Más allá de la Arquitectura Pública
Hamid Shirvani
La arquitectura pública, a que se hace referencia aquí, está constituida por los espacios públicos y
los lugares que componen el lado no-privado de los edificios, los jardines y los espacios verdes.
Las disciplinas de arquitectura, paisajismo y planificación contribuyen al diseño del espacio público
y, por esta razón, existe cierta ambigüedad con respecto a los papeles de cada disciplina. Los
planificadores, por su parte, se han convertido en políticos, mientras que los paisajistas y
arquitectos se encuentran en un estado francamente confuso. El balance deseado entre pensar y
ejecutar, análisis crítico y los procesos prácticos de construir, el diseño y la influencia del
mercado, invención y convención, ha sido distorsionado favoreciendo los intereses económicos, la
conveniencia y la convención.
Desde la Revolución Industrial ha habido una abundancia de nuevas invenciones y creaciones-
buenas y malas- dirigidas al dominio público de la arquitectura y la ciudad. Sin embargo, con las
nociones incrementalistas de los años ´60 que han predominado, mucho del empuje hacia la
experimentación e innovación ha sido reemplazado por la convención o por la nostalgia, y esto ha
sido una fuerza poderosa en el desarrollo de la ciudad americana. Este fenómeno es un producto
del postmodernismo. De la misma manera, , en la disciplina de la planificación, una serie de
cambios innovativos cesaron abruptamente cuando cayeron en la miasma del postmodernismo;
modelos convencionales han suplantado la innovación y exploración en este campo. El apoyo
económico a la planificación urbana y la discontinuidad en la financiación de programas estatales
han tendido a perpetuar aquellas convenciones basadas en modelos orientados al servicio de
mercados en vez de esquemas dirigidos a satisfacer necesidades sociales.
En el principio del Siglo XX, el involucramiento público en el entrono urbano empezó a adquirir
importancia política. Se tomaron varios pasos importantes hacia la desprivatización del espacio
desarrollo de planes maestros, planes reguladores y, a su vez, mecanismos de implementación
(ordenanzas de zonificación y público, incluyendo la creación de parques públicos y centros
cívicos, y en este proceso nacieron los primeros esfuerzos de planificación física. Eventualmente,
estos esfuerzos contribuyeron al otros tipos de controles de uso del suelo). Algunos de estos
esfuerzos han sido exitosos y han tenido un impacto positivo, mientras que otros han carecido de
inspiración, provocando impactos negativos.
A pesar de estos esfuerzos, ha sido siempre el sector privado el que ha determinado, en última
instancia, el desarrollo de la ciudad. Una excepción la constituyeron los proyectos de renovación
urbana en los años ´50 y ´60. Los intentos de estos proyectos para generar inversión por medio de
la destrucción física de comunidades de bajos ingresos causó tal reacción pública que se abrieron
las primeras oportunidades para que planificadores y diseñadores pudieran intervenir en el
proceso de desarrollo y renovación urbana. Nació la noción de diseño urbano como guardián del
interés público. Sin embargo, con la evolución de la práctica de diseño urbano en el período de
postmodernismo, se ha convertido más en guardián de la coherencia visual y calidad del tejido
urbano que campeón del interés público, puesto que reposa sobre el embellecimiento de la
ciudad cuya conformación física está determinada básicamente por factores económicos. Esta
determinación económica frecuentemente contradice el verdadero interés público.
El rolo del arquitecto como maquillador constituye un escenario muy diferente que el de los años
´60. Los arquitectos solían tener un papel importante en la determinación de la forma física de la
ciudad; grandes ciudades y entornos urbanos resultaron más de concepciones arquitectónicos que
de intereses económicos. Pero en la media en que las ciudades volvieron más complejas, el papel
de los arquitectos disminuyó u volvió más especializado, de modo que desde entonces, los
arquitectos se han limitado a diseñar piezas fragmentadas del tejido urbano, dentro de los límites
impuestos por el simbolismo corporativo y el negocio de los bienes raíces.
Dos puntos de partida
La noción de diseño urbano tiene dos puntos de partida generales: proyecto y proceso. El punto
de partida de proyecto . El proyecto como forma de implementar el diseño urbano apareció por
primera vez en los proyectos de renovación urbana en los años ´60, manifestándose en forma del
desarrollo de grandes proyectos de bienes raíces. Este tipo de implementación encontraba su
justificación en la hipótesis que ciertos proyectos grandes pueden servir como catalizadores de
nuevas inversiones y empresas, de modo que la satisfacción de intereses económicos se vincula
con la creación de condiciones para traer nueva vida a la ciudad y fomentar la esperanza de
reconstruir la ciudad de antaño. La tarea fundamental entonces, es el desarrollo de proyectos de
rehabilitación en sectores viejos de la ciudad para atraer nuevos usos mixtos y comerciales, la
construcción de centros de convenciones o complejos hoteleros, amenidades para el peatón o
conjuntos residenciales de alta densidad. Los productos de este punto de partida incluyen planes
conceptuales, frecuentemente acompañados de normas escritas y gráficas. Estas normas
constituyen el marco para el desarrollo de bienes raíces a la vez que sirven de instrumento para
mejorar la calidad arquitectónica de la ciudad.
El punto de partida de proceso se manifiesta en la manipulación de las ordenanzas de zonificación
y el establecimiento de incentivos económicos a cambio de ciertas amenidades orientadas a las
necesidades del público, en un intento de hacer compatibles los intereses económicos y la política
pública. Este punto de vista se ha evolucionado en una multitud de normas, ordenanzas y
reglamentos. En los últimos cincuenta años, la práctica de diseño urbano se ha interesado menos
en la estructura física de las ciudades y se ha preocupado más por los elementos del proceso, de
manera que el diseño urbano se haya convertido más en un medio dirigido a un fin que un
quehacer en si mismo. Es decir, el diseño urbano se lleva a cabo, hoy en día, por medio de un
proceso de evaluación de propuestas de intervención y construcción en el ámbito urbano.
¿Quiénes evalúan? ¿Cómo evalúan? ¿Qué evalúan? Cada municipio tiene sus particularidades.
Aquí se intenta examinar el estado actual de la arquitectura pública por medio de un análisis de la
institucionalidad, sus procesos y mecanismos su forma y contenidos y sus metas y objetivos. He
escogido doce municipalidades norteamericanas de diferentes características sociales, económicas
y geográficas: Baltimore, Dallas, Indianápolis, Irvine, Kansas City, Lincoln, Minneápolis, Portland,
San Francisco, San Diego, Seattle y Vail. Estas ciudades constituyen ejemplos diferentes de
aplicaciones postmodernas de diseño urbano como una política pública.
Para investigar la naturaleza y contenido del acercamiento postmoderno al diseño urbano, se
desarrollo un marco crítico basado en los elementos encontrados en la práctica. Este marco,
construido inductivamente con base en modelos existentes de las doce ciudades estudiadas, tiene
como norte al público: cómo se informa al público sobre las intervenciones físicas en la ciudad;
cómo se define el dominio público; cuáles procesos se usan para evaluar el producto final y si los
resultados de este proceso de interacción constituyen, o no, una arquitectura de la ciudad. Este
modelo involucra cinco componentes:
1) La naturaleza del proceso burocrático; su grado de flexibilidad.
2) Los actores en el proceso; o ¿Quiénes evalúan?
3) Los medios de intervención en el diseño urbano.
4) Los proceso específicos de evaluación más comunes.
5) El contenido de la evaluación.
El Proceso Burocrático
En general, existen cuatro tipos de procedimientos básicos en la evaluación de diseño que forma
parte del proceso de desarrollo de la arquitectura pública: los procesos discrecionales; los
procesos flexibles; los procesos basados en opciones de diseño y los procesos auto-
administrados.
Cuando los criterios de evaluación se dejan en manos de un grupo encargado de revisión, esto
constituye un procedimiento discrecional. El grupo de revisión determina la conveniencia de cada
proyecto individualmente, considerando sus méritos, sin basarse en normas o criterios
preestablecidos. La determinación, entonces, podría resultar en un proceso altamente subjetivo.
Dependiendo de los atributos de los miembros del grupo de revisión, su formación, sus
idiosincrasias y prejuicios, el resultado de una evaluación puede variar.
Si un municipio tiene un proceso flexible de evaluación, significa que, a diferencia del
procedimiento discrecional, existe algún marco o política global de diseño, plasmado en
ordenanzas y directrices que imponen ciertos criterios o normas. Estos directrices proveen un
marco general de diseño arquitectónico, pero sin llegar a imponer recetas específicas de diseño.
En este tipo de procedimiento, el grupo de revisión debe actuar dentro de los parámetros
establecidos, lo que limita su discreción.
El tercer tipo de procedimiento es el de opciones de diseño. Aquí, la municipalidad ha
predeterminado una cantidad significativa de criterios incluidos en diferentes ordenanzas,
directrices y controles con sanción oficial. Un desarrollador aplica estas ordenanzas y directrices
en el diseño de su proyecto y el grupo de revisión únicamente tiene la responsabilidad de
asegurar que la propuesta no los contraviene. Con este tipo de procedimiento, los directrices a
veces pueden resultar demasiado rígidos y restrictivos, desde una perspectiva arquitectónica, lo
que puede producir entornos monótonos en el peor de los casos.
En el procedimiento auto-administrado no hay necesidad de un proceso formal de evaluación de
diseño. En este tipo de procedimiento, todos los criterios de diseño se encuentran claramente
definidos, escritos o ilustrados. Este procedimiento es aún más restrictivo que el de las opciones
de diseño. Mientras que algunos profesionales trabajan bien dentro de estos parámetros, que les
ayudan a enfocar sus energías, otros no pueden trabajar creativamente en un contexto tan
claramente definido.
En realidad los tipos de procedimiento descritos se diferencian básicamente de por su grado de
rigidez, formalidad y la naturaleza de los trámites involucrados.
Un análisis de la naturaleza de los procesos de revisión de las doce municipalidades revela que, en
realidad, se tiende a utilizar combinaciones de los tipos de procedimiento arriba esbozados.
Aunque ninguna municipalidad un procedimiento totalmente discrecional, se encuentran
ejemplos específicos del uso de discreción en procedimientos predominantemente flexibles, y en
el caso de la mayoría de las municipalidades estudiadas, en procedimientos de tipo opciones de
diseño y hasta auto-administrados.
Esta combinación de la discrecionalidad con procedimientos de otra naturaleza se da por varias
razones. En primer lugar, los procedimientos no-discrecionales generalmente dejan lugar a ciertas
excepciones en sus directrices y ordenanzas. En general, se establecen procedimientos para que
los afectados de la aplicación de algún reglamento puedan apelar y, en el mejor de los casos, hacer
que el reglamento no se aplique en su caso particular.
En el caso de la ciudad de Vail, cuyo procedimiento de evaluación se podría caracterizar como una
combinación de flexible con opciones de diseño, sin embargo introduce instancias discrecionales
con el claro propósito de proveer oportunidades de soluciones creativas que contravienen alguna
norma vigente. Ejemplos más comunes de la combinación de instancias discrecionales con
procedimientos de tipo opciones de diseño se encuentran en Portland y Seattle. En Portland,
existe una serie de normas, códigos y ordenanzas en toda la ciudad que fijan reglas al arquitecto.
Sin embargo, se han establecido, en ciertas partes de la ciudad, “distritos especiales”, donde la
aprobación de proyectos pasa por un proceso discrecional. En el caso de Seattle, el proceso de
evaluación también es de tipo opción de diseño, pero allí se establece que proyectos públicos (es
decir, financiados por la municipalidad) pasen por un proceso discrecional.
En casi todos los ejemplos vistos, se da mucho énfasis a la evaluación del concepto arquitectónico
de los proyectos. La necesidad de configurar normas y criterios especiales en términos verbales
frecuentemente crea problemas de comunicación entre los cuerpos de revisión y los diseñadores.
Mientras que las evaluaciones discrecionales implican menos reglamentos escritos, y por lo tanto
limitan menos el diseño, constituyen un ejercicio bastante subjetivo en que pesa mucho la
composición del grupo evaluador. La libertad de diseño es muy amplia en las fases de desarrollo
del proyecto, pero esta libertad se restringe enormemente una vez que el cuerpo evaluador aplica
su discreción. Por otro lado, un procedimiento auto-administrado no deja campo para
subjetivismos, pero aplica una receta de diseño con pocas posibilidades de innovación. El
procedimiento de opciones de diseño parece ofrecer un balance adecuado entre los requisitos que
forman el marco de un proyecto y posibilidades de individualidad en las soluciones. Tal vez por
esto, este tipo de procedimiento es el que predomina en las municipalidades estudiadas.
Los actores en el proceso
Existen tres estructuras formales básicas para un grupo de evaluación en los municipios
estudiados:
1) Un equipo compuesto exclusivamente de profesionales en diseño (arquitectos, paisajistas y
planificadores urbanos).
2) Un equipo compuesto por tanto por diseñadores profesionales como ciudadanos comunes.
3) Un equipo compuesto enteramente por ciudadanos comunes.
En cualquiera de sus variantes, el grupo de evaluación puede existir como un cuerpo formalmente
independiente que asesora a las autoridades políticas. Alternativamente, este mismo grupo
formalmente independiente podría actuar como asesor a los funcionarios técnicos encargados de
la planificación. Por último, el equipo de evaluación podría formar parte oficial del departamento
de planificación, siendo sus miembros funcionarios de la municipalidad.
Una revisión de los doce casos estudiados nos revela que en realidad los gobiernos locales deben
evaluar el diseño en varios niveles, y por lo tanto utilizan varios equipos , de diferentes
naturalezas, para tomar decisiones.
Todas las municipalidades estudiadas tienen comisiones de planificación cuyo papel es hacer
recomendaciones a las autoridades políticas sobre propuestas de desarrollo en la ciudad. Los
miembros de estas comisiones son nombrados por el consejo municipal. En general, estos
miembros, por ser nombramientos políticos, representan diferentes intereses económicos o
vecinales, cada uno con su agenda. Estas comisiones en general hacen recomendaciones en casos
de propuestas más rutinarias, donde se trata de aprobar propuestas que cumplan con los
requisitos y ordenanzas pertinentes, aunque puede ejercer su discrecionalidad para recomendar
propuestas que contravienen algún requisito como excepción, si las circunstancias específicas así
lo ameritan, a juicio de la comisión.
Sin embargo, todas las municipalidades estudiadas también tienen otros grupos de evaluación con
propósitos más específicos. Algunas ciudades tienen una estructura de comisiones por barrio,
cuyos miembros son vecinos. Otras tienen comisiones especiales de conservación histórica, cuyos
miembros tienden a ser personas más especializadas. Muchas tienen comisiones de evaluación de
diseño dentro de “distrito9s especiales”, que evalúan todas las propuestas dentro de los límites de
su distrito. Otros tienen comisiones para evaluar los proyectos de mucha envergadura, cuyos
miembros tienden a ser profesionales en diseño.
Además, en todas las ciudades existe un proceso rutinario de evaluación en el departamento de
planificación para determinar si las propuestas se encuentran dentro de los lineamientos exigidos
en los directrices y ordenanzas, Los departamentos de planificación hacen recomendaciones a la
comisión de planificación para aprobar o reprobar una propuesta determinada. En algunos casos
están facultadas para aprobar directamente las propuestas que no presentan problemas, de modo
que la comisión de planificación únicamente ve los casos en que se busca una excepción a los
directrices y ordenanzas.
De esta manera, podríamos ver que en realidad existe una jerarquía de evaluación de por lo
menos tres niveles. La primera consiste en una revisión por funcionarios técnicos de la
municipalidad, donde la decisión se basa en reglas establecidas y no existe posibilidad de
discreción. La segunda consiste de la comisión de planificación, compuesta de ciudadanos
nombrados políticamente, que tiene potestad discrecional en el sentido de poder recomendar la
aprobación de casos excepcionales. La tercera instancia la componen las comisiones por barrio o
distrito especial, formadas por ciudadanos comunes o una mezcla de ciudadanos con
profesionales en diseño, que en general gozan de una amplia discreción, pero una discreción
asimétrica, en el sentido de que sus recomendaciones tienden hacia la aplicación más rigurosa de
los reglamentos vigentes. Por lo tanto, el resultado suele restringir en vez de ampliar las opciones
al diseñador.
Incluidas en esta última categoría también son aquellas comisiones nombradas para hacer
recomendaciones en casos de propuestas de mucha envergadura o proyectos que por su
naturaleza son difíciles de encasillar en los reglamentos y ordenanzas existentes. Estas
comisiones pueden ser permanentes- y tienden a serlo en las ciudades grandes donde surgen
muchos proyectos de envergadura- o pueden formarse ad hoc, cuando las circunstancias lo
exigen. En algunos casos, se puede buscar esta asearía por medio de consultorías. Precisamente
por la naturaleza de los proyectos bajo revisión, estas comisiones gozan de mucha discreción en
comparación con otras mencionadas.
Es válido cuestionar si los grupos de evaluación son grupos de expertos con la tarea de asesorar a
los políticos o representantes de intereses económicos (desarrolladores, empresarios de bienes
raíces, asociaciones vecinales, etc.). En el segundo caso, el papel del miembro del equipo de
evaluación no está claro. ¿Los intereses servidos son los del público o los del grupo que el
miembro representa?
Aunque muchas disciplinas se encuentran representadas en la membrecía de los grupos de
evaluación en los municipios estudiados, los participantes son nombrados por las autoridades
políticas. Por esto existe siempre el peligro de que una evaluación de diseño se convierta en un
problema político, con el posible resultado de que la lealtad de los miembros se incline más hacia
los intereses que representa que la calidad de la arquitectura pública.
Las directrices
Ahora que hemos examinado la naturaleza de los grupos que evalúan el diseño, urbano, tanto en
términos de su composición como grado de discreción, veremos los medios por los cuales se logra
definir y controlar la arquitectura pública. Los medios más comunes se conocen como directrices.
La idea detrás de las directrices de diseño arquitectónico evolucionó de los métodos clásicos de
reglamentación de uso del suelo y códigos de construcción. Las primeras ordenanzas de
zonificación especificaron lo que no se podía hacer, en un intento de eliminar los peores abusos.
El desarrollo posterior de este tipo de reglamentación hizo creer a los arquitectos y planificadores
que los reglamentos podían promover calidad en vez de meramente evitar consecuencias nocivas
de propuestas nefastas. Como respuesta, la noción de las directrices evolucionó en los años ´60.
Posteriormente, se hizo evidente que no todas las directrices de diseño podían o debían ser
impuestas por ley, de modo que algunas, en vez de incorporarse en leyes de planificación urbana,
se encuentran consagradas en otras instancias de evaluación y reglamentación (ordenanzas
suplementarias o, simplemente, criterios en instancias de evaluación discrecionales). Todos los
municipios estudiados tienen algún tipo de directriz de diseño.
La naturaleza de estas directrices revela mucho sobre la actitud del municipio hacia la arquitectura
y la experiencia urbana. Hay dos tipos de directrices: las prescriptivas, que en efecto recetan
acciones concretas; y las orientadas hacia metas, basadas en la realización de objetivos que
pueden ser cuantificados o descritos cualitativamente con exactitud. Los dos tipos de directrices
parecen dirigirse a aspectos diferentes de la arquitectura y el diseño. Las prescriptivas se dirigen
al mantenimiento de de estilo y carácter, mientras que las que se orientan hacia metas se dirigen a
mantener ciertas normas de funcionamiento.
Las directrices prescriptivas identifican un conjunto de posibilidades para el contenido de la
arquitectura y diseño. El formato es fundamentalmente cualitativo, descriptivo y por lo tanto
subjetivo. Su influencia se encuentra principalmente en las nociones tradicionales de de sumisión
a las condiciones que predominan en un lugar determinado. Por esto, este tipo de directriz se
utiliza con frecuencia en los distritos históricos. Los materiales de construcción, la rotulación y
hasta los colores permitidos pueden ser dictados en las directrices. Directrices con respecto a la
altura máxima de los edificios, distancias entre edificios y la vía pública y las proyecciones de los
edificios también son ejemplos de este tipo de directriz, en que las soluciones se especifican con
claridad sin necesariamente aclarar los fines a que son dirigidos.
Las directrices orientadas hacia metas, por otro lado, no describen ninguna solución específica,
sino el resultado esperado. El trabajo del arquitecto o diseñador es lograr ese resultado, por los
medios que cree convenientes. Se pone énfasis en el alcance de una meta medible en vez de la
aplicación de una receta predeterminada. Esto dificulta en algún grado el papel de los
evaluadores, quienes deben anticipar los resultados de una solución, mandando al diseñador a
formular otra propuesta si estima que no se alcanzarían los resultados esperados.
La diferencia entre los dos tipos de directrices se ve con claridad si comparamos dos reglamentos
sobre la iluminación requerida en un espacio interior. Una directriz prescriptiva sería una que
estipule el porcentaje del área de la fachada que debe contener ventanas. Una directriz orientada
hacia metas simplemente estipularía que el diseño debe ´permitir una cantidad medible de luz
natural en todos los cuartos.
Pareciera, entonces, que las directrices orientadas hacia metas gozan de una gran objetividad,
pero en realidad no siempre es así. Las normas que predominan en muchas ciudades hoy en día
se basan en nociones europeas de la buena forma urbana. Subyacente en estas nociones es un
rechazo al modernismo y el uso de métodos basados en conceptos espaciales pre-modernos. Por
esto, muchas directrices aparentemente orientadas hacia metas en realidad tienen mucho de
prescriptivas. Un ejemplo claro es la ciudad de Vail, donde las directrices sobre los materiales de
las paredes exteriores y techos, aunque no especifican exactamente los materiales y colores a
usar, plantean como meta la conformidad con los materiales y colores predominantes en el lugar
actualmente.
Aparte de esta observación, una revisión de las directrices de las doce municipios analizados nos
lleva a concluir que el uso de directrices orientadas hacia metas predomina en aquellas áreas que
conciernen La protección de la seguridad y salud p{ubica. Es vital para la ciudad aplicar este tipo
de directriz a los componentes de propuestas de diseño relacionados con la infraestructura
urbana, para evitar que sean tratados de una manera superficial o fragmentada.
La directrices prescriptivas en las municipalidades analizadas se dirigen fundamentalmente a
cuestiones de estilo y estética. Es importante reconocer, sin embargo, que se basan en
suposiciones que son cuestionables por sus nociones predeterminadas de cómo debería ser la
arquitectura de la ciudad.
Algunas veces, las directrices son genéricas y sujetas a interpretación, pero esto sucede
generalmente dentro de procesos de evaluación de naturaleza discrecional, donde los criterios son
impuestos en realidad por el grupo evaluador. Si, por el contrario, las directrices son muy
específicas, corren el riesgo de ser utilizadas como prototipos de “buenos ambientes”. Esta
tendencia no está llevando al uso de paquetes de elementos de diseño codificados, basados más
en conceptos económicos y de mercadeo que en la arquitectura de la ciudad.
Los procesos específicos de evaluación
Aquí analizaremos la evaluación de diseño en tres categorías de proceso: concepto arquitectónico,
impacto ambiental y reglamentos sobre edificios. Debemos determinar si el proceso de
evaluación es completo, es decir, si cubre realmente las tres áreas o si, más bien, presta atención
solo a una o dos categorías. Luego examinaremos los doce municipios para determinar la
exhaustividad del proceso y si se refleja en la arquitectura de la ciudad. Para muchos arquitectos,
y planificadores, podría parecer innecesario describir estas categorías en ese grado de detalle,
pero el hecho de que estas categorías sean tan familiares e inmersas en el vocabulario de la
arquitectura y planificación es razón suficiente para que las veamos con detenimiento.
Para iniciar un proyecto de desarrollo, el primer paso es la presentación de un concepto de diseño
arquitectónico basado en un programa, sitio, contexto, recursos financieros, requisitos
funcionales, etc. El papel del arquitecto con frecuencia se limita al desarrollo de un concepto
arquitectónico que concuerda con las necesidades del programa y el contexto del sitio, a la vez
satisfaciendo los requisitos básicos de la ciudad para el proyecto. Las autoridades de la ciudad, se
espera, han dado alguna dirección al arquitecto con respecto a los requisitos antes de la
programación del proyecto.
La preocupación, en esta etapa, es el concepto arquitectónico global. La discusión puede incluir
elementos de diseño urbano tales como uso de tierra, la forma de los edificios, circulación,
parqueo, paisaje, vías peatonales y otros aspectos identificados por las autoridades. Además,
requisitos funcionales específicos son importantes: ¿se requieren aceras?; ¿se permiten rótulos
luminosos?; ¿debe una estructura en cierto sitio proveer usos comerciales en la plantar baja?; un
edificio debe sujetarse a ciertas normas de preservación? Los arquitectos que conocen los
procedimientos e la ciudad ya están informados sobre estos detalles. Probablemente están
conscientes también de los prejuicios de los evaluadores dentro de la municipalidad, de modo que
pueden presentar una propuesta polémica.
Un análisis de las doce municipalidades revela no solamente que mucha energía ha sido dedicada
a la confección de las normas de diseño urbano, sino que además tienen muchas similitudes. Sin
embargo, la pregunta surge, ¿estas ciudades quieren promover un entorno más pluralista y
democrática, o los métodos aparentemente objetivos que caracterizan sus tomas de decisión
simplemente constituyen un proceso burocrático que, al institucionalizarse sus objetivos, se
convierte en autoritario.
De los errores del Movimiento Moderno hemos aprendido que, aunque los requisitos funcionales
tienen mucha importancia, su satisfacción no garantiza la calidad del entorno construido.
Aspectos menos tangibles y cuantificables deben ser explorados si nuestra arquitectura va a ser
significativa para sus usuarios. Aún cuando sea cierto que muchas ciudades mencionan la estética
en el ambiente urbano como una preocupación, generalmente utilizan esta noción en relación a la
compatibilidad de un diseño con el contexto inmediato.
La ciudad de San Francisco utiliza lenguaje como “integrado exitosamente a su entorno” o “cabe
dentro del paisaje construido con belleza y armonía” para describir un edificio “excelente” en su
criterio. Indianápolis pide “altos valores funcionales y estéticos, belleza y compatibilidad” para la
arquitectura en su zona central, mientras que Minneapolis, en sus normas, procura asegurar que
un proyecto propuesto sea “compatible con el carácter de la vecindad en que se encuentra”.
Algunas ciudades van más allá en aconsejar al arquitecto sobre estos asuntos. Dallas, por ejemplo,
exige que los proyectos sean consistentes con planes conceptuales determinados por la
municipalidad. ¿De dónde salen los requisitos de estos planes conceptuales? ¿Estas decisiones las
toman los profesionales en diseño o burócratas? Mientras que el arquitecto tiene una formación
en estética y funcionalidad, resulta ahora que existen políticos que le aconsejan cómo usar esta
educación. En las ciudades de Seattle y Baltimore, entre otras, hay comisiones políticas para
“guiar” al profesional en asuntos estéticos y funcionales. Se obliga al arquitecto a comunicar en
un nivel poco conveniente para la discusión de ideas de diseño. El ejemplo más claro de esto es la
ciudad de portland, donde se exigen descripciones y justificaciones escritas de ideas visuales y
espaciales.
Esto convierte asuntos intangibles de arquitectura en simplemente otro requisito funcional,
disminuyendo el papel del arquitecto. Utilizando “conocimientos objetivamente verificables”
como criterios sobre la integridad del diseño, sujetamos asuntos técnicos a los mismos modelos de
juicio aplicados en “consideraciones pragmáticas”. Es esencial reconocer que el liderazgo de
arquitectos y planificadores competentes debe combinarse con la comunicación efectiva de los
beneficios de la buena arquitectura pública con los desarrolladores e inversionistas, el gobierno
local y la ciudadanía.
La burocracia impuesta por los controles de concepto arquitectónico es evidente y resulta en un
proceso largo y complicado para obtener aprobación. Como todos los fenómenos burocráticos, el
proceso se ha complicado, de manera que se requiere una cantidad apreciable de experiencia y
estudio para que el arquitecto pueda transitarse exitosamente por ello. En el caso de Kansas City,
incluso, la red de políticas y procedimientos se volvió tan complejo que se hizo necesario una
nueva institución burocrática para guiar a los profesionales que participan en el proceso. Es un
caso clásico de una situación en que las reglas del juego se han hecho más importantes que el
juego en sí. En este caso, el juego es el proceso creativo para la arquitectura de la ciudad.
En las primeras etapas de desarrollo de un proyecto urbano, el dominio del desarrollador sobre las
condiciones de la ciudad, además de los mecanismos de diseño que se deben observar, es
importante. Debe trabajar duro para asegurar que sus proyectos sean económicamente viables y
a la vez, no levantan controversia. Por esta razón, el esfuerzo mayor se dirige a evitar contravenir
restricciones que podría constituir obstáculos, en vez de buscar influir positivamente en el espacio.
Así, termina ignorando la verdadera naturaleza de su contexto urbano.
De esta manera, las buenas intenciones de las normas tienen un efecto práctico de promover la
convencionalidad. La arquitectura cuya constitución básica se encontrara formada por leyes
tipológicas, formales y constructivas tenderá a imponerse como práctica que los involucrados no
hacen más que aceptar.
En el proceso de evaluación del concepto arquitectónico, la preocupación más importante del
evaluador es la definición de del contexto dentro del cual el edificio debe ser ubicado y la
compatibilidad del diseño del edificio con ese contexto, sin analizar más allá de los límites
inmediatos del sitio.
El estudio de impacto ambiental es una parte íntegra del proceso de evaluación de diseño en sus
etapas iniciales. Consecuentemente, esa actividad constituye nuestra segunda categoría de
evaluación. El rango de preguntas que surgen con respecto al impacto ambiental incluyen: ¿ el
drenaje pluvial del área afectará adversamente los edificios y zonas verdes contiguos?; se sitúa el
edificio dentro del lote de tal manera que ; provocará sombras sobre las vías peatonales entre los
edificios?; ¿ ¿la ocupación de un edificio implica una demanda excesiva de facilidades educativas,
, de agua potable, de transporte, etc.?; ¿el nuevo proyecto provocará un nivel de tráfico que pone
en peligro a los niños? Un informe de impacto ambiental es necesario para identificar
específicamente los impactos de un proyecto sobre sus alrededores.
En 1985, critiqué la falta de preocupación ambiental en muchas ciudades. Estudios de
planificación aún cuando intentan incorporar factores ambientales en sus decisiones, enfocaban
incorrectamente su preocupación sobre el ambiente natural en vez de la relación entre los
entornos naturales y construidos. No tenían claro cómo el desarrollo urbano inevitablemente
afectaría el ambiente o cómo se podría esperar que factores relacionados con el entorno natural
afectaran el desarrollo de la ciudad de una manera apropiada.
¿Qué tan efectivamente se están protegiendo el ambiente natural en las ciudades que
estudiamos? ¿Están integrando preocupación por el medio ambiente en el diseño de la
arquitectura pública? ¡Al hacerlo, están tomando en cuenta el fenómeno ecológico del entorno
totalmente construido? En realidad encontramos que en muchos casos, el proceso de evaluación
ambiental es ad hoc. Por esto, una búsqueda limitada en las ordenanzas y códigos escritos puede
rendir poca información sobre la preocupación de la ciudad por el ambiente. Este hecho ilustra la
ligereza con que muchas ciudades manejan esta importante categoría.
Aunque los esfuerzos de las ciudades por preservar su ambiente no deben criticarse, existe sin
embargo una necesidad de expandir la noción de impacto ambiental más allá del sentido
fundamental, porque el impacto ambiental, a su vez, puede ir más allá de las categorías
tradicionales de evaluación. Es necesario abandonar los métodos reaccionarios que prevalecen.
Debemos aprender, por ejemplo, que la preservación indiscriminada de edificios viejos constituye
un serio error, tan serio como la destrucción masiva de vecindarios viejos en la época de la
renovación urbana. Tanto el ambiente natural como el ambiente creado por el hombre requieren
nuestra atención.
El arquitecto, empezando con un control abstracto que se opone a la naturaleza, debe poder crear
en armonía con la naturaleza. La relación dialéctica entre el hombre, el entorno natural y la forma
urbana se vuelve cada vez más ambigua. El ambiente construido debe ser considerado, en este
sentido, como parte del estado natural de las cosas.
La tercera categoría de evaluación de diseño, usado en una gran cantidad de ciudades para
determinar el éxito de un proyecto propuesto, es la planificación y reglamentación de los edificios.
La inclusión de esta categoría significa que un proyecto, además de presentar un concepto
arquitectónico aceptable e identificar y proponer mitigar impactos ambientales, debe satisfacer
los requisitos, ordenanzas y normas municipales. La ciudad querrá saber si se alcanzarán las
normas en cuanto al ratio entre el área de lote y área de piso del edificio, alturas, colindancias, etc.
Si la revisión de los planos y detalles y la concesión de los permisos de construcción es un proceso
de cierto rigor, este procedimiento puede constituir una parte vital en la evaluación del diseño,
sobre todo en materia de seguridad pública.
La zonificación es la herramienta más común para controlar el uso del terreno y la forma de los
edificios, mientras que los códigos de construcción procuran garantizar la seguridad estructural y
funcional de los edificios. Por esto examinaremos estos mecanismos.
Los reglamentos de zonificación han existido durante más de medio siglo y, críticas aparte, han
contribuido a la viabilidad de las ciudades. Con la creciente complicación del proceso de
evaluación, los requisitos de zonificación también se han fragmentado y su implementación se
encuentra manejada por varias agencias diferentes. En algunas ciudades, los reglamentos de de
zonificación se han convertido en pare integral de de los criterios de concepto arquitectónico. Los
requisitos de zonificación difieren mucho entre las ciudades y pueden determinar mucho sobre su
futuro. Sin embargo, la implementación de estas normas también contribuye a un exceso de
uniformidad de las ciudades.
Existe cierto traslape entre las tres categorías analizadas. Esto ocurre porque las tres categorías se
dirigen en general a procurar propuestas de desarrollo apropiadas y compatibles dentro de una
base contextual- el tejido urbano y arquitectónico existente.
Las doce ciudades estudiadas varían en cuento a la incorporación de las tres categorías y sus
estrategias de implementación de la evaluación. Algunas ciudades utilizan las tres categorías,
otras solo dos. Algunas tienen directrices detalladas, con publicaciones extensas para ilustrar lo
que se espera, mientras otras dejan mucho a la interpretación del diseñador. Sin embargo, la
institucionalización del proceso ha resultado en una marcada similitud en los modelos y premisas,
de modo que las ciudades parecen estar moviendo hacia un consenso. O arquitectura genérica de
la ciudad. Esta institucionalización ha absorbido algunos elementos sustantivos de la ciudad.
La compatibilidad y cumplimiento aparecen constantemente en la lectura de ordenanzas, planes y
directrices. El buen diseño es juzgado por un proceso e la validación de lo nuevo por el contexto
existente, y la imposición del estilo en vez de sustancia como mediador entre la forma actual y la
propuesta permea la documentación sobre directrices. Esto está de acuerdo con el pensamiento
de Christopher Alexander, que ve la construcción como un incremento en un contexto mayor. No
basta con establecer su propio centro; además debe reforzar los centros existentes y contribuir a
un centro futuro que todavía no es realidad. Así, la nueva estructura debe completar a si misma,
validar la pre-existente y anticipar lo que sigue.
El concepto arquitectónico es juzgado con criterios aplicados como requisitos en vez de marcos de
referencia, lo que deja poco espacio para que el arquitecto practique su destreza. En algunos
casos, como en Baltimore, el arquitecto incluso es aconsejado sobre la estética. Los aspectos de
impacto ambiental son tratados en forma fragmentada. Las ciudades necesitan tratar con la
naturaleza especial de la ciudad, como el dominio construido por el hombre, el hábitat natural y, a
su vez, artificial de la humanidad.
Intentos de institucionalizar el proceso de evaluación de diseño para la arquitectura pública se han
llevado a cabo en la última década. En algunos casos prácticamente se ha logrado, como en el
caso de San Francisco, por ejemplo. Los resultados del uso extenso de procesos de evaluación, sin
embargo, están siendo cuestionados en investigaciones críticas sobre el tema. Una vez puestas en
ejecución, estos reglamentos, directrices, reglas y sugerencias tienden a llevar una vida demasiado
prolongada, perpetuando un proceso de arquitectura estática.
¿Qué nos dice la arquitectura de la ciudad en cuanto al grado de éxito del proceso de evaluación
de diseño? ¿Este proceso puede ayudar a la ciudad a encontrar aquel factor elusivo- ambiente-
que hace única la ciudad? Conservar este ambiente parece hacer que la ciudad sea más atractiva
para el desarrollo, lo que amenaza al ambiente que lo atrajo en primer lugar. Sin embargo, este
ambiente muchas veces es buscando o logrado artificialmente por medio del fomento de la
nostalgia, dando como resultado la creación de réplicas vacías de un pasado irrelevante.
Como en el caso de muchas instituciones, un aparato entero se necesita para perpetuar el
sistema: verificando, codificando, regulando, pero raras veces renovando el proceso.
Elementos Sustantivos
La práctica común ha sido la división de la sustancia de la arquitectura pública y el diseño en varios
elementos. Estos elementos incluyen temas tan generales como uso de tierra, forma de edificios,
y tan específicos como lámparas y mobiliario urbano. La razón de esta categorización de
contenido obedece la necesidad de clasificar y codificar directrices para propósitos de
comunicación. Además, esta categorización hace que el proceso sea más objetivo, o por lo menso
racionalizado.
Aunque personalmente rechazo esta noción de categorización, argumentando en contra de este
punto de visa por creer que constituye uno de los problemas fundamentales de la práctica actual
de la arquitectura pública, no tengo más remedio que examinar estas categorías, puesto que son
utilizados en las ciudades examinadas. Aquí he conjuntado los elementos en cinco grupos: uso del
suelo; forma de edificios; circulación y parqueo, paisaje y rotulación.
Uso de suelo
La política de uso de suelo forma la base para las ordenanzas de zonificación. Como tal, la
planificación del uso de suelo no es simplemente un elemento funcional de una organización
jerarquizada de usos de tierra desde lo industrial hasta lo recreacional. En realidad forma una
estructura subyacente y, junto con la forma de los edificios, determina en gran parte le marco
físico de la arquitectura de la ciudad. Sin embargo, se debe reconocer que los planes de uso de
suelo y las decisiones derivadas de ellos se basan fundamentalmente en factores económicos y
políticos en vez de conceptos arquitectónicos.
La cultura del mercadeo democrático determina la estructura y contexto dentro de los cuales los
fragmentos de arquitectura de la ciudad evolucionan. El grado de apertura de la ciudad americana
es una expresión de libertad y democracia. Las cualidades de la ciudad tradicional cerrada se
basan más en compatibilidad arquitectónica que calidad arquitectónica. Por esto es interesante
observar cómo las directrices específicas de diseño en ciudades estudiadas en cuanto a uso de
suelo, forma de edificios, circulación y paisaje se dirigen hacia una visión holística de la ciudad e
integración de fragmentos. Así, las directrices intentan recuperar la ciudad antigua- el centro
como lugar de actividad 24 horas del día, un centro de uso mixto, etc.- a la vez que la estructura
subyacente se basa en la fragmentación provocada por el mercado y la democracia.
Forma de los edificios
La forma de los edificios ha constituido, tradicionalmente, la esencia del mecanismo de
zonificación y diseño urbano. Pero si la forma de la edificación es un mecanismo de control para la
municipalidad, constituye un bien para el desarrollador. Mientras más grande y masivo sea el
edificio, más área construida en metros cuadrados y más ganancia por metro cuadrado de suelo
urbano. En los centros urbanos, esta lucha por área se traduce en una expansión vertical. Este
elemento importante, que forma un contenido básico de la arquitectura de la ciudad, a menudo se
manipula para que la municipalidad obtenga algunas amenidades- plazas, arcadas, etc.- a cambio
de concesiones en cuanto a masa de edificación.
Debe ser mencionada, sin embargo, que los primeros intentos de de regular la forma de los
edificios han sido exitosos debido a que nacieron de un análisis arquitectónico de cierta
profundidad. Un ejemplo importante de es el concepto de Hugh Ferris de control de los
rascacielos en Nueva York consecuente con las leyes d zonificación de 1918. Ferris formuló un
reglamento sobre la masa de los edificios basado en el principio de reíros en forma escalonada;
mientras más alta una parte de la masa de un edificio, más debería retirarse de la calle. El
reglamento fue basado en un reglamento racional- los requisitos funcionales para la salud pública
relacionados con la iluminación, ventilación vistas y otras amenidades.
Los reglamentos de zonificación empezaron a sugerir la forma física. La compatibilidad con las
estructuras viejas de la ciudad fue el determinante clave.
La herramienta predominante en la determinación de la forma de los edificios es el coeficiente de
aprovechamiento del suelo- una medida que impone un límite máximo a construir relativo al área
del lote. Un ratio de 80% implica un máximo de 80 metros cuadrados de construcción en un lote
de 100 metros cuadrados. Estos 80 metros cuadrados podrían acomodarse en uno, dos o más
pisos, si es que no existiera otra norma limitando la altura de la edificación. En zonas de alta
densidad, el coeficiente de aprovechamiento del suelo es siempre superior a 100%. Un
coeficiente de 400% implica poder construir un edificio de cuatro piso que cubre todo el lote, si no
hay impedimento en otro reglamento limitando la cobertura del lote.
La imposición de estos coeficientes en general es uniforme dentro de zonas de una densidad
designada. Raras veces las limitaciones de forma de los edificios responden a consideraciones del
sitio específico de construcción. Por esto, se desperdicia este instrumento, el cual podría llegar a
ser un instrumento poderoso en la creación y mantenimiento de espacios urbanos en contextos
específicos. De hecho, únicamente la ciudad de San Diego tiene un instrumento de control de la
forma de los edificios suficientemente flexible para que sea útil en la definición de la escala de los
edificios en sitios específicos.
Circulación y parqueo
A diferencia de las ciudades europeas, el automóvil tuvo un papel importante en el desarrollo
físico de las ciudades americanas. En América, la calle fue creada para anticipar el crecimiento y
el desarrollo de la actividad humana. Muchas calles en las ciudades más nuevas en el Oeste jamás
tuvieron una orientación peatonal. La ciudad se ha desarrollado alrededor del automóvil más que
alrededor de sus habitantes. Por esto, los aspectos de circulación y parqueo tienen especial
importancia en la determinación de la arquitectura de la ciudad. La estructura de calles, caminos y
carreteras forma la organización espacial física y formal de estas ciudades.
Actualmente, sin embargo, las políticas en las ciudades estudiadas apuntan hacia el
fortalecimiento de sistemas e transporte público y una franca reducción en el uso del automóvil en
el centro de la ciudad. Muchas de las directrices se orientan hacia un centro urbano peatonal,
prohibición del parqueo en ciertas áreas y en la construcción de parqueos subterráneos o
escondidos. Sin embargo, muchas de estas calles peatonalizadas no tienen escala peatonal y
carecen de historia como corredores para el movimiento peatonal. Por lo tanto su éxito ha sido
limitado. En cuanto a consideraciones arquitectónicas ha habido una preocupación por la estética
de las estructuras de parqueo y la actividad comercial de planta baja en los edificios.
Aunque todas las ciudades analizadas exhiben cierta preocupación sobre las amenidades en las
áreas de parqueo (paisajismo, iluminación, rotulación, etc.) solo las ciudades de Irvine y San Diego
han intentado tratar la circulación y parqueo de una manera integrada con la arquitectura.
Ninguna de las ciudades ha aprovechado plenamente las estructuras de parqueo como artefactos
indispensables en la ciudad norteamericana. Existe un cierto conflicto entre los deseos de
restauración del pasado y el enfrentamiento con los problemas del presente. Se puede rechazar el
Modernismo, pero no se puede negar la realidad del automóvil cuando permanece aún en
nuestras ciudades.
Paisajismo
El paisaje es una parte significativa de la arquitectura, puesto que constituye el contexto donde los
objetos arquitectónicos se encuentran colocados. La arquitectura de la ciudad es, entonces, una
mezcla de contexto y objetos, donde el contexto consta del paisaje urbano y el espacio abierto y
los objetos son los edificios y estructuras. Desafortunadamente, muchas ciudades tratan al
paisajismo como un elemento funcional dirigido al embellecimiento en vez de un elemento
contextual integrado. El paisaje urbano tiende a tratarse como un asunto aislado de poca
prioridad y no está sujeto al mismo grado de escrutinio que la arquitectura que lo define y lo
rodea.
Muchas veces e utilizan incentivos económicos para alentar a los desarrolladores a dejar un poco
de espacio abierto, pero sin demasiado preocupación sobre la calidad de estos espacios. Algunas
ciudades, como Seattle y Dallas, adjudican puntajque puede ser cambiado por ciertas concesiones
en las normas de cambio, a cambio de mejoras públicas, particularmente espacios externos
abiertos al público dentro del ambiente urbano. Sin embargo, es importante recordar que el
espacio no se convierte en público simplemente por dejar de ser privado. Esto lo evidencia la
existencia de plazas urbanas abandonadas.
Rotulación
Al examinar la forma en que las ciudades definen el elemento sustantivo de la rotulación, se hace
evidente que hay preocupación en dos niveles-lo funcional y lo estético- con énfasis en lo estético.
Una vez más, el criterio predominante es contexto histórico y carácter. En algunos casos, se
enfocan aspectos de tamaño, proporción y hasta elementos de micro-diseño.
Los requisitos funcionales podrían resultar esenciales desde el punto de vista de salud y seguridad,
pero en general no se encuentran relacionados con normas objetivos de cumplimiento. Raras
veces se relacionan las directrices y políticas sobre rotulación con el contexto más amplio de la
cultura americana y el papel apropiado de la rotulación desde la perspectiva informativa,
comercial o propagandística.
Aunque rótulos feos a la par de una carretera escénica no son deseables, el uso de la rotulación
como elemento integrado dentro de la textura urbana puede ser estimulante. Tal vez deberíamos
dejar de pedir excusas para las cosas que tienen importancia pública en nuestra sociedad y tratar
la rotulación como parte de la cultura en vez de otro elemento más sujeto a las reglas de
compatibilidad.
Conclusión
De los muchos temas esbozados en esta obra, se hace evidente que existen asuntos críticos de la
práctica postmoderna de la arquitectura pública que deben ser enfrentados por medio del diálogo
entre la política y la forma constructiva. Los problemas se encuentran en ciertas fallas en el diseño
genérico que resultan inevitablemente de la orientación de las directrices y la pérdida de
oportunidad que resulta del predominio de la convención sobre la invención.
La preservación de la historia es un vehículo obvio y extensivo en la expansión de la promoción de
compatibilidad con el contexto como objetivo, promovido por medio de métodos de diseño
urbano postmodernista. Este ímpetu hacia la preservación consta de tres movimientos básicos: el
compromiso de con la preservación de lo que realmente forma parte de la consciencia social y
cultural americana que se manifiesta por medio del entorno construido. , la fuerza de una agenda
localista que ayuda en el entendimiento de las estructuras como un contexto urbano y una
posición francamente reaccionaria hacia la pérdida de artefactos urbanos en la época de la
renovación urbana.
Aunque la preservación es parte importante de la totalidad de la arquitectura pública, es solo una
táctica en el desarrollo del tejido urbano. Las estrategias contextualistas de los años ´70 buscaban
mediar entre el historicismo y el modernismo. El retroceso hacia un pasado completamente
artificial era irrealista, pero permitir que un sistema brutalizante dominara hubiera sido
irresponsable. El énfasis en compatibilidad con el contexto procuró ser una posición intermedia.
Sin embargo, con la proliferación de las directrices y su tendencia prescriptiva, el contexto viene a
ser definido como contexto histórico, mientras que los otros niveles de contexto viables y
significativos dentro de la realidad urbana son ignorados en un intento insensato de recuperar la
ciudad vieja y sus memorias.
El hilo común de las directrices que hemos visto se encuentra en su dependencia del proceso de
diseño en su cumplimiento. Directrices son estáticas, por lo tanto se dirigen naturalmente hacia la
preservación de lo que ya existe. Con demasiada frecuencia la definición de “históricamente
significativo” subyace en la edad del edificio. Edificios de credenciales estéticos y funcionales
dudosos, entonces, pueden constituir el punto de partida del desarrollo posterior del marco
urbano.
Las directrices tienden a concentrarse en el desarrollo nuevo dentro del contexto de una
estructura física existente. Se convierten, en consecuencia, en premisas dentro de un marco de
diseño, creando el peligro de imponer una falta de dinamismo que obstruye el cambio. Los planes
maestros, ordenanzas y reglamentos llevan su tiempo en imponerse institucionalmente y una vez
implementados no se alteran. Además, como hemos visto, muchas ciudades duplican los
procedimientos de otras, estableciéndose así la ciudad estática por todas partes.
Enfrentamos el hecho de que nunca en la historia de la arquitectura y el urbanismo ha habido
tanto énfasis en, y aceptación de modelos convencionales. La arquitectura pública
contemporánea está basada en nociones viejas e inadecuadas de lo quela ciudad puede o debe
ser. El problema, entonces, es que ha habido pocas ideas y conceptos innovativos en las últimas
tres décadas. La profesión ha debido experimentar una lucha entre planificación popular como
institución y el poder de los intereses económicos. Solo en tiempos recientes la arquitectura se ha
movido hacia la consideración crítica de la convención en la resolución del problema de la
arquitectura pública, pero la actitud prevalente del conservadurismo postmoderno ha estado
expandiendo tan rápidamente como siempre. Por esto, es imprescindible repensar y reevaluar
nuestras disciplinas.
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