Libertad y sociedad civil. Un consorcio Indisoluble
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Libertad y Sociedad Civil. Un consorcio indisoluble
Juan Pablo Bocaz Vargas.1
Donde mora la libertad, allí está mi patria.
Benjamin Franklin
Introducción.
En nuestra última Teletón se cumplió la meta, pero el ambiente estaba enrarecido.
Se cumplió la meta, es cierto, cientos de miles de personas se movilizaron durante las 27
horas que duró la cruzada solidaria más relevante que existe en nuestro país, pero el
otrora evento ícono de unidad nacional dividió las aguas. Se criticó la probidad de la
fundación, la pasividad del Estado en materia de salud pública y se exigió mayor inversión
en este ítem, a pesar de que la deuda hospitalaria proyectada para el 2014 asciende a los
1 Abogado de la Universidad del Desarrollo, candidato a Magister en Derecho de la Empresa de la misma
casa de estudios.
$264.000.000., de pesos, e incluso se cuestionó el trato compasivo y pirotécnico que el
certamen tenía con los minusválidos.
Los días previos al certamen se caracterizaron por un ir y venir de críticas, y
defensas a través de los medios y redes sociales. Lo que con el pasar de los días fue
incubando mi interés y simpatía por dicha fundación en particular, y en general por la
Sociedad Civil y los entes que participan activamente en ella.
Para ser sincero, no tenía claro que escribir, los tópicos abordados en el programa
del diplomado de la Academia Liberal me resultaron interesantísimos, pero haber leído
columnas relativas a la visita del ilustre político y académico británico Jesse Norman,
intensificaron mi interés por la Sociedad Civil y afortunadamente me aclararon el
panorama. Sin lugar a dudas, el tema es apasionante, espero disfruten su lectura.
Cooperación humana.
Desde siempre los seres humanos han requerido la ayuda de sus pares, para llevar
a cabo las más diversas tareas. Historias de supervivencia como la de Tarzán, en la cual un
hombre es criado y custodiado por animales, con prescindencia de cualquier otra persona,
son únicamente ficción. La realidad se impone día a día, y nos guste o no, forjamos lazos
de interdependencia, desde nuestra más tierna infancia, hasta el último de nuestros días.
De este simple hecho, se puede deducir el carácter social del ser humano2. Puesto
que no somos omnipotentes, necesitamos de otras personas para la consecución de
nuestros propios fines. Así, desde tiempos inmemoriales, esta sociabilidad atávica se ha
ido expresando de manera cada vez más evolucionada y sofisticada. Pasando desde la
2 Esto es lo que Aristóteles llamó “zoon politikon”: un animal social, cuyas emociones, mente e identidad son
sociales, y están profundamente implicadas con las de los demás.
agrupación más elemental, cual es la familia, a un sinnúmero de asociaciones más
complejas, pasando por la tribu, la vecindad, la polis, el club, la empresa, y un largo
etcétera, que únicamente tiene como límite la imaginación humana.
Cada una de estas asociaciones tiene como elemento constitutivo esencial a la
persona humana, la cual es un fin en sí misma. Es ésta la que, en aras de alcanzar el
mayor nivel de bienestar y perfección posible, debe asirse de estas asociaciones - incluso
crear algunas- y así concretar sus propios fines. En consecuencia, de esta premisa, se
avizora otro principio esencial cual es la primacía ontológica y teleológica del ser humano,
por sobre cualquier forma de asociación.
La gran mayoría de estas asociaciones voluntarias, con o sin fines de lucro, son
fruto de la libertad de las personas, y están ubicadas en una posición intermedia, entre la
persona y el Estado. No es el afán de este trabajo indagar en la quintaesencia de este
último concepto, sin embargo, también es posible enmarcarlo dentro de las asociaciones,
pero con una características bastante peculiares. El Estado, decía Max Weber: “Es aquella
comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama para sí el
monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las
demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la
medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del “derecho” a la
violencia.”
La primacía de la persona humana es de suyo imprescindible para la concepción de
una sociedad libre y tiene como consecuencia que aquella “sociedad mayor”, que es el
Estado, se encuentra supeditada bajo toda circunstancia a los derechos que emanan de la
naturaleza humana. Entiéndanse éstos como la libertad, derecho a la vida y propiedad,
entre otros. De tal forma, el gobierno, como señala Burke, es un instrumento del ingenio
humano para la satisfacción de necesidades humanas. Nosotros lo consideramos además,
un instrumento de última ratio. Posición que se encuentra en las antípodas de los
modelos totalitarios como el fascista de Mussolini, quien pregonaba “Todo en el Estado,
nada fuera del Estado, nada contra el Estado”
Como ya señalamos, la cooperación entre las personas quedará circunscrita al
espacio existente entre el ser humano y el Estado. Dicha cooperación, que se expresa en
la asociatividad, y podrá tener por objetivo el lucro, el cual se regirá por el Mercado, o
bien, podrá estar exenta de fines lucrativos, en cuyo caso estaremos ante lo que se ha
denominado Sociedad Civil.
Es importante señalar que, tanto el Mercado como la Sociedad Civil son
complementarios, proporcionan beneficios públicos y se encuentran insertos en una
compleja maraña de instituciones. Estos dos espacios, son los pulmones por donde la
comunidad respira libertad y son sin duda un rasgo esencial de una sociedad abierta. Sin
embargo, como señala Coase –dejando clara la diferencia- mientras varios individuos,
accionistas, trabajadores, clientes y otros, se han juntado para crear lo que nosotros
llamamos la empresa, para así satisfacer su interés propio dentro de la esfera del
mercado, es también parte de la naturaleza humana alimentar el interés ajeno y procurar
hacer el bien a nuestros pares, para lo cual estos mismos individuos se pueden asociar,
cooperación que se producirá dentro de la esfera de la llamada Sociedad Civil.
Es sobre este último concepto, el de Sociedad Civil, sobre el cual quisiéramos
detenernos. Al respecto, el profesor Niguel Ashford señala que son todas las
organizaciones voluntarias que existen entre el individuo y el Estado, tal como la familia,
la iglesia, clubes de música y deportes, y caridad. Es conveniente señalar además, que
dichas asociaciones no persiguen fines de lucro –de lo contrario serían empresas-, esto en
consonancia con el concepto entregado por el Banco Mundial3.
3 “El término sociedad civil se refiere a una amplia gama de organizaciones no gubernamentales y sin fines
de lucro que están presentes en la vida pública, expresan los intereses y valores de sus miembros y de otros, según consideraciones éticas, culturales, políticas, científicas, religiosas o filantrópicas. Por lo tanto, el término organizaciones de la sociedad civil abarca una gran variedad de instancias: grupos comunitarios, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, grupos indígenas, instituciones de caridad, organizaciones religiosas, asociaciones profesionales y fundaciones”.
Un poco de historia.
El carácter social del hombre, como ya lo dijimos, es consubstancial él. Sin
embargo, la Sociedad Civil se eleva un peldaño por sobre la mera cooperación entre
personas, puesto que requiere por un lado de la libertad como sustrato constitutivo y por
otro lado de la asociatividad, entendida esta última como la cooperación entre personas
sin vínculos personales previos.
Tocqueville es claro en señalar que la aptitud asociativa presupone, que los
individuos sean por un lado independientes entre sí, o sea, que no estén ligados por lazos
de afecto, consideración o dominio y, por otro lado, que sean débiles, vale decir,
individuos que se requieren mutuamente.
Uno de los mayores auges registrados por la Sociedad Civil tuvo lugar en Estados
Unidos. El testimonio queda retratado en algunos pasajes de la obra de Alexis de
Tocqueville, en el libro primero, capítulo IV de su obra llamada, Democracia en América,
donde señala con admiración: Norteamérica es el país del mundo donde se ha sacado
mayor partido de la asociación, y donde se ha aplicado ese poderoso medio de acción a
una mayor diversidad de objetos. Independientemente de las asociaciones permanentes
creadas por la ley bajo el nombre de comunas, ciudades y condados, hay una gran
cantidad de otras más que no deben su existencia y su desarrollo sino a las voluntades
individuales.
El habitante de los Estados Unidos aprende desde su nacimiento que hay que
apoyarse sobre sí mismo para luchar contra los males y las molestias de la vida; no arroja
sobre la autoridad social sino una mirada desconfiada e inquieta, y no hace un
llamamiento a su poder más que cuando no puede evitarlo. Esto comienza a sentirse desde
la escuela, donde los niños se someten, hasta en sus juegos, a reglas que han establecido y
castiga entre sí los delitos por ellos mismos definidos.
El mismo espíritu se palpa en todos los actos de la vida social. Surge un obstáculo
en la vía pública, el paso está interrumpido y la circulación detenida; los vecinos se
establecen al punto en cuerpo deliberante; de esa asamblea improvisada saldrá un poder
ejecutivo que remediará el mal, antes de que la idea de una autoridad preexistente a la de
los interesados se haya presentado en la imaginación de nadie. Si se trata de placeres, se
asociarán para dar más esplendor y amenidad a la fiesta. Únense, en fin, para resistir a
enemigos puramente intelectuales: se combate en común la intemperancia. En los Estados
Unidos, asóciense con fines de seguridad pública, de comercio y de industria, de moral y
religión. Nada hay que la voluntad humana desespere de alcanzar por la acción libre de la
potencia colectiva de los individuos.
No es extraño que Tocqueville, de origen galo, quien viajó a Estados Unidos
mandatado por el gobierno francés, para estudiar el sistema penitenciario, se mostrara
maravillado por el nivel de asociatividad, y el compromiso que mostraban los
norteamericanos de aquella época por lo público. Destaca Niall Ferguson un pasaje
anecdótico de la Democracia en América, donde los ciudadanos estadounidenses para
hacer frente a un problema público como el alcoholismo, crearon una “Sociedad de
Fomento de la Abstinencia”. Ciudadanos que de haber nacido en Francia, “cada uno se
habría dirigido al gobierno suplicándole que vigilase las tabernas en todo el país”.
Resulta evidente, que la institucionalidad de la época jugó un papel clave en los
Estados Unidos, permitiendo por una parte el emprendimiento empresarial, y por otra el
emprendimiento social. Ambos a través de la asociatividad, lo que se expresaba en un
mercado y una sociedad civil boyantes. Por el contrario, mientras Tocqueville escribía su
obra hacia 1830, en Francia aun reinaba la ley Le Chapelier, la cual se caracterizaba por
proscribir la libertad de asociación y consecuencialmente la existencia de cuerpos
intermedios, ello en pos de garantizar – a nuestro parecer ilusoriamente- la libertad de
empresa. Sin lugar a dudas, la institucionalidad francesa cooptó el surgimiento de la
Sociedad Civil. A modo de ejemplo, el artículo 1° de la ley Le Chapelier señalaba: “Siendo
una de las bases fundamentales de la Constitución francesa la desaparición de todas las
corporaciones de ciudadanos de un mismo estado y profesión, queda prohibido
establecerlas de hecho, bajo cualquier pretexto o forma que sea”. En tanto, el artículo 2°
“Los ciudadanos de un mismo estado o profesión, los empresarios, los que tienen comercio
abierto, los obreros y oficiales de un oficio cualquiera, no podrán, cuando se hallaren
juntos, nombrarse presidentes, ni secretarios, ni síndicos, tener registros, tomar acuerdos o
deliberaciones o formar reglamentos sobre sus pretendidos intereses comunes”.4
Sin duda, Tocqueville fue testigo privilegiado de una época, ya que el desarrollo de
la Sociedad Civil en los Estados Unidos a pesar de mantenerse, nunca fue tan intenso en
términos cualitativos, ni extenso cuantitativamente como en aquella edad de oro. Va más
allá del objetivo de este trabajo establecer un panorama actual de la Sociedad Civil en
Norteamérica, sin embargo, a la luz de los datos recolectados por Ferguson, ésta ha
decaído considerablemente, situación que se repite en el Reino Unido y posiblemente en
general en la cultura anglosajona.
El valor de la Sociedad Civil.
Ya hemos esbozado la que se ha entendido por Sociedad Civil, lo cual, puede
parecer un acto anodino si es que no somos capaces de destacar la importancia de ésta
para la libertad de los individuos y el devenir los países.
Durante muchísimo tiempo la solución de los problemas públicos ha sido vista en
términos binarios5, es decir, desde una óptica en la cual, éstos únicamente pueden ser
resueltos en forma exclusiva y excluyente, o por el Mercado o por Estado. La pugna ha
4 La Ley Le Chapelier fue derogada el 25 de mayo de 1864 por la Ley Ollivier que abolía el delito de
asociación 5 Algunas de las reflexiones contenidas aquí provienen de la lectura de documentos y columnas escritos por
los profesores: Mauricio Rojas y Jesse Norman, Niall Ferguson y Pablo Ortuzar.
sido dura, desde 1917 con el advenimiento de la Revolución bolchevique esta no se ha
detenido. Equivocado estaba Francis Fukuyama al suponer que esta lucha había
terminado. Hoy, en medio de la conmemoración del 25 aniversario de la caída del Muro
de Berlín, todavía hay algunos que miran con nostalgia el fin de la RDA y añoran un Estado
que colme todas las esferas de la sociedad.
Para superar este binomio, debemos comenzar por aceptar que la provisión de
servicios por parte del Estado para la satisfacción de problemas públicos debiese quedar,
prima facie, relegada de tal forma que sean las personas las que voluntariamente puedan
cooperar y solucionar sus propios problemas, sea mediante el mercado, sea mediante la
sociedad civil puedan hacerlo. La preeminencia de estas dos últimas soluciones
encuentran su sustento, no sólo en su eficiencia ya comprobada – recordar la escases en
los colectivismos-, sino también en que cada vez que entregamos parte de nuestros
problemas al ente estatal, también entregamos una cuota de nuestra libertad. Hayek es
contundente en Camino de Servidumbre, al indicar que “cuanto más planifica el Estado,
más difícil se le hace al individuo su planificación”
Por lo tanto, se abre una tercera vía que por años no fue evidente y estuvo ausente
en la discusión, cual es la Sociedad Civil. El concepto recupera su vigencia de la mano del
Partido Conservador Británico y su líder David Cameron – actual primer ministro- en el
denominado Big Society Speech del año 20106. El espíritu de si discurso queda condensado
por el profesor Rojas en el siguiente extracto: La Gran Sociedad es la respuesta a los dos
ejes tradicionales del poder y del debate político: el Gran Gobierno (Big Government) y los
Grandes Negocios (Big Businesses). Cameron la define de la siguiente manera: “Podéis
llamarla liberalismo. Podéis llamarla empoderamiento (empowerment).Podéis llamarla
libertad. Podéis llamarla responsabilidad. Yo la llamo la Gran Sociedad. La Gran Sociedad
es un enorme cambio cultural… donde las gentes, en sus vidas cotidianas, en sus hogares,
6 Cameron, llamó por primera vez a construir una “gran sociedad” en la cátedra Hugo Young de Noviembre
del 2009 donde interpelando a los estudiantes señaló: “necesitamos una razonada re-imaginación del rol, así como del tamaño, del estado... ayudando activamente a crear la Gran Sociedad, agitando, catalizando y concretando la renovación social. Nuestra alternativa al gran gobierno no es la ausencia de gobierno, una especie de refrito sobreideologizado del laissez faire. Tampoco es simple mente un gobierno más inteligente. Nuestra alternativa al gran gobierno es la Gran Sociedad”.
en sus barrios, en sus lugares de trabajo… no siempre se dirige a funcionarios, a las
autoridades locales o al gobierno central buscando respuestas a sus problemas… sino que,
en vez de ello, se sienten libres y con el poder necesario para ayudarse a sí mismos y a sus
propias comunidades… Se trata de una liberación: la más grande y la más dramática
redistribución del poder desde las élites en Whitehall al hombre y la mujer corrientes”.
Cameron rompe el binarismo representado por la dualidad Estado – Mercado,
revindicando la asociatividad no sólo como una forma legítima de resolver los problemas
públicos, sino también preferible, la mayoría de las veces, a soluciones centralmente
planificadas. Sin embargo, no pretende aniquilar al Estado. Es una postura comprensiva de
su necesariedad, pero también en muchos sentidos escéptica en cuanto a la eficacia de
sus resultados, por lo tanto contraria a su expansión y al fabianismo económico. Señala
Norman: La idea de que todos los servicios públicos podrían simplemente transferirse al
tercer sector no tiene sentido, considerando el tamaño relativamente pequeño de este
último. Sin embargo, es igualmente claro que el tercer sector es un espacio de innovación y
energía social, tal como el sector privado y que estos recursos deben ser desplegados de un
modo más amplio e inteligente. De manera tal que no sólo es transferencia de poder, es
una visión integrativa y sinérgica de la Sociedad, el Estado y El mercado, teniendo como
piedra angular, la libertad del hombre, quien desde abajo hacia arriba soluciona sus
problemas y edifica su destino.
La entronización de la Sociedad Civil, como vía válida para la solución de
problemas, nos lleva a replantearnos el concepto de ciudadanía como un mero vínculo
con el país o un derecho político. Nos permite expandir las fronteras de la civilidad. Nos
conmina a participar en el grupo, integrarnos, a compartir nuestros talentos ayudando
organizadamente a los demás estrechando lazos. Sin lugar a dudas, el virtuosismo de este
proceso radica en la voluntariedad de él y en que si bien, nadie nos obliga, asumimos
responsablemente el compromiso de superar los avatares que presenta el destino.
Además, en palabras de Ashford: una función clave de la Sociedad Civil en
sociedades libres, es ser el contrapeso del poder gubernamental. Cuando los individuos
están atomizados, y no acostumbrados a la cooperación humana, son una presa más fácil
para las tentaciones totalitarias de aquellos que ofrecen seguridad en vez de libertad. No
sólo impide el desarraigo, mina la ansiedad de tener algo que entregar a la sociedad y no
tener cómo hacerlo. Parafraseando a Tocqueville: Mientras más usurpe (el Estado) el
espacio de las asociaciones, más requerirán los individuos, al perder la noción de acción
colectiva, de él. Estas son una causa y un efecto que constantemente se crean
mutuamente.
Sin lugar a dudas, la Sociedad Civil es uno de los últimos bastiones de la libertad.
Prueba de ello han sido las últimas protestas en Hong Kong, en la cual los ciudadanos han
alzado la voz ante las reformas políticas impuestas por el Politburó de la China comunista
y se han organizado para hacer valer sus derechos democráticos. O aquí en Chile, donde
ante reformas como la educacional y tributaria se han hecho presente, como grandes
paladines de la libertad tanto la CONFEPA7 como la ASECH8, morigerando en parte dichas
reformas, que a todas luces reducen la libertad de los ciudadanos.
Sociedad Civil en Chile y su institucionalidad.
Creemos que la existencia de Sociedades Civiles intensas en cuento a su actividad,
obedecen eminentemente a patrones culturales. Sin embargo, siguiendo el espíritu de
Daron Acemoglu y James Robinson en su obra “Por qué fracasan los países” consideramos
que la institucionalidad es clave para la generación de una masa crítica proclive a la
asociatividad. Vale la pena preguntarse entonces, si acaso existe una institucionalidad ad-
hoc al robustecimiento de la sociedad civil.
La primera de nuestras fuentes institucionales será la Constitución Política de la
República, del año 1980. En dicho cuerpo normativo, a pesar de que en ninguna parte se
habla explícitamente, sobre la Sociedad Civil, queda establecido el reconocimiento de los
7 Confederación de Padres y Apoderados de Colegios Particulares Subvencionados.
8 Asociación de Emprendedores de Chile.
cuerpos intermedios, en el artículo 1 inciso 3°, el cual señala “el Estado reconoce y ampara
a los grupos intermedios a través de los cuales se organiza y estructura la sociedad y les
garantiza la adecuada autonomía para cumplir sus propios fines específicos”.
De la norma citada, en palabras del profesor Fermandois9, se extrae a su vez el
principio de autonomía de los cuerpos intermedios, en virtud del cual “toda sociedad
intermedia es por definición apta para alcanzar su fin propio y específico o bien común
particular (…) De la concepción anterior emana el derecho de autogobierno de las
sociedades intermedias (…). Éste es el derecho de la sociedad a regularse conducirse o
dirigirse hacia el cumplimiento de su fin con plena libertad e independencia respecto de las
sociedades mayores y el Estado”. Dicho principio, encuentra su correlato en los escritos de
Burke, quien se refería a los cuerpos intermedios llamándolos “Pequeñas secciones” Estas
instituciones intermediarias eran la familia, la iglesia y la comunidad, y ayudaban a la
sociedad entera. Burke escribió: “El primer principio (como realmente sucedió) del afecto
público, reside en estar ligado a las subdivisiones, querer la pequeña sección de la sociedad
a la cual pertenecemos. Es el primero de una serie de enlaces por los cuales progresamos
hacia un amor a nuestro país y la humanidad.”
El citado principio, se encuentra inserto en la normativa constitucional económica
del país, y es elemento integrante del principio de subsidiariedad, el cual ha sido definido
por la el diccionario de la RAE, escuetamente como: “Criterio que pretende reducir la
acción del Estado a lo que la sociedad civil no puede alcanzar por sí misma”. Entre
nosotros, utilizaremos el concepto del profesor Jaime Guzmán10, quien señala que
“ninguna sociedad mayor puede asumir legítimamente el campo de atribuciones o de
acción de una sociedad menor, porque las sociedades mayores nacen para realizar lo que 9
FERMANDOIS V. Arturo, Derecho Constitucional Económico, tomo II, Ediciones
Universidad Católica de Chile, segunda edición, 2005. 10
ROJAS S. Gonzalo, ACHURA G. Marcela y DUSSAILLANT B. Patricio, Derecho Político,
Apuntes de las clases, del profesor Jaime Guzmán Errázuriz, Ediciones Universidad Católica
de Chile, 1996.
las inferiores no pueden lograr por sí mismas, y no para absorber a estas últimas. Por
tanto, el Estado no puede invadir el campo propio de las autonomías de las sociedades
intermedias, ni menos el de lo que las personas individuales están en condiciones de llevar
a cabo adecuadamente”. De manera similar se expresa el profesor Eduardo Soto Kloss,
tanto así que hemos constatado que utiliza prácticamente los mismos elementos en su
definición, agregando la advertencia de que la subsidiariedad puede ser entendida como
auxilio, o ayuda, pero nunca como reemplazo o eliminación de los particulares que
realizan actividades que primordialmente corresponden a ellos.
Lo esencial aquí, es que el campo legítimo de acción del Estado o de una sociedad
intermedia mayor, empieza donde termina la esfera posible de acción adecuada a las
sociedades intermedias menores o a los individuos particulares y en caso de existir algún
problema público no satisfecho, el Estado debiese coordinar, facilitar y promover la
participación de los cuerpos intermedios, relegando su participación, exclusivamente para
casos en lo cual esto no fuese posible.
La autoría indiscutida de dicho principio radica en el Papa, Pío XI quien se
pronuncia al respecto, mediante la encíclica DiviniIllius Magistrique que trataba la
educación cristiana de la juventud y en que se señalaba que el Estado debía cumplir una
labor subsidiaria. En tanto, durante su pontificado Benedicto XVII, manifestó mediante su
encíclica Deus caritas est una férrea defensa de este principio afirmando: “El Estado que
quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una
instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido -
cualquier ser humano- necesita: una entrañable atención personal. Lo que hace falta no es
un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de
acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas
sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio”
Constitucionalmente, el Principio de Subsidiariedad no tiene una consagración
expresa, pero es indudable que inspiró al Constituyente, lo que se colige no sólo del
andamiaje jurídico en el cual se edificó nuestro Orden Público Económico, sino también de
las actas constitucionales. Así lo ha señalado el comisionado Bertensen, quien reflexiona al
respecto afirmando lo siguiente “Es indudable, si interpretamos el número 21, del artículo
19, en el conjunto de sus dos incisos, en relación con otras normas constitucionales como
el artículo 1º, que consagra la autonomía de los grupos intermedios y precisa la finalidad y
deberes del Estado, y a la luz de sus antecedentes en que se afirma expresamente, que
dicho precepto es el medio a través del cual se ha hecho operar el principio de
subsidiariedad en el plano económico”.
Las presentes disposiciones y los principios, a pesar de los innumerables cambios
que ha sufrido nuestra Constitución, se han mantenido en el tiempo, y sin duda, sientan
un precedente favorable a la asociatividad de las personas, lo cual esperamos, se
mantenga en el tiempo.
Resulta interesante ver cierta convergencia entre las aspiraciones de la Gran
Sociedad de Cameron y compañía, con las que tuvieron en mente los comisionados
encargados de redactar la Constitución, al consagrar los principios de Subsidiariedad y de
Autonomía de los Cuerpos Intermedios, ciertamente se buscó la preeminencia de las
personas en la resolución de los problemas, por sobre el poder soberano. Quizás fue una
actitud visionaria, marcada por el quiebre institucional que se produjo en 1973.
Asociatividad en Chile.
Podemos decir que tenemos una normativa constitucional que respeta y ampara la
asociatividad. Si queremos ir un poco más lejos, podemos remitirnos a la ley Nº 20.500, la
cual entró a regir el 17 de febrero de 2012. La referida ley contiene la mayor reforma que
haya sufrido la regulación de las personas jurídicas sin fines de lucro de aquellas reguladas
por el Título XXXIII, del Libro I del Código Civil. La importancia de esta ley, radica en que
dota de ropaje jurídico a las asociaciones que interactúan dentro de la Sociedad Civil y les
da legitimidad ante el derecho, sean estas asociaciones, fundaciones o corporaciones. El
avance fundamental es que hace menos engorroso el sistema de registro, y además
disminuye a 60 días aproximadamente la creación de una Fundación o Corporación. Lo
que resulta alentador, si hacemos una comparación con el orden jurídico anterior, el cual
se encontraba sumamente burocratizado.
A la luz de estos antecedentes, es posible concluir que existe un ambiente
relativamente amigable, al menos desde el punto de vista jurídico para la asociatividad de
los individuos. Dicho esto, resulta válido preguntarse si acaso esto es suficiente y qué tan
efervescente se encuentra nuestra Sociedad Civil en la actualidad.
Desgraciadamente, si bien existe un Registro de Personas Jurídicas Sin Fines de
Lucro, no es posible acceder a éste por Internet. No sabemos a ciencia cierta cuantas
asociaciones se han creado en el presente año, tampoco cuantas se han disuelto.
Tampoco estamos seguros de si esos 60 días es un plazo corto, o a lo menos razonable
para la constitución de un ente de la Sociedad Civil. Quisiéramos que tal como existe un
ranking de emprendimiento empresarial como el Doing Bussines, hubiese una métrica que
nos permitiera saber qué tan bien estamos en la creación de emprendimientos sociales
respecto de los otros países. Sin duda, es un flanco en el cual debemos avanzar como
sociedad.
En la última encuesta CEP11 del mes de noviembre, en su acápite de Ciudadanía, se
preguntó lo siguiente: Existen diferentes opiniones sobre qué es lo que hace a un buen
ciudadano. De acuerdo a lo que le concierne personalmente en una escala de 1 a 7, donde
1 significa que no es importante y 7 significa que es muy importante, ¿cuán importante es
para Ud.….? Un 67% de los chilenos se inclinó por considerar que Observar que las
autoridades públicas actúen correctamente hace a un bien ciudadano, en tanto en el
abanico de alternativas, sólo un 20% de los ciudadanos se inclinó por señalar “Participar
activamente en asociaciones sociales o políticas”.
11
Encuesta del Centro de Estudios Públicos. http://www.cepchile.cl/dms/archivo_5762_3637/EncuestaCEP_Noviembre2014.pdf
La siguiente pregunta reza: Se presentan a continuación algunas formas de acción
social o política que la gente puede realizar. Por favor, indique para cada una si ha
realizado alguna de estas cosas en el último año, en el pasado distante, o si no las ha
hecho pero podría hacerla o nunca las haría. En este caso, un exiguo 32% de la población
señaló “Donado dinero o recolectado fondos para una actividad social o política”.
Adicionalmente, en la pregunta relativa a la participación en algún grupo o
asociación, un 30% participa en alguna Iglesia u organización religiosa, 21% en un grupo
deportivo o de entretención cultural, 11% en otra asociación voluntaria, un 10% en algún
Sindicato o asociación profesional o empresarial, y sólo un 4% participa en algún partido
político.
A pesar de que la institucionalidad es aparentemente inclusiva con la Sociedad
Civil, las estadísticas hablan de una asociatividad apocada. Resulta inquietante constatar el
escaso interés por lo público. Si tenemos una institucionalidad relativamente inclusiva,
quizás el problema sea cultural. Ante el letargo en el cual se encuentra subsumida la
Sociedad, se pueden plantear someramente algunas hipótesis. Puede que la apatía
provenga de la falta de confianza en nuestros pares, o quizás de la falta de legitimidad con
que son tratadas muchas fundaciones por corrientes eminentemente estatistas, las cuales
se empeñan en atribuir el dominio de lo público al Estado, fundado en la doctrina de los
Derechos Sociales, relegando a un segundo plano la asociatividad, o incluso, podríamos
llegar a preguntarnos si a acaso somos realmente un país solidario.
No tenemos la respuesta, pero sin lugar a dudas, urge tener una Sociedad Civil más
activa y comprometida con los problemas públicos, a menos que queramos que sean otros
los que se quieran hacer cargo, como sucedió en la Francia Napoleónica durante el
reinado de la mencionada, ley Le Chapelier.
Conclusión:
Del presente trabajo, pudimos concluir lo importante que resulta para el resguardo
de la libertad tener una Sociedad Civil robustecida. Por el bien de nuestro país, urge
entronizarla en el lugar que se merece. Urge tener una Sociedad Civil activa y legitimada,
que actúe sin trabas, pudores, ni culpas en la resolución de nuestros problemas. Si en algo
estas líneas pueden ayudar, entonces, me daré por satisfecho.
Concepción, Chile. Primavera del 14 de diciembre de 2014
Bibliografía:
1- Nigel Ashford. Principios para una Sociedad Libre. Segunda edición.
2- Jesse Norman. la gran sociedad. Instituto de Estudios de la Sociedad, 2014.
3- Eduardo Valenzuela y Carlos Cousiño, Sóciabidad y Asociatividad. Un ensayo de
Sociología comparada. Estudios Públicos, 77 (verano 2000).
4- Mauricio Rojas. Por un liberalismo asociativo. Reflexiones sobre la sociedad
civil, el mercado y el Estado. Biblioteca Virtual.
5- Niall Ferguson, La gran degeneración, editorial debate.
6- Juan Pablo Bocaz Vargas. La libertad económica en Chile, análisis jurídico. Tesis
de grado, Universidad del Desarrollo.
7- Edmund Burke. Textos Políticos. Fondo de Cultura Económico de Mexico, 1996.
8- Friedrich August von Hayek. Camino de servidumbre. Alianza Editorial, 2011.
9- Weber, Max. La política como vocación. Alianza Editorial, 2009.