Marti Escenas_norteamericanas

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selección de Julio Miranda de las Escenas norteamericanas de Martí.

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  • americanas" que, como m b comprensivo y englobante, he- mos adoptado para esta seleccibn. "?Qd habri escrito sin sangrar, ni pintado sin haberlo vista antes con rnis ojos?", I t dice, aunque exhortindolo a que sea riguroso en la escogencia de 10s textos a salvar de la dispersion: "Entre en la selva y no cargue con rama que no tenga fruto".

    Un Marti aparentemente maxavillado ante el vdrti- go de 10s acontecimientos que ocurren a su alrededor, da siempre a 10s sucesos que reseiia una magnitud descornu- nal, como si estuviera empeaado en leer a cada paso 10s signos anunciadores de cambios radicales en esos Estados Unidos que son, para 61, el escenario privilegiado en quc se ensaya un mundo nuevo, de alcance mundial: "En esta colosal redoma, por maravillosa alquimia se renueva la vida". Y: "Con la entrada del afio iqui acopio de sucesos! iSi parece panorama de rnigico, hanquete de gigantes, rui- do de entraAas de monte, creaci6r1 de mundo! -Y esto 6ltimo es: creacibn de mundo". La prensa, por su parte, es "ilente inmensa que, en este siglo levanta y refleja con certidumbre beneficiosa e implacable las sinuosidades 16- bregas, las miserias desnudas, las grandezas humildes, las cumbres resplandecientes de la vida!".

    No hay, a sus ojos, nada pequeiio o banal ("

  • y hace la sernblanza de un predicador. Pero, siempre, den- tro de lo variopinto de las n~anifestaciones, se detiene en el detallc hurnano que ilumina socialmente 10s hcchos: un funeral chino le sirve para registrar la miserable condicihn de 10s asiiticos; un invent0 lo ileva a dcstacar lo que implica de intcligencia, imaginacihn, audacia y esfuerzo de u n o o muchos hombres; 10s oropeles del invierno en la gran ciu- dad lo conducen a !as Lperas viviendas de los pobres. Y hasta articula narrativamcnte, en un verdadero montaje ideolo- gico, dos secuencias polares, como en su crrinica de La Na- ci&t del 30 de nlayo de 1889: la represidn a tiros de una huelga ("La policia padece de la locura del unifvrme, y dis- para antes de que la conviden") se prolonga en la inlagen de los burgueses visitando restaurantes, joyerias, teatros, salas de concierto, cuyos fulgores se nos detallan, para vol- ver a lo primero, cuando 10s ricos abandonan sus lujosos refugios: "Y al salir, In policia montada cnrga en In esqui- na, rev6lver en rnano, contra 10s huelguistns", que Ilenan, cvtl sus presos, heridos y muertos, el resro dcl articulo.

    Es, a1 cabo, el estudio de un pueblo paradigmitico lo que mueve a Marti en sus "escenas norteamericanas", hecho de cara a Latinoamkrica para que no repita sus erro- res: "En lo que peca, en lo que ycrra, en lo que tropieza, us necesario cstudiar a este pueblo, para no tropezar coma 61. (...) Gran pueblo eskte, y el hnicv donde el hombre pucde serlo; pero a fuerza J e cnorgullecerse de su prosperidad y andar siempre alcanzando para mantcner sus apetitos, cae en un pigrneismo moral, en un envenenamiento del jui- cio, en una culpable adoration de todo exito" (Lu Nacion, 221 10185), lo que resume, adtrnhs, cl sentimiento dc Marti hacia 10s Estados Unidos.

    Asi, por encima de la diversidad (que se extiende a las semblanzas de personajes norteamericanos: escritores, generales, politicos, millonarios, fiiintropos, predicado- res y oradores, pero tambiCn Jesse James y Bufalo Bill), y estructurindola incluso, varios ternas cenrrales se repiten a lo largo de las cr6nicas.

    La democrncia es el primera de ellos. Marti sigue en dutalle cada eleccicin en los Estados Unidos, sea rnunici-

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  • nales, trayendo a veces las peores costumbres de sus luga- res de origen y sobre todo 10s odios sociales de Europa.

    Odios, sin embargo, justificados: el inevitable enfren- tamiento "de 10s hombres de la labor contra 10s hombres del caudal", cuyo encontronazo futuro " habri de estreme- cer a la tierra", es quizis el tema m b repetido de las croni- cas martianas. Nuestro testigo le toma el pulso mes a mes, por momentos semana a semana, registrando cada huelga con acentos frecuentemente apocalipticos. Y aunque man- tiene la vbjetividad ("Hay.huelgas injustas. No basta ser infeliz para tener razGn") y se declara partidario de las ac- tuaciones pacificas, de 10s cambios graduales, del recurso a las urnas, en una tesitura que hoy llamariamos "refor- mista" y que se manifiesta en sus matizados elogios a1 Marx reci4n fallecido $Corn0 se puso del !ado de los dCbiles, me- rece honor. Pero no hace bien el que seiiala el daiio, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que ense- ria medio blando a1 dafiv", La Nuion, 13 y 16 de mayo de 1883), es ficilmente detectable su albrxozo ante la crecien- te organizaci6n du 10s crabajadores: "N6tase ahora, en 10s grandes lugares de labor, como oleaje de colera. Los que se rebelan son hvmbres fuertes, de espaldas anchas, que dejan sin encender la fragua, y sin batir el hierro sobre el yun- que; y mujeres dEbiles, de manos flacas y habiles, que se nie- gan a que se les merme el ruin salario que les pagan por hilar el lino. A un ticrnpo estallan huelgas entre 10s moline- ros de Chicago, 10s mineros de Cumberland, 10s terraple- neros de Omaha, los herreros de Pittsburgh, !as hilande- ras de Lawrence" (La Opinibn National, 3 1/3/82).

    Llevado el problema al plano del funcionamiento de la demoeracia, Marti resaltar6 lo que califica de "rerror so- cial" y que no es otra cosa que el "terrorism0 de Estado" de nuestros dias, planteando, en la cr6nica magistral que de- dica a la cvndena a muerte de 10s anarquistas de Chicago ("Un drama terrible", La Nacihn, 1/1/88), lo que un siglo rnb tarde esgrimiri Heinrich Boll en defensa de 10s miem- bros de la "Fracci6n del Ejircito Rojo" o "Banda Baader": el Estado, movido por el miedo, se convierte a su vez en cri- minal, en terrorism, castigando desrnesuradamente a una

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  • minoria para amedrentar en verdad a la mayoria. Con lo que vuelve Marti a sefialar la decader~cia de la democracia norteamericana: "Esta republica, por el culto desmedido a la riqucza, ha caido, sin ninguna de las trabas de la rra- dicion, en la desigualdad, itljusticia y violerlcia de 10s pai- ses monirquicos".

    La situacibn de 10s indios y de los negros, minorias brutalmente oprimidas, es igualmente rcgistrada con re- gularidad por nuestro testigo. Resume, asi, la situaci6n de 10s primeros: "burlados sus derechos, enganada su fe, co- rrompido su caricter y sus revueltas frecuentes y justas (La Nacibn, 4/12/85). Respucto a Ins segundos, critica el racis- mo cotidiano como los linchamientos que sufren con similar puntualidad ("la caza de negros que va de creces en el Sur. No hay dia sin choque de armas", La Nacidn, 1011 1/89). La misma atencirin se dirigirj hacia los chiuos, perseguidns, asesinados, expulsados y, por tlntonces, de entrada prohi- hida en el pais.

    En cuanto a las mujeres, Marti por una parte subra- ya su acrecentada explotacion ("Haccn la labor de un hom- bre, y ganan un jornal mezquino, mucho mis bajo que el dc un hombre", La CIpini6n National, 18/2/82); por orra, saluda su acceso a Ins estl~dios y el trahajo, pues, aunque tema francamenre que ellas pierdan ciertos valores feme- ninos, m4s necesarios autl en la ruda sociedad norteame- ricana, esra misma dureza hace precisa la formaci6n de la rnujer, rnicntras que la convierte ell "compafiera" y no e n "juguetc" del hombre.

    En la presente scIecci611, hen~os querido dar cuerlta tanto de la curiosidad rnultiformc de Marti como de 10s grandes temas reirerados en sus phginas. No quisieramos dejar de sefialar, finalmente, un aspecro significativo pero cuya aparici6n fugnz y dispersa pudiera convertirlo en in- visible para los lectores de esta antologia: el de 10s ?desli- ces? autobiogrrificns con que, de cuando en cuando, mar- ca su autoria imponikndose a In funci6n del rnero cronisra. Puedc ser una alusihn a la soleuhd que se sierlte en Ia ciu- dad grande; una tntna de partido ("Yo estrecho con gozo coda mano callosa"); u11 recuerdo de su prisi6n en Espa-

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  • iia; y, con mayor frecucncia, una explicitaci6n de su con- dici6n de desterrado. Esto suele ocurrir en invierno. No nos privamos de terminar citando su fragment0 rnk ex- tenso:

    DespiCrtase en las mananas dc nevada el hombre del tro- p i c ~ cuyo craneo parece natural aposento de la luz, que lo engalana y arrebola todo, como hombre que viviese hambriento y sediento; y hurano como lob0 encerrado en las paredes fosforcscentes de una vasta sepultura. Ima- gina que su cabello ha encanecido. Amenaza con el pufio aquel enemigo inmenso y alevoso. Su mano hecha a gra- bar en el papel 10s relimpagos que iluminan su menre posase en 61 hinchada y aterida y aletean, en su cr ineo cncendido, las Lguilas rebeldes. Fuera es el regocijo y la algazara (La Opinibn Nacional, 18/2/82).

    Esn antologia recogc algunus trabajus contenidos en 10s tornos 9- 13 de las Obras completas de Jus4 Marti (Editora Nacional de Cuba, La Ha- bana, 1963-1964 y Editora dc Ciencias Sociales, La Habana, 1975). Aqui se han corregido las erratas advcrtidas, nurmalizado y actualizado usos. Como la mayor parte de los textos lleva el nombre de "Cr6nica de Nueva York", aqui se han creado titulos y colocadu intertitulos que faciliten la lectura. (K. de E.)

  • sin rival entre la turha, y ellos a sus pies como un trope1 de dogos. Asi parece Whitrnan, con su "persona natural", con su "naturaleza sin freno en original energia", con sus "miriadas de mancebos hermosos y gigantes", con su creen- cia en que "el m k breve remiio demuestra que en reali- dad no hay muerte", con el recuento formidable de pue- blos y razas en su "Saludo a1 mundo", con su determination de "callar rnientras 10s demas discuten, e ir a bafiarse y a admirarse a si misrno, conocicndo la perfecta propiedad y armonia de lascosas"; asi parece Whitman, "el que no dice estas poesias por un peso"; el que "esti satisfecho, y vc, baila, canta y rie"; el que "no tiene citedra, ni pdpito, ni escuela", cuando se le compara a esos poetas y fil6sofos canijos, filbsofos de un detalle o dc un solo aspecto; poe- tas de aguamiel, de patrhn, de libro; figurines fiIos6ficos o literarios.

    Hay que estudiarlo, porq~~e si no es el poeta de mejor gusto, es el mis intripdo, abarcador y desernbarazado de su tiem- PO. En su casita de madera, que casi e s d al horde de la miseria, luce en una ventana, orlado de luto, e l retrato de Victor Hugo; Emerson, cuya lectura purifica y exalta, le echaba el hrazo por el homhro y le ]lam6 su arnigo; Tenny- son, que ES de 10s quu ven las raices de las cosas, envia desde su silla de roble en Inglaterra, rernisin~os mensajes al "gran viejo"; Robert Buchanan, el ingles de palabra hriosa, " c q d hahiis de saber de letras -grita a 10s norteamericanos-, si estAis dejando correr, sin 10s honures eminentus que le corresponden, la vejez de vuestro colosnl Walt Whitman?"

    "La verdad es que su poesia, aunque al principio cau- sa asombro, deja en cl alma, atormentada pot el empeque- hecimiento universal, una sensacicin deleitosa de convale- cencia. EI se crea su gramitica y su Iogica. 1 lee cn el ojo dcl buey y en la savin dc la hoja." " i ~ s e que lirrlpia sucie- dades de vuestra casa, Cse es mi hermano!" Su irregulari- dad aparente, que en el prirncr momento desconcierta, re- sulta luego ser, salvo breves instantes de portentoso extravio, aquel orden y composici6n sublinles con que se dibujnr~ !as aumbrcs sc~bre el horizonte.

  • EA_025b.tifexpresion_25.pdfexpresion_25.pdfMA2_001.tifMA2_002.tifMA2_003.tifMA2_004.tifMA2_005.tifMA2_006.tifMA2_007.tifMA2_008.tifMA2_009.tifMA2_010.tifMA2_011.tifMA2_012.tifMA2_013.tifMA2_014.tifMA2_015.tifMA2_016.tifMA2_017.tifMA2_018.tifMA2_019.tifMA2_020.tifMA2_021.tifMA2_022.tifMA2_023.tifMA2_024.tifMA2_025.tifMA2_026.tifMA2_027.tifMA2_028.tifMA2_029.tifMA2_030.tifMA2_031.tifMA2_032.tifMA2_033.tifMA2_034.tifMA2_035.tifMA2_036.tifMA2_037.tifMA2_038.tifMA2_039.tifMA2_040.tifMA2_041.tifMA2_042.tifMA2_043.tifMA2_044.tifMA2_045.tifMA2_046.tifMA2_047.tifMA2_048.tifMA2_049.tifMA2_050.tifMA2_051.tifMA2_052.tifMA2_053.tifMA2_054.tifMA2_055.tifMA2_056.tifMA2_057.tifMA2_058.tifMA2_059.tifMA2_060.tifMA2_061.tifMA2_062.tifMA2_063.tifMA2_064.tifMA2_065.tifMA2_066.tifMA2_067.tifMA2_068.tifMA2_069.tifMA2_070.tifMA2_071.tifMA2_072.tifMA2_073.tifMA2_074.tifMA2_075.tifMA2_076.tifMA2_077.tifMA2_078.tifMA2_079.tifMA2_080.tifMA2_081.tifMA2_082.tifMA2_083.tifMA2_084.tifMA2_085.tifMA2_086.tifMA2_087.tifMA2_088.tifMA2_089.tifMA2_090.tifMA2_091.tifMA2_092.tifMA2_093.tifMA2_094.tifMA2_095.tifMA2_096.tifMA2_097.tifMA2_098.tifMA2_099.tifMA2_100.tifMA2_101.tifMA2_102.tifMA2_103.tifMA2_104.tifMA2_105.tifMA2_106.tifMA2_107.tifMA2_108.tifMA2_109.tifMA2_110.tifMA2_111.tifMA2_112.tifMA2_113.tifMA2_114.tifMA2_115.tifMA2_116.tifMA2_117.tifMA2_118.tifMA2_119.tifMA2_120.tifMA2_121.tifMA2_122.tifMA2_123.tifMA2_124.tifMA2_125.tifMA2_126.tifMA2_127.tifMA2_128.tifMA2_129.tifMA2_130.tifMA2_131.tifMA2_132.tifMA2_133.tifMA2_134.tifMA2_135.tifMA2_136.tifMA2_137.tifMA2_138.tifMA2_139.tifMA2_140.tifMA2_141.tifMA2_142.tifMA2_143.tifMA2_144.tifMA2_145.tifMA2_146.tifMA2_147.tifMA2_148.tifMA2_149.tifMA2_150.tifMA2_151.tifMA2_152.tifMA2_153.tifMA2_154.tifMA2_155.tifMA2_156.tifMA2_157.tifMA2_158.tifMA2_159.tifMA2_160.tifMA2_161.tifMA2_162.tifMA2_163.tifMA2_164.tifMA2_165.tifMA2_166.tifMA2_167.tifMA2_168.tifMA2_169.tifMA2_170.tifMA2_171.tifMA2_172.tifMA2_173.tifMA2_174.tifMA2_175.tifMA2_176.tifMA2_177.tifMA2_178.tifMA2_179.tifMA2_180.tifMA2_181.tifMA2_182.tifMA2_183.tifMA2_184.tifMA2_185.tifMA2_186.tifMA2_187.tifMA2_188.tifMA2_189.tifMA2_190.tifMA2_191.tifMA2_192.tifMA2_193.tifMA2_194.tifMA2_195.tifMA2_196.tifMA2_197.tifMA2_198.tifMA2_199.tifMA2_200.tifMA2_201.tifMA2_202.tifMA2_203.tifMA2_204.tifMA2_205.tifMA2_206.tifMA2_207.tifMA2_208.tifMA2_209.tifMA2_210.tifMA2_211.tifMA2_212.tif