Manual de anti política de Rodrigo Toscano

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Premio de Ensayo, María Zambrano. Premios Michoacán de Literatura 2015

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Manual deanti política

Premio de Ensayo, María Zambrano

Rodrigo Toscano

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO

Salvador Jara Guerrero

Gobernador de Michoacán

Marco antonio aGuilar cortéS

Secretario de Cultura

BiSMarck izquierdo rodríGuez

Secretario Técnico

irMa daza BanderaS

Secretaria Particular

María catalina Patricia díaz veGa

Delegada Administrativa

raúl olMoS torreS

Director de Promoción y Fomento Cultural

arGelia Martínez Gutiérrez

Directora de Vinculación e Integración Cultural

eréndira HerreJón rentería

Directora de Formación y Educación

JaiMe Bravo déctor

Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural

Héctor García Moreno

Director de Patrimonio, Protección y Conservaciónde Monumentos y Sitios Históricos

MiGuel SalMon del real

Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de Michoacán

Héctor BorGeS PalacioS

Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura

CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES

rafael tovar y de tereSa

Presidente

Saúl Juárez veGa

Secretario Cultural y Artístico

franciSco corneJo rodríGuez

Secretario Ejecutivo

ricardo cayuela Gally

Director General de Publicaciones

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Manual deanti política

Premio de Ensayo, María Zambrano

Rodrigo Toscano

Gobierno del Estado de MichoacánSecretaría de Cultura

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

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Primera edición, 2015

© Rodrigo Toscano Ruiz

dr © Secretaría de Cultura de Michoacán

Colección:Premios Michoacán de Literatura 2015Categoría Ensayo María Zambrano

Jurados:Jaime Garba, Héctor Echevarría y Antonio Mendiola

Coordinación editorial:Héctor Borges Palacios

Diseño de Colección:Jorge Arriola Padilla

Secretaría de Cultura de MichoacánIsidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc,C.P. 58020, Morelia, MichoacánTels. (443) 322–89–00 www.cultura.michoacan.gob.mx

ISBN: En trámite.

Impreso y hecho en México

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Índice

Presentación 7

Prólogo o PRECAUCIÓN: filosofía no apta para filósofos. 15

Dios o Cómo las Cucarachas Sobreviven

a las Bombas Atómicas. 21

Dios. 21

Las bombas atómicas. 24

Principio de una entomología de dios. 27

El Individualismo no es un Humanismo. 31

Un perro doméstico y un perro insumiso. 31

¿Para qué cuidarse de los otros, si podemos

cuidarnos de nosotros mismos? 38

¿Para qué ir al meeting, si podemos

masturbarnos en casa? 43

Bibliografía. 46

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Presentación

(Palabras liminares al Manual de anti-política, de Rodrigo

Toscano)

El afán sistematizador ha perdidotodo crédito en nuestros días,

y fuera tan ocioso embestirle aquí, ahora,como decir mal de la

hoguera en una asamblea de brujas.JULIO TORRI

“El ensayo corto”

El ensayo es un tipo de prosa que brevemente analiza, interpreta o evalúa un tema; junto a la poesía, la ficción y el drama, constituye uno de los géneros literarios por excelencia. Está escrito para el lector inteligente, pero no para el erudito; demuestra los conocimientos de su redactor y, en su caso, plantea hipótesis o in-tenta responder preguntas. Todo escrito académico es un ensayo, pero no todo ensayo es un escrito aca-démico. Para los angloparlantes, el estilo ensayístico del español puede parecer impersonal y pretencioso, aunque su contenido sea relevante y sus argumentos

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bien organizados; en todo caso –según dicta el canon– un ensayo debe observar el uso correcto del idioma y utilizar un lenguaje que evite un vocabulario coloquial y el uso del humor y el sarcasmo.

Sin embargo, no existe legislación al respecto, y en muchos de los mejores ensayistas abunda el sentido del humor, la ironía, la utilización del sarcasmo y hasta de imágenes grotescas para tocar determinados te-mas y redondear diversos giros argumentales. Uno de los campos relativos al ensayo más caros es, sin duda, el de la filosofía. La Filosofía, en sí, es una gran co-lección de ensayos. Éstos van, desde algunas páginas, hasta varios cientos de ellas, y su rigurosidad atien-de, desde un análisis impresionista, hasta un detalla-do marco conceptual. Con su Manual de anti-política, Rodrigo Toscano nos obsequia una visión ensayística muy personal de la ciencia filosófica, desde las prime-ras luces de Diógenes, hasta la contemporaneidad de Gilles Deleuze.

Toscano inicia su ensayo apuntando que no se trata “de una declaración de amor a la filosofía ni un canto”, y señala que la filosofía está “más acá de los libros y se cristaliza en lo práctico”. Para él, el “incesto académi-co” opta por el ocultamiento y priva a la filosofía de su veta rebelde para convertirla en “palabrería y reveren-cia”. Desde su punto de vista, los verdaderos filósofos han sabido “faltarle al respeto a la teoría” para elevarse hasta una filosofía de montaña, con cuerpo y espíritu.

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Y es que la filosofía, como todo ensayo, es uno de los principales recursos de la cultura moderna; en ella se debaten las ideas más influyentes y se conocen los más novedosos aportes del pensamiento. El ensayo es un género fronterizo que tiende puentes entre el pensamiento y la sociedad; es la literatura de las ideas. Rodrigo Toscano nos brinda un ensayo lleno de origi-nalidad, en una prosa fluida que convive con el pensa-miento de autores como Bakunin, Baudelaire, Nietzs-che, Freud, Kafka, Cioran y Rulfo. Recuerda al autor de Así habló Zaratustra y de El Anticristo cuando mencio-na que Dios es una idea, un concepto que carece de cuerpo, y así enfrenta a la voluntad del poder contra la voluntad del saber.

Como literatura de las ideas, el ensayo (diría Orte-ga y Gasset) es la ciencia sin la prueba explícita o, en voz de Alfonso Reyes, el ensayo es la literatura en su función ancilar: esto es, la literatura en su forma más imaginativa. Para Gómez de Baquero, el ensayo está “en la frontera de dos reinos: el de la didáctica y el de la poesía; y hace excursiones de uno a otro”. Por ello, quizá, Rodrigo Toscano nos dice que prefiere a “los poetas que a los filósofos, y más aún, a los filósofos que a los políticos”. Así, este Manual de anti-política se convierte en un texto de búsqueda, pero también de encuentro; en un texto libre pero también con rigor en el pensamiento, donde sobresale la agilidad de su in-terpretación novedosa, su ordenación, y su capacidad

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de comunicar en forma directa y de manera directa, rápida y persuasiva.

Queda en manos del lector este inédito texto, gana-dor del premio Michoacán de Ensayo “María Zambra-no”, donde junto a la Filosofía no apta para filósofos podrá encontrar dioses, cucarachas, bombas atómi-cas, humanistas, individualistas y perros domésticos, así como canes insumisos: el Manual de anti-política.

Raúl Casamadrid

Ciudad de Morelia, trece de septiembre de 2015.

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Todas las grandes épocas de la cultura son épocas dedecadencia política; lo que ha sido grande

en el sentido de la cultura ha sido apolítico eincluso antipolítico.

Nietzsche. “El ocaso de los ídolos”.

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Prólogo o PRECAUCIÓN: filosofía no apta para filósofos.

¿Qué puede ofrecernos un hombre que ha dedicado todosu tiempo a filosofar sin haber inquietado nunca a nadie?

Dejo a otros la tarea de juzgarlo.Diógenes el Cínico, refiriéndose a Platón.

Este libro no es una declaración de amor a la filoso-fía ni un canto. No quiero que se me confunda con los alienados de verborrea, con los que bostezan y hacen bostezar los libros, las bibliotecas, con los que mienten bajo la comodidad de la Verdad, a la luz de la sombra, catequistas repartidores de la palabrería de los tem-plos, amantes de oscuridades y promotores de cientos y cientos de páginas en blanco. No. Preferible cualquier bufón al más pulcro de esos cadáveres.

Cuando pienso en filosofía, pienso en un espejo en el que sólo posarse resquebraja, en destrucción y en levantamiento, en constante subida y en arrojo: en la al-titud de quien se revuelve por dentro ante todo aquello que lo desea y, por tanto, lo amenaza. Sin embargo, qué lejos está mi sentimiento de lo que se puede leer hoy en

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la mayoría. ¡Filosofía, filosofía, filosofía! cada vez que pronunciamos esa palabra el niño que vive dentro de nosotros muere y el león bosteza. Qué diferencia cuan-do la escucho venir con toda su fuerza, con su energía, dicha pues, con todo su odio; cuando arriba de los ver-daderos rebeldes cuyas palabras sólo cobran sentido si son sometidas a la única crítica posible, la vida, y surten sus efectos en ella. Entonces la filosofía y la danza se confunden, la música es más que ritmos sucesivos, la poesía no es ya sólo cosa de libros y todos los caba-llos de mi corazón se levantan y crecen, incendiando mi cuerpo: la vida se condensa en esta vida –¿hay otra?– y el momento quiere ser para siempre o no ser. De esta manera se logra: la filosofía está más acá de los libros y se cristaliza en lo práctico, en lo posible. Así se confabu-la el pensamiento como deporte extremo: quien prefiera la tranquilidad de las planicies, el que sufre de mareo cuando mira hacia el abismo, no querrá visitar estos ba-canales, aquí hay que bajar a las alcantarillas, pero no para quedarse en ellas ¿todavía no estás listo?

Contra la crítica vulgar, cuya característica y enga-ño consiste en carecer de energía y suministrar teoría que, unas veces, nos sirve para nada y otras para pen-sar a secas, los filósofos que estaremos recorriendo a lo largo de estas líneas ofrecen una buena dosis de re-sultados existenciales: una filosofía para todos y para nadie1, sin servidumbre, irreverente.

1 Así describe Nietzsche a su Zaratustra en el Ecce homo. Nietzsche, Frie-

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Existe una filosofía que palidece ante los problemas reales, la filosofía de quienes se marean, quienes viven de ella y practican el incesto seguro, quienes gustan de la forma compleja para ocultar que dicen nada y, de ese modo, evitan la crítica y el diálogo. Tampoco me convencen los que optan por el esnobismo, que sólo puede cultivarse donde bulle la ignorancia, pla-ga rapaz, que acecha las inteligencias más refinadas. Todo lo que dice la filosofía se puede decir en términos amables: de ese principio partimos. Esto no quiere de-cir que no se requiera de un esfuerzo voraz para com-prenderla, de valentía. Basta de oscurecer las aguas para hacerlas parecer profundas2. Donde no se prac-tica el incesto académico se opta por el ocultamiento o por la servidumbre: se hace lo que se debe, y ese lo que se debe, impuesto, le quita a la filosofía lo que tie-ne de rebelde y la convierte en palabrería y reverencia: mucha de la filosofía de hoy –filosofía apta para filóso-fos– educa obedientes, nivela. ¿Que muera la Univer-sidad? De ninguna manera. Viva con su seriedad hacia ciertos temas y con la responsabilidad de quienes la hacen creativa, interesante y posible. Son pocos, pero son. Mueran los que engordan en ella, en la burocracia y en la docencia. Sin embargo ¿es esta es mi principal preocupación? de ningún modo. Entonces ¿para qué

drich. Ecce homo.(2004) Buenos Aires. Editorial Losada.

2 Nietzsche, Friedrich. (1987) Así Habló Zaratustra. (Trad: Andrés Sánchez Pascual.) p. 195. Madrid, Alianza.

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una filosofía no apta para filósofos? ¿qué significa? y, más aún, ¿qué es dicha filosofía? En este ensayo hago hincapié en aquellos que han sabido faltarle el respeto a la teoría y, de ese modo, la han elevado a lo más alto, hacia las montañas, lejos de los oasis prometidos, inalcanzables, de la filosofía del desierto –piénsese en los monoteísmos y sus influencias, en el marxismo y sus consecuencias– más allá del desprecio del cuerpo y la tanatofilia característica de la filosofía platónica y sus respectivos pensadores; es esta filosofía de mon-taña, con cuerpo y espíritu, la que tomo como arcilla para construir este texto. Ninguna palabra aquí ha ba-jado del cielo, todas las palabras las he tomado de la tierra, del sudor de la tierra, de los filósofos y artistas que iré esbozando. Una filosofía no apta para filósofos es perspectiva cargada de sinceridad y de posibilidad: de arrojo –sin Verdades ni Esencias– una filosofía vivi-ble, con vísceras, apta para los cuerpos vivos, porque surge de ellos, realizable, vital, activa, que se opone a todo lo que se avergüenza de estar vivo, a todo lo que tiene consistencia de Verdad; a aquello que se em-peña en conducirnos a toda velocidad hacia la muerte mediante conceptos soporíferos. Y sin embargo una filosofía no apta para filósofos no es una filosofía sin filósofos. Es pensamiento sin esterilidad, es decir, teoría que se puede frotar con lo real, actividad que ya practicaban los filósofos antiguos y que muchos, que se les reconoce ahora como grandes pensadores,

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se han esforzado por oscurecer, por ocultar –desde Platón que quería quemar en la plaza pública los es-critos de Demócrito, hasta Sartre que embestía con habladurías a Camus. ¿Qué diferencia hay entre estos filósofos quemadores de libros y los peores regímenes autoritarios?

Dicho esto ¿qué nos queda? ¿una filosofía de café, un ensayito donde no se lee más que lo que se quiere escuchar? o peor aún ¿un método para volverse anti-político, ateo e irreverente? ¡Dios no lo quiera!

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Dios o Cómo las CucarachasSobreviven a las Bombas Atómicas.

Dios.

¿Dios ha muerto? Está por verse...3 La frase que Nietzs-che inauguró4 y cuyo origen se remonta a Feuerbach e incluso a Hegel, es puesta a prueba nuevamente por el pensamiento moderno: “Si dios ha muerto, entonces ¿en dónde está el cadáver?” No hay cadáver. Dios es una idea, un concepto y, como tal, carece de cuerpo, de huella que pueda dejar por sí mismo: requiere cons-tantemente de un nigromante que diga las palabras correctas, en los momentos correctos, abracadabras que lo revivan, un doctor Frankenstein tal vez, capaz de configurar al monstruo más deleznable de todos, más nocivo contra la vida: a estos doctores se les ha

3 Esta cita fue sacada del tratado de ateología Onfray, Michel. (2006) Tra-tado de ateología. Física de la metafísica; (trad. Luz Freire); p.16. Barcelona; Anagrama (publicada en francés en 2005).

4 La pirmera vez que Nietzsche publica esta frase, lo hace en su obra La gaya ciencia en el parágrafo 108, titulado Nuevas luchas. Nietzsche, Frie-drich. (2010) La Gaya Ciencia. (Trad. José Mardomingo Sierra.) Madrid; Edaf. Años después volverá a ella en el Zaratustra.

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llamado teólogos y a su nigromancia, teología. Cuan-do Nietzsche postula su famosa frase, advierte el fin de la era de la magia, de la tanatofilia y la esquizofre-nia, propios de los grandes monoteísmos del desierto, para dar paso a nuevos tiempos, donde el ser humano alcanza su mayor altura, su pensamiento libre, su in-dividualidad plena, su reconciliación con lo vivo y con la tierra y con los átomos de la tierra, que producen las ideas: la era del suprahumano pues, que anuncia vientos mejores; no, por esto, menos violentos…

Dios es, por su autoritarismo trascendente, por su naturaleza panóptica y por su castigo –que siempre deriva de algún tipo de chantaje llamado culpa– el ma-yor peligro para lograr siquiera el primer paso hacia el objetivo: la mayoría de edad del hombre. Los mismos que predican la paz, la compasión, el ascetismo, la sal-vación del alma, la vida eterna, son, simultáneamen-te, aquí, en el más acá, los primeros en traicionarlas, los que ponen al servicio de su despotismo y capricho todo quehacer humano, los predicadores de la muer-te5. Nietzsche fue el primero en darse cuenta de esto. Quien sospechó y explicó cómo detrás de todos esos conceptos edulcorados, bajo todas esas promesas y esperanzas, se escondía un profundo resentimiento, un hondo sentimiento de venganza, dirigido contra los capaces, contra los más raros.

5 Nietzsche, Friedrich. (1987) Así Habló Zaratustra. (Trad: Andrés Sánchez Pascual.) p. 80. Madrid, Alianza.

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Frente a esto el pensamiento opta por la muerte de dios, que pronostica la salida de la teología y sus sa-cerdotes, del pensamiento serio y alegre, la reivindi-cación del arte, la filosofía y la ciencia, que con dios estaban destinadas a ese nihilismo abyecto que invo-lucra toda servidumbre, donde el saber es propiedad de unos cuantos que predican bondades desvaídas y que han olvidado sonreír. Contra cualquier indicio de tanatofilia, de seriedad excesiva, y de moscas de mer-cado que gustan de embriagarse con incienso y que confunden el oro con la mierda, yo prefiero la violenta alegría, el exceso de fuerzas, la desmesura que carac-teriza a la ciencia, al arte y a la filosofía vivas, dispues-tas siempre a la controversia, a la rebeldía crítica, que ya no se completa en los libros, sino en el desenvol-vimiento propio de cada uno en relación con el otro y la otra, o el otra y la otro ¿me explico? Individuos que son en común, pero no comunes: individuos atómicos. Así se confabula el paso a una nueva conciencia ca-paz de lograrse. Así arremetía el pensamiento contra el dogma, la creatividad contra el cálculo, la materia irreductible contra las ideas reduccionistas. La volun-tad de poder contra la voluntad de saber. A partir de aquí, dios tenía que cambiar su viraje o morir. El de-seo de dominio, de mentira y de muerte, tenían que recurrir a nuevos artificios para seguir legitimándose a sí mismos y para mantener su primacía sobre todo lo que entiende la vida como algo más que respirar y

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morir ¿Su estrategia? embalsamar conceptos con la finalidad de distraer de las cosas que realmente mere-cen la pena ser vividas ¿hace falta enumerarlas?

Las bombas atómicas.

¿La muerte de dios? Su anuncio fue la primera bomba atómica lanzada sobre la tierra. Cayó en el cielo. De allí que el vitalista sepa, mejor que nadie, que la violencia y la guerra son necesarias, en tiempos donde toda paz implica culto a la muerte. El detonador fue forjado desde la filosofía ilustrada, Kant explicó cómo es que no puede conocerse nada que esté más allá de las condiciones de posibilidad del conocimiento, que son; el tiempo, el espacio y las categorías. A todo lo que trascienda esas condiciones Kant lo llama nóumeno, ser en sí: eso de lo que ni la filosofía ni la ciencia pueden hablar, eso que –después Wittgenstein dirá– es mejor callar. Pero ¿cómo legitimar a dios luego de la primera embestida? Basta un malabar teórico, en Kant, para que sea posible, malabar que consiste en proponer, sin modestia, que dios debe estar supuesto en toda ética, digamos, como orientación de nuestra conducta, no sea que seamos tan insolentes como para creer que podemos conducirnos por nosotros mismos –dejar de ser imbéciles, en el sentido etimológico de la pala-bra– sin imponerle nuestras condiciones a los demás, sin querer que los demás actúen como nosotros, sin

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igualarlos, sin imperativo categórico ¡qué desastre! En una palabra: no podemos hablar de dios, dudar de él, conocerlo, pero sí debemos tomarlo en cuenta en to-das nuestras decisiones, porque, si no, faltamos a la ley, ¡vaya paradoja! A esto hay que agregar que Kant optará además por legitimar la inmortalidad del alma y la libertad, los grandes dogmas con los que cerrará, con un final feliz, este cuento para niños.

A mí me gustan más los filósofos valientes, quienes dicen: “de lo que no se puede hablar es mejor ¡Hablar!” Basta de tartamudeos y epilepsias. Nietzsche, amante de las montañas, trapecista que se desliza sobre esa cuerda que pende entre el animal y el superhombre, desentierra los detonadores kantianos y presiona el botón, matando a dios y al hombre: al humanismo, humano, demasiado humano, que colocaba al hombre abstracto en la centralidad, inaccesible para los indi-viduos, para los diferentes, para los más raros. ¿Qué es una bomba atómica sino el desencadenamiento de la fuerza de los átomos sobre la impotencia de las ideas? Desde Stirner, el atomismo había cobrado fuer-za, Nietzsche lo reformula bajo su filosofía de poder, midiendo las cualidades de las explosiones y las inten-sidades energéticas. En el siglo XX, los nietzscheanos de izquierda, franceses, actualizan esta filosofía expe-rimentando con fusiones atómicas, intercambios de fuerzas, salidas, que resisten a los micro fascismos, que constituyen los grandes sistemas autoritarios. La

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detonación Nietzscheana surte sus efectos: los átomos de mi cuerpo comienzan a estallar, algunos se fusio-nan, otros saltan dibujando líneas nunca antes traza-das. Pero existe una fuerza menos potente que se re-fina más y más para detener el caos: la fuerza de los débiles, una fuerza gregaria y ciega que quiere hacer palidecer los átomos, que busca detenerlos, acomo-darlos, dirigirlos. La actitud acomodaticia de los áto-mos, es a lo que Nietzsche llama debilidad, el triunfo de la debilidad no reside en su fuerza, sino en la poten-cia de su contagio. La debilidad vence, porque es más contagiosa: es más fácil someterse al grupo, palidecer ante la manada, que llegar a ser lo que se es: un or-den de fuerzas irreductibles. Contra la pereza vulgar que consiste en integrarse por completo a los dogmas establecidos, la vida exige el incremento de la creati-vidad, el esfuerzo atómico que desborda sus límites: la verdadera pereza pues, madre de toda libertad y tie-rra fértil conquistada por el artista de la existencia, que con su estilete se da forma a sí mismo. El lobo contra las ovejas, y contra los pastores de ovejas.

El estruendo de las bombas atómicas, fue mayor, sin embargo, que sus efectos. Insectos que sobrevolaban el cielo, ahora se arrastran sobre la tierra, conservan sus alas como una inscripción del pasado que fueron, como un recuerdo de las victorias antes de las explosio-nes, las alas son ahora su corona de barro. Dios, el más grande de todos los insectos, ha despertado más fuerte,

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más hambriento, ha bajado del cielo y ahora camina, de nuevo, entre los hombres ¿Quién de ustedes se atreve a traicionarlo? ¿quién de ustedes lo crucificará?

Principio de una entomología de dios.

“Al despertar una mañana Gregorio Samsa, después de un sueño nada reparador, se descubrió a sí mismo convertido, dentro de su propio lecho, en un gigantesco insecto. Se hallaba recostado so-

bre su espalda, dura cual un caparazón, y cuando levantó un poco su cabeza pudo ver su oscuro vientre abombado, dividido en

tiesos segmentos en forma de arco, cuya parte más alta a duras penas podía aguantar la colcha, que estaba a punto de deslizarse

hasta el suelo por completo. Sus numerosas piernas, lastimosa-mente delgadas en comparación con el resto de su tamaño, se

agitaban desesperadamente ante sus ojos.” Kafka, La metamorfosis.

Cuando pienso en cucarachas, pienso en Gregorio Samsa. Es cierto que la cucaracha Samsa se parece más a un escarabajo que a cualquier otro insecto, pero en este trabajo no nos detendremos en una entomolo-gía de Gregorio, cuyo esfuerzo reduciría este ensayo a enfocarnos en detalles puntillosos de la obra, como quien centra su mirada en una mancha de aceite en la pintura, sin darse cuenta de lo lejos que está de con-templarla a ella y a la fuerza de sus efectos. Se trata de actualizar la obra de Kafka, de filtrar como teórico lo que esta obra produce en el tiempo, más allá de sus problemáticas internas.

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Así las cosas, luego del estruendo de la “muerte de dios”, de los inicios de una ética materialista basada en los átomos, dios aparece de nuevo, pero con forma de insecto, más cerca que nunca de los hombres. Como Gregorio Samsa, dios amanece, después de un largo sueño, vuelto una cucaracha. Tiene que aprender de nuevo a efectuar cada uno de sus movimientos. Estira sus músculos, mide sus fuerzas, aprende a mezclarse con los humanos, hasta que logra pasar como uno de ellos. Por dentro, se siente tan humano como cualquiera; las mismas ilusiones, los mismos anhelos, dios se ha he-cho hombre, sin serlo. ¿Acaso no lo había hecho antes?

Las cucarachas sobreviven a las bombas atómicas y se mezclan entre los hombres, el hombre ha hecho de este nuevo huésped un ídolo, y se reconoce en él. Ahora realiza las leyes que dicta el nuevo inquilino y las cumple, las leyes son de dios y de los hombres. Dios les concede a todos libre albedrío de nuevo y riqueza a los sabios, a cambio de que lo alaben a él y sólo a él. Los hombres ya no adoran al crucificado, sino a la cucaracha y en la cucaracha se reconocen ellos y la cucaracha es más humana que ellos y se parecen más a la cucaracha que a sí mismos. Y tragan como cuca-rachas y engordan como cucarachas.

Las cucarachas sobreviven a las bombas atómicas. Todas las instituciones humanas apuntan a su ídolo, a su nuevo ídolo6, todos los valores que se desprenden

6 Nietzsche, Friedrich. (1987) Así Habló Zaratustra. Del nuevo ídolo. (Trad:

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de él son altisonantes: Justicia, Verdad, Igualdad, Liber-tad, Deuda; los valores que brillan en sus alas. Todos son iguales a sus ojos, no hay hombre que pueda tomar su lugar; él es El Hombre. “Arrodíllense frente a su coro-na de barro y serán recompensados”: así dicen sus se-guidores. “Dios ha bajado del cielo, dios anda de nuevo entre nosotros”: así dicen sus profetas. “Dios está en el infierno, tenemos esperanza”. Ciertamente, no había equivocado la flecha quien dijo: “en la tierra no hay nin-guna cosa más grande que yo, yo soy el dedo ordenador de Dios”– así ruge el monstruo. ¡Y no sólo quienes tienen orejas largas y vista corta se postran de rodillas!7 Nietzs-che sabía que dios no estaba muerto: Dios ha muerto: pero, tal y como son los hombres, seguirá habiendo, quizá durante milenios, cuevas en las que se enseñe su sombra. Y nosotros ¡nosotros tenemos que vencer aún su sombra!8 Así es como dios, luego de los estallidos producidos por la filosofía ilustrada, se yergue como cu-caracha, y se vuelve hombre, mejor dicho, El Hombre y se instala nuevamente como ente universal, como va-lor universal, como verdad incuestionable ¿Pero cuál es el precio a pagar por arrodillarse ante el nuevo dios? ¿a quiénes hay que conducir hasta el patíbulo? ¿a quiénes devorará primero esta cucaracha llamada El hombre?

Andrés Sánchez Pascual.) pp.86–101. Madrid, Alianza.

7 Íbid.

8 Nietzsche, Friedrich. (2010) La Gaya Ciencia. (Trad. José Mardomingo Sierra.)p.126. Madrid; Edaf.

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El Individualismo no es un Humanismo.

Un perro doméstico y un perro insumiso.

Todos se esfuerzan por remediar la vida de todos: aspiran a ello hasta los mendigos, incluso los incurables; las aceras del mundo

y los hospitales rebosan de reformadores. El ansia de llegar a ser fuente de sucesos actúa sobre cada uno como un desorden men-

tal o una maldición elegida. La sociedad es un infierno de salvado-res. Lo que buscaba Diógenes con su linterna era un indiferente...

Cioran, Brevario de podredumbre.

Pensar en individualistas es pensar en perros que tien-den más a convertirse en lobos, que a parecerse a su primo domesticado. A los ojos de un individualis-ta, de un perro desobediente, qué poco convincentes resultan aquellos que concentran sus esperanzas en los valores humanos, trascendentes, que para el caso también pueden ser llamados, los valores del perro doméstico. Los perros insumisos dudan de quienes se confunden a sí mismos con engranes sociales, con las ficciones impuestas. Quienes se jactan de ser buenos padres, buenos cristianos, buenas hermanas, buenas esposas, buenos trabajadores, buenos gobernantes,

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buenos ensayistas…buenos... desperdician su tiempo con ellos. Tras estas fachadas imperiosas, los perros in-sumisos escuchan el tintineo de las cadenas, y el azote del látigo. Prefieren la desmesura modesta, la música que produce una existencia distinta, en solitario, que se perfila más a un derroche de poder, de capacidad para hacer regalos, que a la seguridad de la correa o al des-perdicio de energía en el mantenimiento de la “buena apariencia” y de la deuda con el rebaño. Sin embargo, para las orejas largas del animal doméstico, esta es la única certeza: “¡Todos somos iguales y, quien no sea igual a nosotros, debe ser sacrificado! ¡Todas somos ovejas y, quien no sepa rumiar, tiene que aprender a pastorearnos!”.

Aquí aparecen los perros pastores, quienes, inmo-destos, se creen a sí mismos superiores, porque con-ducen a los otros, y porque cuando pueden inventan una excusa para faltar a su palabra, como quien come-te un pecadillo, pero a la vista del perro insumiso, ellos son los primeros en la lista de esclavos, pues ¿quién dudaría, a estas alturas, de que quienes hacen obede-cer la ley, son los primeros en someterse a ella? Nadie es superior ni exterior a aquello de lo que se benefi-cia: el tirano institucionaliza la imbecilidad, pero es el primer servidor de su sistema y el primero instituido, siempre es un esclavo el que manda a los esclavos.9

Es obvio que para estos animales obedientes y

9 Deleuze, Gilles. (2002) Diferencia y Repetición. Buenos Aires, Amorrortu.

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miopes el individualismo resulta malo, pues ¿qué es un individualista sino el perro que se rebela contra el sometimiento de los otros y comparte su creatividad afirmativa y libertaria con aquellos que también quie-ren gozar de ella? En principio una mentalidad gregaria concibe el individualismo como negación. “Yo soy úni-co cuando niego todo lo demás”: eso dice la manada. “Mi ser me lo doy a partir de la negación de todo lo que no soy.” “Cuando lo niego aparece mi individualidad”: así piensan los animales domésticos. Entonces des-precian todo lo que no es doméstico y todo lo que no obedece la ley de la casa. El individualismo del rebaño, vulgar, consiste en pisotear todo lo que no es del re-baño y en elevar a sagrado todo lo que es como ellos. Pero, eso que son ellos, no se lo han dado a sí mismos, en tanto que carecen de creatividad o de capacidad de decirse sí antes de decirle no a todo lo demás. Aquí el orden de los factores sí altera el producto; el sí siem-pre va antes que el no para un perro insumiso, para un lobo: es por esto que la fórmula de la felicidad en Nietzsche dice así: Un sí, un no, una línea recta y una meta10. Lo bueno para una oveja, para un perro do-méstico, es lo que no es malo. Lo malo para ellos es lo diferente, lo creativo, lo que parte de la afirmación, de una auténtica individualidad, sin quedarse ya en el individuo, lo que expande su poder, pero ¿quién puso

10 Nietzsche, Friedrich.(2001.) El ocaso de los Ídolos. (Trad: Andrés Sán-chez Pascual.) Madrid, Alianza. p. 37.

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ese malo allí, si los animales domésticos son incapaces de crearlo? Los perros insumisos, los lobos, los devo-radores de ovejas y de pastores de ovejas. Lo bueno para ellos, para los creadores, es lo malo para los ani-males domésticos, para los obedientes.

Los perros domésticos entienden la individualidad como la posibilidad de elegir, individualmente, dentro de los límites que establece la ley de la casa. Esta ca-pacidad de elección o libre albedrío, lo otorga la ley, dios, el estado, etc. y se gana con el simple hecho de ser parte del grupo y se pide permiso para ejercerla, y cuando se falta a la ley bajo el principio de esta libertad, es este mismo libre albedrío el que los condena, pues ninguna ley de la casa puede culpar a un esclavo que se le reconoce como tal y que, por tanto, no es dueño de sus propias decisiones. “Todos son libres”; así dicen los estados, las cucarachas y dios. “Y si deciden por el mal, son culpables de su decisión y voy a castigarlos.” Cuando un animal doméstico piensa en libertad indivi-dual, piensa en libertad de consumo, libertad de merca-do, libertad de obediencia, libertad de dominio, libertad de sometimiento, libertad de capricho: desde el alcance visual de la mentalidad del animal doméstico, este sería el principal elemento del individualismo.

Todo lo contrario cuando el perro insumiso, el lobo, habla de poder, de fuerza, de bondad, de individuali-dad. Para él, lo bueno es lo que crea, lo que aumen-ta su capacidad de creación, el honor que no genera

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deuda. La fuerza es el refinamiento y la elegancia: la fuerza más potente es también la más aguda. El domi-nio es sobre sí mismo, y sobre lo que quiere detener su energía. Lo malo es lo más vil, lo más rastrero, lo que desea encadenarlo ofreciéndole comodidades y falsas riquezas, lo digno de despreciarse. No cree en la libertad que otro le otorga, sólo se regocija de su libertad si la conquista por sí mismo. ¿Qué le importa al lobo, permanecer respirando, salvar su pellejo, si tiene que pisotearse o pisotear a los otros? Sabe que la vida no es permanecer, sino poder, conquistar sus propias decisiones, aprovechar los instantes, prepararse para lo que vale, vivir a muerte; dentro de él ha de habitar un zorro que conoce el arte de acechar el tiempo: “quien se dedica a prolongar su vida, no puede disfrutarla”11: así piensan los lobos.

Ya Diógenes nos había enseñado qué significa ser un perro. El filósofo de la lámpara que buscaba un hombre y que cuando la muchedumbre se acercaba, corregía diciendo: “busco un hombre, no heces”, gustaba de los mejores placeres de la vida, promovía cuidarse lo mismo de la pobreza que de la riqueza, repudiaba a los fanáticos esclavos de su ideal, los que sólo gustan de lo dulce y aborrecen probar el resto de sabores que ofrece la tierra. A Diógenes nunca lo convencieron los despre-ciadores del cuerpo: preferible el placer y el dolor de

11 Stirner, Max.(1976) El único y su propiedad. (trad. Pedro Gonzales Blan-co) Argentina, Libros de Anarres.

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la carne, que el ascetismo etéreo de los ángeles. Mejor arder en el infierno, que resfriarse en el cielo. El daño no se busca, se encuentra, ya estaba en el destino, y volverá una y otra vez sobre la vida, como el anillo que gira hasta la eternidad: hay que preparase para el sufri-miento, como hay que preparase para el placer de sí mismo, de lo contrario se corre el riesgo de volverse esclavo de nuestros deseos o de nuestros sufrimientos. Entonces, la inteligencia del perro insumiso dice que nada es bueno ni malo por sí solo; todo depende de qué tan bien librado se sepa salir de las embestidas. Ama tu destino, decía Nietzsche, escoge la guerra en lugar de la paz, que no te seduzca esa música fácil, la existencia fá-cil que promueven los sacerdotes y los pesimistas, que desprecian la vida, pero no se matan de una buena vez.

Todavía faltan siglos para que los pueblos aprendan la lección que dejaron los perros insurrectos. Desde Diógenes hasta Deleuze, pasando por Nietzsche y por Kafka, sigue existiendo el mismo peligro, El Hombre, que convierte a los animales humanos en perros do-mésticos, en ultrahumanos, autómatas. El Hombre es la cucaracha que devora individuos, el humanismo es el gesto de la cucaracha contra los diferentes a quie-nes hay que sacrificar, convertirlos en cifra, en salario, en número; igualarlos a cero. Ya Bakunin había descri-to, minuciosamente, el parecido que había entre dios y el estado12, pero sin sospechar, que este nuevo dios, la

12 Bakunin. (2000). Dios y el estado. Argentina, Libros de Anarres.

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cucaracha, –que no sólo es el estado humanista, sino el ideal de la primacía humana en general – no es un dios fijo, sino que, además, cuenta con un elemento que lo hace más eficiente: la plasticidad o capacidad de las cucarachas de sobrevivir a las bombas atómi-cas. Esta capacidad plástica del nuevo dios garantiza su permanecía dentro y fuera de los lugares sagrados establecidos, como la familia, la iglesia, el mercado, la ley, el cuerpo, la lengua, y le abre paso a los lugares que incluso nos resultan más inocentes y hasta más cotidianos, incluyendo los que se disfrazan de rebel-día, pienso por ejemplo en lo que Stirner llamaba, el egoísmo inconsciente13. Dicho esto, ¿existirá un antí-doto ético contra las cucarachas, capaz de erradicar-las? No creo en una respuesta absoluta, al menos no en el plano de la ética, pero sí en tratamientos y resisten-cias capaces de hacer frente a lo que desde nosotros y desde afuera desea someternos ¿pero cómo dar ese paso?

13 Stirner, Max.(1976) El único y su propiedad. (trad. Pedro Gonzales Blan-co) Argentina, Libros de Anarres. P.175.

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¿Para qué cuidarse de los otros, si podemos cuidarnos de nosotros mismos?

Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rom-pe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros

sin tregua.Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis.

Pero embriagaos.Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la hierba verde

de un foso, en la tristona soledad de vuestro cuarto, os desper-táis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el

ave, el reloj, os contestarán: «¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin

cesar. De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.»Charles Baudelaire.

Existe una versión vulgar del cuidado de sí, que con-siste en creer, que quien cuida de sí mismo, ignora que está atravesado por condiciones y fuerzas que lo obli-gan a permanecer en relación. No. A mis ojos es como decir que el fruto no proviene del árbol. Las fuerzas que atraviesan un cuerpo, no pueden ser soslayadas, pero sí pueden ser, en cambio, incrementadas y redirigidas. Cuando se desea, no se desea un objeto, se desea de-sear y, para incrementar ese deseo, se requiere desear la diferencia, lo que no estaba establecido en el deseo primero, eso significa la expresión vitalista: querer más.

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Lo que existe ¿cómo va a querer seguir viviendo? ¿vo-luntad de vivir? patrañas. Lo que vive quiere más que respirar: quiere más. Y ese más que se quiere, necesita también de un deseo que sea más.14Este deseo que es más, es el deseo de lo diferente, de lo no preestableci-do como deseable, de lo que se necesita crear. Ese es el impulso creativo de la vida, que Nietzsche preferirá llamar voluntad de poder y que los poetas llaman poe-sía. Llegar a ser lo que se es, es estar a la altura de lo que vive, de la energía fundamental de la tierra, de la poética del poder.

En esto soy irreductible: prefiero a los poetas, que a los filósofos, y más aún, a los filósofos, que a los polí-ticos. No me gustan tanto los poetas que se quedan en palabras, me atraen más los que se las quitan, quienes mezclan la vida y el poema. Me dejo seducir por una vida derrochada, que sabe de embriaguez y no de pequeñe-ces ni existencias a medias. El poeta debe ser el más perezoso de los animales y debe defender su pereza con todas sus garras. Como Lessing decía: seamos pe-rezosos en todo, menos en amar y en beber, menos en ser perezosos. Embriaguez y ocio, dos de las prácticas más nobles, que la modernidad industrial ha disfrazado de malas o, peor aún, de recreativas y superfluas; de despreciables. Ocio, de donde proviene la palabra es-cuela (tiempo de ocio) tiempo para pensar y para crear,

14 Nietzsche, Friedrich. (1987) Así Habló Zaratustra. De la superación de sí mismo. (Trad: Andrés Sánchez Pascual.) p. 174. Madrid, Alianza.

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que ahora se ha convertido en tiempo de preparación para el trabajo. Trabajo, palabra que proviene de tri-palium, un yugo de tres palos en donde azotaban a los esclavos, sinónimo de sufrimiento. El trabajo no puede borrar su huella pérfida de la memoria de la lengua. En la antigua Grecia, sólo a los esclavos les estaba permi-tido trabajar. ¿Desde cuándo se convirtió el trabajo en una virtud y el ocio en un pecado? Y hoy, cuando escu-chamos a los libertadores de nuestra época ¿qué escu-chamos? “Les conseguiremos trabajo, trabajo es lo que necesitan: menos tiempo para pensar, menos tiempo para vivir, menos tiempo para la angustia, olvídense de sí mismos: les traemos dinero”. Pero Lafargue, el filóso-fo defensor de la pereza, opina lo contrario: Un ciuda-dano que da su trabajo por dinero, se degrada al nivel de los esclavos; comete un crimen que merece años de prisión15. Esto no quiere decir que no se deba cobrar cuando se trabaja, sino que ninguna cantidad de dinero puede remplazar el tiempo vital. El problema con el di-nero, es que cuesta más de lo que vale. Una sociedad, a estas alturas de la historia, debería trabajar mucho menos, y disfrutar mucho más. ¿Queremos otra mues-tra de que en este tiempo se santifica el sufrimiento y se cultiva la esclavitud, mientras se mira con desprecio a los nobles valores que defienden los poetas?

15 Lafargue, Paul. (1977) El derecho a la pereza. (Trad. Manuel Pérez Le-desma) Madrid, Fundamentos. p. 30.

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Los más borrachos son los poetas. Una existencia valiosa, una excesiva fuerza, explosiona adentro de su cuerpo. Los que viven en completa sobriedad, los apolíneos, creen que los que se embriagan desperdi-cian su vida, sin embargo, ¡qué lejos están de atinar en el blanco! ¡qué pálida luce su existencia cuando un auténtico borracho pasa junto de ellos!

¡Embriagaos! pero no me confundáis a los poetas con enfermos, con alcohólicos superficiales, con simples borrachos. El poeta de la existencia, el poeta que he ido configurando, qué lejos está de ser un simple borracho. Lejos porque no bebe por beber, bebe para embriagarse, para incrementar la sensibilidad y la in-tensidad creativa, vital. Este poeta se embriaga para disfrutar y para producir estímulos provocativos en el cuerpo propio y en el del otro y la otra. Embriagarse para el poeta, significa practicar el arte de la selección, del refinamiento de los sentidos, para saber distinguir lo que colabora en aguzar su destreza, de lo que sólo la perjudica, en otras palabras, aprender a separar la paja del trigo. Embriagarse, por supuesto, ya no sig-nifica más, embriagarse solamente de vino. “Para el placer, cualquier momento y lugar son buenos”: eso le dice su cuerpo a este poeta, eso es lo que le está, por naturaleza, permitido y aquel que diga lo contrario le parece inmediatamente un enemigo, un corrupto de sí mismo y, si la sociedad dice lo contrario, es la socie-dad la que está corrompida.

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La embriaguez, que se entiende como el arte de seleccionar e incrementar los placeres y la fuerza, re-quiere también de la capacidad para decir No. Prac-ticar la ascesis, para un poeta dionisiaco como éste, es necesario sólo en la medida en que incrementa el placer: quienes cultivan los placeres del cuerpo, pero llevan una vida igual de mutilada que quienes los nie-gan, dejan entrever, para quien actúa poéticamente, que mucha luz es como mucha oscuridad, que ambas condiciones enceguecen.

El cuidado de sí es pues, mantenimiento de la fuerza, ejercicio de la resistencia y prácticas de libertad, acti-vidades que se vuelven asequibles mediante el aguza-miento de los sentidos y el disfrute del cuerpo, sin des-preciar el conocimiento de lo otro y el ejercicio de la razón, que se consiguen solamente en el contexto de la pereza, que se llama a sí misma, filosófica o po–éti-ca. “Goza y haz gozar sin hacerle daño a nadie ni a ti mismo”: eso dice la po–ética hedonista. Cuidarse de sí mismo, actualmente, significa cuidarse de los prejuicios que no nos permiten disfrutar de una vida sin dolor ni arrepentimiento. El arrepentimiento es otro valor que promueve la moral de los moralinos, y cuyo origen me remonta a la esclavitud. Sólo se arrepienten quienes van a dar cuenta a alguien de sus actos o de sus pensamien-tos; el arrepentimiento es lo que viene antes del latiga-zo, del regaño y de la amonestación. Pero ese dispositi-vo de control se ha refinado con el paso del tiempo, de

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modo que la moral con moralina ya no requiere de un verdugo externo al individuo para castigarlo cuando ac-túa “mal”. Basta pensar o desear obrar “mal” para que un verdugo dentro de nosotros nos azote, el verdugo de nuestra propia moral, el Super yo, dirá Freud, quien es el encargado de vigilarnos todo el tiempo, de ma-nera que basta desear cometer actos ilícitos contra los ideales establecidos, para que aparezca la flagelación: así se cierra el círculo del masoquismo, así se hacen los esclavos, así se refina la maquinaria más perversa y se cultiva en el individuo –la mayoría de ocasiones sin que se dé cuenta– la pulsión de muerte.

Dejar de ver la paja en el ojo ajeno y aprender a ver la viga en el propio. El individualismo, para quienes gustan de una vida poética, es tan sólo el punto de partida, el principio de la reconciliación. La destrucción de los ideales impuestos, garantiza a los individuos que la brazada no sea más larga que el brazo. A esto to-davía le falta un camino y una meta, ¿se puede conse-guir? o ¿a dónde se dirigen los poetas?

¿Para qué ir al meeting, si podemosmasturbarnos en casa?

El meeting es lo opuesto a la reconciliación de los in-dividuos atómicos, de la manada de lobos. Al meeting yo le llamo la fiesta de la cucaracha. Donde se ofren-dan las individualidades y no se repara en gemidos

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masivos, en gritos estridentes, consignas recargadas de ideología, rituales de sacrificios humanos.

Los perros insumisos, se reúnen distinto. En el taller y a martillazos, en pequeños grupos elegidos por ellos mismos. Prefiero las fiestas orgiásticas de los lobos, los poemas rebeldes, los vinos, que los largos discur-sos panfletarios y el ardor de la masa. Me gustan más las aglomeraciones solitarias, que se confabulan en un solo lobo, un perro masturbándose en casa o en la plaza pública, que el bramido ensordecedor del gana-do. Y, sin embargo, la meta de los lobos es reunirse, constituirse en grupos, habitar los bosques, acechar sus presas, subir a las montañas. Un lobo solitario es un perro débil. A penas puede conseguir alimento su-ficiente para seguir vivo. No todos son un lobo y sin embargo, cualquiera puede serlo, el lobo sabe que el reto es encontrarlo, pero no donde bullen las ovejas, hay que ir más allá de los corrales; a los bosques y a las montañas.

Todo lobo tendrá que caminar cientos de hectáreas, para encontrar, al menos, una huella. Pero cuando se reúnen dos lobos, dos esfuerzos que se desean, el mundo tiembla. A veces los he visto caminar en la no-che, en las aceras de la vida cotidiana, las ciudades estallan en aullidos: dos lobos que se buscan.

A veces un vendedor de llantas, aúlla una novela, Juan Rulfo, un lobo que embestía a las ovejas, que buscaba otros lobos: un aullido que también era un

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poema. Otro lobo se refugia en las cantinas, un lobo que aúlla como cisne, que cruza por las calles de la ciudad de México, sin mirar a los lados, que juega a la ruleta rusa y que el último sonido de su vida, fue el de otra ambulancia que no llegó a tiempo.

Muchos lobos se mueren sin siquiera ser vistos. Pero los lobos saben cómo dejar sus huellas. Y se reúnen siempre en lugares abiertos. Los perros insumisos confían más en los lobos que murieron, que en quienes se dicen lobos a sí mismos.

La manada de lobos es la meta, una manada de ami-gos, el esfuerzo individual es un medio. No hay hipo-cresías, siempre existirán ovejas y rebaños y pastores de ovejas y perros policía, la meta llegará cuando los individuos elijan el esfuerzo, la alegría en lugar de la reverencia. El camino es cada vez más escabroso, más violento, pero hay que subirlo por sí mismo. Arriba, en las montañas, una manada espera.

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Bibliografía.

Bakunin. (2000). Dios y el estado. Argentina, Libros de Anarres.

Deleuze, Gilles. (2002) Diferencia y Repetición. Bue-nos Aires, Amorrortu.

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Onfray, Michel. (2006) Tratado de ateología. Física de la metafísica; (trad. Luz Freire); Barcelona; Anagra-ma (publicada en francés en 2005)

Stirner, Max.(1976) El único y su propiedad. (trad. Pedro Gonzales Blanco) Argentina, Libros de Anarres.

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Se terminó de imprimir en agosto de 2015

en los talleres gráficos de Siete Cyan

ubicados en Oriente 2, No. 70

Cd. Industrial

Morelia, Michoacán, México

La edición consta de 1,000 ejemplares

y estuvo al cuidado del autor,

Viridiana Lázaro y Martha Montaño.

En portada: "Hermes Trismegisto" Fragmento del grabadode Heinrich Jamsthaler, 1625.

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