Mario Tronti - La política en el crepúsculo

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7/18/2019 Mario Tronti - La política en el crepúsculo http://slidepdf.com/reader/full/mario-tronti-la-politica-en-el-crepusculo 1/94  1 Mario Tronti La política en el crepúsculo Traducido con el concurso del centro nacional del libro. Traducido del italiano por Michel Valensi Traducido del francés por Daniel Clavero Título original: La política al tramonto ©1998 Giulio Einaudi editore, s.p.a.Turin. © 2000 Editionsde l’éclat, pour la tr aduction française. 2000 isbn 2-84162-046-8 264 páginas 11x18

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Mario Tronti

La política en el crepúsculo

Traducido con el concurso del centro nacional del libro.

Traducido del italiano por Michel Valensi

Traducido del francés por Daniel Clavero

Título original:

La política al tramonto

©1998 Giulio Einaudi editore, s.p.a.Turin.

© 2000 Editionsde l’éclat, pour la traduction française.

2000

isbn 2-84162-046-8

264 páginas

11x18

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La política en el crepúsculo

Breve antífona

Es un libro que nace desde adentro. Para un discurso de filosofía política, no es muynormal. Pero en este ámbito, el pensamiento vive un estado de excepción particular. Se

trata ahora de pensar no la política, sino la crisis de la política. Una condición en granparte inédita. Se hace necesario por la opacidad –el gris de la representación- con la quese expresa hoy el hundimiento de la acción política. De ahí una tonalidad del libro, y unainsistencia sobre los motivos, y una repetición matizada del tema, todas cosas queresultaron finalmente voluntarias y obligadas. Probablemente molestan: porque son

disonantes respecto al sentido común intelectual. Pero el propio estilo contrastante de lainvestigación persigue una imposible armonía del dispositivo. Leer en la lengua de losclásicos el libro de los acontecimientos contemporáneos es una contradicción que el autorarrastra desde siempre. Es tarde para cambiar.Querría comunicar un estado de desesperación teórica. Lo ha habido en exceso. Pero es

también así. La fórmula es siempre la misma: en el instante de mayor peligro, está loque salva. Este fondo del alma en la historia del movimiento obrero debe alcanzarse conlas sondas del pensamiento: al precio de esta forma necesariamente brutal que impone ala vez el recurso a los conceptos y el valor de las palabras. Surge entonces el criterio dela honradez: en un determinado momento sientes que debes saber –o en todo caso

pretender saber- cómo las cosas han pasado efectivamente. Y que partir de allí, no yapara volver a esperar, sino quizás volver a hacer. Sobre este punto crucial y delicado,que afecta a un hecho de la existencia, se percibirá fácilmente un balance entreKulturpessimismus y voluntad de poder. Para la cultura de la crisis un amor mantenidoen la intimidad, para la organización de la fuerza una tentación impuesta desde el

exterior.Cada uno de nosotros, en su propia persona, porta la historia. No la historia de sí. Deaquella –biográfica- solo tenemos que hacer. Hablo de la gran historia, la de los hombresy mujeres que se arman y se separan en la sociedad, y en esta autoconsciencia de lasociedad que fue, hasta ahora, la política. De esta historia percibimos y analizamos de

manera diferente los pasajes y las fases y los lugares y tiempos diferentes. El siglo XX,más que cualquier otra época, nos planteó esto: un siglo que se puede decir produjo lahistoria a tal grado y con tal intensidad que al final se apaga, incruento y consumido.Sobre su periodización, una lucha de interpretaciones. Este libro no se retira. Haceelecciones, discutibles, subjetivas, según la lógica interna del discurso y en la única

preocupación de ir a dibujar así verdades parciales. Creo que hay una singularidadmasculina a partir de sí. Que es necesario estudiar aún enteramente. Una cavernamisteriosa, donde se confunden y enfrentan la vida concreta y el tiempo histórico, ideasy sombras, acontecimientos eternos y contingencias inmediatas. Un entrelazamiento quese complica con la experiencia que se acumula. Luego viene, por su parte, el

pensamiento, que decide.Y esta decisión, totalmente de pensamiento político y así poco política, he aquí que debe

ser juzgada. La cuestión es: “¿Qué decir?”, y no “¿Qué hacer?”. Una divergencia al revés,impuesta por la frase. Que quede bien claro que aquel que escribe sabe esto. El

 “traslado” es una condición mística de la política moderna. Pizcas luminosas que esnecesario intentar lanzar a partir de allí en la noche de la política actual. No se quiereclarificar, “iluminar”, se quiere comprender “agarrar”. Este tiempo es un tiempo políticosin auto-conocimiento: una estela colocada sobre la tumba del pasado, y como futuro,aquel, solamente, que el presente te concede. Imposible para nosotros.

Si, desde el fin del siglo XX, se observa el tiempo de la política que se atravesó, parececomo una quiebra histórica. Las pretensiones no eran demasiado elevadas, pero eran losinstrumentos los que eran inadecuados, como eran pobres las ideas, los sujetos escasos,mediocres los protagonistas. Y en cierto momento la historia no estaba ya allí: noquedaba más que una crónica. No una época: días, y después más días. El pesimismo del

adversario volvió a cerrar el círculo. No hay gran política sin gran tamaño del adversario.

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Hoy el criterio de la política da miedo. Pero el amigo/enemigo no debe ser suprimido,

debe ser civilizado. Civilización/cultura en el conflicto. Lucha política sin guerra: noblezadel espíritu humano. Hay pues un mensaje. En la botella de esta sinfonía alusiva desalmos.

7 de octubre de 1998.  

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Tem a co n v a r i a c i o n e s   

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Historia Política del siglo XX

Porque creo que sería la verdadera forma de ir al Paraíso: aprender el camino delInfierno para desviarse.

(Maquiavelo a Guichardin. 17 de mayo de 1521)

Dado que no hay nada de verdad, después de Nietzsche, de Nietzsche a Weber, emergeun nuevo criterio, el criterio de la honestidad.(Jacob Taubes, 1987) 

La política contra la historiaLa política y lo moderno nacen juntos. El fundamento, como raíz de la modernidad, seencuentra en la política. Hay un sentido moderno específico de hacer y pensar la política.

Es un punto del problema. Para nosotros, la política no es la historia humana eterna. Estonuestra época lo aprende con la inteligencia de la acción. Dejando de lado la distinciónentre das Politische y die Politik . Sabrosos significados se ocultan y se representan detrásde ella. No masculino y femenino, sino neutro y femenino. Aquí, el discurso considerará

la política como una. Este era el caso en el origen de la modernidad. Y luego, más tarde:de la virtud-fortuna del príncipe a los derechos universales del hombre; es decir delperíodo que va del triunfo de la política en Europa al crepúsculo de la política enOccidente. Todo este largo arco de tiempo es nuestra historia contemporánea. Viejoshabitantes que somos de un enorme mundo antiguo. Antigüedad de lo moderno: es así 

que hablaremos de la política.Será necesario decir, recordar, pensando. Una forma que no existe. No es cuestión denovela filosófica. Ni tampoco cuestión de que lo sea. En la política moderna, está toda lahistoria moderna. Y a la inversa. Dos formas de destino en una única vida. A menudo,han avanzado juntas, a veces se opusieron. Fue el caso para nuestro siglo: donde la

política intentó “el asalto al cielo”, y la historia impuso su “salto de tigre” en el pasado.La potencia de la historia es una potencia natura lmente fuerte, materialmente “formada” por dos procesos de largo plazo. Por su parte, siempre: la razón, y más aún, una razóndesarrollándose y no progresando, una misteriosa evolución de las cosas, ni lineal nicircular, sino más bien en espiral. En esta, lo viejo toma su venganza sobre lo moderno.

Lowith nos describió las concepciones de la historia, hemos podido juzgarlas. El proyectodivino de la historia de la salvación falló. Y su fracaso –la derrota de Dios- no dado desde

Auschwitz, sino de mucho antes, desde siempre, desde la historia eterna de la épocamoderna, para limitarnos a lo que existencialmente observamos. La gran Edad Mediacristiana, desde San Agustín hasta Inocente III, fue la cuna de este proyecto loco de

ciudad celestial última, probando todas las cosas y no llegando a nada, sino a acentuar,hasta el límite posible de la vida, la historia trágica de la libertad humana. La rendiciónfinal a lo moderno no fue el hecho de la resistencia del katechon de la Iglesia, potenciamoderna antihistórica y potencia histórica antimoderna, complexio oppositorum, en luchaeterna y en acuerdo contingente con el tiempo del siglo. Pero, en la modernidad, la

verdadera y legítima heredera de la filosofía cristiana de la historia fue la política: toda lapolítica, realismo tanto como mesianismo, táctica y escatología, utopía y pragmatismo. Y¿por qué las categorías de la política habrían de ser otra cosa que lo que fueron –losconceptos teológicos secularizados?. La política contra la historia, dificultad de buscar

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para sí la fuerza contra la potencia del otro. Y esto solo cuando lo encuentra, lo que pudo

ser de vez en cuando.La política en sí no tiene proyecto, debe a su vez dárselo, inscribiéndolo en un sujeto deltiempo. Ella misma no tiene, nunca, la razón de las cosas, sabe que las mismas cosasvuelven, pero no puede aceptar esta condición. Está obligada a demandar un progreso en

el desarrollo y es por tanto precisamente lo que hace disminuir su fuerza, hastadesarmarlo, en la inmediación de la fase, frente a cualquier gran vuelta del tiempo y desus fronteras infranqueables. La jaula de hierro weberiana de la historia retieneprisionera a la política, que es, en efecto, contingencia, ocasión, periodicidad breve, aquí y ahora, diseñada fácilmente, ideológicamente como decisión, mientras que el otro espermanencia, regularidad, repetición, larga duración, necesidad, fatum, destino. Toda la

época moderna, el tiempo del sujeto, acentuó la fuerza terrible de los procesos objetivos,de los mecanismos impersonales, de las lógicas sistémicas, de las leyes materiales delmovimiento. La economía política es la gran metáfora de lo moderno: con la economíacomo sustantivo y la política relegada al rango de adjetivo. Anatomía de la sociedad civil,como sociedad burguesa. Tamaño incomparable de Marx que debió trabajar y vivir para

la ciencia de este universo de ideas y relaciones. Tamaño de sus límites de no haber

traspasado el horizonte de una crítica de la economía política. En su aventura humana,permanece, grabada, la forma simbólica de existencia del intelectual revolucionario, estafigura trágica de la modernidad.El ocasionalismo político consciente es el otro aspecto de un realismo político realizado.

Imaginen las barricadas de los obreros parisienses, el dieciocho Brumario de Napoleón elpequeño, la utopía concreta blochiana de los Comuneros, la organización de la PrimeraInternacional: aquí reside el pensamiento político de Marx, que está en germen en losGrundrisse, mientras que está ausente en El Capital , donde debería encontrarse, tiradode indecisión entre una teoría del desarrollo y una teoría del hundimiento. El subtítulo de

Das Kapital no debía haber sido “crítica de la economía política”, sino “crítica de laeconomía y de la política”. Marx buscó en la contradicción económica el punto de crisis delos mecanismos del sistema y no encontró el ensamble contradictorio de las fuerzas en

condiciones de oponerse a esos mecanismos desde el interior o el exterior. Inauguró unsiglo de reformas, pero cuando la revolución anticapitalista estalló, fue –lo que dijo de

manera genial- “contra el Capital”. Nada de todo esto nos es nuevo. Pero el hecho nuevo,áspero, es necesario decir, hostil para la mayor parte, es este: un vacío se creó en lainvestigación carente de lugares y fuerzas de conflicto político, descripto aquí en formaaparentemente oscura de un contraste entre la política y la historia. El vacío de la políticafue realizado por una emergencia ética: emergencia en el doble sentido de surgimiento

de una dimensión y también crítica de la realidad dominante, pero también en el sentidode intervención contingente para salir de una fase, aceptando la necesidad de la época.Es la única brecha que la conciencia burguesa inquieta dejó abierta para un programa deoposición a la permanencia de las cosas tal como son: la rebelión ética, este grito

impotente de rechazo de las injusticias del mundo, sin que jamás se rasguñara la menorde estas injusticias. Pero no es esta una injusticia a los hombres, sino a la historia deltiempo que debemos medir. Si es posible, de igual a igual: sin condenar las épocas, sinoluchando con ellas. Yendo sobre todo a la búsqueda, no de los puntos críticos decontradicción, sino de los instrumentos capaces de oponerse al orden de la historia sobre

sí, sobre la base de sus propias leyes en apariencia eternas, porque ellas aparecen comotales a quien vive políticamente los procesos históricos. La política moderna nace sobreesta instancia dramática. Por esta razón nace armada. Y ella nace “contra”. Sobre ella, laseñal de la conducta herética hacia la tradición, ruptura, pecado, falta, escándalo. Esnecesaria más “violencia” que “respeto”, porque es necesario “superar o por la fuerza o

por el fraude”. De ahí la decisión fría de la nueva razón moderna de expulsar la moral delterritorio de la política. La política moderna elige colocarse más allá del bien y del mal.Toda la teoría política de los grandes orígenes de lo moderno, comienzos del siglo XVI yXVII, piensa el mundo y el hombre contra la historia que inmediatamente la rodea.

Maquiavelo contra la historia de Italia, Bodin y los políticos contra la historia de Francia,

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Suárez y los jesuitas contra la historia de España, Althusius contra la historia del

continente europeo, Hobbes contra la historia de la isla- mundo Inglaterra. Y se concluyeallí, con la primera revolución inglesa, síntesis de las guerras civiles europeas deentonces, con el New Model Army , primer partido político en Occidente, el proceso deacumulación originaria de las categorías de la política moderna. La historia perdió.

Victoria de la política. El capitalismo puede nacer.La consecuencia es el relato de una venganza. En general, sobre los tiemposestratégicos, esta consecuencia lo fue también de otras cosas. Pero, muy pronto, y yacon la segunda revolución inglesa, la glorious, luego con la “bella” revolución de losamericanos –según la palabra de Arendt- fue el modelo de una utilización política de laderrota por la historia larga. El nacimiento de la economía política fue para la política la

primera y decisiva pérdida de sí, de su primacía, de su autonomía, de su estatutoautosuficiente de pensamiento y de acción. La economía precisamente reivindicó,después de su época clásica, la decisión de constituirse como ciencia. Lo fue. Lo es aún.Ciencia primera, que, desde el interior de la modernidad, tomó el lugar de la primerFilosofía. La sustancia del ser social se aprehende empíricamente y se mide

cuantitativamente. El homo oeconomicus es el hombre en general. La ciencia económica

es una metafísica moderna, en tanto que la metahistoria cotidiana conquista elfundamento de la historia moderna, con el único Absoluto insondable que hapermanecido después de la muerte de Dios. Lo que fue mejor y más comprendido queotros por los economistas neoclásicos, Marshall Walras, Pareto en parte y por los

economistas “puros”, Menger, Boehm-Bawerk, precursores y profetas de la econometría.El cálculo más abstracto posible como reincidencia empírica más probable, lo más cercaposible de las condiciones concretas de producción y mercado. Combinaron economía,antropología, psicología y matemática: una operación intelectual que iba a superar,precisamente, sobre el largo término de la historia.

El cálculo más abstracto posible como recaída empírica más probable, la más cercaposible de las condiciones concretas de producción y mercado. Combinaron economía,antropología, psicología y matemática: una operación intelectual que iba a vencer,

precisamente, a largo plazo de la historia. Mediocridad del revisionismo de la SegundaInternacional que no sospechó nada de todo eso. Desde entonces la economía ni siquiera

tendría necesidad de proponerse como “economía política”, en la medida en que lapolítica se reduciría a una “política económica”. ¡Excelencia de este el vigésimo siglo –Lord Keynes!- quien utilizó la política, sometiéndola, para salvar la sociedad económicade su hundimiento en la gran crisis. La economía supo utilizar la política, la política nosupo usar la economía: las tragedias del siglo, para lo que nos concierne, están

contenidas en el estuche de esta fórmula. Estuche que tenemos que abrir, ciertamente,pero tomando buen cuidado de no dejar escapar los espíritus malignos que la habitan. ElDios de la historia no puede ser vencido por el Señor de este mundo, el demonio de lapolítica, sino combatido y reconocido en la lucha, y finalmente incluso amado por lo que

es. Combatir esto que sabes no es poder vencer, oponerse a este mundo de maneralúcida sabiendo que allí no habrá otro: de nuevo, no una ética, sino una política para elfuturo, si pudiera haber un futuro sería un futuro para la política.El capitalismo no murió. No obstante su enfermedad –según el justo diagnóstico deMarx- era mortal. Todas las parábolas, a partir de cierto momento, comenzaron a

invertirse. Por otra parte, todo lo moderno contradijo el Anuncio. El Evangelio vivió, vive,en la modernidad, in partibus infidelium. Lo que se incluyó inmediatamente, desde elprincipio. Y no es casualidad si en la base de la era moderna está también la Reforma.Lutero lee la dificultad de Pablo al hablar de los modernos. Pero comienza entonces laadaptación del cristianismo del mundo nuevo. Esta es la ética calvinista que interpretó el

espíritu de conquista del empresario capitalista, pero es el catolicismo romano el que diouna forma política al pueblo subalterno de Dios. Las dos reformas –la de Wittenberg y lade Trento- se opusieron por lo tanto, y hasta hoy, la ética protestante y la políticacatólica. La Iglesia romana fue un gran sujeto de la política moderna, intérprete de la

más pura autonomía de esta por la religio misma, vínculo de la fe, ciertamente, pero en

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la figura terrestre del Reino. Dejando de lado la consciencia “laica” moderna, que no

incluyó nada de eso, pero que es por el contrario más bien desagradable tener que decira las críticas innovadoras internas de la institución que está allí, y allí solamente, que elanuncio del Advenimiento se mantuvo. No había ninguna razón para que el mensajecristiano pueda sobrevivir a la irrupción de la modernidad. Todo, en ella, habla contra

ella. Solo la Palabra del Padre, hecha acción política en el mundo, puede salvar los Hijosde una segunda muerte sin resurrección. Empresa imposible, realizada. Verdadera,histórica, Historia salutis. Respuesta a la altura del reto que el renacimiento de la razónhumana infligía a las actitudes populares eternas del corazón humano. No lo olvidemos:si por un lado están las elites intelectuales privilegiadas porque privilegiadas, del otroestá el mundo de los simples, oscuros y siempre oprimidos, que demandan la atención,

la palabra, la acción. Allí, entre Renacimiento y Reforma, estuvo el golpe victorioso delala, que vive la sociedad burguesa naciente sin identificarse con la historia moderna.Cuando no hicieron más que un capitalismo y era moderno, la política, repito, se supeditóa la economía –hasta lo que es hoy el homo democraticus como forma del homooeconomicus-politicus-, o reducido a una irrupción violenta de minorías organizadas. Las

 “malas” revoluciones estuvieron antes y después de la victoria de este proceso de

identificación entre economía capitalista e historia moderna: delante y después, lascabezas de los reyes cayeron, hubo Cronwell y Robespierre, Behemoth y El Terror ,Niveladores y Jacobinos, guerras civiles de religión antes, guerras civiles de religióndespués. El siglo XX confirmó. Una vez terminó la belle epoque, cuando el capitalismo

apareció como lo que llevaba “en su seno la guerra, como la nube el huracán”, lossocialistas democráticos fueron obligados a convertirse en comunistas, el desarrollo delcapitalismo en Rusia debió transformarse en Revolución de Octubre, la forma noburguesa del Estado moderno tuvo que manifestarse como dictadura del proletariado. Ycuando del “bienestar a la vuelta de la esquina” del presidente Hoover se cayó en el

crack  de Wall Street, el capitalismo no fue salvado solamente por las políticaskeynesianas de Roosevelt, sino también por la política militar de Hitler. Hay opciones enlas periodizaciones del siglo XX, pero entre los años 10 y los 60, 1914-1956, la sociedad

capitalista y la historia moderna vivieron una relación crítica, de diferencia, decontradicción y de conflicto. Habrá sido necesario toda la época de las guerras civiles

mundiales, y su conclusión, para recuperar una relación orgánica, de devoluciónrecíproca y de desarrollo común. La época de la guerra fue más violenta, más fiable es laépoca de la paz. El estado de excepción, en la mundialización, se convierte en un hecholocal. La soberanía política se reobjetiva en los mecanismos económico-financieros. Nohay más Estado, porque la Nación sobrevive. Pero no hay más gobierno. En la economía-

mundo, el espacio para la política no existe más que como administración de losmunicipios.La historia moderna siempre ha reducido la política a una decisión soberana en el estadode excepción. Se procuró que la normalidad, la legalidad, la paz condujeran siempre la

política a una de sus crisis cíclicas. La gran política no tiene historia. No tienecontinuidad, no tiene desarrollo, menos aún progreso. Ellos intervienen según lasocasiones, por fracturas, por rupturas, por inversiones. Que ellos o ellas vengan de unacumbre o de abajo no hace diferencia. En la historia moderna, la función de lapersonalidad, o la de las masas para la política, tienen el mismo valor. Son intrusiones,

no necesariamente violentas, en el curso de los acontecimientos, de las caídas donde selas traga el curso del río. Vinculadas íntimamente, existencialmente, a la condiciónmoderna de la naturaleza humana. Porque la política específicamente moderna debióarrancar las raíces que la vinculaban a la tierra sobre la cual había nacido la política engeneral. La política moderna está sin origen. Sin nacimiento. En un determinado

momento, está allí, y es todo. Es suficiente para que todo providencialismo inmanente,todo proyecto divino, toda apelación al futuro, toda veleidad de mundo mejor, seconvierta en un juguete roto en las manos del niño turbulento. Hay allí esta misteriosapermanencia de la palabra- política- que indujo tanto mundo, todo el mundo, al error. No

es el único lado indeterminado. Hay en la política una característica de irracionalidad, de

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irrazonable, de irreductibilidad al significado, que no se puede comprender y que

debemos con todo conocer. De Agustín a Weber esta intimidad nos fue revelada por eldemonio que intenta el alma de la política. La crítica cristiana de la política antigua y, engeneral, el grado de relación de la política moderna con el cristianismo político, es ungran tema, que sería necesario enfrentar en parte, extrayendo la madeja a partir de otro

hilo y renunciando allí a otros enormes problemas internos. Así como la política cristianarompe con la ciudad terrestre, la política moderna rompe con la  polis. No es ya elhabitante de la  polis –como dice la etimología de la palabra política- quien define lapolítica moderna. Así como la polis es un relato mítico de los griegos, el ciudadano es unrelato ideológico de los modernos. El ciudadano forma parte de las Constitucionesescritas, la Verfassung del Estado no lo prevé. El De Cive habla de poder y lo devuelve al

Leviatán. Se reinicia a partir de El Príncipe, para la conquista del poder. Luego viene labúsqueda del consenso de los ciudadanos. El sujeto está aquí, estos son el objeto de lapolítica. El árbol se transplanta sobre una nueva tierra. Operación que necesitarátambién de nuevos cielos. El cielo marxiano de la política, es la ideología de los derechoshumanos. Ceguera brillante de mar. No había querido ver la política del burgués, el

burgués en lugar del ciudadano como figura política. No había querido aprehender en el

capital, como contradicción interna, el capitalista político específico. Por odio de clase. Lapolítica era, aún para él, la de los griegos –la de los antiguos dioses y héroes- no podíaconfiarla a los modernos –mercaderes y patrones burgueses. Nobleza de la política, enMarx, como en todos los revolucionarios auténticos. Una variante de la nobleza del

espíritu. El espíritu de la política sopló donde quiso en el tiempo moderno. Y el gran sigloXX, es decir su primera mitad, fue su gran altura. Luego “cuál no fue su caída!”, en estasegunda mitad, donde se encontró, desgraciadamente, que nosotros tenemos que vivir.  

Gran siglo XX

El lema: “el fin de la historia” no es sino estúpido. Que sea un americano-japonés quienlo haya inventado no debe incitarnos a rechazarlo instintivamente. En realidad, esprobable que la historia haya recomenzado, la historia de siempre, la historia en la cuallo real es racional y lo racional es real, es decir, allí donde la soberanía llegó por la fuerzadel consenso, allí donde, el poder se legitimó en las instituciones, allí donde, a partir de

tesis y antítesis como libertad y opresión, se compuso una síntesis dialéctica. He aquí lademocracia de los modernos. Occidente, Europa, modernidad realizada. En este procesode realización de lo moderno, la política chocó contra el eterno retorno de la misma en lahistoria. Dioses y héroes, y “titanes”, en las figuras de individualidades particulares, deelites jacobinas, de grupos dirigentes bolcheviques, de masas populares organizadas en

sindicatos y partidos, masas “titanescas” en tal caso, que combatieron contra la historiasin el saber, y sabiendo incluso lo contrario: que eran ellas portadoras de la historia. No

es cierto que lo moderno no produjo, no puede producir, mitos. Sol radiante del futuro,del día siguiente que cantan, sueño de una cosa, presuponían básicamente, ellosverdaderamente, el fin de la historia, de la historia humana tal como se había

desarrollado hasta entonces. Marx llamaba a esto la prehistoria de la humanidad; erarealmente la única historia que conocíamos, que era necesario volver a cerrar para pasara una era sin más historia en adelante. Un horizonte de salvación final siempre definió elespacio/tiempo de la política en la época moderna. La gran política siempre necesitó deun contexto de fe religiosa. Fue necesaria la teología política para que la política moderna

pudiera profetizar y organizar la tentativa desesperada de hacer salir la historia de susgoznes.. Y la confrontación tuvo lugar en efecto entre la guerra de la política y laresistencia de la historia. Fase tras fase, la lucha se refería a los contenidos,determinados por el ritmo acelerado o retrasado de la época. La política no se oponía a lomoderno, sino a su realización. Empresa imposible, porque la realización estaba en el

principio. Los dos acontecimientos-símbolo que están en el fundamento de la

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modernidad, la acumulación originaria del capital y la revolución industrial, determinan

las fases epocales de una violencia inicua. La grandeza del capitalismo, es haberconstruido el progreso de la sociedad humana sobre estos acontecimientos terribles parael hombre. La miseria del capitalismo, es haber establecido, sobre este progreso social, laforma más perfecta de dominación total sobre el ser humano, el poder libremente

aceptado. ¿Podría, a partir de este principio, no llegar a esta realización? Imposible. Peroque se guarde la política de intentar heroicamente desviar el curso del río en crecida. Noscontamos entre los que querían encauzar para evitar que se desborde la furia de lasaguas, y los que se dedicaban a cavar el fondo, a forzar las ensenadas, a elaborarbarreras, a retener la fuerza del mar. ¿Domesticar la bestia salvaje en libertad, osometerla y encerrarla en una jaula? Reformistas y revolucionarios. Al considerarlos hoy

con el retroceso, aparecen como no constituyendo una única cosa, formando una sola ymisma familia. Erase una vez el movimiento obrero. Bernstein y Lenín están máspróximos uno del otro al final del siglo XX, de lo que podían oponerse al final del sigloXIX. Era el siglo del Trabajo (mayúscula), dice el libro de Aris Accomero (Il Mulino,Boloña, 1997). Y fue el siglo de la Política (mayúscula).

Un gran tema. El de las relaciones entre política obrera e historia burguesa moderna: uno

de los conflictos/contrastes más importante, intensos, considerables, profundo que unaépoca haya producido jamás. Contraste y conflicto: en el primero caso, casi un hechonatural, una ley física de oposición entre dos elementos; en el segundo, un hecho social,una elección de lucha organizada entre dos sujetos. Después de las revoluciones políticas

modernas, inmediatamente después, vienen las luchas de clases sociales modernas. Loshistoriadores más seguramente preparados tomaron en las primeras, los signos ygérmenes de las segundas. Pero se puede afirmar tranquilamente que la lucha de claseses un fruto maduro de la modernidad. No solamente es inútil buscarla antes delcapitalismo, con los instrumentos ideológicos de una filosofía materialista de la historia,

sino es incluso inútil buscarla en el capitalismo primitivo, mientras que los procesosestructurales de transformación de las mercancías y del dinero en capital, del trabajohumano en fuerza de trabajo asalariada, y de la sociedad y el mundo entero en

 “experiencia e industria”, estaban aún en acto. Solo después del nacimiento delcapitalismo, en el pasaje clásico de la manufactura a la fábrica, nace el sujeto obrero. Y

solo a partir de allí el desarrollo del capitalismo dependerá de las luchas trabajadoras. Escierto que el proletariado industrial debe verse dentro de la larga historia de las luchas delas clases subalternas. Pero no como filiación dirigida por ellas, científicamentedemostrable por una mala sociología economicista. Esclavos, siervos de la gleba,primeros obreros de la industria, no tienen nada en común sino sus cadenas. Pero más

allá del material a partir del cual estas cadenas eran forjadas era diferente. Nuestrascadenas doradas contemporáneas del trabajo dependiente post-obrero, o del trabajoautónomo de segunda generación, no tienen nada que ver con el hierro y el lodo deantaño. Y aquí también, es como si dijéramos, y se encontró precisamente alguno que lo

dijo, que somos hoy trabajadores asalariados indirectamente productivos, sobre la tierra,en los servicios, en el saber, en la información. Pero la relación de continuidad de losobreros de fábrica con los obreros en tanto clase potencialmente dominante, se funda enadelante sobre otras motivaciones. Allí la política vuelve a entrar en juego de nuevo. Ytransita por otro pasaje. Un pasaje simbólico de pertenencia, no del mundo, sino de una

parte del mundo, un punto de vista parcial irreductible a la totalidad, una tensión contrala época, una pasión para los vencidos de la historia, pero solamente para los vencidosque supieron combatir, el odio respecto a los dominadores naturales, nacidos para eso,para dominar, sobre los tronos de la riqueza y el poder. Movimiento obrero e historiamoderna capitalista juntos no constituyen sino un episodio normal de esta lucha eterna,

muestran la irrupción en ella de un estado de excepción, simbolizan la “forma política” asumida, para la primera y quizás la última vez, por el contraste/conflicto entre lo alto ylo bajo de la sociedad. El nivel de este enfrentamiento condujo a la política moderna a unpunto sin retorno. Después de este tipo de estado de excepción, ningún tipo de

normalidad política puede proponerse. El orden toma otra forma, no política, es esta

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clase de cosmopolitismo económico-financiero que llamamos mundialización. Pero no es

esta la novedad. Porque ya todo estaba inscrito muy precisamente en el principio de lomoderno, ahora llegado, después de la edad de la política, a su realización. En elmercado del Estado-nación estaba ya implícito el mercado mundial, en los procesos deproducción de la fábrica estaba ya implícito el sistema-mundo de la producción, así como

en la riqueza de las naciones estaba ya la miseria de los continentes, en el maquinismoindustrial la crisis de la industrialización, en el secreto de la mercancía-dinero lavirtualidad del intercambio financiero, en la enajenación del trabajo el fin del trabajo, enla alienación del obrero la muerte anunciada de la persona moderna. No hay nadaverdaderamente nuevo sobre el suelo del capitalismo.¿Pero entonces donde está la novedad? Paradoja: es una última novedad. Que

permanece. Consumida, pero intacta. Perdida y presente. “Inactual”. Es la aparición delmovimiento obrero en la historia moderna. Advertencia: que será necesario guardar bienal espíritu para la consecuencia del discurso. Movimiento obrero quiere decir aquí, a lavez, clase y consciencia de clase, lucha y organización, teoría y práctica, mundo de lasideas y encadenamiento de acciones. En eso, un hecho completamente inédito. Un

acontecimiento absolutamente moderno, que la historia moderna nunca había

considerado, luego que sufrió, que sobrepasó finalmente. El movimiento obrero, conMarx y sin Marx, a reencontrado la política moderna, la exprimió, la declinó, la organizó.Pero no solamente. La elevó a sus últimas consecuencias, la promovió a un crecimientoexponencial hasta el punto apocalíptico de la caída vertical. El movimiento obrero a sido

el último gran sujeto de la política moderna, cuyo “hundimiento” provocó con la “grancrisis” de su propio complejo de poder. Para el capitalismo, la Zusammenbruchstheorie,la teoría del hundimiento no funcionó como mecanismo económico, sino más bien comoorden político. Problema: si el capitalismo nació con la política moderna, y si con ellaorganizó su desarrollo, y con ella salió de sus crisis, el capitalismo podrá sobrevivir al fin

de la política moderna? Y si leemos el 89 del siglo XX, a dos siglos del 89 del siglo XVIII,como la conclusión de la parábola política del capitalismo moderno? La clausura de la erade la política desemboca en otra crisis general del capitalismo o en el nacimiento de otro

capitalismo? O, como es más probable, primero sobre uno, luego sobre otro? Solo lascuestiones intensas –sin sensatez- pueden en adelante dar el asalto al sentido común. Y

sacudir las certezas razonables. Es necesario una temporada loca de pensamientomaduro, no inevitablemente revolucionario, simplemente realista y profético. Elmovimiento obrero no ha perdido una batalla, perdió la guerra. Más aún, perdió la era dela guerra. Se trata de una guerra de larga duración, que culminó en las guerras civiles denuestro siglo. La condición histórica de crisis radical que siguió debe examinarse con

lucidez. Sin más movimiento obrero, en esta forma de paz, no hay más política.¿Quién asegura la supervivencia de la política durante la paz de cien años (1815-1914)revelada por Polanyi? Es la lucha de clases, que inmediatamente intervino, colocándoseen el centro del siglo XIX, después de la conclusión de la era de reformas y revoluciones

burguesas, inaugurada por la segunda revolución inglesa, y que culmina con las guerrasnapoleónicas. Es la lucha de clases que, primero, traduce la guerra en política. Durantetodo el siglo XIX, tuvo la misma función civilizadora de la guerra que había tenidodurante los dos siglos anteriores el  jus publicum europeanum. Pero el primer derechoburgués tomaba nota de la guerra y la regulaba, las primeras luchas proletarias

sustituían y la negaban. Estamos a este nivel. Es necesario volver a la lucha social declases este significado noble en la historia del género humano. La solidaridad, lacooperación, la ayuda mutua, en el trabajo y en las luchas, la auto-organización, elsurgimiento espontáneo, viniendo desde abajo, de una concepción autónoma yantagonista del mundo y de la vida, lo que de una única definición se puede llamar el

surgimiento del socialismo, es el largo y lento pasaje histórico de una educaciónlessingiana1 de la humanidad. Aquí la política, extraordinariamente, no combatió la

1

N del T: En la versión francesa traducida, la voz es “lessinguienne”. Entiendo que corresponde a lessingiana por Lessing. Puede tratarse de dos personas. La primera, Gotthold Lessing. Poeta, pensador y crítico literario,

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historia, pero la integró, la doblegó a sus exigencias, le hizo servir a sus propias

necesidades. La política tiene esta capacidad de producir acontecimientos excepcionales,que tienen en si algo de milagro, en relación al curso de las cosas. Y la política modernafue en eso varias veces objeto de escándalo para la normalidad burguesa. Las formas ylas ideas a través de las cuales la alienación individual del obrero en el trabajo industrial

se invirtió, muy rápidamente, al comienzo de la consciencia de clase, en el sentidocolectivo de una condición humana común y reconocida, potencialmente liberadora, en lafábrica y en la vida, -son también el capitalismo y la historia moderna, pero con un signoopuesto, opuesto imprevisible y por este tiempo incontrolable. La figura individual delobrero que se hace conscientemente masa social es, ella también, historia, historiapolítica, del sujeto moderno. El trabajo productivo del capital, la “gran desdicha de ser un

trabajador productivo”, operó la transformación de la persona, aquí y entonces sujeto ala dificultad de la deshumanización, en una forma superior del ser humano, sujeto de unproceso de libre reapropiación de sí. El “yo” que se hace “nosotros”, el “nosotros” quedeviene “partido”, el partido que proclama: “el proletariado en su emancipaciónemancipará a la humanidad entera”. Lo que se dice al oído, es necesario gritarlo sobre

los techos, es la libertad de los modernos. No ya el derecho privado del ciudadano al

hacerse burgués. No ya el Estado moderno en el lugar de la  polis antigua. O, como sedecía en nuestro tiempo de la facilidad y la vulgaridad, el mercado en el lugar de lapolítica. No ya el hombre- masa democrático a quien se le vendió la ilusión –dinero contraimagen- de ser él mismo el individuo moderno. Un proceso de liberación humana general

se abrió y fue interrumpido. Todo esto vuelve a partir de este punto. La tentación de unalectura apocalíptica de los acontecimientos compite aquí con la voluntad de inteligenciade los advenimientos. Es necesario hacer prevalecer esto último. Caso contrario seránecesario dar la razón a Sergio Quinzio: “La historia desciende de los dioses hacia loshéroes, los sacerdotes, los nobles, los burgueses, los proletarios. No hay otros caminos”.

El movimiento obrero no combatió contra lo moderno, combatió al interior de lascontradicciones de lo moderno. Este es un punto esencial. Por ello las pasaron las cosas,tanto en la paz de cien años del siglo XIX, como en las guerras civiles mundiales del XX.

Si no se entiende este punto, se corre el riesgo de confundir la oposición obrera, “absolutamente moderna”, con las cosas extrañas, como el tradicionalismo católico, el

romanticismo económico y político de la revolución conservadora. El movimiento obreroes hijo de la primera modernidad y padre de la modernidad madura. Está en medio de lomoderno, un pasaje crucial de esta historia, entre las violencias de los principios y loshorrores de los finales, cultivando en primer lugar la vocación de rescate del mal llevadopor estos acontecimientos, luego cada vez más implicado y parte involucrada en las

puras y crueles necesidades de un mal sin dudas más grande. En medio, estáprecisamente este generoso énfasis marxiano sobre el “progreso” del capitalismo. Y lasluchas, y la organización de los proletarios asalariados por humanizar el conflicto con elpatrón. El programa de reconversión de la guerra en política es invertido y reinvertido

por el golpe del trueno de 1914. La tregua terminó. El mundo de ayer murió. Se vuelve asalir de donde se había llegado, de la derrota sobre el campo de batalla de los ejércitosnapoleónicos. El concierto de las potencias europeas deja el lugar a la primera forma deconflicto mundial. En un siglo, la historia moderna había producido un capitalismo-mundo, la guerra mundial deviene su forma política natural. Entre guerra y polític a –lo

sabemos después de von Clausewitz- solo hay una diferencia de medios. La política –dice

uno de los representantes más sobresalientes de la ilustración alemana que se convirtió en pionero intelectual de

la nueva autoconfianza de la burguesía. Defensor del entendimiento de la Biblia al pie de la letra. La otra

alternativa, corresponde a Doris Lessing, nacida como Doris May Tayler en 1919. Escritora de origen británico

que vivió en las colonias británicas de Oriente y Africa. Pasó por las filas del comunismo del cual se desilusionó

en años de la segunda posguerra. En su obra refleja las vivencias de su infancia vinculadas con las

 preocupacio nes sociales y políticas. Escribió sobre el choque de culturas, la injusticia creciente de la desigualdad

racial, la lucha entre elementos opuestos dentro de la propia personalidad de los individuos y el conflicto entre la

conciencia individual y el bien colectivo. Es toda la información que pude obtener respecto al término quedefinitivamente no puede ser hallado en los diccionarios.

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la historia moderna- es guerra, o no es. La política moderna tomó nota con realismo. La

ilusión generosa proletaria de la lucha de clases internacional que sustituye a la guerraentre las naciones, cae en agosto de 1914, con el voto de los socialdemócratas alemanessobre los créditos militares. El obrero internacionalista obligado a convertirse en soldadode su propia nación, es la figura trágica que abre nuestra época. Esta persona humana

superior, esta posibilidad de Otro-hombre, que las luchas del trabajo habían anunciado,es brutalmente abatida y reinvertida. El siglo XX comenzó. La historia moderna se hace,y se rehace aún, historia violenta de pueblos y Estados, de individuos y de clases, derazas, de religiones. La muerte trágica se insinúa siempre por todas partes, desde losreveses del sentimiento humano hasta los pliegues del pensamiento humano. El ser parala muerte se convierte en tema de la filosofía. La teología política habla del amigo-

enemigo. Lo impolítico redescubre lo Romantico antimoderno. La acción paralela seinsinúa en el hombre sin cualidades. Todas las formas son ya desde hace tiempopedazos. Las palabras se pierden en el absurdo. Las figuras se rompen en el alma. Elsonido va hacia el silencio. Alguien, en este siglo precisamente, nos enseñó que en el airede una gran época se acumula una energía, que está como suspendida en un tiempo

inefable, aprendida, presentida solamente por signos, por espíritus visionarios locos,

hasta que la colisión entre las corrientes opuestas, procedente desde la base y la cumbrede la sociedad, el choque entre las razones geopolíticas, tomando su origen en laspotencias de la tierra y del mar, el contraste entre los aparatos ideológicos, a partir deuna masificación de intereses materiales, no provocan la explosión de la tormenta. Una

gran época se reconoce en sus grandes conflictos. El tamaño se paga: con la ruptura dela norma, con la instauración del estado de excepción, con el surgimiento de la tragediaen la política, no emergencias sino crisis, no transiciones sino saltos, que imponen a lahistoria renunciar a su vocación natural, hasta incitarla a hacer y pensar más allá de sí misma. 

Pequeño siglo XXHe aquí la gran historia del siglo XX. Aquí, la política debió ascender a la altura de laépoca. La era de la gran política va verdaderamente de 1914 a 1945. Luego ella seprolonga en sombras y luces; arrastrando detrás de ella sujetos e ideologías,

consolidando formas, comportamientos, lenguajes, consolidando culturas y dando así pruebas numerosas de su sobrevivencia, por lo menos dos décadas más. En la largaonda levantada por esta historia, en el corazón de los años 60, todos nos equivocamoscon felicidad. Ilusión óptica. La “teoría” casi tenía todo a la vista, pero la “praxis” notransformó nada. Y hay una razón para eso. Las luchas trabajadoras de los movimientos

de contestación, caían como la cortina roja teatral de una época que volvía a cerrar suspuertas. Para nosotros, para muchos, parecía al contrario que una época iba a abrirse.

Feliz ceguera, precisamente, porque nos permitió salir definitivamente, por un efecto deextrañamiento, de la representación del viejo mundo. De allí nació esta forma de pensardiferentemente las mismas cosas, que más tarde volverán. El rojo en el horizonte existió

completamente: si sólo lo que rojeaba entonces no eran los atisbos de la aurora. Al finalde los años 60, la decadencia de Occidente se realizó. Y el pequeño siglo XX llegó. Lahistoria prueba de nuevo el gran miedo de la política y baja el nivel, recupera lanormalidad, se aleja el cáliz de la cruz. Para destruir la gran política, su enemigo, lahistoria solo tiene un medio: reclasificar, reduciendo sus fines, sus instrumentos, sus

sujetos, borrando sus horizontes, neutralizando sus conflictos. La historia pertenece a losvencedores, la política pertenece a los vencidos. Su sueño, casi realizado, es ladespolitización. Este pequeño siglo XX es nuestra era de restauración: el legitimismo delos valores, en lugar del legitimismo de los monarcas. Los que observan con los ojos

miopes de los derechos no ven más que todo, en la sustancia de las relaciones de fuerzas

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sociales, todo vuelto de nuevo como antes de la época de la gran política. Hoy, la

cuestión no es tanto “saber atreverse”, sino “saber ver”. 1989 es un episodio delpequeño siglo XX, del siglo veinte del final. En este punto, la historia ya desde hacetiempo borró el tamaño de sus principios. No hay caída, ni de muros, ni de potencias, nisistemas, y aún menos de ideologías. Simplemente el borrado de un cuerpo sin alma. La

lenta extinción de una vela consumida. Un escenario mínimamente inédito. No podemoscomprender sino una parte. No vemos la cara oscura del planeta. La política, que habíapresidido el nacimiento del socialismo, está completamente ausente en el momento de sumuerte. En los probablemente nuevos comienzos, y sobre todo en los supuestosprotagonistas que lo anuncian, el fin de la política ya llegó. La metáfora puede serpersonalizada: la empresa nacida con Lenín termina con Gorbachov. Dos mundos, dos

siglos diferentes: de un lado la política, del otro una extraña actividad que no secomprende ya muy bien lo que es. Es verdad. Estos sistemas no podían reformarse. Perosimplemente porque pedían enfrentarse a una continuidad del proceso revolucionario. Así pues, quizás, se podía pensar reabrir de nuevo el capítulo de la revolución enOccidente. Decimos: quizás. Quizás, porque, en cuanto la política se apagó en la

posguerra del pequeño siglo XX, la hipótesis más probable es que ninguna idea ni

ninguna práctica revolucionaria eran ya posibles. El socialismo, el socialismo real,realizable, nunca ha sido, no podía ser una empresa autárquica a nivel político. Latentativa de construcción comunista del socialismo en un solo país permanecerá en lahistoria moderna como una trágica utopía política. Cuando se hayan disipado las brumas

de estas edificantes lecturas de las aventuras humanas, se comprenderá que la violenciade ciertos procesos residía más bien en las condiciones materiales de esos procesosmismos, que en la malignidad de los individuos que las expresaban. Lo demoníaco estabaen la historia del tiempo, bien determinada geopolíticamente. Estaba en la energíadestructiva acumulada por la modernidad en el curso de sus destinos y sus proyecciones

magníficas. Tal es la historia, que no se termina. El espectáculo es simplementeinterrumpido. Y nosotros aquí en el presente que discutimos durante el entreacto.Pero ahora, contra el revisionismo histórico, contra esta ideología del segundo siglo XX

que hizo de los años treinta un absoluto en el cual todas las vacas eran negras, ponemossobre la mesa una argumentación fundamental. Mientras que el totalitarismo nazi

aplicaba sus ideas, el autoritarismo comunista contradecía sus teorías. El punto decontacto, en los dos casos, es justamente la relación de la política con la historiamoderna. En el caso de Alemania, el contraste con lo moderno se basa en la lectura deuna tradición cultural, sujeta a intereses de espacios vitales, surgiendo de una oscurahistoria epocal. En el caso de Rusia, la contradicción con lo moderno era solamente

práctica, impuesta por las circunstancias, dictada por el carácter de la experiencia, noquerida sino sufrida, consecuencia de una tentativa políticamente necesaria, perohistóricamente imposible. La revolución conservadora y la revolución obrera fueron losdos verdaderos protagonistas de la primera mitad del siglo, los dos grandes sujetos del

gran siglo XX. Ni una se puede reducir al totalitarismo alemán, ni la otra al socialismosoviético. Así como la Reforma y la Contrareforma fueron en realidad Reformaprotestante y Reforma católica, porque durante la primera mitad del siglo XVI, en elcontexto del nacimiento de la política moderna, la idea y la práctica de la reformareligiosa había llegado a su maduración, del mismo modo, en la primera mitad del siglo

XX, en la época de las guerras mundiales, había madurado la idea de revolución, nosolamente como convulsión político-institucional, sino como subversión total, al mismotiempo social y cultural. Está bien claro que buscaremos aquí los modos categorialesdiferentes para conseguir comprender a lo que se llegó: obligados a estos saltosconceptuales por la insoportable vulgata intelectual común, que soluciona todo según las

vías evolutivas fáciles. La hipótesis de la que vamos a partir es que lo esencial de estesiglo debe aún ser comprendido: contra la tesis de los vencedores que quieren que lo queocurre sea del orden de la evidencia. La historia plantea por el contrario cuestiones a lapolítica del lado de los vencidos. ¿Si hay verdaderamente en Rusia una “revolución contra

el Capital”, como es posible que el acontecimiento no haya señala do todo lo que

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perseguía esta tentativa? La contradicción está en Lenín. La indicación política extraída

de Estado y revolución refuta el análisis económico del Desarrollo del capitalismo enRusia. Y la contradicción está en Stalin. La edificación práctica del socialismo refuta lasindicaciones teóricas del leninismo revolucionario. Toda la violencia “asiática” stalinianava en el sentido de una aceleración política de los procesos de modernización social de

las relaciones arcaicas que resistían y frenaban. Transformar la revolución contra El Capital en un proceso revolucionario anticapitalista no era una empresa para las bellasalmas. ¿Y después? ¿Cómo se puede ignorar que la construcción del socialismo en unsolo país se efectúa en medio de la era de las dos guerras civiles mundiales? Cada vezque se intenta comprender, se acusa de justificar. Pero die Weltgeschichte ist der Weltgerich, la historia universal es un proceso universal: esto no es desde donde

debemos partir. Se puede escribir una fenomenología del espíritu político del siglo XX sinestablecer una filosofía de la historia moderna. Y, de hecho, no hay lugar de enfoque. Nide saber absoluto a alcanzar. Simplemente una verdad relativa a conquistar, a arrancar alas cosas del exterior, contando con la honestidad para sí.La caída del socialismo en Rusia se remonta a una fecha muy precoz. Coincide con la

caída de la revolución en Occidente. Cuando Lenín lanza la genial iniciativa de la NEP, ya

era consciente de ello. Intenta extender en un tiempo muy largo la ruptura súbita deOctubre. El capitalismo no cesará abruptamente, será obligado en primer lugar a servir alproceso de acumulación originaria de las condiciones económicas del socialismo. Tal es latarea de un poder político que guía, que orienta, que controla, que tiene en la mano el

hilo del movimiento que no es todo eso, porque todo eso es el fin que justifica losmedios. Keynes, o en todo caso el Keynes que inspiró el New Deal , habría podido existirsin Marx, pero no sin Lenín. La mano política que conduce el capitalismo fuera de la crisissigue los movimientos de la mano que quería conducir su desarrollo. El golpe de genioestá aquí en Lenín, hombre de gobierno: cuando se habla de visión estratégica sobre el

terreno, de gran política sobre el período breve, ¡he aquí un hombre! y que sabe de quéhabla. Pero no se consideraba un punto, que solamente hoy, quizás, después del siglo,nosotros vemos mejor. Este reformismo que se desarrolló en un único enorme país, en

gran parte pospuesto, tenía la misma necesidad de continuidad de un contextorevolucionario, pero en el mundo, ¿El socialismo marxista podía vencer en el país donde

se había impuesto voluntariamente, mientras que era duramente derrotado en el paísdonde había nacido? Una tesis no banal del revisionismo histórico quiere leer el nazismoen Alemania como la respuesta al establecimiento del socialismo en Rusia. Respuestaviolenta, como fue violenta la reacción de las potencias europeas al éxito bolchevique de1917. Agujeros de memoria que es necesario llenar: los liberalismos de Occidente que

desencadenaban la guerra civil en las Rusias. El capitalismo siempre responde a lapolítica por la guerra, cuando la política pone en peligro su existencia. Y se comprenderáfácilmente hasta que punto la guerra civil condicionó la forma del partido que adoptaronlos comunistas en el poder. Tesis en parte verdadera, por lo tanto, pero menos

verdadera que la tesis contraria: los terribles años treinta soviéticos son igualmente unarespuesta –condenable desde un punto de vista ético, desacreditada políticamente- a lavictoria en el terreno del totalitarismo alemán a sus puertas. Alemania y Rusia, en estaépoca: una clase de enemistad política estelar. Un tema de la historia de la culturapermanece sin respuesta. Y un motivo íntimo de reconocimiento en la condición propia

del siglo XX del alma europea. ¡Dejando lo que querrá el nacional-populismo italiano, opeor aún, la civilización americana! Todo será ya inscribir en los signos, signosespirituales polvorientos de grietas de la consciencia moderna delante del orgulloburgués del dios progreso. Entre el siglo XIX y XX, entre Alemania y Rusia, antes de queseñalen, inesperados, el respectivo Leviatán monstruoso, él tenía nuestro Heimat . Y no

hay otra palabra para decirlo. Tenía nuestro Heimat . Y en este “había” todo lo trágico enla política, que entonces había comenzado y hoy se acaba en la nada. E incluso nosobrevivió la forma para hacer el relato.Siguen siendo los argumentos del análisis político. La gran vía reformista de la NEP

tropieza con la fatalidad de la vida revolucionaria en Europa. Porque, desde un punto de

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vista clásico, reformismo y revolución son dos vías para llegar a un mismo objetivo. Fue

el caso, lo entrevimos, para el después de Marx, que dejó, como su maestro Hegel, unaderecha y una izquierda marxiana. Tenían conjuntamente un dogma crítico: elcapitalismo será superado por el socialismo. No se entendía sobre los medios. Unaverdadera diferencia de “sensibilidad”. Los revisionistas no decían: el objetivo no cuenta.

Decían: es inútil declararlo, se organizará en el movimiento. Los ortodoxos norechazaban el gradualismo. Decían: es el trabajo de la táctica el que preparará lascondiciones de un salto estratégico. Para unos y otros, había primacía de la política; loque cambiaba, era el grado de intensidad que le concedían. Esta es la razón por la que lagran diferencia se expresaba en el plano de la organización. Reformas y revolución, en elmovimiento obrero, tuvieron un innegable carácter de complementariedad. El

movimiento obrero era la suma de estas prácticas alimentadas de teoría. Cuando lateoría ha comenzado a ceder, las prácticas no se sostendrán al menos ciertamente enEuropa, ni juntas, ni separadas. Es una ilusión ingenua la de ser heredero de una sola deestas tradiciones. En la actualidad, no hay reformismo posible, socialista, o peorsocialista demócrata, sin una crítica del capitalismo, que prevea su rebasamiento. El

reformismo práctico, que no tiene ya en su cabeza un pensamiento revolucionario, se

absuelve simplemente de una función provisional de racionalización, normalización yneutralización de mecanismos victoriosos y enemigos. Por otra parte, no hay revoluciónposible, comunista, y aún menos obrera, sin una larga y lenta marcha, profunda,progresiva, en estos mecanismos económicos e institucionales, para desmontarlos desde

adentro. El revolucionario en palabras, incapaz de la paciencia reformista, se limita amantener la llama votiva delante del ícono de un antagonismo santific ado. No es ciertoque poner las cosas en las espirales de este discurso extraño, va a chocarse con laprueba de los hechos. Hay una entrada casi infalible para acercar hoy la realidad de loshechos. Toman el sentido común intelectual de masa. Lo invierten. No estarán lejos de

alcanzar la verdad. Relativa.Las pruebas a favor de la exactidud hermenéutica de este proceso no se alejan en elsiglo; están incluso muy cerca nuestro, forman parte de nuestra experiencia directa.

Después de 1956, a principios de los años sesenta –desestalinización, relajación de laguerra fría, distensiones internacionales en acto- era quizás aún posible llevar a cabo un

proceso de reforma en el sistema socialista. ¿Por qué eso no ocurrió? Debido aresistencias internas, ciertamente, debido a la debilidad de las fuerzas subjetivasinnovadoras en presencia, debido a la viscosidad de las estructuras de poder dominantes,debido al cierre de una red libre de opinión pública y a la ausencia consecutiva de unaconciencia teórica de los procesos, consolidada y casi institucionalizada. Pero hay otro

 “hecho” que no se quiere ver. El reformismo del socialismo de nuevo aislado en elcontexto internacional de la lucha de clases. Solo un fuerte impulso de Occidente, que,de cualquier manera, habría propuesto en nuevos términos, el gran tema de la revoluciónen Europa, habría podido invertir y trastornar las poderosas resistencias internas del

sistema. Dentro de una explosión del neocapitalismo se habían creado las nuevascondiciones para las luchas obreras y las situaciones inéditas para los movimientos decontestación. Estos dos últimos campos dominaron –en algunos raros lugares- debido ainiciativas espontáneas. Con todo la visión lúcida de reconducción de esta formareunificada de auto-organización de los conflictos en Occidente hacia un movimiento

organizado de auto-reforma del socialismo soviético fracasó cruelmente. Sobre estatrama entrelazada de problemas, no es el discurso más avanzado y más nuevo que sepueda hacer. Esperamos las investigaciones de Rita di Leo de las explicaciones sobrenumerosos puntos oscuros simplemente mencionados aquí. Permanece el hecho de que,sin duda, la historia no se hace de “si”, sino los “si” no ocurridos permiten a veces aclarar

la oscuridad. Las oportunidades perdidas de mejora no solamente no vuelven, sino quepreparan a menudo dolorosos retrocesos. Estuvieron ausentes de todo conjunto,entonces, los partidos comunistas y social-demócratas. Era el tiempo de una Ostpolitik ,no de los gobiernos sino de las luchas. La verdadera ruptura en relación a la historia

reciente de la URSS debía implicar de manera audaz una ruptura en relación a ella

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misma, en relación a su propia historia reciente en Occidente, inaugurando un cambio de

dirección estratégica que, del interior de los años sesenta, habría abierto una nuevatemporada de gran política en un conflicto anticapitalista moderno. Los reformadoresdemócratas rusos habrían podido vencer si la democracia europea hubiera reconquistadouna vocación revolucionaria. Sueños, visiones de Sinfonía fantástica. La realidad es más

gris. Pero es precisamente el color gris del curso de la historia que se comprende mejorviendo que analizando. Weber tenía la culpa de decir: el que quiere la visión solo tieneque ir al cine. Por otra parte, este siglo fue el del cine. Y Wenders por el contrario razónal decir: el mundo es de colores, pero el blanco y negro es más realista.Otra cosa es verdad. El pequeño mundo antiguo del último siglo XX debe observarse conojos sobrios, como una realidad de hecho, detrás del carácter espectacular ideológico de

este supuesto post-modernismo global y virtual. Una vuelta al siglo XIX tuvo lugar alfinal de nuestro siglo. Con el comando, de nuevo, de las viejas relaciones sociales, enadelante con toda seguridad, puesto que se terminó la era de la política, que solo podíaaún atormentar la idea moderna de dominación fundada en la economía. Dos enormesprocesos victoriosos. El mercado, paradigma de una modernidad totalizante –mercancía

dinero capital- no vencieron a causa de su dimensión mundial, sino de hecho de su

dimensión individual. La relación productiva históricamente capitalista –dinero mercancíadinero- en adelante está in interiore homine. El individuo es la categoría-principio de lomoderno. Cuando un proceso triunfa sobre el plano del individuo, triunfa en todas partes.Al igual que otro terrible proceso: la alienación del trabajo pasó del trabajo industrial

específico al hombre neutro en general. Alcanzando y sobrepasando la frontera delobrero masa, se transfirió en la figura universal del ciudadano. De la fábrica taylorizada ala sociedad civil burguesa. El trabajo alienado, controlándose, controló a toda lahumanidad. Ya lo vimos en parte. El ciudadano no es ya el burgués en el cielo de lapolítica. El cielo de la política nos cayó sobre la cabeza con todos sus dioses griegos. El

burgués no tiene ya necesidad de la  polis, como el capital no tiene necesidad del Estado.Si, se emanciparon. Ahora, son libres. Y debía ser así. Porque esto estaba esc rito en loscaracteres de los comienzos. Dicen con honradez: estamos en la era de la Restauración.

Pero sin Romanticismo. E incluso, sustancialmente, una restauración neoclásica. Unneoclasicismo impúdicamente anticipador. Se dijo: la modernización conservadora. Es

eso más o menos: Restauración por innovación: es lo que queda de la consecuenciaeconómica de la paz, después de la era de las guerras civiles mundiales. La política debiófirmar al final una rendición sin condiciones. Se vuelve a hablar de la política antigua, ode la Política eterna, para exorcizar o demonizar la política moderna. Todo de nuevo sedice en la pequeña vida cotidiana de los “últimos hombres”. Este encuentro del destino,

esta superposición progresiva, hasta la reciente identificación final, del homooeconomicus al homo democraticus, volvió a cerrar el juego de una vez por todas. Nohay más utilización posible de las contradicciones de lo moderno. Pero sin utilización delas contradicciones no nos queda entre las manos más que una política imposible.

Nostálgicos habitantes del siglo

Imposible política moderna. Llegó a su realización con la tentativa heroica del

movimiento obrero de volverse él mismo Estado. Lo que quería decir: la decisiónapocalíptica de las clases subalternas de convertirse ellas mismas en dominantes. Solo lapolítica moderna podría forzar este pasaje infranqueable. Las categorías de la política,conceptos teológicos secularizados, invertidos, daban una forma al proceso moderno dela revolución. Ejemplos raros, en la larga historia de lo moderno, de un sujeto de una

potencia tal. No los Estados nación de las monarquías absolutas, no los cortejos deimperios coloniales liberados, y no la confederación de estados democráticos: un ejercicio

de dominación del interés económico, una política, ciertamente, pero sin espíritu, una

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fuerza pura: solamente la guerra, sin la menor grandeza humana. Se puede

eventualmente comparar a la complexio oppositorum de la forma política entrevista en elcatolicismo romano, sino con la renuncia de la Iglesia, el Reino en lugar de la Institución,el pueblo de Dios en lugar de la jerarquía papista, eschaton y katechon a la vez. Elmovimiento obrero se dio una filosofía de la historia, en tanto que herencia de las luchas

de las clases subalternas: será el materialismo histórico, la prehistoria de la humanidadcomo historia de las luchas de clase en todas las sociedades que existieron hastaentonces. Inútil impugnar la validez científica. No se trataba de la ciencia, a pesar de laspretensiones, sino de la ideología. Era una falsa consciencia consciente, una construcciónsimbólica en vías de una movilización parcial. Objetivo: organizar un partido de lasociedad contra otra, produciendo así –y esta es la novedad- una cultura partidaria. Pero

el movimiento obrero no se dio la filosofía política como su otra cara, como expresión depotencia irresistible, fuerza organizada para una condición de conflicto permanente, de labase de la sociedad a la cumbre del poder. Sobre este punto, los comunistas vieron máslejos que los demás, pero ellos no tenían todo bien visto. Cuando hablamos de laausencia de una teoría marxista del Estado, es ha esto que es necesario referirse. Y hay

algo más. Lo que faltó de hecho, es una crítica marxista de la política moderna que

estuviera a la altura de la crítica marxiana de la economía política. Por ello se hizo regalode la libertad de los modernos a la tradición liberal, de la soberanía popular a la tradicióndemocrática, y no se encontraron entre las manos a lo sumo una práctica de poderabsoluto, digna de un Estado moderno de los orígenes, una pobre síntesis, primitiva, de

un Príncipe y de un Leviatán. Ninguna condición histórica contingente en la construccióndel socialismo podía justificar eso. Es un discurso complicado, que será necesarioreanudar con otros instrumentos. El error estaba quizás en la premisa: la idea-proyecto,que finalmente unificó a los comunistas de Occidente y Oriente, de introducir las masasen el Estado. De ahí las tentativas comunistas fallidas, desde Rusia hasta China o Italia,

que nos obligan a repensar de manera crítica la política moderna. Pero el objetivo de lasmasas en el Estado se realizó en la forma de las democracias contemporáneasoccidentales, a partir de esta forma de democracia realizada que fue –se ha dicho y

demostrado- el socialismo soviético. Esta hipótesis estratégica de investigación ha sidopropuesta a la discusión por Rita di Leo. Sus trabajos están desde hace tiempo en

ruptura con los esquemas de análisis tradicionales e inauguran un nuevo estudio delsocialismo. Es por esto que la opinión oficial las mantiene a buena distancia. Masa ypoder: vistas desde la Europa Central de Canetti, la Rusia y la América emergente comoexperiencia-mundo más íntimamente aún de lo que había predicho la profecíatocquevilliana. Era el movimiento obrero que debía devenir Estado, cambiando así,

revolucionando por este solo hecho, la idea moderna de poder. Una parte que seconquista en el terreno y que se conserva en el tiempo, con las luchas y por el gobierno,el consenso activo para el ejercicio de su propia autoridad. Fuerza dotada de espíritu,que interviene en la relación social para desestructurar y para reconstruir. Consenso

activo, porque en el compartir colectivo de las opciones, la decisión política es elaboraday consciente. En la idea límite de la extinción del Estado, en el comunismo de la cocineraal gobierno, se entreveía, después de un pasaje hiper-político, una frontera más allá dela política. No se verá claramente, en efecto, porque este doble pasaje no ha funcionado,aunque hoy todo el mundo pregona una certeza sin sombras. Solo la salida está clara:

esto es precisamente porque nosotros no practicamos este rebasamiento, este exceso dela política moderna, que tuvimos a continuación, en efecto –y era poco probable encuanto no lo tengamos-, este nihilismo del final.¿Pero por qué todo esto al final del siglo XX? ¿Qué es lo que llegó realmente? Las raícesde la derrota obrera están por el momento enterradas bajo capas sucesivas de falsas

interpretaciones. Este discurso es el comienzo de una excavación arqueológica parahacerlas remontar hasta la superficie. Presupone el abandono valiente de un compromisoético para la búsqueda de la verdad y la incómoda consideración del criterio de lahonradez. Es verdad: esto ya había tenido lugar como Kultur  contra Zivilisation, entre

Nietzsche y Weber. Pero más tarde, la revolución obrera había vuelto a plantear la

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cuestión. Y la revolución conservadora había seguido sobre esta pista. Parecía entonces –

años diez y veinte de este siglo- que había nacido una nueva necesidad trágica deverdad. Un formidable absoluto imponía su ley. Víctimas inocentes, las ideas, y laspersonas no podían sino ofrecerse en sacrificio sobre el altar de lo que debía ser. El gransiglo XX fue eso. Nuestra generación es quizás la última en tener alguna oportunidad.

Porque en el pensamiento, incluso antes de existir, hemos sido combatientes de estalarga guerra total. Pudimos aún hundiéndonos en esta memoria viva, no en la de loslibros, sino en la de los hombres y mujeres, pueblo-clase antes que todo y luego cultura-civilización, estas dos cosas admirable3s que el siglo XX exaltó en primer lugar paraluego destruirlas. Habitantes conscientes de este siglo, querríamos hoy observarlo desdelo alto y henos aquí obligados a mirarlo desde muy abajo del fin. Es necesario saber

siempre no solo de que lado se está, sino también de que lado se había estado. En laépoca de la verdad, no había campo de duda. Durante la Primera Guerra mundial, habríasido soldado campesino ruso que adhería a la directiva revolucionaria de Lenín de nodisparar contra el soldado obrero alemán, sino de dirigir su fusil contra los generaleszaristas. Habría ocupado las fábricas durante los dos años rojos. El 21 de enero de 1921

en Livorno, me habría desplazado del teatro Goldoni al teatro San Marco. Me habría

convertido “naturalmente” en un militante antifascista clandestino. Habría estado enEspaña con las brigadas internacionales organizadas por los comunistas, intentando nodisparar contra los anarquistas. Habría sido “partisano” en las montañas de laResistencia, contra los alemanes, la única vez sin duda donde me habría sentido italiano

en la miseria de toda la historia anterior de esta patria. Habría adherido al cambio dedirección de Salerno, terminado entre Stalin y Togliatti, consciente de la buena duplicidadnecesaria para establecer las mejores condiciones para un proceso revolucionario enItalia. Lo confieso: nostalgia de épocas que no pudieron vivirse. Lo que es para nosotrosdie Welt von gestern, el mundo de ayer. No el reino imperial de Cancanie, ni la belleepoque parisina. Sino el Weltbürgerkrieg: la guerra mundial. Nacidos con ella,respiramos el aire, bebimos la leche, recogimos la energía de una época, que, durantemucho tiempo, estuvo en torno nuestro y- dentro de nosotros precisamente como

memoria trágica. Para olvidar las grandes épocas una generación de pequeños hombresdebe llegar. Está allí. Está contra esta historia: he aquí lo que habría sido la “gran

política”. Allí oponerse en sus salidas trágicas, cultivarla en sus dramáticas ilusiones. Lagran historia lleva siempre en su inconsciente colectivo deseos indeterminados. La tareade la gran política es hacerlas remontar a la consciencia, para liberar el campo de lasacciones humanas. No aclarar para iluminar, sino intervenir para transformar. Esta eratoda la vocación anti-iluminista y, si se quiere, antirracionalista del marxismo. Se perdió,

no a favor de un buen uso de la razón crítica-negativa, sino a favor de un mal uso de losbuenos sentimientos positivos.La opinión común reinvierte exactamente el orden de los factores. Lo que se dice hoy nodestaca el tema, y aún menos sus variaciones. La revolución tuvo la culpa de hacerse

partera de la historia. Esta no puede sino poner en el mundo los monstruos. Losmonstruos del siglo XX estaban en nuestra historia del tiempo, antes incluso que en lapolítica los hombres. A lo sumo la política tuvo la culpa y no el conocimiento en tiempo ya fondo. La política revolucionaria habría debido retener y al mismo tiempo liberar:retener las fuerzas, liberar los sujetos. Una tarea enorme, que no encontró forma, que no

se dio conciencia. Buenaventura, la virtud y la oportunidad se habían encontrado lado alado a comienzo del siglo, el final las reencuentra desesperadamente solas, separadas yenemigas. Entonces. ¿De donde volver a salir? Oportunidad de la memoria vivida.Sabiendo que está en contra de todo uso de la banal virtud política. Que tiene como reglael olvido. Se puede escuchar la memoria histórica a partir del relato de los protagonistas,

se puede leer en los libros, y reconstruirla en los documentos. La subsistencia quieredecir encontrarse en una prolongación del tiempo, que cambió en relación a lo anterior,pero no tan radicalmente que da lugar a esta pálida imagen deformada que es el “nuevoconocimiento”. El siglo no se corta en dos como una manzana. La era de las guerras, que

corresponde en el siglo XX a la era de la política –se puede tener miedo de esta frase,

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pero es así- no se vuelve a cerrar en 1945, lo hace en los años sesenta. Se podría

eventualmente admitir la idea de un “siglo corto”. Básicamente Hobsbawn es el únicohistoriador del siglo XX respecto del cual se puede tener algún sentimiento de simpatía.Para los otros, se llamen Nolte o Furet, se tiene inmediatamente la sensación de tenernegocios con los enemigos. Se puede decir, en efecto, 1914-1989 con la única condición

pesimista de ver en el año 89 de este siglo la precipitación de la lenta decadencia queatraviesa los años setenta y ochenta. Y no se abrevia el siglo diciendo 1914-1968. Elsiglo XX estaba ya allí antes, en este extraordinario pasaje de historia del espíritu, que delos últimos veinte años del otro siglo a los primeros diez de este, no hacen más que darseñales simbólicamente trágicas de lo que va a llegar. Las artes figurativas, la literatura,la música, las ciencias, dicen todas la misma cosa, todas en guerra con sus propias

formas. Solo la filosofía vendrá después, búho de Minerva, que tiene la necesidad de loya ocurrido. De Nietzsche a Weber, ya está el destino del siglo XX. Simpáticos,misteriosos, y no tanto significativos, simbologías estelares. El año en que Marx muereen Londres, Kafka nace en Praga. Nietzsche se apaga en la locura, y el siglo puedecomenzar oficialmente. Se reconoce que no hay más siglo XX o al menos un siglo XX

menor, cuando todo ello no viene de este origen. Y con todo no hay fractura, no hay

salto, y habrá aún menos hundimiento. Hay un imperceptible desplazamiento del terrenohistórico, una deriva subrepticia de los continentes de la política, una autoconsumaciónde lo moderno en los productos de su origen, y en cierto punto nos encontramos másallá, en un mundo que es el mismo todavía sin el saber, privado de forma porque lo que

falta de la investigación de las formas alternativas, en una condición de estancamientosin desesperación, que es este coma cultural de Occidente que no se puede interrumpir,una vez apagados los dramáticos brillos de su crepúsculo.¿Cuándo se puede datar el comienzo de esta deconstrucción victoriosa? La respuesta-escándalo consiste en tomar 1968 como bisagra de la división entre pequeño y gran siglo

XX. Las escansiones en sí mismas son siempre arbitrarias. Pero aquí también se hacenecesario hacer funcionar la reinversión del sentido común intelectual, que extiendesobre lo simbólico de los años sesenta la apología burguesa iluminada por el nuevo

principio de la antipolítica. Una hermenéutica sociológica inteligente debería aplicarsepara clarificar la distinción conceptual entre “contestación” y “conflicto”. Lucha de clases

y revueltas anti-autoritarias no eran la misma cosa, y no debían serlo. Pero no habermantenido la continuidad entre las dos rompió el largo hilo de una historia a favor de unaemergencia de corto aliento. Formas organizadas y experiencias no institucionalizadas,partidos y movimientos, comparten la falta de no haberlo comprendido. Y una aventurahistórica iba a realizarse sin que el otro se haya abierto. La crisis de la política parte de

allí, paradójicamente, de la voluntad de poner en crisis el poder autoritario. La relaciónentre la historia y la política es oscura, confusa, ambigua, irresuelta y al fin imprevisible.En el mayor peligro, está lo que salva. En la oportunidad extrema, está lo que pierde.El lema “estudiantes y obreros unidos en la lucha” y el puente virtuoso 1968-1969, entre

primavera de la juventud y otoño caliente obrero, entre los infantes de las flores y laáspera raza pagana, fue un milagro italiano. Demostración de que el caso italianocontenía lo mejor de la condición política europea. En otra parte, empezando por losEstados Unidos, hasta el mayo francés, el 68 fue esencialmente anti-obrero y anti-político. Y como los obreros y la política eran las dos únicas fuerzas de oposición al

interior del capitalismo, una vez despejado el terreno de ellas, la ruta estaba abierta parala nueva imagen victoriosa del viejo mundo. La imaginación fue al poder. El verdaderocapitalismo no es ya el capitalismo fordista, desarrollista y keynesiano de comienzos delos años sesenta, sino aquel post –con relación a todo esto. Es el de los años 80 y 90,partiendo de la Trilateral, atracando temporalmente a la venganza de la derecha

económica tatcheriana y reaganiana y que, de allí, por una reinversión conveniente delas alianzas política, llega decididamente hasta la Europa de Maastricht. En medio, hay detodo, del Japón de Toyota a los tigres del sudeste asiático, de la Rusia de Yeltsin a laChina de después de Deng, etc., etc., etc. Ciertamente, la extraordinaria generación de

los jóvenes años sesenta no quería esta heterogeneidad de fines, pero la tuvo sin haberla

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merecido. Jamás hubo, como en esta ola contestataria, tal renovación de clases

dirigentes. Nunca, como después del pasaje de los años sesenta y lentamente a lo largode los años que siguieron, se puso en marcha tal proceso de reagrupamiento radical yhomogéneo, de clanes, de cuerpos, en la cima de la sociedad y de los sistemas políticos.Radical, porque invierte todos los dominios, a las industrias a los mercados a las

profesiones a las academias a los trabajos, hasta las nuevas fronteras de la información,de la comunicación y las realidades virtuales. Homogéneo –y quizás es el hecho másimpresionante y determinante- porque se hizo hoy un curso desenfrenado dereunificación y homologación de las clases dirigentes, hasta allí divididas en camposadversos y en luchas civiles que habían llegado a tomar un giro democrático. Es de allí que parte el proceso que llevó al clan político de la izquierda, en Europa, a devenir

siempre más fácilmente intercambiable con los de la derecha, en alternancias formales,después de haber roto toda continuidad con la historia precedente del movimientoobrero, y después de haber perdido la noción de lo que son las categorías de la políticamoderna. La historia menor del siglo XX comenzó a partir del 68. En el lugar del conflictoel compromiso, en lugar de las pertenencias las contaminaciones, en lugar de las

ideologías los intereses, en lugar de las culturas los resultados, en lugar de los partidos

los grupos, en lugar del noble desafío de las relaciones de fuerza entre las clases lasestúpidas violencias anárquicas de los actos terroristas. En lugar de la política, en elmejor de los casos, la estética. Un salto atrás delante de la política moderna.Hay por lo tanto una sola revolución seria, la de las mujeres. El único caso de

movimiento que ha depositado una reflexión. Y desplazó las relaciones, cambió las leyes,reinvirtió el sentido común, destruyendo el buen sentido. Porque venía de lejos. La otramitad del cielo tenía necesidad de liberarse de una opresión milenaria. Estos son hoy losdos caracteres que califican y revelan un fenómeno político capaz de ser medido de iguala igual con el noumeno de la historia. El primero es el surgimiento de un conflicto

directo, de una relación agonista, “polémica” en el sentido literal del término, el Uno quese separa en dos sin posibilidad de síntesis, la apertura de un aut-aut que desencadenauna lucha Freund-Feind : amigo-enemigo. El segundo es la larga duración del problema,

el hecho que tiene raíz en la historia de siempre, su epocalidad y su relativa eternidad. Elmovimiento obrero a sido vencido así porque se dejó encerrar en un plazo de tiempo

demasiado breve de la historia, no supo invertir contra la historia moderna la carga denecesidades humanas proveniente de la historia larga, no quiso, o quizás no pudo, tomaraire, hundirse en el pasado de todas las revueltas de los oprimidos en el mundo ylanzarse, no en la espera, sino en la preparación y la organización del acontecimiento deun futuro de revancha. Y se perdió en la alta tensión del conflicto, alta en el sentido de

elevada, aunque guardada y cultivada no ya en las formas vulgares de la violencia. Seadquirió por el contrario la cultura de et-et , “de un lado y del otro”, hasta la ideareaccionaria de complejidad sistemática, cuyo origen verdadero se remonta a ladialéctica como  Aufhebung final, rebasamiento que retiene en sí lo que es siempre, sino

lo que considera haber sobrepasado, supresión de lo negativo para volver a un positivopotencializado. Movimiento real-racional de toda la historia moderna. Grandeza de Hegelde decirnos porque estaba esto. Marx hizo bien en tomar conciencia, sobre esta base, delas leyes de los movimientos del capitalismo. Pero para ir más allá de él, en vez de partirde Hegel, es mejor quizás partir de Kierkegaard. Se integrará aquí su discurso,

precisamente en el contexto de la revolución femenina. No, no debe sustituirse a larevolución obrera. No es su presencia la que está en juego en el mundo. Ella no debe seresto y no lo será. Pero posee estos caracteres de contraste directo y de larga historia.Suficientemente para hacer la irrupción de un elemento de negatividad potencialmenteirreductible a esto que se llamaba antes, con una expresión elocuente, el orden

constituido. Y aquí, hay una paradoja del siglo XX, una entre tantas otras. Es un sigloque fue, en primer lugar trágicamente, después cómicamente, paradójico. Lacontradicción hombre/mujer, masculino/femenino, tenía su terreno de elección natural demanera autónoma junto a las grandes contradicciones de la época que cruzaron la

primera mitad del siglo XX: obreros y capital, fascismo y democracia, capitalismo y

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socialismo. Su problema –no teman- era consustancial a la era de las guerras civiles

mundiales. Esta gran contradicción, al contrario, explotó cuando se apagaban las otrasgrandes contradicciones práctica y teóricamente. Al problema le faltó la época. Esnecesario comprender esto. Es necesario leer las consecuencias. La revolución femeninacae en el pequeño siglo XX. Lo que le cortó las alas en pleno despegue hacia la cima

solitaria del tema. Se trata de la crítica de la idea de hombre, del hombre moderno,burgués y ciudadano que, desde el punto de vista femenino, se descubren como lamisma cosa, habitantes exclusivos de la ciudad, con su parte de riqueza y poder, losdioses, amigos, de la  polis moderna. Se trata de la crisis de la práctica del “últimohombre” y de la tensión desesperante subjetiva que debe irse –correr, saltar, “bailar”-hacia el Otro-hombre. Las feministas hicieron bien en partir de la heroína trágica de

Antígona, de pasar por la mística cristiana Marguerite Porete, para llegar al obrero delespíritu de Simone Weil. Estaciones simbólicas, precisamente, de la historia larga y de lavida, e incluso de existencia, alternativa. Una revolución política femenina habría podidovencer solamente en la era de la gran política. Después, hoy, con el fin de esa era, nopuede ser, y no es más que una revolución cultural. Preciosa, pero pobre. Preciosa por la

condición de sí, pobre para el futuro del mundo.

Y produce en efecto un pensamiento radicalmente distinto, como el de la diferencia:concepto de la filosofía inervado en la condición de la mujer. En este último sentido, ensu sustancia de pensamiento, la diferencia es una categoría de la política moderna. En supráctica, es una política moderna realizada. No puede evitar el conflicto, no puede evitar

la fuerza, no está de pie sino sobre las dos piernas del realismo y la utopía, no puedesino construir una falsa conciencia querida, no puede sino hacer declinar en una tácticaemancipadora el dispositivo estratégico de liberación. La paradoja está allí. Esta irrupciónpolítica de lo femenino en la historia ocurre cuando la política ya estaba más allá de sucrisis, hacia su hundimiento. El movimiento de las mujeres se encontró siendo el

heredero de los procesos de civilización, modernización, secularización, de los añossetenta. Quizás demasiado poco para la carga apocalíptica de su surgimiento súbito delos impulsos de la historia profunda, tanto del individuo como de las relaciones sociales-

civiles modernas. Solo la gran política podía proponerse expresar este otro sentido de lavida cuyo origen, al final de la modernidad, está en lo femenino del ser moderno. La

revolución de la mujer no pudo ser vencida, como las otras revoluciones del siglo, peroella debe saber que deberá jugar su destino difícil y su alegre libertad en esta eramiserable de restauración. 

“Paz imposible, guerra improbable”

El siglo muere, el milenio se apaga, sin anuncios de saludo mesiánicos. El coro de lacomedia, satisfecho, está de acuerdo. El final feliz está a la vuelta de la calle. Todo se

acaba en jubileo. Hay algo más trágico que el Weihnachts-Oratorium BWV 248 de JuanSebastián Bach? Más doloroso que el nacimiento de los hijos de Dios, destinados a morirpero, más aún, a matarse? Las consecuencias de la paz conducen ellas ahora al final dela política?, he aquí el problema que debemos pensar. Una situación nueva, sin duda. Lahistoria moderna vivió, conflictualmente, con la política moderna. ¿Qué historia

tendremos ahora sin la política? Hay una cosa que no se dice nunca: que esta situaciónde paz antipolítica nace también de la victoria en una guerra. La era de las guerras civilesmundiales no se detiene en 1945. Lo que se detiene en 1945, es la segunda fase de laguerra permanente del siglo XX, y se abre la tercera fase. La bomba de Hiroshima,mucho más que el discurso de Fulton, es el acto concluyente inaugural de la tercera

guerra mundial. Por otra parte ya no estaba Roosevelt, sino Truman. Se dijo a la URSSque la paz podía organizarse con ella, pero sabiendo que el mundo estaría en adelante

bajo la hegemonía amenazante de los Estados Unidos de América. Todas las gestiones de

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Stalin con relación a los países de la Europa oriental para construir un Estado tapón anti-

occidental, como igualmente el principio de la larga marcha de la revolución china, sonlas contramedidas necesarias. Comienza entonces una confrontación político-militar. Elmundo va a organizarse en dos campos, como estos no se había producido sin dudasnunca en la época moderna, si no fue después del desgarramiento de la Reforma y

durante las Guerras de religión. La organización geopolítica bipolar se cargaefectivamente de motivaciones ideológicas opuestas. Y si la genial iniciativa del planMarshall viene de los Estados Unidos, la directiva de transformación de la antigua TerceraInternacional en el Komintern viene de la Unión Soviética, Respuestas diferentes típicasde dos sistemas opuestos. Todo el contraste entre capitalismo y socialismo puede leersecomo un conflicto entre economía y política. Al igual que la victoria de uno sobre el otro.

El movimiento obrero representó esta disposición moderna, weberiana, a la política. Latesis del movimiento obrero como gran sujeto último de la política moderna se verifica inarticulo mortis: una vez vuelta a cerrar la historia del movimiento obrero, no hay máslugar para la política. ¿Quién podría discutir el hilo que va de Maquiavelo a Lenín? Inclusola relación con el capital nació y creación con la política. Pero un hecho extraordinario se

produjo en el siglo XX. La clase obrera, se hizo Estado, con la revolución dirigida por el

partido, retiró la política del capital: el cual sufrió el casi hundimiento de la gran crisis, noya solamente a causa de eso, sino también a causa de eso. Para salirse, debió tocar alsocialismo, provisoriamente sino estratégicamente, la inversión de la relación entreeconomía y política. ¿No había ya lanzado un “golpe de vista a la Rusia”? La Segunda

Guerra mundial –continuación de la política mundial por otros medios- había completadoel trabajo. Capitalismo y socialismo salieron reforzados, cada uno en su propiadisposición natural e histórica, uno en la economía, otro en la política. Intentemos pensarla guerra fría a la luz de este par amigo/enemigo históricamente determinado. Se percibeentonces cualquier otro paisaje que los visitados habitualmente. La política de potencia

de la URSS no era algo que podía evitarse. Era algo más que una defensa contra lapotencia objetiva económica capitalista. Se había inscrito con fuerza en los caracteresoriginarios de la construcción del socialismo en un solo país. Esta nunca había podido

gozar de una situación de paz. La revolución permanente tuvo lugar. Se estableció unlargo y constante estado de excepción, que va de la guerra civil de mediados de los años

veinte a la guerra fría de los años cincuenta. La tentativa comunista de realización delsocialismo fue eso: no gobierno político de la normalidad, sino gobierno político de unaexcepción histórica. Y en el estado de excepción, el soberano es el que decide. ¿Quiéndecide, poco después de la paz impuesta a la guerra nazi, la apertura de otro frente deguerra? Se dirige una casa con preceptos, se gobierna una ciudad con leyes, se decide

las esferas de influencia con las relaciones de fuerza. En 1947, la paz se terminaba, laguerra había recomenzado. Y la forma que toma en el tercer conflicto mundial del sigloes muy interesante. Raymond Aron la define mejor que otros.Si estos no fueran los tiempos histéricos y así poco desilusionados, donde todos los

tenedores celosos de buenos sentimientos solo saben maravillarse de la manifestacióndel mal en la historia, una relectura lúcida de este período sería un bello ejercicio.Concepto histórico original el de Guerra Fría: guerra armada, no belicosa. Guerra singuerra, no por la voluntad ética de los pueblos, y menos aún de los individuos, sino envirtud de una entidad de ninguna manera abstracta, el arma que se concedió el derecho

subjetivo a la mayúscula, la Bomba. Paradigma de la modernidad: un arma cuyapotencia destructiva es tan total que reduce a nada la posibilidad de utilizarla. Nihilismode la técnica. La razón positiva de la ciencia, llega a producir las condiciones delapocalipsis, se detienen al borde del abismo, no avanza, no retrocede, permanecesuspendida en una fase. Esta suspensión de la decisión fue el equilibro del terror. La paz

no fue salvada por un tratado, por una conferencia, por la diplomacia, por uncompromiso. La paz no fue hija del pacifismo. La guerra fue vencida por la guerra. Porprimera vez, encontró un límite en sí misma. La paz perpetua, al menos en lo que serefiere al carácter propio del siglo XX de la “guerra mundial”, se ha asegurado el día en

que se llegó a la paridad atómica entre las potencias. Con ella, el socialismo salvó la paz.

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Solo la fuerza triunfa sobre la fuerza. Sobre esta idea reguladora de la historia humana la

política copió el paso de su acción. Contribuyó así al progreso de la humanidad. La guerrafría siguió sin guerra la era de las guerras civiles mundiales. Un jefe de obra de artificiosde la historia. Y estos eran aún los años nobles de las opciones de vida. La humanidaddebe estar agradecida a estos científicos, físicos nucleares occidentales, y también

italianos, que eligieron su campo, opuesto al que se les asignó. Contribuyeron así aestablecer este equilibrio armado que impedía el uso de las armas. Aceptaron la divisióndel mundo en bloques opuestos, pero en el escenario inédito de un conflicto de potenciassin enfrentamiento armado directo. Hecho sin precedentes: la idea de que la guerra esuna cosa demasiado seria se confirmó. La guerra, entonces, es la política que la hace. Heaquí la gran política: organizar el conflicto sin desencadenar la guerra. He aquí la

pequeña política: por amor a la paz, anular, comprimir, encubrir los conflictos. Al fin, lapequeña política se vuelve inútil, superflua, la política. Sin conflicto, no hay política. Sinpolítica moderna, fin de la política. El fin de la política moderna coincide con el fin delmovimiento obrero organizado en el plano mundial. La política de dos sistemas-mundoopuestos condujo a la política moderna a sus dos últimas consecuencias, la obligó a su

realización. A continuación, la vuelta a un sistema- mundo único para todos no es el

pasaje que pacificó a una era post-política, sino el salto regresivo hacia una época pre-política.No hay duda. Hay peligro. Apenas nos retiramos a la trastienda del autoconscientepolítico que encontramos el viejo traje raído de la vieja pertenencia ideológica, un hilo de

visión romántica del pasado vuelve a entablar sentimientos inútilmente dispersos y lasgrandes razones pisoteadas por muy pequeños hombres. Y sin embargo. Nuestro tiempoes el tiempo totalizante de la decisión universalmente válida, como si la única verdadposible, o en todo caso la única permitida, fuera la verdad improbable. Mientras queentonces, en el mundo de ayer dividido en dos, hay el tiempo polémico de las decisiones

alternativas, de las búsquedas parciales de doble verdad. Masas de pueblo, intelectualesaislados –y la intensidad de estos tiempos permitían precisamente ser también pueblo eintelectual-, decidían, se agrupaban, eran llevados por el valor de saber de que lado

estaban. Qué precio, de cierre, intolerancia, auto-limitación, auto-contrición, renuncia, sepagó por todo eso? Pero el valor de dividirse sobre fronteras político-ideológicas,

volviendo a cerrar, al menos frontalmente, las trincheras militares, una lucha de clasesinternacional sin guerra mundial, esto es –dicho con ironía- la New Model Army del sigloXX, con potencialmente en sí la capacidad de la política para superar la violencia de laguerra. La política moderna alcanzó entonces la cumbre de su potencia. La batalla de lasideas, el compromiso de la cultura, el carácter político del arte, la fe de los militantes, la

autoridad de los grupos dirigentes, la disciplina del partido, y no solamente esto y no lodemás, sino todas las cosas ensambladas, señalando una positividad específica el auradramática de la época. ¿Se puede decirlo aún? En los años cincuenta, es Bobbio quientenía la culpa, y Togliatti la razón. Era una época de decisión política. Las opciones

culturales seguían, con la dirección, como siempre la siguen. Como si la cultura de hoyno siguiera, con una obediencia civil, las pistas del único pensamiento, e incluso sin ladeclaración aún, o quizás sin incluso el saber. Bobbio tenía razón en los años noventa. Lautopía liberal se convirtió en la práctica cotidiana de los Mercados, Bancos, Bolsas, laideología de los industriales y profesores, y finalmente todo el Evangelio de los políticos

sin política, que es hoy la verdadera dirección. Es necesario explicar enteramente elporque de este hundimiento de los sentidos, de esta pérdida de reconocimiento, de estetriunfo de la apariencia y del hundimiento cualitativo en las dos profesiones-vocacionesweberianas del siglo XX, la del político y la del intelectual. Será necesario quizás concebiruna antropología partidaria, declinada por la base, que juzgue a los señores de la tierra y

 justifique a todos los otros. Y los otros no son solamente los pobres, los simples, losrechazados, los excluidos, sino también, entre ellos y a partir de ellos, sobre todo los quenacieron con la dificultad de superar la tentación de convertirse en dominadores, queensayaron, con los medios del borde, reinvertir las condiciones eternas del mundo, por

ansia colectiva de justicia, o por venganza, lo que era la misma cosa. Se nos dice que

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cada ser humano nace con una capacidad potencial de interioridad. Y dejando de lado el

llamado o la elección divina. Lo que conocemos, bien, es la llamada o la elección social.El privilegio divide y dispone. La potencialidad del uno se cultiva, la del otro se destruye.Hoy más que ayer, en la nueva división del mundo, y en la nueva partición de lasociedad, todos siempre más o menos encubiertos, más o menos falsificados, muertos,

inexpresados.La gran historia es más humanitaria que la mediocre y pequeña historia. El hombrecomún necesita ser dominado por los acontecimientos para reconocer en sí la cualidad dela individualidad. Lo interior es como despertado y desafiado, a la prueba de su propiafuerza. Una condición que la historia moderna descubrió, conoció, valorizó. En ella, elconflicto fue permanente, lo que cambió es el grado de intensidad, de difusión y de

violencia. La sociedad moderna no ve solo la guerra como continuación de la política conotros medios, sino que ve la economía como continuación de la guerra con otros mediosaún. Pero mientras que en la política y en las guerras es siempre uno u otro el que ganaen función de las mejores formas de organización de la inteligencia y la fuerza, en laeconomía es siempre el mismo el que triunfa, el que ya posee el capital y el poder. Es en

verdad el mercado esto es la Zivilisation de la guerra, pero en la civilización,

modernización, mundialización, a diferencia de la Kultur  y de la revolución, haypredestinados, el victorioso y el perdedor. En el libre mercado, los obreros nunca hanvencido políticamente, sino cuando se los autoriza a volver a pintar en oro sus cadenas.La social-democracia clásica comprendió esto marxianamente y predispuso en

consecuencia los instrumentos de la organización. Y el socialismo político, el socialismode Estado, el socialismo de los comunistas lo comprendió, más radicalmente, acelerandoel pasaje hacia la era de las guerras. En efecto, mientras que en el gran siglo XX, lapolítica con o sin guerra, tenía la primacía sobre la economía, la salida final de laconfrontación siguió siendo dudosa. Las esperanzas mesiánicas de transformación de las

viejas relaciones sociales alimentaban el corazón de las masas y el espíritu de losindividuos. La política era lo que debía ser para cambiar las cosas, una pasión colectiva,algo más que yo-pienso o yo-soy, este fundamento metafísico del individuo moderno. La

política que se hizo revolución, en el siglo XX de las guerras, intentó este infeliz asalto alcielo. La sustancia que se hace sujeto con lo moderno, según Hegel, como tal fue

ocupada y transformada en sujeto colectivo consciente de sí, clase con conciencia declase, que liberando su propio partido, liberaba la totalidad humana. No la declaración deprincipios: todos los hombres nacen libres e iguales, y en consecuencia también losservidores, también los esclavos, también los sometidos. Este es el paradigma ideológicoemancipatorio universalista de las revoluciones burguesas. No. Al contrario. Cuando se

liberen los oprimidos, los explotados, los subordinados, todos serán libres. Solo liberandoesta parte, es que se podrá ver surgir una humanidad libre. Grandiosa visión apocalípticade la historia universal, desde el punto de vista de una parcialidad política, con los signosde la revolución proletaria. El comunismo del siglo XX es esta autodestrucción de las

cosas, surgiendo, explotando, y luego arraigándose en una voluntad política organizada.No es el nombre que permaneció adjunto a una experiencia que, en la miseria del final,no tenía ya nada que ver con la grandeza de los comienzos. Si no se hace un arreglointelectual de ideas y de palabras, este siglo se habrá muerto, inacabado, incomprendido,y en la cumbre de su espacio trágico de vida, al final decaído. 

Fuerza contra violencia

En la decadencia del siglo, en el trasfondo de su origen, está la caída de la idea de

comunismo. Si el movimiento obrero ha sido el último sujeto de la política moderna, laforma comunista de organización, como partido y como Estado, ha devenido la expresión

última del movimiento obrero. La historia de la relación entre la idea de comunismo y las

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categorías modernas de la política deberá ser reconstruida y juzgada, no sobre la base de

sus resultados, sino a través de las premisas, los pasajes, los cambios de dirección, lasafinidades e incompatibilidades, las promesas no mantenidas y la dura lex sed lex de losmecanismos de movimiento del mundo social humano, sujeto, como siempre, a la eternaalianza del poder y la riqueza. Es demasiado pronto para hablar de comunismo del siglo

XX, no porque las atrocidades del final, como se dice, están demasiado próximas, sinoporque debe aún madurarse en nosotros la mirada capaz de ver, por qué debeevolucionarse y ampliarse la vía hacia nuestra nobleza de espíritu eckhartiano, por lavirtud del “traslado”, susceptible de abrírsenos a la catarsis de la tragedia. De lo que sepuede hablar es del episodio menor que se llama habitualmente el hundimiento delsistema socialista. Un desenlace con forma de farsa, parodia, una comedia sin actores de

primer plano, ni príncipes ni pueblo, ni dirigentes ni masas: los primeros reformadores osepultureros, fantasmas pálidos en la noche de la política, los otros, espectadoresteledirigidos hacia los paraísos artificiales de Occidente, en la disolución de una sociedad.1989 no es, no será un dato histórico epocal, a pesar del espectáculo montado por lospífanos de la contrarrevolución. Nada comenzó en 1989, porque nada terminó en ese

momento. Han sido necesarios tres años, de 1989 a 1991, para confirmar

burocráticamente una muerte ya ocurrida desde hace algún tiempo. Los sistemassocialistas sobrevivieron al fin del socialismo. Reanudo esta tesis, bien dolorosa para mí también: la tentativa comunista de construcción de una sociedad socialista ya falló apartir de los años sesenta, coincidiendo paradójicamente con la explosión de la

contestación en Occidente. Forma de organización y forma de movimiento, entoncescontradictorios, caerán a continuación juntas. Y sobre esta base, todo el proceso mundialde modernización siguió su curso, en absoluto llevado por la propensión a la innovacióndel nuevo capitalismo, pero asumiendo una dirección conservadora sobre el planopolítico. Ninguna práctica de reforma avanza si no es acompañada, alimentada, sostenida

por un pensamiento de la revolución. Los reformistas no lo comprenderán nunca. Y poreso no vencerán jamás. Aprendimos que eso vale para las reformas en el seno delcapitalismo como en el socialismo. El XXª Congreso tuvo un carácter neorevolucionario:

sí, fue un gran acontecimiento dramático. Pero estabamos aún en la edad de la política,los sujetos eran aún las clases, los instrumentos los partidos, la fuerza declinaba como

Estado, las masas eran las protagonistas de la historia. Teníamos razón, nosotros, jóvenes intelectuales comunistas, de estar al lado de los insurgentes húngaros, pero –yeste es el problema insoluble de la revolución en Occidente- la razón de Estado socialistano tenía la culpa de poner fin al partido que se jugaba entonces con sus blindados. Era laguerra. En Hungría y en Suez se arreglaban las cuentas internas a los dos bloques. La

guerra fría mundial descargaba sus energías rechazadas a la periferia de los imperios. Ycon el después de Stalin, las críticas internas del estalinismo estaban obligadas ellasmismas a decir: la guerra continua. Lo que se podía comprender en 1956, no podrá yacomprenderse en 1968. Praga es el comienzo del fin del socialismo. Era quizás entonces

y a partir de allí aún posible reformar el sistema. Praga era una ciudad símbolo para laEuropa central. A fin de los años sesenta, estos movimientos parecían unificar las dospartes divididas de Europa, Oriente y Occidente. El proceso estaba firmemente en manosdel partido comunista, cuyos hombres e ideas se habían renovado. Había algunaingenuidad democratizante. Pero utilizada con inteligencia, por los grupos dirigentes

sagaces, no perdía nada y podía incluso ser útil. Sobre todo se terminaba prácticamentela guerra fría. No hay tratado de paz que ponga formalmente un término a una guerra nobelicosa. Esto también era una novedad. La distensión no había comenzado todavía,nunca había habido paz. Esto no era ni la guerra ni la paz. En esta suspensión del estadode excepción, sin retorno a la normalidad, el socialismo, firmemente, sobrevivió a si

mismo, sobrevivió a la quiebra ya ocurrida del sistema.Pero es una verdad que es necesario decir, dura como el acero que un hombre hizo sunombre. El socialismo no sobrevivió a la era de las guerras civiles mundiales. Explotó ensu corazón, nacido por ellas, con ellas había vivido y por ellas había vencido. El

socialismo no provocaba. Contrariamente al capitalismo, la guerra no formaba parte de

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su naturaleza. Más bien lo sufría, lo soportaba dolorosamente, y al mismo tiempo le era

útil y necesario como momento de movilización total del pueblo contra un enemigoexterior. No era una gran novedad. Este comportamiento es típico de todo sistemaautoritario. A lo sumo, la novedad tenía estos esponsales entre nacionalismo gran-ruso ydemocracia de masa. No es casualidad si el punto más alto de cohesión interna de este

inmenso país compuesto de tantos pueblos fue la guerra patriótica antinazi. En los añosque siguieron inmediatamente, la URSS fue la verdadera heredera del sistema políticoreal-imperial austro-húngaro, confederación de pueblos bajo la vigilancia inflexible delpequeño Padre. Y eso, no era Stalin, era el partido. Por otro lado, una parte consistentede los intelectuales occidentales había conocido el socialismo a través de esta figurafascinante y estaba enamorada, a pesar de alentar desilusiones y traiciones precoces. La

guerra fría, si es posible de manera más totalizante en relación al pasado, habíaimpuesto una  prorogatio a la atribución de autoridad. Esta fue puesta en crisis por el finde aquella. La política de distensión fue una gran política capitalista. Quizás la última. Poreso es porque más tarde, y hasta hoy, no fue ya necesaria, por la ausencia de unenemigo creíble. Entonces, este estado de confrontación sin guerra y sin paz fue

tremendo para los sistemas socialistas. El socialismo, retirado del conflicto político y

obligado a la competencia económica, fue vencido sobre este terreno. Cuando no se tratamás de política contra economía, el capitalismo es siempre vencedor, con todos y sobretodos. Cambiar el paso de la confrontación de la política a lo económico fue el armavictoriosa del antisocialismo. De ahí la lucha sobre la técnica. Las categorías de la política

encontraron en el siglo XX este terreno inédito de aplicación. No se retiraron, lo ocuparony sometieron. Después de la bomba, la producción siempre más sofisticada de armasofensivas y defensivas ha sido el terreno privilegiado de la política. Aquí también, elsocialismo se encontró en dificultades. Como en el otro terreno, aparentementeinofensivo, de aplicación pacífica de la técnica en las supuestas empresas espaciales. Allí,

el símbolo se mezcló con la ciencia y la ideología en una mezcla extraña donde la idea deprogreso humano finalmente no funcionó, como siempre en la época moderna, más quecomo máscara de desarrollo económico. Los pasos ridículos de los hombres sobre la Luna

no redujeron un centímetro la distancia de riqueza y poder que separa y opone al interiorde la relación social humana, país por país, y entre mundos y mundos. Podemos

tranquilamente decir que las fugas futuristas fuera del mundo, incluidas las técnico-científicas, sirven para confirmar y consolidar las injusticias humanas. En este siglo, laciencia ha sido el sirviente de la política. No sirvió al Príncipe, sino que fue función de losmecanismos de los sistemas. Hasta allí para sustituir los aparatos ideológicostradicionales. Tras las guerras, el socialismo se desarmó literalmente: economía, ciencia,

técnica, ideología, todas estas armas de la política del siglo XX no estaban más en susmanos. No es el deseo de libertad de los pueblos el que venció. Ni incluso el complejomilitar-industrial del capitalismo. Lo que venció, es el complejo económico-científico ytécnico-ideológico, sin gran política, autónomo con relación a él, una terrible mezcla de

innovaciones sin transformación, el reverso de la revolución conservadora, una clase deconservación revolucionaria de las cosas. Sorprendentes, y deprimentes imágenes deteatro permanecerán en la memoria de los que vendrán después de nosotros: losprotagonistas oscilantes del acontecimiento, sobre una y otra escena, y el público queestá allí todavía aplaudiendo.

La paradoja histórica del socialismo que declina y que muere después de la guerra, debeexplicarse y reexplicarse sin descanso. No se volverá jamás sentido común intelectual.Pero las investigaciones bien específicas de minorías podrán definirlo y mostrarlo. Larevolución proletaria del siglo XX se encuentra en la gran guerra, la construcción delsocialismo en un solo país se encuentra entre las dos guerras, la única reforma posible

del socialismo, la desestalinización, se encuentra en la tercera gran guerra. He aquí lostres episodios decisivos. El resto, en la segunda parte del siglo XX, es la historia menor.Se podría decir que revolución y guerras son dos hermanas siamesas, dos cuerpos conuna parte de sí en común. Pero esta idea, del joven Hegel, de libertad y destino no nos

pertenece, a pesar de las apariencias. Somos los hijos de la cultura de la crisis, nuestro

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padre intelectual es el pensamiento negativo, incluso cuando decimos: teología política,

nos apresuramos a precisar: teología política negativa. Cuando el discurso se acercapeligrosamente a un abordaje de filosofía de la historia, la mano de las palabrasinmediatamente se retira, prevenida y desilusionada. Lo que se determinahistóricamente, es la política. Como lo es, por excelencia, la política moderna. La obra

científica marxiana se encuentra en la paz de los cien años. Marx nace mientras la era delas guerras civiles europeas se termina, en plena Restauración. Los episodios de rebelión,que anticipa, en una perspectiva típica del pensamiento revolucionario, el carácterproletario, 1848, 1871 en París, son ya respuestas a condiciones históricas insoportables.El filón clásico en el cual coloca la presencia del movimiento obrero es la lucha por la jornada de trabajo. Presencia organizada en la producción que acompaña que precede y

empuja el largo pasaje de la manufactura a la industria. Aquí el movimiento obrero –y yadijimos esta cosa importante- asume esta tarea específica de civilización desde el puntode vista moderno de la relación social de clase. Del Cartismo a las dos primerasinternacionales, es de esto de lo que se trata. Y todo el siglo XIX es este crecimientocivil, organizado por la base, de las formas de solidaridad social, contra la figura aislada,

individualizada, egocéntrica, del patrón. Ya entonces el movimiento obrero encuentra la

política moderna, en su función, que fue la del  jus publicum europaeum, de civilizaciónde las formas de la guerra. Ya en el siglo XIX la sustancia de la política moderna se hacesujeto obrero. Es el siglo XX el que cambia el marco, tanto para uno como para el otro, yobliga a uno y otro a tomar una forma diferente. El desarrollo pacifista del capitalismo

falló, en Rusia como en Occidente. El proceso de concentración de monopolios, lafinanciarización de la relación de capital, el colonialismo brutal y en consecuencia elimperialismo del capitalismo, son las grandes mutaciones antimodernas. Por ello seránecesario leer, haciendo saltar la ortodoxia de las categorías económicas. Una regresiónde la civilización, aunque a continuación sobre el largo período volvería a ser un motor de

aquella. Típica dialéctica capitalista, que, a través de enormes desequilibrios inmediatos,reproduce en el tiempo un equilibrio ampliado. He aquí lo que funda la relación orgánicadel capitalismo y la guerra. Era necesario para eso la era de las guerras civiles

mundiales. Los obreros y la política se encontraron hablando la lengua de la época,sabiéndolo, como es propio de los grandes sujetos. El movimiento obrero fue obligado a

hacerse leninista y comunista, a hacerse Estado con la revolución. La política modernafue obligada a continuar la guerra por otros medios, y después de dos Guerras Mundialescalientes aprendió a hacerlo con la guerra fría. Esta contrición de mediana duraciónmarcó el período breve. Las clases subalternas, dedicadas por naturaleza ehistóricamente a la paz, en sus rebeliones, debieron responder a la violencia por la

fuerza: en un caso por la fuerza de la revolución a la violencia de la guerra. La claseobrera se encontró, no en este destino humano, sino en esta condición históricaconcreta. A lo sumo tuvo el valor agregado de su especificidad social. La política modernale había enseñado el uso preventivo de la fuerza. La historia moderna le había mostrado

que fuerza y violencia son dos conceptos no solamente diferentes sino opuestos. Lafuerza es la relación de fuerza, dimensión colectiva del conflicto, masas conscientes enmovimiento, luchas y organización, organización y luchas, crecimiento calculado de lapresión sobre las contradicciones del campo adversario, conocimiento de estas paraafectar el justo objetivo, en el momento preciso. La fuerza apela al intelecto. El conflicto

es saber. El golpe de fuerza debe ser un acto de civilización. Macht et Kultur . La fuerzatiene necesidad de ver. Es la violencia la que es ciega. Afecta donde puede. Y apunta adestruir. Es individual, aunque contempla la masa. No conoce, no quiere conocer,confunde, quiere confundir. El que es débil elige la violencia. El que tiene la fuerza nonecesita de la violencia. El acto de violencia es siempre manifestación de barbarie.

Incluso aunque es una imposición de la modernidad sobre las relaciones antiguas. Lahistoria moderna supo ser violenta de manera nueva. Gewalt y Zivilisation. La fuerza eslo negativo de la resistencia, la violencia es lo positivo de la agresión. Simbólicamente,dos decisiones definen los dos marcos: la declaración de huelga y el acto terrorista.

Formas de acción ideales y típicas de la época moderna. La huelga es por excelencia

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decisión colectiva, acción que interrumpe la actividad, es un ”no”, no a la continuación

del trabajo, lucha no violenta, conflicto sin guerra, cálculo racional de fuerzas enpresencia para desplazar las posiciones, las nuestras y las del otro. El movimiento obrerose representa en esta forma de acción social, donde el individuo trabajador da concienciay fuerza al mismo tiempo a sus camaradas y a sí mismo contra una parte contraria.

Habrá tantas otras formas de lucha, pero con estas mismas características. Las formasde lucha revelan los objetivos del movimiento. El terrorismo es una iniciativa deindividuos y de grupos sobre los individuos y los grupos. Es una acción positiva,concluyente, para conmover a unos pocos y educar a cientos, un fundamentalismopolítico, un ser-para-la-muerte brutal y rudimentario, donde el que combate se anulaante sí mismo como no lo son los que combaten. No hay objetivo noble para una decisión

tal. Y la violencia termina por retirar la fuerza a la parte por la cual uno cree luchar. En eluso pacífico de la fuerza se expresa la alta madurez de los hombres en sociedad. En laviolencia sobre las personas, hay una clase de regresión infantil. Este pedazo de sigloconoció y conoce el pequeño terrorismo de grupos armados políticos, religiosos, étnicos.El exterminio de masa, la violencia ciega, la acción positiva y demostrativa de muerte,

fueron los Campos y el Gulag, pero también los bombardeos en ráfaga sobre las

poblaciones civiles y la conclusiva, decisiva, del terrorismo atómico. En la búsqueda de lasolución final, ningún sistema y ninguna ideología es inocente. El siglo XX muere sobreesta cruz: la fuerza como violencia, la política como guerra, el ser como muerte. Nospreguntan: por qué es que se piensa esto cuando se dice el siglo XX, y no la era de los

derechos? 

Obreros y política

El movimiento obrero en el siglo XX fue trastornado por el destino de la política. Es conMarx que tiene lugar el encuentro de los obreros con la política. Pero el encuentro sigue

siendo inacabado. Atracción/repulsión, amor/odio. Marx no entendió el carácterespecíficamente moderno de la política. Hizo justificadamente una crítica de la ideología yse detuvo allí. Gran anticipador del futuro capitalismo, no previó el futuro de la política.La era de la guerra como sistema concreto y provisional del mundo del mañana se leescapó. Se pueden emitir dudas en cuanto a la posibilidad de encontrar en su obra una

teoría del hundimiento –un Zusammenbruchstheorie- del sistema económico. Pero sepuede sin equivocarse afirmar que está ausente de su pensamiento la posibilidad de unhundimiento de la política. Que se produce más exactamente un siglo después de sumuerte. ¿La política moderna no podía pues funcionar? ¿No podía ir sino a la catástrofebajo el peso de sus contradicciones insolubles? La tragedia de la política en el siglo XX no

es haber entrado en la era de las guerras civiles mundiales, sino no haber salido. Nohaber salido con una “gran política” como alternativa a la guerra. Es probable que el

capitalismo no estuviera en condiciones de hacerlo. La idea y la práctica de la guerraentre los hombres le es por demás orgánica. Pero por qué el socialismo no lo hizo? Heaquí la cuestión inquietante. La quiebra del movimiento obrero tiene esto. Y no el hecho

de arruinar aquí y allá alguna democracia parlamentaria. O de hacer aquí y allá callar aalgún poeta del alma. El lugar, el tiempo, es el de la quiebra histórica de la clase obrera:que espera ser enteramente pensada. La clase obrera: en Occidente no llegó aemanciparse de sus orígenes subalternos para convertirse clase dirigente, dominante deuna manera nueva, hegemónica. Se hizo sindicato, se hizo partido, se hizo gobierno,

pero no se hizo Estado, es decir, entre otras cosas también, Orden, Reino, Verfassung,Constitución, y cada una de estas palabras-concepto tiene su sentido histórico y teórico.En Oriente, la forma de dominación que asumió es más la herencia de la historiamoderna que la de la política moderna, es decir de la política reducida al Estado,

concebida por el contrario en su forma precisamente histórica de monopolio de la

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violencia. La forma comunista del movimiento obrero fue la primera que debió tomar el

cambio de dirección de la política en el siglo XX. Mientras que la social-democracia clásicase retrasaba en las formas del siglo XIX de organización y de acción política, losbolcheviques entendieron el nuevo ritmo del tiempo histórico, el aumento considerablede la intensidad del momento político, sintieron la energía acumulada en el aire de esa

época en estado de explosión y fueron realmente una vanguardia, entre las vanguardias,que abrían y leían en otras lenguas el libro de ese siglo. Aprovechar la ocasión de larevolución: solo el que tiene una gran anticipación en relación a su época y sabe quedeberá esperar el cambio de dirección, puede hacerlo. Dejar pasar la ocasión sintomarla: todo el mundo sabe hacerlo. Basta con permanecer enclaustrado en su tiemposin ver las señales de la crisis. Mientras que todo el mundo veía el criterio de la política,

la ley de la enemistad, en la guerra, sobre los frentes, entre las naciones, solo Lenín,casi, ve el amigo/enemigo en la alternativa entre revolución y guerra. Es mejor sufrir untratado sin gloria que prolongar una masacre inútil. Contra la guerra como historiaeuropea, la política como revolución rusa. Allí nace el comunismo del siglo XX. Dospalabras resonaron mucho más que todos los golpes de cañón: ¡la tierra, la paz! Y el

espectro que atormentaba a Europa tomó la cara humana, decidida, de los soldados, de

los obreros y de los campesinos. La política de Octubre lleva un golpe severo a la historiacomo guerra. Pero no vence definitivamente. Ella misma será vencida más tarde. Vimoshasta que punto la consecuencia de la revolución será condicionada por la guerra. Y contodo. Los comunistas están solos para intentar realizar el socialismo. En un solo país, en

un mundo enemigo, a partir de condiciones en gran parte pre-capitalistas. Las otrasformas del movimiento obrero ni siquiera intentaron eso. Hoy, se da por normal nollamar socialista al que eliminó el socialismo de su programa principal. Los comunistasfallaron en la tentativa de construcción del socialismo. Y si fallaron, todo hace pensar, ytodos en efecto piensan, que el socialismo es impracticable. No es una comprobación de

efecto menor. Es de allí que será necesario volver a salir para medir la nueva relación defuerza con el capitalismo. Por otra parte: si los obreros no consiguieron vencer al capital,el capital parece prácticamente invencible hoy. He aquí el estado de las cosas. Somos

todos –la izquierda europea- post-comunistas. En la medida en que venimos después deesa experiencia, intentada y luego fallida. Se podría hacer el cálculo, material, de la

fuerza adquirida, después de esta tentativa, por los trabajadores de Occidente y losdesheredados del mundo, de su potencial de libertad y su posibilidad de mejorescondiciones de vida. En qué medida el capitalismo ha cambiado históricamente tras elgran miedo obrero. Pregunta: ¿se está seguro que habría habido un welfare state, sin lasluchas para su conquista, sin el terror ejercido por la amenaza de una dictadura del

proletariado? ¿Habría habido un capitalismo reformador, de la América rooseveltiana a laInglaterra laborista, sin la presencia, en medio de la historia del siglo XX, de la Rusiasoviética? Hoy las certezas solo permanecen en la cabeza de los grandes archivistas.Incapaces de cerrar el proceso con el sentido trágico del final, lo suprimen, lo niegan, lo

maldicen, se alejan de la cruz, y por tres veces antes del alba, garantizan que nunca lohan conocido. Pero hay otra vía, olvidada y solitaria: declararse herederos de la derrotade la revolución y, al mismo tiempo, los herederos de la revolución.Entre los obreros y la política, solamente el comunismo fue capaz de la gran mediación.De una mediación necesaria. Porque los obreros no son, nunca han sido, una clase

general. De ahí su fuerza y la dificultad, con esta única fuerza, de vencer. Interés parcialy no particular. De una parte, no de un cuerpo o de una categoría. De una parte que escon todo la representación de una contradicción central para el largo período de lahistoria moderna, la del trabajo humano en la relación de capital. Todas las otrascondiciones que se enumeran hoy son, con relación a aquella, un arrugamiento de olas

sobre el mar de la tranquilidad. El movimiento obrero resolvió la contradicción históricaen la política. En diferentes grados de intensidad. La forma comunista de organizaciónfue el grado de intensidad más alto para el cual los obreros expresaron la política. Larelación entre clase obrera y política moderna, que ya había hecho entrever una

posibilidad de encuentro entre vocación y profesión, desde el cartismo hasta la social-

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democracia clásica, se vuelve más estrecha en el movimiento obrero comunista bajo una

forma, la del partido, que debía traducir el carácter parcial de la fábrica en generalidadsocial, antes que haga lo mismo, por iniciativa propia, con sus instrumentos, y contra losobreros, el propio capitalismo; como ocurrió más tarde, por integraciones progresivas ysucesivas, el resto del movimiento obrero esperando condiciones más favorables. Repito:

la revolución rusa falló en Occidente. La gran ocasión fue la del principio de los añosveinte. Clarividencia genial de la escisión de Livorno. No es el nacimiento, sino ladebilidad de los primeros partidos comunistas en Europa, que fue la causa de la derrotade entonces, y de las que siguieron. Cuando, después de la segunda guerra, los partidoscomunistas fueron suficientemente fuertes en algunos países, era ya demasiado tarde. Yfue sabio entonces no intentar la experiencia. La forma comunista de organización

recorrió todo el arco de la política moderna. El movimiento obrero era, natural ehistóricamente, anti-jacobino, anti-anarquista, anti-populista. Los comunistasconfirmaron, en la teoría y ciertamente no siempre en la práctica del partido, estanaturaleza histórica. La política moderna, a su vez, estuvo siempre expuesta a laspeligrosas tentaciones vis-á-vis del jacobinismo, del anarquismo, del populismo. La forma

comunista de partido político, de una manera muy distinta que la dependiente de un

modelo único, intentó por ella y le ofreció una solución original: la de la relaciónvanguardia/masa, entre intelectual colectivo hegemónico y cultura subalterna difusa o,para emplear aún imágenes gramscianas, entre Príncipe y Pueblo. Esta tentativa pudonacer, pero no llegó a desarrollarse. Solo podía salir bien si salía bien la construcción del

socialismo. Sin ella, y con la caída de éste, la forma de organización se extinguió. Sepuede decir de esta manera: el partido no reconoció en el socialismo un autonomía delEstado, y no reconoció en el capitalismo una autonomía de la clase. Pero la políticamodera era precisamente este juego de autonomías, de lo social a lo político, de lopolítico a lo social, de lo económico hacia lo político y lo social, de lo institucional a lo

 jurídico, de éste a aquel, diferencia que es necesario gobernar, “zorro” y “león”, a travésdel instrumento forma del partido, gran sujeto de la mediación, y sujeto de la granmediación, entre masa y Estado. Proyecto realista y utópico este comunista. Realismo y

utopía: las características que fundan el criterio de la política moderna. En 1989 muertede Nicolás Maquiavelo. Y, con él, Tomás Moro.

Sigue intacta, sin respuesta, antes que irresuelta, la terrible pregunta: ¿por qué elmovimiento comunista, que salió reforzado de la era de las guerras, se hundió con lapaz? Las consecuencias políticas de las dos primeras guerras mundiales habían visto elnacimiento y consolidación del campo comunista. El fin de la guerra fría, sin vencedoresni vencidos, había mantenido en cualquier caso el equilibrio de fuerzas. La respuesta es

tan terrible como la pregunta. El pensamiento no puede tener miedo de sí mismo.Avanza sobre un terreno minado. Su habilidad consiste en no poner el pie en mal lugar.Debe alcanzar la última frontera del problema. Y de allí observar la solución posible. Elsentido del límite, del que se habla hoy, pertenece a una deriva moderada de la opinión

intelectual. Ni una sola idea sale, incluso bajo tortura. No, es necesario reanudar sobre sí el trabajo doloroso del concepto. Pues. He aquí la respuesta: el socialismo no llegó a serotra cosa que el comunismo de guerra. Y la identificación, oficial, del movimientocomunista con el movimiento socialista fue terrible. Después, no había lugar para otraforma, ni figura, para otro horizonte, ni mirada, que en el crepúsculo del Occidente viera

a lo sumo el nuevo principio. Porque el movimiento comunista, última representación delmovimiento obrero, encontró la política moderna en el momento final. El siglo XX es elmomento del fin de la política. Nacida para sobrepasar la guerra, la política moderna fuedominada por la guerra. La mundialización armada del conflicto entre las nacionessometió las categorías de la política, las dobló y redujo a sí. En la guerra fría, con el gran

arma que hacía callar por la fuerza, está la última venganza de la política. Pero ladistensión no quiere decir Weltpolitik . Quiere decir Weltökonomie. Se entendió a queservían las guerras mundiales: a producir la mundialización definitiva de la economía. Esallí donde el capitalismo ha vencido definitivamente. Y allí donde el movimiento

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comunista, única fuerza anticapitalista a nivel mundial, más a causa de sus orígenes que

de su resultado, encontró su hundimiento.Es mejor volver a salir de este dato trágico de la realidad que del pasado de una ilusión.La argumentación más soportable entre todas ellas, imposibles de entender, queacompañaron a 1989, decía: la construcción del socialismo falló, pero las razones que la

empujaron están intactas ante nosotros, en el mundo contemporáneo. Alternativa: elmovimiento comunista usurpó un nombre, pero el comunismo permanece en el corazóndel hombre, como un horizonte ideal no alcanzado e insatisfecho. En este orden de ideas,Bobbio y Luporini. Hasta hace algunos años la afirmación voluntarista de Bloch nosagradaba: comunismo es lo que los hombres entienden desde siempre por la palabra “moral”. Argumentos tranquilizantes de pensadores creyentes, cuyo rastro se perdió.

Puede ser que las razones de la revolución socialista estén aún presentes en el mundo,pero no se expresan más en la tensión hacia esta idea, hacia este mito, hacia esteobjetivo: nombres diferentes para sensibilidades diferentes. Como estas razones seexpresan, si se expresan, permanece en el misterio. Ningún análisis científico puederevelarlo. Hay quizás un sentimiento religioso que sale de las periferias del mundo y que

sería necesario retraducir en teología política revolucionaria para Occidente. Pero es

mejor dejarlo caer. Y luego en el corazón de los “últimos hombres”, no se ve mucho,dada la oscuridad: sepulcros vacíos después que el Resucitado se haya ido. Comunismono es ya tampoco la cosa simple difícil de realizar de Brecht. La supuesta complejidaddisolvió su constitución natural elemental e hizo una tarea acrobática para los atletas del

espíritu. El futuro no le pertenece. Solo un “salto de tigre” en el pasaje del siglo XIX nospuede hacer comprender lo que llegó. Sabremos así que, en este siglo, comunismo haquerido básicamente decir “ser comunista”. Una modalidad, una forma, una experiencia,una elección, de existencia humana. Este libre horizonte de vida se reveló más extensode realizaciones obligadas de la historia. Probablemente el error haya sido más asumir y

solamente sobre sí la finalidad positiva de la construcción del socialismo. El comunismoes originariamente un movimiento de lo negativo. Es un no de la historia a sí misma, acomo ella, hasta allí, ha sido. Dimensión, por lo tanto, de pura política, verdadera. No es

la idea abstracta, sino el nombre político que cuenta. Nace, y los comunistas seconvierten en sujeto histórico, en el escenario apocalíptico por el cual se abre el siglo XX.

Significa la comprobación/inversión de la historia moderna: la guerra es la verificación, larevolución la inversión. La decisión del nombre de comunistas y el acontecimiento delsalto político de la historia que siguió, trastornó de un solo golpe el gradualismoreformista, la muerte del marxismo, la civilización democrática, la modernizacióncapitalista: todas las ideas y prácticas ya viejas entonces, que el principio del siglo liquidó

y que el final del siglo nos propone como oportunidades inéditas de futuro. Venían todas,vienen todas, de una época que había mezclado positivismo, historicismo, neoidealismo,cientificismo, en una síntesis retórica del siglo XIX de fe en el ineluctable progresohumano. El siglo XX, que había nacido barriendo este pasado, muere en nosotros

devolviéndolo como presente. La decisión comunista de la revolución fue una divergenciacon relación a su tiempo. Se colocó, de manera brillante, en la revolución de las formasconsustancial al siglo XX. Cuando, en toda la lengua, y en consecuencia en el arte, en laciencia, en todos los campos del saber, y después en la consciencia y más allá de suslímites indeterminados, ocurrió el salto liberador fuera de las viejas formas, hubo

revolución también en las formas de la política, es decir en este eterno lenguaje socialhumano. Bajo el nombre de comunista, entonces, el movimiento obrero no se limitó aencontrar la política moderna, sino en una situación de excepción, la transforma, larevoluciona. El Príncipe se hizo Partido, la Utopía devino Estado: la historia se invirtió ensu curso por la política. El alma, antigua, y las formas, nuevas, -según la imagen

espléndida del joven Luckacs- se encuentran en la figura maldita de los proletariosvencedores.El comunismo del siglo XX no es sino eso. Pero fue eso mucho tiempo, y con talprofundidad y tal intensidad, que la época tan larga de la decadencia y de la muerte

devenida ella misma, con el segundo siglo XX, en historia menor. Para el gran

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acontecimiento que marca la época, cuando se inserta bien en el curso de los años, este

tipo de operación intelectual es siempre útil: conectar los dos hilos, para ver si lacorriente pasa, entre el tiempo del principio y del final. Urzeit , Endzeit : y nada más. El “entre” los tiempos intermedios, es importante, pero no decisivo. En el mientras tanto,hay adaptación, la adaptación, la corrección, que puede ser desviación o involución. El

socialismo de los comunistas: resplandor del principio, grisalla del final. En torno a 1989,tenemos todo verano, con ligereza, en proceso. El proceso era cuantitativamente deenorme proporción, cualitativamente de enorme proporción, cualitativamente deinsignificante nivel. La peor de las respuestas fue el miedo de ser llevado por elhundimiento. Se hizo creer que no se trataba más que de un cambio de nombre,mientras un mundo terminaba. Nos dimos cuenta después, poco a poco, mientras que se

descascaba el hilo de las cosas, pequeñas, insípidas, luego inútiles o perjudiciales quesiguieron. En la muerte del socialismo, contó y contará para el futuro, más que elacontecimiento en sí, esta desproporción abismal entre el significado del hecho ocurrido yla miseria de los sujetos que lo administraron y expresaron. Nada más que esperar queuna decisión última sin pensamiento decisivo y sin acción trágica. Algo de devastador

debía realmente ocurrir durante las dos décadas precedentes para determinar una

situación de este tipo. Las izquierdas occidentales no están autorizadas a auto-absolverse, e incluso auto-celebrarse, por haber asistido pasivamente a la progresión dela enfermedad mortal del socialismo. En primer lugar, porque ellas no eran losprotagonistas ciertamente de una de sus aventuras exultantes específicas. Además,

porque ellas habrían debido saber que los dos destinos, movimiento obrero yconstrucción del socialismo, a pesar suyo se habían cruzado de una vez por todas, y un justo desgarramiento de las formas era otra cosa que una ruptura con la sustancia de latentativa. Lo que en realidad sucedió verdaderamente, después del fin de la era de lasguerras, es que la historia vuelve a tomar en mano el siglo y expulsó la política. Dicho en

términos menos inspirados, pero de más peso, el capitalismo encontró plenamente elejercicio de su hegemonía, con sus propias armas, estratégicas, de la fuerza económica,de la potencia financiera, de la violencia tecnológica. Las culturas, la ideología, el sentido

común de masa, el buen sentido privado, la opinión mediatizada, siguieron. Haberpensado que el hundimiento del socialismo era al final más conveniente que una reforma

del socialismo, fue el suicidio del movimiento obrero en Occidente.Es necesario aprender desgraciadamente con asco a recitar las cosas ya dichas. Es unailusión creer que un pensamiento, en tanto es pronunciado, puede comprenderse. No setrata solamente de la opacidad de esta realidad, que permite muy excepcionalmente lainteligencia de los acontecimientos. Hay, dentro, el hábito, respaldado por la sociedad de

la imagen, el discurso sin pensamiento. Así pues. La construcción del socialismo en unsolo país falló así como su aplicación a un campo de países militarizados para la guerra,porque falló la revolución en Occidente. Fue vencido después de la primera guerramundial, no volvió a salir después de la segunda, dormitó durante la tercera, dejando

una vía abierta, o la búsqueda de una vía, hacia otras formas de una perspectivarevolucionaria en el capitalismo. La izquierda europea debería observarse a sí mismacuando piensa en la derrota del socialismo en el siglo XX. Y el caso italiano, aquí también, tiene su positividad específica. Los comunistas italianos no eran verdaderossocialistas o social-demócratas políticamente correctos. Su consenso se había arraigado

sobre el sustantivo “comunista”, el adjetivo “italiano” quería dar una forma original alproyecto que contenía ese nombre. El lema del pueblo Gramsci-Togliatti-Longo-Berlinguer, señalaba simbólicamente, sobre un arco de más de sesenta años, lacontinuidad de una búsqueda en la vía democrática hacia la revolución en Italia, paraOccidente, después y al lado y contra la forma de construcción soviética del socialismo.

La forma occidental tendía a configurarse como civilización de la revolución, sumodernización, su inculturación y complejización, su moderación, retraducción subjetivamoderna de la en adelante arcaica y demasiado necesaria ruptura de 1917. No el “gradualismo” de las reformas, sino el “proceso” de la revolución, o el proceso

revolucionario también a través del gradualismo reformador. Se pueden hacer mil

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lecturas tranquilizantes de la obra de Gramsci y de la iniciativa de Togliatti, pero estas

serán la señal y el sentido que indiquen, para después de la era de las guerras, larevolución que, en su movimiento, a cada paso, se cargaba de búsqueda del consenso yfundaba culturalmente cada uno de estos pasos, en una movilización popular eintelectual, de ahí ella extrae su fuerza y organiza las instituciones, para vencer las

resistencias, ejercer una hegemonía, expresar una decisión. Un gran proyecto de praxiscolectiva guiado desde lo alto. El límite fue sin dudas no haberlo elaboradosuficientemente en lo teórico con los instrumentos del pensamiento del siglo XX. Somostodos responsables de lo que hicimos. Y a la cuestión de saber si el dispositivo de esteproceso puede aún ser o volver a ser actual, la respuesta es no. Ahora es lo contrario.Práctica de la política moderna, e idea del proceso de la revolución no pueden estar sino

 juntas. Separadas no existen ni una ni otra. Entre el tiempo del principio y el tiempo delfinal, la chispa de la energía histórica no se enciende. El “iskras” se apagó. Las campañaspueden ahora arder por simple autocombustión. 

Ahora, y para terminar, sobre la autonomía de lapolítica

Ante nosotros, tan cerca que se lo puede tocar, un cambio de dirección, otro Kehre. Lafase de la autonomía de la política concluye. Un largo curso, contrastado, contradictorio,incomprendido, inacabado. Del principio de los años sesenta al fin de los noventa, un

tiempo que no marca más la época. El discurso se experimentó. Y se experimentó másaún que la acción política. Todo el mundo habla del mal de la autonomía de la política ytodos la practican más o menos bien. Es la regla. La ciencia de la política no sabe lo quees. La filosofía política solucionó el problema in captivate. Los políticos creen rechazarlocon un menosprecio ético. Pero la autonomía de la política no es nada más que la política

moderna. Es el nombre que la política moderna toma en el siglo XX. La autonomía de lapolítica presupone el estado de excepción en la historia moderna: la situación de las tresguerras en el siglo. Allí, en efecto, se descubre y se aplica el criterio de la política.Nuestra manera de asumir la autonomía de la política sufrió la “desgracia” maquiavélica.Su asunción teórica coincidió con su inaplicabilidad práctica. Tras los años sesenta, no

hay más estado de excepción. La normalidad, que se reivindica hoy como objetivo, es lacondición de la historia contemporánea desde hace al menos tres décadas. Al precio deabsurdas e inútiles violencias individuales aisladas, todas ocurridas en el cementeriokantiano de la paz perpetua. Todo el discurso que precede –se vio- estámelancólicamente caracterizado por la “nostalgia colérica” (“ zornige Sehnsucht ” Hölderlin

y Tübingen) respecto de lo que el movimiento obrero comunista, y ningún otro, habríapodido hacer y no hizo: imponer-administrar un estado de excepción sin guerra, después

las guerras, con la política, siguiendo el gran siglo XX y llevando a cabo la época. Estedestino estaba escrito en el comunismo de la revolución. En la primera gran guerra ycontra ella. La falta de los comunistas es no haber respondido a su propio destino. Esta

es la razón por la que digo: la condena de los comunistas debe referir a ciertas cosas quehicieron, pero también a ciertas cosas que no hicieron. Por otro lado, hubo grandesoportunidades para que las hayan hecho. Nosotros solamente abrimos una vía para larevolución en Occidente habría favorecido el proceso de reforma del socialismo, pero lareforma del socialismo y la crítica del capitalismo, reunidas en un mismo campo, con las

nuevas experiencias de gobierno y de Estado y con los movimientos subjetivos de masa,habrían, ellas, vuelto a cerrar la era de las guerras, abriendo de nuevo la era política delas convulsiones sociales. El capitalismo mundial no habría estado allí para observar. Peroel capitalismo teme la fuerza, y es capaz de sufrirla. Para sobrevivir, como sistemaeconómico, el capitalismo se adapta a no importa que sistema político. Tal ha sido la

época del segundo siglo XX al cual era necesario obligar. Las sociedades capitalistas

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reconocen la autonomía de la política. Intentan utilizar la política, pero la política puede

intentar utilizarlos. Solo el amigo-enemigo político-económico, a la vez entre socialismo ycapitalismo, podía reabrir un discurso y un curso epocal. Parte de lo más difícil. Quizáshabríamos perdido también aquella. Pero al menos la perspectiva habría seguido abierta.El drama de hoy es que la derrota del movimiento obrero aparece sin una consecuencia

posible de reanudación. Hacer un gobierno sin política es imposible. Y en efecto no sehace el gobierno. Se administra la casa. Crematístico, natural, habría dicho Aristóteles.La gran política día a día es un arte supremo. Requiere el control intelectual de laperspectiva de largo plazo y la habilidad práctica de saber jugarla en un período corto.Requiere la decisión de la fuerza y la fuerza de la decisión. El arte de la simulaciónhonesta unido a la ética de la convicción. El hombre político moderno es por naturaleza

un animal bicéfalo. Unidad de intención y duplicidad de comportamientos van juntas, endesacuerdo perfecto, en la misma persona. La política de los principios universales eséticamente peor, si esto es posible, que la política de la práctica cotidiana. Eticas,naturalmente, del profesional político weberiano, las únicas que vale la pena tener encuenta. La política está más próxima de la mística que de la matemática. Aunque entre

mística y matemática, entre el alma y la exactitud, hay –como nos enseñó Musil- una

correspondencia secreta. Que se encuentra en el siglo XX, en que de Mach se llega hastaDiotime. Sin este curso no hay viaje del espíritu. Un escollo difícil nunca alcanza la partebaja, Será necesario un tiempo solitario para llegar a tocar el final del pensamiento.Desde la esfera pública no se ve ya lo íntimo de las cosas. Y con todo se pudo ver

durante cierto tiempo. La grandeza de la política en la primera mitad del siglo XX, y mástarde aún, consistió en implicar la vida. Existencia y libertad –situación y libertad, lo quevio de manera aguda el joven Luporini- es un tema que descendió profundamente en elsentido del tiempo. Sería necesario aislarlo y visitarlo. Intensas experiencias, femeninasy masculinas, de manera diferente y contrastada, ya lo hicieron. Sería necesario

rehacerlo desde el punto de vista de la experiencia de pensamiento de la política. Porquenunca como en este siglo la política no ha expresado tal grandeza de la vida humana. Almismo tiempo, es verdad, que los peores horrores del corazón humano. Pero feliz la

época trágica en la que la cualidad de ser una mujer y ser un hombre puede compararsea la cualidad de la época que hace la historia. Aquí está siempre la verdadera prueba

para saber qué pedazo de mundo merece morir e incluir que parte del hombre tiene lafuerza de sobrevivir. Haber dado por adquirido, sin combate, la salida del desafío, es lamiseria de estos años. Un pedazo de mundo que no merece simplemente vivir venció,porque se encontró combatiendo finalmente con otro pedazo de mundo que ya se habíamuerto. Una ficción escénica, un artificio teatral que, sin embargo, en la época de su

aparición, termina por dar valor al sistema de vida históricamente más capaz de destruirvalores, el absolutismo del capitalismo, la barbarización de la civilización. Y allí, la partedel hombre que sobrevivió a la selección social de la especie es esta naturaleza bestial demasa, antiguo-burguesa como hommo oeconomicus, y moderna-subalterna como homodemocraticus. Se vuelve a cerrar también la temporada de investigación como táctica. La idea que sepiensa la política de la misma manera que se hace la política: en el conflicto, con lahabilidad de desplazamientos y la fuerza de las ideas, avanzando, atacando y pasandolas posiciones del adversario, haciendo prisioneros entre los pensamientos de los otros y

liberando y comprometiendo los suyos, imaginación y conocimiento, visión del conjuntode frente y preocupación de la batalla aquí y ahora. Lo contrario del pensamientoacadémico y del no-pensar político. Como tales, estas características de la investigaciónestán destinados a permanecer. Lo que no permanece es la motivación de fondo. En estesentido cambia la fase. Aquí, el paso, el ritmo, el tono, el signo, el lugar histórico, la

forma elegida, la decisión teórica, eran todas cosas tácticamente organizadas para dararmas a una estrategia de acción práctica. Una manera superior de hacer de la cultura,desde Marx hasta la revolución del siglo XX, y después más contradictoriamente.Pertenencia: una noble palabra. No estar en algún otro, sino estar al lado, estar de este

lado con los otros, reconocerse en un lado contra otro. Pensar no para sí, sino para este

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lado. Era una clase social, se olvida esto, antes de ser su representación organizada en el

partido político. La palabra compromiso, no dice lo fundamental, muestra el exterior de lacosa. La “traición de los clérigos” fue el grito preocupado de un reaccionario. Y lossucesivos arrepentidos de “Dios que falló”, personajes que comprendieron o poco antes opoco después, en la duda yo no aconsejaría tomarlos como amos de la vida. Por último,

la maldición que cayó sobre la idea de “intelectual orgánico” se soporta con paciencia enespera de que pase esta noche liberal-democrática de las buenas brujas. Mientras tanto,nos preguntan: por qué hay una cultura política en la primera mitad del siglo XX y luegonada más? He aquí la razón: se hace una gran cultura política a partir de un sercolectivo, de un punto de vista no individual, de una razón, o de varias razones, delcontraste entre dos partes del mundo, dos clases de ser humano, dos presencias

sociales, dos perspectivas del futuro. Pero allí hay un punto de problema que ningúnenfoque de análisis social llega a resolver. Y tampoco es solucionado por un discurso defilosofía política. No sabemos si este problema es soluble. Es en todo caso un problemairresuelto. La visión dicotómica de la sociedad del mundo y el hombre, es política, o noes. O actúa, y no piensa, políticamente, y entonces es. No es una cuestión de visibilidad,

es una cuestión de existencia. El que mantiene generosamente que la división en clases

no se ve, sino que sigue existiendo, se conforta y a sus amigos de fe por el día siguienteque cantan. Es verdad, la clase obrera no ha muerto, e incluso al hacer las cuentas anivel-mundo está probablemente destinada a crecer cuantitativamente. Pero elmovimiento obrero está muerto. Y la lucha de clases no existió porque había clase

obrera, la lucha de clases existía porque había movimiento obrero. Es decir lucha yorganización, de sindicato y de partido, conciencia de clase que, como lo recomendabaalguien, era aportada del exterio r, y finalmente Estado, o Estados, que se referían a ellosno más que formalmente en el lenguaje simbólico. La lucha de clases no es un númeroque debe alcanzarse a través de la ley moral que está en nosotros, o a través de un

 juicio estético bien orientado, como lo hacía nuestro hermana con todo bien amadaSimone Weil. La lucha de clases es una realidad fenomenal que se percibe en el espacio-tiempo de la organización, que se conoce con las categorías de la política y que actúa –es

el salto de Kant a Lenín, pasando por Hegel-Marx- con la praxis de la voluntadrevolucionaria. Sin todo esto, solo hay un conflicto social. Pero allí siempre estuvo, antes

de los obreros, como estará más tarde. La larga historia de las clases subalternas, lejosde concluir hoy se ha reiniciado en grande, porque se reunificó a nivel mundial. Solo lairrupción de la clase obrera conscientemente organizada había interrumpido esta historia.Los obreros fueron la primera clase de trabajadores dependientes que no reivindicaronsino que conquistaron una fuerza social, no imaginando sino ejerciendo un poder político.

Esta es la razón por la que, nunca han necesitado utopías positivas, de religionessalvadoras, de milenaristas escatologías. Todas cosas que esta hoy obligada a descubrirdesgraciadamente –lo que no es una casualidad- para mantener la llama del “fuego delespíritu”. De ahí, de nuevo, la alianza heroica, Heldenpaar , obreros de fábrica-política

moderna. Acontecimiento de liberación humana en condiciones de vencer y quetemporalmente vence, no solamente en la revolución, sino en su preparación militante,en su espera activa, en el significado de vida que así singularmente produjo contra el serpara la muerte que atraviesa el siglo XX. Una vez vencido el movimiento obrero, reanudasu curso eterno la historia de las clases subalternas. Historia sin luchas. El segundo

mundo reabsorbido en el primero, este articulado sobre distintos niveles de desarrollo,parecería proponerse de nuevo una oposición dicotómica con el resto del mundosupuesto del subdesarrollo, en realidad del no desarrollo. Pero no es así. Ninguna fuerzaorganizada expresa esta dicotomía, ninguna teoría unifica este mundo, ningunaconciencia colectiva de lucha hace oír la voz del antagonismo. No hay política. Pues no

hay verdadera contradicción. El imperio de Occidente no caerá bajo el golpe de lasinvasiones bárbaras, vivirá integrando con algunas dificultades de flujos migratorios. Yasí, entre énfasis laico para la mayoría y caritas cristiana para otros, los damnificados dela tierra seguirán sirviendo a los señores del mundo.

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Diversidad y diferencia, sabemos que son dos cosas diferentes. Las diversidades son

numerosas, la diferencia es una. De género, y es todo. Es un acervo importante, que desí mismo trastorna enteramente los mundos del pensamiento. Y que vuelve a caer en lapráctica, o en una parte de la práctica, con naturalidad, con facilidad, pero también conperspectivas potenciales estrepitosas. Aquí el modelo dicotómico encuentra una medida

clásica. He aquí en sustancia la razón del rechazo que se le opone, no el mayor número,sino todo el mundo. El miedo del dos. Uno es el estar en sí que tranquiliza todo lo que es.El tres es el tranquilizante enfoque sintético de la contradicción. El dos presupone,insoluble, la polaridad, la oposición, e incluso el conflicto. Y es siempre un positivo y unnegativo. Se reconoce la fuerza capaz de compararse al destino de cambiar el mundo enla capacidad de asumir la terrible potencia de lo negativo, bajo las formas altas,

noblemente destructivas. En el horizonte cristiano, la teología política está más cerca deeste problema. No hay que elegir entre monoteísmo y trinitarismo, entre Schmitt yPeterson, hay que asumir el terrible contraste entre el Padre y los Hijos. Finalmente, elDios que se hace hombre y el hombre que se hace Dios no se encontraron. He aquí laderrota de Dios, de la que habla Quinzio. Asombroso pensamiento el suyo: “La cruz es la

verdadera matriz del nihilismo, y la resurrección es la posiblidad de observarlo”. Y

permanece sin respuesta, irresuelta, la herencia judía en el cristianismo. Una religión delPadre y una religión de Hijos son dos presencias diferentes de lo divino en el mundo.Como es diferente el contraste con las potencias del mal. En los próximos años, nosacercaremos estudiando la gnosis maniquea. Finalmente. El pensamiento de la diferencia

se encontró en el surco de una cuestión metafísica. Y esta práctica del feminismo debióen efecto recurrir a la filosofía, a la mística, a la ciencia del lenguaje, al psicoanálisis, y atantas otras cosas, para intentar llegar al objetivo. Hasta ahora no ha llegado. Porquefalta la política. Y ningún modelo dicotómico funciona si no políticamente: es decir segúnlas categorías de la política moderna. La política de las mujeres, la oficial, de oposición o

de gobierno, solo es reivindicación de pacotilla, práctica de la emancipación, reformismohistórico. Una frontera bien lejos detrás para un frente muy adelante: esta es la razónpor la que la diferencia a menudo es elección, en el mejor de los casos, como voz de lo

impolítico. Pero no podía golpear y vencer sino como voz de la política moderna. Con elfinal de esta, la diferencia seguirá siendo una cultura, un punto de vista teórico sobre el

mundo y sobre el hombre. Es mejor que nada. Pero uno que se divide en dos no serecompondrá, estallará. Se puede prever que vivirá, sobrevivirá, sin cambiar nada de loesencial, ni del hombre ni del mundo.Es verdad, siempre hay de nuevo una primera vez, incluso en las experiencias de la edadmadura. Siempre he pensado, hasta ahora, que todo habría podido derrumbarse, pero

que una cosa para mí seguiría intacta: la undécima tesis de Marx sobre Feuerbach, “hasta ahora los filósofos se limitaron a interpretar el mundo, el momento ha llegado decambiarlo”. Por primera vez una duda de peso se abate sobre este dogma de la praxis.Hay una última forma expresiva desesperada de este principio: el corazón de los años

ochenta, pero antes del 89. El punto de vista de la política repetía el esquema dedesarrollo del punto de vista obrero: coherente al interior, era incoherente con el sujetoque debía practicarlo, el partido, entonces declinado hacia las luchas de clase, y ahorahacia los sistemas institucionales. Bien al hecho de la próxima fase residual a explotar,estos dos puntos de vista no se beneficiaban del desarrollo estratégico de las cosas. Eran

pensamientos revolucionarios de la contingencia. Como puede ser siempre y debe ser, elpensamiento revolucionario. Pensamiento para el estado de excepción. Que tienenecesidad en este lugar y en este momento, de la personalidad política excepcional y delsujeto histórico de movilización colectiva de la fuerza. No solamente la ocasión pasada novuelve más, sino que se transforma en su contrario. El ciclo de las luchas obreras, no

asido políticamente, sirvió en cambio a una nueva economía capitalista, con unanecesidad siempre menor de trabajo productivo en sus ritmos crecientes deintensificación de la productividad. El pasaje de la autonomía de la política no capturadoen la iniciativa de un conflicto sobre los mecanismos y sobre los poderes de decisión,

sirvió a la instauración de un decisionismo sobre la modernización conservadora. El gran

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siglo de las alternativas, de los antagonismos, de los conflictos, de las liberaciones, se

apaga, durante los años ochenta en los brazos de una derecha empujada por la historia auna venganza moderna inesperada. Comenzaron a llover las piedras sobre los obreros ysobre la política, diariamente, mucho antes que los pequeños burgueses de todos lospaíses se pongan a recoger los pedazos del muro de Berlín. Cuando se aplasta el

socialismo de Oriente, el movimiento obrero ya está vencido en Occidente. Y no era unabatalla. Era una guerra. E incluso la era de las guerras. La undécima Tesis comienza avacilar. Cambiar el mundo. Die Welt ändern. La frase de Hegel, que Marx había hechosuya y nos había consignado, fue reanudada por otros. El mundo era cambiado por losdueños del mundo. Cambiado en relación a la época en que los obreros contabandemasiado, en la época había demasiada política. El problema se planteó, estratégico: se

puede aún apostar sobre la política sin, detrás, la fuerza obrera? La respuesta abre lainvestigación de una forma inédita de duplicidad: no la interna a la teoría y la interna a lapráctica, sino entre teoría y práctica, entre fines de la investigación y formas de laacción. Filosofía y práctica no se correspondían ya. Se trataba ahora de radicalizar elpensamiento hasta un límite aceptable y hasta este límite aceptable moderar la política.

La investigación debía reanudar la posesión del largo plazo, la espalda vuelta hacia el

futuro; la acción debía compararse al hic et nunc , reanudando la posesión del presente.Hacer uso de las grandes ideas sobre el corto plazo equivalía a liberar las manos de laempresa del pensamiento. Una operación de suprema dirección subjetiva. Allí donde lafuerza falta, la habilidad viene en ayuda. Pero mientras que la duplicidad togliatiana

podía consistir en una única personalidad carismática, era necesario aquí una cosa doble:una autoridad colectiva, de gran carisma, que pueda actuar de manera hegemónica enpolítica, como núcleo responsable de constructores positivos de nuevas arquitecturassociales e institucionales, y, separada, contrastada, una cultura de la crisis para el últimosiglo XX, un pensamiento negativo de fin del milenio, uno “Para una crítica de la

civilización moderna” denunciando todas las consecuencias de la alienación humana, unainstancia histórica que destruya todo lo que se había depositado de antihumanismo en elmundo por el modo de vida burgués-capitalista. No hubo ni lo uno ni lo otro: ni cultura

del antagonismo, ni clase dirigente de gobierno. La experiencia neo-revolucionaria deconciliación heroica de las dos cosas ni siquiera se intentó. Ya lo vimos: la derrota

irreparable es la que concluye no la guerra sino la paz.Pensamiento revolucionario-política reformista: sendero, por lo tanto, aquel tambiéninterrumpido. Y tampoco, en este punto, por incapacidad o imposibilidad de duplicidad.Pero por una razón más profunda. Viene a faltar la única cosa que podía contener unaforma de pensamiento y un modo de acción no coincidente e incluso contradictorio. Lo

que faltó es el punto de vista, es decir esta condición esencial de fuerte parcialidad, encondición de llevar una universalidad no formal, y en consecuencia en sí unatransvalorización de todos los valores hasta entonces dominantes, a través de unainversión de las relaciones reales, de dominación, de riqueza, de cultura. Este punto de

vista era algo más que una clase, era un mundo, otra totalidad a su manera realizada,pero opuesta y alternativa en relación a la oficialmente admitida en el libro de historia.Parcialidad no en tanto una de las numerosas partes, cuyo todo puede observarse, sinoen tanto una de las dos partes, en las cuales el todo se divide. Y no era una intervenciónideológica. La historia moderna había conducido a eso, por su propia necesidad,

capitalista. La política moderna había expresado eso. La clase obrera había tomadoconciencia, organizando sus luchas, al riesgo de sus tentativas. De allí nació este mundo:prácticas pensadas, intereses, valores, fe, mitos, razones, ciencia. ¿La operaciónherencia podía salir bien? La duda es grande. Se trataba de llevar sobre los hombrostodo un pasado, incluidas sus terribles derrotas, para poder ponerlo al refugio, como

Eneas llevando a Anquises fuera de los muros de Troya destruida, para ir a construir otraciudad, o incluso, como Moisés, como Pablo, para “fundar otro pueblo”. La herencia –eslo que hay de no trágico al fin del siglo XX- no permaneció enterrada bajo las ruinas. Loque habría permitido en el futuro, con una buena arqueología política, volver a poner a la

luz los vestigios, para reconstruir al menos la memoria de la ciudad antigua. La herencia

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por el contrario se disipó inmaterialmente en el aire inmóvil de una época virtual: siguen

las palabras sin raíces, los discursos sin pensamientos. No el fin de la historia, sino, sinninguna duda, el fin de esta historia: si se la reconoce como historia moderna. Enverdad, el espíritu absoluto del capitalismo se realizó. La historia moderna venció porquese puede decir que llegó a sus fines después de haber ejercido su función. La política

moderna perdió porque en un determinado momento su destino se entrecruzó al destinodel movimiento obrero. Error histórico de la política como sujeto. Pero error apasionante:que nos hace amar la política como destino. El destino asumido era aquel, loco, e inclusoinscrito en su principio, combatir la historia. Si no había tentativa política de revoluciónproletaria durante la guerra capitalista de comienzos del siglo XX, el movimiento obreroestaría sin duda todavía con vida al final. Es mejor muerto, que vivo y sin alma. Y aquí 

debemos ir a tocar lúcidamente este fondo del abismo. Después, solamente, alguna cosa,a pesar de todo, será posible. Sin esta operación intelectual preliminar –una clase deneonihilismo político de factura obrera- no hay ninguna práctica de acción que valga lapena ser intentada. Ahora, realmente, solo el pensamiento puede darnos la orden dedecir: a pesar de todo, seguimos. 

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Intermezzo

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El partido y su destino* 

Es precisamente esto de lo que no se puede hablar sino que es necesario escribirMaría Zambrano 

Dos escenarios, o dos decorados, para dar al problema el lugar que le corresponde. Elpartido político fue el protagonista de una gran historia: que el sentido común, por justas

razones contingentes, ha llegado a considerar como un monstruo nocturno, frente alcual es preferible emprender la fuga pronunciando conjuros, he aquí una condición que lainvestigación intelectual debería dedicarse a corregir más que a suscribir.Primer escenario. El destino de los partidos es el destino de la política. De la políticamoderna. No ya en el largo plazo: aquel que va de principios del siglo XVI a final del siglo

XX. Sino sobre el arco medio de estos dos últimos siglos: o a partir de la revoluciónburguesa. Es en ese momento que la política se divide, formalmente, casiinstitucionalmente, en campos. Los partidos nacen cuando los representantes del pueblose distribuyen en bandos opuestos en las sesiones parlamentarias. Lo que no quiere decir

que hay un origen parlamentario del partido político. El partido político ya se habíaformado en el transcurso del proceso de disolución de la vieja sociedad y en el trabajo dereconstitución de las nuevas relaciones sociales. Leer Chateaubrian, Mémoires d’Outre-tombe: "Las sesiones de la Asamblea Nacional ofrecían un interés que las sesiones denuestras cámaras distan mucho de dar. Se levantaban temprano para encontrar lugar enlas tribunas encumbradas. Los diputados llegaban a comer, hablando, gesticulando; se

agrupaban en distintas partes de la sala, según sus opiniones. Lectura del acta: Despuésde esta lectura, desarrollo del tema convenido, o moción extraordinaria. No se trataba dealgún artículo insípido de ley; raramente faltaba una destrucción del orden del día. Sehablaba para o contra, todo el mundo improvisaba bien o mal. Los debates se convertíanen tempestuosos; las tribunas se mezclaban en la discusión, aplaudían y glorificaban,

silbaban y abucheaban a los oradores” (OEuvres, Bibliothéque de la Pléiade, Vol 1,

Gallimard, París 1951, pp. 179-180). Comencemos de esta frase: “Raramente faltabauna destrucción del orden del día”. Memorias, precisamente, de ultra-tumba. Tiemposfelices aquellos de la destrucción. Reconstruir quiere decir casi siempre conservar.Inmediatamente detrás nuestro, desgraciadamente, destrucciones impropias. Y en

consecuencia, como necesidad inmediata: reconstruir en cualquier caso, igualmente lospartidos, también la política, con los materiales defectuosos disponibles.Segundo escenario. En 1984, la revista Laboratorio político había organizado un mini-coloquio bajo el título: “¿Fin de la política?”. En esa época, ya, se habían encontrado parasugerir suprimir el signo de interrogación. Entre ellos Baudrillard, que había titulado su

intervención: “El showman político en el espacio publicitario”. Llegó el mañana. Por miparte había citado al joven Hegel que, en uno de los tres complementos de La positivitéde la religion chrétienne (fragmento del período de Berna, 1796) hablaba –entre la gloriade Grecia y la grandeza de Roma –de esta supuesta era de decadencia que fue el tiempo

helenista: “La imagen del Estado como producto de la actividad del ciudadanodesapareció del alma de este, la preocupación, la visión global de todo no ocupaba ya elalma de uno solo o de algunos; cada uno tenía su lugar, ¨[...] El gran objetivo que elEstado proponía a sus súbditos era la utilidad del Estado, y el objetivo que los sujetos sedaban era la adquisición y el divertimento, o también la vanidad. Toda actividad, todos

los fines se relacionan ahora a lo individual; mas ninguna actividad para un conjunto,para una idea. –Cada uno trabajaba para sí obligado, para otro particular [...] todalibertad política desapareció; el derecho del ciudadano solo confería un derecho a la

* Me basé, remezclé, reinstalado en dos discursos –las pruebas bajo la forma “polémica” del discurso-

concebidos en el corazón de la transición italiana inacabada. El primero se publicó en  La sinistra nel labirinto , editado por Massimo Ilardi, Costa&Nolan, Génes. 1994; el otro  Il destino dei partiti, editado por Enrico Melchionda, Ediesse, Roma, 1996 

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seguridad de la propiedad, lo cual cambiaba ahora todo su mundo”. (Fragments de la période de Berne, Vrin, París, 1987, p. 100). Esto ya llegará ayer. Durante estas dosúltimas décadas, este escenario nos ha invadido, a ocupado nuestro día, se introdujo ennuestro comportamiento civil. Y la tiranía mayoritaria nos impone saber que esexactamente así.

He aquí. No es necesario creer que el proceso del fin de la política a comenzado hoy. A losumo, es hoy que se expresa simbólicamente y, por lo tanto, que se vuelve visible. Laúltima forma de revolución conservadora, la mediocre de los años ochenta, es elverdadero sujeto de este proceso. Si, por el momento, redefinimos el problema a su justa medida, veremos en efecto que el fin de la política quiere decir primacía de lapolítica en la crisis, es decir, crisis de la autonomía de la política. Esta primacía y esta

autonomía señalan igualmente el siglo. En este sentido, el siglo veinte es el siglo de lapolítica. La política atrae las masas del pueblo, que se convierten en el sujeto activo,imponiendo así la supremacía de los asuntos públicos, del interés general. Entre 1914 y1917, tuvo lugar la parte esencial, de la que todo el resto se deriva. Entonces, las formastradicionales de expresión del sujeto individual ya habían sido aplastadas. El espíritu de

la época cambiaba de montura. Se dirá: pero eso ya había tenido lugar antes con las

grandes revoluciones burguesas. No de esta manera, no a este doble nivel de conciencia,de grandes masas y de grandes individualidades. Y la anticipación genial en la revoluciónde las formas, entre el final y el principio de siglo, era la señal precisamente de unadiferencia cualitativa. Es cierto que la revolución inglesa, con detrás de ella la guerra de

treinta años, la revolución americana con su guerra de independencia, la revoluciónfrancesa con su consecuencia de guerras napoleónicas, son fuertes anticipaciones de laprimacía de la política: fueron, al respecto, grandes acontecimientos contemporáneospara nosotros, hombres del siglo veinte. No es casualidad si el imaginario colectivo, y labatalla de las ideas en el ámbito de la teoría política y de las lecturas históricas, nos los

proponen de nuevo continuamente a lo largo de los años. Surgía allí, por ejemplo, uno delos sujetos que devendrá protagonista de la acción pública de este siglo, el Estado-Nación. Falta otro que, a su lado, hará la historia del siglo XX, el partido político

organizado a nivel de masas.Masa y poder: de nuevo, el lugar de la acción política determinando históricamente la

época que está justo detrás nuestro. ¿Cómo no sentir su respiración en el cuello denuestro propio pensamiento? No que no hubo anteriormente verdaderas masas, o que lasmismas no hayan sido dirigidas desde arriba por las elites burguesas. Se trata siemprede una elite de masa: tanto las que cortaron la cabeza de Carlos y de Luis, como las queeliminaron al Zar Nicolás y su esposa. Siempre guiadas por grupos dirigentes, bajo el

pretexto de que tenían el conocimiento de las leyes de acción. En este siglo, laorganización de masas ha cambiado. E incluso, la primacía de la política se convirtió en laprimacía de la organización. La autonomía de las lógicas de una alimentó la autonomíade los aparatos de la otra: correspondencia perfecta. En eso el movimiento obrero

anticipó el interés de su adversario, para sus propias necesidades internas, para oponer amasas y Estado. Pero más tarde, y a partir de allí, todo interés, incluso el dominante,debió organizarse en las formas de hacer autónomas y potencialmente hegemónicas. Lasociología de la organización nació de la sociología de los partidos políticos. Weber antesde Michels, pero la social democracia clásica alemana antes de la investigación weberiana

clásica. Masa y clase, partido y Estado: la dialéctica política del siglo XX se complica, enla complejidad e intensidad ya elaboradas por toda la cultura de la crisis. Y lasexperiencias históricas, entre tentativas y fracasos, imponen todas la primacía de lapolítica a una sociedad que no la acepta, sino como salida provisional a una emergenciaautodestructiva, gran guerra o gran crisis, es decir ruptura de equilibrios, políticos o

económicos. Experiencias históricas en convergencia paralela: aquellas autoritarias,aquellas totalitarias, aquellas democráticas, resumidas a su vez en la figura de grandesindividuos, Stalin, Hitler, Roosevelt. Detrás de la acción de cada uno, la misma intenciónde organización de las masas, en la forma, concebida de manera muy diferente, del

partido político. En Europa como en América. No, como se dice, con aparatos o sin

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aparatos, con máquinas o sin máquinas, sino en relación a las tipologías de los sistemas

políticos, dictatoriales, parlamentarios, presidenciales. El partido de masas es una formaa su manera universal, o en cualquier caso con respecto al universo en base a laprovincia occidental. Se trata de hacer la distinción entre masas de militantes, masas deinscriptos, masas de electores, entre movilización total, trabajo político capilar, captura

del consenso mayoritario. Vanguardias y masas, el jefe y el pueblo, clase política yciudadanía, dibujan el mismo tipo de relación, a través de la presencia funcional de unaforma organizada que, como partido político, sanciona y, hasta cierto punto, legitima lafuerza de la política.No siempre ha sido así, desde la victoria de las revoluciones burguesas de las quehablamos. En Inglaterra, durante el XVIII, en Estados Unidos y sobre el continente

europeo durante todo el siglo XIX, es la época del laissez faire, de la plena libertadconcedida a la mano invisible que mueve la economía de mercado. La política seguirá. Omejor, tendrá sus espacios exclusivos y privilegiados, en la relación entre los Estados, enla fundación de los imperios coloniales, en la represión de los movimientos populares, enel autogobierno de las burocracias administrativas. El Estado dio un paso atrás. Y la

política se subordinó a la economía. Los gobiernos son verdaderamente, como los

describía Marx, los comités de negocios. De ahí, para él, el carácter central de la críticade la economía política. Por otra parte, dejando de lado la anomalía americana, laprimacía del Estado y la autonomía de la política ya existían, en la época delmercantilismo, del primer proteccionismo, de la acumulación originaria del capital,

cuando el monopolio legítimo de la fuerza en manos del soberano que decide lo que esnecesario para controlar la violencia de los procesos de formación de la riqueza de lasnaciones. Solo después de que pueda tomar su despegue el capitalismo libera. Lasrevoluciones políticas sirvieron a eso. Y será, según la feliz expresión de Karl Polanyi, lapaz de cien años, desde la Restauración hasta la Primera Guerra Mundial.

El siglo XX nacerá contra todo eso, anticipado, anunciado, por el acta filosófica de “Diosha muerto”, por la ruptura de todas las formas, por el grito de las vanguardias, por lacrisis de toda certeza de las leyes físicas, de toda determinación de las leyes económicas,

de toda lógica de las leyes de la acción. Es con la revolución que comienza elRenacimiento de la política. Mientras que con la guerra volvía, con los signos trágicos

propios del siglo XIX, la Weltpolitik , la política mundo. Meineche y Otto Hintze habíanvisto llegar todo esto, el historicismo alemán y la política del poder de los Estados. La “primacía de la política exterior” expresaba este pasaje. La paradoja es que el siglo XX, elsiglo de las grandes guerras entre las grandes naciones, privilegió la primacía de lapolítica interior, la política por excelencia. Si se trata de guerra civil mundial, entonces el

conflicto pasa a través de los Estados y divide los pueblos. El viejo orden de los viejosimperios, en la primera guerra, y más aún el orden nuevo nazifascista, en la segunda,apelan y organizan el odio democrático de todas las fuerzas sociales y de todas las clasespolíticas de las sociedades modernas. Hay una ideologización creciente de la guerra que

retumba sobre la política. La Alemania de los años veinte, la América de los años treinta,la Europa de los años cuarenta, son los territorios de caza del amigo/enemigo, camposconflictuales de fuerzas polarizadas, batallas de aparatos ideológicos militarizados.Parece evidente que hay una división sustancial característica de las estructuras de lasociedad moderna, que expresa partidos en los Estados, que define los sistemas políticos

alternativos, que impone los estilos y modos de vida conflictuales, que define una esferaprivada y una dimensión pública siempre y solamente bajo la señal de aut-aut . Cuandose ha abierto la lucha de clases a nivel mundial, la autonomía de la política y la primacíade la política alcanzaron su nivel máximo de expresión.He aquí una verdad que no se puede decir y que es necesario entonces escribir: es con el

fin de la era de las guerras que comienza la decadencia de la política. Una comprobaciónde hecho. Sin el menor juicio de valor. Una infracción aparece entonces en el paisaje dela política moderna. De nuevo: ¿Qué es la política?, es decir no ya que es lo que hace elHombre sino que es el mundo de los hombres? Hace tiempo que el pensamiento del

movimiento obrero, que dudó en plantearse esta cuestión en el curso de la historia, se lo

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plantea después de los resultados de esta. Es muy útil recomenzar a decidirse, a

reencontrarse en el contexto de los acontecimientos, a retraducir las acciones pasadas enel lenguaje de los problemas presentes. Es útil periodizar, no para deconstruir sino paradescifrar. En la historia universal, y por lo tanto también en la historia de su propiopartido, hay una característica enigmática, una dimensión misteriosa, que no necesita de

un origen trascendente. Está allí, en el indescifrable sentido indeterminado de las cosashumanas, en el contraste entre los medios y los fines, en la desproporción entre voluntady condiciones, en los deseos irracionales de sujetos que toman una consistenciacolectiva. Saber: que los procesos son lentos, largos, oscuros, indecisos y ciegos.Comprender precisamente cuando comienza este desmontaje del terreno político, estaprimera disminución luego este hundimiento precipitado del sentido de la acción política,

he aquí un tema que es necesario profundizar con lucidez. La gran política se reconoceen la calidad de la clase política que la expresa. Lo que es necesario comprender es puesen qué momento comienza el proceso de nivelación por la base de la personalidadpolítica, hasta que fase difusa de mediocridad complaciente generalizada, que vuelve alfin inútil, improductivo y en consecuencia inevitable y fácilmente intercambiable, la

presencia de una profesión-vocación ejercida en la acción política. ¿En qué momento se

sitúa, en este ámbito, el cambio de siglo? La investigación está abierta. Y ella está aúnlejos de llegar a una conclusión incluso provisional. Utilicemos esta redacción práctica dela historia para escansiones de décadas. Entre los años setenta y los ochenta, la políticaentró en un estado de coma profundo, del que ya no salió. No es una casualidad si, a

partir de allí, se corrompe, y si, una vez corrompida, no da ya ninguna señal dedespertar. Hechos internos a las naciones adquieren una centralidad abusiva. Italia lodemuestra: con sus dramas sin tragedia. Cada uno de los dos bloques implosiona. Perouno implosiona más que el otro. Es el hecho decisivo. El año 1989 del siglo XX es lavictoria pacífica de Occidente sobre el Este, al menos europeo. Nunca se había visto

guerra ganada no militarmente. Es el pasaje simbólico que marca verdaderamente lamuerte de la política. El hundimiento de la Unión Soviética y la reunificación del mundobajo la hegemonía de una sola potencia, ilustrada por el ejemplo de la Guerra del Golfo

que siguió, ofrecen el escenario de una nueva paz potencial de cien años. El siglo XX seretracta. Vuelta del XIX.

Los partidos: incluirlos en primer lugar haciendo un balance de un contexto histórico.Distinguir fase de nacimiento y fase de organización. Nacimiento no en torno depersonalidades históricas, sino en torno a cuerpos de ideas, de comunidades de interesesreales, impulsos emotivos, humores irracionales, de finalidades concretas. Detrás denosotros, la crisis general del universalismo, que presuponía, mantenía, conectaba los

particularismos feudales. En proyecto, un nuevo universalismo, político, capaz de liberarlos partidos, de volverlos recíprocamente autónomos y por lo tanto potencialmenteopuestos. Básicamente, los derechos generalmente humanos de las Constitucionesrevolucionarias decían eso. Suprimían el inmovilismo de las viejas parcialidades, estuche

de los viejos privilegios. La reivindicación de la igualdad de derechos no era más que elinstrumento para realizar una supresión. Así lo había concebido el interés burgués. Haberintercambiado el medio por el fin, haber asumido como elección de valor un pasajefuncional, habría sido un patético error humanitario. Declinar la razón instrumental segúnlos métodos de la razón universal no es posible, o más concretamente esto no es posible

para quien defiende un punto de vista opuesto al de los que realizaron tal operación. Lainstrumentalización táctica de la política debe tener una capacidad de actualizaciónautónoma. Cada vez que se inscribe su propia iniciativa sobre una serie de movimientosdel adversario, se convierte inevitablemente en subordinado. Al contrario de lo que secree. Las estrategias pueden también fácilmente confundirse, puesto que no cuentan,

estas son las políticas que deben ser forzosamente alternativas. Finalmente. Por estamisma razón que nos impedía recurrir al método revolucionario de la dialéctica hegelianapara criticar el contenido reaccionario del sistema, no se podía tampoco asumir la formade los derechos humanos universalmente para combatir los contenidos de clase del poder

capitalista naciente. No hay fricción en las contradicciones, sino funcionalidad recíproca.

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Es lo que había comprendido la crítica política del joven Marx, pero la crítica de la

economía política del Marx maduro había liberado la aspiración. Y después entonceshasta hoy, en el movimiento obrero y en lo que ha seguido, la verdadera división fueaquella: división entre crítica de la política y crítica de la economía política. No la de lasdos, sino la de la primacía. Esto dicho en términos nobles. Porque estamos ahora en la

fase en que los que pertenecen a las dos formaciones hacen la prosa sin el conocimiento.Pues, al parecer, hablan de otra cosa. Pero los problemas son los mismos más o menos.Cuando el pensamiento femenino de la diferencia ha reabierto el fascículo que habíaestado archivado bajo el título de crítica de la filosofía del derecho público –y lo hizoprecisamente poniendo en entredicho el derecho igualitario- la izquierda no comprendióbien cual podía ser el problema. Y bien. Era aquel. El uno ya no es, no hay más que dos

en todo el arco de desarrollo y decadencia de la actual forma de civilización. Allí seencuentra el fundamento político estructural de la modernidad. Asumir este dato de larealidad, descifrarlo en los modos específicos bajo los cuales se presenta en su contextohistórico determinado, organizar las fuerzas en condiciones de sostener el conflicto parasolucionarlo en su favor, he aquí las tareas de un partido de izquierda.

El destino de los partidos políticos está ligado a la supervivencia de esta condición

política. Supervivencia explícita, porque la oculta, siempre menos visible al desnudo,siempre más oscuramente presente, está allí. Cuando una escuela de pensamiento delfuturo examine la monumental historia de la ideología burguesa –Bouvard y Pécuchet conuna orientación política- podrá entonces sacar a la luz el eterno esfuerzo, filosófico,

teológico, literario, económico, jurídico, psicológico, politológico, destinado a encubrir eldato de la realidad y a representarlo en su contrario. Es necesario saber también que losaparatos ideológicos son potencias constructoras, que producen relaciones, imponencondiciones. Hoy más que ayer. La movilización total de las ideas, organizada durante lasdos últimas décadas, sin restricción de medios, en contraste con la imagen dicotómica de

la sociedad, llegó a taladrar las líneas y a romper la opinión contraria. En vez decomprender las nuevas formas de la división del mundo, las fronteras actuales delespíritu de escisión, y en consecuencia la línea y los pliegues intervenidos en la fractura

del ser humano, se admite pasivamente la idea victoriosa de un mundo, de una historia yde un hombre reunificados, y simplemente complicados. Sostengo que ninguna

propuesta seria de partido político para la izquierda puede formularse apropiándose deeste horizonte subalterno de cultura política.La crisis de los partidos tiene causas mucho más profundas que las que se le atribuyensuperficialmente. El caso italiano, por su parte, desvió el curso del problema. Fue un “caso” que tuvo, él mismo, relación con un “destino”. Hay también un genus italicum,

para usar la expresión de uno de mis amigos de siempre, para la política, teórica ypráctica. En efecto: la anomalía italiana sigue afectando aún, después delestablecimiento voluntariamente optimista de su certificado de defunción. A continuación,se exageró con esta posesión celosa y exclusiva de nuestra cuestión moral. Nosotros

somos gallinas de raza en un gallinero común. Aquí alguien gritó más alto y fuerte quecualquiera, allí donde hay una “nación”, se calla por amor por la patria. Tangentopolis 1,para usar ese nombre vano que no podía ser inventado sino por periodistas, es unfenómeno corriente de la sociedad civil aplicado únicamente al Palacio de la política. Lacorrupción se inscribe al menos tanto en la lógica del mercado como en la lógica del

poder. Aquí a lo sumo nuestra verdad: ninguna clase política resiste a una gestión delpoder durante cuarenta años sin corromperse. A fortiori, sin una amenaza creíble dealternancia. Aquí, en el país de la política, ocurre que la caída de la política seexperimentó y se vio mejor. Y en efecto el imaginario simbólico fue directo y explícito. Larebelión de los ricos contra los pobres, que ha caracterizado los años ochenta en

Occidente, con un desarrollo alegórico final en el Este, ha tomado aquí la cara del

1N.d.t. - Tangentopoli es el enorme escándalo financiero politico que hizo la una de los Diarios italianos entre

1992 y 1995. Desembocó en la operación mani pulitti ("manos limpias") bajo la tutela de algunos magistrados, promovió a la fila de grandes moralizadores de la política italiana.

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empresario que se convirtió de un salto en sujeto propietario del poder, esgrimiendo el

arma de la antipolítica. Estas dos cosas, la empresa que se hace directamente partido, eincluso durante un tiempo determinado gobierno, y los gestores de los asuntos de lasociedad civil que se convierten en representantes directos del pueblo en el Parlamento,constituyen una crítica más avanzada de los problemas posibles de las democracias

contemporáneas que nosotros podemos proponer con nuestras jeremíadas teórico-históricas. Son estas cosas las que tenores desgañitados nos presentaron como la “revolución italiana”. Ya no falta más que la tecla, posible, pero que esperamosirrealizable, de una monarquía republicana. Otra reforma de la ley electoral a golpe dereferéndum, y  aquí estamos. El programa de Togliatti y de Dossetti predicaba una “democracia progresiva”. Historia cristiana, tradición socialista y política comunista,

entonces allí sí, podíamos hablar de un espacio de encuentro estratégico. Es una de lasnumerosas paradojas por la cual la violencia de la historia se divierte al romper las filasde la política; estos componentes populares terminaron por encontrarse, mientras queestán sin pueblo por delante. Lo que fue impedido antes por el gran y terrible mundo,dividido en campos enemigos en conflicto, está permitido hoy por la fulgurante novedad

de la vuelta de la pequeña Italia, redescubriendo sus costosos defectos de siempre, la

corrupción del poder, el municipalismo de los simples, el protagonismo de los jefes y elsentido común, o, la sensatez de los intelectuales. ¿De ahí improbables sesionesconstituyentes? Pero ¿cómo se puede reformar en el pequeño patio de esta política unaConstitución nacida en la arena de esta historia? Imposible en efecto. Vimos aplastarse

en torno nuestro, con la clase política completa, la “democracia sin jefe”, es decir “ladominación de los políticos profesionales sin vocación”. Vemos emerger, en la figura depersonalidades prepolíticas ridículas, una forma menor de “democracia del jefe”, novocación, sino ambición, sin profesión.Hace algunos años, antes de que tantas fechorías llegaran a conocerse, se propagó

precisamente, y también en Italia, una teoría llamada “intercambio político”: tenía noblespadres, como Schumpeter, e hijos serios, como Rusconi. No hablaba de una concepciónpolítica de mercado, sino de una concepción comercial de la política. Más precisamente la

que triunfó después del principio y los primeros desarrollos de la crisis de los partidos.Esta pudo en efecto incubar lentamente, como el fuego bajo las cenizas, durante los años

ochenta. El último proyecto serio, aunque erróneo, de gobierno de la sociedad, fue elproyecto llamado de solidaridad nacional. El compromiso histórico no valía la pena serrealizado sino para fundar, a partir de allí, las condiciones políticas e institucionales, deuna democracia de la alternancia. En 1976, los dos polos alternativos estaban muchomás claramente definidos como no lo estarían en 1996. Pero es fácil comprender que la

Democracia Cristiana y el Partido Comunista Italiano de entonces no podía hacerlo.Independientemente del veto de los Estados Unidos, y de los vínculos aún existentes conla Unión Soviética. En un mundo bipolar, esto es normal, es decir realista, que los dospartidos se referencien en dos campos opuestos. Se podía a lo sumo maniobrar

hábilmente para que en tal contexto pasara, en los repliegues de los dos bloques, unfuturo de bipolarismo democrático interno. Era más fácil que hacer pasar la idea de ungobierno común. Faltarán, para que este último se realice, las condiciones de una culturapolítica colectiva. Moro estaba listo. Quizás también Berlinguer. Pero el partido-Estadodemócrata cristiano y bloque moderado por una parte, la forma partido PCI y el pueblo

de izquierda por la otra, ellos, no estaban disponibles. Estas evidencias históricas, duras,no se dicen: la Democracia Cristiana murió con Moro, el Partido Comunista Italiano muriócon Berlinguer. La crisis de los grandes partidos es muy precoz, la percepción fue muytardía. La iniciativa judicial y la rebelión de las Ligas dejan ver el fenómeno. Pero estoestalla con el fin del orden internacional bipolar. Hasta 1991, el castillo está mal que bien

plantado. Es después que se aplasta. En la actualidad, el problema no consiste en saberpor qué estos partidos son difuntos. El problema es saber por qué no han trasmitido laherencia histórica. Para las formaciones políticas, el tema de los pasajes de época essiempre, en efecto, todavía el de la herencia. Más, mucho más, que el de la innovación.

Es en la gran política que ellos hasta en la destrucción necesaria de su propio pasado

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conquistan posiciones en su relación de fuerzas con el adversario. Y administran así el

cambio en este sentido. La util ización de la crisis para el desarrollo es el paradigmaprincipal de la vara con la cual se mide la calidad de la política. Y no hay sistema, ni deideas ni de Estados, así mal en punto que pueda hundirse pacíficamente: si no a causade errores subjetivos trágicos. La manera diferente de reaccionar, frente a la gran crisis,

desde el capitalismo en 1929 y del socialismo en 1989, es un ejemplo. Historia enormeno pensada por la izquierda. Solo es peor ignorante el que cree siempre haber sabido. Ypor tanto parece que bastaría a veces con encontrar el hilo para reanudar la obra. Unacosa es un cambio en su propia forma, otra el renunciar a las razones de su propiaexistencia. Ellas forman parte de la historia viva y no se suprimen por un decreto venidodesde arriba. Y no es cierto que, de una forma u otra, se harán oír de nuevo bajo nuevas

formas. La verdad es que pueden perderse. El drama es que se perdieron. Así es que sedeja de ser y luego que no se sabe que hacer. Ciertamente, así se vuelve difícil rehacerun partido, si no hay más un partido a organizar.Es el punto esencial de una dificultad desesperante. Si el problema está claro, todasolución parece confusa. Que una parte deba reconstruirse, eso no deja lugar a dudas.

En caso contrario, no hay partido. Y antes del mismo aún no hay política. Pero ¿qué

partido? ¿cómo estructurarlo? ¿a qué referirlo? ¿Sobre que forma organizarlo? Un partidosocial, ciertamente. Centrado en el mundo del trabajo. Aquí, hay un consenso genérico,que roza  la indiferencia, una ritualidad verbal que no produce pues incluso más quehechos simbólicos. No se enfrenta el tema áspero de las consecuencias políticas que la

revolución en el trabajo implicó para la sociedad. El aplastamiento del bloque social de laizquierda parte de esta pérdida de centralidad del sujeto obrero. Luego esta fuedestituida por la tecnología. El tema del impacto trágico de la técnica sobre la dimensióndel ser en el siglo XX solo se tuvo en cuenta por la conciencia filosófica de los grandesconservadores y fue dicho por el único gran arte de la burguesía tardía. Sobre esta

cuestión, el movimiento obrero, desde la cima de sus grandes experiencias, tartamudeó,fue ambiguo, se ilusionó, y al final se rindió. No tomó el elemento demoníaco de latécnica, como no lo tomaron, lo veremos, en el poder, estas dos potencias que

doblegaron el siglo a su voluntad.Para la izquierda, el trabajo, de recurso político que era, ha pasado a ser hoy una

contradicción histórica. ¿Por qué? Porque el concepto político de trabajo se debilitóconsiderablemente, hasta hundirse casi enteramente. Desde un punto de vista empíricoes justo hablar de “trabajos”. La diferenciación de actividades y de modalidades detrabajo es un hecho. Otro hecho es la multiplicidad de relaciones de trabajo. Otro aún esla disparidad de niveles de salario. Hablamos de flexibilidad con una sonrisa en los labios.

Salvo al encontrarnos con las rigideces crecientes del desempleo. Y sin llegar inclusohasta los pronósticos del futuro sobre el fin del trabajo. Pero la política no describe loshechos. Ella los unifica, intenta unificarlos, conceptual y prácticamente. Políticamente,para la izquierda, el trabajo es una frontera simbólica: una idea-valor, de pertenencia, de

reconocimiento, de conflicto, de organización. Uno puede hacer avanzar la frontera de lareproducción simple del trabajo dependiente hasta la reproducción ampliada del trabajoautónomo, pero en la única medida donde éste también, en adelante, es trabajoindirectamente dependiente, a su vez bajo pedido con relación a las normas del mercado,al control de los flujos financieros, a las reglas de las compatibilidades supra-nacionales,

a las orientaciones de las políticas gubernamentales. Y la política, la general, nacesiempre del contraste con la dependencia con relación a otro interés. Solo de la culturade su propio interés autónomo que nace de los actos políticos del partido, de cuerpos, degrupo, de clan. En efecto. La cantidad social global de trabajo aumenta, y disminuye sucalidad política específica. Esta referencia social al trabajo prueba realmente de una

debilidad interna de la que el partido político que la asume formalmente debe serplenamente consciente. Carece de fuerza. Porque la fuerza viene de la concentración. Yno puede dar una forma organizada potencialmente dominante, sino a una fuerzaconcentrada. Cuando la clase obrera, con sus luchas, unificó el mundo del trabajo, fue la

edad de oro del movimiento obrero, y no es una casualidad si fue también bajo su

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La política en el crepúsculo

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empuje que se presentó, por primera vez, la oportunidad de una conclusión de la gran

historia de las clases subalternas.Yo se que esta oreja izquierda está desde hace mucho tiempo afectada de sordera. Estaes la razón por la que, desgraciadamente, contra nuestra propia naturaleza, es necesarioelevar la voz. Pero no es necesario tanto como para trastornar aquí los juicios de valor,

basta con constatar los hechos. La naturaleza o la forma del movimiento obrero habíareunido hasta ayer a todos los partidos de la izquierda y todas las experienciasrespectivas de gobierno y de Estado. El partido comunista italiano no era, sino se definíacomo partido de la clase obrera. Y fue un mito potente de movilización popular eintelectual. “Ir a al escuela de la clase obrera” habría sido, en el siglo XX, la únicarespuesta a la altura de la revolución conservadora, es decir de la aventura antimoderna

de los que habían ido a la escuela del Estado y del Reino. Se hace día en adelante unaizquierda incruenta, sin pasado, sin historia, toda ocupada de hacerse olvidar ella misma.Se rinde verbalmente homenaje del mundo de los trabajos y luego se pasa a las cosas “concretas”. Pero no se superan las dificultades ignorándolas. La parte social del trabajono puede ya alimentarse de pensamiento escaso. No puede describirse como lugar

difuso, ligero, móvil, pragmático, no ideológico, sin pagar un fuerte precio político, de

retroceso de las posiciones, de debilitamiento del interés, de pérdida de poder, de crisisde la organización. El que dice: el partido no debe ser solamente representante, debe, enprimer lugar reconstruir la razón. Son las palabras, discutidas, de Bruno Trentin. Yo quesoy, y desde mucho tiempo, en un horizonte de discurso de un polo opuesto al suyo,

reconozco que este enfoque es solo aquel que vale la pena enfrentar. A través de estaspáginas, esta confrontación ocurre parcialmente. Parte debe reconstruirse. O incluso,construirse por primera vez. El mundo del trabajo tiene en la centralidad obrera unarealidad estructural materialmente existente, establecida estratégicamente en el corazónde la producción capitalista: necesitaba una instrumentación táctica organizativa para

acceder a la conciencia y servir de palanca para disolver las relaciones sociales dadas, otambién para comprometer una política de reformas inteligente. Era pues cualquier otracosa con relación a la parte social del trabajo de hoy. El punto de cambio no está dado

por la fragmentación ocurrida y la corporativización de distintos segmentos del trabajo,ni por la articulación contradictoria de grupos de interés entre los trabajadores. Si fuera

así, una buena acción sindical bastaría para reunificar el campo. El sindicato sujetopolítico de un interés general de los trabajadores, intentó pero falló. Están en crisismientras tanto las dos perspectivas: la de la relación orgánica sindicato-partido, tal comose puede ver en el laborismo inglés y en la socialdemocracia alemana, y la de laautonomía de los sindicatos en relación a los partidos en la experiencia del caso italiano.

Esto porque el cambio de fase ha sido más bien profundo. No es cierto que el conflicto decategorías teórico-económicas que distinguían los dos campos desapareció. Pero salario ybeneficio no se enfrentan más directamente. Entre uno y otro se introduce un terreno demediación, no neutro, administrado por las dos partes que se encuentran en posesión

efectiva de las palancas del poder. Para aprehender el verdadero nudo del problema, esnecesario, como siempre, invertir la palabrería de la opinión corriente. Porque la verdades que la izquierda en el gobierno no tiene poder: si poder quiere decir, como en laconcepción clásica del movimiento obrero, no soberanía, sino fuerza, hegemoníarealizada, voluntad capaz de orientar los procesos, de organizar los sujetos, de desplazar

las relaciones, de orientar los cambios.Estas mediaciones vieron la iniciativa subjetiva en las manos del Estado desde los años30, en las manos de los gobiernos en los años sesenta. Porque el pasaje a través de lafase final aguda de la guerra civil mundial, y los peligros de los sistemas atrae un granriesgo por este pasaje, produjeron, en la caída catastrófica de la política, muy

precisamente esto: menos Estado, más gobierno. Observen este pedazo de historia delsiglo XX se reflejan en la involución de la clase política: siempre más hombres de Estado,siempre más hombres de gobierno. Lo que decuplicó excesivamente la cantidad demediaciones, y redujo tanto su calidad. La mediación entre los nombres, no entre las

fuerzas. Compromiso, no de potencia, sino entre debilidades. La actividad de gobierno

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está en manos de jefes de distintos niveles. Porque el gobierno en adelante es un no

lugar, una transición efímera para las ideas de sociedad que no se detienen ya allí, comoel callejero no se detienen ya en los pasajes de las metrópolis. ¿Por qué esto? Porque hayaún partidos en el gobierno, pero no hay más partidos de gobierno. El  partido degobierno fue un gran momento en la historia de la política moderna. Es necesario leer,

sobre este tema, los estudios de Mauro Calise. Se ha entremezclado, en algunasocasiones y en ciertos lugares, con la única historia política seria de los últimos siglos, lahistoria del Estado moderno. Que no es, como se cree banalmente, el Estado-Nación. Allí,ya estamos en el surco de una historia menor. Hay un primer fundamento a partir delcual todo comienza. Entre monarquías absolutas y regímenes revolucionarios, entredictaduras bonapartistas y restauraciones aristocráticas, hasta las primeras formas

institucionales burguesas liberales, el Estado se hizo regulador político de la acumulacióncapitalista y garante social de la revolución industrial. El partido político tiene en cuentaesta historia hegemónica del Estado y la sigue por otros medios: es lo que hacen todoslos grandes partidos, los americanos y los europeos, continentales o insulares. Todos lospartidos del movimiento obrero, reformistas y revolucionarios, partidos de masa o de

vanguardia, promotores del welfare o del socialismo en un solo país, pagan el precio de

terribles contradicciones, son ellos también esta historia que señalaba el tiempo. Si no sereconstituye esta única historia, si se sigue observando la aventura política alternativadel siglo XX sin corregir este estrabismo que nos hace ver de un lado la belleza de lasformas y del otro los crímenes abominables, solo tendremos relatos edificantes de

epígonos inconscientes, incapaces de controlar la dura lógica de la cosa pública.Finalmente. El destino del partido es el destino mismo del Estado, y de la políticamoderna. La vuelta improbable con grandes pompas del Estado a su forma tradicional.Por lo tanto, imposible recuperación de la forma partido tal como existió entre el sigloXIX y XX. He aquí la crisis de la política. Con la consecuencia del carácter central del

gobierno. Ocupan espacios vacíos. Y asumen funciones que les pedimos asuman. EnItalia y en otros lugares, con o sin democracia de alternancia, los gobiernos son cada vezmás técnicos, siempre menos políticos. Mayorías políticas parlamentarias eligen y

sostienen consejos de administración del país-empresa. Se buscan burócratascompetentes para manejar la cosa pública, es decir para equilibrar el balance, es decir

para volver a entrar en sus gastos, es decir para respetar las compatibilidades, sociales einternacionales, entrar en Europa, salir de las urgencias, primer tiempo de la maniobra,poner al día las cuentas, segundo tiempo de la política, se verá bien. Desde cuando no seha formado gobierno político sobre la base de un proyecto de sociedad? Desde cuando nose han formulado ideas alternativas de Estado?. Desde cuando las formaciones no se

distinguen sobre la base del sentido diferente que le dan a la política? En este punto, esnecesario saber que se cometió un terrible gasto, difícil de reparar, porque no está yasolamente en cuestión la forma del partido y, por lo tanto, no hay ya ni la investigaciónni la propuesta de una reforma. Lo que está en cuestión es todo el eje de la acción

política, de muy arriba del poder, o a lo sumo bajo el pueblo, e inversamente. Por estarazón no hay rezo más absurdo que aquel que repite continuamente la oración jaculatoria democrática, como si los dioses, el demos y el kratos, estuvieran aún entrenosotros para conversar y no estuvieran al contrario definitivamente y desde hace tiempoen mundos opuestos y alejados. Todo el poder no se concentra en el Estado y éste no

tiene ya el monopolio de la violencia. No tiene forma ni para una ni para la otra cosa. Lasmasas politizadas y organizadas en partido que constituían la categoría política depueblo, se han convertido en la “gente”, no individuos apolíticos, privatizados ymanipulados. La voluntad general está en la tumba con Rousseau. El pasaje estructuralse expresa perfectamente en el cambio semántico. La idea histórica de “masas en el

Estado” deja el lugar al lema electoral “la izquierda al gobierno”. Y es justo que sea así.Estamos aquí en el centro de la cuestión partido. El partido como forma organizada deconflicto social es una invención brillante del movimiento obrero. La izquierda degobierno hoy viene de allí y tiene vergüenza. Pero entre izquierda en el gobierno y

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gobierno de la izquierda, hay una diferencia cualitativa. En medio está muy exactamente

la cuestión que requiere una decisión precisa: ¿qué partido para la izquierda?La respuesta no es fácil. Hasta se puede dudar que haya alguna. Es en la inversión delsentido de la política que se encuentra la razón de fondo de la crisis de la política, de sudecaimiento y corrupción. La ley de las oligarquías que Michels sacó a la luz en las

primeras socialdemocracias europeas, y el concepto de mercado político que Schumpetersacó de la observación de la democracia americana, nos dan juntas el cuadro deexistencia crítica de los partidos políticos contemporáneos. Todo el resto parece venir deallí, y de este otro fenómeno que tiene lugar aquí, con otras causas, la pérdida de razónsocial del partido político. Esta centralidad del mercado electoral en el sistema político,esta reducción de la acción política a una conquista del consenso, es el mal

indeterminado de las democracias modernas. De esta manera los regímenesdemocráticos se convierten en regímenes oligárquicos ampliados. Partido interclases ypartido electoral, dos figuras de una misma forma política, empezaron una lógica dedesarrollo degenerante, que por todas partes consigue los extremos: el partidooligárquico de los cargos electivos se convierte en el partido del líder que es necesario

elegir, el partido de todos se convierte en el partido de la persona, un no partido, elegido

por un único día, pero que no pide –¡no debe pedir!- pertenencia a diario. El partido es elvoto. Los verdaderos poderes fuertes son los sondeos de opinión. Solo hay un únicopoder que ejerce autoridad: el curso de la Bolsa. La supuesta comunicación fabrica acontinuación los ídolos para los altares. Los dictámenes de los sindicatos y de la

Confederación Nacional de Industriales, la intervención de los partidos sociales, y, esnecesario decir, de los partidos político-culturales, permiten redactar notas a pie depágina, de comentarios y explicación. La confusión entre partido político y coaliciónelectoral, la tentación de hacer de este último un sujeto político, recubre una ideasubordinada de partido, una idea hegemónica de opinión pública, es decir, una idea

pasivamente neutra de la política. Neutra, o compleja, o laica, o sistemática, o funcional,o polivalente. La neutralización de la política es un proceso que cruzó y señaló la últimamitad del siglo XX: la verdadera respuesta pacífica victoriosa a la era de la guerra de la

primera mitad. Respuesta de sistema. Y en efecto nunca hubo consolidación más fuertedel sistema actual de dominación mundial como desde el principio de la crisis de la

política. El capitalismo tuvo necesidad de la política para nacer, luego para escaparse a lamuerte por crisis y hundimiento. Pero se alcanzaban posteriormente, ocuparse de losproblemas públicos, no era entonces la gran política. A continuación, por miedo de estosproblemas, la elección todavía ha sido de la pequeña política de los gobiernos, útil peroinofensiva, inevitable y controlable. Nada no es más inevitable para la política, moderna,

que la pequeña política. Incluso la corrupción del poder público a través de los partidoses pequeña política, a la vez consecuencia y causa recíproca. Por ello la deslegitimaciónética de los partidos conduce a la despolitización de la acción pública.El destino de los partidos se inscribe en la permanencia de este contexto. A partir de allí,

ya no hay más que decadencia y crisis. Es una idea débil que esta de la reforma delpartido. Es un programa mínimo aquel del gran partido de izquierda. La izquierda estáfuertemente implicada, mucho más que la derecha, en la caída de la forma políticapartido. Porque, en una fase de estabilización capitalista, la izquierda, mucho más que laderecha, tiene necesidad de la política. Sin partido, no hay política. Y se vio en que

consiste la “nueva manera de hacer de la política”. Si no son los partidos que la hacen,son los magistrados, los grandes periodistas, los grandes comunicadores, las finanzas,los gabinetes, los salones, esta sociedad civil eficaz, y no la desarmada de los ciudadanosvoluntarios. La política de partido, para la izquierda, está entre las masas y el Estado:dos figuras de la historia del siglo no ya apagadas seguramente, pero en vías de

extinción. Sobre el partido, la izquierda debe pues establecerce una relaciónparadigmática, que resume su posición en relación al mundo. No hay, como antes, queesperar que las cosas progresen. Las cosas, si se las deja ir, no van a ser mejores, si seentiende por ello el interés de la parte que quiere proponer de nuevo un proyecto de

gran transformación de la sociedad, a través de la organización política de todas las

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subjetividades alternativas. No se trata de definir los destinos espléndidos y progresivos

del partido y luego seguirlos. Se trata, una vez más, de combatir el destino dedecadencia y crisis, que triunfa y que se lleva con ellas la idea misma, y la práctica de lapolítica. Se plantea entonces una cuestión teórica que, requiere una respuesta capaz deimplicar el sentido de la acción humana colectiva. ¿El partido debe representar, tal como

es, su propia parte social, hacerse portador, como se ha dicho, de los intereses, de lasnecesidades, de los impulsos, de las cuestiones tales como ellas se expresanobjetivamente en una fase histórica, o debe más bien orientar, estimular, elegir, decidir,en el marco de un análisis propio de la sociedad y sobre la base de un proyecto políticopropio? Las mejores experiencias de partido, las del movimiento obrero, llevaron a cabosimultáneamente estas dos funciones, haciendo hincapié a veces en una o a veces en

otra, sobre la base de opciones político-organizativas ricas y plenas de pensamiento vivo.Las soluciones de organización de tipo social-demócrata o de tipo comunista eraninternas a una misma elección del partido. Partido de masas y partido de vanguardia,pertenecían ambos al partido comunista italiano. Una tradición que, debe ser superada,no rechazada, no ultrajada, no abandonada. La fase actual, marcada por una hegemonía

totalizante del modo de vida capitalista, a nivel de una economía mundo, requiere la

vuelta de una forma política autónoma, en condiciones de servir de contraste,subjetivamente, críticamente. El problema no es: fuerza de oposición o fuerza degobierno. No hay ninguna duda en cuanto al hecho de que este contraste puedemanifestarse hoy mejor y más a nivel de gobierno. Pero es necesario saber hacerlo, y

querer hacerlo. Vuelve de nuevo pues también la dimensión de la voluntad política: aredescubrir, en sus caracteres de autonomía de su propia cultura política, capaz de juzgar, de intervenir, de deconstruir y de atacar. Una crisis de la forma de partidoentraña siempre una caída cualitativa de la clase política. Más allá de las apariciones, laizquierda sufre más que la derecha. En un esquema ya no político sino socialmente

correcto, la derecha no se definiría con la suma de los parlamentarios del Pole1, sino conla clase dirigente efectiva actual del país, la banca y la industria, la dirección privada ypública, la gran y mediana empresa, la alta administración, el saber académico

especializado. O se encuentra una fuerza política, es decir una política dotada de fuerza,tal que pueda guiar, repito, por contraste, este mundo dominante complejo para utilizarlo

finalmente para un proyecto de desplazamiento de la relación de poder social, o sereduce fatalmente a actuar en las formas subalternas, a funcionar como sujetoinstrumento, el único en comparación, en una fase, y en una fase solamente, de salir delas urgencias para hacer reentrar el país en la norma. Después, se lo despide. No todas,sino muchas experiencias de la izquierda en el gobierno cayeron en el ejercicio de esta

función de servidumbre voluntaria respecto a las compatibilidades del sistema. No sediscute la necesidad, en estas fases, del compromiso social, y político, sino cuanto más elgran compromiso es necesario, tanto es más importante la gran política. Ciertamente laizquierda no debe suspender el deber de gobernar el estado de excepción, pero en el

estado de excepción no debe renunciar a ejercer la función de soberano que decide.Se que es difícil, sino incluso imposible, convencer de algo que ya no se inscribe en lalógica de las ideas dominantes. Con todo aquí no es la imaginación sino la realidad quenos dice que hay un contexto de fuerza no política con una gestión efectiva de poder, alcual la política no está en condiciones de oponer su propio contexto de fuerza. La política

que acepta así someterse al punto de integrar la ideología de la antipolítica, nosolamente no puede ganar, sino que no participa en la competencia. Y con todo la partefundamental de la nueva dicotomía conflictual está allí. La crisis de la política, a través dela crisis de los partidos, incluso a través de la crisis de los regímenes de partidos, pusoen lugar seguro, por un tiempo indefinido, los órdenes privados, no políticos y

antipolíticos mundiales. Es cierto que detrás hay procesos más bien fundamentales, sitanto es que esto es posible. Aún el leitmotiv de este discurso. La política perdió, casi almismo tiempo, en la segunda mitad del siglo, los dos sujetos históricos que le permitíanel recurso a una fuerza propia: las masas y el Estado. ¿Cómo y por qué reemplazar a

estos sujetos fuertes, estas fuerzas subjetivas? He aquí la verdadera tarea por delante de

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la izquierda. Y que la izquierda tenga un porvenir depende sustancialmente de esa

capacidad de desempeñar esta función volver subjetividad y fuerza a la política. Mi ideaes que ella puede realizarla asumiendo y combinando las dos grandes herencias: latradición de lucha del movimiento obrero, como punto culminante, desgraciadamente noconcluyente, de la larga historia de guerra de las clases subalternas, y la figura

weberiana trágica de la política moderna, incluida la historia de autonomía, y enconsecuencia de soberanía, del Estado moderno. No es solo de allí, que se puede y quese debe, proceder a una innovación profunda radical, de las ideas, de las formas, de loslugares, de los programas, de los medios y los fines de la acción de la izquierda.Constitución, organización, acción colectiva. Los nuevos trazos de estos distintos planesse propone políticamente desde las cumbres y del exterior a la conciencia civil

contemporánea: porque, ella misma, espontáneamente, después de siglos decapitalismo, no está en condiciones de producir alguna cosa seriamente alternativa, y sereparte entre espíritu animal y buen sentimiento, dos cosas que no se sabe cual es másperjudicial para la utopía concreta de “hacer una sociedad” entre personas finalmentelibres. ¿Una izquierda puede, tertio millennio adveniente, renunciar a volver a declinar

esta idea, más allá de las formas que el siglo XX consumió dramáticamente, dirigiendo en

contrario su arco hacia otras formas posibles, esforzándose en tener aún como objetivoel cambiar al mismo tiempo la marcha de las relaciones sociales dominantes? Estaperspectiva debe volverse a poner ciertamente de pie, y ser seguida con las armas delrealismo político, recuperando la gradualidad de los pasajes, el cuidado de las

compatibilidades, pero de las históricas, el control de la situación geopolítica, lacapacidad de convencer por el mensaje y no por el medio, la habilidad de conquistar unconsenso –he aquí, la democracia como método y no como valor- sin forzar la historia,sino guiarla con mano segura y sabia. Entonces, la oportunidad del carácter central delgobierno que nos ofrece la fase actual debe ser tomada y administrada. La izquierda

debe preparar una fuerza gobernante, en condiciones de presentar una potencia decontrato tanto en relación a las leyes objetivas del movimiento de la producción y a lossupuestos automatismos del mercado, como con relación a la fragmentación

neocorporativa de los grupos de interés y cuerpos y clases sociales difusas. De maneraanáloga, una izquierda europea debería actuar en lo que es en adelante el terreno

supranacional decisivo. La fuerza institucional debe pesar políticamente sobre losequilibrios impuestos por la concentración del poder financiero, por la jaula de hierro delos alineamientos, por la velocidad de las locomotoras. ¿Para cuándo, es necesariopreguntarse, una iniciativa común de lucha de las izquierdas a nivel europeo? El conflictosocial internacional ya no se considera en el vocabulario político de una izquierda que se

dice europea? Izquierda de gobierno, sí. Pero el gobierno, para la izquierda, ¿no estambién, y digo también, la posición más avanzada, más conveniente, la más favorable,para una organización de sus luchas? Gobierno y oposición no son dos políticas, sino dosformas de la misma política. Y cierto, las más adecuadas, ahora, después de las guerras

y la paz del siglo XX, después del socialismo y en este capitalismo, es una oposicióndesde el gobierno. No es una fórmula. Es un programa estratégico. Conquistar ymantener un consenso para desempeñar esta función: he aquí la izquierda después delmovimiento obrero. Solo allí, de esta polític a de la responsabilidad y de la convicción,podría de nuevo ejercerse, exprimirse la nobleza del hacer. Para volver a atravesar el

Mar Rojo, desde el pensamiento hasta la acción política, sería necesario que se abrieranlas aguas de nuevo para un nuevo éxodo y se vuelvan a cerrar finalmente sobre elejército de ideas dominantes que nos persigue.Constitución, esto quiere decir poner en el orden del día del pensamiento y de lainiciativa el gran problema: ¿qué hay después del Estado? Repito, no después del Estado-

nación, que es un problema de relación entre dos poderes políticos nacionales einstituciones supranacionales, estas siendo una fotocopia del mercado mundial. Nisimplemente un problema de la forma Estado, tal como se planteó en la última deriva delcaso italiano. Pero aquí también: una idea de secesión antihistórica no pudo aparecer

sino sobre un terreno de debilidad orgánica, y en consecuencia de pérdida de autoridad

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de la idea de Estado. Se trata por tanto de problemas que la pequeña política de hoy

puede igualmente solucionar técnicamente. A lo sumo –dada la miseria de las ideasinstitucionales corrientes- la dificultad de una solución teórico-histórica reside en labúsqueda de una forma Estado a nivel supranacional. El Estado-Europa: he aquí una granidea fuerza potencial para la izquierda. La Kultur europea –no la Zivilisation- que se hace

Estado. Las reglas de gobierno de la economía mundial no serán escritas por lainternacional socialista del año 2000, o, por la forma – “Olivo 1” planetaria. Seránescritas por los mismos Bancos centrales, por cuenta de los capitalismos nacionales,reagrupados por grandes áreas, Estados Unidos de Norteamérica, Europa, Pacífico. Laadministración del resto del mundo seguirá. La izquierda mundial no puede, de manerarealista, tratar de reescribir las reglas del gobierno político sino del interior y el fondo de

la civilización europea. El socialismo, o lo que esta palabra designa, puede hacerse, aún,sobre un único continente. Que la izquierda observe valerosamente el mundo desdeEuropa. Si la civilización política para el mundo debe tener una consecuencia, ella nopuede venir sino de allí. Pues, solamente la política nos puede salvar. Pero el temaestratégico es: ¿después de la crisis del Estado moderno, cual es la verdadera

consecuencia pública del pasaje de la guerra civil mundial, esto es aún el poder, y es aún

la política? La segunda mitad del siglo recibió la cuestión en herencia de la primeramitad, y no dio respuesta. Hay a este respecto, alrededor, un silencio devastador. Ni elcapitalismo ni el socialismo respondieron. Lo que naturalmente causó el hundimiento delsocialismo más que el hundimiento del capitalismo. Por una serie de razones que es

necesario incluir y que ocuparán nuestro pensamiento en los años por venir. Parece contodo que ya hayamos llegado a un nivel de claridad relativa sobre un punto: elcapitalismo llegó a limitar, a controlar y luego a destruir la irrupción totalitaria implícitaen la naturaleza estática moderna. No hay socialismo. La tradición liberal conocía mejorel Leviatán de lo que lo conocía la doctrina marxista. Y por el contrario: la tentativa de

construcción comunista del socialismo llevaba en ella el problema teórico delrebasamiento del Estado. Sin solución práctica, o sin vía hacia ella, e incluso con lainversión, forzada, de esta perspectiva, la tentativa no podía tener éxito. Este es el

propio problema de la izquierda de hoy que se replantea de nuevo, como de costumbre,de manera minimalista. Reformar el welfare, ir más allá del Estado social, sin empezar el

universalismo de los derechos, privatizar todo garantizando la asistencia pública a lascategorías más débiles: prédicas progresistas parroquiales. Se cree hablar de política demanera nueva, expulsando el tema del poder. Resultado: el poder se ejerce ahora contrala política. Reconvertir el poder en autoridad, o mejor, autoridad versus poder: es lapropuesta que nos viene de un pensamiento anunciado por las mujeres. Al menos allí se

asume el problema. De la idea de diferencia al concepto de autoridad la ruta es larga, sise piensa que la práctica del poder exclusivo no se ha puesto nunca en crisis por la ideade los derechos universales. A lo sumo debió hacer las cuentas con distintas formasautorizadas de poder. La investigación se hace para encontrar las formas de organización

de la política que hacen posible, practicable, el pasaje de la violencia del poder a lafuerza de la autoridad. La izquierda debe igualmente encontrar y volver a dar, además dela subjetividad y de la fuerza, la autoridad a la política. He aquí lo que es finalmente unafuerza gobernante: capacidad natural de consenso, para ganar sobre el terreno, a travésde una forma superior de la acción; hacer nacer a partir de allí la eficacia compartida de

la decisión. No la personalidad carismática sino las clases dirigentes carismáticas. Hoy elliderismo está impuesto más por esta civilización bárbara de la imagen que por laspulsiones publicitarias de masa. Estas son más bien escasas actualmente que lo quefueron en los años veinte o treinta, pero la primacía de los medios sobre la vida haceinflar el río de agua sucia. Sería necesario, con suavidad, poner a los expertos en

comunicación en la imposibilidad de hablar de la política. Un gobierno que tiene autoridadsobre las cosas humanas no debería ya tener necesidad de apelar al pueblo televisivo.Podría simplemente hablar a través de la libre mediación de las distintas culturasalternativas. Y es entre éstas en efecto que sería necesario elegir.

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Organización y acción colectiva que es necesario vincular a la constitución, como la

forma a la idea, el instrumento al objetivo. Cuando se habla de constituir el nuevopartido de la izquierda, se quiere decir esto: que todos los elementos se remiten a sulugar, en un trabajo de reformulación simultánea de medios y de fines, para provocaruna selección en la instauración del movimiento y en la ubicación del adversario. La

práctica de una política organizada debe redefinirse totalmente. El sentido de laorganización de una “acción común” no es simplemente redescubrir, porque no se tratasimplemente de un potencial disponible que debe ponerse en forma, como fue el casoantes en el pasaje de la fábrica a la sociedad, a la política. No es necesario solamentereformar el partido. Había una vez un partido. No hay más partido. Hay a lo sumo queconstruir, como por primera vez, con sus formas –estructuras, militantes, dirección-, con

una capacidad inteligente de conciliar continuidad-discontinuidad, como todo movimientohistórico tiene el deber de hacerlo. La acción organizada de las fuerzas presentes, vivas,sobre el eje estructural de la sociedad –producción, trabajo, intercambio, mercado,saber- es la herencia que la historia del movimiento obrero trasmitió a la política de laizquierda. La novedad es que estas fuerzas, para representarse, deben en primer lugar

constituirse. No creadas de manera idealista. Hay un material social para el cual el

partido representa la condición subjetiva de una consistencia política. Es lo que quie redecir la frase: sin partido no hay política. He aquí el núcleo constitución-organización-acción. Inconsistente, literalmente, una idea de partido escasa. Si se dice que éste debedejarse sacudir por las olas de la complejidad social, entonces es mejor renunciar a la

idea de partido y pensar en otra cosa. El partido que quería permanecer entre lospliegues de la sociedad, y estaba en realidad con una fuerza organizada. Digo que latarea del partido hoy es simplificar políticamente la complejidad social. Simplificar quieredecir movilizar. Esto no es complejizar la realidad que produjo una iniciativa política.Complejizar para conocer, no para actuar. Hoy más que nunca es necesario saber

distinguir los dos planos, de la cultura y de la política. La complejidad de las diversidadesculturales tiene una riqueza que debe mantenerse, expresarse, describirse,horizontalmente, empíricamente por la política. Esto es necesario como el aire para

respirar, es decir para medir su propia calidad, su propia capacidad de adherencia, y desuficiencia, con relación a la época. De política cultura, ya no se habla. Pero de política

política, bajo las nuevas formas y en el gran sentido del término,revuelta/restauración/construcción de la política, se vuelve a hablar.Esta no existirá nunca, o no existirá quizás ya, si no se vuelve a una división de lo uno endos, más allá de todas las apariencias sistemáticas. Durante estas últimas décadas dehistoria pobre, las únicas novedades de lenguaje fueron introducidas por la práctica

política de las mujeres. Les debemos la reproposición creativa de una frontera teórica.Por otra parte, asumir pasivamente, como un dato de hecho, la ruptura de los sujetos yrenunciar a la subjetividad política es una y la misma cosa. Vivimos esta paradoja: los  cantos entusiastas de una democracia mayoritaria de la alternancia realizada, en el cierre

del caso italiano, son los mismos que dan por adquirida, para el bien de todos, el fin detoda dicotomía social. Los que descubren el conflicto político son los mismos quedisimulan el conflicto social. Los que condenan los reagrupamientos entre partidos, sonlos mismos que hacen la apología de la concertación entre las clases. La vida real para ladestrucción de la política. Y creo también para una nueva corrupción de los políticos, más

sutil, más interna, de la consciencia. Y no solamente en la “malvada” Italia, sino tambiénen la “bella” Europa. Para no hablar de las ex grandes potencias, para las cuales lanovedad finalmente llegó, o también de grandes potencias en curso para las cuales estanovedad es vieja de varios siglos. O dos formaciones políticas que se justifican sobre dosgrandes intereses parciales, en competencia para saber cual es capaz de tomar mejor

cuidado, desde este punto de vista, del interés general, y entran entonces en conflicto yse oponen, o son cada una, una ficción formal y preparan juntas una alternativa virtual.Una alternancia política real necesita grandes alternativas entre dos modelos desociedad. La descomposición definitiva del centro político necesita de la descomposición

política del centro social, de ese agregado viscoso, compromiso a diario, de intereses

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corporativistas solidarios entre los que producen un consentimiento humoral de los que

los representan tal como son. Pero nos preguntan si este moderantismo debe ser seguidoy representado como tal, o si no debe disolverse y radicalizarse en opcionesdemocráticas alternativas. El impulso plebiscitario cambió: la famosa “gente” quiere un jefe no para que decida él mismo, sino para que los represente. Dividir la idea de

 “gente”, dividir el pensamiento único, despedir cuerpos, clanes, individuos, a los grandesintereses, reunir de nuevo a la sociedad en torno de dos polos, es lo que hace, quepuede hacer, que debe hacer la política. He aquí su verdadera reforma. Es a partir de allí que podrá reencontrar su autoridad. El sujeto de una política de autoridad de partido y elfuturo partido de la izquierda son para mí una sola y la misma cosa.Contrariamente a lo que se piensa, las soluciones totalitarias del siglo XX no tienen

muchas cosas en común, pero una quizás, solamente, fundamental: la concepción de lapolítica como movilización total. La forma del “partido único” es una contradicción en lostérminos. El modelo estaba en la relación entre Estado nacional y su pueblo frente a laguerra mundial. Pero el partido, por definición no puede ser todo el pueblo, ni toda lanación. A menos que se produzca, como se ha producido hoy, una experiencia de

fundamentalismo religioso. Que podría parecer la única forma residual de política

totalizante. Pero no está el solo y no es residual. La movilización total se expresa ahoravoluntaria y perfectamente en las soluciones políticas de las democraciascontemporáneas. Y no se trata solamente de tentac iones plebiscitarias, de preferenciapor los líderes, de atajos decisionistas. Son las consequentia rerum. Pero cuántas de las

formaciones políticas competidoras en el gobierno de la sociedad convienen entre ellasque hay una sola forma posible de organización social, lo que es pues sino una solucióntotalizante del problema político? Antes de la decisión de mérito sobre los distintospuntos, sobre la formulación del orden del día político decisivo, la aclamación, desde elAgora hasta el Palacio, ya tuvo lugar. Es necesario invertir para la política, no el concepto

de movilización, sino el concepto de totalidad. La movilización parcial ha sido el modelodel movimiento obrero organizado, con la figura del partido político que llega al fin deuna larga serie de experiencias asociativas, cooperativas, de ayuda mutua, sindicales.

Movilización de un partido no minoritario de la sociedad, en primer lugar para la defensade su propia condición, luego por solidaridad entre las distintas luchas, luego

reivindicación de su propia autonomía, y finalmente como proyecto de tomar a cargo suspropios poderes. Una historia ascendente, en todo sentido. Había allí una tensiónprofética, hoy perdida, sobre la condición humana en una sociedad y contra una sociedaddel egoísmo y la explotación, que había terminado por dar a la política moderna otrosentido que aquel del poder, del tribunal, del príncipe, de la dominación del más pequeño

número sobre el más grande y sobre todos. Ello suscitaba la adhesión y la convicción delpueblo, una cultura de elite alternativa, un sentido común de masa antagonista, sin loscuales, no hay puente entre el pasado y el futuro. La izquierda social y política no puedecruzar el presente, y cambiarlo, salvo que se presente simbólicamente en su partido

como movimiento histórico. Diría que esta es su arma absoluta. El capitalismo, en lalarga duración de su historia, se ve como una contingencia, una emergencia, unaocasión, a sobrepasar o utilizar, lo que es la misma cosa. Utilizar las grandes ideas sobreel corto plazo, sí. Utilizar las pequeñas ideas sobre el período largo, no. La gran políticaestá en la táctica para el primer caso, no lo está para el segundo. El secretario del

Partido Comunista Italiano en la oposición podía permitirse ser el totus politicus: teníadetrás como una fuerza organizada, un mundo de ideas, un pueblo de creyentes., y, loque no arruina nada, un bloque de poder militar. Y que los que dicen que habría debidoromperse desde hace muchísimo tiempo con todo eso nos hagan la gracia de ocuparse deotra cosa. Que hagan el voluntariado. No hay duda, sin embargo, que el secretario del

partido de la izquierda en el gobierno no puede ser totus politicus: detrás de él y entorno a él hay un vacío preocupante. Se dirá: pero hay consenso electoral. Si. Modesto.O, un consenso electoral, modesto, nunca ha hecho la historia por sí solo, ni ha causadonunca otra cosa que una alternancia de gobierno, sin otras consecuencias. Si tal es el

objetivo último, entonces no es útil dar curso a la política moderna, basta romper con

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ella y pasar a la teoría de los juegos. Las réplicas de la historia no son justamente

llamadas a la reconquista del principio de realidad. Pero tengo la impresión que estamosya más allá, ya y muy rápidamente en la necesidad de doblar el hierro en el otrosentido. Y la contingencia política misma, la experiencia realizada de gobierno, empuja abuscar un aire diferente, si no otro, de pensamiento. Por esta razón uno de nosotros

debe encargarse de distraer los grillos sentenciosos. En caso contrario se habla a menudode la necesidad de pensamientos largos, pero se termina por no producir más queacciones cortas. Las ideas fuerza sirven. Sirven para hacer visible la posibilidad deacontecimientos, para poner en movimiento las pasiones, para provocar, motivar yorientar las esperanzas, un éxodo, el enfoque de otra cosa. Una izquierda sin mito seráuna izquierda pobre, tenue, alejada, fría, y al final inútil. Los decaimientos, las quiebras,

los hundimientos, no se produjeron porque se intentaron algunas cosas imposibles, sinoporque lo imposible ha sido abandonado en cierto momento. “El alma grande” y “la alta intención”: estas cualidades que Maquiavelo asignaba alduque Valentino. La imagen gramsciana del partido-intelectual colectivo no es ya actual:del hecho de la irrecuperable función política de la cultura y aún más del hecho de la

imposibilidad de declinarla en adelante socialmente. El trabajo intelectual permanece

como testimonio interior del tiempo, como una declaración de verdad sobre su propiopartido y sobre el mundo, como un cultivar su jardín lo mejor que se pueda en unasociedad hostil. Al contrario, la otra indicación gramsciana del partido-Príncipe me parecevuelve a ser de gran actualidad: aunque todos estén dispuestos a leer las señales

contrarias; y quizás también para eso. La lección del realismo político dice a la izquierdaque debe en adelante remar a contracorriente del tiempo. La larga “era de progreso” pasó desde hace tiempo. Todo, pensamiento y acción, sentimiento de pertenencia a lamasa e inconsciente del individuo, todo está marcado por los caracteres de unacontrarrevolución difusa. Si se lee el destino del partido político se encuentra la palabra:

fin. El fin de la idea de partido corre el riesgo de implicar con ella el fin de la idea deizquierda. Es contra su propio destino que la izquierda debe luchar.  

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Ci n c o m o v im i e n t o s  

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Politik als Beruf (La política como ocupación): elfin

Partamos de esta frase: “La política se basa en un hecho: la pluralidad de los hombres.Dios creó al Hombre, los hombres son un producto humano”. Este es un pensamiento deHannah Arendt. Al principio de su ensayo póstumo Was ist Politik?  traducido al francés

como: Qué es la Política?  (Le Seuil, París, 1995). Este pasaje data de 1950. Elpensamiento político tenía entonces delante de ella la Shoah y la Bomba, en torno a ellala Guerra Fría, delante de ella las grandes desilusiones del siglo, la Democracia y elComunismo. La política estaba encerrada en esta jaula de acero. La crisis de la políticano existía. Se le pedía incluso la solución de los grandes problemas. Confiando que ella

habría podido resolverlos. He aquí porque el Hombre y los hombres.Arendt dijo: la filosofía y la teología, y también la ciencia, se ocuparon siempre yexclusivamente del Hombre. Si solo hubiera un único hombre, u hombres todos idénticos,el discurso sería el mismo. El discurso filosófico teológico, o científico se mantendrá  

siempre parado. En relación a la teología política, Schmitt y Peterson dicen la misma

cosa. En cuanto a la filosofía política y la ciencia política, creo que con métodosdiferentes podrían llegar también a reducir los hombres al hombre. De ahí su incapacidadde responder a la pregunta: ¿qué es la política? ¿quién podría constestarle? La políticamisma. De nuevo, die politik  y das Politischs. No se trata solamente de la distinción

entre praxis política y criterio de juicio, entre política práctica y categoría de la política.Para mí, esta distinción es la forma, propia del siglo XX, de descartar la diferencia entretáctica y estrategia, entre las necesidades dictadas por la inmediatez y la libertadconquistada por los procesos a largo plazo. La idea contemporánea de autonomía de lapolítica no es la misma que la idea moderna de autonomía de la política. Pero sobre este

punto es necesario renunciar a la menor esperanza de hacerse comprender.Vuelven a salir por el contrario de dos afirmaciones de Hannah Arendt. Primeraafirmación: “La política toma nacimiento en el espacio que está entre los hombres, por lo

tanto en algo que es fundamentalmente exterior al Hombre”. El  zoon politikon no existe:no es cierto que hay en el hombre un elemento político que le pertenece esencialmente.

 “La política tiene nacimiento en el espacio intermedio y se constituye como relación. Estoes lo que Hobbes había comprendido” (p. 33). Segunda afirmación: “En el centro de lapolítica se encuentra siempre la preocupación por el mundo y no por el hombre”. Poner alhombre en el centro del interés presente y considerar que es necesario cambiar paraencontrarle un remedio, es una actitud “profundamente no política” (p. 44). “El objetivo

de la política es cambiar o conservar o fundar un mundo”. ¿Qué es pues la política? Esponer en relación los hombres entre ellos, según su preocupación por el mundo. Política-relación, política-mundo. ¿Además la política y lo político? Si, en parte. La práctica y elproyecto: la acción con sus leyes, y el horizonte con sus objetivos. Contingencia ylibertad: es quizás y puede ser necesario declinar de nuevo el sentido de la política al

cambio de dirección del siglo. Porque si la cuestión es saber como utilizar las grandesideas en un período corto, la búsqueda de la solución nos devuelve a la historia de lostiempos, al largo arco del siglo XX y a la aceleración de su final.Debemos liberar a la política del peso de la necesidad. Es este peso el que ha introducidolos elementos de la crisis. En el siglo, la política debió asumir no solo la historia de los

hombres, sino también la vida del hombre: el hombre que ha visto su existenciaprecipitada en la guerra total, víctima de fuerzas oscuras amenazantes y dominantes,pero también obligado a hacerse sujeto de grandes empresas ideológicas, libre deprobar a continuación la dura realidad de las relaciones diarias. Debemos decir que eneste siglo desgraciadamente, la política también concierne al hombre, este con una h

minúscula, y por lo tanto siempre el hombre particular, el hombre solo, tomado en sí mismo, independientemente de su voluntad de participar en la historia del mundo, de sulibre decisión de entrar en relación con los otros hombres. Una condición trágica, porqueanimada por potencias a su manera subhumanas: la condición humana del siglo XX. Este

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diálogo en la Condición Humana de Malraux: “¿Qué fe política dará cuenta del sufrimiento

del mundo?” demanda el pastor. Y la respuesta del revolucionario: “El sufrimiento, megusta mejor disminuir que rendir cuenta”. Entre la pregunta y la respuesta la política hahecho un ida y vuelta, salió de si misma luego entró de nuevo en ella misma, hasta lapérdida que en adelante la golpea y aniquila. El siglo XX mostró dos caras de la política:

la cara demoníaca del poder y la cara sacralizada del compromiso. Macht-Gewalt  (potencia) de un mismo lado esta vez: potencia y violencia; opción de vida y compromiso del otro. Los monstruos y los santos descendieron en la política, empujados por la fuerzade la historia. Se pudo leer, se escribieron Mein Kampf  y las Lettres des condamnés àmort de la Résistance. Un mismo país a producido Goebbels y Bonhoeffer. Gran siglo queeste de esos grandes contrastes.

Política y contingencia. Dos mundos que comunican y no comunicables. El choque diariode contradicciones que demandan composición. Capacidad de controlar el tiempobrevemente, en su curso desordenado. La contingencia es el verdadero lugar de lapolítica. El problema que surge y la solución que compromete: tal es la medida de laacción política. De su cualidad. La gran política es la política del día a día. Pero la

cualidad de la política viene a romperse contra lo cotidiano cuando actúa el hombre

político mediocre. Es decir, casi siempre. Es pues cierto que esto a lo que se asistenormalmente es una dialéctica entre pequeñas acciones y una acción cotidiana ciega,prisionera del aquí y ahora. Verdad que tiene una tendencia a cargar cada momentoparticular de significaciones epocales. Verdad que la cosa más fácil, y por lo tanto la más

frecuente, es perder el hilo de la historia mientras se hace política. Pero cuando surge dela situación contingente la necesidad de la gran acción, cuando la decisión surge de lanecesidad, entonces se está en presencia de la verdadera política, aquella para la cualvale la pena ser, para la cual es justo prepararse, para la cual ella es un deber, en esemomento, debe estarse listo para actuar. Lo contrario no es verdad: tener un proyecto,

prepararlo, cultivarlo, guardarlo en su conciencia, y considerar que es indigno decompararlo con lo que ocurre. La pretensión de una verdad política, poseída eincomprendida, es el pecado original de toda empresa revolucionaria. Es el mal interior

que hizo fallar toda tentativa. La política absoluta es la política moderna. El siglo XX laexaltó hasta el límite insoportable y tuvo el énfasis trágico de la solución final o la

emancipación forzada. Luego lo absoluto de la política se hundió ruidosamente,llevándose en su caída, con los muros, el sentido mismo de la política, su carácterrelacional, la relatividad de las relaciones entre los hombres, que siempre se basan en laconsistencia dudosa cualitativamente humana de los sujetos que la practican y de los quela sufren.

Paréntesis. Francois Furet dijo: “existe un misterio del mal en la dinámica de las ideaspolíticas del siglo XX” (Le passé d’une illusion, R. Laffont/Calmann-Lévy, Paris, 1995, p.44). Si, pero en la primera y en la segunda mitad del siglo: como un mal mayor quehemos combatido y como un mal menor que soportamos. ¿Pero por qué los historiadores

hacen siempre la historia de este siglo deteniéndose en 1945? ¿Por qué no tienen el valorde decir que la consecuencia es moralmente peor que lo que la precedió puesto que ellaimplicó menos e implica siempre menos pasajes de consciencia, de opciones de vida, dedecisiones de responsabilidad? Mejor es Nolte que Furet. Al menos el primero tiene unatesis fuerte que se puede combatir: la equivalencia del nazismo y el bolchevismo, e

incluso la tesis revisionista que justifica el nazismo como reacción al bolchevismo. Latesis “democrática” de Furet dice al contrario esto: “El fascismo nació como una reacciónanticomunista, el comunismo prolongó su compromiso gracias al antifascismo” (p. 39).En cuanto a la cualidad su libro es un manual de deseducación cívica, y sustancialmenteel relato del pasado de su propia ilusión, de su “compromiso infeliz”, o mejor de su

 “ceguera de antes”. Por otra parte el “siglo corto” de Eric J. Hobsbawm (1914-1991) sevuelve a cerrar, según la imagen de Eliot, “no sobre una explosión, sino sobre un llanto”.Es haciendo suya esta percepción anticipada del poeta que el historiador puede decirfinalmente: “La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que

vinculan a los contemporáneos a las generaciones anteriores es uno de los fenómenos

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más característicos y misteriosos del fin del siglo XX. Hoy día, la mayoría de los jóvenes

crecen en una especie de presente permanente, sin ningún vínculo orgánico con elpasado público del tiempo en que viven.” (L’Age des extrèmes. Histoire du siècle court ,Complexe, Bruselas, 1999, p. 21). Fin del paréntesis¿Pero la política puede salvarse de la historia que la produjo? He aquí el nudo del

problema. La pérdida de sentido de la política se confunde con esta caída desastrosa dela conciencia histórica. El énfasis vacío sobre la novedad hunde aquí sus muy frágilesraíces. Y, en efecto, la política evoluciona en un estado de confusión difícilmentelocalizable en otras circunstancias. La excepción –decía Schmitt- es más interesante quela situación normal. Hoy la política no debe responder a una situación histórica deexcepción. Ella misma es una situación de excepción. Y este carácter excepcional debe a

su vez declinarse. En su desarrollo, en su discurso, por ejemplo, no tiene nada detrágico. Y es un grave límite. La gran política del siglo XX ha muerto. Numerosos son losexultantes ante el anuncio de este acontecimiento, porque imputan precisamente a estaidea de política las tragedias del siglo. Pero no era la gran política, más bien la malapolítica. Sé que se produce aquí un juicio ético. Pero la guerra civil mundial y sus

resultados, la Shoah y la Bomba –que proponía de nuevo a Hannah Arendt la cuestión:

¿Qué es la política?-, justificaba este juicio. La gran política del siglo era otra. Eran lasdos revoluciones, la revolución obrera y la revolución conservadora, con la “gran crisis” en el medio, el período de su incubación, de 1914 a 1929, y la respuesta capitalista apartir de los años treinta. Allí, la contingencia política, oportunidad y acción, estado de

excepción y decisión, se encuentran, se desenvuelven, se mezclan. Lo exactamentecontrario de nuestra situación de hoy. El siglo se apaga en el triunfo de la pequeñapolítica, en una larga decadencia, una inconsistencia humana colectiva de los clanespolíticos, de las instituciones, de los programas, de las intervenciones, sin pensamiento,sin futuro, un presente decretado ante la imagen vacía de sí mismo.

¿Si el soberano es el que decide en el estado de excepción, quién, hoy, decide, no en lapolítica, sino lo político? Esto es precisamente lo que no se sabe. La política no tiene másla soberanía sobre su territorio. Se invadió, conquistó y sometió. Aquel que hace la

política hoy –aquel que gobierna, o que quiere acceder al gobierno- sabe que casi nadade su decisión está en sus manos. Las compatibilidades económicas son una jaula de

hierro para la iniciativa de la acción política. Las reglas del mercado supranacional y laslógicas de las finanzas internacionales prohiben todo espacio de movimiento para la vidadel Estado-nación. La geoeconomía reemplaza la geopolítica. Las técnicas de lacomunicación vacían de su sentido la atención por el interés público y la gestión de losasuntos generales. El “¿cómo decir?” sustituye el “¿Qué hacer?. De todas estas cosas se

derivan la degradación de los clanes políticos, reducidos a máscaras sin cerebro, elhundimiento de la personalidad política, sin más profesionales ni vocación, la reduccióndel conflicto y el acuerdo a la conspiración privada. El tema “política y destino” sepropone de nuevo dramáticamente, pero no ya trágicamente. En medio de los años

noventa vuelve de nuevo, resuelto, el problema que Karl Löwith planteaba a mediados delos años treinta: “Es un ‘destino’ que determina el modo y la manera por la cual unparticipante activo concibe la ‘política’, o entonces simplemente se guía por lo que ocurrede hecho?” (“Decisionismo político”, en Karl Löwith, S. Valitutti, La politica come destino,Bulzoni editor, Roma, s.d., p. 351). Problema resuelto. Porque en este punto, quien

participa activamente, es decir la clase política, en la figura de la personalidad política,no tiende ya a concebir la “política” como “destino”, sino que está guiado simplementepor lo que ocurre efectivamente. Si de Marx a Schmitt –como sostiene Löwith- sucedióque la confianza en una discusión conceptual haya cedido ante una teoría de la accióndirecta y si se asistió a una “transformación de la mediación filosófica sobre la esencia de

la política en un instrumento intelectual de la acción política”, esto es lo que no ocurre apartir del después de Schmitt y hasta hoy?. Es decir, no a partir de los años ochenta,sino a partir de los años cincuenta? Sobre este punto el discurso está abierto, y elanálisis aún vago, y la reflexión muy en retraso. La disolución de las grandes lecturas del

presente, la marxista occidental, la del catolicismo político, la del liberalismo clásico,

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crearon un vacío de pensamiento en medio de Europa, que ha determinado una crisis

general de la cultura política. Las prácticas que hacían referencia a estas corrientesfueron anteriores, incluso aquellas con éxito, pero sin ejercicio de autoconscienciaintelectual, sin una implantación estratégica presentable, incapaces de producir el futuro,víctimas del fin de las venganzas tradicionalistas, encubiertas por una demanda

aparentemente irresistible de novedad. Una vez invertidas las grandes lecturas de lo quehabría debido llegar, siguen siendo maestros del terreno de las imágenes mediocres de loque de hecho llegó.Hoy no se trata de llevar a cabo la parábola de lo moderno. Ni de adaptarse a unafunción de representación pasiva de lo que se define como post-moderno. El problema –yno el proyecto- es a lo sumo el de establecer un trabajo de rebasamiento consciente de

la modernidad. Leo Strauss a Karl Löwith, el 15 de agosto de 1946: “Estamos de acuerdosobre un hecho: tenemos necesidad hoy de la reflexión histórica –pero mantengo que noes ni un progreso ni un destino que sea necesario aceptar con resignación, sino un medioinevitable para superar la modernidad. La modernidad no puede superarse con mediosmodernos...” Y Löwith a Strauss, el 18 de agosto de 1946: “Dices que no se puede

superar la modernidad con los medios modernos. Esto parece plausible, pero solo con

algunas reservas... Finalmente el desconcierto de la modernidad nace solamente de laconciencia histórica, por tener una noción de tiempos diferentes y “mejores”, y allí dondeesta conciencia desaparece –como en la generación que nació después de 1910 en Rusiay después de 1930 en Alemania- la modernidad ya no se siente como algo que es

necesario, al contrario”. (K. Löwith, L. Strauss, Dialogo sulla modernità, Dibzekku editor,Roma, 1994, pp. 22-281) Hoy, tenemos  cuestiones con otras generaciones: aquellanacida después de 1945 en Italia, y después de 1968 en Occidente. Pero el discurso esidéntico, e incluso empeora. La sumisión a la modernidad se convirtió en la voz de laopinión pública, cultura dominante difusa, sentido común intelectual de masa. Todo lo

que intenta proponerse como crítica de lo moderno cae bajo la categoría de lo anciano.La novedad está en las únicas manos de las viejas fuerzas que dominaron la eramoderna. Por lo tanto, que son los depositarios de esta conciencia histórica a partir de la

cual es posible reconstruir y reactivar el concepto de tiempos “distintos y mejores”?Aquí es necesario distinguir la época y la fase. Y sobre un punto que en absoluto es un

problema simplemente de lenguaje político. Si el tiempo, digamos el siglo XX, vio laprimacía de las masas en la política, la fase –y la fase actual es una entre tantas otrasque atraviesan la época- ve la primacía de la “gente”. Es un hecho bastante reciente, laemergencia, la preponderancia, la invasión de esta palabra. Una palabra genérica comola política que la pronuncia. Sin densidad teórica, sin fuerza analítica, sin capacidad de

definición. Campo de propaganda sobre objetos de mercado, y no terreno de acción desujetos políticos. “La gente” no quiere decir clases, ni masas, ni incluso pueblo: algo máscercano a la idea de audiencia televisiva que a la de opinión pública. Nuestro siglo fue,entre otras cosas, el de la entrada de las masas en la política. Masas activas, masas

organizadas, masas igualmente manipuladas. “Masa” y no “jauría”. El hombre –dijoCanetti en Masse et puissance- « es un animal de presa que no habría querido jamásestar solo”. Los hombres, del resto, “tomaron la lección de los lobos”. La expresión “jauría” designa el aspecto colectivo del movimiento rápido y el objetivo concreto ydirecto de que se trata en este caso”. “La jauría quiere una presa. Debe acosarla a cabo

vivamente... si quiere agarrarla. Se exhorta por sus gritos colectivos”. En efecto, la jauría, la más natural y auténtica es la jauría de caza. E inmediatamente después vienela que presupone siempre otra, contra la cual esta se dirige, la jauría guerrera. Masa –para Canetti- es más bien otras cosas. Y allí donde este concepto se acerca más alconcepto de clase, es en la descripción de “masas de denegación”. Un ejemp lo de masa

negativa: “Los hombres juntos no quieren hacer más que lo que hicieron hasta ahora atítulo individual”. Ejemplo: la huelga. En el ejercicio de la actividad productiva, laigualdad de los trabajadores no es suficiente para determinar la formación de la masa. Esla interrupción de este ejercicio, el rechazo a continuar trabajando el que desencadena

este proceso. “El paro del trabajo es un gran momento., celebrado en las canciones de

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los trabajadores”. Porque aquí su igualdad ficticia se vuelve real. “En cuanto suspenden

el trabajo, hacen todos la misma cosa “. Es como si dejaran caer sus manos en el mismomomento, como si tuvieran ahora la fuerza a emplear para no destacarlos... El paro detrabajadores los iguala”. Estas manos que vuelven a caer influenciadas por el contagio deotras manos. “Lo que no hacen se comunica a toda la sociedad”. Proseguir la actividad

habitual resulta tendencialmente imposible siempre para los que al principio no pensabanparar. “El sentido de la huelga es que nadie debe hacer nada mientras los trabajadoresno hacen nada”. Por ello de la propia masa “surge espontáneamente una organización dela masa” (E. Canetti, Masse et Puissance, tr. Fr. Robert Rovini, Gallimard, París, 1966,pp. 101 sqq., pp. 56 sqq.).En la segunda mitad del siglo XX, el hombre masa democrático venció: una figura

históricamente inédita, nacida en el corazón americano de Occidente, lo que el europeoTocqueville había entrevisto, con inquietud, durante uno de sus viajes. Para habervencido definitivamente esta figura histórica, necesitó tres guerras mundiales, es deciruna sola guerra civil en Europa-Mundo entre 1914 y 1989. Las democracias se unificaronbajo el centralismo, la autoridad, el culto, la religión misma, de esta forma del individuo

medio. Se siguió un proceso macroscópico de decadencia de la política, cuyos resultados

experimentamos hoy todos. La corrupción, en las formas patológicas que este fenómenoeterno ha asumido, no es la causa sino la consecuencia de este proceso, uno de susresultados precisamente. El sentido común antipolítico que domina a la supuestasociedad civil, llega a sancionar no el carácter reaccionario del pueblo reducido a gente,

sino más bien el suicidio de la política moderna. No hay más Príncipe, es decir, en lostérminos de la historia contemporánea, no hay más sujeto político colectivo: esta es larazón por la que, todas las soluciones institucionales no llegan a solucionar el problemadel gobierno y los sistemas políticos no encuentran autoridad y perdieron el poder. Afalta de personalidad, se consagran a la búsqueda del personaje, mientras que la calidad

de los programas deviene secundaria con relación a la eficacia del mensaje. Las fuerzaspolíticas no tienen ya que dar cuentas a la opinión pública, pero tienen que obedecer aun público sin opinión. Los partidos como los gobiernos no conquistan ya el consenso,

sino lo conceden, y lo conceden ya sea a poderes no políticos, ya sea a las masasprivatizadas. Paradójicamente, la división histórica clásica entre gobernantes y

gobernados no ha sido superada por el comunismo sino suprimida por la democracia: enel sentido que hoy, incluso los gobernantes son gobernados. Ejemplo: la izquierda queentra al gobierno no es la izquierda gobernante, pero la izquierda gobierna. Lademocracia no es más un valor a asumir, porque las democracias suprimieron la política,es decir el modo de relación entre los hombres, sin por ello ocuparse de nuevo del

Hombre, e incluso reduciéndolo definitivamente a una entidad atómica técnica-económica. El homo democraticus es el homo oeconomicus en la era de la neutralizacióny la despolitización.Decimos hombre, los hombres, y la palabra, el concepto resulta en adelante indecible. La

política a usado estos términos, luego ideológicamente, democráticamente, abusó. Estambién en su nombre que la política se mató. El no reconocimiento de la complejidaddel ser humano, de su conflictualidad interna, de su dualidad diferenciada, empobreciólas formas de la relación interhumana, les privó de un carácter simbólico esencial a supropia existencia, que es vida vivida, pensamiento personificado, experiencias prácticas. Luisa Muraro (“Bailamme”  , Rivista di spiritualità e politica, n° 17, 1995) nos habló de laimpracticabilidad contemporánea de la caridad, como problema que ‘concierne a lasprácticas compartidas, señalando la socialidad, y formadora de cultura’. El ‘sufrimientodel cuerpo social’ expresa esta imposibilidad de hacer al mismo tiempo esta necesidad dehacer: en el sentido de poder ser para el otro y en el sentido de querer ser en común.

Dos dimensiones sociales actualmente más allá de la voluntad. Construimos una sociedadque permite estas prácticas y estos deseos al heroísmo dominical del individuo, pero no ala práctica colectiva cotidiana. Muraro dic e aún: “La caridad es la palabra cristiana, elnombre occidental, de la piedad, es decir de la intersección entre la historia humana y su

excedente, su exceso, su esperanza, su “buscar todavía”, su dios... queda a ustedes

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elegir la palabra que conviene”. De esta manera la política debe volver de nuevo y tener

relaciones con este más allá con relación al aquí y ahora? “Volver de nuevo”, porque enel pasado, incluido el siglo XX, había esta tensión, esta tensión interior que debe irse másallá del contexto necesario de la acción, llevando subjetivamente en la contingencia laocasión de una lectura del destino histórico. E incluso si solo se tratara de comenzar a

partir de allí un camino tal, ¿por qué no intentarlo? La política debe tomar ahora unadecisión respecto a sí misma. La política del deseo, dice el título del libro de Lia Cigarini(Nuova Pratiche Editrice, Parma, 1995). Y la introducción de Ida Dominijanni dice El deseo de la política: “Hoy la política arriesga convertirse en una pasión ‘especializada’,que no se trasmite y tiende a petrificarse. Sabemos que es del lado de los hombres queel deseo se redujo, y que es de este lado que el hilo sutil y duro que la vincula con la

política permanece innominado [...] He aquí en qué consistirá el trabajo político para elfuturo próximo: reactivar el deseo femenino, apelar a la barrera del autoconscientemasculino y el deseo masculino” (p. 38). Si hasta el presente la política fue una forma dehacer masculino, la crisis de las formas que pone en cuestión su destino puede ser laocasión del rebasamiento de la política moderna? Dejemos abierta la cuestión y

pensemos allí. Dominijanni dice aún: “Una vez que la diferencia sexual a puesto en

cuestión la noción de individuo y de sujeto que apoya la constelación de la Política enOccidente, todas las demás categorías de esta constelación –igualdad, representación,mayoría, decisión, poder- siguen sucesivamente una después de la otra” (p. 26).Estamos allí, en efecto. Las categorías de la política no responden ya a los necesidades

de la política. La máquina está sin un sujeto que la guíe. La historia presente seabandona a sí misma. ¿Qué hacer para seguir pensando la política?

El príncipe y la Utopía

Las coincidencias políticas estelares fundan la historia moderna. 10 de diciembre 1513:Maquiavelo escribió a Vettori que compuso un opúsculo De principatibus, una “elucubración” sobre “que es la soberanía, cuantas especies hay, como se adquiere,como se la conserva, por qué se pierde”. Diciembre 1516: presentado en Louvain el

Libellus vere aureus nec minus salutaris quam festinus de optimo reipublicae statu,deque nova insula Utopia authore clarissimo viro Thomas Moro. Pero los primeros añosde De principatibus van precisamente de 1513 a 1516, lo que nos deja entender, entreotras cosas, el cambio de dedicatoria de Julien a Laurent de Medicis (sobre este puntover G. Inglese, “Introduzione” a El Príncipe, Einaudi, Turín, 1995). Contemporáneos, por

lo tanto, El Príncipe de Maquiavelo y Utopía de Moro. En conjunto, son la políticamoderna. El ex-secretario florentino y el futuro canciller de Inglaterra dibujan, enprincipio, dos caras para el cuerpo renaciente de la política. En esta época, entre losJardines de Rucellai y la Corte de los Tudor, se razonaba aún sobre la forma de

restablecer la relación entre los hombres en una sociedad según las modalidadespolíticas, bajo que formas de Estado. En los dos casos, el discurso es proposicional. Elsiglo XVI abre lo moderno con su “qué hacer”. Hablar de lo que es o de lo que deberíaser, de la realidad efectiva o del lugar que no es, es una sola y la misma cosa. Estopermite decir lo que es necesario hacer. Y será así en adelante para el pensamientopolítico implicado en la práctica inmediata de la acción, utilizando y relacionando los

ejemplos del pasado y las imágenes del futuro, pagará el precio en dos planos: laexistencia misma del pensador, la consistencia de su pensamiento. En definitiva,Maquiavelo y Moro serán los dos condenados. En cuanto a la obra: debe al final sacrificarel rigor a la eficacia, la profundidad al estilo, la verdad de la investigación a la utilidad deldiscurso. Tamaño supremo de estos pensadores políticos que saben que tal es su destino

y no temen realizarlo.

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Un buen ejercicio: leer estos dos textos juntos. No en lectura comparada. Como lectura

complementaria. Comprensiones inéditas surgen de esta complementariedad paradójica.Conceptos opuestos se acercan y se encuentran sin fusionarse. Expresados por dosfiguras humanas de pensamiento. Vías paralelas de lo moderno. De allí, se desenreda yse despliega un curso que, también él, llega a un termino sin más allá, cruzando fases de

avance y retroceso. Y se tiene aquí el ejemplo de cómo se produce una chispa en elcontacto entre un comienzo y un final: con el tiempo intermedio dejado a losinvestigadores. Nada es más luminoso que el incipit de la política moderna, para incluir lagrisalla de su muerte. El vínculo entre realismo y utopía se construye al principio del sigloXVI. No es cierto que Maquiavelo dictó, solo, con El Príncipe y los Discursos, elparadigma completo de la política moderna. La otra dimensión, la isla de Utopía, es

esencial para completar el cuadro. La descripción sin prejuicios de la acción políticamoderna inmediatamente recordó a sus lados la condición imaginaria de un mundoalternativo. Luego las dos vertientes se alejaron lentamente, en el esquema dicotómicoque presidió la construcción y la conservación de las sociedades modernas: el realismo alas clases dominantes, la utopía a las clases subalternas. La prueba de que el movimiento

obrero fue un gran sujeto de la política moderna: supo incluir en él lo nuevo, al menos a

partir de la obra científica de Marx, las dos vertientes, separadas, contradictorias,alternativas, de la toma realista sobre la realidad y del impulso utópico hacia el futuro.Cada una por su cuenta, las dos partes intentaron una mediación y una síntesis, en laépoca de la revolución burguesa y en la época de la revolución proletaria. Al utilizar

libremente el sentido que Mannheim dio a los términos “ideología” y “utopía”, se puededecir que la ideología, los aparatos ideológicos, la falsa conciencia construida por lasmasas y por los intelectuales, fue la tentativa de unificar realismo y utopía, de superardialécticamente la contradicción. Fue el peor pensamiento. Los derechos humanos comomáscara de los intereses burgueses, y la idea de clase general vinculada a los obreros

para disfrazar la práctica de un poder neo-oligárquico, son episodios de este cursointermedio, que es necesario estudiar y después olvidar. Es preferible volver de nuevo, justamente, a la distancia y a la presencia común de los principios.

Burckhardt y Meinecke nos explican como la idea de razón de Estado se desarrolló mástarde de manera relativamente autónoma con relación a los motivos de su fundación por

Maquiavelo: adaptándose muy rápidamente a los tiempos de las dos Reformas,protestante y católica. Botero (1589) dirá que nos informa sobre los medios puestos enobra para conservar y luego para desarrollarse y finalmente solo fundar un poder, “porque la razón de estado presupone el príncipe y el Estado” (G. Botero, La ragion di Stato, Donzelli editor, Roma, 1997, p. 7). Los métodos de la fundación presuponen una

voluntad de conquista. Y la razón política precede a la razón de Estado. Aquí Maquiavelo.Pero más los medios están sin prejuicios más el fin es ilustrar. Y contra la política de losEstados tal como son se construirá el modelo de la isla que no es. Aquí Moro. Laimbricación es más profunda. El Segundo Libro, haciendo el relato de las ordenanzas y

comportamientos de los utopienses, se escribe antes de que se piense el Primero, quehace la crítica de las vicisitudes de Inglaterra. Después de 1510, mientras que Mororelata el noble gesto de Utopus, Maquiavelo describía las maléficas empresas del DuqueValentino: uno como otro con tanta admiración por su héroe. “...ya que no conozcomejor punto de enseñanza para un nuevo Príncipe que el ejemplo de los hechos de este

Duque” (N. Maquiavelo, El Príncipe, VII, 9). “La tradición quiere en efecto que todo elplan de la ciudad sea trazado desde el principio por el mismo Utopus. Pero dejó elornamento y la terminación a sus descendientes” (T. Moro, Utopía, p. 95). Pero se tratadel Príncipe doble de la política moderna: uno está en la manera empleada para asesinara Vitellozzo Vitelli, Oliverotto da Fermo, el señor Pagolo y el Duque de Gravina Orsini, el

otro está en el relato del viaje de Raphael Hytholdée a propósito de la forma de unEstado garantizado “no solo de la más brillante prosperidad, sino también (...) de unaeterna duración” (Utopía, p. 197). “Los jefes pues se apagan” (El Príncipe, VII, 22). “Laforma de esta república que creo es no solo la mejor, sino aún la única que puede

arrogarse justific ablemente el nombre de República” (Utopía, p. 192). Y la distinción no

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es ingenua y simple entre la práctica de acciones de príncipe y la justificación para el

pueblo. Si era el caso, las prédicas de Savonarola habrían bastado para revelar lasuperchería. Se trata realmente de dos prácticas, e incluso de dos teorías-prácticas,elaboradas y realizadas para llegar a las mismas conclusiones. Las palabras no son aúnaquellas, los conceptos no están maduros aún. Será necesario pasar por la ruptura de la

cristiandad, a través de las guerras civiles de religión que se derivan, para abordar latemporada del gran siglo XVI político, con el problema que Europa soporta el peso porcuenta de Occidente: como deducir un orden a partir del conflicto, un orden político apartir del conflicto social. “Un Príncipe pues no debe tener otro objeto ni otro pensamiento, ni tomar ninguna otracosa para su orgullo que la guerra y la organización y disciplina de esta; ya que es el

único arte que pertenece a los que comandan, teniendo tan grande potencia que nosolamente él mantiene a los que nacieron Príncipes, pero a menudo hace acceder a esegrado a los hombres de simple condición. En cambio se ve que cuando los Príncipes sededican más a las voluptuosidades que a las armas, han perdido su estado: y la principalrazón que te lo puede hacer perder, es no tener en cuenta este arte, y la causa que te lo

hará ganar, es profesarlo” (El Príncipe, XIV, 1-2). “Los utopianos tienen abominación por

la guerra como una cosa brutalmente animal, y que el hombre sin embargo comete másfrecuentemente que ningún animal salvaje. Contrariamente a las costumbres de casitodas las naciones nada tan avergonzante, en Utopía, como buscar la gloria en loscampos de batalla. No debe decirse para eso que no ejercen con mucha asiduidad la

disciplina militar; las mujeres mismas están obligadas, así como los hombres; ciertosdías están fijados para los ejercicios, para que nadie se encuentre incapaz de combatircuando llegue el momento. Pero el utopiense no hace nunca la guerra sin gravesmotivos. No la emprenden sino para defender sus fronteras, o rechazar una invasiónenemiga sobre las tierras de sus aliados, o para liberar de la servidumbre y del yugo de

un tirano a un pueblo opreso por el despotismo. En eso no consultan sus intereses,actúan por filantropía” (Utopía, pp. 160-161). “Estar desarmado te vuelve despreciable(…) ya que del hombre armado al desarmado no hay ninguna proporción (…) Pues nunca

apartará su pensamiento del ejercicio de la guerra (…) y no estará nunca ocioso entiempos de paz” (El Príncipe, XIV, 4, 5, 7, 16). “Los utopianos lloran amargamente sobre

los laureles de una victoria sangrienta (…) Es entones que ellos se elogian de actuarcomo hombres y héroes, siempre que vencieron por la única potencia de la razón, lo queno puede hacer ningún animal, salvo el hombre” (Utopía, p. 163). Estas dos caras de laguerra existen siempre en la política moderna, desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Laguerra como continuación de la política con otros medios puede hacerse, y se hizo, según

una u otra manera. Guerra criminal y bellum justum son dos formas de la política.Perfectamente adaptadas a la fase de evolución moderna de relación social humana. Noagotan el horizonte de la esfera pública, como no reconocen toda la complejidad de lapresencia humana en la historia de la sociedad moderna. Pero constituyen una parte

esencial inevitable, y que de hecho no se evitó. Si a partir del arte de la guerra deMaquiavelo llegamos hasta la explosión de los conflictos armados, es siempre con laintención de civilizar la guerra. El  jus publicum europaeum presidió la civilización de lasguerras entre Estados. Solo las guerras civiles escaparon a las formas civiles deratificación jurídica de la violencia entre estados. En eso también, el siglo XX rompió una

tradición, destruyó y disolvió las formas. Radicalizó las dos opciones de guerra, las opusoimpropiamente, como guerra solamente, o como paz solamente. La intensificación de lasguerras civiles mundiales, la reducción o exaltación de la guerra civil al rango de guerramundial, e inversamente, borró toda forma de civilización, a partir del teatro delenfrentamiento total hasta la escena de las existencias cotidianas. El terrorismo es

herencia de la criminalidad de la guerra. No permanece más el pacifismo que los restosde la guerra justa. “No estar nunca ocioso en tiempo de paz” es la condición bienconocida de la guerra fría. La guerra del Golfo, por el contrario, es una guerra “filantrópica” clásica. Tomás Moro solo es soportable al lado de Maquiavelo, y

eventualmente Hobbes. Hexter coloca a Moro, “realista”, junto a otros políticos

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escritores, vinculados en la práctica y en la teoría política, a menudo investidos de otras

cargas del Estado: “Sir John Fortescue, juez de la Corte Suprema de Inglaterra, Philippede Commynes y Claude Seyssel, uno de los cuales diplomático y consejero de Luis XI yNicolás Maquiavelo, secretario de la República de Florencia”, todos animados por “estevivo y profundo sentido de la realidad política que es una de las características de la

época de las nuevas monarquías en Europa” (J. Hexter, L’Utopia de Moro. Biografia di una idea, Guida, Napoli, 1975, p. 67). Por otra parte Maquiavelo venció porque la razónde Estado de los jesuitas pasó por intermedio de Moro, y quizás de Erasmo. Erasmo –escribe Huizinga- “es más audaz y flemático que Maquiavelo, y más liberado de prejuiciosque Montaigne. Pero Erasmo no desea ser considerado responsable: es la locura queafirma todo esto! Siempre nos deja volver intencionalmente en el círculo vicioso del

proverbio: ‘un cretense decía: todos los cretenses son mentirosos’” (J. Huizinga, Erasmo,Gallimard, París, 1955, p. 127). Síntesis perfecta del sentido común moral burguésmoderno. Inútilmente seria. Que es necesario atacar con el espíritu de la ironía, con el juego del pensamiento, con la burla alegre de las palabras que toman las cosas en laraíz. Con el Institutio principis christiani , Erasmo se pone a hacer de consejero moral del

príncipe, como Maquiavelo había hecho de consejero político. Pero sin haber creído tanto.

No nos dejamos desviar por el perfil severo que deja traslucir en los retratos de la época,los de Quentin Metsys para Erasmo, o los de Hans Holbein para Moro, librementereanudada por Rubens un siglo más tarde. Había un desencanto adoptado sobre loscomienzos de lo moderno, como debe ser el caso para nosotros en su final. Una

 “elucubración” dice Maquiavelo en De principatibus. Y Huizinga recuerda a Rabelais, apropósito de Moriae Encomiun: “Valete, plaudite, vivite, bibite”. “Como se podría tomarla Moria demasiado en serio, mientras que la Utopía de Moro, que es lo auténtico porresolver, y que nos parece grave, es ella misma tratada por el autor y por Erasmo comouna pura broma. Hay un pasaje donde l’Eloge parece acercarse a la vez a Moro y a

Rabelais, cuando Stultitia habla de su padre Plutus, el dios de la riqueza, cuyassugerencias ponen todo sentido patas arriba, y cuya voluntad preside la realización detodos los asuntos humanos: guerra y paz, poder y consejo, justicia y tratados”. (J.

Huizinga, cit ., pp. 133-134).Los tratados, precisamente, la fe, los hombres. “Se ven por la experiencia de nuestro

tiempo a estos Príncipes que hacen grandes cosas, que no tuvieron en cuenta la fe, y quesupieron por astucia eludir el espíritu de los hombres (…) No obstante un Señor sabio nopuede, ni debe observar su fe si esta observancia se vuelve contra él (…) Y si loshombres son todos bondadosos, este precepto no tendría valor: pero como sonmalévolos” (El Príncipe, XVIII, 1, 8, 9). “En Europa y principalmente en las regiones

donde reina la fe y la religión de Cristo, la majestad de los tratados es por todas partessanta e inviolable. Esto viene en parte de la justicia y la bondad de los príncipes, en partedel temor y el respeto que les inspiran los soberanos pontífices (…) los cuales creen conrazón que estarían avergonzando a la cristiandad de ver infieles en sus propias

convenciones los que se glorifican por parte del nombre de Fieles” (Utopía, p. 158). “Ynunca un Príncipe ha tenido el defecto de excusas legítimas para colorear su falta de fe. Yse podría abogar infinitos ejemplos modernos que muestran cuantas paces, cuantaspromesas en vano por la infidelidad de los Príncipes (…) Pero es necesario saber colorearbien esta naturaleza, bien fingir y disfrazar: y los hombres en tanto simples y obedecen

tanto a las necesidades presentes, que los que se equivocan encontrarán siempre alguienque se dejará engañar” (El Príncipe, XVIII, 9, 10, 11). “Según esto, no dirá que la justiciaes una virtud plebeya y de bajo lugar, que se arrastra bien debajo del trono de los reyes.A menos que se distingan dos clases de justicia: la primera buena para el pueblo, yendoa pie y cabeza baja, encerrada en un estrecho recinto que no puede cruzar, impedida por

numerosos vínculos; la otra para los reyes, infinitamente más augusta y más elevadaque la justicia del pueblo, infinitamente más libre, y a la cual no se defiende de hacer loque no quiere” (Utopía, p. 159). Fidelidad y libertad, tristeza y justicia, fraude ycrueldad: al leer esta doble y espléndida prosa, se piensa que todo se ha dicho. La

política moderna abrió dos cursos inéditos en los recovecos secretos de la naturaleza

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humana. En eso, hubo un gran movimiento de liberación. La filosofía moderna tuvo

necesidad de la política moderna para conseguir centrar la presencia humana en elmundo. El sujeto de la acción y el sujeto del conocimiento se presentan de nuevo comodos caras del ser humano en tanto que ser social, es decir del hombre en relación con losotros hombres. Caras unidas y divididas, presentes conjuntamente y no coincidiendo:

Maquiavelo y Moro. Básicamente toda dimensión utópica es la opción de una condicióncognitiva bajo nuevas formas. El sueño de una cosa es menos útil para cambiar el mundoque el conocimiento tal cual es, a través de un contraste imaginativo, una conciencianegativa. He aquí por qué es posible concebir “un lugar que no es”. Es la conquistarealista sobre la realidad que constituye el verdadero fondo de toda voluntad detransformación radical de las cosas, es decir de las relaciones de dominación y de

sugestión entre los seres humanos. Revolucionario, el planteamiento maquiaveliano queconsiste en partir de la “cualidad de los tiempos” para invertirla con más “violencia” que “respeto”: allí donde el príncipe, es decir la decisión política, resuelve el conflicto entre laaristocracia y el pueblo, a menos que “las colas se hayan unido con las cabezas”. Enefecto, es contrario al criterio de la política moderna un “defecto natural de los hombres

en primer lugar querer vivir día a día, y no creer que puede ser lo que no fue” 

(Maquiavelo a Vettori, 10 de agosto de 1513). Gestiones optimistamente reformadoraslas de Moro. A la objeción: “La filosofía no tiene acceso a la corte de los príncipes”, larespuesta es: “Existe por el contrario otra filosofía menos salvaje. Esta conoce su teatroy sabe adaptarse, y en la habitación donde debe jugar, cumple su papel y con

extravagancia y armonía”. No introducir por la fuerza discursos insólitos y extravagantesque no tendrán ningún peso sobre los que tengan ideas contrarias, sino “seguir la rutaindirecta (…) y si sus esfuerzos no pueden servir para hacer el bien, que sirvan al menospara disminuir la intensidad del mal” (Utopía, p. 75).Dos libros, dos autores, dos maneras intelectuales de observar el mundo de los hombres

con los ojos de la política. Se reflejan el uno al otro y cada uno refleja la imagen del otro.Con una diferencia. Cualitativa. El realismo revolucionario sabe reunir las dos cosas, laviolencia y el respeto, la audacia y la precaución, la fuerza y la prudencia, “hacer un papa

a su manera”, o “bien hacer que no fuera puesto un papa que no quería”. No es unresultado indiferente. Pero no se puede negar la superioridad intelectual de la primera

opción. Ella sola mantiene en su integridad la complejidad de los procesos históricossujetos a la acción política. La utopía está subordinada al realismo. No puede mantenersesino con él. Tomas Moro ya está en parte en Maquiavelo. La inversa no es verdadera. Elverdadero salto de tigre en el futuro es la “utopía concreta” de Bloch, que Nicolás, con su “gran espíritu” y la “alta intención” que lo caracteriza, consigna en la Exhortatio del

capítulo XXVI: “Ad capessendam Italiam in libertamque a barbaris vindicandam” . Lautopía es “como verdadero fundamento de toda empresa, la necesidad de proporcionarselas propias armas” y no tratar del optimo republicae statu, “de la mejor forma degobierno”. Y sin embargo.. Cuando hay dos cosas, hay aún política moderna. Cuando no

queda ya más que una, no.El reformismo católico de Moro, de Erasmo, será trastornado por la violenciarevolucionaria de la Reforma luterana. Creo que los intérpretes (E. Sturz y J. H. Hexter)tienen razón al leer Utopía en el marco de un humanismo cristiano, de factura erasmiana,más de inspiración teológica que racionalista, más constante por una tensión religiosa

que construido sobre un dispositivo naturalista. Es un punto de lectura más general de laprimera modernidad, que sería necesario profundizar. Alberto Asor Rosa entendió en losSouvenirs “una singular amalgama de análisis materialista y preocupaciones estoico-cristianas”. Leyó a Guicciardini entre Erasmo y Sarpi (ver los dos ensayos sobre losSouvenirs y sobre l’Histoire du concile de Trente, en Letteratura italiana. Le Opere, II. Dal Cinquecento al Settecento, Einaudi, Turín, 1993, pp. 3-90 y pp. 799-863). Extrajo unacategoría y una figura que, ambas, son locuaces y sugestivas; y de las cuales nos hemosapropiado desde hace tiempo una determinada disposición de espíritu: se trata de lacategoría política de “pesimismo italiano” y de la figura humana de la “política escéptica”.

En Guicciardini, por ejemplo –escribe Asor Rosa-, “el carácter político intrínseco del

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razonamiento confina con una zona donde comienza una diferente forma de

pensamiento: aquella de quien parte y a partir de la cual se desarrolla la reflexión sobrela incertidumbre y la problematización del conocimiento, sobre la superioridadirremediable del mal sobre el bien en la historia, sobre el predominio de la naturalezasobre la razón, sobre la caducidad y precariedad del destino humano”. Un pensamiento

 “producido por la ‘catástrofe’” o en todo caso por la incesante cadena de ‘mutación’” quese apodera de Italia, al principio inmediato de lo moderno. En el relato de la Histoired’Italie se llega a percibir –y Asor Rosa tiene razón de señalar aquí un acento leopardianoen Guicciardini- “a cuya inestabilidad, tanto como sobre un mar tormentoso por losvientos se someten las cosas humanas” (ver Genus italicum, Saggi sulla identitáletteraria italiana nel corso del tempo, Einaudi, Turín, 1997, pp. 340-341).

Entre Maquiavelo y Erasmo, Guicciardini, pero también Moro. Con relación aldesgarramiento totalmente moderno de Maquiavelo, hay en estos últimos unasensibilidad de continuidad destinada a asegurar un pasaje moderado hacia el tiemponuevo. Por ejemplo, las religiones de los utopianos son numerosas, peromayoritariamente orientadas hacia una suerte de deísmo al que se habría añadido la

práctica de la tolerancia. “Pero cuando aprendieron de nosotros el nombre de Cristo”, con

inclinación y afecto hubo adhesiones y encontraron los preceptos de su religión natural.En el Príncipe está el eco anticipado de lo que será la política en la era de las guerrasciviles de religión. En la isla de Utopía, no hay trazas. Se comprende más excavando enel pasado que explorando en el futuro. Y más aún a partir del “conocimiento de las

acciones de los grandes hombres” que a partir de la relación “sobre las leyes y lasinstituciones” de un Estado imaginario. Entre la “larga experiencia de las cosas modernasy la lectura continua de los antiguos” (Dedicatoria de El Príncipe, 2), está aún el secretode la política como pensamiento y como acción. Pero, al final del siglo XX, no se puederecorrer sino la primera, la segunda no puede sino difícilmente practicarse. La

experiencia de las cosas modernas es para nosotros el pensamiento vivido del siglo, allí donde la historia a sido atrapada a partir de figuras heréticas, aisladas, rechazadas ymalditas, o de figuras heréticas por sus obras, introducidas a título póstumo en el olimpo

del sentimiento burgués miserable. Aquí cada uno escribirá sus propios nombres. Peropara nosotros, toda la modernidad, desde sus comienzos, pasando por los desarrollos,

hasta los resultados es lección de cosas antiguas. Lo moderno como pasión política másque como disciplina histórica: un riesgo de ejercicio del pensamiento, obligado a marcharsobre una frontera inestable entre lo que fue y lo que podría ser, entre la necesidad,detestable, de la realidad efectiva y la contingencia, deseada, de la voluntad subversiva.Pasión de observar el cuerpo de la historia con los ojos cargados del deseo de la política.

La vocación de la política es poseer la historia, que no es mujer en el sentido de lafortuna, e incluso si lo fuera, no sería el caso “de querer tenerla sometida, pegarle yasolarla” (El Príncipe, XXV, 26). Esto es al menos lo que este final del siglo XX nos dejaintensamente inédito. La historia es soberana ante la política, no se deja pegar y afectar.

Y el deseo es por lo que, a diferencia de mí, se coloca con relación a mí, simplemente demanera compleja, como otra historia. Es una relación muy mediatizada por laprofundidad de la Kultur  europea del siglo XX. Solo allí es que pueden incluirla ypracticarla. La acción política puede ser lo masculino delante de lo femenino de lahistoria. Es como esto que siento al expresarlo. Pero la política puede ser lo femenino

delante de lo masculino del acontecimiento histórico, como lo fue hasta allí y como siguesiéndolo. Es así que se expresa a partir del ser de la mujer. En uno y otro caso, la políticapuede ser el Príncipe armado de una utopía concreta, incluso cuando, y sobre todocuando, se expresa bajo formas colectivas, como Estado, partido, movimiento. Sin eso,no se inaugura una nueva manera de hacer la política, sino que se cierra simplemente la

época moderna de la política. Que estas cosas sean nuestras cosas antiguas son unaelección de investigación que quiere oponerse a una intención antimoderna sutilmenteoculta en tanto redescubrimiento de la política clásica. Es la elección de Maquiavelo, quecomo punto de referencia, enseñanza, de Discurso, tomaba la política de los romanos y

no la política de los griegos, la historia de la república y no la democracia ateniense. En

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política, el realismo es Roma, la utopía es la Grecia. De la Grecia se guarda la nostalgia,

como podríamos eliminar de nuestra alma la cátedra viva de la deutsche Romantik .Como podríamos respirar sin Holderlin. Pero desde que ante la utopía antimoderna de lapolítica griega se posterna lo peor de la política post-moderna, se puede leer a Pericles,con la condición de que se cuente por Tucídides. Por el contrario “los romanos hicieron lo

que los Príncipes sabios deben hacer…prever de lejos los inconvenientes, que siemprehay” (El Príncipe, III, 26, 29). Esta previsión y este conocimiento “de lejos” es una de lascategorías de la política. Porque, “como dicen los médicos de las fiebres éticas” (yo digoque se trata de la fiebre ética, pero la ‘h’ aquí me conviene perfectamente) 1, el mal enpolítica, al principio es fácil de curar pero difícil de conocer, pero con “el progreso deltiempo” se vuelve fácil de conocer y difícil de curar. Esto no llovió nunca a los romanos

 “lo que los sabios de nuestro tiempo tienen en la boca de mañana y de noche, gozar delas ventajas del tiempo, sino más bien gozar de las ventajas de su valor y de susabiduría: ya que el tiempo expulsa todo delante de sí y puede aportar con él tanto elbien como el mal, y tanto el mal como el bien” (III 26, 30). Los “sabios” de nuestrotiempo, otro consejo de lectura. Agustín, en el De civitate Dei , se opone a la “seriedad y

la moderación de los romanos” la “frivolidad y lascividad de los griegos”. Gravitas contra

Levitas. Una oposición decididamente “inactual”. Como esta otra que opone a la “orgullosa rapacidad de los griegos frívolos” la “misericordiosa humildad de los bárbarosaún salvajes” (Agustín, La cité de Dieu, I, 4, tr. G. Combès, Institut d’EtudesAugusiniennes, París, 1993). “Pues todo lo que se cometió de devastaciones, masacres,

saqueos, incendios, malos tratos en este desastre muy reciente de Roma, es el hecho dehábitos de guerra. Pero lo que se realizó de una nueva manera, esta salvajada cruel que,por un extraordinario cambio de la superficie de las cosas, pareció tan suave al punto deelegirlo y diseñarlo, para llenarlos de pueblo, las más extensas basílicas donde nada seafectaría, de ahí nadie sería arrancado, donde muchos no serán llevados para su

liberación por enemigos compasivos, donde ninguna persona será puesta en cautiverio,ni incluso por crueles enemigos: esto es en el nomb re de Cristo, esto es en el tiempocristiano que es necesario asignarlo” (I, 7). Lengua alusiva, citas alusivas: que permiten

solamente hoy hacer pasar pedazos de verdad entre las mallas de la opinión. Es lacontrición a la cual te vincula una época opaca, gris, indiferente, cumplida y vacía, muy

móvil e inmóvil, con las Luces, ciertamente, pero apagadas, una edad media sinrebasamiento. No, no es el siglo IV, V. Ningún encuentro en vista entre el nombre deCristo y los bárbaros salvajes y misericordiosos. La tercera o cuarta Roma ya cayeron,sin que la historia se haya dado cuenta de nada. Gran comienzo del siglo XVI y grancomienzo del siglo XX se responden. Para señalar a este fin de milenio su miserabilismus.

Karl und Carl

 “Escucha, Jacob… debes admitir que si alguno se enteró de algo, este alguno escompletamente Schmitt” (J. Taubes, La Théologie politique de Paul . Le Seuil, París, 1999,p. 145). Afirmación que es necesario acercar del relato de cuando, después de un paseo

en los alrededores de Plettenberg, regresamos a la casa, delante de una taza de té,Schmitt dijo a Taubes: “Ahora Taubes, leamos la Epístola a los Romanos, 9-11” (Ibid , p.18). Y es el mismo Taubes quien nos da la fórmula definitiva de una relación correcta conCarl Schmitt: Gegenstrebige Fügung, una aprobación divergente. El amigo Jacob (1923-1987), el rabino alemán exiliado, se apresta a decir, pero no a escribir. En los pliegues

del siglo XX, se oculta la milagrosa existencia de los personajes invisibles. Muy raras yreales presencias. Te los cruzas en los libros, los hermanos de espíritu, como viejos

1

NdT: En la traducción francesa utiliza ‘ethiques’ y no ‘etiques’ que significan respectivamente: ético, ética yético, descarnado, enteco, demacrado.

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conocimientos naturales del destino. En adelante el valor ya no está más en esta

oscuridad, separación, reserva, rechazo a comparecer, de la parte de las existenciassolitarias. Lo que no fue posible entonces, en el siglo de los grandes contrastes, sevuelve necesario hoy en los años y los meses y los días de las pequeñas confusiones.Cuando descubres que Taubes dice de Schmitt: es un apocalíptico de la contra-

revolución, para decir de sí mismo: yo soy un apocalíptico de la revolución, comprendesentonces que el corazón del problema ha sido tocado por la flecha del pensamiento. “La ciencia del apocalipsis implica una actitud pasiva con relación a los acontecimientosde la historia. Toda obra activa se debilita. El destino de la historia universal estápredeterminado, y es inútil querer resistir. El estilo apocalíptico utiliza esencialmente lopasivo. En los apocalipsis, las personas no ‘actúan’, sino que todo ‘ocurre’ más bien (…)

El estilo apocalíptico, que se encuentra también en Marx, se basa en la pobre confianzapropia del hombre. El largo período de desventura, las repetidas desilusiones, el poderaplastante del mal, el enorme coloso del reino demoníaco terrestre, harían perder, en loapocalíptico, la esperanza en alguna salvación que no fue, si esta dependía de lavoluntad y del buen placer de los hombres. Es en este sentido que se puede hablar de un

determinismo por lo menos desconocido, al interior de la estructura conceptual del

apocalipsis marxista. Marx también ve actuar en la historia las fuerzas superiores, sobrelas cuales el individuo no puede tener ninguna conquista; y, utilizando la terminologíamitológica de su época, las define como las ‘fuerzas productivas’” (J. Taubes, Escatologiaoccidentale, Adelphi, Milán, 1997, p. 581). Manera por lo menos original de leer a Marx.

Después de todo, y después de dos guerras mundiales, después de la Shoah y la Bomba,tenía sus razones. ¿Las tiene aún hoy? El horizonte de la obra de Marx, revisado en lapolítica del siglo XX, sufrió una catástrofe apocalíptica. No es necesario dejarse distraerpor los traslados grotescos con los cuales se realizó el hundimiento del socialismo. Lotrágico de esta historia está en sus comienzos, y en su evolución, una lucha

antideterminista desesperada contra el poder terrible de las fuerzas productivas evocadasmitológicamente por la profundidad de los procesos humanamente incontrolables. Es enesto que tiene razón última y decisiva el encuentro, imposible y necesario, entre Marx y

Schmitt. Ambos ven elaborarse ante ellos la fuerza inatacable de una razón históricaenemiga y buscan los medios del conflicto con ella a este nivel. Y cuanto más obtienen de

la grandeza trágica de esta tarea de análisis realista de la situación de la época, más seobligan a radicalizar los extremos de la decisión política. Dos formas de pensamientoagonista, de “polémica”: no solamente la acción práctica, sino la investigación teóricacomo guerra. Dos puntos de vista a partir de posiciones contrarias, con fines diferentes,con el mismo método, contra el mismo problema: capitalismo-modernidad, la historia

que lo lleva, la política que se opone. Uno Prometeo, el otro Epimeteo. Y también sigloXIX y XX. Detrás de Marx, Hegel, detrás de Schmitt, Weber. Marx es el Weber delproletariado, al igual que Weber es el Marx de la burguesía. Y Taubes dice de Weber queél es la síntesis entre Marx y Nietzsche. Nosotros allí y aquí; es de esta síntesis que es

necesario volver a empezar. En este cuadrilátero intelectual siglos XIX y XX, cien porciento alemán, Marx-Nietzsche-Weber-Schmitt, hay un Ein feste Burg ist Unser Gott  (Elcastillo firme es nuestro Dios), para adoptar los términos de las Corales 302 y 303 bwv.De lo alto de estos muros, rechazar el ataque de las inteligencias artificiales enemigas de2001.

Con Carl Schmitt: acuerdo divergente. Con Karl Marx en desacuerdo convergente. Es elsentimiento interior del teórico de la política, hijo del movimiento obrero, al fin del sigloXX, después de la derrota de la revolución. Entre Marx y Schmitt, una relación decomplementariedad histórica natural. Imposible, en el siglo XX, leer políticamente a Marxsin Schmitt. Pero leer a Schmitt sin Marx no es tampoco posible históricamente, porque,

sin Marx, Schmitt no existiría. “Era antibolchevique –dice Taubes- (…) Habría podido serleninista, pero tenía la tela para convertirse en el único antileninista importante” (Lathéologie politique du Paul, cit ., p. 146). El lo llegó a ser solo por el pensamiento.Devenir alguna cosa solamente política por el pensamiento es un destino que comparte

con otros. Marx y Schmitt, juntos, nos han vuelto a das Kriterium des Politischen, a partir

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del momento en que este criterio, después de Lenín, se había perdido poco a poco.

Juntos, en efecto, componen el nuevo nombre del amigo-enemigo. Nuestro Marx, solocontra hostem, sobrevivió en el siglo. Necesitó de este nuevo enemigo público paradescubrir que no podía descubrirse el siglo XIX: autonomía de la política. El siglo XX es lapolítica realizada, la política moderna llega a su culminación, sin posibilidad alguna de un

más allá de sí. El movimiento obrero, yendo más allá de sí mismo, encargado de supropia herencia de luchas y de organización, habría podido quizás llevar con él, al refugiode las potencias de la historia, la política. Era necesaria otra potencia social, dotada depensamiento estratégico y de fuerza material. No es que solo en lo social haya unaposibilidad de continuidad. Las clases que mueren no se consumen jamás por completo.Las raíces de varios siglos no se arrancan en algunos días o en algunos años. La

aristocracia, a su manera, sobrevivió al capitalismo. Y en Inglaterra, antes la madre, yhoy la abuela, de lo moderno, todos los aristócratas que fueron, hicieron, como nos loenseñaron las investigaciones precisas, las revoluciones burguesas. La joven burguesía,en tanto depositaria del espíritu del capitalismo en el alma humana, no estuvo de más:bastó que se arraigara débilmente en los países antiguos, para resistir con su razón

histórica a las violencias de la política, y para demostrar que no era ella la que merece

morir sino aunque parezca imposible bien los que la querían matar. La política alcontrario, está vinculada a la contingencia, a la ocasión, al momento, al pasaje. Lasociedad, es la historia larga. La política, la historia corta. Y con todo la longue durée puede interrumpirse o doblarse o desviarse por la irrupción del salto en el instante del

período breve. Es la fuerza de la política, su subjetividad-voluntad, que es siempre unasola e incluso advenimiento irracional en el corazón de las miles de razones de lahistoria.La era de las guerras, de la confrontación directa, del contraste polar, del mundodividido, de la sociedad dividida, de la política-conflicto nos obligó a hacer nuestras

cuentas, a medirnos con el pensamiento enemigo, en una implicación emotiva que incluíapertenencia y rechazo, exclusión e intercambio. Una condición inédita, en mi opinión, dela investigación intelectual, y en todo caso un estado de excepción para la teoría política.

Al que no ha vivido esta época le falta algo. Y no es en el sentido trágico de la lucha quele faltará. Se adquiere, pero hay que estar dispuesto, con las desilusiones de la

experiencia. Lo que falta más bien es esta forma de pensamiento polémico, que tedetiene sobre la contradicción insoluble, en contacto directo e inmediato con la polaridadnegativa irreductible, que deviene al final parte de uno contra la cual debes combatir ocon la cual debes tratar. En el siglo XX, Marx incorporó propiamente a Schmitt. Porquerevolución y contra-revolución, apocalipsis revolucionario y contra-revolucionario,

revolución obrera y revolución conservadora, es decir la gran política del siglo XX, nosolamente ha ocupado todo el territorio de las opciones posibles, radicalizando lasopciones de vida, sino que directamente las reenvió la una a la otra que es lo que está enel medio, la democracia liberal, sufrió un largo y justo período de posición cultural

subalterna. El revisionismo histórico, como todas las posiciones reaccionarias coherentes,contiene un germen de verdad, que debe revelarse. Debían estar acompañados de unrevisionismo filosófico. Pero eso no podía venir de la izquierda, así como el histórico nopodía venir de la derecha. El pensamiento de la política tuvo la oportunidad de romperlos esquemas ortodoxos rígidos de la tradición marxista. Era, esencialmente, la operación

Marx-Schmitt. Lo que faltó, es el coraje experimental de asumirlo para probar lasconsecuencias prácticas. El nudo no resuelto del problema es la relación con lamodernidad. He aquí la herencia de investigación intelectual que la historia delmovimiento obrero deposita en el terreno de posibles e improbables perspectivas neo-revolucionarias. La modernidad no es solamente hoy, como lo cree vulgarmente el

sentido común de nuestra época, una puerta grande abierta sobre un futuro virtual. Lamodernidad es también una acumulación de material del pasado, civilizacionesenterradas, ciudades borradas, piedras dispersas. No es solamente innovación futurista,es una historia cruzada. Vivimos una modernidad tardía: donde el impulso de lo

tecnológico por venir cohabita con la necesidad de una arqueología de lo moderno. Si no

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se reconoce esta amb igüedad de la modernidad, su ser Welt von gestern además de

future of the world , la relación con ella como problema no se establece. A su manera, elmovimiento obrero lo había afrontado y resuelto: a través del enfoque marxista, se habíadeclarado como parte de lo moderno, su fruto y su heredero, en condiciones de utilizarde manera partidaria el pasaje de la historia a favor de un proceso de emancipación

humana. Es lo que fueron las luchas, es lo que quisieron ser sus formas de organización,es lo que pretendía ser la toma del palacio de invierno ruso, y hasta la construcción delsocialismo en sus comienzos. Este proyecto falló. Y con él igualmente la idea dedesarrollo como progreso, esta ideología antipolítica de la modernidad, que el capitalismotriunfante se apropió hoy, recogiendo así en el polvo las banderas abandonadas por laclase obrera. Del otro lado, la solución del problema se había encontrado en la

demonización de lo moderno, a través de la esencialización de la técnica, donde elcatolicismo romano y metafísico de la muerte de Dios de inspiración protestanteproducían una santa alianza contra el siglo. El antimodernismo no fue el de las solucionestotalitarias. Estas fueron más bien la expresión explícita de un pedazo de alma y de unarealidad estructural de la civilización moderna. El antimodernismo fue la más fiel de las

culturas que al comienzo tuvieron esperanza en estas soluciones como mejores armas

decisivas contra su enemigo. Lo que explica la adhesión inicial de figuras intelectuales alperfil aristocrático de la irrupción plebeya, fascista y nazi. Proyecto también, como elotro, que se concluye por un fracaso. Este siglo es el siglo de la derrota de los proyectosde reformas intelectuales y morales, de cualquier lado que hayan venido. La solución

final victoriosa fue la de los procesos materialmente objetivos: que hayan sidodemoníacamente totalitarios o angélicamente democráticos importa poco en adelante. Alfinal, la historia moderna vencida, gracias a su doble cara ambigua, que no fuereconocida nunca, sino que funcionó para sí, sin ser jamás utilizada para otra cosa. Laderrota habrá sido la de la política, que no adaptó su propia duplicidad a la ambigüedad

de la modernidad, practicando ésta como terreno, en lugar de combatirla comoadversario.Esta disposición que debe tomar teóricamente el signo esencial de la doble modernidad

existía de manera separada, trunca, en Marx y en Schmitt. Carlo Galli tiene razón detrasladar la obra de Schmitt del contexto alemán particular de los años 20 y 30, a una

contextualización epocal de genealogía de la política, como carácter originario de lapolítica moderna. De manera análoga, la obra de Marx no es reconducible al capitalismomanchesteriano inglés de la mitad del siglo XIX, pero ella invierte más bien un horizontede genealogía de la economía política, como carácter orignario de la economía moderna.Solo la complementariedad de estos dos dispositivos nos da la complejidad ambigua

completa de la modernidad. Estas obras incluidas juntas nos dan una lectura a la solucióndel siglo XX, del primer y segundo siglo XX, reescribiendo el gran tema fundador de lomoderno, conflicto y orden, en la lengua del siglo que dice: la revolución y las formas. “(…) La genealogía de Schmitt es un remontar o un redescenso al origen de la política

moderna. Es en efecto en los conceptos y en las instituciones políticas específicamentemodernas que Schmitt ve la obra , como momentos originarios, tanto a la percepción deldesorden radical que la obliga a la producción del orden artificial; tanto la contingenciaque la exige de forma (C. Galli, Genealogia della politica, Il Mulino, Bologna, 1996, p.xii). La modernidad “tiene dos caras”: procesos de secularización por un lado, punto de

catástrofe, al origen y al final, del otro. Como para Marx: desarrollo capitalista al medio,pero al principio está la violencia de la acumulación originaria y, al final, elZusammenbruch del sistema debido a las contradicciones fundamentales insolubles.Según Marx, por otra parte, son los hombres los que hacen la historia, en condicionesbien determinadas, los hombres y no el hombre, es decir las clases, en sus luchas entre

ellas, y los partidos como nomenclatura de clases, y los gobiernos como comités deasuntos de las clases. “Para Schmitt la acción política (…) se refiere solamente alsoberano, el punto en el cual los logos modernos, el pensamiento estratégico del ordenracional, se concentra así intensamente que el mismo se niega: del individuo aislado y de

sus estrategias no se puede esperar sino desórdenes, o en todo caso, inefectividad,

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mientras que la energía de las masas exige en todo caso ser puesta en forma” (C. Galli,

Genealogia, cit, pp. xxiii-xxiv). Sin descartar todas las diferencias que Galli enumera (pp.52-56), la operación Marx más Schmitt da una suma de pensamiento superior al alcancede las dos empresas científicas asociadas entre otras en una desgracia política inmediata,es decir en la desproporción abismal entre contribución teórica y experimentación

práctica. Pero negar la afirmación de Niekishc, según la cual “la respuesta de Schmitt esla respuesta burguesa al concepto marxista de lucha de clases al interior de los aparatoscategoriales radicalmente distintos de los marxistas (Ibid . pp. 54-55) quiere decir queKarl und Carl nos dan quizás juntos esta “hermenéutica trágica de lo moderno”, la únicacapaz de dar cuenta hoy del pasaje de crisis epocal de la lucha de clases. La crisis de larazón política moderna está en este contexto. Schmit cruza un cierto marxismo crítico y

herético del siglo XX, entre Sorel y Benjamin, menos, desgraciadamente los del jovenLucàks y de Korsch, pero se siente pegar sobre todo en sus obras de formación el golpedel espolón de la presencia de Lenín. Y la bella lectura que hace Carlo Galli merece quese la exponga entera: “Lo que en el pensamiento de Lenín fascinó a Schmitt no esciertamente la perspectiva de la extinción de la política, que para Schmitt tiene la

potencia moderna de la técnica, sino más bien el momento de la revolución y del

comando político proletario, de una forma política que, a pesar de todo, se constituyegracias a la extrema intensidad polémica que está en su origen; la dictadura delproletariado –el pasaje hiperbólico a la extinción de la política- le parece contener (bienmás que la mediación discursiva burguesa) un embrión de la conciencia que la política

está implicada por una intensidad autónoma de todo otro medio de existencia” (p. 47).El hecho de que el obrerismo italiano de los años sesenta a su vez haya cruzado en losaños setenta la presencia de la obra de Schmitt tiene pues dos motivaciones másprofundas que las que Galli le atribuye. Sería necesario volver de nuevo sobre estaaventura intelectual en otro marco. Es cierto que hubo al principio la ambición práctica

de extorsionar a Schmitt el secreto de la autonomía de la política para volver a ponerlo,como arma ofensiva, al partido de la clase obrera. Pero no se necesitó más que la razóningenua del reencuentro. Et a hoste consilium quería decir más bien que hacer la

distinción entre forma revolucionaria y contenido reaccionario de un pensamiento. No, larelación a establecer con Schmitt no quería ser la misma que la de Marx con Hegel. Más

avanzaba, contextualmente, la crisis de la lucha de clases y la crisis de la políticamoderna, y más devenían evidentes dos procesos –el final del movimiento obrero y elfinal de la política moderna- la relación con Schmitt deviene más estrecha, más intensa,más interiorizada. El reconocimiento en el carácter schmittiano del “pensador existencialy no existencialista”, en quien la contingencia, tanto mejor si es trágica, deviene el Grund  (razón) de la decisión, la tuya y la de los de tu alrededor, ha sido un pasaje estratégicode un curso intelectual, que viene de lejos y preveía ir más lejos. El reconocimiento era,devenía, precisamente el del carácter originario de la política, de la “política comopotencia originaria”, que, repito, implicaba, en una relación, belleza por otra parte, tú

mismo, tu existencia concreta y la vida histórica de la parte del mundo, de la sociedad,del pensamiento, al cual sentías que pertenecías. Schmitt, “apocalíptico del acto”, era laintervención del enemigo que revolvía los hilos del modelo científico marxiano, al igualque Lenín con su “revolución contra El Capital ”, y te obligaba a poner en juego tupresencia intelectual, buscando desesperadamente las trazas perdidas de un

 “apocalíptico por lo bajo”, guiada. Aventureros del pensamiento, ciertamente. Eso esmejor siempre que los universitarios del buen sentido dominante.Procesos ambiguos, contradictorios, no simplemente progresivos, de centralización y dedemocratización de la humanidad, finis Europae, declinación de Occidente, entrevistosdesde dos puntos de vista contrastados, de una crítica liberal antic ipada de la democracia

y de una inagotable e inagotable concepción cristiana de la historia. Ambos, el francés yel español, intérpretes-anticipadores de esta Kritik der Zeit , en la “acepciónespecíficamente alemana de mi kritik ”, que desde Kierkegaard y Burckhardt hastaTroeltsch, Weber, Rathenau, Spengler, toma forma en la segunda mitad del siglo XIX,

atraviesa el comienzo del siglo XX y se detiene, se agota y se aplasta delante de la gran

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crisis de la política con la cual tristemente declina nuestro siglo. En 1971, Schmitt

escribía: “Karl Marx podría aún admitir que la superestructura ideológica (en la cualentran los conceptos de derecho y legalidad) se desarrolla a veces más lentamente quela base económica-industrial. El progreso contemporáneo no tiene ya el tiempo ni lapaciencia. Devuelve al futuro e induce a expectativas crecientes, que él mismo supera

por nuevas expectativas siempre mayores. Pero su expectativa política llega al final detoda “política”. La humanidad entendida como una sociedad unitaria sustancialmente yapacificada; no hay más enemigos; se transformaron en ‘socios’ conflictuales(Konflitpartners); en el lugar de la política mundial debe instaurarse una policía mundial” (Prólogo a la edición italiana de Categories du politique,Il Mulino, Bologna, 1972, p. 25).Karl Marx y Carl Schmitt son una arqueología política de lo moderno más de lo que lo son

Nicolás Maquiavelo y Tomás Moro. Estos, la eternidad moderna los acogió, inofensivos,en el paraíso de la cultura. Aquellos, los precipitó, malditos en el infierno de la política.  

La política es profecía2 

Buscamos, detrás de las palabras, los pensamientos de Quinzio. Al leerlo y releerlo, noescapa a la impresión, fuerte, de que algunos o varios de sus últimos pensamientosserán nuestros próximos pensamientos. Quinzio tenía la voz, el temple, el físico delprofeta. Profeta moderno, implicado en la historia: como siempre el profeta, que está en

la historia de su tiempo, con la mirada que se proyecta más allá. Y no como el utopista,que está fuera de la historia, que quiere ser externo, que no mira “más allá”, pero está “más allá”. Quinzio no despreciaba gastar la escritura, su escritura, sobre las hojas de losdiarios cotidianos, en los discursos cotidianos con los otros, en los debates cotidianossobre los problemas infinitos e insolubles provocados por el choque de la fase con la

época. Era un militante crítico de un tiempo eterno, vivido, sufrido, meditado,contrastado.

Mi mirada sobre Quinzio es doble. Primero: me enseñó lo que quiere decir “cristianismo”.Algo que se vuelve a aprender continuamente, siempre desde el comienzo. Sobre este

punto, su cristianismo podría ser también el mío. Digo: podría. Segundo: reconozco lotrágico en lo religioso, porque conozco lo trágico en la política. Las dos dimensionestienen algo en común. Querría que no sea así. Esto sucede. Hablaré aquí de esta segundamirada. De la primera, todavía no soy capaz. El discurso de Quinzio no es un discurso “político”, no es más que un sentimiento “impolítico”. Y con todo la política, a partir de

sus pensamientos, se siente fuertemente cuestionada, provocada duramente, yrecordada, directamente, en otro orden del día. Si la política es producción de futuro,profecía y utopía son dos modos, diferentes y contrarios, de ver el futuro. “Ver” es lapalabra apropiada. En política hoy, no se ve más: se ve, se observa, se analiza, luego seactúa, se compite, se combate, siempre y solamente supeditado a lo que es. Se acepta lo

que fue hasta allí, se renuncia a pensar lo que puede ser; lo de este lado como más alládel presente son borrados. Cuando bien incluso habría habido una historia, no está ya allí en adelante.Pro-feteía: predicción de un acontecimiento futuro por embajada divina. Pro-feteúo:hablo en nombre de, en ves de, Teoú, de Dios. Mt. 2:15: “Esto, para que se realice lo

que fue anunciado por el Señor por la vos del profeta”; 26, 54: “Como pues se realizabanlas Escrituras, las cuales dicen que debe ser así?” He aquí lo que dicen las Escrituras: quedebe “ser así”. Esto sucede porque fue predicho. Y predecir, es procurar que eso ocurra.Isaías 42, 22: “Quienes anticipan y quienes anuncian lo que debe llegar! Las cosasantiguas, cuáles fueron? Anúncialas y habrá atención. O entonces declaran los

2Propongo de nuevo este texto, ya aparecido en Bailamme, rivista di spiritualità e politica , nº 20, 1996, en

memoria de Sergio Quinzio. Me parece que se integra bien en el marco de este discurso. Lo dedico a las voces proféticas de los "monjes" don Giuseppe Dossetti, padre Benedetto Calati , Pietro Ingrao.

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acontecimientos futuros, de modo que podamos saber lo que vendrá”. Quinzio sobre

Isaías: “El profeta no escribe libremente, sino que hace los gestos y dice las palabras,simultáneamente, que pertenecen a la realidad primaria inmediata en la cual sufrimos ygozamos, ganamos y perdemos, vivimos y morimos, y no a la realidad reflejada ysecundaria constituida por las formas litúrgicas o sapienciales que reevocan el pasado

para consolidar y hacer aceptable el presente (…). La profecía anuncia el futuro, noporque es el espejo o la fórmula de una realidad ya dada, sino porque es el germen delas cosas que ella misma suscita en ese momento (…) Por eso el discurso del profeta esun grito único, condenado a repetirse y, repitiéndose, se transforma en esfuerzo oratorio,si y mientras no se oye su invocación no puede entenderse. La lengua profética es ritmopor la ruptura necesaria para reanudar su aliento, es difícil y uniformemente subrayada

según el paralelismo de lo conforme y lo deforme, de lo ya realizado y de lo no realizado,del hecho de gritar o callar, de la desesperación y del consuelo” (Un commento allaBibbia, Adelphi, Milán, 1991, pp. 257-59).Salvación y condenación, esperanza y caída,mensaje mesiánico y pasaje apocalíptico, un almocárabe caótico de acontecimientos que “se suceden sin cesar”, en un eterno retorno circular. La palabra profética enciende esta

trama trágica de la historia humana. Las épocas que hacen alegremente la economía

dibujan los tiempos ciegos del futuro. Nuestro tiempo. Por temor del despliegue de lasdurezas de la historia se vive en la violencia enmascarada de la crónica. Una de lasfecundas “inactualidades” de Sergio Quinzio es ser un pensador anti-iluminista, y por lotanto anti-progresista. El escribe en La croix et le néant  (La Crocce e il nulla, Adelphi,

Milan 1984, p. 210): “Es infinitamente tarde para llevar el combate de Voltaire, los malesen los cuales somos tragados no pueden ya verdaderamente encontrar remedio, niincluso parcial o temporal, en la tolerancia. A pesar de las obvias apariencias, no somosamenazados por la presunción fanática de poseer la verdad, como era el caso en otrostiempos, sino por la certeza paralizante del carácter radicalmente discutible de todo, que

no deja sino espacio a la indiferencia, y por lo tanto a un conflicto de interesesenmascarado pero despiadado, o a una inútil y dolorosa excitación para rellenar elvacío”. De ahí su visión de lo moderno, coherente, discutible, como “una enorme

enfermedad que se desarrolló en el espacio del acontecimiento escatológico fallido” (ibid ., p. 211). Hay en Quinzio una vocación antimoderna que debe ser contenida,

controlada, a veces incluso prevenida y reinvertida por él. Es lo que fascina en suintervención en el clima hostil del debate contemporáneo. Es un punto que señala unlímite más que justificado por su posición de investigación. Justificado en este sentido:que el futuro esperado, que se trata de aquel anunciado por la Palabra, o el desconocidode la Ciencia, falló de manera estrepitosa; y en este fracaso tanto los conceptos

teológicos como su secularización en las categorías de la política mostraron plenamentesu impotencia. He aquí. “puesto que permanecemos a pesar nuestro hombres históricosmodernos, nos encontramos hoy ante la pared de lo imposible de cualquier futuro.Ninguno de los modelos de historia que elaboramos –en primer lugar sagrados,

teológicos, después profanos, secularizados- tienen más para nosotros. Todas las formasen las cuales hemos pensado el futuro como futuro significante –hasta la idea deprogreso de la humanidad, o del ‘espíritu del mundo’, o de la sociedad sin clases- estánen adelante detrás nuestro. Esta es la razón por la que, para escapar al absurdo,estamos comprometidos a no pensar en el futuro, a disolver hasta la idea”. A lo sumo,

nos concedemos un “futuro escaso”, que a través de “trucos post-nietzcheanos” nosrelaciona a la eternidad cíclica e inmutable del eterno retorno. Otra idea de futuro esposible, deseable, proféticamente decible? “El futuro no se inscribe en ninguna parte delo eterno, de lo absoluto, del destino de la necesidad, sino que es el riesgo total de unespacio vacío que debe rellenar. En tanto tal, el futuro tiene una relación con la voluntad,

y no con el conocimiento. Como una ‘esperanza que se ve no es una esperanza’ (Rom.8:24), una creencia que se conoce no es más una creencia. Nada garantiza que el futuroquerido por la fe sea posible: pero ni incluso la diferencia entre posible e imposible estágarantizada, no hay ninguna certeza a propósito de lo que es posible y lo que es

imposible” (La croce e il nulla, cit . pp. 31-32). He aquí una creencia que se puede

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compartir, una fe crítica, abierta a la duda, no sobre sus fundamentos sino sobre sus

problemas, empapada en la incertidumbre de que lo que va a llegar será diferente de loque debía llegar, dramáticamente expuesto por su necesidad de acontecimientos futurosa la desilusión de las cosas presentes. Por otra parte Quinzio, en su último itinerario,desde Dalla gola del leone (1980) a Mysterium iniquitatis (1995) pasando por La

Sconfitta di Dio, nos acompañó en el sufrimiento por otras veces decaídas y otrasesperanzas abandonadas. Es necesario leer “Le silence de l’Eglise” en Mysterium…, dondehace suyas las palabras de Dostoievski: “Qué terribles sufrimientos me costó –y mecuesta aún- esta sed de creer, que se hace sentir tanto más con mayor fuerza cuanto seme aparecen los argumentos contrarios”. Porque –decía- el sufrimiento no está en la “incredulidad” o en la “duda”. Hay aquí una separación banal, elemental “psicológica” 

entre real e ideal, “entre lo real que se pone en duda y el ideal en cuyo nombre larealidad es puesta en duda”. Pero “para el que cree, la fe es una certeza inmediata”. Y “los verdaderos problemas, las verdaderas cuestiones, son las que estallan dentro de unhorizonte de certezas”. Certeza de una fe: si nunca se trataba de elegir entre la “dura ypesada fides quae creditur ” y la “magnífica fides qua creditur que nos lleva lejos hacia lo

ideal” (Mysterium iniquitatis, Adelphi, Milán, 1995, pp. 95-95). He aquí. Esta última fides 

es la que se definirá más tarde por un movimiento de utopía y pragmatismo, siemprecombinado “noblemente”. Pero la otra, la primera, la fe en la cual se cree, es la quemantiene, intenta mantener, aspira a mantener, trágicamente ensambladas, profecía yrealismo.

Explosión de verdad, la profecía. Verdad revelada. Interpretada por los hombres de fe.Antigua tensión humana hacia lo que va a venir, en contraste con las leyes, las normas,las lógicas de la modernidad. Dos lugares clásicos, de mirada necesaria y racional haciaese fondo indeterminado. Spinoza, Tractatus theologicus-politicus: cap. I, De laprophétie ; cap. II, Des prophétes. ¿Por qué se vuelve a salir de la profecía y de los

profetas en cuanto se plantea el gran problema de la libertas philosophandi ? Porque lalibertad humna civil moderna es un acontecimiento que aún debe llegar. “Una Profecía oRevelación es el conocimiento cierto de una cosa revelada a los hombres por Dios. En

cuanto al profeta es el que interpreta las cosas reveladas por Dios a otras personasincapaces de tener un conocimiento cierto, y no pudiendo más tarde asimilarlo sino por la

fe solamente. Profeta en efecto se dice en los Hebreos nabi , es decir, orador e interprete;pero en la Escritura, se emplea siempre para intérprete de Dios. Ex. 7, 1: Dios dijo aMoisés: “Y he aquí, hago de ti un Dios para el Faraón y Aaron, tu hermano, será tuprofeta” (B. Spinoza, Tractatus theologico politicus, cap. I, trad. C. Appuhn, GF, París,1965). « Los profetas han sido dotados no de un pensamiento más perfecto, sino de un

poder de imaginar con más vivacidad” (ibid , cap. II) Y Hobbes, Leviatan, cap XXXVI: Dela palabra de Dios; de los profetas. “La profecía no es un arte, ni una ventaja, -se tratade la predicción- una vocación permanente: es una función excepcional y temporariaconfiada por Dios, generalmente a los justos, pero a veces también a los malévolos” (Th.

Hobbes, Leviatán, tr. F. Tricaud, Sires, París, 1971, p. 449). Y se lee en efecto enDeuteronomio 13:2-4: “Si surge entre ustedes un profeta o un soñador que te proponeun sueño o un prodigio, y el sueño o el prodigio de los que había hablado resultan, tedice: ‘sigan a otros dioses que no has conocido y sírvanles, no escuches las palabras deeste profeta o soñador: porque el Señor vuestro Dios los pone a prueba”. Y en Primera

Epístola de Juan 4:1: “Mis queridos, no confíen a todo espíritu, sino examinen losespíritus para conocer si vienen de Dios, ya que numerosos falsos profetas vinieron almundo”. Spinoza-Hobbes: no hay utopía, y profecía, sí, pero con medida. Para asumir lautopía, los buenos sentimientos bastan. Para adherir a la profecía se necesita un cálculode verdad. La profecía no implica ninguna certeza y al mismo tiempo no puede

comunicar dudas. Es conocimiento, no de lo que es, sino de lo que está a punto de ser,de lo que debe existir para ser. La revelación es tomada a través de los signos, y através de los signos se revela a su vez. El profeta compone por imaginación los signos deDios y aquellos para los hombres. Su destino es no incluirse. Pero cuando hay una

divergencia de destino, en el estado de excepción, entonces se asiste a un

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acontecimiento de la gran historia. La historia profética es siempre el fruto de la gran

política. Entre política y profeta hay un velo sutil de complicidad insondable. Tomar laseñal de los tiempos históricos, es la tarea de la política. Cuando los signos del tiempoestán ausentes, hay una crisis política. Cuando están allí, pero la política no los toma,hay una crisis histórica. No es que solo los signos están allí y que la política los ve y los

asume es que se asiste a uno de las raras épocas de cambio del mundo: Veränderungder Welt . Es fácil comprender en cuales de estas condiciones estamos hoy, en cualeshemos estado hasta el presente, y Quinzio con nosotros. Pero el punto alto histórico delreencuentro entre profecía y política nos interesa, el que Quinzio no pudo ver, ni nosotroscon él. Busquémoslo en un futuro pasado.La ocasión nos la da ese libro de Mario Miegge, Il sogno del re di Babilonia. Profezia estoria de Thomas Mintzer a Isaac Newton (Feltrinelli, Milán, 1995). El discurso parte deDaniel 2, el libro del profeta Daniel escrito en el siglo XX A.C. “En el segundo año de sureinado, Nabucodonosor tuvo un sueño. Su espíritu se perturbó y perdió el sueño. El reydio orden de convocar a los magos, los adivinos, los hechizeros y los caldeos, para querecordaran a la memoria del rey su sueño”. Pero estos quisieron en primer lugar que el

rey les haga el relato del sueño para poder interpretarlo. Solo Daniel estuvo en

condiciones de decir al rey lo que el había soñado. Porque “hay un Dios en el cielo querevela los misterios y hace conocer lo que ocurrirá al final de los días. Oh rey, lospensamientos que te asaltaron mientras estabas en tu lecho se refieren al futuro”. El reytuvo una “visión”. Sigue entonces el relato de la estatua, a la cabeza de oro puro y a los

pies de hierro y de arcilla, y el de la piedra que se derrumba de la montaña, y los reinosque seguirían a partir de los pedazos rotos de la estatua (Dn. 2:1-45). Miegge relee estepotente relato mítico y lo reemplaza como criterio interpretativo de los comienzos de laera moderna, entre guerras civiles religiosas del siglo XVI y revolución inglesa del sigloXVII: cuando el vínculo libre entre profecía e historia deja su lugar al vínculo necesario

entre profecía y política. Koselleck y Dubois leyeron, teórica e históricamente estospasajes. (Es necesario añadir a M. Walzer, La rivoluzione dei santi , Claudiana, Brescia,1996). Explosión profética y gran transformación. Espera los acontecimientos últimos y la

percepción de la novedad del presente. Vergangene Zukunft : este equilibrio entre “espacio de experiencia” y “horizonte de esperanza”  zwei historische Kategorien –como

dice Koselleck- “dos categorías históricas”, equilibrio construido y roto en un breve,intenso, violento, momento político, entre Reforma y guerra de campesinos. Mi idea esque la profecía estalla en los pasajes, los saltos, de convulsión total. Detrás, está lamística y la política, mística especulativa y política revolucionaria, entre Maitre Eckhart yThomas Müntzer, dos extremos que se tocan, dos puntos de vista radicales sobre el

hombre, hacia Dios y hacia los otros hombres. Iusti vivent in aeternum, predicaba elMaitre, o, en otro juramento,  Justus in perpetuum vivet . Pero qué son los justos? Aquí,en un texto que no fue censurado por casualidad por la bula In agro dominico: “Los quesalieron totalmente de ellos mismos y nunca suspiran hacia lo que ellos son, aunque se

trate de grandes o pequeñas cosas; que no buscan nada de más ni debajo de ellos niarriba, ni al lado ni al interior; que no están a la búsqueda del bien o el honor, ni de ladulzura de vivir ni de la alegría, intimidad divina, de santidad, de recompensa y del reinode los cielos! Estos salieron de “todo lo que es”. (Maitre Eckhart, “Des Justes” en Oevres,Gallimard, París, 1942, p. 105). Allí les responderá el profeta principal de los campesinos

rebeldes: 1524, Exégèse du deuxième chapitre du prophète Daniel, prêchée au châteaude Allstedt, devan les dignes ducs et protecterurs de Saxe en exercice, recordado porMiegge, y que Bloch cita abundantemente : « Se necesita un nuevo Juan que vienesegún el espíritu de Elías a soplar en las sonoras y sensibles trompetas para queresuenen del calor que da el conocimiento de Dios y que no se ahorre sobre esta tierra

ninguno de los que fueron obstáculo a la palabra de Dios”. Ya que la piedra arrancada ala montaña sin que la mano la toque se hizo grande; los pobres laicos y los campesinoslo ven de una mirada más penetrante que vos. (...) Sí, la piedra es grande, esto es loque, desde hace tiempo, temió el mundo ciego. Entonces era pequeña aún, se fundió en

ella; que hacemos ahora que se volvió tan fuerte y que incontinente circuló sobre las

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grandes estatuas y redujo a migas hasta las viejas vasijas?” (En E. Bloch, ThomasMüntzer, théologien de la révolution, trad. M. De Gandillac, UGE, París, 1964, pp. 50-51).La literatura apocalíptica moderna tiene su historia y sus formas y sus figuras específicas.No solamente narración/visión, personajes deliberadamente falsos, épocas pre o postfechadas, lenguajes simbólicos y alegóricos, la imaginación que triunfa sobre la ratio,

pero además, relación directa con la exégesis revolucionaria, escatología terrestre, másallá de lo mundano, mesianismo político, relato no del final del mundo sino de la manosubversiva de Dios sobre la historia para aplastar el curso, finalmente el brazo potentedel Magnífico, que verdaderamente levanta a los humildes y abate los dominantes. Sí, esla cara oculta, minoritaria, marginal, herética de la política moderna. Si sus palabras eransimbólicamente violentas, la acción contra ella, la represión, fue materialmente violenta.

No hay nada a recuperar, sino mucho a incluir. Y quizás algo a vengar.Koselleck: “La génesis del Estado absoluto estuvo acompañada de una lucha incesantecontra las profecías religiosas y políticas de todas clases. El Estado se atribuye elmonopolio del control del futuro” (R. Koselleck, Futur passé, tr. J. y M. C. Hoock, EHESS,París, 1990, p. 18). El Estado absoluto, es decir la primera forma del Estado moderno, se

preocupa de reprimir todas las interpretaciones apocalípticas. En tanto que función anti-

eclesiástica, asumo lo que fue uno de los roles de la Iglesia. El tiempo histórico pasa alcontrol de la política moderna. Las expectativas humanas se redimensionan, seminimalizan, se mundanizan. El Estado, incluso en lucha contra la Iglesia, deviene Iglesiasecularizada. El Estado Absoluto, pero también toda la consecuencia del Estado moderno,

desde el Estado liberal hasta el Estado democrático, y en el medio las solucionesautoritarias, reúne, o se propone en todo caso reunir, el monopolio de la fuerza y elmonopolio de la historia. Cuando, en el curso de la era moderna, la política se haceEstado, actúa con formas diferentes de violencia. Y la violencia tiene tantas formas comola dominación. Dominación y violencia –es decir las formas del poder- tienen por objeto

la supresión del futuro, la gestión de la inmovilidad y de la repetición del presente. Si seobservan las soluciones actuales de la modernidad tardía, los comienzos de lo moderno ysus desarrollos, se ve que una sola fuerza se encuentra en condiciones de poder romper

un eslabón de esta cadena. Fue una fuerza social de clase, heredera de la larga historiade las clases subalternas y al mismo tiempo en condiciones de devenir ella misma clase

dominante. Pero la clase obrera no se dio una voz profética, quiso darse una aparienciacientífica. Las dos cosas no eran incompatibles. Acción y pensamiento definieron lasexperiencias del movimiento obrero, por primera vez en la historia, después de la granexperiencia cristiana, dos modalidades complementarias de libre existencia humana. Ymientras la pasión de la política cohabitó con el rigor del pensamiento, hubo lugar para

las grandes esperanzas. Cuando la relación se rompió, todo se derrumbó. El ideal de unacosa: que detrás de Thomas Müntzer había, en el siglo XX, no los campesinos sino losproletarios de todos los países unidos.El “ideal de una cosa” no es la utopía sino la profecía. Si la profecía estalla en la

convulsión, la utopía interviene en el cambio. Convulsión total para una, cambio lentopara la otra. La Utopía, el no lugar, es la búsqueda de otro lugar. Utopía es la forma idealde una sociedad constituida según el plan de los principios y valores, no vista sinoprevista, no lanzada sino proyectada. Es de nuevo, aún, la política que se hace Estado,de optimo reipublicae statu, Tomás Moro, Nova Insula Utopia. Y en efecto. Incluso

cuando se dice: extinción del Estado, debimos recurrir, para llegar, a la más grandefigura del Estado. Mantener esta historia del Estado está llegando a su término. Y ella fueuna gran historia, con relación a la miseria de la política actual. El Estado se redujo a ungobierno, la política se redujo a una administración. El nuevo Nabucodonosor perdió elsueño, no porque lo olvidó, sino porque incluso no soñó nunca el ideal. Y no hay Daniel,

solo hay “magos, adivinos, hechizeros, caldeos”. Ciertamente, la gran estatua,resplandeciente y terrible, está rota. Los pies de hierro y arcilla no la sostuvieron. Y lapiedra se movió, sin que nadie la desplace, se convirtió en montaña. Esta montaña no esel Nuevo Reino. Tras las Cuatro Monarquías, también allí ha habido aún desde el siglo IV?

Siempre hay una Quinta monarquía, como don simbólico profético. Pero vivimos en

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tiempos tales que parece haberse realizado en la forma de dominación más total, porque

es difusa, interiorizada, libre y democráticamente aceptada. La política alternativa,después de haber cruzado enteramente la historia del Estado, puede reanudar el controldel futuro? O la política moderna caerá con el Estado moderno? Dudas. Investigaciones.Una cosa es segura. Es necesario recomenzar a hablar, autoritariamente, en nombre de

una parte, en vez de continuar hablando, de manera subordinada, en nombre de todos.Ernst Bloch, Geist der Utopie (Espíritu de la Utopía), palabras duras, que habrían llovido,en mi opinión, al espíritu pacífico de Sergio Quinzio: “A veces la historia sobre el malpuede realizarse en el más grande silencio, como esa del caballero sobre el lago deConstanza, victorioso gracias a su ceguera, como este llegó al nivel más profundo alsanto lugar en situaciones extraordinarias y victoriosas gracias al beso de la bondad,

gracias a su ignorancia creativa. La mayor parte del tiempo sin embargo, el alma debeconvertirse en culpable para destruir la mala realidad, para no volverse aún más culpablebatiendo en retirada de manera idílica , soportando la injusticia con una pacienciahipócrita. La dominación y el poder en sí son malos, pero es necesario combatirlostambién por la fuerza y hacerse imperativo categórico, el revolver en la mano…” (E.

Bloch, Esprit de l’utopie, tr. Fr. A. M. Lang y C. Piron-Audard, Gallimard, París, 1977, p.

291). Y Spuren: “En efecto el hombre es algo que queda aún por descubrir” (E. Bloch,Traces, tr. fr. P. Quillet y H. Hildenbrand, Gallimard, Paris, 1968, p. 29). Las dosdimensiones se encuentran juntas, como la acción y el pensamiento, siemprerigurosamente desde un punto de vista parcial: en primer lugar “las tinieblas del

momento apenas vivido”, “las tinieblas del hic et nunc ”; después “el saber aún noconsciente”, “el paso aún no dado”. Estos conceptos son las perífrasis de lo utópico o loprofético? Se unifican en la categoría de “no todavía” (Noch nicht ) y esta categoría “entraen los sueños despiertos de todos nosotros”. La utopía concreta blochiana es profecía.También porque los dos Príncipes, el Príncipe esperanza de Bloch y el Príncipe

responsable de Jonas, resultan en adelante improponibles, en las condiciones actuales.No hay principios, reducidos como están al pesimismo de los valores. Y no es solamentelo religioso, sino también la política que, reduce a la ética, decae y muere. Lo religioso y

lo político, en su autonomía respectiva, son las dos grandes dimensiones existenciales delhombre moderno. Pueden encontrarse en sí, porque ellas están en o su destino es

siempre supeditarse a otra cosa?Aquí vuelve la lección de Quinzio. Nos recuerda en efecto en este misterio que es lacondición humana, no su inmovilidad sino su eternidad contingente: esta contradicciónque rasga y no conforta. El pensamiento revolucionario falló en asumir este problema. Notodos sino varios de sus fracasos parten de allí. Y de allí van a identificarse los otros

pasajes y aperturas de nuevos vados. Es necesario dar a Quinzio lo que es de Quinzio ynada más. Pero una de las vías de la política hoy –una y no hay una sola- es conteneruna visión apocalíptica del futuro y una lectura realista del presente. Una opción dictadapor la época, que definimos sin señales del tiempo. En adelante la gran táctica –y la gran

política es siempre una gran táctica- no es autónoma, porque no tiene ya que levantargrandes fuerzas y no necesita hacer hablar a potencias subjetivas. El pasaje a través delpunto de catástrofe se vuelve entonces no eliminable para la visión de la convulsión, yeste a su vez se subleva, si es posible, hacia más ambiciosas cumbres. Pero después dela derrota de Dios, la espera mesiánica entra en contradicción con el pasaje apocalíptico.

 “He aquí, vendré pronto!” (Apocalipsis 22:7): impronunciable palabra profética enadelante. Y esto, Sergio Quinzio lo sabía y sufría. Al mismo tiempo, creía y no seresignaba. Quinzio que lee a Daniel. El libro de Daniel –dice- contiene siete visiones “queconstituyen un solo anuncio apocalíptico”. Precisamente la primera visión, la de Daniel 2, “expresa el carácter involutivo de la historia. Las civilizaciones, los imperios, las

potencias mundanas, que se suceden a través de los siglos descienden hacia la base ytienen un valor menor. Toda la historia del mundo es un híbrido repugnante que devienefinalmente una mezcla caótica de fuerzas y debilidades en las cuales la división, la no-homogeneidad, el desacuerdo pluralista de los elementos son el signo de la

descomposición inminente. El sentido de toda esta aventura histórica consiste en su

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progresión hacia la destrucción para que se estabilice el reino de Dios” (Un commentoalla Bibbia, cit. p. 319).Es nuestra condición contemporánea: espera sin esperanza, vocación sin creencia, fe sinética, más precisamente fe política sin valores éticos, voluntad sin posibilidad dedecisión, “hablar en nombre” de una parte, sin objetivo último, sino porque al menos

para nosotros, en adelante, “debe ser así”. 

Kommunismus oder Europa

 “Es waren schöne gläzende Zeiten” (Eran tiempos hermosos brillantes). “El tiempo

existió, lleno de esplendores y magnificencia, donde Europa era una tierra cristiana,donde todo un continente formado y trabajado humanamente solo era el domicilio másque de una cristiandad ; con un mismo y potente interés común flexible entre ellas lasprovincias más distantes de este extenso reino espiritual”. Es el incipit de Der Chrisenheit 

oder Europa (Novalis, “Europe ou la chrétienté", traducido por Armel Guerne, en Obrascompletas, Gallimard, París, 1975, p. 307). Hace algunos años, un frío helado se abatiósobre nuestros pensamientos a la lectura de estas líneas. Como leerlas, hoy, connuestros ojos lavados por el ojo del siglo? 1799: no después de la revolución que no seterminaba de ninguna manera, sino a lo sumo del interior de la revolución, ciertamentedespués del siglo de las Luces. Reanudan, para nosotros, esta revuelta romántica contra

el siglo XIX reformador. Somos por otra parte los únicos en poder apreciar el perfume dela “crítica de la revolución”. Schmitt encuentra en Die Christenheit  la influencia de Burke(Romanticismo politico, Giuffré, Milán, 1981, p. 187). Según Novalis, Burke habría escrito “un libro revolucionario contra la revolución” (Novalis, Schriften, vol. II,Wissenschaftliche Buchgesellschafr, Darmstadt 1965, p. 464). Es verdad. El que quiere

verdaderamente aprender algo de 1789 debe leer este libro de 1790. “Al seguir estasluces engañosas, costó más a Francia, adquirir estas calamidades evidentes que aninguna otra nación procurarse claras ventajas”. Por ejemplo: “Hizo circular en todos losrangos de la sociedad, todas las corrupciones infelices, que eran comúnmente la divisiónde los grandes y ricos, como si llamara a todos los hombres a compartir un gran bien

largo tiempo secuestrado, o como si ella diera el desarrollo a riquezas largo tiempoocultas. He aquí pues uno de los nuevos principios de la igualdad en Francia” (E. Burke,Reflexions sur la révolution francaise, Reimpreso Klatkine, Génova, 1980, p. 72). Esta esla razón por la que “se pudo ver la medicina del Estado volverse veneno” (p. 74). Elrevolucionario conservador Burke preveía en la revolución “la ruina del Estado,

condenado a desagregarse en el polvo y los escombros del individualismo”. Tendíapeligrosamente a “santificar” el Estado, recomendaba “no reformarlo por la subversión”,sino mirar más bien los defectos “como aproximando las heridas de un padre con unrespeto atento y una solicitud aprensiva”. “Sin dudas la sociedad es un contrato, pero un

contrato de orden superior. Todos los que los que se hacen en el curso de la vida porintereses particulares, o por objetivos momentáneos y que la ocasión hace nacer, sepueden disolver a voluntad. Pero será necesario considerar el Estado bajo las mismasrelaciones que un tratado de sociedad para un comercio de pimienta o de café, para lamuselina, el tabaco o cualquier otro objeto de interés vulgar, que solo tiene la duración

de una especulación momentánea y que se lo puede disolver a la voluntad de las partes?Es con otro sentimiento de respeto que se debe prever el Estado; porque esta clase deasociación no tiene por objeto las cosas que solo sirven a la existencia animal y groserade una naturaleza perecedera y fugitiva. Es la sociedad de todas las ciencias, la sociedadde todas las artes, la sociedad de todas las virtudes, y de todas las perfecciones” (pp.

202-203).Tradición y revolución: he aquí el gran problema de la política que el final del siglo XX

nos repropone, irresoluble. En el 89 de nuestro siglo, el tema, fue enterrado. Pero no

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había nacido en el 89 del otro siglo. Solamente había estallado, en un acontecimiento de

la historia universal. El tema se reencuentra en todo el arco de la política moderna, se dacomo su principio, y vive pues en el carácter del origen de lo moderno, pues revive en lasseñales de la declinación de Occidente. Muere, cuando todo eso, junto, es disipado ydifunto. El joven Hegel, también al interior de la revolución, al interior del proceso de la

revolución entre 1799 y 1800: “La contradicción siempre creciente (Der immer vergrössernde Widerspruch) entre lo desconocido que los hombres buscan a pesar suyo yla vida que se les ofrece y permite”. Otro incipit , esta ves del texto traducido porLuporini, que Lasson publicó bajo el “título engañoso de Liberté et Destin” (ver R. Bodei,Scomposizioni. Forme dell’individuo moderno, Einaudi, Turín, 1987, pp. 4 sqq), Perocuando un texto lleva tal título, es difícil no tenerlo en cuenta. “La vida limitada puede

solamente entonces, como potencia, ser atacada enérgicamente por la vida mejor,cuando este último también deviene en una potencia (Macht ) y que puede temer laviolencia (Gewalt )”. Freiheit und Schicksal , libertad y destino, son dos categoríasfundadoras de lo moderno, en la interminable aventura de dos milenios, desde elcristianismo del origen hasta el del final. O al menos nos dicen que ellas serán eso

cuando nos acostumbremos a ser modernos en este sentido, es decir “no antiguos”.

Libertad de los modernos y destino de los modernos: reunir estas dos dimensiones, ininteriore homine, como dos lugares conflictuales, escindidos sin esperanza derecomposición, y como dos instancias convergentes de negación irreductible. Solo delfondo de este peligro extremo que se puede remontar hasta lo que salva. Por otra parte,

 “libertad” y “destino” son dos nuevos nombres para la “política” y la “historia”. La políticaes la libertad en la historia, la historia es el destino en la política. La modernidad permitióla experiencia de esta condición humana, de conciencia contradictoria histórico-política:los que tuvieron más opciones vivieron, los que tuvieron menos pensaron. La época de larevolución y la época de la guerra, de manera diferente, plantearon el mismo problema.

Libertad contra destino: trágicamente, el aliento de una vida mejor –para hablar comoHegel- rozaba este tiempo-allí. Luego, destino contra libertad, bajo la presión de lanecessitas, “la vida superviviente perdió su propia potencia y toda su dignidad”.

 “La época de la Revolución –decía Burckhardt- es ‘instructiva’ ( lehrreich) de una maneraparticular y a un muy alto nivel, porque contrasta con todo el pasado; incluso el más

reciente, de hecho justamente de la muy grande movilidad de las cosas, de lamultiplicidad de la nueva vida con relación a esta última, de la gran notoriedad de lasituación entera”. (J. Burckhardt, Introduzione a “L’epoca della Rivoluzione”, en Studi storici , I 1997, p. 23) Burckhardt hablaba en condiciones similares a las nuestras. Añossetenta-ochenta del otro siglo, veía la ewige Revision, es decir la Revolución, como un

proceso a largo plazo, detrás de él, no concluido sino interrumpido. No temía esteproceso, no lo exaltaba, no lo juzgaba. No lo enseñaba. Lo conocía. Entre los treinta ycinco oyentes que seguían el ciclo del curso Über das Studium der Geschichte, enBasilea, durante el invierno de 1870, estaba también Nietzsche (ver Werner Kaegi,

 “Avant-propos” en Considérations sur l’histoire universelle, Payot, París, 1971, p. 23).Parece que la segunda Considération inactuelle: De l’utilité et des inconvénients del’histoire pour la vie parte de allí. Burckhardt decía : « nuestra tarea en vez de todosnuestros deseos : liberarnos en la medida de lo posible de entusiasmos y temoresestúpidos y volver sobre todo hacia el ‘conocimiento’ del desarrollo histórico”. Y veamos

el resto de la frase de una variante más eficaz. “En cuanto nos frotamos los ojos, nosdamos cuenta que navegamos a bordo de una barca más o menos frágil sobre una entrelos millones de olas levantadas por la revolución. Wir sind diese Woge selbst ... ‘Somos’ esta ola y por eso no podemos acceder fácilmente a un conocimiento objetivo de losacontecimientos” (en Studi Storici, cit., p. 22 y 23).

Solo sería pues un tiempo más lejano que el espíritu podría cepillar libremente sobre elpasado? Después de la época de la revolución la paz de los cien años, luego la época dela guerra, luego nada: y la época más alejada, madura, del espíritu libre aún no llegó. “Un punto de equilibrio fuera de los acontecimientos (...) en condiciones de sobrepasar

espiritualmente las cosas” no se encontró, y se encontrará aún menos en el mar de la

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tranquilidad que nos amenaza. No nos queda pues, de nuevo, como única “alta

exigencia”, más que la contemplación de estas “entidades” que son las potenciashistóricas? Tales son –para Burckhardt- “nuestra libertad de espíritu en medio de lainmensa dificultad de las cosas y del imperio de las necesidades” (Considérations..., cit.,p. 41). Después de 1789 : "La libertad de solicitar en general toda cosa posible como si

el mundo fuera una tabula rasa y que todo podía ser sonsacado con las instituciones(Einrichtungen) bien concebidas”. “La fuerza propulsora de todo esto está constituida poruna gran ‘voluntad optimista’ característica del período que comienza a la mitad del sigloXVIII” (Studi storici, cit ., pp. 24 y 21). Después de 1815: “Solo ahora, con la paz, semanifestarán las consecuencias de una inmensa propiedad territorial liberada y de unaindustria hasta ahora esencialmente obstaculizada y muy relativamente autónoma. El

ejemplo de Inglaterra, la época de la ‘producción’ y del ‘comercio’ ilimitado y sinescrúpulos comenzó (Goethe a Zelter: Reichtum und Schnelligkeit , riqueza y velocidad)” (Ibid , p. 24). Semejanza de las épocas. Devoluciones, y no retornos. Lo siempre similarno vuelve, pero lo diferente se parece. Después de la época de la revolución, o despuésde la época de la guerra, con la venganza de las fuerzas tranquilas, propiedad y riqueza,

industria y mercado, viene este tiempo optimista de aparente innovación, y de verdadera

senectud pesimista. No se trata de decadencia, que supo ser para las civilizaciones unatemporada profunda e ininterrumpida de cuestionamiento. Solo una degradacióninconsciente, deriva civilizadora, principio virtual de una nada de hecho, disolución delinterior de la pasta de hombre, de la figura de pueblo, de la idea de Estado, de la acción

de clase. Los espíritus clarividentes tuvieron la intuición de lo que vendría: Tocqueville,Burckhardt para el siglo XIX, Weber y Schmitt para el XX. Y algunos otros. Para nosotros,en adelante, Marx es el puente anticipador del futuro que conecta estas dos épocas depensamiento. Sin él, los dos siglos no habrían podido conocerse más que como Kultur  conservadora. Con él, pueden también conocerse como Kultur  revolucionaria. Incluida la

autocrítica de la revolución: no debida a la quiebra del final, sino para el dispositivo deorigen. Un mundo que es necesario comprender.He aquí “Europa”. En el final del siglo de hace dos siglos se volvía a cerrar la antigüedad

moderna: en la revolución, entre los comienzos y los límites,  “Iena al final del siglo XVIII(...) De la tierra entera resuenan las batallas, de los hundimientos del universo entero,

mientras que, en una pequeña ciudad de Alemania, algunos jóvenes se reúnen yproponen crear a partir de ese caos una nueva cultura, armoniosa y universal. Combatenen esta tarea con esa ingenuidad incomprensible y locamente intrépida, que no se dasino a los hombres de manera enfermiza conscientes, e incluso a aquellos, en una solacircunstancia de su vida, e incluso en este caso, para algunos momentos solamente. Era

una danza sobre un volcán en actividad, un sueño brillante e increíble (...) Se trataba deconstruir una Torre de Babel espiritual, que solo tendría lo que el aire para todafundación; debía necesariamente aplastarse, pero, por su caída, todo se hundió tambiénen sus constructores” (G. Lukács, “La philosophie romantique de la vie. Novalis”, en

L’âme et les formes,tr. fr. G. Haarscher, Gallimard, París, 1974, pp. 77-78). En 1799,cuando el joven Hegel escribía el “enigma”  Freiheit und Schicksal (Libertad y Destino),Novalis (que no fue nunca joven) escribía el “discurso” o la “prédica”  Die Christenheit .Doble mirada, en uno y otro texto, sobre el pasado inmediato: al mismo tiempo, comocontradicción, entusiasmo por las nuevas formas que nacen, nostalgia por las viejas

formas que mueren. Revolucionarios conservadores, ellos también. Novalis sobre la “nueva corporación europea, la de los filántropos e iluministas”: estos “sacerdotes ymísticos” de una “nueva fe (...) hecha de una amalgama de ciencias puras”, de la queFrancia se alegra de convertirse en la cuna y la sede. Movilizaron toda la erudición parahacer la historia “más digna y presentable tratándola como una pintura de costumbres,

un cuadro de familia, una historia doméstica y burguesa”. Programa: “volver lanaturaleza, la superficie del globo, las almas de los hombres y el espíritu de la cienciaspuras y netas de toda poesía, borrando todo vestigio de las cosas sagradas, haciendocaer bajo sus sarcasmos hasta el recuerdo de los acontecimientos (...) desnudan al

mundo de todos los brillantes colores que son el ornamento”. No obstante, “se nos coloca

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ahora bastante alto para volvernos con una sonrisa benévola hacia los tiempos de las

ilusiones (...) y en estos errores singulares, reconocer una cristalización remarcable de lamateria histórica. Es con reconocimiento, que queremos apretar la mano de estos sabiosy filósofos; ya que estas quimeras, era necesario que se aventuraran y abrumaran parael bien de las generaciones futuras, como era necesario también que fuera puesto en

valor el aspecto científico de las cosas”. La naturaleza, en efecto, “a pesar de todos losesfuerzos hechos para modernizarla” descansa so wunderbar und unbegreiflich, so poetisch un unendlich, “maravillosa e inconcebible, poética e infinita”. Y ahora, “la poesíaes como una India prevista, con su encanto y sus colores, delante de los Spitzbergscongelados y muertos de la inteligencia en doctrina” (Europe ou la chrétienté, cit. p. 316y 320). Fabrizio Desideri tiene razón al leer aquí, por eso, “el proyecto romántico de una

fusión entre el tema ‘moderno’ de la racionalidad iluminista y el tradicional deluniversalismo católico como forma eficaz de unificación política (complexio oppositorum):entre el potente sentimiento de la libertad individual y la ‘constitución histórica’ delcristianismo (...) Un futuro, por lo tanto, que no tiene de ninguna manera lascaracterísticas de la restauratio, sino las utópicas mesiánicas de una conjunción entre el

principio idealista subjetivo de la revolución y lo naturalista-orgánico de la historia” (F.

Desideri, en Novalis, Opera filosofica, II, Einaudi, Turin, 1993, p. 609-10 y para unalectura más equilibrada del texto ver la “Nota introductoria”). De nuevo, revolución ytradición, desde otro punto de vista, a partir de otra forma de visión del mundo, y de loshombres, y de los acontecimientos. Innovación e historia, lo moderno y el pasado, lo

antiguo de la cultura y lo nuevo del tiempo: nuestros problemas, enterrados, quedebemos desenterrar, en este fin del siglo XX.Y luego, los momentos, los pasajes, los cursos, los retornos simbólicos, alusivos. Enadelante, todo escrito verdadero debe traducirse. Debemos leer, y debemos ser leídos,aumentando nuestro libro de lectura. Como la Escritura, aquella sagrada, que –decía

Gregorio se tiene aumentada cum legente. Novalis veía en 1793 el efecto de unacontinuación del Protestantismo, que declaraba la permanencia de “algo totalmentecontradictorio”, eine Revolutions-Regierung, un gobierno revolucionario, o un gobierno de

la revolución. El comienzo del Protestantismo reluciente “como un fuego momentáneo enel cielo”, y “inmediatamente después ya se percibe el drenaje del sentido de lo sagrado;

pero lo mundano tuvo su parte”. Viene entonces “der Periode des praktischenUnglaubens” : el período de las irreligiosidades prácticas. “Con la Reforma se había hechola Cristiandad”. A partir de allí, nada permanece. Católicos y Protestantes –o reformados-se tenían, por su aislamiento sectario, más apartados que los mahometanos o lospaganos. Lo que permanecía entre los Estados católicos seguía vegetando, no sin sufrir

insensiblemente de la nefasta influencia de sus propios vecinos protestantes. Die neuerePolitik erst entstand in diesen Zeitpunkt ... Es a partir de allí que se inauguró la nueva política y que ciertos Estados potentes pretendieron hacer caer en su propio poder lasede vacante, transformada en trono, de la dominación universal” (Novalis, cit ., p. 313).

Entonces, solamente entonces, en este punto del pasaje epocal, nació la “políticamoderna”: en las guerras civiles de religión, en el hundimiento de la Cristiandad, en elproceso de nacimiento del Estado moderno, en la Europa emergente “de la irreligiosidadpráctica”. La Reforma había sido también “un signo de los tiempos”. Después Alemaniahasta Europa, “los buenos espíritus de todas las naciones se habían emancipado

secretamente”. Y a causa de ello, contra ello, nació una nueva experiencia política que,en la historia universal, no se había visto nunca. Una Sociedad de hombres dedicados ala realización de un objetivo superior, con el sacrificio de sí para el bien de una causa. “Ningún plan de conquista universal había sido concebido nunca, incluso por el viejosenado romano, con más seguridad en el éxito. Nunca aún se había pensado con tanta

inteligencia en la realización de una más grandiosa idea. Eternamente, permanecerá,esta Sociedad, como el modelo de toda sociedad cuya aspiración interior, cuyo únicodeseo orgánico pretende ser una expansión infinita como una duración eterna; peroeternamente también permanecerá como prueba que el tiempo en su curso no

controlado basta, solo, para volver inútiles las empresas más fuertes de inteligencia y

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prudencia (...)”. “Lo que había sido, lo que se perdía en Europa, fue en otras partes del

mundo pretender buscar reconquistarlo de todas maneras (...) Los vio por todas partesfundar escuelas, estimular a lo confesional, poner en el púlpito, no dejar pasar por altolas prensas, volver poetas, los sabios filósofos, los ministros, los mártires, y sobre todo laamplitud inmensa de América a China por parte de Europa, mantienen su milagrosa

unidad de doctrina y acción (…). Y que saben cuando el mundo pudo vivir los tiempostodavía, si las timideces y la debilidad de los superiores, los celos entre los Príncipes y lasotras órdenes religiosas, las intrigas de Corte y otras circunstancias fortuitas, no habíanvenido a romper su impulso pleno de audacia”. (Novalis, cit ., p. 314). No se trata delPc(b), sino de los Jesuitas, no estamos en el siglo XX sino en el XVI. Pero como lamodernidad se parece, en sus épocas, en sus combates, en sus empresas y en sus

fracasos! O más bien, cómo se parece, cuando existían aún el hecho y el sentido delacontecimiento de la historia, y, a causa de ello, y contra ello, la voluntad depensar/actuar de la política! Novalis podía volverse hacia el espectáculo político de sutiempo y encontrar el viejo mundo y el nuevo ocupados en combatirse. Nosotros, nopodemos ya. Ahora, entre lo viejo y lo nuevo no hay guerra, hay santa alianza. La

Europa de después las guerras no es ya Europa. Aquí, con el fin del Cristianis mo, se

declina el Cristianismo del final. Y, en acuerdo convergente, la muerte del comunismoconcluye la decadencia de occidente.Communismus der Geister : un fragmento, un proyecto, Disposition (1790), del jovenHölderlin. Nos repropone gracias a Domenico Carosso. Resumo: “Decadencia del sol.

Capilla. Región extensa y rica. Río. Bosques. Los amigos. Ya no sigue siendo más que lacapilla en la luz. Se viene a hablar de Edad Media. Las órdenes monásticas en susignificación ideal”. Die Orden Gefallen: los órdenes decaídos. Partamos entonces delprincipio opuesto, von der Allgemeinheit des Unglauberns (la misma expresión queNovalis), de la generalización, de la universalización, de la irreligiosidad. “No sirve de

nada compadecerse, se trata al contrario de hacer cualquier cosa”. Christenthum yWissenschaft : debe haber unidad de una sola verdad: “Una bella tarde iba a su final”. Laluz tomaba permiso. El susurro de las olas de Neckar saludaba la llegada de la noche.

 “Lothar! No te sientes tú también tomada, por un secreto dolor (...) Esta ausencia demovimiento suscita la angustia y el recuerdo de la última belleza pasada deviene veneno.

Esto me llegó cien veces, cuando debía dejar el libre éter de la Antigüedad para volver indie Nacht der Gegenwart , en la noche del presente (...) Hay un sentimiento que nostortura el recuerdo de la grandeza desaparecida y permanece como un criminal ante lahistoria”  Du kennst die Weltgeschichte; und wo ist es Alles?  “Tu conoces la historia delmundo; pero dónde todo esto se ha ido?” La pregunta no se refiere a la materia muerta

que esta época nos ha legado. Se refiere “a la forma según la cual esta ocurre”. La forma “es la única cosa que, en nuestra situación, nos puede proporcionar un punto decomparación, porque el material no es nunca otro que algo dado”. Pero la forma es elelemento del espíritu humano, es la libertad que opera como ley y la razón que se

actualiza. Entonces compara un poco este tiempo con el nuestro...” (D. Carosso, Il communismo degli spiriti. Forma et storia in un frammento di Hölderllin, Donzelli editor,Roma, 1995, pp. 69-73).Vergleiche jene Zeit und unsere –comparación entre este tiempo y el nuestro: cifrateórica y política de nuestra época. Es necesario resistir la tentación, sin embargo fuerte,

dado el “mal” tiempo, de leer estos textos bajo la sugestión de “belleza y verdad”.Carosso ve una continuidad entre Communismus der Geister y este otro texto inquietantede 1797, atribuido a su vez a uno de los tres amigos de Stift de Tübingen, Hölderlin,Schelling, Hegel. Das ältestes Systemprogramm des deutschen Idealismus: Le plusancien programme système de l’Idéalisme allemand . Lo que aquí se declara : « Libertad

absoluta para todos los espíritus, depositarios del mundo intelectual, que no debenbuscar a Dios ni la inmortalidad en otro lugar que ellos mismos”. El acto supremo de larazón es un acto estético, porque “la verdad y la bondad solo se combinan en la belleza”.Esta es la razón por que: “Las ideas que no se presentan en una forma estética, es decir

mitológica, no tienen interés para el  pueblo, e inversamente, una mitología que no es

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razonable es para la filosofía un objeto de vergüenza (...). La mitología debe convertirse

en filosófica, con el fin de volver sensibles a los filósofos. Entonces se verá instaurarseentre nosotros la unidad eterna”. (Ver Hölderlin, Oeuvres, Biblioteca de la Pléyade, París,1967, pp- 1157-1158. Tr. D. Naville). Este texto es, quería ser, un programa político, aligual que Freiheit und Schicksal era “un fragmento político de juventud”, según Luporini,

que lo tradujo e interpretó, y encontró (en 1947!) un discurso sobre la relación entre elintelectual y la masa. El otro texto del joven Hegel, que siguió a este (1801-1802), meparece por el contrario más cercano aún: Dass die Philosophie (ver R. Bodei,Scomposizioni, cit , pp. 253-255). “Largos períodos pasarán antes que una vieja formaética pueda ser superada por una nueva”. Y no obstante, “una vez que la nueva eticidadcreció hasta esa maduración en el espíritu del pueblo, y que todos los espíritus

experimentan internamente la necesidad indeterminada, entonces la multitud no sesiente ya verdaderamente a su comodidad, pero no sabe ni lo que la empuja, ni que eseso otro que quiere tener”. Es necesario entonces nur eines leichten Druks, “simplementeuna ligera presión”, para que caiga la vieja corteza y que la nueva salga a la luz. Diegrossen Menschen sind , “son los grandes hombres que en eso comprenden la naturaleza;

la incluyen como forma viva y verdad el ideal de grado que la naturaleza ética del

hombre puede en adelante alcanzar; estas naturalezas más sagaces no hacen otra cosaque pronunciar la palabra y el pueblo la sigue”. Pero, aquí, die Macht ihres Geistes, lafuerza de su espíritu (la política?) “solo pone manos a la obra por una parte solamente(an einem Ende)”, por una extremidad. La naturaleza al contrario (la naturaleza ética, la

historia?) “quiere la totalidad”. Esta es la razón por la que ella “hace caer (los hombres)de cumbres sobre las cuales se habían colocado y en que había otros hombres”. Pero enel caso donde, de este lado, se llega a entender la totalidad entera, entonces, ante los “horrores (die Schrekken) del mundo objetivo”, ante “todos los vínculos de la realidadética (alle Fesselm der sittlichen Wirklichkeif )”, ante “todos los puntos de apoyo

exteriores para ser en este mundo”, se debe “luchar con audacia contra las viejas formasdel espíritu del mundo, como Isaac combatió con Dios”. Solo el gran hombre –es decirpara nosotros la gran fuerza subjetiva colectiva, el comunismo de los espíritus, la Europa

que reúne tradición y revolución- puede establecer, o más bien puede empezar aestablecer “su individualidad al destino”, para darle eine neue Freiheit , “una nueva

libertad”.Diferencia final del siglo XIX-final del siglo XX: entonces, en los orígenes, el Terreur  revolucionario, hoy, en los orígenes, la glorious Restoration. Y nosotros, anti-iluministas,no podemos permitirnos el lujo estético de ser románticos. Entonces, la Sehnsucht  (nostalgia) del pasado antiguo se alimentaba con la esperanza de la nueva vida, o de la

nueva libertad. Hoy, la nostalgia de la antigüedad moderna no puede sino sufrir de una “desesperación histórica”. Allí es necesario detenerse para comprender. “Tal es, quizás,la época: conflicto ‘estelar’ entre la manada sin pastor de los últimos hombres y losdeclinantes, mensajeros del Otro hombre. Estos últimos quieren llegar hasta el

crepúsculo de la historia-destino que condujo al último hombre (y es en eso que su límitees insuperable)” (M. Cacciari, L’Arcipelago, Adelphi, Milán, 1997, p- 1531). Es cierto queallí hay una amistad estelar entre el “hombre noble” eckhartiano y el “otro hombre” nietzscheano. Es cierto que nosotros, Untergehenden, el ocaso, sin más objetivos ni de polis, ni de civitas, ni de respublica, y aún menos de Gemeinschaft , de comunidad,

somos en adelante las figuras “intratables” prácticamente y políticamente. Pero esnecesario tomar nota de eso. Así pues, el Archipiélago Europa es convincente pero no essuficiente. Como toda la política de final del siglo XX, permite desarrollar la utilidad ylimitar los inconvenientes de la historia para la vida. Es un aparato defensivo, una acciónde encauzamiento, un katechon hacia el proceso terrible e irresistible: la pequeña nueva

modernidad que mata la grandeza antigua de lo moderno. Que el que sabe hacer estaclase de política lo haga. Pero que sepa que no hará lo mejor posible que “esta” historia:realizar este destino sin libertad. “El último hombre” –el homo oeconomicusdemocraticus- venció: porque no es ya solamente el ciudadano común de los mortales,

es la gran personalidad del leader . No es ya solo el hombre del pueblo, es la figura del

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príncipe. Qué es en efecto el último hombre?  Also Sprach Zarathustra, Proemio 5: es

aquel que arraiga sobre un terreno pobre y doméstico “donde ningún otro árbol podráempujar”? El hombre que no establecerá más su flecha más allá de sí mismo, hasta esta “que la cuerda de su arco haya olvidado vibrar”? lo que vivirá en “el tiempo donde elhombre no parirá ya ninguna estrella”? Aquí lo que quiere decir “no el pastor y una única

manada”: el pastor es ahora el primer animal de la tropa. Esta democracia es elautogobierno de los últimos hombres. Extinción de la política. Comunismo o Europa,realizado y reinvertido. Ver la nota, magnífica, que cierra o que abre L’Archipel  deCacciari. Probablemente un icono del Übermensch existe: “La figura del Resucitadopintada por Piero della Francesca en el santo sepulcro” con su mirada que, desde la máslarga espera, llega a atravesar “con una implacable suavidad”. Sí, pero que es necesario

poner, en mi opinión, junto a una imagen contradictoria, de la que habla Karl Krauss enLes derriers jours de l’humanité: primer conflicto mundial, una colina, una cruz, un golpede obús, la cruz destruida, el cuerpo de Cristo, brazos apartados, permanece suspendido,como en el vacío, sobre la nada. Arte de la guerra. Los “durmientes” entonces sedespertaron. “Hacer ver a los ciegos” por la luz del Resucitado en adelante  carece de

poder. Verán, veremos en la única gran historia. Si allí hay aún una.  

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Un t em a f i n a l  

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Tesis sobre Benjamin

I.  El movimiento obrero no fue vencido por el capitalismo. El movimiento obrero fuevencido por la democracia. He aquí la declaración de un problema a la que el siglo

nos somete. El hecho, die Sache selbst , que debemos pensar ahora.II.   El movimiento obrero reguló sus cuentas de igual a igual con el capitalismo.

Confrontación de la gran historia, entre los siglos XIX y XX.

Alternancia de las fases. Resultados recíprocos de victorias y derrotas. Pero la fuerzade trabajo obrera, parte interna del capital, no podía salirse. El fondo indeterminadode la derrota de la revolución tiene eso. Tentativas, razonables y locas, de cambiar elmundo, muy decaídas. La larga marcha reformista no tuvo más éxitos que el asaltoal cielo. Pero los obreros cambiaron al capital. Le obligaron a cambiarse. No hay

derrota obrera en el plano social. Derrota, si la hay, en el terreno político.III.   El siglo XX no es el siglo de la social-democracia. El siglo XX es el siglo de la

democracia. Cruzando la era de las guerras, impuso su hegemonía. Es la democraciaque adquirió la lucha de clases. En el siglo, las soluciones políticas autoritarias y

totalitarias finalmente funcionaron como instrumentos demoníacos de unprovidencialismo democrático. La democracia, como la monarquía de antaño, esahora absoluta. Más que la práctica de las democracias totalitarias, se hizo hoy unaidea totalizante de democracia. Paradójicamente al mismo tiempo que la disolucióndel concepto de “pueblo” prevista por el genio de Kelsen. Después de la derrota delnazifascismo y después de la derrota del socialismo, por dos veces, se la elevó al

rango de una opción de valor. El movimiento obrero no elaboró, y aún menosexperimentó, ni en el este ni en el oeste, su idea de democracia. No la incautó, no lacruzó, como ámbito de conflicto. El movimiento obrero del siglo XX no podía inclusoser democrático. Pero el siglo de la democracia lo mató. Este traumatismo reside, y

actúa oscuramente, en el inconsciente colectivo de la izquierda europea, losmilitantes, los líderes, la cultura.

IV. Tocqueville entrevió proféticamente el futuro antipolítico de las democraciasmodernas. Llegada específica de la desmoralización política, y realización –en estefinal del siglo XX- del ateísmo político. El gran liberal vio el fin de la política moderna

realizado en la democracia americana, anuncio potente del futuro del mundo.Umberto Coldagelli entendió con inteligencia, en la distinción tocqueviliana entreciencia de la política y arte del gobierno, el “dualismo sustancial” entre democracia ylibertad. Con esta consecuencia inmediata: “la protección de la libertad viene adepender exclusivamente del arte de gobernar su oponerse a la propensión

espontánea del “estado político” a confundirse con el “estado social”” (Introducción aA. De Tocqueville, Scritti, note e discorsi politici (1839-1852), Bollati-Boringhieri,Turín, 1994, p. Xvi). Y relaciona esta alternativa de La Democracia que data de1840: “El estado social separa a los hombres; es necesario que el estado político losacerque. El estado social les da grandes ideas y grandes emociones”. Hay en la

modernidad burguesa, como su signo distintivo, una subjetividad “natural” de laacción social y una subjetividad “innatural” de la acción política. “Las consciencias eideas no se renuevan, el alma no crece y el espíritu humano no se desarrolla, sino através de la acción recíproca de los hombres unos sobre otros. Puse de manifiestoque esta acción es casi inexistente en los países democráticos; es necesario pues

crearla artificialmente”.V.  La astucia de la relación política contra el carácter natural de la relación social: no es

una invención jacobina, ni una imposición bolchevique, es la condic ión de la políticaen la modernidad. Digamos de otra manera: la civilización política versus la sociedadnatural. Hoy, tenemos la posibilidad de traducir esta elección entre la decisión

libertad/democracia. Contrariamente a esto que se piensa –nos enseña Tocqueville-el elemento natural-animal es la democracia, el elemento histórico-político, es la

libertad. Ahora que la ciencia de la política describe la necesidad de la democracia, la

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tarea del arte de gobernar consiste en introducir la libertad. Otra libertad política:

después de la libertad de los modernos, sin volver a caer en la libertad de losantiguos. Mientras que las dictaduras atizaron la pasión por la libertad, no es tanparadójico que las democracias la hayan apagado. Si Le philosophe lisant pintado porChardin se examina hoy sobre el libro de George Steiner, y no sobre su in folio de

entonces, creo que confirmaría la versión de Milton: “toda pasión se extingue” (verG. Steiner, Nessuna passione spenta. Saggi 11978-1996, Garzanti, Milano, 1997,traducido al francés bajo el título Passions impunies, Gallimard, París, 1997). El siglode la democracia que, en la guerra, venció a las dictaduras, en la paz, no dio lalibertad. Y en este fin de siglo XX, esta confrontación histórica entre dictadura ylibertad, que vio la derrota del totalitarismo como la del autoritarismo, dejada sobre

el campo de batalla, precisamente sin pasiones, como residuo de una guerra quenadie provocó, el conflicto político entre democracia y libertad. Descifrar este pasaje.Un reto para el pensamiento, pero la práctica no es menos interrogada. El aparatoideológico victorioso, la acumulación de consenso dominante, y en consecuencia el “poder social” que se deriva, en adelante, bajo el signo de la democracia liberal.

Introducir una cuña en este conjunto práctico-conceptual liberal-democrático.

Descartar los dos términos potencialmente contradictorios. Es solo sobre el frente deesta buena guerra que puede volver la gran política.

VI.  Una idea de libertad en contraste con la práctica del homo democraticus. Una idea dedemocracia en contraste con la práctica del homo oeconomicus. Al apoyar en estas

dos teclas con los dedos del pensamiento, sería necesario intentar reactivar lainvestigación de nuevas formas capaces de volver a dar un sentido a la acciónpolítica. Por una parte las costumbres y las creencias, por otra el gusto del bienestar material y la apatía del corazón. La democracia asegura y causa estos últimos, lalibertad tiene necesidad de las primeras. Elegir. Porque son alternativas. Es necesario

un espíritu de escisión inédito. Dividir el ciudadano neutro en dos seres de distintogénero. Para cada uno y cada una, reconvertir el individuo moderno en una personahumana. Reconectar el pasado al futuro solo se puede hacer si uno y otro se dividen

a partir del presente. No podemos considerar, con Benjamin, “à-present” ( Jetztzeit )como el lugar del salto dialéctico revolucionario marxiano. Siempre estamos

obligados, con Heidegger, a considerar el “temps-à-présent” ( Jetzt-zeit ) comoWeltzeit , tiempo mundano falso. Aquí también, entre el tiempo y el presente, entrela época y el hoy, es necesario pegar con la cuña roja de la contradicción viviente. Elcírculo blanco es este mundo muerto en adelante.

VII.  No libertad de y libertad en relación a, libertad positiva o libertad negativa, liberty yfreedom, libertad de los antiguos y libertad de los modernos. Incluso ni filosofíapolítica de la libertad: que fue dada por el liberalismo. Sino filosofía de la libertad,esta que el marxismo no supo dar. Objeto de la primera, la libertad externa, a la vez jurídica y social, las libertades constitucionales de mercado, garantía pública para el

átomo privado, derechos, preciosos y pobres, preciosos para vivir con los otros,pobres para existir fuera de sí. Objeto de la segunda, la libertad humana, esa queMarx asignaba a la “eterna nobleza del género humano”, la otra-humana libertadcristiana, la mentis libertas beatitudo spinoziana, la soledad no solitaria del granespíritu, para retomar la expresión de Luporini filósofo de la existencia. El error del

horizonte marxista no fue haber hecho la crítica de la libertas minor , sino haberlahecho sin un supuesto, teórico y práctico, contemporáneo de una libertas major . Deahí el desastre político. Solo en nombre de una verdadera libertad humana se podíahacer una crítica de las falsas libertades burguesas. Crítica destructiva de suaparente generalidad humana y no obstante tomada positivamente en herencia de

su fundamento moderno, que se podía evitar. En términos kantianos: insuficienciadel Unabhängigkeit , de la independencia de los individuos, pero al mismo tiempo, sucondición de posibilidad, su trascendentalidad, para fundar la libertad como Autonomie del ser humano, con la ley moral al interior de sí.

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VIII.   El homo democraticus, el individuo aislado y masificado, lo mismo globalizado que

 “particularizado”, guiado desde el exterior y desde lo alto hasta su jardín que cultiva,el individuo en la manada, el último hombre, descrito, antes de Nietzsche, porGoethe, como sujeto del tiempo que veía llegar, “la era de las conveniencias”,término “muy impaciente y dudoso”, dirá Thomas Mann. La era de las conveniencias

y de la vulgaridad. Este acento de 1830, Mann lo encuentra en efecto, llegado acumbres vertiginosas y verdaderamente fantásticas, en 1950. Meine Zeit , mi tiempo, “el tiempo de la técnica, del progreso y de las masas” “mientras que lo expresaba,estaba más bien en contra”. Pero precisa: “Es siempre aventurado creerseprivilegiado a causa de la particular abundancia histórica de su época, porque untiempo más complicado puede venir siempre, y porque siempre viene” (Th. Mann, Le Journal du docteur “Faustus” , C. Bourgois, Paris, 1994). Entre la mitad del siglo XX ysu final, es fácil ver la realización de la tragedia del socialismo, y más difícil entenderel drama consumado de la democracia. Pero allí la democracia definitivamente doblóal rango de función pública del homo oeconomicus. Democracia de intereses: he aquí su último nombre. Durante estos cincuenta años, la democracia se corrompió o se

realizó: según que se tome el problema desde el punto de vista de la democracia

radical o de la crítica de la democracia. Creo por mi parte que se realizó.¿Democracia irreformable, como lo era el socialismo? Es la duda de los vencidos,querría decir a Pietro Ingrao. Para disiparlo, para intentar disiparlo, es necesarioabandonar las facilidades intelectuales, y asumir la dura complicación que se produjo

en la política.IX.  Con respecto al personaje de Musil, “que sirve de espejo del mundo de su tiempo”,

Ingeborg Bachman escribió: “Ulrich comprendió temprano que la época en la quevive, dotada de un conocimiento superior a cualquier otra época anterior, de unsaber inmenso, parece incapaz de intervenir en el curso de la historia” (I. Bachman,

Il dicible e l’indicible , Adelphi, Milan, 1998, pp. 21-22). Lo que se comprendiótemprano, se ha olvidado temprano. Hasta el punto que ya nadie se dio cuenta quela historia está sin tiempo. Y de hecho, nada no llega. No hay más acontecimiento.

Solo hay información. Observar los personajes en la cumbre de los imperios. Einvertir la frase de Spinoza. Nada a incluir. Solo hay que llorar, o reír. Atenas y

Jerusalén observan incrédulas la salida de un fin de milenio antiguo así comomoderno. Fin del comunismo y el cristianismo del final, estos dos órdenes simbólicosque es necesario interpretar aún enteramente, obscuros yacimientos en los plieguesde la consciencia contemporánea, vuelven a cerrar el tiempo: pero –y esta es lanovedad- sin tensiones apocalípticas y sin el silencio de los signos. El grito

desesperado del padre Turoldo: “Envía, Señor, profetas todavía/…para decir a lospobres esperar siempre/…para romper las nuevas cadenas/ en el Egipto infinito deeste mundo”. El Dios verdadero que falló, la verdadera derrota de Dios, en este siglo,está en la promesa y en la libertad humana no alcanzada, para cada uno y cada una,

para todos y para todas. Este es el sentido del discurso: esta libertad in interiorehomine, necesidad o negación, el ir a toma r, la revelación, en la historia trágica delsiglo XX. Y el volver a salir de allí: no de nuevos principios, sino de senderosinterrumpidos.

X.  Walter Benjamin a Stephan Lackner, 5 de mayo de 1949: “Se pregunta si la historia

no estuviera por casualidad forjando una síntesis genial entre dos conceptosnietzscheanos, a saber el buen europeo y el último hombre. Se podría obtener comoresultado el último europeo. Luchamos todos para no convertirnos en este últimoeuropeo”. Reflexión terriblemente actual. He aquí lo que es un pensamiento políticoprofético. La encarnación del último hombre en el buen europeo no está realizándose

delante de nuestros ojos desilusionados, programada en los vencimientos de uncalendario económico financiero decidido democráticamente. Aquí todo ocurre. Elacontecimiento se vuelve hecho en estado puro. La Europa nace como muerte delsiglo: sin pasión, por agotamiento de los Estados y por interés de los individuos. La

historia deviene la síntesis de lo que es. Lo que debería ser no lo observa. La política

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debía cortar, en vez de representar, al último hombre. Pero hemos dicho: final de la

política moderna. Y está muy bien esto para todo el mundo. Todo el mundo lucha porconvertirse en el último europeo. La competencia tiene lugar en el mercado: dondese entienden “el ruido de la gran comedia” y, al mismo tiempo, “el zumbido de lasmoscas envenenadas”. Ante nosotros, esta historia sin tiempo solo nos deja la

elección entre dos perspectivas antropológicas. Bloch decía: el hombre es algo queaún debe descubrirse. Nietzsche: el hombre es algo que debe ser superado.Perspectivas, alternativa para la primera, antagonismo para la segunda. Hasta hacepoco habríamos dicho: la política es una cosa, la teoría es otra. Pero ahora. Todolleva a solucionar toda cosa dentro del pensamiento. Si la decadencia de Occidentese realizara spenglerianamente “en los primeros siglos del próximo milenio”, la

decadencia de la política irá a realizarse en las primeras décadas del próximo siglo.Al pensamiento la tarea de predecir, hablando en nombre de los vencidos de lahistoria. Del hombre, mientras tanto, no hay nada que descubrir. El otro-hombredebe pensarse enteramente.

XI.  La consecuencia ideal de la undécima Tesis de Marx sobre Feuerbach, donde, dicen,

su reformulación para el siglo XX, es decir la duodécima Tesis de Benjamin: Über den

Begriff der Geschichte, pero ver también los Lemmes: “Futur” (Zukunft ) e “Image” (Bild ). Leemos. “El artesano del conocimiento histórico es, con la exclusión decualquier otro, la clase oprimida que lucha (die kämpfende, unterdrueckte Klasse).En Marx, figura como el último de los oprimidos, como la clase vengadora (dierächende Klasse), que en nombre de cuantas generaciones vencidas, llevará a cabola gran obra de la liberación”. Un dato de conciencia desde siempre escandaloso parala social democracia. Esta “se complace en asignar a la clase obrera el rol liberadorde las generaciones futuras. Así, corta el nervio de sus mejores fuerzas. Para estaescuela, la clase obrera a olvidado todo en conjunto el odio y la voluntad de

sacrificio. Ya que uno y otro se abastecen de la imagen de antepasados controlados,y no apuntan al ideal de los descendientes liberados"” Es raro que se pueda así suscribir a cada palabra de un pensamiento. Este es el caso no obstante. He aquí lo

que es una inversión desde un punto de vista, de su propio lado. “Clase vengadora”,la última que es esclava, pero también la primera que debe poseer la fuerza

necesaria. Motivación, no ética sino política, porque se está de este lado. Vengar unpasado eterno de opresión soportada. Este pasado es pues el nuevo sujeto de lahistoria, que solo puede realizar una nueva acción política. El suelo del futuro eraesta pasión, sentida y conservada en el cuerpo de las luchas de nuestro propiopasado. Y esta pasión fue apagada por la pretensión dogmática, típica de la teoría y

de la práctica social-demócrata, de un progreso “ilimitado” de la humanidad, “esencialmente continuo”, como si la historia avanzara sobre un “tiempo homogéneoy vacío” (ver la Tesis XIII). El odio olvidado, olvidada la voluntad de sacrificio, dosvirtudes comunistas y cristianas. Cortado el nervio de la fuerza, de la que cuenta en

el conflicto. Trastornado el sentido de la acción: que es Bild y no Ideal : imagen delos camaradas vencidos, y no ideal de los hermanos redimidos. En efecto, laredención se refiere al “pasado opreso”, no indica el futuro radiante. Lo que esgrande, o lo que se dedica al tamaño, solo este movimiento histórico, o este objetopolítico, capaz de traducir los contenidos de lo que es en las formas de lo que debe

llegar, siempre, siempre, siempre, contra el presente.XII.   “En la idea de la sociedad sin clases, Marx secularizó la idea del tiempo mesiánico.

Con mucha razón. La desdicha sobreviene debido a que la social democracia elevóesta idea al rango de ‘ideal’. En la doctrina neokantiana, el ideal está definido comoder unendliche Aufgabe (la realización infinita). Y esta doctrina fue la escolástica del

partido socialdemócrata”. (Tesis XVIIa). El tiempo homogéneo y vacío se convierteaquí en una antecámara donde se trataba de esperar la ocasión revolucionaria. “Enrealidad no hay ningún momento que lleve en él su propia oportunidad revolucionaria”. Lo que cuenta es una situación política dada, pero igualmente “el

poder de las claves que un momento posee sobre una parte del pasado bien

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determinada, y que hasta entonces permanecía cerrada. La entrada de esta parte

coincide plenamente con la acción política” (ibid ). Es esencial saber reconocer “elsigno de un movimiento mesiánico del acontecimiento”, es decir, saber tomar elsigno “de una oportunidad  revolucionaria en el combate por el pasado oprimido” (Tesis XVII). Y allí también con mucha razón. Pero ¿qué hay del tiempo sin señales?

¿Cuándo la historia duerme, la política debe despertarla, o dormirse a su lado,renunciando a todo acto de vida? Como el cristiano Dossetti nos decía que la políticaes contingencia, casualidad, oportunidad: no una vez de tiempo en tiempo, sinosiempre, día tras día. Entonces la oportunidad revolucionaria no se espera, se laatrapa, ella no llega, está ya allí, en el tiempo heterogéneo y pleno. La política puederegenerarse, ella puede superar su carácter moderno, con la única condición de

reanudar “el poder de las claves” en un sentido diferente, contrario, al que lo hizofuncionar como proyecto futuro, implícito en el presente y surgido de él. Debe decidirquerer modificar el pasado, cambiar todo lo que fue, abrir la habitación cerrada de lahistoria, producir el momento en el cual lo que siempre ocurre se interrumpe. Noesperar las señales del tiempo, sino crearlas. Porque los signos no hacen ver el

acontecimiento, los signos son el acontecimiento. Demostrar en la contingencia de la

acción cotidiana que todo lo que conecta sobre la tierra “se conectará en los cielos” yque todo lo que desligue en la tierra “será desligado en los cielos” (Mt. 16:19). El finde la política de los modernos no es el fin de la política, y no es la vuelta de lapolítica de los antiguos. Es la oportunidad de su discontinuum en la política que la

situación dada no ofrece sino lo que la oportunidad revolucionaria puede imponer.XIII.   Revolución en la idea de política: es el primer poder de las claves que se nos

inscribe en el pasado oprimido y por generaciones de vencidos. Porque revolucióncomo praxis de la política: es lo que es necesario poner bajo los ojos de la crítica. Nohay nada más de distinción entre acto revolucionario y proceso revolucionario.

Opción ni de una parte ni de la otra. La cuestión no consiste en saber si el sujetorevolucionario es la clase o el partido. La detención del acontecimiento no es elhecho de una voluntad de poder. El muy marxista “salto dialéctico […] bajo el cielo

libre de la historia” se aplastó, rotas las alas, sobre la tierra árida de la política. Elpunto de diferencia no está ya entre el gradualismo reformista y la ruptura

revolucionaria. Está entre la continuidad y la discontinuidad. Y como en lacontinuidad ninguna práctica reformista es posible ya en adelante, la discontinuidadno se identifica más con la revolución. La opción revolucionaria no es la acciónrevolucionaria. Es un punto de vista, un modo de ser político, una forma de la acciónpolítica, ahora, siempre, de comportamiento político. Delante, contra, la “continuidad

reificada de la historia”, la política se ejerce en la naturaleza por “unidadesintermitentes” de la actualidad, donde “todo lo que pasó […] puede alcanzar ungrado de actualidad más alto que en el momento de su existencia” (ver el Lemacontinuum). Entre el material preparativo de las Tesis, de los proyectiles perforando

el pensamiento: “La historia de los oprimidos es un discontinuum, es decir que “elcontinuum de la historia es la de los opresores”. El concepto de “tradición de losoprimidos” se ve como el “discontinuum del pasado por oposición a la historia comoel continuum de los acontecimientos”. Pero aquí: ¿el punto de catástrofe debecolocarse en la continuidad de la historia, como parece pensarlo el último Benjamin,

o entonces debe cultivarlo en la discontinuidad de la política, como pareceaconsejarlo el fin de este siglo? Aquí, está la indecisión de la investigación, queobserva los lados extremos del horizonte de problemas, no con la esperanza deencontrar soluciones, más bien con la responsabilidad de huir de la enfermedad deltiempo, que consiste en subordinarse a un futuro presente.

XIV.  Ex praeterito / Praesens prudenter agit / Ni futuru(m?) actionem deturpet  (sobrela base del pasado / el presente actúa prudentemente / para que el futuro no arruinela acción): es la frase inscrita en la cumbre, dividida en tres, junto a una tríada decabezas de hombres y animales, de la  Allégorie de la Prudence o  Allégorie du Temps

gouverné par la Prudence que el viejo Titien pinta entre 1560 y 1570. El lobo del

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pasado, el león del presente, el morro de perro del futuro. Panofsky dice que el

cuadro glorifica la Prudencia como sabio usuario de las tres Formas del Tiempo,asociadas a las tres edades de la Vida. “Titien no se apartó de una tradiciónconsolidada, excepto por el hecho que la magia de su pincel dio una apariencia derealidad palpable a las dos cabezas centrales (la del hombre en la cumbre de la vida

y la del león) mientras que se podría decir que desmaterializó las cabezas de perfilde los dos lados (la del viejo y del lobo a la izquierda, y la del joven y el perro a laderecha): Titien dio una expresión visible al contraste entre lo que es y lo que fue oaún no comenzó a ser”. (E. Panofsky, Tiziano, Marsilio, Venecia, 1992, p. 105; perover tamb ién Il significato delle arte visive, Einaudi, Turín, 1962, pp. 147 sqq). La “prudencia”, gran categoría de la política moderna (ver Filosofia politica, Bologna, Il

Mulino, 2/1987), señaló la oportunidad y la desgracia del siglo XX, y según los casosprodujo las conquistas y las tragedias del siglo. Es la “triste ciencia” de la doctrinadel estado en tiempos del soberano ausente” (ver G. Marramao, Dopo il Leviatano,Giappichelli, Turín, 1985, en Melancholia politia I & II ) El presente debe saber delpasado lo que sobre todo no debe llegar en el futuro. Tal es la divergencia que la

actualidad nos impone en adelante: defenderse de la forma de futuro que todos los

contenidos del presente esta construyendo. La actualidad: el Padre del Tiempo sin laGran Epoca, el “león” sin el “zorro”, fuerza sin prudencia, política sin política, es decirla historia abandonada a sí misma, historia menor, cíclica, eterno retorno de lomismo siempre, acelerada, modernizada, por dos revoluciones conservadoras

internas. La vieja cara de lobo es el salto del tigre en el pasado según dice Benjamin.La cara madura del león es el gran siglo XX, que se apagó en la actual continuidadreificada de la historia. Se deriva una forma virtual abstracta domesticada de futuro.Actuar ahora para que el después no nos arruine esta acción. ¿Pero el criterio de lapolítica tienen aún una oportunidad, revolucionaria o no, en actual contingencia del

acontecimiento histórico.?XV. Kultur y Zivilisation: reanudar el hilo roto de un discurso, reanudarlo al final de este

siglo desde el lugar de sus comienzos. Con nuestras propias palabras, adaptadas al

hoy, he aquí la distinción: Zivilisation es modernidad, Kultur es civilización. Se podríadecir modernidad burguesa y civilización humana. Pero se introduciría un énfasis

excesivo que no está ya al orden del día. El burgués y el humano no se declinan mássegún las reglas propias del siglo XIX. El burgués de hoy es el “último hombre”. Y elhombre de hoy no tiene ya nada que ver con el burgués de ayer. Así como el Bürger  de Thomas Mann, “nuestro Mann, el de antes de 1918, es lo contrario del burgués,así como el  Arbeiter , no el de Jünger, sino precisamente el de Marx, es lo contrario

de ciudadano. Nuestro sueño: la ruda raza pagana con, en ella, en propria, la culturadel gran-burgués, “esta gran y severa conmovedora burguesía del alma” de la quehabló Claudio Magris (ver “I saggi de Thomas Mann, una custodia per i “Buddenbrook”, en Thomas Mann, Nobiltá dello spirito e altri saggi . Mondadori,

Milan, 1997, p. X). Entre estas dos cosas al contrario, modernidad/civilización, unconflicto histórico eterno absoluto, junto a un consenso político provisional. En losdistintos pasajes del siglo XX, consenso y conflicto se expresaron bajo formasdiferentes. La edad de las guerras radicalizó la contradicción entre Kultur  yZivilisation, pero el tiempo de la paz que siguió ni siquiera pudo plantear el

problema. Se trata de comprender si se puede reanudar la función civilizadora que elmovimiento obrero tuvo antes que la guerra lo empujara a las trincheras. Guerra ypaz del siglo XX depositan esta herencia. Pero para recogerla, serían necesariosherederos: un movimiento de ideas y fuerzas capaces de inocular en el cuerpomoderno el alma y las formas de una Kultur , de una Civilización, puede importar que

sea nueva, puede incluso ser antigua, lo importante es que ella muestre los signosde un contraste en relación a la actual barbarización de la relación social humana.Civilizar la modernización: tal es la tarea en la que consiste todo, debe ser, luchas,organización, gobierno, proyectos, tácticas. Inocular Kultur  en los irrepresibles

procesos objetivos de globalización, de informatización, de virtualización. Cuanto

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La política en el crepúsculo

más crece el peligro de esta crueldad moderna, más lo que se salva puede contribuir

a retener, y decidir mesiánicamente el acontecimiento. Veo más de katechon que deeschaton en el ¿Qué hacer? . Después del fin de la política moderna.

XVI.  “ Aber Freund! Wir kommen zu spät ” (Holderlin, Brot und Wein, 1801). Librementetraducido: “¡Mis amigos! Llegamos demasiado tarde” Tal es la Stimmung que conecta

las figuras y los motivos, los pasajes y las detenciones, los presto y los adagio de lareflexión. El siglo de las grandes oportunidades se transformó, en el curso de suhistoria, en siglo de pequeñas oportunidades. La posibilidad, en política, es siempretrágica. La comedia de la probabilidad deja todo en el estado. No se podía hacer loque se hizo. Pero se podía también hacer lo que no hizo. Sobre este esquemabinario, la búsqueda tiene varios caminos a seguir. No ya en la oscuridad. Aunque:

no es extraño esta luz que la política en su crepúsculo lanza sobre la historia queacaba de pasar? “ Aber das Irrsal hilft ”: nos viene en ayuda el “divagar”, elvagabundeo, el errar (¿).