LEYENDAS de ferreñafe

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LEYENDAS YULY MAGALI VILLEGAS VILLARREAL LAS LEYENDAS DEL CHAPARRI Y EL YANAHUANCA En tiempos antiguos, el Señor de Chaparrí, dueño de la Costa y el Señor de Yanahuanca, dueño de la Sierra, entraron en aluchamiento, un día, el Señor de Yanahuanca invadió los dominios del Señor de Chaparrí y lo dio muerte. Pero los ministros de éste le devolvieron la vida y Chaparrí marchó sobre Yanahuanca, lo cogió de sorpresa, en medio de una gran borrachera y lo convirtió en piedra, así como a sus partidarios. Más tarde, los dos señores convertidos en cerro Chaparrí brujo curandero y Yanahuanca brujo malero, amistaron y en señal de paz cambiaron presentes. Por eso es que en la cumbre del río Yanahuanca de Hualgayoc, puede verse arroz, sapote y algarrobo productos de la costa y en el Chaparrí, hay cebada y escorzonera productos de la Sierra. LA LEYENDA DE FERREÑAFE VIEJO Ferreñafe viejo está ubicado en la Pampa Chaparrí, al Este de la ciudad de Ferreñafe. El Ferreñafe en que vivimos es nuevo. El Ferreñafe viejo esta encantado cerca del cerro llamado Chaparrí. Se encantó por la mucha riqueza que tenía. El encanto ocurrió cuando un sacerdote hacía misa; en el momento de la consagración Ceremonial entró un perro negro corriendo y gritando, entonces el sacerdote volteó la cara al público y al instante quedó encantado por haber desatendido a Dios. Se comenta que para desencantarlo es necesario que alguien entre a la iglesia y saque el Sagrario antes que suene una campana. Se sabe que los hombres encantados de Ferreñafe Viejo ofrecen dinero a la gente, inclusive le dan carbón y éste se vuelve plata. Se cuenta también que en este lugar se vende frutas y hay caminantes como los arrieros que en cierta oportunidad se perdieron y se hicieron de noche y al divisar luces llegaron a este lugar y compraron frutas y por el camino vinieron botando las cáscaras, al amanecer ya no había el pueblo, pero si los restos de las frutas que compraron en este lugar.

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LEYENDAS

YULY MAGALI VILLEGAS VILLARREAL

LAS LEYENDAS DEL CHAPARRI Y EL YANAHUANCA

En tiempos antiguos, el Señor de Chaparrí, dueño de la Costa y el Señor de Yanahuanca, dueño de la Sierra, entraron en

aluchamiento, un día, el Señor de Yanahuanca invadió los dominios del Señor de Chaparrí y lo dio muerte. Pero los ministros de

éste le devolvieron la vida y Chaparrí marchó sobre Yanahuanca, lo cogió de sorpresa, en medio de una gran borrachera y lo

convirtió en piedra, así como a sus partidarios. Más tarde, los dos señores convertidos en cerro Chaparrí brujo curandero y

Yanahuanca brujo malero, amistaron y en señal de paz cambiaron presentes. Por eso es que en la cumbre del río Yanahuanca

de Hualgayoc, puede verse arroz, sapote y algarrobo productos de la costa y en el Chaparrí, hay cebada y escorzonera

productos de la Sierra.

LA LEYENDA DE FERREÑAFE VIEJO

Ferreñafe viejo está ubicado en la Pampa Chaparrí, al Este de la ciudad de Ferreñafe.

El Ferreñafe en que vivimos es nuevo. El Ferreñafe viejo esta encantado cerca del cerro llamado Chaparrí. Se encantó por la

mucha riqueza que tenía. El encanto ocurrió cuando un sacerdote hacía misa; en el momento de la consagración Ceremonial

entró un perro negro corriendo y gritando, entonces el sacerdote volteó la cara al público y al instante quedó encantado por

haber desatendido a Dios.

Se comenta que para desencantarlo es necesario que alguien entre a la iglesia y saque el Sagrario antes que suene una

campana. Se sabe que los hombres encantados de Ferreñafe Viejo ofrecen dinero a la gente, inclusive le dan carbón y éste se

vuelve plata. Se cuenta también que en este lugar se vende frutas y hay caminantes como los arrieros que en cierta oportunidad

se perdieron y se hicieron de noche y al divisar luces llegaron a este lugar y compraron frutas y por el camino vinieron botando

las cáscaras, al amanecer ya no había el pueblo, pero si los restos de las frutas que compraron en este lugar.

LA LLORONA

Cuentan que hasta los años 60 del siglo pasado salía una extraña mujer que lloraba con tanta lástima, recorriendo las calles de

esta ciudad, en especial en noches de luna llena; reclamando a sus hijos y en el llanto decía. Mis hijos mis hijos y nadie se

atrevió a salir de sus casa para conocer a este extraño ser, por temor a que algo malo podría ocurrir.

Conforme fueron pasando los años y esta ciudad fue creciendo en lo que se refiere a población y vivienda, desapareció este ser

que tanto miedo causó a la población que atemorizada no se extravió a salir de sus casa por las noches y más aún debido a la

oscuridad en que se vivía por no contarse con servicio de luz eléctrica en esta época.

EL SERVICIO DE TAXI

Los Ferreñafanos en antaño contaron con un buen servicio de taxi que se realizaba no sólo dentro de la ciudad, si no también

fuera de ella; siendo más solicitado este servicio en las festividades de tradición como: fiestas patrias, aniversario de la ciudad,

navidad y año nuevo, así como también en matrimonios, bautizos, misa de difuntos y otros; costando la carrera dentro de la

ciudad dos soles, lugares cercanos a la ciudad cinco soles y en la zona rural diez soles.

Su paradero estuvo ubicado en el perímetro del Parque lado sur, frente a la Iglesia de nuestra ciudad, haciendo este servicio en

horario de 6 de la mañana hasta 10 de la noche. Este comité lo integraron Andrés Lino Tejada Carrillo, Antonio Arbulú C., José

Balladares G., Julio Flores, Juan Morales, Santiago Niño, Arcadio Honores, Carmen Ramírez, Juan Añíi, entre otros.

Este comité tuvo vigencia hasta los años 80 del siglo pasado.

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Los Ferreñafanos añoran a estos señores del volante que hacían ameno este servicio y muy conocedores de los diferentes

lugares de la Jurisdicción Ferreñafana.

LA VIUDA ALEGRE

Con traje que cubre hasta los pies y sobre el un manto grande, ambos de color de una noche tormentosa y cuando la luna está

verde o sea en luna nueva, hacía su aparición en la esquina, entre las calles Arequipa y Grau una señora de pequeña estatura

que afirman se presentaba vestida de blanco. A veces se le ocurría a pasear por las calles, acercándose a algún parroquiano o

dejar que se le acerquen a ella, otras, veces ya rendida parece que iba a recuperar fuerzas sentándose en una banca del

Parque.

En cierta oportunidad la señora encontró a don Bartolomé Chamaya en su casa de la Santa Clara, en paños menores porque

hacia mucho calor Don Bartolomé estaba en el quicio de la puerta de su casa. La mencionada dama lo invitó para que la

acompañara. Aquel no esperó segunda petición y fue del abrazo de su ya prenda adorada. Pero después de haber caminando

unos cuantos metros, el afortunado personaje se dio cuenta que su joya había desaparecido misteriosamente. Ella debió darse

cuenta que don Chamaya iba en traje de Adán y con justicia tuvo miedo. Las mujeres se cuidan hasta después de muertas.

Cuentan que cunado la mencionada mujer se veía muy sola, echaba a llorar con tanto sentimiento que parecía una criatura. En

otra ocasión dice que don Miguel J. Edgar, a quien llamaban cariñosamente el Zambo Edgar se encontraba tomando licor en

una tienda y al verse mareado salió para irse a su casa y al pasar por el Parque vio a una señora sentada en una banca y todo

fue para él un paraíso en esos momentos al verse los dos solitos, Edgar acercándosele le preguntó a la señora que hacia allí y

si deseaba que la acompañara, empezando a llover los piropos y tantas cosas lindas le dijo el inesperado galán, que la señora

optó por la retira, seguida por el Zambo Edgart que le seguía enviando palabras amorosas. Llegando al tamarindo rumbo a la

Alameda y no la podía alcanzar y al darse cuenta a donde se dirigía, nada menos que al cementerio, el Zambo Edgart sacó su

revolver y disparó cinco tiros a este personaje, invalido por un frío extraño, el valiente regresó decepcionado. Levantándose muy

temprano para componer el cuerpo con un guaracazo de yonque, junto con sus amigos a quienes narró lo sucedido y ellos le

afirmaron que era “La Viuda Alegre”. Seguía la chupeta y las composturas de cuerpo en las madrugadas como de costumbre, el

macho Edgart enfermó y no duró ni cuatro días más. Se fue en pos de la viudita alegre. Y como la señora encontró su otro gil,

se encuentra satisfecha y dejando a los lechuzones hacer sus correrías sin estorbo.

LA CARRETA

Según contaban algunos Ferreñafanos, a media noche y hace muchos años salía una carreta del cementerio y otros que salía

de la pampa cercana al molino del señor Salcedo, en la que no se ha llegado a determinar es a quien o quienes jalaban la

carreta, algunos decían que era un caballo de color plomizo, otros que una mula la que jalaba la carreta; pero si lo todos vieron

es que sobre el animal iba un jinete vestido de blanco y con varios ocupantes llevando ramos de flores. Este recorrido lo hacia

por la calle Juan Bulnes de Castro, llegando a la calle Tres Marías y en esta esquina descansaba unos minutos, para luego

seguir por la calle Ilo donde se detenían para rezar y cantar y luego continuar por la Calle Real, ingresando nuevamente por la

calle Juan Bulnes de Castro donde desaparecían.

Y hay personas que vieron que ingresaba al Parque para luego dirigirse a la Iglesia donde bajaban los raros ocupantes para

entrar al templo y elevar sus plegarias al Salvador para luego dar una vuelta al Parque y dirigirse a su lugar de origen y

desaparecer misteriosamente.

Según contaban que el objetivo de la salida esta carreta era para conseguir almas con las cuales obtendrían su salvación en el

otro mundo, es decir, que eran difuntos que venían a llevarse a todo aquel que se le cruzase en el camino.

EL CURA SIN CABEZA

En tiempos en que Ferreñafe no contaba con luz eléctrica se vivía en tinieblas, sólo las calles principales Unión y Real, con

lamparones de kerosene, eran iluminadas de 7 á 9 p.m. los Sábados y Domingos.

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Los moradores, con velas de sebo que colocaban en las paredes de sus fronteras, iluminaban los demás días de la semana

hasta las 8 de la noche. Pero como en todo tiempo y lugar, hay y habrá “lo sabelotodo”, en ciertos domicilios o esquinas

permanecían hasta las 12 ó 1 de la madrugada para dar razón de la vida ajena o malogrado citas amorosas.

Por esta razón aparecían fantasmas. A las 12 de la noche salía el CURA SIN CABEZA, era un personaje, que teniendo cita

amorosa, se disfrazaba con una sotana de cura cubriéndose desde la cabeza, llevaba en la mano una vela encendida y en la

otra una campanilla; después de recorrer ciertas calles hacia su aparición en la esquina de su cuadra preferida, cuyo fin era

despejar a los “mirones”, los “chismosos”, que al oír el sonido de la campanilla entraban espantados a sus viviendas

exclamando: EL CURA SIN CABEZA!...

Entonces, era cuando el personaje disfrazado entraba a casa de su amante, dándole por desaparecido.

Ayer como hoy y siempre habrá infidelidad en ciertos hogares y la infidelidad usa diversos medios según la época en que

actualmente no se recurre al disfraz del CURA SIN CABEZA, los medios en estos momentos son otros: un hotel, un hostal, una

casa de cita, un viaje de placer, etc. EL CURA SIN CABEZA, ya no tiene vigencia en estos días.

LA COSTURERA

En Ferreñafe hubo una señorita costurera que le gustaba enterarse de la vida ajena. Cierto día cerca de la medianoche

encontrándose en la puerta de su casa conforme lo hacía todos los días, vio que se le acercaba un jinete vestido de blanco y le

hizo entrega de un corte de tela para que la confeccionara una camisa y que al día siguiente regresaría a recogerla y cuando la

costurera le dijo que bajara del caballo para tomarle medida, respondiendo el jinete que la hiciera como camisa de cualquier

hombre.

La costurera guardo el corte y al día siguiente que desenvuelve el paquete, se dio con la sorpresa que en vez tela eran un par

de huesos de miembros inferiores y al poner al tanto de este hecho al sacerdote y al llegar a él y contarle lo ocurrido, éste lo

aconsejó que fuera al cementerio y enterrara los huesos y que tuviera cerca de la puerta de su casa un brasero y azufre para

que cuando regrese el jinete a reclamar la camisa y cuando estuviera cerca de ella echara el azufre al brasero lo que

ocasionaría una explosión.

COSTUMBRES

MEDICINA TRADICIONAL

Desde comienzo del siglo pasado se viene realizando y aceptando en mayor grado las prácticas de medicina tradicional

popular; en la que siempre se le vio con desprecio por parte de la medicina moderna que los denominaba “brujería” En este

provincia como en otros lugares de país, gran parte de la población, tanto del campo, como de la ciudad todavía recurre a este

tipo de medicina que generalmente combina la terapia fisicológica con la psíquica. Como a este tipo de medicina van a veces

asociadas otras prácticas tradicionales; una clasificación provisional podría comprender las siguientes formas:

1. curanderismo .- En el cual se usan elementos mágicos en la cura de las enfermedades (“rastreos”, “mesa”, “limpia”,

cantos, bailes, etc.) con el uso de yerbas y otros productos. Sus practicantes reciben el nombre de los curanderos o

limpiadores.

2. Herborismo .- Que utiliza las yerbas y otros productos naturales, sin el uso de elementos mágicos. Sus practicantes

reciben el nombre de yerbateros o curiosos.

3. Sortilegios .- Que consisten en prácticas mágicas de adivinar “la suerte” y “amarrar el amor” de una persona

(enguayanchar), “dar buena suerte” en los negocios, etc. La practican los “adivinos”.

4. Daño .- Que consiste en causar enfermedades o desgracias a otras personas, mediante prácticas mágicas realizadas

por los llamados “maleros”. Estas costumbres se encuentran extendidas en toda la Región, pero en algunos lugares es

mayor su influencia o su fama, por lo que se menciona los Pueblos de Salas y Mórrope.

Instrumentos de limpiador

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Macana, calabazo o tutuma seca con semillas o piedritas en su interior.

Vara de chanta; con la que el limpiador acompaña su baile y maneja a sus ayudantes.

Espada o cuchillo de acero, para defenderse del demonio o malos espíritus.

Huacos pre hispánicos, caracoles y conchas marinas, piedras, imágenes de santos católicos (San Cipriano, Vírgen del

Carmen, Virgen de las Mercedes, etc.).

LOS ARRIEROS

En Ferreñafe como en diversos lugares del Perú presentaron importantes servicios a la comunidad desde el siglo pasado,

cuando no existían vehículos de transporte, Frreñafe tierra de agricultores por excelencia, también contó con este servicio,

para transportar sus cosechas, en especial el arroz; ya que para cargar una fanega de arroz sea dos sacos de 69 kilos

cada uno cobraban un sol y medio, por una carga depiedra traída desde el cerro, para calzar las paredes de las viviendas

cobraban cinco soles y cargar un millar de adobes cobraban setenta soles.

En esta ciudad todavía se guarda gratos recuerdos de estos trabajadores que laboran de Lunes a Sábado en horario de 6

de la mañana hasta las 06 de la tarde.

Posteriormente aparecen los vehículos de transporte de carga que poco a poco fueron acaparando todo tipo de carga:

dando lugar a que estos conductores de bestias de carga fueran desapareciendo y en la actualidad sólo quedan algunos

arrieros que sólo transportaban adobes, costando 90 nuevos soles millar.

También es grato recordar a arrieros ferreñafanos de aquella época y de hoy, mencionado a: Antonio Yovera, José Díaz F.,

Maguel Gutiérrez, Flavio Tantarico, Lorenzo Jaramillo G. Jorge Díaz, Víctor y Alberto de los Santos, Leopoldo Jaramillo

Seclén, entre otros.

ACOMPAÑAMIENTO AL DIFUNTO

Es costumbre de los Ferreñafanos desde el siglo pasado acompañar a pie a sus muertos desde el velatorio hasta el

cementerio, notándose en este acompañamiento aparte de familiares, la presencia de vecinos y amigos; vestidos los

hombres con camisa blanca, pantalón negro y divisa negra a la altura del bolsillo de la camisa o usando otras veces la

corbata negra, la camisa negra o el terno negro y las mujeres vestidas con blusa blanca, falda negra y en otros casos

vestidas de todo negro y con su tradicional mantón negro que cubría la cabeza y parte de su cuerpo y con guantes negros.

Siendo el ataúd cargado los familiares, amigos y vecinos que a decir de muchos se disputaban el derecho de cargarlo,

demostrándole su amistad, aprecio que le tuvieron, y en este trayecto los familiares en su llanto recordaban las acciones

realizadas por el difunto en vida.

Resaltado la presencia en este acompañamiento del Cura que así llamaba el Pueblo del Sacerdote; quién a paso lento con

paciencia y tranquilidad iba rezando; anotando que unas veces los acompañó hasta el puente de acequia El Pueblo, otras

hasta la entrada del cementerio o también hasta su tumba. Hoy en día el acompañamiento de los difuntos ya no cuentan

con el apoyo del Sacerdote, pero si la mayoría de veces es acompañado por una banda de músicos. Los ferreñafanos

todavía recuerdan al ilustre Sacerdote Monseñor Francisco Antonio Gonzáles Burga, quién a lo largo de más de 50años

realizó esta labor muy humanitaria servicio de su pueblo que tanto lo quiso; añorándose estos buenos momentos y tiempo

ya ido.

LAS LLORONAS

Cuando ocurría un fallecimiento en Ferreñafe y siendo necesario solemnizarlo con toda pompa, se contrataba a un

determinado número de mujeres llamadas “Lloronas” que durante el duelo y el traslado del difunto de su casa al

cementerio, cantaban a modo de llanto los dones, vicios y virtudes del difunto.

Por lo general era gente de cierta edad la que desempeñaba estas funciones, vestidas de negro con grandes mantos del

mismo color, con el que se cubrían el rostro y la cabeza.

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A las famosas “Lloronas” se les suponía conocedoras de estos menesteres, ya que el llanto que se expresaban era fúnebre

y podía durar medio día o un día, dando a conocer lo que en vida había hecho el difunto.

Si era agricultor, informaban detalladamente lo que sembraba.

Las “Lloronas” iniciaban su llanto de manera: “Ya se murió don Piscoyita tan bueno y trabajador como era, en su chacra

todo sembraba, camote, maíz, yuca. Pobrecita Ña Simona, ya no tiene la buena yuca”.

Para estos escenas la mujer del difunto también asistía al entierro y en el camino imitaba los llantos de las “Lloronas” hoy

han desaparecido estos humildes mujeres que dieron colorido a nuestro antiguo Ferreñafe.

JUEVES DE COMPADRE Y JUEVES DE COMADRE

Una costumbre de Ferreñafe que ya se ha olvidado es la de “Jueves del Compadre” y “Jueves de Comadre”.

Esta costumbre comenzaba dos semanas antes del domingo de carnaval. El día Jueves de Compadre era señalado para

que las mujeres se dirigieran a los elegidos por medio de una tarjetita con un verso de dedicatoria, acompañado de su

regalo, dándole a conocer su elección

El texto de la misiva femenina decía:

En este día feliz

yo lo elijo mi compadre

por si así fuera mi suerte

ser ahora su comadre.

Transcurrido una semana de ansiada espera, el jueves siguiente era el de “Comadres”, el elegido tenía que remontar a la

comadre, otro regalito que por lo general era un prendedor de plata, un abanico, un perfume u otra cosa superior al regalo

de la comadre. Este retorno debía acompañarlo también de una misiva que expresaba lo siguiente:

Comadrita, que grandicha

yo agradezco su elección

testigo es mi corazón

de lo mucho que la aprecio.

No era raro que las relaciones fueran más allá del carnaval y más de un jueves de compadre o comadre; ya que fueron

cómplices y culpables de que la amistad o simpatía terminara en el altar en la mayoría de las veces.

LOS AGUADORES

En Ferreñafe antiguamente los encargados de vender el líquido elemento para abastecimiento de la población y ganarse el

pan de cada día. Eran los llamados “Aguadores”.

Al principio el agua se cargaba en burro, de cuyo pescuezo colgaba una campanita que sonaba conforme andaba

anunciando su paso, después surgieron los “Carreteros”, quienes en una carreta tirada por un macho y con capacidad para

doce pipas cargaban el agua, siendo el valor de cada pipa en sus inicios de un real, luego veinte centavos, posteriormente

cincuenta y más tarde un sol.

Posteriormente aparecen los camiones cargadores de agua, con capacidad con veinte pipas, siendo uno de los

propietarios los hermanos Inga.

Entre las “Aguadores” menciono a: los hermanos Casas, Juan Ñaño, hermanos Morales, Julio Liza, Toribio Piscoya, Víctor

Ascencio, entre otros.

En agua que estos “Aguadores” vendían en sus inicios la recogían de las acequias cercanas a la ciudad, luego la

compraban en lo que eran los baños municipales (lado norte del hoy Hostal Municipal) pagando cincuenta centavos por

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carretada y un sol por camioneta. En tiempos en que Ferreñafe se instalan los servicios de agua potable, estos

“Aguadores” poco a poco fueron desapareciendo.

LA BAJADA DE MANTO

Desde el siglo pasado es costumbre de los ferreñafanos llevar a cabo la “Bajada de manto”, y misa de nueve días, después

de sepultar al difunto.

Esta ceremonia se inicia el segundo día del entierro; los familiares contratan los servicios de un rezador, quien reza el

santo Rosario por las noches durante nueve días y en estas oraciones encomienda al alma de difunto a Dios para que lo

tenga siempre a su lado, le perdone sus pecados y vele por sus familiares en la tierra y en muchos casos da a conocer las

virtudes del difunto en vida, colocándose junto al rezador un depósito de lata con carbón para realizar el sahumado que lo

hace con sahumerio, incienso o romero y llegado el día señalado para la bajada de manto, los padrinos designados por los

familiares del difunto, el rezador y los asistentes rezan el santo rosario y a todos los presentes los padrinos le entregan una

vela encendida que la mantienen así durante todo el tiempo que dure esta ceremonia, para finalmente proceder a bajar el

manto negro, apagar las luces de la capilla ardiente y el Cristo Crucificado hacerlo adorar a todos los asistentes,

apagándose luego las velas para dar por concluida esta ceremonia.

Luego los familiares invitan a los asistentes una merienda con su asentativo que puede ser chicha, cerveza, yonque o

cualquier otro tipo de licor, atención que se prolonga por muchas horas.

Este Costumbre no se pierde, porque el ser querido se le sigue amando hasta dentro de su tumba.