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  • Nicolástienemuchosamigosenelcolegio,desdeAgnan,queeselfavoritode la maestra, hasta Alcestes, que siempre está comiendo. Con ellos sedivierte, se pelea, compite y se maravilla cuando Majencio lanza pasesmágicosenelaire…

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  • RenéGoscinny

    LosamiguetesdelpequeñoNicolás

    ePUBv1.23PUBnoff04.11.11

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  • AlfaguaraInfantil

    Traducción:EstherBenítezIlustraciones:Jean-JacquesSempé

    Primeraedición:1963ISBN:9788420464824

    WeboficialdeElpequeñoNicolás:www.petitnicolas.comWeboficialsobrelaobradelautor:www.goscinny.netWikipedia:ElpequeñoNicolásWikipedia:RenéGoscinny

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  • Agradecimientos

    A todos los integrantes de epubgratis.me por hacer realidad una graniniciativa.

    Axtr3syajugaorporcolaborarenlacorreccióndellibro.

    Atodoslosqueosleéisloslibrosynosdaisvuestroapoyo.

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  • ¡Clotariotienegafas!

    Cuando Clotario llegó a la escuela, estamañana, nos quedamosmuy asombrados,porqueteníagafasenlacara.Clotarioesunbuencompañero,queeselúltimoenlaclase,yparecequelehanpuestogafasporeso.

    —El médico—nos explicó Clotario— les dijo a mis padres que si yo era elúltimoquizáfueraporquenoveíabienenclase.Entoncesmellevaronalatiendadegafasyelseñordelasgafasmemirólosojosconunamáquinaquenohacedaño,mehizoleermontonesdeletrasquenoqueríandecirnadaydespuésmediounasgafas,yahora,¡bang!,yanoseréelúltimo.

    Amímeextrañóunpocoesodelasgafas,porquesiClotarionoveenclaseesporqueseduermeamenudo,peroquizálasgafasnoledejendormir.Y,además,esciertoqueelprimerodelaclaseesAgnan,yeselúnicoquellevagafas,yporesomismonoselepuedezurrartanamenudocomounoquisiera.

    AgnannoquedómuycontentoalverqueClotarioteníagafas.Agnan,queeselojitoderechodelamaestra,siempretienemiedodequeuncompañeroseaprimeroensulugar,ynosotrosnospusimosmuycontentosalpensarqueahoraelprimeroseríaClotario,queesuncompañerofenómeno.

    —¿Hasvistomisgafas?—lepreguntóClotarioaAgnan—.Ahoravoya serelprimeroentodo,ylamaestramemandaráabuscarlosmapasyseréyoquienborrarálapizarra.¡Tururú!

    —¡No, señor! ¡No, señor!—dijoAgnan—. ¡El primero soy yo!Y, además, notienesderechoaveniralaescuelacongafas.

    —¡Claroquetengoderecho,mira!¡Nomedigas!—dijoClotario—.¡Ytúyanoseráselúnicoojitoderechodelaclase!¡Tururú!

    —Yyo—dijoRufo—voyapedirleamipapáquemecompregafas,¡ytambiénseréelprimero!

    —¡Todos vamos a pedirles a nuestros papás que nos compren gafas! —gritóGodofredo—.¡Todosseremosprimerosyojitosderechos!

    Entoncesfueterrible,porqueAgnansepusoagritarya llorar;dijoqueesoeratrampa, que no teníamos derecho a ser los primeros, que se quejaría, que nadie lo

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  • quería,queeramuydesgraciado,que ibaamatarse,yelCaldo llegócorriendo.ElCaldoesnuestrovigilante,yundíaoscontaréporquélellamanasí.

    —¿Qué pasa aquí? —gritó el Caldo—. ¡Agnan! ¿Qué tiene, que llora así?¡Míremealosojosycontésteme!

    —¡Todosquierenponersegafas!—ledijoAgnan,haciendomontonesdehipos.El Caldomiró a Agnan, nos miró a nosotros, se frotó la boca con la mano y

    despuésnosdijo:—¡Mírenme todosa losojos!Novoya tratardeentendersushistorias; todo lo

    quepuedodecirlesesquesilesvuelvoaoír,actuarécontodorigor.¡Agnan,vayaabeberunvasodeaguasinrespirar!¡Ylosdemás,abuenentendedor,pocaspalabrasbastan!

    YsemarchóconAgnan,quecontinuabahaciendohipos.—Oye —le pregunté a Clotario—, ¿nos prestarás tus gafas cuando nos

    pregunten?—¡Sí!¡Yparalosejercicios!—dijoMajencio.—Para los ejercicios las necesitaré yo—dijo Clotario—, porque si no soy el

    primero, papá sabrá que no llevaba puestas las gafas, y esome creará problemas,porque no le gusta que preste mis cosas; pero para cuando os pregunten, ya nosarreglaremos.

    Realmente,Clotario esun compañero estupendo,y lepedíquemeprestara susgafasparaprobar,ylaverdadesquenosécómoselasvaaarreglarparaserprimeroClotario, porque con sus gafas se ve todo del revés, y cuando se miran los pies,parecequeestánmuycercadelacara.YdespuéslepasélasgafasaGodofredo,queselasprestóaRufo,queselaspusoaJoaquín,queselasdioaMajencio,queselastiró a Eudes, que nos hizo reír mucho fingiendo que bizqueaba, y después quisocogerlasAlcestes,peroentonceshubomontonesdeproblemas.

    —Túno—dijoClotario—.Tieneslasmanosllenasdemantequillaporculpadetustostadasymevasamancharlasgafas,ynovalelapenatenergafassinosepuedemirarporellas,ylimpiarlasdamuchotrabajo;¡ypapámecastigarásintelevisiónsisoyotra vez el últimoporqueun imbécilmanchómis gafas con sus gordasmanosllenasdemantequilla!

    YClotariovolvióaponersesusgafas,peroAlcestesnoestabacontento.—¿Quieresquetepongaenlacaramisgordasmanosllenasdemantequilla?—le

    preguntóaClotario.—Nopuedespegarme—dijoClotario—.Tengogafas.¡Tururú!—Bueno,puesquítatelasgafas—dijoAlcestes.—No,señor—dijoClotario.—¡Ah! ¡Losprimerosde la clase!—dijoAlcestes—.Sois todos iguales. ¡Unos

    cobardes!

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  • —¿Cobarde,yo?—gritóClotario.—Sí,señor,puestoquellevasgafas—gritóAlcestes.—Pues,bueno,¡vamosaverquiénesuncobarde!—gritóClotario,quitándoselas

    gafas.Estabanterriblementefuriososlosdos,peronopudieronpegarseporqueelCaldo

    llegócorriendo.—¿Quépasaahora?—preguntó.—¡Noquierequeyollevegafas!—gritóAlcestes.—¡Yélquierellenarmelasmíasdemantequilla!—gritóClotario.ElCaldosellevólasmanosalacarayseestirólasmejillas,ycuandohaceesono

    esmomentodebromas.—¡Mírenmebienalosojos,ustedesdos!—dijoelCaldo—.Noséquéesloque

    haninventadoahora,peronoquierovolveraoírhablardegafas.Y,paramañana,meconjugaránelverbo:«Nodebodecircosasabsurdasduranteelrecreo,nisembrareldesorden, obligando así a intervenir al señor vigilante». ¡En todos los tiempos delindicativo!

    Ysefueatocarlacampanaparaentrarenclase.Enlafila,ClotariodijoquecuandoAlcestestuvieralasmanossecasleprestaría

    susgafasconmuchogusto.RealmenteesuncompañeroestupendoesteClotario.En clase—era geografía—Clotario le pasó sus gafas aAlcestes, que se había

    limpiadobienlasmanosenlachaqueta.Alcestessepusolasgafasydespuésnotuvomuchasuerte,porquenovioquelamaestraestabajustamentedelantedeél.

    —¡Dejedehacerelpayaso,Alcestes!—gritólamaestra—.¡Ynobizquee!Sihayunacorrientedeaire,sequedaráasí.Y,demomento,¡salga!

    Alcestes salió con las gafas, estuvo a punto de golpearse contra la puerta, ydespuéslamaestrallamóaClotarioalencerado.

    Yallí,claro,sinlasgafas,lacosanomarchó;aClotariolepusieronuncero.

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  • Unaestupendabocanadadeaire

    EstamosinvitadosapasareldomingoenlanuevacasadecampodelseñorBongrain.Bongrainescontableenlaoficinadondetrabajapapá,yparecequetieneunniñodemiedad,queesmuysimpáticoysellamaCorentin.

    Yoestabamuycontento,porquemegustamuchoiralcampo,ypapánosexplicóquenohacíamuchotiempoqueelseñorBongrainsehabíacompradolacasa,yquelehabíadichoquenoestabamuylejosdelaciudad.ElseñorBongrainlehabíadadotodos losdetallesapapápor teléfono,ypapáescribióenunpapelyparecequeesmuyfácilllegarallí.Estodorecto,sedoblaalaizquierdaenelprimersemáforo,sepasapordebajodelpuentedel ferrocarril, después sigue siendo todo rectohastaelcruce,dondehayquetomaralaizquierda,ydespuésotravezalaizquierdahastaunagrangranjablanca,ydespuéssedoblaaladerechaporuncaminitodetierra,yyaestodorectoyalaizquierdadespuésdelagasolinera.

    Papá,mamá y yo salimos bastante pronto, por lamañana, en el coche, y papácantaba,ydespuésdejódecantarporculpadetodoslosdemáscochesquehabíaenlacarretera.No se podía avanzar.Y después papá se equivocó en el semáforo dondedebíadoblar,perodijoquenoeragrave,quevolveríaalcaminoenelcrucesiguiente.Pero en el cruce siguiente hacíanmontones de obras y habíanpuesto unapancartadonde estaba escrito: «Desviación», y nos perdimos; y papá le gritó a mamá,diciéndolequeleleíamallasindicacionesquehabíaenelpapel;ypapápreguntóelcaminoamontonesdegentesquenosabían;y llegamosacasadel señorBongraincasialahoradecomer,yentoncesdejamosdediscutir.

    ElseñorBongrainvinoarecibirnosalapuertadesujardín.

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  • —¿Qué pasa? —dijo el señor Bongrain—. ¡Ya se ve que sois de ciudad!¡Incapacesdelevantarostemprano!,¿eh?

    Entoncespapáledijoquenoshabíamosperdido,yelseñorBongrainpareciómuyasombrado.

    —¡Quépocaatenciónhaspuesto!—aseguró—.¡Estodorecto!Ynoshizoentrarenlacasa.¡EsestupendalacasadelseñorBongrain!¡Nomuygrande,peroestupenda!—Esperad—dijo el señor Bongrain—, voy a llamar a mi mujer—y gritó—:

    ¡Clara!¡Clara!¡Hanllegadonuestrosamigos!Y apareció la señoraBongrain; tenía los ojosmuy colorados, tosía, llevaba un

    delantalllenodemanchasnegras,ynosdijo:—¡Noosdoy lamano,estoynegradecarbón!Desdeestamañanameesfuerzo

    porquefuncionelacocina,sinlograrlo.ElseñorBongrainsepusoabromear.—¡Evidentemente!—dijo—,esunpoco rústico,pero lavidadel campoesasí.

    Nosepuedetenerunacocinaeléctrica,comoenelapartamento.—¿Yporquéno?—preguntólaseñoraBongrain.—Dentrodeveinteaños,cuandoacabedepagarlacasa,volveremosahablarde

    eso—dijoelseñorBongrain.Yseechóareírdenuevo.LaseñoraBongrainnoserióysemarchódiciendo:—Tenéis que disculparme, pero debo ocuparme de la comida. ¡Me temo que

    tambiénserámuyrústica!—¿YCorentin?—preguntópapá—.¿Noestá?—Sí, claro que está—contestó el señorBongrain—,pero ese pequeño imbécil

    está castigado en su cuarto. ¿Sabes lo que hizo estamañana, al levantarse?No loadivinaríasnialatercera…¡Subióaunárbolacogerciruelas!¿Tedascuenta?Cadauno de esos árbolesme ha costado una fortuna, y no es cosa de que el chaval sediviertarompiendolasramas,¿verdad?

    Ydespués el señorBongrain dijo que ya que yo estaba allí, iba a levantarle elcastigo, porque estaba seguro de que yo era un niño bueno que no se divertiríahaciendopolvoeljardínylahuerta.

    AparecióCorentin,dijoholaamamáyapapáynosdimos lamano.Tieneunapintaestupenda,notanestupendacomolosamiguetesdelaescuela,claro,perohayquereconocerquelosamiguetesdelaescuelasonterribles.

    —¿Vamosajugaraljardín?—pregunté.Corentinmiróasupapá,ysupapádijo:—Preferiríaqueno,niños.Vamosacomerenseguidaynoquisieraquetrajerais

    fangoacasa.Mamáhatrabajadomuchoenhacerlalimpiezaestamañana.Entonces Corentin y yo nos sentamos, y mientras los mayores tomaban el

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  • aperitivo, nosotros miramos una revista que yo ya había leído en casa. Y leímosvariasveceslarevista,porquelaseñoraBongrain,quenotomóelaperitivoconlosdemás,teníalacomidamuyretrasada.YdespuésllególaseñoraBongrain,sequitóeldelantalydijo:

    —¡Malasuerte!…¡Alamesa!El señorBongrain estabamuyorgullosode los entremeses, porquenos explicó

    quelostomatessalíandesuhuerta,ypapáserióydijoquehabíansalidodemasiadopronto esos tomates, porque aún estaban verdes. El señor Bongrain contestó quequizá no estuvieran del todo maduros, pero que tenían otro sabor que los delmercado.Amíloquemegustómuchofueronlassardinas.

    Ydespués la señoraBongrain trajo el asado, que era divertidísimo, porque porfueraestabatodonegro,peropordentroeracomosinoestuvieranadacocido.

    —¡Yonoloquiero!—dijoCorentin—.¡Nomegustalacarnecruda!ElseñorBongrainlepusounacaramuyseriayledijoqueacabarasustomatesa

    todavelocidadyquesecomierasucarnecomotodos,sinoqueríaquelocastigaran.Loquenohabía salidodemasiadobieneran laspatatasdelasado;estabanalgo

    duras.Despuésdecomer,nossentamosenelsalón.Corentincogióotravezlarevista,ylaseñoraBongrainleexplicóamamáqueenlaciudadteníaunacriada,peroquelacriadanoqueríairatrabajaralcampoeldomingo.ElseñorBongrainleexplicabaapapácuántolehabíacostadolacasa,yquehabíahechounnegocioformidable.Amínome interesaba nada de eso, y entonces le pregunté aCorentin si podíamos ir ajugar fuera,dondehabíamucho sol.Corentinmiróa supapá.Yel señorBongraindijo:

    —Claro,niños.Loúnicoqueospidoesquenojuguéisenelcésped,sinoenlospaseos.Divertíosyportaosbien.

    Corentinyyosalimos,yCorentinmedijoqueíbamosa jugara lapetanca.Megusta mucho la petanca y soy terrible apuntándome tantos. Jugamos en el paseo;habíaunosoloynomuylargo;ytengoquedecirqueCorentinsedefiendemuybien.

    —Ten cuidado—me dijo Corentin—; si se nos escapa una bola al césped, nopodríamosrecogerla.

    YdespuésCorentintiróy¡paf!,subolaacertóalamía,quesefuealahierba.SeabriólaventanadelacasaenseguidayelseñorBongrainsacóunacabezamuyrojaynadacontenta.

    —¡Corentin! —gritó—. Te he dicho varias veces que tengas cuidado de noestropearelcésped.Hacesemanasqueeljardineroestátrabajandoenél.Encuantoestásenelcampoteponesinsoportable.¡Vamos!¡Atucuartohastalanoche!

    Corentinseechóallorarysemarchó;entoncesyovolvíalacasa.Pero no nos quedamos mucho tiempo, porque papá dijo que prefería salir

    temprano para evitar los embotellamientos. El señor Bongrain dijo sí que era una

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  • medida prudente, que ellos no tardarían en regresar en cuanto la señora Bongrainhubieraacabadodehacerlalimpieza.

    ElseñorylaseñoraBongrainnosacompañaronhastaelcoche;papáymamálesdijeron que habían pasado un díamuy agradable, que no olvidarían, y justamentecuandopapáibaaarrancar,elseñorBongrainseacercóalaportezuelaparahablarle:

    —¿Porquénocomprasunacasadecampocomoyo?—dijoelseñorBongrain—.Bueno, personalmente, yo habría podido prescindir de ella ¡pero no hay que seregoísta,chico!Nosabeslobienquelesientanamimujeryalchavalesterespiroyestabocanadadeairedetodoslosdomingos.

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  • Loslápicesdecolores

    Estamañana, antesde salirpara la escuela, el cartero trajounpaqueteparamí,unregalodelaabuela.¡Esestupendoelcartero!

    Papá,queestabatomandosucaféconleche,dijo:—¡Ay,ay,ay!¡Catástrofeenperspectiva!Yamamánolehagustadoquepapádijeraeso,ysepusoagritarquecadavez

    quesumamá,miabuela,hacíaalgo,papáteníaqueprotestar,ypapádijoquequeríatomar su café con leche tranquilo, ymamá lehadichoque, ¡oh!, claro, ella servíasóloparaprepararelcaféconlecheyocuparsedelacasa,ypapádijoqueélnuncahabíadichosemejantecosa,peroquenoerapedirdemasiadoelquererunpocodepazencasa,él,quetrabajabatantoparaquemamátuvieraconquéprepararelcaféconleche.Ymientraspapáymamáhablaban,yoabríelpaquete,yeraformidable:¡eraunacajadelápicesdecolores!Estabatancontento,quemepuseacorrer,asaltaryabailarporelcomedorconmicaja,ytodosloslápicessecayeron.

    —¡Empiezabienlacosa!—dijopapá.—No entiendo tu actitud —dijo mamá—. Y, además, no veo cuáles son las

    catástrofesquepuedenprovocaresoslápicesdecolores.¡No,realmente,noloveo!—Yaloverás—dijopapá.

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  • Y semarchó a la oficina.Mamáme dijo que recogieramis lápices de colores,porqueibaallegartardealaescuela.Entoncesmeapresuréameterloslápicesenlacajaylepreguntéamamásipodíallevarlosalaescuela.

    Mamámedijoque si, ymedijoque tuviera cuidadoynoarmara líos conmislápicesdecolores.Loprometí,metílacajaenlacarteraymemarché.Noentiendoapapá y amamá; cada vez que recibo un regalo, están seguros de que voy a hacertonterías.Lleguéalaescuelajustocuandosonabalacampanaparaentrarenclase.Yoestaba muy orgulloso de mi caja de lápices de colores y estaba impaciente porenseñárselaamiscompañeros.Escierto,enlaescuelaessiempreGodofredoquienllevacosasquelecomprasupapá,queesmuyrico,yentoncesyoestabaencantadode demostrarle, a Godofredo, que no sólo él recibía regalos estupendos, es cierto,vamos, a fin de cuentas, faltaría más… En clase, la maestra llamó a Clotario alencerado,ymientraslepreguntaba,leenseñémicajaaAlcestes,queestásentadoamilado.

    —Noesnadaestupenda—medijoAlcestes.—Melosmandómiabuela—expliqué.—¿Quéeseso?—preguntóJoaquín.YAlcesteslepasólacajaaJoaquín,queselapasóaMajencio,queselapasóa

    Eudes,queselapasóaRufo,queselapasóaGodofredo,¡quepusounacara!Pero como todos estaban abriendo la caja y sacando lápices para mirarlos y

    probarlos,mediomiedodequelavieralamaestrayconfiscaraloslápices.EntoncesmepuseahacerlegestosaGodofredoparaquemedevolviese lacaja,y lamaestragritó:

    —¡Nicolás!¿Porquésemueveyhaceelganso?Mediomuchomiedolamaestra,ymeechéallorar,yleexpliquéqueteníauna

    cajadelápicesdecoloresquemehabíamandadomiabuelayquequeríaquelosotrosmeladevolvieran.Lamaestramemiróconmalacara,lanzóunsuspiroydijo:

    —Estábien.ElquetengalacajadeNicolás,queseladevuelva.Godofredo se levantó y me devolvió la caja. Y yo miré dentro y faltaban

    montonesdelápices.—¿Quépasaahora?—mepreguntólamaestra.—Faltanlápices—leexpliqué.—ElquetengaloslápicesdeNicolás,queselosdevuelva—dijolamaestra.Entoncestodosloscompañerosselevantaronparaveniratraermeloslápices.La

    maestrasepusoagolpearsumesaconlaregla,ynospusocastigosatodos;debemosconjugar el verbo: «No debo aprovechar el pretexto de los lápices de colores parainterrumpir la lección y sembrar el desorden en la clase». El único que no fuecastigado,apartedeAgnan,queeselojitoderechodelamaestrayquefaltabaporquetienepaperas,fueClotario,queestabaenelencerado.

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  • Aéllodejaronsinrecreo,comosuelepasarcadavezquelepreguntan.Cuando tocaron al recreo, me llevé mi caja de lápices de colores, para poder

    hablarcon loscompañerosdeella sinpeligrodecastigos.Peroenelpatio,cuandoabrílacaja,viquefaltabaellápizamarillo.

    —¡Mefaltaelamarillo!—grité—.¡Quemedevuelvanelamarillo!—Empiezasafastidiarnoscontuslápices—dijoGodofredo—.¡Portuculpanos

    castigaron!Entoncesmepusecomounafiera.—¡Si no hubierais hecho el tonto, no habría ocurrido nada!—dije—. ¡Lo que

    pasaesquesoistodosunosenvidiosos!¡Ysinoencuentroalladrón,mequejaré!—¡Es Eudes quien tiene el amarillo!—gritó Rufo—. ¡Está muy rojo!… ¡Eh!,

    chicos, ¿os habéis enterado? ¡He hecho un chiste!Dije queEudes había robado elamarilloporqueestabarojo.

    Ytodosseecharonareír,yyotambién,porquesíqueerabueno,yselocontaréapapá.ElúnicoquenoseriófueEudes,quesedirigióhaciaRufoylediounpuñetazoenlanariz.

    —¡Vamos! ¿Quién es el ladrón?—preguntó Eudes y le dio un puñetazo en lanarizaGodofredo.

    —¡Yonohedichonada!—gritóGodofredo,aquiennolegustarecibirpuñetazosenlanariz,sobretodocuandoesEudeselquelosda.

    ¡PeroyomemoríaderisaconeseasuntodeGodofredo,querecibíaunpuñetazoenlanarizcuandomenosseloesperaba!EntoncesGodofredocorrióhaciamí,mediouna bofetada a traición, y mi caja de lápices de colores cayó, y nos pegamos. ElCaldo —es nuestro vigilante—, llegó corriendo, nos separó, nos llamó banda desalvajes,dijoquenisiquieraqueríasaberdequésetratabaynoscastigóacopiarcienlíneasacadauno.

    —Yonotengonadaqueverconeso—dijoAlcestes—,meestabacomiendomitostada.

    —Yotampoco—dijoJoaquín—,yoestabapidiéndoleaAlcestesquemedierauntrozo.

    —¡Yapuedesesperarsentado!—dijoAlcestes.EntoncesJoaquínlediounatortaaAlcestes,yelCaldoloscastigóalosdoscon

    doscientaslíneas.Cuando volví a casa a comer, no estaba muy contento; mi caja de lápices de

    coloresestabadestrozada,habíalápicesrotosymeseguíafaltandoelamarillo.Ymeechéallorarenelcomedor,alexplicarleamamáelasuntodeloscastigos.Ydespuésentrópapá,ydijo:

    —Bueno,yaveoquenomeequivocaba,¡hahabidocatástrofesconesoslápicesdecolores!

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  • —Tampocohayqueexagerar—dijomamá.Ydespués seoyóunenorme ruido:erapapáqueacababadecaersealpisarmi

    lápizamarilloqueestabadelantedelapuertadelcomedor.

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  • «Elcamping»

    —¡Eh, chicos! —nos dijo Joaquín, al salir de la escuela—. ¿Y si mañanafuéramosde«camping»?

    —¿Quéesesode«camping»?—preguntóClotario,conelquenosmoríamosderisa,porquenuncasabenadadenada.

    —¿El«camping»?¡Esfenómeno!—leexplicóJoaquín—.Fuieldomingopasadoconmispadresyunosamigossuyos.Sevaencoche,alcampo,muylejos,ydespuéssebuscaunbonitorincóncercadeunrío,semontanlastiendas,sehacefuegoparaguisar, se pesca, se baña uno, se duerme en la tienda, haymosquitos, y cuando seponeallover,semarchaunocorriendo.

    —Enmicasa—dijoMajencio—,nomedejaránirahacerelpayasoyosoloalcampo.Sobretodo,sihayunrío.

    —¡No, claro que no! —dijo Joaquín—. Haremos como si fuéramos de«camping».¡Acamparemosenelsolar!

    —¿Ylatienda?¿Tienestúunatienda?—preguntóEudes.—¡Puesclaro!—contestóJoaquín—.Entonces,¿deacuerdo?Yel juevesestábamos todosenelsolar.Nosésioshedichoqueenmibarrio,

    muy cerca de casa hay un solar formidable donde se encuentran cajas, papeles,piedras, latasviejas,botellas,gatosenfadadosy, sobre todo,uncocheviejoquenotieneruedas,peroquedetodosmodosesestupendo.

    Joaquínllegóelúltimoconunamantadobladabajoelbrazo.—¿Ylatienda?—preguntóEudes.—Bueno,ahíestá—contestóJoaquín,enseñándonoslamanta,queeramuyvieja,

    conmontonesdeagujerosymanchasportodaspartes.—¿Yesoesunatiendadeverdad?—dijoRufo.—¿Esquetecreesquemipapáibaaprestarmesutiendanueva?—dijoJoaquín

    —.Conlamantaharemoscomosifueraunatienda.Y después, Joaquín dijo que teníamos que subir todos al coche, porque para

    acamparhayqueirencoche.

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  • —¡Noescierto!—dijoGodofredo—.Tengounprimoqueesboyscoutysiemprevaapie.

    —Si quieres ir a pie, vete —dijo Joaquín—. Nosotros vamos en coche yllegaremosmuchoantesquetú.

    —Y,¿quiénvaaconducir?—preguntóGodofredo.—Yo,claro—contestóJoaquín.—¿Yporqué,porfavor?—preguntóGodofredo.—Porqueyo tuve la ideade irde«camping»,y tambiénporque la tienda lahe

    traídoyo—dijoJoaquín.Godofredo no estaba muy contento, pero como teníamos prisa por llegar y

    acampar,ledijimosquenoarmaralíos.Entoncessubimostodosalcoche,pusimoslatiendasobreel techoydespués todoshicimos«broum,broum»,salvoJoaquín,queconducíaygritaba:«¡Apártate,abuelo!¡Eh,tú,dominguero,quítatedeahí!¡Asesino!¿Habéisvistocómoheadelantadoaése,consucochedeportivo?»

    Joaquínvaaserunconductorestupendocuandoseamayor.Ydespués,nosdijo:—Esesitiomeparecebonito.Paramos.Entoncestodosdejamosdehacer«broum»ybajamosdelcoche,yJoaquínmiróa

    sualrededor,delomáscontento.—Muybien.Traedlatienda,hayunríomuycerca.—¿Ydóndeveseserío,tú?—preguntóRufo.—Bueno,allí—dijoJoaquín—.Haremoscomosilofuera,¿oqué?Y después llevamos la tienda, y mientras la montábamos, Joaquín les dijo a

    Godofredo y a Clotario que fueran a buscar agua al río, y después que fingieranencenderunfuegoparacocinarlacomida.

    No fue muy fácil montar la tienda, pero pusimos cajones unos sobre otros ycolocamosencimalamanta.Eraestupendo.

    —¡Lacomidaestálista!—gritóGodofredo.Entonces todos hicimos como si comiéramos, salvo Alcestes, que comía de

    verdad,porquesehabíatraídodecasatostadasconmermelada.—¡Muybuenoestepollo!—dijoJoaquín,haciendo«ñam,ñam».—¿Mepasasunpocodetustostadas?—preguntóMajencioaAlcestes.—¡Estásloco!—contestóAlcestes—.¿Esqueyotehepedidopollo?Pero comoAlcestes es un buen compañero, fingió darle una de sus tostadas a

    Majencio.—Bueno,yahorahayqueapagarelfuego—dijoJoaquín—,yenterrartodoslos

    papelesgrasientosylaslatasdeconserva.—¡Estás de atar!—dijoRufo—. ¡Pues si hay que enterrar todos los papeles y

    todaslaslatasdelsolar,estaremosaúnconelloeldomingo!—¡Mira que eres tonto! —dijo Joaquín—. ¡Lo fingiremos! Y ahora, vamos a

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  • meternostodosenlatiendaparadormir.Y entonces sí que fue divertidísimo en la tienda; estábamos terriblemente

    apretados y hacía mucho calor, pero lo pasábamos en grande. No dormimos deverdad,claro,porquenoteníamossueño,yademásporquenohabíasitio.Estábamosallí,bajolamanta,hacíaunrato,cuandoAlcestesdijo:

    —Y¿quéhacemosahora?—Puesnada—dijoJoaquín—.Losquequieranpuedendormir,losotrospueden

    irabañarsealrío.Cuandoseestáde«camping»,cadaunohaceloquequiere.Esoesloestupendo.

    —Siyohubieratraídomisplumas—dijoEudes—,habríamospodidojugaralosindios,enlatienda.

    —¿Alos indios?—dijoJoaquín—.¿Dóndehasvisto túaunos indioshaciendo«camping»,imbécil?

    —¿Lodeimbécilvapormí?—preguntóEudes.—Eudestienerazón—dijoRufo—.¡Esmuyaburridatutienda!—¡Nomedigas!,elimbécilerestú—dijoJoaquín.Yseequivocó,porqueconEudesnohayqueandarseconbromas;esmuyfuertey

    ¡bang!,lediounpuñetazoenlanarizaJoaquín,queseenfadóyempezóapegarsecon Eudes. Como no había mucho sitio en la tienda, todos recibíamos tortas, ydespuéslascajassecayeronynoslasvimosnegrasparasalirdedebajodelamanta;era realmente divertido. Joaquín no estaba muy contento y pateaba la manta,gritando:

    —Yaqueosponéisasí,¡salidtodosdemitienda!¡Voyaacamparsolo!—¿Tehasenfadadodeverdadohacescomositeenfadaras?—preguntóRufo.Entoncestodosnosmoríamosderisa,yRufosereíaconnosotros,preguntando:—¿Qué es lo que he dicho tan divertido, chicos? ¿Eh? ¿Qué he dicho tan

    divertido?YdespuésAlcestesdijoquesehacíatardeyquehabíaquevolveracenar.—Sí—dijo Joaquín—.Y, además, ¡está lloviendo! ¡Rápido! ¡Rápido!Recoged

    todaslascosasycorramosalcoche.Ha sido fenómeno lo de acampar, y todos volvimos a casa cansados, pero

    contentos. Aunque nuestros papás y nuestras mamás nos regañaran porqueregresamosmuytarde.

    ¡Yesonoesjusto,porquenoesculpanuestraelquenoshayapilladounterribleembotellamientoalavuelta!

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  • Hemoshabladoporradio

    Esta mañana, en clase, la maestra nos dijo: «Niños, tengo una gran noticia queanunciaros; dentro delmarcode unagran encuesta realizada entre los niños de lasescuelas,vanaveniraentrevistarosunosreporterosdelaradio».Nosotrosnodijimosnada,porquenoentendimos,salvoAgnan;peroesonotienemérito,porqueeselojitoderechodelamaestrayelprimerodelaclase.

    Entonceslamaestranosexplicóqueunosseñoresdelaradiovendríanahacernospreguntas,quehacíanesoentodaslasescuelasdelaciudad,yquehoynostocabaelturno.

    —Cuentoconvosotros,conqueosportaréisbienyhablaréisdeformainteligente—dijolamaestra.

    Anosotrosnospusomuynerviososesodesaberqueíbamosahablarporradio,ylamaestra tuvoquegolpear lamesacon la reglavariasvecesparapodercontinuardando la lección de gramática.Y después se abrió la puerta de la clase y entró eldirectorcondosseñores,unodeloscualesllevabaunamaleta.

    —¡Depie!—dijolamaestra.—¡Siéntense!—dijo el director—. Hijos míos, es un gran honor para nuestra

    escuelarecibirlavisitadelaradio,que,porlamagiadelasondas,ygraciasalgeniodeMarconi, transmitirá vuestras palabras amiles de hogares.Estoy seguro de queseréis sensibles a tal honor y que os impregnará una sensación de responsabilidad.Además, os lo advierto, ¡castigaré a los fantoches! Este señor os explicará lo queesperadevosotros.

    Entoncesunodelosseñoresnosdijoquenosibanahacerpreguntassobreloquenos gusta hacer, sobre lo que leemos y sobre lo que aprendemos en la escuela.Ydespuéscogióunaparatoenlamano,ydijo:«Estoesunmicro.Hablaréisahídentro,

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  • muy claramente, sin tener miedo; y esta noche, a las ocho en punto, podréisescucharos,porquetodoquedarágrabado».

    Ydespuéselseñorsevolvióalotroseñorquehabíaabiertosumaletaenlamesade lamaestra,ydentrode lamaletahabíaaparatos,y sehabíapuestoen losoídosunoschismesparaescuchar.Comolospilotosenunapelículaquevi;perolaradionomarchaba,ycomoestaballenodeniebla,noconseguíanencontrarlaciudadalaqueteníanque ir,ycaíanalagua,yeraunapelícula realmente fenomenal.Yelprimerseñorledijoalqueteníalascosasenlosoídos:

    —¿Sepuedeempezar,Pedrito?—Sí—dijodonPedrito—;hazmeunapruebadevoz.—Un,dos,tres,cuatro,cinco.¿Vale?—preguntóelotroseñor.—Todolisto,macho—contestódonPedrito.—Bueno—dijoelseñorMacho—.Entonces,¿quiénquierehablarprimero?—¡Yo!¡Yo!¡Yo!—gritamostodos.ElseñorMachoseechóareírydijo:«Veoquetenemosmuchoscandidatos,de

    modoquevoyapedirlealaseñoritaquedesigneaunodevosotros».Ylamaestra,claro,dijoquehabíaquepreguntarleaAgnan,porqueeselprimero

    de laclase. ¡Siemprepasa lomismoconeseniñitomimado!¡Bah!, ¡quése levaahacer!

    AgnanfuehaciaelseñorMachoyelseñorMacholepusoelmicrodelantedelacara,yestabamuyblanca,lacaradeAgnan.

    —Bueno,¿quieresdecirmetunombre,pequeño?—preguntóelseñorMacho.Agnanabriólabocaynodijonada.Entonces,elseñorMachodijo:—TellamasAgnan,¿verdad?Agnandijoquesíconlacabeza.—Parece—dijoel señorMacho—,queereselprimerode laclase.Loquenos

    gustaríasaberesquéhacesparadistraerte,tusjuegospreferidos…¡Vamos,contesta!Nohayquetenermiedo,vamos.

    EntoncesAgnanseechóallorar,ydespuéssepusomalo,ylamaestratuvoquesalircorriendoconél.

    ElseñorMachosesecólafrente,miróalseñorPedritoydespuésnospreguntó:—¿Hayalgunodevosotrosquenotengamiedodehablarporelmicro?—¡Yo!¡Yo!¡Yo!—gritamostodos.—Estábien—dijoel señorMacho—,esegorditodeallá,venaquí…Esoes…

    Bueno,empezamos…¿Cómotellamas,pequeño?—Alcestes—dijoAlcestes.—¿Alchesches?—preguntóelseñorMachomuyextrañado.—¡Quierehacermeelfavordenohablarconlabocallena!—dijoeldirector.—Bueno—dijoAlcestes—,estabacomiendouncroissantcuandomellamaron.

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  • —Uncrois…¿Esqueahorasecomeenclase?—gritóeldirector—.¡Muybien!¡Perfecto!¡Castigado!Yaarreglaremosmástardeeseasunto.¡Ydejesucroissantenlamesa!

    Entonces Alcestes lanzó un gran suspiro, dejó su croissant en la mesa de lamaestra,ysefuecastigadoaunrincón,dondeempezóacomerunbollodelechequesacódelbolsillode supantalón,mientrasel señorMacho limpiabaelmicrocon lamanga.

    —Perdóneles—dijoeldirector—,sonmuyjóvenesyalgodistraídos.—¡Oh! Estamos acostumbrados —dijo el señor Macho, riendo—. En nuestra

    última encuesta hemos entrevistado a los cargadores del muelle, que estaban enhuelga.¿Verdad,Pedrito?

    —¡Quétiemposaquellos!—dijodonPedrito.YdespuéselseñorMachollamóaEudes:—¿Cómotellamas,pequeño?—preguntó.—¡Eudes!—gritóEudes,ydonPedritosequitólascosasqueteníaenlosoídos.—¡No tan fuerte!—dijo el señorMacho—. Para eso se ha inventado la radio,

    paraqueteoiganmuylejossingritar.Bueno,empezamosotravez.¿Cómotellamas,pequeño?

    —Bueno,Eudes,yaselohedicho—dijoEudes.—No,no tienesquedecirqueyame lohasdicho—dijoelseñorMacho—.Te

    preguntotunombre,melodices,yseacabó.¿Preparado,Pedrito?…Bien,volvemosaempezar…¿Cómotellamas,pequeño?

    —Eudes—dijoEudes.—¡Comosinolosupiéramos!—dijoGodofredo.—¡Fuera,Godofredo!—dijoeldirector.—¡Silencio!—gritóelseñorMacho.—¡Eh!¡Aversiavisasantesdegritar!—dijodonPedrito,quesequitólascosas

    que tenía en los oídos. El señor Macho se puso la mano en los ojos, esperó unmomentito, quitó la mano y le preguntó a Eudes lo que le gustaba hacer paradistraerse.

    —Soyterriblealfútbol—dijoEudes—.¡Lespegounaspalizas!—Noescierto—dije—,ayererasportero,¡ytemetimoslosquequisimos!—¡Sí!—dijoClotario.—¡Rufohabíapitadofueradejuego!—dijoEudes.—Claro—dijoMajencio—,jugabaentuequipo.Hedichomilesdevecesqueun

    jugadornopuedeserárbitroalmismotiempo,aunqueelsilbatoseasuyo.—¿Quieresunpuñetazoen lanariz?—preguntóEudes,y eldirector lo castigó

    paraeljueves.EntonceselseñorMachodijoqueaquelloeraunatomaduradepelo;donPedritometiótodaslascosasenlamaleta,ysemarcharonlosdos.

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  • Alasocho,estatarde,encasa,ademásdepapáymamá,estabanlosBiédurt,losCourteplaque, que son nuestros vecinos; el señor Barlier, que trabaja en lamismaoficinadepapá;tambiénestabatitoEugenio,ytodosestábamosalrededordelaradioparaoírmehablar.Alaabuelalaavisarondemasiadotardeynohabíapodidovenir,perooía la radioensucasaconunosamigos.Mipapáestabamuyorgullosoymepasaba la mano por el pelo, diciendo: «¡Bueno! ¡Bueno!» ¡Todos estaban muycontentos!

    Peronoséquépasóenlaradio;alasocho,sólohubomúsica.¡Mediomuchapena,sobretodoporelseñorMachoydonPedrito!¡Debieronde

    llevarseunadesilusión!

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  • MaríaEduvigis

    Mamámedejóinvitaralosamiguetesdelaescuelaamerendaracasa,ytambiéninvitéaMaríaEduvigis.MaríaEduvigis tieneelpeloamarillo,ojosazules,yes lahijadelosCourteplaque,quevivenenlacasadeallado.

    Cuando llegaron los amiguetes,Alcestes se fue enseguida al comedor, paraverqué había de merienda, y cuando volvió, me preguntó: «¿Falta aún alguien? Hecontadolassillasysobrauntrozodetarta».EntoncesdijequehabíainvitadoaMaríaEduvigis,ylesexpliquéqueeralahijadelosCourteplaque,quevivenenlacasadeallado.

    —¡Peroesunaniña!—dijoGodofredo.—Bueno,¿yqué?—lecontesté.—Nosotrosnojugamosconniñas—dijoClotario—;siviene,nolehablaremosni

    jugaremosconella;no,¡sólofaltabaeso!…—Ami casa invito a quien quiero—dije—, y si no te gusta, puedo darte una

    torta.Peronotuvetiempodeocuparmedelatorta,porquellamaronalapuertayentró

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  • MaríaEduvigis.María Eduvigis llevaba un traje hecho con la misma tela que las cortinas del

    salón,peroverdeoscuro,conuncuelloblancotodollenodeagujeritosenlosbordes.EstabafenómenoMaríaEduvigis;perolofastidiosoesquehabíatraídounamuñeca.

    —Bueno, Nicolás —me dijo mamá—, ¿no presentas a tu amiguita a tuscompañeros?

    —ÉsteesEudes—dije—,ydespuésestánRufo,Clotario,Godofredoy,además,Alcestes.

    —Ymimuñeca—dijoMaríaEduvigis—,sellamaChantal;suvestidoesdeseda.Como nadie hablaba, mamá nos dijo que podíamos pasar a la mesa, que la

    meriendaestabaservida.MaríaEduvigisestabasentadaentreAlcestesyyo.Mamános sirvió el chocolate y los trozos de tarta; estaba muy buena, pero nadie hacíaruido; sediríaqueestábamosenclase,cuandovieneel inspector.YdespuésMaríaEduvigissevolvióaAlcestesyledijo:

    —¡Quédeprisacomes!¡Nuncahevistoanadiecomertandeprisacomotú!¡Esformidable!

    Ydespuésmoviólospárpadosmuydeprisa,variasveces.Alcestes nomovió nada los párpados;miró aMaría Eduvigis, se tragó el gran

    pedazodetartaqueteníaenlaboca,sepusomuycoloradoydespuéssoltóunarisaboba.

    —¡Bah!—dijoGodofredo—.Yo puedo comer tan deprisa como él, ¡e inclusomásdeprisa,siquiero!

    —Estásdebroma—dijoAlcestes.—¡Oh!MásdeprisaqueAlcestes,meextrañaríamucho—dijoMaríaEduvigis.YAlcestessoltódenuevosurisaboba.EntoncesGodofredodijo:—¡Vasaver!Ysepusoacomersesu tartaa todavelocidad.Alcestesnopodíahacercarreras

    conél,porqueyahabíaacabadosutrozodetarta,perolosotrosempezarontambién.—¡Gané!—gritóEudes,lanzandomigasportodaspartes.—¡Novale!—dijoRufo—.¡Casinoquedabatartaentuplato!—¡Nomedigas!—dijoEudes—.¡Loteníalleno!—Nomehagasreír—dijoClotario—.Elque teníael trozomásgrandeerayo,

    ¡demodoqueheganado!Yoteníamuchasganas,denuevo,dedarleunatortaaesetramposodeClotario;

    peroentrómamáymirólamesaconlosojosmuyabiertos.—¿Cómo?—preguntó—.¿Yahabéisacabadolatarta?—Yo aún no—contestóMaría Eduvigis, que come a bocaditos, y eso le lleva

    muchotiempo,porqueantesdemeterseenlabocalostrocitosdetarta,selosofreceasumuñeca;perolamuñeca,claro,noselostoma.

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  • —Bueno—dijomamá—,cuandoacabéis,podéissalirajugaraljardín;hacebuentiempo.

    Ysemarchó.—¿Tieneselbalóndefútbol?—mepreguntóClotario.—Buenaidea—dijoRufo—,porquequizáseáisbuenosenesode tragar trozos

    de tarta; pero en fútbol, ya es otra cosa. ¡Ahí, cojo el balón y regateo a todo elmundo!

    —¡Nomehagasreír!—dijoGodofredo.—ElqueesterribleconlasvolteretasesNicolás—dijoMaríaEduvigis.—¿Volteretas?—dijoEudes—.Elmejordandovolteretassoyyo.Haceañosque

    doyvolteretas.—¡Qué caradura! —dije yo—; sabes perfectamente que el campeón de las

    volteretassoyyo.—¡Tecojolapalabra!—dijoEudes.Ysalimosaljardín,conMaríaEduvigis,queporfinhabíaacabadosutarta.En el jardín, Eudes y yo nos pusimos enseguida a dar volteretas. Y después

    Godofredodijoquenoteníamosniidea,ytambiénéldiosusvolteretas.Rufonoesmuybueno, laverdad,yClotario tuvoqueparar enseguida,porque

    perdió en la hierba una canica que tenía en el bolsillo.MaríaEduvigis aplaudía, yAlcestes comía con unamano un bollo de leche que se había traído de casa paradespuésdemerendar,yconlaotrasosteníaaChantal,lamuñecadeMaríaEduvigis.

    Lo que me extrañó es que Alcestes ofrecía trozos de bollo a la muñeca;normalmentenoofrecenuncanada,niasusamiguetes.

    Clotario,quehabíaencontradosucanica,dijo:—¿Aquenosabéishaceresto?Yempezóaandarconlasmanos.—¡Oh!—dijoMaríaEduvigis—.¡Esformidable!Esodeandarconlasmanosesmásdifícilquedarvolteretas;lointenté,perome

    caíasiempre.Eudes lohacebastantebien,y sequedósobre lasmanosmás tiempoqueClotario.QuizáesporqueClotariotuvoquevolverabuscarsucanica,queselehabíacaídootravezdelbolsillo.

    —¡Andarconlasmanosnosirveparanada!—dijoRufo—.¡Loqueesmuyútilessabertreparalosárboles!

    YRufoempezóa treparal árbol; tengoquedecirquenuestroárbolnoesnadafácil,porquenotienemuchasramas,ylasramasquetieneestántodasarriba,cercadelashojas.

    Entoncestodosnosreímosmucho,porqueRufosesujetabaalárbolconlospiesylasmanos,peronoavanzabamuydeprisa.

    —¡Quítatedeahí!Yoteenseñaré—dijoGodofredo.

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  • PeroRufo no quería soltar el árbol; entoncesGodofredo yClotario trataron detreparlosdosalavez,mientrasRufogritaba:

    —¡Miradme!¡Miradme!¡Estoysubiendo!Esunasuertequepapánoestuvieraallí,porquenolegustanadaquesehagael

    payaso con el árbol del jardín. Eudes y yo, como no quedaba sitio en el árbol,dábamosvolteretas,yMaríaEduvigiscontabaparaverquiéndabamás.

    YdespuéslaseñoraCourteplaquegritódesdesujardín:—¡MaríaEduvigis!¡Ven!¡Eslahoradetuclasedepiano!EntoncesMaríaEduvigisrecogiósumuñecadelosbrazosdeAlcestes,nosdijo

    adiósconlamanoysemarchó.Rufo,ClotarioyGodofredosoltaronelárbol,EudesdejódedarvolteretasyAlcestesdijo:

    —Sehacetarde;mevoy.Ysemarcharontodos.Fueundíafenómenoynoslopasamosestupendamente;

    peromepreguntosiMaríaEduvigissedivirtió.La verdad es que no fuimos muy amables con María Eduvigis. Casi no le

    hablamosyjugamosentrenosotros,comosiellanoestuvieraallí.

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  • Filatelias

    Rufollegóterriblementecontentoalaescuelaestamañana.Nosenseñóuncuadernomuynuevoquellevaba,yenlaprimerapágina,arribaalaizquierda,habíaunsellopegado.Enlasdemáspáginasnohabíanada.

    —Empiezounacoleccióndesellos—nosdijoRufo.Y nos explicó que fue su papá quien le dio la idea de hacer una colección de

    sellos; que eso se llama filatelia y que era terriblemente útil, porque se aprendíahistoria y geografía mirando los sellos. Su papá le había dicho también que unacoleccióndesellospodíavalermontonesymontonesdedinero,yquehabíahabidounreydeInglaterraqueteníaunacolecciónquevalíaterriblementecara.

    —Loqueestaríamuybien—nosdijoRufo—,esquevosotroshicieraiscoleccióndesellos;entoncespodríamoscambiarlos.Papámedijoqueasíescomose llegaahacercoleccionesformidables.Perolossellosnotienenqueestarrotos,ysobretodoesprecisoquetengantodoslosdientes.

    Cuandolleguéacasaacomer,lepedíenseguidaamamáquemedierasellos.—¿Aquévieneesoahora?—preguntómamá—.Vetealavarlasmanosynome

    deslalatacontusideasdescabelladas.—¿Para qué quieres sellos, jovencito? —me preguntó papá—. ¿Tienes que

    escribircartas?—No,bueno—dije—;esparahacerfilatelia,comoRufo.—¡Eso está muy bien! —dijo papá—. ¡La filatelia es una ocupación muy

    interesante!Coleccionandosellosseaprendenmontonesdecosas,sobretodohistoriaygeografía.Y,además,¿sabes?,unacolecciónbienhechapuedevalermucho.HubounreydeInglaterraqueteníaunacolecciónquevalíaunaverdaderafortuna.

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  • —Sí—dijeyo—.Entonces,conmiscompañeros,haremoscambiosytendremoscoleccionesterribles,consellosllenosdedientes…

    —Sí—dijopapá—.Encualquiercaso,prefierovertecoleccionarsellosenvezdeesosjuguetesinútilesquellenantusbolsillosytodalacasa.Yahoravasaobedeceramamá:vasa lavarte lasmanos,vasavenira lamesa,y,despuésdecomer, tedaréalgunossellos.

    Ydespuésdecomer,papábuscóensudespachoyencontrótressobres,enlosquerompiólaesquinadondeestabanlossellos.

    —¡Ya estás en camino de hacer una colección formidable! —me dijo papá,riendo.

    Yyolobesé,porquetengoelpapámásestupendodelmundo.Cuando llegué a la escuela, esta tarde, había varios amiguetes que habían

    empezadocolecciones;Clotarioteníaunsello,GodofredoteníaotroyAlcestesteníauno, pero todo roto, asqueroso, lleno de mantequilla, y le faltaban montones dedientes. Yo, conmis tres sellos, tenía la colecciónmás estupenda. Eudes no teníasellosynosdijoqueéramostontosyqueesonoservíaparanada;queaéllegustabamáselfútbol.

    —Eltontoerestú—dijoRufo—.SielreydeInglaterrahubierajugadoalfútbolenlugardecoleccionarsellos,nohabríasidorico.Quizáinclusonihabríasidorey.

    Tenía toda la razónRufo; pero como tocó la campana para entrar en clase, nopudimoscontinuarhaciendofilatelias.

    Enelrecreo,nospusimostodosahacercambios.—¿Quiénquieremisello?—preguntóAlcestes.—Tienesunselloquemefalta—ledijoRufoaClotario—.Telocambio.—Deacuerdo—dijoClotario—.Tecambiomisellopordossellos.—¿Yporquévoyadartedossellosportusello,simehaceselfavor?—preguntó

    Rufo—.Porunsellodoyotrosello.—Yosíquecambiaríamiselloporunsello—dijoAlcestes.YdespuéselCaldoseacercóanosotros.ElCaldoesnuestrovigilanteydesconfía

    cuando nos ve a todos juntos, y como siempre estamos juntos, porque somos ungrupodecompañerosfenómeno,elCaldodesconfíatodoeltiempo.

    —¡Mírenmebienalosojos!—nosdijoelCaldo—.¿Quéestántramandoahora,malahierba?

    —Nada, señor —dijo Clotario—. Hacemos filatelias, o sea, que cambiamossellos.Unsellopordossellos,oalgoasí,parahacercoleccionesestupendas.

    —¿Filatelia?—dijoelCaldo—.¡Esoestámuybien!Muyinstructivo,sobretodoen lo concerniente a la historia y a la geografía. Y, además, una buena colecciónpuedellegaravalermucho…Hubounreydenoséquépaís,ynomeacuerdodesunombre,queteníaunacolecciónquevalíaunafortuna…Bueno,hagansuscambios

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  • peropórtensebien.ElCaldosemarchóyClotariotendiósumano,conelsellodentro,aRufo.—Entonces,¿deacuerdo?—preguntóClotario.—No—contestóRufo.—Yoestoydeacuerdo—dijoAlcestes.Y,después,EudesseacercóaClotario,y,¡hale!,lequitóelsello.—¡Yotambiénvoyaempezarunacolección!—gritóEudes,riendo.Y echó a correr. Clotario no se reía, corría detrás de Eudes gritándole que le

    devolvierasusello,asquerosoladrón.Entonces,Eudes,sindetenerse,lamióelselloyselopegóenlafrente.

    —¡Eh, chicos! —gritó Eudes—. ¡Mirad! ¡Soy una carta! ¡Soy una carta poravión!

    Y Eudes abrió los brazos y empezó a correr haciendo «braom, braom»; peroClotario consiguió ponerle la zancadilla, y Eudes cayó, y empezaron a pelearseterriblemente,yelCaldovolviócorriendo.

    —¡Oh! ¡Ya sabía yo que no podía confiar en ustedes!—dijo el Caldo—. Sonincapaces de distraerse inteligentemente. ¡Ustedes dos, castigados!… Y, además,usted,Eudes,vaahacermeelfavordedespegarseeseridículoselloquetieneenlafrente.

    —Si,perodígalequetengacuidadodenoromperlosdientes—dijoRufo—.Esunodelosquemefaltan.

    YelCaldolomandócastigado,conClotarioyEudes.LosúnicoscoleccionistasquequedábamoséramosGodofredo,Alcestesyyo.—¡Eh,chicos!¿Noqueréismisello?—preguntóAlcestes.—Tecambiotustressellospormisello—medijoGodofredo.—¿Estás loco?—lepregunté—.Siquieresmis tressellos,dametressellos,¡no

    faltabamás!Porunsello,tedoyunsello.—Yosíquierocambiarmiselloporunsello—dijoAlcestes.—¿Yquéventajasaco?—medijoGodofredo—.¡Sonlosmismossellos!—Entonces,¿noqueréismisello?—preguntóAlcestes.—Yoestoydeacuerdoendartemistressellos—ledijeaGodofredo—,simelos

    cambiasporalgobueno.—¡Vale!—dijoGodofredo.—Está bien; ya que nadie quieremi sello, ¡mirad lo que hago con él!—gritó

    Alcestes,yrompiósucolección.Cuandolleguéacasa,delomáscontento,papámepreguntó:—¿Qué,jovenfilatélico,cómomarchaesacolección?—Estupendamente—ledije.YleenseñélasdoscanicasquemehabíadadoGodofredo.

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  • Majencioelmago

    Todos los compañeros estábamos invitados amerendar en casadeMajencio, y esonos extrañó, porqueMajencio nunca invita a nadie a su casa. Sumamáno quiere;peronosexplicóquesutío,elqueesmarino,aunqueyocreoqueesunamentirayque no esmarino, le ha regalado una caja demagia, y no es nada divertido hacermagia si no hay nadie que mire, y por eso la mamá de Majencio le permitióinvitarnos.

    Cuando llegué, todos los compañeros estaban allí, y lamamádeMajencio nossirviólamerienda:téconlecheytostadas;nomuyformidable.

    TodosmirábamosaAlcestes,quesecomía losdosbollitosdechocolatequesehabía traído de su casa, y es inútil pedirle, porque Alcestes, que es un buencompañero,osprestaráloquesea,peroacondicióndequenoseacomestible.

    Despuésdemerendar,Majencionoshizoentrarenelsalón,dondehabíapuestolas sillas en fila, como en casa de Clotario cuando su papá nos hace guiñol; yMajenciosepusodetrásdeunamesa,yenlamesaestabalacajademagia.

    Majencioabriólacaja;estaballenadecosas,ycogióunavaritayundadomuygrande.

    —¿Veisestedado?—dijoMajencio—.Apartequeesmuygrande,escomotodoslosdados.

    —No—dijoGodofredo—;estáhueco,ydentrohayotrodado.MajencioabriólabocaymiróaGodofredo.—¿Ytúquésabes?—preguntóMajencio.—Lo sé porque tengo en casa la misma caja —contestó Godofredo—; me la

    regalómipapácuandomepusieronunseisenortografía.—Entonces,¿tienetruco?—preguntóRufo.

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  • —¡No, señor! ¡No tiene truco! —gritó Majencio—. Lo que pasa es queGodofredoesuncochinoembustero.

    —¡Claroqueestáhuecotudado!—dijoGodofredo—,ycomorepitasquesoyuncochinoembustero,¡teganarásunatorta!

    Peronosepegaron,porquelamamádeMajencioentróenelsalón.Nosmiró,sequedóunmomento,ydespuéssemarchó,lanzandounsuspiroyllevándoseunjarrónquehabíaencimadelachimenea.

    Amímeinteresóelasuntodeldadohueco,ymeacerquéalamesaparaverlo.—¡No!—gritóMajencio—.¡No!¡Vuelveatusitio,Nicolás!Notienesderechoa

    mirardecerca.—¿Yporqué?—pregunté.—Porquehayuntruco,seguro—dijoRufo.—Claro que sí—dijoGodofredo—; el dado está hueco, y entonces, cuando lo

    ponesenlamesa,eldadoqueestádentro…—Sicontinúas—gritóMajencio—,¡tevuelvesatucasa!YlamamádeMajencioentróenelsalón,ysalióotravezconunaestatuillaque

    estabaenelpiano.EntoncesMajenciodejóeldadoycogióunaespeciedecacerola.—Estacacerolaestávacía—dijoMajencio,enseñándonosla.YmiróaGodofredo,peroGodofredoestabaocupadoenexplicarleelasuntodel

    dadohuecoaClotario,quenolohabíaentendido.—Yasé—dijoJoaquín—,lacacerolaestávacía,yvasasacardeellaunapaloma

    blanca.—Siloconsigue—dijoRufo—,esquehayuntruco.—¿Unapaloma?—dijoMajencio—.¡Nadadeeso!¿Dedóndequieresquesaque

    unapaloma,imbécil?—Vi en la tele a un mago y sacaba montones de palomas de todas partes…

    ¡Imbécilloserástú!—contestóJoaquín.—Ante todo—dijoMajencio—,aunquequisiera,no tengoderechoa sacaruna

    palomade la cacerola;mimamánoquiereque tengaanimales encasa; lavezquetrajeunratón,searmóunlío…Y¿quiénesimbécil,porfavor?

    —Es una lástima—dijo Alcestes—, las palomas son fenómenas. No sonmuygordas,pero¡estánformidablesconguisantes!Parecenpollo.

    —Elimbécilerestú—dijoJoaquínaMajencio—;túsíqueeresimbécil.YlamamádeMajencioentró;mepreguntosinoestabaescuchandodetrásdela

    puerta, y nos dijo que fuéramos buenos y tuviésemos cuidado con la lámpara delrincón.

    Cuando se marchó, tenía una pinta terriblemente preocupada la mamá deMajencio…

    —¿Lacacerolaescomoeldado?—preguntóClotario—.¿Estáhueca?

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  • —Notodalacacerola,sóloelfondo—dijoGodofredo.—Esuntruco,vamos—dijoRufo.EntoncesMajencioseenfadó,nosdijoquenoéramosbuenoscompañerosycerró

    lacajademagiaynosdijoqueyanoharíamásnúmeros.Y se enfurruñó, y nadie dijo nada. Entonces la mamá de Majencio entró

    corriendo.—¿Quépasaaquí?—gritó—.¡Noosoigo!—Sonellos—dijoMajencio—;nomedejanhacermisnúmeros.—Mirad,niños—dijolamamádeMajencio—.Meencantaqueosdivirtáis,pero

    tenéisqueserbuenos.Sino,osvolveréisacasa.Ahoratengoquesalirahacerunascompras, y cuento con que os portéis como niños mayores y razonables; tenedcuidadoconelrelojqueestáencimadelacómoda.

    YlamamádeMajencionosmiróaúnunrato,ysemarchómeneandolacabezacomodiciendono,conlosojoshaciaeltecho.

    —Bueno —dijo Majencio—, ¿veis esta bola blanca? Pues voy a hacerladesaparecer.

    —¿Esuntruco?—preguntóRufo.—Sí—dijoGodofredo—,vaaesconderlayametérselaenelbolsillo.—¡No, señor!—gritóMajencio—. ¡No, señor!Voy a hacerla desaparecer. ¡Del

    todo!—Claroqueno—dijoGodofredo—,nolaharásdesaparecer,yotedigoquetela

    vasameterenelbolsillo.—Entonces,¿vaonoahacerdesaparecersubolablanca?—preguntóEudes.—Podríahacerladesaparecerperfectamenteesabola,siquisiera—dijoMajencio

    —.Peronoquiero,porquenosoisbuenoscompañeros,¡yseacabó!¡Ymamátienerazóncuandodicequesoisunhatajodevándalos!

    —¡Ah! ¿Qué decía yo?—gritó Godofredo—. Para hacer desaparecer la bola,habíaqueserunmago«deverdad»¡ynodepega!

    EntoncesMajencioseenfadóycorrióhaciaGodofredoparadarleunabofetada,yaGodofredo lacosano legustó,yentonces tiró lacajademagiaal suelo; sepusohechounafiera,yMajencioyélempezaronadarsemontonesdetortas.Nosotrosnosreíamosmucho,ydespuéslamamádeMajencioentróenelsalón.Noparecíanadacontenta.

    —¡Todosavuestrascasas!¡Enseguida!—nosdijolamamádeMajencio.Entonces nosmarchamos, y yo estaba bastante desilusionado, aunque pasamos

    unatardeestupenda,porquemehabríagustadoveraMajenciohaciendosusnúmerosdemagia.

    —¡Bah!—dijoClotario—.CreoqueRufotienerazón;Majencionoescomolosmagosdeverdaddelatele;élsólosabetrucos.

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  • Lalluvia

    Meencantalalluviacuandoesmuy,muyfuerte,porqueentoncesnovoyalaescuelaymequedoencasayjuegoconeltreneléctrico.Perohoynollovíabastanteytuvequeiraclase.Perodetodosmodos,yalosabéis,conlalluviasepasabien;unosediviertelevantandolacabezayabriendolabocaparatragarlasgotasdeagua,seandaporloscharcosysedangrandespatadasparasalpicaraloscompañeros,sedivierteunopasandopordebajodeloscanalones,yhacemuchofríocuandoelaguaentraporel cuello de la camisa, porque, claro, no vale la pena pasar por debajo de loscanalonesconelimpermeableabotonadohastaelcuello.Lofastidiosoesque,enelrecreo,nonosdejanbajaralpatioparaquenonosmojemos.Enclase,laluzestabaencendida, y resultaba muy gracioso, y una cosa que me encanta es mirar en lasventanas las gotas de agua que hacen carreras para llegar abajo. Parecen ríos. Y

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  • despuéstocólacampana,ylamaestranosdijo:«Bueno,eselrecreo.Podéishablarentrevosotros,peroportaosbien».

    Entoncestodosempezamosahablaralavez,yhacíamosmuchoruido;habíaquegritar fuerte para hacerse oír, y la maestra lanzó un suspiro, se levantó y salió alpasillo,dejando lapuertaabierta,ysepusoahablarcon lasotrasmaestras,quenoson tan estupendas como la nuestra, y por eso tratamos de no hacerla rabiardemasiado.

    —Vamos—dijoEudes—.¿Jugamosabalóntiro?—¿Estásloco?—dijoRufo—.Sevaaarmarunfollónconlamaestra,y,además,

    seguramenteromperemosalgúncristal.—Bueno—dijoJoaquín—,¡puesabrimoslasventanas!Era una idea terriblemente buena, y fuimos todos a abrir las ventanas, salvo

    Agnan,querepasabasuleccióndehistoria,leyéndolaenvozalta,conlasmanosenlos oídos. ¡Está loco esteAgnan!Y, después, abrimos las ventanas; era fenómeno,porqueelvientosoplabahacialaclaseynosdivertimosrecibiendoelaguaenlacara,ydespuésoímosungrangrito:eralamaestra,queacababadeentrar.

    —¡Estáis locos! —gritó la maestra—. ¿Queréis cerrar inmediatamente esasventanas?

    —Esparajugaralbalóntiro,señorita—leexplicóJoaquín.Entonceslamaestranosdijoquenihablardejugaralapelota;noshizocerrarlas

    ventanasynosdijoquenossentáramostodos.Perolofastidiosoesquelospupitresque estaban cerca de las ventanas estaban todos mojados, y el agua, aunque esestupenda cuando da en la cara, es fastidiosa para sentarse encima. La maestralevantólosbrazos,dijoqueéramosinsoportablesydijoquenoslasarregláramosparaacomodarnosenlospupitressecos.Entoncessearmóunpocodefollón,porquecadauno buscaba dónde sentarse, y había pupitres donde había cinco compañeros, ycuandosomosmásdetrescompañerosestamosdemasiadoapretadosenlospupitres.YoestabaconRufo,ClotarioyEudes.Ydespués lamaestragolpeó lamesacon laregla, y gritó: «¡Silencio!» Nadie dijo nada, salvo Agnan, que no la había oído ycontinuó repasando su lección de historia. Hay que decir que estaba solo en supupitre,porquenadietieneganasdesentarsealladodeeseasquerosoniñomimado,salvodurante losejercicios.YdespuésAgnanlevantólacabeza,vioa lamaestraydejódehablar.

    —Bien —dijo la maestra—. ¡No quiero volver a oíros! ¡A la menorinconveniencia,actuaréconrigor!¿Entendido?Yahorarepartirosunpocomejorporlospupitres,yensilencio.

    Entonces, todos nos levantamos y, sin decir nada, cambiamos de sitio; no erabuen momento para hacer el tonto: ¡la maestra tenía una pinta terriblementeenfadada! Yo me senté con Godofredo, Majencio, Clotario y Alcestes, y no

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  • estábamosmuybien,porqueAlcestesocupaunsitioterribleysueltamigasportodaspartesconsus tostadas.Lamaestranosmiróunbuenrato, lanzóungransuspiroysaliódenuevoahablarconlasotrasmaestras.

    Y después Godofredo se levantó, fue al encerado y, con la tiza, dibujó unmonigote divertidísimo, aunque le faltaba la nariz, y escribió: «Majencio es unimbécil». Eso nos hizo reír, salvo a Agnan, que había vuelto a su historia, y aMajencio, que se levantó y fue haciaGodofredo a darle una bofetada;Godofredo,claro, se defendió, y, apenas nos pusimos todos de pie gritando, entró corriendo lamaestra,yestabamuycolorada,conojosfuriosos;nolahabíavistoasídeenfadadadesde hace una semana, por lomenos.Y, después, cuando vio el encerado, fue lopeor.

    —¿Quiénhahechoeso?—preguntólamaestra.—Godofredo—contestóAgnan.—¡Chivatoasqueroso!—gritóGodofredo—.¡Tevasaganarunatorta!,¿sabes?—Sí—gritóMajencio—.¡Dale,Godofredo!Entoncesfueterrible.Lamaestraseencolerizóterriblemente,golpeóconlaregla

    montonesdevecesensumesa.Agnansepusoagritarya llorar;dijoquenadie loquería, que era injusto, que todos se aprovechaban de él, que iba a morirse y aquejarseasuspadres,ytodosestábamosdepie,ytodosgritábamos;sepasóbien.

    —¡Siéntense!—gritólamaestra—.Porúltimavez,¡siéntense!¡Noquierovolveraoírles!¡Siéntense!

    Entonces nos sentamos.Yo estaba conRufo,Majencio y Joaquín, y el directorentróenclase.

    —¡Depie!—dijolamaestra.—¡Siéntense!—dijoeldirector.Ydespuésnosmiróylepreguntóalamaestra:—¿Qué ocurre aquí? ¡Se oye gritar a sus alumnos en toda la escuela! ¡Es

    insoportable!Y,además,¿porquéestánsentadoscuatroocincoenunbanco,cuandohaysitiosvacíos?¡Quecadaunovuelvaasusitio!

    Nos levantamos todos, pero la maestra le explicó al director el asunto de losbancosmojados.

    El director pareció asombrado y dijo que bueno, que volviéramos al sitio queacabábamosdedejar.

    EntoncesyomesentéconAlcestes,Rufo,Clotario,JoaquínyEudes;estábamosterriblemente apretados. Y después el director señaló el encerado con el dedo, ypreguntó:

    —¿Quiénhahechoeso?¡Vamos!¡Pronto!Y Agnan no tuvo tiempo de hablar, porque Godofredo se levantó llorando y

    diciendoquenoeraculpasuya.

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  • —Demasiado tarde para quejas y lloriqueos, amiguito—dijo el director—. Sedeslizaustedporunamalapendiente,laqueconducealpresidio;¡perovoyaquitarlelacostumbredeutilizarunvocabulariogroseroydeinsultarasuscondiscípulos!Vaacopiarme quinientas veces lo que ha escrito en el encerado. ¿Entendido?… Y encuantoalosdemás,aunquehaparadodellover,nobajaránustedesalpatioderecreohoy.Esolesenseñaráarespetarladisciplina;¡sequedaránenclase,vigiladosporsumaestra!

    Y cuando el director se marchó, nos sentamos Godofredo, Majencio y yo en,nuestro banco, y nos dijimos que la maestra era realmente estupenda, y que nosquería mucho, aunque a veces la hacíamos rabiar. ¡Era ella la que parecía másfastidiadadetodoscuandosupoquenotendríamosderechoabajarhoyalpatio!

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  • Elajedrez

    El domingo hacía frío y llovía, pero no me molestaba, porque estaba invitado amerendarencasadeAlcestes,yAlcestesesunbuencompañero,queesmuygordo,yal que le encanta comer, y conAlcestes siempre se pasa bien, incluso cuando nospeleamos.

    CuandolleguéacasadeAlcestes,meabriólapuertasumamá,porqueAlcestesysupapáyaestabanalamesaymeesperabanparamerendar.

    —Llegasconretraso—medijoAlcestes.—Nohablesconlabocallena—dijosupapá—,ypásamelamantequilla.Demeriendatomamoscadaunodostazasdechocolate,unpasteldecrema,pan

    tostado con mantequilla y mermelada, salchichón, queso, y, cuando acabamos,Alcestespreguntóasumamásipodía tomarunpocode lafabadaquequedabadelmediodía,porquequeríaqueyolaprobase;perosumamácontestóqueno,queesonosquitaríaelapetitopara lacena,yqueademásnoquedabafabadadelmediodía.Yo,detodasformas,yanoteníahambre.

    Ydespuésnoslevantamosparairajugar,perolamamádeAlcestesnosdijoquetendríamos que portarnos bien, y, sobre todo, que no desordenáramos el cuarto,porquesehabíapasadotodalamañanaarreglándolo.

    —Vamosajugarconeltren,conloscochecitos,alascanicasyconelbalóndefútbol—dijoAlcestes.

    —¡No!¡Nadadeeso!—dijolamamádeAlcestes—.Noquieroquetuhabitaciónquedehechaundesbarajuste.¡Buscadjuegosmástranquilos!

    —Entonces,¿aqué?—preguntóAlcestes.—Tengo una idea—dijo el papá deAlcestes—.Voy a enseñaros el juegomás

    inteligentequeexiste.Idavuestrocuarto;ahoravoyyo.EntoncesfuimosalcuartodeAlcestes,yesciertoqueestabaterriblementebien

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  • ordenado,ydespuésllegósupapáconunjuegodeajedrezbajoelbrazo.—¿Alajedrez?—dijoAlcestes—.¡Sinosabemosjugar!—Justamente —dijo el papá de Alcestes—, voy a enseñaros; ya veréis, ¡es

    formidable!¡Yes ciertoqueesmuy interesante el ajedrez!ElpapádeAlcestesnos enseñó

    cómo se colocan las piezas en el tablero (¡a las damas, sí que soy terrible!), nosenseñólospeones,lastorres,losalfiles,loscaballos,elreyylareina,nosdijocómohabíaqueadelantarlos,yesonoesnadafácil,ytambiéncómohabíaquehacerparacomerlaspiezasdelenemigo.

    —Escomounabatallacondosejércitos—dijoelpapádeAlcestes—,yvosotrossoislosgenerales.

    YdespuéselpapádeAlcestescogióunpeónencadamano,cerrólospuños,medioaescoger,metocaronlasblancasyempezamosajugar.ElpapádeAlcestes,quees fenómeno, se quedó con nosotros para darnos consejos y decirnos cuándo nosequivocábamos. Lamamá deAlcestes vino y parecía contenta al vernos sentados,alrededordelpupitredeAlcestes,jugando.YdespuéselpapádeAlcestesmovióunalfilydijo,riéndose,queyohabíaperdido.

    —Bueno—dijoelpapádeAlcestes—,creoqueyalohabéisentendido.Entonces,ahora,Nicolásvaacogerlasnegrasyvaisajugarlosdossolos.

    Y semarchó con lamamá deAlcestes, diciéndole que todo consistía en saberarreglárselas,yquesirealmentenoquedabaniunpocodefabada.

    Lofastidiosoconlaspiezasnegrasesqueestabanunpocopegajosas,porculpadelamermeladaqueAlcestessiempretieneenlosdedos.

    —Comienzalabatalla—dijoAlcestes—.¡Adelante!¡Bum!Yadelantóunpeón.Entoncesyohiceavanzarmicaballo,yelcaballoeselmás

    difícildemover,porquevatodorectoydespuésvadelado,perotambiéneselmásestupendo,porquepuedesaltar.

    —¡Lanzarotenotemeasusenemigos!—grité.—¡Adelante!¡Ran,pataplán!¡Ran,ran,pataplán!—contestóAlcestes,haciendo

    eltamboryempujandoavariospeonesconelrevésdelamano.—¡Eh!—dije—.¡Notienesderechoahacereso!—¡Defiéndete comopuedas, canalla!—gritóAlcestes, que vino conmigo a ver

    una película llena de caballeros y de castillos en la televisión, el jueves, a casa deClotario. Entonces, con las dos manos, empujé también mis peones, haciendo elcañónylaametralladora,«ratatatatá»,ycuandomispeonesseencontraronconlosdeAlcestes,montonesdeellossecayeron.

    —¡Eh,unmomento!—medijoAlcestes—.¡Esonovale!¡Haceslaametralladorayenaqueltiemponolashabía!Essóloelcañón,¡bum!,olasespadas,¡chas,chas!Sivasahacertrampas,novalelapenajugar.

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  • ComoAlcestes tenía razón, le dije que de acuerdo, y continuamos jugando alajedrez.Adelantémi alfil, pero tuve problemas por culpa de todos los peones queestaban caídos en el tablero, yAlcestes, con el dedo, como jugando a las canicas,¡bang!,lanzómialfilcontramicaballo,quesecayó.

    Entoncesyohicelomismoconmitorre,queenviécontrasureina.—¡Esonovale!—medijoAlcestes—.¡Latorreavanzarectaytúlahastiradode

    lado,comounalfil!—¡Victoria!—grité—.¡Sonnuestros!¡Adelante,valientescaballeros!¡Porelrey

    Arturo!¡Rataplán!Y,conlosdedos,lancémontonesdepiezas;eraformidable.—Espera —me dijo Alcestes—. Con los dedos es demasiado fácil; ¿y si lo

    hiciéramosconcanicas?Lascanicasseríanbalas,¡bum!,¡bum!—Sí—dije—,peronohabríasitioeneltablero.—Bueno,esmuysencillo—dijoAlcestes—.Túteponesenunladodelcuartoy

    yomepondré en el otro extremo.Y ademásvale esconder las piezas detrás de laspatasdelacama,delasillaydelpupitre.

    Y después Alcestes fue a buscar las canicas a su armario, que estaba peorordenadoquesucuarto;habíamontonesdecosasquecayeronenlaalfombra,yyomemetíunpeónnegroenunamanoyunpeónblancoenlaotra,cerrélospuñosylediaescogeraAlcestes, alque le tocaron lasblancas.Empezamosa lanzarcanicashaciendo «¡bum!» cada vez, y como nuestras piezas estaban bien escondidas eradifícildarles.

    —Oye, ¿y si cogiéramos los vagones de tu tren y los cochecitos para hacer detanques?—dije.

    Alcestes sacó el tren y los coches del armario, metimos los soldados dentro ehicimosavanzarlostanques,brum,brum.

    —Peronuncaconseguiremosdarlesalossoldadosconlascanicas,siestándentrodelostanques—dijoAlcestes.

    —Podemosbombardearlos—dije.Entonceshicimoslosavionesconlasmanosllenasdecanicas,hacíamosbrumm,

    brumm,y,después,cuandopasábamosencimadelostanques,soltábamoslascanicas,¡bum! Pero las canicas no les hacían nada a los vagones y a los coches; entoncesAlcestessefueabuscarsubalóndefútbolymediootrobalón,rojoyazul,quelehabían comprado para ir a la playa, y empezamos a tirar los balones contra lostanques,yeraformidable.YdespuésAlcesteschutódemasiadofuerteyelbalóndefútbolfueadarcontralapuerta,rebotóhaciaelpupitre,dondetiróelfrascodetinta,yentrólamamádeAlcestes.

    ¡Estaba terriblementeenfadada lamamádeAlcestes! ledijoaAlcestesqueesanoche,alacena,sequedaríasinrepetirelpostreymedijoquesehacíatardeyque

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  • más valdría que volviera a casa de mi pobre madre. Y cuando me marché, aúngritabanencasadeAlcestes,aquienahoraregañabasupapá.

    ¡Esunalástimaquenohayamospodidocontinuar,porqueeljuegodelajedrezesfenómeno!Encuantohagabueno,iremosajugaraesoalsolar.

    Porque, claro, no es un juego para jugarlo dentro de una casa ese del ajedrez,¡brum,bum,bum!

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  • Losmédicos

    Cuandoentréenelpatiode la escuelaestamañana,Godofredovinohaciamí, conpintade fastidiado.Medijoquehabíaoídoa losmayoresdecirquevendríanunosmédicosahacernosradiografías.Ydespuésllegaronlosdemáscompañeros.

    —Esmentira—dijoRufo—.Losmayoressiemprecuentanmentiras.—¿Quéesmentira?—preguntóJoaquín.—Quevanavenirunosmédicosestamañanaavacunarnos—contestóRufo.—¿Creesquenoescierto?—preguntóJoaquín,terriblementepreocupado.—¿Quéesloquenoescierto?—preguntóMajencio.—Quevanavenirunosmédicosaoperarnos—contestóJoaquín.—¡Yonoquiero!—gritóMajencio.—¿Quéesloquenoquieres?—preguntóEudes.—¡Noquieroquemequitenlaapendicitis!—contestóMajencio.—¿Quéeslaapendicitis?—preguntóClotario.—Es lo quemequitaron cuando era pequeño—contestóAlcestes—.Demodo

    quevuestrosmédicosmehacenmorirderisa—yserió.YdespuéselCaldo—esnuestrovigilante—,tocólacampanaynospusimosen

    fila.Estábamostodosfastidiados,salvoAlcestes,quesereía,yAgnan,quenohabíaoídonadaporquerepasabasuslecciones.Cuandoentramosenclase,lamaestranosdijo:

    —Niños,estamañanavanavenirunosmédicospara…Ynopudocontinuar,porqueAgnanselevantódepronto.—¿Unosmédicos?—gritóAgnan—.¡Noquieroquemeveanlosmédicos!¡No

    iréalmédico!¡Mequejaré!¡Y,además,nopuedoiralmédico,estoyenfermo!Lamaestragolpeólamesaconlaregla,ymientrasAgnanlloraba,continuó:

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  • —Realmentenohayporquéalarmarse,niportarsecomobebés.Losmédicosvansimplementeamirarosporrayos,esonohacenadadedañoy…

    —Pero —dijo Alcestes—, a mí me han dicho que venían a quitarnos lasapendicitis.¡Amíesodelasapendicitismeparecebien,perolodelosrayosnomegustaunpelo!

    —¿Lasapendicitis?—gritóAgnan,yserevolcóporelsuelo.Lamaestraseenfadó,volvióagolpearlamesaconlaregla,ledijoaAgnanque

    seestuvieraquieto sinoqueríaque lepusieraunceroengeografía (era lahoradegeografía)ydijoquealprimeroquehablaseloharíaexpulsardelaescuela.Entoncesnadiedijonada,salvolamaestra:

    —Bueno —dijo—. Los rayos son simplemente una foto para ver si vuestrospulmones se hallan en buen estado. Además, ya os habrán visto por rayos,seguramente, y ya sabéis lo que es. Demodo que es inútil venir con cuentos; noservirádenada.

    —Pero,señorita—empezóClotario—,mispulmones…—Dejeasuspulmonesenpazyvengaalenceradoadecirnosloquesepasobre

    losafluentesdelLoira—ledijolamaestra,En cuanto acabó de interrogar a Clotario, y en cuanto lo mandó castigado al

    rincón,entróelCaldo.—Letocaasuclase,señorita—dijoelCaldo—Perfecto—dijolamaestra—.Enpie,ensilencioyenfila.—¿Tambiénloscastigados?—preguntóClotario.Perolamaestranopudocontestarle,porqueAgnanempezóotravezallorarya

    gritar que él no iría, y que si lo hubieran avisado habría traído una tarjeta de suspadres,yquemañanatraeríauna,yseagarrabaconlasdosmanosasupupitreydabapatadasportodaspartes.Entonceslamaestralanzóunsuspiroyseacercóaél.

    —Oye,Agnan—dijolamaestra—.Teaseguroquenotienesporquétenermiedo.Losmédicosnisiquieratetocarán;y,además,yaloverás,esdivertido;losmédicoshanvenidoenungrancamión,yseentraalcamiónsubiendounaescalerita.Ydentrodelcamión,eslomásbonitoquepuedasimaginar.Yademásmira:siteportasbien,prometopreguntarteenaritmética.

    —¿Sobrelasfracciones?—preguntóAgnan.Lamaestralecontestóquesí;entoncesAgnansoltósupupitreysepusoenfila

    connosotros,temblandoterriblementeyhaciendo«¡ay,ay,ay!»muybajitoytodoeltiempo.

    Cuandobajamosalpatio,noscruzamosconlosmayores,quevolvíanaclase.—¡Eh!¿Hacedaño?—lespreguntóGodofredo.—¡Terrible!—contestó unmayor—. ¡Quema, pincha, araña, y llevan cuchillos

    enormesyhaysangreportodaspartes!

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  • Ytodos losmayoressemarcharonriéndose,yAgnanse tiróal sueloysepusomalo,yelCaldotuvoqueveniracogerloenbrazosparallevarloalaenfermería.

    Delantedelapuertadelaescuelahabíauncamiónblancoenormementegrande,con una escalerita para subir en la trasera y otra para bajar, en un lado, delante.Fenómeno.Eldirectorhablabaconunmédicoquellevabaunabatablanca.

    —Sonésos—dijoeldirector—,aquellosdequelehablé.—No se preocupe, señor director, estamos acostumbrados—dijo el médico—.

    Losmeteremosencintura.Todotranscurrirácontranquilidadysilencio.Yentoncesseoyeronunosgritosterribles;eraelCaldo,quellegabaarrastrandoa

    Agnanporunbrazo.—Creo —dijo el Caldo—, que tendrían que empezar por éste; es un poco

    nervioso.Entonces, uno de los médicos cogió a Agnan en brazos, y Agnan le daba

    montones de patadas diciendo que le soltaran, que le habían prometido que losmédicosnoletocarían,quetodosmentíanyqueiríaaquejarsealapolicía.YdespuéselmédicoentróenelcamiónconAgnan,oímosmásgritosydespuésunagruesavozque decía: «¡Deja de moverte! ¡Si continúas pataleando, te llevo al hospital!» Ydespuéshubounos«ay,ay,ay»,yvimosbajaraAgnanpor lapuertadel lado,conunagransonrisaenlacara,yvolviócorriendoalaescuela.

    —Bueno—dijo uno de losmédicos, secándose la cara—. ¡Adelante, los cincoprimeros!¡Comosoldaditos!

    Ycomonadiesemovió,elmédicoseñalóacincoconeldedo.—Tú,tú,tú,túytú—dijoelmédico.—¿Porquénosotros,ynoél?—preguntóGodofredo,señalandoaAlcestes.—¡Sí!—dijimosRufo,Clotario,Majencioyyo.—Elmédicohadicho tú, tú, tú, túy tú—dijoAlcestes—.Nohadichoyo.De

    modoquetetocairati,yati,yati,yati,yati.¡Noamí!—¿Sí?Bueno,puessitúnovas,niél,niél,niél,niél,niyovamos—contestó

    Godofredo.—¿Habéisacabadoya?—gritóelmédico—.¡Vamos,vosotroscinco,subid!¡Ya

    todavelocidad!Entonces subimos; era estupendo el camión; un médico escribió nuestros

    nombres,noshicieronquitarlascamisas,nospusieronunodespuésdeotrodetrásdeun trozo de cristal y nos dijeron que ya habían acabado y que nos pusiéramos lascamisas.

    —¡Esestupendoelcamión!—dijoRufo.—¿Hasvistolamesita?—dijoClotario.—Parahacerviajes,¡debedeserformidable!—dije.—¿Ycómofunciona?—preguntóMajencio.

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  • —¡No toquéis nada!—gritó unmédico—. ¡Y bajad! ¡Tenemos prisa! ¡Vamos,largodeaquí!…¡No!¡Pordetrás,no!¡Porahí!¡Porahí!

    Pero como Godofredo, Clotario y Majencio se habían ido atrás para bajar, searmóunbuenfollónconloscompañerosquesubían.Ydespués,elmédicoqueestabaenlapuertadeatrásparóaRufo,quehabíadadolavueltayqueríavolverasubiralcamión,ylepreguntósinohabíapasadoyaporrayos.

    —No—dijoAlcestes—,elquepasóyaporrayossoyyo.—¿Cómotellamas?—preguntóelmédico.—Rufo—dijoAlcestes.—¡Meharádaño!—dijoRufo.—¡Eh, vosotros! ¡Los de allá! ¡No subáis por la puerta de delante!—gritó un

    médico.Ylosmédicoscontinuarontrabajandoconmontonesdecompañerosquesubíany

    bajaban,yconAlcestesqueleexplicabaaunmédicoquenovalíalapenamirarloaél, porque ya no tenía apendicitis.Y después el conductor del camión se asomó ypreguntósipodíanirse,queyaestabanmuyretrasados.

    —¡Vámonos!—gritó unmédico en el camión—.Ya han pasado todos,menosuno,Alcestes,¡debedeestarausente!

    Yelcamiónsalió,yelmédicoquediscutíaconAlcestesenlaacerasevolvióygritó: «¡Eh! ¡Esperadme! ¡Esperadme!» Pero los del camión no lo oyeron, quizáporquetodosgritábamos.

    Elmédicoestabafurioso;yesoquelosmédicosynosotrosquedamosempatados,porque nos habían dejado uno de sus médicos, pero se habían llevado a uno denuestroscompañeros:Godofredo,quesequedóenelcamión.

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  • Lanuevalibrería

    Han abierto una nueva librería, muy cerca de la escuela, donde estaba antes lalavandería,yalasalidafuiaecharunvistazoconmiscompañeros.

    El escaparate de la librería es fenómeno, conmontones de revistas, periódicos,libros, plumas, y entramos, y el señorde la librería, cuandonosvio, nos echóunagransonrisaydijo:

    —¡Vaya,vaya!Lleganclientes.¿Venísdelaescueladeallado?Estoysegurodequeseremosbuenosamigos.MellamoEscarbille.

    —Yyo,Nicolás—dije.—Yyo,Rufo—dijoRufo.—Yyo,Godofredo—dijoGodofredo.—¿Tiene usted la revista Problemas económico-sociológicos del mundo

    occidental?—preguntóunseñorqueacababadeentrar.—Yyo,Majencio—dijoMajencio.—Sí, ¡ah!…,muybien,pequeño—dijoel señorEscarbille—.Leatiendoahora

    mismo,señor—ysepusoabuscarenunmontónderevistas,yAlcesteslepreguntó:—Esoscuadernosdeahí,¿cuántocuestan?—¿Hummm? ¿Qué? —dijo el señor Escarbille—. ¡Ah!, aquellos. Cincuenta

    francos,pequeño.—Enlaescuelanoslosvendenatreintafrancos—dijoAlcestes.ElseñorEscarbilledejódebuscarlarevistadelseñor,sevolvióydijo:—¿Cómo?¿Atreintafrancos?¿Loscuadernoscuadriculadosdecienhojas?—¡Ah!, no—dijoAlcestes—; los de la escuela tienen cincuenta hojas. ¿Puedo

    veresecuaderno?

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  • —Sí —dijo el señor Escarbille—, pero límpiate las manos; están llenas demantequilla,porculpadelastostadas.

    —Bueno, ¿tiene o no tiene mi revista Problemas económico-sociológicos delmundooccidental?—preguntóelseñor.

    —Sí,señor,claroquesí,selaencuentroenseguida—dijoelseñorEscarbille—.Acabodeestablecermeyaúnnoestoymuybienorganizado…¿Quéhacestúahí?

    YAlcestes,quehabíapasadodetrásdelmostrador,ledijo:—Comoestabaustedocupado,fuiacogeryomismoelcuadernoqueusteddice

    quetienecienhojas.—¡No!¡Notoques!¡Vasatirarlotodo!gritóelseñorEscarbille—.Mehepasado

    toda lanocheordenándolo…Mira,ahí tieneselcuaderno, ¡yno lo llenesdemigascontucroissant!

    YdespuéselseñorEscarbillecogióunarevistaydijo:—¡Ah!¡AhítienelosProblemaseconómico-sociológicosdelmundooccidental!Perocomoelseñorquequeríacomprarlarevistasehabíaido,elseñorEscarbille

    lanzóungransuspiroydejólarevistaensusitio.—¡Mira!—dijoRufo,metiendoeldedoenunarevista—,éstaes la revistaque

    leemamátodaslassemanas.—Perfecto—dijo el señorEscarbille—, ahora tumamápodrá comprar aquí su

    revista.—¡Ah, no! —dijo Rufo—. Mi mamá nunca compra la revista. La señora

    Boitafleur,queviveallado,ledalarevistaamamádespuésdequeellalahaleído.YlaseñoraBoitafleurnuncacompralarevista,tampoco;larecibeporcorreotodaslassemanas.

    ElseñorEscarbillemiróaRufosindecirnada,yGodofredometiródelbrazoymedijo:«¡Venaver!»

    Y fui, y contra la paredhabíamontonesde tebeos. ¡Formidable!Empezamos amirarlastapas,ydespuésabrimoslastapasparaverelinterior,peronosepodíaabrirbien,porculpadelaspinzasquesujetabanlasrevistas.

    Nonosatrevimosaquitarlaspinzas,porquequizánolehubieragustadoalseñorEscarbille,ynoqueremosmolestarle.

    —Mira —me dijo Godofredo—, ése lo tengo. Es una historia con aviadores,broummmmm.Hayuno,esmuyvaliente,perocadavezhaytiposquequierenhacerlecosasasuaviónparaquecaiga;perocuandoelavióncae,elqueestádentronoeselaviador, sinouncompañero.Entonces todos losdemáscompañeroscreenqueeselaviadorelquehahechocaeralaviónparadesembarazarsedesucompañero,peronoescierto,yelaviador,después,descubrealosverdaderosbandidos.¿Nolohasleído?

    —No—dije—.Leílahistoriaconelcowboyylaminaabandonada,¿nosabes?Cuandollega,hayunostíosenmascaradosqueempiezanadispararsobreél.¡Bang!

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  • ¡bang!¡bang!¡bang!—¿Qué pasa? —gritó el señor Escarbille, que estaba ocupado diciéndole a

    Clotarioquenojugaraconlacosaquedavueltas,esadondeseponenloslibrosparaquelasgenteslosescojanyloscompren.

    —Leestoyexplicandounahistoriaqueheleído—ledijealseñorEscarbille.—¿Latieneusted?—preguntóGodofredo.—¿Quéhistoria?—dijoelseñorEscarbille,quesehabíapeinadoconlosdedos.—Esuncowboy—dije—,que llegaaunaminaabandonada.Yen laminahay

    unostíosqueloesperan,y…—¡Laheleído!—gritóEudes—.Ylostíosempiezanatirar:¡bang!¡bang!¡bang!—…¡Bang!Ydespuéselsheriffdice:«¡Hola,extranjero!—dijeyo—.Poraquí

    nonosgustanloscuriosos»…—Sí —dijo Eudes—, y entonces el cowboy saca su pistola, y ¡bang! ¡bang!

    ¡bang!—¡Yabasta!—dijoelseñorEscarbille.—Amíme gustamásmi historia del aviador—dijoGodofredo—. ¡Brummm!

    ¡Brummm!—Nomehagasreírcon tuhistoriadelaviador—dije—.Al ladodemihistoria

    delcowboy,¡esterriblementeestúpidatuhistoriadelaviador!—¡Ah! ¿Sí? —dijo Godofredo—. Pues, para que te enteres, tu historia del

    cowboyesmásestúpidaquenada.—¿Quieresunpuñetazoenlanariz?—preguntóEudes.—¡Niños!…—gritóelseñorEscarbille.Ydespuésoímosunruidoenorme,ytodalacosaconloslibroscayóalsuelo.—¡Casinolatoqué!—gritóClotario,quesehabíapuestocolorado.ElseñorEscarbillenoparecíanadacontento,ydijo:—Bueno,¡yabasta!Notoquéisnada.¿Queréiscompraralgo,síono?—Noventaynueve,¡cien!—dijoAlcestes—.Sí,sucuadernotienecienhojas,no

    eramentira.Esformidable;síquelocompraría.ElseñorEscarbillelequitóelcuadernodelasmanosaAlcestes,yfuemuyfácil

    porquelasmanosdeÁlcelessiempreestánresbaladizas;miróelcuadernoydijo:—¡Condenadoniño!¡Hasensuciadotodaslashojasconlosdedos!Bueno,peor

    parati.Soncincuentafrancos.—Sí—dijoAlcestes—.Peronotengodinero.Demodoque,encasa,alahorade

    comer,voyapedirleapapáquemelodé.Peronosehagailusiones,porquehiceeltontoayer,ypapádijoquemecastigaría.

    Ycomoeratardenosmarchamostodos,gritando:—¡Hastalavista,señorEscarbille!ElseñorEscarbillenocontestó;estabaocupadomirandoelcuadernoquequizále

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  • compreAlcestes.Yoestoyencantadocon lanueva librería,y séqueahora seremos siemprebien

    recibidos. Porque, como dice mamá: «Siempre hay que hacerse amigo de loscomerciantes;así,después,seacuerdandenosotrosynossirvenbien».

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  • Rufoestáenfermo

    Estábamosenclase,haciendounproblemadearitméticamuydifícil,dondehablabandeungranjeroquevendíamontonesdehuevosydepatatas,yentoncesRufolevantólamano.

    —Dime,Rufo—dijolamaestra.—¿Puedosalir,señorita?—preguntóRufo—.Estoyenfermo.Lamaestra le dijo aRufoque fuera a sumesa; lomiró, le puso lamanoen la

    frenteyledijo:—Esciertoqueno tienesbuenaspecto.Puedessalir;vea laenfermeríaydiles

    queseocupendeti.Y Rufo se marchó muy contento, sin acabar su problema. Entonces Clotario

    levantó lamanoy lamaestra ledioaconjugarelverbo:«Nodebofingirqueestoyenfermoparatratardetenerunadisculpaynohacermiproblemadearitmética».Entodoslostiemposyentodoslosmodos.

    Enelrecreo,enelpatio,encontramosaRufoyfuimosaverlo.—¿Hasidoalaenfermería?—pregunté.—No—mecontestóRufo—.Meescondíhastaelrecreo.—¿Yporquénofuistealaenfermería?—preguntóEudes.—No estoy tan loco—dijoRufo—.La última vez que fui a la enfermeríame

    pusieronyodoenlarodillaymepicómucho.EntoncesGodofredo lepreguntóaRufosiestaba realmenteenfermo,yRufo le

    preguntósiqueríaunatorta,yesohizoreíraClotario,ynomeacuerdomuybiende

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  • loquedijeron loscompañerosydecómofue lacosa,peroprontoestuvimos todospeleándonos alrededor deRufo que se había sentado amirarnos y gritaba: «¡Dale!¡Dale!¡Dale!»

    Claro, como de costumbre, Alcestes y Agnan no se pegaban. Agnan, porquerepasaba sus lecciones y porque por culpa de sus gafas no se le puede pegar; yAlcestes,porqueteníaqueacabardostostadasantesdelfinaldelrecreo.

    Y después llegó corriendo el señorMouchabière. El señorMouchabière es unnuevo vigilante que no es muy viejo y que ayuda al Caldo, nuestro vigilante deverdad,avigilarnos.Porqueesoescierto:aunquenosportemosbien,vigilarelrecreodamuchotrabajo.

    —Bueno—dijoelseñorMouchabière—,¿quépasaahora,pandilladesalvajes?¡Voyaponerlesuncastigoatodos!

    —Amíno—dijoRufo—;yoestoyenfermo.—Sí—dijoGodofredo.—¿Quieresunatorta?—preguntóRufo.—¡Silencio! —gritó el señor Mouchabière—. ¡Silencio, o les prometo que se

    pondrántodosenfermos!Entonces no dijimos nada, y el señor Mouchabière le pidió a Rufo que se

    acercara.—¿Quétieneusted?—lepreguntóelseñorMouchabière.Rufodijoquenoseencontrababien.—¿Selohadichoustedasuspadres?—preguntóelseñorMouchabière.—Sí—dijoRufo—,selodijeamimamáestamañana.—Entonces—dijoelseñorMouchabière—,¿porquésumadrelohadejadovenir

    alaescuela?—Bueno—explicó Rufo—, todas lasmañanas le digo amimamá que nome

    encuentrobien.Entonces,claro,nopuededarsecuenta.Peroestaveznoeratrola.ElseñorMouchabièremiróaRufo,serascólacabezayledijoqueteníaqueira

    laenfermería.—¡No!—gritóRufo.—¿Cómoqueno?—dijoelseñorMouchabière—.Siestáenfermo,tienequeira

    laenfermería.¡Ycuandoyodigoalgo,hayqueobedecerme!YelseñorMouchabièrecogióaRufodelbrazo,peroRufoempezóagritar:«¡No!

    ¡No!¡Noiré!¡Noiré!»,ysetiróalsuelollorando.—Nolepegue—dijoAlcestes,queacababadeterminarsustostadas—.¿Nove

    queestáenfermo?ElseñorMouchabièremiróaAlcestesconlosojosmuyabiertos.—Pero,sinole…—empezóadecir,ydespuéssepusomuycoloradoylegritóa

    Alcestesquenosemetieradondenolollamaban,ylocastigósinsalir

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  • —¡Éstasíqueesbuena!—gritóAlcestes—.¿Conquemequedarésinsalirporqueeseimbécilestéenfermo?

    —¿Quieresunatorta?—preguntóRufo,quedejódellorar.—Sí—dijoGodofredo.Y todos empezamos a gritar juntos y a discutir;Rufo se sentó amirarnos, y el

    Caldollegócorriendo.—¿Qué,señorMouchabière—dijoelCaldo—,tieneproblemas?—EsporculpadeRufo,queestáenfermo—dijoEudes.—No lehepreguntadonada—dijo elCaldo—.SeñorMouchabière, castigue a

    esealumno,porfavor.Y el señor Mouchabière dejó castigado a Eudes, lo cual le gustó a Alcestes,

    porque cuando uno se queda castigado sin salir, es más divertido cuando haycompañeros.

    Ydespués,elseñorMouchabière leexplicóalCaldoqueRufonoquería ira laenfermeríayqueAlcestessehabíapermitidodecirlequenolepegaraaRufoyqueéljamás le había pegado a Rufo y que éramos insoportables, insoportables,insoportables.Dijoesotresveces,elseñorMouchabière,conunavozquelaúltimavez parecía la de mamá cuando la hago rabiar. El Caldo se pasó la mano por labarbilla,ydespuéscogióalseñorMouchabièredelbrazo,selollevóalgomáslejos,lepasó lamanoporelhombroy lehablómuchotiempoenvozbaja.YdespuéselCaldoyelseñorMouchabièreregresaronjuntoanosotros.

    —Vaustedaver,hijo—dijoelCaldo,conunagransonrisaenlaboca.YdespuésllamóaRufoconeldedo.—Vaustedahacermeel favordevenirconmigoa laenfermería,sinhacermás

    comedias.¿Deacuerdo?—¡No!—gritóRufo.Yse tiróalsuelo llorandoygritando—:¡Nunca!¡Nunca!

    ¡Nunca!—Nohayqueforzarlo—dijoJoaquín.Entoncesfueterrible.ElCaldosepusomuycolorado,castigósinsaliraJoaquíny

    aMajencio, que se reía.Loquemeextrañó, fue lagran sonrisaque tenía ahora labocadelseñorMouchabière.

    YdespuéselCaldoledijoaRufo:—¡Alaenfermería!¡Inmediatamente!¡Ysindiscusiones!YRufo vio que no eramomento de bromear, y dijo que bueno, que valía, que

    queríair,peroacondicióndequenolepusieranyodoenlarodilla.—¿Yodo?—dijo el Caldo—. Nadie le pondrá yodo. Pero, cuando esté bueno,

    venga a verme. Tenemos que arreglar cuentas. Y, ahora, váyase con el señorMouchabière.

    Ytodosfuimoshacialaenfermería,yelCaldosepusoagritar:

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  • —¡Todos,no!¡SóloRufo!¡Laenfermeríanoeselpatiodelrecreo!Y,además,lodesucompañeropuedesercontagioso.

    Esonoshizomorirnosderisa,salvoaAgnan,quesiempretienemiedodequelosdemáslocontagien.

    Y luego después elCaldo tocó la campana y fuimos a clase,mientras el señorMouchabière acompañaba a Rufo a su casa. Tiene suerte Rufo, había clase degramática.

    Encuantoalaenfermedad,noesnadagrave,felizmente.RufoyelseñorMouchabièretienenelsarampión.

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  • Losatletas

    Nosésiyaoshedichoqueenelbarriohayunsolardondeavecesvamosajugarmisamiguetesyyo.

    ¡Esformidableelsolar!Hayhierba,piedras,uncolchónviejo;uncochequeyano tiene ruedas pero que aún está estupendo y nos sirve de avión, «brum», o deautobús, «ding, ding»; hay latas y también, a veces, gatos; pero con ellos no sedivierteunonada,porquecuandonosvenllegar,sevan.

    Estábamosenelsolartodoslosamiguetes,ynospreguntábamosaquéíbamosajugar, porque el balón de fútbol de Alcestes está confiscado hasta el final deltrimestre.

    —¿Ysijugáramosalaguerra?—preguntóRufo.—Sabesperfectamente—contestóEudes—,quecadavezquequeremosjugara

    laguerranospegamosporquenadiequierehacerdeenemigo.—Tengo una idea —dijo Clotario—. ¿Y si hiciéramos una competición de

    atletismo?YClotario nos explicó que lo había visto en la tele y que era fenómeno.Que

    habíamontonesdepruebas,quetodoshacíanmontonesdecosasalmismotiempo,yque losmejores eran los campeonesy loshacían subir aunabanquetay lesdabanmedallas.

    —Y,¿dedóndevasasacarlabanquetaylasmedallas?—preguntóJoaquín.—Haremoscomosiestuvieran—contestóClotario.Eraunabuenaidea,yestuvimosdeacuerdo.—Bueno—dijoClotario—,laprimerapruebaseráelsaltodealtura.—Yonosalto—dijoAlcestes.—Tienesquesaltar—dijoClotario—.¡Todostienenquesaltar!—No,señor—dijoAlcestes—.Estoycomiendo,ysisaltomepondrémalo,ysi

    mepongomalo,nopodréacabarmistostadasantesdecenar.Yonosalto.—Bueno —dijo Clotario—. Sostendrás el bramante que tenemos que saltar.

    Porquenecesitamosunbramante.

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  • Entoncesnosbuscamosen losbolsillos, encontramoscanicas, botones, sellosyuncaramelo,peronobramante.

    —Bueno,puesusemosuncinturón—dijoGodofredo.—¡Ah,no!—dijoRufo—.Nosepuedesaltarbiensialmismotiempohayqué

    sujetarseelpantalón.—Alcestesnosalta—dijoEudes—.Quenosprestesucinturón.—Nousocinturón—dijoAlcestes—.Mipantalónseaguantasolo.—Voy a buscar por el suelo, a ver si encuentro un trozo de bramante—dijo

    Joaquín.Majencio dijo que buscar un trozo de bramante en el solar era un trabajoterrible,yquenopodíamospasarnoslatardebuscandountrozodebramante,yquedebíamoshacerotracosa.

    —¡Eh,chicos!—gritóGodofredo—.¿Ysihiciéramosunconcursoparaverquiénandamástiempoconlasmanos?¡Miradme!¡Miradme!

    YGodofredosepusoaandarconlasmanos,ylohacemuybien;peroClotariodijoquenuncahabíavistopruebasdeandarconlasmanosenlascompeticionesdeatletismo,imbécil.

    —¿Imbécil?¿Quiéneselimbécil?—preguntóGodofredo,dejandodeandar.YGodofredosepusoalderecho,yfueapegarseconClotario.—Mirad, chicos—dijo Rufo—, para pegarse y hacer el tonto no vale la pena

    veniralsolar;lopodemoshacerperfectamenteenlaescuela.Y como tenía razón,Clotario yGodofredo dejaron de pegarse, yGodofredo le

    dijoaClotarioquecontinuaríandondequisiera,cuandoquisieraycomoquisiera.—Nomedasmiedo,Bill—dijoClotario—.Enelrancho,sabemoscómotratara

    loscoyotesdetucalaña.—Entonces—dijoAlcestes—,¿jugamosalosvaquerososaltáis?—¿Hasvistoalgunavezsaltarsinbramante?—preguntóMajencio.—Bueno,muchacho—dijoGodofredo—.¡Desenfunda!YGodofredohizo ¡pan!, ¡pan!consudedocomo revólver,yRufoseagarróel

    vientreconlasdosmanos,ydijo:«¡Mehasmatado,Tom!»,ycayóenlahierba.—Comonopodemossaltar—dijoClotario—,vamosahacercarreras.—Si tuviéramos el bramante —dijo Majencio—, podríamos hacer carreras de

    obstáculos.Clotariodijoqueyaquenoteníamosbramante,quebueno,queharíamosloscien

    metrosdesdelavallaalcoche.—¿Yesosoncienm