Literatura y sociedad en la América española del siglo XVI

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LITERATURA Y SOCIEDAD EN LA AMERICA ESPAOLA DEL SIGLO XVI: NOTAS PARA SU ESTUDIO

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El objeto de estas pginas es situar la produccin literaria del siglo xvi indiano en su contexto social, para mostrar, a la luz del pensamiento y de los valores que informan la historia cultural de aquella expansiva centuria tanto en la Metrpoli como en el Nuevo Mundo , la coexistencia de elementos medievales y renacentistas muy significativos. La poesa lrica tradicional e italianizante, pica, Romancero; los libres de caballeras y la leyenda de las Amazonas; el mito de la Edad de Oro y la Utopa; el humanismo cristiano, erasmista en las primeras dcadas del siglo; los estudios de latinidad o 'bellas letras'; el esquema de las cuatro monarquas {translao impert) que adoptan, como tpico medieval, los cronistas de Indias; el teatro misional en la Nueva Espaa; el sentimiento de la honra y el anhelo de fama, constituyen aspectos sugestivos de esa ambigedad quinientista. Pero ellos requieren un marco ideolgico e institucional, un teln de fondo sobre el cual destaquen luego particularmente como cimeras expresiones de la vida del espritu. Se impone, pues, una introduccin a la Conquista y Colonizacin en sus lneas generales, con especial insistencia sobre los factores jurdico-polticos, econmicos, sociolgicos, urbansticos y bibliogrficos que condicionan e ilustran la literatura virreinal.

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SOBRE LA ACCIN DE ESPAA EN INDIAS

La controversia desatada en el siglo xvi acerca del Imperio hispnico y su accin jurdico-poltica, militar y espiritual al servicio de fines trascendentes, ha impedido durante varias generaciones a causa de prejuicios inveterados el estudio sereno de la cultura virreinal. Pero esa disputa enconada, que se remonta, como es sabido, a las posiciones antagnicas de fray Bartolom de las Casas y Juan Gins de Seplveda, evolucionara al quedar superadas en cuanto fases ideolgicas la Ilustracin y la Independencia, durante las cuales se reaviv el debate hacia un anlisis ms objetivo de las instituciones y, con ellas, de la historia literaria e intelectual segn la nueva metodologa influida por el positivismo. Eruditos como Andrs Bello, entre otros, acometieron la ineludible tarea de esclarecer el pasado colonial y aun la de investigar sus complejos nexos medievales1. El argentino Juan Bautista Alberdi se percat, en 1841, de tales exigencias crticas: "Es tiempo ya sostena de abandonar preocupaciones pasadas de moda, y de reemprender seriamente el examen de los antecedentes literarios, legislativos y administrativos de nuestros tres siglos coloniales, que han dado a luz la sociedad presente..." 2 . Y el colombiano Miguel Antonio Caro, desde una posicin conservadora, mantena a fines de siglo la unidad insoslayable del proceso histrico-cultural: "Cuando hablamos" escriba el insigne humanista y repblico "de la poca colonial como de tres siglos de servidumbre, y con esto decimos cuanto de ella sabemos, mostramos crasa ignorancia y estpido desprecio por la historia y por los hombres que nos precedieron, al modo de los que aqu y en Europa llaman a la Edad Media perodo de barbarie y tinieblas. Aquellos tiempos fueron tiempos de civilizacin cristiana, aunque imperfecta, en que se desarrollaron los1 J. CAII.LET-BOIS, Las investigaciones de Andrs Bello en lomo a a poesa medieval, en Humanidades, t. XXXIV, 1954, pgs. 7-36. 2 J. B. ALBERDI, Observaciones sobre el Certamen Potico celebrado en Montevideo en 1841, en Obras completas, t. II, Buenos Aires, 1886, pg. 55.

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grmenes de muchos beneficios de que ahora disfrutamos... El ao 1810 no establece una lnea divisoria entre nuestros abuelos y nosotros; porque la emancipacin poltica no supone que se improvisase una nueva civilizacin: las civilizaciones no se improvisan"3. Desde el ltimo tercio del siglo xix y en las primeras dcadas del actual se ha operado, pues, una saludable mutacin crtica, de la que son representantes algunos grandes juristas, historiadores y telogos contemporneos4. No es el momento ni el lugar de hacer el inventario de los resultados positivos que se han obtenido merced a dicha labor revisionista; pero, junto con las inevitables fallas de toda conquista y colonizacin fallas, no lo olvidemos, generales en la Europa rena0 M. A. CARO, Ideario hispnico, cd. por A. Curdo Altamar, Bogot, 1952, pgs. 101-102 (cit. por F. CARO MOLINA, Jimnez de Quesada y la lengua espaola, tirada aparte de Thesatims, t. XXIII, 1968, pg. 8, n. 18). 4 La bibliografa es tan copiosa, que me limitar a recordar los trabajos fundamentales: V. CARRO O. P., La teologa y los telogos-juristas espaoles ante la Conquista de Amrica, 2 vo!s., Sevilla, 1944. J. M. GALLEOS ROCAFULL, El hombre y el mundo de los telogos espaoles de los siglos de oro, Mxico, 1946.

CH. GIBSON1, Spain in America, New York, 1966. M. GIMNEZ FERNNDEZ, Ins-

tituciones jurdicas de la Iglesia Catlica, Madrid, 1940. M. GNCORA, El Estado en el Derecho indiano: Etapa de fundacin, 1492-1570, Santiago de Chile, 1951. L. HANKE, Las teoras polticas de Bartolom de las Casas, iratl. esp., Buenos Aires, 1935; The Spanish Struggle lor fustice in the Conquesl of America, Philadelphia, 1949 (trad. esp., La lucha por a justicia en la Conquista de Amrica, Buenos Aires, 1949, obra que marca un jaln en estas investigaciones); Aristotle and the American Indians: A Study in Race Prejudice in the Neui World, Chicago and London, 1959. C. H. HARING, The Spanish Empire in America, New York, 1952; especialmente los caps. -iv y las pgs. 100-106 (hay trad. esp., El Imperio hispnico en Amrica, Buenos Aires, 1958). J. HFFNER, La tica colonial del Siglo de Oro: Cristianismo y dignidad humana, trad. csp., Madrid, 1957. R. MENNDEZ PIDAL, El P. Las Casas: su doble personalidad, Madrid, 1963, y Codicia insaciable? Ilustres hazaas?, en La lengua de Cristbal Coln, el estilo de Santa Teresa y otros estudios sobre el siglo XVI, (Colecc. Austral, nm. 280), Buenos Aires, 1942, pgs. 91-107. J. MA. O S CAPDEQU, Las instituciones de la Amrica espaola, Barcelona, 1959. J. H. PARRY, The Spanish Theory o Empire in the Sixteenth Century, Cambridge, 1940, y The Spanish Seaborne Empire, London, 1966. C. PEREYRA, La obra de Espaa en Amrica, Madrid, s. a. (1920?), especialmente pgs. 35-40 y 133-144. S. ZAVALA, Las instituciones jurdicas en la conquista de Amrica, 2* ed., Mxico, 1971; El mundo americano en la poca colonial, 2 vols., Mxico, 1967; Filosofa de la Conquista, Mxico, 1947; Cristianismo y colonizacin, en Cuadernos Americanos, t. LI, 1950, pgs. 163-172, y Ensayos sobre la colonizacin espaola en Amrica, 2;1 cd., Mxico, 1972.

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centista, que menospreci gravemente los derechos del individuo como persona 5 , evoquemos la existencia pura y simple de las Leyes de Indias, monumento venerable: "Ms parecen verdaderas reglas de moral que preceptos legales exigibles coactivamente", afirma con razn J. M^ Ots Capdequ 6 . De ellas es forzoso partir, en efecto, si aspiramos a comprender no slo la organizacin poltico-administrativa del Imperio ultramarino, sino lo que informa su espritu cristiano: las bases jurdicas y teolgicas del mismo. "La doctrina que nutre las instituciones destinadas a regir la nueva sociedad hispanoamericana dice S. Zavala no es independiente de la filosofa poltica creada por la secular cultura europea" 7. Porque durante aquella fustica centuria, ni la Iglesia ni la Corona cejaron en su intento de promover la justicia frente al indio, vasallo, no esclavo: de ah el aguadsimo pleito de las encomiendas, las Leyes Nuevas (1542) y el cdigo de Ovando (1573). "Leyes incumplidas, dice el avaro de elogios. Incumplidas, s replica R. Menndez Pidal , algunas que hubieron de ser revocadas por su abstracta irrealidad; incumplidas, otras, por ministros claudicantes, no ms numerosos que en cualquier otra administracin...". Pero "el indio americano vive todava donde estas leyes rigieron, y desapareci donde ellas fueron desconocidas" 8. La historia del Derecho Indiano revela, por otra parte, la ausencia de discriminaciones jurdicas ab initio; antes bien,5 Cf. I. A. LEONARD, Books of the Brave: Being an Account of Book.s and Men in the Spanis/i Conques! and Settlement of the Sixteenth Century New World, Cambridge, Mass., 1949: "The study of contemporary Europe reveis plainly dice the universal pattern of cruelty, intolerance, and inhumanity which characterized the social, religious, and economic lifc of the Continent. Humanitarianisin was as yet a merely latent and underdevelopcd concept of human relations, and the disregard of the inherent rights of every individual was universal" (pg. 8; c. la trad. esp., Los libros del conquistador, Mxico, 1953, pg. 21). 6 J. MA. OTS CAPDEQU, Sobre la estructuracin jur'idico-institucional de las Indias Occidentales, en Relazioni, X Congresso Internazionale di Scienze Storiche (Roma, 4-11 Sctt. 1955), vol. I, Firenze, 1956, pg. 177. 7 S. ZAVALA, La defensa de los derechos del hombre en la Amrica Latina {siglos XVl-XVIU), (Coleccin Raza y Sociedad), Pars, UNESCO, 1963, pg. 12. 8 R. MENXDEZ PIDAL, Las Leyes de Indias, en Miscelnea histrico-literaria, (Colccc. Austral, nm. 1.110), Buenos Aires, 1952, pg. 136.

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la equiparacin de los subditos peninsulares y los nacidos en Indias. "No existe en el primer momento de la colonizacin expone un autorizado investigador ningn obstculo poltico, social o cultural vlido para que los hijos de los conquistadores y pobladores radicados en el Nuevo Mundo no gocen de los mismos privilegios y oportunidades que los habitantes europeos de la monarqua: acceso a las carreras de letrados y religin, participacin en la administracin civil y eclesistica. La Universidad de Mxico va a contar con una organizacin semejante a la de Salamanca"9. Las Indias no fueron verdaderamente 'colonias': el trmino resulta excesivo e inexacto, ya que no corresponde a la realidad poltica del Imperio espaol, dentro del cual aquellos territorios poseyeron un status jurdico que los integraba como virreinatos o provincias de Ultramar, en pie de igualdad con los dems, nunca subordinados. Si la prctica regional o local, bajo los Reyes Catlicos, el Csar Carlos y Felipe II, no se ajust siempre a la teora, desde una perspectiva ideolgica e institucional carece de sentido histrico hablar de 'colonias'. "No se consideran los nuevos territorios descubiertos como meras factoras comerciales o depsitos de esclavos. Coln y sus continuadores obraron siempre en nombre de la Corona de Castilla, y con tal carcter tomaron posesin de las tierras y mares que descubran" 10.

* Cf. S. ZAVALA, Programa de historia de Amrica: Hispanoamrica Septentrional y Media: Perodo colonial, Mxico, 1953, pg. 127. 10 Cf. J. MA. OTS CAPDEQU, El Estado espaol en las Indias, Mxico, 1941. pg. 17. Tambin es aconsejable R. LEVENE, Las Indias no eran colonias, (Colecc. Austral, nm. 1.060), Buenos Aires, 1951. Otro enfoque autorizado: A. GARCA GALIO. La constitucin poltica de las Indias Espaolas (Conferencia), Madrid, 1946. Adems de la Recopilacin de las Leyes de los Rcynos de las Indias (3 vols., Madrid, Conseio de la Hispanidad, 1943), cuya consulla es inexcusable para entender tal organizacin como provincias de Ultramar y no como 'colonias', vid. asimismo el tratado clsico de JUAN DE SOI.RZANO PEREYRA, Poltica indiana, Madrid. 1930, y M. J. DE AVALA, Notas a la Recopilacin de Indias, Transcripcin de J. Manzano, 2 vols., Madrid, 1945-1946.

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MEDIEVALISMO DE LA EMPRESA AMERICANA

Para explicarnos y juzgar, a la vez, ya el avance general, ya el arraigo de la civilizacin hispnica en el Nuevo Mundo, preciso es admitir la continuidad, aqu, de innumerables actitudes y estructuras medievales; porque "tanto en Espaa como en Portugal segn L. von Ranke , la emigracin de los pueblos, las Cruzadas y la colonizacin son como un gran movimiento de trayectoria coherente" u . El fecundo trasplante religioso y cultural que sigui al Descubrimiento, creara bajo los Reyes Catlicos y los Habsburgos formas socioeconmicas, espirituales, etc., afines cuando no idnticas en sustancia a las metropolitanas. Se dan incluso notorios paralelismos geogrficos: "Si miramos un mapa climtico de este Hemisferio" observa P. Henrquez Urea, "descubrimos en seguida que la mayora del territorio en donde se habla espaol lo forman grandes mesetas rodeadas de montaas, como reproducciones ampliadas de Castilla" 12. Adoptronse viejas instituciones forjadas en el yunque de la Reconquista, o de oriundez mediterrnea: behetras, colonizacin monstica o eclesistica, libertades y privilegios municipales, cartas-pueblas, encomiendas, repartimientos, virreinatos, capitanas, adelantamientos, organizacin fiscal y militar... Los misioneros aprendieron las lenguas indgenas para impulsar la evangelizacion conforme a las artes praedicandi; 'conquista espiritual' que los convirti en herederos de un Ramn Llull o un Raimundo Martn. Segn C. Snchez-Albornoz, tal expansin grandiosa debe ser considerada propiamente como "la ltima edad heroica del mundo occidental", y se pregunta: "En parangn con los empeos comerciales, contemporneos o precontemporneos, que lanzan a Holanda o a Inglaterra a sus colonizaciones en" L. vos RANKF, Geschichtc der romanischcn und germanischen Volver von 1494 bis 1535, t. I, Leipzig-Berln, 1824, prlogo. 12 P. HENRQUEZ URF.A, Las corrientes literarias en la Amrica Hispnica, Mxico, 195-1, pg. 43.

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los ms diversos continentes, no hiere al punto nuestro olfato el olorcillo amargo a fraile, a labriego y a soldado que despiden todas las tierras hispanas de Amrica a raz de su conquista por Espaa? Y no son el ruralismo, la aventura guerrera y los hondos sentires religiosos, signos tpicamente medievales?"13. Al rechazar el papel decisivo que, a juicio de Ch. Verlinden, representaron las ciudades martimas de Italia especialmente Genova en los mtodos de Indias, aade en otro lugar Snchez-Albornoz: "Las creaciones colonizadoras americanas de los espaoles fundaron stos rganos de poder y no centros econmicos enraizan en la historia medieval peninsular... Cuando, terminada la reconquista, pareca que la actividad colonizadora de Castilla iba a encontrar su fin, al hallar ante ella la barrera martima del Mediterrneo y del Atlntico, su tradicin naval, vieja ya de dos siglos, hace posible a Coln el descubrimiento de la incgnita Amrica; las energas guerreras de los impetuosos castellanos se vierten en la aventura, todava no superada por los hombres modernos, de la conquista de las Indias; y ms ac del mar se repite la historia medieval, recordada, y el sino de Castilla se cumple una vez ms..." 14. "Fruto tardo", el conquistador encarna la ms efectiva aportacin de Espaa a los ideales del Renacimiento u bls . Por lo dems, la continuidad en orden a la educacin (que durante el siglo xvi se imparte en universidades como las de Santo Domingo, Mxico, Lima, Santa Fe de Bogot, Quito y Cuzco) es evidente, pues no se alteran los patrones medievales: tanto la divisin en escuelas o facultades (Teologa, Ar13 C. SNCHEZ-ALBORNOZ, La Edad Media y la empresa de Amrica, en Espaa y el Islam, Buenos Aires, 1943, pgs. 183-184. 14 C. SNCHEZ-ALBORNOZ, Espaa, un enigma histrico, vol. II, Buenos Aires, 1956, pgs. 505-506. Alude al trabajo de Cu. VERLINDEN, Sentido de la historia colonial americana, en Cuadernos Americanos, t. IV, 1952, quien afirma: "Las sociedades coloniales americanas son, por todos los trazos esenciales de su estructura, las ramas que como las mismas civilizaciones europeas han surgido del ancho tronco de un rbol que se lUma Edad Media europea" (pg. 561).

"bls.

cf. R. MENNDEZ PIDAL, Codicia insaciable?...

(vid. n. 4), pg. 99.

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tes, Derecho y Medicina) como los mtodos de enseanza, subsistirn conforme a los modelos peninsulares (Salamanca y Alcal), siendo esos establecimientos americanos particularmente conservadores hasta bien entrado el siglo xvm 16. Los Dilogos latinos de Francisco Cervantes de Salazar constituyen una fiel ilustracin, hacia 1551, de cmo la tradicin de las disciplinas escolsticas y el estudio de la jurisprudencia (Derecho cannico y civil o romano), eran los mismos en Mxico que en Salamanca 16. Ni la filosofa ni la ciencia modernas lograron imponerse desde la ctedra, sobre todo a causa de las providencias "sanitarias" de Felipe II, que contribuyeron al aislamiento y oscuridad contrarreformistas. Pero, no obstante las directrices religiosas, a travs de esa continuidad, la civilizacin as gestada se desarroll orgnicamente y asumi rasgos 'hispanoamericanos' stricto sensu, criollos, que hacia 1800 configuraran el movimiento emancipador gracias a una lite cultivada e idnea, ya consciente de su individualidad durante la Ilustracin.

15 Sobre la educacin y la vida intelectual es un buen gua J. T. LANNING, Acdemic Culture in the Spanish Colonies, New York, 1940. Pero deben tenerse en cuenta asimismo: F. ESTEVE BARBA, Cultura virreinal, Barcelona, 1965. B. W. DIFFIE, Latn American Civilizalion: Colonial Period, New York, 1967. B. MoSES, T/ie Spanish Dependencies in South America: An Introduclion to the History oj their Civilizalion, New York, 1965. Tambin, las pginas que al tema dedica C. H. HARING, The Spanish Empire in America (c. n. 4), pgs. 208-218 y 221226. tiles referencias suministra L. HANKE, History of Latn America, vol. I: Civilizalion: Sources and Interpretations, Boston, 1967. Para Mxico, todava presta valiosos servicios T. ZEPEDA, La instruccin pblica en la Nueva Espaa en el siglo XVI, Mxico, 1933. Para la Nueva Granada, c. G. GIRALDO JARAMILLO, Notas sobre la educacin colonial, en Estudios histricos, Bogot, 1954, pgs. 321 y sigs., y J. M. RIVAS SACCONI, El latn en Colombia, Bogot, 1949.

" Cf. J. GARCA ICAZBALCETA, Mxico en 1554: tres dilogos latinos [de Francisco Cervantes de Salazar] traducidos p o r . . . , Mxico, 1875. Hay reimpresin. Es excelente, a su vez, la ed. facsmil con trad. y notas de estos Dilogos: Lije in the Imperial and Loyal City of Mxico in New Spain, and the Royal and Pontifical Vniversity of Mxico as described in the "Dialogues for the Study of the Latn Langtiage" prepared by francisco Cervantes de Salazar for use of his Classes and printed in 1554 by Juan Pablos. Facsmile edition and translation by M. L. Barrett Shepard and Inlrodtiction and Notes by C. E. Castaeda, Austin, Texas, 1953; cf. pgs. 25-36.

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LOS IDEALES POLTICOS

El Estado autoritario de los Reyes Catlicos, el Imperio de Carlos V y la monarqua universal o cupular de Felipe II, son ciertamente novedades polticas acordes con las tendencias renacentistas hacia la administracin burocrtica y centralizada, el regalismo, etc., que, manifiestas en el rgimen estamental de la Baja Edad Media, pasan durante los siglos xv y xvi al Estado absolutista moderno 17 . Pero no sera igual, en Espaa, la mstica del poder, a la de Francia o Inglaterra bajo un Francisco I y los Tudor: la sublimacin del Estado por Maquiavelo encontrara allende los Alpes y los Pirineos favorable acogida entre los prncipes, mas no en Espaa, donde la 'razn de Estado' nunca sera invocada como instancia suprema de las decisiones regias18. Durante el siglo xvi la monarqua se justifica a s misma y ante los subditos como institucin de derecho divino, al servicio de los fines que la inspiraban tradicional mente. L. G. de Valdeavellano los enumera, con referencia al Estado medieval, de este modo: "1, la realizacin del bien pblico (utilias publica; en la Baja Edad Media se deca 'procurar el bien del pas'); 2, el mantenimiento de la paz y del orden jurdico interno {tranquilinas regni se deca en Aragn en la Alta Edad Media); 3, la conservacin de la integridad del territorio del Estado (en Aragn se llamaba a esto 'mantener la honra del Reino'); 4, la defensa armada y la guerra contra los enemigos del exterior; 5, la proteccin de la fe cristiana y de la Iglesia, que fue un fin tpico del Estado medieval; 6, el mantenimiento

17 Vid., entre otros, W. NAEF, La idea del Estado en la historia moderna, trad. esp., Madrid, 1947. 1S Cf., por ej., A. FERRARI, Fernando el Catlico en Baltasar Gradan, Madrid, 1945. Una seleccin de textos polticos espaoles sobre la educacin de los prncipes, desde el siglo xiv al xvn, puede verse en J. MA. CASTRO Y CALVO, El arte de gobernar en las obras de don Juan Manuel, Barcelona, 1945, pgs. 201-313.

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del Derecho viejo o tradicional, y 7, el cumplimiento del Derecho mediante la administracin de justicia" 19. Tal concepcin del Estado {imperium, regnutri), que hallamos doctrinal mente en De ciuitate Dei de San Agustn, el Policraticus de Juan de Salisbury, o el tan ledo y citado De regimine principum de Santo Toms de Aquino para no mencionar sino tres clsicos del pensamiento cristiano-medieval , informaba todava a la Castilla de los Austrias (por tanto, su accin en Indias). Los monarcas espaoles trataban de llevar a efecto mximas de gobierno como las Enseanzas paradigmticas de San Luis, en lo que a la fe catlica respecta 20. Sin duda, el transpersonalismo jurdico-poltico del orden medieval condiciona al Estado espaol del Renacimiento. Fernando de los Ros, en una conferencia memorable, analiz sutil y brillantemente la naturaleza de aquel 'EstadoIglesia' que fue la Monarqua de los Habsburgos, identificada con las reformas tridentinas desde Felipe II, a quien se debe el 'Estado catlico cerrado' tras los intentos de conciliacin que realiz Carlos V: "Reformada la Iglesia catlica deca el gran jurista de acuerdo con las aspiraciones polticas espaolas del siglo xvi, Estado e Iglesia se fusionan, dividindose los menesteres, pero coordinando las acciones. El Estado se reconoci a s mismo, de acuerdo con los ideales de San Agustn, enfeudado a la finalidad trascendente que la Iglesia representaba; no se estimaba fin en s, sino rgano intermedio para finalidades superiores; lo que hace con acuidad suma es diferenciar los intereses temporales de la Iglesia de los estrictamente religiosos, sometindola en el primer sentido a las necesidades instrumentales del Estado; de aqu el regalismo... El blanco de los propsitos era adscribir el Es" L. G. DE VALDEAVELLANO, Curso de Historia de las instituciones espaolas: De los orgenes a la Baja Edad Media, Madrid, 1968, pg. 410. El concepto isidoriano del Estado influy tambin en el pensamiento medieval.!0 Cf. JOINVILLE, Vie de San: Lotus, ed. Natalis de Wailly, par. 738-754, en A. BOSSUAT, ed., Les chroniqueurs flaneis dtt Moycn Age: Extraits, I (Class. Larousse), Paris, 1937, pgs. 89-92.

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tado a una finalidad religiosa, a la cual la propia Iglesia debera acomodar conducta y organizacin" 21. En consecuencia, se trata de la misma teologa poltica que infundi un sentido espiritual a la uniuersitas christiana del Medioevo, tan cara programticamente a Carlos V 2 2 : el objetivo primordial no es, por ejemplo, en Amrica, 'poltico' (i. e. secular), ni econmico, sino expresamente religioso: conquistar 'almas'. El iusnaturalismo dicta, con la moral y el dogma catlicos, sus normas de gobierno al Prncipe y al Estado. Que tal consagracin a fines trascendentes da una fisonoma peculiar a la empresa indiana como eplogo atlntico de nuestra Edad Media, lo ha subrayado tambin A. Castro, para quien "las Indias occidentales fueron ocupadas por espaoles cuyos descendientes continuaron existiendo en la morada vital hispnica, y aprendieron, desde ella, a captar de la cultura de Occidente lo posible desde aquel punto de vista" 23. Castro ha sealado incluso la lnea ininterrumpida que "enlaza el lento proceso de la Reconquista y el mpetu pico de la casta cristiana (las gestas, el Romancero, el Teatro de Lope de Vega)" con el vasto programa imperial24, as como21 F. DK LOS Ros, Religin y Estado en la Espaa del siglo XVI, New York, 1927 (rcimpr., Mxico, 1957). El texto figura tambin en A. DEL Ro y M. J. BtNARDETE, cds., El concepto contemporneo de Espaa: Antologa de ensayos (189510S1), Buenos Aires, 1946, pgs. 481-482. Otras dos importantes conferencias de

FERNANDO DE LOS Ros son: Espaa en la poca de la colonizacin de Amrica y La accin di Espaa en Amrica: cj. Concerning Lalin American Culture: Papers read at Byrdcliffe Woodstock., N e w York, August 1939, cd. by Ch. C. Griffin, N e w York, 1940.22 Sobre el pensamiento carolino, vid.: J. A. MARAVALL, Carlos V y el pensamiento poltico del Renacimiento, Madrid, 1960, y B. H A M I L T O N , Political Thought in Sixtcenth Centtiry Spain, Oxford, 1963. Para una revista de las interpretaciones ms influyentes hasta la fecha, cf. A. A N T E L O IGLESIAS, En torno al ideario poltico de Carlos V: Espaa, el Turco y la universitas christiana, en Studitim, Bogot, t. I, 1957, pgs. 185-196.23

A . C A S T R O , 1M realidad

histrica

de

Espaa,

3** c d . r e n o v a d a , M x i c o ,

1966,

pg. 130. Sobre la "morada de vida", c. pgs. 109-110.21

A. CASTRO, ob. cit., pgs. XXVI-XXVII. La creencia en Santiago, por ej., acom-

pa a la Conquista indiana. Entre otros testimonios de esta fe, el inca Garcilaso es uno de los ms expresivos: cuenta cmo el Apstol se apareci "visiblemente delante de los espaoles, que lo vieron ellos y los indios, encima de un hermosocaballo blanco", en 1535 (cj. Comentarios Reales, II, II, 24; cit. por A. CASTRO,

ob. cit., pg. 404, n. 46).

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la triple herencia cristiano-islmico-judaica en orden a la actitud frente a paganos e infieles: "El Imperio espaol afirma era una institucin religiosa y religioso era tambin el horizonte de las inteligencias; frente a l se senta vivir la persona encerrada en s misma, en apartado hermetismo, con plena conciencia, al mismo tiempo, de que la vida religiosa asfixiaba la vida secular una vida secular que nadie concibi en Espaa como vlida por s sola, como una organizacin de estmulos humanos racional y razonable"25. # ## Gonzalo Fernndez de Oviedo, espaol tpico de ese perodo histrico, creera como tantos ms entre los escritores de Indias en la misin providencial e imperial de los Austrias 26 . Pero ningn otro texto literario expresa mejor que el celebrado soneto de Hernando de Acua, el advenimiento de la nueva Era con el Csar Carlos:Ya se acerca, Seor, o ya es llegada la edad gloriosa, en que promete el cielo una grey, y un pastor, solo en el suelo, por suerte a vuestros tiempos reservada. Ya tan alto principio en tal jornada os muestra el fin de vuestro santo zelo, y anuncia al mundo para ms consuelo un Monarca, un Imperio y una Espada. Ya el Orbe de la tierra siente en parte, y espera en todo vuestra Monarqua, conquistada por vos en justa guerra.

A. CASTRO, ob. cit., pg.a

300.

Cf. el notable estudio preliminar de J. PRF.Z DE TUDELA Y BUESO a su edi-

cin de la Historia general y natural de las Indias, de G. FERNNDEZ DE OVIEDO, t. I, Madrid, 1959, pgs. VII-CLXXV; especialmente LXIV-LXXIII y CXLIV-CLV. Segn este investigador, no son tan 'imperialistas' las ideas de Oviedo. Para ms referencias, vid. D. TURNER, Gonzalo Fernndez de Oviedo y Valds: An Annotated Bibliography, Chapcl HU, 1966.

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Que a quien ha dado Christo su estandarte, dar el segundo ms dichoso da en que vencido el mar, venga la tierra 27.

El mesianismo hebraico, la cuarta gloga virgiliana y el Imperio medieval informan, aqu, esta concepcin renacentista del poder. LA VIDA MATERIAL Es en la esfera econmica, precisamente, donde se revela tambin dicha continuidad medieval, con el sentido agrcola de la produccin y el tono pastoril de la vida, tan ajenos al ya invasor capitalismo europeo; as como la prioridad del trasmundo sobre las exigencias materiales, no obstante la sed de oro que tantos espaoles padecieron en Indias. Ercilla denunci esa triste avidez, cuando por boca de Galvarino ante el Consejo de los araucanos supo condenar los desafueros de muchos conquistadores:Su pretensin de la codicia mana, que todo lo dems es fingimiento; pues los vemos que son, ms que otras gentes, adlteros, ladrones, insolentes... 28.

Y no menos Juan de Castellanos:Vers incendios grandes de ciudades en las partes que menos convena; vers abuso grande de crueldades en el que mal ninguno mereca: vers talar labranza y heredades que el brbaro sincero posea, y en su reinado y propio seoro guardarse de decir: "Es esto mo"... 2 9 .27 H E R N A N D O DE A C U A , Varias lona, 1954, pgs. 2 6 0 - 2 6 1 . 28

poesas,

ed. y notas p o r A . Vilanova, Barce(5

La Araucana,

canto XXIII, ed. del Centenario, p o r J. T o r i b i o Medina

vols., Santiago de Chile, 1910-18). 59 Elegas de varones ilustres de Indias, Elega I, Canto IV; cf. las partes I-III en el t. IV de la BAE; la parte IV fue ed. por A. Paz y Melia, 2 vols., Madrid, 1887. La ed. de C. Parra (2 vols., Caracas, 1930-2) presta buenos servicios ahora.

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Pero la codicia no fue el nico y arrollador mvil del espaol en Amrica. G. Cspedes del Castillo ha llamado la atencin sobre otro el orgullo, y aun sobre la renuncia voluntaria al enriquecimiento, en ms de un caso, por escrpulos de conciencia: "Cifrada en la bsqueda de metales preciosos escribe , el gran smbolo entonces de riqueza, la codicia sostiene al espaol como estmulo en las adversidades y motiva gran parte de su violencia y crueldad; pero en general es superada por su orgullo, que concibe el oro como simple instrumento de poder y soporte de su futura alta calidad social. Ello explica la probada liberalidad de los conquistadores, su posterior tendencia al lujo y al derroche, y tambin la frecuente supeditacin de los valores materiales a los morales en restituciones (cierto que casi siempre tardas) de bienes mal adquiridos, abandono espontneo de riquezas, etc. Junto al conquistador codicioso execrado por los frailes, stos nos hablan tambin de 'algunos espaoles que quieren ms ser pobres en esta tierra que con minas y con sudor de los indios tener mucho oro, y por esto hay muchos que han dejado las minas' " 30. El sustrato mstico: "Oh, qu mucho lo de all! Oh, qu poco lo de ac!", divisa en la fachada del Seminario de Vergara (Guipzcoa) 31, hay que tenerlo muy presente, sin duda, a la hora de sealar incentivos y de comprender la vida econmica de Espaa en el siglo xvi; que, metales preciosos aparte, es la de Indias. R. Carande la denomin acertadamente "economa a lo divino" 3 \ Un ejemplo interesantsimo nada extravagante para aquel tiempo lo suministra cierto naviero, "seor de antillana y de otros lugares", que en Sevilla haca la carrera de las Indias con doce o trece naos, pero sin asegurarlas en las Gradas o Lonja, porque confiabaG. CSPEDES DEL CASTILLO, La sociedad colonial americana en los siglos XVI y XVII, en Historia social y econmica de Espaa y Amrica, dirigida p o r J. Viccns Vives, t. III, Barcelona, 1958, p g . 4 2 3 .31

30

C/. A. CASTRO, o b . cit., pg. 3 2 2 , n . 6 4 .

R. CARANDF, LA economa y la expansin de Espaa bajo el gobierno de los Reyes Catlicos, en Boletn de la Real Academia de la Historia, t. CXXX, 1952, pgs. 2 1 3 - 2 5 5 ; cf. p g . 2 5 3 .

32

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ms en otras gradas: las de los altares. "De cuanto cargaba daba a hospitales y monasterios, y hasta a pobres y viudas una parte, que un ducado y un real que a una viejecita daba [para que rezara por el buen suceso de las naves], se hallaba despus rica con el retorno de doce o veinte ducados en sus naos; y stas se las traan en salvo con sus oraciones. Jams se le perdi una" 33. La renqueante Hacienda pblica y sus consecuencias sobre la economa nacional, pudieran deberse, en cierto modo, al influjo de actitudes religiosas y morales como sta. Porque, "tras las victorias dice Carande, inexplicables por lo rpidas, decisivas y aventuradas, rara vez renuncia el espaol a imponer, con su cultura y su lengua, la absorbente personalidad y las avasalladoras creencias. El podero omnmodo, que alcanz siendo pobre, no le sirvi para capitalizar; la riqueza en sus manos, como la de las minas, se devor ella sola; la hegemona espaola caso singular no fecund la economa del pas" 3 \ Genoveses, alemanes, flamencos, etc., hicieron de ventosas sobre un pueblo esquilmado ya de antiguo por la Corona y los nobles; sobre un pueblo que a duras penas subsista entre los peridicos zarpazos del hambre, araando mediocres terruos y practicando la trashumancia del ganado 35 .33 Cf. A. CASTRO, ob. cit., pg. 322, n. 62: la noticia, en Miscelnea de Zapata, (Memorial Histrico Espaol, XI), Madrid, 1859, pg. 240. M R. GARANDE, art. cil-, pg. 252. De este autor vid. asimismo la obra capital Carlos V y sus banqueros, 3 vols., Madrid, 1943-67. La bibliografa ms reciente sobre economa y sociedad puede hallarse en A. DOMNGUEZ ORTIZ, The Goldcn Age of Spain, 1516-1659, Engl. trans., New York, 1971, pgs. 338-340. 55 La vida pastoril de! castellano se relaciona estrechamente con la empresa americana: "Nada denuncia tanto dice Carande la presencia de afanes propios del pastor andariego, vido de nuevos horizontes, como las indecibles caminatas de quienes apenas desembarcan en c! golfo de Mxico, o en la Florida, les falta tiempo para atravesar todo el Continente, hasta California . . . Basta comparar dos tipos contrapuestos de colonizacin: la nuestra, desbordante, acelerada en la exploracin de territorios, y la que, en el noreste de Amrica, mantuvo encerrados en un reducto a los franceses, desde Cartier, y a los ingleses tiempos despus, sobre un festn de costa: aqullos, stos y los holandeses viven sedentarios junto a sus cultivos y factoras unos dos siglos, de espaldas al Continente" (cf. art. cu., pg. 251). Ms tambin interesante la monografa de CH. J. BISHKO, El castellano, hombre de llanura: La explotacin ganadera en el rea fronteriza de la Mancha y Extremadura

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El siglo xvi nos ofrece continuas muestras, en su literatura y en la documentacin de archivo, sobre las crnicas penurias que la gente sufra: "T, mozo, has comido?" [pregunta el escudero a Lzaro]. "No, seor dije yo, que an no eran dadas las ocho cuando con vuestra merced encontr". "Pues, aunque de maana, yo haba almorzado, y cuando ans como algo, hgote saber que hasta la noche me estoy ans. Por eso, psate como pudieres, que despus cenaremos..." 38 .

Conocidsima es la escena que acto seguido tiene lugar en el Lazarillo de Tormes, y que revela tanto la negra honrilla hidalga como el "hambre imperial" quevedesca. Lope de Rueda, en sus populares cuadros de gnero, los 'pasos', "nos da la impresin de que siempre estamos en casas totalmente vacas, ante gentes que caminan con lo puesto y los ojos inquietos en busca de una corteza de pan...". Resulta "un testimonio ineludible", segn el novelista F. Garca Pavn3T. Como tantos otros espaoles de entonces, el ingenioso batihoja sevillano muri en la miseria, soando acaso con la tierra de Jauja y el gran banquete mesinico; a la manera de los felices habitantes de Cucaa que Peter Brueghel se imagin en un famoso cuadro, sntesis de anhelos codurante la Edad Media, en Homenaje a } . Vicens Vives, vol. I, Barcelona, 1965, pgs. 201-218. Segn este historiador, "all donde, a partir del siglo xvi, las reas fronterizas del Nuevo Mundo propulsaron la formacin de sociedades de carcter ganadero, stas han debido mucho sin negar su originalidad a las formas vitales y a los modelos institucionales de las llanuras ibricas, entre las cuales la cuenca del Guadiana no tan slo fue un elemento central, sino tambin integral" (pg. 218). La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, Edited with Introduction and Notes by R. O. Jones, Manchester, 1966; Tratado Tercero, pgs. 29-30. 37 C. LOPE DE RUEDA, Pasos completos, prlogo de F. Garca Pavn, Madrid, 1966, pg. 10. "Esa desnudez de estancias y bales aade que hizo clsica el Lazarillo de Tormes; esa envidia, estado de ansiedad y de lujuria maltrecha que vemos en los criados de Calisto; esos bobos desmedrados y graciosos por puro disparate mental que es su cabeza, constituyen el mundo y traslucen el verdadero documento nacional que son los Pasos de Lope de Rueda, as! como su mismo testamento" (pg. 11).38

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lectivos, particularmente medievales38. Lope de Rueda tena empeadas, al hacer testamento, sus "propiedades". lelas aqu: " . . . un brasero de pie grande, una caldera mediana, un cofre, una olla de cobre, una cazuela..., cuatro cucharas grandes de hierro, un caldero de sacar agua, un almirez de metal..." 3 9 . Es el mismo espectculo srdido y lbrego de la vida popular, cotidiana, simbolizada en el 'aparato escnico' de la farndula que Cervantes evoca en el Prlogo de sus comedias y entremeses40, hacia 1615; aunque general durante el siglo xvi y agravado en la centuria del Buscn don Pablos. Los tesoros americanos llegaban, s, a la Metrpoli, pero en seguida iban a henchir las bolsas extranjeras. Lope de Vega, en su comedia La octava maravilla, hace decir al hispanfilo rey de Bengala estas amargas y compasivas palabras:Ah, espaoles, no sabis del grande bien que gozis! Por el oro trabajis, sangre dais, mares corris. Y no le sabis guardar, pues estn tantas naciones ricas de vuestros doblones, vosotros pobres de d a r . . . 4 1 .

88 "El pas de Cucaa' (Munich, Pinacoteca) nos trasmite un eco de aquellas obsesiones. Como genuino flamenco, "lleno de savia y energa" (cf. E. MICHEL, Brtiegel, Pars, 1931, pg. 54), se evade al mundo ferico de la abundancia soada. Es tambin el realismo ingenuo, tosco, pero sano, de sus vigorosas escenas folclricas: banquetes y bailes populares, Batalla de Carnal y Cuaresma, etc. Juan Ruiz, en su Libro de Buen Amor, coplas 1067-1097 y 1183-1188, nos da otra imagen representativa de las apetencias vitales del hombre medieval, que llegan al Renacimiento. Vid. las sugestivas pginas que al tema dedica J. LE GOFF en La civilisation de l'Occident medieval, Pars, 1964, pgs. 290-300; "L'Occident medieval dice bien est d'abord un univers de la faim" (pg- 290).M 40

Cj. el prlogo de F. GARCA PAVN a su cd. de los Pasos, ya cit., pg. 22.

Cj. Ocho comedias y ocho entremeses nunca representados, cd. F . Yndurin, e n B A E ( c o n t . ) , t. 1 5 6 , M a d r i d , 1 9 6 2 . Sobre la pobreza d e L o p e d e R u e d a , es i g u a l m e n t e ilustrativo JUAN R U F O en sus Apotegmas, cd. A. Gonzlez de Ameza, Madrid, 1924.41

Vid. Obras

de Lope

de Vega.

N u e v a edicin d e la R A E , t. VIII, M a d r i d ,

1930; Acto Segundo, pg. 263.

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Carande ha demostrado que, de los 214,4 millones de pesos de 450 maraveds calculados por E. J. Hamilton y C. H. Haring para los aos 1503 a 1600, y extrados de las minas de Indias, Espaa apenas se benefici, ya que se limitaron a p a s a r por ella y la prosperidad debida a esa afluencia de metales preciosos dur tan slo unos setenta aos. El reinado de Carlos V coincide con una elevacin del nivel, que baja a partir de Felipe II. "De momento nos interesa destacar segn dice }. Regla, basndose en trabajos de J. Larraz que . . . el tesoro indiano fue prcticamente consumido por las empresas polticomilitares en el continente europeo" 42. A.hora bien, aquellas empresas dictronlas quijotescos empeos carolinos al servicio de una causa la uniuersitas ckristiana y, con Felipe II, el programa contrarreformista; en ambos casos, fines trascendentes o religiosos, ms que 'estatales' y econmicos.LA "REPBLICA DE LOS ESPAOLES" EN INDIAS

Como en otras coyunturas histricas, la seduccin de lo maravilloso arrastraba al hombre hispano del siglo xvi hacia el esfuerzo bel ico-heroico, hacia la aventura imprevisible, hacia la exaltacin del poder y la honra, entremezclndose las pasiones temporales de mando y riqueza obtenidos, ya a golpes de lanza o tajos de espada, ya por la real gracia con los fines ultraterrenos. Surgi as muy robustecido el hidalguismo, secuela de una Edad Media caballeresca que haba menospreciado el trabajo manual, incompatible con su ethos42 J. REGLA, La poca de los tres primeros Auslrias, en Historia social y econmica de Espaa y Amrica, dirig. por J. Viccns Vives, t. III, Barcelona, 1957, pg. 40. Los trabajos fundamentales de E. HAMILTON, American Treasurt and t/ie Price Rcvalution in Spain: 1501-1650, Cambridge, Mass., 1934, y C. H. HARING, Trade and Navigation beween Spain and the Indies in t/ie Time o) the Hapsburgs, Paris-Brugcs, 1939, constituyen la base de tales estadsticas. Sobre todas estas cuestiones del trfico y navegacin, cj. ahora H. y P. CIIAUN-U, Sville et I'Atlantique, 12 vols., Paris, 1955-59. El libro de J. LARKAZ, La poca del mercantilismo en Castilla, Madrid, 1943, es otro jaln importante.

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aristocrtico-militar43. El hidalguismo dara, en verdad, la nota social, como lo prueban infinidad de testimonios contemporneos y como lo avalan interpretaciones histricas solventes. Examinemos algunos textos relativos a Indias. Ya en 1562, fray Jernimo de Mendieta condenaba la "msera soberbia" de tantos espaoles ociosos:Pasada la mar a esta parte deca irritado , se tiene por tan bueno el ms ruin de Espaa como el mejor caballero, y como traigan todos muy decorado que han de ser servidos de los indios por sus ojos bellidos, no hay hombre de ellos, por villano que sea, que eche mano a un azadn, o a un arado; porque hacen cuenta que a doquier que entraren entre indios, no les ha de faltar (mal de su agrado) la comida del husped, y as huelgan ms de andarse hechos vagabundos a la flor del berro.. . 44.

Uno de ellos fue Mateo Rosas de Oquendo, viajero infatigable y poeta satrico que a fines del siglo zahera a la sociedad, tanto en el Per como en Mxico. Alfonso Reyes lo caracteriz muy bien: medio picaro, medio soldado: "Mezclaba en su cartapacio aade maliciosamente lo propio y lo ajeno, como pudo ser que lo haya hecho en su zurrn de viaje"... 45 .43 " L a denominacin d e h i d a l g o . . . p r e c i s a REGLA, ob. cit., pg. 6 4 q u e d reservada a la nobleza de inferior categora, desprovista d e derechos jurisdiccionales y con escasos recursos econmicos. Vctima propiciatoria d e la vida cara d u r a n t e la coyuntura d e alza [reinados d e Felipe II y sucesores], se aferr a sus blasones, a su 'msera s o b e r b i a ' . . . " . Sobre este tipo social, cj. C. S N C H E Z ALBORNOZ, Espaa, un enigma histrico (cit. n . 1 4 ) , vol. I, pgs. 6 6 3 - 7 0 3 ; A . CASTRO, La realidad histrica de Espaa, Mxico, 1954, pgs. 600-606, y De la edad conjlictiva: El drama de la honra, Madrid, 1 9 6 1 ; M . FERNNDEZ ALVAREZ, La sociedad espaola en a poca del Renacimiento, Madrid, 1970; A . GARCA VAI.DECASAS, El Indago y el honor, Madrid, 1948 (vid., sobre este libro, la resea crtica d e J. DUUAND, Nueva Revista de Filologa Hispnica, t. IV, 1950, pgs. 71-75). 44 La carta, del l ' - I - 1 5 6 2 , p u e d e verse en N . F- M A R T N , LOS vagabundos en la Nueva Espaa: Siglo XVI, Mxico, 1 9 5 7 , p g . 3 8 . La cita a s i m i s m o J. J. A R R O M , Esquema generacional de las letras hispanoamericanas (Ensayo de un mtodo), en Thesaurus, t. X V I , 1 9 6 1 , pg. 24, n. 6. 45 A. REYES, Letras de la Nueva Espaa, en Obras completas, vol. XII, Mxico, 1960, pg. 3 4 2 . Vid., para m a y o r informacin sobre tan original personaje, el otro estudio q u e Reyes le consagr: Rosas de Oquendo en Amrica, en O. c, t. VI, Mxico, 1957, pgs. 25-53, con una seleccin d e sus poesas y referencias bibliogrficas. Es

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El cosmgrafo-cronista Juan Lpez de Velasco, al describir las Indias entre los aos 1571 y 1574, se manifestaba tambin quejoso:Los espaoles en aquellas provincias afirma seran muchos ms de los que son, si se diese licencia para pasar a todos los que la quisiesen; pero porque comnmente se han inclinado pasar destos reinos a aquellos los nombres enemigos del trabajo, y de nimos y espritus levantados, y con codicia ms de enriquecerse brevemente que de perpetuarse en la tierra, no contentos con tener en ella segura la comida y el vestido, que a ninguno en aquellas partes le puede faltar con una mediana diligencia en llegando a ellas, siquiera sean oficiales [obreros] o labradores, siquiera no lo sean, olvidados de s se alzan a mayores, y se andan ociosos y vagamundos por la tierra, hechos pretensores de oficios y repartimientos; y as se tiene esta gente por de mucho inconveniente para la quietud y sosiego de la tierra...

Justifica por ello las medidas de gobierno para impedirlo, aunque reconoce las violaciones de la ley, puessin embargo de la prohibicin y diligencia que se pone para que no pase nadie sin licencia, pasan a todas partes debajo de nombre de mercaderes y de hombres de la mar 4 6 .

Segn las licencias conservadas en el Archivo General de Indias, embarcaron legalmente, de 1509 a 1559, 15.480 espaoles; pero, claro est, la emigracin ilegal debi de ser considerable. En nmeros redondos se ha calculado en unos 150.00047. Se explicara as la presencia de tantos marginadosinteresante, p. cj., el soneto a Lima (fol. 82 v. del Cartapacio de Rosas de Oquendo, contenido en el Ms. 19.387 de la Biblioteca Nacional de Madrid y que public A. Paz y Melia): "Un bisorrey con treinta alabarderos..." (pg. 35). Para la sociedad limea y, en general, del Per, vid. J. M. LOCKHART, Spanish Per, 15321560: A Por/rail o Pcruvian Colonial Society at its Origin (Dissertation), University of Wisconsin, Madison, 1967. ** Cj. Geografa y descripcin universal de las Indias, Recopilada por el cosmgrafo-cronista Juan Lpez de Velasco desde el ao 1571 al de 1574, publicada en el Boletn de la Sociedad Geogrfica de Madrid, con adiciones e ilustraciones por D. J. Zaragoza, Madrid, 1894, pgs. 36-37. 47 Cf. G. CSPEDES DEL CASTILLO, ob. cit. (n. 30), pgs. 393-394. Adanse los datos que aporta ]. FJUEDE, Algunas observaciones sobre a realidad de la emigracin espaola a Amrica en la primera mitad del siglo XVI, en Revista de Indias, nm. 49, 1952, pgs. 467-496.

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sociales, vagabundos, etc., a quienes no alcanzaron los repartimientos, encomiendas y dems parte del botn. Como la Argentina no contaba ni con indios en. nmero suficiente, ni con metales preciosos, ni con ciudades opulentas, los habitantes de Buenos Aires lamentbanse, hacia 1590, de la pobreza del suelo ("que para ingleses puritanos hubiera sido un paraso", dice A. Castro), escribiendo a Felipe II:Quedamos tan pobres y necesitados que no se puede encarecer ms, de que certificamos que aramos y cavamos con nuestras manos... Padecen tanta necesidad, que la agua que beben del ro, la traen sus propias mujeres e hijos... Mujeres espaolas, nobles y de calidad, por su mucha pobreza han ido a traer a cuesta el agua que han de beber...

El redactor de la carta, guardin del convento de San Francisco, certificaba en tono elegiaco:Los vecinos y moradores hazen sus labores y [cuidan sus] ganados por sus propias manos, porque l lo ha visto ser y passar ass, lo cual es cosa de mucha lstima; los dichos vecinos se sirven [ellos mismos], como si fuera en la mnima aldea de Espaa 48 .

Tal prejuicio contra las 'artes mecnicas' imposibilit el desarrollo econmico hasta mucho despus de la revolucin industrial. Ya triunfasen como soldados de fortuna, ya como inmigrantes pacficos a los nuevos centros de poblacin, aquellos espaoles importaban consigo la mentalidad aristocrtica que prevaleca en Castilla: fueran o no segundones de casa noble, caballeros e hijosdalgo, 'gente de guerra', comerciantes, labriegos o aventureros de toda laya, unos y otros queran afirmarse cuales 'nuevos ricos' y emular a los proceres de la Metrpoli: el ansia de honra y nobleza era su mvil poderoso, especialmente tratndose de conquistadores (para quienes la sangre vertida vala ms que la heredada) y de los primeros pobladores, artfices de la colonizacin. Sus aspiraciones a cons48 Vid. la referencia en A. CASTRO, La realidad histrica de Espaa, Mxico, 1954, pg. 603.

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tituirse en nobleza militar ('huesos' y 'nervios' de la sociedad indiana), a imagen y semejanza de la medieval, nadie mejor que Bernal Daz del Castillo las defendi:Si bien se quiere tener noticia de nuestras personas escribe aludiendo a los compaeros de Corts , ramos todos los dems hijosdalgo. . . ; peleando de da y de noche; sirviendo a nuestro rey y seor; descubriendo estas tierras hasta ganar esta Nueva Espaa y gran ciudad de Mxico y otras muchas provincias a nuestra costa estando tan apartados de Castilla, ni tener otro socorro ninguno, salvo el de Nuestro Seor Jesucristo, que es el socorro y ayuda verdadera nos ilustramos mucho ms que antes. Si miramos las escrituras antiguas que de ello hablan, si son as como dicen, en los tiempos pasados fueron ensalzados y puestos en grande estado muchos caballeros, as en Espaa como en otras partes, sirviendo como en aquella sazn sirvieron en las guerras y por otros servicios que eran aceptos a los reyes que en aquella sazn reinaban... 49 .

Pero la Monarqua rechaz tales pretcnsiones debido a que el absolutismo, la centralizacin y el sometimiento de los grandes a la Corona eran incompatibles con esa regresin a una Edad Media turbulenta, que se vislumbraba en las Indias. Por ello las concesiones de ttulos de nobleza, hidalguas y tierras en seoro, hicironse con suma prudencia y en casos49 BERNAL DA?, DEL CASTILLO, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa, Introduccin y notas por J. Ramrez Cabanas, vol. III, Mxico, 1944, cap. ccvit. Vid., acerca de la aristocracia criolla que se iba formando y que cuaj durante el siglo xvi: J. J. ARROM, Criollo: definicin y matices de un concepto, en Certidumbre de Amrica, La Habana, 1959, pgs. 9-26. G. CSPEDES DEL CASTILLO, ob. cit. (n. 30), pgs. 390-431 (sntesis excelente). S. BAG, Estructura social de la colonia: Ensayo de historia comparada de Amrica Latina, Buenos Aires, 1952. R. KONETZKE, La formacin de la nobleza en Indias, en Estudios Americanos, nm. 10, 1951, pgs. 329-357. Para Mxico, son fundamentales: F. BENTEZ, La vida criolla en el siglo XVI, Mxico, 1953. F. CHEVALIER, Land and Socicty in Colonial Mxico, Bcrkeley - Los Angeles, 1963. J. DURAND, La transformacin social del conquistador, 2 vols., Mxico, 1953. M. GIMNEZ FERNNDEZ, Hernn Corts y su revolucin comunera en a Nueva Espaa, Sevilla, 1948. Para Suramrica, adems de I.OCKHART, es recomendable N. MEZA VILLALOBOS, La formacin de la fortuna nobiliaria y el ritmo de la Conquista, Santiago de Chile, 1941. No deben olvidarse los captulos que a !a sociedad dedican C. H. HARING, The Spanisli Empire in America (cf. n. 4), pgs. 194-200 y 206-208, especialmente, y S. ZAVALA, Program of the History of the New World, II (The Colonial Period. ..), abridgemenc by M. Savclle, Mxico, 1962, pgs. 167176, y El mundo americano en la poca colonial (cf. n. 4).

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muy excepcionales. La envidia y menosprecio de la sociedad peninsular hacia los 'indianos' y 'peruleros', obraron tambin como factores negativos. Al no atenderse sus demandas, tanto los conquistadores como los pobladores ms afortunados tuvieron que conformarse con el goce del poder y la riqueza, sin la sancin jurdica del ttulo. Imitaron, eso s, a los nobles, exagerando a veces la ostentacin en el lujo y los tratamientos {gentilhombre, caballero, hijodalgo, etc.), aun sin ttulo legal; generalizndose desde entonces el uso del don, reservado tradicionalmente a una minora egregia. Ya el cronista indio Felipe Huamn Poma de Ayala reparaba en tan significativo fenmeno, al notar que "pulperos, zapateros, sastres, olleros, se llaman dones y doas, y licenciados, dotores y todas las cosas" B0. P. Henrquez Urea caracteriz bien el medio social de la literatura hispanoamericana en su primer siglo, al insistir sobre la novedad relativa de su estructuracin: "Los mismos espaoles dice, fuesen plebeyos o hidalgos venidos a menos, que haban visto derrumbarse el poder de la nobleza, y quiz contribuido a ello, cayeron en masa sobre las tierras recin descubiertas. No hubo verdadero trasplante de las tradicionales divisiones de clase, sino ms bien una nueva divisin de grupos sociales... As, la nueva sociedad de la Amrica hispnica retrocedi, en ocasiones, a formas medievales que ya estaban desapareciendo en Europa, pero en conjunto50 Una magnfica edicin facsmil de la Nueva Cornica y Buen Gobierno, de POMA DE AYAI.A, fue emprendida bajo los auspicios del Institu d'Ethnologie de Pars (1936). Cf. tambin R. PORRAS BARRENECHEA, El cronista indio Felipe Huamn Poma de Ayala, Lima, 1948. El satrico ROSAS DE OQUENDO compondra, a su vez, un romance contra el prurito aristocratizante de los espaoles llegados al Per: "iQu de Pero Snchez dones! / Qu de dones Pero Snchez! / |Qu de Hurtados y Pachecos! / Qu de Enriques y Guzmanes! / Qu de Mendozas y Leivas! / Qu de Laras, qu de Zerdas, / Buitrones y Salazares! / Todos son hidalgos finos / de conocidos solare:.; / no viene ac Juan Muoz, / Diego Xil, ni Pero Sanche/; / no vienen hombres humildes, / ni judos, ni oficiales, / sino todos caballeros / y personas principales..." (cf. A. REYES, art. cit., n. 45, pg. 33).

En cuanto a Mxico, BALTASAR DORANTES DE CARRANZA, en su curiosa Relacin

de las cosas de a Nueva Espaa que data de 1604, pero fue publicada por primera vez en Mxico, 1902, por (. Garca Icazbalccta criticaba igualmente el uso y abuso del 'don' (cf. cd. cit., pg. 233).

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se mantuvo en una condicin fluida, debido a los cambios frecuentes en las fortunas de los individuos, a su movilidad y a su adaptacin a las nuevas circunstancias" r>1. Se form, pues, una lite orgullosa de su ascendiente local y de su prestigio econmico. Entre los casos representativos de ese hombre nuevo, prototipo de la oligarqua indiana ya constituida, acaso el ms notable sea Alfonso de. Villaseca, a quien Cervantes de Salazar tena justamente por "otro Craso o Midas" 52. Aquel oscuro toledano de Arcicllar emigr a Mxico antes de 1540, y all contrajo matrimonio con la opulenta ganadera Francisca Morn, aumentando luego su patrimonio (ranchos, minas, plantaciones, etc.) hasta el punto de que lleg a ser una potencia financiera. Sin embargo, vivi muy austeramente cerca de Ixmiquilpn, entre enjambres de esclavos y rcses, distinguindose por sus constantes liberalidades: la Compaa de jess se estableci en Nueva Espaa gracias, sobre todo, a la proteccin de Villaseca, quien dot generosamente a los primeros Colegios; la Santa Sede fue asimismo objeto de su caritativo celo (Po V le agradeci personalmente una donacin de 150.000 pesos a San Pedro y los pobres de Roma); la neonata Universidad de Mxico recibi tambin su fondo para dotar una ctedra, ejemplo raro de mecenazgo; y el rumboso hacendado contribuy, incluso, a la defensa del Mediterrneo contra el Turco, mediante una ayuda a la Orden de San Juan para que reparase las fortificaciones de Malta. El uso del don, criticado por Huamn Poma de Ayala, puede servirnos de pauta psicolgico-social en este bosquejo de la fisonoma indiana. Sobran ejemplos, pero quiz uno de los ms elocuentes sea el de Lorenzo de Cepeda, hermano de Santa Teresa, quien regres a Espaa muy acaudalado, tras larga ausencia: inmediatamente se hizo llamar don Lorenzo, cosa que a los provincianos vecinos de Avila pareciCj. Las corrientes literarias en la Amrica Hispnica ( n . 1 2 ) , p g . 3 9 . Vid. la n. 16; en la ed. facsmil de M. L. Barrea - C. E . Castaeda, la m e n cin d e Villaseca ocurre en las pgs. 66-67, con nota biogrfica q u e remite a J. GARCA ICAZDALCETA, Mxico en 1554, pgs. 251-253.52 51

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excesivo, ya que los Cepeda eran hidalgos, pero no ms. La Santa, en una carta fechada en Sevilla el 29 de abril de 1576, y dirigida a su sobrina, la Madre Mara Bautista, priora del convento de las Descalzas en Valladolid, comenta el hecho un tanto mortificada:Cuanto a lo primero de Dones responde a una consulta de su corresponsal , todos los que tienen vasallos en Indias se lo llaman all. Mas en viniendo rogu yo a su padre que no se lo llamasen, y le di razones...

Ese Lorenzo, el nico indiano de los siete varones que la familia Cepeda dio a Amrica, haba comprado, segn otra carta de Santa Teresa del mismo ao, "en trmino de cerca de Avila, creo que legua y media. Tiene dehesa y pan de renta y monte. Costle catorce mil ducados..." 53 . Otro personaje, satirizado por sus coetneos, Juan Ruiz de Alarcn, defendera con altivez el uso del don. En La prueba de las promesas, dice uno de los interlocutores:Pero si sangre hered con que presuma y blasone, quin quitar que me endone cuando la gana me d ? . . . Luego, si es noble, es bien hecho ponerse Don siempre un hombre, pues es el Don en el nombre lo que el hbito en el pecho 54 .

Tengamos presente, adems, que entre los sntomas de locura de Alonso Quijano est el llamarse a s mismo 'Don Quijote': a principios del siglo XVII la sociedad espaola, peninsular, era muy conservadora todava respecto al don. Pero no en Indias, donde hasta los mestizos e indgenas, conta50 C. V. DE PUDRO, Amrica en las letras espaolas del Siglo de Oro, Buenos Aires, 1954, pgs. 261-276. Vid. el Epistolario de Santa TERESA, ed. P. I. de San Jos, Madrid, 1963. 54 J. Ruiz DE ALARCN, Obras completas, vol. II, Teatro, ed. y notas de A. Millares Cario, Mxico, 1959, pgs. 786-787 (Acto II, Escena VI).

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giados ya de hidalguismo, ensartaran sus apellidos nativos tras los castellanos, precedidos ritualmente del honroso don: entre otros, don Fernando de Alva Ixtlilxchitl, don Hernando Alvarado Tezozmoc, don Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua, o caso ya extremo don Domingo Francisco de San Antn Muoz Chimalpahin Quauhtlehuanitzin... Tena derecho a ese tratamiento respetuoso quien hubiese pertenecido a la aristocracia gobernante indgena o descendiera de alguno de sus miembros 5"\ El espritu criollo, que se iba manifestando con pujanza desde la primera mitad del siglo xvi como reaccin del 'hombre nuevo' frente al peninsular, y como fruto de la moral aristocrtica introducida por ste, aparece en escritores de Indias tan destacados como Juan Surez de Peralta, fray Diego Duran, el P. Blas Valera, el Inca Garcilaso, Hernn Gonzlez de Eslava, Cristbal de Llerena, Juan Prez Ramrez, etc. Corresponden a la generacin de 1564, dentro del esquema propuesto por J. J. Arrom 56 , para quien "el trmino 'criollo' conlleva una significacin cultural. No tiene que ver con pigmentos a flor de piel, sino con ntimos matices de un modo de ser. No es medida de superficie, sino de profundidad" 8T. Probablemente en ninguna otra pieza literaria de aquella centuria irrumpen mejor que en este soneto annimo, de la segunda mitad del siglo xvi, el desdn y resquemor contra el espaol 'recin llegado' en busca de honra y riqueza:53 Sobre los matrimonios mixtos y el orgullo de casta, vid. M. HARRIS, Race, Tradilion, and Culture in Latn America, New York, 1963, y A. ROSENBLAT, La poblacin indgena y el mestizaje en Amrica, 2 vols., Buenos Aires, 1954. Un testimonio clsico de tal actitud es el Inca Garcilaso, quien en sus Comentarios reales de los Incas (cd. J. Durand, 3 vols., Lima, 1959) declara: "A los hijos de espaol y de india, o de indio y de espaola, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros espaoles que tuvieron hijos en Indias, y por ser nombre impuesto por nuestros padres, y por su significacin, me lo llamo yo a boca llena y me honro con l. Aunque en Indias si a uno de ellos le dicen 'sois un mestizo', o 'es un mestizo', lo toman por menosprecio" (IX, xxxi). M 11

Esquema generacional de las letras hispanoamericanas ... (n. 44), pgs. 24-25. Ibidem, pg. 26.

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Viene de Espaa por el mar salobre a nuestro mexicano domicilio un hombre tosco, sin ningn auxilio, de salud falto y de dinero pobre. Y luego que caudal y nimo cobre, le aplican, en su brbaro concilio, otros como l, de Csar y Virgilio las dos coronas de laurel y robre. Y el otro, que agujetas y alfileres venda por las calles, ya es un conde en calidad, y en cantidad un Fcar. Y abomina despus el lugar donde adquiri estimacin, gusto y haberes: y tiraba la jbega en Sanlcar! 5 8 .

El sentimiento criollo aflora, por tanto, muy temprano en las letras hispanoamericanas y se afirma durante las ltimas dcadas del siglo xvi. E. Anderson Imbert coincide aproximadamente con Arrom, al situar entonces la madurez de una 'sociedad nueva', es decir, hacia 1570: "Los hijos de los espaoles" advierte "se ponen a escribir. Son 'mancebos de la tierra', criollos como Terrazas o mestizos como el Inca Garcilaso, que han de transformar la sociedad colonial. Las almas de los mestizos enriquecidas por la visin de dos mundos histricos empiezan a revelarnos experiencias de una sociedad nueva que Europa no conoca: la sociedad de marco occidental pero con vivas tradiciones indgenas. Algunos escriben en lenguas indgenas y escapan a esta historia. Entre los que lo hacen en espaol, hay acentos de amor a las propias tradiciones y tambin de protesta contra los prejuicios ajenos. Sin embargo, la aficin literaria de mestizos e indios naca del ejemplo de los europeos, pues las rudimentarias ma58

Cf. la ed. cit. (n. 50) de BALTASAR DORANTES DE CARRANZA, por J. Garca

Icazbalceta, pg. 153, donde aparece a continuacin de la stira de OQUENDO Qu buena juera la mar! Tambin lo incluye M. MENNDEZ Y PELAYO, Historia de la poesa hispano-americana, t. I, Madrid, 1911, pg. 46, n.

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nifestaciones artsticas de los pueblos indgenas no tuvieron ascendiente formal" 59. Uno de los primeros representantes de esa actitud fue Juan de Castellanos, en sus Elegas de varones ilustres de Indias, poema (o crnica rimada) entre los ms extensos de la literatura universal, y, por supuesto, el mayor en nuestra lengua. No slo acoge vocablos indgenas, sino que muestra el impacto de la tierra y sus gentes como bsicos motivos de inspiracin, sintindose 'un espaol de Amrica' distinto de los peninsulares, a quienes influido por las prdicas de fray Bartolom de las Casas critic abiertamente60. El mismo ao (1589) en que Castellanos daba a la luz sus prolijas e inestimables memorias, Juan Surez de Peralta haca lo propio con un Tratado del descubrimiento de las Indias, abigarrado mural de una sociedad novohispana, rica, juvenil y gozadora 01. Son los tiempos en que las encomiendas permiten a Martn Corts, hijo del conquistador, y a otros caballeros tan prdigos como l, derrochar, festejo tras festejo, las rentas virreinales; a tal punto que Felipe II receloso de tamaa magnificencia criolla decretara medidas restrictivas y aun crueles, que culminan en la ejecucin de los Avila por el delito de lesa majestad. Muy ilustrativos del gil estilo de Peralta, y reveladores tambin de los sentimientos populares en el Mxico de 1563 cuando la oligarqua conspir por primera vez para 'alzarse con la tierra' me parecen los59 Cj. su bien estructurada sntesis de Historia de la literatura hispanoamericana, 2* cd., vol. I, (Breviarios, n m . 8 9 ) , Mxico, 1970, pg. 58. 60 Se leer todava con provecho el magistral ensayo de M. A. CARO, Joan de Castellanos, en Obras completas, ed. de A. Gmez Rcstrcpo, t. III, Bogot, 1 9 2 1 , pgs. 66-88; especialmente para una comparacin entre el Beneficiado d e Tunja y Gonzalo Fernndez de Oviedo. Vid. ahora M. G. ROMERO, uan de Castellanos: Un examen de su vida y de su obra, Bogot, 1964, as como Los aspectos literarios de la obra de don Juan de Castellanos, en Boletn Cultural y Bibliogrfico, Bogot, t. IX, 1966, y t. X, 1967. 61 Cj. Tratado del descubrimiento de las Indias y su conquista . . . y del suceso del marqus del Valle, Mxico, 1945. Los pasajes se toman de esta edicin. Sobre las encomiendas, vid. S. ZAVALA, La encomienda indiana, Madrid, 1935, y A. GARCA GALLO, El encomendero indiano: Estudio sociolgico, en Revista de Estudios Polticos, nm. 55, 1951, pgs. 141-161.

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captulos XXVIII al xxxiv del Tratado, que, por su espritu medieval, evocan la Castilla trasterrada. Al llegar de Espaa Martn Corts, segundo Marqus del Valle, la alegra en Mxico fue inmensa: "estbamos todos escribe Peralta que de contentos no cabamos". He aqu algunos pasajes sobre la abortada conjuracin de los Avila:Con la llegada del Marqus a Mxico dice , no se trataba de otra cosa sino era de fiestas y galas, y as las haba ms que jams las hubo. De aqu quedaron muchos empeados, y los mercaderes hechos seores de las haciendas de todos los ms caballeros, porque como se adeudaron y no podan pagar los plazos, daban las rentas, que creo hoy da hay empeadas haciendas de aquel tiempo. Fue con grandsimo exceso el gasto que hubo en aquella sazn...

Enterado el Rey, priv de sus derechos a poseer indios en encomiendas a la tercera generacin de los conquistadores, a los nietos de los compaeros de Corts. La reaccin, inmediata y airada, no se hizo esperar: esos novohispanos declararonque antes perderan las vidas que consentir tal, y verles quitar lo que sus padres haban ganado y d"jar a sus hijos pobres. Sintironlo mucho, y como el demonio hall puerta abierta para hacer de las suyas, no falt quien dijo: 'Cuerpo de Dios! Nosotros somos gallinas; pues el Rey nos quiere quitar el comer y las haciendas, quitmosle a l el reino, y alcmonos con la tierra y dmosla al marqus, pues es suya, y su padre y los nuestros la ganaron a su costa, y no veamos esta lstima!'.

Al descubrirse el complot, los hermanos Alonso de Avila y Gil Gonzlez de Avila fueron detenidos junto con el marqus del Valle. Surez de Peralta expone magistralmente, en forma vivida, la unnime consternacin, el revuelo callejero y las medidas extremas de seguridad, adoptadas en prevencin de un levantamiento (captulos XXXII-XXXIV) :No se vio jams narra el fino cronista da de tanta confusin y que mayor tristeza en general hubiese de todos, hombres y mujeres, como el que vieron cuando a aquellos dos caballeros sacaron a ajusticiar: porque eran muy queridos y de los ms principales y ricos, y que no hacan mal a nadie, sino antes daban y honraban su patria; especialmente Alonso de Avila, que de ordinario tena casa de seor, y el trato de ella, y haba con muchas veras procurado ttulo de sus pueblos; y si

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algo fue causa de su perdicin o a lo menos ayud, fue que era tocado de la vanidad, mas sin perjuicio de nadie, sino estimacin que tena en s, por ser, como era, tan rico y tan gentil hombre, y emparentado con todo lo bueno del l u g a r . . .

La escena del cadalso y la conduccin de Alonso de Avila por las calles, deja una impresin de reportaje grfico:Los pobres caballeros, confesados y rectificados en sus dichos, y siendo ya como a las seis y ms de la tarde, habiendo hecho un muy alto tablado en medio de la plaza grande . . . , la cual estaba llena de gente toda, y era tanta que creo deba de haber ms de cien mil nimas (y es poco), y todos llorando, los que podan, con lienzos en los ojos enjugando las lgrimas . . . Llevaba Alonso de Avila unas calzas muy ricas al uso, y un jubn de raso, y una ropa de damasco aforrada de pieles de tiguerillos (que es un aforro muy lindo y muy hidalgo), una gorra aderezada con piezas de oro y plumas, y una cadena de oro revuelta . . . Con este vestido le prendieron, que acababa de comer, y estaba en una recmara donde tena sus armas y jaeces, como tienen todos los caballeros en Mxico... Sali caballero en una mua, y a los lados frailes de la orden del seor Santo Domingo que le iban ayudando a morir, y l no pareca sino que iba ruando por las calles...

Decapitado su hermano, volvi la cabeza Alonso,alz una m a n o . . . y empez a retorcerse los bigotes diciendo los salmos penitenciales, y llegado al del Miserere, empez a desatar los cordones del cuello, muy despacio... Era de ver aade Peralta lo que tema la muerte.

Salvo este detalle final y aspectos secundarios, el cuadro aqu abocetado de Mxico en 1563 evoca otra luctuosa, memorable jornada, ciento diez aos antes: la ejecucin de don Alvaro de Luna segn la Crnica de Juan II62. El paralelo, al cotejar los textos respectivos, es obvio en cuanto al espritun La Crnica de ]uan H de Castilla, por el judo converso Alvar Garca de Santa Mara, iba de 1406 a 1434. La edit en 1517 Lorenzo Galndcz de Carvajal, quien advierte que fue refundida por Fernn Prez de Guzmn y retocada por l mismo: de esta forma comprende hasta 1454. Cj. la ed. C ROSELL, Crnicas de os Reyes de Castilla (BAE, t. LXVIII), pgs. 273 y sigs., y B. SNCHEZ ALONSO, Historia de la historiografa espaola, 2* ed. revisada y aadida, vol. I, Madrid, 1947, pgs. 300-304.

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y el procedimiento judicial, as como en lo tocante al escenario urbano: prueba, una vez ms, del arcasmo institucional y de formas de vida, ideas y valores medievales, todava imperantes bajo Felipe II. Literariamente, sin embargo, el autor indiano supera con creces a los refundidores de Alvar Garca de Santa Mara, no obstante el expresivo realismo de la Crnica de Juan II. Tambin el Condestable "cavalg en una mua", "e iban los pregoneros pregonando en altas voces: 'sta es la justicia que manda hacer el Rey nuestro seor a este cruel tirano e usurpador de la corona real: en pena de sus maldades mndale degollar por ello'". Frmula que se repite con los Avila: "Esta es la justicia que manda hacer Su Majestad y la Real Audiencia de Mxico, en su nombre, a estos hombres, por traidores contra la corona real. Tambin don Alvaro "comenz a desabrocharse el collar del jubn, e aderezarse la ropa que traa vestida, que era larga de chamelote azul forrada de raposos ferreros...". Tambin "en la plaza y en las ventanas [de Valladolid] haba infinitas gentes..., los quales, desque vieron al Maestre andar paseando, comenzaron de hacer muy gran llanto...". Su cabeza tambin estuvo clavada, en la picota, nueve das. Sic transit gloria mundi, era el responso de los cronistas, bigrafos y poetas castellanos del siglo xv ante la adversa fortuna del Condestable. Y Surez de Peralta, al contemplar estremecido la cabeza de Alonso de Avila, medita a su vez sobre la fragilidad de las cosas humanas, con un espaolsimo acento existencial:. . . no me muy profundo, Y lo estaba sin con sus lacayos pareca ser cosa cierta ni haber pasado, sino sueo y como cuando un hombre est fuera de todo su sentido. duda, porque no haba diez das que le habl y le vi, y tantos pajes, en un hermoso caballo blanco . . .

El episodio que, por su trascendencia poltico-social y por su valor literario, ha retenido nuestra atencin, ilumina la actitud criolla a mediados del siglo xvi. No faltan, desde luego, otros testimonios, ya artsticos, ya documentales, sobre la conciencia de pertenecer a una sociedad nueva. Fray Reginaldo de Lizrraga, por ejemplo (ca. 1539-1609), en su Descripcin y poblacin de las Indias gua til para viaje-

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ros, ms que un producto de bellas letras se refiere al Per, Tucumn, el Ro de la Plata y Chile. Hijo de conquistador, lamntase de que los descendientes de aquellos centauros sean menospreciados, cuando no suplantados, por los "pobladores venidos despus de llana la tierra"; gentes, aade, que no saben "ni limpiar las narices ni en su vida echado mano a la espada" 6a. LAS CRIOLLAS En este cuadro histrico de las Indias sobresalen algunas mujeres extraordinarias, bien como animosas compaeras de los esforzados milites, bien como poetisas acogidas a la paz y seguridad claustrales. Una de ellas, Isabel de Guevara que lleg al Ro de la Plata en la expedicin de Pedro de Mendoza, fue no slo cofundadora de Buenos Aires, sino la primera espaola que reivindic igualdad de derechos para el bello sexo, alegando los sufrimientos comunes veinte aos despus de pacificada la tierra. En su carta del 2-VII-1556 a la Princesa Gobernadora doa Isabel, recuerda con singulares bros y en familiar tono:Vinieron los hombres en tanta flaqueza que todos los trabajos cargaban las pobres mujeres, as en lavarles las ropas, como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenan, limpiarles, hacer centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas cuando algunas veces los indios les venan a dar guerra, hasta cometer a poner fuego en los barcos, y a levantar los soidados, los que estaban para ello, dar [al]arma por los campos a voces, sargenteando y poniendo en orden los soldados; porque en este tiempo, como las mujeres nos sustentamos con poca comida, no habamos cado en tanta flaqueza como los hombres... 04 .

Entre las musas figura una religiosa, dominica, Leonor de Ovando (m. despus de 1609), en la Isla Espaola, con versos msticos63 El ttulo d e este uincrario colonial es Descripcin breve de toda la tierra del Peni, Tucumn, Ro de la Plata y Chile. C. la cd., con estudio preliminar por M. H e r n n d e z Snchez-Barba, Madrid, 1968 ( B A E , c o n t . ) . 64 Cj. V. D. SIERRA, Historia de la Argentina, t. I, Buenos Aires, 1956, pg. 568, y R. DE LA FUENTE MACHAIN, Conquistadores del Rio de la Plata, Buenos Aires, 1937.

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al divino Esposo de mi alma: que slo padeci por darme vida; y s que por m sola padeciera y a m sola me hubiera redimido, si sola en este mundo me criara 5 .

Otra poetisa fue doa Elvira de Mendoza, nacida en la misma ciudad de Santo Domingo. Pero las que realmente ocupan un lugar privilegiado en los fastos lricos de Indias, todava permanecen annimas. Una era peruana, y as la present el sevillano Diego Mexa de Fernangil en su Parnaso Antartico (1608): "cierta seora principal de este Reino", supuesta autora de un Discurso en loor de la poesa. Segn Anderson Imbert, debemos estimarla como "la primera poetisa importante de Amrica: importante por la significacin de su Discurso en la historia de la teora y prctica de la poesa" 6t>. Otra misteriosa dama, tambin peruana, se inmortaliz con el pseudnimo de 'Amarilis' en su rendida epstola a 'Belardo', es decir, a Lope de Vega. Delicada voz austral "donde el Sur me esconde" , obtuvo una ms galante que inspirada respuesta del 'Fnix de los Ingenios', a continuacin de la Filomena:

65 Cj. J. C. ISARDIN, Three Lilerary lidies in Spain's American Colonies, I, en Bulletin o) the Pan American Union, Dec. 1940. (Las otras dos son 'Amarilis' y Sor Juana Ins de la Cruz). Cit. por P. HENROUEZ UREA, Las corrientes literarias en la Amrica Hispnica (cf. n. 12), pg. 221, n. 41. Del mismo, 1M cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, Buenos Aires, 1936. Estos versos de doa Leonor de Ovando, segn M. MENNDEZ Y PELAYO, merecen atencin: "No me parecen despreciables, y siquiera por lo raro del metro en la pluma de una monja, deben conservarse" (vid. Antologa de poetas hispano-americanos, t. II, Madrid, 1893, pg. i.xn; cj. tambin la pg. LXX). 60

Historia de la literatura hispanoamericana (cj. n. 59), I, pg. 79. Acerca

de esta poetisa cj. MKNNUEZ Y PE.AYO, ob. cit., vol. III, Madrid, 1894, pg. CLXXX

y, para el texto del Discurso, 343-370. Llmala justamente la grande annima, por su "excelsa" concepcin de ia poesa y por la "forma tan elegante y graciosa [que] alcanz a dar a sus nociones estticas". Viene a ser, agrega, como el Laurel de Apolo o el Canto de Cal'tope de la literatura virreinal. A. TAURO, Esquwidad y gloria de a Academia Antartica, Lima, )948, pgs. 23-43, propone se la identifique con doa Leonor de la Trinidad, abadesa del convento de San Jos, de las Descalzas, en Lima, ca. 1608. Edita el Discurso, con notas y comentarios sobre su lenguaje y estilo (c. pgs. 45-91 y 107-117).

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Ahora crto, y en razn lo fundo, Amarilis indiana, que estoy muerto, pues que vos me escribs del otro mundo. Lo que en duda tem tendr por cierto, pues desde el mar del Sur, nave de pluma, en las puertas del alma toma puerto . . . Bien s que en responder crdito empeo; vos, de la lnea equinoccial sirena, me despertis de tan profundo sueo. Qu rica tela, que abundante y llena de cuanto al ms retrico acompaa! Qu bien parece que es indiana vena! Yo no lo niego, ingenios tiene Espaa: libros dinn lo que su musa luce, y en propia rima imitacin extraa; mas los que el clima antartico produce sutiles son, notables son en todo; lisonja aqu ni emulacin me induce . . . c". No olvidemos tampoco a la seora novohispana, para quien Rosas de Oquendo compuso la "Stira que hizo un galn a una dama criolla que le alababa mucho a Mxico"68. URBANISMO VIRREINAL Y LITERATURA Si ahora insertamos la produccin literaria en su medio urbano, aqu tambin comprobaremos la vigencia de los patrones medievales, que coexisten estrechamente pero a la vez dominndolos con los renacentistas."7 Las dos epstolas de 'Amarilis' y 'Bclardo' figuran en la Coleccin de las obras sueltas, asi en prosa como en verso, de LOPE DE VEGA, t. I, Madrid, 1776 (ed. Sancha), pgs. 457 y 468. Ella le deca a su admirado poeta: "Mas nunca tuve por dichoso estado / amar bienes posibles, / sino aquellos que son ms imposibles. / A stos ha de aspirar mi .ilnia osada, / pues para ms alteza fue criada / que la que el mundo ensea . . . " . Cf. igualmente MENNDEZ Y PELAYO, Antologa de poetas hispano-americanos, III, pgs. CLXIX-CLXXIX. Considera la epstola en silva de 'Amarilis' como "la mejor pieza potica del Per en sus primeros tiempos" (pg. CLXXVI). "Todo es aade natural, llano y decoroso, con cierta sencilla gravedad y no afectado seoro" (pg. CLXXII). Acaso se trate de doa Mara de Alvarado, pertenccienle a una familia de conquistadores y que viva en Len de Hunuco a principios del siglo xvn.08 Cj., para esta stira, A. REYES, Rosas de Oquendo en Amrica (cit. en la n. 45), pgs. 37-38.

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En el Libro IV, Ttulo VII, Ley 1% sobre "La poblacin de las ciudades, villas y pueblos", de ese vasto repertorio institucional e ideolgico que son las Leyes de Indias, se fija el tipo clsico de ciudad hispanoamericana:En la costa del mar ordena la Ley 1* sea el sitio levantado, sano y fuerte, teniendo consideracin al abrigo, fondo y defensa del puerto... Y en estas y en las dems poblaciones de tierra adentro, elijan el sitio de las que estn vacantes . . . Y cuando hagan la planta del lugar, reprtanlo por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la Plaza Mayor y sacando de ella las calles a los puertos y caminos principales, y dejando tanto campo abierto, que, aunque la poblacin vaya en gran crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma 69 .

Por su parte, la Ley 9^ estipula que:La Plaza Mayor, donde se ha de comenzar la poblacin, siendo en costa de mar. se debe hacer al desembarcadero del puerto, y si fuere lugar mediterrneo, en medio de la poblacin; su forma en cuadro prolongado . . . De la Plaza Mayor salgan cuatro calles principales, dos por cada esquina . . . Las cuatro esquinas miren a los cuatro vientos principales . . . Toda la plaza en contorno y las cuatro principales que de ellas han de salir, tengan portales para comodidad de los tratantes70 .

Es, como vemos, el trazado hipodmico que hizo fortuna en la poca helenstica y durante el Imperio romano. Segn el notable arquitecto F. Chueca Goitia, "junto con las ideas propias del Renacimiento, junto con las inevitables gotas vitrubianas, aparece tambin el peso de la experiencia prctica. En estas leyes se consagra el plano regular ajedrezado, con lo que no se hace sino consolidar una realidad". Pero, simultneamente, "el plano de la ciudad americana es el resultado de conjugar las ideas humansticas con el plano de ciudad militar adoptado en la Edad Media en todo el Occidente europeo para las nuevas poblaciones"71.D Recopilacin...70

{cf. n . 1 0 ) , t. II, p g . 1 9 .

Ibidein.

71 l \ CHUECA GOITIA, Breve historia del urbanismo, Madrid, 1968, pg. 128. Aparte la escogida bibliografa que para el Renacimiento da el autor, cf. tambin

I.. TORRES RALBAS, L. CEXVERA, F. CHUECA GOITIA y P. BIDAGOR, Resumen

histrico

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Se trata de las 'bastidas' francesas y sus rplicas peninsulares: Villarreal (Castelln), Briviesca (Burgos), muchas villas vascas: en tiempo de los Reyes Catlicos, Puerto Real (Cdiz) y, sobre todo, Santa Fe (Granada), ncleo urbano que se origin del campamento all establecido durante el asedio de la capital nazar. El ascendiente comn son los castra romanos. Pero, si bien la mayora de las ciudades americanas se ajustan al patrn ortogonal, las hay tambin irregulares, a tono con el Medioevo cristiano y musulmn; por ejemplo, Loja (Ecuador), Potos (Bolivia) y Guanajuato (Mxico). Otras son mixtas o semirregulares, a manera de compromiso entre la rgida cuadrcula y el terreno o las condiciones locales, las leyes del crecimiento, etc.72. El dilogo latino que, a la gloria de Mxico y sus monumentos, compuso Francisco Cervantes de Salazar hacia 1554, en el estilo de Luis Vives, constituye un venero de noticias sobre la mxima creacin (al lado de Santo Domingo y Lima o Ciudad de los Reyes) del urbanismo virreinal 73. Su animado cuadro de la vida, treinta aos despus de la epopeya cortesiana, es digno asimismo de nota. El autor finge un ameno tour poniendo en boca de los personajes Zuazo y Zamora, vecinos de Mxico, y Alfaro, un visitante inestimables comentarios sobre calles, plazas y edificios interesantes; comentarios en los que la erudicin clsica, romana, corre parejas con la observacin sagaz de las incidencias cotidianas. Como afirma J. Garca Icazbalceta, Mxico era ya la primera ciudad de las Amricas por su privilegiada ubicacin en medio de un gran valle, su clima incomparable, su gran ri-

del urbanismo en Espaa, Madrid, 1954. Sobre Amrica ha escrito, desde un punto de vista ms sociolgico-cultural que urbanstico, J. L. ROMERO, IM ciudad hispanoamericana: historia y situacin, en La Torre, t. XIV, 1966, pgs. 45-64. Vid. asimismo R. SMITH, Colonial Towns o Spanish and Portuguese America, en Journal of the Society o) Archheclural Historians, t. XIV, 1955, pgs. 1-12.72 73

Cj. C H U E C A G O I T I A , o b . cit., pgs.

129-134.

Cf. n . 1 6 ; vid. las p g s . 37-67 d e la c d . facsmil. T a m b i n , la e d . Icaz-

balceta.

THESAURUS. Tomo XXVIII. Nm. 2 (1973). Antonio ANTELO. Literatura y sociedad en ...

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LITERATURA Y SOCIEDAD EN AMERICA ESPAOLA

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queza, su arquitectura esplndida y su fama universal74. No hay, pues, hiprbole alguna en las palabras que Cervantes de Salazar hace decir a los interlocutores del dilogo. Tras referirse a la calle Tacuba, que conduce derechamente a la Plaza avenida larga, ancha y recta, pavimentada con lajas de piedra "para evitar", segn Alfaro, "que se formen sucios barrizales en la estacin de lluvias" , llama la atencin sobre cmo los tres amigos ponderan la artstica al par que slida fbrica de aquellas casonas seoriales:Todas son magnficas y hechas a gran costa reconoce Alfaro , cual corresponden a vecinos tan nobles y opulentos. Mustranse tan bien construidas, que ss dira no son casas, sino fortalezas.

A lo que responde Zuazo:As convino hacerlas al principio, cuando eran muchos los enemigos, ya que no se poda resguardar la ciudad cicndola de torres y murallas.

El autor, saturado de lecturas clsicas, no puede aqu eludir la presencia viva de la Edad Media en Indias: tambin las iglesias y los conventos se erigan como baluartes defensivos. Pero el mundo renacentista, el de Palladio y Alberti, el de Leonardo y Miguel ngel, hall eco igualmente en Mxico. Admirando la Plaza, el forastero exclama:Cielos! Qu nivelada y espaciosa! Qu alegre! Y cmo la embellecen los soberbios y magnficos edificios que la rodean! Qu orden! Cunta hermosura! Qu bien situada! Ciertamente, si se removieran esas columnatas de enfrente, podra caber ah todo un ejrcito...

Luego, atravesando la calle de San Francisco, Zamora le muestra los "amplios y extendidos prticos, ms celebrados, en verdad... que los de Roma". Una mansin patricia que contemplan deleitados es la del doctor Pedro Lpez, mdico de Hernn Corts, con su rica74 La impresin re grandeur que hizo Mxico en uno de su ms ilustres visitantes, A. vos HUMBOLDT (