin y de consolidacin de la vanguardia peruana.

    2. Autonomizacin y vanguardismo poltico-cultural en el Per de los aos veinte.

    El campo cultural peruano se encontraba, a comienzos del siglo XX, bajo la direccin del pacto oligrquico dominante en el Per, denominado civilismo por su origen en el Partido Civil fundado en 1871 bajo el mando de Manuel Pardo y que haba conducido

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    prcticamente sin contrapeso la poltica del pas desde la llegada a la presidencia de Nicols de Pirola en 1895, y hasta el golpe de Estado de Legua en 1919. No obstante, en las primeras dcadas del siglo se hace visible una presencia creciente, cuantitativa y cualitativa, de nuevos grupos sociales en la vida cultural del pas, representada en la escena cultural por nuevas capas medias que seran a la postre los principales agentes del conflictivo proceso de autonomizacin cultural en las principales ciudades del Per, motivando con ello la desestructuracin de los anteriores espacios y lgicas de produccin y circulacin cultural y promoviendo instancias alternativas capaces de reemplazarlas. El primero y tal vez el ms significativo levantamiento de estos sectores se produjo en el mbito educacional, y tuvo su momento clmine con los sucesos de la Reforma Universitaria.

    Tomamos el concepto de campo cultural, propuesto por el socilogo Pierre Bourdieu, para

    aludir a un espacio social integrado por agentes cuyas prcticas poseen cierto grado de especificidad respecto de otras prcticas sociales. Campo es un trmino que el francs toma prestado de las ciencias fsicas, y que nos remite a las ideas de magnetismo y gravitacin, pero que llevado al anlisis propio de las ciencias sociales hace referencia a sistemas de fuerzas (sociales) que precipitan relaciones (sociales). Las ideas de magnetismo y gravitacin ilustran la capacidad del campo para acercar e incorporar a su dominio especfico algunas prcticas y relaciones sociales que son similares entre s, de modo que el concepto busca hacerse cargo de la heterogeneidad de espacios sociales que emergen en las

    sociedades modernas a la luz de lo cual las prcticas sociales pueden ser distinguidas segn una multiplicidad de aspectos como espacio, disposicin, distancia o recursos, todas ideas que refuerzan el carcter topo-lgico del concepto21. La emergencia de campos, para la sociologa de Bourdieu, se encuentra asociada a una autonomizacin relativa de los espacios sociales que acogen estas prcticas diferenciadas, en tanto la tendencia hacia la

    diferenciacin y especializacin constituye una caracterstica de la modernizacin social. De esta constatacin se desprende, por lo dems, un criterio metodolgico respecto de la

    diferenciacin analtica entre prcticas especficas y distinguibles dentro del conjunto de prcticas sociales, que operan en la sociedad con alguna funcin dominante y que puede

    21

    Vanse Pierre Bourdieu (1987a) y Omar Aguilar (2003: 82ss)

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    bien verse guiada por motivos utilitarios, de costumbre, racionales, o bien verse orientada a producir bienes, efectos y significaciones propiamente culturales); en trminos de Bourdieu, con la nocin de campo, tenemos el medio de captar la particularidad en la generalidad, la generalidad en la particularidad (1987a: 144).

    El concepto de campo cultural incorpora el conjunto de prcticas y de objetos, de fenmenos y de procesos, que cumplen una funcin cultural epistmica, tica, esttica, permitiendo considerar que estas funciones pueden ser, en algunas de estas prcticas, dominantes (como en el arte, la ciencia, la filosofa moral o el derecho), coexistir con otras funciones sociales, o bien subordinarse a prcticas de tipo utilitario, vinculadas con los

    campos regulados por criterios y objetivos econmicos o polticos22. Cada campo se distingue por cuanto posee un capital especfico, y as el capital cultural (propio del campo cultural) se presenta bajo tres formas o estados: un estado incorporado, ligado al cuerpo, por ejemplo, la disposicin y el uso de la lengua materna, y en general el capital cultural en el que herencia y aprendizaje resultan indistinguibles en la prctica; un estado objetivado, material y transmisible en su materialidad, que son los productos culturales como libros, pinturas, revistas, discos, etctera, as como los sistemas materiales de significacin y de clasificacin como la ciencia, los sistemas legales y morales, las lenguas no maternas, etc.; y un estado institucionalizado, es decir, que posee una garanta jurdica dentro del campo cultural, y que corresponde al conjunto de certificaciones de competencias culturales, fundamentalmente en el mbito de la educacin formal (Bourdieu 1987b).

    Asimismo, las prcticas culturales poseen funciones especficas: la produccin de objetos culturales, bienes simblicos o materiales, de conocimiento y/o reconocimiento social, que

    pueden ser organizados ideolgicamente o no, y que en un campo relativamente autonomizado pueden orientarse hacia la satisfaccin de criterios epistemolgicos, ticos o

    estticos del desarrollo del conocimiento humano (de la cultura, en este sentido), en una medida que se encuentra determinada en ltima instancia por la(s) ideologa(s) 22

    Ampliamos, de este modo, la propuesta conceptual realizada por Adolfo Snchez Vzquez para definir la esttica (2003a: 96).

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    dominante(s), esto es, por el criterio histrico dominante de racionalidad en sentido de Gramsci. Esto resulta relevante pues las luchas que los agentes ofrecen en un campo

    cultural histricamente situado, se ven de este modo determinadas por las propias formas predominantes del capital cultural, es decir, por el patrimonio cultural y artstico que se considera legtimo en una sociedad dada; y por este motivo las presiones ejercidas por nuevos agentes hacia la modificacin de los lmites y grados de autonoma de la cultura, necesitan orientarse tambin hacia la disputa de los criterios de legitimidad que validan las diversas prcticas culturales como formas socialmente aceptadas del conocimiento humano.

    La categora de campo entonces nos permite observar que la esfera cultural peruana de

    comienzos de siglo XX se encuentra guiada por una tendencia hacia su autonomizacin relativa, esto es, hacia su desprendimiento de la anterior dependencia que mantena con la

    clase dirigente y con las formas de dominacin poltica de la oligarqua. En este sentido, Juan Garagurevich (1991) seala la correspondencia entre el surgimiento de los sectores medios y las transformaciones de las pautas de estratificacin social, producidas por el crecimiento del comercio y del intercambio capitalista; a la vez que Renato Ortiz recuerda que el concepto de cultura de masas comienza a ser utilizado en esta poca para dar cuenta del desplazamiento de los lmites establecidos entre la alta cultura y la cultura plebeya o popular, y por lo tanto hace referencia al proceso de reorganizacin del campo cultural en que se describe la separacin entre la organizacin de la cultura y la vida de los

    que la utilizan (2001: 104). Con todo, el Per de los aos veinte y en pleno proceso de incorporacin a la rbita del imperialismo norteamericano conformara un importante

    escenario de proliferacin de medios culturales, de nuevo cuo en cuanto a sus orientaciones, su alcance, a los agentes que los impulsan y a la diversificacin ideolgica que comportan23.

    23

    Javier Esteinou dice que: Debemos entender que los aparatos de difusin de masas irrumpen en la historia, a partir del momento en que el modelo de acumulacin del capital imperialista requiere ampliar su fase de circulacin para alcanzar nuevos y ms fluidos mercados que le representen, por una parte, una rpida valorizacin de su plusvala; y por otro, una mayor concentracin de capital (cit. en Garagurevich 1991: 111).

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    En su ya clsico trabajo La ciudad letrada (2004), ngel Rama sostiene que el crecimiento de un sector terciario directamente vinculado a la actividad exportadora y comercial

    vinculada a los centros industriales, constituye el rasgo caracterstico de la urbanizacin y masificacin cultural experimentada por Amrica Latina en aquellos aos; este crecimiento del sector de servicios vendra a ser el detonante de la promocin de tres reas que terminarn por incorporar a numerosos agentes intelectuales pertenecientes a estas nuevas

    capas medias: la educacin, el periodismo y la diplomacia, lo que en la perspectiva de Rama determina que:

    [] la letra apareci[era] como la palanca del ascenso social, de la respetabilidad pblica y de la incorporacin a los centros de poder; pero tambin, en un grado que no haba sido conocido por la historia secular del continente, de una relativa autonoma respecto de ellos, sostenida por la pluralidad de centros econmicos que generaba la sociedad burguesa en desarrollo (2004: 103).

    De este modo, el proceso de autonomizacin del campo cultural peruano agrup

    progresivamente a nuevos agentes culturales, quienes presionan por ampliar y democratizar la cultura a travs de estrategias diversas pero complementarias en muchos sentidos. La

    crtica cultural y literaria ha hecho corriente ubicar en la generacin del modernismo literario, con Rubn Daro y Jos Mart a la cabeza, el primer impulso generacional de crtica y de autonomizacin, pero es recin con la Reforma Universitaria que los nuevos sectores medios conformarn parte de una generalizada voluntad anti-oligrquica, lo que llev a muchos artistas e intelectuales a buscar una ruptura radical con las tradicionales concepciones elitistas acerca de la cultura. Esta tendencia se ve reconocida por el mismo Rama cuando dice que efectivamente, comenz a manifestarse desde fines del siglo XIX una disidencia dentro de la ciudad letrada que configur un pensamiento crtico (2004: 106).

    Podemos utilizar, para clarificar este punto, los conceptos de modernismo y vanguardismo ofrecidos por Williams (1997) y que revisamos anteriormente, siempre y cuando tengamos en cuenta las diferencias que las experiencias latinoamericanas tuvieron respecto de las corrientes europeas. Sin embargo, poner en evidencia estas diferencias no significa asumir que no existieran movimientos con impulsos, intereses y concepciones similares en ambos

    continentes, sino al contrario: nos pone sobre aviso acerca de los riesgos que conlleva

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    identificar las prcticas vanguardistas tomando como referente unilateral sus expresiones europeas. A este respecto, Fernando Alegra seala que la principal diferencia entre ambas

    result ser que las vanguardias latinoamericanas no devinieron escuelas seculares (el trmino es de Adorno), es decir, nunca se establecen como ismo (1986: 63); lo que a su vez a nosotros nos parece consecuencia de un distinto grado de autonomizacin del campo cultural, que de un lado del Atlntico posibilit la constitucin de escuelas y la formalizacin (incluso la institucionalizacin) de procedimientos y formas estticas, mientras que en el otro el nuestro recin apareca como forma embrionaria de aquellas bsquedas y del descontento cultural que portaban. Hugo Verani, resumiendo el punto, seala que:

    La confluencia de los vanguardismos europeos con el medio cultural latinoamericano produce una literatura con caracteres diferenciados no un simple reflejo de corrientes ajenas y trasplantadas y debe estudiarse dentro del proceso literario latinoamericano, establecindose, como dice Nelson Osorio, las particularidades que le dan un rostro propio y lo naturalizan culturalmente en Hispanoamrica, aquello que le da propiedad como hecho integrante de nuestra realidad y su evolucin (1995: 11).

    En el trabajo de Verani se establece tambin que durante la dcada del veinte el florecimiento de los ismos fue ms vasto de lo que usualmente se reconoce y respondi a particularidades propias de la realidad latinoamericana (1995: 11). Las corrientes de vanguardia tuvieron como principal caracterstica el hecho de haber operado una doble crtica en el escenario de la crisis cultural de aquellos aos: 1) una crtica al concepto orgnico de belleza, y 2) una crtica a la oposicin estanca entre realidad y ficcin. Ambas criticas estaban orientadas, en lo fundamental, a la esttica realista dominante del panorama cultural burgus de los siglos XVIII y XIX, promoviendo como alternativa una renovacin

    esttica fundada en la capacidad de los nuevos agentes culturales para conjugar la creacin de un nuevo mundo con la nueva sensibilidad generacional. Pues bien, la delimitacin del perodo de las vanguardias latinoamericanas hubo de elaborar estas inquietudes en la

    forma de Manifiestos: en 1914 Vicente Huidobro ofrece la conferencia-manifiesto Non Serviam, mientras que en 1935 Diego Rivera, Len Trotsky y Andr Bretn difundirn el Manifiesto por un arte independiente. Vicky Unruh (1989) dice, respecto de este puto, que el carcter vanguardista de las corrientes difundidas en la revista Amauta (las que llegaran a conformar/confirmar el propio criterio esttico de Maritegui) se compona de dos

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    elementos centrales: un rechazo a las convenciones mimticas, buscando estrategias alternativas y ms autnticas para captar la realidad por la va de la experiencia primaria, y

    un ataque constante a la concepcin que propugna la autonoma del arte y su distanciamiento de la vida cotidiana.

    En resumen, el proceso de des-oligarquizacin impulsado por los nuevos agentes sociales de comienzos de siglo contribuy a sobredeterminar muchas de las prcticas rupturistas de las corrientes de vanguardia, y en consecuencia otro de los rasgos especficos de nuestras corrientes vanguardistas estriba en que su praxis socio-cultural se desarroll (con intensidad y grados de conciencia variables) en un espacio no reductivamente esteticista, sino que en un plano en que convergieron las tareas y las concepciones polticas y estticas. Estas corrientes operaron simblicamente desde la idea de nueva generacin, conformando un

    territorio de vanguardia que se visibiliz a travs de prcticas poltico-culturales colectivas, por lo cual Fernanda Beigel prefiere hablar, para el panorama latinoamericano, de un vanguardismo esttico-poltico (Beigel, 2006: 30)24. Nosotros, ampliando aquel sugerente concepto, preferiremos considerar estas corrientes como parte de un fenmeno de vanguardismo poltico-cultural, debido a que la reflexin que sostuvieron sus impulsores (y por las mismas caractersticas programticas relevadas en el trabajo de Beigel) fueron ms all de los lmites de la reflexin esttica o artsticas y asumieron, en sus versiones ms comprometidas, el desafo de reorganizar el conjunto de for