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LO ÉTICO Y MORAL COMO ELEMENTO FUNDAMENTADORES DEL VALOR EN LA ACTIVIDAD JURÍDICA Los Valores desde la Ética y la Moral Los valores son irreductibles a otras formas de realidad. Entonces lo axiológico requiere una postura onto-epistémica, desde la cual el valor tenga criterio filosófico, un pensamiento referencial muy distinto a un acto reduccionista o maniqueista del bien y el mal. La conceptualización de valor reclama su fundación en un acto humano sostenido en una acción explicada por la subjetividad, manifestada en el agrado o desagrado, en el deseo o repugnancia, en la atracción o alejamiento, que son actitudes vinculadas a la particularidad del hombre como ser pensante y cultivado por un conocimiento. Lo anterior expresado, imbrica con los elementos de la ética y la moral establecido en la construcción onto- epistémica del hombre y la sociedad donde milita; es entonces lo ético como expresión del ideario del ser pensante y el aspecto moral manifestado en la praxis el motivo fundamental del valor o de los valores de una realidad. De allí la necesaria apelación a los postulados onto-epistémicos relativos al hombre y a su predica del acto valorativo como elemento de su existencia y su mundo vívido, independiente de las cosas o mejor dicho donde

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LO ÉTICO Y MORAL COMO ELEMENTO FUNDAMENTADORES DEL

VALOR EN LA ACTIVIDAD JURÍDICA

Los Valores desde la Ética y la Moral

Los valores son irreductibles a otras formas de realidad. Entonces lo axiológico

requiere una postura onto-epistémica, desde la cual el valor tenga criterio filosófico,

un pensamiento referencial muy distinto a un acto reduccionista o maniqueista del

bien y el mal. La conceptualización de valor reclama su fundación en un acto

humano sostenido en una acción explicada por la subjetividad, manifestada en el

agrado o desagrado, en el deseo o repugnancia, en la atracción o alejamiento, que son

actitudes vinculadas a la particularidad del hombre como ser pensante y cultivado por

un conocimiento.

Lo anterior expresado, imbrica con los elementos de la ética y la moral

establecido en la construcción onto-epistémica del hombre y la sociedad donde milita;

es entonces lo ético como expresión del ideario del ser pensante y el aspecto moral

manifestado en la praxis el motivo fundamental del valor o de los valores de una

realidad. De allí la necesaria apelación a los postulados onto-epistémicos relativos al

hombre y a su predica del acto valorativo como elemento de su existencia y su mundo

vívido, independiente de las cosas o mejor dicho donde las cosas se fundan para ser

agradada o rechazada. El sentido ético en la cualidad valorativa tiene una

interpretación subjetiva, entendiendo en término del antropocentrismo considerando

los puntos de vista del sujeto para establecer una posición valorativa. Desde esta

postura la acción subjetiva delata una verdad particular; en algunos casos donde se

quiere alcanzar una verdad o se demuestra una falsedad, pero no es un acto absoluto

porque los actos valorativos no son permanentes en el tiempo. El sentido ético

fundamentador del valor es metamorfósico por emanar de la condición humana del

sujeto individual que puede transformarse con el mismo desarrollo ontológico del

hombre social. La eticidad se argumenta como bien se prenombra en una acción

subjetiva; de donde se desprende que no existe una verdad universalmente válida,

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pues esta pertenece al sujeto que conoce y juzga. Esta postura refiere a una

producción del sujeto en la interpretación de un objeto (la cosa) para darle una

especificación particular. Es decir, que el sujeto construye el objeto (la cosa) desde su

idea. Entonces desde esta conceptualización se construye el valor o el juicio de valor,

con una verdad construida individualmente y válida para quien la construye.

Lo anterior expresado, supone una debilidad en la subjetividad `para establecer

la verdad sobre la realidad desde la perspectiva del sujeto, con lo cual entraría en

duda la percepción particularista para la interpretación de la realidad utilizando

constructos odonto-lógico-epistémico del hombre como ser individual quedando en el

ámbito solo la experiencia subjetiva para la formación que tiene el sujeto de algo por

haber tratado con ese algo calificándolo en su momento de bueno o de malo y que

ahora es inversamente considerado o ha desaparecido.

Entonces el valor ponderado por la legitimidad subjetiva se expresa como un

acto individual. Si esta subjetividad se hace subjetiva, es decir, consigue punto de

concordancia entre pares y grupos de pares, se convierte en acuerdo relativos para

valorizar desde el hombre o la sociedad en su conjunto. El acuerdo para valorar se

convierte en una acción normativa establecida mediante la costumbre o mediante un

acuerdo escrito, por ejemplo, la Constitución de una nación. Tanto la costumbre como

la norma escrita se convierte en una ética heterómana que aún originada en el sujeto

se establece para la sociedad. En este momento arribando a una aproximación

conceptual de la moral.

La moral expresada a manera de la conciencia social, en que se reflejan y se

fijan las cualidades éticas de la realidad social, constituida por un conjunto de reglas y

normas de convivencia y de conducta humana, que determinan las obligaciones de los

hombres en la sociedad, emanada en principio de la ética como expresión subjetiva

del hombre está conformada por un código axiológico convertido en norma social

seguida por un contexto onto-epistémico.

La conceptualización anterior descrita surge del pensamiento de Hegel que

entendía en la moral y la ética una relación donde se medían una de otros, y de

acuerdo al pensador citado de esa relación ético-moral se construye un aspecto

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valorativo. De alguna manera, Redondo (1991), se inscribe en la conceptualización

señalada cuando interpreta unas de las críticas que realiza Hegel a Kant en los

términos siguientes: “…los sujetos que juzgan moralmente solo pueden normalmente

actuar conforme a su propio juicio tras haberse convertido en sujetos capaces de

actuar moralmente por vía de socialización en contextos de vida ética” (p. 76). De acá

podemos inferir que lo moralmente establecido y acordado proviene de un acto ético

previamente señalado.

La moral acordada por imposición de la costumbre (cotidiana o escrita), es algo

acabado y concertado pero determinado por un patrón ético, ubicado más en lo social

que lo individual. Ésa condición de pauta social pregona una acción concreta de cierta

exigencia de comportamiento para su cumplimiento. Entonces la moral establecida es

objetiva, en los términos de Hegel que considera en lo objetivo una forma de

realización del espíritu.

La objetividad de la moral se expresa en una condición de mandato o invitación

a una actuación de acuerdo con un valor determinado en una entidad en particular, un

caso específico sería la Constitución como carta normativa de la ciudadanía de un

país determinado restableciendo que el mandato moral es algo impuesto de la

sociedad al individuo para su comportamiento, donde posiblemente se diagrame una

postura de los valores asumidos.

De alguna manera la moral objetiva es la praxis de la ética originada en el

ideario subjetivo del hombre. Es decir, estaríamos ante el concepto pragmático de lo

ético; nace así la necesidad de afrontar y dominar los problemas típicos de la acción

del individuo para poner a prueba máxima los postulados digno de imitarse. De este

fondo de reglas prudenciales habrían de poder surgir después orientaciones

normativas que obtienen su racionalidad pragmática de una praxis normativa. Un

magnífico ejemplo sería el sistema jurídico de una nación.

El esbozo hasta acá realizado de lo ético y lo moral, dos elementos

fundamentales del valor en una sociedad, son utilitario para sumergirnos en una

análisis capaz, percibir la importancia de los aspectos de la moral y la ética para

obtener una valoración cuando se realiza una actividad jurídica para dar

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cumplimiento a un convenimiento social previamente establecido mediante un pacto

social y de ciudadanos.

La actividad jurídica y su praxis

La actividad jurídica entendida por un ejercicio ético-moral reclama una

posición deontológico que satisfaga la equidad en la praxis jurídica desde un acto

valorativo de la administración de los postulados en la que han nacido de norma. Esta

actuación tiene que partir de un concepto estricto de moral, sobre la base de un

acuerdo racionalmente motivado y éticamente creído. En sentido amplio la actividad

jurídica sirve para justificar acciones a la luz de normas válidas que no es otra cosa

que la moral en sentido estricto o la validez de la norma a la luz de principios dignos

de reconocer nacido de la ética. La actividad jurídica tiene y debe estar en perfecta

rectitud de las normas morales establecidas y de los principios éticos que la han

originado.

Para la actividad jurídica examinada desde su praxis debe ser entendida por su

fundamentación ético-moral como una pretensión de validez análoga a la verdad. En

este concepto se debe inscribir los postulados normativos macro de todas las

sociedades consideradas más allá de las abstracciones teóricas; para la elaboración de

su praxis rectora fundamentadores de la actividad jurídica como una carta magna,

donde se establezcan los parámetros legales y sociales que normen la forma de vida

en la sociedad.

El andamiaje jurídico legal estructurado en la carta magna de una sociedad o

país establece como bien hemos señalado su basamento ético-moral capaz de una

originalidad normativa con aspectos implícitos y explícitos. Valorativo emanado de la

idiosincrasia colectiva. Desde tiempos premodernos la carta magna constituye el

parámetro fundamental para la actividad jurídica tomando referecialmente los valores

asumidos desde los nichos morales y éticos de la colectividad donde se piensa aplicar.

Esto ha sido así desde fundación del Derecho Romano hasta nuestros días. A cierta

distancia tenemos que reconocer que nuestras propias tradiciones jurídicas

corresponden con los antecedentes en el derecho romano para fundar un sistema

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jurídico que sirve de marco a la actividad jurídica como praxis de donde el derecho

recibe su modo de valides cuando se transforma en un aspecto principista para

sostener la equidad en la sociedad.

Pero la actividad jurídica cada vez se ve más amenazada en su praxis

entendiendo que en las sociedades modernas pueden cumplir con menos rigor las

condiciones impuestas por una actividad de esas características cuyo principal

propósito es la aplicación del derecho emanado de un acto valorativo que proviene de

la subjetividad ética y la objetividad de la norma moral. La actividad jurídica está

afectada en sus basamentos epistémicos que no le dan solidez en su praxis. Pero

también en los fundamentos de la cotidianidad cuando se derrumban basamentos que

le dan referencia como aspectos religiosos y consuetudinarios atrapados por un

derecho de especialistas que lejos de ayudar la actividad jurídica la perjudica en su

esencia de su praxis.

El activismo jurídico se ha divorciado de su acto principista de la

administración de justicia se evidencia una ausencia de elementos éticos y morales

que trastocan el concepto de valor; o dicho de una mejor forma se aplica una

particularidad valorativa demostradora de un exceso intersujetivo para satisfacer a los

mandamientos del poder y no de los principios éticos – morales emanada de la carta

magna. De acá que la actividad jurídica expresada como la praxis del derecho se

reduzca a una dimensión burocrática y no normativa justificado por un valor surgido

de la postura onto-epistémica origina en preceptos éticos y morales.

Lo anterior expresado sugiere una actividad jurídica en tanto sumergida en

requerimiento del poder, eliminando en la praxis el carácter social del derecho. Si

bien es cierto que la actividad jurídica tiene su fuente en la voluntad soberana

representado en la carta magna originaria y de esta provienen el derecho que

administra el poder, dicha actividad tiene que ser invocada desde el valor sostenido

por los principios ético-morales del ciudadano.

Para examinar casos particulares de una actividad jurídica determinada por su

praxis, podemos mencionar un hecho concreto de la carta magna, ubicado en la

Constitución venezolana, haciendo referencia algunas pautas contenidas en el Título

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III, referidos a los deberes, derechos humanos y garantías, establecidas en el

articulado siguiente:

Artículo 20: Toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad, sin más limitaciones que las que derivan del derecho de las demás y del orden público y social.

Artículo 21: Todas las personas son iguales ante la ley; en consecuencia: 1. No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona. 2. La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser discriminados, marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan. 3. Sólo se dará el trato oficial de ciudadano o ciudadana, salvo las fórmulas diplomáticas. 4. No se reconocen títulos nobiliarios ni distinciones hereditarias

En marco de los artículos citados contenidos en la carta magna se avizora los

conceptos moral y ético para establecer la equidad justificadora de una paz social sin

discriminación ni subordinación alguna. Es el concepto de ciudadano con acento en la

valoración de la libertad como elemento primordial vida y de mundo igualitario para

el ejercicio del derecho expresado en la actividad jurídica.

El ejemplo de la carta magna venezolana citada adivina la necesidad de la

actividad jurídica de un cimiento normativo-legal para cumplir con el propósito de

una verdadera administración de la justicia aplicando los dogmas del derecho,

tomando los fundamentos valorativos proporcionado por la conciencia colectiva del

ciudadano producto de un conjunto de reglas, normas de convivencia determinadota

de las obligaciones de los hombres en el rol de ser social para establecerse en la

sociedad necesitada producto de unos principios morales y éticos.

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Pensando la Actividad Jurídica como un Principio Integrador Ético – Moral y

Valorativo desde la Transcomplejidad

La actividad jurídica entendida por la necesidad de adecuación de un conjunto

de normas desde su legalidad originada en principios morales y éticos traspasa los

umbrales del interés particular para obtener del derecho la posibilidad de instalarse en

el beneficio colectivo social, reclamar una experticia merecedora de un análisis que se

sumerja en la transcomplejidad para entender su significado y los múltiples niveles

de realidad del mundo jurídico y su significado. Para este esfuerzo tomamos la ética-

moral (previamente tratado) como criterio para la valoración de acto de derecho en

una sociedad.

Se asume la conceptualización transcompleja porque ayuda a esclarecer las

disfunciones cognoscitivas entre el sujeto (hombre-social) y el objeto (la actividad

jurídica) como dos elementos diferentes pero hermanados.

Este planteamiento conduce a una correcta visión interrelacionada de los

elementos significadores de la realidad de la actividad jurídica en cada uno de sus

componentes con particular atención en lo ético-moral de donde se proyecta el valor

para conducir el quehacer del hombre en el tinglado social. De acá el utilitarismo

apropiado para adivinar la conceptualización de la actividad jurídica en su expresión

acertada de la aplicación del derecho en el sentido de equidad.

Como ejemplo esclarecedor del planteamiento anterior Balza (2013), establece:

La perspectiva transcompleja del pensamiento parte de una base filosófica emergente y de fundamento epistemológicos en elaboración que permite construir dialécticamente cosmovisiones respecto al mundo en su conjunto, con múltiples interpretaciones acerca del aporte de distintas disciplinas del conocimiento. Este complejo proceso de la cognición humana, conduce al sujeto cognoscente a un reaprendizaje a un repensamiento de los viejos entamados de saberes… (p. 108).

Dándole significado a la referencia expresada coloca en la transcomplejidad

utilizada metodológicamente la oportunidad de examinar todos y cadas uno de los

constructos sumergidos en la actividad jurídica (realizando un estudio exhaustivo en

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otra oportunidad) explanando porque la ética y la moral como productos de valor son

episteme en la praxis de la actividad jurídica.

La actividad jurídica desde una postura administradora del derecho reclama una

discusión que fortalezca su praxis y establezca un entramado conceptual para una

actuación con equidad con verdaderos valores sostenidos desde las normas sociales

establecidas y las interpretaciones éticas particulares. Este anhelo para la actividad

jurídica pueden ser alcanzados mediante el entendimiento de la transcomplejidad

como una metódica del mundo de vida jurídica, tomando el referente de los principios

que la constituye.

Sería importante la experticia teórica y conceptual de la actividad jurídica y que

esta tarea origine un cuerpo de reflexiones acerca de la posibilidad de pensar más en

los elementos subyacentes en su accionar para cumplir fielmente con su propósito. La

visión transcompleja pudiera colaborar, si tomamos en consideración la opinión de

Balza (2013):

Toda discusión alimenta el combate entre las ideas, conceptos y teorías, que integran lo conocido y lo desconocido, certeza e incertidumbre, los fundamentos de la lógica formal con la lógica configuracional y dialéctica, el orden y el desorden, que en todo momento nos animan a continuar construyendo saberes desde la penumbra de la zona ciega de la ciencia (p. 118).

De lo que se trata es continuar con interrogantes sobre el pensamiento, siempre

desde la diferencialidad para encontrar caminos determinativos que nos permitan

transitar hacia la construcción de un principio integrador de lo ético-moral-valorativo

desde la transcomplejidad, utilizando para tal fin como se menciono antes, sus

principios que constituyen el universo transcomplejo. La actividad jurídica desde su

praxis lo exige consolidándose socialmente como actividad de verdadera justicia.

En la transcomplejidad se presenta una alternativa cargada de narrativa

científica jurídica producto de los elementos éticos y morales, siempre cargada por

supuesto de una subjetividad quizá de incertidumbre, pero llena de esperanza para

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administrar justicia desde los órganos de poder, para darle sentido a la actividad

jurídica centrada en la lógica del derecho tomando como equidad y legalidad.

¿Es la ética y la moral una vía para la legalidad y la verdadera justicia?

Luís Willians

[email protected]

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REFERENCIAS

Bailey, F. (2012). Como se Ganan los Juicios. Abogado Litigante. México: Limusa.

Balza, A. (2013). Pensar la Investigación Postdoctoral desde una Perspectiva Transcompleja. San Juan de los Morros. Venezuela: Gráficas Los Morros.

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999). Gaceta Oficial Nº 36.860. Año CXXVII. Mes III. Caracas. Diciembre.

Gadamer, M. (1984). Verdad y Métodos: Fundamento de una Hermenéutica Filosófica. Salamanca.

Morín, E. (2001). Introducción al Pensamiento Complejo. Barcelona- España: Gedisa.

Popper, K. (1996). En Busca de un Mundo Mejor. Barcelona: Paidos.