QUEREMOSTestimonios de violencia contra las mujeres en el Caribe Sur de Nicaragua

Vivas las

Coordinación:Mara Martínez Cruz, Global Communities

Investigación:Martha Flores

Fotografías:Margarita Montealegre Morales

Edición de texto:Tania Montenegro Rayo

Tratamiento digital fotográfico:Douglas López Toledo

Diseño gráfico:Marlon Pérez Armas • mapdesign@msn.com

Créditos

Esta publicación es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). El contenido de esta obra es responsabilidad exclusiva de Global Communities y no refleja necesariamente las opiniones de USAID o del Gobierno de los Estados Unidos.

A las vidas de Ena María, Fátima, Gioconda, Juana Marcelina, Jenery, Jessenia, Julia, Luz Marina, Marileth, Marling, Marlene, Melania, Paula, Petronila, Rosibel, Tatiana, Xiomara, Zayra... y de todas aquellas que también tenían sueños.

PresentaciónLa exposición fotográfica “Vivas nos queremos” • Testimonios de violencia contra las mujeres en el Caribe Sur de Nicaragua, presenta los rostros e historias de 18 mujeres víctimas de femicidio o de violencia letal entre el 2014 y el 2016 en la Región Autónoma Costa Caribe Sur, de acuerdo a los registros del monitoreo del sitio Voces contra la Violencia: www.voces.org.ni.

El lente de la fotoperiodista Margarita Montealegre y los testimonios recogidos por la activista Martha Flores, captan imágenes extraídas de los álbumes familiares, objetos personales y espacios, además de los rostros de personas cercanas que comparten sus recuerdos para describir cómo eran ellas, la forma en que murieron y si se ha hecho o no justicia.

Estos relatos visuales y testimoniales buscan contribuir a sensibilizar a nivel personal y colectivo sobre el impacto que tiene la violencia contra las mujeres en sus vidas y en la sociedad. Pero también a identificar esta violencia como un ejercicio de poder de los hombres como perpetradores directos, y de una sociedad que se basa en el estatus diferenciado que tienen los hombres sobre las mujeres, pero también unas etnias sobre otras, una clase social sobre la otra, las personas sin discapacidad sobre las que tienen discapacidad entre otros.

Esta violencia física, extrema y asesina es posible porque en la sociedad se ve como normal la violencia moral, ese conjunto de costumbres que ayudan a garantizar el mantenimiento del orden de género, como dice la antropóloga y feminista argentina Rita Segato1. Para ella, “la violencia moral es el más eficiente de los mecanismos de control social y de reproducción de las desigualdades”.

“Violencia moral es todo aquello que envuelve agresión emocional, aunque no sea ni consciente ni deliberada. Entran aquí la ridiculización, la coacción moral, la sospecha, la intimidación, la condenación de la sexualidad, la desvalorización cotidiana de la mujer como persona, de su personalidad y sus trazos psicológicos, de su cuerpo, de sus capacidades intelectuales, de su trabajo, de su valor moral. Y es importante enfatizar que este tipo de violencia puede muchas veces ocurrir sin ninguna agresión verbal, manifestándose exclusivamente con gestos, actitudes, miradas. La conducta opresiva es perpetrada en general por maridos, padres, hermanos, médicos, profesores, jefes o colegas de trabajo” (Rita Segato).

El femicidio es el último eslabón de una larga cadena de violencia en su versión más extrema, porque acaba con la vida. Pero también afecta la vida de sus familias, ya que el dolor, el trauma y la ausencia palpitan en la memoria y en el corazón. Provoca orfandad, miedo, limitaciones económicas, soledad, sentimiendo de impunidad, como se desprende de los relatos aquí contados.

1 Segato, Rita (2003). “Las estructuras elementales de la violencia”.

Aquí se presenta la versión de la historia desde el lado de esas víctimas. Sus voces, muchas veces temblorosas, son un reclamo a las leyes, al actuar de las instituciones y a la indiferencia social frente a las violencias que arrebataron la vida de sus hijas, madres, hermanas, abuelas o esposas.

De estas mujeres, la mayoría murió a manos de sus exmaridos, parejas actuales y familiares cercanos. Otras a mano de desconocidos o vecinos que aspiraban a poseer sus bienes o propiedades. Tenían entre 18 y 80 años, la mayoría de ellas fueron madres a muy temprana edad. Sus historias son un muestrario de agresiones que cada día atraviesan la vida de muchas mujeres.

Esta exposición les pone rostro a las cifras, esas que no necesariamente están recogidas en las estadísticas oficiales. Justamente por eso, para dimensionar y conocer a profundidad esta realidad que violenta y arrebata vidas cada año, es que las organizaciones de mujeres monitorean y dan seguimiento a las situaciones de violencia.

Este es un homenaje a esas mujeres que ya no están, pero que siempre serán recordadas. También es un llamado a la acción colectiva y comunitaria, porque el femicidio y otras formas letales de violencia requieren para su eliminación de la toma de conciencia de esa violencia moral que reproducimos como sociedad en las familias, en la escuela, en el trabajo, en las calles… para no ser parte de esa violencia hay que actuar frente a ella.

Estos testimonios son una fuerte motivación para seguir trabajando junto a las organizaciones socias en la sensibilización sobre la violencia contra las mujeres y por una sociedad más igualitaria y equitativa. Han sido partícipes activos en ese ideal el Centro de Estudios e Información de la Mujer Multiétnica de la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (CEIMM-URACCAN) en alianza con Católicas por el Derecho a Decidir, el Movimiento Auto-convocado Pro Derechos Humanos de las Mujeres, la Asociación Mujeres Jóvenes Luchadoras (AMJOLU), el Observatorio de Derechos Humanos y Autonómicos de la Bluefields Indian & Caribbean University (ODHA-BICU), la Red de Mujeres Afro, la Federación de Organizaciones de Personas con Discapacidad (FECONORI), y Global Communities que tiene parte importante de su trabajo en la Región Autónoma Costa Caribe Sur.

Global Communities agradece a David Mendoza, Janeth Oporta y Jesús Salgado, periodistas de Río Blanco, Nueva Guinea y Bluefields, respectivamente, por su valiosa colaboración para identificar personas, sitios y datos claves durante la investigación.

Y por supuesto, gracias infinitas a cada hija, hermana, madre, familiar o vecino/a que compartió su relato con la esperanza de que se haga justicia y termine la violencia contra las mujeres.

Fátima, su esposo y su hijo, en una de sus últimas fotos.

La madre y hermanas de Fátima no se explican por qué el hijastro de Fátima la asesinó. “Ella tenía un gran corazón para él, caminaban juntos, lo quería como si fuera su hijo”, dice María Susana, su hermana.

“No nos quiten la vida”un rencor inexplicable

Fátima del Rosario Cerda Hernández era una mujer de campo muy activa, a quien le encantaban mucho las fincas, andar montada, ver el ganado. Sus cuatro hermanas la recuerdan como una mujer trabajadora “que se iba superando para tener sus cosas” y que también quería que todo mundo se superara. “Yo trabajo para que mis hijos vivan mejor, todos: mi familia, mis sobrinos, mi entenado”, decía Fátima, según cuenta su hermana María Susana.

De su primera relación tuvo una hija (16) que ya no vivía con ella, luego se casó con Levy Hernández y en 14 años de matrimonio tuvieron un niño (10 años) y una niña (16 meses). Llevaban dos años con una “vida feliz”, porque antes su marido tomaba mucho. También convivían con Norlan Junior

González (18 años), hijo de Levy de una relación anterior, quien antes vivía con su abuela pero requería más atención, por lo que Fátima no tuvo problemas en terminar de criarlo.

A sus 36 años ella tenía su propia finca situada al lado de la que compartía con su marido en Paiwas (RACCS). “Tenía muchos planes, muchas metas”, dice María Susana, y añade que iba a la finca de su mamá cada 15 días y no paraba haciendo cosas. “Hasta al entenado (hijastro) había dicho que quería irle a comprar una finca al lado de Siuna”, comenta.

El 30 de junio de 2016, Fátima salió en compañía de Norlan (en ese momento de 17 años) a visitar a su mamá y hermana en la finca de al lado. Él llevaba una escopeta por seguridad. “Ella tenía un gran corazón para él, caminaban juntos, lo quería como si fuera su hijo”, apunta María Susana.

También expresa que ese día estuvieron hablando de trabajos en la finca y hasta bromearon. “Fátima me dijo: Quiero ver un día prosperado para nosotros, que fuéramos alguien en la vida. Nos daba aliento para trabajar. Incluso bromeamos y estaba otro muchacho ahí diciendo que Norlan se casara con la hermana de él para que tuvieran todo y compartieran los bienes”.

Según cuentan sus familiares, Fátima decidió que regresaran a mediodía porque quería ir a ver a la niña. Aproximadamente dos horas más tarde, cuando pasaban por la finca Julio Oporta en la comarca Palsagua (Paiwas), Norlan iba detrás de ella y le disparó sin más por la espalda cerca del corazón. Luego huyó hacia Río Blanco y ahí lo capturó la Policía en casa de una tía.

Él confesó que la mató porque supuestamente lo maltrató cuando era niño. Por ser menor de edad en ese momento, a Norlan lo sentenciaron a seis años por el delito de femicidio.

Su madre, Susana Hernández, cuenta que su hija amaba el campo y le gustaba mucho montar a caballo.

Levy de 10 años con su hermanita Priscilla Raquel González Cerda, hijo e hija de Fátima y su esposo Levy González.

Fátima del Rosario Cerda Hernández EDAD: 36 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 30 de Junio 2016 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Finca Julio Oporta, municipio de Paiwas NOMBRE DEL

AGRESOR: Norlan Junior González de 18 años RELACIÓN

CON LA VÍCTIMA: Hijastro ESTADO LEGAL: Sentenciado a

6 años de cárcel por el delito de Femicidio

Sus familiares coinciden en no entender el motivo. “Venía con el entenado porque cuando uno confía en una persona, uno camina con él”, comenta Ángela, otra de sus hermanas. “Ella era buena persona con ese muchacho y nunca tuvo enemigos con nadie para que la matara de esa manera”, puntualiza.

Después que falleció, la familia de Fátima y el papá se turnan para tener a la niña y al niño, ambos quedaron muy afectados. “El niño me decía: Abráceme tía, yo quiero un abrazo, no puedo llorar yo”, relata María Susana.

Sus hermanas piden que no haya impunidad, ya que saben que la madre biológica de Norlan está pagando abogados para que lo saquen. Para ellas fue muy difícil aceptar una condena tan corta.

La madre de Fátima, Susana, es clara en su comentario final: “Que haya justicia con los matadores, violadores, que haya justicia para nosotras porque a veces los hombres quieren que los respetemos, pero ellos no nos respetan. El mensaje mío es que no maltraten el derecho de la mujer, que nos estimen mucho, que no nos quiten la vida”.

Fuente: Entrevista con Susana Hernández (madre), María Susana y Ángela Cerda Hernández (hermanas).

Melania Tórrez logró bachillerarse ya adulta, aquí junto a su madre el día de su promoción.

“Las mujeres del campo estamos desprotegidas”Mis abuelos me decían que mi mamá, Melania Tórrez Miranda (39 años), desde niña era buena alumna. Ella era la segunda de siete hermanos, era muy querida por sus padres, bien respetuosa y amante de las cosas religiosas.

Participaba en retiros espirituales de la Iglesia católica, era catequista, estaba en el coro y junto con mi padrastro eran cursillistas. Una mujer muy trabajadora, también fue promotora del Painin (Programa de Atención Integral a la Niñez Nicaragüense), en fin, mi mamita era muy querida por la gente.

Ella siempre nos aconsejó que estudiáramos, el sueño de mi madre era ir a la Universidad, porque cuando me tuvo a mí, apenas estaba en sexto grado de primaria. Pero logró bachillerarse cuando ya tenía a tres de sus cuatro hijos. También decía que talvez seguiría estudiando cuando el niño chiquito estuviera más grande. Me enseñó a leer y escribir sin haber entrado a preescolar, eso se lo debo a ella, ya cuando fui a primer grado ya sabía y me pasaron a segundo. También le gustaba la cocina, hacer nacatamales y hornear.

Silgian Tórrez, hija mayor de Melania, cuenta orgullosa lo esforzada y buena alumna que fue su madre quien se bachilleró el mismo día que su hijo.

Ella deseaba lo mejor para sus hijos (mi hermano y yo, y luego una niña y un niño de su segunda pareja). Conforme a sus posibilidades económicas nos sacó adelante. Yo soy licenciada en Administración de Empresas y mi hermano es ingeniero agrónomo, a mis hermanitos los dejó pequeños.

Como soñaba ver a la Nahomi entrar a la escuela, quería salir de la comunidad y poner una ventecita. Pensaba que la escuela quedaba muy largo y podía ser peligroso para la niña. Ella vivía en la finca El Aparejo en la comunidad Wanawana de Paiwas. Todo eso recuerdo de mi madrecita y también ese día tan duro que me tocó perderla.

Fue un martes 21 de abril del 2015. Ese día, como de costumbre, ella se levantó con su marido, pero él salió como a las ocho de la mañana porque iba a traer un maíz donde su papá. Ella quedó en la sala con la niña de cuatro y el niño de 18 meses, cuando llegaron personas desconocidas. Parece que era una banda de ladrones, como la finca estaba rodeada de árboles, pues nadie miró.

Como habían vendido un ganado en diciembre, los hombres llegaron a robarle (creyendo que había dinero), forcejearon con mi mamá, la torturaron trozándole un dedo, la garrotearon y le dispararon, hasta le metieron un trapo en la boca para que no gritara. Fue una muerte sufrida, y a la niña casi le hicieron lo mismo, porque casi la ahogaron y vomitaba sangre por todos lados.

Cuando su esposo regresó, se encontró a la niña casi inconsciente —la dieron por muerta— y medio logró decirle que habían llegado unos “hombres malos”. En eso el niño chiquito corrió a encontrarlo. Esa niña está viva por un milagro de Dios, más que todo para que el marido ni nosotros quedáramos tan desconsolados.

Al fin, él se fue a dejar a los niños a la casa vecina y encontró a mi mamá tirada afuera como debajo de un árbol, toda chollada y golpeada. Así de rápido, en un momentito, perdí a mi madre.

Después dimos aviso a la Policía y anduvieron investigando hasta con el Ejército, pero no prosiguió. Al no proceder, nos decían que buscáramos

testigos, pero la gente tenía miedo de hablar y nadie vio, sólo tenemos los niños de testigos. Mi padrastro dice que la Policía no hizo nada y lo deja en manos de Dios, porque todo lo que en esta tierra se hace, nadie se va sin pagar.

Al principio llevamos a la niña varias veces donde la sicóloga y ella no quiso hablar, si hacía dibujos se ponía a llorar, entonces ya no siguió, como ella había crecido en el campo era poca de palabra. Mis abuelos maternos y tías, con apoyo del papá que está bien pendiente, se encargan de los niños, la niña ya se va a promocionar de preescolar.

Yo quisiera que la Policía haga su trabajo, que por eso es que les pagan, y no dejen a tanta gente delincuente; que busquen cómo capturar a esas personas para que no sigan habiendo más delitos y muertes de mujeres. Si miran alguien extraño pasar, le avisen a la autoridad para ver si tal vez hacen algo. Yo les digo a todas las mujeres en el campo que estamos desprotegidas, que tengan cuidado, porque a mi casa llegaron hombres desconocidos y mataron a mi madre.

Fuente: Testimonio de Silgian Torres, hija de Melania Tórrez

Nahomi Benavides Tórrez (6 años), hija de Melania, fue testigo y además sobreviviente de la agresión brutal. Acaba de cumplir el

sueño de su madre de graduarse de preescolar.

Melania Torres Miranda EDAD: 39 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 21 de Abril de 2015 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Paiwas (Casa de habitación de la víctima) NOMBRE DEL

AGRESOR: Desconocido RELACIÓN CON LA VÍCTIMA:

Ninguna ESTADO LEGAL: IMPUNE - Todos prófugos de la

justicia.

Tiempos felices para Julia del Socorro Matus Sequeira y sus hijas.

“Que su muerte sirva de lucha para denunciar los femicidios’’Mi mamá se llamaba Julia del Socorro Matus Sequeira (31 años), era una persona muy humilde, trabajadora y alegre; una mujer valiente. Tuvo dos hijas del primer matrimonio y tres hijos del segundo. Con mi padrastro, Albertino Altamirano Medina, pusieron el hospedaje El Bálsamo, en Nueva Guinea, que estaba a nombre de ella.

Yo la recuerdo en todo momento, ella me llamaba mucho, porque yo vivía en Santo Tomás (Chontales). Ella se preocupaba por mí, a cada rato me decía que me quería mucho. Mi padrastro le daba mala vida. El problema es que él vivía en esos negocios de tragamonedas, todo lo que hacía en el hospedaje, él agarraba el dinero y lo iba a dejar ahí, y por eso eran las discusiones con mi mamá. Los hijos que vivían con ella aquí (Nueva Guinea) me cuentan que ellos peleaban bastante por eso.

Tenían más de seis meses en problemas, incluso ella había ido a traerlo una vez y él se enojó completamente. Cuando venían de regreso en el carro él le dijo: “Buscando cómo estrellar este carro estás, para que no me andés jodiendo nunca en mis tragamonedas”. Ella por miedo nunca quiso poner denuncia.

Pero ya la situación se complicó y tenían en venta el hospedaje. Ella le decía a mi padrastro que le diera su parte “para no seguir sufriendo como vivo”. A mí me decía: “Hija, cuando vendamos aquí, te voy a comprar una finca para que criemos chanchos y gallinas”.

El 20 de noviembre de 2015 estuvimos juntas en la vela de una hermana de ella en Juigalpa, a esa tía la velamos dos noches. Yo me despedí como a las tres de la tarde porque nos venimos en el mismo bus. Como a las 12 y media de la noche me llamaron para decirme que había fallecido.

Yo no lo podía creer, salí corriendo desesperada, sin maletas y sin nada, y agarré el primer bus para Nueva Guinea. Hubo un incendio en su cuarto y falleció quemada. Mi padrastro se opuso a que la llevaran a Medicina Legal, llamó a los dos hijos a la calle para convencerlos. Recuerdo que él decía: “Solo fue un incendio y ya”.

El comisionado me dijo que no la mandaron porque familiares de ella solo había dos en ese momento, pero cuando vinieron los otros hijos conseguimos un vehículo, si no, no se hubiera mandado. A él y a mi hermano se los llevaron presos, porque vieron muy raro que solo la cama donde estaba mi madre se había quemado.

El hermano mío no tuvo que ver nada con la muerte y su testimonio sirvió para castigar a este hombre. Él escuchó a su papá decirle a mi mamá: “Amor venís bien cansada, tomate estas dos pastillas (Bromazepam) para que te relajés”, y ella se las tomó.

Mi hermano le sobó las canillas a ella ahí en la sala, y al ratito estaba dormida, por lo que la despertó para que se fuera a su cuarto, incluso se acostó con todo y ropa. Ese hombre drogó a mi madre y esperó que se durmiera para prenderle fuego en su cuarto.

Los resultados del examen es que todo fue congestionado por combustible, su ropa estaba quemada con gasolina y salen signos de violencia, que fue golpeada y no hizo bulla por lo que estaba drogada. Fue una muerte provocada porque mi padrastro tenía llave de la casa y del cuarto de ella. Ni siquiera la pudimos velar porque cuando vino de Medicina Legal estaba descompuesta. La iglesia quedó adornada y todo. Al menos fue sentenciado a 25 años por el femicidio.

Yo brindo un consejo a todas las mujeres, que cuando los hombres las anden sentenciando no quedarnos calladas, ir a las leyes. Mi mamá, por no

haber ido a poner denuncia, mire lo que le pasó. Quiero que la muerte de mi madre sirva de lucha para denunciar todos esos casos de femicidios, para que ya no haya más mujeres maltratadas.

Fuente: Testimonio de Elieth Miranda Matus, hija de Julia Matus.

Julia Matus murió calcinada por un incendio que provocó su marido Albertino Altamirano, quien la drogó antes para que se no resistiera. Uno de los hijos de este matrimonio testificó que él vio cuando su padre le dio unas pastillas (Bromazepan) y ella cayó profundamente dormida. Luego intentó evitar que Medicina Legal se llevara el cuerpo para hacerle la autopsia. “Solo fue un incendio y ya”, argumentaba. Julia volvía del funeral de su hermana en Chontales.

Julia del Socorro Matus Sequeira EDAD: 31 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA

DEL FEMICIDIO: 20 de noviembre de 2015 LUGAR DEL

FEMICIDIO: Nueva Guinea, hospedaje El Bálsamo

NOMBRE DEL AGRESOR: Albertino Altamirano Medina

RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Esposo ESTADO LEGAL:

Sentenciado a 25 años de prisión por el delito de femicidio

Elieth Miranda Matus, una de las hijas de Julia Matus, muestra las pancartas con las que protestaron públicamente para que el femicida de su madre quedara preso. Y lo consiguieron: Albertino Altamirano fue sentenciado a 25 años por el femicidio.

Stephany Méndez Jirón, hija de Gioconda Jirón Oporta, sigue pidiendo justicia por la muerte de su madre.

“Pido justicia para mi madre’’ Mi madre, Gioconda Jirón Oporta (34 años), dedicaba su vida a su familia y al trabajo. Antes de venirse a Río Blanco vivió en Boaco donde tuvo dos negocios: primero de cuajadas y después una quesera. A mi madre le gustaba lo de finca, la naturaleza y la ganadería. Se crió en el campo junto a mis cinco tíos y mi abuelita.

Recuerdo que era una mujer bien tranquila, muy buena, cariñosa, servicial, amable, con todo el mundo hacía plática con aquel cariño a las personas. Su pasión por la música nos contagiaba, ella cantaba y cantaba, no importaba si estaba desafinada. Le gustaban Cuando me enamoro y Estoy loco por besar tus labios de Enrique Iglesias, además le gustaba la música ranchera, movida.

Ella era una mujer soñadora, muchas veces decía que antes de cumplir sus 40 años iba a tener su propia camioneta, una tienda de ropa… Por mucho tiempo estuvo con la idea de viajar a España para darnos una mejor vida a nosotros (dos hijas y un hijo). Ella le servía a la gente cuando podía. Nunca voy a olvidar sus consejos y regaños… tantas cosas que tengo en mi corazón.

También llevo en mi mente ese día en que la mataron. Fuel el domingo 31 de agosto del 2014 como a las 6 de la tarde. Mi mamá había comprado una propiedad en la comarca El Toro, municipio de Paiwas, a 1500 dólares la manzana, y un sábado le avisaron que unas personas

se habían metido en la finca. Al día siguiente su abogado, en lugar de acompañarla, la mandó a que fuera a desalojarlos asegurándole que no pasaba nada, que ella era la dueña.

Cuando llegó a la finca se encontró a ocho personas, entre hombres y mujeres, de la familia que había sido dueña hacía años (mi mamá era segunda dueña después que el viejito, papá de esa gente, la hubiera heredado y se hubiera vendido). Uno de los hombres la amenazó con pistola y por eso ella se fue a Ubú Norte a poner la denuncia a la Policía, pero no se pudo hacer nada porque era domingo y ese día en la madrugada fue la balacera de San Pedro del Norte.

Ella regresó a la finca y tuvo una discusión con las personas que estaban ahí. Le habían sacado a sus trabajadores y su ganado, ella volvió a meter el ganado y le dijo a esa gente que dejaran a sus trabajadores ahí, y que regresaría el lunes con su abogado y la Policía. Pero la otra gente se puso impulsiva y no quisieron, ella dio la vuelta al otro lado de la casa y cuando estaba abriendo un portón, uno de los hombres que estaba adentro de la casa, le disparó con una escopeta en el cuello.

Los mismos familiares estaban tomando videos y nosotros los conseguimos de prueba. Según sabemos es un pleito por la herencia, el viejito había heredado en vida a todos, pero solo a uno de los hermanos le dejó esa finca y ellos la quería reclamar como patrimonio familiar.

Lo que a mí me duele más es que fuimos a poner la denuncia a la Policía, pero no pasó nada, ante los medios mis tíos pidieron que la autoridad pusiera mano, que hicieran justicia pues, pero hasta la vez no han hecho nada.

Cuando llegó Medicina Legal ya estaba preparada en el ataúd y no quisieron ahí nomás (hacer la autopsia) porque dijeron que estaba bien arreglada, bien bonita… y luego hasta seis meses después sacaron el

La hija menor de Gioconda vive con su hermana Stephany en Río Blanco, su hermanito vive con un tío.

cuerpo de mi madre del cementerio, sacaron la bala que estaba dentro de su cuerpo, y como que no les importó, porque no capturaron al hombre que la mató, aun mostrando los videos de prueba.

Después ellos (la familia invasora) vendieron las casas donde vivían en El Toro y nos han pasado informaciones que unos están al lado de Rosita, otras están aquí nomás (Río Blanco) y el resto anda huyendo. La Policía retuvo a una hermana del matador pero salió ahí nomás.

Necesitamos apoyo de la autoridad, que sí se haga justicia, que vean y entiendan que no fue cualquier objeto que murió, fue una persona, un ser humano que tenía corazón, pensaba... Tenía un futuro por delante mi madre, una mujer joven de 34 años falleció y todavía nosotros la necesitábamos que ella conviviera con nosotros, que nos viera crecer, vernos nuestro futuro… pero lamentablemente le quitaron la vida.

Yo he permanecido con mi hermanita desde que falleció mi mama, legalmente quedamos bajo responsabilidad de mi abuelita, ahorita estamos con una empleada y la esposa de uno de mis tíos. A mi otro hermanito se lo llevó un tío. Llegué hasta cuarto año. Yo no pude desahogarme cuando pasó lo de mi mamá, he tenido muchas dificultades, lo que pasa es que uno disimula, se reserva, nadie sabe si en tu cuarto llorás, ves fotos, nadie, solamente yo y ya.

Fuente: Testimonio de Stephany Méndez Jirón, hija de Gioconda Jirón.

Gioconda Jirón Oporta EDAD: 34 años ESTADO CIVIL: Soltera FECHA DEL

FEMICIDIO: 31 de Agosto del 2014 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Paiwas, comarca El Toro NOMBRE DEL AGRESOR: 8

hombres, desconocidos ESTADO LEGAL: Impune

Gioconda Jirón Oporta junto con su hija menor en una foto del álbum familiar. Su familia reclama que las autoridades no actuaron debidamente, porque realizaron la autopsia para extraer la bala hasta seis meses después de fallecida y de nada sirvió porque el caso sigue estancado.

“Mi madre lo aguantó 20 años”Mi mamá, Sayra Sofía Fonseca Bravo, originaria de Nueva Guinea, fue una mujer alegre, como madre fue ejemplar. Nunca nos faltó nada: ni comida, ni consejos. Fue mi mejor amiga y para mis hermanos (16 y 14) ella lo era todo.

Tenía 35 años y llevaba 20 con mi papá (Francisco Javier Martínez Suárez), pero ella sufrió mucho maltrato. Él no era vicioso, el único defecto es que era mujeriego. Ya era costumbre y normal para nosotros escuchar en los pleitos que mi papa le decía: “Vas a ver infeliz te voy matar”, cuando ella le reclamaba. Él solo era tratar a mi mamá de zorra y cosas horribles. Ella lo aguantó porque no tenía cómo mantenernos a mí y a mis dos hermanitos.

Incluso él tuvo dos niñas con otra mujer, que fue cuando se puso peor la violencia, por eso mi mamá se separó de él hacía dos años, aunque siguieron viviendo en la misma casa sin hablarse. El problema fue unos 15 días antes de la muerte de mi mamá. Ella acababa de iniciar una relación con otra persona y mi papá la escuchó hablando por teléfono.“Mirá perra hoy es tu ultimo día”, le dijo desbaratándole el teléfono y agarrándola del cuello para ahorcarla. Luego cuando él iba agarrar el cuchillo, ella se soltó y se fue donde unos vecinos de donde me llamó llorando. A partir de ese momento las cosas empeoraron. Pasó el viernes, sábado y domingo, y mi papá solo era escuchar música alta en un equipo y sin hablarle a nadie.

Seylin Martínez, hija de Sayra Sofía Fonseca Bravo, cuenta que su madre era una mujer alegre de 35 años, que llevaba dos años separada de su padre, Francisco Javier Martínez Suárez, con quien había vivido 20 años de maltrato. Darse cuenta que iniciaba otra relación fue el detonante para planificar su muerte en alianza con su hermano Anselmo en Nueva Guinea.

Sayra Sofía y su papá, aunque su nombre real es Soyra ella era conocida como Sayra.

Aún tengo en la mente que la noche del domingo mi mamá se puso a aconsejarnos —como si fuera la última vez. El día anterior mi mamá se había ido a ver a una tía a la Fonseca (colonia) donde pasó escuchando himnos y alabanzas. Mi papá aprovechó que todos habíamos salido para terminar de dañar la cerradura del cuarto de ella. Aunque yo dormía con ella, esa noche me dijo que dormiría sola. Cuando salí del cuarto me percaté que la cerradura estaba dañada y lo comenté con mi mamá, que me dijo que la arreglaría al día siguiente.

El 24 de agosto de 2015, mis hermanitos dicen que ellos escucharon cuando en la madrugada mi papá abrió y los dejó enllavados, y salió supuestamente para buscar gasolina para su moto porque iba para la finca. En realidad, le abrió a su hermano, mi tío Anselmo, que entró al cuarto de mi mamá y le disparó. Yo tuve un sueño pesado y me desperté cuando la escuché decir: “Javier no me matés”. Fueron ocho balazos. Mi papá ya no estaba en la casa, pero él había planeado todo.

Cuando yo me levanté, el cuerpo no me respondía de los nervios, y cuando logro salir, ella estaba toda ensangrentada. Yo empecé a gritar y ya salieron los vecinos. La llevé al hospital y murió a las dos del día siguiente. Los doctores me decían: “Su madre luchó por la vida, fue una mujer muy valiente”.

A veces creo que fue un sueño, una historia, un cuento… porque las cosas pasaron tan rápido. Gracias a Dios, a ellos los lograron capturar, por medio del testimonio de los vecinos y de mis hermanitos, porque ellos vieron cuando mi papá y mi tío salieron de la casa. Un vecino describió la ropa del hombre que salió corriendo y era la misma que andaba mi tío cuando lo agarraron horas después.

Durante el juicio fue duro porque él (papá) le ofreció medio millón de córdobas al juez y una finca a los fiscales, incluso compró a mis abogados y al final la fiscal tuvo que representarme. Por eso organizamos una marcha por la calle central de Nueva Guinea e invitamos a los medios para que nos acompañaran en el juzgado. No me puedo quejar, recibimos apoyo de las instituciones y de todo mundo. La Policía informó que uno era el autor material, y el otro, el intelectual. Los castigaron con 30 años por femicidio y asesinato.

Todo fue tan duro porque acusaron a mi papá, el que me dio la vida, pero había matado a mi mamá. Es algo difícil, porque no crea, una parte mi mamá y otra parte mi papá, fue algo duro. Solo Dios me ha dado esa fortaleza y me ha mantenido firme. Hay momentos que me he sentido como loca, vivo tan sola, no tengo apoyo de mis abuelos ni de ninguna tía que me venga a dar un consejo. Es duro quedar sin madre de la noche a la mañana y una tragedia tan grande.

De ahí la vida se nos ha venido tan duro y difícil porque me ha tocado la responsabilidad de cuidar a mis hermanos y buscar cómo mantenerlos. Eso sí, todos estamos estudiando, ellos en 5to grado y 2do año, y yo, Química y Farmacia. En la universidad me dieron media beca, y como alquilo cuatro cuartos, con eso pago la mensualidad y la comida.

Hay una pensión que mi abuelo paterno me pasa, pero es cuando ellos quieren, no es mes a mes, como él está de administrador de los bienes de él (papá), de la finca. Ahorita me la tiene retrasada tres meses, me pasa 6 mil córdobas.

Creo que no vale la pena aguantarle a un hombre. Ahora hay organizaciones para buscar ayuda. Yo entiendo que muchas tienen miedo, pero hay apoyo como mujer. Si hubiéramos buscado ayuda con mi madre esto no hubiera pasado, porque ella hubiera encontrado valor, lo hubiera corrido. Uno debe luchar por sus hijos, no hay que vivir con esa violencia, lo mejor es separarse.

Fuente: Testimonio de Seylin Martínez Fonseca, hija de Soyra Fonseca (mejor conocida como Sayra).

Sayra Sofía Fonseca Bravo EDAD: 35 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 24 de agosto 2015 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Nueva Guinea (Casa de habitación de la víctima)

NOMBRE DEL AGRESOR: Javier Martínez y Anselmo

Martínez RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Esposo y cuñado

respectivamente ESTADO LEGAL: Sentenciados a 30 años

de prisión por femicidio (esposo) y asesinato (cuñado)

Seylin Martínez lideró una marcha en Nueva Guinea para exigir justicia por la muerte de su madre, frente a las maniobras de la familia de su padre por “comprar” a jueces,

fiscales y hasta a su propio abogado.

La paliza que la justicia no vioPaula de la Cruz Romero Castillo, originaria de El Rama, tenía 46 años y apenas cinco meses de vivir con su pareja. Sus familiares la describen como una persona muy trabajadora que hacía y vendía comida, ya fuera en su casa o en el mercado: mondongo, nacatamales, chacalines.

Tuvo tres hijas y dos hijos que ya eran independientes. “Mi madre era muy trabajadora, para todo tenía tiempo, a ella no se le sentaban moscas, como dicen. Era buena, bien luchadora y a todos nos quería por igual”, cuenta su hija Lisseth.

Su hermana Norberta Castillo Romero fue una de las pocas familiares que atestiguaron el maltrato que recibía de su pareja. El 10 de octubre de 2016 acudió a verla al hospital al darse cuenta de una brutal golpiza que le afectó especialmente la cabeza.

Una mujer que había sido jefa de Paula presenció lo que calificó como una “discusión de pareja”. No era la primera vez, pero fue la última. Paula fue trasladada a un hospital capitalino y luego a otro en Juigalpa donde falleció.

Aunque el relato de los hechos tiene muchos vacíos, Norberta destaca la plática que tuvo con su hermana en la unidad de salud: “Antes de morir platicó conmigo, pues la vi toda golpeada y le dije: pipi ¡qué barbaridad! ¡Cómo andás de golpeada!, esos ojos ni se te miran de tan inflamados… y ella se puso a llorar cuando le dije eso”.

Paula de la Cruz Romero Castillo, originaria de El Rama, tenía 46 años cuando recibió una golpiza de su compañero el 10 de octubre de 2016.

Norberta narra que le siguió preguntando quién la había golpeado y que ella no le respondía porque su pareja estaba al lado. Cuando él se retiró ella le dijo: “Me tiene sentenciada este hombre, yo creo que voy a morir en manos de él porque dice que me va a matar. Ya me había puesto un cuchillo en las costillas y el otro golpe me lo pegó en el ojo”. Por eso Nolberta asegura que “él fue quien la mató”.

Las primeras declaraciones médicas confirmaron que ingresó al hospital con golpes en su cuerpo y señales de haber sido violentada, pero con el paso de los días esa versión cambió favoreciendo al femicida. La constancia de defunción del Instituto de Medicina Legal indica que la principal causa de muerte fue una neumonía bronco-respiratoria, con antecedentes de politraumatismo craneal y alcoholismo crónico.

Sus familiares destacan que las autoridades no mostraron interés en ampliar las investigaciones por razones morales, debido a los problemas de alcoholismo de Paula. Al no reconocer como causa principal el trauma causado por los golpes en el cráneo, el femicida de Paula quedó en libertad.

Su familia exige justicia y denuncia que a pesar de sus constantes solicitudes de que se reabra el caso, no ha sido escuchada por las autoridades; tampoco es posible tener información oficial sobre el caso.

Fuente: entrevistas con Lisseth (hija), Norberta Castillo Romero (hermana) e información concedida por el noticiero El Meridiano.

Paula de la Cruz Romero Castillo EDAD: 46 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 10 de octubre de 2016 LUGAR DEL FEMICIDIO:

El Rama NOMBRE DEL AGRESOR: La familia no quiso dar

el nombre RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Pareja ESTADO

LEGAL: Impune

La familia de Paula Romero denuncia que al no reconocer el trauma causado por los golpes en el cráneo como causa principal de la muerte, el femicida quedó en libertad. Por este motivo siguen exigiendo justicia.

Xiomara tenía 40 años cuando fue violada y estrangulada. El femicida fue capturado y sentenciado a 25 años de prisión.

“Fue un dolor tan grande haberla perdido”Xiomara Elizabeth Espinoza González tuvo una vida de trabajo desde niña, ya que su familia era extensa y los recursos económicos limitados. Su madre, Perfecta González, tuvo 16 hijos y sobrevivieron 10, Xiomara era una de las siete hijas que desde niñas jalaban leña y piedras para ganarse un dinerito en su ciudad natal, El Rama.

Tanto su madre como sus hermanas Jessica, Maricela e Imelda, la describen como una mujer humilde, alegre, trabajadora, honrada y valiente, a quien le gustaba pasear, divertirse y hacer amistades. “Mi hija era una mujer

le gustaba su trabajo, ella vendía en Managua, tenía una comidería, luego trabajó como doméstica y estuvo en Costa Rica tres veces”, expresa su madre.

Todas coinciden en que en su rol de madre era muy entregada, especialmente con su hija menor, que nació con una discapacidad, aparentemente parálisis cerebral infantil. Tuvo tres hijas y un hijo que ya tienen 21, 16, 11 y la chiquita de siete. Estaba soltera y no contaba con apoyo paterno, por lo que estaba a cargo del niño y la niña, porque sus hijas mayores ya formaron familia.

Tenía 40 años y llevaba tres meses de estar nuevamente en El Rama. El 16 de abril de 2016 salió a hacer un mandado y al parecer se encontró con una amiga que la invitó a salir. Ella aceptó y su familia quedó esperándola preocupada porque no volvió en toda la noche.

“Nosotras nos asustamos cuando vimos que no llegaba, pasamos pensando toda la noche porque ella nunca se quedaba donde nadie, ella tenía su niña y nunca la dejaba sola, además, tenía que trabajar. Al día siguiente como a las nueve de la mañana nos avisaron que estaba muerta”, cuenta su hermana Imelda.

Estas son algunas de las prendas que usaba Xiomara González y que su familia guarda con esmero.

Según relataron testigos, Xiomara salió del sitio donde estaba y cuando iba camino de su casa, Daniel Ramón Valerio Espinoza —apodado como Chacalín— le salió en el camino con la intención de violarla. En ese forcejeo él consiguió agredirla sexualmente para luego estrangularla y darse a la fuga. Lo peor, relatan sus hermanas, es que varias personas vieron el momento en que el hombre la arrastraba hacia un lugar oscuro, pero no hicieron nada para detenerlo.

Su madre expresa que hubo una situación dolorosa e incómoda con la Policía, porque luego de entregarles el cuerpo, y cuando ya estaban velándola, la autoridad llegó con una orden para llevarse el cadáver a Managua para hacerle la autopsia. En el momento, primero se opusieron, hasta que entendieron que era necesario para poder encerrar al culpable. Finalmente, Daniel Ramón Valerio Espinoza fue sentenciado a 25 años de prisión por los delitos de homicidio y violación agravada.

Aunque la condena las dejó un poco más tranquilas, no olvidan otro momento doloroso cuando el femicida, quien negaba ser autor del delito, declaró en los medios que él sólo la había “abrazado”, y hasta se burló y habló mal de Xiomara. También condenan los comentarios de otras personas que relacionaron su muerte con el hecho de que le gustaba salir a divertirse. “¿Que salía a la disco? Eso es privacidad de ella, no le da ni derecho de violentar sus derechos, porque como mujer tiene derecho a divertirse”, reclama su madre.

La familia hace un llamado público para poder sacar adelante a su niña y su niño, ya que, especialmente en el caso de Wendy, requiere de atenciones especiales y de gastos que entre todas y algunas amistades han asumido, pero no cuentan con recursos suficientes para cubrir sus necesidades. “Hay que hacerle todo porque ella no camina, no mira, permanece en silla de ruedas, además su papito murió”, manifiesta conmovida su hermana Maricela.

Su hermana Jessica afirma que han recibido apoyo puntual del Gobierno, pero eso no resuelve la situación. “Ella necesita de comida, un colchón, una cuna, pamper, leche… lo que no le falta es amor”, apunta.

Es evidente que la familia completa necesita apoyo emocional y material para seguir adelante. Su madre reflexiona pidiendo que este caso no se repita: “Como mujeres pido que no haya violencia, no hayan más muertes, porque los que más sufren de esas madres que son muertas, son sus hijos y las familias que están pasando momentos muy difíciles. Fue un dolor tan grande haberla perdido, porque eso nunca pasa, eso nunca pasa, siempre está ahí”.

Fuente: Entrevista grupal con Perfecta González, madre de Xiomara Espinoza, y sus hijas Imelda, Maricela y Jessica Espinoza González.

Xiomara González dejó tres hijas y un hijo en la orfandad. La niña menor, Wendy (7 años), tiene una discapacidad de nacimiento. La familia hace un llamado público de apoyo, especialmente para la niña, que tiene necesidades especiales y requiere de cuido las 24

horas del día.

Xiomara Elizabeth Espinoza González EDAD: 40 años ESTADO CIVIL: Soltera FECHA DEL

FEMICIDIO: 16 de abril de 2016 LUGAR DEL FEMICIDIO:

El Rama NOMBRE DEL AGRESOR: Daniel Ramón Valerio

Espinoza RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Ninguna conocida

ESTADO LEGAL: Sentenciado a 25 años de prisión por el

delito de Homicidio y Violación agravada

Cuando el torturador es marido y padre… * Un histor ial de tor tura

Mi madre, Marlene Marín Tórrez (32 años), era una mujer buena, valiente, trabajaba vendiendo en otros lugares. Siempre me decía: “Hija estudiá, es bueno que te preparés y salgás adelante, talvez más tarde me cuidás a mí, talvez serás vos la que me vas a cuidar y enterrar”. Estas palabras las llevo en mi corazón, porque mi madre quería que los cuatro hijos que estamos vivos —de los siete que parió (cuatro hijas y tres hijos)— fuéramos profesionales.

Mi papá, Agustín Huete Cerna (48), siempre le dio mala vida. Ella nos contaba que cuando llegaba a la finca donde él trabajaba y no estaban los mozos, la penqueaba, agarraba una manila y se la ponía en el cuello; después en la noche la sacaba pa’l monte y le amarraba las manos, la ponía boca abajo, le ponía el cuchillo y le decía: Hasta aquí vas a llegar tal por cual. Y cuando llegaba mi abuelita a verla a la casa, le decía: “Despídase de su hija porque nunca la va a volver viva, le voy a volar la cabeza”.

Una vez dicen que mi mamá no hizo un mandado y cuando llegó a la casa él le pegó con una manguera y también a mi hermana mayor —que no la quería. Dicen que cuando la niña lloraba, agarraba un mecate y le metía un trapo en la boquita.

Hay cosas en mi mente que yo no recuerdo casi nada, pero sí lo que ella me dijo: que a mi papá no le hiciera caso si él me decía vámonos, porque era malo. Cuando se fueron mis hermanas (con un hombre), él le dijo a mi mamá: “Mirá tal por cual, el día que esta otra se vaya, quien te desbarata 10 balazos en la cabeza soy yo”. Hasta que una vez, como vivíamos en la comarca El Lajerito (El Ayote), mi mamá se fue a Juigalpa a denunciarlo por tentativa de homicidio y lesiones sicológicas. Estuvo preso cuatro meses. Más por eso creo que vino el odio. Pero mi mamá no fue cuando iban a hacer el jurado porque el papá de él le dijo: “Pobrecito mi hijo, sacalo para que termine de cuidar los niños y se vaya con vos y ya no ande con eso”. Ella se conmovió y así él logró salir. Y de ahí estuvo escondido.

Luego, dos veces como que la anduvieron emboscando, porque ella viajaba los viernes a llevar venta. Una vez veníamos con un amigo y mi mamá reconoció a un hombre que nos topó en el camino —que fue cuñado de ella— y se escondió a un lado de la montaña. Ya en la casa, oímos unos pasos y los perros va de latir (ladrar). Es que le llevaban mucha envidia.

Con mi papá tenían nueve años separados desde eso, pero en octubre del 2014 había llegado a la casa amenazándola con matarla si tenía otra relación. Ella estaba con otra persona, pero no vivían juntos porque siempre tenía miedo. Cuando salió embarazada del niño me dijo que, si ella muriera, me viniera para donde mis tías en El Ayote.

Yo llevo en mi mente ese día que mi mamita perdió su vida (16 de noviembre de 2015). Estábamos en la casa como a las seis de la tarde con la profe Lilliam de visita y su hijo Ángel de 14 años, cuando de repente miré una persona que se paró en la puerta apuntándole a mi mamá (con un AK), pero solo se le miraba una parte del cuerpo. Yo reconocí la forma de apuntar: “Es él, es mi papá”, pensé, porque miraba cada vez que llegaba con la pistola y unos cuchillos, siempre amenazándola.

Mi mamá quiso hablar, pero solo hizo un gesto para defenderse (hubo dos detonaciones). Cuando miro que cae, yo me le quiero tirar encima, y vuelvo a ver a la puerta, y es a mí a quien está apuntando. Yo me agaché

El testimonio de Josleydi Huete Marín, hija de Marlene Marín Tórrez (32 años), revela cómo su padre, Agustín Huete Cerna, torturaba a su madre cuando vivían juntos.

y los tiros pasaron por encima y le dio a Ángel hiriéndolo en el brazo (herida con fractura expuesta).

En eso, me acuerdo de mi hermanito recién nacido de 40 días que estaba en una hamaca, y corro a agarrarlo para corrernos. Cuando vamos huyendo yo no me doy cuenta que el niño va tirado (las balas impactaron en el tórax y esternón de Marlene y una le dio al bebé en el hombro). Yo me miro pura sangre y le pedí ayuda a la profe para cargarlo y que buscara ayuda, y decidí devolverme para estar con mi mamita tirada en el piso.

Con ayuda de vecinos de otra finca y caminando por el monte logramos llegar a una ambulancia y a la Policía. No lo agarraron. Dicen que anda por Costa Rica. Mató a mi mamá y a mi hermanito. Yo quiero decirles que si están viviendo algo de lo que vivió mi mamá, denuncien en la Policía, para que no suceda lo que sucedió con ella. Busquen alguien quien les ayude. Mi mamá no lo denunció por miedo.

Fuente: Testimonio de Josleydi Huete Marín, hija y testigo del femicidio de Marlene Marín y el asesinato de su hermanito.

Marlene Tórrez vivía en la comarca El Lajerito (El Ayote) y ya había denunciado a Agustín Huete Cerna por tentativa de homicidio y lesiones sicológicas. Estuvo preso cuatro meses, pero presionada por el exsuegro, no acudió a la última audiencia y él salió libre. El 16 de noviembre de 2015 se desquitó

con ella y otros inocentes. Todavía sigue prófugo.

Marlene Marín Tórrez EDAD: 32 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 16 de Noviembre 2015 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Comarca Lajerito, El Ayote (Casa de habitación)

NOMBRE DEL AGRESOR: Agustín Huete Cerna 48 años de

edad RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Expareja ESTADO

LEGAL: Impune

“Miremos ese espejo”— Mi hija se llamaba Marling Ríos Astorga y estaba niña, joven, 22 añitos nada más. Era linda mi hija. Desde niña se crió con nosotros, con su mamá y el papá que soy yo. A ella le gustaba mucho estudiar, fue buena alumna, no pudo realizar sus estudios en la universidad porque aquí en el campo (Nueva Guinea), cuesta mucho que los hijos sean profesionales. Pero cuando ella estudió su primaria era calidad, una alumna destacada y recibía premios.

— También yo como madre tengo muy lindos recuerdos de mi hija, conmigo fue muy buena, se portó bien, es el recuerdo más lindo que tengo de ella. Como hija y como madre fue excelente, triunfadora.

A los 15 años Ismael Gálvez se la llevó, estuvo casada con él siete años y tuvieron un niño (4 años). Pero ella sufría mucho, mi hija ya estaba aburrida del trato y de todo, de los celos, hasta la había golpeado. Figúrese que un ojo le dolía cada vez que ella se agitaba. Además, tenía otra señora con dos varoncitos y una mujercita, y también la vivía apaleando. Era bien bandido y andaba con una y con otra.

Yo le preguntaba por qué no lo denunciaba, que lo dejara, pero ella decía que la amenazaba y que para qué denunciar porque pobres los niños después solos. Pero la última vez que la golpeó estaba como decidida (a denunciarlo) porque le había dado un garrotazo en la cabeza, un puntazo en el estómago, pero al final me dijo que no, que solo se iba a venir con nosotros. Finalmente se separó, ya tenía tres meses con nosotros, su papá y yo, que la apoyábamos mucho.

Marling Ríos Astorga (22 años), originaria de Nueva Guinea, era una muchacha amada por su familia, quienes la describen como una excelente hija a quien le encantaba estudiar.

El problema era el niño, pues él venía y se lo llevaba, lo traía o se lo mandaba a dejar. Ese hombre cada vez que pasaba por la casa donde vivíamos, le chiflaba al niño y se lo llevaba. Para el 15 de septiembre (2016) el niño tenía nueve días de estar con el papá. Mi hija me contó que el día anterior había hablado con él y lo había desengañado, que no tuviera esperanza de regresar con ella y que se buscara otra y la dejara tranquila. Al parecer, esto le provocó el enojo.

Al día siguiente mi hija se fue a traer al niño a la comunidad La Florida donde vivía él y su familia. Cuando llegó, él lo agarró y lo tuvo de rehén secuestrado en su camión —porque no lo quería entregar— y lo metió a la casa. La finadita (Marling) le dijo que se lo diera y él le respondió que si era tan huevona se metiera en la casa a sacarlo —y era para hacerle la zanganada. Fue ahí donde le disparó con la escopeta. Puedo decir que hasta su último día dio la vida por su pequeño, mi nieto, que lo amó con todo el corazón.

Quiero que se haga justicia porque hasta la familia de él la dejó abandonada, tirada como peor que un animal y ni siquiera nos querían avisar (de la muerte), hasta que la fuimos a buscar. A lo mejor para darle más tiempo y él se fuera más largo. Nosotros siempre hemos pedido justicia, pero no se ha podido, porque todavía al hombre no lo han agarrado. Nos sentimos como abandonadas, porque si nadie busca qué hacer… Yo quiero que las mujeres miremos ese espejo para que aprendamos a cuidarnos un poco más, que denuncien con tiempo. Nosotros hasta tuvimos que irnos a otra ciudad para poder iniciar una nueva vida.

— ¿Qué pasó que este hombre anda tranquilamente por ahí?, me pregunto como padre. Yo miro como que las autoridades no quieren, se deberían de poner más serios en estos asuntos que son graves, porque además de hacer la zanganada, hasta mandando mensajes de amenaza a nosotros. Uno queda meditando, pensando que cómo es esto pues si las autoridades están para eso.

Su hermano y toda la familia siguen esperando que se haga justicia. Por temor a represalias, dado que recibieron amenazas, tuvieron

que cambiar de domicilio para proteger sus vidas.

Por eso yo hablé con el comisionado y le dije que en un inicio nosotros sabíamos muy bien que estaba al lado de Los Chiles, San Carlos, incluso me mandó a mí que lo fuera a capturar y me dijo: “Aquí no vengás hasta que no lo traigás”. ¿Ideay?, yo el padre de la finadita y todavía dándome su misión.Es duro estar con eso en la cabeza, solo con eso, porque no vaya a creer,

yo siento mi cabeza que no la tengo. A pesar de que me miran que ando así, pero qué va a ser, mi cabeza anda ocupada todita. Eso es una cinta que tengo pasando aquí y a mí no se me quita ni un momento.

Fuente: Testimonios de Víctor Ríos y María Astorga, padre y madre de Marling Ríos Astorga.

Poco después de que Marling cumpliera 15 años, el ahora femicida

“se la llevó”.

Marling Ríos Astorga EDAD: 22 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 15 de septiembre de 2016 LUGAR DEL

FEMICIDIO: Comunidad La Florida, Nueva Guinea

NOMBRE DEL AGRESOR: Ismael Gálvez RELACIÓN CON LA

VÍCTIMA: Ex marido ESTADO LEGAL: Impune – prófugo

de la justicia

La familia Ríos Astorga ha brindado información sobre el paradero del femicida pero aún así no ha sido capturado. El crimen de Marling sigue en la impunidad.

“Era muy reconocida y siempre transmitía mucha alegría”Desde chiquita mi hija se dedicaba a trabajar vendiendo en las calles. Era bien platicadora, mucha gente la conocía, tenía bastantes amistades. Era muy reconocida en Nueva Guinea y siempre transmitía mucha alegría. Cuando regresaba del mercado iba a moler maíz y siempre se levantaba atenta, me traía mis cositas, cualquier cosa sabrosa. Era madre de dos varones y una mujercita.

Rosibel Guerrero Godínez (36 años) era una muchacha muy amable y trabajadora, tuvo dos hijos y una hija que ya son grandes. Hacía dos años se había muerto mi otra hija de una enfermedad, entonces Rosibel quedó apesarada y se hizo acá conmigo para ayudarme a pagar (alquiler de la casa). Ella y Esteban González tenían varios años de estar ajuntados, pero ya se habían separado.

Yo sabía que él le pegaba, por eso le había insistido en que fuera a la Policía o Comisaría a pedir una orden para que ese señor no se le arrimara, ni la persiguiera, y ella me dijo que iba a ir, pero como estaba ocupada con su venta en el mercado…

Rosibel Guerrero Godínez tenía 36 años y trabajaba como vendedora ambulante en Nueva Guinea.

Rosibel Guerrero en una foto familiar con sus dos hijos (25, 20) y su hija (16).

Ese 11 de febrero (2014) lo recordaré mientras esté viva. Fue aquí en la casa (zona 5, Nueva Guinea) donde la mataron. Ya estaba lista porque iba de viaje al negocio donde vendía. Yo estaba afuera y de repente miré que venía Esteban y le avisé. Ella me respondió “¡Ah!, yo no quiero que venga aquí”.

Luego agarró la pana y metió los manteles, cuando ella quiere salir de la casa viene ese hombre y fue ahí donde le disparó en el sentido (sien). Cuando escucho los balazos me asomo y veo que mi hija está tendida y él le estaba apuntando con la pistola a una niña que se encontraba ahí. Yo le hablaba a él que no hiciera nada, ¡y qué va a ser!: levantó la pistola y le dio pam (imita disparo) de vuelta, y los dos balazos. Le disparó en la boca. Después se fue de la casa y más adelante él también se mató.

Yo salí corriendo y una vecina me ayudó llamando a la Policía y buscando un taxi para llevarse la niña al hospital. La vecina llamaba y llamaba a la Policía y no venían, dilató hasta que vino. Yo con una hija caída en el suelo y la niña en el hospital.

Es una tristeza cómo los hombres son tan groseros con las mujeres como que han agarrado una de que todo problemita van a meter a la mujer, lo están agarrando como de moda. Los femicidios no tienen justificación.

Fuente: Testimonio de Saba Godínez, mamá de Rosibel Guerrero Godínez, complemento de nota informativa de Nueva Radio Ya.

Rosibel Guerrero Godínez EDAD: 36 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 11 de febrero del 2014 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Nueva guinea, casa de habitación de la víctima NOMBRE

DEL AGRESOR: Esteban quien se suicidó posteriormente

RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Pareja

Su madre, Saba Godínez, narra que tras dispararle a su hija Rosibel Guerrero, también disparó en la boca a una niña que se encontraba en el lugar, para darse luego a la fuga. Luego se suicidó.

“Aunque él esté preso, no la vamos a revivir”A Luz Marina Bravo Reyes (40 años) le gustaban los negocios. Junto con su hermana emprendieron un acopio de crema en su casa ubicada en El Espavel (Muelle de los Bueyes) y cada semana viajaban a Masaya y Managua para vender sus productos lácteos.

Esta mujer trabajadora tenía una relación con Juan Francisco López (44 años), quien además laboraba con ella. El 19 de enero de 2016, cuando Luz Marina regresó a su casa, se encontró con Juan y tuvieron una discusión de la que no se tienen detalles claros, pero sí lo que sucedió al final: él portaba un arma blanca y la apuñaló por la espalda en medio de un ataque de ira. Luego huyó del sitio.

Pero el femicida no corrió mucho. Con apoyo de las autoridades y la comunidad, lograron capturarlo para ser procesado. La familia afirma sentirse satisfecha en parte con el resultado: el femicida fue sentenciado a 25 años de prisión. “Aunque él esté preso, no la vamos a revivir”, dice una de sus hermanas con pesar.

Luz Marina se convirtió así en la primera víctima de femicidio de ese año. Dejó en la orfandad a dos niños, quienes también son víctimas colaterales de la violencia machista.

Fuente: Observatorio Voces contra la violencia y nota informativa de El Nuevo Diario.

Luz Marina Bravo tenía 40 años y manejaba un negocio de acopio de crema en El Espavel, Muelle de los Bueyes.

Luz Marina Bravo Reyes EDAD: 40 años ESTADO CIVIL: Soltera FECHA DEL

FEMICIDIO: 19 de enero de 2016 LUGAR DEL FEMICIDIO:

El Espavel, Muelle de los Bueyes NOMBRE DEL AGRESOR:

Juan López ESTADO LEGAL: Sentenciado a 25 años de

prisión (Se desconoce la tipificación del delito)

Luz Marina Bravo fue una mujer emprendedora que dejó dos niños en la orfandad. Fue la primera víctima de femicidio identificada en el 2016. Aquí el lugar donde fue asesinada.

Un nieto contra su abuela

Esta es la casa de Juana Marcelina Navarro Rodríguez (69 años), ubicada en el barrio San Mateo de Bluefields, donde falleció el 1 de junio de 2016 a manos de su nieto Reynaldo Antonio Cuthbert, quien la acuchilló por la espalda. El femicida fue condenado a 25 años, ya que además de matarla, la había tenido secuestrada y alcoholizada. Se presume que, en un intento de recuperar su libertad, él la mató.

Juana Marcelina Navarro Rodríguez era una mujer alegre que trabajaba haciendo labores del hogar. Su única hija la hizo abuela de tres nietas y un nieto. Tenía 69 años y habitaba en el barrio San Mateo de Bluefields. “En esa gradita nos sentábamos a comer golosinas, era alegre, platicábamos, chileábamos con mi mamá, mis hermanitos, y para qué, tranquila esa señora”, cuenta su sobrina Karla.

Pero su vida se llenó de situaciones difíciles a partir de la muerte de su madre. Juana Marcelina entró depresión, y, al parecer, ante el dolor de la pérdida ella comenzó a tomar licor de forma sistemática y eso causó mucho rechazo familiar y social. Incluso había estado en un centro de rehabilitación.

Se presume que su nieto Reynaldo Antonio Cuthbert (33 años), a quien ella crió, había vuelto de Managua para cuidarla. La mañana del 1 de junio de 2016, Juana Marcelina fue encontrada muerta en su casa con una cuchillada en la espalda. La Policía detuvo a Reynaldo, único presente en la escena del crimen, y quien irónicamente dio la voz de alerta en un intento de desviar la atención sobre su persona.

Luego se supo que Reynaldo prácticamente la tenía secuestrada en su propia casa desde meses atrás, completamente alejada de su comunidad y demás familiares. Se sospecha que su propio nieto le suministraba bebidas

alcohólicas para mantenerla encerrada, y que, en un intento de recuperar su libertad, él la mató.

Cuando Reynaldo admitió los hechos, justificó la agresión contra su abuela por el hecho de ser alcohólica, como si esta condición la despojara de sus derechos humanos y ciudadanos. Este es uno de los contados femicidios en que el agresor fue sentenciado a 25 años de prisión por los delitos de secuestro y parricidio.

Fuente: Entrevista con su sobrina Karla y notas publicadas en medios de comunicación.

Juana Marcelina Navarro Rodríguez EDAD: 69 años ESTADO CIVIL: Soltera FECHA DEL

FEMICIDIO: 01 de junio de 2016 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Casa de la víctima, barrio San Mateo, Bluefields NOMBRE

DEL AGRESOR: Reinaldo Antonio Cuthbert RELACIÓN

CON LA VÍCTIMA: Nieto ESTADO LEGAL: Sentenciado a 25

años de prisión por el delito de secuestro y parricidio

Una anciana en manos de un criminal

El asesino además de golpear y violar a doña Petronila, destruyó su casita quedando en pie únicamente este pozo.

Doña Petronila Obando tenía 80 años y vivía sola en su casa de habitación, en el barrio Managüita de Kukra Hill. Ella resolvía sus necesidades con el apoyo de sus vecinas y vecinos, ya que sus hijas viven en el extranjero y solo le enviaban una ayuda económica mensual. Estas amistades son quienes la habían ayudado a superar el difícil momento en que sus hijas debieron emigrar buscándose la vida.

Aprovechando que era una persona vulnerable por su edad, el 17 de febrero de 2015, un hombre apodado como “El Chavo” —y conocido por sus antecedentes delictivos— fue a su casa a agredirla física y verbalmente, aunque no se tienen claros los motivos. Pero no solo le bastó con darle una brutal golpiza, sino que también la violó.

Horas después, cuando sus vecinas se percataron del hecho, la llevaron inconsciente al hospital de Bluefields. El personal médico confirmó traumatismos en todo el cuerpo y fracturas en su rostro, pero dado que su condición de salud era muy delicada, no pudo ser trasladada a Managua para recibir atención especializada. Como resultado de esta atroz agresión física y sexual, doña Petronila falleció a los días.

Hasta la fecha, la Policía no sabe del paradero del femicida por lo que su caso sigue en la impunidad. Esta experiencia demuestra que, sin importar la edad, las mujeres son escogidas como blanco de la violencia machista.

Fuente: Vecinos y vecinas.

Petronila Obando EDAD: 80 años ESTADO CIVIL: Desconocido FECHA

DEL FEMICIDIO: 17 de febrero de 2015 LUGAR DEL

FEMICIDIO: Zona conocida como “Managüita” en el

municipio de Kukra Hill NOMBRE DEL AGRESOR: Conocido

como “El Chavo” ESTADO LEGAL: Desconocido

Imagen del álbum familiar donde aparece Jessenia Cisneros y su hija Tatiana del Carmen Romero Cisneros.

Una familia incompleta por culpa de dos hombres Jessenia Cisneros Ramos (40 años), originaria de El Rama, creció en una familia muy humilde y de escasos recursos. Cuando tuvo a su primera hija, Rebeca, sin tener cómo solventar las necesidades básicas de su familia, le pidió a ayuda a su madre Rosa del Carmen Ramos Martínez para que la criara.

Luego formó otra familia y tuvo a Tatiana del Carmen Romero Cisneros. Cuando su hija tenía ocho años, descubrió que su marido abusaba sexualmente de su hija desde hacía tiempo atrás.

“Mi mamá tenía una venta más o menos grande y cuando iba a hacer las compras él no permitía que mi hermana fuera. Ella nunca sospechó nada de él. Al parecer, estos eran los momentos que él aprovechaba para abusar de ella. Según los exámenes que le hicieron, él la tocaba desde pequeñita y por miedo no había hablado, ya que la amenazaba con matar a mi mamá”, cuenta Rebeca Ramos.

Cuando Jessenia se dio cuenta de lo que ocurría con su hija, de inmediato acudió a denunciarlo a la Policía y el hombre huyó, según cuenta Violeta, hermana de Jessenia. Luego el violador comenzó a llegar de noche a buscarla pidiendo perdón y ella se negó rotundamente a aceptarlo. Un día él la sentenció: “Si no sos mía, no vas a ser para nadie”, le dijo. Al cabo de unos días Jessenia desapareció y la encontraron sin vida. El femicida huyó.

Tatiana Romero se crió con una tía y a los 16 años se emparejó con Francisco, quien le daba mala vida. El 16 de mayo de 2015, Tatiana, de 17 años, apareció muerta en su casa. Medicina Legal determinó suicidio, su familia cree que fue su marido quien la asfixió y sigue esperando que se haga justicia.

Quedarse sin madre de esta manera fue otro duro golpe en la vida de Tatiana, quien quedó traumatizada y prácticamente huérfana. Al escuchar a sus parientes se nota que persiste la invisibilización y confusión de los delitos de abuso sexual y violación, con esa idea errada de que la niña “tenía relaciones” con el papá, dado que ninguna persona menor de edad consiente que la agredan sexualmente y el único responsable es el adulto abusador.

Sin atención sicológica que la ayudara a digerir el hecho, Tatiana creció sintiéndose culpable por la muerte de Jessenia. “La suegra de ella dice que vivía llorando y le dijo que nunca se iba a perdonar cómo mató a la mamá, que por su culpa había quedado mota”, relata Rebeca.

Enfrentar la traumática experiencia de ser agredida por un hombre que debía protegerla y que su madre haya muerto buscando justicia, probablemente tuvo su impacto en la personalidad de la niña, que familiares cercanos describen como hostil y “rara”.

Tatiana se crió con una tía en El Rama. A los 16 años se enamoró de Francisco, un hombre que durante el año que estuvo con ella le dio mucho maltrato. El 16 de mayo de 2015, Tatiana, de 17 años, apareció muerta en su casa y según los exámenes del Instituto de Medicina Legal ella se suicidó, pero su familia dice que fue por asfixia mecánica provocada por su compañero.

La familia Cisneros exige a las autoridades que estos delitos no queden impunes porque perdieron una madre y una hija a manos de femicidas, y en ninguno de los casos se ha hecho justicia.

Fuente: Entrevistas con Violeta Chavarría y Rebeca Ramos, hermana e hija de Jessenia, tía y hermana de Tatiana.

Jessenia Cisneros Ramos de 40 años murió a manos de su marido, luego de denunciarlo a la Policía por abusar de su hija.

Jessenia Cisneros Ramos EDAD: 40 años (aproximadamente) ESTADO CIVIL:

Casada FECHA DEL FEMICIDIO: 2009 LUGAR DEL

FEMICIDIO: El Rama, Casa de habitación de la víctima

NOMBRE DEL AGRESOR: No hay dato RELACIÓN CON LA

VÍCTIMA: Expareja ESTADO LEGAL: Ninguno - Se suicidó

Tatiana del Carmen Romero Cisneros EDAD: 17 años ESTADO CIVIL: Unión de hecho FECHA

DEL FEMICIDIO: 15 de Mayo 2016 LUGAR DEL FEMICIDIO:

El Rama, casa de habitación de la víctima NOMBRE

DEL AGRESOR: Francisco (se desconoce su apellido)

RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Pareja ESTADO LEGAL: No

esclarecido - IMPUNE

En esta casa vivía Jessenia Cisneros cuando descubrió que su marido abusaba de su hija Tatiana desde chiquita.

“Que haya justicia para mi hermana” Una de las cosas que más recuerda Yorleni López de su hermana Jenery es su sonrisa. “Todo mundo se reía con ella”, dice, mientras añade que le gustaba salir a pasear y platicar. “Todas las personas la conocían, era muy popular”, apunta.

Jenery tenía 26 años, era de origen miskito y vivía en el municipio de Kukra Hill con su familia materna y sus dos niños (tres y ocho años). Estaba embarazada de cuatro meses y se recuperaba de una brutal agresión sufrida el 24 de abril de 2015.

Su hermana Yorleni narra en español que ese día Jenery se topó con una expareja Argelio Hernández Fiallos y su nueva compañera. En medio de un enfrentamiento del que no se tienen detalles muy claros, Jenery resultó con graves heridas en la espalda, cara y garganta (casi 100 puntadas). Ella, con apoyo de su hermano y cuñada, también respondió el ataque y se salvó de morir ese día.

En esa ocasión cuando apareció la Policía, Jenery contó que viéndola ensangrentada, lo único que le decían es: “No le ponga mente”. Su recuperación fue lenta y ella se sentía urgida por volver a trabajar en la palma (recolección de coyol para extracción de aceite), pero le dijeron que debía recuperarse totalmente de las heridas.

Jenery López, de origen miskito, tenía 26 años y vivía en Kukra Hill. En abril de 2015 había sido gravemente herida en un altercado con una pareja anterior y su nueva compañera. Tenía cuatro meses de embarazo y se recuperaba aún de las heridas, cuando el 6 de junio del mismo año, Argelio Hernández Fiallos, otra expareja, la mató de un disparo cuando elle se negó a tener relaciones con él.

La familia materna de Jenery quedó a cargo de sus dos niños de tres y ocho añosy esperan que se haga justicia por la muerte de su hermana y su sobrino.

El 6 de junio del mismo año, Jenery se fue a dejar un dinero a su abuelo a un sitio conocido como “el campamento”. Ahí se encontró nuevamente con Argelio, con quien había tenido una relación, y la comenzó a acosar públicamente.

“Unos policías miraron cuando el muchacho se acercó a mi hermana diciéndole: Vamos acostarnos conmigo. Mírame mi cara —le dijo mi hermana— yo no soy mujer cualquiera, y él le insistió vámonos a un hospedaje. Ella se negó y le dijo: ¿Vos qué quieres conmigo? En ese momento él iba a pegarle a mi hermana y ella se agarró con él y hasta le dejó seña (en la cara). Ahí fue cuando la mató de un disparo en el pecho a ella y mi sobrinito (en el vientre)”, relata Yorleni apesarada.

Yorleni cuenta que las autoridades capturaron al femicida Argelio Hernández Fiallos, pero luego lo dejaron libre, a pesar de que incluso agentes policiales atestiguaron el acoso que Jenery había vivido en “El Campamento”.

El dolor y la indignación de la familia creció más al interponer la denuncia en la Policía de Bluefields. “Como mi mamá no habla bien español, entonces nadie nos estaba atendiendo, no nos querían hacer ese juicio.

“Seis veces anduvimos y solo de fecha cambiando, nos decían vente esta fecha. Hasta que mi mamá llorando (dijo a las autoridades): ¿Es que mi hija no es que la mató como un animal de ustedes? (como si mi hija fuera un animal a quien mataron). Al final todos hablando a favor de él, hasta el problema de mi hermana con esa mujer (agresión de abril). Todo lo sabe la Policía”, expresa Yorleni.

Debido al carácter multiétnico de la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur, su población habla hasta cuatro idiomas (miskito, creole, español y rama) diferentes, sin embargo las autoridades policiales no están preparadas para atender las denuncias en otro idioma que no sea el español.

Jenery López EDAD: 26 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL

FEMICIDIO: 06 de junio de 2015 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Municipio de Kukra Hill. Lugar conocido como “El

Campamento” NOMBRE DEL AGRESOR: Argelio

Hernández Fiallos RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Ex pareja

ESTADO LEGAL: Caso impune

La familia de Jenery continúa exigiendo justicia y expresa que las autoridades, tanto policiales como judiciales, alegan la falta de traducción de español al miskito y viceversa, lo que refleja los obstáculos y la impunidad que enfrentan las mujeres indígenas y sus familias para acceder a la justicia en esta zona del país.

Al parecer, la Policía capturó a Argelio y luego lo soltó. Tiene varios meses libre. “Mi mamá le preguntó al hombre si la había matado y él dijo que no, y hasta tiene la seña de cuando ella peleó con él. Mi cuñado dice que nosotros no tenemos reales, por eso lo sacan libre. Ahora se anda escondiendo y ese policía solo dijo: No le ponga mente. Yo pido justicia para mi pobre hermana, que ella no va a descansar bien, hasta que metan a ese hombre preso”, finaliza Yorleni.

Fuente: testimonio de Yorleni López, hermana de Jenery.

Una lucha por defender la propiedad El 26 de abril de 2016, Ena María Gutiérrez (32 años) se encontraba en su finca acompañada de su hija de nueve años. Llevaba días tratando de arreglar una situación delicada con sus vecinos, para defender su propiedad ubicada en la comarca Concepción Piedra fina en Punta Gorda.

El motivo de la disputa era que sus vecinos querían invadir un camino en línea recta que dividía ambas propiedades. Ese día a su casa llegaron José Malesio Padilla y Nelson Romero armados y en actitud amenazante.

Aunque no estaba su marido, esta mujer de 32 años agarró valor para enfrentarlos con palabras pidiéndoles que se retiraran del sitio porque estaban en “tierra ajena”. También les adelantó que ya habían contactado a la Policía para que resolviera el asunto.

Sin que los hombres se dieran cuenta Ena comenzó a grabar la discusión con su teléfono celular. Con tono firme los echa del sitio mientras José Padilla en dos ocasiones la amenaza con balearla. A lo largo del altercado, ella defiende su derecho sobre la propiedad y les reclama por su cobardía. “Estoy en mi tierra, (dirigiéndose a José) estás en tierra ajena”, repite en varios momentos. También les dice que si la van a matar está preparada para morir peleando su derecho.

Tras varias respuestas burlescas de “Chepe” y sin previo aviso se escuchan disparos. Una de las balas atravesó su corazón. Su hijita logró escapar del sitio. El audio registra los últimos minutos de vida de Ena y se convirtió en una prueba del femicidio, calificado como asesinato por la justicia nicaragüense. José Padilla está preso y Nelson Romero prófugo. La impunidad se mantiene.

Fuente: grabación del teléfono de Ena María e información de la periodista Janeth Oporta de Nueva Guinea..

Ena María Gutiérrez EDAD: 32 años ESTADO CIVIL: Casada FECHA DEL FEMICIDIO: 26 de Abril de 2015 LUGAR DEL FEMICIDIO:

Comarca Concepción Piedra Fina, Punta Gorda NOMBRE DEL AGRESOR: José Malesio Padilla y Nelson Romero

RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Vecinos ESTADO LEGAL: 1 enfrentando proceso judicial y 1 prófugo de la justicia

DELITO: Asesinato

Un ataque con saña contra una jovencita Marileth Hernández era una joven luchadora de El Rama que se ganaba la vida como vendedora ambulante de bisutería. Esta muchacha de 18 años había nacido en el campo, pero su madre la dio en adopción a una pareja con la que creció en esa ciudad.

Personas que la conocieron cuentan que era muy trabajadora, y que, como a muchas jóvenes, le gustaba divertirse en eventos festivos, aunque no tomaba licor en absoluto. Ella se movía por distintas localidades para ganarse la vida y apoyar económicamente a su familia.

A mediados de abril de 2016 su familia recibió una terrible noticia: la encontraron estrangulada, con su rostro desfigurado y señales de haber sido abusada sexualmente. Según un reporte policial publicado en la Nueva Radio Ya, la joven apareció en un potrero de Walpapina, una comunidad ubicada a 40 kilómetros al noreste del municipio de El Tortuguero.

Una amiga suya y un vecino cuentan que Marileth acudió a una fiesta en Walpapina. Se presume que ahí se encontró con un hombre que la acosaba. Al parecer discutieron y no se sabe por qué otros hombres se la llevaron en moto. Fue la última vez que la vieron viva.

Su caso sigue en la impunidad ya que no hubo avances en la investigación y se desconoce la causa del femicidio y el o los autores del delito. Sus familiares y amistades siguen esperando que se haga justicia.

Fuente: Nueva Radio Ya y entrevistas a Leslie Leiva (vecino) y una amiga de Marileth.

Marileth Hernández EDAD: 22 años ESTADO CIVIL: Soltera FECHA DEL FEMICIDIO: Abril, 2016 LUGAR DEL FEMICIDIO: Walpapina, a 40

km de El Tortuguero, RACCS NOMBRE DEL AGRESOR: Desconocido RELACIÓN CON LA VÍCTIMA: Ninguna ESTADO

LEGAL: Impune

Global Communities Nicaragua. Edificio Discover II, Modulo 5BVilla Fontana, Managua, Nicaragua

(+505) 2278 1239 / 2278 5645

www.globalcommunities.org.ni