Los nueve libros de la historia

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LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA. HERODOTO DE HALICARNASO Ediciones elaleph.com

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Herodoto de Halicarnaso

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    H E R O D O T O D EH A L I C A R N A S O

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz

  • Editado porelaleph.com

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    PROLOGO DEL TRADUCTOR.

    Naci Herodoto1 de una familia noble en el aoprimero de la Olimpiada 74, o sea en el de 3462 delmundo, en Halicarnaso, colonia Drica fundada porlos Argivos en la Caria. Llambase Liche su padre, ysu madre Drio, y ambos sin duda confiaron su edu-cacin a maestros hbiles, si hemos de juzgar porlos efectos. Desde su primera juventud, abando-nando Herodoto su patria por no verla oprimidapor el tirano Ligdamis, pas a vivir a Samos, dondepens perfeccionarse en el dialecto jnico con lamira acaso de publicar en aquel idioma una historia.A este designio debilo de animar el buen gusto eilustracin que reinaban en la Grecia asitica o Asia 1 He credo que lo mejor que poda hacer era tomar esta no-ticia de la que public el infatigable Pedro Wesselingio al

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    menor, mucho ms adelantada entonces en las artesque la Grecia de Europa, no menos que el ejemplode otros historiadores as griegos como brbaros:Helanico el Milesio y Caronte de Lmpsaco habanpublicado ya sus historias Prsicas, Xanto la de Li-dia, y Hecateo Milesio la del Asia.

    Nuestro Herodoto, primero viajante que histo-riador, quiso ver por sus mismos ojos los lugaresque haban sido teatro de las acciones que l pensa-ba publicar. Recorri en el Asia la Siria y la Palesti-na, y algunas expresiones suyas dan a entender quelleg a Babilonia: en frica atraves todo el Egiptohasta la misma Cirene, ignorndose si lleg a Carta-go; pero donde ms provincias recorri fue en Eu-ropa, viajando por la Grecia, por el Epiro, por laMacedonia, por la Tracia, y por la Escitia, y final-mente fue a Italia o Magna Grecia, formando partede la colonia que entonces enviaron a Turio losAtenienses. En esta nueva poblacin parece queacab el curso de sus viajes y de sus das; si bien hayquien cree que muri en Pella de Macedonia y culen Atenas, pues no constan claramente ni el lugar niel ao de su nacimiento.

    frente de su edicin de Amsterdan, pues en erudicin y fide-lidad nada deja que desear sobre la materia.

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    Acerca del tiempo y lugar en que compuso lahistoria que public por s mismo, parece lo msverosmil que despus de algunos viajes, restituido aSamos, empez all a poner en orden sus noticias,bien que no las public por entonces. De Samos diola vuelta a su patria, donde contribuy a que de ellafuese expelido el tirano Ligdamis; pero vindoladespus sumida en la anarqua y entregada al furorde las facciones, regres a Grecia. All por primeravez, en el concurso solemne de los juegos olmpicosde la Olimpiada 81, recit sus escritos que habatrado compuestos de la Caria. La lectura de las Mu-sas de Herodoto, a que asista Tucidides, muy mozotodava, al lado de su padre Oloro, hizo tanta im-presin en aquel joven codicioso de gloria, que se lesaltaron las lgrimas; lo que advirtiendo Herodoto,dijo a Oloro. -El genio de tu hijo, nacido para lasletras, exige que en ellas le instruyas.

    Segunda vez ley su historia en Atenas en pre-sencia de un numeroso pueblo reunido para lasfiestas Panatheneas, corriendo ya el tercer ao de laOlimpiada 83. Refiere Dion Crisstomo que la leypor tercera vez en Corinto, que no habiendo obte-nido la recompensa que esperaba de Adimanto ydems Corintios, borr de su obra los elogios que

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    de ellos haca; mas nada hay que pruebe que estosea sino un chisme malicioso.

    Sin duda Herodoto lim posteriormente sus es-critos, y aadi nuevas noticias, pues refiere sucesosposteriores a su ltima retirada a Turio, cuales sonla invasin de los Thebanos contra los de Plateas, laembajada de los Espartanos vendidos por Sitalces, yla retirada de Zopiro a Atenas al fin del libro VII.Algunos suponen que esta historia no ha llegado anosotros entera, mas ninguna prueba hay que hagasuponer en ella vaco alguno: lo nico, que se sabees que escribi al parecer por separado un libro delos Hechos Lbicos, y de los Asirios, a los cuales fre-cuentemente se refiere, y que existan todava entiempo de Aristteles, que impugn en parte estosltimos. Otros le atribuyen obras que no son suyas,y entre ellas la vida de Homero, engaados acasopor la semejanza del nombre de los autores, comoHerodoro, Herodiano.

    Pasando al juicio de esta obra, las prendas, ennuestro concepto, superan en mucho los defectos,resaltando entre aquellas: l., un estudio diligente enaveriguar los hechos, y esto en un tiempo de igno-rancia, tan escaso en monumentos, sin ninguno delos recursos que hoy tenemos tan a mano: 2., un

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    juicio exacto y filosfico en dar clara y distinta-mente los motivos de los sucesos que va refiriendoy una crtica continua en separar lo que aprueba porverdadero de lo que refiere slo por haberlo odo, yno pocas veces desecha por falso: 3., una prudenteparsimonia en no amontonar mximas y reflexionesmorales, dejando su curso a los hechos; 4., un es-tilo fluido, claro, vario y ameno, sin afectar las ex-quisitas figuras con que rizaban ya sus discursos losoradores, ni lo spero, pesado y sentencioso de losfilsofos. Los razonamientos que pone en boca desus personajes son tan dramticos, variados y pro-pios de la situacin, que nadie a mi ver se atrever atacharlos de difusos.

    A tres se reducen los defectos de que es tachadoHerodoto: 1., alguna sobrada malignidad, de la cualhabla de propsito Plutarco, a veces con razn, aveces incurriendo en el vicio mismo que reprende:2., mucha supersticin, culpa de que no es posibleexcusarle sino por la naturaleza de los tiempos enque vivi, y por el deseo de captarse el aplauso p-blico halagando las creencias populares, y sin em-bargo se muestra en algunos pasajes bastanteatrevido para arrostrarlas: 3., falta de ritmo y ar-mona en su estilo, vicio de que le acusa Ciceron

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    (Orat. c. LV), y de que le vindican Dionisio de Hali-carnaso, Quintiliano y Luciano. Yo por mi parteopino con el primero, y me ofende no poco aquellarecapitulacin que nos hace de cada suceso, por msbreve que sea.

    Aadir una resea de los cdices manuscritosde que se han servido los editores de Herodoto, es-pecialmente Wesselingio. -Los venecianos, de losque se vali Aldo Manucio para la primera edicingriega publicada en Venecia ao 1502. -Los ingleses,uno del arzobispado de Cantorberi, y otro del cole-gio de Etona. -El de Mdicis. Tres parisienses de laBiblioteca Real. -Los de la Biblioteca de Viena, losde Oxford, y el del cardenal Passionei.

    Las ediciones de Herodoto llegadas a mi noticiason las siguientes: -La versin latina de Valla en Ve-necia, ao 1474. -La latina de Pedro Fenix, Paris1510. -La latina de Conrado Heresbachio en 1537,en la cual se supli lo que faltaba en la primera deValla. -La griega de Manucio, Venecia 1502. -Lagriega de Hervasio, Basilea 1541, y otra en 1557. -Lagreco-latina de Henrique Stefano 1570, y otra delmismo en 1592 corrigiendo la de Valla. -La gre-co-latina de Jungerman, Francfort 1608, reimpre-sin aumentada de la anterior. -La greco-latina de

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    Toms Galo, Londres 1689. La greco-latina deGronovio, Leiden 1715. -La greco-latina de Glas-cua, 1716, hermosa en extremo. -La greco-latina dePedro Wesselingio, Amsterdam 1763, con muchasvariantes y notas, por cuyo texto me he regido enesta traduccin.

    Las versiones en romance de que tengo conoci-miento son la italiana del Boyardo en Venecia en1553, otra italiana del Becelli en Verona en 1733, yuna francesa de Pedro Du-Ryer, todas a decir ver-dad de muy corto mrito. Veremos si ser msafortunado M. L'archer en la nueva traduccin fran-cesa de Herodoto, que segn noticias est trabajan-do.

    Mi nimo al principio era dar un Herodoto gre-co-hispano en la imprenta de Bodini en Parma, perola prohibicin de introducir en Espada libros espa-oles impresos fuera de ella, y el consejo de D. Ni-cols de Azara, agente en Roma por S. M. C., meretrajeron de mi determinacin. Mucho sera de de-sear que algn aficionado a Herodoto reimprimierael texto griego, libre de tanto comentario, variantesy notas con que han ido sobrecargndole gramticosy expositores, pues lejos de darle nueva belleza yclaridad, no producen sino confusin.

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    NOTICIA SOBRE EL TRADUCTOR.

    Uno de los hombres ms eruditos que Espaatuvo en el pasado siglo fue el P. Bartolom Pou,nacido a 21 de Junio de 1727 en Algaida, pueblo deMallorca, de una familia de labradores acomodados.Fue dedicado, sin embargo, por sus padres en losprimeros aos al cultivo del campo, y en tal estadovile un da D. Antonio Sequ, cannigo de la cate-dral de aquella dicesis, gobernando con una manoes arado y sosteniendo con la otra la gramtica lati-na de Semperio: conoci que aquel joven haba na-cido para las letras, y le condujo a Palma, donde lemantuvo en su casa y cuid de su primera educa-cin, que fue encomendada a los jesuitas de Palma,en su colegio titulado de Monte-Sion. A 25 de Juniode 1746, a los 19 aos de su edad, visti Pou la so-tana en el noviciado de Tarragona, donde repiti las

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    lecciones de retrica y filosofa, y empez a dedicar-se con ardor a las ciencias sagradas y lenguas sabias.Tenaz en el trabajo y dotado de gran memoria, po-sea profundamente la historia eclesistica y civil, ycon suma facilidad recitaba trozos de las obras delos Padres de la Iglesia. En Zaragoza ense idio-mas, promoviendo, con especialidad en toda la pro-vincia de Aragn, el estudio de la lengua griega y elgusto por las bellezas de su literatura; y defendiconclusiones en extremo aplaudidas por los inteli-gentes. Su erudicin y buen gusto en las bellas letrasmovieron a sus superiores a encargarle la reformade los estudios de latinidad en los colegios de Ara-gn; y sucesivamente ense retrica en Tarragoda,filosofa en Calatayud, y griego en la universidad deCervera. En Calatayud fue donde principalmente sudio a conocer con sus famosas Theses Bilbilitanae, enlas cuales con vasta erudicin y muy castizo latnverti las doctrinas de la antigedad, y se puso alnivel de cuanto se saba entonces de ms escogido yprofundo en los estudios histricos de filosofa. So-bresali particularmente en los idiomas griego y la-tino, para lo cual basta decir que descoll entre loshombres ms clebres que tuvo la Compaa en elsiglo pasado: su reputacin de helenista fue sosteni-

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    da siempre en las capitales ms cultas de Europapor la rara inteligencia con que explicaba los pasajesms oscuros de los cmicos y trgicos griegos, y dela cual es el ms slido y glorioso monumento laimportante obra que damos a luz.

    Expulsados de Espaa los Jesuitas en 1767, con-tinu Pou durante algn tiempo en el asilo que lodio Italia sus lecciones de griego y latn para los j-venes alumnos de la Compaa, y ense despus lalengua griega con aprobacin de la corte de Espaaen el colegio mayor do San Clemente de Bolonia.Ms adelante, a instancia del cardenal mallorquin D.Antonio Despuig, entonces auditor de la Rota, pasa Roma, donde por sus conocimientos en antige-dades era consultado frecuentemente para descifrarinscripciones y medallas, y donde le honraron consu amistad y compadecieron su desgracia los sabiosnacionales y extranjeros.

    Cuando en 1797 el Sr. D. Carlos IV dio permisoa los Jesuitas espaoles para volver a su patria, Pouregres a Mallorca, viviendo en la capital, dondedisfrut desde 1799 de una doble pensin anualconcedida por el Rey; hasta que, excitada de nuevola atencin del Gobierno contra los restos de laCompaa por causas ignoradas, fue a retirarse en

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    Algaida, pueblo de su nacimiento, y all muri cris-tianamente et Sbado Santo 17 de Abril de 1802. D.Antonio Roig, cura prroco de Felanitx, su apasio-nado amigo y discpulo, le puso este epitafio:

    HEIC SITUS ESTBARTHOLOMUS POU ALGAYDENSIS

    S. J. QUONDAM SACERDOSGRCE LATINE QUE DOCTISSIMUS

    RHETOR, POETA, CRITICUS, HISTORIGUS,PHILOSOPHUS, THEOLOGUS,

    AB ACRRIMO INGENIO MULTIPLICIERUDITIONE

    LIBRIS IN VULGUS EDITISFAMA VEL APUD EXTEROS MAGNUSMORUM INTEGRITATE, CATOLIC

    DOCTRIN VINDICAND ARDORE,SOLIDARUM VIRTUTUM EXEMPLIS

    LONGE MAJOR.VIXIT AN. LXXIV. MENS. IX. DIES XXV

    OBIIT XV CAL. MAJ. AN. C. N. MDCCCIIAMICI MOERENTES POSUERE.

    Nada de exageracin ni de pompa en este elogio:el padre Pou fue de natural tan candoroso y de tan

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    arregladas costumbres, como de talento perspicaciay de vastsima instruccin. Dispuesto siempre acoadyuvar y fomentar los estudios de otros, corri-gi, mud, aadi, orden muchsimos escritos, ydio como un nuevo ser a las tareas de otros escrito-res antes de publicarlas. No es el menor de sus elo-gios el mrito de los numerosos alumnos que paralas letras adquiri con sus lecciones, y los testimo-nios con que honraron su ciencia algunos sabioscontemporneos, entre otros el ilustre benedictinoD. Fray Benito Mox, uno de sus discpulos, y elerudito jurisconsulto Finestres, en su obra de lasInscripciones Romanas, en la cual le auxili no poconuestro Jesuita con nuevos datos e interpretaciones.

    Public el P. Pou diversas obras, de las cualesunas llevan su nombre y otras son annimas o connombre supuesto. Adems de las citadas Theses Bil-bilitanae, que en 1763 imprimi en latn en Calatayudcon el ttulo de Institutionum historiae philosophiae libriduodecim, obra en que por la excelente disposicin ypor la elegancia del estilo se puso al nivel de la im-portancia de la materia, haba publicado en Cerveraen 1756 sus Entretenimientos retricos y poticos en laAcademia de Cervera, que comprenden tres discursos,dos latinos, el otro latino y griego, y una tragedia

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    tambin latina titulada Hispania capta. Escribi pos-teriormente a la extincin, la Vida del venerable Berch-maus, y ms tarde en Roma la de su compatricia labeata Catalina Toms, modelo de bueno pero difcillatn, de la cual hizo l misino una traduccin caste-llana que ha quedado manuscrita. El restableci-miento de los Jesuitas en la Rusia Blanca, hecho porla emperatriz Catalina y consentido aun despus dela extincin por el Papa Clemente XIV, y la tacha decismticos con que algunos los acriminaban, movie-ron al P. Pou a escribir en latn, con el nombre deIgnacio Filareto, cuatro libros apologticos de laCompaa de Jess conservada en la Rusia Blanca,que suena impresa en Amsterdam, aunque no hayapodido averiguarse el verdadero lugar de la impre-sin. Public tambin en latn y griego dos libros ala memoria de Laura Bassia, de la Academia de filo-sofa de Bolonia. Todas las citadas obras fueron im-presas: manuscritas, a ms de la presente que damosa luz, quedaron a causa de su modestia la traduccinespaola de Demetrio Falerco, y la del retricoLongino, de la que no tenemos otra noticia que laque l mismo nos da en una nota al libro II de He-rodoto. Quedaron tambin manuscritos el Specimenlatino de las interpretaciones espaolas sacadas de

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    autores griegos y latinos, sagrados y profanos; laoracin latina en el nacimiento de los dos gemeloshijos de Carlos IV, oracin elegantsima, cuya reci-tacin impidi con artificio un enemigo de la Com-paa, y por ltimo dos opsculos en castellano,Alivio de Prrocos, y un Compendio de Lgica, que si noson enteramente suyos, fueron por l al menos co-rregidos; sin contar la numerosa correspondencia endiversos idiomas que fieles amigos o curiosos eru-ditos religiosamente conservan.

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    LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA

    DE HERODOTO DE HALICARNASO

    LIBRO PRIMERO

    CLIO2

    Rapto de Io, Europa, Medea y Helena. -Expedicin de los Griegos contra Troya. -El impe-rio de los Heraclidas pasa a manos de Gyges. -Sudescendencia: Ardys, Sadyates, Alyates. -Guerracontra los de Mileto. -Fbula de Arion. -Creso con-quista algunos pueblos de Grecia, despide a Solonde su corte y es castigado con la muerte de su hijo.

    2 Herodoto dividi su historia en nueve libros en memoriade las nueve musas, y a cada uno impuso el nombre de unade ellas.

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    Consulta a los orculos sobre la guerra de Persia, yenva dones a Delfos. Deseando aliarse con el impe-rio ms poderoso de Grecia, vacila entre los Ate-nienses y Lacedemonios. -Estado de ambasnaciones, dominada la primera por el tirano Pisis-trato, y la segunda en guerra con los de Tegea.-Decdese Creso por los Lacedemonios; hace alian-za con ellos y marcha en seguida contra los Persas:pasa el ro Halys, pelea con Ciro en Pteria y se retiraa Sardes, donde sitiado, y en breve prisionero de losPersas, se libera de la muerte milagrosamente.-Respuesta del orculo a sus increpaciones.-Costumbres, historia y monumentos de los Lydios.Origen del imperio de los Medos. -Poltica de Dejo-ces para subir al poder: su descendencia: Fraortes,Cyaxares, Astyages. Aventuras de Ciro durante suniez, su abandono, reconocimiento y venganzacontra Astyages, a quien destrona, haciendo triunfara los Persas de los Medos. -Religin de los Persas,sus leyes y costumbres. -Guerra de Ciro contra losJonios, historia de stos y preparativos para resistir-le. -Sublevacin de los Lydios contra Ciro instigadospor Pactias. Derrota y conquista de los Jonios yotros pueblos de Grecia por Harpago, entretantoque Ciro sujeta a Asia superior, y en especial la Asi-

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    ria. -Descripcin de Babilonia, asedio y toma aquellaciudad. Costumbres de los Babilonios. -Desea Ciroconquistar a los Masagetas: rehusando Tomyris, sureina, casarse con l, toma pretexto de esta repulsapara invadir el pas, y despus de una victoria parciales vencido y muerto.

    La publicacin3 que Herodoto de Halicarnaso vaa presentar de su historia, se dirige principalmente aque no llegue a desvanecerse con el tiempo la me-moria de los hechos pblicos de los hombres, nimenos a oscurecer las grandes y maravillosas haza-as, as de los Griegos, como de los brbaros4. Coneste objeto refiero una infinidad de sucesos varios einteresantes, y expone con esmero las causas y mo-tivos de las guerras que se hicieron mutuamente losunos a los otros.

    I. La gente ms culta de Persia y mejor instruidaen la historia, pretende que los fenicios fueron losautores primitivos de todas las discordias que se

    3 Algunos creen que este proemio es de mano de Plesirroo,amigo y heredero de Herodoto; pero otros lo atribuyen alautor mismo bajo la fe de Luciano y de Dion Crisstomo, yen efecto as aparece de la identidad del estilo.4 Sabido es que los griegos llamaban brbaros a todos los queno eran de su nacin.

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    suscitaron entro los griegos y las dems naciones.Habiendo aquellos venido del mar Erithreo5 alnuestro, se establecieron en la misma regin quehoy ocupan, y se dieron desde luego al comercio ensus largas navegaciones. Cargadas sus naves de g-neros propios del Egipto y de la Asiria, uno de losmuchos y diferentes lugares donde aportarontraficando fue la ciudad de Argos6, la principal yms sobresaliente de todas las que tena entoncesaquella regin que ahora llamamos Helada7.

    Los negociantes fenicios, desembarcando susmercaderas, las expusieron con orden a pblicaventa. Entre las mujeres que en gran nmero con-currieron a la playa, fue una la joven Io8, hija deInacho, rey de Argos, a la cual dan los Persas elmismo nombre que los Griegos. Al quinto o sextoda de la llegada de los extranjeros, despachada la 5 El mar Rojo. He querido conservar en la geografa los nom-bres antiguos, as porque los modernos no siempre las co-rresponden exactamente, como por conformarme todo loposible a las formas originales del autor.6 Argos fue la primera capital que tuvo en Grecia reyes pro-pios, si son fabulosos, como parece, los de Sycion.7 Los latinos le dieron el nombre de Grecia.8 Algunos suponen que Io fue hija de Jaso, por ms que lamitologa siempre la haga hija de Inacho. Siendo hija de

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    mayor parte de sus gneros y hallndose las mujerescercanas a la popa, despus de haber comprado ca-da una lo que ms excitaba sus deseos, concibierony ejecutaron los Fenicios el pensamiento de robar-las. En efecto, exhortndose unos a otros, arreme-tieron contra todas ellas, y si bien la mayor parte seles pudo escapar, no cupo esta suerte a la princesa,que arrebatada con otras, fue metida en la nave yllevada despus al Egipto, para donde se hicieronluego a la vela.

    II. As dicen los Persas que lo fue conducida alEgipto, no como nos lo cuentan los griegos9, y queeste fue el principio de los atentados pblicos entreAsiticos y Europeos, mas que despus ciertosGriegos (seran a la cuenta los Cretenses, puesto queno saben decirnos su nombre), habiendo aportado aTiro en las costas de Fenicia, arrebataron a aquelprncipe una hija, por nombre Europa10, pagando alos Fenicios la injuria recibida con otra equivalente.

    aqul, debi de ser robada por los aos del mundo 1558;pero sindolo de ste, su rapto fue muy anterior.9 Otros leen los Fenicios, de quienes dice Herodoto, en elprrafo V de este libro, que niegan la violencia en el rapto deIo; leccin sin duda legtima.10 Eusebio fija este rapto de Europa en el ao del mundo2730.

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    Aaden tambin que no satisfechos los Griegoscon este desafuero, cometieron algunos aos des-pus otro semejante; porque habiendo navegado enuna nave larga11 hasta el ro Fasis, llegaron a Ea enla Colchida, donde despus de haber conseguido elobjeto principal de su viaje, robaron al Rey de Col-cos una hija, llamada Medea12. Su padre, por mediode un heraldo que envi a Grecia, pidi, juntamentecon la satisfaccin del rapto, que le fuese restituidasu hija; pero los Griegos contestaron, que ya que losAsiticos no se la dieran antes por el robo de Io,tampoco la daran ellos por el de Medea.

    III. Refieren, adems, que en la segunda edad13

    que sigui a estos agravios, fue cometido otro igualpor Alejandro, uno de los hijos de Pramo. La famade los raptos anteriores, que haban quedadoimpunes, inspir a aquel joven el capricho de poseertambin alguna mujer ilustre robada de la Grecia,creyendo sin duda que no tendra que dar por estainjuria la menor satisfaccin. En efecto, rob a

    11 Se le dio el nombre de Argos. El por qu se refiere de va-rias maneras: quiz por su nueva forma, siendo larga.12 El rapto de Medea corresponde al ao del mundo 2771,segn Saliano, a quien sigo en esta cronologa.13 As suele contar los aos el autor, incluyendo tres edades ogeneraciones en cada siglo.

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    Helena14, y los griegos acordaron enviar luegoembajadores a pedir su restitucin y que se lespagase la pena del rapto. Los embajadoresdeclararon la comisin que traan, y se les dio porrespuesta, echndoles en cara el robo de Medea, queera muy extrao que no habiendo los Griegos porsu parte satisfecho la injuria anterior, ni restituido lapresa, se atreviesen a pretender de nadie la debidasatisfaccion para s mismos.

    IV. Hasta aqu, pues, segn dicen los Persas, nohubo ms hostilidades que las de estos raptos mu-tuos, siendo los Griegos los que tuvieron la culpa deque en lo sucesivo se encendiese la discordia, porhaber empezado sus expediciones contra el Asiaprimero que pensasen los Persas en hacerlas contrala Europa. En su opinin, esto de robar las mujereses a la verdad una cosa que repugna a las reglas de lajusticia; pero tambin es poco conforme a la culturay civilizacin el tomar con tanto empeo la vengan-za por ellas, y por el contrario, el no hacer ningncaso de las arrebatadas, es propio de gente cuerda ypoltica, porque bien claro est que si ellas no loquisiesen de veras nunca hubieran sido robadas.

    14 Esta poca la pone Saliano en el ao del mundo 2855.

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    Por esta razn, aaden los Persas, los pueblos delAsia miraron siempre con mucha frialdad estosraptos mujeriles, muy al revs de los Griegos, quie-nes por una hembra lacedemonia juntaron un ejr-cito numerossimo, y pasando al Asia destruyeron elreino de Pramo15; poca fatal del odio con que mi-raron ellos despus por enemigo perpetuo al nom-bre griego. Lo que no tiene duda es que al Asia y alas naciones brbaras que la pueblan, las miran losPersas como cosa propia suya, reputando a toda laEuropa, y con mucha particularidad a la Grecia,como una regin separada de su dominio.

    V. As pasaron las cosas, segn refieren los Per-sas, los cuales estn persuadidos de que el origen delodio y enemistad para con los Griegos les vino de latoma de Troya. Mas, por lo que hace al robo de Io,no van con ellos acordes los Fenicios, porque stosniegan haberla conducido al Egipto por va de rap-to, y antes bien, pretenden que la joven griega, deresultas de un trato nimiamente familiar con el pa-trn de la nave; como se viese con el tiempo prxi-ma a ser madre, por el rubor que tuvo de revelarsus padres su debilidad, prefiri voluntariamente

    15 La toma de Troya sucedi el ao del mundo 2871

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    partirse con los Fenicios, a da de evitar de este mo-do su pblica deshonra.

    Sea de esto lo que se quiera, as nos lo cuentan almenos los Persas y Fenicios, y no me meter yo adecidir entre ellos, inquiriendo si la cosa pas deeste o del otro modo. Lo que s har, puesto quesegn noticias he indicado ya quin fue el primeroque injuri a los Griegos, ser llevar adelante mihistoria, y discurrir del mismo modo por los sucesosde los Estados grandes y pequeos, visto que mu-chos, que antiguamente fueron grandes, han venidodespus a ser bien pequeos, y que, al contrario,fueron antes pequeos los que se han elevado ennuestros das a la mayor grandeza. Persuadido, pues,de la instabilidad del poder humano, y de que lascosas de los hombres nunca permanecen constantesen el mismo ser, prspero ni adverso, har, comodigo, mencin igualmente de unos Estados y deotros, grandes y pequeos.

    VI. Creso, de nacin lydio e hijo de Alyattes, fueseor o tirano16 de aquellas gentes que habitan deesta parte del Halys, que es un ro, el cual corriendo

    16 Tirano entre los Griegos es bien a menudo lo mismo queSeor Soberano, a veces no con la violencia, sino con prerro-gativa y propiedad en el mando.

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    de Medioda a Norte y pasando por entre los, Siriosy Pafiagonios, va a desembocar en el ponto que lla-man Euxino. Este Creso fue, a lo que yo alcanzo, elprimero entre los brbaros que conquist algunospueblos de los Griegos, hacindolos sus tributarios,y el primero tambin que se gan a otros de la mis-ma nacin y los tuvo por amigos. Conquist a losJonios, a los Eolios y a los Dorios, pueblos todosdel Asia menor, y ganse por amigos a los Lacede-monios. Antes de su reinado los Griegos eran todosunos pueblos libres o independientes, puesto que lainvasin que los Cimmerios17 hicieron anterior-mente en la Jonia fue tan solo una correra de puropillaje, sin que se llegasen a apoderar de los puntosfortificados, ni a enseorearse del pas.

    VII. El imperio que antes era de los Heraclidas,pas a la familia de Creso, descendiente de losMrmnadas, del modo que voy a decir. Candaules,hijo de Myrso, a quien por eso dan los Griegos elnombre de Myrsilo, fue el ltimo soberano de lafamilia de los Heraclidas que rein en Sardes, ha-biendo sido el primero Argon, hijo de Nino, nietode Belo y biznieto de Alceo el hijo de Hrcules.

    17 Los Cimmerios invadieron el Asia menor en el reinado deArdys. Vase el pr. XV de este libro

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    Los que reinaban en el pas antes de Argon, erandescendientes de Lydo, el hijo de Atys; y por estacausa todo aquel pueblo, que primero se llamabaMeon, vino despus a llamarse Lydio. El que losHeraclidas descendientes de Hrcules y de una es-clava de Yardano se quedasen con el mando quehablan recibido en depsito de mano del ltimo su-cesor de los descendientes de Lydo, no fue sino envirtud y por orden de un orculo. Los Heraclidasreinaron en aquel pueblo por espacio de quinientoscinco aos, con la sucesin de veintidos generacio-nes, tiempo en que fue siempre pasando la coronade padres a hijos, hasta que por ltimo se cieroncon ella las sienes de Candaules.

    VIII. Este monarca perdi la corona y la vidapor un capricho singular. Enamorado sobremanerade su esposa, y creyendo poseer la mujer ms her-mosa del mundo, tom una resolucin a la verdadbien impertinente. Tena entre sus guardias un pri-vado de toda su confianza llamado Gyges, hijo deDscylo, con quien sola comunicar los negociosms serios de Estado. Un da, muy de propsito sepuso a encarecerle y levantar hasta las estrellas labelleza extremada de su mujer, y no pas muchotiempo sin que el apasionado Candaules (como que

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    estaba decretada por el cielo su fatal ruina) hablaseotra vez a Gyges en estos trminos18: -Veo, amigo,que por ms que te lo pondero, no quedas bien per-suadido de cun hermosa es mi mujer, y conozcoque entre los hombres se da menos crdito a losodos que a los ojos. Pues bien, yo har de modoque ella se presente a tu vista con todas sus gracias,tal corno Dios la hizo. Al or esto Gyges, exclamalleno de sorpresa: -Qu discurso, seor, es este,tan poco cuerdo y tan desacertado? me mandarispor ventura que ponga los ojos en mi Soberana?No, seor; que la mujer que se despoja una vez desu vestido, se despoja con l de su recato y de suhonor. Y bien sabis que entre las leyes que intro-dujo el decoro pblico, y por las cuales nos debe-mos conducir, hay una que prescribe que, contentocada uno con lo suyo, no ponga los ojos en lo ajeno.Creo fijamente que la Reina es tan perfecta comome la pintis, la ms hermosa del mundo; y yo ospido encarecidamente que no exijis de m una cosatan fuera de razn. 18 Esta narracin de Herodoto, por ms amigo que parezcade cuentos y rodeos, no tiene traza de ser tan fabulosa comola que Platn nos dio del pastor Gyges en el lib, 2. De rep-blica; mayormente concordando Archilocho Pario, poetamuy antiguo, con Herodoto en lo sustancial del suceso.

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    XI. Con tales expresiones se resista Gyges, ho-rrorizado de las consecuencias que el asunto pudieratener; pero Candaules replicle as: -Anmate, ami-go, y de nadie tengas recelo. No imagines que yotrate de hacer prueba de tu fidelidad y buena co-rrespondencia, ni tampoco temas que mi mujerpueda causarte dao alguno, porque yo lo dispondrtodo de manera que ni aun sospeche haber sidovista por ti. Yo mismo te llevar al cuarto en quedormimos, te ocultar detrs de la puerta, que estarabierta. No tardar mi mujer en venir a desnudarse,y en una gran silla, que hay inmediata a la puerta, irponiendo uno por uno sus vestidos, dndote entretanto lugar para que la mires muy despacio y a todatu satisfaccin. Luego que ella desde su asiento vol-vindote las espaldas se venga conmigo a la cama,podrs t escaparte silenciosamente y sin que te veasalir.

    X. Viendo, pues, Gyges que ya no poda huir delprecepto, se mostr pronto a obedecer. CuandoCandaules juzga que ya es hora de irse a dormir,lleva consigo a Gyges a su mismo cuarto, y bienpresto comparece la Reina. Gyges, al tiempo queella entra y cuando va dejando despus despacio susvestidos, la contempla y la admira, hasta que vueltas

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    las espaldas se dirige hacia la cama. Entonces se salefuera, pero no tan a escondidas que ella no le echede ver. Instruida de lo ejecutado por su marido, re-prime la voz sin mostrarse avergonzada, y hace co-mo que no repara en ello19; pero se resuelve desde elmomento mismo a vengarse de Candaules, porqueno solamente entre los Lydios, sino entre casi todoslos brbaros, se tiene por grande infamia el que unhombre se deje ver desnudo, cuanto ms una mujer.

    XI. Entretanto, pues, sin darse por entendida,estvose toda la noche quieta y sosegada; pero alamanecer del otro da, previniendo a ciertos criados,que saba eran los ms leales y adictos a su persona,hizo llamar a Gyges, el cual vino inmediatamentesin la menor sospecha de que la Reina hubiese des-cubierto nada de cuanto la noche antes haba pasa-do, porque bien a menudo sola presentarse siendollamado de orden suya. Luego que lleg, le habl deesta manera: -No hay remedio, Gyges; es precisoque escojas, en los dos partidos que voy a propo-nerte, el que ms quieras seguir. Una de dos: o mehas de recibir por tu mujer, y apoderarte del imperio 19 Sin incurrir en la nota de malicioso, no pudiera sospecharuno que este silencio estudiado de la mujer naca de la so-

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    de los Lydios, dando muerte a Candaules, o serpreciso que aqu mismo mueras al momento, no seaque en lo sucesivo le obedezcas ciegamente y vuel-vas a contemplar lo que no te es lcito ver. No hayms alternativa que esta; es forzoso que mueraquien tal orden, o aquel que, violando la majestady el decoro, puso en m los ojos estando desnuda.

    Atnito Gyges, estuvo largo rato sin responder, yluego la suplic del modo ms enrgico no quisieseobligarle por la fuerza a escoger ninguno de los dosextremos. Pero viendo que era imposible disuadirla,y que se hallaba realmente en el terrible trance o dedar la muerte por su mano a su seor, o de recibirlal mismo de mano servil, quiso ms matar que mo-rir, y la pregunt de nuevo: -Decidme, seora, yaque me obligis contra toda mi voluntad a dar lamuerte a vuestro esposo, cmo podremos acome-terle? -Cmo? le responde ella, en el mismo sitioque me prostituy desnuda a tus ojos; all quieroque le sorprendas dormido.

    XII. Concertados as los dos y venida que fue lanoche, Gyges, a quien durante el da no se le perdinunca de vista, ni se le dio lugar para salir de aquel

    brada confianza que haca de Gyges, confianza que Platnllam adulterio

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    apuro, obligado sin remedio a matar a Candaules omorir, sigue tras de la Reina, que le conduce a suaposento, le pone la daga en la mano, y le ocultadetrs de la misma puerta. Saliendo de all Gyges,acomete y mata a Candaules dormido; con lo cual seapodera de su mujer y del reino juntamente: sucesode que Archilocho Pario, poeta contemporneo,hizo mencin en sus Jambos trmetros20.

    XIII. Apoderado as Gyges del reino, fue con-firmado en su posesin por el orculo de Delfos.Porque como los lydios, haciendo grandsimo duelodel suceso trgico de Candaules, tomasen las armaspara su venganza, juntronse con ellos en un con-greso los partidarios de Gyges, y qued convenidoque si el orculo declaraba que Gyges fuese rey delos Lidios, reinase en hora buena, pera si no, que serestituyese el mando a los Heraclidas. El orculootorg a Gyges el reino, en el cual se consolid pa-cficamente, si bien no dej la Pythia21 de aadir,que se reservaba a los Heraclidas su satisfaccin yvenganza, la cual alcanzara al quinto descendientede Gyges; vaticinio de que ni los Lydios ni los mis- 20 Estas palabras en que se citan los versos de Archilocho, lastiene por supuestas Wesselingio, por no acostumbrarHerodoto a valerse de semejantes testimonios.

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    mos reyes despus hicieron caso alguno, hasta quecon el tiempo se viera realizado.

    XIV. De esta manera, vuelvo a decir, tuvieronlos Mermnadas el cetro que quitaron a los Heracli-das. El nuevo soberano se mostr generoso en losregalos que envi a Delfos; pues fueron muchsimasofrendas de plata, que consagr en aquel templocon otras de oro, entre las cuales merecen particularatencin y memoria seis pilas o tazas grandes de oromacizo del peso de treinta talentos22, que se conser-van todava en el tesoro de los Corintios; bien que,hablando con rigor, no es este tesoro de la comuni-dad de los Corintios, sino de Cipselo el hijo de Ee-tion.

    De todos los brbaros, al lo menos que yo sepa,fue Gyges el primero que despus de Mydas, rey dela Frigia e hijo de Gordias, dedic sus ofrendas en eltemplo de Delfos, habiendo Mydas ofrecido antesall mismo su trono real (pieza verdaderamente bellay digna de ser vista), donde sentado juzgaba en p-blico las causas de sus vasallos, el cual se muestra 21 Nombre de la sacerdotisa de Delfos.22 El talento comn contena sesenta minas, la mina ciendracmas, el dracma poco menos de una libra, la libra viene acorresponder con corta diferencia al denario romano, el de-nario a un julio y este a dos rs. vn

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    todava en el mismo lugar en que las grandes tazasde Gyges. Todo este oro y plata que ofreci el reyde Lydia es conocido bajo el nombre de las ofren-das gygadas, aludiendo al de quien las regal. Apode-rado del mando este monarca, hizo una expedicincontra Mileto, otra contra Smyrna, y otra contraColofon, cuya ltima plaza tom a viva fuerza. Peroya que en el largo espacio de treinta y ocho aosque dur su reinado ninguna otra hazaa hizo devalor, contentos nosotros con lo que llevamos refe-rido, lo dejaremos aqu.

    XV. Su hijo y sucesor Ardys rindi con las armasa Prinea, y pas con sus tropas contra Mileto. Du-rante su reinado, los Cimmerios23, vindose arrojarde sus casas y asientos por los Escitas nmades,pasaron al Asia menor, y rindieron con las armas ala ciudad de Sardes, si bien no llegaron a tomar laciudadela.

    XVI. Despus de haber reinado Ardys cuarenta ynueve aos, tom el mando su hijo Sadyattes, que lodisfrut doce, y lo dej a Alyattes. Este hizo la gue-rra a Cyaxares, uno de los descendientes de Dejo-ces, y al mismo tiempo a los Medos: ech del Asiamenor a los Cimmerios, tom a Smyrna, colonia

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    que era de Colofon, y llev sus armas contra la ciu-dad de Clazmenas; expedicin de que no sali co-mo quisiera, pues tuvo que retirarse con muchaprdida y descalabro.

    XVII. Sin embargo, nos dej en su reinado otrashazaas bien dignas de memoria; porque llevandoadelante la guerra que su padre emprendiera contralos de Mileto, tuvo sitiada la ciudad de un modonuevo particular. Esperaba que estuviesen ya ade-lantados los frutos en los campos, y entonces hacamarchar su ejrcito al son de trompetas y flautasque tocaban hombres y mujeres. Llegando al terri-torio de Mileto, no derribaba los caseros, ni losquemaba, ni tampoco mandaba quitar las puertas yventanas. Sus hostilidades nicamente consistan entalar los rboles y las mieses, hecho lo cual se retira-ba, porque vea claramente que siendo los Milesiosdueos del mar, sera tiempo perdido el que em-please en bloquearlos por tierra con sus tropas. Suobjeto en perdonar a los caseros no era otro sinohacer que los Milesios, conservando en ellos dondeguarecerse, no dejasen de cultivar los campos, y conesto pudiese l talar nuevamente sus frutos.

    23 Los Cimmerios invadieron a Sardes en 3301.

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    XVIII. Once aos haban durado las hostilidadescontra Mileto; seis en tiempo de Sadyattes, motorde la guerra, y cinco en el reinado de Alyattes, quellev adelante la empresa con mucho tesn y empe-o. Dos veces fueron derrotados los Milesios, unaen la batalla de Limenio, lugar de su distrito, y otraen las llanuras del Meandro. Durante la guerra norecibieron auxilios de ninguna otra de las ciudadesde la Jonia, sino de los de Chio, que fueron los ni-cos que, agradecidos al socorro que haban recibidoantes de los Milesios en la guerra que tuvieroncontra los Erythros, salieron ahora en su ayuda ydefensa.

    XIX. Venido el ao duodcimo y ardiendo lasmieses encendidas por el enemigo, se levant derepente un recio viento que llev la llama al templode Minerva Assesia, el cual qued en breve reducidoa cenizas. Nadie hizo caso por de pronto de estesuceso; pero vueltas las tropas a Sardes, cay en-fermo Alyattes, y retardndose mucho su curacin,resolvi despachar sus diputados a Delfos, paraconsultar al orculo sobre su enfermedad, ora fueseque aluno se lo aconsejase, ora que l mismo creye-se conveniente consultar al Dios acerca de su mal.Llegados los embajadores a Delfos, les intim la

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    Pythia que no tenan que esperar respuesta del or-culo, si primero no reedificaban el templo de Mi-nerva, que dejaron abrasar en Asseso, comarca deMileto.

    XX. Yo s que pas de este modo la cosa, porhaberla odo de boca de los Delfios. Aaden los deMileto, que Periandro, hijo de Cypselo, husped yamigo ntimo de Thrasybulo, que a la sazn era se-or de Mileto, tuvo noticia de la, respuesta que aca-baba de dar la sacerdotisa de Apolo, y por medio deun enviado dio parte de ella a Thrasybulo, para queinformado, y valindose de la ocasin, viese de to-mar algn expediente oportuno.

    XXI. Luego que Alyattes tuvo noticia de lo acae-cido en Delfos, despach un rey de armas a Mileto,convidando a Thrasybulo y a los Milesios con unarmisticio por todo el tiempo que l emplease enlevantar el templo abrasado. Entretanto, Thrasybu-lo, prevenido ya de antemano y asegurado de la re-solucin que quera tomar Alyattes, mand querecogido cuanto trigo haba en la ciudad, as el p-blico como el de los particulares, se llevase todo almercado, y al mismo tiempo orden por un bando alos Milesios, que cuando l les diese la seal, al

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    punto todos ellos, vestidos de gala, celebrasen susfestines y convites con mucho regocijo y algazara.

    XXII. Todo esto lo haca Thrasybulo con la mirade que el mensajero Lydio, viendo por tina parte losmontones de trigo, y por otra la alegra del puebloen sus fiestas y banquetes, diese cuenta de todo aAlyattes cuando volviese a Sardes despus de cum-plida su comisin. As sucedi efectivamente; yAlyattes, que se imaginaba en Mileto la mayor y alos habitantes sumergidos en la ltima miseria,oyendo de boca de su mensajero todo lo contrariode lo que esperaba, tuvo por acertado concluir lapaz con la sola condicin de que fuesen las dos na-ciones amigas y aliadas. Alyattes, por un temploquemado, edific dos en Asseso a la diosa Minerva,y convaleci de su enfermedad. Este fue el curso yel xito de la guerra que Alyattes hizo a Thrasybuloy a los ciudadanos de Mileto.

    XXIII. A Periandro, de quien acabo de hacermencin, por haber dado a Thrasybulo el avisoacerca del orculo, dicen los Corintios, y en lo mis-mo convienen los de Lesbos, que siendo seor deCorinto, le sucedi la ms rara y maravillosa aventu-ra: quiero decir la de Arion, natural de Methymna,cuando fue llevado a Tnaro sobre las espaldas de

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    un delfn. Este Arion era uno de los ms famososmsicos citaristas de su tiempo, y el primer poetadityrmbico de que se tenga noticia; pues l fuequien invent el dityrambo24, y dndole este nom-bre lo ense en Corinto.

    XXIV. La cosa suele contarse as: Arion, habien-do vivido mucho tiempo en la corte al servicio dePeriandro, quiso hacer un viaje a Italia y a Sicilia,como efectivamente lo ejecut por mar; y despusde haber juntado all grandes riquezas, determinvolverse a Corinto. Debiendo embarcarse en Ta-rento, flet un barco corintio, porque de nadie sefiaba tanto como de los hombres de aquella nacin.Pero los marineros, estando en alta mar, formaronel designio de echarle al agua, con el fin de apode-rarse de sus tesoros. Arion entiende la trama, y lespide que se contenten con su fortuna, la cual lesceder muy gustosa con tal de que no le quiten lavida. Los marineros, sordos a sus ruegos, solamentele dieron a escoger entre matarse con sus propiasmanos, y as lograra ser sepultado despus en tierra,o arrojarse inmediatamente al mar. Vindose Arionreducido a tan estrecho apuro, pidiles por favor le

    24 El dityrambo era una especie de verso en honor de Baco,en estilo suelto y licencioso.

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    permitieran ataviarse con sus mejores vestidos, yentonar antes de morir una cancin sobre la cu-bierta de la nave, dndoles palabra de matarse porsu misma mano luego de haberla concluido. Convi-nieron en ello los Corintios, deseosos de disfrutarun buen rato oyendo cantar al msico ms afamadode su tiempo; y con este fin dejaron todos la popa yse vinieron a oirle en medio del barco. Entonces elastuto Arion, adornado maravillosamente y puestoel pie sobre la cubierta con la ctara en la mano,cant una composicin melodiosa, llamada el Nomoorthio, y habindola concluido, se arroj de repenteal mar. Los marineros, dueos de sus despojos con-tinuaron su navegacin a Corinto, mientras un del-fn (segn nos cuentan) tom sobre sus espaldas alclebre cantor y lo condujo salvo a Tnaro. Apenaspuso Arion en tierra los pies, se fue en derechura aCorinto vestido con el mismo traje, y refiri lo queacababa de suceder.

    Periandro, que no daba entero crdito al cuentode Arion, asegur su persona y le tuvo custodiadohasta la llegada de los marineros. Luego que sta severific, los hizo comparecer delante de s, y lespregunt si sabran darle alguna noticia de Arion.Ellos respondieron que se hallaba perfectamente en

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    Italia, y que lo haban dejado sano y bueno en Ta-rento. Al decir esto, de repente comparece a su vistaArion, con los mismos adornos con que se habaprecipitado en el mar; de lo que, aturdidos ellos, noacertaron a negar el hecho y qued demostrada sumaldad. Esto es lo que refieren los Corintios y Les-bios; y en Tnaro se ve una estatua de bronce, nomuy grande, en la cual es representado Arion bajo lafigura de un hombre montado en un delfn.

    XXV. Volviendo a la historia, dir que Alyattesdio fin con su muerte a un reinado de cincuenta ysiete aos, y que fue el segundo de su familia quecontribuy a enriquecer el templo de Delfos; puesen accin de gracias por haber salido de su enfer-medad, consagr un gran vaso de plata con su base-ra de hierro colado, obra de Glauco, natural de Chio(el primero que invent la soldadura de hierro), y laofrenda ms vistosa de cuantas hay en Delfos.

    XXVI. Por muerte de Alyatte; entr a reinar suhijo Creso a la edad de treinta y un aos, y tornandolas armas, acometi a los de Efeso, y sucesivamentea los dems Griegos. Entonces fue criando los Efe-sios, vindose por l sitiados, consagraron su ciudada Diana, atando desde su templo una soga que llega-se hasta la muralla, siendo la distancia no menos que

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    de siete estadios25, pues a la sazn la ciudad vieja,que fue la sitiada, distaba tanto del templo. El mo-narca lydio hizo despus la guerra por su turno a losJonios y a los Eolios, valindose de diferentes pre-textos, algunos bien frvolos, y aprovechando todaslas ocasiones de engrandecerse.

    XXVII. Conquistados ya los Griegos del conti-nente del Asia y obligados a pagarle tributo, formde nuevo el proyecto de construir una escuadra yatacar a los isleos, sus vecinos. Tena ya todos losmateriales a punto para dar principio a la construc-cin, cuando lleg a Sardes Biante el de Priena, se-gn dicen algunos, o segn dicen otros, Pitaco el deMitylene. Preguntado por Creso si en la Grecia ha-ba algo de nuevo, respondi que los isleos reclu-taban hasta diez mil caballos, resueltos a emprenderuna expedicin contra Sardes. Creyendo Creso quese le deca la verdad sin disfraz alguno: -Ojal, ex-clam, que los dioses inspirasen a los isleos el pen-samiento de hacer una correra contra mis Lidyos,superiores por su genio y destreza a cuantos mane-jan caballos! -Bien se echa de ver, seor, replic el 25 Siete estadios son 4.200 pies; el estadio griego u olmpicocontena 600 pies; el itlico 625, porque el pie italiano era

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    sabio, el vivo deseo que os anima de pelear a caballocontra los isleos en tierra firme, y en eso tenismucha razn. Pues qu otra cosa pensis vos quedesean los isleos, oyendo que vais a construir esasnaves, sino poder atrapar a los Lydios en alta mar, yvengar as los agravios que estis haciendo a losGriegos del continente, tratndolos cuino vasallos yaun como esclavos? Dicen que el aplogo de aquelsabio pareci a Creso muy ingenioso y cayndolemucho en gracia la ficcin, tom el consejo de sus-pender la fbrica de sus naves y de concluir con losJonios de las islas un tratado de amistad.

    XXVIII. Todas las naciones que moran ms acdel ro Halys, fueron conquistadas por Creso y so-metidas a su gobierno, a excepcin de los Clices yde los Licios. Su imperio se compona por consi-guiente de los de los Lydios, Frygios, Mysios, Ma-riandinos, Chalybes, Paflagonios, Tracios, Thynos yBithynios; como tambin de los Carios, Jonios, Eo-lios y Panfilios.

    XXIX. Como la corte de Sardes se hallase des-pus de tintas conquistas en la mayor opulencia yesplendor, todos los varones sabios que a la sazn

    algo menor que el griego. Cada estadio constaba de 405 pa-sos.

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    vivan en Grecia emprendan sus viajes para visitarlaen el tiempo que ms convena a cada uno. Entretodos ellos, el ms clebre fue el ateniense Solon; elcual, despus de haber compuesto un cdigo de le-yes por orden de sus ciudadanos, so color de nave-gar y recorrer diversos pases, se ausent de supatria por diez aos; pero en realidad fue por notener que abrogar ninguna ley de las que dejaba es-tablecidas, puesto que los Atenienses, obligados conlos ms solemnes juramentos a la observancia detodas las que les haba dado Solon, no se considera-ban en estado de poder revocar ninguna por smismos.

    XXX. Estos motivos y el deseo de contemplar yver mundo, hicieron que Solon se partiese de supatria y fuese a visitar al rey Amasis en Egipto, y alrey Creso en Sardes. Este ltimo le hosped en supalacio, y al tercer o cuarto da de su llegada dio or-den a los cortesanos para que mostrasen al nuevohusped todas las riquezas y preciosidades que seencontraban en su tesoro. Luego que todas las hubovisto y observado prolijamente por el tiempo quequiso, le dirigi Creso este discurso: -Ateniense, aquien de veras aprecio, y cuyo nombre ilustre tengobien conocido por la fama de la sabidura y ciencia

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    poltica, y por lo mucho que has visto y observadocon la mayor diligencia, respndeme, caro Solon, ala pregunta que voy a dirigirte. Entre tantos hom-bres, has visto alguno hasta de ahora completa-mente dichoso? Creso haca esta pregunta porquese crea el ms afortunado del mundo. Pero Solon,enemigo de la lisonja, y que solamente conoca ellenguaje de la verdad, le respondi: -S, seor, hevisto a un hombre feliz en Tello el ateniense. Ad-mirado el Rey, insta de nuevo. -Y por qu motivojuzgas a Tello el ms venturoso de todos? -Por dosrazones, seor, le responde Solon; la una, porquefloreciendo su patria, vio prosperar a sus hijos, to-dos hombres de bien, y crecer a sus nietos en mediode la ms risuea perspectiva; y la otra, porque go-zando en el mundo de una dicha envidiable, le cupola muerte ms gloriosa, cuando en la batalla deEleusina, que dieron los Atenienses contra losfronterizos, ayudando a los suyos y poniendo enfuga a los enemigos, muri en el lecho del honorcon las armas victoriosas en la mano, mereciendoque la patria le distinguiese con una sepultura pbli-ca en el mismo sitio en que haba muerto.

    XXXI. Excitada la curiosidad de Creso por estediscurso de Solon, le pregunt nuevamente a quin

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    consideraba despus de Tello el segundo entre losfelices, no dudando que al menos este lugar le seraadjudicado. Pero Solon le respondi: -A dos Argi-vos, llamados Cleobis y Biton. Ambos gozaban ensu patria una decente mediana, y eran ademshombres robustos y valientes, que haban obtenidocoronas en los juegos y fiestas pblicas de los atle-tas. Tambin se refiere de ellos, que como en unafiesta que los Argivos hacan a Juno fuese ceremo-nia legtima el que su madre26 hubiese de ser llevadaal templo en un carro tirado de bueyes, y stos nohubiesen llegado del campo a la hora precisa, losdos mancebos, no pudiendo esperar ms, pusieronbajo del yugo sus mismos cuellos, y arrastraron elcarro en que su madre vena sentada, por el espaciode cuarenta y cinco estadios, hasta que llegaron altemplo con ella.

    Habiendo dado al pueblo que a la fiesta concu-rra este tierno espectculo, les sobrevino el trminode su carrera del modo ms apetecible y ms dignode envidia; queriendo mostrar en ellos el cielo que alos hombres a veces les conviene ms morir quevivir. Porque como los ciudadanos de Argos, ro-

    26 El nombre de esta sacerdotisa de Juno era Kydippe, o comoalgn otro dice, Theano. Vase a Suidas en la palabra Croesus.

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    deando a los dos jvenes celebrasen encarecida-mente su resolucin, y las ciudadanas llamasen di-chosa la madre que les haba dado el ser, ella muycomplacida por aquel ejemplo de piedad filial, ymuy ufana con los aplausos, pidi a la diosa Junodelante de su estatua que se dignase conceder a sushijos Cleobis y Biton, en premio de haberla honradotanto, la mayor gracia que ningn mortal hubiesejams recibido. Hecha esta splica, asistieron losdos al sacrificio y al esplndido banquete, y despusse fueron a dormir en el mismo lugar sagrado, don-de les cogi un sueo tan profundo que nunca msdespertaron de l. Los Argivos honraron su memo-ria y dedicaron sus retratos en Delfos considern-dolos como a unos varones esclarecidos.

    XXXII. A estos daba Solon el segundo lugar en-tre los felices; oyendo lo cual Creso, exclam con-movido: -Conque apreciis en tan poco, amigoAteniense, la prosperidad que disfruto, que ni si-quiera me contis por feliz al lado de esos hombresvulgares? -Y a m, replic Solon, me hacis esapregunta, a m, que s muy bien cun envidiosa es lafortuna, y cun amiga es de trastornar los hombres?Al cabo de largo tiempo puede suceder fcilmente

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    que uno vea lo que no quisiera, y sufra lo que notema.

    Supongamos setenta aos el trmino de la vidahumana. La suma de sus das ser de veinticinco mily doscientos, sin entrar en ella ningn mes interca-lar. Pero si uno quiere aadir un mes27 cada dosaos, con la mira de que las estaciones vengan a sudebido tiempo, resultarn treinta y cinco meses in-tercalares, y por ellos mil y cincuenta das ms. Puesen todos estos das de que constan los setenta aos,y que ascienden al nmero de veintiseis mil dos-cientos y cincuenta, no se hallar uno solo que porla identidad de sucesos sea enteramente parecido aotro. La vida del hombre oh Creso! es una serie decalamidades. En el da sois un monarca poderoso yrico, a quien obedecen muchos pueblos; pero no meatrevo a daros an ese nombre que ambicionis,hasta que no sepa cmo habis terminado el cursode vuestra vida. Un hombre por ser muy rico no esms feliz que otro que slo cuenta con la subsisten-cia diaria, si la fortuna no le concede disfrutar hastael fin de su primera dicha. Y cuntos infelices ve-

    27 Este clculo de Solon es un punto de discordia entre losms clebres cronlogos, tanto acerca de la integridad deltexto original como de los das de que constaba el ao.

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    mos entre los hombres opulentos, al paso que mu-chos con un moderado patrimonio gozan de la feli-cidad?

    El que siendo muy rico es infeliz, en dos cosasaventaja solamente al que es feliz, pero no rico.Puede, en primer lugar, satisfacer todos sus antojos;y en segundo, tiene recursos para hacer frente a loscontratiempos. Pero el otro le aventaja en muchascosas; pues adems de que su fortuna le preserva deaquellos males, disfruta de buena salud, no sabe quson trabajos, tiene hijos honrados en quienes se go-za, y se halla dotado de una hermosa presencia. Si aesto se aade que termine bien su carrera, ved aquel hombre feliz que buscis; pero antes que uno lle-gue al fin, conviene suspender el juicio y no llamarlefeliz. Dsele, entretanto, si se quiere, el nombre deafortunado.

    Pero es imposible que ningn mortal rena to-dos estos bienes; porque as como ningn pas pro-duce cuanto necesita, abundando de unas cosas ycareciendo de otras, y tenindose por mejor aquelque da ms de su cosecha, del mismo modo no hayhombre alguno que de todo lo bueno se halla pro-visto; y cualquiera que constantemente hubiese reu-nido mayor parte de aquellos bienes, si despus

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    lograre una muerte plcida y agradable, ste, seor,es para m quien merece con justicia el nombre dedichoso. En suma, es menester contar siempre conel fin; pues hemos visto frecuentemente desmoro-narse la fortuna da los hombres a quienes Dios ha-ba ensalzado ms.

    XXXIII. Este discurso, sin mezcla de adulacinni de cortesanos miramientos, desagrad a Creso, elcual despidi a Solon, tenindolo por un ignoranteque, sin hacer caso de los bienes presentes, fijaba lafelicidad en el trmino de las cosas.

    XXXIV. Despus de la partida de Solon, la ven-ganza del cielo se dej sentir sobre Creso, en casti-go, a lo que parece, de su orgullo por haberse credoel ms dichoso de los mortales. Durmiendo una no-che le asalt un sueo en que se lo presentaron lasdesgracias que amenazaban a su hijo. De dos quetena, el uno era sordo y lisiado; y el otro, llamadoAtys, el ms sobresaliente de los jvenes de su edad.Este perecera traspasado con una punta de hierro siel sueo se verificaba. Cuando Creso despert sepuso lleno de horror a meditar sobre l, y desdeluego hizo casar a su hijo y no volvi a encargarle elmando de sus tropas, a pesar de que antes era el quesola conducir los Lydios al combate; ordenando

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    adems que los dardos, lanzas y cuantas armas sir-ven para la guerra, se retirasen de las habitacionesdestinadas a los hombres, y se llevasen a los cuartosde las mujeres, no fuese que permaneciendo all col-gadas pudiese alguna caer sobre su hijo.

    XXXV. Mientras Creso dispona las bodas, llega Sardes un Frigio de sangre real, que haba tenidola desgracia de ensangrentar sus manos con un ho-micidio involuntario. Puesto en la presencia del Rey,le pidi se dignase purificarle de aquella mancha, loque ejecut Creso segn los ritos del pas, que enesta clase de expansiones son muy parecidos a losde la Grecia. Concluida la ceremonia, y deseoso desabor quin era y de donde vena, le habl as:-Quin eres, desgraciado? de qu parte de Frigia28

    vienes? y a qu hombre o mujer has quitado la vi-da? -Soy, respondi al extranjero, hijo de Midas, ynieto de Gordi: me llamo Adrasto; mat sin querera un hermano mo, y arrojado de la casi paterna,falto de todo auxilio, vengo a refugiarme a la vues-tra. -Bien venido seas, le dijo Creso, pues eres deuna familia amiga, y aqu nada te faltar. Sufre la

    28 Parece que la Frigia conquistada por Creso, segn quedadicho en el prrafo XXVIII, tena sus reyes, tributarios delimperio de Sardes.

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    calamidad con buen nimo, y te ser ms llevadera.Adrasto se qued hospedado en el palacio de Creso.

    XXXVI. Por el mismo tiempo un jabal enormedel monte Olimpo devastaba los campos de los My-sios; los cuales, tratando de perseguirlo en vez decausarle dao, lo reciban de l nuevamente. Porltimo, enviaron sus diputados a Creso, rogndoloque los diese al prncipe su hijo con algunos mozosescogidos y perros de caza para matar aquella fiera.Creso, renovando la memoria del sueo, les res-pondi: -Con mi hijo no contis, porque es novio yno quiero distraerle de los cuidados que ahora loocupan; os dar, s, todos mis cazadores con susperros, encargndoles hagan con vosotros los ma-yores esfuerzos para ahuyentar de vuestro pas elformidable jabal.

    XXXVII. Poco satisfechos quedaran los Mysioscon esta respuesta, cundo lleg el hijo de Creso, einformado de todo, habl a su padre en estos tr-minos: -En otro tiempo, padre mo, la guerra y lacaza me presentaban honrosas y brillantes ocasionesdonde acreditar mi valor; pero ahora me tenis se-parado de ambas ejercicios, sin haber dado yomuestras de flojedad ni de cobarda. Con qu carame dejar ver en la corte de aqu en adelante al ir y

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    volver del foro y de las concurrencias pblicas? Enqu concepto me tendrn los ciudadanos? Qupensar de m la esposa con quien acabo de unir midestino? Permitidme pues, que asista a la caza pro-yectada, o decidme por qu razn no me convieneir a ella.

    XXXVIII. -Yo, hijo mo, respondi Creso, nohe tomado estas medidas por haber visto en ti co-barda, ni otra cosa que pudiese desagradarme. Unsueo me anuncia que morirs en breve traspasadopor una punta de hierro. Por esto aceler tus bodas,y no te permito ahora ir a la caza por ver si logro,mientras viva, libertarte de aquel funesto presagio.No tengo ms hijo que t, pues el otro, sordo y es-tropeado, es como si no le tuviera.

    XXIX. -Es justo, replic el joven, que se os disi-mule vuestro temor y la custodia en que me habistenido despus de un sueo tan aciago; mas, permi-tidme, seor, que os interprete la visin, ya que pa-rece no la habis comprendido. Si me amenaza unapunta de hierro, qu puedo temer de los dientes ygarras de un jabal? Y puesto que no vamos a lidiarcon hombres, no pongis obstculo a mi macha.

    XL. -Veo, dijo Creso, que me aventajas en lainteligencia de los sueos. Convencido de tus razo-

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    nes, mudo de dictamen y te doy permiso para quevayas a caza.

    XLI. En seguida llam a Adrasto, y le dijo: -Nopretendo, amigo mo, echarte en cara tu desventura:bien s que no eres ingrato. Recurdote solamenteque me debes tu expiacin, y que hospedado en mipalacio te proveo de cuanto necesitas. Ahora encambio exijo de ti que te encargues de la custodia demi hijo en esta cacera, no sea que en el camino sal-gan ladrones a diaros. A ti, adems, te convieneuna expedicin en que podrs acreditar el valor he-redado de tus mayores y la fuerza de tu brazo.

    XLII. -Nunca, seor, respondi Adrasto, entra-ra de buen grado en esta que pudiendo llamarsepartida de diversin desdice del miserable estado enque me veo, y por eso heme abstenido hasta de fre-cuentar la sociedad de los jvenes afortunados; peroagradecido a vuestros beneficios, y debiendo co-rresponder a ellos, estoy pronto a ejecutar lo que memandis, y quedad seguro que desempear contodo esmero la custodia de vuestro hijo, para quetorne sano y salvo a vuestra casa.

    XLIII. Dichas estas palabras, parten los jvenes,acompaados de una tropa escogida y provistos deperros de caza. Llegados a las sierras del Olimpo,

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    buscan la fiera, la levantan y rodean, y disparancontra ella una lluvia de dardos. En medio de laconfusin, quiere la fortuna ciega que el huspedpurificado por Creso de su homicidio, el desgracia-do Adrasto, disparando un dardo contra el jabal, envez de dar en la fiera, d en el hijo mismo de subienhechor, en el prncipe infeliz que, traspasadocon aquella punta, cumple muriendo la prediccindel sueo de su padre. Al momento despachan uncorreo para Creso con la nueva de lo acaecido, elcual, llegado a Sardes, dale cuenta del choque y de lainfausta muerte de su hijo.

    XLIV. Trbase Creso al oir la noticia, y se la-menta particularmente de que haya sido el matadorde su hijo aquel cuyo homicidio haba l expiado.En el arrebato de su dolor invoca al Dios de la ex-piacin, al Dios de la hospitalidad, al Dios que pre-side a las ntimas amistades, nombrando con estosttulos a Jpiter, y ponindole por testigo de la pagaatroz que recibe de aquel cuyas manos ensangrenta-das ha purificado, a quien ha recibido corno hus-ped bajo su mismo techo, y que escogido paracompaero y custodio de su hijo, se haba mostradosu mayor enemigo.

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    XLV. Despus de estos lamentos llegan losLydios con el cadver, y detrs el matador, el cual,puesto delante de Creso, lo insta con las manos ex-tendidas para que lo sacrifique sobre el cuerpo de suhijo, renovando la memoria de su primera desventu-ra, y diciendo que ya no debe vivir, despus de ha-ber dado la muerte a su mismo expiador. PeroCreso, a pesar del sentimiento y luto domstico quele aflige, se compadece de Adrasto y le habla en es-tos trminos: -Ya tengo, amigo, toda la venganza ydesagravio que pudiera desear, en el hecho de ofre-certe a morir t mismo. Pero ah! no es tuya la cul-pa, sino del destino, y quiz de la deidad misma queme pronostic en el sueo lo que haba de suceder.

    Creso hizo los funerales de su hijo con la pompacorrespondiente; y el infeliz hijo de Midas y nieto deGordio, el homicida involuntario de su hermano ydel hijo de su expiador, el fugitivo Adrasto, cuandovio quieto y solitario el lugar del sepulcro, conde-nndose a s mismo por el ms desdichado de loshombres, se degoll sobre el tmulo con sus pro-pias manos.

    XLVI. Creso, privado de su hijo, cubrise deluto por dos aos, al cabo de los cuales, reflexio-nando que el imperio de Astyages, hijo de Cyaxares,

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    haba sido destruido por Cyro, hijo de Cambyses, yque el poder de los Persas iba creciendo de da enda, suspendi su llanto y se puso a meditar sobrelos medios de abatir la dominacin persiana, antesque llegara a la mayor grandeza. Con esta idea quisohacer prueba de la verdad de los orculos, tanto dela Grecia como de la Lybia, y despach diferentescomisionados a Delfos, a Abas, lugar de los Focos,y a Dodona, como tambin a los orculos de Anfia-rao y de Trofonio, y al que hay en Branchidas, en elterritorio de Mileto. Estos fueron los orculos queconsult en la Grecia, y asimismo envi sus diputa-dos al templo de Ammon en la Lybia. Su objeto eraexplorar lo que cada orculo responda, y si los ha-llaba conformes, consultarles despus si emprende-ra la guerra contra los persas.

    XLVII. Antes de marchar, dio a sus comisiona-dos estas instrucciones: que llevasen bien la cuentade los das, empezando desde el primero que salie-sen de Sardes; que al centsimo consultasen el or-culo en estos trminos: En qu cosa se estocupando en este momento el rey de los Lydios,Creso, hijo de Alyattes? y que tomndolas por es-crito, le trajesen la respuesta de cada orculo. Nadierefiere lo que los dems orculos respondieron; pe-

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    ro en Delfos, luego que los Lydios entraron en eltemplo hicieron la pregunta que se les haba man-dado, respondi la Pythia con estos versos:

    S del mar la medida, y de su arenaEl nmero contar. No hay sordo algunoA quien no entienda; y oigo al que no habla.Percibo la fragancia que despideLa tortuga cocida en la vasijaDe bronce, con la carne de cordero,Teniendo bronce abajo, y bronce arriba.

    XLVIII. Los Lydios, tomando estos versos de laboca proftica de la Pythia, los pusieron por escrito,y volvironse con ellos a Sardes. Llegaban entre-tanto las respuestas de los otros orculos, ningunade las cuales satisfizo a Creso. Pero cuando hall lade Delfos, la recibi con veneracin, persuadido deque all solo resida un verdadero nmen, pues nin-gn otro sino l haba dado con la verdad. El casoera, que llegado el da prescrito a los comisionadospara la consulta de los dioses, discurri Creso unaocupacin que fuese difcil de adivinar, y partiendoen varios pedazos una tortuga y un cordero, se puso

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    a cocerlos en una vasija de bronce, tapndola conuna cobertera del mismo metal.

    XLIX. Esta ocupacin era conforme a la res-puesta de Delfos. La que dio el orculo de Anfiaraoa los Lydios que la consultaron sin faltar a ningunade las ceremonias usadas en aquel templo, no puedodecir cul fuera; y solo se refiere que por ella quedpersuadido Creso de que tambin aquel orculo go-zaba del don de profeca.

    L. Despus de esto procur Creso ganarse el fa-vor de la deidad que reside en Delfos, a fuerza degrandes sacrificios, pues por una parte subieronhasta el nmero de tres mil las vctimas escogidasque all ofreci, y por otra mand levantar unagrande pira de lechos dorados y plateados, de tazasde oro, de vestidos y tnicas de prpura, y despusla peg fuego; ordenando tambin a todos losLydios que cada uno se esmerase en sus sacrificioscuanto les fuera posible. Hecho esto, mand derre-tir una gran cantidad de oro y fundir con ella unoscomo medios ladrillos, de los cuales los ms largoseran de seis palmos, y los ms cortos de tres, te-niendo de grueso un palmo. Todos componan elnmero de ciento diecisiete. Entre ellos habla cua-tro de oro acrisolado, que pesaba cada uno dos ta-

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    lentos y medio; los dems ladrillos29 de oro blan-quecino eran del peso de dos talentos. Labr tam-bin de oro refinado la efigie de un len, del pesode diez talentos. Este len, que al principio se halla-ba erigido sobre los medios ladrillos, cay de su ba-sa cuando se quem el templo de Delfos, y alpresente se halla en el tesoro de los Corintios, porocon solo el peso de seis talentos y medio, habiendomermado tres y medio que el incendio consumi.

    LI. Fabricados estos dones, envi Creso junta-mente con ellos otros regalos, que consistan en dosgrandes tazas, la una de oro, y la otra de plata. La deoro estaba a mano derecha, al entrar en el templo, yla de plata a la izquierda; si bien ambas, despus deabrasado el templo, mudaron tambin de lugar;pues la de oro, que pesa ocho talentos y medio ydoce minas ms, se guarda en el tesoro de los Cla-zomenios; y la de plata en un ngulo del portal alentrar del templo; la cual tiene de cabida seiscientoscntaros, y en ella ameran los de Delfos el vino en lafiesta de la Theofania. Dicen ser obra de TeodoroSamio, y lo creo as; pues no me parece por su m- 29 Luciano en sus Contempl. introduce a Solon hablando conCreso, y se burla con el donaire ms fino y crtico de los

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    rito pieza de artfice comn. Envi asimismo cuatrotinajas de plata, depositadas actualmente en el teso-ro de los de Corinto; y consagr tambin dos agua-maniles, uno de oro y otro de plata. En el ltimo seve grabada esta inscripcin: Don de los Lacedemonios;los cuales dicen ser suya la ddiva; pero lo dicen sinrazn, siendo una de las ofrendas de Creso. La ver-dad es que cierto sujeto de Delfos, cuyo nombreconozco, aunque no le manifestar, le puso aquellainscripcin, querindose congraciar con los Lace-demonios. El nio por cuya mano sale el agua, sque es don de los Lacedemonios, no sindolo nin-guno de los dos aguamaniles. Muchas otras ddivasenvi Creso que nada tenan de particular, entreellas ciertos globos de plata fundida, y una estatuade oro de una mujer, alta tres codos, que dicen losDelfos ser la panadera de Creso. Ofreci tambin elcollar de oro y los cinturones de su mujer.

    LII. Informado Creso del valor de Anfiarao y desu desastrado fin30, le ofreci un escudo, todo l deoro puro, y juntamente una lanza de oro macizo,con el asta del mismo metal. Entrambas ofrendas se ladrillos de oro ofrecidos a Apolo, que para nada necesitabade ellos.

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    conservan hoy en Tebas, guardadas en el templo deApolo Ismenio.

    LIII. Los Lydios encargados de llevar a los tem-plos estos dones, recibieron orden de Creso parahacer a los orculos la siguiente pregunta: Creso,monarca de los Lydios y de otras naciones, bien se-guro de que son solos vuestros orculos los que hayen el mundo verdicos, os ofrece estas ddivas, de-bidas a vuestra divinidad y nmen proftico, y ospregunta de nuevo, si ser bien emprender la guerracontra los Persas, y juntar para ella algn ejrcitoconfederado. Ambos orculos convinieron en unamisma respuesta, que fue la de pronosticar a Creso,que si mova sus tropas contra los Persas acabarlacon un grande imperio31; y le aconsejaron, que in-formado primero de cul pueblo entre los griegosfuese el ms poderoso, hiciese con l un tratado dealianza.

    LIV. Sobremanera contento Creso con la res-puesta, y envanecido con la esperanza de arruinar elimperio de Cyro, envi nuevos diputados a la ciu- 30 El valor y fatal trmino de Anfiarao puede verse en Dio-doro Sculo. lib. IV, pg. 305.31 Ciceron, lib. XI. de Divinat., cap. 58. nos dio la respuestadel orculo en latn: Craesus, Halym penetrans, magnam perverteiopun vim.

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    dad de Delfos, y averiguado el nmero de sus mo-radores, regal a cada uno dos monedas o stateres deoro32. En retorno los Delfios dieron a Creso y a losLydios la prerrogativa en las consultas, la presiden-cia de las juntas, la inmunidad en las aduanas y elderecho perpetuo de filiacin a cualquier Lydio quequisiere ser su conciudadano.

    LV. Tercera vez consult Creso al orculo, porhallarse bien persuadido de su veracidad. La pre-gunta estaba reducida a saber si sera largo su reina-do, a la cual respondi la Pithia de este modo:

    Cuando e1 rey de los Medos fuere un mulo,Huye entonces al Hernio pedregoso,Oh Lydio delicado; y no te quedesA mostrarte cobarde y sin vergenza.

    LVI. Cuando estos versos llegaron a noticia deCreso, holgse ms con ellos que con los otros, per-suadido de que nunca por un hombre reinara entrelos Medos un mulo, y que por lo mismo ni l ni susdescendientes dejaran jams de mantenerse en eltrono. Pas5 despus a averiguar con mucho esmero 32 Moneda que vala cuatro dracmas.

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    quines de entre los Griegos fuesen los mas pode-rosos, a fin de hacerlos sus amigos, y por los infor-mes hall que sobresalan particularmente losLacedemonios y los Atenienses, aquellos entre losDorios, y estos entre los Jonios.

    Aqu debo prevenir quo antiguamente dos eranlas naciones ms distinguidas en aquella regin, laPelsgica y la Helnica; de las cuales la una jamssali de su tierra, y la otra mud de asiento muy amenudo33. En tiempo de su rey Deucalion habitabaen la Pthiotida, y en tiempo de Doro el hijo de He-lleno, ocupaba la regin Istieotida, que est al pie delos montes Ossa y Olimpo. Arrojados despus porlos Cadmeos de la Istieotida, establecieron su mora-da en Pindo, y se llam con el nombre de Macedno.Desde all pas a la Dryopida, y viniendo por fin alPeloponeso, se llam la gente Drica.

    LVII. Cul fuese la lengua que hablaban losPelasgos, no puedo decir de positivo. Con todo, nospodemos regir por ciertas conjeturas tomadas de losPelasgos, que todava existen: primero, de los que

    33 Acerca de este pasaje del autor puede leerse la anotacinde Wesselingio, que convence con muchos testimonios con-tra Gronovio, que no fueron los Helenos, sino los Pelasgos,los que mudaron de asiento.

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    habitan la ciudad de Crestona34, situada sobre losTyrrenos (los cuales en lo antiguo fueron vecinos delos que ahora llamamos Dorienses, y morabanentonces en la regin que al presente se llama laTessaliotida); segundo, de los Pelasgos, que en elHelesponto fundaron a Placia y a Seylace (los cualesfueron antes vecinos de los Atenienses); tercero, delos que se hallan en muchas ciudades pequeas,bien que hayan mudado su antiguo nombre dePelasgos. Por las conjeturas que nos dan todos estospueblos, podremos decir que los Pelasgos debanhablar algn lenguaje brbaro, y que la gente tica,siendo Pelasga, al incorporarse con los Helenos, de-bi de aprender la lengua de stos, abandonando lasuya propia. Lo cierto es que ni los de Crestona, nilos de Placia (ciudades que hablan entre s unamisma lengua), la tienen comn con ninguno deaquellos pueblos que son ahora sus vecinos, dedonde se infiere que conservan el carcter mismo dela lengua que consigo trajeron cuando se fugaron enaquellas regiones.

    34 Este lugar es uno de los ms cuestionados de Herodoto, yel que guste profundizar en las antigedades griegas, podrver las tentativas que hace Wesselingio para explicarle.

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    LVIII. Por el contrario, la nacin Helnica, a miparecer, habla siempre desde su origen el mismoidioma. Dbil y separada de la Pelsgica, empez acrecer de pequeos principios, y vino a formar ungrande cuerpo, compuesto de muchas gentes, ma-yormente cuando se le fueron allegando y uniendoen gran nmero otras brbaras naciones35, y de aqudiman, segn yo imagino, que la nacin de los Pe-lasgos, que era una de las brbaras, nunca pudiesehacer grandes progresos.

    LIX. De estas dos naciones oa decir Creso queel tica se hallaba oprimida por Pisistrato, que a lasazn era seor o tirano do los Atenienses. A supadre Hipcrates, asistiendo a los juegos Olmpicos,le sucedi un gran prodigio, y fue que las calderasque tena ya prevenidas para un sacrificio, llenas deagua y de carne, sin que las tocase el fuego, se pusie-ron a hervir de repente hasta derramarse. El Lace-demonio Chilon, que presenci aquel portento, pre-vino dos cosas a Hipcrates: la primera, que nuncase casase con mujer que pudiese darle sucesin; y la

    35 De este lugar no se deducira ms que desde el principio sevio la Grecia habitada por varias naciones que ni eran Hel-nicas ni Pelasgas

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    segunda, que si estaba casado, se divorciase luego ydesconociese por hijo al que ya hubiese tenido.

    Por no haber seguido estos consejos le nacidespus Pisistrato, el cual, aspirando a la tirana yviendo que los Atenienses litorales, capitaneadospor Megacles, hijo de Alcmeon, se haban levantadocontra los habitantes de los campos, conducidospor Licurgo, el hijo de Arisitoclaides, form un ter-cer partido, bajo el pretexto de defender a los Ate-nienses de las montaas, y para salir con su intentourdi la trama de este modo. Hizose herir a s mis-mo y a los mulos de su carroza, y se fue hacia la pla-za como quien hua de sus enemigos, fingiendo quele haban querido matar en el camino de su casa decampo. Llegado a la plaza, pidi al pueblo que puesl antes se haba distinguido mucho en su defensa,ya cuando general contra los Megarenses, ya en latoma de Nicea36, y con otras grandes empresas yservicios, tuviesen a bien concederle alguna guardiapara la seguridad de su persona. Engaado el pue-blo con tal artificio, dile ciertos hombres escogidosque lo escoltasen y siguiesen, los cuales estaban ar-mados, no de lanzas, sino de clavas. Auxiliado porestos, se apoder Pisistrato de la ciudadela de Ate-

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    nas, y por este medio lleg a hacerse dueo de losAtenienses; pero sin alterar el orden de los ma-gistrados ni mudar las leyes, contribuy mucho ybien al adorno de la ciudad, gobernando bajo el planantiguo.

    LX. Poco tiempo despus, unidos entre s lospartidarios de Megacles y los de Licurgo, lograronquitar el mando a Pisistrato y echarlo de Atenas. Nobien los dos partidos acabaron de expelerle, cuandovolvieron de nuevo a la discordia y sedicin entro smismos. Megacles, que se vio sitiado por sus ene-migos, despach un mensajero a Pisistrato, ofre-cindolo que si tomaba a su hija por mujer, le daraen dote el mando de la repblica. Admitida la pro-posicin y otorgadas las condiciones, discurrieronpara la vuelta de Pisistrato el artificio ms groseroque en mi opinin pudiera imaginarse, mayormentesi se observa que los Griegos eran tenidos ya demuy antiguo por ms astutos quo, los brbaros ymenos expuestos a dejarse deslumbrar de tales ne-cedades y que se trataba de engaar a los Ate-nienses, reputados por los ms sabios y perspicacesde todos los Griegos.

    36 Ciudad de los Megarenses con su puerto y arsenal.

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    En el partido Pecinense haba una mujer hermosallamada Phya, con la estatura de cuatro codos me-nos tres dedos. Armada completamente, y vestidacon un traje que la hiciese parecer mucho ms bellay majestuosa, la colocaron en una carroza y la con-dujeron a la ciudad, enviando delante sus emisariosy pregoneros, los cuales cumplieron bien con suencargo, y hablaron al pueblo en esta forma:-Recibid, oh Atenienses, de buena voluntad a Pi-sistrato, a quien la misma diosa Minerva restituye asu alczar, haciendo con l una demostracin nuncausada con otro mortal. Esto iban gritando por to-das partes, de suerte que muy en breve se extendila fama del hecho por la ciudad y la comarca; y losque se hallaban en la ciudadela, creyendo ver enaquella mujer a la diosa misma, la dirigieron susvotos y recibieron a Pisistrato.

    LXI. Recobrada de este modo la tirana, y cum-pliendo con lo pactado, tom Pisistrato por mujer ala hija de Megacles. Ya entonces tena hijos creci-dos, y no queriendo aumentar su nmero, con mo-tivo de la creencia segn la cual Lodos losAlcmeonidas eran considerados como una raza im-pa, nunca conoci a su nueva esposa en la formadebida y regular. Si bien ella al principio tuvo la cosa

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    oculta, despus la descubri a su madre y sta a sumarido. Megacles lo llev muy a mal, viendo que asle deshonraba Pisistrato, y por resentimiento se re-concili de nuevo con los amotinados. EntretantoPisistrato, instruido de todo, abandon el pas y sefue a Eretria, donde, consultando con su hijo, lepareci bien el dictamen de Hippias sobre recuperarel mando, y al efecto trataron de recoger donativosdelas ciudades que les eran ms adictas, entre lascuales sobresali la de los Tbanos por su liberali-dad. Pasado algn tiempo, qued todo preparadopara el xito de la empresa, as porque los Argivos,gente asalariada para la guerra, haban ya concurridodel Peloponeso, como porque un cierto Lygdamis,natural de Naxos, habindoseles reunido volunta-riamente con hombres y dinero, los animaba so-bremanera a la expedicin.

    LXII. Partiendo por fin de Eretria, volvieron altica once aos despus de su salida, y se apodera-ron primeramente de Maraton. Atrincherados enaquel punto, se les iban reuniendo, no solamente lospartidarios que tenan en la ciudad, sino tambinotros de diferentes distritos, a quienes acomodabams el dominio de un seor que la libertad del pue-blo. Su ejrcito se aumentaba con la gente que acu-

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    da; pero los Atenienses que moraban en la mismaAtenas miraron la cosa con indiferencia todo eltiempo que gast Pisistrato en recoger dinero, ycuando despus ocup a Maraton, hasta que sa-biendo qu marchaba contra la ciudad, salieron porfin a resistirle. Los dos ejrcitos caminaban a en-contrarse, y llegando al templo de Minerva la Palle-nida, hicieron alto uno enfrente del otro. Entoncesfue cuando Anfilyto, el clebre adivino de Acarna-nia arrebatado de su estro, se present a Pisistrato yle vaticin de este modo:

    Echado el lance est, la red tendida;Los atunes de noche se presentanAl resplandor de la callada luna37.

    LXIII. Pisistrato, comprendido el vaticinio, y di-ciendo que lo reciba con veneracin, puso en mo-vimiento sus tropas. Muchos de los Atenienses, quehaban salido de la ciudad, acababan entonces decomer; unos se entretenan jugando a los dados, yotros reposaban, por lo cual, cayendo de repente 37 El vaticinio de Anfilyto se ha conservado en estos dosversos latinos: Est nummus proyectus, item sunt retia tenta

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    sobre ellos las tropas de Pisistrato, se vieron obliga-dos Ja huir. Para que se mantuviesen dispersos, dis-curri Pisistrato el ardid de enviar unos muchachosa caballo, que alcanzando a los fugitivos, los exhor-tasen de su parte a que tuviesen buen nimo y seretirasen cada uno a su casa.

    LXIV. As lo hicieron los Atenienses, y logr Pi-sistrato apoderarse de Atenas por tercera vez. Due-o de la ciudad, procur arraigarse en el mando conmayor nmero de tropas auxiliares, y con el au-mento de las rentas pblicas, tanto recogidas en elpas mismo como venidas del ro Strymon. Con elmismo fin tom en rehenes a los hijos de los Ate-nienses que, sin entregarse luego a la fuga, le habanhecho frente, y los deposit en la isla de Naxos, dela cual se haba apoderado con las armas, y cuyogobierno haba confiado Lygdamis. Ya, obedecien-do a los orculos, haba purificado antes la isla deDlos, mandando desenterrar todos los cadveresque estaban sepultados en todo el distrito que desdeel templo se poda alcanzar con la vista, hacindolosenterrar en los dems lugares de la isla. Pisistrato,pues, tena bajo su dominacin a los Atenienses, delos cuales algunos haban muerto en la guerra y Nox adderunt tynni, claro sub siders lunae.

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    otros en compaa de los Alcmenidas se habanausentado de su patria.

    LXV. Esto era el estado en que supo Creso queentonces se hallaban los Atenienses. De los Lace-demonios averigu que, libres ya de sus anterioresapuros, haban recobrado la superioridad en la gue-rra contra los de Tegea. Porque en el reinado deLeon y Hegesicles, a pesar de que los Lacedemonioshaban salido bien en otras guerras, sin embargo, enla que sostenan contra los de Tegea haban sufridograndes reveses.

    Estos mismos Lacedemonios se gobernaban enlo antiguo por las peores leyes de toda la Grecia,tanto en su administracin interior como en sus re-laciones con los extranjeros, con quienes eran inso-ciables; pero tuvieron la dicha de mudar susinstituciones por medio de Lycurgo38, el hombrems acreditado de todos los Esparciatas, a quien,cuando fue a Delfos para consultar al orculo, alpunto mismo de entrar en el templo le dijo laPythia: