LUIS ANTONIO DE VILLENA, EN EXTASIS · súbito-mientras cambiaba los primeros saludos con Villena,...

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Y1� . 1, -----------------LaEradeloúLSO----------------- LUIS ANTONIO DE VILLENA, EN EXTASIS (Entresta de Arturo Acebos) Luis Antonio de Villena A proveché que estaba en Oviedo -y con- renciando en la Facultad de Medicina sobre Marguerite Yourcenar- para en- trevistarle en el vio Hotel Reconquista que es el único (advirtió) que me gusta en la ciu- dad. Por supuesto yo había oído hablar mucho de él (parece un promotor de anécdotas) y leído algún libro suyo. En verdad no me aclaraba. Su literatura (que me gusta) es rara y trágica. Lo que me cuentan de él -y lo que la televisión en- seña- es ívolo, chispeante y suavemente es- candaloso. Y quizá por ésto, porque no sabía a qué atenerme, ya que por aquí (y más abajo) hay gentes que adoran a Luis Antonio de Villena, y otros que lo detestan (todos con cierto parigual rvor) decidí conocerlo, haciendo caso a la amable invitación de Juan Cueto a escribir algo sobre lo falso para Cuadeos. Hablamos del personaje, y Cueto me dio la venia, haciendo de introductor, con una persona a la que -ignoro por qué- se me hacía cuesta arriba llamar por teléno, sin aviso previo. La voz sonó radionica, pero después de to- do -bromas incluidas- amable. Nos citamos para después del almuerzo. Luis Antonio de Villena (rubio) estaba repan- tingado en un so con corbata muy llamativa y anillos, muchos anillos -me llamó la atención una especie de ópalo, que semejaba de un obis- po de la Alta Edad Media- y charlando sin pa- rar, atosigantemente me pareció, junto a dos chicos que presentó como estudiantes de medi- cina y devotos de la literatura. Llegué en un mo- mento alto, pues nuestro hombre (al parecer di- vertido de sí mismo) y no sé a cuento de qué de- clamaba: Sólo admito que me llamen it» (como ma- má, como los muy íntimo o Don Luis Antonio de V. Por eso me ha gustado tanto hacerme de la Or- den -caballeresca- de San Sebastián de Antio- qu. Dicen que es falsa (quiero decir en sus oríge- nes) pero qué importa. La inventó un genio unien- do realidades y nombres voluptuosos y sublimes, con el espartanismo del grial y las Cruzadas... Uno de los estudiantes, con gas, carnal, cier- tamente guapo, parecía encantado del discurso y reía interviniendo algo. El otro -más serio- pa- recía totalmente hipnotizado. Comprendí -de súbito- mientras cambiaba los primeros saludos con Villena, que aquel ser histriónico, no podía " " " --------------------- 112 dejar indirente. A mí me cayó mal de entrada, vanidoso, abusivo, con algo altivo de ndo, des- deñoso de los demás, vacuo, con una amplia (sí) pero desndada cultura. Lamenté haberle dicho sí a Cueto. lO quiso ponerme, el muy sagaz -pensé de golpe, en plan lgura- en contacto precisamente con lo falso en literatura? Entré sin ganas, pero queriendo herir. Luis Antonio de Villena bebía vodka, y maba (mucho) ciga-

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-----------------LaEradeloFALSO-----------------

LUIS ANTONIO DE VILLENA, EN EXTASIS

(Entrevista de Arturo Acebos)

Luis Antonio de Villena

Aproveché que estaba en Oviedo -y con­ferenciando en la Facultad de Medicina sobre Marguerite Yourcenar- para en­trevistarle en el viejo Hotel Reconquista

que es el único (advirtió) que me gusta en la ciu­dad. Por supuesto yo había oído hablar mucho de él (parece un promotor de anécdotas) y leído algún libro suyo. En verdad no me aclaraba. Su literatura ( que me gusta) es rara y trágica. Lo que me cuentan de él -y lo que la televisión en­seña- es frívolo, chispeante y suavemente es­candaloso. Y quizá por ésto, porque no sabía a qué atenerme, ya que por aquí (y más abajo) hay gentes que adoran a Luis Antonio de Villena, y otros que lo detestan (todos con cierto parigual fervor) decidí conocerlo, haciendo caso a la amable invitación de Juan Cueto a escribir algo sobre lo falso para Cuadernos. Hablamos del personaje, y Cueto me dio la venia, haciendo de introductor, con una persona a la que -ignoro por qué- se me hacía cuesta arriba llamar por teléfono, sin aviso previo.

La voz sonó radiofónica, pero después de to­do -bromas incluidas- amable. Nos citamos para después del almuerzo.

Luis Antonio de Villena (rubio) estaba repan­tingado en un sofá con corbata muy llamativa y anillos, muchos anillos -me llamó la atención una especie de ópalo, que semejaba de un obis­po de la Alta Edad Media- y charlando sin pa­rar, atosigantemente me pareció, junto a dos chicos que presentó como estudiantes de medi­cina y devotos de la literatura. Llegué en un mo­mento alto, pues nuestro hombre (al parecer di­vertido de sí mismo) y no sé a cuento de qué de­clamaba:

Sólo admito que me llamen «Sitín» (como ma­má, como los muy íntimos) o Don Luis Antonio de V. Por eso me ha gustado tanto hacerme de la Or­den -caballeresca- de San Sebastián de Antio­quía. Dicen que es falsa ( quiero decir en sus oríge­nes) pero qué importa. La inventó un genio unien­do realidades y nombres voluptuosos y sublimes,con el espartanismo del grial y las Cruzadas ...

Uno de los estudiantes, con gafas, carnal, cier­tamente guapo, parecía encantado del discurso y reía interviniendo algo. El otro -más serio- pa­recía totalmente hipnotizado. Comprendí -de súbito- mientras cambiaba los primeros saludos con Villena, que aquel ser histriónico, no podía

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dejar indiferente. A mí me cayó mal de entrada, vanidoso, abusivo, con algo altivo de fondo, des­deñoso de los demás, vacuo, con una amplia (sí) pero desfondada cultura. Lamenté haberle dicho sí a Cueto. lO quiso ponerme, el muy sagaz -pensé de golpe, en plan fúlgura- en contactoprecisamente con lo falso en literatura? Entrésin ganas, pero queriendo herir. Luis Antoniode Villena bebía vodka, y fumaba (mucho) ciga-

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rrillos de negro, ingleses, con boquilla dorada, Un tópico vivo, en quien lo vivo -es verdad­desbarata al tópico, sin destruirlo, haciéndolo realidad, pero de vida de Suetonio,

-Se dice que es usted antipático, Mucha gen­te habla mal de usted sin conocerlo, Es como el vanidoso nacional de la literatura, lEs verdad que le gusta todo eso? He oído que sL

-Siempre he vivido -fuertemente- en división

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de opiniones. Cuando era adolescente (en la pri­mera adolescencia) observé, lleno de miedo, una escena estupenda. En el recreo, en el patio del Co­legio, media clase se pegaba con otra media por mi causa. Los que les caía bien contra mis enemi­gos, bastante agresivos he de decir. Yo miraba la pelea desde los lavabos con dos amigos, más bien débiles. Teníamos miedo porque sí triunfaba la facción adversa (y he de decir que, en esa ocasión, triunfó} deberíamos correr a la capilla a refugiar­nos... Como cuando los bárbaros ...

Lo contaba como si estuviera ante un público fiel, seguro del efecto. Y sin embargo, de pron­to, cambió el matiz de voz, y el actor romanesco y seguro, pareció -también en los gestos- al­guien tímido, acostumbrado al matiz, temeroso del daño.

-Lo cierto es que la enemistad existe. Alguien-que nada te ha hecho, quizá existir- te cae mal,porque sí. Eso está en la estúpida condición hu­mana, y civilizadamente, lo único que debiéramoshacer es tratar de ignorarlo. Pero no siempre es fá­cil. A veces, quien nada hace contra nadie, caemal precisamente por eso.

Auden tiene un hermoso poema (que Brodsky ha comentado) «J de septiembre de 1939», en el que, reflexivamente, contempla el inicio de la 2: Guerra Mundial desde Nueva York ... viene a decir que es la maldad (y no la economía) lo que expli­ca hondamente la historia del hombre. Quien hace daño recibe daño; y eso está ahí, repitiéndose lo­camente desde el principio de los tiempos, dando indirecta razón a la Iglesia Católica. En realidad hacer el mal es tan vulgar (volvía lentamente al histrionismo, al escenario iluminado) que uno de­be ser bueno, profundamente bueno, sabiamente bueno, porque la bondad -y eso le honra- es con­tra natura ...

-lEs bueno ser frívolo? Usted coquetea entrelos reyes de la frivolidad ...

-Y no nos entienden (si es que uno fuera unrey). No, (más pitillos, más vodka) e/frívolo es un ser trágico que no quiere enseñar su rostro dolido. ¿ Qué hacer ante un mundo mal hecho, atrozmente impe,fecto, donde la carencia, la infelicidad y la angustia son perseverantes y continuas? Suicidar­se, sí. Siempre he pensado en la loca gloria, la universal protesta de un suicidio colectivo, pero no atreviéndonos, enfundarnos entonces la máscara del placer, y fingir que todo es delicia -y algún instante hay- antes que se hunda todo.

Poco a poco fui viendo que era verdad el hombre trágico. Los chicos le preguntaron algo -los de medicina- y se puso cautamente pro­caz. Hablaba de la noche, de los cuerpos, de labelleza, de esos temas sensuales que tanto se leatribuyen, y parecía con sed de todo. Contó his­torias de gigolós caros, con cierto gusto provoca­tivo. El de las gafas le miraba con dudas (de símismo imagino). Parecía quererlo todo. Y sinembargo no estar satisfecho con nada. Noté que

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era. un ser frágil, deseoso de cariño, nostálgico, triste. También un cómico gustoso de la peor vanidad y de la más baladí nombradía. Y un si­barita que sólo quiere refinamientos y excesos -acariciar las piernas del catamito- subir lospeldaños de exquisitísimos cuerpos, una ascen­sión en que se pierde el antiguo destino del al­ma. Pero era asimismo un amante de la sabidu­ría, un erudito al viejo estilo, gustoso de pala­dear textos, de encerrarse a gozar ese placer dis­creto e íntimo ... Estrafalario y atrevido, mimosoy excesivo, egoísta y narciso, noté que a ratos loodiaba -porque veía que había hecho del teatrovida- y por momentos, apreciándolo, hasta medespertaba, no sé, algo similar a la ternura.

-La belleza física me produce una suerte detrastorno. Viendo un cuerpo joven y bello he sufri­do taquicardias mejores que con anfetaminas. ¿No será la belleza una anfetamina de la psique? Pero es verdad que quisiera también retirarme a un mo­nasterio, tener el valor de la renuncia (como los taoístas) porque ahí radica la única sabiduría ver­dadera. Pero no tengo fe, o arrestos. Y mientras esperamos la muerte -que es lo absoluto- mano­teamos como aquel viejo lascivo de Tiberio (que tanto sufrió) entre sus pececillos capriotas ...

lQué era eso? lA qué venía decirnos esa frase última, ampulosa y ridícula? lSe ve asimismo Luis Antonio de Villena como un emperador ro­mano? Preferí no preguntárselo, porque segura­mente (y no me habría gustado) contestaría que sí. Me perdí con mi desánimo ante el tetrarca madrileño (lno le encantaré si le digo eso?) nue­vas reflexiones, con voz a propósito, sobre las sortijas. Luego creí que hablaba de restaurantes y de uñas pintadas (lle gustaban las uñas pinta­das de las chicas o de los chicos?) y de repente volviendo a su chorro charlístico -abusivo, a ve­ces- oí:

-Vivo entre alcohol y pastillas. Sólo el alcohol ylas pastillas me mantienen.

Y parecía un niño inocente y juguetón, cuan­do sacando un pastillero de plata se tragó algo, un Nodoz, si mal no entendí. Nos dijo que no quería hablar de dandysmo (cuando oigo esa pa­labra saco la pistola) pero evidentemente le gus­taba el asunto y rememoró días muy jóvenes con abrigos de pieles y zapatos negros de charol (y por supuesto, sortijas y más sortijas, hasta la hartura) para gustoso escándalo de los progres de la hora. Me llamaban «Gustavito y sus mode­los», y como iba siempre con una amiga muy gua­pa -nieta del marqués de Cerralbo- vestida con zorros blancos, se morían de envidia y resenti­miento. Nosotros no simpatizábamos con los huel­guistas ...

Ahora debíamos oír una insoportable letanía snob de títulos y clasismo, verdaderamente em­palagosa, muy en contraste con cuanto antes di­jo -al hablar de la malhechura del mundo- por­que entonces cantó la pobreza, la humildad y la

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justicia y dijo -serio- que los desheredados tie­nen derecho a cualquier revolución, porque es radicalmente injusto el privilegio. lQué tenía aquello, tan sensato, que ver con los delirios pa­laciegos con que a Villena, bobamente, se le ha­cía la boca agua?

A mis veinte años yo leí con fervor Huir del Invierno y supongo que --como a otros- se me colaron tics de Hymnica. Ahora, aunque por vías nuevas, seguía manteniendo la estima a aquella poesía sensual y trágica que su autor -cuando le hablé de ello- dijo haber abandonado en estilo del todo. Encomió su La Muerte únicamente (el mejor y peor entendido de mis libros) y enseguida:

-Tengo ya un libro mejor, sí mejor. Desengaña­do, despectivo, con sexo y renuncia. Creo que me­jor (se había vuelto, otra vez, repentinamente humilde. Pero cambió al poco). Claro que mi obra ilustre será monacal. Un libro sobre la asce­sis, la luz y el desprecio del mundo ...

Y siguió fumando cigarrillos con filtro de oro. Imitó a Borges. Trazó un pastiche oral de María Zambrano, aduló al gatitas, peroró de los poe­mas barrocos sobre las ruinas (Sacros collados, sombras y ruinas, / que mostrais lo que Roma un tiempo ha sido ... ) habló de la señora Murasaki Shikibu y de Mishima, primero con agudeza ( entorno al seppuku) y luego locamente llamán­dolo mi primo. Rió de los nacionalismos, alabó a Felipe II, se dijo troskista y añadió después que estaba exagerando con la coca, para pedirle al camarero Coca-Cola, mientras ( como un inso­portable comediante antiguo o un fascinante ni­ño mimado) elevaba la cabeza al cielo con un pañuelito en la nariz: Voy a sangrar, lo noto. Es­toy a punto de sangrar. Muy trágico. Pero no ocurrió nada.

Para unos se trata de un hombre exquisito, abrumado siempre en delicuescencias y deca­dencias. Y a él le gusta esa pose, que, natural­mente, para otros, roza el exceso, y acaso el mal gusto. Para mí (como dijo él de Wilde) es mu­cho menos un decadente que un gozador. No hay nada débil -o intimidades sólo, mimos- en este Luis Antonio de Villena que asume y vivifi­ca el carnaval. Lo veo como un luchador que quisiera dejar de luchar, un bondadoso que pre­sume de malo (la bondad es mi único defecto) un letraherido que se empecina en vivir, y bajo los disfraces retóricos, alzar el pedestal de la vida por encima de todo. Seguía hablando. Más cada vez con el de las gatitas. Ahora le tocaba el tur­no a los vicios preciosos de no sé qué viejo con­de amigo suyo.

Y de repente (eco quizás de Yourcenar) co­mentó de Burgess. ¿sabes que algunas de sus no­velas, tan aparentemente sencillas, son en inglés un verdadero prodigio lingüístico? Se le habían olvidado -en minutos- la sangre y lo etílico.

Pretexté una cita y me fuí. En verdad no sabía con quién quedarme (pensé saliendo del hotel)

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lCuál de ellos es más Luis Antonio de Villena? lEl histrión que me carga, el vanidoso que no soporto, pese a que seduce, o el que atrae con ese halo menesteroso y trágico, el que sufre con la belleza gozada, el loco de la renuncia, del que te gustaría ser amigo por sus debilidades y su tanta y veraz literatura cuando nos gusta? Su­pongo que será todos al tiempo. El odioso y el encantador. El fantoche y el dulce. Odi et amo.Querido señor -déjeme concluir así la entrevis­ta, que no sé si le va a gustar- quizá no le vea mucho pero andaré al tanto, y me alegro que exista.

Sólo ahí, al poner punto final, me di cuenta con horror -y hablamos de lo falso- que mi en­trevista se parece sorprendentemente a un rela­to del propio Villena de En el invierno romano,titulado Oreibasía. lSerá él el trágico y teatral Sanhorff, que se inmola en un ritual delirante? Tampoco me extrañaría.

En la literatura, en general en el arte lno es todo falso? lNo es la falsedad característica pri­mordial y aún básica de la literaturidad? Lo que leemos no existe, lo que vemos tampoco, y sin embargo su/a/sedad -tan real, tan fuerte- com­pensa y acrecienta a lo que sí existe, lo turbio, lo incandescente, lo real.

Claro que si descendemos un escalón, y de lo literario general, pasamos a sus concreciones lno son falsedad viva, por ejemplo, el pastiche,la imitatio y aún la intertextualidad, formas tra­dicionales y nuevas de la creación? Me aprove­cho del verso de otro autor en mi poema, luego falseo. Imito el modo y los guiños de otro escri­tor (aunque meta ironía) luego falseo. Sigo las pautas de la gran tradición -Catulo comentando a Calímaco- y sigo falseando, porque preciso para ver -lo real- tantos ilustres quevedos, que serán otros tantos mohines ( con lengüecita al filo de los labios, húmeda guinda -pienso en Nabokov-) para el lector avisado.

O sea, que es todo jubilosamente falso. ¿y no soy falso también interpretándome a mí mismo? Me falseo para ser más yo. Y falso -como tú­soy más real que nunca, porque agrego a la ver­dad (a su fuerza) la pulsión vivaz de la mentira. Lo dijo Pessoa. Y también los simbolistas. Lo artificial vale más que lo natural; aunque lo arti­ficial no sea sino lo natural (su jugo) a la enési­ma potencia. Así es que nunca soy tan real co­mo cuando me tiño. Lo falso verdadero lno es la mentira-verdad del mundo? Llevas el anillo falsoI y vas contenta con él. I ¿Qué importa e/falsifica­do,/ si es de verdad el placer? El autor soy yo, pero me lo bisbeseo una quadra al gusto popular del propio Pessoa. Lo falso: la voz del �libro; la verdad sin soporte. La plenitud, ·�quizá. Lo que nos interesa. �

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