Laurent, señor-Cartas Sobre los jesuitas

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    CARTASLOS JESUTAS

    El Celebre Monsieur laurent,Profesor de la niverddad de Gante.

    TRAnUCIIX\SPOR PRIMERA VEZ AL CASTELLANO.

    ----^OO5i'C-

    GUATEMALA:TIPOGKAFIA DE "EL PROGRESO,

    CALLE DE Guadalupe, N.*^ 14.1876.

    Coleccin Luis Lujan MuPk)2

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    PRIMERA PARTE

    (QUE SON LOS JESUTAS?

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    INTRODUCCIN

    El sentimiento religioso es innato en el corazn del hom-l)r^ Li creencia en Dios, en la inmortalidad del alma, en to-do lo que es ideal, infinito, eterno no puede destruirse en lsin destruir la parte espiritual de su ser, sin destruir su razn.

    El hombre lia sido hecho para pensar y para amar.S6 pena de ver al hombre estraviarse fuera de las sendasde la verdad^ es preciso dar alimento aquella sed de amar yde conocer, que es la esencia de su naturaleza espiritual. Le-jos (le destruir las grandes ideas morales en cuya vivificanteatmsfera respira nicamente el espritu con libertad, es me-nester separarlas de la mezcla grosera en que las ha envueltoun falso catolicismo.Kl tiende a debilitar la verdadera religin, que ha sido])r.)stituida por los que han pretendido hacer de ella el ins-trumento de su dominacin.

    As es (pie en ninguna parte est tan debilitado el senti-miento religioso como all donde ha sido mas completa la del(jlero fantico y ultramontano.As es que en ninguna parte donde, por el contrario, ladoctrina religiosa no prebende abrazar la sociedad poltica, elsentimiento religioso es mas puro y mas elevado.Nada es mas lgico y mus natural.Pero los fanticos no cambian de principios. Son los que

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    INTRODlTClOxX.se rebelan contra el siglo, los que trj.ban la lucha contra la so-ciedad civil, los que anatematizan la civilizacin.

    Contando con los hbitos y las supersticiones, confiandoen la imbecilidad de las masas, se atreven llamarse santospara perseguir, nombre de la religin, la libertad y para pros-cribir el pensamiento.

    Las constituciones de los pueblos modernos proclamanque el estado es el rgano de la soberana nacioi.al, mientrasque el ultramontanismo establece al lado del estado otro po-der soberano. Todos los ultramontanos reconocen la supre-maca de la iglesia, y todos profesan como un d(>gma la doc-trina que se atrevi vertir en el pulpito de la catedral deSan Salvador su actual obispo diocesano en el ltimo aniver-sario de la independencia de Centro Amrica, saber: que elestado est subardinado la igla^ia y qve el Gobierno ea depen-diente del papa.

    Esto es negar el prmcipio fundamental de las institucio-nes representativas, que atribuyen la soberana la nacinsin restriccin ni subordinacin ninguna.

    El cantorberianismo ha transportado, pues, la iglesiala soberana, que pertenece al pueblo.Sus mas formidablescombatientes son los jesutas. Segn el credo de estos, el finsantifica los medios: funesta doctrina que consagr el geniode Maquiavelo. Pero Maquiavelo persegua un fin legtimo ysanto, la independencia de Italia, mientras que el objeto delos jesutas es restablecer la dominacin de la iglesia sobre losindividuos y sobre la sociedad. Esto es para ellos la mayorgloria de Dios.Devorados de ambicin, trabajan por hacer al papa seordel mundo para dominar ste por medio h aquel. Preten-den santificar esa ambicin confundindola con el triunfo dela iglesia.

    Su principal trabajo es destruir los grandes principiosde la civilizacin moderna, las libertades que tiene de Dios :1alibertad poltica, la libertad religiosa, la libertad del pensa-miento, la libertad de la prensa.

    Arrojan el guante la razn y pretenden imponer susdoctrinas al siglo diez nueve.La debilidad ha temido, la indiferencia ha desdeado dis-

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    INTHODriNTOX. III(utir los pensaiTiieiitos q\w la 8Uperst.icioi H.-una dogmas reli-giosos y en los que la i^noi-;intna ve una eosa siigrada.Es menester que (;l puel)lo conozca el verdiidero cristia-nismo y lo distingi del tejido de leyendas creadas por el fa-natismo y tiasmiti las de siglo en siglo por la credulidad delas misas.

    El espritu humano se ahoga dentro de la estrecha ci'celque le c )astruy(ri los dogm is de la iglesia romana. La ciencia,en otro tiempo el privilegio de unos pocos, ha venido ser elpatrimonio de todos y los mtodos que emplea, la posesinde las verdades que ella ensea engendran unaimlecible aver-siii-i'icanas, donde el ultramonta-nismo trabaja con las mismas urmas y cuenta con el mismoapoyo. La historia recuerda que muchas veces en ellas uno detantos ambiciosos se ha vestido de repeute un dia con un bri-llante uniforme y reclutando cierto numen) de aventureros seha hecho proclamar Gefe Supremo, Presidente Dictador desu patria, encontrando su mas firme apoyo en el partido fan-tico-clerical, siempre dispuesto aliarse con cuantos se pr.pongan ahogarlas libertades de un pueblo. El ultramontanis-mo no vacila en estos casos en poner todos sus recursos dellado del militarismo.

    Cuanto mas vuelo toma, cuanto mas se estiendo eu nnpas la libertad, tanto mas espuesto est al yuyo de la repre-sin. No hay que dudarlo, los partidos reaccionnrios no pne-

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    IV INTRODUC^TON.den perdonar un pueblo que establece un rgimen liberal.No es un atentado, no, protejer el orden pblico y tratai"de organizar en una nacin un gobierno estable, que son lospretestos que apelan los hombres de espada para apoderar-se del mando; pero s es un atentado sobreponerse con gol-pes ciegos todos los respetos humanos, s es un atentadoatacar las leyes establecidas, atropellar la justicia, violar losprincipios y falsear las instituciones.

    En todos los triunfos de tales hombres hay abuso in-tervencin de bastardas pasiones, ora los consigan en el pa-lenque electoral, ora en el campo de la fuerza, ora en los con-cilibulos de la diplomacia. Por eso cada da tienen que re-currir nuevos subterfugios y represiones para afianzarse erel poder viendo que, aunque los apoye el oscurantismo, lesvuelven la espalda cuantos desean h libertad s^n C!

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    CARTA 1'El. PROCESO DE BUCK Y LoS JESUTAS.

    Se lia hecho mucho ruido en Blgica con el proceso deBuck y los jesuitas. Antes de eso no se hablaba dlos reveren-dos padres. Apenas si los diarios, centinelas del hberalismolos mentaban. Esto prueba qne los diarios hacen muy mal supapel de centinela. Por ventura han revelado un misteriooculto, desconocido los debates sobre el asunto de Buck ? Nosnan descubierto algo nuevo sobre la Compaa de Jess ? Losesuitas se han robado una rica herencia con dao de los pa-rientes prximos: h aqu la gran noticia que llena todos losdiarios y de que todo el mundo habla. Es una noticia tan vie-ja como la orden de Loyola. Hay mas. Sen acaso los jesuitaslos nicos ungidos del Seor que se apropian las herenciaspor medios astutos? Quin ignora que esta es la gran preo-cupacin de iodos los frailes? Por qu, pues, este pronuncia-miento de la opinin pblica contra los hijos de San Ignacio?Confesmoslo para nuestra veigeuza: todas e^as alhara-cas con motivo de algunos millones robados >i)r los jesuitas nohacen honor ni a la opinin pblica ni a sus rganos. Xoscdiria que el gran delito de los jesuitas es despojar de lo suyo las familias? En el largo catlogo de los crmenes deque sehace cargo la Compaa de Jess, el robo solo figura comoun pecado venial. El dinero para los jesuitas no es mas quenu medio, despus de todo, no ^s el fin. Si fuera el u (ue seproponen^ seria menester despreciarlos y burlarse de los quese dejan engaar por esos charlatanes tonsurados. El interspersonal y el buen sentido bastaran para garantizar la so-

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    '^ ("A UTASciedad contra redes tan groseras. Xo, no se trata de pesosfuertes: el porvenir intelectual, moral y poltico de la Blgicaes el que est de por medio. Y no se trata nicamente de losjesuitas, se trata de todas las rdenes religiosas.

    Si, los frailes son la lepra de la Blgica: si la nacin per.maneciera durante alganas generaciones bajo el maligno r-gimen de las corporaciones religiosas, no seria mas que unaraza de idiotas, embrutecidos por la esclavitud intelectual ymoral, indignos de formar un pueblo y buenos, cuando mas,para ser absorvidos por algan vecino. Los frailes estm traba-jando desde 1830: naestri constitucin ha entregado la ins-truccin pblica su ignorancia y a su fanatismo. Cuando ha-blo de los frailes, quiero decir las monjas lo mismo que los re-ligiosos, los hermanos ignorantinos lo mismo que los jesuitas.De hecho las corporaciones religiosas tienen el monopolio dela educacin en Blgica: ahora, pues, el que tiene en sus ma-nos las generaciones nacientes dispone del porvenir de la so-ciedad. Que la Blgica permanezca sometida este rgimendurante un siglo y ser un convento de capuchinos, ser lo queha sido desde el siglo dcimo-sesto hasta la Revolucin fran-cesa, la Bocia de la Europa.

    Este es el riesgo que nos amenaza, este el crimen que espreciso denunciar todos los dias los belgas. E^ necesariogritar desde los techos de las casas que estamos heridos de lamas funesta ceguedad. Que los que estn ya embruteci-dos por la supersticin, fruto de la ignorancia, entreguen sushijos los jesuitas y las monjas, nada mas natural. Peroqu deoir de los liberales que confian sus hijos congrega-ciones? He all un crimen infinitamente mas grave que el delos reverendos padres que se apoderan de nuestros bienes.Esta es el crimen que la prensa peridica debe estigmatiz;ar yno cansarse de estigmatizar hasta que los belgas abran ios o-jos, hasta que conozcan su inconcebible inconsecuencia.Con escepcion de los beatos y las beatas, que no tienen ni al-ma ni inteligencia, no hay nadie que consintiera deliberada-menta en so Qdterse al yugo d3 los frailes: si hay en nuestrasociedad moderna un instinto poderoso es la aversin por ladominacin clerical Pues bien, el instrumento mas temibledel poder que todos detestamos es la educacin. Entregar

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    i SOI{HK 1/ S JKSriTAS. 8iiiiestroR Lijos los joMiitj.sv u Lnu.ni.iif religioFiH es,l)nes, levantar cou imestms proj ias manos esa dominncicn(jue nos es tnii actiptica. He i\(\vA ( ii verdid iii a cegiudafl(jne toca al delirio de la locura.

    Dira&e que iica hada Dialtfica ba tLcautado el espritude los beloas. Vctimas de v.i:a ilufeicii funesta, prestan Ja ma-no a un enemigo quien aborrecen. De ellos deperdeiia ha-cer morir de inanicin las rdenes religiosas: en vtz de esodesplgfin un (elo singular (n darles armas contra s mismos.Sacudamos esta letjgica peladilla, despeitemos al enfermo.En ello va cuanto tencmcs de mas precioso en el mundo,nuestra inteligercia, nuestia alma, nuestra libertad.Nada prueba mas esa e Ira fia ceguedad que lo que pasaen Blgica de^de la revolucicn de 18S0. En 1830 no haba unsolo jesuta en Blgica. El da de hoy son dueos de la ense-anza secundaria. Quin les ha entregado la juventud? Noes la ley: la constitucin no les ha dado sino la libertad, noles ha dado el poder. Por qu, pues, los colegies de los jesu-tas estn henchidos de alumnos, mientras que los ateneos delestado estn desiertos poco mriCS? S los jesutas han lle-gado a ser una potencia , es causa de nuestro concurso, denuestra comi)lcidad. Ha sido menester un escndalo para a-brirnos los ojos. Y todava gritamos sin conocer bien la cau-sa del mal que nos hace sufrir. Ser, pues, preciso que osjesutas metan la mano en nuestros bolsillos jDara que reco-nozcamos Cjue hay jesutas?

    i Cosa singular ! Hace precisamente un siglo que los jesu-tas fueron espulsados de todos los estados catlicos: el papamisnjo acab por abolrlos. Es preciso que haya habido causasmuy graves para que prncipes catlicos, el rey de Francia, elrey de Espaa, el emperador de Austria, se hayan decidido espulsar una orden religiosa que en todas partes dirijia la edu-cacin. Es menester que en esa orden hayan existido viciosirremediables para que el soberano pontfice, desesperando decorrejirlos, haya recurrido al remedio estremo de la supresin.Hoy los jesutas son mas poderosos que nunca. No son porventura lo que eran ahora un siglo ? Al restablecerlos el papa. ha cambiado su constitucin ? Han desaparecido los abu-sos, los escesos que en el siglo dcimo-octavo sublevaban los

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    4 .'ARTASparlamentos y los reyes contra la (Joinpaia?Los jesutas son lo que han sido sieuipre: pueden cam-])iar de mscara, pero el fin que persiguen es siempre el mis-mo. Pn* qu, pues, el odio ardiente de nuestros padres hadado lugar la ceguedad? Es necesario que todos los tribu-nales de justicia, que todos los prncipes catlicos, que el so-berano pontfice sf^ hayan engaado cuando suprimieron laorden de los jesutas, es necesario que nosotros, que los to-leramos, que los queremos, estemos padeciendo el mas incon-cebibe error. La emocin que se ha producido en todas lasclases de la sociedad con motivo del proceso de Buck, es ungrito de la conciencia pblica que responde m alternativa-Nosotros somos los que estamos equivocados y equivocadospeligrosamente. Pero en qu consiste el error ? dnde estel peligro? qu quiere el enemigo?La respuesta estas preguntas est en la historia, en loshcvihos. Har pronto trescientos afiDs que un representantedel ministerio pblico en el parlamento de Tolosa decia: "De-bemos, seores, tener uu gran pesar y llorar con nuestras al-mas por haber almentido esis serpiente:^, haberlas enriquecidoy alentado, no solo espensas de nuestras sustancias y facul-des y exheredando aun gran nmero de familias, sino jyor Jia-her causado Zos' males que sufrimos por susfalsas doctrinas (*).Es preciso repetir en 1864 las palabras pronunciadas en 1595la esperiencia de tres siglos las confirma.Con la historia en la mano voy instruir un proceso masimportante que eLque ha conmovido en tm alto grado los es-pritus en Blgica. Acuso la Compcihia de Jess de corrom-pv la inteligencia y el corazn di las nuevas generaciones: la acu-so de hacer de la educacin ini in4ramm')0 de dominacin parala iglesia, y sobre todo, x)ara su ambicin: la acuso de emplear,pira alcanzar este fin, el fraude y la mentira: la acuso de viciarla moral y la religin misma, cuya defensa se jacta de hacer: laacuso de perseguir un finfunesto, la destruccin de toda l)ertad.por medios unasfunestos todava, puesto que tienden arruinarlos cimientos de la sociedad humana.

    (*) Dafeusa de M. de Balloy en el p.xvlamauto de Tolosa, 1595. M'^r-ciirio Jesuta, tom. 1, p. 553.

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    PARTE SEGUNDA.

    OE PRETENDEN LOS JESUTAS 1

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    CARTA VLos jesutas, por confesin propia, aspiran alDOMINIO universal.

    En la Confesin de un Jesufa, impresa en Roma en 1773,pgina 21, se lee lo siguiente: "El instituto de los jesuitas tien-de una monarqua unimrml que invade todos los otros re-yes, todas las potencias espirituales y temporales.'' Qu locnra!se dir. Es preciso enviar este pretendido confesor un hos-pital de locos, , si por casualidad dice la verdad, los jesu-tas es quienes se ha debido confiar un mdico para curar-los de su demencia. Se concibe qu religiosos que tales cua-les as-piren la dominacin del mundo? A quin se harcreer que Lojola, que era efectivamente medio loco, haya si-do un mulo de Alejandro ? No tienen por objeto estas acu-saciones exageradas desacreditar los enemigos de los jesu-tas mas bien que los reverendos pndres? He aqu lo que elbuen sentido responde la imputacin del ex-jesuita. Pero elbuen sentido est muchas veces equivocado: lo est Jeniprecuando se trata de apreciar los trabajos do una secta de unareligin: ahora, pues, los jesutas, por mas que se llamaran ta-les cuales, formaban una orden, , como se deca en otro tiem-po, una religin. Si se juzgara los fundadores de religiont*it nombre del buen ser.tido, se sentira la tentacin de encer-rarlos todos en una casa de locos. Es, pues, preciso dejar un lado el buen sentido y consultar los hechos.

    Observar desde luego que los adversarios de los jesutas

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    20 CARTASestn unnimes en echarles en cara la ambicin desmesuradaque anima los conquistadores. El autor de la Moral prcticade los Jesutas, notable escritor de la escuela de Puerto-Real,se complace en reunir los candidos testimonios de los historia-dores jesuitas, que todos atestan y exaltan el humor conquis-tador de su Compaia. He aqu las palabras que ponen en laboca de Jesucristo dirijindose Ignacio de Loyola: "Roma Italia son mas pequeas que tu valor. La Europa no es bas-tante grande para t. Es menester buscar nuevos reinos nue-vos mundos en que t plantes los trofeos de la rehgion." Es-cuchemos ahora las observaciones de nuestro autor: ellas nosrevelarn el origen y la causa de esa ambicin universal quese encuentra tan ridicula en una orden de frailes: no es nadamenos que la ambicin del cristianismo: "La misin que Je-sucrito confi los apstoles de ir conquistar toda la tierrano estaba concebida en trminos mas fastuosos, pero era unpoco mas eficaz : los padres no se avergenzan de hacer hablaral Salvador del mundo y al Seor de la humanidad conforme su orgullo."Como discpulos de Jesucristo, pues, es que los jesuitasquisieron conquistar el mundo. Pero el Maestro no pensabasino en una conquista espiritual, mientras que sus indignosdiscpulos ponen en lugar del espiritualismo evanglico ungrosero materialismo. Que sirva de prueba el epitafio de SanIgnacio: "Quien quiera que seas que te representes en tu enten-dimiento la imagen del gran Pompeyo, de Csar de Alejan-dro, abre los ojos la verdad y leers sobre este mrmol queIgnacio ha sido mas grande que todos los conquistadores (t)-''He aqu decididamente al fraile transformado en guerre-ro. No se compara San Ignacio con San Pablo, el apstol delos gentiles , se le pone en la misma lnea que los devastado-res del mundo: se le coloca sobre ellos, porque su imperio seestender mas lejos y abrazar al mundo entero. Ser esa u-na dominacin puramente espiritual ? Para los que conozcanla historia de la Compaia de Jess mi pregunta es una pre-gunta tonta. La mentira que reina hoy en el mundo ultramon-

    (*) Moral prctica de los Jesuitas, t. 1. , pg. 29 32.

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    SOBRE LOS jesutas. 21tao es la que me obliga hacerla. La mentira ha venido ser decididamente una virtud de familia para todos aquellosque se llaman catlicos romanos. Segn ellos la iglesia nopiensa, no ha pensado nunca en una dominacin temporal.Esposa de Cristo, no aspira sino al imperio de las almas, res-peta la independencia de los prncipes, h\ soberana de las na-ciones. Es calumniar los catlicos, dicen, suponerles otrasintenciones. Ah, os calumniamos, seores ultramontanos! Ala pretendida calumnia voy aadir el insulto: yo os acusode practicar la moral de los jesutas, la moral de la mentira,y lo voy probar.Hubo en otro tiempo un emperador, que se llamaba Fe-derico n, grande entre los grandes: estuvo en lucha perma-nente con la iglesia y acab por ser depuesto por un conci-lio. Cual era su delito? Negaba al papa el poder espiritualque tenia como sucesor de San Pedro? Absolutamente: deciaen trminos formales que la reconoca; pero aada que enninguna parte haba ledo que una ley divina humana hu-biese dado los papas el derecho de juzgar los prncipes dola tierra y de transferirlos reinos como les pluguiera. Vosotrosestis en este punto de acuerdo con Federico II, Seores De-champs, Nothomb y Compaa. Tambin vosotros queris laindependencia del poder civil. Muy b^n. Pero servios escucharla respuesta que Inocencio IV dio Fedt rico II: "El empera-dor niega que todas las peones y todas las cosos tstt^n somU-das la Santa Sede. \ As no podra ju?gar las copas de estemundo aquel que juzgar un dia les ngeles en el cielo! Seengaan los que creen que Constantino fu el primero que dioal papa un poder temporal. Ei^te pcdtr le ha sido covjiado di-rectamente por JesvcHsto, verdadero socndtte y verdadero rtyJesucristo hafundado rnia dcmincc-ion a la nz red y soctrdotai.Ha dado a San Pedro el imperio de la turra y de los cielos,**Dad vuestra opinin, seores de la Cmara, sobie estacarta de Inocencio IV. Sois, e 6 no catlicos? Os prcclomais,si es necesario, ultramonttxnos: sois, pues los hijos c hedientesdel papa: eris en su infalibilidad. Luego dtleiscrttr, ccmo l^que Jesucristo era lerdcdero rey, que ha tirdaJo una dcmina-cion real juntamente y sacerdotal, y que este imperio univer-

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    22 CARTASsal lo hji confiado los papas. Vosotros eris eso, debis creer-lo, si sois catlicos romanes. Si lo eris, qu viene serla in-dependencia de poder civil? No es burla proclamar a losprncipes independientes y reconocer en el papa el derecho dedeponerlos ?

    S, pues, sois catlicos romanos, no podis admitir la in-dependencia del poder civil. Sin embarg-o, lo hacis: luegopracticis la moral de los jesutas, la moral de la mentira. Sime respondis que rezachaislas pretensiones de Inocencio lYentonces dejais de ser catlicos lafac/jn del papa: por qu,pues, os decs hijos sumisos de la iglesia? Hijos sumisos querepudian la autoridad de su santa madre! O ha}^ para voso-tros otra iglesia que la de Roma? Cul? j Serais, pues, cis-mticos ! Una palabra de respuesta, si me hacis el favor, Se-ores Deschamps y Compaa. Pero vosotros no respend eris,y yo os desafio responder, sino como responden los jesutas;y un escritor muy religioso nos ha dicho que eso se llamabafraude y mentira.Vuelvo los jesutas y al crimen que se les ha atribuidode aspirar la monarqua universal. La acusacin es funda-da y la ambicin que seles echa uscara no es una locara, .si locura hiy, ella remonta los papas: son los vicarios de Cris-to, los rganos infalibles de la verdad eterna^ los primeros lo-cos. Cuando un papa dice que Jesucristo, es decir en su creen-cia Dios mismo, le ha dado el imperio de a tierra y de los cie-los, se proclama monarca del mundo, no monarca de la tierra,sino monarca del universo. En verdad, he all una locura !IJn mezquino habitante de uno de los cuerpos mas pequeosque llenan la inmensidad del espacio se atreve decirse seorde losjcielos! \ Este seor de los celos estaba de tal maneraloco que no sabia lo que eran los cielos de que se pretendaseor ! Dispensmosle esta locura en razn de su ignorancia ylimitemos su dominacion la tierra. Dice que es rey de ella co-mo vicario de Dios y que su. dominacin es temporal, lo mismoquQ espiritual, Si esta no es la monarqua universal, ya laspalabras no tienen sentido y es menester decir que el papa nosabia lo que se pescaba ! Pero no fu Inocencio IV el nicoque tuvo este lenguage. En mi E4udio sobre la Iglesia y el Es-

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    SOBRE LOS jesutas. 23tado he recojido las palabras de los mas ilustres papas de laedad media y tcdos son de la mi-ma opinin basta el iiltimo,Bonifacio VIII, que declara orgullosamente que negar que loaprincipes estn sometidcs la iglesia, negar que elpoder ten^poraleste sometido al peder csjxritval, es bacerge culpable de la mascriminal de las beregias.

    Es, pues, un dogma en Roma que los papas son los seo-res del mundo. En el siglo XVI esta monarqua estaba en sin-gular peligro. Lutero babia becbo en ella una famosa brecba:la mitad de la Europa difemaba al papa, prodigndole todaslas injurias del Apocalipsis: la menor de ellas era que el papa,lejos de ser el vicario de Cristo, era el Antecristo. En cuantoal resto del mundo, ignoraba que bubiese un papa. Como seve, los seores de la tierra y de los cielos les faltaban mu.chas conquistas que bacer. Les faltaba una milicia. He aquque se forma, se organiza militarmente: su nombre mismo in-dica que es un ejrcito: tiene un general investido del poderabsoluto, como lo est todo general en tiempo de guerra. Losjesuitas emprenden con atrevimiento el trabajo: quieren re-conquistar la Europa protestante y reccquistar el mundooriental: esto es sin duda la monarqua universal. Pero enprovecbo de quin ?

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    CARTA 2Los Jesutas, que hacen voto de HUikiiLDAD, son el

    egosmo personificado.

    Se ha dicho de los reyes que son unos egostas, que su m-teres es su Dios y que este dolo, el peor de todos, lo sacri-fican todo. Esta tesis la historia entera la confirma: puede de-cirse que es una de aquellas verdades que los ingleses llamantruism, axioma evidente, como quien dijera que dos y dos soncuatro. Si esto es as respecto de los reyes, qu diremos delos conquistadores? Los asoladores de la tierra son ciertamen-te el ideal del egosmo: no se dir que es pai'a la dicha de loshombres que llenan el mundo de sangre y de ruinas. Puesbien : los jesutas son conquistadores, Porqu milagro, envez de no ocuparse sino de sus intereses, serian modelos dedesinters y de abnegacin ? Los jesutas, dicen sus enemigos,no han hecho jams milagros. Yo lo creo. En cuanto al mila-gro del desinters, lo declaro enteramente imposible en unaCompaa conquistadora, y tengo por garante la historia en-tera de la Sociedad de Jess.No se asusten los lectores, no voy contarles la historiade los jesutas. Me contento con algunos testimonios y los to-mo de los mismos reverendos padres. En la primera mitad delsiglo dcimo-sptimo apareci un libro singular, que tenia porttulo Monarqua de los Solipsos: era obra de un jesuta, en que

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    26 CARTASse hacia la crtica, veces la stira, de la Compaa. Sin em-bargo, el autor no habla como enemigo: sigue siendo hijo su"miso de Loyola. l nos dir cual era la ambicin de su Socie-dad. Se propone al monarca de los SoJipsos, que no es otroque el general de los jesutas, poner su monarqua bajo laproteccin del pontfice de Roma. l responde: Podra unmonarca de los Solipso.% sin faltar su dignidad, buscar laproteccin de otro prncipe, t que quiere cometerlos a todos su imperio? Estoy, sin embargo, dispuesto, aade, dar al pa-pa el primer lugar despus de mi, y honrarlo con el ttulode amigo y aliado, con tal que quiera acomodar su evangelio las leyes polticas de los Solipsos (*).

    Chiste, se dir, y el chiste no es prueba. Sara la prime-ra vez que un chiste habra ocultado una gran verdal? Y hayuna profunda verdad en las palabras que el jesuta alemnpone en boca de su general. S, la j^eligion de lus jesutas noera mas que una poltica^ es decir un instrumento de domina-cin. Y era por ventura otra cosa para los pontfices de Ro-ma, salvo algunas escepciones ? Sobre esta base fu que se con-cluy la alianza entre el papado y la Compaa de Jess. Noes menos real por no estar sobre pergamino. En la Gcleccionde los Actos Oficiales emanados de las Cortes de Roma y de Lia-hoa en 1759 y 60 (*) leo las siguientes palabras: "Un hombre, quien no se negar el espritu de astucia y de penetracin,que ha tenido la desgracia de entregarse los jesutas duran -te muchos aos, pero que por esto mismo ha podido conocer-los bien, decia de ellos: Hacen del papa el rey de los reyes ^ elobispo de los obispos, el doctor de los doctores, pero nicamentepara transportar la Sociedad todo el uso y elfruto de ede colosode autoridad y reservndose ser ellos solos el mvil y el orculodel papado"He acusado los reyes de ser el egosmo personificado: losfrailes pueden reclamar la preferencia. A ellos correspondela palma ! He all la verdad una monstruosa contradiccinuna hipocresa sin nombre, una impostura que no tiene igual

    (*) Monarqua de los Solipsos, e. 15.(*) Ooleccion impresa por orden del rey de Portugortugal, 1761, pg. 21.

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    SOBRE Los jesutas. 27No hacen voto de abnegacin y de humildad los religiosos?No practican la psrfeccion evaanrlica? j no es el desinters,la caridad el primer mandato do Jesucristo? S, eso es ver-dad: es tambin verdad que los frailes tienen siempre la ca-ridad en la punta de la lengua; piro v:ise como obran. Quansia de lucro la de estas santas gentes que han abdicado to-da propiedad! Qa sed de riquezas la de estos pobres yolun-tarios! Qu desmedida ambicin la de est"()s iombres muer-tos para el siglo y sus pasiones ! Y qu sera en los jesutasque concentran en s mismos tanH las malas pasiones" delmonaquismo ! Apenas so han establecido y ya se es encuen-tra en todas partes. Enrique IV, que no los queri;!, pero quelos consideraba porque tehia siis complots y su funesto po-der, Enrique TV deca 'd los' jesutas : "Lo qn^ ha causado lodio pblico coliti-a toda la den es el ansia que han demos-trado de alimentarse y enriquecerse" (*).A principios del siglo dcimo sptimo apareci una diser-tacin especial HoJ>re las caMi^asd?.l odio puh!ico nue ph'Hegian hs jesuitah. "Hay muchas, dice el autor, pero he aqu la prin.cipal: es que en todas partes y en todo quieren ser los prime-ros. Para ellos el monopolio de los favores, tanto en la cortede los prncipes como cerca de Dios. Es preciso que todo elmundo pase por sus manos, no menos los que tienen que so-licitar de un rey una gracia, que los que tienen unH oracinquedirijir Dios. Desgraciados de los que manifiestan algu-na confianza alguna consideracin los deaias rdenes re-ligiosos! Los jesutas los hacen pasar p(r malos cristianosEste orgullo, esta altivez son llevados hasta un grado increi.ble. La Sociedad cuenta en su seno algunos hombres distin-guidos: esto basta para que cada jesuta se crea ima guila ymire desde lo alto de su grandeza los pobres diablos de losfrailes y clrigos legos que no pertenecen su Compaa: e-llos solos son oradores, ellos solos son poetas, filsofos j te.logos. Para tener buen sentido es necesario sino ser jesuta-ai menos haber sido educado por los reverendos padres'' (**)*

    (*) Mercurio Jesuila, t. 1. pg. 584.(**) De causis publici erga jestiitas vitii dissertutio. Mere TSw. pg.329 335.

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    28 CARTAS Son estos los rasgos de discpulos de Cristo son los vi-

    cios de una raza de Satans? No me propongo maldecir laambicin : dejo esta satisfaccin los predicadores catlicos.Pero si la ambicin es criminal, mas que eso, espantosa, escuando los frailes no respiran sino soberbia, dominacin yconquista, y entre estos frailes los mas culpables son sin dis-puta los que se atreven tomar el nombre de Jess, el sermas humilde, menos personal que haya aparecido sobre latierra. Es la hipocresia llevada hasta la monstruosidad. Si laambicin devora los frailes, los jesuitas estn poseidos de e-11^ orno el demonio posee el alma del que se ha entregado alprncipe del mal. Los discpulos de San Ignacio no estabanequivocados al despreciar a los dems frailes : valia la pena deromperse el espinazo trabajando para su convento fin de en-riquecerlo ! He aqu en lo que pasaban su vida los frailes detodos los colores. Los jesuitas no tienen convento : la tierraentera les pertenece. Un religioso es el que lo dice en las Ins-trucciones los Prncipes sobre el gobierno de los Jesutas.''^ [*]"Es evidente, dice, que los jesuitas no tienden otra cosa, entodo lo que hacen, que someter los prncipes, y es por con-siguiente verdad decir que su religin es una verdadera mo-narqua."

    ; En hora buena ! Eso vale al menos la pena de ser ambi^cioso. Como lo dice muy bien el revendo padre que predic en1734 el panegrico de San Ignacio en Chalons-sur-Marne:Nuestra Sociedad est establecida para dirijir a los reyes y con-qutar el universo [**]. No parece or aun ciudadano dela antigua Roma ? El pueblo-rey no tenia mas orgullo que losjesuitas. Eso esplica su ardor y su celo en servir la Socie-dad. Cada cual de ellos tiene su parte en el gobierno del mun-do: cada jesuta repite estas orguUosas palabras, que se atri-buyen un general de la orden. Comiendo en Roma con ungran seor francs quien haba convidado, en la segunda mi-tad del siglo dcimo-sptimo, el general le dijo: "Vea usted,

    [*] Publicadas en Miln, en 1617. Se encuentran al fin de la Monar-qiiia de hs Solipsos, p. 381.

    [**] Koticias Eclesisticas del 15 de Noviembre de 1734.

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    SOBRE LOS jesutas. 29caballero, def

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    30 Cartascadmrei, espresion de sombra energa que marca admira-blemente que no hay en la Compaa mas que una alma, unavoluntad, la del general. Paes bien, supngase que la monar-qua de los jesutas llega ser una realidad: el gnero huma-no solo se compondra de cadveres, instrumentos en manosde un hombre.Apresurme abandonar esta espantosa idea, est^. terri-ble ideal de la Compaa de Jess. Seria necesario negar Dios para creer que pudiera realizarse nunca. Una vqz ya hasacudido la humanidad elyugo que' se qqeria imponerla, y, co-sa notable, cuando los jesutas fueron espulsados de los diver-sos estados catlicos en el siglo dcimo- octavo, por todas par-tes se les ech en cara, como su mayor crimen, su insaciableambicin. El rey de Portugal, que tom la iniciativa de la es-pulson, dice en su edicto ^'que los jesutas tienen una sed hi-drpica de apoderarse de los gobiernos temporales^ de hacer nume-rosas adquisiciones de tierras, de estados, de intereses de co-mercio'' [t].Los jesutas y sus amigos se han quejado de la- debilidadde las razones que los parlamentos invocaron para destruir laCampaa. Hay una que se encuentra en todos sus acuerdos, yque p3r s sola bastara para no tolerarla. Qu la perdien Francia? Despus de las largas disenciones que haba en-gendrado la discusin teolgica de los jesutas y de los janse-nistas sobre la gracia, los primeros quedaron dueos del cam-po de batalla. La historia narra qu intrigas, qu violen-cias debieron la victoria. Los jesutas abusaron cruelmente deella. Dominando en la corte y dominando en Roma, hicieronuna guerra implacable todos los que, en el clero, en la no-bleza, en la magistratura, les eran hostiles. Estas persecucio-nes, dice el abate G-uette, les crearon innumerables enemi-gos y apresuraron su ruina [ff].Cmo los reverendos padres, quienes se dice tan pru-dentes, tan astutos, han estado hasta este punto faltos de pru-

    (t) Coleccin de documentos acerca de los jesutas de Portugal, t.2. p. 288.

    (tt) Guette, Historia de la Iglesia de Francia, t. 12, p. 83.

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    HOBKE LOS jesutas. 31ciencia y de bi mas simple previsin ? El orgullo los cegaba yel orgullo los perdi. El Parlamento Je Pars declar que suexistencia era incompatible con la seguridad del estado. "Esun cuerpo, dice la declaracin de 1762, que solo aspira la in-dependencia y la dominu'ion, y que por .su existencia mis-ma en medio de todo estado donde fuera iitroducido, no me-nos que por su conducta, consecuente con su constitucin.tiende evidentemente arruinar poco jwco toda autoridad leg-tima, efectuar la disolucin de toda administracin y des-truir la ntima relacin que forma el lazo de todas las partesdel cuerpo poltico."

    El autor de la Folitica de los Jesutas, que fines del si-glo dcimo sptimo lanzaba un grito de alarma contra la am-bicin dlos jesuitas, declara que haban alcanzado su objetoque dominaban en todas partes, que ejercan de hecho la monarquia del mando [f].Estas acusaciones y estos temores parecen hoy casi rid_culos. Y sin embargo, tenemos una razn mas para temer alenemigo, Despus de haber sido espulsados de todos los esta-dos catlicos, despus de haber sido abolidos por el papa,los jesutas^ han resucitado y son mas peligrosos que non"ca. La esperiencia los ha hecho prudentes. Ya no se les ven la corte de los prncipes: trabajan bajo de tierra, minanel terreno bajo nuestros pies. Nuestra ciega confianza los de-ja andar por todas partes. Yo no creo que triunfaran, porque creo en l.i verdad y no en la mentira; pero digo que esnecesario luchar para vencer.

    (t) La Poltica de los Jesutas [1688], p. 8.

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    CARTA .5L()8 Jesutas y n'uestros catlicos belgas no pueden

    OBEDECER AL REY.

    Y bien, caro lector, comenzis ya comprender lo quees el ultramontauismo ? En el siglo dcimo-tercio InocencioIV se proclamaba rey de los reyes y en el dcimo-nono PiYII declara que las maximaH en cuya virtud los papas depo-nen los reyes son nardas. Si la iglesia no las pone en prcti-ca, dice el ltimo papa, es causa de la desgracia de los tiem-po.^. Pero j paciencia ! El papado es eterno, puesto que ha si-do fundado por Dios mismo, mientras que las cosas humanascambian. Dia vendr, pues, en que el papa reasumir el cur-so de susjuslos rigores contra la abominable herega de Ente-ro y de Calvino y en que depondr al rey de los belgas, siaun vive, y la reina de Inglaterra y al rey de Prusia y al em-perador de Rusia. Cuantas coronas habr qu distribuir ! Nohablo de los mezquinos principados alemanes. Los pesca-dos chicos se los tragan los grandes. Y no lejos de nosotroshay una ballenaza que est pronta tragarse una docenaentre ellos el rey de los belgas. Ser para recompensarlo deles servicios que el emperador cristiansimo le presta al pa-pa. [*]_Mientras llega ese feliz dia el papa guarda cuidadosamen-te el depsito de las santas mximas que le permiten deponer

    [*] Alutle rtl emperador Napolen M.Nota del Tradnctor.8

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    46 CARTAS e los reyes. Es preciso que me detenga nn momento en evstasHar\ta^ w.rimaff para preguntar qu es, en esta sagrada doc-trina, de la independencia de los reyes y de la soberana delos pueblos? Que se sirvan responder nuestros catlicos. Tie-ne el papa, si no, el poder de deponer los prncipes ? Cuan-do el papa mismo dice que lo tiene, pueden ponerlo en dudalos hijos sumisos de) sarto padre? Si lo ponen en duda, noson ya catlicos y arriesgan la sahacion de su alma. Si se loreconocen, no pueden ya prestar en conciencia juramento defidelidad nuestro rey, , si se lo prestan, ese juramento ca-rece de valor, pues es una santa mxima de su iglesia que lossubditos de un prncipe hertico no le deben fidelidad algu-na. Qu es un rey que no reina sino sobre los cuerpos y tie-ne contra s las almas? Ser soberano aquel quien sus sub-ditos niegnn todo derecho de soberana?Yo me rio del papa, dirn los catlicos. Esto es muy po-sible. A vosotros os gusta lo serio, seores ortodoxos. Yo soyde vosotros. Hablemos seriamente, pues. Creo de buena vo-luntad que el papa no depondr ya los prncipes, ni aun losque profesan la condenable herega de Lutero y de Calvino.Pero las pretensiones de la iglesia, en la doctrina ultramon-tana , no se refieren nicamente la soberana de los reyes:tocnn la vida diaria del estado. Hay, por ejemplo, un ungi-do del Seor, un fraile, un jesuta, que, olvidando que es unhombre e.^pirituoJ, un ngel, como se deca en otro tiempo, sedeja tentar del diablo y comete un pecado, que el cdigo pe-nal tiene la necedad de castigar, cuando un lego se hace cul-pable de l. Tendrn nuestros tribunales el derecho de juz-gar este elegido de Dios? Bella pregunta! me diris., Novemos todos los dias sobre los bancos de nuestros tribunalesde polica y de justicia frailes de todos colores ? S, pero espor la calamidad dlos tiempos, como dice Po YII, y porque laEsposa de Jesucristo est humillada. Si las santas mximas denuestra madre iglesia pudieran practicarse, es seguro que losmalhechores ungidos tendran buena fortuna y buena vida, puesesas santas mximas vedan los tribunales laicos juzgar losreos tons arados. Prueba: cuando una ley emitida por las C-maras del Piamonte someti al clero la jurisdiccin civil y

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    SoBHK I.)S .JKsriTAS. 47criminal de los tribunales ordinarios, nuestro santo padre elpapa Po IX se irrit muchc y anul dicha necia ley, comonuestra Corte de CasacioQ anula una sentencia absurda dic-tada por un juez de paz. Y cuando Santa {om, uno de los Mi-nistros piamonteses, cmplice de aquella abomin ble ley, sehallaba en el lecho de muerte y solicit los socorras de la re-ligin, la iglesia, en su admirable caridad, se los neg.

    i Cuntas preguntas tendra yo que hacer los catlicos denuestras Cmaras sobre este hecho, que no ha tenido lugaren la edad media, sino bajo nuestros ojos! No estn sometidosios clrigos las leyes civiles y criminales? Pueden violar-las impunemente ? S, segn los ultramontanos, s, segn elpapa Po IX: eso se llama la Iib}iad de la iglema. Se ve quela iglesia tiene sus razones para amar la libertad. Pero si losclrigos no estn sometidos las leyes, no son subditos delrey: no es as? No, son subditos del papa. La tonsura es u-na especie de acta de naturalizacin. El belga tonsurado de-ja de ser belga para volverse pontificio. Admira, caro lector,la ioberania que los ultramontanos, y el papa su cabeza, de-jan nuestro rey. Nada tiene que decir los clrigos: ellospueden rebelarse contra l y l tiene que dejarlos. No es es-to maravilloso ?

    Otra maravilla ultramontana pontificia. Nuestras C-maras dictan una ley aboliendo la libertad de la i(jlexia. El pa-pa la anula Quin manda? El que que hace la ley el quetiene la potestad de anularla ? Si la anula el papa, los catli-cos evidentemente no la obedecern ya: deben obedecer Dios mas bien que los hombres, y Dios ha hablado por bo-ca de su vicario. Los catlicos belgas obedecern, pues, al pa-pa de preferencia obedecer nuestras leyes. Una humilde pre-gunta los catlicos de nuestras Cmaras: quin es el ver-dadero seor ? aquel quien se obedece aquel quien sedesobedece ? Se atreveran obedecer una ley que el papa 1ra-biera anulado ? Entonces no son catlicos lafa^on del papa,no son hijos sumisos de la iglesia. Qu son, pues ? Si obede-cen al papa, qu hacen entonces en la Cmara ? No son yalos representantes de la nacin, son los instrumentos de laCorte de Roma.

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    48 CARTASVes, caro lector, que es bueno saber lo que es el ultra

    inontaDismo. Contino, pues, tratan^lo de este asunto. Hemosolvidado en Blgica lo que es el derecho de asilo. A la verdadel mundo degenera, se corrompe: nos acercamos al da deljuicio, aparecer el Antecristo. La iglesia no tiene derechode asilo! En otro tiempo, tiempo mas feliz, cuando un bandi-do un asesino lograba refugiarse en algn santo lugar, seponia al abrigo de toda persecucin. Esto tambin se llamabauna libertad de la iglesia. Veamos lo que quiere decir esta li-bertad. Quiere decir, en primer lugar, que la iglesia se rie delas leyes, que se rie de la justicia, que se re de la conservacindel orden pblico. La lierfad de la iglesia quiere tambin de-cir (y esto es lo que sobre todo interesa nuestra s^nta Es-posa de Cristo), quiere decir cjue ella es seora y soberana,Qu es en efecto el derecho de asilo? La iglesia suspende,anula el curso de la justicia, la ejecucin de las leyes: esto esya una prueba de que es superior las leyes y la justiciaCondesciende, cuando es grave el delito, en entregar al culpa-ble los tribunales laicos; pero es preciso que los magistra-dos soliciten su entrega estradicion. La palabra es caracters-tica y llena de enseanza. La iglesia no est, pues, en el esta-do, ^ikfuera del estado: es un estado independiente del esta-do laico. Cuando un malhechor se refugia en este estado ecle-sistico, que se encuentra por todas partes, en todas las callesde nuestras ciudades, es como si hubiera ganado la frontera:es mas que eso, pues en Francia en Prusia la justicia velasiempre y se apodera de los criminales, mientras que, por elcontrario, en el estado eclesistico no se sabe lo que es la jus-ticia. Que el lector que crea que yo exagero abra mi Estudiosobre la Iglesia y el Edado y all ver la vida que hacan losmalhechores en los asilos cristianos: nuestras letrinas son encomparacin lugares de limpieza. El primer cura que se pre-sentaba, rgano del estado que se llama iglesia, era superior las leyes, hollaba la justicia: la estradicion era la escepcion,la regla era la impunidad. He all la libertad de la iglesia!

    Para qu contarnos esos cuentos ? dirs, caro lector.Quin piensa todava en el derecho de asilo ? Cuidado, si teimporta la salvacin de tu olma, no hables con irreverencia

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    SOBRE IXS JKSUITaS, 4'.)de la U'jertad de la irjh'.sa. Nuestra fianta madre ama la lUmiadliasta la luciira y ella no suelta ninguno de sus derechos, nin-guna de sus prerogativas. Los tiempos- ralamoi^ox, que hancomenzado con la reforma, que han continuado con la filoso-a j que han venido ser intolerables con la revolucin, nola deja practicar sus mgradai^ mtlmncu^; pero no renuncia ellas. Siempre que se ofrece pro

    !

    XJna palabra Ins buenas almas de los liberales que seimaginan que es imposible que la iglesia piense en resucitarel pasado. Ciertamente el mas injusto, el mas odioso de estosprivilegios era el derecho de asilo, derecho que destruye tododerecho, derecho que disuelve los lazos de la sociedad, dere-cho que no deja la sociedad llenar el primero de sus debe-res, la justicia. Sin embargo, en pleno siglo diez y nueve unpapa anula una le}' que able ti derecho de asilo ! Y este pa-pa pasaba por ser un papa liberal ! Para los papas, como pa-ra todo sincero catlico, no hay mas que una libertad que seasanta, la de la iglesia. Y esta libertad es el sometimiento, laesclavitud del estado

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    CARTA 6Los Jesutas y los ultramontanos belgas pueden violar

    IMPUNEMENTE LA LEY.

    Digo que el ultramoiitanisino destruye el estado eu suesencia, sujetndolo la iglesia. Esta no es una cuestin depura doctrina, buena para divertir los ocios de un sabio: es u-na m.Tma sania, practicada claramente nuestra vista. Yolie entablado esta discusin con motivo del proceso de Buck,y, uniendo mis maldiciones las de la opinin pblica, he de-plorado la ceguedad de los liberales, por que parecen no pre-ocuparse sino de su bolsillo: que los jesuitas respeten esos a-mados escudos y los dejaran obrar. No se han preguntado co-mo sucede que los jesuitas y toda la raza de frailes se hacenlegar las ricas herencias que les envidian. Hay hombres real-mente religiosos entre los religiosos: saben que la ley no lespermite aceptar una liberalidad: sin embargo, estos santosviolan la ley sin el menor escrpulo: ocurren terceras perso-nas para eludir ocultamente las leyes que les prohiben poseery adquirir. Su conciencia est perfectamente tranquila. Heaqu lo que es estrao. Esto es estrao para los que no cono-cen el ultramontanismo. Nada mas natural y mas lgico pa-ra quien sabe lo (pie es la doctrina ultramontana sobre laiglesia.

    Nuestras leyes ya no reconocen ordene religiosas. Qule importa eso la iglesia ? Tiene el legislador algo que de-

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    52 Cartascir la iglesia? La iglesia recibe su txistencin de Dios mismo. Necesitaria Dios por casualidad de la cooperacin de un le-gislador para fundar uua iglesia? Ahora, la iglesia compren-de todos los establecimientos que juzga necesarios. A elbi,pues, toca crear rdenes religiosas: si ella 1j\s encuentra tiles,las da la consagracin de su origen divino, y ningn legisla-dor tiene facultad ya para concederlas negarlas la existen-cia. Quiranlo no las leyes, las corporaciones religio^sas exis-teu y tienen todos los derechos que pei'tenecen al hombre ene' estado de sociedad. Si algn iinpertinente legislador pre-tende abolir las rdenes monsticas, la iglesia se burlar desus prohibiciones: los frailes existirn despus como antes. Larevolucin los aboli: qu importa? Si la i^y no tiene el de-recho de dar existencia una corporacin establecida por laiglesia, tampoco tiene el derecho de quitrsela. He aqu tran-quilos nuestros frailes y nuestros jesutas. No tienen porqu inquietarse por la ley: obedecen Dios y qu tiene quetemer de los hombres el que tiene para s Dios? Nuestrosreligiosos violan, pues, muy religiosamente la ley para a ma-yor (jloria de Dios. Muy bien.

    Pero yo tengo de nuevo una pregunta que hacer los ca-tlicos de nuestras Cmaras. Si tal es la libertad de la iglesia,qu se vuelve la soberana del estado? El estado dice: lossoi disant frailes no podrn recibir ninguna liberalidad: la igle-sia dice: seguirn recibiendo legados donaciones despechode vuestras prohibiciones. El estado dice: si reciben una li-beralidad, mis tribunales la anularn: la iglesia dice: esa esuna desgracia qne yo debo sobrellevar en estos tiempos cala-mitosos: es una persecucin, pero por un legado que vos mearrebatis, me hacen diez nuevos: me rio de vuestras senten-cias, como me rio de vuestras leyes. Oh admirable libertad dela iglesia! mas admirable soberana del estado!Vos no nos hablis sino de clrigos y frailes, dicen mislectores: ; estamos hastiados de ellos! Yo tambin: hablemos,pues, de otra cosa, de matrimonio, por ejemplo. Qu pien-san los ultramontanos de nuestro matrimonio civil? El papava responder mi pregunta, y no es un papa de la mediamedia, es el papa reinante, el vicario de Dios en carne y hue-

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    SOBRE LOS jesutas. 53SO. Po IX no se deja engaar: cuando habla del matrimoniocivil, lo trata francamente de concid)nato. La palabra no esmuy pulcra, pues en fn el concubinato es un pecado, una ac-cin vergonzosa : he aqu, pues, nuestra sociedad que, segnel papa, reposa sobre un deHto moral. Qu decis de esto, Se-ores de la Cmara ? Vosotros sois los que hacnis las leyessobre el matrimonio civil: vosotros vuestros predticcsores, po-co importa. Hay aun entre vosotros miembros del ortodox-simo Congreso que votla constitucin, y nuestra constitucinhace del matrimonio un acto esencialmente civil, tal puntoque el matrimonio religDSo celebrado antes del matrimoniocivil es un delito. Cmo conciliais vuestra ortodoxia con ladoctrina del papa, cuyos hijos sumissimos sois? Vosotros de-cs que el papa no ha protestado contra nuestra constitucin.En este caso su santidad tiene una conciencia doble lafaisnde los jesutas: una conciencia para la Blgica y otra para elPiamonte. Pues he aqu lo que Pi IX escribi al rey de Cei-dea. El rey Manuel tuvo la sencillez de consultar al santopadre sobre un proyecto de ley que admita, la verdad, unmatrimonio civil independiente del sacramento, pero hacien-do la iglesia una enorme concesin, saber: que la unincelebrada por el cura se consideraba tambin vlida. Po IXrespondi que toda ley que consagrara la unin civil separa-da independiente del matrimonio religioso estaba viciada ensu esencia, era nula de nulidad radical, puesto que contrade-ca la doctrina de la iglesia y usurpaba sus inalienables dere-chos. Y bien, seores ortodoxos belgas, cul es vuestra opi-nin sobre esta carta amatoria ? Os va rotulada. Vosotros ha-bis separado el matrimonio civil del sacramento: habis, pues,vosotros, hijos fieles de la iglesia, usurpado sus derechos iu-enagenables, con vuestras manos sagradas habis consagradoel concubinato. Vuestra rebehon contra la iglesia es flagrante.Por que mi me parece que el sacramento del matrimonio esen Blgica lo que es en Italia y que los derechos inalienablesde la iglesia sobre el matrimonio no han podido ser enagena-dos por vosotros. Sois catlicos no lo sois? Si lo sois, espli-cadme, por favor, como podis violar los derechos inenagena-bles de la iglesia. O es que los derechos de la iglesia solo son

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    54 . CARTASinalienables en Italia ? Es que el matrimonio civil, qne es iinconcubinato en el Piamonte, puede ser una unin legtima en-tre nosotros? Cmo puede ser al mismo tiempo legtimo 6ilegtimo, moral inmoral un solo y mismo acto ? Responded-me, por favor, pnes j'o no lo entiendo.No respondis. Ser porque no hallis que responder ?Voy, pues, concluir mi acta de acusacin contra el ultramon-tanismo en lo que concierne la soberana y la independen-cia del estado ? Ya el papa no depone los reyes, convengopero tampoco repudia las santas mximas que le dan el dere-cho de hacerlo. Ahora, pues, estas mismas mximas dan laiglesia la supremaca sobre el estado. Apenas puede decirseque haya estado. Puede llamarse estado el rgano de una so-ciedad que est sometida la iglesia ? Solo la iglesia es sobe-rana. Nada lo prueba mejor que la conducta de Pi IX. Escu-chemos el tono que toma al anular las leyes del Piamonte queno le convienen: R'^probamns^ condenamos y declaramos absolu-tamente nidos todos los decretos emitidos contra los derechosy la autoridad de la religin, de la iglesia y de esta santa se-de. No son estos los aires de un juez supremo, de un rey de]os reyes? Si estas pretensiones pudieran llegar ser una rea-lidad, le quedara al poder civil una sombra de independen-cia ? Hacer tal pregunta es una necedad.

    Refleccinese un momento sobre el objeto de las leyesanuladas por el papa. No se trata de leyes religiosas, no setrata de leyes sobre la organizacin de la gerarqua de la igle-sia. Las leyes que Pi IX anul en el Piamonte son las mis-mas qne rijen en nuestra ortodoxsima Blgica: ellas consa-gran principios que tendrn pronto un siglo de existencia,pues datan del ao de 1789: qu digo? Algunas datan delsiglo dcimo- sesto, tales como las que someten los clrigosal poder civil. El papa no cuenta por nada los principios y loshechos. l vive siempre en la edad media, especie de momiaembalsamada del tiempo de Gregorio VII de Inocencio m,que permanece inmvil, inmutable por la sencilla razn queya no vive. Y esta momia quiere que el mundo entero mueracomo ella, se inmobilice como ella y se someta sus leyes de-crpitas ! Como el mundo se obstina en vivir y caminar, resul-

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    SOBRE LOS jesutas. 55tu de aqu un absoluto desacuerdo entre la sociedad y la mo-mia que pretende gobernarla. El desacuerdo llega ser unabismo. No importa: es preciso que la sociedad retroceda pa-ra alcanzar los retrgados de ocho siglos. Si resiste, la mo-mia de Roma se reanima y lanza sus rayos enmohecidos. Des-graciadamente tiene su servicio una inmensa milicia casi tanmomia como ella. Y lo que es mas peligroso, tiene por aliados la ignorancia y la supersticin, plantas parsitas que laiglesia ha cultivado con particular esmero durante siglos. Heaqu el lado moral del ultramontanismo. Es el enemigo natode la cilizacion moderna, como es el enemigo nato del estado.Esto es lo que me queda que demostrar .

    Qu es lo que constituye la fuerza y la gloria de nues-tra civiUzacion ? Es la libertad, bajo todas sus faces, libertadde pensar, libertad religiosa, libertad poltica, Pues bien, conla historia en la mano acuso los ultramontanos, con el papa su cabeza, de haber hecho siempre la guerra, y guerra muerte, toda especie de libertad. Jams ha habido demos-tracin mas fcil que sta, por mas que digan nuestros cat-licos modernos

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    CARTA rEl Papa, los Catlicos y los Jesutas adoil\n la libertad

    QUE detestan.

    Hfice algn tiempo que los catlicos belgas estn locoscon la libertad. No les basta nuestra constitucin, que, Diosgracias, no la regatea: se vuelven decididamente demcra-tas, necesitan el sufragio universal: yo no desespero de verlosrepublicanos. Esta repentina pasin, de que se han enamora-do, ha sorprendido muchos liberales: no comprenden quelos catlicos tengan la pretensin de ser mas liberales que e-llos. No hacen mal en desconfiar de este ardiente liberalismo;pues el liberalismo y el catolicismo ultramontano deben estiu-tan espantados de encontrarse reunidos como el fuego y el a-gua. Sin embargo, no es la j)rimera vez que se v los ultra-montanos tomar la mscara de la libertad. Todas las msca-ras les parecen buenas, con tal de que les sean tiles para lo-grar su objeto; y ser necesario repetir que este objeto no esotro que la dominacin ?Estoy en camino de examinar lo que es el ultramontanis-mo. Nadie puede decrmelo mejor que el papa: preguntemos,pues, los papas lo que piensan de la libertad.Hubo una poca en que los soberanos pontfices casi eranlos dueos y seores del mundo occidental: fu en la edad10

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    58 CAETASmedia, y la edad media remontan los primeros grmenesde la libertad moderna. Qu papel han representado los pa-pas en el desarrollo de la libertad? Nuestros catlicos, que so-lo respiran libertad, se imaginan tambin ( al menos quer-ran hacerlo creer) que la Europa debe su libertad los pa-pas. Un clrigo eminente, Lamennais, decia, en el tiempo enque era catlico, que los papas eran los patriarcas del libera-lismo. Es esto ilusin ? Es ceguedad ? Es ignorancia ? Yono lo s; pero lo que s es que nunca ha habido una altera-cin mas evidente de la historia. Hay un hecho que por s so-lo bastara para echar por tierra esta armazn de la fantasay de la mentira: es el rgimen que el papado ha establecidoen lo que llama patrimonio de San Pedro. Pronto har milaos que los papas son seores de Roma : soberanos tempora-les y espirituales, han tenido pleno poder de dejar en ella sus subditos la mas amplia libertad. Si los papas fueran loque se quiere que se diga de ellos, Roma debera ser la tier-ra prometida de la libertad. Ser forzoso aadir que no hayen toda Europa un rincn de tierra en donde haya menos li-bertad que en la capital del mundo catlico ? As los patriar-cas del liberalismo mantienen sus subditos en la esclavitudmientras que por todas partes reina la libertad !Muchas cosas pudiera yo decir acerca del amor que loscatlicos profesan la libertad. Si persiste esta pasin, si loscatlicos continan dicindose mas liberales que los liberales,yo les probar que el liberalismo y el catolicismo romano soninconciliables: yo les probar que ellos son los mas inconse-cuentes de los hombres los mas hipcrtas. El asunto es de-masiado vasto para que yo pueda tratarlo incidentalmente.Por ahora me limitar a recordar algunos hechos que compro-barn cual ha sido siempre la solicitud de los papas por la li-bertad. En un historiador catlico y uno de los mas modera-dos y de los mas racionales se lee que la Inglaterra obtuvo lagran carta, salvaguardia de su libertad, bajo la influencia delpapa (f ). He aqu una muestra de como escrben la historialos catlicos. Es para no creer lo que se v. branse las cr-

    [t] Csar Cant, Hisforia Universal, t. 11, p. 173.

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    SOBRE LOS jesutas. 59nicas de la edad media y se leer con todas sus letras unabala en la cual Inocencio III anul la gran carta. 1 papa seespresa con una estremada violencia acerca de esta carta, deque data la libertad inglesa y por consiguiente la libertad mo-derna: representa la empresa de los barones, que conquista-ron esta primera carta de su libertad, como una obra del dia-blo : califica de vil y vergonzosa la transacion que arrancaron ,8U miserable rey; y en nombre de Dios todo poderoso reprue-ba completamente y ccndena la carta, la declara nula y quiereque en ningn tiempo tenga fuerza. He aqu la manera en quela Inglaterra debe su gran carta la influencia del papa (|).Despus de este trabajo de audacia, y aun pudiera decir-se de impudencia, no hay que admirarse de nada. Pero asimismo no hay que dar f las mas solemnes afirmaciones delos catlicos: se les ha cegado tan bien desde su infancia, quepara siempre son incapaces de ver la luz del dia. Seguirnafirmando, pues, que los papas son los patriarcas del liberalis-mo y que la Europa debe su hbertad los soberanos pont-fices.He aqu otro hecho que prueba en qu grado aman lalibertad los papas y la iglesia. Todo el mundo sabe que la li-bertad moderna data de la emancipacin de los comunes. Qu papel reprentaron en este inmenso movimiento los pa-pas y los obispos ? Representaron el papel de enemigos. Sedir que los papas fueron los aliados de las ciudades lombar-das en la lucha que estas sostuvieron por su independenciacontra los emperadores de Alemania? Esta misma alianza loscondena. Los lombardos eran insurrectos: si los papas hubie-ran recordado los preceptos de la Escritura santa sobre laobediencia que se debe la autoridad constituida, de seguroque no habran podido tomar partido en favor de la insurrec-cin contra una autoridad que tenia la legitimidad de todaslas dominaciones, la de la conquista. En realidad los papas nofueron aliados de la libertad italiana: se sirvioron de la rebe-lin de las ciudades lombardas como de una arma contra sus

    () El lector que quiera conocer los pormenores de eeta historia losencontrar en mi Estudio sobre el Papado y el Imperio.

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    60 Cartaspoderosos adversarios los emperadores de Alemania: la liber-tad, la independencia de Italia fu siempre el menor de suscuidados, [f]Vuelvo la emancipacin de las comunidades. Cteseme un obispo que no haya sido enemigo de las libertades co-munales. La iglesia entera participaba de esta hostilidad: sus ojos era una innovacin funesta y exixrable. \ Cosa not'i-ble! Los obispas y los papas pretendieron que la libertad delas comunidades violaba la libertad de la iglesia, nica libertada que le tienen cario. Los obispos eran los seores de sus ciu-dades episcopales: esta dominacin es la c[ue llamaban liber-tad, y jams hubo dominacin mas tirnica: era la dominaciojdel seor feudal sobre sus siervos. Los siervos se insurreccio-naron y por todas partes tuvieron que conquistar su emanci-pacioQ con las armas. La lucha es caracterstica. Qu predi-caban los obispos los siervos? Les permitan Ja libertadcomo precio condiciou de su sumisin ? Les predicaban quedeban mostrarse sumisos su seor, por duro, por avaroque fuese. Ellos mismos se contaban entre estos seores, yfrecuentemente entre los mas crueles: sirva de testimonioaquel obispo de Cambray que hizo degollar sus subditos re-belados hasta en el seno de las iglesias. Tal fu en la edndmeda el amor de los papas y de los obispos porda libertad. [J]Dejo un "lado la edad media, bien que su historia estllena de enseanza. La iglesia estaba entonces en toda su fuer-za, no ocultaba, no disfrazaba su pensamiento, como lo hacehoy: llamaba simplemente libertad el 2^odGr temporal y espiri-tual que ejerca. Esta libertad la fu arrebatada por la refor-ma, y la filosofa la dio un golpe mas rudo sembrando las se-millas de la revolucin. Nuestra constitucin, todas nuestraslibertades polticas datan de 89. Qu papel represent elpapado en esta lucha universal por la libertad? Sbese el a-mor que los obispos manifestaron por los principios de 89emigraron con la nobleza y sublevaron la Europa contra supatria. Lo que no se sabe tanto es que desde ei origen de la

    [f] Vase mi Estudio sobre el Papado y el Imperio.[] Vase mi Estudio sobre el Feudalismo.

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    SOBHK LOS .lESUTAS. 61revolucin la conden el papa. En nn cousiRtoiio celebrado el29 de Mmizo de 1790 Pi VI };n{teniatiz con \iolenciii lu con-quista mas precioja de la tilosota, la libertad de ptnmr: laanutematiz como un derecho mon^buow, imM'.nnU). "Liber-tad desenfrenada, esclamaba el santo padre, que ahoga la ra-Z071, este don precioso que distingue al hombre de los aniraa-icfi!" De esta manera, los ojos del papa, la libertad de laineligencia ahoga a iiiteligencia y asemeja al hombre losbrutos! No es este el lenguage de una momia de Egipto IfPo VI no ama mas la libertad civil y poltica que la libertadreligiosa: trata la libertad y la ir/ualdad de locura. Hay, sin em-bargo, uiu lUx-rtad qm^. l ama, la libertad de, la igleifia. f,Yqu entiende por eso? En primer lugar que la religin catli-ca sea la religin domitiante. En segundo, que los prncipespresten el apoyo del brazo temporal la iglesia, para hacervolver por la fuerza al seno de ella los fieles que se deserten.As dominacin de la iglesia, intolerancia, persecucin, inqui-sicin, hogueras, cruzadas contra los liereges. he aqu lil)er-tad que adora el papa!

    El lector que escucha todos los das las pomposas frasesde nuestros catlicos sobre su amor apasionado por la liber-tad se figurar que'yo calumnio al santo padre. Nada de eso:no hago mas que reasumir en algunos renglones lo que he de-mostrado larganieute en mi Edudio aoltre la Iglesia y el Ettfadndesde la reeolucicn^ apoyndome en las cartas mismas del pa-pa. Ahora se comprender el alcance de la famosa encclicade Gregorio XVI. A fuerza de sofisn*is transforman los cat-licos Gregorio XVI, sino en patriarca del liberalismo, al me-nos en partidario de nuestras instituciones. Verdad es que elpapa dice que la libertad de conciencia es un delirio y que la li-bertad de la prenm es una invencin horriUe, execrable y detesto-ble. Bagatela! Los catlicos prueban mny bien que al papale gusla lo que declara detestar. Si esto no es verdad, est porlo menos bien imaginado. La verdad es que Gregerio XVI noha hecho ni'is que proclamar el eterno pensamiento del pa-pado, la incompatibilidad radical entre la libertad y el cato-licismo romano. Tenemos por ahora un papa que ha pasadopor liberal. Sin embargo, este pontfice, amigo de la libertad,

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    62 CARTASha prestado su aprobacin las doctrinas propuestas por elmas exaltado ultramontanismo en los peridicos El Universoy El Bien Pblico ! Ha hecho mas. Ha abrogado, por su au-toridad apostlica, las leyes que establecen la libertad de cul-tos en lSS]p>B.: ha abrogado la libertad religiosa y la libertadde la prensa, consagradas por las leyes de Mgico. | He all elliberalismo ultramontano ! Despus de eso Pi IX adora lalibertad de la iglesia, libertad que veda las naciones sobera-nas abolir los conventos y disponer de sus bienes, libeiiad quelas prohibe abolir los diezmos y las inmunidades de los cl-rigos.

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    CARTA 8Los Jesutas y los Catlicos Belgas se entienden como

    LADRONES EN FERIA.

    Olvidis los jesuitas, me dicen.Absolutamente, queri-do lector: no he perdido un instante de vista nuestros reve-rendos padres. No te he hablado del ultramontanismo y noson los jesuitas los ultramontanos por escelencia ? Ahora queconoces la doctrina ultramontana, conoces tambin al jesuitis-mo. Comprendo el verdadero pensamiento de los jesuitas, puescuando se tiene que tratar con los reverendos es preciso pre-guntarse lo que piensan y no lo que dicen. La bula misma desu institucin nos informa que se comprometen servir lospapas contra todo el mundo. Esto supuesto, no pueden tenerotra doctrina que la que profesan y practican los soberanospontifices: deben, pues, abundar en aquellas santas mximasque permiten los sucesores de San Pedro deponer los re-yes: sanias mximas que sujetan el estado la iglesia, consa-gran la dominacin del papado y el sometimiento de las na-ciones y los individuos; santas mximas que la humanidadmoderna declara impas, puesto que despojan al hombre de lalibertad de pensar, de la libertad de conciencia y de toda es-pecie da garantas polticas. Tal es efectivamente el jesuitis-mo en sustancia. Sin embargo, vamos a oir los jesuitas com-batir^el ultramontanismo y defender la libertad y el sufragiouniversal, como lo hacen nuestros catlicos belgas. No har

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    GJ: TARTAS *peiisiir esto que si niistros catlicos no son hermanos de losiesuitiis, son al menos sus primos hermanos?He dicho que los ulLramonfcmos y los jesutas, por masque se despedacen con los dientes, se entienden como ladro-nes en feria. De qu se trata en efecto entre ellos? Los ui-tramontaios puros dicen que los papas son reyes de los re-yes, como vicarios de Cristo, que fu verdadero rey: eso sellama la doctrina del poder directo de los p q3as sobre lo tem-poral. Y que dicen los jesuibis? Niegan que los papas ten-gan poder directo, no les recoaojea sino un poder indirecto.He aqu lo que es atrevimieato, no es verdad? Los papasarman que son vicarios de Aquel que ejerce imperio sobrela tierra y en el cielo. Los jesutas dicen: no, vosotros no soisreyes, no sois mas que pontfices. Exactamente as dicennuestros catlicos belgas. Despus del lenguage veamos elpensamiento. Qu es ese poder indirecto (\\xe \o^ jesutasconceden al papa sobre lo temporal? Hay sin duda un abis-mo entre el poder indirecto y el poder directo que reclamanlos ultram(mtanos? Absolutamente: poder indirecto y poderdirecto es como quien dijera col verde verde col. Os burlisde los jesutas, dir el lector. Dios me guarde! El mas ilus-tre doctor de la Compaa de Jess, Belarmino, va defen-derme contra esta acusacin.

    El rey de los belgas es herege. En virtud de las mnta^mximas del ultramontanismo el papa tiene derecho de de-ponerlo. Qu dicen de eso los jesutas? Son de la misma opi-nin. Dnde est, pues, la diferencia entre ellos y los ultra-montanos? Hela aqu. El papa pretende que tiene este poderQOToa.o juez ordinario: puede deponer los reyes como pue-de deponer los obispos. No, dicen los jesutas, el papano tiene ese poder sino en nteres de la salvacin de las al-mas. Eso forma una hermosa pierna al rey de los belgas ycon esto puede adornarse con encaje. Que el papa lo depon-ga en calidad QJuez ordinario b en yivtVi de su. poder esjji-ritual, depuesto quedar y depuesto por la misma causa, por-que es herege. En qu consiste, pues, la diferencia entreel jesuitismo y el ultramontanismo? Consiste en las palabras,, si queris, en la franqueza. El poder indirecto de los je-

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    Sobre los jesutas. G5suitas es una superchera de los reverendos padres, un en-gao en lo que concierne los principes y los pueblos, unamentira en lo que se refiere los papas.Los jesutas han venido despus de la reforma y tenanpor misin combatirla. Ahora, pues, los reformadores revin-dicaban la independencia, la soberana do los prncipes con-tra la pretendida supremaca de los papas. Los reyes no seconsideraban ya como vasallos de la santa sede, ni los reyescatlicos ni los reyes protestantes. Qu hacer? Los jesutasse dijeron: es menester no desagradar a los prncipes, puesellos son los que tienen la fuerza en sivs manos. Vamos, pues, sostener que los papas no tienen darecho de juzgar a losreyes, que no tienen mas que el poder e.^piritualy que el poder temporal pertenece los prncipes. Pero contentando los reyes no van a descontentar a los soberanos pontfices?Estos deban ser muy difciles si exijian mas de lo que lesconceden los jesutas. Desde que lo exije la salvacin delas almas, el inters de la religin, pueden deponer los reyes, sean no catlicos. Ahora, quin debe calificar lo quees necesario para la salvacin de las almas? lo que es til la religin? Naturalmente el papa y el papa solo. Desdeentonces es seor de los reyes: qu mas puede querer?

    Se dice que los jesutas son malignos; pero no hay ma-licia que pueda resistir la verdad. Los reyes no se con-tentaron con la apariencia de soberana que les dejaban losjesutas. Chanza pesada, dij.^ron los reverendos, es el po-der del trono si est subordinado al poder pontificio: nohay soberana medias y la queremos entera. El Parlamen-to de Paris conden el Hbro de Balarmio ser quemadopor la mano del verdugo. Y qu dijeron los papas de la inge-niosa invencin de los jesutas? Con un poco de [)rudenciahabran debido ap'audir el oin- de passe-pasfc con que losreverendos padres les aseguraban el poder soberano en ma-teria temporal mientras lo reconocan los prncipes. Peroen los momentos en que Belarmino publicaba su tratadosobre el soberano pontfice, la santa sede estaba ocupadapor un soberbio personage, pesar de haber principiadopor ser porquerizo. Sixto Quinto estaba muy convencido de

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    C6 CARTASla OJjjiiipotencia de los vicarios de Dios. Parecile que erann atrevimiento qne los jesutas osaran contradecirle el po-der directo sobre los prncipes de la tierra. "Pronto, poned-me ese libro en el ndice," dijo. Los cardenales intervinieronen favor de su camarada, pues Belarmino era cardenal yhonraba al sagrado colegio por su ciencia. Todo fu intil:el poder indirecto fu puesto en el ndice, y lo mereca auncuando no fuese sino como una superchera.Es preciso que yo me detenga un instante en esta astu-cia de jesuta. Los he acusado de ser la superchera, el frau-de, la mentira encarnada. He hecho mal? Aqu los sorpren-do en flngrante delito de duplicidad. Niegan que el papatenga un poder directo sobre lo temporal: combaten gra-vemente las doctrinas ultramontanas: se creera escuchar Lutero los galicanos. Pero volved la pgina y veriscomo el papa tiene, en virtud de su poder espiritual, ab-solutamente la misma potestad que acaban de negarle losjesutas. Chanza pesada! esclam Bossuet. No es peor quechanza? Puede sostenerse de buena f lo blanco y lo ne-gro? el s y el no sobre una misma cuestin? La buena fde los jesutas se parece l franqueza de ciertas gentes quehan sido concebidas en la mentira y quienes es imposi-ble decir la verdad, aun cuando sea en las cosas mas in-diferentes: no pueden abrir la boca sin mentir. He all losjesutas.

    Diriase que esta bella cualidad se comunica todos losque se constitu^^en en defensores de las doctrinas ultramon-tanas. El conde de Maistre se irrita contra los que acusan los papas de aspirar la omnipotencia. "Jams han aspi-rado, dice, sino al poder espitual y es un indigno abuso demiabras atribuirles el delirio de la monarqua universal: sihan depuesto reyes y emperadores es porque estos prn-cipes se haban hecho reos de ciertos delitos por los cualesmerecan ser escomulgados, y siendo escomulgados, no po-dan ya reinar. Todo esto, se hacia pues, en virtud del po-der espiritual y sin ninguna suspensin de la soberana. '' Citoesta justificacin de la iglesia porque es un modelo de sugnero: hay tantas contra-verdades como palabras en ella.

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    80BRK LOS JESl'lTAS. 67No es cierto que la deposicin fuese una consecuencia de laescom unin. No es cierto que los papas que deponen losemperadores y los reyes lo hayan hecho en virtud de supoder espiritual. No es cierto que la soberana permanecieseintacta. Este ltimo rasgo es realmente magnifico y dignode un jesuita El papa depone al rey de los belgas y no to-ca la soberana! Quin es, pues, soberano, la nacin elpapa? Segn la constitucin es la nacin : la nacin hace alrey, ella sola puede deponerlo. Si el papa lo depone, la so-berana es mas que suspendida, es destruida. Y despus deeso los jesutas se nos vienen diciendo que son sus adversa-rios los que cometen un indigno abuso de palabras! Farsan-tes! Son como los ladrones que gritan ladrones!

    Porqu, se me dir, insistir tanto sobre ese poder di-recto indirecto, en virtud del cual los papas deponan en o*tro tiempo los prncipes? Hoy no piensan en deponer nadie. Dejad dormir los muertos en sus sepulcros.Res-pondo que era menester ensear al lector lo que es el poderindirecto, aun no fuese sino para mostrar los jesutas enliagrante delito de superchera. Ellos son las almas conde-nadas de los papas: han nacido ultramontanos y aparentannegar la omnipotencia de los soberanos pontfices! Pero sololo aparentan. Pues todo es en ellos apariencia: no hay masque una cosa positiva, es su desmedida ambicin y su ilimi-tado egosmo.

    Tenia ademas que hablar del podei' indirecto por otrarazn: no se trata nicamente de la disposicin de los reyes:se trata de saber si hay un estado si la iglesia es nicaseora: se trata de saber s las naciones son soberanas, sisu soberana no es mas que una apariencia de soberana: enfin se trata de saber si hay todava una libertad cualquieral)ara el individuo en presencia de una iglesia que directa indirectamente estiende su imperio sobre todas las cosas, so-bre los cuerpos como sobre las almas. Si la iglesia tiene la po-testad que la reconocen los jesutas, la soberana de los pue-blos y la Hbertad de los individuos no son mas que un odi-60 sarcasmo: solo la iglesia es libre, es decir soberana. Estoes lo que voy probar con la doctrina misma de los jesutas.

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    CAUTA Los Jesuitas tiknex dos conciencias.

    Cuanlo M. Frere ech en cara A los jesutas qne eranR-iieiiiigos de nuestras lib^'t'rides M. Dechamps lo interrumpidiciendo que no todos los jesuitas estaban de acuerdo so-br esta doctrina. ^Ser verdad? No estn de acuerdo losreverendos? No tienen todos los jesuitas una sola alma, nnsolo entendimiento, una sola conciencia, si es que pueda de-cirse qu tienen concienci;i y alma? Lo que es verdad es queentre sus palabras y su pensamiento hay un perfecto desa-cuerdo. Dudando que ten in conciencia les bago un agi*avo,pues tienen dos. Precisamente en la materia que en este mo-mento nos ocupa han dado singulares pruebas de ello: estaspruebas son tan instructivas y tan divertidas que no quieroprivar de ellas al lector.A los jesuitas les cost mucho ti*abajo hacerse recibir onFrancia. No fueron recibidos como orden religiosa sino solocomo Colegio deClermont. Habia contra ellos una desconlian-za general, asi en el clero como en los Parlamentos. Los ga-los son m dignos, sospechaban que habia an^^uHu bajo Ja rom:procuraron garantizarse contra estas malas anguilas, que unabogado calific de serpientes, exijiendo que los reverendosdeclararan que su regla no contenia nada que fuese contrario la iglesia galicana. Los jesuitas no vacilaron en declarnr to-do lo que queran los gnlicaTKw ^m rnibnrL;, su orden es el

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    70 CARTASwltramontanismo encarnado, esencialmente hostil, pues, algalicanismo. En sus palabras liabia una restrca, una redrU-ciofi, lo que vulgarmente se llama una mentira. La Asambleadel clero reunida en Poissy les prohibi tomar el nombre dejesutas y quiso que se sometiesen en todo los obispos. To-dava consintieron en esto, pues nada hay mas acomodaticioque los reverendos padres. Pero s prometen con facilidad,se proponen no cumplir sus promesas. No tenan la menorvoluntad de renunciar su nombre ni queran someterse los obispos. Haban recibido de su general y del papa su nom-V>re, y quin, despus de eso, tnia nada que decirles? Lasbulas pontificias les concedan mil y un privilegios que losdeclaraban exentos de la jurisdiccin episcopal: no debanobedecer al papa, es decir Dios, de preferencia la iglesiagalicana? [f]En el ao de 1620 un jesuta itahano, Santorelli, publi-c en Roma un libro sobre la herega, el cisma y la apostasa.Era la quintesencia del ultramontaninio. Cuando se acusa los jesutas de aspirar la monarqua universal, respondenque esta es una calumnia tan odiosa como ridicula; pero nonegaran que han revindcado esta monarqua para el papa.He aqu algunas proposiciones extractadas del libro de San-torelli: "Parece muy racional y conveniente para el bien delos estados que haya un monarca soberano que pueda correjirlos defectos y las malversaciones de los reyes y hacer justicia:este .soberano es el papa. 'Puede, aade Santoreli, deponer alemperador y los reyes por iniquidades, pues tiene un

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    SOBRE LOS JESUTAS. 71de los mas ilustres hasta los mas oscuros. En segundo lugar,el ttulo mismo del tratado de Santoreli prueba que este erargano de su orden, pues aparece la aprobacin del generalde los jesuitas Vicelleschi, luego la aprobacin del vice- heral-do del papa, luego la aprobacin del mayordomo del sacropalacio. Esta fina flor del ultramontanismo no fu del gustode los galicanos. La Sorbona censur en trminos dursimosel libro de Santorelli. Menciono el hecho por que me propor-ciona ocasin de dar conocer una astucia jesutica. El gene-ral Vitelleschi, al saber que la Sorbona proceda contra unaobra que l habia aprobado pblicamente, imagin hacer cam-biar las paginas incriminadas en dos ejemplares que envi los reverendos padres de Pars, recomendndoles los comuni-casen los amigos de la Compaa y esparciesen el ruido queel proceso intentado Santorelli descansaba solamente en laimpostura y la calumnia. Admiraos del ingenio de los jesui-tas ! Les es fcil ser malignos, pero es la malicia de los falsa-rios. Vitelleschi se frot las manos al pensar en la eseel

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    72 fARTASel general tiene alma. Luego el superior de Pars mentia suvoto, menta a su eonc-iencia cuando se atreva a censurav su general. \ Creed despus de eso en las protestas de los je-juitas y de los que se les parecen !

    Vuelvo tomar el dilogo entre el Parlamento y los je-sutas.

    El presidente: ; Ola I responded estas dos preguntas.^* No cres que el rey sea todo poderoso en sus estados v osparece que una potencia estrangera pueda deba entrar enellos?Los jesuita^s: No, seores, le creemos todo poderosoen cuanto lo temporal.El presidente: En cuanto lo tem-poral! Hablad francamente y decid si eris que el papa pue-da escomulgar al re}', libertar a sus subdito.'? del juramentode fidelidad y hacer presa de su reino?Los jesutas: Oh,seores, escomulgar ai rey? El, que es el primognito de laiglesia, se guardar de hacer nnda que obligue al papa es-comulgarlo. [He aqu lo que llaman ingenio do los jesutas:malicia fcil de descubj-ir!] El presidente los reveiendos:Pero vuestro general, que ha aprobado t^ste libro, tiene porinfalible lo (]ue contiene: os de otra creencia ?^Los jesu-tas: El, que est en Roma, no puede dejar de aprobar lo que'"^Prueba la corte de Roma.El presidente; Y cul es vues-tra creencia?Los jesutas: Todo lo contraro.El presiden-te: Y si estuvierais en Roma, qu harais?Los jesutas:Haramos como hacen lo que estn all.A estas palabras los consejeros esclamaron: ; Qu^.! tie-nen una conciencia para Par y otra para Roma! Dios no.^f/uarde de iemcjantes confesores ! Nota bien, caro lector, quesegn los jesutas, el poder del papa sobre lo temporal estfundado en la Escritura santa, es un punto de f. Tienenpues, una f para Pars y otra paaa Roma ! Cul es definiti-vamente su creencia? Su inters. Pero esta creencia, s la con-fesasen, los hara echar de todas partes. Van por caminos tor-tuosos, ocultan su pensamiento, mienten, falsifican. H^go yomal en decir que han sido concebidos en la superchera?Acabemos la historia de la doble conciencia de los reve-rendos padres. El Parlamento desconfiaba de los jesutas:quera una abjuracin formal de sus funestas doctrinas

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    soBifp: LOS jesutas. 73El presidete: i Ola ! responded lo que se os lia pregun-

    tado. Los jesutas pidieren tiempo para deliberar. Despusde haberse retirado durante media hora volvieron entrar hicieron la siguiente declaracin: Seores, tenemos la mismaopinin que laSorbona y suscribiremos lo.mismo que suscri-ba el clei'o.^El presidente exiji una declaracin mas .pre-cisa. Pintonees los jesuitas solitaron algunos dias para comu-nicar entre s y vuolvieron firmar una condenacin for-mal de la doctrina ultramontana.

    Si yo no encontrase esta historia en la Coleccin de Sen-leMcian de Argentr [J], creerla que seria alguna burla quehabia querido jugar los jesuitas algn enemigo suyo. He a-qu los hombres que se llnman discpulos por escelencia deJesucristo: son imitadores de su santa existencia; y estos san-tos tienen de tal modo borrado trastornado el sentido mo-ral que en pleno Parlamento y con una encantadora candi-didez confiesan que profesan el pro y el contra, el pro en Ro-ma, y el contra en Pars. Y se trata de una materia de f!Cundo se les manda formular su creenci^, piden tiempo pa-ra refleccionar. Cmo, padres mios ! necesitis tres diaspara saber si estis por el papa contra el papa ! Acababaisde declarar que tenais la misma opinin que la Sorbona:;. por qu, pues, necesitabnis todava tres dias para escribirvuestra declaracin? No tenais inconveniente en mentir, pe-ro vacilabais ante una mentira bien detallada, bien esplcita.;Qu escrpulo, padres mios, y qu simplicidad!No ha-bais declarado de antemano que tenais una f doble, unaconciencia doble ? Esto es decir que no tenais ni f ni con-ciencia.

    . Los consejeros del Parlamento de Pars esclamaron: Dios nos guarde de semejantes confesores ! Sin embargo, lor.on todava despus de mas de dos siglos. Nosotros aadire-mos: i Dios nos guarde de semejantes maestros! Son los ins-titutores de la juventud: los padres en su ceguedad les entre-gan lo que mas caro les es en el mundo, en la conciencia deque educarn sus hijos en los sentimientos de la verdade-

    () Golkdh Juttcioruiii, t. 2, 1. ^ parte, p. 531,

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    74 CARTASra religin. Desgraciados ! Tanto valdra entregar la saludfsica de vuestros hijos envenenadores ! Cmo iluminaranla conciencia de vuestros hijos los que ni f ni concienciatienen ! Haran de ellos lo que ellos mismos son, seres dobles,mquinas, instrumentos 6, como dicen en la Compaia, basto-nes y cadveres ! Tiene t un bastn? Tiene conciencia uncadver ?

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    CARTA 10*Los JkSITAH KN8KAN L\ SOBEKANIA DVJ. PUEBLO PAKA K8CLAVIZAH

    A .OH PTIRBLI.08.

    Frecuiitemeute se ha observado que cuando religiosos religiosas clrigos cualesquiera son llamados dar testimo-nio n juicio, no dicen toda la verdad, que veces dicen lo con-trario, de la verdad. Ser necesario recordar mis lectores laaudacia cou que la superiora de un convento profiri sus men-tiras en el asunto de Anabela Korsch? Yo no dudo, sin em-bargo, que esta superiora sea una digna y santa muger. Co-mo menta, pues, tan impudentemente cuando se la llamaba depouer la verdad? Ya he hecho yo esta pregunta propsitode los legados fraudulentos y mi respuesta es siempre la mis-ma. Los eclesisticos de todos colores no solo se creen fueradel estado sino superiores al estado. No se tienen por someti-dos nuestras leyes: no se figuran que nuestros tribunalestienen jurisdiccin sobre ellos. Piensan que si un juez hacecomparecer un eclesistico ante si, queda de pleno derechoescomulgado. Estn persuadidos que por un abuso de poderhace comparecer los clrigos para dar testimonio en juicioy que los clrigos no estn obligados responder. Si respon-den, pues, es porque ello los obliga la desgracia de los tiem-pos. Pero no se juzgan obligados declarar la verdad unmagistrado que no tiene nada que decirles. Adase eso ladoctrina jesutica "que la mentira es lcita para la mayor glo-

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    t6 SOBRE . L98 Ajesutas.ria de Dios," y se comprender qne confianza se puede teneren el testimonio de los U^'idos del Seor y de las esposas deJesu-Cristo. ,' ^^^ ^^^ ^^^^^Ves, caro lector, que es bueno saber lo que es el jesuitis-mo y que la doctrina de los reverendos no es tan anticuadacomo dicen sus defensores. Desconfa de ks que quieran per-suadirte que la dominacin de la iglesia es un fantasma. Cr-eme, es un fantasma con carne y hueso y con famosas garrasdeoifis. Escucha, pues, lo que los jesutas dicen de la sumi-siD que ios .clrigos deben al estado.. Vas admirar de. nue-vo su ingenio, su malicia, con otras palabras, sus fraudes ysus supercherias.

    Estarn sometidos al estado los clrigos? En las mate-rias temporales ciertamente, responden los reverendos pa-dres. No son ciudadanos los clrigos? Y no liabria tras-torno y confusin en la sociedad, si los clrigos pudiesen des-obedecer 1^ lej.^ Esto es perfecto, y cierra la boca todoslos calumniantes d^ la. Compafja, empezando por mi. Peropaciencia! Veamos si