Marx y Hegel en Diálogo - Luis Eduardo Gama

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  • Marx y Hegel en dilogo

    1. Pocos dilogos resultan tan fructferos en la historia de la filosofa como el que entabla

    Marx con la filosofa de Hegel. Como en todo genuino dilogo y esto tambin vale para el

    dilogo de Aristteles con Platn o de Heidegger con Nietzsche lo que de l resulta no es

    una destruccin de la postura rival ni mucho menos la acrtica aceptacin de los

    planteamientos del interlocutor, sino algo como la instauracin de un campo indito de

    sentido en el que las tensiones entre los autores por cierto no desaparecen, pero en el que

    curiosamente ambos planteamientos ganan, desde la luz que cada uno proyecta sobre el

    otro, un nuevo y enriquecido relieve. Por ello nuestro anlisis de este dilogo, o ms bien

    nuestra prosecucin de ese dilogo, no puede tener por meta determinar cul de los dos

    pensadores, digamos que por tener los argumentos ms fuertes, tiene al fin razn. La

    genuina filosofa no se juega en una competencia de argumentos; lo que acontece cuando

    un verdadero pensar filosfico tiene lugar es ms bien un ensanchamiento de nuestra

    comprensin del mundo o del ser humano. Esto es lo que ocurre precisamente en el dilogo

    de Marx y Hegel: una forma ms amplia de entender la experiencia humana, la vida social

    o el ejercicio de la filosofa misma, una sobre la cual resulta secundario determinar si su

    impronta es finalmente marxiana o hegeliana.

    2. Estas someras observaciones introductorias pretenden parcialmente polemizar con buena

    parte de los comentarios que se han hecho sobre la relacin entre estos dos filsofos,

    especficamente con aquellos que gravitan sobre la famosa cuestin de la inversin. Me

    refiero con esto al clebre pasaje del Nachwort a la segunda edicin de El Capital donde

    Marx escribe:

    Mi mtodo dialctico no es slo en su principio (Grundlage) distinto del mtodo de Hegel,

    sino que es directamente su opuesto. Para Hegel, el proceso del pensamiento, que l

    convierte, bajo el nombre de Idea, en sujeto autnomo, es el demiurgo (creador) de lo real y

    ste no representa sino su fenmeno. Para m, por el contrario, lo ideal no es ms que lo

    material transpuesto y traducido en la cabeza del hombre () La mistificacin sufrida por

    la dialctica en manos de Hegel, no impide reconocer que haya sido el primero en exponer

  • de la manera ms completa y ms conciente las formas generales de su movimiento. En l

    estaba cabeza abajo. Es preciso invertirla para descubrir el ncleo racional encubierto en su

    envoltura mstica.

    Este famoso pasaje donde Marx parece interpretar su propia filosofa como un poner patas

    arriba al pensamiento hegeliano ha suscitado los ms diversos comentarios. En primer

    lugar, estn aquellos que si bien no toman la anunciada inversin de Hegel en un sentido

    literal esto es, como si Marx se limitara a cambiar el contenido de la dialctica dejando

    intactas sus estructuras si ven en ella la prueba de una innegable continuidad entre el

    sistema hegeliano y la compleja y abigarrada obra de Marx. En cierta forma, la polmica

    con Hegel determinara el sentido y desarrollo total de la filosofa marxiana. As, habra que

    admitir que el joven Marx (1841-1846) elabora sus intuiciones filosficas al hilo de su

    crtica a la filosofa especulativa hegeliana, pero adems que es impulsado por esta misma

    crtica (en especial por la crtica a la filosofa del derecho hegeliano) que el Marx maduro

    pudo pasar de sus textos tericos de juventud a sus estudios sobre la Economa poltica y a

    su crtica poltica en general1. Hegel sera as la sombra permanente que acompaa al

    pensamiento de Marx en todo su despliegue, si bien como la contracara de la que busc

    siempre destacarse. Del lado opuesto, habra que citar la conocida postura de Althusser

    quien seala que la frmula de la inversin no es sino indicativa, e incluso simplemente

    metafrica (Althusser, 72). Desde aqu se sostiene entonces que ms que un simple poner

    patas arriba la dialctica, en el sentido de cambiar meramente su objeto de aplicacin (esto

    es: la vida en lugar de la Idea), la obra de Marx ejecuta una radical transformacin de sus

    estructuras fundamentales (la negacin de la negacin, la identidad de los contrarios o la

    superacin) (ibid, 75). En la misma direccin Althusser considera que la supuesta

    continuidad entre el joven filosofo y humanista Marx y el Marx maduro, crtico de la

    economa, en realidad no existe; entre las tesis filosficas y los planteamientos econmicos

    de Marx no hay, segn este autor, una relacin de fundamentacin, sino ms bien una

    verdadera ruptura epistemolgica. La permanente polmica con Hegel no servira pues de

    elemento unificador de una obra en lo esencial fracturada, entre otras porque esta polmica

    1 El mismo Marx propone una lectura as de su obra en el prefacio de 1859 a la Contribucin a la crtica de la economa poltica. Tambin G. Lukacs en El joven Marx o H. Marcuse en Razn y Revolucin sealan esta continuidad de la obra filosfica y econmica de Marx y la apuntalan alrededor de la lectura de Hegel, concretamente de la crtica de Hegel

    que se desarrolla en los Manuscritos del 44.

  • no existi en realidad: a pesar de su procedencia hegeliana la dialctica de Marx habra en

    lo fundamental desarrollado una lgica y un lenguaje propios y autnomos.

    Pues bien, si ahora nos proponemos proseguir, en algn sentido, el dilogo entre

    Hegel y Marx no nos mueve ni el inters por asegurar una continuidad entre sus tesis, ni,

    por el contrario, el deseo de radicalizar sus diferencias. Queremos ms bien arribar a un

    terreno ms amplio, a una zona anterior a sus propias tesis filosficas, desde la cual

    podamos avizorar tanto la profundidad de sus pensamientos como la diversidad de facetas

    que sobre la naturaleza humana, la historia o la filosofa ellos perfilan. No buscamos pues

    ni proyectar la figura de Hegel sobre el camino de Marx, ni liberar a este ltimo de la

    sombra del primero, sino ms bien iluminarlos mutuamente, pues tan cierto es que sin

    Hegel no hubiera sido posible un Marx, como que Hegel no puede ser ya l mismo despus

    de Marx.

    3. Para alcanzar este terreno lo ms indicado es detenernos en la crtica general a la

    filosofa hegeliana que Marx realiza al final del tercer manuscrito del 44. Como es sabido,

    no se trata del primer lugar de su obra donde Marx se refiere a Hegel, pero s el primero

    donde su obra analiza los fundamentos mismos de esta filosofa y su concepcin general de

    dialctica, en lugar de concentrarse, como hasta el momento lo haba hecho, en slo un

    aspecto particular de su sistema. Nuestro anlisis tiene que hacer aqu abstraccin de las

    particularidades internas y externas que acompaan este texto y que una interpretacin

    mucho ms rigurosa siempre debe tener en cuenta. Las primeras tienen que ver con que los

    Manuscritos no es una obra unitaria sino una compilacin pstuma de un conjunto de

    textos, muchos de ellos solo notas de apuntes, que Marx no prepar para su publicacin, y

    que por tanto abarcan temas diversos de manera mucha veces solo fragmentaria. Las

    segundas tienen que ver con el horizonte terico que subyace a estos textos, y en particular

    al anlisis sobre la filosofa de Hegel que nos ocupar mayormente. Aqu tenemos a un

    Marx an en bsqueda y elaboracin de su propio camino, a un joven filsofo en pleno

    proceso de apropiacin de los fundamentos de la Economa poltica, profundamente

    sensible adems a los acontecimientos polticos de su poca. En este horizonte externo se

    suele sealar que la crtica a la filosofa hegeliana se elabora en el marco de un esfuerzo de

    Marx por distanciarse de la corriente de los jvenes hegelianos (en especial de Bauer y

  • Ruge), a sus ojos insuficientemente crticos de la dialctica de Hegel, con herramientas

    tomadas a prstamo a Feuerbach, de quien se afirma aqu que representa la nica crtica

    verdadera a Hegel, y una revolucin terica tan real como la que signific el mismo Hegel

    (Manuscritos, 53). Todas estas circunstancias (filolgicas, histricas, etc.), repito, vamos

    a dejarlas de lado aqu, para tratar de cernir lo ms claro posible el horizonte filosfico

    ltimo, base y resultado a la vez de este dilogo entre los dos pensadores.

    4. Marx se concentra para su anlisis en la Fenomenologa del Espritu (y en parte en la

    Lgica). Conviene entonces realizar un brevsimo esbozo del sentido de esta obra. En la

    Fenomenologa del Espritu (FE) Hegel expone lo que para l constituye el camino de la

    verdadera experiencia humana. Experiencia no se concibe aqu como es el caso en el

    empirismo y an en Kant con la simple percepcin de los sentidos. Hacer una experiencia

    es para Hegel ver que en lo que en principio parece extrao y ajeno acta una razn de la

    que somos partcipes, reconocer la estructura de la razn que gobierna toda la realidad. El

    mundo natural, la historia humana o el dios de las religiones pueden parecer en principio

    realidades ajenas al hombre, cuyo sentido no se ofrece de inmediato a nuestra comprensin.

    Nuestra situacin inmediata frente a estas realidades es entonces la de extraamiento

    (Entfremdung) (trmino que despus en Marx aparecer como alienacin o enajenacin),

    ellas nos son ajenas, estn simplemente puestas all como realidades cuya significacin

    parece oscura para nosotros. Pues bien, la verdadera experiencia consiste segn Hegel en

    superar este extraamiento al reconocer en esos fenmenos, manifestaciones de una

    racionalidad que nos es familiar. As, p.e. la naturaleza no aparece ms como un reino

    impenetrable sino como un mbito cuyas propiedades (el color, la materia) y leyes se

    encuentran desde siempre en ntima relacin con nuestro propio ser (el color es color para

    mi ojo, las leyes naturales corresponden a las leyes del entendimiento humano); la historia

    no consiste en una sucesin confusa o catica de acontecimientos aislados, sino que si se la

    mira con cuidado se descubre en ella desarrollos y evoluciones bien definidos (un cierto

    progreso en la moral humana o un grado creciente de conciencia de libertad, p.e.); la

    religin no aparece tan slo bajo la forma de un dios invisible ajeno a las preocupaciones

    humanas, sino como el reconocimiento de un poder trascendente que cobija los individuos.

  • Ahora bien, Hegel no solo identifica este mecanismo de extraamiento-superacin

    del extraamiento como la lgica que rige toda experiencia puntual humana, sino que crey

    que todas estas experiencias hacan parte de un mismo proceso, como etapas sucesivas de

    un desarrollo por el cual el ser humano, partiendo del ms completo extraamiento con

    respecto a la realidad, va ganando conciencia creciente de la razn que rige el todo. En su

    ltima etapa, en su experiencia final y definitiva, a la conciencia ya no se le enfrenta

    ninguna realidad que se pretenda autnoma, pues ella ya reconoce que toda presunta

    objetividad y extraeza participa de la razn absoluta en la que tambin ella habita. A esta

    etapa de la experiencia Hegel la llama el saber absoluto; en ella la conciencia humana

    comprende toda la realidad (por ajena que parezca) como parte de un mismo tejido racional

    que Hegel denomina espritu (Geist), cualquier forma de extraamiento u objetividad se ve

    superado en tanto parte de esta espiritualidad que todo lo domina, y la misma conciencia se

    comprende a s misma en su verdadera realidad esencial, esto es, la de ser parte de la

    totalidad del espritu y por tanto la de estar en conexin ntima con la plenitud de lo real.

    Visto as, la conciencia deja de ser una simple subjetividad aislada en extraeza frente a lo

    que la rodea y gana claridad sobre el Geist y sobre su lugar en l, es decir se convierte en

    autoconciencia verdadera, que a esta altura no es tanto la autoconciencia de un individuo

    solitario, sino autoconciencia de la racionalidad de lo real, que hecha transparente para s

    misma deviene espritu.

    5. Pues bien, la evaluacin que Marx realiza de esta obra es profundamente ambivalente.

    En primera instancia hay que decir que l considera la FE como la fuente verdadera y

    secreta de la filosofa hegeliana (Manuscritos, 189), esto es, algo as como el ncleo ms

    profundo del pensamiento especulativo de Hegel, ms crtico y ms vivo, frente al cual las

    obras posteriores son vistas como expresin de un positivismo e idealismo acrtico (ibid,

    192). Sorprende de entrada esta valoracin positiva de esta temprana obra de Hegel, que

    para la poca haba sido ya largamente opacada por la ruidosa imponencia del sistema de la

    Enciclopedia. Para Marx la FE es una obra precursora e inspiradora, no slo porque

    contiene como en germen toda la arquitectura del sistema que Hegel construir ms

    adelante, sino tambin, y esto es lo ms interesante, porque ella se adelanta a Hegel mismo,

    dejando preparados y elaborados elementos crticos que superan largamente el alcance de

  • miras del propio Hegel (ibid, 193). En este sentido, se trata de una obra esencialmente

    crtica, pero el alcance de esta crtica le resulta a ella misma oscuro.

    En qu reside ese elemento crtico que esta obra saca a luz y que constituye la

    grandeza de este texto, pero cuyas implicaciones deban resultar invisibles para su mismo

    autor? Justamente en ese movimiento de la experiencia humana que hemos reseado antes,

    es decir, en ese proceso por el cual (i) un fenmeno presuntamente objetivo nos hace

    primero frente como un elemento opaco a nuestra comprensin, para que luego (ii) esa

    supuesta objetividad se cancele en el momento en que la conciencia logre integrar ese

    fenmeno en un mbito racional del que tambin ella se sabe parte. Cada una de esas etapas

    representa para Hegel una forma de negacin: en (i) el objeto niega la comprensin de la

    conciencia, la limita, se sustrae a su campo de sentido, en (ii) esa primera negacin se

    niega, pues ahora es claro que lo que se consideraba un lmite para mi comprensin puede

    en realidad integrarse en un horizonte de comprensin ms amplio. Como en ese horizonte

    nuevo de sentido vuelven y se manifiestan otras realidades presuntamente independientes y

    opacas, surge otra nueva negacin que tendr que ser a su vez negada al recogerse en un

    nuevo espacio de sentido y comprensibilidad ms amplio. De esta forma, para la FE todo el

    camino de la experiencia humana es un camino de negaciones que slo culmina en la etapa

    definitiva del saber absoluto en la que ya no hay ms oposiciones pues la conciencia gana

    claridad sobre todo este movimiento y reconoce la presencia de la razn en todo el amplio

    mundo de su experiencia.

    Como deca, esa dialctica de la negatividad, principio y motor de la experiencia

    humana, representa para Marx el grandioso aporte de la FE. Hegel habra captado que el

    ser humano slo se gana a s mismo, esto es, slo realiza su esencia verdaderamente

    humana, en el medio de este proceso de negatividad que es su experiencia, es decir en tanto

    supera estas realidades aparentemente externas que al limitar su accin y su saber, niegan e

    impiden el despliegue de su propio ser. A ojos de Marx la FE es el lugar donde Hegel

    destaca de manera preeminente ese aspecto negativo que acompaa nuestra experiencia;

    por el contrario, otros textos posteriores, en particular la Lgica, dejan en la sombra esta

    negatividad para postular ms bien, de manera positiva, una estructura abstracta de la razn

    que resulta ideal desde la situacin concreta del ser humano real. En otras palabras, la FE

    resulta ser el lugar donde Hegel ms se acerca al pensamiento del propio Marx.

  • 6. Sin embargo, all donde reina la ms profunda cercana se abre tambin la brecha que

    separa a estos dos autores. Esto se da, segn Marx, porque en el instante en que Hegel

    identifica la negatividad esencial de la experiencia humana, all mismo l la mistifica en

    una direccin equivocada, dejando inadvertido su genuino potencial crtico. Podemos

    ejemplificar esto para el caso del fenmeno del trabajo, un fenmeno que no slo sirve de

    ilustracin del desacuerdo entre nuestros dos autores, sino que constituye un elemento

    nuclear en todo el pensamiento marxiano. En efecto, es de Hegel de donde Marx toma lo

    esencial de su concepcin del trabajo. En la FE Hegel expone la esencia negativa del

    trabajo. All se muestra como la conciencia humana que se ve obligada a servir al seor y a

    trabajar para l (la conciencia del esclavo) toma inicialmente el trabajo como una carga y

    un sufrimiento, como un castigo por su falta de arrojo y carcter en la lucha vital con otras

    conciencias. El trabajo aparece pues, primero, como una de esas negatividades que inhiben

    y se oponen al despliegue de su esencia individual. Sin embargo, la experiencia del trabajo

    revelar ser exactamente la contraria, pues justamente en el contacto con la labor diaria, en

    la elaboracin de la vida natural que p.e. se da en la planificacin de las cosechas o en la

    manufactura de productos, el ser humano comienza a comprender y a humanizar el mbito

    del mundo natural que al principio le resultaba hostil, y sobre todo, comienza a conocerse a

    s mismo, a sus propias fuerzas y habilidades racionales, a su naturaleza de ser genrico e

    histrico que produce para su especie y anticipa el pasar del tiempo, la llegada de nuevas

    generaciones, etc. De esta forma el trabajo se constituye para Hegel en una verdadera

    experiencia, en una donde se niega una negacin, y se accede a un mbito de sentido ms

    amplio que integra y vincula al hombre y sus capacidades con un mundo natural ya no

    ajeno sino familiar y humanizado.

    Ahora bien, al respecto Marx afirma que Hegel capta la esencia del trabajo y

    concibe el hombre objetivo, verdadero porque real, como resultado de su propio trabajo,

    pero que sin embargo l solo ve el aspecto positivo del trabajo, no su aspecto negativo

    (ibid, 194). Qu quiere decir Marx con esto? Evidentemente l no quiere sealar con esto

    que Hegel fue extremadamente optimista con respecto al trabajo humano, y que por lo tanto

    result ciego para fenmenos ya presentes en su mundo industrial en ciernes en los que ya

    se manifestaba la opresin y deshumanizacin de la clase obrera. Decir esto sera

  • desconocer pasajes enteros de la Filosofa del Derecho, donde Hegel es tremendamente

    critico del trabajo en este mundo capitalista incipiente, pero sabemos que Marx conoca

    muy bien estos textos. En realidad cuando afirma que Hegel slo ve lo positivo del trabajo

    y no su aspecto negativo, lo que seala es que en Hegel la negatividad esencial de la

    experiencia del trabajo se pierde y desactiva en el momento en que el trabajo queda

    reintegrado en un mbito de sentido superior, en una nueva positividad ms alta. Para Hegel

    el trabajo es negativo mientras nos confronta a un mundo objetivo que comparece ante

    nosotros como una carga pesada que parece no corresponder a nuestros deseos e intereses;

    pero una vez se despliega como experiencia vemos que el trabajo nos forma y ese aspecto

    limitante desaparece. En ese punto entonces la conciencia habr ganado una visin de

    mundo y de s misma, en la cual la experiencia del trabajo ya ha perdido todo poder de

    extraeza, y aunque, por supuesto esa nueva visin de mundo engendrar en su seno nuevas

    contradicciones y negaciones estas ya no provienen del mbito del trabajo mismo. En otras

    palabras, el trabajo para Hegel conserva an su elemento negativo slo mientras no se lo

    piense racionalmente, esto es, en trminos hegelianos, slo mientras se resista a ser incluido

    en un campo de racionalidad y comprensibilidad en el cual se vea vinculado

    significativamente con la vida humana; una vez lograda esta inclusin y esto ocurre muy

    rpidamente en el curso de la experiencia de la FE ya no representa ms una potencia

    negativa sino que hace parte de una nueva positividad de la razn. El trabajo en Hegel solo

    es negativo en un breve instante de la experiencia de la conciencia.

    7. Ahora bien, esto que hemos ejemplificado aqu para el trabajo ocurre en general para

    todo objeto de la experiencia de la filosofa. La religin, la riqueza, el estado, p.e. se

    presentan como esencias enajenadas, extraas a la conciencia humana. Pero esa extraeza y

    enajenacin slo dura hasta que el pensamiento especulativo logra trazar sobre ellas un

    manto racional que las abarca y las vincula ntimamente con el todo de la experiencia

    humana. Por eso para Marx, y este es el primer error que l seala en la dialctica de la FE,

    cuando Hegel habla de enajenacin se refiere fundamentalmente a enajenacin con respecto

    al pensamiento, y concretamente al pensamiento especulativo o filosfico, que es el que

    sufre y supera a la vez este extraamiento. Algo nos es extrao y ajeno, slo en tanto no

    logremos pensarlo filosficamente, esto es, en unidad racional con el todo. De esta forma,

  • es el filsofo y su pensamiento el que da la medida del mundo enajenado. (ibid, 192) El

    extraamiento tendra pues que ver con oposiciones entre el pensamiento mismo y una

    realidad que le resulta ajena, pero esas oposiciones tendran lugar realmente para Hegel

    solo al interior del pensamiento, y por lo tanto la superacin de esta enajenacin tendra

    lugar slo en este mismo mbito, esto es, sera tan slo pensada. Este es el segundo error en

    que incurre la dialctica hegeliana. Lo que p.e. molesta a la experiencia hegeliana en el

    poder estatal enajenado no es tanto que este se escinda de la sociedad y se afirme

    falsamente como un razn universal cuando en realidad slo responde a los intereses de la

    clase dominante; lo que molesta es que esa realidad estatal as concebida no consiga ser

    racionalizada, esto es pensada al interior de un sistema general de la razn. Cuando

    finalmente esta inclusin en el pensamiento se logra desparece lo chocante de la alienacin

    y la razn reconstituye su tranquila unidad. Lo que molesta a la dialctica de Hegel en

    todos estos casos donde un fenmeno se muestra ajeno y extrao al hombre no es tanto la

    capacidad de deshumanizacin que este fenmeno representa el envarar el despliegue de las

    fuerzas esenciales humanas mediante falsas ilusiones (dios, el dinero, el estado), sino el

    obstculo que este fenmeno representa para el desarrollo del pensamiento2. Dicho de otra

    forma, lo que molesta no es tanto el objeto real determinado y concretamente existente que

    le hace frente a la experiencia, sino el mero hecho de que algo se postule como objeto con

    la pretensin de detener el movimiento del pensar, es decir, no importa la religin catlica

    dogmtica, la economa capitalista o el estado burgus moderno con toda su carga de

    opresin sobre los hombres concretos, sino el que la religin, la economa o el estado en

    abstracto se hagan pasar por campos objetivos separados del poder de una razn que Hegel

    concibe omniabarcante y absoluta3.

    De esta forma, el grandioso hallazgo de la FE, a saber, la negatividad de la

    experiencia humana, es decir el reconocimiento de que el hombre slo realiza su esencia al

    ganarse a s mismo desde una enajenacin previa; esa intuicin fundamental que Hegel p.e

    capt en el trabajo como la experiencia en la que el ser humano se objetiva y exterioriza

    pero para recuperarse y ganar su verdadera esencia; ese hallazgo y esa intuicin, digo, se

    2 Lo que pasa por esencia establecida del extraamiento y lo que hay que superar no es el hecho de que el ser humano se objetive de forma humana, en oposicin a s mismo, sino el que se objetive a diferencia de y en oposicin al pensamiento

    abstracto (Manuscritos, 192). 3 En el extraamiento lo chocante para la autoconciencia no es el carcter determinado del objeto, sino su carcter objetivo (ibid, 200).

  • echa a perder en Hegel ya que queda desactivada al ser puesta al servicio de la realizacin

    de una razn absoluta. Lo que cuenta para Hegel es asegurar que en todo campo de

    experiencia se puede constatar en ltimas la presencia positiva de esa racionalidad absoluta,

    pero por ello mismo toda objetividad negativa se debe cancelar. Lo que Hegel llama

    entonces experiencia humana tiene lugar slo en el campo de este pensar racional: hacer

    experiencias es ir ampliando la razn individual hasta ponerla en ltimo trmino al nivel de

    este espritu que todo lo gobierna, pero esto implica ir dejando atrs (aunque solo en el

    pensamiento), o simplemente ignorar las contradicciones y oposiciones reales que se

    encuentran en la vida social concreta.

    Alcanzado este nivel la autoconciencia humana como saber absoluto se equipara

    con la razn misma, o como lo dice Marx, el ser humano se espiritualiza por completo4. En

    esto consiste, para Hegel, la esencia ms ntima del ser humano que slo el filsofo puede

    poner de manifiesto: en ser razn y espritu y por ello en estar vinculado con todo lo real.

    Frente a esa su verdadera esencia espiritual, toda la enajenacin que sufre el hombre en el

    mundo social e histrico concretos resulta ser mero fenmeno5. Por supuesto, este ser

    humano espiritualizado sigue siendo para Hegel sensibilidad, deseo e imaginacin, y no

    mera racionalidad, pero el caso es que estas capacidades y fuerzas naturales son tambin en

    su ms profunda esencia espirituales; por supuesto que el ser humano no slo hace filosofa

    y no slo produce pensamientos especulativos sino que tambin fabrica objetos, crea obras

    de arte o inventa religiones, pero en su verdad ms oculta estos productos slo tienen

    sentido por ser expresin del espritu absoluto que se encarna en todo lo real. En

    consecuencia, el modo verdadero en que la conciencia es, su genuina forma de realizacin

    es el saber. El saber es su nico acto (ibid, 201), o dicho de otra forma, el nico trabajo

    que Hegel conoce y reconoce es el abstracto espiritual (ibid, 194), o sea la actividad

    filosfica. Y lo que sabe este saber no es la opresin a la que est sometido el ser humano

    por los poderes econmicos o estatales, sino el saber abstracto de la unidad racional de todo

    lo que hay, el no-ser diferente el objeto respecto de la autoconciencia (ibid, 201), el estar

    junto a s de la autoconciencia an en su ser-otro.

    4 As como la esencia, el objeto, aparece como esencia pensada, as el sujeto es siempre conciencia o autoconciencia; o mejor, el objeto aparece slo como conciencia abstracta, el hombre slo como autoconciencia (Manuscritos, 193). 5 El extraamiento de la conciencia no es considerado como expresin () del extraamiento real de la humana esencia. El extraamiento verdadero, que se manifiesta como real, no es, por el contrario segn su ms ntima y escondida esencia

    (que slo la Filosofa saca a la luz) otra cosa que el fenmeno del extraamiento de la esencia humana real, de la

    autoconciencia (Manuscritos, 196).

  • 8. Hechas estas observaciones tenemos que dar paso ahora a una caracterizacin ms

    cercana del propio pensamiento marxiano. En efecto, si esa dialctica del pensar abstracto

    que hemos descrito es vista por Marx como una mistificacin, esto se debe a que, segn l,

    Hegel efecta con ella una profunda falsificacin de la verdad ms concreta y evidente de

    la experiencia. En ese sentido, y pese a la profundidad de algunos de sus planteamientos, la

    FE, y en general la obra de Hegel, queda presa de una ideologa que para Hegel mismo no

    lleg a ser visible6. Nosotros por nuestra parte debemos preguntar ahora en qu se apoya

    Marx para juzgar este planteamiento dialctico como esencialmente ilusorio. Por supuesto,

    no basta con decir aqu que mientras Hegel hace de un pensar abstracto el motor de la

    dialctica, Marx pretende hacer gravitar toda la experiencia humana alrededor de las

    relaciones materiales y econmicas concretas. Una respuesta as asumira que toda la

    originalidad filosfica de Marx consistira en invertir el centro de desarrollo de la dialctica

    dejando intacta en esencia la forma de realizacin de la misma. Ahora bien, es claro que en

    Marx se busca dar ese paso desde la abstraccin de la especulacin hegeliana a lo concreto

    del mundo econmico y social, pero justamente aqu hay un paso y un trnsito que debe

    justificarse y no meramente imponerse como sera el caso si todo lo que su pensamiento

    realizara fuera una inversin de Hegel.

    El paso de lo abstracto a lo concreto queda justificado en Marx por la particular

    concepcin del ser humano y su experiencia que este autor sostiene, una concepcin que

    debe mucho a la antropologa de Feuerbach, pero que Marx llama en este Manuscrito un

    naturalismo realizado o humanismo (ibid, 198). Contra la abstraccin hegeliana del ser

    humano como autoconciencia que solo se realiza en el medio del pensamiento especulativo,

    este naturalismo parte de afirmar al hombre real, corpreo, natural; frente a la subjetividad

    absoluta hegeliana que elimina en ltimo trmino toda objetividad y extraeza por

    considerarla ajena a su esencia, el hombre real de Marx es esencialmente objetivo, esto es

    vive y se realiza necesariamente en confrontacin con realidades objetivas, pone objetos y

    es puesto por objetos (ibid, 198); mientras la autoconciencia hegeliana termina convencida

    de la irrealidad de toda relacin objetiva que no pueda resolver racionalmente, el hombre de

    Marx vive naturalmente en medio de objetos y fuerzas naturales que lo limitan y

    6 Hegel se coloca en el punto de vista de la economa poltica moderna (Manuscritos, 194).

  • condicionan, y frente a las cuales l busca imponer sus propias fuerzas esenciales. En ese

    sentido la primera premisa del naturalismo de Marx es que el hombre es de inmediato un

    ser natural (ibid, 198) y esto solo quiere decir que es un ser dotado de fuerzas naturales y

    vitales (talentos, capacidades, impulsos) que tienen objeto, que apuntan por necesidad a un

    mbito objetivo en la que se satisfacen (como el hambre apunta al alimento) pero que

    tambin se le resisten y le imponen condiciones.

    Ahora bien, esta postura no equipara al ser humano con un mero ente natural como

    las plantas o los animales. En efecto, la segunda premisa de este naturalismo afirma que el

    hombre no es slo ser natural, es ser natural humano, ser que es para s, o como dice Marx,

    ser genrico (ibid, 199). Esto quiere decir que los objetos a los que tienden las fuerzas

    esenciales del hombre no son simples objetos naturales: cada una de las relaciones humanas

    con el mundo (ver, oir, sentir, pensar, desear, amar, etc) no es una mera relacin natural

    inmediata como la que vincula los instintos animales con sus objetos; se trata ms bien de

    relaciones humanas, o mejor de relaciones que se hacen humanas, en virtud de estar

    mediadas por toda la historia de la humanidad hasta nuestros das. Es por ello que no

    simplemente vemos u oimos como si se tratara aqu de puros actos perceptivos

    naturales, sino que desarrollamos un ojo para la belleza de la forma o un oido musical

    (ibid, 154), y es por ello tambin que desarrollamos sentidos espirituales que van ms all

    de la pura satisfaccin de necesidades naturales, como la voluntad o el amor. En resumen,

    slo en los seres humanos se desarrollan sentidos humanos (ya no solo naturales), capaces

    de goces y objetos exclusivamente humanos. Pero esto quiere decir que el ser humano no

    est dado de inmediato, sino que sus fuerzas esenciales se han formado y se continan

    formando en la historia de la humanidad, en la confrontacin con los objetos humanos que

    all se han ido conformando, y en la apropiacin de estos7. La historia se convierte as en el

    acto de nacimiento (ibid, 200) del hombre como ser humano (su salida de la pura

    naturaleza inmediata): en ella se van configurando los objetos de las fuerzas humanas como

    objetos humanos y no simplemente inmediatos (el amor, el reconocimiento, la sed de

    justicia), y en ella el hombre se va apropiando de estos objetos para formarse a s mismo

    como ser humano.

    7 La objetivacin de la esencia humana () es pues necesaria tanto para hacer humano el sentido del hombre como para crear el sentido humano correspondiente a la riqueza plena de la esencia humana y natural (Manuscritos, 154).

  • Todo esto por lo dems lleva ya implcito un elemento social: pues el mundo

    devenido humano es un mundo compartido, y el ser humano que se forma al apropiarse de

    este mundo es un ser social. La naturaleza que es objeto de las fuerzas humanas es

    naturaleza humanizada, o sea una en la que ya est presente el vnculo con los otros, y el ser

    humano que se forma en este medio es ya por ello mismo ser social. La sociedad no es pues

    una creacin arbitraria de los hombres (contractualismo), sino la manera como la naturaleza

    se da siempre para los seres humanos; el que en cada uno de sus actos el hombre reafirme

    esta pertenencia a la vida social es lo que constituye lo que Marx llama el ser genrico del

    hombre. El naturalismo humanista de Marx quiere as superar la dicotoma entre

    espiritualismo y materialismo: ni la esencia del hombre reside en un principio trascendente

    (el alma, dios), ni ella descansa en la materialidad de algn proceso puramente orgnico. La

    esencia del hombre es su ser social o ser genrico, y esto no es mero naturalismo pues esta

    esencia deviene en la historia, ni con esto se afirma un principio trascendente pues lo que

    aqu se llama sociedad o humanidad no es una sustancia ideal presente en cada individuo,

    sino algo transindividual (Balibar, 37), algo que solo existe entre los individuos en virtud de

    sus mltiples interacciones (lenguaje, trabajo, amor, dominacin, etc.).

    9. Tendramos que dedicar mucho ms tiempo a analizar en detalle este riqusimo

    planteamiento de Marx que sin duda constituye uno de los elementos filosficos ms

    relevantes de toda su obra. Para nuestros propsitos debemos contentarnos con los

    elementos expuestos que, por incompletos que sean, dan luces sobre la relacin entre Marx

    y Hegel. A primera vista, la antropologa marxiana esbozada parece muy cercana a la

    propia del sistema hegeliano. En efecto, para Hegel, como para Marx, el ser humano no es

    un ser meramente natural, esto es no tiende hacia una naturaleza inmediata no elaborada,

    sino a una que ya ha sido trabajada y permeada por el espritu; no tenemos p.e. hambre a la

    manera como un cocodrilo siente hambre; esta necesidad que en los animales es meramente

    instintiva, en el ser humano se encuentra desde siempre espiritualizada, o sea revestida de

    significaciones culturales o rituales, que rebasan el campo de la mera naturalidad. Sin

    embargo, hay una diferencia fundamental y es que si bien para ambos pensadores el ser

    humano es ms que naturaleza, en Hegel esto significa que el ser humano es en esencia

    espritu (espritu que ha absorbido la naturaleza), mientras que para Marx el ser humano,

  • an en medio de las realizaciones ms excelsas de su espritu, sigue siendo naturaleza, es

    decir fuerzas objetivas y corpreas, si bien naturaleza que en la historia ha devenido

    humana y social, y se afirma as constantemente. Estara uno tentado a decir que mientras

    que para Hegel el espritu es la verdad de la naturaleza, para Marx la naturaleza es la verdad

    del espritu, pero una formulacin as peca por simple y parece cimentar el malentendido de

    la inversin hegeliana. Habra que decir mejor que ms que de una inversin en Marx se

    trata de un planteamiento de base sobre el ser humano radicalmente distinto al hegeliano.

    Mientras que para este ltimo el ser humano tiene su esencia en devenir autoconciencia, o

    sea en devenir conciente de que todas las relaciones del hombre con el mundo, desde la

    mera sensibilidad hasta las ms complejas operaciones intelectuales, son reflejos de una

    razn universal que gobierna todo lo real, para Marx el hombre no es simple autoconciencia

    sino multiplicidad de fuerzas naturales objetivas siempre activas en correlaciones sociales.

    Y entonces mientras la autoconciencia de Hegel disuelve todo lo objetivo en su propia

    racionalidad, el hombre natural de Marx slo se gana a s mismo en medio de lo objetivo,

    de los objetos humanizados que afirman y realizan su individualidad8.

    10. Debe ser claro ahora en qu medida el paso a lo concreto que Marx realiza no puede

    tomarse como una simple inversin de la dialctica hegeliana de la experiencia, como una

    simple sustitucin del principio que genera su movimiento que dejara no obstante intacto

    su despliegue y sentido. En efecto al sustituir la naturaleza por el espritu se introduce no

    slo un contenido fundamentalmente distinto, sino que tambin se modifica la forma de

    realizacin de la experiencia humana. Pues mientras que en Hegel la experiencia, como

    experiencia del espritu, tiene un camino expedito asegurado progresivamente por el avance

    de una razn monolgica que va superando las enajenaciones que le hacen frente, en Marx

    la experiencia humana, movida como est desde mltiples fuerzas naturales condicionadas

    y limitadas, es incapaz de dominar la complejidad de su proceso, con lo que puede siempre

    envararse y fracasar. Esto ocurre, segn Marx, cuando las fuerzas genricas humanas

    generan realidades solo imaginarias (dios, el dinero, o el estado moderno) que se erigen

    entonces como objetos independientes en los que el ser humano ya no se reconoce ni se

    8 Hegel dice: la autoconciencia tiene odos, ojos, fuerzas esenciales. Para Marx en cambio la autoconciencia es una cualidad del ojo, del odo, etc. (Manuscritos, 195)

  • realiza sino que se pierde. Visto de otro modo, la verdadera experiencia en Hegel es

    experiencia hacia adentro de un sujeto que se sumerge en una razn que a priori se asume

    como absoluta, de modo que ninguna extraeza radical puede surgir de all; en Marx en

    cambio la experiencia est volcada en mltiples direcciones hacia fuera, hacia una

    objetividad insuperable, que puede por ello reaparecer siempre en formas enajenadas que se

    resisten a ser apropiadas por el hombre, desfigurando as su ser genrico. Hacer pues de la

    naturaleza el principio que impulsa la experiencia genuina del ser humano significa

    entonces introducir en ella una buena dosis de azar y de imprevisibilidad, de contingencia y

    aleatoriedad. Es posible que esta contingencia haya desaparecido luego, en la obra de Marx,

    con el materialismo histrico y con la introduccin de ciertas ideologas del progreso. Lo

    cierto es que para este joven Marx la realizacin de la experiencia humana, la afirmacin de

    la esencia del hombre desde su apropiacin de un mundo objetivo humano, no queda

    asegurada de antemano, y menos por el recurso a una doctrina filosfica abstracta.

    11. Al efectuar el paso que va de lo abstracto del espritu hegeliano a lo real y concreto de

    lo natural humano, Marx reintroduce necesariamente avatares sociales y contingencias

    histricas de todo tipo que brotan de esa interaccin permanente de las fuerzas humanas en

    el medio de lo social y que nunca una razn dialctica como la de Hegel puede llegar a

    dominar. Pertenece pues a las ilusiones de esta especulacin el llegar a creer que toda forma

    de enajenacin se ha superado en esa etapa cumbre de la experiencia que es el saber

    absoluto. En realidad, dice Marx, la autoconciencia que en Hegel reconoce y supera como

    enajenacin el mundo espiritual, lo vuelve luego a confirmar y restaurar (Manuscritos,

    202). En efecto, la superacin ltima y definitiva de toda forma de enajenacin que para

    Hegel es el saber absoluto no es en realidad tal; aqu no se superan las formas de existencia

    enajenada (p.e de la moral, el arte o la religin) pues lo que realiza el saber absoluto es slo

    la conciencia de que estas son formas enajenadas de existencia e ilusorias idealizaciones.

    Marx parece decir entonces que la vida de la conciencia que vive en el saber absoluto no ha

    superado la enajenacin, simplemente es conciente de ella, y toma esa forma de conciencia

    de la enajenacin por su vida verdadera. Por eso afirma que lo que en Hegel ocurre no es

    una superacin de la vida enajenada en el estado o la religin, sino ms bien una

  • acomodacin9 de Hegel a la religin, al estado, etc. (Manuscritos, 202), de modo que

    estas esferas quedan entonces confirmadas en su carcter enajenado. En el fondo de esta

    crtica, yace la idea de que las superacin de la enajenacin en Hegel slo tiene lugar en el

    medio del pensamiento abstracto, pero que con esto se dejan sin considerar formas de

    enajenacin que brotan de la mera contingencia del mundo natural humano, de la

    interaccin social y la movilidad de la historia que no encuadran nunca plenamente en el

    camino especulativo de la razn. En otras palabras, para Hegel parece bastar tomar

    conciencia en el pensamiento de la enajenacin que representa un fenmeno para superar

    este extraamiento; Marx dice que lo que se logra superar con esa toma de conciencia es

    solo la forma conceptual del fenmeno no su realidad objetiva, se supera por ejemplo el

    concepto alienado de religin o de estado, no el estado o la religin reales como poderes

    concretos con toda su carga enajenante.

    12. Con todos estos elementos podemos ahora hacer una evaluacin de esta crtica de

    Marx. En algn sentido ella no parece hacer justicia a la dialctica hegeliana de la

    experiencia. En este movimiento, la superacin de la enajenacin (la famosa negacin de la

    negacin) no representa solo una toma de conciencia de la primera negacin sino la

    instauracin real de una nueva experiencia, de una nueva forma concreta de existencia

    humana. Aqu parece equivocarse Marx: para la FE la superacin de la moral individual

    p.e. no significa permanecer en la forma de vida que ella encarna, recabando en sus

    equvocos aunque con conciencia de su carcter enajenado; significa ms bien el abandono

    real de esa forma de existencia y el paso a una nueva, determinada por otras verdades y

    otros valores. Sin embargo, esto que vale para todas las estaciones de la experiencia

    humana, parece no valer para esa etapa ltima de la experiencia que Hegel llama el saber

    absoluto. En efecto, esta forma de experiencia no parece hacer referencia a una forma

    concreta de existencia, sino tan solo a una posicin del pensar que ha ganado conciencia de

    la enajenacin presente en todas sus formas de existencia previas. En ese saber absoluto

    entendido as no se ve con claridad cmo se ha superado efectivamente la enajenacin, a no

    ser que se piense que saber de la enajenacin es haberla superado ya.

    9 El trmino es de Bauer quien lo haba utilizado en un sentido distinto, a saber, para indicar la prudencia calculada de

    Hegel al disimular voluntariamente lo subversivo de sus textos religiosos o polticos. (Cf. Bue 2008: 40)

  • El punto en que divergen ambos pensadores parece residir as en la cuestin del fin

    de la experiencia. Hegel imagin en el saber absoluto un final para la experiencia humana,

    que alcanza all la iluminacin definitiva de todas las enajenaciones posibles que puede

    sufrir la existencia humana individual y social. Para este joven Marx un final de la

    experiencia sera imposible, no slo porque el saber pleno de la enajenacin (si algo as

    fuera posible) no significa an haberla superado efectivamente, sino sobre todo porque

    surgiendo de las fuerzas naturales humanas, limitadas y condicionadas por su mundo

    objetivo (afectivo, social, econmico, poltico) la experiencia est siempre sujeta a

    contingencias y acontecimientos cuyo potencial de extraeza no puede nunca anticiparse.

    Sin embargo, dejando de lado este espinoso asunto del fin de la experiencia cabe

    an defender la dialctica de Hegel de la implacable crtica marxiana, iluminndola desde

    una ptica distinta a la de la perspectiva de Marx. Este ltimo, condicionado quizs por una

    visin sobre la totalidad del sistema, entiende el camino de la experiencia que se traza en la

    FE como el trayecto nico de la formacin de la conciencia que desemboca necesariamente

    en la autoconciencia absoluta. Sin embargo, esa necesidad dialctica que parece encadenar

    rgidamente las estaciones de ese camino puede matizarse de mltiples formas. En primer

    lugar, tendra que considerarse que la exposicin de la FE no es sino una reconstruccin del

    camino del espritu recorrido hasta ahora en la historia, esto es la necesidad del camino es

    retrospectiva y no prospectiva; todo lo que hace Hegel es revisar las formas de experiencia

    que se han dado histricamente para unirlas con el hilo conductor de un despliegue

    racional, pero no se permite proyectar este hilo hacia delante. As, con esta dialctica nada

    puede decirse sobre los acontecimientos por venir, con lo que siempre queda abierta para la

    experiencia un potencial de contingencia y alteridad. Pero adems, en segundo lugar, Hegel

    tiene perfectamente claro que el camino de la experiencia trazado en la FE no corresponde

    al camino real de la misma. El trayecto que l nos ofrece es el despliegue que idealmente, y

    desde el punto de vista de la razn, recorrera una conciencia pura, pero la conciencia que

    hace experiencia es siempre conciencia concreta, corprea y real. Para esta conciencia

    natural, como la llama Hegel, el camino idealizado se pierde constantemente, pues

    constantemente se abren falsas rutas y se positivizan objetos slo imaginarios que la

    conciencia toma falsamente por su verdad.

  • Por qu entonces, podra preguntarse, perfila Hegel el horizonte ideal de una

    experiencia que seguira a pie juntillas el despliegue del espritu en lo real, a sabiendas que

    un horizonte tal nunca representa plenamente el curso accidentado e imprevisible de la

    experiencia concreta? En esa especie de inconsecuencia de Hegel, Marx ve en accin un

    elemento ideolgico deformador de la realidad. As como ante la miseria de la vida humana

    la religin inventa un ser de ficcin que se hace pasar por verdadero, pero frente al cual se

    pierde la autntica fuerza del hombre natural, as tambin la filosofa de Hegel, conciente

    de la alienacin de la experiencia real, inventa un cielo dialctico ficticio lleno de armona

    y reconciliacin que consuela a la razn, pero que no elimina la miseria y alienacin reales.

    Por ello, para Marx, la filosofa de Hegel representa en ltimas una de las expresiones ms

    refinadas de la alienacin que impera en el mundo moderno.

    Me parece, sin embargo, que es posible ir ms all de esta visin marxiana, y

    sealar en ese horizonte ideal de la experiencia espiritualizada, un elemento profundamente

    crtico. Pues en efecto, Hegel asume que esta racionalizacin de la experiencia, si bien no

    corresponde a la experiencia real histrica, s puede sostenerse como punto de referencia

    para evaluar el grado de enajenacin de la realidad concreta. Este no corresponde a una

    verdad sustancial y trascendente frente a la cual toda experiencia histrica sera imperfecta.

    De hecho la idea absoluta hegeliana no representa un contenido positivo al que se

    aspirara siempre sin nunca alcanzarlo; la idea absoluta no es, en este sentido, una idea

    regulativa, sino ms bien la puesta en evidencia del carcter procesual, fluido y mvil de

    toda la realidad, de modo que el saber de esta idea, el saber absoluto, no es sino el

    reconocimiento del carcter relacional no absoluto de toda presunta verdad. Es este

    reconocimiento, esta conciencia de la transitoriedad y falta de sustancia de todo lo que se

    presume como objetividad absoluta, el que sirve de punto de referencia para medir la

    enajenacin de una sociedad. Pues bien, un elemento de este tipo falta en la doctrina de

    Marx. Para este, y contra Hegel, la lucha contra la enajenacin no se hace en el

    pensamiento sino mediante la transformacin real de las estructuras econmicas, sociales y

    polticas que mantienen sometido al ser humano real y le impiden la afirmacin de su

    genuina esencia. Lo que se puede aprender de Hegel, es que esta transformacin no basta

    pues la instauracin de una nueva forma de existencia social siempre corre el riesgo de

    crear una nueva positividad, y a la larga una nueva tirana. Esta es la leccin ms profunda

  • de la FE, y este es el ncleo del llamado saber absoluto: Inmersos en el reino de lo

    concreto, contingente e inmediato, la conciencia olvida, no una verdad metafsica oculta en

    las cosas, sino la movilidad y relacionalidad de todo lo que existe y es efectivo, y por ello

    tiende espontneamente a substancializar una forma de vida y a implantar un nuevo dogma.

    Hegel no se pronuncia, es cierto, sobre esta experiencia real enajenada ni sobre su

    transformacin efectiva, pero sabe que ella tiene que ir acompaada de un saber sobre lo

    contingente, del saber sobre la necesidad de lo contingente que es el saber absoluto, para no

    recaer en una nueva objetivacin arbitraria. Con Marx tenemos que reconocer que este

    saber absoluto es una experiencia solo de la razn y no una que involucra todas las fuerzas

    vitales del hombre, contra Marx habra que recordar que una experiencia as no es mera

    ideologa, sino precisamente el necesario correctivo a recaer en la ideologa, en la

    absolutizacin de dogmas y una nueva tirana.

    Luis Eduardo Gama Barbosa

    Bibliografa

    Althusser, Louis, La revolucin terica de Marx, Mxico: Siglo XXI

    Balibar, Etienne, La filosofa de Marx, Buenos Aires: Nueva visin

    Bue, Jean-Michel, Les critiques de Hegel entre 1843 et 1845. En: e. Renault (ed), Lire les

    Manuscrits de 1844, Paris: PUF

    Marx, Karl, Manuscritos, Barcelona: Alianza editorial.