Más Allá de La Arquitectura Pública

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Más allá de la Arquitectura Pública Hamid Shirvani La arquitectura pública, a que se hace referencia aquí, está constituida por los espacios públicos y los lugares que componen el lado no-privado de los edificios, los jardines y los espacios verdes. Las disciplinas de arquitectura, paisajismo y planificación contribuyen al diseño del espacio público y, por esta razón, existe cierta ambigüedad con respecto a los papeles de cada disciplina. Los planificadores, por su parte, se han convertido en políticos, mientras que los paisajistas y arquitectos se encuentran en un estado francamente confuso. El balance deseado entre pensar y ejecutar, análisis crítico y los procesos prácticos de construir, el diseño y la influencia del mercado, invención y convención, ha sido distorsionado favoreciendo los intereses económicos, la conveniencia y la convención. Desde la Revolución Industrial ha habido una abundancia de nuevas invenciones y creaciones- buenas y malas- dirigidas al dominio público de la arquitectura y la ciudad. Sin embargo, con las nociones incrementalistas de los años ´60 que han predominado, mucho del empuje hacia la experimentación e innovación ha sido reemplazado por la convención o por la nostalgia, y esto ha sido una fuerza poderosa en el desarrollo de la ciudad americana. Este fenómeno es un producto del postmodernismo. De la misma manera, , en la disciplina de la planificación, una serie de cambios innovativos cesaron abruptamente cuando cayeron en la miasma del postmodernismo; modelos convencionales han suplantado la innovación y exploración en este campo. El apoyo económico a la planificación urbana y la discontinuidad en la financiación de programas estatales han tendido a perpetuar aquellas convenciones basadas en modelos orientados al servicio de mercados en vez de esquemas dirigidos a satisfacer necesidades sociales. En el principio del Siglo XX, el involucramiento público en el entrono urbano empezó a adquirir importancia política. Se tomaron varios pasos importantes hacia la desprivatización del espacio desarrollo de planes maestros, planes reguladores y, a su vez, mecanismos de implementación (ordenanzas de zonificación y público, incluyendo la creación de parques públicos y centros cívicos, y en este proceso nacieron los primeros esfuerzos de planificación física. Eventualmente, estos esfuerzos contribuyeron al otros tipos de controles de uso del suelo). Algunos de estos esfuerzos han sido exitosos y han tenido un impacto positivo, mientras que otros han carecido de inspiración, provocando impactos negativos. A pesar de estos esfuerzos, ha sido siempre el sector privado el que ha determinado, en última instancia, el desarrollo de la ciudad. Una excepción la constituyeron los proyectos de renovación urbana en los años ´50 y ´60. Los intentos de estos proyectos para generar inversión por medio de la destrucción física de comunidades de bajos ingresos causó tal reacción pública que se abrieron las primeras oportunidades para que planificadores y diseñadores pudieran intervenir en el proceso de desarrollo y renovación urbana. Nació la noción de diseño urbano como guardián del interés público. Sin embargo, con la evolución de la práctica de diseño urbano en el período de postmodernismo, se ha convertido más en guardián de la coherencia visual y calidad del tejido urbano que campeón del interés público, puesto que reposa sobre el embellecimiento de la

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Más allá de la Arquitectura Pública

Hamid Shirvani

La arquitectura pública, a que se hace referencia aquí, está constituida por los espacios públicos y

los lugares que componen el lado no-privado de los edificios, los jardines y los espacios verdes.

Las disciplinas de arquitectura, paisajismo y planificación contribuyen al diseño del espacio público

y, por esta razón, existe cierta ambigüedad con respecto a los papeles de cada disciplina. Los

planificadores, por su parte, se han convertido en políticos, mientras que los paisajistas y

arquitectos se encuentran en un estado francamente confuso. El balance deseado entre pensar y

ejecutar, análisis crítico y los procesos prácticos de construir, el diseño y la influencia del

mercado, invención y convención, ha sido distorsionado favoreciendo los intereses económicos, la

conveniencia y la convención.

Desde la Revolución Industrial ha habido una abundancia de nuevas invenciones y creaciones-

buenas y malas- dirigidas al dominio público de la arquitectura y la ciudad. Sin embargo, con las

nociones incrementalistas de los años ´60 que han predominado, mucho del empuje hacia la

experimentación e innovación ha sido reemplazado por la convención o por la nostalgia, y esto ha

sido una fuerza poderosa en el desarrollo de la ciudad americana. Este fenómeno es un producto

del postmodernismo. De la misma manera, , en la disciplina de la planificación, una serie de

cambios innovativos cesaron abruptamente cuando cayeron en la miasma del postmodernismo;

modelos convencionales han suplantado la innovación y exploración en este campo. El apoyo

económico a la planificación urbana y la discontinuidad en la financiación de programas estatales

han tendido a perpetuar aquellas convenciones basadas en modelos orientados al servicio de

mercados en vez de esquemas dirigidos a satisfacer necesidades sociales.

En el principio del Siglo XX, el involucramiento público en el entrono urbano empezó a adquirir

importancia política. Se tomaron varios pasos importantes hacia la desprivatización del espacio

desarrollo de planes maestros, planes reguladores y, a su vez, mecanismos de implementación

(ordenanzas de zonificación y público, incluyendo la creación de parques públicos y centros

cívicos, y en este proceso nacieron los primeros esfuerzos de planificación física. Eventualmente,

estos esfuerzos contribuyeron al otros tipos de controles de uso del suelo). Algunos de estos

esfuerzos han sido exitosos y han tenido un impacto positivo, mientras que otros han carecido de

inspiración, provocando impactos negativos.

A pesar de estos esfuerzos, ha sido siempre el sector privado el que ha determinado, en última

instancia, el desarrollo de la ciudad. Una excepción la constituyeron los proyectos de renovación

urbana en los años ´50 y ´60. Los intentos de estos proyectos para generar inversión por medio de

la destrucción física de comunidades de bajos ingresos causó tal reacción pública que se abrieron

las primeras oportunidades para que planificadores y diseñadores pudieran intervenir en el

proceso de desarrollo y renovación urbana. Nació la noción de diseño urbano como guardián del

interés público. Sin embargo, con la evolución de la práctica de diseño urbano en el período de

postmodernismo, se ha convertido más en guardián de la coherencia visual y calidad del tejido

urbano que campeón del interés público, puesto que reposa sobre el embellecimiento de la

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ciudad cuya conformación física está determinada básicamente por factores económicos. Esta

determinación económica frecuentemente contradice el verdadero interés público.

El rolo del arquitecto como maquillador constituye un escenario muy diferente que el de los años

´60. Los arquitectos solían tener un papel importante en la determinación de la forma física de la

ciudad; grandes ciudades y entornos urbanos resultaron más de concepciones arquitectónicos que

de intereses económicos. Pero en la media en que las ciudades volvieron más complejas, el papel

de los arquitectos disminuyó u volvió más especializado, de modo que desde entonces, los

arquitectos se han limitado a diseñar piezas fragmentadas del tejido urbano, dentro de los límites

impuestos por el simbolismo corporativo y el negocio de los bienes raíces.

Dos puntos de partida

La noción de diseño urbano tiene dos puntos de partida generales: proyecto y proceso. El punto

de partida de proyecto . El proyecto como forma de implementar el diseño urbano apareció por

primera vez en los proyectos de renovación urbana en los años ´60, manifestándose en forma del

desarrollo de grandes proyectos de bienes raíces. Este tipo de implementación encontraba su

justificación en la hipótesis que ciertos proyectos grandes pueden servir como catalizadores de

nuevas inversiones y empresas, de modo que la satisfacción de intereses económicos se vincula

con la creación de condiciones para traer nueva vida a la ciudad y fomentar la esperanza de

reconstruir la ciudad de antaño. La tarea fundamental entonces, es el desarrollo de proyectos de

rehabilitación en sectores viejos de la ciudad para atraer nuevos usos mixtos y comerciales, la

construcción de centros de convenciones o complejos hoteleros, amenidades para el peatón o

conjuntos residenciales de alta densidad. Los productos de este punto de partida incluyen planes

conceptuales, frecuentemente acompañados de normas escritas y gráficas. Estas normas

constituyen el marco para el desarrollo de bienes raíces a la vez que sirven de instrumento para

mejorar la calidad arquitectónica de la ciudad.

El punto de partida de proceso se manifiesta en la manipulación de las ordenanzas de zonificación

y el establecimiento de incentivos económicos a cambio de ciertas amenidades orientadas a las

necesidades del público, en un intento de hacer compatibles los intereses económicos y la política

pública. Este punto de vista se ha evolucionado en una multitud de normas, ordenanzas y

reglamentos. En los últimos cincuenta años, la práctica de diseño urbano se ha interesado menos

en la estructura física de las ciudades y se ha preocupado más por los elementos del proceso, de

manera que el diseño urbano se haya convertido más en un medio dirigido a un fin que un

quehacer en si mismo. Es decir, el diseño urbano se lleva a cabo, hoy en día, por medio de un

proceso de evaluación de propuestas de intervención y construcción en el ámbito urbano.

¿Quiénes evalúan? ¿Cómo evalúan? ¿Qué evalúan? Cada municipio tiene sus particularidades.

Aquí se intenta examinar el estado actual de la arquitectura pública por medio de un análisis de la

institucionalidad, sus procesos y mecanismos su forma y contenidos y sus metas y objetivos. He

escogido doce municipalidades norteamericanas de diferentes características sociales, económicas

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y geográficas: Baltimore, Dallas, Indianápolis, Irvine, Kansas City, Lincoln, Minneápolis, Portland,

San Francisco, San Diego, Seattle y Vail. Estas ciudades constituyen ejemplos diferentes de

aplicaciones postmodernas de diseño urbano como una política pública.

Para investigar la naturaleza y contenido del acercamiento postmoderno al diseño urbano, se

desarrollo un marco crítico basado en los elementos encontrados en la práctica. Este marco,

construido inductivamente con base en modelos existentes de las doce ciudades estudiadas, tiene

como norte al público: cómo se informa al público sobre las intervenciones físicas en la ciudad;

cómo se define el dominio público; cuáles procesos se usan para evaluar el producto final y si los

resultados de este proceso de interacción constituyen, o no, una arquitectura de la ciudad. Este

modelo involucra cinco componentes:

1) La naturaleza del proceso burocrático; su grado de flexibilidad.

2) Los actores en el proceso; o ¿Quiénes evalúan?

3) Los medios de intervención en el diseño urbano.

4) Los proceso específicos de evaluación más comunes.

5) El contenido de la evaluación.

El Proceso Burocrático

En general, existen cuatro tipos de procedimientos básicos en la evaluación de diseño que forma

parte del proceso de desarrollo de la arquitectura pública: los procesos discrecionales; los

procesos flexibles; los procesos basados en opciones de diseño y los procesos auto-

administrados.

Cuando los criterios de evaluación se dejan en manos de un grupo encargado de revisión, esto

constituye un procedimiento discrecional. El grupo de revisión determina la conveniencia de cada

proyecto individualmente, considerando sus méritos, sin basarse en normas o criterios

preestablecidos. La determinación, entonces, podría resultar en un proceso altamente subjetivo.

Dependiendo de los atributos de los miembros del grupo de revisión, su formación, sus

idiosincrasias y prejuicios, el resultado de una evaluación puede variar.

Si un municipio tiene un proceso flexible de evaluación, significa que, a diferencia del

procedimiento discrecional, existe algún marco o política global de diseño, plasmado en

ordenanzas y directrices que imponen ciertos criterios o normas. Estos directrices proveen un

marco general de diseño arquitectónico, pero sin llegar a imponer recetas específicas de diseño.

En este tipo de procedimiento, el grupo de revisión debe actuar dentro de los parámetros

establecidos, lo que limita su discreción.

El tercer tipo de procedimiento es el de opciones de diseño. Aquí, la municipalidad ha

predeterminado una cantidad significativa de criterios incluidos en diferentes ordenanzas,

directrices y controles con sanción oficial. Un desarrollador aplica estas ordenanzas y directrices

en el diseño de su proyecto y el grupo de revisión únicamente tiene la responsabilidad de

asegurar que la propuesta no los contraviene. Con este tipo de procedimiento, los directrices a

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veces pueden resultar demasiado rígidos y restrictivos, desde una perspectiva arquitectónica, lo

que puede producir entornos monótonos en el peor de los casos.

En el procedimiento auto-administrado no hay necesidad de un proceso formal de evaluación de

diseño. En este tipo de procedimiento, todos los criterios de diseño se encuentran claramente

definidos, escritos o ilustrados. Este procedimiento es aún más restrictivo que el de las opciones

de diseño. Mientras que algunos profesionales trabajan bien dentro de estos parámetros, que les

ayudan a enfocar sus energías, otros no pueden trabajar creativamente en un contexto tan

claramente definido.

En realidad los tipos de procedimiento descritos se diferencian básicamente de por su grado de

rigidez, formalidad y la naturaleza de los trámites involucrados.

Un análisis de la naturaleza de los procesos de revisión de las doce municipalidades revela que, en

realidad, se tiende a utilizar combinaciones de los tipos de procedimiento arriba esbozados.

Aunque ninguna municipalidad un procedimiento totalmente discrecional, se encuentran

ejemplos específicos del uso de discreción en procedimientos predominantemente flexibles, y en

el caso de la mayoría de las municipalidades estudiadas, en procedimientos de tipo opciones de

diseño y hasta auto-administrados.

Esta combinación de la discrecionalidad con procedimientos de otra naturaleza se da por varias

razones. En primer lugar, los procedimientos no-discrecionales generalmente dejan lugar a ciertas

excepciones en sus directrices y ordenanzas. En general, se establecen procedimientos para que

los afectados de la aplicación de algún reglamento puedan apelar y, en el mejor de los casos, hacer

que el reglamento no se aplique en su caso particular.

En el caso de la ciudad de Vail, cuyo procedimiento de evaluación se podría caracterizar como una

combinación de flexible con opciones de diseño, sin embargo introduce instancias discrecionales

con el claro propósito de proveer oportunidades de soluciones creativas que contravienen alguna

norma vigente. Ejemplos más comunes de la combinación de instancias discrecionales con

procedimientos de tipo opciones de diseño se encuentran en Portland y Seattle. En Portland,

existe una serie de normas, códigos y ordenanzas en toda la ciudad que fijan reglas al arquitecto.

Sin embargo, se han establecido, en ciertas partes de la ciudad, “distritos especiales”, donde la

aprobación de proyectos pasa por un proceso discrecional. En el caso de Seattle, el proceso de

evaluación también es de tipo opción de diseño, pero allí se establece que proyectos públicos (es

decir, financiados por la municipalidad) pasen por un proceso discrecional.

En casi todos los ejemplos vistos, se da mucho énfasis a la evaluación del concepto arquitectónico

de los proyectos. La necesidad de configurar normas y criterios especiales en términos verbales

frecuentemente crea problemas de comunicación entre los cuerpos de revisión y los diseñadores.

Mientras que las evaluaciones discrecionales implican menos reglamentos escritos, y por lo tanto

limitan menos el diseño, constituyen un ejercicio bastante subjetivo en que pesa mucho la

composición del grupo evaluador. La libertad de diseño es muy amplia en las fases de desarrollo

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del proyecto, pero esta libertad se restringe enormemente una vez que el cuerpo evaluador aplica

su discreción. Por otro lado, un procedimiento auto-administrado no deja campo para

subjetivismos, pero aplica una receta de diseño con pocas posibilidades de innovación. El

procedimiento de opciones de diseño parece ofrecer un balance adecuado entre los requisitos que

forman el marco de un proyecto y posibilidades de individualidad en las soluciones. Tal vez por

esto, este tipo de procedimiento es el que predomina en las municipalidades estudiadas.

Los actores en el proceso

Existen tres estructuras formales básicas para un grupo de evaluación en los municipios

estudiados:

1) Un equipo compuesto exclusivamente de profesionales en diseño (arquitectos, paisajistas y

planificadores urbanos).

2) Un equipo compuesto por tanto por diseñadores profesionales como ciudadanos comunes.

3) Un equipo compuesto enteramente por ciudadanos comunes.

En cualquiera de sus variantes, el grupo de evaluación puede existir como un cuerpo formalmente

independiente que asesora a las autoridades políticas. Alternativamente, este mismo grupo

formalmente independiente podría actuar como asesor a los funcionarios técnicos encargados de

la planificación. Por último, el equipo de evaluación podría formar parte oficial del departamento

de planificación, siendo sus miembros funcionarios de la municipalidad.

Una revisión de los doce casos estudiados nos revela que en realidad los gobiernos locales deben

evaluar el diseño en varios niveles, y por lo tanto utilizan varios equipos , de diferentes

naturalezas, para tomar decisiones.

Todas las municipalidades estudiadas tienen comisiones de planificación cuyo papel es hacer

recomendaciones a las autoridades políticas sobre propuestas de desarrollo en la ciudad. Los

miembros de estas comisiones son nombrados por el consejo municipal. En general, estos

miembros, por ser nombramientos políticos, representan diferentes intereses económicos o

vecinales, cada uno con su agenda. Estas comisiones en general hacen recomendaciones en casos

de propuestas más rutinarias, donde se trata de aprobar propuestas que cumplan con los

requisitos y ordenanzas pertinentes, aunque puede ejercer su discrecionalidad para recomendar

propuestas que contravienen algún requisito como excepción, si las circunstancias específicas así

lo ameritan, a juicio de la comisión.

Sin embargo, todas las municipalidades estudiadas también tienen otros grupos de evaluación con

propósitos más específicos. Algunas ciudades tienen una estructura de comisiones por barrio,

cuyos miembros son vecinos. Otras tienen comisiones especiales de conservación histórica, cuyos

miembros tienden a ser personas más especializadas. Muchas tienen comisiones de evaluación de

diseño dentro de “distrito9s especiales”, que evalúan todas las propuestas dentro de los límites de

su distrito. Otros tienen comisiones para evaluar los proyectos de mucha envergadura, cuyos

miembros tienden a ser profesionales en diseño.

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Además, en todas las ciudades existe un proceso rutinario de evaluación en el departamento de

planificación para determinar si las propuestas se encuentran dentro de los lineamientos exigidos

en los directrices y ordenanzas, Los departamentos de planificación hacen recomendaciones a la

comisión de planificación para aprobar o reprobar una propuesta determinada. En algunos casos

están facultadas para aprobar directamente las propuestas que no presentan problemas, de modo

que la comisión de planificación únicamente ve los casos en que se busca una excepción a los

directrices y ordenanzas.

De esta manera, podríamos ver que en realidad existe una jerarquía de evaluación de por lo

menos tres niveles. La primera consiste en una revisión por funcionarios técnicos de la

municipalidad, donde la decisión se basa en reglas establecidas y no existe posibilidad de

discreción. La segunda consiste de la comisión de planificación, compuesta de ciudadanos

nombrados políticamente, que tiene potestad discrecional en el sentido de poder recomendar la

aprobación de casos excepcionales. La tercera instancia la componen las comisiones por barrio o

distrito especial, formadas por ciudadanos comunes o una mezcla de ciudadanos con

profesionales en diseño, que en general gozan de una amplia discreción, pero una discreción

asimétrica, en el sentido de que sus recomendaciones tienden hacia la aplicación más rigurosa de

los reglamentos vigentes. Por lo tanto, el resultado suele restringir en vez de ampliar las opciones

al diseñador.

Incluidas en esta última categoría también son aquellas comisiones nombradas para hacer

recomendaciones en casos de propuestas de mucha envergadura o proyectos que por su

naturaleza son difíciles de encasillar en los reglamentos y ordenanzas existentes. Estas

comisiones pueden ser permanentes- y tienden a serlo en las ciudades grandes donde surgen

muchos proyectos de envergadura- o pueden formarse ad hoc, cuando las circunstancias lo

exigen. En algunos casos, se puede buscar esta asearía por medio de consultorías. Precisamente

por la naturaleza de los proyectos bajo revisión, estas comisiones gozan de mucha discreción en

comparación con otras mencionadas.

Es válido cuestionar si los grupos de evaluación son grupos de expertos con la tarea de asesorar a

los políticos o representantes de intereses económicos (desarrolladores, empresarios de bienes

raíces, asociaciones vecinales, etc.). En el segundo caso, el papel del miembro del equipo de

evaluación no está claro. ¿Los intereses servidos son los del público o los del grupo que el

miembro representa?

Aunque muchas disciplinas se encuentran representadas en la membrecía de los grupos de

evaluación en los municipios estudiados, los participantes son nombrados por las autoridades

políticas. Por esto existe siempre el peligro de que una evaluación de diseño se convierta en un

problema político, con el posible resultado de que la lealtad de los miembros se incline más hacia

los intereses que representa que la calidad de la arquitectura pública.

Las directrices

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Ahora que hemos examinado la naturaleza de los grupos que evalúan el diseño, urbano, tanto en

términos de su composición como grado de discreción, veremos los medios por los cuales se logra

definir y controlar la arquitectura pública. Los medios más comunes se conocen como directrices.

La idea detrás de las directrices de diseño arquitectónico evolucionó de los métodos clásicos de

reglamentación de uso del suelo y códigos de construcción. Las primeras ordenanzas de

zonificación especificaron lo que no se podía hacer, en un intento de eliminar los peores abusos.

El desarrollo posterior de este tipo de reglamentación hizo creer a los arquitectos y planificadores

que los reglamentos podían promover calidad en vez de meramente evitar consecuencias nocivas

de propuestas nefastas. Como respuesta, la noción de las directrices evolucionó en los años ´60.

Posteriormente, se hizo evidente que no todas las directrices de diseño podían o debían ser

impuestas por ley, de modo que algunas, en vez de incorporarse en leyes de planificación urbana,

se encuentran consagradas en otras instancias de evaluación y reglamentación (ordenanzas

suplementarias o, simplemente, criterios en instancias de evaluación discrecionales). Todos los

municipios estudiados tienen algún tipo de directriz de diseño.

La naturaleza de estas directrices revela mucho sobre la actitud del municipio hacia la arquitectura

y la experiencia urbana. Hay dos tipos de directrices: las prescriptivas, que en efecto recetan

acciones concretas; y las orientadas hacia metas, basadas en la realización de objetivos que

pueden ser cuantificados o descritos cualitativamente con exactitud. Los dos tipos de directrices

parecen dirigirse a aspectos diferentes de la arquitectura y el diseño. Las prescriptivas se dirigen

al mantenimiento de de estilo y carácter, mientras que las que se orientan hacia metas se dirigen a

mantener ciertas normas de funcionamiento.

Las directrices prescriptivas identifican un conjunto de posibilidades para el contenido de la

arquitectura y diseño. El formato es fundamentalmente cualitativo, descriptivo y por lo tanto

subjetivo. Su influencia se encuentra principalmente en las nociones tradicionales de de sumisión

a las condiciones que predominan en un lugar determinado. Por esto, este tipo de directriz se

utiliza con frecuencia en los distritos históricos. Los materiales de construcción, la rotulación y

hasta los colores permitidos pueden ser dictados en las directrices. Directrices con respecto a la

altura máxima de los edificios, distancias entre edificios y la vía pública y las proyecciones de los

edificios también son ejemplos de este tipo de directriz, en que las soluciones se especifican con

claridad sin necesariamente aclarar los fines a que son dirigidos.

Las directrices orientadas hacia metas, por otro lado, no describen ninguna solución específica,

sino el resultado esperado. El trabajo del arquitecto o diseñador es lograr ese resultado, por los

medios que cree convenientes. Se pone énfasis en el alcance de una meta medible en vez de la

aplicación de una receta predeterminada. Esto dificulta en algún grado el papel de los

evaluadores, quienes deben anticipar los resultados de una solución, mandando al diseñador a

formular otra propuesta si estima que no se alcanzarían los resultados esperados.

La diferencia entre los dos tipos de directrices se ve con claridad si comparamos dos reglamentos

sobre la iluminación requerida en un espacio interior. Una directriz prescriptiva sería una que

estipule el porcentaje del área de la fachada que debe contener ventanas. Una directriz orientada

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hacia metas simplemente estipularía que el diseño debe ´permitir una cantidad medible de luz

natural en todos los cuartos.

Pareciera, entonces, que las directrices orientadas hacia metas gozan de una gran objetividad,

pero en realidad no siempre es así. Las normas que predominan en muchas ciudades hoy en día

se basan en nociones europeas de la buena forma urbana. Subyacente en estas nociones es un

rechazo al modernismo y el uso de métodos basados en conceptos espaciales pre-modernos. Por

esto, muchas directrices aparentemente orientadas hacia metas en realidad tienen mucho de

prescriptivas. Un ejemplo claro es la ciudad de Vail, donde las directrices sobre los materiales de

las paredes exteriores y techos, aunque no especifican exactamente los materiales y colores a

usar, plantean como meta la conformidad con los materiales y colores predominantes en el lugar

actualmente.

Aparte de esta observación, una revisión de las directrices de las doce municipios analizados nos

lleva a concluir que el uso de directrices orientadas hacia metas predomina en aquellas áreas que

conciernen La protección de la seguridad y salud p{ubica. Es vital para la ciudad aplicar este tipo

de directriz a los componentes de propuestas de diseño relacionados con la infraestructura

urbana, para evitar que sean tratados de una manera superficial o fragmentada.

La directrices prescriptivas en las municipalidades analizadas se dirigen fundamentalmente a

cuestiones de estilo y estética. Es importante reconocer, sin embargo, que se basan en

suposiciones que son cuestionables por sus nociones predeterminadas de cómo debería ser la

arquitectura de la ciudad.

Algunas veces, las directrices son genéricas y sujetas a interpretación, pero esto sucede

generalmente dentro de procesos de evaluación de naturaleza discrecional, donde los criterios son

impuestos en realidad por el grupo evaluador. Si, por el contrario, las directrices son muy

específicas, corren el riesgo de ser utilizadas como prototipos de “buenos ambientes”. Esta

tendencia no está llevando al uso de paquetes de elementos de diseño codificados, basados más

en conceptos económicos y de mercadeo que en la arquitectura de la ciudad.

Los procesos específicos de evaluación

Aquí analizaremos la evaluación de diseño en tres categorías de proceso: concepto arquitectónico,

impacto ambiental y reglamentos sobre edificios. Debemos determinar si el proceso de

evaluación es completo, es decir, si cubre realmente las tres áreas o si, más bien, presta atención

solo a una o dos categorías. Luego examinaremos los doce municipios para determinar la

exhaustividad del proceso y si se refleja en la arquitectura de la ciudad. Para muchos arquitectos,

y planificadores, podría parecer innecesario describir estas categorías en ese grado de detalle,

pero el hecho de que estas categorías sean tan familiares e inmersas en el vocabulario de la

arquitectura y planificación es razón suficiente para que las veamos con detenimiento.

Para iniciar un proyecto de desarrollo, el primer paso es la presentación de un concepto de diseño

arquitectónico basado en un programa, sitio, contexto, recursos financieros, requisitos

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funcionales, etc. El papel del arquitecto con frecuencia se limita al desarrollo de un concepto

arquitectónico que concuerda con las necesidades del programa y el contexto del sitio, a la vez

satisfaciendo los requisitos básicos de la ciudad para el proyecto. Las autoridades de la ciudad, se

espera, han dado alguna dirección al arquitecto con respecto a los requisitos antes de la

programación del proyecto.

La preocupación, en esta etapa, es el concepto arquitectónico global. La discusión puede incluir

elementos de diseño urbano tales como uso de tierra, la forma de los edificios, circulación,

parqueo, paisaje, vías peatonales y otros aspectos identificados por las autoridades. Además,

requisitos funcionales específicos son importantes: ¿se requieren aceras?; ¿se permiten rótulos

luminosos?; ¿debe una estructura en cierto sitio proveer usos comerciales en la plantar baja?; un

edificio debe sujetarse a ciertas normas de preservación? Los arquitectos que conocen los

procedimientos e la ciudad ya están informados sobre estos detalles. Probablemente están

conscientes también de los prejuicios de los evaluadores dentro de la municipalidad, de modo que

pueden presentar una propuesta polémica.

Un análisis de las doce municipalidades revela no solamente que mucha energía ha sido dedicada

a la confección de las normas de diseño urbano, sino que además tienen muchas similitudes. Sin

embargo, la pregunta surge, ¿estas ciudades quieren promover un entorno más pluralista y

democrática, o los métodos aparentemente objetivos que caracterizan sus tomas de decisión

simplemente constituyen un proceso burocrático que, al institucionalizarse sus objetivos, se

convierte en autoritario.

De los errores del Movimiento Moderno hemos aprendido que, aunque los requisitos funcionales

tienen mucha importancia, su satisfacción no garantiza la calidad del entorno construido.

Aspectos menos tangibles y cuantificables deben ser explorados si nuestra arquitectura va a ser

significativa para sus usuarios. Aún cuando sea cierto que muchas ciudades mencionan la estética

en el ambiente urbano como una preocupación, generalmente utilizan esta noción en relación a la

compatibilidad de un diseño con el contexto inmediato.

La ciudad de San Francisco utiliza lenguaje como “integrado exitosamente a su entorno” o “cabe

dentro del paisaje construido con belleza y armonía” para describir un edificio “excelente” en su

criterio. Indianápolis pide “altos valores funcionales y estéticos, belleza y compatibilidad” para la

arquitectura en su zona central, mientras que Minneapolis, en sus normas, procura asegurar que

un proyecto propuesto sea “compatible con el carácter de la vecindad en que se encuentra”.

Algunas ciudades van más allá en aconsejar al arquitecto sobre estos asuntos. Dallas, por ejemplo,

exige que los proyectos sean consistentes con planes conceptuales determinados por la

municipalidad. ¿De dónde salen los requisitos de estos planes conceptuales? ¿Estas decisiones las

toman los profesionales en diseño o burócratas? Mientras que el arquitecto tiene una formación

en estética y funcionalidad, resulta ahora que existen políticos que le aconsejan cómo usar esta

educación. En las ciudades de Seattle y Baltimore, entre otras, hay comisiones políticas para

“guiar” al profesional en asuntos estéticos y funcionales. Se obliga al arquitecto a comunicar en

un nivel poco conveniente para la discusión de ideas de diseño. El ejemplo más claro de esto es la

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ciudad de portland, donde se exigen descripciones y justificaciones escritas de ideas visuales y

espaciales.

Esto convierte asuntos intangibles de arquitectura en simplemente otro requisito funcional,

disminuyendo el papel del arquitecto. Utilizando “conocimientos objetivamente verificables”

como criterios sobre la integridad del diseño, sujetamos asuntos técnicos a los mismos modelos de

juicio aplicados en “consideraciones pragmáticas”. Es esencial reconocer que el liderazgo de

arquitectos y planificadores competentes debe combinarse con la comunicación efectiva de los

beneficios de la buena arquitectura pública con los desarrolladores e inversionistas, el gobierno

local y la ciudadanía.

La burocracia impuesta por los controles de concepto arquitectónico es evidente y resulta en un

proceso largo y complicado para obtener aprobación. Como todos los fenómenos burocráticos, el

proceso se ha complicado, de manera que se requiere una cantidad apreciable de experiencia y

estudio para que el arquitecto pueda transitarse exitosamente por ello. En el caso de Kansas City,

incluso, la red de políticas y procedimientos se volvió tan complejo que se hizo necesario una

nueva institución burocrática para guiar a los profesionales que participan en el proceso. Es un

caso clásico de una situación en que las reglas del juego se han hecho más importantes que el

juego en sí. En este caso, el juego es el proceso creativo para la arquitectura de la ciudad.

En las primeras etapas de desarrollo de un proyecto urbano, el dominio del desarrollador sobre las

condiciones de la ciudad, además de los mecanismos de diseño que se deben observar, es

importante. Debe trabajar duro para asegurar que sus proyectos sean económicamente viables y

a la vez, no levantan controversia. Por esta razón, el esfuerzo mayor se dirige a evitar contravenir

restricciones que podría constituir obstáculos, en vez de buscar influir positivamente en el espacio.

Así, termina ignorando la verdadera naturaleza de su contexto urbano.

De esta manera, las buenas intenciones de las normas tienen un efecto práctico de promover la

convencionalidad. La arquitectura cuya constitución básica se encontrara formada por leyes

tipológicas, formales y constructivas tenderá a imponerse como práctica que los involucrados no

hacen más que aceptar.

En el proceso de evaluación del concepto arquitectónico, la preocupación más importante del

evaluador es la definición de del contexto dentro del cual el edificio debe ser ubicado y la

compatibilidad del diseño del edificio con ese contexto, sin analizar más allá de los límites

inmediatos del sitio.

El estudio de impacto ambiental es una parte íntegra del proceso de evaluación de diseño en sus

etapas iniciales. Consecuentemente, esa actividad constituye nuestra segunda categoría de

evaluación. El rango de preguntas que surgen con respecto al impacto ambiental incluyen: ¿ el

drenaje pluvial del área afectará adversamente los edificios y zonas verdes contiguos?; se sitúa el

edificio dentro del lote de tal manera que ; provocará sombras sobre las vías peatonales entre los

edificios?; ¿ ¿la ocupación de un edificio implica una demanda excesiva de facilidades educativas,

, de agua potable, de transporte, etc.?; ¿el nuevo proyecto provocará un nivel de tráfico que pone

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en peligro a los niños? Un informe de impacto ambiental es necesario para identificar

específicamente los impactos de un proyecto sobre sus alrededores.

En 1985, critiqué la falta de preocupación ambiental en muchas ciudades. Estudios de

planificación aún cuando intentan incorporar factores ambientales en sus decisiones, enfocaban

incorrectamente su preocupación sobre el ambiente natural en vez de la relación entre los

entornos naturales y construidos. No tenían claro cómo el desarrollo urbano inevitablemente

afectaría el ambiente o cómo se podría esperar que factores relacionados con el entorno natural

afectaran el desarrollo de la ciudad de una manera apropiada.

¿Qué tan efectivamente se están protegiendo el ambiente natural en las ciudades que

estudiamos? ¿Están integrando preocupación por el medio ambiente en el diseño de la

arquitectura pública? ¡Al hacerlo, están tomando en cuenta el fenómeno ecológico del entorno

totalmente construido? En realidad encontramos que en muchos casos, el proceso de evaluación

ambiental es ad hoc. Por esto, una búsqueda limitada en las ordenanzas y códigos escritos puede

rendir poca información sobre la preocupación de la ciudad por el ambiente. Este hecho ilustra la

ligereza con que muchas ciudades manejan esta importante categoría.

Aunque los esfuerzos de las ciudades por preservar su ambiente no deben criticarse, existe sin

embargo una necesidad de expandir la noción de impacto ambiental más allá del sentido

fundamental, porque el impacto ambiental, a su vez, puede ir más allá de las categorías

tradicionales de evaluación. Es necesario abandonar los métodos reaccionarios que prevalecen.

Debemos aprender, por ejemplo, que la preservación indiscriminada de edificios viejos constituye

un serio error, tan serio como la destrucción masiva de vecindarios viejos en la época de la

renovación urbana. Tanto el ambiente natural como el ambiente creado por el hombre requieren

nuestra atención.

El arquitecto, empezando con un control abstracto que se opone a la naturaleza, debe poder crear

en armonía con la naturaleza. La relación dialéctica entre el hombre, el entorno natural y la forma

urbana se vuelve cada vez más ambigua. El ambiente construido debe ser considerado, en este

sentido, como parte del estado natural de las cosas.

La tercera categoría de evaluación de diseño, usado en una gran cantidad de ciudades para

determinar el éxito de un proyecto propuesto, es la planificación y reglamentación de los edificios.

La inclusión de esta categoría significa que un proyecto, además de presentar un concepto

arquitectónico aceptable e identificar y proponer mitigar impactos ambientales, debe satisfacer

los requisitos, ordenanzas y normas municipales. La ciudad querrá saber si se alcanzarán las

normas en cuanto al ratio entre el área de lote y área de piso del edificio, alturas, colindancias, etc.

Si la revisión de los planos y detalles y la concesión de los permisos de construcción es un proceso

de cierto rigor, este procedimiento puede constituir una parte vital en la evaluación del diseño,

sobre todo en materia de seguridad pública.

Page 12: Más Allá de La Arquitectura Pública

La zonificación es la herramienta más común para controlar el uso del terreno y la forma de los

edificios, mientras que los códigos de construcción procuran garantizar la seguridad estructural y

funcional de los edificios. Por esto examinaremos estos mecanismos.

Los reglamentos de zonificación han existido durante más de medio siglo y, críticas aparte, han

contribuido a la viabilidad de las ciudades. Con la creciente complicación del proceso de

evaluación, los requisitos de zonificación también se han fragmentado y su implementación se

encuentra manejada por varias agencias diferentes. En algunas ciudades, los reglamentos de de

zonificación se han convertido en pare integral de de los criterios de concepto arquitectónico. Los

requisitos de zonificación difieren mucho entre las ciudades y pueden determinar mucho sobre su

futuro. Sin embargo, la implementación de estas normas también contribuye a un exceso de

uniformidad de las ciudades.

Existe cierto traslape entre las tres categorías analizadas. Esto ocurre porque las tres categorías se

dirigen en general a procurar propuestas de desarrollo apropiadas y compatibles dentro de una

base contextual- el tejido urbano y arquitectónico existente.

Las doce ciudades estudiadas varían en cuento a la incorporación de las tres categorías y sus

estrategias de implementación de la evaluación. Algunas ciudades utilizan las tres categorías,

otras solo dos. Algunas tienen directrices detalladas, con publicaciones extensas para ilustrar lo

que se espera, mientras otras dejan mucho a la interpretación del diseñador. Sin embargo, la

institucionalización del proceso ha resultado en una marcada similitud en los modelos y premisas,

de modo que las ciudades parecen estar moviendo hacia un consenso. O arquitectura genérica de

la ciudad. Esta institucionalización ha absorbido algunos elementos sustantivos de la ciudad.

La compatibilidad y cumplimiento aparecen constantemente en la lectura de ordenanzas, planes y

directrices. El buen diseño es juzgado por un proceso e la validación de lo nuevo por el contexto

existente, y la imposición del estilo en vez de sustancia como mediador entre la forma actual y la

propuesta permea la documentación sobre directrices. Esto está de acuerdo con el pensamiento

de Christopher Alexander, que ve la construcción como un incremento en un contexto mayor. No

basta con establecer su propio centro; además debe reforzar los centros existentes y contribuir a

un centro futuro que todavía no es realidad. Así, la nueva estructura debe completar a si misma,

validar la pre-existente y anticipar lo que sigue.

El concepto arquitectónico es juzgado con criterios aplicados como requisitos en vez de marcos de

referencia, lo que deja poco espacio para que el arquitecto practique su destreza. En algunos

casos, como en Baltimore, el arquitecto incluso es aconsejado sobre la estética. Los aspectos de

impacto ambiental son tratados en forma fragmentada. Las ciudades necesitan tratar con la

naturaleza especial de la ciudad, como el dominio construido por el hombre, el hábitat natural y, a

su vez, artificial de la humanidad.

Intentos de institucionalizar el proceso de evaluación de diseño para la arquitectura pública se han

llevado a cabo en la última década. En algunos casos prácticamente se ha logrado, como en el

caso de San Francisco, por ejemplo. Los resultados del uso extenso de procesos de evaluación, sin

Page 13: Más Allá de La Arquitectura Pública

embargo, están siendo cuestionados en investigaciones críticas sobre el tema. Una vez puestas en

ejecución, estos reglamentos, directrices, reglas y sugerencias tienden a llevar una vida demasiado

prolongada, perpetuando un proceso de arquitectura estática.

¿Qué nos dice la arquitectura de la ciudad en cuanto al grado de éxito del proceso de evaluación

de diseño? ¿Este proceso puede ayudar a la ciudad a encontrar aquel factor elusivo- ambiente-

que hace única la ciudad? Conservar este ambiente parece hacer que la ciudad sea más atractiva

para el desarrollo, lo que amenaza al ambiente que lo atrajo en primer lugar. Sin embargo, este

ambiente muchas veces es buscando o logrado artificialmente por medio del fomento de la

nostalgia, dando como resultado la creación de réplicas vacías de un pasado irrelevante.

Como en el caso de muchas instituciones, un aparato entero se necesita para perpetuar el

sistema: verificando, codificando, regulando, pero raras veces renovando el proceso.

Elementos Sustantivos

La práctica común ha sido la división de la sustancia de la arquitectura pública y el diseño en varios

elementos. Estos elementos incluyen temas tan generales como uso de tierra, forma de edificios,

y tan específicos como lámparas y mobiliario urbano. La razón de esta categorización de

contenido obedece la necesidad de clasificar y codificar directrices para propósitos de

comunicación. Además, esta categorización hace que el proceso sea más objetivo, o por lo menso

racionalizado.

Aunque personalmente rechazo esta noción de categorización, argumentando en contra de este

punto de visa por creer que constituye uno de los problemas fundamentales de la práctica actual

de la arquitectura pública, no tengo más remedio que examinar estas categorías, puesto que son

utilizados en las ciudades examinadas. Aquí he conjuntado los elementos en cinco grupos: uso del

suelo; forma de edificios; circulación y parqueo, paisaje y rotulación.

Uso de suelo

La política de uso de suelo forma la base para las ordenanzas de zonificación. Como tal, la

planificación del uso de suelo no es simplemente un elemento funcional de una organización

jerarquizada de usos de tierra desde lo industrial hasta lo recreacional. En realidad forma una

estructura subyacente y, junto con la forma de los edificios, determina en gran parte le marco

físico de la arquitectura de la ciudad. Sin embargo, se debe reconocer que los planes de uso de

suelo y las decisiones derivadas de ellos se basan fundamentalmente en factores económicos y

políticos en vez de conceptos arquitectónicos.

La cultura del mercadeo democrático determina la estructura y contexto dentro de los cuales los

fragmentos de arquitectura de la ciudad evolucionan. El grado de apertura de la ciudad americana

es una expresión de libertad y democracia. Las cualidades de la ciudad tradicional cerrada se

basan más en compatibilidad arquitectónica que calidad arquitectónica. Por esto es interesante

observar cómo las directrices específicas de diseño en ciudades estudiadas en cuanto a uso de

suelo, forma de edificios, circulación y paisaje se dirigen hacia una visión holística de la ciudad e

Page 14: Más Allá de La Arquitectura Pública

integración de fragmentos. Así, las directrices intentan recuperar la ciudad antigua- el centro

como lugar de actividad 24 horas del día, un centro de uso mixto, etc.- a la vez que la estructura

subyacente se basa en la fragmentación provocada por el mercado y la democracia.

Forma de los edificios

La forma de los edificios ha constituido, tradicionalmente, la esencia del mecanismo de

zonificación y diseño urbano. Pero si la forma de la edificación es un mecanismo de control para la

municipalidad, constituye un bien para el desarrollador. Mientras más grande y masivo sea el

edificio, más área construida en metros cuadrados y más ganancia por metro cuadrado de suelo

urbano. En los centros urbanos, esta lucha por área se traduce en una expansión vertical. Este

elemento importante, que forma un contenido básico de la arquitectura de la ciudad, a menudo se

manipula para que la municipalidad obtenga algunas amenidades- plazas, arcadas, etc.- a cambio

de concesiones en cuanto a masa de edificación.

Debe ser mencionada, sin embargo, que los primeros intentos de de regular la forma de los

edificios han sido exitosos debido a que nacieron de un análisis arquitectónico de cierta

profundidad. Un ejemplo importante de es el concepto de Hugh Ferris de control de los

rascacielos en Nueva York consecuente con las leyes d zonificación de 1918. Ferris formuló un

reglamento sobre la masa de los edificios basado en el principio de reíros en forma escalonada;

mientras más alta una parte de la masa de un edificio, más debería retirarse de la calle. El

reglamento fue basado en un reglamento racional- los requisitos funcionales para la salud pública

relacionados con la iluminación, ventilación vistas y otras amenidades.

Los reglamentos de zonificación empezaron a sugerir la forma física. La compatibilidad con las

estructuras viejas de la ciudad fue el determinante clave.

La herramienta predominante en la determinación de la forma de los edificios es el coeficiente de

aprovechamiento del suelo- una medida que impone un límite máximo a construir relativo al área

del lote. Un ratio de 80% implica un máximo de 80 metros cuadrados de construcción en un lote

de 100 metros cuadrados. Estos 80 metros cuadrados podrían acomodarse en uno, dos o más

pisos, si es que no existiera otra norma limitando la altura de la edificación. En zonas de alta

densidad, el coeficiente de aprovechamiento del suelo es siempre superior a 100%. Un

coeficiente de 400% implica poder construir un edificio de cuatro piso que cubre todo el lote, si no

hay impedimento en otro reglamento limitando la cobertura del lote.

La imposición de estos coeficientes en general es uniforme dentro de zonas de una densidad

designada. Raras veces las limitaciones de forma de los edificios responden a consideraciones del

sitio específico de construcción. Por esto, se desperdicia este instrumento, el cual podría llegar a

ser un instrumento poderoso en la creación y mantenimiento de espacios urbanos en contextos

específicos. De hecho, únicamente la ciudad de San Diego tiene un instrumento de control de la

forma de los edificios suficientemente flexible para que sea útil en la definición de la escala de los

edificios en sitios específicos.

Page 15: Más Allá de La Arquitectura Pública

Circulación y parqueo

A diferencia de las ciudades europeas, el automóvil tuvo un papel importante en el desarrollo

físico de las ciudades americanas. En América, la calle fue creada para anticipar el crecimiento y

el desarrollo de la actividad humana. Muchas calles en las ciudades más nuevas en el Oeste jamás

tuvieron una orientación peatonal. La ciudad se ha desarrollado alrededor del automóvil más que

alrededor de sus habitantes. Por esto, los aspectos de circulación y parqueo tienen especial

importancia en la determinación de la arquitectura de la ciudad. La estructura de calles, caminos y

carreteras forma la organización espacial física y formal de estas ciudades.

Actualmente, sin embargo, las políticas en las ciudades estudiadas apuntan hacia el

fortalecimiento de sistemas e transporte público y una franca reducción en el uso del automóvil en

el centro de la ciudad. Muchas de las directrices se orientan hacia un centro urbano peatonal,

prohibición del parqueo en ciertas áreas y en la construcción de parqueos subterráneos o

escondidos. Sin embargo, muchas de estas calles peatonalizadas no tienen escala peatonal y

carecen de historia como corredores para el movimiento peatonal. Por lo tanto su éxito ha sido

limitado. En cuanto a consideraciones arquitectónicas ha habido una preocupación por la estética

de las estructuras de parqueo y la actividad comercial de planta baja en los edificios.

Aunque todas las ciudades analizadas exhiben cierta preocupación sobre las amenidades en las

áreas de parqueo (paisajismo, iluminación, rotulación, etc.) solo las ciudades de Irvine y San Diego

han intentado tratar la circulación y parqueo de una manera integrada con la arquitectura.

Ninguna de las ciudades ha aprovechado plenamente las estructuras de parqueo como artefactos

indispensables en la ciudad norteamericana. Existe un cierto conflicto entre los deseos de

restauración del pasado y el enfrentamiento con los problemas del presente. Se puede rechazar el

Modernismo, pero no se puede negar la realidad del automóvil cuando permanece aún en

nuestras ciudades.

Paisajismo

El paisaje es una parte significativa de la arquitectura, puesto que constituye el contexto donde los

objetos arquitectónicos se encuentran colocados. La arquitectura de la ciudad es, entonces, una

mezcla de contexto y objetos, donde el contexto consta del paisaje urbano y el espacio abierto y

los objetos son los edificios y estructuras. Desafortunadamente, muchas ciudades tratan al

paisajismo como un elemento funcional dirigido al embellecimiento en vez de un elemento

contextual integrado. El paisaje urbano tiende a tratarse como un asunto aislado de poca

prioridad y no está sujeto al mismo grado de escrutinio que la arquitectura que lo define y lo

rodea.

Muchas veces e utilizan incentivos económicos para alentar a los desarrolladores a dejar un poco

de espacio abierto, pero sin demasiado preocupación sobre la calidad de estos espacios. Algunas

ciudades, como Seattle y Dallas, adjudican puntajque puede ser cambiado por ciertas concesiones

en las normas de cambio, a cambio de mejoras públicas, particularmente espacios externos

abiertos al público dentro del ambiente urbano. Sin embargo, es importante recordar que el

Page 16: Más Allá de La Arquitectura Pública

espacio no se convierte en público simplemente por dejar de ser privado. Esto lo evidencia la

existencia de plazas urbanas abandonadas.

Rotulación

Al examinar la forma en que las ciudades definen el elemento sustantivo de la rotulación, se hace

evidente que hay preocupación en dos niveles-lo funcional y lo estético- con énfasis en lo estético.

Una vez más, el criterio predominante es contexto histórico y carácter. En algunos casos, se

enfocan aspectos de tamaño, proporción y hasta elementos de micro-diseño.

Los requisitos funcionales podrían resultar esenciales desde el punto de vista de salud y seguridad,

pero en general no se encuentran relacionados con normas objetivos de cumplimiento. Raras

veces se relacionan las directrices y políticas sobre rotulación con el contexto más amplio de la

cultura americana y el papel apropiado de la rotulación desde la perspectiva informativa,

comercial o propagandística.

Aunque rótulos feos a la par de una carretera escénica no son deseables, el uso de la rotulación

como elemento integrado dentro de la textura urbana puede ser estimulante. Tal vez deberíamos

dejar de pedir excusas para las cosas que tienen importancia pública en nuestra sociedad y tratar

la rotulación como parte de la cultura en vez de otro elemento más sujeto a las reglas de

compatibilidad.

Conclusión

De los muchos temas esbozados en esta obra, se hace evidente que existen asuntos críticos de la

práctica postmoderna de la arquitectura pública que deben ser enfrentados por medio del diálogo

entre la política y la forma constructiva. Los problemas se encuentran en ciertas fallas en el diseño

genérico que resultan inevitablemente de la orientación de las directrices y la pérdida de

oportunidad que resulta del predominio de la convención sobre la invención.

La preservación de la historia es un vehículo obvio y extensivo en la expansión de la promoción de

compatibilidad con el contexto como objetivo, promovido por medio de métodos de diseño

urbano postmodernista. Este ímpetu hacia la preservación consta de tres movimientos básicos: el

compromiso de con la preservación de lo que realmente forma parte de la consciencia social y

cultural americana que se manifiesta por medio del entorno construido. , la fuerza de una agenda

localista que ayuda en el entendimiento de las estructuras como un contexto urbano y una

posición francamente reaccionaria hacia la pérdida de artefactos urbanos en la época de la

renovación urbana.

Aunque la preservación es parte importante de la totalidad de la arquitectura pública, es solo una

táctica en el desarrollo del tejido urbano. Las estrategias contextualistas de los años ´70 buscaban

mediar entre el historicismo y el modernismo. El retroceso hacia un pasado completamente

artificial era irrealista, pero permitir que un sistema brutalizante dominara hubiera sido

irresponsable. El énfasis en compatibilidad con el contexto procuró ser una posición intermedia.

Sin embargo, con la proliferación de las directrices y su tendencia prescriptiva, el contexto viene a

Page 17: Más Allá de La Arquitectura Pública

ser definido como contexto histórico, mientras que los otros niveles de contexto viables y

significativos dentro de la realidad urbana son ignorados en un intento insensato de recuperar la

ciudad vieja y sus memorias.

El hilo común de las directrices que hemos visto se encuentra en su dependencia del proceso de

diseño en su cumplimiento. Directrices son estáticas, por lo tanto se dirigen naturalmente hacia la

preservación de lo que ya existe. Con demasiada frecuencia la definición de “históricamente

significativo” subyace en la edad del edificio. Edificios de credenciales estéticos y funcionales

dudosos, entonces, pueden constituir el punto de partida del desarrollo posterior del marco

urbano.

Las directrices tienden a concentrarse en el desarrollo nuevo dentro del contexto de una

estructura física existente. Se convierten, en consecuencia, en premisas dentro de un marco de

diseño, creando el peligro de imponer una falta de dinamismo que obstruye el cambio. Los planes

maestros, ordenanzas y reglamentos llevan su tiempo en imponerse institucionalmente y una vez

implementados no se alteran. Además, como hemos visto, muchas ciudades duplican los

procedimientos de otras, estableciéndose así la ciudad estática por todas partes.

Enfrentamos el hecho de que nunca en la historia de la arquitectura y el urbanismo ha habido

tanto énfasis en, y aceptación de modelos convencionales. La arquitectura pública

contemporánea está basada en nociones viejas e inadecuadas de lo quela ciudad puede o debe

ser. El problema, entonces, es que ha habido pocas ideas y conceptos innovativos en las últimas

tres décadas. La profesión ha debido experimentar una lucha entre planificación popular como

institución y el poder de los intereses económicos. Solo en tiempos recientes la arquitectura se ha

movido hacia la consideración crítica de la convención en la resolución del problema de la

arquitectura pública, pero la actitud prevalente del conservadurismo postmoderno ha estado

expandiendo tan rápidamente como siempre. Por esto, es imprescindible repensar y reevaluar

nuestras disciplinas.