"MARILINA ROSS en España" (2014) Julio Pollino Tamayo

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MARILINA ROSS en España

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Todos los países tienen sus local heroes, sus héroes locales, artistas adorados

en su tierra y que fuera de sus respectivos países, regiones, son prácticamente

desconocidos, es un fenómeno que se da mucho en Iberoamérica pero también

en la vieja Europa. Ahí tenemos el caso de Johnny Hallyday en Francia, que

fuera de los ambientes francófonos resulta incomprensible, lo mismo que el

fenómeno Leonardo Favio, Moris, Spinetta o Charly García en la Argentina, que

para gran parte de los españoles se nos hace de difícil digestión. La música en

potencia es un lenguaje universal pero en la práctica dista muy mucho de serlo,

y sobre todo hablando de cantautores, un género musical en franco declive. Esto

viene a santo de que Marilina Ross es muy conocida como cantante en la

Argentina, y en España se la recuerda principalmente como actriz, o al menos yo

he llegado a ella por sus películas realizadas en España y no por su faceta

musical, que desconocía por completo, supongo que me pilló muy pequeño, nací

en los 70, y demasiado heavy. También su faceta como actriz la he descubierto

hace muy pocos años gracias a mi interés por hacerme con la filmografía

completa de Jaime de Armiñán, en concreto al encontrármela por casualidad en

la película “Al servicio de la mujer española” (1978), una interpretación que me

dejó fascinado, y que está muy por encima de la película, algo que suele ocurrir a

menudo en las películas en las que participa, recibió el premio a la mejor actriz

del Círculo de Escritores Cinematográficos (1979).

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A partir de ahí empecé a profundizar un poco en su carrera, resulta que era

conocidísima en la Argentina gracias a su papel en la película “La Raulito”

(1975) (proyecto personal de Marilina Ross que tardó 5 años de lucha para

llevarse a cabo, a escondidas y con cámara oculta, y que sirvió para que el

personaje real en quien está inspirado la película pudiera recibir atención

médica), que por lo visto fue todo un fenómeno de masas en la época, también

en España (Premio Fotogramas de Plata a la mejor interpretación extranjera del

año en 1976, compitiendo con Liv Ullman, Al Pacino, Jack Nicholson y Dustin

Hoffman), donde arrasó, estuvo en cartel durante más de año y medio,

1.268.101 espectadores, casi nada, superando en taquilla a películas comerciales

como “Tiburón” de Spielberg. Supongo que es ahí donde Jaime de Armiñán la

descubrió, lo mismo que a Ana María Picchio, que lo borda en “Una gloria

nacional” (1992), lo mejor de la serie, ambas salen también en la película

argentina “La tregua” (1974), que no tuvo tanto éxito en España, 143.522

espectadores. Acosada por la censura de la dictadura militar argentina, y

amenazada de muerte, aprovecha varias ofertas de trabajo en España para

exiliarse voluntariamente, temporalmente, de 1976 a 1980. Participa en seis

películas, en una obra de teatro televisivo de Estudio 1, “Pigmalión” (1979), en

una obra de teatro con José Bódalo, “Panorama desde el puente” (1980) de

Arthur Miller, y en una aparición como cantante, 8 canciones (“Fotos mías”,

“Aquel estado de ánimo”, “Casi sin querer”, “Había una vez un gato”, “Carta a

papá”, “Canción de cuna para despertar a un hijo”, “La canción de sus viejos” y

“Quereme, tengo frío”), en televisión española en el programa de Miguel de los

Santos “Retrato en vivo”

(1980): http://marilinarossoficial.blogspot.com.es/2012/09/television-

espanola.html

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1977

A los pocos meses de la emisión de este programa, vuelve a la Argentina para

dedicarse en cuerpo y alma a la música, la actividad que de verdad la llena, que

la permite expresarse con mayor libertad, sinceridad, a pesar de seguir vetada,

estaba prohibida la mención de su nombre en los medios, lo que no impidió que

llenara nueve veces el Teatro Odeón con sus conciertos sin ningún tipo de

promoción, de publicidad. Regresó varias veces a España de manera ocasional

(en 1981 se rumoreaba que iba a protagonizar la serie de 9 capítulos “Marianela”

para el espacio “Grandes relatos”, del que salieron series míticas como

“Fortunata y Jacinta”, pero el proyecto no se realizó) en giras de obras de teatro,

conciertos, por ejemplo en 1997 para un recital en Barcelona (Teatro Retiro, en

el “Sitges Teatre Internacional”), y tuvo un par de apariciones televisivas, en

1982 en el programa de José María Íñigo “Estudio Abierto”

(https://www.youtube.com/watch?v=Cx6eqZ4BCzk), donde interpretó dos

canciones de su segundo LP “Soles” (el primero “Estados de ánimo” (1974) se

editó sin demasiada repercusión), “Puerto Pollensa” y “Mis padres”, y en el

popular programa de cocina “Con las manos en la masa” (1984) de Elena

Santonja.

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1978

Hagamos un pequeño paréntesis, un flash-back, la conexión de Marilina Ross,

María Celina Parrondo, con España es más profunda, significativa, aunque

nacida en la Argentina era de origen español, sus padres eran inmigrantes

españoles, de Navarra la madre y de Asturias el padre, siendo la primera vez que

viaja a España en 1976 para presentar la película “La Raulito” en San Sebastián,

donde se reúne con varios de sus parientes españoles. La estancia duró 13 días y

a pesar de los múltiples reconocimientos, muestras de cariño del público, y

ofertas para quedarse (una co-producción hispano-francesa con Alain Delon y

Belmondo que no fructificó, un contrato en exclusiva de 10 años que rechazó, y

el proyecto de una comedia musical en teatro, “Carmen, Carmen” de Antonio

Gala, que iba a ser dirigida por Bob Fosse, y que tampoco salió adelante), vuelve

a la Argentina porque ya estaba comprometida con una obra de teatro, “El gran

soñador”. Finalizado el contrato Marilina Ross desembarca en España en agosto

de 1976 en principio para actuar en una película de Manuel Gutiérrez Aragón

producida por José Luis Borau, “Camada negra” (1977), en la que al final no

intervino, rechazó, por su carácter político, la protagonizó Ángela Molina, y co-

protagonizar un musical con Raphael, “I do, I do”, que tampoco llegó a buen

puerto. En diciembre forma parte del jurado de la II Semana de Cine

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Iberoamericano de Huelva, junto a Antonio Gala, Patino, José Luis Gómez y

Román Gubern entre otros. Lo que sí cuajó fue la película “Parranda” (1977) de

Gonzalo Suárez, que aprovechando el tirón de “La Raulito”, repitiendo hasta el

diminutivo en su personaje, “Socorrito”, tuvo unos aceptables 285.144

espectadores, papel ofrecido cuando todavía estaba en la Argentina, y ya en

España emprende la segunda parte de “La Raulito” (1975), “La Raulito en

libertad” (1977), operación comercial del productor español Vicente Gómez que

trató de repetir el rotundo éxito de “La Raulito”, de la que compró los derechos y

se encargó de la distribución en España, sin demasiada suerte, 176.819

espectadores, segundas partes nunca fueron buenas. La tercera película es

“Reina Zanahoria” (1978) de Gonzalo Suárez, 264.974 espectadores, la cuarta

“Soldados” (1978) de Alfonso Ungría (Premio a la Mejor Actriz en la IV

Semana de Cine Histórico de Córdoba, 1979), 292.865 espectadores, la quinta

“Al servicio de la mujer española” (1978) de Jaime de Armiñán, 293.681

espectadores, estrenada en San Sebastián, la única película del Festival

aplaudida en mitad de la proyección para jalear una secuencia interpretada por

ella, y finalmente “El hombre de moda” (1980) de Méndez-Leite, 151.997

espectadores.

1980

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En ningún caso hablamos de obras maestras (hablo solo de las españolas, “La

Raulito” es muy buena, rozando la obra maestra, excepto el final, mejor que

“Los cuatrocientos golpes”, a pesar de la pobreza de medios, tiene mucha fuerza,

garra formal, como las mejores películas mejicanas de Buñuel, “Los

olvidados”, la Raulito haría buenas migas con Ojitos, “El ladrón de bicicletas” de

De Sica o “Daan” de Jalili, puro neorrealismo sucio, su éxito en España está más

que justificado, sigue siendo una de las mejores películas de la historia del cine

iberoamericano, lo mismo que “Piedra libre” (léase el apéndice). Detrás está el

gran director, y actor, chileno, e injustamente olvidado, que también tuvo que

exiliarse a España por motivos políticos, Lautaro Murúa (la maravillosa,

entrañable, emocionante, humanista, conductista, humanista, buñueliana

pedagógica, kiarostámica, “Shunko” (1960, Cóndor de Plata como mejor

película de 1961, mejor película en español Festival Internacional de Cine de

Mar del Plata de 1961), protagonizada por el propio Lautaro Murúa, su obra

maestra, Top-10 cine argentino, cine iberoamericano, y su reverso oscuro, la

expresionista ingenua “Alias Gardelito”, e “Invasión”, “La casa del ángel” y

“Belmonte” (Juan Belmonte de viejo en la película de J.S.Bollaín, su último

papel antes de morir) como actor), que es mejor que Leonardo Favio. La

actuación de Marilina Ross es soberbia, la declaración en el juzgado es sublime,

pocas actrices, actores, son capaces de sostener un plano secuencia tan largo, 10

minutos, tan intenso, así, tirando solo de talento, de verdad. Con el mérito

añadido de que esta secuencia es improvisada: “Lautaro me había dado una

serie de pautas, me dijo: improvisá. Cámara y yo hablando a un tornillo de la

cámara, empecé y cuando llegó un momento, tenía que cortar y él no cortó. Yo

seguí y me fui conectando con la emoción porque ya se ligaba con lo que me

estaba pasando a mí que estaba siendo amenazada por la Triple A. Entonces

me puse a llorar. Y cuando la Raulito dice: a quién jodo yo lo único que quiero

es correr por las plazas, jugar al fútbol, si yo lo que quiero es ser actriz, cantar.

Y ahí me conecté con lo mío. En un momento hubo que cortar la secuencia

porque se escuchaban los mocos de Lautaro, en el sonido directo se escuchaba

snif. Y ahí se terminó el día de filmación que duró exactamente 10 minutos que

es lo que dura la escena.”) y en la gran mayoría de ellas lo más destacable, lo

que sostiene las películas, es la gran actuación de Marilina Ross. Lo primero que

llama la atención es la diferencia en su modo de actuar en las películas

argentinas previas, sólo he visto “La tregua” y “La Raulito”, con respecto a su

etapa española.

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En las películas argentinas, o en las que hace de argentina, su interpretación es

más exagerada, histriónica, corporal, y en las españolas más contenida, sobria,

con la mirada. Como si en su etapa española se mimetizara con el carácter

español, menos exuberante, más austero, inexpresivo, emocional, que el

argentino. Algo que dice mucho de Marilina Ross, de su capacidad, talento,

como actriz, cansados estamos de ver películas españolas en la que los

habituales secundarios argentinos interpretan a argentinos al cuadrado, más

argentinos que los propios argentinos, una destilación por exceso, o italianos

con un chute de cafeína e incontinencia verbal.

Al servicio de la mujer española

Mi actuación favorita de las realizadas en España es en la película “Al servicio

de la mujer española”, quizá porque es la única en la que hay un director

maduro, brillante, detrás, que domina su oficio con sobriedad y sencillez, que

sabe narrar con imágenes, con miradas, dirigir actores, controlar el tiempo y el

espacio, y escribir grandes, complejos, guiones. Y si no fuera por el demagógico

final, en el que equipara, injustamente, a la protagonista, a Marilina Ross, a la

mujer española de posguerra, con colegialas que necesitan ser liberadas, por un

hombre, la película podría ser calificada de muy notable. El ajuste de cuentas

tenía que ser con la dictadura, con sus responsables, los hombres, las mujeres

no pinchaban ni cortaban en su propia represión, la Sección Femenina era un

apéndice, masculino, de la doctrina nacional-católica de la Iglesia, dirigida por

hombres, y del fascista, misógino, a la par que borrego, Franco.

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En esta ocasión Marilina Ross está más acompañada, arropada, que en el resto

de películas españolas, está secundada por cuatro grandes actores, sin contar al

niño, el inquietante Adolfo Marsillach, componiendo un personaje cruel,

despreciable, Amparo Baró, perfecta en su papel de hermana beata, mojigata,

absorbente, controladora, Mary Carillo, bordando a la fiel, abnegada, criada de

toda la vida, y Emilio Gutiérrez Caba, impecable como liberal pagafantas que se

queda a dos velas. Marilina Ross está sencillamente espléndida, hipernatural,

incluso sensual, como si realmente no hubiera cámara, es una actuación

profunda llena de matices, de recursos, además que ese acento medio español

medio argentino tiene mucho encanto. Sublime la delicadeza, sensibilidad,

humor, con que Armiñán resuelve la entrañable, liberadora, secuencia de las

dos hermanas Galdós en la cama, de las más grandes de la historia del cine

español, no menos sublime que la maravillosa, humillante, secuencia en la casa

de Emilio Gutiérrez Caba. Hasta los títulos de crédito, realizados por el gran

ilustrador Juan Carlos Eguillor, son muy buenos. De todas las películas que he

visto de Marilina Ross, españolas y argentinas, es su mejor actuación, incluso

mejor que la de “La Raulito”, y ya es decir.

Parranda

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En cuanto al resto, de la mediocre “Parranda”, un intento bastante burdo de

subirse al carro del éxito de “Pascual Duarte” (1976), repitiendo incluso al actor

protagonista José Luis Gómez, lo único decente es el inocente personaje de

Socorrito, la loca obsesionada con tener un hijo, interpretado correctamente por

Marilina Ross, la escasa complejidad, profundidad, del personaje, tampoco daba

para mayores virtuosismos, pero desde luego es lo único que se recuerda de la

película, “me los hacen y luego no me los traen”.

Raulito en libertad

De “La Raulito en libertad” de nuevo lo más destacable es la actuación de

Marilina Ross, incluso canta, que si bien no alcanza la altura de la primera

parte, cosa realmente imposible, también es muy recomendable. El principal

problema de la película es ese, que las comparaciones son odiosas, y la primera

parte estaba demasiado reciente en la retina del espectador como para ser justo

con la segunda, que es más consciente, menos espontánea, bruta, pero que tiene

su interés.

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Reina Zanahoria

“Reina Zanahoria”, una película muy tontorrona, infantil, siguiendo la línea

de los Ditirambos, del Godard, Yves Robert, Superagente 86, Anacleto, más

pueril. Como siempre en Gonzalo Suárez, la película va de listilla, de graciosilla,

y a los diez minutos ya resulta cansina, insufrible. Las gracietas son de patio de

colegio, de tebeo de Bruguera, de Jaimito, salvo la retransmisión radiofónica de

Hamlet como si fuera un partido fútbol. El guión es tan insustancial, tan

forzadamente, inofensivamente, surrealista, que cuesta horrores prestar

atención, mantener el interés, los gags son malísimos, y tan misóginos como los

de “Duerme, duerme mi amor”, que al menos tenía su gracia a pesar del

repugnante mensaje. Marilina Ross está genial, graciosísima, como americana, y

guapísima con el pelo engominado a lo Liza Minelli en “Cabaret”. Sólo ella, con

su luminosa presencia, y Sacristán, por fin gracioso, salvan la película, la hacen

menos irrespirable, pero no lo suficiente como para calificarla de aceptable, y

por cierto, ¿tan pocas mansiones hay disponibles en España como para utilizar

la misma de las películas de Saura? Lo mejor es el trabajo gráfico de Alberto

Corazón, con su versión zanahoril de los clásicos de la pintura y del surrealismo.

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Soldados

De “Soldados” poco que decir, el tratamiento hiperestilizado, elegante,

refinado, pretencioso, cerebral, de Ungría, no empasta con la sordidez de lo

tratado, la cruel Guerra Civil y aledaños, la película va por un lado y Ungría por

otro, no convergen, le sobre un puntito de extrañamiento, y le falta vidilla,

emoción, es una película tremendista victoriana, que pide a gritos un pasodoble

y no un piano. La película es tan forzosamente elíptica a lo Resnais, tan plana,

tan falta de ritmo, por mucho que Ungría desordene la estructura a lo

Bertolucci, la clara referencia, que cada vez que aparece Marilina Ross en

pantalla (por cierto doblada), mucho menos de lo deseable, de repente es como

si se abriera el cielo. La belleza clásica, de cine mudo, de Marilina, brilla

especialmente en esta película histórica, de época, el estilo novecento, tanto en

la forma de vestir como en el peinado, encajan como un guante en su frágil

fisonomía. Su distanciada actuación, de una contención admirable, casi nórdica,

salvo en los simbólicos sueños claro está, brilla sobremanera con respecto al

resto, hasta el punto de que se puede hablar de dos películas, una buena, en la

que aparece Marilina Ross, y otra que como mucho se deja ver cuando ella

desaparece. Es inevitable pensar en lo que hubieran podido dar de sí las

películas de Saura si en lugar de la insulsa Geraldine Chaplin las hubiera

protagonizado la fotogénica, carismática, Marilina Ross.

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Pigmalión

En cuanto a “Pigmalión”, tengo un problema, que no me gusta el teatro,

filmado, televisivo, no le veo el sentido, ni es teatro ni es televisión. Una vez que

se toma la decisión de registrar una obra de teatro, debería realizarse el esfuerzo

de hacer un trabajo cinematográfico digno y no limitarse a hacer un simple

registro ilustrativo en bruto, o teatral, que para eso ya está el teatro, teatro y

televisión son dos lenguajes diferentes y deberían apreciarse las diferencias.

Casi hubiera preferido un plano fijo general y así al menos me olvido de lo mal

rodada que está. El otro problema, e insalvable, es que en el imaginario

colectivo cinéfilo este papel siempre estará asociado a Audrey Hepburn, y ni

Marilina Ross, ni nadie, es Audrey Hepburn, así que mejor ni intentarlo. Pero

vamos que la actuación de Marilina Ross es buena, apropiada, a pesar de la

peregrina idea, ocurrencia, de que ella hable argentino y el resto español.

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El hombre de moda

De “El hombre de moda” decir que tiene todos los defectos de una película

debutante, que es la de explicar todo con palabras y no con imágenes, esa

verborrea tan española, tan francesa, tan italiana, tan argentina, y tan poco

cinematográfica, no hablamos del diálogo como acción, sino del diálogo como

discurso, a lo Rohmer. Es una película en exceso obvia, pedagógica, coyuntural,

que expone sus cartas, la contraposición entre los nuevos y viejos valores, de

manera demasiado demagógica, maniquea. Sólo sirve para mostrar lo aburridos

que eran los culturetas de la época, en eso nada ha cambiado, recuerda a las

primeras películas de Moretti, que son radiografías del tedio. La película es

mala, deslabazada, muy sosa, como el personaje de Elorriaga, al que se le ve

incómodo, a disgusto, en el papelón de latin lover, que no le pega ni con queso.

Es demasiado grave, serio, como para resultar creíble, es el Matías Prats del cine

español. En cuanto al personaje de Marilina Ross, que con esa permanente

parece el Pelusa Maradona, no hay por donde cogerle, es un garabato, los

guionistas le inventan una historia, un pasado, realmente estúpido, inverosímil,

y lógicamente Marilina Ross es incapaz de hacer algo grande con él, aunque aún

así es el único personaje de la película que parece vivo, real.

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En esta ocasión al interpretar a una argentina se la ve menos encorsetada, más

suelta, espontánea, comprendo que al poco tiempo se volviera a la Argentina,

debía sentirse como un pulpo en un garaje entre tanto muermo, como un

monologuista en un velatorio. También es comprensible que abandonara la

actuación en cine, con papeles casi siempre tan burdos, superficiales, es muy

difícil que pudiera sentirse realizada, completa. Al menos tuvimos la suerte de

que la argentina-gallega Marilina Ross nos hiciera el regalo a los españoles de

estas ocho actuaciones (incluyo la teatral y la televisiva), algo que como cinéfilo,

español, le agradezco de corazón.

Información: https://marilinaross.wordpress.com/

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APÉNDICE: “Piedra libre” (1976) Leopoldo Torre Nilsson

Que los españoles desconozcamos el cine argentino, el bueno, el malo lo

estrenan en las salas, todavía tiene un pase, ni tan siquiera conocemos el

nuestro, pero que lo desconozcan los propios argentinos es más preocupante, es

un signo, grave, de que la segunda colonización, la americana, ha surtido efecto,

y sin derramar una sola gota de sangre. El saqueo económico, cultural, es igual,

pero sin necesidad de explotar, físicamente, a los indígenas, les basta con sus

mentes, y sus bolsillos. A nivel popular argentino, Leonardo Favio ocupa el

inamovible número uno del ranking de directores patrios, fuera, en España, ni

tan siquiera se conoce su faceta musical. Aquí al cinéfilo español como mucho le

pueden sonar el publicitario Subiela, el discursivo Aristaraín, y algunos de la

nueva hornada del cine comercial argentino del tipo Campanella o Sorín, o el

festivalero Lisandro Alonso, que fuera de los festivales no lo ve ni su familia. Del

resto, silencio absoluto, Lautaro Murúa o Torre Nilsson son notas a pie de

página.

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En la Argentina y en casi toda Hispanoamérica, sucede un fenómeno extraño

que hace tiempo se extinguió en Europa, que es el de juzgar las películas solo

por su contenido social, ideológico, político, obviando casi por completo el

lenguaje cinematográfico, la forma. Allá todavía una película puede ser

defendida por su argumento, por su utilidad sociológica, al margen de que luego

sea una chapuza a nivel técnico, lo del arte por el arte no lo contemplan, o solo

en la intimidad de sus televisores. Directores como Antonioni o Visconti, siguen

siendo considerados en esos países poco menos que el coco, la encarnación del

capitalismo, del mal. Y es obviar una verdad de perogrullo, la de que el cine

hasta hace muy pocos años, con la irrupción del cine digital, era un capricho de

ricos, de personas con posibilidad de financiación. Y que por desgracia, la

igualdad no existe, que todavía hay clases, y lógicamente a Antonioni o Visconti

por mucha conciencia social que tuvieran, que la tenían, no se les puede pedir

que sólo hagan películas cubanas, es decir, demagógicos panfletos. Cada cual

habla de lo que sabe, de lo que ha vivido, y si es honesto, será bueno, aunque al

salir del cine no te den ganas de poner barricadas en las calles.

Leopoldo Torre Nilsson podría calificarse como un director burgués, sibarita,

esteta, romántico, que antepone la calidad formal, y los sentimientos, las

pasiones, a la conciencia, al compromiso, a la razón, una opción tan humana

como otra cualquiera. Ser éticamente irreprochable, comprometido, las 24

horas del día, es muy cansino, aburrido, también a los pobres les gusta, nos

gusta, fantasear, escapar, de vez en cuando, un día tonto, frívolo, lo tiene

cualquiera, hasta Mafalda. Como en sus películas el mensaje no está claro, es

ambiguo, sutil, o directamente ni lo tiene, pues debe ser proscrito, vetado, no

vayan a pensar los espectadores por sí mismos y les dé por cuestionar a sus

dirigentes, a la ideología dominante. Como en sus películas se retrata la

decadente burguesía, y su habitual spleen, tedio, vacío, existencial, con grandeza

literaria, viscontiniana, antoniniana, chejoviana, oliveriana, a la manera de un

crepuscular cuento romántico de Poe, pues hay que calificarle de escapista, de

diletante, de antisocial.

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¿Resultado? Que pocos cinéfilos argentinos, hispanoamericanos, españoles,

ven en la actualidad las contenidamente intensas, morbosas, películas de

Leopoldo Torre Nilsson, y eso es un lujo cultural que no se deberían permitir.

Despreciar a un director de la talla de Visconti, Antonioni, Astruc o el Huston de

“Los muertos”, por no coincidir al 100% con nuestra ideología, estetología, es

realmente empobrecedor, anti-democrático, el cine, la vida, es dialéctica de

contrarios, contraste, electricidad. Y como demuestra la película, el genial

testamento fílmico de Leopoldo Torre Nilsson, a la Cenicienta (Marilina Ross,

en una curiosa anticipación de su etapa española, participa en un teatrillo que

representa la relación de George Sand y Chopin en Mallorca vestida de racial

flamenca, e interpreta un chotis madrileño vestida de chulapa) también le

gustan los zapatitos de charol, a nadie le amarga un dulce.

“Las malas películas cumplen una función social: son irrevocables censos de la

imbecilidad.”

“Cuando todo el mundo elogia una película hay que desconfiar; cuando todo el

mundo critica una película hay que desconfiar.”

“La revisión de las películas viejas nos lleva siempre a dos descubrimientos: el

del talento del hombre que la creó y el de la inmortalidad de todos los que la

plagiaron.” Leopoldo Torre Nilsson

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