MENORCA EN LOS RITOS DE PASO TRADICIONALES

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MENORCA EN LOS RITOS DE PASO TRADICIONALES JAUME MASCARÓ PONS LA DOCUMENTACiÓN ANTROPOLÓGICA DE MENORCA La descripc ión de las práct icas sociales que puntúan los momentos fundamentales del ciclo vital de las personas constituye uno de los capí- tulos básicos de toda recopilación etnográfica. Aunque la referencia antropológ ica clás ica sue le ser siempre el ya famoso texto de A. van Gennep, Les rifes de pasage, de 1909 , la preocupac ión por tales prácticas sociales tiene en nuestro país un prestigioso antecedente en la reconocida encuesta, promovida en 1901/2 por el Ateneo de Madrid. De hecho, tal cuestionario represen- ta una de las líneas fundamentales de la investigación antropológica en España, la que Joan Prat caracteri- zó como «discurso antropológico», de influencia naturalista e ilustrada, frente al «discurso folclórico», más vinculado a la tradición romántica de la vo/kgeist (<< el espíritu del pue- blo»), que influyó sobre todo en los primeros trabajos etnográficos de Cataluña, el País Vasco y Gaticia.' Esta referencia histórica a las dos grandes líneas de la antropología española es especialmente perti- nente para iniciar una breve exposi- ción sobre los materiales etnográfi- cos referidos a Menorca. Por su tra- 1 Cfr. Joan Prat, - Historia. Estudio introducto- rio. , en Joan Prat, Ubaldo Martínez, Jesús Con- treras, Isidoro Moreno (Eds.), Antropología de los pueblos de España, Taurus Universitaria, Madrid, 1991, págs. 13-32. dición cultural, la isla de Menorca parecería más próxima a la influen- cia de los autores catalanes, que desde mitad del siglo XIX iniciaron los primeros trabajos de recopilación etnográfica en su ámbito cultural. De hecho, las recopilaciones de tradi- ciones populares más amplias y sis- temáticas, referidas a Menorca, se sitúan en la perspectiva de la tradi- ción folclórica, dando especial rele- vancia a las prácticas expresivas, en especial las relacionadas con la exp resión literaria: narrac iones , leyendas, oraciones, refranes, can- ciones, etc., en las cuales el factor lingüístico es determinante y, por tanto , su relac ión con la tradición común del resto de la cultura catala- na resulta fundamental." El texto del 2 De hecho la documen tación de inte rés antropológico deberia empezar por las notables referencias a usos y costumbres incluidas en la History ot the Island ot Minorca, del inglés John Armstrong, de 1752, o la notable topografía médica de George Cleghom, de 1751, obras pio- neras en su campo, escritas en plena ocupación britán ica de la isla. (Armstrong, John , Historia dela isla de Menorca , Col. Pauta, 5, Ediciones Nura, Ciutadella de Menorca, 1978.- Cleghom , George, Observations on the epidemicalDisea- ses in Minorca. From the Year 1744-1749, Prin- ted forT. Cadell and D. Wilson , London , 1751). Estos textos , junto con los 2 volúmenes sob re Menorca, dentro de la serie dedicada a las Islas Baleares, del Archiduque Luis Salvador de Aus- tria (Habsburgo-Lorena, Archiduque Luís Salva- dor, La isla de Menorca en texto e imagen, (2 vols.), Prólogo de Tomás Vidal, Edición de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares, Palma de Mallorca, 1980 -la edic ión orig inal ale - mana es de 1898-), presentan la documenta- ción , que podríamos llamar «pre-antropol óqi- ca - , más sugestiva y amplia sobre Menorca, porque repres entan una mirada desde el exte - rior, una visión realizada desde el observador no .-indígena. y, por tanto, aunque puedan conte- ner claros prejuici os etnográficos, significan un saludable contraste con los textos que, a partir folclorista Francesc Camps i Merca- dal, que ut ilizaba el seudónimo «Francesc d 'Albranca », (1852- 1929), Folk-lore Menorquín (de /a Pagesia), editado en 1918, repre- senta el documento principal de la divulgación antropológica menorqui- na desde comienzos del siglo XX.3 Pero, como he señalado al principio, la gran encuesta del Ateneo de Madrid tuvo una influencia notable en la descripción de usos y costum- bres de la isla. De las respuestas recibidas, 289 según parece, corres- pondientes a unas 350 localidades españolas, 4 fueron enviadas desde Baleares" y, por lo menos, una de ellas desde Menorca, de la que tene- mos el texto completo, gracias a que el autor de la misma tuvo el acierto de publicarla por su cuenta. Se trata de principios del siglo XX, van a describir la sociedad menorquina desde la perspect iva inte- rior. 3 El texto de Francesc Camps fue elaborado para el - Concurso de Folk-Iore menorqu ín», con- vocado por la Sección de Literatura y Música del Ateneo de Mahón, en octubre de 1911, y fallado en oc1ubrede 1912. Al mismo se presentaron dos trabajos, el ya menc ionado de F. Camps y Merca- dal, que obtuvo el premio, y otro trabajo de Andre u Ferrer Ginard (1887-1975), titu lado Recull de Folklore, que obtuvo un accésit. El pri- mero fue publicado, como se ha dicho, por el mis- mo Ateneo de Mahón , en 1918 , excepto la parte musical. El segundo sigue en su mayor parte inédito, aunque el propio autor público las partes referidas a narraciones (1914), textos de cancio- nes breves (1922) y costumbres y cr eencias (1927). Los textos de Camps i Mercadal han sido reeditados en dos vols. por el Consell Insular de Menorca, en 1986 y 1987, a los cuales se ha aña- dido un tercer volumen (1987), con la parte musi- cal que había quedado inédita. Tomamos los datos generales sobre la encuesta de l Ateneo de Madrid de Carmelo Usón, -Una gran encuesta de 1901-902. , en Joan Prat, et alii, Antropología de los pueblos de España, Taurus, Madr id, 1991 , pág. 33-57 . C:: ::;¡¡¡¡ ¡¡;¡¡¡¡ ¡¡;¡¡¡¡¡¡;¡¡¡¡¡¡;¡¡¡¡¡¡;¡¡¡¡¡¡;¡¡¡¡¡¡;¡¡¡¡=======================;':::::I 41

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MENORCA EN LOS RITOS DE PASOTRADICIONALES

JAU ME MASCARÓ PONS

LA DOCUMENTACiÓNANTROPOLÓGICADE MENORCA

La descripc ión de las práct icassociales que puntúan los momentosfundamentales del ciclo vital de laspersonas constituye uno de los capí­tulos básicos de toda recopilaciónetnográfica. Aunque la referenciaantropológ ica clás ica sue le sersiempre el ya famoso texto de A. vanGennep, Les rifes de pasage, de1909, la preocupación po r talesprácticas sociales tiene en nuestropaís un prestigioso antecedente enla reconocida encuesta, promovidaen 1901/2 por el Ateneo de Madrid.De hecho, tal cuestionario represen­ta una de las líneas fundamentalesde la investigación antropológica enEspaña, la que Joan Prat caracteri­zó como «discurso antropológico»,de influencia naturalista e ilustrada,frente al «discurso folclórico», másvinculado a la tradición romántica dela vo/kgeist (<< el esp íritu del pue­blo»), que influyó sobre todo en losprimeros traba jos etnográficos deCataluña, el País Vasco y Gaticia.'

Esta referencia histórica a las dosgrandes líneas de la antropologíaespañola es especialmente perti­nente para iniciar una breve exposi­ción sobre los materiales etnográfi­cos referidos a Menorca. Por su tra-

1 Cfr. Joan Prat, - Historia. Estudio introducto­rio. , en Joan Prat, Ubaldo Mart ínez, Jesús Con­treras, Isido ro Moreno (Eds.), Antropología delos pueb los de España, Tauru s Un iversitaria,Madrid, 1991, págs. 13-32.

dición cultural, la isla de Menorcaparecería más próxima a la influen­cia de los autores catalanes, quedesde mitad del siglo XIX iniciaronlos primeros trabajos de recopilaciónetnográfica en su ámbito cultural. Dehecho, las recopilaciones de tradi­ciones populares más amplias y sis­temáticas, referidas a Menorca, sesitúan en la perspectiva de la tradi­ción folclórica, dando especial rele­vancia a las prácticas expresivas, enespecial las relac ionadas con laexp res ión li teraria: na rrac iones ,leyendas, oraciones, refranes, can­ciones, etc., en las cuales el factorlingüístico es determinante y, portanto , su relac ión con la tradicióncomún del resto de la cultura catala­na resulta fundamental." El texto del

2 De hecho la documentac ión de interésantropológico debe ria empezar por las notablesreferencias a usos y costumbres incluidas en laHistory ot the Island ot Minorca, del inglés JohnArm str ong , de 1752, o la notable topografíaméd ica de George Cleghom, de 1751, obras pio­neras en su campo, escritas en plena ocupa ciónbritán ica de la isla. (Armstrong, John , Historiadela isla de Menorca , Col. Pauta , 5, EdicionesNura , Ciutadella de Menorca, 1978.- Cleghom ,George, Observations on the epidemicalDisea­ses in Minorca. From the Year 1744-1749, Prin­ted forT. Cadell and D. Wilson , London , 1751).

Estos textos , junto con los 2 volúmenes sob reMenorca, dentro de la serie dedicada a las IslasBaleares, del Archiduque Luis Salvador de Aus­tria (Habsburgo-Lorena, Archiduque Luís Salva­dor, La isla de Menorca en texto e imagen, (2vols .), Prólogo de Tomás Vidal , Edic ión de laCaja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares,Palma de Mallorca, 1980 -la edic ión orig inal ale­mana es de 1898-), presentan la documenta­ción , que podríamos llamar «pre-antropol óqi ­ca - , más sugestiva y amp lia sobre Menorca,porque repres entan una mirada desde el exte­rior, una visión realizada desde el observador no.- indígena. y, por tanto , aunque puedan conte­ner claros prejuici os etnográficos, sign ifican unsaludable contraste con los textos que, a part ir

folclorista Francesc Camps i Merca­da l , que ut ilizaba el seudónimo«Francesc d 'Albranca », (1852­1929), Folk-lore Menorquín (de /aPagesia), editado en 1918, repre­senta el documento principal de ladivulgación antropológica menorqui­na desde comienzos del siglo XX.3Pero, como he señalado al principio,la gran encuesta del Ateneo deMadrid tuvo una influencia notableen la descripción de usos y costum­bres de la isla. De las respuestasrecibidas, 289 según parece, corres­pondientes a unas 350 localidadesespañolas, 4 fueron enviadas desdeBaleares" y, por lo menos, una deellas desde Menorca, de la que tene­mos el texto completo, gracias a queel autor de la misma tuvo el aciertode publicarla por su cuenta. Se trata

de principios del siglo XX , van a describ ir lasociedad menorquina desde la perspect iva inte­rior.

3 El texto de Francesc Camps fue elaboradopara el - Concurso de Folk-Iore menorqu ín», con­vocado por la Sección de Literatura y Música delAteneo de Mahón, en octubre de 1911, y falladoen oc1ubrede 1912. Al mismo se presentaron dostrabajos, el ya menc ionado de F.Camps y Merca­da l, que obt uvo el prem io, y ot ro trabajo deAndreu Ferrer Ginard (1887- 1975), titu ladoRecull de Folklore, que obtuvo un accésit. El pri­mero fue publicado, como se ha dicho, por el mis­mo Ateneo de Mahón , en 1918, excepto la partemus ica l. El segundo sigue en su mayo r parteinédito, aunque el propio autor público las partesreferidas a narraciones (1914), textos de cancio ­nes breves (1922) y costumbres y creencias(1927). Los textos de Camps i Mercadal han sidoreeditados en dos vols. por el Consell Insular deMenorca, en 1986 y 1987, a los cuales se ha aña­dido un tercer volumen (1987), con la parte musi­cal que había quedado inédita.

• Tomamos los da tos generales sobre laencuesta de l Ateneo de Madrid de CarmeloUsón, - Una gran encuesta de 1901-902. , enJoan Prat, et alii, Antropología de los pueblos deEspaña, Taurus, Madr id, 1991, pág. 33-57 .

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NARRIAPRÁCTICAS SOCIALESY CICLO VITAL

grupo se manifiesta , ante todo, enla importancia que las comunida­des humanas otorgan a la repro­ducción. De ello derivan los«modelos reproductivos», que par­ten de la creencia del carácter alta­mente negativo de la esterilidad yen consecuencia de creencias yprácticas sob re su prevención oreducción. En Menorca, el términoeixorc, -que en la expresión localsuena xorc- (estéril, sin descen­dencia) tiene todav ía hoy un valorsocial claramente negativo , y en laactualidad, cuando es ya muchomás frecuente que la ausencia dehijos en un matrimonio se base endec isiones conscientes, se evita ,sin embargo , utilizar tal término enpresencia de las parejas sin hijos.Hay una curiosa creencia sobre laalta fert ilidad de la poblaciónmenorquina, atendiendo al grannúmero de hijos que solían tenerlas familias menorquinas .y así lo

El ritual central relacionado con el nacimiento era, y si­gue siendo, el Bautismo (Arxlu d'lmatge i Só de Menor­ca, CoMecció Xavier Martín)La necesi dad de

supe rvivencia de l

Nacimiento

La propuesta del Ateneo de Madrid,al establecer como objeto de su pri­mera exploración social «el campode las costumbres populares y lostres hechos más característicos dela vida: el nacimiento, el matrimonioy la muerte», configuraba un esque­ma de aná lisis bien encam inado ,que la investigación antropológicaposterior no ha hecho más que reva­lidar, aunque a los tres hechos delciclo vital se añada en estudios pos­teriores el hecho de la pubertad y los«rituales de iniciación» relacionadoscon tal hecho. Los llamados «ritosde paso» representan los momentoscruciales del ciclo vital de los indivi­duos, en tanto que sirven para socia­lizar hechos biológicos individuales.De ahí que las prácticas socialesasociadas a tales fenómenos sigansiendo, todavía hoy, ricas en simbo­lismos, en creen-cias , en rituales ,más o menos trans­formados , .enraiza­dos en tradicionesarca icas , q ueponen de reli evea lgunas de l a scaracter ísticas cul­turales más especí­ficas de una comu­nidad. Es frecuenteque la descripciónde tales prácticastienda a centrarseen los aspectosmás exóticos y étni­camente dlteren­ciales, dejando delado, con frecue n­c ia , el hecho deque las creenciasprofundas son muysimilares en ámbi­tos culturales másamplios.

5 Ballester Pons, Pedro, Costumbres popula­res de Menorca. Es!. Tip, De Bernardo Fábre­gues, Mahón, 1905. (Reproducido en PereBallester, Estudis d'Antropologia de Menorca ,Col. Capeer, 2. Conselllnsular de Menorca, Maó,1986.

El rnanuscrrtode Juan Vidal, que hemos podi­do consultar por deferencia de su nieto, TomásVidal Bendito, catedrático de Geografia Humanaen la UB, consta de portada y 40 cuartillasmanuscritas .

del texto de Pedro Ballester Pons(Mahón , 1856-1946) , abogadomahonés, experto en derecho foral,que elaboró una larga y minuciosarespuesta al prolijo cuestionario, loque le mereció una carta de felicita­ción del Presidente de la Sección deCiencias Morales y Políticas, el Sr.Rafael Salil las, el promotor de lamencionada encuesta. Sin embar­go, hemos podido tener acceso aotra respuesta al cuestionario delAteneo, hasta ahora desconoc ida,elaborada por otro abogado deMahón, D. Juan Vidal, que se con­serva en su bibl ioteca, en formamanuscrita. Aunque no incluye lasrespuest as correspond ientes adefunciones, representa un notablecomp lemento al texto de Ped roBallester," Estas respuestas refleja­rían lo que, en su obra ya citada, J.Prat llama «el discurso antropológi­co», frente al «discurso folclórico»,que, en el caso de Menorca, estaríarepresentado por los mencionadosfolcloristas Francesc Camps i Mer­cadal y Andreu Ferrer Ginard.

Coinciden, por tanto, en Menorca,los dos discursos, pero hay quereconocer que el esfuerzo de estospr imeros autores por descri bir lasoc iedad menorqu ina tendría unimpacto limitado. De hecho, sus tex­tos no han estado al alcance real delpúb lico , hasta sus reed icionesrecientes en los años 80 del sigloXX, período en el que resurge el tra­bajo antropológico, tanto en su ver­tiente más etnográfica de descrip­ción y contrastación de los datosconocidos , como en la línea másetnológica, comparativa y reflexiva.

En la descripción que sigue, vamosa tomar como base informativa lostextos mencionados, añadiendo ele­mentos de trabajos más recientes.

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recoge Ballester, citando la opiniónde un viajero francés del sigloXVII1.6 Sin embargo no parece queel hecho de la alta natalidad pare­ciese a los nativos una evidenciasuficiente para la natural fertilidadde las mujeres menorquinas, yaque la evidencia contraria de la altamortalidad infantil provocaba elmantenimiento de prácticas socia­les, religiosas y mágicas, para evi­tar la esterilidad y «estimular» lafecundidad. Entre las prácticaslocales, más allá de oraciones ,novenas y septenarios a santosdiversos, merecen destacarse eluso del llamado «unqüent de lamar» y la «carabina». El primeroera una especie de betún , proba­blemente algún tipo de alquitrán,que los pescadores recogían en lacosta y que se utilizaba para ponerparches en algunas zonas del cuer­po. La llamada «carabina» (o másexactamente carabita) era una pie­dra de color oscuro, con propieda­des magnéticas, que en la zona deCiudadela se llevaba en una bolsi­ta, con limaduras de acero, atada ala cintura de modo que la bolsitaquedara en contacto con la regiónlumbar. No tenemos constanc ia deque tales prácticas se mantenganen la actualidad, por lo que no esfácil identificar con precisiónambos objetos , ya que incluso aprincipios del siglo XX, Ballester noparece conocerlos de primeramano. En los medios que conser­van todavía hoy el recuerdo (y lapráctica!) de remedios «mágicos»no hay constancia del uso de losmismos.

Más interesante me parece, desdeel punto de vista socio antropológi­co, la práctica social de segundas yterceras nupcias, tanto para prote­ger la prole, en caso de muerte pre­matura de la madre, o de muerte de

6 «Las mujeres son allí raras veces estériles ygeneralmente más propias para la propagaciónde la especie que en los demás clim as cálidos .­Passerat de la Chapelle , C laud e -Franlf ois ,Réflex ions general sur I'Isle de Minorque: surson climat. sur la maniere de vivrede ses Habi­tants, & sur les maladies qui y regnent. Paris ,1764 (Hay una trad ucc ión caste llana . impresa enMahón en 1901).

maridos jóvenes. Algunos estudiosrecientes de demografía históricahan puesto de relieve el bajo nivel desoltería, tanto en hombres como enmujeres." Pero sobre esta estrategiasocial volveremos al hablar delmatrimonio.

En el período del embarazo fuecomún, hasta épocas recientes, lapráctica de oraciones a San RamónNonato o el septenario a la Virgen delos Dolores. Entre las creencias queFe mantienen, aunque no se diga demodo explícito, está la de no nom­brar madrina de bautizo a una emba­razada , pues se consideraba quecorría el riesgo de abortar. Igualmentse creía, por un mecanismo claro deanalogía (la llamada «magia simpa­tética », de Frazer), que las mujeresembazadas no deben devanarmadejas, pues el cordón umbilicalpodr ía enrollarse en el cuello delfeto. Especial atención se daba alcumplimiento de los antojos de laembazada, pues de no cumplirse, elniño podría nacer com marcas en elcuerpo, parecidas en la forma alobjeto del antojo. Tal creencia la heoído, muy recientemente , de bocade algunas mujeres mayores queman ifestaban haberlo creído , eincluso visto, de jóvenes. Un ejerci­cio común, por supuesto no exclusi­vo de Menorca, es el del pronósticodel sexo del que va a nacer. Aunquelas prácticas médicas actuales hananulado totalmente el valor de talespredicciones, no dejan todavía depracticarse, con un aire casi lúdico,pero con el convencimiento del valorde los indicios tradicionales: vientrepuntiagudo, varón , y hembra encaso contrario ; cara deformada,hembra; si al subir una escalera laembarazada emp ieza con el piederecho, será varón, etc. Un juegoantiguo es espeCialmente significati­vo: se ponían dos sillas, debajo delas cuales se ponía un cuchillo, enuna, y unas tijeras, en la otra. Segúnla silla que escogiera la embarzada,

7 M.A . Casanovas Ca mps; Florenci SastrePortella . Estructura demográfica de Ferreries(1801-1850), Inst itut Menorqu í d'Estud islAjunta­ment de Ferreries, Maó, 1997 .

NARRIAsin haber dio advertida de la prueba,se pronosticaba varón , en el casodel cuchillo, y hembra, en el de lastijeras. Una vez más, clásicos meca­nismos de simbolismo analógico ,comunes a la inmensa mayoría decreencias populares tradicionales.

En la asistencia al parto, era tradi­cionalla presencia de la comadrona,mujer experta en tal menester. Peroes importante subrayar que en algu­nas zonas de Menorca, sobre todoen Mahón, desde la segunda mitaddel siglo XVIII, todavía en período dedominio inglés, existió un centro deformación de comadronas, hechoque redundó en una notable dismi­nución de la mortalidad infantil, has­ta tal punto que algunos autores hanconsiderado que Menorca es proba­blemente el terr itor io español quemás tempranamente se incorpora almodelo demográfico europeo, deprogresiva reducc ión de la natal i­dad." Pero no parece que tal modelosea aplicable de modo general atoda la isla, ya que en los pueblosdel interior se mantiene el modelotradiciona l, que conjuga una altatasa de natalidad con altos nivelesde mortalidad infantil.

Pero el ritual central relacionadocon el nacimientoera, y sigue siendo,el Bautismo. A pesar del proceso delaicización, en Menorca sigue siendocomún la celebración del nacimientocon la ceremonia del sacramentocris­tianodel Bautismo, incluso en familiasno practicantes, pero que provienende tradición familiar cristiana. En laceremonia bautismal, era importanteutilizar vestidos especialmenteelabo­rados manualmente, con bordados,por abuelas o tías, o vestidos de bau­tizo conservadosdurante más de unageneración para estas ocasiones. Encua lqu ier caso , los aspectos demayor relevanc ia en la ceremon iabautismal era el de los padrinos y laimposición de nombre. En Menorca,siguiendo una tradición semejante alade Mallorca, el padrinodel primogé-

6 Vlda l Bend ito. T., Gomila Huguet. J., «Apro­ximación a la demografía histó rica menorquina - oBoletín de la Asociación de Demografia Históri­ca.lV, 2. Madrid. 1986 .

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NARRIA

los siguientes hijos recibían el nom­bre de los hermanos/hermanas depadre y madre, e~ l orden correlativo.Estudios históricos sobre transmi­sión del nombre indican que, por lomenos desde el siglo XVI hasta elsiglo XX , la regla se cumplía enMeno rca con gran regularidad , enespecial para los primeros hijos. Elsentido de cohesión familiar, repre­sentado por la repetición de nom­bres y apellidos, era intenso y, ade­más, permitía una fácil identificaciónsocial de los grupos familiares, aun­que, por otro lado, también favorecíala aparición de apodos (malnoms)para distinguir a personas concretasde sus parientes próx imos con elmismo nombre. Aunque la pautafamil iar dominante es la neolocali­dad, los elementos nominales y sim­bólicos dibujan amplios círculos deparentesco , profundamente interre­lacionados. De todos modos, esteúltimo aspecto no parece exclusivoni particular de las Baleares , engeneral, ni de Menorca en particular.Pero sí hay un aspecto en el sistemanominativo personal que merece sermencionado. La importancia de lnombre exigido fam iliarm ent e sepone especialmente de relieve en lapráctica de imponer el nombre delhermano fallecido al que nace pos­teriormente. Hemos podido compro­bar en una familia concreta, en laque nacieron 9 hijos, de principiosdel siglo XIX, la imposición del mis­mo nombre por tres veces, repitien­do el nombre, en este caso del abue­lo materno, por la muerte prematurade los dos primeros . Incluso hemosobservado curiosas estrat egiasnominativas, en caso de segundasnupcias, para satisfacer la perma­nencia del nombre de los abuelos. Alhermano que llevaba el nombre deun hermano muerto se le llamabagerma temós. Conocemos la exis­tencia de tradiciones parecidas enalgunas zonas de Francia y sobretodo de Ital ia. Una de las conse­cuencias de la tradición del nombrees el número relativamente reducido

abuela materna _O> segunda hijapadre/madre _O> tercer hijo/hija

9 Jaume Mascaró , - Transmíssié de noms debateig a Ciutadella de Menorc a. Segles XVI­XX - , Monografies Menorquines, 4, Consell lnsu­lar de Menorca, Maó, 1982.

Jaume Mascaró, «Transmlssi ó de nom s iestrateqies Iam itiars », Estudis Balearics , SO. Pal­ma de Mallorca, 1995.

abuelo paterno _o> primer hijo varónabuela paterna --> primera hijaabuelo materno _o> segundo varón

diese por la regla del orden familiar.En Ciudadela era tradición que elpadrino regalara al ahijado una cade­nilla de oro con una medalla. Igual­mente corresponde al padrino dar elaguinaldo (diners d'anous) por Pas­cua y hacer un regalo significativo enla boda del ahijado. De hecho, talesobligaciones se inscriben en el simbo­li smo genérico del padrinazgo ,común a toda el área cultural medite­rránea, como protección y sustitucióndel papel del padre.

Reglas parecidas a las de designa­ción de padrinos regían para la impo­sición del nombre. El nombre perso­nal ha tenido durante siglos un valorpatrimonial y su transmisión seguíareglas estrictas, que en Menorca serespetaron hasta mitad del siglo XX,en que empezaron a introducirsenombres ajenos a la tradición de cadatamilia." El esquema era rígido:

~I ritual de la Pr imera Comunión en Menorca sol ía y suele celebrarse mayorita­n am,:nte el domingo ~sterior a Pascua de Resurrección, llamado «Diumengedeis angels» pe ro podía celebrarse en cualquier domingo posterior del ciclo pas­cua l (Arxi u d'lmatge i SÓ de Menorca, Col-recc ió Xavier Martín)

nito era siempre el abuelo patemo y lamadrina, la abuela matern a. En elsegundo hijo se altemaban los pape­les de los abuelos. Para los siguienteshijos se seguía el orden de los herma­nos/hermanas de padre y madre. Laregla del padrinazgo de los abuelos,para los primeros hijos, era tan exi­gente, que no cumplirla podía repre­senta r graves conflictos familiares.Hasta tal punto se consideraba, y enbuena parte todavía es así, que enBaleares, en general, pero especial­mente en Mallorca, padrí/padrina sig­nifican directamente abuelo/abuela .En Menorca no existe tal generaliza­ción de nombre, pero con frecuenciaen una familia, se llama padrí/padrinaa los abuelos, debido al hecho de quelos hijos mayores así los suelen lla­mar, y ello conlleva la costumbre deque así los llamen todos los demáshermanos. Hacia mitad del siglo XX,en muchas familias numerosas, seintrodujo la costumbre de nombrarcomo padrinos de los hijos menores alos hermanos mayores, sobre todo silos abuelos ya habían muerto . Lasobligaciones de la madrina era llevaral recién nacido a la iglesia. Ya se hadicho que se evitaba cuidadosamentedesignar una madrina que estuvieseembarazada, aunque le correspon-44 _

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de nombres propios de persona,tanto masculinos, como femeninos.A la ruptura de la tradición contribu­yó, en aparente paradoja, el ConcilioVaticano 11 , que permitió en el áreacatólica la imposición de nombresbíblicos del Antiguo Testamento ,hecho que había sido expresamenteprohibido por el Concilio de Trento,en el siglo XVI, para diferenciarse dela tradición protestante. Así, a fina­les de los años sesenta , en Menor­ca, como en todo el ámbito católico,las familias se llenaron de David,Daniel , Rubén, Sara, Ruth, Noemí,etc. A la moda religiosa le han segui­do modas políticas, cinematográfi­cas, deportivas... que, en nuestrocaso, ya no permiten identificar lafamilia de procedencia, pero quedesignan, con pocas dudas , la épo­ca del nacimiento y las aficiones delos padres. Conviene señalar, detodos modos , que en Menorca,como en Cataluña, la tradición obre­rista, en especial en los grupos deideología anarquista, fue habitual ,desde comienzos de siglo XX, y enespecial durante la República (1931­39), imponer nombres ajenos a latradición religiosa. Así en algunospueblos , es especial Alayor y Villa­carlos (Es Castell) , encontramosnombres como Floreal , Liberto ,Espartaco , Acracia, Libertad , etc.

La celebración familiar del naci­miento se realizaba con motivo delBautismo y con posterioridad al mis­mo. Solía desarrollarse en el domici­lio familiar y participaban sobre todolos parientes y amigos próximos. Eratradición que en tales celebracionesno faltaran los confits d 'ametlla (con­fites de almendra) y los macarrons(dulce hecho de azúcar, «en propor­cionas alarmantes para las muelas..,según Ballester).

Un capítulo aparte merecerían loscasos de los hijos extramatrimonia­les, tanto los expósitos, de padresdesconocidos , que eran entregadosa la inclusa, abandonados a la puertadel hospicio, como los hijos natura­les, de filiación conocida , especial­mente materna, pero consideradosilegítimos, hasta que en épocasrecientes la ley eliminó finalmente tal

distinción . En su texto, Ballester,como buen jurista, dedica un amplioespacio a tales casos, lamentando laindefensión de estos hijos, así comola consideración social degradanteque tenían que asumir. En Menorca,los expósitos solían recibir un nom­bre de bautismo que con frecuenciarepresentaba un estigma público, yaque los identificaba como tales. Elnombre habitual era Buenaventura.En cambio los hijos naturales adopta­ban nombres de la familia materna,junto con sus apellidos, lo que permi­tía disimular mejor su origen conside­rado irregular. La frecuencia de talescasos es significativa, en una isla depoblación reducida, pero no dispone­mos de ningún estudio sistemático desu incidencia real, aunque Juan VidalMir evaluaba los casos de hijos ilegí­timos, para el período 1895-96, en el6,69% de los nacidos, y el Archidu­que Luis Salvador, lo cifraba en el4% , más o menos en la misma épo­ca.

Pubertad y matrimonio

Si los ritos de paso, los que marcan loshitos básicos del ciclo vital, represen­tan la socialización de hechos biológi­cos, es decir, la transformación de unhecho natural en realidad cultural, elfenómeno de la pubertad, que signifi­ca la emergencia de la capacidadreproductiva , ha dado lugar, enmuchas culturas a rituales complejos,conocidos en la literatura antropológi­ca como «ritualesde iniciación» , Peroen nuestra cultura, bajo la influenciadel cristianismo, tales rituales parecenhaberse escindidoen dos direcciones:por un lado , desplazando hacia lasegunda infancia el ritual de acceso ala comunión, hecho religioso funda­mental, integrándolo en el ciclo sacra­mentalconfesión-comunión-confirma­ción, siendo este último el sacramentoque más directamente se relacionacon una originaria «iniciación.., en elsentido de reconocimiento , o «exa­men.., si se quiere, del correcto dis­cern imiento del creyente; por otrolado, el ritual de iniciación se relacionacon el conjunto de fenómenos socia-

NARRIAles prev ios al matr imon io (cortejo,noviazgo, etc.) y que configuran todoun largo proceso, cuya regulaciónritual se ha ido diluyendo en un con­glomerado de prácticas personales ,pero que se situaban, y creo que toda­vía se sitúan, en un marco ritual difu­so, pero real, que marca etapas deacceso al rito de paso representadopor el matrimonio. En cualquier caso,la primera forma del ritual, desde elpunto de vista social, tiene como cen­tro el hecho de la Primera Comunión,que durante siglos ha tenido un carác­ter de frontera entre la primera infan­cia y la aparición de lo que en el len­guaje de nuestra cultura psico-religio­sa se llamaba «el uso de razón» ydesde el punto de vista social era unacelebración importante para la vida delas personas. De hecho, era la prime­ra celebración en la que una personaasumía protagonismo consciente enel ritualy la fiesta social. De ahí, por suexplícito componente religioso, la difi­cultad de su sustitución como ritual lai­co, pero también la demanda social deun ritual altemativo, que en algunossitios se va configurando como fiestaescolarlfamiliar.

En los textos de los autores menor­quines que tomamos como basepara esta exposición, no se hacereferencia a la celebración de la 1a

Comunión, como ritual de paso, por­que no figura en el cuestionario delAteneo de Madrid y ello porque pro­bab lemente se cons ideraba unhecho exclusivamente religioso, sinespecial sign ificación ritual. Pero ,como he querido mostrar en las con­sideraciones anteriores, para los indi­viduos de nuestra cultura ha tenidoun claro valor ritual y social. Hastaépocas recientes las celebracionesde 1a Comunión han tenido, y creoque en algunos contextos socialestodav ía tienen , una sign if icaciónsocial notable, tanto en la práctica deregalos, como en el coste de la fiesta,que lo asimila a «pequeñas bodas» .

Hecho, por otra parte, no desmentidoen el uso de vestuario, cuyo simbolis­mo es claramente «matrimonial» ,

En Menorca, el ritual de la 1a Comu­nión no parece tener característicasespeciales diversas de otras comuni-

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Los rituales propios de la celebreción de una boda nopresentan en Menorca peculiaridades que merezcan serreseñadas (Arxiu d'lmatge i Só de Menorca, CololeccióXavier Martín)

NARRIAdades de nuestro ámbito cultural másamplio. Solían y sue len celebrarsemayoritariamente el domingo poste­rior a Pascua de Resurrección, llama­do diumenge deIs angels, pero podíacelebrarse en cualquier domingo pos­terior del ciclo pascual. Es decir, quesiempre se ce lebra en primavera.Según las clases sociales, el esplen­dor de la fiesta social variaba mucho,pero en el contexto popular tradicionalera una celebración familiar, con elinevitable desayuno fest ivo menor­quín de la taza de chocolate y ensai­mada .

Más riqueza etnográfica presentanlos procesos que conducen al ritualmatrimon ial. En primer lugar, recorde­mos que en nuestra cultura, por lomenos de modo «oficial" , la elecciónde pareja es una cuestión personal ,pero como indica Ballester en su tex­to, oponiéndose a la opinión de Pas­serat de la Chapelle referida a la liber­tad plena de elección de pareja enMenorca, «No diré que haya estadoaqu í en vigor el priv ilegio del fueromallorquín, por el cual podía el padreprivar de legítima a la hija que contra­jera matrimonio sin su consentimien­to. Pero, especialmente entre la gentedel campo, hacen los padres pesar suautoridad en los proyectos matrimo­niales, mucho más de lo que convieneal porvenir de sus hijos." 10 Y J. Vidal,en su maniscrito, indica al punto delcuestionario " Si es costumbre que lospadres arreglen el casamiento de loshijos sin contar con la voluntad deestos" , responde "Ya desaparecien­do casi en absoluto tal costumbre" , locual es un reconocimiento de su exis­tencia previa.

Hasta hace unos SO años, el proce­so de noviazgo, por lo menos en lazona de Ciudadela, seguía una seriede etapas, en las que el papel de lasfamilias quedaba claramente estable­cida. El período previo, el de las prime­ros contactos y aproximaciones, seenmarcaba en los momentos festivosque permitían una cierta proximidadentre jóvenes, como Carnaval o lasfiestas mayores, como la de San Juan

lO Op. cit. Pág. 49. (subrayado mio).

en Ciudadela. Cuan­do una joven acep­taba que un mozo lacortejara, a vecescon serenatas , oacompañandolahasta su casa, sedecía que tetenqembes," comoquien lanza el cebopara conseguir" pescar" a qu iendesea. En esta eta­pa se perm itíaacompañar a lamujer hasta la puer­ta de su casa y, a lavez , mostrar públ i­camente la acepta­c ión mutua. Lospadres, que pública­mente simulaban noconocer el hecho, dehecho ejercían laspresiones adecua­das para ev itar lacontinuidad de lare lación, si no lesparecía aceptable.Si no había objecio­nes, la siguiente eta­pa era demanarentrada (pedir entra-da) en la que el pretendiente pedíapermiso a los padres de la futura noviapara acompañarla oficialmente y ellole permitia acceder al domicilio de ellae incluso ser invitado en ocasionesespeciales. En épocas más antiguas,la confirmación de tal oficialidad de larelación exigía una visita de los padresdel novio al domicilio de la novia y lacorrespondiente devolución de visita.En épocas más recientes, este contac­to formal entre familias se producía enla tercera y última etapa, que se llama­ba demanar per casar (Pedir casa­miento), en la que se fijaba la fecha ylas condiciones concretas,si las había,del contrato matrimonial. Es importan­te recordar que en Menorca, como entodo el ámbito histórico de la Corona

11 La expresión «fer gambes" designa, en ellenguaje popular, la pesca del crustáceo (<<gam­ba. o «camarón" ), utilizado como cebo por lospescadores. Por extensión des igna el cortejotodavía no oficial de una pareja.

de Aragón, en los contratos matrimo­niales rige el sistema de separación debienes. Ello tiene peculiares conse­cuencias en los casos de viudedad, yaque la mujer tiene derecho a aquelloque ya figuraba a su nombre , o encaso contrario sólo tiene el usufructode los bienes «usados", como el domi­cilio conyugal, pero no el derecho depropiedad, que pasa directamente alos hijoS.12 Teniendoen cuenta que losnovios, si no eran de clase acomoda­da, tenían que disponer de los recur­sos para montar su casa, con frecuen­cia entre la segunda y tercera etapapodían pasar un tiempo considerable.Era el momento en que la Mura novia

12 P. Ballester dedica, en su texto, muchaspáginas al régimen jurídico del matrimonio y laherencia, ya que consideraba que el régimen deseparación de bienes perjudicaba a las mujeresde situación social inferior, porque quedaban ensituación precaria o de indefensión, en caso deconflicto con los hijos.

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iba preparando su ajuar, que iba aaportarcomodote, al matrimonio.

Un mayor interés folclórico ofrecenlos procedim ientos religioso-mági­cos, descritos en la tradición, paraconseguir la pareja deseada. Entrelas prácticas religiosas, pueden enu­merarse las oraciones a santos con­siderados " casamenteros" . EnMenorca, tenía tal consideración, demodo especial, San Antonio Abad,en cuyo honor se cantaban glosascomo «Sent Antoni Abat

anomenat de Viana,enviau-me un enamoratqui vengui de bona gana. ,,13

En Mahón era de especial devo­ción para estos casos San Onofre.

En el ámbito religioso-mágico qui­siera menc ionar una práctica, nocitada por los autores ante iores,pero recogida, en cambio, con unacierta frecuencia, en las actas de laInquisición, mientras estuvo en vigoren la isla." Es una oración a SantaElena, descubrido ra de la SantaCruz y de los "tres clavos" de la cru­cifixión. El recitado de la oraciónacompañaba una práctica típica dela magia " por contag io" , llamadad'enclavar. Al decir " ese clavo conque os quedasteis!yo os lo vengo apedir/ que me lo empresteis [sic]!para enc lava r e l co raz ó n de__ __l. . .." Aqu í se indicaba elnombre de la persona deseada y elconjuro era plenamente eficaz y enaquel momento se clavaba un clavoen una huella que hubiese dejado lapersona anhelada, normalmente enla tierra de la calle o del campo.

Muchas otras práct icas suelenenumerarse para obtener los favo­res amorosos, no siempre con pre-

13 -ssnAnton Abad Alamado de Viana Iman­dadme un ena mo rado I que venga de buenagana».

14 Conviene recordar que en Menorca laInquisición fue abolida por los ingleses cuando laisla pasó a dominio británico por el Tratado deUtrecht, en 1713, es decir, un siglo antes que enel resto de España. Por lo que las referencias ala Inquis ición , que come ntamos , corresponden alos siglos XVI y XVII. Cfr. José Luis Amorós, Bru­jas, médicos y el Santo Oficio. Menorca en laépoca del Rey Hechizado , Insitut Menorquí d'Es­tudis y Torre del Puerto , Mahón, 1990.

Ramón Rosselló Vaquer, Menorca davant laInquisició, Conse ll Insular de Menorca, Mahón,1982.

tensiones matrimoniales: conjurossobre objetos de la persona (pañue­los, cabello , etc.), brebajes diver­SOS ... Ciertamen te hay suficientedocumentación para afirmar que lascreencias mágicas fueron abundan­tes y potentes en Menorca, sobretodo en el siglo XVII, pero que sufuerza decreció en los siglossiguientes, quizá por el desar rolloeconómico que el siglo XVIII repre­sentó para la isla. Aunque tambiénes cierto que sigue habiendo unatradición latente, o menos pública,de curanderismo popular, hasta hoy.

Un aspecto relacionado con elmatri mo ni o , que requie re u ncomentario especial, es el referidoa la endogamia. La mayoría de losautores que han tratado el temadan por supuesto un alto grado dematrimonio consanguíneo, con fre­cuencia basándose en la inevitabi­lidad del mismo, dadas las dimen­siones de la población y el natural(?) aislamiento de la misma. Perocon frecuencia tal conclusión no sebasa en datos y análisis empíricos.Cie rtamente , la documentac iónexisten te en la Curia ep iscopal,donde se guarda los libros sacra­mentales, en su casi total integri­dad, desde 1565 hasta hoy, juntocon los exped ientes de dispensamatrimonial, muestra que no eraninfrecuentes los casos de matrimo­nio entre primos segundos, peromucho menos entre primos herma­nos. Como dice Ballester, " la gentemira con prevención y recelo lasuniones entre colaterales dentrode l cua rto gra do , reali zándosesolamente aquellas en la que lapasión lo avasa lla todo , ó las enqu e preside un móvil bas ta rdo ,interés o el afán de perp etuar lafamilia. " El análisis reci ente degenealogías fam il iar es , muestrauna estrategia de uniones muy cui­dadosa para evitar la consaguinei­dad próxima, aunque sea frecuen­te, e inevitable, el hecho de com­partir antepas ados comunes , enbuena parte de la población local. Ylos datos no avalan la existencia designificativas consecuencias bioló­gicas derivadas de la endogamia,

NARRIAmás allá de lo esperab le en el azarde la reproducci ón ."

Pero más acá del ámbito de lalocali dad, los vínculos mat rimo­niales tendían, en la tradición , arealizarse en el marco de grupossoc iales homogéneos . La paye­ses se casaban con payeses yraramente iban a buscar pareja enel medio urbano. La cont inu idaden las tareas de mantenimiento delcampo no deja de ser un argumentoimportante, soc ial y famili ar, quesupone una trad ic ión de conoc i­mientos y de prácticas . De ahí lamayor presión familiar en la elec­c ió n de pa re jas . Ig ua l pres iónencontramos en las clases másaltas, en este caso como estrategiade conservación de patrimonios. Lapequeña nobleza de Ciudadela hamanten ido históricamente un altonive l de endogamia y de pactosmatrimoniales. Más abierta parecela situación en los grupos menes­trales, que viven en los pueblos .Aunque en Menorca, es grande ladiferencia entre Mahón y el resto depueblos de la isla, ya que desde elsiglo XVIII hasta mitad del siglo XX,Mahón ha tenido casi la mitad de lapoblación. La evolución actual tien­de a reducir las diferencias socia­les, por lo menos a efectos de losposibles compromisos matrimonia­les, aunque los sectores más depri­midos van siendo ocupados , pro­gresivamente, por población inmi­grante, y, en este caso, se reprodu­cen sutiles fronteras para los víncu­los matrimoni ales , con el consi­guiente riesgo de guetos étnicos ,aunque no parezca evidente a cortoplazo.

En otro orden de consideración,ha habido un notable cambio en laedad del matrimonio, en una líneade evolución común con todo elentorno. Si en el siglo XVIII, Arms-

15 Habría que reflexionar más profundamenteen la afirmación de P. Ballester sobre el temacuand o afirma: - Creo que la conseguinidad noes sinó un modo más eficaz de transm isión here­ditaria , y, por tanto, que si los padres están enpe rfecto equ ilibrio físico y moral, lejos de serdañosa, dará excelente s resultad os su uniónharm ónica.» Op.Cit., 48.

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Foto de una pareja el día de su boda a finales del siglo XIX(Arxi u d'lmatge i SÓde Menorca, Cololecc ió Xavier Martín)

NARRIAtrong decía que las muj er es enMenorca son muy precoces y quese casa a los 13 ó 14 años, a Balles­ter, a comienzos del siglo XX, leparece exagerado y afirma que laedad del matrimonio se sitúa entrelos 18 y 20 años. Un siglo después ,la edad media para el matrimonio,es en Menorca, de 30,57 años, paralos hombres y de 27,19, para lasmuieres."

Los rituales propios de la cele­brac ión de la boda no presentanpeculiaridades que merezcan serreseñadas , aunque hay detalleslocales, sobre todo en las tradi­ciones rurales , como la entregaen la comida de bodas de regalosdirigidos a la novia, que se escon­dían entre dos platos , a medidaque pasaban de mano en mano .Otra costumbre citada por algu­nos autores como notable, que yadesapareció hace más de 100años, era la práctica de tap iar lapuerta de la casa de los novios,en la primera noche , sin dejarlossal ir al día sigu iente hasta des­pués de muchas s úpl icas. ?? Seconocen también otras prácticasdestinadas a creas dificultades alos novios, con el simbol ismo deestar dispuestos a afrontar lasvicisitudes de la vida o, simple­mente, como broma más o menospesada de los amigos. Hecho quetodavía se pract ica en muchossitios.

Considerac ión aparte merece laconstatación de la notable disminu­ción del matrimonio religioso ennuestra sociedad. Según los datosde que disponemos, en Menorcalos matrimon ios civiles en 1986,representaban el 22,41 % del totalde matrimonios realizados , algopor debajo de la media de Balea­res, que en el mismo año fue del25 ,84%. Pero 12 años después,

16 Datos del Instituto Balear de Estadística,para 1999.

17 El hecho es referi do por P.Ballester en suobra . Pero J.M. Gómez Tabanera , en El Folklo­re español , 1968, pág . 111 , cita esta costumbrede Menorca , diciendo que los mozos tapiabanla puerta de la casa de los recién cas adosdurante ..varios días», pero no indica la fuenteutilizada.

en 1998 , lasbodas civiles erane n M en orc a e l34,64%, siendo el31,87 en el conjun­to de Baleares .!"La s refl exion essobre la evoluciónde la sociedadpodrían ser muchas,pero quisiera subra­yar solamente elcontraste con lapervivenci a de lapráctica religiosade los otros ritua­les de paso Bautis ­mo y Defunción.La gran desigual­dad en la adopciónde prácticas laicaso religiosas mues­tra la inercia de latradic ión , perotambién los senti­mientos, miedos yvacilaciones queafectan a unasociedad antedeterminadascuest iones vita les.

Defunción y duelo

Describir las creencias tradicionalesde una comunidad con frecuenciaproduce la impresión de estar evo­cando viejas costumbres que ya notienen nada que ver con el presente,puesto que los comportamientosactuales parecen muy distintos delos antiguos y suponemos que lascreencias subyacentes están igual­mente alejadas de aquellas formasde vida. Pero si en algún punto estaimpresión no parece correcta es enlas prácticas sociales relacionadascon la muerte.

La actitud tradicional básica anteel hecho de la muerte siempre fue elde su inevitabilidad y el de su «natu­ralidad ». Todas las épocas hanconocido momentos o episodios vio-

18 Fuente: Institut Balear d'Estad fstica.

llahÓll-Miranda {

lentos o traumáticos , pero este noera el modelo de la sociedad tradi­cional, para la cual muerte es algofamiliar, en el sentido más literal, esun hecho que se vive en el marco dela familia y que ocurre en el domiciliofamiliar. Todo el ritual tradicional dela muerte depende de este hecho.La previsión del momento final, seaen los casos de enfermedad, seamás habitualmente por edad, se rea­liza para hacer posible la adecuadaasistencia al moribundo, a través delritual religioso del viático y la extre­maunción, así como de la frecuenteasistencia de los familiares más ínti­mos a la agonía. Afirmar que en lasociedad , como la menorquina dehace unas décadas, la muerte tieneun carácter «natural » no significauna actitud de distancia emocional.Precisamente una de las principalesfunciones de los rituales es canalizarlas emociones en momentos de altaintensidad afectiva. Quizá por ello elconjunto de los rituales funerarios se

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En los pueblos del interior de Menorca, era habitual vera la mayoría de la mujeres mayores de SO años vestidasde negro debido a que enlazaban un periodo de luto conel siguiente, de manera que tal modo de vestir acababaconvirtiéndose en habitual (Arxiu d'lmagen I SÓ de Me­norca, Col-leccló Xavier Martín)

han mantenido con tan ta fuerza.Uno de los momentos clave era lacomprobación de la mue rte. EnMenorca era hab itual poner unacerilla encendida bajo la nariz, paracomprobar la ausencia de respira­ción. y enseguida alguien se encar­gaba de cerrar los ojos al difunto,pues se creía que si quedaba conlos ojos abiertos, algún miembro dela familia morira pronto. Por lo mis­mo, se instalaba en la habitaciónuna especie de altar con un crucifijoy se encendían varias velas.

A partir de este momento el ritualadquiría un rumbo claramentesocial. Se avisaba a los familiares yamigos y se iniciaba un período devela, que duraba unas 24 horas ,hasta la hora del ent ierro. En elsalón o comedor de la vivienda sedisponían los familiares a recibir elpésame de los más allegados. Eran,y en buena parte todavía es así,momentos para el recuerdo e inclu­so para el desahogo. La aparición delos tanatorios, que desplazan fueradel domicilio el cuerpo del difuntopara su preparación para el entierro,no ha hecho desaparece r, enMenorca, la obligación de la visitadomiciliaria, aunque haya eliminadoel hecho de velar, por lo menos porla noche.

La comun icación fo rma l de ladefunción se hacía a través deesquelas, que indicaban la hora delentierro y del posterior funeral, quesolía celebrarse al cabo de unosdías. Desde hace unos años se haimpuesto el funeral de cuerpo pre­sente, previo al entierro, lo que per­mite «despedir el duelo», es decir,dar el pésame a la familia a todosaquellos que no lo han hecho en eldomicilio del difunto.

El entierro era antiguamente unaexpresión muy directa de clasismosoc ia l. Hab ía tres categorías deentierro, que se distinguían por lacantidad de sacerdotes que partici­paban, por los cantos, por los ador­nos de ataúdes y carros de acompa­ñamiento. No tenemos constanciaque hubiera en nuestra tradición lapráctica de las plañideras. Las refor­mas litúrgicas derivadas del Concilio

Vaticano 11 elimina­ron tales diferen­c ias socia les enestos rituales. Encamb io, suele sertodavía de estrictocumplim iento queen el funeral, en laiglesia, las mujeresde la fam ilia ocu­pe n e l l u g arizquierdo, mientrasque los hombresoc upan el lugarderecho de los pri­meros bancos .Cuando al finalizarla ceremon ia losas istentes pasandelante de los fami­liares, en la mismaiglesia, los hom­bres reciben elpésame de p ie ,pero las mujerespermanecen sen­tadas.

U no de l o saspectos funda­mentales del ritualde la muerte , enmuchas culturas,es la prolongacióndel ritual bajo algu­na forma de «due-lo», es decir, la adopción de conduc­tas que quieren manifestar el dolor yla importancia de la pérdida de lfamiliar. El duelo es la más profundasocializac ión del sentimiento y semanifiesta en todo un conjunto deprescripciones y obligaciones. Lasfamilias en período de duelo debíantener la ventanas cerradas , demodo habitual, y no podían emblan­car las fachadas de la casa. Esto enMenorca, donde el cuidado de labla ncas fach adas se consideraimportante, representaba una mani­festación muy visible y significativa.Del mismo modo, en este períodono se asistía a fiestas ni actos socia­les. Los historiadores cuentan quehasta el siglo XVIII la importanciadada al duelo era tanta que en 1792,un gobernado r de Menorca, esta­bleció por decreto la duración del

NARRIA

duelo: 1 año para los viudos , conseis meses de duelo riguroso y seisde alivio, 6 meses para padres ehijos, tres más tres, 2 meses parasueg ras, nueras y hermanos, 1mes para tíos y sobrinos. Las viu­das solía n vestir de duelo hastaque contraían nuevo matrim onio.En los pu ebl os del interi or deMenorca, era habitual ver a la mayo­ría de mujeres mayores de 50 añosvestidas de negro, de manera quetal modo de vestir acaba convirtién­dose en habitual. No parece que lasprescripcion es del gobernador sehayan cumplido estrictamente, perodurante mucho tiempo sirvieron depauta y marcaron el paisaje humanode nuestros pueblos.

En la actualidad se han abandona­do las form as vest imentarias delduelo, pero perduran algunas limita-

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NARRIA

Falimia de luto (Arxui d'lmatge i SÓde Menorca, Col-lecció Xavier Martín)

ciones sociales, especialmente rela­cionadas con celebraciones festivasy así, por ejemplo , todavía se pue­den ver ventanas cerradas, en Ciu­dadela, en los días de las fiestas deSa n Juan, por motivos de due lofamiliar.

Un último ejemplo sobre la impor­tancia social del culto a los difuntosy, por tanto de su profunda significa­ción en nuestra sociedad, es el cum-

plimiento masivo de la visita a loscementerios el día de Todos los San­tos. El hecho es común en toda elárea cultural de influencia católica ,aunque tenga sus matices en cadacomunidad.

Describir la realidad de Menorca através de sus tradicionales ritos depaso encierra una incómoda contra­dicción o, por lo menos , una claraparadoja . Por un lado, se corre el

riesgo de caer en un discurso tradi­ciona lista , en buena parte folclóri­co, que no refleja la realidad actualde la isla, inmersa en un procesoacelerado de «terciarización», porsu casi plena dedicación a la indus­tria turíst ica y sus derivados. Peropor otro lado, el conocim iento histó­rico de muchas de sus creenc ias,manifiestas en los grandes ritualesdel ciclo vital , debería parecernecesario para conocer la evolu­ción de la mentalidad y la realidadprofunda de la isla. Y sin embargo,con frecuencia la conexión entrepasado y presente se nos difumina,se hace borrosa y nos cuesta reco­nocer en los comportamientos desólo hace unas décadas elementosimportantes de nuestras creenciasactuales. Y sin embargo, estoyconvencido que no es posible com­prender muchos de los comporta­mientos actuales y el sentido de laevolución de nuestra sociedad , sinconocer las raíces profundas que lageneraron. Quizá una descripciónesquemática como la realizada noofrezca suficientes claves para talcomprensión , pero por lo menos haquerido aportar algunos elementospara intentarlo.

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