Latinoamericanismo y Antilatinoamericanismo

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Latinoamericanismo y Anti-Latinoamericanismo en Filosofía del arrabal. La pregunta por la existencia de una filosofía en el nuevo mundo ya es algo trillado. Desde hace más de un siglo se le viene dando vueltas al asunto. Pero en realidad son 2 las principales posturas que se toman para responder tajantemente a la interrogante. Quienes creen que existe un pensamiento latinoamericano y quienes creen todo lo contrario. A lo largo de la historia de la filosofía latinoamericana han sido diversos intelectuales que han reflexionado sobre el problema. Entre los más destacados se encuentran: Antonio Caso, José Vasconcelos, Samuel Ramos, José Gaos, Augusto Salazar Bondy, Leopoldo Zea, Luis Villoro, Enrique Dussel y Horacio Cerutti… Cada cual ha abordado la cuestión desde sus circunstancias. El presente manuscrito no pretende realizar un recorrido cronológico sobre las tesis planteadas por dichos filósofos sino aproximarse desde una perspectiva más contemporánea al tema. Por lo que dispondremos principalmente del texto “Filosofía del arrabal” del Dr. Juan Carlos Moreno Romo en el cual rastrearemos y si es que la metáfora se presta a la tesis, antítesis y síntesis 1 . Pero antes de empezar con el tema que nos compete, es pertinente realizar una puntualización con respecto a los 1 Con el presente guiño hegeliano no pretendo tomar literal a la tríada dialéctica sino más bien tomarla como una simple metáfora para emprender el choque del latinoamericanismo y anti-latinoamericanismo.

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Filosofía latinoamericana

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Latinoamericanismo y Anti-Latinoamericanismo en Filosofía del arrabal.

La pregunta por la existencia de una filosofía en el nuevo mundo ya es algo trillado. Desde

hace más de un siglo se le viene dando vueltas al asunto. Pero en realidad son 2 las

principales posturas que se toman para responder tajantemente a la interrogante. Quienes

creen que existe un pensamiento latinoamericano y quienes creen todo lo contrario. A lo

largo de la historia de la filosofía latinoamericana han sido diversos intelectuales que han

reflexionado sobre el problema. Entre los más destacados se encuentran: Antonio Caso,

José Vasconcelos, Samuel Ramos, José Gaos, Augusto Salazar Bondy, Leopoldo Zea, Luis

Villoro, Enrique Dussel y Horacio Cerutti… Cada cual ha abordado la cuestión desde sus

circunstancias. El presente manuscrito no pretende realizar un recorrido cronológico sobre

las tesis planteadas por dichos filósofos sino aproximarse desde una perspectiva más

contemporánea al tema. Por lo que dispondremos principalmente del texto “Filosofía del

arrabal” del Dr. Juan Carlos Moreno Romo en el cual rastrearemos y si es que la metáfora

se presta a la tesis, antítesis y síntesis1.

Pero antes de empezar con el tema que nos compete, es pertinente realizar una

puntualización con respecto a los conceptos de latinoamericano, hispanoamericano e

iberoamericano, utilizados la mayoría de las veces como sinónimos. Por lo que para evitar

posibles refutaciones de contenido y lingüísticas esporádicamente presento la explicación2.

Por el gentilicio latinoamericano entendemos al ramillete de países que se ubican en el

continente americano, es decir, lo que abarca desde América del Norte hasta Sudamérica,

pasando por Centroamérica y el Caribe3. Hablar de Hispanoamérica y partiendo de la

etimología de la palabra, nos encontramos que deriva del latín Hispania, traduciéndose al

castellano en España; por lo que éste concepto engloba únicamente a los países Americanos

de habla hispana (español). Teniendo como peculiaridad, la no discriminación de los

dialectos indígenas. Por último, Iberoamérica además de la inclusión de los países

hispánicos se suma los de origen portugués, por lo que la frontera ya no solo se limita para

1 Con el presente guiño hegeliano no pretendo tomar literal a la tríada dialéctica sino más bien tomarla como una simple metáfora para emprender el choque del latinoamericanismo y anti-latinoamericanismo. 2 Para una mayor explicación, véase la página web: http://www.abc.es/cultura/20121219/abci-latinoamerica-hispanoamerica-iberoamerica-201212191312.html 3 La periferia de la periferia, una de las zonas filosóficamente más excluidas. Pero que también ha tenido su atención con la filosofía y teología de la liberación.

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el continente americano sino trasciende hasta el europeo. En conclusión, nos decantamos

porque el título llevará el gentilicio latinoamericano porque es una categoría de inclusión,

no de exclusión.

Sin embargo, históricamente América Latina ha sido una zona geográfica condenada al

destierro, al exilio, a la exclusión. No sólo en el ámbito filosófico sino en el económico,

social y cultural. En el perímetro filosófico podemos citar algunos ejemplos, Rousseau en

una nota a pie de página del “Contrato Social” señalaba de una manera despectiva que las

civilizaciones del continente Americano eran primitivas y rudimentarias o en su “Discurso

sobre el origen de la desigualdad” llama a los habitantes de América: Salvajes. Para Kant

en su “Crítica de la razón pura” afirmaba que no todos los seres humanos tienen las

facultades para llegar a la razón o idealismo trascendental. El antropocentrismo Kantiano se

limita a un ser europeo, masculino y blanco. Excluyendo primeramente a las mujeres

europeas y en segunda a las sociedades africanas, asiáticas, americanas y oceánicas.

Dejando a un lado también a la cultura latina. Otros filósofos también expresaron su sentir

para con el otrora nuevo mundo. Marx reproduce un racismo epistémico muy parecido al de Hegel

que no le permite afirmar que los pueblos y sociedades no-europeas

son coetáneos ni que tienen la capacidad de producir pensamiento

digno de ser considerado parte del legado filosófico de la

humanidad o de la historia mundial. Para Marx, los pueblos y

sociedades no-europeas son primitivos, atrasados, es decir, el

pasado de Europa4.

Demás está decir que históricamente Latinoamérica se ha subordinado a Europa. Que

nuestro sincretismo cultural y biológico es el resultado de dicha relación. Y que por

consiguiente no podemos desprendernos de las ataduras de la modernidad colonial. Porque

la colonización es parte de nuestra cultura, está inmersa en nuestra circunstancia

latinoamericana. Así como también la carga cultural indígena (o prehispánica) a la cual se

busca y se propone regresar, como en su momento lo propuso Miguel León Portilla en

“Filosofía Nahuatl”; Carlos Lenkersdorf con su “Filosofía Tojolabal” y de manera

vanguardista el Pensamiento Decolonial o la propuesta de José Martí en “Nuestra América”

4 GrosfogueL, Ramón,(2008). “Hacia un pluri-versalismo transmoderno decolonial”, Tabula Rasa, nº 9, ps.

207-208

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la cual versa en regresar al “hombre natural”, ese hombre de la barbarie que no tenía el

yugo europeo.

O la propuesta Internacional de retomar el gran acervo cultural de los mayas. Tanto en el

dialecto como en el saber que se encuentra en textos como en el “popol vuh” o “chilam

balam5” obras en las que me atrevería decir se pueden comparar con las egipcias o griegas

en el aspecto de la cosmología. No pretendo proponer que dejemos a un lado toda la

sabiduría y el conocimiento europeo, por interesarnos en el saber indígena, pero tampoco

propongo todo lo contrario. El reto es conocer nuestra circunstancia presente y pasada, la

cual se compone por la carga epistemológica europea y por el exiliado saber indígena.

Pensarnos a partir de la modernidad colonial, es y sería una falacia banal. Al igual que

concebirnos simplemente como herederos del indigenismo. Estoy muy lejos de coincidir con quienes proponen el estudio de

los antiguos sabios de la cultura náhuatl precortesiana en

substitución del de esos presocráticos cuyo estudio ha muy

absurdamente substituido, por otro lado, al de los padres de la

iglesia. No caigo en el chantaje sensiblero ese de lo que llaman

(aquí y allá) “nuestras verdaderas raíces”, y de ninguna manera

considero que debamos renunciar a nuestra herencia europea tan

sólo porque nosotros no seamos europeos política o

geográficamente hablando. […]. Desde un punto de vista cultural

nosotros de ningún modo somos menos europeos que aztecas,

tarascos, mayas, olmecas o chichimecas – o incas, celtas, guanches,

germanos, mapuches, vascos, africanos o guaraníes -, e incluso lo

somos mucho más. Y quienes filosofamos en nuestro idioma y

continentes (o en nuestras islas, o en nuestras penínsulas)

pertenecemos a lo que Husserl llamó la “Europa espiritual” con

igual derecho que los filósofos franceses, los alemanes o los

ingleses (en cuyas geografías también hubo, por cierto, y hay

todavía tradiciones – y tentaciones- aborígenes, como en casi todas

partes)6.

Se muestra en demasía la intolerancia que tienen los pensadores latinoamericanos sobre el

pensamiento europeo, llegando los más radicales a proponer una independencia de saberes,

5 Traduciéndose al idioma español respectivamente como: “Libro del consejo o de la comunidad” y “El que es boca” o “Brujo jaguar”. 6 Moreno, Juan Carlos; (2013). Filosofía del arrabal. Barcelona, España: Antropos. P 20.

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pero entonces surge la pregunta: ¿Cómo te vas a descolonizar sino conoces de que o de

quien te vas a descolonizar?

Gran parte del pensamiento latinoamericano rechaza a la modernidad colonial, en el

aspecto de la imposición de ideologías (religiosas, filosóficas y culturales). Pero también al

imperialismo colonial, es decir, a la sumisión económica y política. Por tal motivo, surge la

oposición con el anti-Imperialismo o pensamiento anti-imperialista y el antes mencionado

pensamiento decolonial que a grandes rasgos propone el llamado “desprendimiento

epistémico”, es decir, el abandono del conocimiento adquirido en la colonialidad. No busca

desconocer dicho conocimiento sino desencadenarse de él, no utilizarlo. Proponiendo la

búsqueda de una identidad, regresar a las raíces, pero ¿No nuestra identidad se forja a partir

de la modernidad colonial? El mismo pensamiento latinoamericano parte del sometimiento

o imposición ideológica colonial y a pesar de eso, si hay una autonomía y un pensamiento

propio.

Al igual que es necesario conocer el contexto latinoamericano, sus circunstancias,

sus costumbres y tradiciones para plantear un pensamiento europeo. Un San Agustín o

Santo Tomás tendrán más aceptación filosófica que un Calvino o Lutero. Eso fue lo que

paso en la colonia, por ejemplo, la mezcla religiosa se dio gracias a la búsqueda de

arquetipos, el principal fue la Virgen María con Tonantzin. En suma, para la óptica

latinoamericana no se trata de desarrollar un pensamiento sistemático independiente sino

preguntarse ¿Qué se puede aportar desde nuestra trinchera para el mundo? O ¿Qué se puede

aportar al mismo entorno desde el que se piensa? Porque creer en la unión de los países ya

sea latinoamericanos, hispanoamericanos o iberoamericanos para crear una filosofía

articulada es igual de utópico que la propuesta de Hans Kung en unir a las principales

religiones para que exista una paz mundial. Por otra parte, en la óptica anti-latinoamericana

el desafío versa en que no sean meras repeticiones de conceptos sino que se piense a partir

de dichas categorías. Pero tenemos que tener bien claro que la filosofía es la apertura al

conocimiento, un conocimiento que no busca tener etiquetas, “La filosofía no tiene

nacionalidad, y los adjetivos “mexicana” o “argentina” no son más que determinaciones

extrínsecas que simplemente le sitúan en tal o cual lugar.” (Filosofía del arrabal, 2013:24).

Pero ya consolidados como libres e independientes la mayoría de los países

latinoamericanos y dejando a un lado a la esfera económica, política y social. Es oportuno

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cuestionarnos hasta qué punto pertenecemos al Occidente. Entendiendo por Occidente al

conjunto de países pertenecientes al engranaje europeo. Teniendo como peculiaridad haber

recibido la herencia cultural y tradicional, incluyendo per se al idioma. ¿Qué somos nosotros: Oriente u Occidente? Si por Occidente se ha

de entender precisamente la lógica del “desarrollo”, una primera

respuesta sería quizás que todos, en mayor o menor medida,

pertenecemos hoy en día al Occidente. […]. Pero si queremos

cargar la palabra Occidente de un sentido menos económico y más

cultural, si por Occidente entendemos la civilización que es la

heredera de la de los antiguos griegos, está claro para muchos que

el Occidente en sentido estricto es Alemania y Francia por un lado,

e Inglaterra y los Estados Unidos por el otro. Es decir, en términos

de historia de la filosofía: las tradiciones especulativa o continental,

y anglosajona o analítica7.

Ciertamente, la ideología del Occidente es la del ultramar, es decir, ir más allá del

horizonte. Una idea de progreso avasallador. Pero extrapolando la categoría de Occidente al

entorno filosófico está claro que pertenecemos al selectivo grupo. La relación simbiótica

que se dio entre México y España, con la filosofía hispánica de Unamuno y Ortega, es un

ejemplo.

Territorialmente (o físicamente) no pertenecemos al Occidente, pero geográficamente si al

igual que una parte de Asía, África y Oceanía. Ideológicamente también. Afianzados como

Occidentales retómanos el vaivén que versa en si repetimos categorías europeas o si

pensamos basándonos en dichas categorías. Pero teniendo siempre presente que el

pensamiento no tiene fronteras. Que son distintos factores que influyen e influyeron para la

creación de una filosofía aquí y allá o para muchos la reproducción y consumo de una

filosofía de allí y de acá. Se diría que la actividad filosófica en nuestros países se reduce a la

traducción, y a la repetición de modas ajenas, ya consistan éstas en

substituir las palabras por sus abreviaciones en letras –en

metapalabras-, o bien en lo último del más oscuro neoprofetismo

secularizado ese de las muertes de Dios, de la filosofía, del arte, del

hombre y etcétera, etcétera8.

7 Moreno, Juan Carlos; (2013). Filosofía del arrabal. Barcelona, España: Antropos. P 19. 8 Ibídem. P 26.

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Entonces ¿Cuál es la propuesta para evitar caer en el solipsismo filosófico? Elaborar una

filosofía de la periferia, una filosofía del arrabal. Pero ¿Por qué? Como diría un twittero9

colombiano “Yo me ubico en una filosofía situada en la periferia, porque la filosofía de la

centralidad le corresponde a los europeos”. Pertenecemos a Occidente, pero estamos en los

suburbios, hundidos en el subdesarrollo a causa de los subdesarrollantes, subordinados al

eurocentrismo o al centrismo radical Norte Americano, poniendo una resistencia suburbana

para evitar ser subyugados y subsumidos como lo fue en la modernidad colonial y para

muchos, ahora en la posmodernidad. La centralidad contra la subalternidad. Al otro lado de ese provincialismo universalizado que hoy parece

tener en jaque a la filosofía, nosotros podemos hacer esa filosofía

del arrabal que consiste en asumir que no se es el ombligo del

mundo; que los reinos nos ignoran, como decía Pascal; que ni el

mundo ni el tiempo son unidimensionales, que hay otros reinos, y

otros mundos10.

Sin embargo, el problema del provincialismo nos arroja al problema del idioma. Si

el narcicismo filosófico estriba en el contexto desde donde se piensa, de manera implícita

se encuentra el lenguaje, es decir, si la filosofía europea se acrecienta como la mejor

filosofía por el simple hecho de tener el gentilicio europeo, el aspirante a mejor idioma para

filosofar es en la circunstancia en la que se vive. La filosofía griega se escribió en el

lenguaje helénico, en el medievo el giro lingüístico lanzo al latín y gran parte del inicio de

la modernidad se siguió escribiendo en el idioma latino, el pensamiento español no escribía

en español sino en latín; fue hasta con Descartes que los filósofos comenzaron a escribir en

su lengua materna (o vernácula). Siendo el parteaguas para que ya inmiscuidos en el

renacimiento y en el enciclopedismo; los filósofos franceses escribieran en su idioma, así

como los ingleses y los alemanes. No obstante, no le veo ningún sentido a las palabras de

Heidegger al decir que “la filosofía no se puede escribir más que en dos lenguas: griego y

alemán”. Entonces ¿Por qué no se puede ver con buenos ojos escribir en español? Ahora

ante el inminente dominio Norte Americano, se recomienda que se aprenda el idioma inglés

para que así se piense y se escriba bajo esa lengua. Si en líneas pasadas mencionábamos

que el dialecto indígena se encuentra mal valorado, el idioma español – por lo menos el

criollo- no es muy aceptado. Pero esa es nuestra circunstancia y es ahí donde la filosofía del

9 Usuario de la red social Twitter: @recheverriu10 Moreno, Juan Carlos; (2013). Filosofía del arrabal. Barcelona, España: Antropos. P.30.

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arrabal, una filosofía de los excluidos entra en juego; no para rechazar los diferentes

mecanismos filosóficos sino para filosofar desde otra perspectiva, una filosofía que no por

ser aledaña se pinta de victima sino que por ser aledaña se pinta de diferente. Una solución

para el narcicismo filosófico. Para Ernets Menyomo (Como se cita en Moreno Romo, 2014,

P.20). “En esencia, ninguna raza nace filósofa. Si hay un pueblo de profetas y un pueblo de

filósofos, esos pueblos no han jugado sino un rol de delanteros. La alianza bíblica y la

misión filosófica –dice- se dirigen a toda la humanidad”. Hay en el Norte en efecto un más o menos vago sentimiento de exclusividad

(de superioridad, de elección). Un ensimismamiento y un chauvinismo

exacerbados que, no lo olvidemos, ha llegado nada menos que a la teoría y a

la práctica del racismo expreso y explícito (y colonizador, y esclavista, y en

último término exterminador). Correspondientemente, hay en el Sur un

sentimiento algo más vago, por ser padecido, y por hallarse sus causas en

otra parte muchas veces inaccesible, o indescifrable, de exclusión11.

¿Hay latinoamericanismo y anti-latinoamericanismo en Filosofía del arrabal? La

pregunta en sí, no busca señalar una doble moral en el texto y por ende en el autor sino más

bien revelar hasta qué punto la propuesta busca librarse de las etiquetas y ser lo más

universal posible. Romper el paradigma del complejo de inferioridad latinoamericano y el

de superioridad eurocentrista. Cambiar la perspectiva del desprecio al saber local y

sobrevalorar el conocimiento foráneo. Porque la filosofía independientemente del punto

geográfico en el que se desarrolle tiende y busca llegar al mismo fin, el cual es la apertura

al conocimiento o la muy trillada primera definición o más bien traducción etimología:

Amor a la sabiduría. La filosofía o el filosofar –como diría Horacio Cerutti- no puede ser

patrimonio de una minoría. Porque se regresaría a los tiempos del enciclopedismo o de la

misma filosofía antigua. Donde las minorías solo tenían acceso al saber. Donde hubo un

despotismo. Es necesario que la filosofía sea inclusión y no exclusión.

En la presente etapa de la historia es difícil desarrollar un pensamiento genuino,

autentico, puro, autónomo; porque hay muchos factores que influyen para la elaboración de

una filosofía propia. No sé trata de que nos volvamos ermitaños o que dejemos de utilizar

los avances tecnológicos. Pensar desde la nada, filosofar desde el vacío o reflexionar desde

11 Moreno, Juan Carlos (2014). ¿Doscientos Años De Qué? México, D.f: Fontamara. P. 18.

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el aislamiento, para crear una filosofía original actualmente es algo más azaroso, es

imposible.

Toda filosofía que ha surgido tiene un por qué o es una respuesta a un por qué. Sin

embargo, podemos tomar la propuesta antes mencionada de José Martí, es decir, crear o

hacer algo desde nuestra circunstancia para nuestra circunstancia. Una filosofía que

resuelva los problemas de nuestra realidad como propuso Leopoldo Zea. Pero no llegar al

grado de una “emancipación mental”. Nuestra filosofía es y debe ser una filosofía del

arrabal. Una filosofía bajo una coyuntura europea. Nuestro latinoamericanismo tiene entre

sus circunstancias la relación con el viejo mundo, pero a la vez de su rechazo; por otra parte

el eurocentrismo en primera instancia tenía un repudio a todo lo latinoamericano. Por

ejemplo, para Hegel, el nuevo mundo en los tiempos de la colonia era inmaduro

geográficamente y no tenía posibilidades de desarrollo. Además de ser un pueblo sin

historia, su historia se iba a empezar a escribir después de la colonización, después de la

modernidad progresista. Por tal motivo, el anti-latinoamericanismo es la no aceptación del

saber indígena y el latinoamericanismo es todo lo contrario. Polos opuestos que en el

continente americano son antagónicos, pero que en otros continentes simplemente son

cosas distintas. ¿Provincianismo? En absoluto. No me entierro en un

particularismo estrecho. Pero tampoco quiero perderme en un

universalismo descarnado. Hay dos maneras de perderse: por

segregación amurallada en lo particular o por disolución en lo

«universal». Mi concepción de lo universal es la de un universal

depositario de todo lo particular, depositario de todos los

particulares, profundización y coexistencia de todos los

particulares12.

12 Césaire, Aimé (2006). Discurso sobre el Colonialismo, Akal, Tres Cantos. P.84.