Memoria Cuerpo y Olvido Aida Sotelo

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  • CONTEMPORANEIDAD

  • U N I V E R S I D A D N A C I O N A L D E C O L O M B I A122

    A D A S O T E L O C .

    Le algunos comentarios sobre la pelcula 1984 basada en la novela homnimade George Orwell1, decan que llegada esa fecha, hace ya 20 aos, se realizuna celebracin donde los participantes se congratulaban de que la premoni-cin, parcialmente cumplida durante el rgimen estalinista, no hubiese se-gn ellos alcanzado por completo su realizacin. Desgraciadamente, disiento de esaapreciacin, porque precisamente su cumplimiento y actualidad me permiten introdu-cir una reflexin sobre las relaciones entre mito, cuerpo, funcin del olvido y responsa-bilidad de la memoria.

    En el decir de la opinin comn, tan adepta a los criterios mdicos, el olvidoconstituye un signo de degeneracin del sistema nervioso. Ese desprestigio puedeesperarse, dado que la medicina ignora lo que concierne al sujeto y no registra noti-cias sobre la funcin del olvido en el aparato psquico, descrita por Freud hace ms deun siglo.

    En Psicopatologa de la vida cotidiana, Freud describe cmo su observacinclnica revela que los olvidos no aparecen al azar, sino que tienen una causa relacionadacon los intereses del sujeto y que por tanto, al analizar el texto pronunciado, constitu-yen en l soluciones de continuidad que cumplen la funcin de un subrayado. Dichode otra manera, algo es olvidado activamente por el sujeto hablante, y gracias a esevaco, la cosa olvidada puede ser identificada como un elemento vlido, un punto deconflicto libidinal para el sujeto, ocurrido en el momento mismo del olvido. El olvidoes, pues, una formacin del inconsciente que obedece a una dinmica y a una econo-ma psquicas, donde se ahorra un sufrimiento o se soluciona una dificultad.

    Teniendo en cuenta que el inconsciente es un saber que no se sabe a s mismo,que obedece a leyes del principio del placer, el olvido aparece como seleccin y cons-

    Testimonio, cuerpo, memoria y olvido

    1 George Orwell, 1984, Barcelona, Ediciones Destino, 1952.

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    tituye un clculo, es eleccin. Esa escogencia, si bien ignorada, comporta una respon-sabilidad, la del goce del sujeto que olvida y selecciona lo que ha de reconocer comoinscrito en su memoria.

    La memoria remite a las marcas, a las inscripciones que deja la experiencia, sinembargo, lo que puede ser relatado no es la inscripcin pura, sino retranscripcin,como lo sita Freud en la carta 52 a Fliess2. El recuerdo y la memoria no son lo mismo,primero porque conciencia y memoria se excluyen mutuamente y luego porque lasmarcas de percepcin tendran que transcribirse en segundo lugar al inconsciente y enun tercer momento traducirse al preconsciente. De hecho, lo que recoge Freud de losrelatos de sus pacientes histricas es la protom pseudos, una cierta mezcla de fantasay recuerdo3. Desde all, desde el descubrimiento de la preexistencia mltiple de lamemoria, la clnica del psicoanlisis introduce la posibilidad de modificacin del sentidode la historia de un sujeto. Contradice el refrn de que lo que est escrito, escritoest, en un pasado simple que supone acabado, lo que incluye la fabulacin hechacon las mociones de deseo del nio.

    Esa oposicin constituye la nica posibilidad de clnica apoyada en un sujetoresponsable, responsable de un deseo y que, empero, antes de un anlisis no sabe, nipuede reconocer sus elecciones, pero que sufre del sentido que le ha otorgado a lasmarcas de lo que cree su historia. La apuesta clnica, de un lado, descifra ciertas signi-ficaciones coaguladas y tomadas como verdaderas por el sujeto: sus creencias, y deotro lado, promueve la rememoracin, el traer al recuerdo inscripciones no tomadas encuenta por el mito del sujeto infantil.

    La historia de un sujeto, como toda historia, se erige en verdad dependiendo dela forma como fue leda en un momento especfico y de las circunstancias del historia-dor: el nio, en la ocasin de la novela familiar del neurtico. En consecuencia, esahistoria es un mito, una fbula, una mentira que es al mismo tiempo verdad particular,lo cual no le resta importancia como estructuradora del sujeto.

    De igual manera, sabemos que los colectivos se organizan en torno a mitosfundacionales y que el tipo de texto que es un mito no pertenece a la misma categorade los relatos cronolgicos, ni sigue derroteros de fidelidad con los hechos histricos. Elmito conjuga lo irracional con lo racional, lo posible con lo imposible, desafa el princi-pio de no contradiccin, se toma la licencia de hacer ficcin. Tomo como su expresincontempornea los textos de literatura, ya que Freud mismo compar las fantasasinconscientes con la potica.

    Pero, no toda la literatura asume la estructura del mito. Hay textos y textos...quiero sealar con eso, la separacin entre recuento y mito, entre la novela del neur-

    2 Sigmund Freud, en Obras completas, vol. 1, Buenos Aires, AmorrurtuEditores, 1982, Carta 52, pgs. 274-277.

    3 Ibidem, Manuscrito M, pgs. 292-295.

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  • F A C U L T A D D E C I E N C I A S H U M A N A S124

    tico y la rememoracin de ese mismo sujeto en anlisis; entre relato realista y ciertotipo de literatura, como el mito futurista 1984 de George Orwell.

    Cmo surge esa habilidad premonitoria, que anticipa en la Neo-lengua la apa-ricin contempornea de esa jerga genrica que bajo los criterios de la calidad total,reduce a productos todas las actividades del trabajo, subsume a todos los habitantesen clientes externos e internos, contabiliza todos los movimientos en procesos y sedistribuye en cartillas que deben ser memorizadas y repetidas para evadir el surgimien-to de cualquier error, de cualquier diferencia, de la innovacin? Una simple mirada alos mecanismos legales de control de calidad actuales, nos muestra que las lenguasestn amenazadas por la Neo-lengua del mercado y que ya habitamos el pas de GeorgeOrwell: la homogenizacin fascista.

    Algn joven interesado en la transformacin social, preguntaba con ansie-dad: cmo podra enfrentarse el poder totalitario en este momento, cuando nisiquiera depende del Estado, cuando ese poder aparece en todos lados, est en laboca de cada uno en tanto es la lgica misma de la supervivencia, del mercado,pues nuestros cuerpos se han convertido en mercancas y reducidos a deshechosuna vez salen de circulacin?

    Lo evidente aqu, es que lo que hay que enfrentar es un discurso, la lgica delTODO que dinamiza las formas de relacin social, en la era del capitalismo cientfico.La versin totalizante de la historia, es una mentira que ha ganado prestigio, un recuer-do encubridor erigido en la verdad de nuestro tiempo.

    La genialidad de Orwell parece explicarse por el camino que pudo abrir en suescritura la llamada licencia literaria, es decir, la apuesta que hace la literatura deahondar en la ficcin, en lo que parece imposible y errneo, en lo que an no es y poreso se aparta de la fidelidad realista. De hecho, los efectos destructivos de la revolu-cin industrial en los sujetos son predichos una y otra vez por la literatura. El retrato deDorian Gray4 anuncia la actual pretensin de eterna juventud; Bartleby5 describe laabulia mortfera que desata la repeticin copista; El extranjero6 nos pone frente al auto-matismo mortfero de una pulsin y el mismo Orwell desarrolla el apetito animal depoder en la Rebelin en la granja7.

    ANTICIPACIN DEL TEXTOSi el arte tiene una capacidad de anticipacin ante la historia, no es por el perfecciona-miento del oficio ni por inspiracin; sino por la escucha que hace el artista del discursode su tiempo, por la capacidad de atender al otro texto, a otras marcas, al afuera dela significacin con prestigio, a lo que est rechazado en los intersticios y que el sujeto

    4 Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, Barcelona, Rei Andes Ltda.,1991.

    5 Herman Melville, Bartleby, el escribiente, Madrid, Valdemar, 2001.6 Albert Camus, El extranjero, Bogot, Alianza Emec, 1988.7 George Orwell, Rebelin en la granja, Barcelona, Ediciones Destino,

    1998.

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    experimenta. El artista se anticipa y dice algo nuevo a la sociedad cuando desarrolla yhace evidentes en imgenes sonoras, visibles, etc., las consecuencias del discursoimperante, sus efectos en el sujeto que l es y que podra ser cualquiera.

    Un cierto tipo de literatura comporta un anlisis de los olvidos de la verdadcolectiva, de los recuentos con prestigio. No sera lcito trasponer en forma directa loque sucede en la clnica del psicoanlisis a lo social, pues la clnica no puede abordarms que la eleccin singular, la responsabilidad siempre intransferible. No hay incons-ciente colectivo y por ello no se puede hacer clnica social. Sin embargo, lo que valeanotar aqu es lo que va de un tipo de discurso a otro y de un mito a la fbula quepretende fidelidad histrica.

    Si el psicoanlisis puede establecer un cambio en la posicin del sujeto conrelacin a su verdad es porque el dispositivo est diseado para la escucha del sujetoque sufre por algo que se le escapa, pone en duda la verdad de la memoria admitida,promueve el surgimiento de los elementos que haban quedado excluidos, olvidados; yopera un giro hacia otro discurso, donde el saber se ubicara en la posicin de unaimplicacin subjetiva. No como verdad objetiva.

    El mito, el arte, la literatura, anticipan por su parte una verdad social, al adoptarel carcter de testimonio del afuera de la lengua de su tiempo y, por decirlo de otromodo, enfrenta el discurso imperante en el mismo terreno del texto, pero plantendo-se como ficcin, como mentira e imposible lgico de ese discurso admitido. Podradecirse que si bien el discurso analtico quebranta la certidumbre de la novela neurticasealando las fisuras por donde se filtra una verdad ignorada; el mito, cierta literatura,quebranta la verdad colectiva exponindose como fisura lgica, como agujero en larazn de todos. Insisto en que slo cierta literatura cumple esa funcin y no todo loque se admite como valor literario o potico en general.

    La valoracin y el prestigio no garantizan la condicin de testimonio que pareceser la condicin operativa de esa literatura, del mito.

    Los elementos que quisiera plantear aqu sobre la memoria y el olvido se apo-yan en la nocin de testimonio, tal como la precisa Giorgio Agamben en su libro Lo quequeda de Auschwitz8. Me interesa por lo que argumenta como vigencia del campo deconcentracin en la organizacin social actual. En este tiempo de cada de la verdad, lostestimonios sobre la existencia del Lager9 restituyen la memoria ineludible del hechoms traumtico de nuestro tiempo. Ese trauma, tomado en el sentido freudiano deltrmino, sigue en la sombra produciendo efectos en el sujeto y conmina a su elabora-cin a quienes hemos venido despus.

    8 Giorgio Agamben, Lo que queda de Auschwitz, Valencia, Pre-Textos,2000.

    9 La palabra Lager significa campo en el idioma alemn, perotras la experiencia nazi, la palabra Lager, ha hecho carrera comodenominacin de los campos de concentracin de la poca.

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    lunaSticky NoteBUSCAR LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ Y LA NOCION DE TESTIMONIO.la existencia de campos de concentracion contemporneos, butler

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  • E S C U E L A D E E S T U D I O S E N P S I C O A N L I S I S Y C U L T U R A126

    DIFERENCIA ENTRE OLVIDO Y BORRAMIENTOLa evidencia de que regmenes como los de Argentina o Chile, reeditaron la experien-cia nazi, no constituye el nico argumento para sealar la vigencia del Lager. Lo queocurre, lo que sigue ocurriendo como globalizacin del mercado de cuerpos yestandarizacin de la lengua, actualiza y legitima la macabra invencin de ese discurso,que participa de la curiosa tendencia a entrar en borramiento, pues es preciso distin-guir ya claramente entre olvido y borramiento.

    Digo borramiento, porque el silencio que se levanta ante los genocidios y elterrorismo de Estado no rene las condiciones del olvido como funcin del inconscien-te. El olvido hace parte del texto del sujeto, como defecto, es colofn que indica lapresencia de lo real en algn lado, pero lo que se olvida es smbolo de algo que no haalcanzado el nivel de transcripcin necesaria para alcanzar el recuerdo, por tanto, esmarca de la divisin del sujeto y de su capacidad de devenir otro. Ese olvido no tienenada que ver con el borramiento intencional de textos preestablecidos, como la OrdenNegra creada en 1929, el Cuadro de Valores Raciales de 1931, el Cdigo de Matrimo-nio de 1932 y la Solucin Final dada en 1935 por las Leyes de Nremberg. Comotampoco es olvido la presunta existencia de armas de destruccin masiva que argumen-t la guerra reciente contra Irak. En estos casos no hay olvido, hay dolo.

    Otra imposibilidad del recuerdo se presenta cuando un evento atraviesa al suje-to antes de que ste pueda disponer de palabras para nombrarlo. En ese caso haytrauma, encuentro con lo real no simbolizado. Ese evento, lejos de ser olvidado perma-nece en un presente continuo, en tanto inasimilable, inolvidable, no hace historia, noentra en el pasado. La simbolizacin de algo real se hace necesaria precisamente parapoder pasar la pgina, para salir de la marca de la memoria en bruto y abandonar esepresente ante la misma escena, para hacer posible el olvido.

    Cuando Giorgio Agamben habla de la importancia del testimonio, se refiere aalgo ms complicado que hacer un registro de hechos histricos, algo distinto a lograrque entren en el archivo, en el cmulo de signos que por pertenecer al colectivopueden coleccionarse en un museo. De hecho, muchas veces, cuando se conmina ahacer memoria de hechos como los que han ocurrido aqu, en Colombia, o de losgenocidios ocurridos en cualquier parte, se cree que ese ms all es la mera reivindi-cacin que tendran las vctimas frente a los victimarios, ms que la superacin de lalgica del discurso que nos ha llevado hasta el abismo del campo de concentracinque actualizamos.

    Si bien la responsabilidad siempre es personal e intransferible, hay experienciasque muestran que los sujetos pueden reproducir un campo de concentracin en cir-cunstancias de ventaja de un grupo frente a otro, en este tiempo, que es el tiempo

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    marcado por unos presupuestos del discurso del campo. Lo que quiero decir es que sibien hay que reconocer la necesidad de hacer valer la responsabilidad jurdica de cadasujeto por sus actos frente a la sociedad, eso es condicin necesaria pero no suficiente,para la superacin de la lgica mortfera del discurso del capitalismo y la ciencia actua-les. Agamben lo indica cuando seala que el criterio de cosa juzgada homologa eljuicio al castigo y que las confesiones hechas por los nazis no dejan de ser una renegacinde la verdad en juego, como cuando Eichmann hace anunciar a su abogado, durante eljuicio de Nremberg, que se siente culpable ante Dios y no ante la ley.

    El cinismo de esta declaracin es sobrecogedor y obliga a entender que ni hacerun archivo, ni un museo, ni siquiera juzgar y encarcelar a los verdugos es suficiente parasuperar lo que constituye el ncleo del problema. La reivindicacin, para no salir alespacio transgresor e intil de la venganza, no cierra la herida, que en ltimas es lo quesera del caso buscar.

    Enfrentar y superar la dinmica genocida de este tiempo es algo que nos con-cierne a todos, as algunos lo ignoren. Pero no nos concierne por piedad o por temor,nos concierne como en su momento le concerna a Primo Levi cuando toma en cargodar testimonio del musulmn, cuando se pone en el lugar del musulmn para prestar-le su voz al que no dispone de una con la cual testimoniar. Y me atrevera a decir quePrimo Levi no slo testimonia por el musulmn, sino tambin por el miembro de losSS, por el nazi, en tanto ste tampoco tiene voz, sino que es hablado por el Uno, porel Fhrer.

    EL TESTIMONIO SEGN AGAMBENAgamben define el testimonio como aquello que se hace posible precisamente poruna divisin insuperable, porque no hay coincidencia entre el hombre y el no hom-bre, entre el viviente y el hablante, entre el musulmn y el sobreviviente. Dice asdel testimonio:

    Es justamente el hecho de que ste sea inherente a la lengua como tal, porqueatestigua el manifestarse de una potencia de decir solamente por medio de unaimpotencia, lo que hace que su autoridad no dependa de una verdad factual, de laconformidad entre lo dicho y los hechos, entre la memoria y lo acaecido, sino de larelacin inmemorial, entre lo decible y lo indecible, entre el dentro y el afuera de lalengua. La autoridad del testigo consiste en que puede hablar nicamente en nom-bre de un no poder decir, o sea en su ser sujeto. El testimonio no garantiza la verdadfactual del enunciado custodiado en el archivo, sino la imposibilidad misma de queaquel sea archivado, su exterioridad, pues, con respecto al archivo; es decir, su

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  • R E V I S T A D E P S I C O A N L I S I S128

    necesaria sustraccin en cuanto existencia de una lengua tanto a la memoria comoal olvido10.

    La sustraccin del testimonio del espacio del archivo en cuanto existenciade una lengua seala su carcter de puesta en obra de la verdad, de creacin,como Heidegger11 evoca al hablar de la obra que resulta del trabajo artstico. El artecrea un mundo, una lengua nueva, como lo muestran los poetas. Lo que aparececomo resultado de la imposibilidad de decir, es pues, una invencin, el acto decreacin de otra lengua.

    Ahora bien, la parte inicial del libro de Agamben, pone de presente la sepa-racin entre la vida y la supervivencia operada en el tiempo actual, desde el mo-mento en que la ciencia evidencia la posibilidad de fragmentar la muerte y dedosificarla separando la muerte de los rganos de la muerte del organismo. Eltrabajo de Foucault12 sobre el biopoder subraya esa separacin operada por razonespolticas. Para Agamben, el testimonio refuta ese aislamiento entre vida y supervi-vencia, lo cual lo lleva a agregar:

    Es oportuno reflexionar sobre la condicin particular que, en esta perspectiva, lecorresponde al sujeto. Que el sujeto del testimonio que incluso cualquier subjetivi-dad, si ser sujeto y testimoniar son, en ltima instancia, lo mismo sea un resto, nodebe entenderse en el sentido de que sea [...] algo similar a un sustrato, depsito osedimento que los procesos histricos de subjetivacin y desubjetivacin, dehumanizacin y deshumanizacin dejan tras ellos como una especie de fondo o defundamento, de su devenir.

    Y ms abajo, en el mismo prrafo, contina refirindose a esos procesos hist-ricos como privados de un fin, as:

    [...] Si no tienen un fin, tienen un resto; no hay en ellos, ni subyace a ello, fundamentoalguno, sino entre ellos, en su centro mismo, una separacin irreductible, en cada unode los trminos puede situarse en posicin de resto, puede testimoniar. Verdadera-mente histrico es lo que cumple el tiempo no en la direccin del futuro ni simple-mente hacia el pasado, sino en el exceder un medio. El tiempo mesinico no es nifuturo (el milenio) ni pasado (la edad de oro): es el tiempo como resto13.

    Mi lectura de estos prrafos me recuerda la inquietud del joven colombianoque deploraba la cada de los tiempos en que la toma del poder del Estado era elmedio para hacer la revolucin. Pero ya lo sealaba Lacan, la revolucin es un giro,dar una vuelta para llegar al mismo punto, de tal suerte que la reivindicacin noavanza nada.

    10 Ibidem, pg. 165.11 Martin Heidegger, El origen de la obra de arte en Arte y poesa,

    Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2001, pgs. 109 -122.12 Michel Foucault, Defender la sociedad, Mxico, Fondo de Cultura Eco-

    nmica, 2001.13 Giorgio Agamben, op. cit.

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  • 129D E S D E E L J A R D N D E F R E U D [ N M . 4 , B O G O T , 2 0 0 4 ]

    Porque el exceder un medio constituye lo histrico, es que nuestro tiemposigue marcado por el testimonio de Primo Levi y de los otros testigos deportados delLager. Porque la lgica de separacin entre la vida y la supervivencia sigue vigente deotro modo y se legaliza en los aparatos sociales, es que ese testimonio que la refutesigue siendo imprescindible, ms all de la recopilacin histrica de los hechos enArgentina, Alemania o Colombia. Porque lo inhumano no coincide con lo humano,pero habita tanto en el musulmn degradado, como en la bestialidad de los verdugos,es que la refutacin de esa separacin requiere de sujetos, de testigos. No debe eludirseel hecho de que tampoco el victimario puede dar testimonio, de que est tan lejos, oms, que el musulmn de poder asumir lo histrico, porque al perverso no le importala conservacin social. Los hundidos y los salvados estn reunidos por el testimoniar deltiempo anterior al devenir humano.

    La frase de Edipo en Colona: Ahora que no soy nada es que soy un hombre,ejemplifica con su actualidad al tiempo como resto del que habla Agamben. Admitir laresponsabilidad de ser sujeto, como es la invitacin que hace el psicoanlisis, se cruzaaqu con las experiencias testimoniales durante el juicio de Nremberg. Tal vez noexista compromiso mayor que testimoniar. Los verdugos prefirieron la muerte, comoen el caso de Fritz Stangl, comandante del campo de exterminio de Treblinka, quienaleg hasta el fin su inocencia y slo unas horas antes de morir de un colapso cardiaco,acept: Mi culpa es estar todava aqu. sta es mi culpa. Agamben comenta al respec-to, que esa alusin de Stangl seala la ruina definitiva de su capacidad de testimoniar, elcierre desesperado de aquellas tinieblas sobre s mismas14. En otros trminos, la opcinde goce sostenida hasta la propia muerte de este comandante, evidencia que en laconstruccin de la barrera que contenga el goce destructivo, no todo sujeto estaradispuesto, a pesar de que el destino comn del colectivo est en juego. No todo sujetotestimonia. La categora del testimonio se revela entonces como tica.

    A la forma como el siglo XX se inaugura con la tica de Nietzsche sobre elresentimiento, Agamben opone lo que dice Jean Amry cuando rechaza aceptar quelo sucedido haya sido lo que fue, como tica antinietzscheana del resentimiento.

    Lo pasado, pasado est: esta expresin es tan verdadera como contraria a la moral y alespritu... El hombre moral exige la suspensin del tiempo; en nuestro caso, clavandoal malhechor en su fechora. De esta forma, una vez cumplida la inversin moraloperada por el tiempo, podr producirse su acercamiento a la vctima en calidad deprjimo15.

    La posicin de Primo Levi es otra, la de que no se puede olvidar Auschwitzporque est sucediendo siempre, como en los sueos que relata16. Eso nos plantea el

    14 Ibidem, en el comentario de Agamben al texto En aquellas tinieblas,de Guitta Sereny sobre Stangl, pgs. 102-103.

    15 Jean Amry, Ms all de la culpa y la expiacin. Tentacin de supe-racin de una vctima de la violencia, Valencia, Pre-textos, 2001, pg.123.

    16 Primo Levi, Los hundidos y los salvados, Barcelona, Muchnik, 1989.

  • U N I V E R S I D A D N A C I O N A L D E C O L O M B I A130

    cambio del problema tico, ese acontecimiento retorna eternamente y es por lo tanto,eternamente inasumible, es decir, traumtico: Ms all del bien y del mal no se en-cuentra la inocencia del devenir, sino una vergenza, no slo sin culpa, sino, por asdecirlo, sin tiempo.17

    Agamben retoma las elaboraciones de Emmanuel Lvinas18 sobre la vergenzapara ubicar ese viraje del problema tico de nuestro tiempo, despus de Auschwitz. Lavergenza ocurre en tanto movimiento de subjetivacin y desubjetivacin, en el mo-mento en que el sujeto es expuesto ante s mismo, como sucede en las relaciones conlas necesidades corporales, en la nusea, donde el sujeto se hace testigo de un perder-se como sujeto. Heidegger, por su parte, la introduce como sentimiento ontolgico, enel curso de 1942-43 dedicado a Parmnides, el ser mismo lleva consigo la vergenza,la vergenza de ser. Plantea all al hombre como un ser que se avergenza a s mismo,a partir de la repugnancia, siendo sta el miedo de ser reconocido por aquello que nosproduce asco.

    Este recorrido de Agamben nos sita en el mbito de la divisin estructurantedel sujeto, operada por el registro imaginario, cuando se produce el yo como forma-cin a partir de un rechazo de lo displacentero que constituira el afuera, lo otro.La vergenza surgira como el instante de confrontacin con ese punto de exclusininterna, un momento en que ese punto de odio asqueroso quedara expuesto a lamirada y sera ineludible aceptarlo como propio. Ese momento de ineludible exposi-cin marca el surgimiento del sujeto tico, de aquel que puede aceptar estar en el lugardel musulmn, del no-hombre, de la alteridad.

    Ahora bien, esta postura tica es la que permite testimoniar; admitir tomar lavoz de lo imposible a decir, produce una subjetividad; y de otro lado, Auschwitz nodeja de suceder, no slo para Primo Levi quien lo vivi reeditado una y otra vez en sussueos, porque quien ha sido torturado lleva esa marca; sino porque la organizacinactual global reedita la lgica del campo de concentracin y la separacin entre vida ysupervivencia en la tortura, reduciendo el sujeto a la carne. Jean Amry testimoniacmo en la tortura, el sentimiento del cuerpo suspende las funciones del sujeto alsuspender la vida en el sufrimiento de la carne.

    EL CUERPO ANTE EL RECHAZO DEL ETERNO RETORNO DE LO MISMOEl suicidio de Levi demuestra la dificultad de soportar este presente eterno: Cmocontinuar sin coagularse en el resentimiento, pero sin negar los hechos? Cmo olvidarese sufrimiento del cuerpo y cambiar el sentido de la marca? El rechazo a aceptar eleterno retorno nietzscheano: que lo ocurrido haya sido como fue, es lo ms sensato17 Ibidem.

    18 Emmanuel Lvinas, De la evasin, Madrid, Arena Libros, 1999.

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    despus de Auschwitz, pero, ese rechazo podra tener un contenido ms all de lapunicin al verdugo?

    En ese sentido, simbolizar el trauma para lograr olvidar se planteara comosalida vital para las vctimas. Olvidar no como negacin de lo ocurrido, sino comoreelaboracin, como resignificacin de la marca impuesta sobre el cuerpo, repudio alestigma de vctima. El testimonio, como elaboracin, como invencin que no pretendefidelidad a los hechos, sino dar cuenta de los acontecimientos subjetivos propiciadospor ellos, se emparenta con el mito. No es azaroso que la escritura de Levi tengaestructura de novela, sin pretender que se reduzca a novelar. Porque dar un sentido alos hechos, que el sujeto escriba bajo el rigor de la implicacin subjetiva, es lo quehacen los poetas.

    Un: Fue as para el testigo integral que no soy, pero en cuyo nombre hablo,implica la historia de las voces mudas, el mito fuera de la lengua. O ms precisamente,el mito como dimensin intermedia entre lengua y habla, que es la tesis que Agambentoma de Levi-Strauss en Infancia e historia19, cuando establece una proporcin en la queconsidera que el Mito es al Lenguaje, como el Cristal es a la Materia Fsica, una mqui-na transformadora. De la misma forma, opone la obra de Lvi-Strauss como mquinaque transforma el lenguaje humano en la lengua prebablica de la naturaleza, de unlado, a la infancia, del otro, como mquina que transforma la lengua prebablica endiscurso humano, la naturaleza en historia.

    Infancia e historia, de 1978, es anterior a Lo que queda de Auschwitz y lleva porsubttulo: Destruccin de la experiencia y origen de la historia. En l, Agamben desarrollaese paso obligado del in-fans mudo por una deconstruccin de lo vivido hacia el tiempoen que la lengua logre constituirse en discurso y por lo tanto d lugar a escritura, texto,historia. Me parece que es ese modelo de la infancia, lo que se reedita, lo que vuelveen cada experiencia traumtica, y que Agamben reelabora para esa condicin extrema,en el segundo texto como Testimonio.

    Gianni Vattimo20 exhorta a la sociedad contempornea a definir su posicinfrente al mito en sus anlisis sobre las transformaciones efectuadas por laposmodernidad, en virtud de la fabulacin del mundo operada por los mass mediaque pretenden la comunicacin instantnea y la revelacin de su verdad, su realidadde show. Vattimo recuerda a Nietzsche cuando afirma que, al final, el mundo ver-dadero se convierte en fbula.

    En el espacio social actual, que gira como una casa de espejos, donde aparen-temente no existen verdades o a la inversa, donde no existen mentiras y todo sereduce a la verosimilitud, y donde la historia pretende ser lo que las masas podrantragar; habra que hacer una gran distincin entre:

    19 Giorgio Agamben, Infancia e historia, Crdoba, Adriana Hidalgo Edi-tora, S.A., 2001, pgs. 86 -88.

    20 Gianni Vattimo, Poesa y ontologa. Hacia una esttica ontolgica, Bar-celona, Gedisa, 2000.

  • F A C U L T A D D E C I E N C I A S H U M A N A S132

    1. La realidad de show, lo que se exhibe, en la lgica del ilusionismo, que seleccionalo que muestra para hacer creer; y

    2. Lo que escapa precisamente a lo verosmil, la lgica no consistente del mito, queevidencia lo imposible que habita la experiencia del sujeto.

    Existen fbulas y fbulas, que no son todas del mismo cuo, como lo precisa elfilsofo Philippe Lacoue-Labarthe, en su artculo La fbula (literatura y filosofa)21, dondeinterroga a la metafsica sobre su forma francamente literaria y sobre su pretensin deser un decir puro, para separarse de la literatura.

    Tambin sera necesario interrogar a lo que hoy se llama literatura, en tanto quemucho de lo escrito, premiado y avalado como tal, prescinde sin pudor de la implica-cin subjetiva, contentndose con narrar; mientras que, por el contrario, a ciertos tex-tos sociolgicos o filosficos no podra negrseles su vocacin potica.

    Si bien el valor literario tiene una estrecha relacin con la forma, si la literaturaconfiesa que el cmo del decir importa, como lo hace el arte, el asunto no se limita alproblema de las justas proporciones y la apariencia. Lo que se juega en la forma estambin la funcin imaginaria que est presente siempre en la experiencia humana yen el nudo borromeo que permite estructurar el sntoma que le da opciones de vida alsujeto, el imaginario se anuda y se intercepta con lo real y lo simblico, es decir,participa de esos tres registros. En La Tercera22, Lacan ubica al cuerpo all, en elregistro imaginario, de manera que la comprensin de lo que acontece en este mo-mento histrico, en el que los cuerpos toman primera lnea como objetos de trfico, sehace urgente relanzar la pregunta por lo que comporta el registro imaginario y lo que lrevela de lo real y lo simblico.

    Si los testigos de Auschwitz nos ensean algo es que el cuerpo desempe elpapel central en su experiencia como deportados y luego, cmo los sobrevivientesenfrentaron la enorme dificultad de resignificar las marcas que ese cuerpo port desdeentonces. Creo que el aporte de Levi, Amry, Kertsz y los dems testigos del Lager,no es slo hacer conocer los hechos, no es construir una historia para que entre en elarchivo de la memoria colectiva, si es que algo as existiera. Es ms bien sealar lafuncin de elaboracin del testimonio, como algo que ayuda a soportar el trauma.

    El testimonio se revela como una funcin de la escritura, como una elabora-cin, como un sntoma que rescata el cuerpo, el cuerpo propio. Esos textos constituyenintentos de curacin de las heridas de lo real. Pero lo real es mltiple, fragmentario, sinorden, local. Por eso, la memoria como archivo universal no puede solucionar el dolorde las vctimas, aunque sea necesario oponerse al borramiento y a la impunidad de loscrmenes. Esto es indispensable para la convivencia colectiva, para hacer pacto en tornoa una ley que limite el goce destructivo, pero no es suficiente para que las heridas

    21 Philippe Lacoue-Labarthe, La Fable (litterature et philosophie) enPotique, nm. 1, Pars, Seuil, 1970, pgs. 51-63.

    22 Jacques Lacan, La Tercera en Intervenciones y textos, Buenos Ai-res, Manantial, 1988, pgs. 103-104.

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    sanen. En esas consideraciones, idear castigos capitales y atroces no hace otra cosa querestituir al victimario en la vctima, como sucede actualmente con el trato que Israel daa los palestinos. Esa forma de recuerdo es una peste.

    Una forma de memoria que restituya las responsabilidades, no slo en lo fcti-co, sino esa responsabilidad singular ante lo inhumano que nos habita, una forma dememoria que permita sanar las heridas para vivir por algo que no sea reanimar elrecuerdo del verdugo, una memoria que permita estar advertido frente a lo real sinabandonar el tiempo propio a la reedicin del mal, es un reto que se plantea a la clnicadel psicoanlisis en este tiempo. En esa vertiente, me parece que hay un olvido desea-ble para el sujeto, para que las marcas mortferas se inscriban de otro modo y el dolorcese de escribirse. Como dice Amry, no sera el caso dejar en la impunidad los crme-nes, con el argumento de que lo pasado sea pasado y se borre sin ms, como nuncaocurrido. Pero, para la vida de un sujeto es imprescindible despetrificar el dolor y es ahdonde la palabra sigue siendo un recurso, que si bien no-todo recubre, demuestracapacidad curativa.

    CUERPO PROPIO Y CUERPO SOCIALEn lo que concierne a lo social y la imposibilidad de aplicarle mtodos clnicos decuracin, la estructura del discurso decantada desde la teora analtica por Lacan haceun aporte valioso. Desde all pueden intentarse respuestas a la pregunta por lo quesera necesario enfrentar en nuestro tiempo para lograr una salida al sufrimiento social,que ya no es un malestar cualquiera. Si Auschwitz est vigente, ello obedece a la lgicade un discurso que revel el clmax de sus consecuencias en el Lager, como unaanticipacin, como un efecto pionero. Ese discurso no ha cesado de establecer sulgica en las relaciones sociales, quizs porque para desmontarla sera preciso quecaigan presupuestos derivados del mismo cogito cartesiano que origin la ciencia mo-derna. Me parece que filsofos como Derrida, Agamben, Vattimo y Gadamer hacengrandes aportes al respecto. La fbula con la cual Occidente se ha inventado estamanera de ordenar la sociedad, tendra que revelarse como el delirio de poder sobre lanaturaleza desde los tiempos de Descartes, que podra ser sustituido por otro texto quecomporte otra forma de la historia.

    Tambin aqu cabra preguntarse si el olvido tiene una funcin vital. En el mo-mento actual, la pretensin es que nada se pierda, que todo dato quede integrado,como peldao del fantasma hacia el progreso. A ese imperio slo escapa con nitidez lalengua materna. Fue una genialidad de Hannah Arendt decir que lo que queda despusde Auschwitz es precisamente la lengua materna, es decir, la lengua viva, en la cualtodava puede inscribirse un sujeto.

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    La lengua, como lo ense Ferdinand de Saussure, no obedece a los imperati-vos de la voluntad sino a leyes surgidas del colectivo que la habla, al mismo tiempo queredime lo singular del sujeto. La agresividad del discurso capitalista llega hasta preten-der domesticar la lengua misma. Los ideales de produccin han generando ya unalengua genrica que busca grabar en la memoria de los trabajadores, como si la empre-sa humana fuese nica y se redujera a postrarse ante el dios del capital.

    George Orwell construye una premonicin sobre esa Neo-lengua a partir de suactividad como literato, construye un mito acogindose a su experiencia, da testimoniosobre los efectos del discurso de la revolucin industrial, como el sobreviviente lo da dela experiencia del musulmn en el campo de concentracin. El poner-en-obra-la-ver-dad que define la actividad artstica, en trminos de Heidegger, se revela en los he-chos como la capacidad de anticipacin del artista que Freud reconoca, a condicin deque esa obra rena las caractersticas del testimonio.

    Pero atencin, si bien hay que reconocer el poder de los discursos, lo queavizora el mito literario no puede concebirse como un destino ineluctable. Si la teoradel psicoanlisis estudia ese poder sobre el sujeto y la masa, tambin muestra la posi-bilidad de transformacin de las significaciones, porque la memoria es mltiple inscrip-cin y sus signos derivan en polisemia en la dinmica significante. De la misma maneraque el discurso capitalista no es La Historia con maysculas, la denuncia que haceOrwell de sus consecuencias no tiene que ser un sino obligado, es ms bien unaadvertencia donde el saber hace surgir una verdad.

    La masa desprovista que duerme al arrullo de ese cuento de hadas que es elconfort en la sociedad de mercado, tendra que despertar a esa verdad que es lamentira del progreso, olvidar ese sueo. Para lograr ese olvido se precisa la memoriadel cuerpo que hace barrera al goce homogneo; memoria del cuerpo propio que en laexperiencia cotidiana permanece ignorado, al que no se reconoce que es necesarioacceder. Construirse un cuerpo separado del goce masificado, so pena de que seadespertado brutalmente como carne sufriente en la tortura de la fbula totalitaria.

    Asumir el cuerpo propio supone admitir los defectos del goce, su parcialidad, sudiferencia con el goce del cuerpo del otro y tambin cesar de culpar a ese otro por lafalla del goce, que es estructural. Eso comporta una responsabilidad frente a las expe-riencias propias y a las marcas que ella deja, invita a deconstruir esa experiencia uno poruno, a una aceptacin de la alteridad. All, en la reconciliacin con el otro es donde laescritura bajo implicacin subjetiva hace metfora del cuerpo y podra transformar elarchivo: all se constituye una apuesta por una historia del sujeto y del otro, historia dela vida posible en colectivo.

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